Download Algunas implicaciones de la concentración de la tierra para la
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Algunas implicaciones de la concentración de la tierra para la gestión de los recursos naturales y el territorio en Guatemala∗ José Pablo Prado Córdova Profesor Titular Subárea de Ciencias Sociales y Desarrollo Rural Facultad de Agronomía Universidad de San Carlos de Guatemala Guatemala, octubre de 2006 Introducción La contradicción inherente a la dualidad tierra y territorio expresa la correlación de fuerzas vigente en nuestro país y el devenir histórico de las prácticas estatales orientadas al fortalecimiento de un proyecto de nación con aspiraciones occidentales inspiradas en nuestro pasado colonial y en la vocación de nuestras clases dominantes por la subordinación periférica a los centros hegemónicos. El desencuentro entre la lógica depredadora del sistema capitalista y los esfuerzos por la integración equilibrada entre sociedad y naturaleza ocurren actualmente en el marco de la apertura comercial y la globalización desequilibrada de costos y beneficios. La tierra sigue constituyendo el epicentro del debate político y, en el caso guatemalteco, sigue contribuyendo al fortalecimiento de un modelo de desarrollo profundamente concentrador y excluyente, sin que los réditos de su explotación contribuyan suficientemente al bienestar de toda la población. El objetivo fundamental de este trabajo es contribuir a la discusión nacional sobre los principales problemas vinculados con las consecuencias ambientales y territoriales de la concentración de la tierra en Guatemala. Esta tarea se plantea a partir de la formulación de varias preguntas para la reflexión que persiguen orientar la delimitación conceptual del objeto de estudio anteriormente referido, a saber: ¿cuáles son las expresiones concretas de las consecuencias ambientales y territoriales de la concentración agraria en Guatemala?, ¿cómo se explica teóricamente su surgimiento?, y ¿qué elementos estructurales subyacen a estos fenómenos? Para responder estas preguntas se parte de la consideración de los antecedentes generales que han ido configurando a lo largo del tiempo este país. Luego se describen los argumentos teóricos recopilados para el análisis y se concentra la discusión en las particularidades del contexto actual y los diversos impactos de la concentración de la tierra para la gestión de los recursos naturales y el territorio. Finalmente se concluye a partir de la puntualización de los nudos problemáticos que responden las preguntas planteadas y que habrán de resolverse para transitar hacia un país más justo. Antecedentes El alto grado de concentración de la tierra en Guatemala, y por lo tanto la privación de la posibilidad de acceso a la riqueza generada por su explotación, para la mayoría de habitantes del área rural, fue una de las principales causas del conflicto armado interno1,2 .Sin embargo, a diez años de la firma de los Acuerdos de Paz, se mantiene un alto nivel de concentración agraria3, lo que obstaculiza el tránsito hacia un modelo de desarrollo nacional incluyente y eficiente en términos de la generación de bienestar para la mayoría de la población. El modelo agrario guatemalteco es el producto de los acontecimientos históricos que fueron moldeando un Estado excluyente constituido a favor de la clase dominante en él representada a ∗ Publicado en: Garoz, B.; Gauster, S.; Sigüenza, P.; Dür, J. 2006. Territorios. Reforma Agraria Integral. Instituto de Estudios Agrarios y Rurales. Año 1 No. 1 noviembre 2006. 1 ODHAG (1998) 2 Camacho (2004) 3 El último Censo Agropecuario da cuenta de un índice de Gini de 0.84 (INE, 2004) 1 partir de la organización económica tanto en la época prehispánica4,5 como en la Colonia. En esta última, fundamentalmente a través de la política del señorío sobre las tierras conquistadas (aboliendo así los derechos de propiedad de los nativos sobre sus tierras), el principio de la tierra como aliciente para la empresa colonial, la composición de tierras, la asignación de tierras para la tributación a los pueblos de indios y el bloqueo agrario de los mestizos (quienes engrosaron así las filas de los arrendatarios) 6. De esta época proviene también la práctica de la extracción de oro y plata con fines de lucro7. Posteriormente, el período independiente reconfiguró el Estado colonial sin alterar la estructura de dominación. Las relaciones sociales vinculadas a la tierra fueron perfiladas con base en las políticas impulsadas durante la reforma liberal emprendida durante el último cuarto del siglo XIX. Durante este período la dinámica agraria guatemalteca se basó en la desarticulación de las tierras comunales propiciando el acceso privado a la tenencia, la expropiación de los bienes acumulados por la Iglesia Católica y la justificación legislativa del uso obligatorio de la fuerza de trabajo campesina8 (fundamentalmente indígena). La estrategia agraria de la revolución liberal privilegió la producción cafetalera, que dejaba intacto al latifundismo laico9 y que, al mismo tiempo, protegía e incrementaba la mediana propiedad con el consecuente fortalecimiento de la clase media rural, dando origen, además, a una nueva vía para la concentración de la tierra, el repartimiento entre líderes políticos y militares10. Durante el siglo XX se emitieron varios Decretos orientados a la reformulación de la estructura agraria a partir de la colonización de tierras baldías y la revisión del latifundio municipal. Sin embargo, estos intentos no abordaron el patrón de tenencia alcanzado durante los siglos anteriores. El primer Censo Agropecuario fue realizado en 1950 durante el Gobierno de la Revolución, y supuso la primera cuantificación de la inadecuada situación del sector agropecuario, motivando así la emisión del Decreto 900, Ley de Reforma Agraria, el 17 de junio de 195211. Sin embargo, el triunfo de la contrarrevolución en 1954 alteró drásticamente las transformaciones logradas durante el período anterior, en tanto que promovió la devolución de grandes extensiones de tierra que habían sido expropiadas tanto a terratenientes nacionales como a la compañía norteamericana United Fruit Company12. Del total de tierras originalmente expropiadas durante la vigencia del Decreto 900, se devolvió más del 80%13, con lo cual el proceso de reforma agraria fue significativamente revertido, quedando prácticamente inalteradas las bases estructurales que aún en la actualidad explican la concentración de la tierra en Guatemala. Esta concentración de un factor estratégico de la producción se expresa también en la situación de los recursos naturales. El deterioro del entorno natural corresponde a los mismos procesos sociales y económicos que concentran la riqueza generando exclusión social y pobreza14. El modelo económico nacional, de carácter expansivo, competitivo y de corto plazo ha deteriorado las bases productivas para el futuro, afectando, sobre todo, las fuentes de agua y los suelos15. El uso del suelo corresponde a la lógica de la agroexportación, desatendiendo la necesidad de la ordenación territorial. El período posterior a la contrarrevolución correspondió, entre otras cosas, a