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A propósito de la Breve historia de Sinaloa 222, de Sergio Ortega Noriega Gilberto López Castillo* Quienes nos dedicamos al quehacer de la historia sobre Sinaloa vemos con beneplácito la edición de una nueva obra sobre el pasado del hombre de nuestro estado, en este caso de la Breve historia de Sinaloa del doctor Sergio Ortega Noriega. Justo a dos décadas de la aparición de su primer gran obra de investigación El edén subvertido, la colonización de Topolobampo 1886-1896,223 el autor nos obsequia su fruto más reciente que forma parte de la serie de breves historias de los estados de la república mexicana y que está avalado por dos instituciones culturales de gran prestigio, como son El Colegio de México y El Fondo de Cultura Económica, en el marco del Fideicomiso Historia de las Américas. La Breve historia de Sinaloa se enlaza desde ahora a una tradición historiográfica surgida desde el último tercio del siglo XIX con la obra de Eustaquio Buelna y continuada en el presente por José Mena Castillo y ————— * Profesor e investigador de la Facultad de Historia/UAS 222 Sergio Ortega Noriega, Breve historia de Sinaloa, México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, 1999, Fideicomiso Historia de las Américas, “Serie Breves Historias de los Estados de la República”, 332 pp. 223 Sergio Ortega Noriega, El eden subvertido, la colonización de Topolobampo 1886-1896, SEP-INAH, México, 1978, 256 pp. Digo dos décadas pues aunque la fecha de edición refiere a 1978, el pie de imprenta marca febrero de 1979, es decir, justo 20 años. Antonio Nakayama.224 Sin embargo, por la forma de abordar la historia, la del doctor Ortega se integra a la nueva serie de trabajos de investigación que tiene su punto de partida a fines de la década de los ochenta. Ésta inicia por el mismo autor con su Sinaloa una historia compartida225 y ha recibido continuidad desde el espacio académico de la hoy quinceañera Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, como son las obras del doctor Guillermo Ibarra Escobar, Sinaloa: tres siglos de economía. De la minería a los servicios226 y más recientemente con el trabajo conjunto de su comunidad académica que bajo los auspicios del gobierno del estado realizó una Historia de Sinaloa.227 El tema de esta investigación no es pues precisamente nuevo, ya que como vemos, desde la segunda mitad del siglo pasado ha estado presente esa búsqueda por dar una explicación histórica de nuestra historia. Sin embargo, la obra en cuestión puede caracterizarse por distintos aspectos. El primero es la calidad del discurso y la sistematización del mismo. Éste, que parte desde el contacto con los españoles se desplaza a lo largo de los siglos hasta llegar casi a nuestros días. En él el autor va mostrando el largo camino seguido para la conformación y consolidación del territorio sinaloense. Antes de la formación de la entidad como tal, se habla de “provincias” indígenas; de provincias, alcaldías y reinos de la monarquía hispana; o bien del Noroeste novohispano, en el que se ubicó geográfica y políticamente el territorio. ————— 224 La investigación pionera es la de Eustaquio Buelna, Apuntes para la historia de Sinaloa, 1821-1882, México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1966, 248 pp. Esta fue continuada en el presente siglo por José Mena Castillo, Historia compendiada del estado de Sinaloa, México, Impresores Unidos, 1942, 2 vols., y por Antonio Nakayama Arce, Sinaloa un bosquejo de su historia, H. Congreso del Estado de Sinaloa y CAADES, Culiacán, Sin., 1982. 225 Sergio Ortega Noriega y Edgardo López Mañón, Sinaloa una historia compartida, México, Gobierno del Estado de Sinaloa/DIFOCUR-Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 1987, 115 pp. Cabe decir que esta obra se encuentra estrechamente relacionado con otra de los mismos autores, se trata de Sergio Ortega Noriega y Edgardo López Mañón (Comps.), Sinaloa, textos de su historia, México, Gobierno del Estado de Sinaloa/DIFOCUR-Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 1987, 2 vols., que es una compilación de textos sobre el siglo XIX sinaloense. 226 Guillermo Ibarra Escobar, Sinaloa: tres siglos de economía. De la minería a los servicios, DIFOCUR, Culiacán, Sin., 1993, 180 pp. 227 Jorge Verdugo Quintero (coord.), Historia de Sinaloa, SEPyC-COBAES-DIFOCUR, Culiacán, Sin., 1997, 2 tomos. 