la reapertura nacional a actividades extractivas como la minería. De hecho, los intereses mineros internacionales fueron activamente representados en la adecuación de la legislación nacional correspondiente durante la segunda mitad del siglo XX16, y a principios de la década de 4 Cambranes (2004) Villacorta (1973) 6 Martínez (2001) 7 Castagnino (2006) 8 Palma et al. (2002:49) 9 Cambranes ( 1996) 10 Villacorta (1973) 11 Ibid. 12 Palma et al. (2002) 13 Handy (1992) 14 MINUGUA (2000) 15 Id. 16 Castagnino (2006) 5 2 los años setenta los principales opositores al proyecto de la Empresa Exploraciones y Explotaciones Mineras de Izabal (EXMIBAL), Julio Camey, Alfonso Bauer y Adolfo Mijangos fueron víctimas de atentados17,18, lo que evidencia las condiciones de represión durante aquella época y sugiere la proximidad política entre los intereses mineros y las autoridades nacionales. Marco conceptual La relación entre las sociedades humanas y la naturaleza se caracteriza por la contradicción y la producción mutua19. De aquí que la vinculación entre la sociedad y la tierra, en tanto factor de producción y espacio para la reproducción del imaginario colectivo, constituye una relación dialéctica que ha ido evolucionando a lo largo de la historia de la humanidad. En términos generales, la estructura agraria se refiere a los elementos sociales, económicos y tecnológicos que determinan cierto grado de productividad, generación de ingreso, distribución y nivel de vida de las poblaciones rurales20. Es decir, que las relaciones sociales que ocurren alrededor de la tierra se caracterizan por la interacción de una serie de elementos asociados a la conservación, la producción, la asignación de derechos y la distribución de la riqueza en un territorio determinado. En sus orígenes, los teóricos de la economía de la tierra abordaban tanto los factores económicos privados en la utilización de este recurso, como la economía política de la conservación, la restauración y el incremento de los recursos naturales21. Independientemente de la evolución epistemológica de esta disciplina, sus paradigmas fundacionales resultan necesarios para el análisis agrario contemporáneo. Sobre todo, de cara al surgimiento de la doctrina internacional actual promovida por organizaciones como la FAO, y el Banco Mundial que apuestan por abordar la realidad agraria haciendo énfasis en la necesidad de llevar a cabo catastros multifinalitarios, es decir administración de tierras, como el mecanismo más funcional para la economía de mercado22. La lógica de la conservación de los recursos naturales ha experimentado un nutrido debate a lo largo de las últimas décadas, que, de acuerdo a Brown (2003), ha incorporado las ideas neoliberales del mercado como mecanismo regulador. No obstante, la conservación de la naturaleza es un proceso social23, con lo cual es determinado por la correlación de fuerzas políticas y económicas, lo que permite que las clases dominantes –a partir de su condición hegemónica – instrumentalicen estas prácticas en función de las mejores posibilidades para su consolidación. La definición de los problemas ecológicos precondiciona su ulterior abordaje y resolución24, es decir que aquellas acciones emprendidas para resolver problemáticas como la pérdida de biodiversidad o la contaminación de las aguas son concebidas en el marco de los aspectos considerados problemáticos desde la visión hegemónica25. De manera general, los modelos teóricos neoclásicos asumen que el crecimiento económico no afecta a largo plazo el ambiente biofísico que lo sustenta y que, en cualquier caso, los posibles efectos pueden ser revertidos gracias a la posibilidad de intercambio entre el capital físico y el capital natural26. La pérdida de la biodiversidad quedaría entonces compensada con la generación de la tecnología lo suficientemente sofisticada para desempeñar las mismas funciones que el recurso natural perdido. Esta interpretación presupone cierto nivel de concordancia entre la expansión del crecimiento económico, el desarrollo tecnológico y, sobre 17 Ibid. CEH (1999) 19 Guzmán & Herbert (2002:78) 20 Kuhnen (1982:1) 21 Ely (1922) citado por Daly & Cobb (1993) 22 Lebeau (2004) 23 Brown (2003) 24 Grundmann (1991) 25 Así, resulta poco problemática la destrucción de la cobertura boscosa en el altiplano de San Marcos a pesar de la oposición de la sociedad civil, en vista de la magnitud de los réditos económicos generados en el proceso, que, en sintonía con el orden establecido, fortalecen las condiciones de la acumulación internacional. 26 Aggarwal (2004) 18 3 todo, el acceso universal a los beneficios que tal desarrollo implica. El grado de intercambio entre el capital natural y el capital físico, que plantean las teorías sobre la sostenibilidad fuerte y débil27,28, aborda las consecuencias generales con respecto a la pérdida de capital natural en diferentes condiciones de desarrollo tecnológico. Sin embargo, estos planteamientos no responden necesariamente a la realidad de entornos rurales caracterizados por el despojo histórico y la exclusión social. Se genera entonces un vacío entre la discusión teórica económica y las implicaciones sociales para los pueblos. En realidad, los habitantes más pobres de las áreas rurales tienen pocas o ninguna oportunidad de tener acceso a los beneficios tecnológicos que podrían compensar las consecuencias de la pérdida de capital natural, con lo cual sus posibilidades de bienestar quedan, en muchos casos, supeditadas al grado de conservación de su entorno29 y a sus posibilidades de acceso a los réditos generados por le explotación del mismo. A pesar de los planteamientos recientes de la ecología teórica30 a propósito de la conservación de la biodiversidad que orientan las prácticas de manejo desde una perspectiva más bien humanizada, es decir un nuevo paradigma según el cual los ambientes no equilibrados suponen etapas de otros procesos más amplios en los que la acción de la sociedad sobre los ecosistemas no puede evitarse y, sobre todo, no debe ser considerada necesariamente como negativa para la sostenibilidad del capital natural; la lógica de explotación orientada a la maximización de réditos económicos en el corto plazo conduce a unos ritmos de agotamiento de la base natural incompatibles con las necesidades de las poblaciones rurales y de la sociedad en su conjunto. Para Aggarwal (2004) la globalización supone una causa del deterioro de la calidad ambiental en el planeta, lo que implica la agudización de la fragilidad ecológica. El mismo autor apunta que los elementos de la organización social y económica coevolucionan con las variables ecológicas en tanto reguladores de la interacción entre los seres humanos y entre éstos y su entorno natural; los beneficios económicos de la mundialización económica conllevan una estructuración internacional que, en casos como el agotamiento de mantos acuíferos en la India como consecuencia de las actividades de una planta embotelladora31, acarrean consecuencias que impactan negativamente las vidas de los sectores más vulnerables. Se contraponen aquí los intereses económicos del gran capital multinacional y el bienestar de miles de comunidades rurales pobres. La minería de metales ofrece un ejemplo de esta contradicción. Las consideraciones técnicas que pretenden minimizar los potenciales efectos negativos de esta actividad con base en las especificaciones del diseño de la infraestructura necesaria, no abordan la discusión teórica de fondo. Es decir, el modelo económico que subyace a tales decisiones y que sigue privilegiando la acumulación concentrada de capital aún a pesar del riesgo para las comunidades cercanas y los ecosistemas que las sustentan. El análisis económico sugiere que la contaminación es un mal necesario ya que es imposible alcanzar un nivel de producción en el que se prescinda totalmente de aquel efecto colateral. Se trata entonces de establecer cuál es el máximo grado de contaminación que la sociedad está dispuesta a tolerar a cambio de la producción de bienes y la generación de servicios. Este umbral está determinado por la capacidad de asimilación de los sumideros que absorberán las descargas contaminantes, con lo cual es posible imaginar un escenario en el que los niveles de contaminación sean lo suficientemente bajos para ser absorbidos de manera natural. Esta idealización del proceso productivo supone una lógica económica más equilibrada entre las necesidades humanas y la capacidad de nuestro planeta de aportar la materia prima para la producción. La minería del oro implica riesgos ecológicos y sociales muy altos para la producción de bienes suntuarios de los que la sociedad podría prescindir fácilmente, con lo cual se trata fundamentalmente de una expresión del poder hegemónico, en la que los beneficios más importantes y a largo plazo están reservados para el capital transnacional en desmedro de las condiciones locales para el sustento de la vida. 27 Pearce & Barbier (2000) Martínez & Roca (2000) 29 Aggarwal (2004) 30 Wallington et al. (2005) 31 Aggarwal (2004) 28 4 Contexto Apertura comercial: Los argumentos para la desmitificación del discurso neoliberal Una diferencia fundamental entre las economías nacionales es el ritmo de transición en la apertura de sus espacios de intercambio comercial. Mientras que los países industrializados experimentaron procesos de apertura más bien largos, con lo cual la organización social correspondiente tuvo el tiempo necesario para ajustarse; los países pobres están siendo absorbidos por la globalización de la economía a unas tasas mucho más aceleradas, lo que supone una alteración profunda de los tiempos necesarios para la actualización32 y, por lo tanto, la exacerbación de las condiciones de vulnerabilidad comercial. Los impactos de la apertura comercial sobre las dinámicas agrarias nacionales han sido abordados desde diversas perspectivas. Barham (2004) refiere como un caso exitoso el aumento en la capacidad de acumulación de tierras de los productores no tradicionales del altiplano guatemalteco durante los primeros años de la década de los noventas, argumentando que el escenario para la exportación significó la inclusión de un sector de la población históricamente marginado en términos del acceso a los mercados externos. Sin embargo, las ventajas iniciales del auge de la exportación de productos no tradicionales tienen límites. Carletto (2000) concluye que las tasas de acumulación agraria de aquellos campesinos involucrados en la producción de cultivos no tradicionales para la exportación no han podido mantenerse a lo largo del tiempo, evidenciándose una disminución de las mismas; en segundo lugar, el patrón de acumulación ha reproducido la naturaleza concentradora de auges anteriores, favoreciendo a aquellos productores con mejores posibilidades para la acumulación de riqueza; y los patrones de acumulación experimentados inicialmente han sido reducidos a causa del deterioro de las condiciones para la producción. En cualquier caso, esta experiencia no ha modificado sustancialmente las condiciones de concentración de la tierra que aún persisten a nivel nacional. El recientemente ratificado Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, EUA y la República Dominicana, a pesar de la movilización social motivada por la oposición a tal negociación y las voces que como Joseph Stiglitz33, laureado con el premio Nobel de Economía, y Jean Zegler34, Relator Especial por el Derecho a la Alimentación de la ONU, desaconsejan una relación comercial tan asimétrica basada en la imposición desde el socio comercial más poderoso, supone un escenario caracterizado por la agudización de la vulnerabilidad socioeconómica de los pequeños productores nacionales. La CEPAL, citada por Martin (2005), resume las ventajas comerciales vinculadas a la agricultura estadounidense con respecto a la centroamericana así: a) subvenciones a los productores agrícolas; b) tecnología incorporada a la producción; c) acceso a créditos, seguros e información de mercados; d) programas gubernamentales de apoyo a la salud y a la protección del medio ambiente; e) asistencia técnica y financiera; y f) desarrollo de canales de distribución. Estas asimetrías evidencian la desventaja permitida durante la negociación. Además, el texto del tratado incluye, entre otras cosas, la prohibición unilateral a los gobiernos centroamericanos de emprender cualquier represalia comercial, aún en el caso de violaciones a las leyes nacionales incurridas por empresas transnacionales (Art. 3.8.11); la obstaculización del comercio justo al excluir a los grupos de productores y organizaciones no gubernamentales de la atribución de porciones de cuotas tarifarias (Art. 3.12.7); la prohibición del uso pleno del mecanismo de salvaguardia especial de la OMC (Art. 3.1.46); y la extensión de la duración de las patentes, desatendiendo así la declaración de Doha35. El mismo autor refiere la utilización de un modelo económico de equilibrio general para Nicaragua36, cuyos resultados indican beneficios muy ligeros sobre el PIB per capita , efectos negativos sobre las familias pobres rurales y un impacto mínimo sobre la pobreza total. En relación a los impactos del tratado sobre las dinámicas agrarias y el acceso 32 Ib. Prensa Libre. 13/VII/06 34 Prensa Libre. 