244 Un avance respecto a las obras previas de historia de Sinaloa lo marca el gran esfuerzo por ubicar el espacio geográfico objeto de la investigación, por destacar las posibilidades y limitantes del terrritorio y por elaborar una serie cartográfica donde el lector podrá guiarse respecto de los temas tratados a medida que se avanza en la lectura. El objetivo de la obra es la enseñanza de la historia del estado de Sinaloa, “escrita para que nos conozcan mejor nuestros compatriotas mexicanos y para que nos entendamos mejor los que somos sinaloenses”,228 se piensa pues en un público muy amplio dentro y fuera del estado, lo cual queda garantizado por las instituciones que avalan la publicación, donde salta un nuevo elemento, que es el número de 3 000 ejemplares, que rebasa con mucho los 500 o 1 000 de que normalmente se componen los tirajes de este tipo de obras y que garantizan una difusión verdaderamente nacional, lo que no ocurre con ninguna de las editoriales locales. Por lo demás, la obra será de gran utilidad para los estudiantes desde el nivel bachillerato, así como para los profesores de historia de Sinaloa en los distintos niveles, un gran público que se ha abierto muy recientemente, pues después del texto Sinaloa, tierra fértil entre la costa y la sierra229 de la doctora Carmen Castañeda García (que ha servido de apoyo a los estudiantes de primaria, desde aquellos que cursamos el sexto grado durante el ciclo 1982-1983), se carece de textos satisfactorios para los demás niveles educativos. Dentro de este ámbito actualmente empieza a salir de la imprenta de la UAS una versión llamada Sinaloa en la historia230, de Carlos Grande que en tres tomos está dirigida a los estudiantes de bachillerato. Volviendo a la obra que nos ocupa encontramos que, como su nombre lo indica, se trata de una historia breve, de tal forma que difícilmente el lector conocedor encontrará elementos nuevos de la historia de Sinaloa. No se trata pues de un trabajo de fuentes directas, sino ————— 228 Sergio Ortega Noriega, Breve historia…, op. cit. p. 13. 229 Carmen Castañeda García, Sinaloa, tierra fértil entre la costa y la sierra, SEP, México, 1982. 230 Carlos Grande, Sinaloa en la historia, UAS, Culiacán, Sinaloa, México, 1998. 245 que más bien se busca hacer un recuento sistemático del proceso histórico ocurrido a lo largo de los siglos, sustentado en lo que otros autores han dicho sobre la historia sinaloense. La utilidad para los historiadores consiste en ubicar aquellos procesos que están insuficientemente estudiados, y en descubrir temas de investigación que pudieran pasar desapercibidos, sobre todo hoy que el campo de la historia se amplía como nunca antes y que podemos proponer nuestros propios esquemas explicativos. En cuanto a historia prehispánica se refiere, Sergio Ortega dedica el segundo capítulo, donde nos encontramos con una historia sincera, pues se expresa simplemente el estado de los grupos indígenas al momento del contacto, mostrando sus características en los distintos espacios basado fundamentalmente en los testimonios de los españoles. Es sincera en el sentido de que las actuales investigaciones publicadas no permiten otro nivel de explicación, si no se quiere caer en el campo de simples especulaciones. La historia colonial a la que se dedican cuatro capítulos es la historia de la conquista, de la implantación de una nueva cultura, del gran despoblamiento indígena y del lento avance de los españoles en el control del territorio y de sus habitantes. Acaso habría que decir que se percibe una ausencia explicativa en lo referente al proceso de poblamiento hispano a niveles locales, como las provincias o los tenientazgos e incluso de los rasgos particulares del desplazamiento de que fue objeto la población indígena. Se habla pues en términos un tanto abstractos sin llegar a mostrar cómo fue que los reales mineros de Rosario, Cosalá y Álamos influyeron para el aumento de la población, proceso que se da por entendido. Y es que el mismo autor lo reconoce, cuando en el prólogo nos advierte que “no todos los asuntos ni todos los periodos han sido suficientemente estudiados; que existen amplias lagunas en los relatos de la historia de Sinaloa que inevitablemente se verán reflejados en esta narración”. Llegamos a la independencia y Sergio Ortega no escatima en mostrar la situación que se vivió en este