5/II/05. [En línea] www.prensalibre.com 35 Martin (2005) 36 El más reciente informe internacional sobre desarrollo humano señala que Nicaragua tiene un índice de desarrollo humano más alto que Guatemala (PNUD, 2005b) 33 5 a los recursos naturales locales, el estudio de Martin (2005) no ha identificado vínculos concretos. Sin embargo, es posible inferir que el nuevo patrón de especialización productiva determinará la dinámica local del mercado de tierras en términos de la creciente presión de los grandes productores que la nueva realidad comercial considerará como competitivos, con lo cual es previsible una agudización de la brecha entre grandes y pequeños propietarios y la concentración parcelaria. En cuanto al acceso a los recursos naturales, Garzona (2005) alerta sobre los potenciales efectos negativos del tratado a propósito de la producción agrícola y la privatización de la prestación de servicios básicos como el agua, cuyo marco jurídico corresponde a un intento inacabado de legislación, con lo cual se aumentan las posibilidades para la intromisión de intereses comerciales amparados en el tratado, en detrimento del derecho humano fundamental de acceso a este recurso. Catastro: La necesidad de cuadricular Los mapas catastrales son en esencia las representaciones geométricas de los límites entre parcelas, su génesis fiscal ha condicionado su alcance y, sobre todo, ha propiciado un análisis de la tenencia de la tierra más bien limitado, caracterizado por la preeminencia de los intereses de quienes detentan el poder político y procuran la satisfacción de sus intereses económicos37. Tal y como ha sido referido anteriormente en este análisis, los esfuerzos para adecuar las condiciones rurales de derechos agrarios de propiedad están orientados fundamentalmente al fortalecimiento de un catastro multifinalitario enmarcado en el enfoque de administración de tierras. Aunque este enfoque contribuye a la descripción pormenorizada de los aspectos físicos y jurídicos de la propiedad de la tierra, con lo cual mejora las posibilidades para una distribución más equilibrada38; resulta incompleto para el abordaje teórico de las dinámicas agrarias si no se abordan también las contradicciones históricas de carácter socioeconómico que subyacen a la conformación de la estructura agraria. De hecho, “la lógica social y económica que subyace al surgimiento y la evolución de sistemas formales de administración de tierras es, en esencia, universalmente la misma, siempre y cuando hayan sido alcanzados ciertos grados de complejidad económica, social y política”39. No se pueden asumir tales complejidades en realidades marcadas por la exclusión y la reproducción de un sistema económico que concentra la acumulación de riqueza. Por otro lado, los pilares teóricos de los sistemas de administración de tierras corresponden a la teoría económica neoclásica. Se asume que los agentes económicos procuran maximizar su utilidad dadas ciertas restricciones de información y la consideración de los riesgos40. Sin embargo, esta consideración excluye la relación entre los pueblos y el territorio que los sustenta material y espiritualmente. A pesar de su funcionalidad económica, el recurso tierra no puede analizarse a cabalidad si no se incorporan los elementes ecológicos y sociales inextricablemente ligados a su administración. Feder (1999) señala que los mercados de tierras desempeñan una importante función al asignar las parcelas a sus mejores usos, a cargo de los mejores operadores, quienes a su vez pueden ofrecer los mejores precios o las mejores rentas por contar con más habilidades para mejorar la productividad. El mismo autor reconoce, sin embargo, tres posibles consecuencias negativas en el establecimiento de sistemas formales de administración de tierras: a) generalmente hay ciertos sectores con más acceso a la información, b) la concentración agraria por parte de los grupos más ricos y mejor conectados a los centros de poder, y c) el sesgo en la asignación de créditos a favor de los grandes propietarios, cuya operación agraria puede resultar menos eficiente. En consecuencia, el mercado por sí solo es un mecanismo insuficiente para garantizar una redistribución equilibrada del acceso a la tierra, y su funcionamiento es especialmente limitado con respecto a las consideraciones necesarias para una ordenación territorial diseñada con base en la combinación óptima de usos de la tierra que permita garantizar la seguridad y soberanía alimentaria y conservar los sistemas ecológicos que sustentan la vida. Además, el balance de este mecanismo en Honduras y Nicaragua, analizado por Barham (2004), da cuenta de cómo un esfuerzo con estas características supone unos 37 Scott ( 1998:44-47) ICARRD (2006) 39 Feder (1999:1 ) 40 Ibid. 38 6 impactos más bien limitados en cuanto a la transformación de la estructura agraria. En ambos casos, las condiciones de concentración de la tierra se mantuvieron prácticamente en el mismo nivel luego de una década de intentos en esta dirección iniciada a principios de los noventas. En Guatemala, el análisis del funcionamiento del Fondo de Tierras realizado por Gauster & Garoz (2002) concuerda con los casos centroamericanos anteriormente referidos, al concluir que la operación del mercado de tierras ha resultado insuficiente para satisfacer la demanda de tierras en el país debido, sobre todo, al énfasis en la eficiencia y no en la equidad. Minería: Irrupción territorial Los impactos ecológicos y sociales de las actividades de extracción minera han sido abordados para otros casos centroamericanos como el Valle de Siria en Honduras, donde la contaminación ambiental, la escasez de agua y el brote de una enfermedad cutánea entre los pobladores de ese lugar indican los desequilibrios provocados por las actividades de extracción de oro41 llevadas a cabo por otra concesionaria de la misma empresa que opera actualmente en Guatemala, Glamis Gold Ltd. Los disturbios ecológicos asociados a la alteración significativa de un ecosistema suponen una serie de riesgos tanto para la viabilidad de las especies de flora y fauna como para la salud de los seres humanos. El caso del Valle de Siria supone un antecedente fundamental para la discusión sobre la necesidad de restringir aquellas prácticas de explotación minera que conlleven la ocurrencia de desequilibrios ecológicos con impactos directos en la salud humana. El contacto de la piel con el cianuro, químico utilizado en las actividades de extracción del oro, provoca enfermedades y su ingestión puede ser mortal42. El análisis de las consecuencias de las actividades mineras en relación a los supuestos beneficios propuesto por Flores et al. (2005), parte de un cuestionamiento central a propósito de la pertinencia de utilizar la actividad minera como un mecanismo mediante el cual algunos sectores de la población en extrema pobreza puedan tener acceso al bienestar material del que han sido reiteradamente excluidos. Sin embargo, tal cuestionamiento no aborda las razones estructurales de esa exclusión. Las condiciones de pobreza y pobreza extrema no son el resultado de la falta de actividades extractivas rentables como la minería, sino de las profundas asimetrías reproducidas sistemáticamente por un estado construido sobre la base de la explotación de la fuerza de trabajo de la mayoría indígena. La búsqueda del bienestar referida por los autores anteriormente citados como justificación para el desarrollo carece de la dimensión que la economía política nos permite introducir, es decir, la manera en que se distribuyen los beneficios de diferentes alternativas de desarrollo. Los mismos autores insisten en señalar que cualquier actividad productiva, que a la larga persigue la satisfacción de necesidades humanas, supone un grado de impacto sobre los ecosistemas. Esta afirmación es ciertamente coherente con los postulados básicos de la teoría económica que, desde la perspectiva epistemológica de la economía ecológica, reconoce la imposibilidad material de alcanzar un nivel de producción que implique la ausencia total de contaminación. Sin embargo, se plantea nuevamente la disyuntiva sobre la cantidad máxima de contaminación que la sociedad está dispuesta a tolerar para la satisfacción de ciertas necesidades. A esta disyuntiva subyace también la consideración con respecto a cuáles son los sectores de la sociedad perjudicados y cuáles los beneficiados. Esto evidencia la ambigüedad teórica en los planteamientos doctrinarios sobre el desarrollo sostenible que tal y como lo señala Núñez (1998) suelen prescindir de la dialéctica de los sustentable. Es decir, de la consideración de las contradicciones inherentes al abordaje de la discusión conservacionista, marcadas por la posición de clase y el compromiso con el funcionamiento del sistema hegemónico. En todo caso, la falta de planteamientos teóricamente mejor sustentados sobre la sosteniblidad parece evidenciarse en su evanescencia en el debate sobre el desarrollo43. Para cerrar su análisis ambiental Flores et al. (2005) señalan la existencia de varios mecanismos internacionales para el monitoreo de las actividades mineras, así como para la restauración de la flora y la fauna dañadas en el proceso. Hay que señalar que no cualquier alteración de la flora y la fauna es reversible, y que las implicaciones de tales trastornos para otros procesos vitales como el ciclo hidrológico resultan determinantes. De hecho, las implicaciones negativas de la 41 Almendares (2003) Castagnino (2006) 43 Sanderson (2005) 42 7 actividad minera sobre el derecho de acceso al agua para los asentamientos humanos directamente afectados constituyen uno de los ejes centrales en el análisis de McBain-Haas & Bickel (2005), quienes concluyen que el Proyecto Marlin supone serias amenazas para la vigencia de los derechos humanos de acceso al agua y a la alimentación. El caso de las Minas de Ixtahuacán originó la interpelación del ministro de energía y minas en marzo de 2005 por parte del Congreso de la República en la que se concluyó que después de décadas de extracción de antimonio, resaltan los significativos daños ambientales en la región de San Idelfonso Ixtahuacán, Huehuetenango44. Por otro lado, los procesos de consulta realizados recientemente en este departamento45, arrojaron unos resultados bastante claros en cuanto al rechazo de los habitantes de cuatro municipios a las actividades de exploración y explotación minera. Esta reivindicación resulta contradictoria en función de los supuestos beneficios económicos que dejarían de percibirse al detenerse el proyecto. Sin embargo, las dinámicas territoriales trascienden las consideraciones economicistas e involucran una serie de elementos culturales que expresan las interacciones entre los pueblos y su entorno natural. Estas interacciones ocurren generalmente al margen de la naturaleza depredadora del sistema capitalista46, en contextos rurales caracterizados por unas nociones del territorio como espacio de reproducción social, en el que los sistemas sociales y ecológicos interactúan permanentemente a través de relaciones de uso y conservación. Grünberg (2003) aborda este fenómeno a partir de la diferenciación del concepto que de la tierra tienen por un lado los pueblos indígenas y por el otro el pueblo ladino. Mientras que para los primeros existe un elemento muy importante de cosmovisión que establece unas relaciones con la “madre tierra” más orgánicamente articuladas a su tejido social, el segundo privilegia la importancia de la tierra en tanto factor de producción; con lo cual existe en nuestro país una dicotomía fundamental a propósito de la construcción social del territorio. Por lo tanto, resulta comprensible el desencuentro entre ambas visiones en el marco de la imposición de una sobre la otra desde un estado cuya génesis y práctica política han excluido las manifestaciones culturales más alejadas del afán secular de occidentalización. Implicaciones Económicas: La ineficiencia Las consecuencias económicas de la concentración de la tierra han sido abundantemente abordadas para el caso guatemalteco. Sin embargo, merece la pena resaltar lo que el análisis económico marginalista aporta a la discusión de este fenómeno. En principio, y desde una perspectiva más bien estructuralista, Paz (2001) señala dos consecuencias económicas de la concentración de la tierra en Guatemala, a saber: la repercusión en la distribución del ingreso y el rendimiento y la productividad por unidad de área en unas condiciones de alta especialización, lo que a la larga supone un debilitamiento de la estructura productiva en la que se ha privilegiado el abastecimiento del mercado externo en detrimento del consumo interno. Por otro lado, y desde una perspectiva marginalista, Griffin et al. (2002) asocian intuitivamente la concentración de la tierra con el surgimiento de un mercado oligopsónico de la fuerza de trabajo, en el que la lógica de maximización de la ganancia genera unas condiciones desfavorables para los trabajadores agrícolas, ya que las condiciones de equilibrio así alcanzadas suponen la minimización de dos elementos centrales para el bienestar rural, la cantidad de empleos ofrecidos por los terratenientes y la magnitud de los salarios. Por su parte, Falkinger & Grossmann (2006) abordan la misma problemática desde la perspectiva de la propiedad oligárquica de los recursos naturales y su relación con el desarrollo económico, argumentando que estas condiciones de propiedad impiden el desarrollo económico a través de dos canales, el poder oligopsónico anteriormente referido por Griffin et al. (2002), y el retardo en el surgimiento de una nueva clase rural empresarial en franco conflicto con la elite oligarca tradicional, la que ejerce una influencia significativa en la formulación de políticas públicas y su puesta en marcha. Se destacan, por lo tanto, las desventajas de la concentración de la tierra asociadas a la correlación de fuerzas que tal estructura genera. El poder económico se traduce entonces en poder político, con lo cual se dan las condiciones para la perpetuación de ese estado 44 Solano (2005: 42) Prensa Libre. 26/VII/06. 46 Sarkar (1999) 45 8 de cosas y se desprende la necesidad de propiciar transformaciones estructurales en la distribución de la propiedad de la tierra y, sobre todo, en la universalización del acceso a los réditos económicos de su explotación. Sociales: Violación de derechos humanos Las implicaciones sociales negativas de la concentración de la tierra en Guatemala han sido abordadas en el informe del Relator Especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, quien señala cómo las tierras fértiles del país podrían garantizar sin dificultad la alimentación de toda la población. Sin embargo, las prevalecientes condiciones de exclusión y de distribución desigual de los recursos productivos generan un uso de la tierra ineficiente en términos de la distribución alimentaria47. El mismo informe documenta una serie de arbitrariedades e injusticias con relación al problema de la tierra que van desde las consideraciones sobre la desproporcionada estructura agraria hasta las reivindicaciones de jornaleros y colonos agrícolas que han sido expulsados de sus tierras y a quienes se les niegan las compensaciones laborales establecidas por la ley, así como las prácticas de intimidación y represión por parte de algunos terratenientes, y los desalojos violentos llevados a cabo por el gobierno