territorio y el papel jugado por los notables de Sonora y Sinaloa para la separación de ambos territorios que 246 formaron el Estado Libre de Occidente. El arribo del relato a la formación del “Estado Libre, Soberano e Independiente de Sinaloa” y su legal instauración el 13 de marzo de 1831, es uno de los momentos fundamentales de la lectura, pues de entonces data la entidad federativa que hoy conocemos. El papel de los notables en los primeros años del estado independiente, y la constante búsqueda por establecer su hegemonía y su proyecto de estado son tema de investigación de los capítulos VII y VIII, momento en el que el relato se convierte en una sucesión de eventos políticos, lo mismo que en el siguiente capítulo, referido al Imperio y la Reforma. Debemos destacar aquí el esfuerzo del historiador por bosquejar la economía y la sociedad a pesar de no existir trabajos de investigación al respecto. Y también por seguir paso a paso las consecuencias locales de la legislación que se establece desde el centro del país. Con todo, en estos nueve capítulos encontramos lo mejor del texto, pues son a los que se ha dedicado el autor desde la década pasada, como son el sistema de misiones jesuíticas y la consolidación del dominio español en el Noroeste y en general sobre la historia de Sinaloa en el siglo XIX. En primer lugar con su participación en la Historia General de Sonora, donde le correspondió coordinar el volumen II junto con Ignacio del Río, posteriormente con la referida investigación titulada Sinaloa una historia compartida y de forma más reciente con Un ensayo de historia regional, el noroeste de México231. El doctor Ortega continúa con dos capítulos, uno dedicado a la era de Cañedo, y otro a la Revolución. En ellos sistematiza algunas de las principales investigaciones relativas a este espacio de la historia sinaloense, donde la economía y los aspectos sociales reciben una mayor atención. El epílogo sobre los últimos tiempos es un balance de la capacidad económica con que cuenta el territorio sinaloense. ————— 231 Sergio Ortega Noriega, e Ignacio del Río (Coords.), Historia general de Sonora, De la conquista al estado Libre y Soberano de Sonora, v. II, Gobierno del Estado de Sonora, Hermosillo, Sonora, México, 1985 y Sergio Ortega Noriega, Un ensayo de historia regional, el noroeste de México, 1530-1880, UNAM, México, 1993. 247 Al terminar la lectura nos quedamos con una sensación de que algo falta. Y no es que el autor haya omitido algún pasaje de la historia de gran importancia, al contrario, destaca elementos como las misiones jesuíticas de Culiacán y Copala que otros investigadores han omitido, se refiere a personajes como Jesús Malverde surgidos de la cultura popular, retoma el nulo papel jugado por el Sinaloa serrano en los planes de gobierno del siglo XX, la importancia del narcotráfico en la economía sinaloense, a la par que presenta una visión crítica hacia el papel de los Estados Unidos como principal mercado de la droga. Más bien se trata de la obvia no incorporación de una gran cantidad de textos surgidos en los últimos tres años de las imprentas de la Universidad Autónoma de Sinaloa, DIFOCUR y COBAES que muestran los resultados de investigación de la última década y que por diversos motivos habían permanecido inéditos. La ciencia de la historia se reelabora cada día y futuras ediciones sobre historia de Sinaloa, como esa Historia General de Sinaloa que ya se prepara deberán contemplar los huecos que hoy existen, los que empiezan a ser llenados y los que de alguna forma han sido satisfactoria y recientemente investigados. Para terminar presentamos la última reflexión que sobre la utilidad de las historias regionales ofrece el autor y dentro de la que se enmarca la presente investigación: Tenemos un pasado común aunque lo hayamos vivido en diferentes formas; tenemos la conciencia de ser mexicanos junto con la conciencia de ser sinaloenses, jaliscienses o poblanos: no hay oposición sino complemento de ambas conciencias. Las historias de los estados nos ayudan a comprender cómo formamos una sola nación conservando nuestras peculiaridades regionales; nos enseñan cómo se ha formado lo que tenemos en común y cuáles son las peculiaridaes de nuestras 232 regiones . Sea pues bienvenida una nueva versión de la historia sinaloense. ————— 232 Sergio Ortega Noriega, Breve historia… op. cit., p. 306. 248