en su afán de privilegiar la protección de la propiedad privada aún por encima del derecho a la alimentación y a la vida 48. Por otro lado, el informe aborda la complejidad del abastecimiento de agua en las zonas rurales y el riesgo que suponen las operaciones de extracción de oro en San Marcos, tanto por la cantidad necesaria para el proceso de 70,000 litros de agua por hora, como por el riesgo de contaminación por cianuro (tanto del agua potable como de riego), con lo cual se pone en riesgo el derecho a la alimentación de los habitantes de las comunidades aledañas, al incrementarse las posibilidades de lixiviación con cianuro e imponerse en esos territorios una desproporcionada demanda hídrica adicional49. Las consideraciones sobre la tierra y el territorio suponen la principal manifestación de discriminación contra los pueblos indígenas en Guatemala50, y en el caso de la imposición de los proyectos mineros desde unas negociaciones que se limitaron a consideraciones comerciales entre el gobierno central y las empresas interesadas, excluyendo a las comunidades rurales afectadas, se evidencia lo que James Scott51 designa como el fracaso de la ingeniería social impulsada verticalmente desde los centros hegemónicos. La pretensión de homogenizar los caminos al desarrollo suele ir acompañada de exabruptos del poder, mediante los que pretende legitimarse la preeminencia de los intereses corporativos internacionales sobre los derechos colectivos de los pueblos. Ecológicas: La vocación depredadora del sistema hegemónico Los impactos ecológicos de la concentración de la tierra se expresan con frecuencia de manera localizada y reflejan la lógica subyacente a la explotación de los recursos naturales. El conflicto armado interno ocasionó el desplazamiento de importantes cantidades de pobladores rurales. En algunos casos, esta movilización correspondió a la perpetuación de prácticas agrícolas poco sostenibles dada la precariedad en el acceso a la tierra y a los elementos complementarios que permiten su explotación. Se han observado pérdidas de biodiversidad en Huehuetenango como resultado del retorno en unas condiciones limitadas, con lo cual los campesinos sin tierra han tenido que dedicar a la producción agrícola sitios cuyas características biofísicas ameritarían su conservación52. En cualquier caso, la existencia de una estructura agraria caracterizada por la atomización de la propiedad no es una consecuencia del retorno, de hecho algunos casos particulares como el de Nentón, Huhuehetenango no han hecho más que evidenciar una realidad ampliamente conocida en el altiplano occidental. Lo que queda claro es que tal estructura agraria contribuye al deterioro de los recursos naturales ya que a pesar de la 47 Ziegler (2006: 2,6) Op. cit. 7-9 49 Op. cit. 10,24 50 Procurador de los Derechos Humanos (2005) 51 Scott (1998:4) 52 Castañeda (1998:224) 48 9 realización de prácticas conservacionistas como el cultivo en asocio o la labranza artesanal de la tierra, hay que considerar que la mayoría de estos minifundios (75%) se encuentran en áreas muy escarpadas, lo que implica la agudización de los de niveles escorrentía en ausencia de prácticas de conservación de suelos53. De hecho el índice del estado del uso de la tierra para Guatemala refleja unas condiciones de mayor vulnerabilidad para el altiplano occidental con base en la integración de información sobre la amenaza de degradación de la tierra54. Mauro & Merlet (2003) refieren la necesidad de evaluar las actuales condiciones del uso de la tierra en el país en función de la ordenación del territorio, es decir de la combinación de usos y grados de intensidad que permita la satisfacción de las necesidades materiales de toda la población. Conviene aquí reflexionar sobre los antecedentes históricos de esta conformación agraria para dilucidar las razones por las que nuestro país ha mantenido una ordenación del territorio evidentemente ineficiente para la universalización del acceso al bienestar. Los análisis históricos apuntan a la utilización de regiones de refugio por parte de las poblaciones amerindias en su intento de huída de las prácticas esclavistas impuestas por los colonizadores europeos; en Guatemala, tales regiones corresponden precisamente a las severas zonas altas y volcánicas55, caracterizadas actualmente por el minifundio. Estas regiones conformaron áreas más bien periféricas con relación a las ciudades-estados de las tierras bajas de la sociedad maya precolombina56. Es posible distinguir, por lo tanto, un hilo conductor entre el mandato colonial para la extracción de riqueza, la emancipación encabezada por la elite criolla que no propició la transformación estructural de la formación económico-social heredada de la corona española57, la consolidación del despojo y la marginación durante el período liberal en el siglo XIX, el truncado intento revolucionario de la reforma agraria de 1952, y, en suma, la vigencia de un mundo rural profundamente dividido en el que se propicia un modelo concentrador de riqueza y se reproducen las condiciones para la exclusión de las mayorías de los réditos económicos obtenidos a partir de la explotación de la tierra. Por otro lado, la crisis del café, el interés por redoblar las garantías sobre la propiedad de la tierra, y la ética conservacionista han hecho que algunos propietarios conviertan sus fincas en reservas naturales privadas. Hasta 2004 el CONAP reportaba que del total de áreas protegidas registradas el 0.7% (unas 22,400 hectáreas) correspondían a reservas naturales privadas y el 9% ( unas 309,000 hectáreas) a reservas coadministradas entre el CONAP y otras organizaciones. Además existe la figura de administración delegada, en esta categoría, hasta el año antes referido, casi 309,000 hectáreas eran administradas por las organizaciones Defensores de la Naturaleza y Fundaeco. En total, hasta ese momento, el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (SIGAP), comprendía el 29.5% del territorio nacional, es decir un poco más de tres millones de hectáreas58. Sin embargo, el modelo de protección estricta es cuestionado cada vez con más fuerza desde la ecología teórica, cuyos paradigmas más recientes abogan por una integración más efectiva entre las sociedades humanas y sus entornos naturales. Si bien es imprescindible para la sobrevivencia de la humanidad garantizar la conservación de áreas prístinas, sobre todo las que resultan esenciales para la regulación de los ciclos biogeoquímicos necesarios para la vida, es innegable que la humanización del paisaje no ha supuesto en todos los casos su destrucción. La diversidad de cultivos como el maíz ha podido conservarse debido a las prácticas locales en el altiplano occidental, que de perderse ocasionarían la pérdida de un importante recurso fitogenético59. No obstante, la asignación individual de los derechos de propiedad agraria no resulta necesariamente en esquemas efectivos para la conservación y el uso sostenible de la naturaleza. El trabajo de Gibson et al. (1999) señala la importancia de las instituciones de facto en el oriente guatemalteco, que independientemente de los arreglos 53 Ibid. URL-IARNA (2004:66) 55 Chapin (1995: 4) 56 Van Etten (Sin publicar) 57 Las dinámicas observadas en las colonias españolas reprodujeron de alguna manera las contradicciones agrarias peninsulares de la edad media (Santos & Remmers, 1997) 58 CONAP (2004) 59 Van Etten (Sin publicar) 54 10 oficiales sobre la propiedad de la tierra, determinan las condiciones de conservación y manejo que ocurren en la realidad. Los resultados de esta investigación permiten concluir que los esquemas comunitarios de administración de recursos naturales son tan o más efectivos que los regímenes privados. Se advierte, por lo tanto, la debilidad ambiental de una estructura agraria que privilegia la propiedad individual y no restringe eficientemente aquellas prácticas que deterioran la base natural y que imponen costos ambientales (externalidades) al resto de la sociedad. Finalmente, Katz (2000) ha contrastado los casos del altiplano occidental y Petén con base en la relación entre el grado de organización de la sociedad civil (capital social) para la gestión de la tenencia de la tierra y la administración de las recursos naturales, y la base natural (capital natural), concluyendo que la organización comunal propia del altiplano resulta más eficiente para la conservación de la base natural que esquemas predominantemente individuales como el observado en Petén, donde se requieren complejos aparatos gubernamentales para dar seguimiento y supervisar las dinámicas territoriales. Ambos casos se caracterizan por la intención de destinar a la producción agrícola zonas ecológicamente frágiles debido a la concentración de la tierra apta para la agricultura. Conclusiones y recomendaciones La estructura agraria actual se caracteriza por su alto grado de concentración y por ser ineficiente en términos del acceso de toda la población a la riqueza generada por la explotación de la tierra. Además la dicotomía tierra y territorio supone la existencia de visiones distintas sobre la relación entre la sociedad y su entorno natural en nuestro país. Ambas perspectivas comparten un espacio geográfico caracterizado por la preeminencia secular del Estado occidentalizado, con lo cual la dicotomía planteada coincide con la relación entre el poder hegemónico y la mayoría subordinada. Las consecuencias ambientales y territoriales de la concentración agraria quedan evidenciadas en el grado de deterioro reportado para las regiones minifundistas, la contradicción entre capacidad de uso y uso actual, la debilidad gubernamental para garantizar la sostenibilidad ambiental de los procesos productivos en las unidades de producción agrícola, una combinación inadecuada de categorías de uso, la preeminencia de la lógica de acumulación concentradora de capital y la irrupción de intereses económicos multinacionales en los territorios que sustentan material y espiritualmente a los pueblos indígenas. La opción por la maximización de las utilidades aún a costa de los riesgos ambientales y para la salud humana ha sido decisiva para la conformación de la estructura agraria actual, reflejo fiel de la correlación de fuerzas en el país. Esta situación puede explicarse a partir de la revisión histórica del Estado de Guatemala y del sustento ideológico que a lo largo de su desarrollo ha orientado las prácticas gubernamentales. Los elementos estructurales que reproducen estas condiciones corresponden a un modelo de Estado comprometido con los intereses corporativos multinacionales que desatiende los derechos fundamentales de la mayoría de la población al pretender convertirlos en bienes y servicios adquiribles a través del mecanismo del mercado, y que mantiene las condiciones de exclusión. En síntesis, el nudo estructural que detiene las posibilidades de una vida digna para las mayorías es la desigual distribución de los recursos productivos, entre los que hay que incluir a la tierra como factor de la producción y, sobre todo, como escenario para la construcción social del territorio. Las características descritas sobre la génesis del Estado guatemalteco hacen suponer que cualquier intento por mejorar significativamente las condiciones de vida de la mayoría de la población pasa por su recuperación. El rescate del ámbito público parece fundamental para la transformación estructural de nuestra sociedad. Un estado cualitativamente distinto construido a partir de la diversidad y la inclusión permitiría abordar con propiedad la problemática de la tierra, haciendo énfasis en la redistribución de la riqueza generada a partir de este factor de la producción. El mercado ha demostrado ser un mecanismo excelente para la generación de riqueza pero también ha resultado absolutamente ineficiente para alanzar unos niveles de distribución adecuados para la universalización del acceso al bienestar. Los impactos negativos ecológicos, sociales y económicos de la concentración de la tierra pueden ser revertidos a través de unas reformas agrarias cuyos énfasis, alcances y métodos respondan a la diversidad ecológica y cultural de este país y propicien los usos de la tierra que supongan la satisfacción de los derechos fundamentales como el derecho a la alimentación de toda la población y permitan la 11 conservación de los ecosistemas sustentadores de la vida en las extensiones científicamente declaradas como necesarias. Bibliografía Aggarwal, R. 2004. Globalization, Local Ecosystems and the Rural Poor. Artículo preparado para la primera reunión sobre aspectos conceptuales del proyecto: The Impact of Globalization on the World´s Poor. University of North Texas. Almendares, J. 2003. Proyecto de investigación sobre la salud en el Valle de Siria. Madre Tierra. Honduras. Arzobispado de Guatemala. Oficina de Derechos Humanos. 1998. Guatemala: Nunca más: El entorno histórico. Guatemala: ODHAG. Barham, B. 2004. Integración de políticas de tierras en las estrategias nacionales para la reducción de la pobreza (NPRS). Presentación coneptual. Universidad de Wisconsin-Madison, E.E. U.U. Brown, K. 2003. Three challenges for a real people-centred conservation. Global Ecology & Biogeography 2003 (12) 89-92 Cambranes, J. C. 1996. Café y campesinos. Los orígenes de la economía de plantación moderna en Guatemala, 1853-1897. 2ª edición. Editorial Catriel. Madrid. Cambranes, J.C. 2004. Ruch´ojinem Qalewal 500 años de lucha por la tierra. Estudios sobre propiedad rural y reforma agraria en Guatemala. 1ª edición. Cholsamaj. Guatemala. Carletto, C. 2000. Nontraditional crops and land accumulation among Guatemalan smallholders: Is the impact sustainable? FCND Discussion Paper No. 80. International Food Policy Research Institute. Washington. Castagnino, V. 2006. Minería de metales y derechos humanos en Guatemala. La mina Marlin en San Marcos. Brigadas de Paz Internacionales. Guatemala. Castañeda, C. 1998. Lucha por la tierra, retornados y medio ambiente en Huehuetenango. FLACSO. F&G Editores. Guatemala. CEH. 1999. Guatemala: Memoria del Silencio. [En línea] http://shr.aaas.org/ceh/mds/spanish/toc.html 12/07/06 CONAP. 2004. Versión actualizada del SIGAP agosto 2004. Contreras, A. 2001. Forests as social construction: Political ecological reflections on the production of knowledge in forest management and governance. A paper presented at the International Studies Association Conference held in Chicago , 21-24 February 2001. Chapin, M. 1995. La lucha por la tierra en la última frontera de Centroamérica. Revista Mesoamérica 29 (junio de 1995). Daly, H.; Cobb, J.B. 1993. Para el bien común. Reorientando la economía hacia la comunidad, el ambiente y un futuro sostenible. Fondo de Cultura Económica. México. Falkinger, J.; Grossmann, V. 2006. Oligarchic Ownership of Natural Resources, Entrepreneurship, and Economic Development. Universidad de Zurich. Universidad de Fribourg. Suiza. Feder, G. 1999. Land Administration Reform: Economic rationale and social considerations. Presentada en la Conferencia ONU-FIG sobre tenencia de la tierra e infraestructuras catastrales para el desarrollo sostenible Melbourne, Australia. 25-27 de octubre de 1999. FIAN Internacional; Action Aid. 2005. El derecho humano a la alimentación en Guatemala. Alemania. Flores B., O.; Gordillo, C.; Luna A., J. 2005. ¿Resolver hoy a costa del futuro? El dilema de la minería en Guatemala. Diálogo No. 39. Versión electrónica. FLACSO. Guatemala. Garzona, E. 2005. Sustentabilidad comprometida: Análisis de impactos potenciales del TLC RD-CAUSA en el acceso a recursos naturales. CONGCOOP. Serie Cuadernos para el debate y la incidencia No. 13. Guatemala. Gauster, S.; Garoz, B. Fontierras: El modelo de mercado y el acceso a la tierra en Guatemala. Balance y perspectivas. CONGCOOP-CNOC. Magna Terra Editores S. A. Guatemala. Gauster, S.; Alonso F., A. 2005. Soberanía alimentaria y economía campesina: Desafíos para Guatemala en las negociaciones agrícolas de la OMC. CONGCOOP. Serie Cuadernos para el debate y la incidencia No. 13.Guatemala. Gibson, C.; Lehoucq, F.; Williams, J. 1999. Does tenure matter to resource management? Property rights and forests in Guatemala. Universidad de Indiana. EUA. Grant, D.; Wialliamson, I. 1999. Report of the workshop on land tenure and cadastral infrastructures for sustainable development. 18th – 22nd October, Bathurst, Australia. 12 Griffin, K.; Khan, A. R.; Ickowitz, A. 2002. Poverty and the distribution of land. Journal of Agrarian Change 2(3) 279-330 Grünberg, G. 2003. Tierras y territorios indígenas en Guatemala. FLACSO-MINUGUA-CONTIERRA. Guatemala. Guzmán B., C.; Herbert, J. L. 2002. Guatemala: Una interpretación histórico-social. 2a edición. Cholsamaj. Guatemala. Handy, J. 1992. Reforma y contrarreforma: La política agraria en Guatemala, 1952-1957. In: Cambranes, J.C. (Ed.) 500 años de lucha por la tierra. Estudios sobre propiedad rural y reforma agraria en Guatemala. Volumen 1. Pp. 379-399. FLACSO. Guatemala. INE. 2004. IV Censo nacional agropecuario. Características generales de las fincas censales y de productoras y productores agropecuarios. Tomo I. Guatemala. ICARRD. 2006. Issue Paper One. Policies and practices for securing and improving access to land. FAO. International Conference on Agrarian Reform and Rural Development. Porto Alegre, 7-10 marzo de 2006. Katz, E. 2000. Social Capital and Natural Capital: A Comparative Analysis of Land Tenure and Natural Resource Management in Guatemala. Land Economics February 2000 76 (1): 114-132 Kuhnen, F. 1982. Man and Land. An Introduction into the Problems of Agrarian Structure and Agrarian Reform. Verlag Breitenbach. Alemania. Lebeau, J. R. 2004. Presentación de algunos elementos teóricos de la Administración de Tierras. USAC-UTJ. Guatemala. McBain-Haas, B.; Bickel, U. 2005. Minería de oro a cielo abierto. Violaciones de los derechos humanos y destrucción ambiental. El caso de la mina de oro Marlin. FIAN-MISEREOR. Guatemala. Martin, A. 2005. Integración regional, liberlización comercial y pequeños productores en América Central: Guatemala, Honduras y Nicaragua. Memoria de Fin de Carrera Ing. Agr. Universidad de Rennes. Francia. Martínez A., J.; Roca J., J. 2000. Economía ecológica y política ambiental. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Fondo de Cultura Económica. México. Martínez P., S. 2001. La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca. Edición especial para la República de Guatemala. Fondo de Cultura Económica. México. Mauro, A.; Merlet, M. 2003. Acceso a la tierra y reconocimiento sobre los derechos a la tierra en Guatemala. Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra-IRAM. Roma. Núñez J., A. 1998. Hacia una cultura de la naturaleza. Editorial Letras Cubanas. Cuba. OEA. 1965. Tenencia de la tierra y desarrollo socio-económico del sector agrícola. Guatemala. Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola. Guatemala. Palma, G.; Taracena, A.; Baumeister, E. 2004. Cambios en la tenencia de la tierra: Tendencias históricas. PNUD. Guatemala. Palma M., G.; Taracena A., A.; Aylwin O., J. 2002. Procesos agrarios desde el siglo XVI a los Acuerdos de Paz. Colección Dinámicas Agrarias I. FLACSO-MINUGUA-CONTIERRA. Guatemala. Paz, M. J. 2001. Crecimiento y desarrollo: La estructura económica guatemalteca en el período reciente. Departamento de Economía Aplicada I. Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad Complutense de Madrid. Pearce, D.; Barbier, E. B. 2000. Blueprint for a sustainable economy. Earthscan Publications Ltd. Londres. PNUD. 2005a. Diversidad étnico-cultural: La ciudadanía en un estado plural. Informe nacional de desarrollo humano 2005. 1ª edición. Guatemala. PNUD. 2005b. La cooperación internacional ante una encrucijada: Ayuda al desarrollo, comercio y seguridad en un mundo desigual. Ediciones Mundi-Prensa. Madrid-Barcelona-México. Procurador de los Derechos Humanos. 2005. La minería y los derechos humanos en Guatemala. Guatemala. Santos P., A.; Remmers, G. G. A. 1997. A landscape in transition: an historical perspective on a Spanish latifundist farm. Agriculture, Ecosystems & Environment 63 (1997) 91-105 Sarkar, S. 1999. Eco-socialism or eco-capitalism? A critical analisis of humanity´s fundamental choices. Zed Books Ltd. Londres. Scott, J. 1998. Seeing like a state. How certain schemes to improve the human condition have failed. Yale Agrarian Studies Series. Yale University Press. Londres. 13 Solano, L. 2005. Guatemala. Petróleo y minería en las entrañas del poder. Inforpress Centroamericana. Guatemala. URL- IARNA. 2004. Perfil ambiental de Guatemala. Informe sobre el estado del ambiente y bases para su evaluación sistémica. Guatemala. Van Dam, C. 1999. La tenencia de la tierra en América Latina. El estado del arte de la discusión en la región. UICN. Van Etten, J. (Sin publicar) Molding maize: the shaping of a crop diversity landscape in the western highlands of Guatemala. Journal of Historical Geography. Villacorta E., M. 1973. Apuntes de Economía Agrícola. Colección Aula Volumen 12. Universidad de San Carlos de Guatemala. Editorial Universitaria. Guatemala. Wallington, T.; Hobbs, R.; Moore, S. 2005. Implications of Current Ecological Thinking for Biodiversity Conservation: a Review of the Salient Issues. Ecology and Society 10 (1): 15 Ziegler, J. 2006. Informe del Relator Especial sobre el derecho a la alimentación, Sr. Jean Ziegler. Naciones Unidas. Consejo Económico y Social. Comisión de Derechos Humanos. 62º período de sesiones. Tema 10 del programa provisional. 14