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LA VANGUARDIA DOMINGO, 2 MARZO 2014 DINERO 21 LIBROS m LAS PASIONES Y LOS INTERESES Albert O. Hirschman Capitán Swing. Madrid, 2014. 230 páginas Precio: 17,50 € Cómo la avaricia se hizo interés El clásico de Hirschman muestra el fascinante proceso ideológico que aupó el capitalismo M Justo Barranco ax Weber, el autor del seminal ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo, se preguntaba en su famosa obra por qué las actividades comerciales y bancarias se hicieron honorables en algún momento de la Edad Moderna tras haber sido condenadas durante siglos como avidez, ánimo de lucro o avaricia. Weber encontró una respuesta para la difusión del capitalismo en la influencia en los comportamientos individuales de la doctrina de la predestinación de Calvino: el capitalismo habría sido un efecto no buscado de la ética protestante, que habría llevado a sus seguidores a un En el siglo XVII se apostó por oponer unas pasiones a otras para evitar la ruina de la sociedad trabajo metódico basado en la abnegación y la determinación. El economista Albert Hirschman (Berlín, 1915-Nueva Jersey, 2012) ofreció una clave complementaria en el fascinante libro Las pasiones y los intereses, publicado en 1977 y convertido ya en un clásico. Y es que si Weber había atribuido el surgimiento del capitalismo al resultado indirecto de una desesperada búsqueda de Maquiavelo inició la idea de enfrentar pasiones contra pasiones para el provecho social salvación individual, para Hirschman debió mucho a una igual de desesperada búsqueda de una manera de evitar la ruina social: en el Renacimiento surgió la sensación, convertida en firme convicción en el siglo XVII, de que ya no se podía confiar a la filosofía moralizadora y a los preceptos religiosos la restricción de las pasiones destructivas humanas. Se necesitaban nuevas maneras. Se hizo una disección de la na- turaleza humana y emergió una solución: aprovechar las pasiones en vez de reprimirlas. Lo sugeriría ya en el siglo XVI Maquiavelo, iniciador de la cadena de enfrentar pasiones contra pasiones. Sus escritos para el buen gobierno del príncipe inspirarían luego los términos interés y razón de Estado. El interés era una guía para la acción del gobernante, que debía huir de pasiones o impulsos pasajeros. Más tarde, volve- rían al tema pensadores como Vico o Mandeville en La fábula de las abejas, donde el político hábil convertía los vicios privados en beneficios o virtudes públicas. La idea llegaría incluso a la filosofía de Hegel, que veía cómo las pasiones de los hombres se confabulaban en favor del espíritu del mundo. O a la política de los nacientes EE.UU., donde la división de poderes se justificó diciendo que “hay que hacer que la ambición contrarreste a la ambición”. Si las alegorías medievales habían descrito las luchas de las virtudes contra los vicios, los pensadores del convulso XVII idearían una estrategia de pasiones compensatorias que llegaría lejos. Para oponer una pasión contra otra, claro, había que elegir cuáles serían más inocuas y capaces de dominar a las otras. Para los más, en realidad se trataba simplemente de oponer los intereses de los hombres a sus pasiones. Unos intereses –“El interés no mentirá”, se decía en la Inglaterra del XVII– que si primero estaban asociados a la prudencia y la eficacia calculada, se irían reduciendo con el tiempo sólo al aspecto material de la existencia, sobre todo cuando la industrialización hizo del aumento de la fortuna una posibilidad real para cada vez más gente. El amor por el dinero podía ser la base del orden social empleado contra la ambición o el afán de poder. El cuidado de los intereses materiales propios era inocente o inocuo. Activa inclinaciones benignas a costa de otras malignas y destructivas. Montesquieu vio en la expansión del comercio la extensión de la amabilidad y afirmaba que hacía que “a los hombres les interese no obrar con maldad aunque sus pasiones les inviten a hacerlo”. El comercio y la letra de cambio inhibirían las pasiones y las acciones malvadas de los poderosos provocadas por ellas. El comercio daría lugar a intereses interdependientes y traería la paz. Tras las justificaciones políticas del comercio, Adam Smith cerraría el círculo dándole una justificación económica. Pero además uniría necesidades y pasiones: redujo el ansia de beneficio económico del hombre a un mero vehículo para el deseo de consideración. Así, todo quedaba englobado en la economía, e intereses y Montesquieu creía que el comercio y la letra de cambio inhibirían las pasiones y lograrían traer la paz pasiones se convertían de nuevo en sinónimos. La idea de que la actividad lucrativa es un pasatiempo inocente y que los hombres, al perseguir sus intereses, serían inofensivos fue abandonada a medida que se desarrolló el capitalismo, con el enriquecimiento de unos sectores y el empobrecimiento de otros. Pero las motivaciones que impulsaron a muchos pensadores en su favor ya llevaban tiempo sepultadas. TEORÍA DE LA CLASE OCIOSA Thorstein Veblen Traducción de Carlos Mellizo Alianza. Madrid, 2014 430 páginas Precio: 13,80 € EL MAPA DEL CONFLICTO Lluís Casado y Tino Prat Profit Barcelona, 2014 160 páginas Precio: 14,85 €; e-book, 6,99 € DIARIO EMPRENDEDOR Joshua A. Aguilar Aguilar Madrid, 2014 318 páginas Precio: 17 €; e-book, 6,99 € Alianza reedita todo un clásico de la sociología y la economía: la Teoría de clase ociosa publicada por Thorstein Veblen en 1899. Un libro dedicado a analizar una clase surgida de la revolución industrial en el mundo anglosajón a fines del siglo XIX. Si en el régimen feudal el representante típico de la clase ociosa vive dedicado a la guerra, la política y el juego, a acumular trofeos de caza y botines de guerra, la clase ociosa surgida en los ricos EE.UU. de Veblen vuelve a rasgos típicos de aquella época: su característica esencial es que frente al trabajo ordinario, productivo y ordenado de la mayoría, se jacta de trabajar menos o nada y ser más rica, y se dedica a acumular riquezas no para aumentar su comodidad sino para alardear de ellas. Un mapa de relaciones humanas para comprender y afrontar mejor las situaciones de conflicto. Los autores lamentan que la palabra conflicto tiene una connotación negativa que dificulta que sea considerado como un elemento a gestionar por las organizaciones. Pero, recuerdan, el conflicto es inherente a las relaciones humanas y supone que dos personas o más se perciban como una amenaza para conseguir sus objetivos. Esto es, ven una incompatibilidad de sus fines e imposible mantener una relación afectiva satisfactoria. Pero el conflicto es una forma ineficaz de regular las discrepancias y resolverlo hace más humana, rentable y competitiva una empresa. Los autores exponen su modelo conflict mentoring para poder gestionarlo. Un fenómeno mundial de autoayuda y finanzas personales para emprendedores y empresarios. Así se vende este libro de Joshua A. Aguilar, un joven empresario nacido en Guatemala pero crecido en Catalunya que aborda el proceso de crecimiento –no hay recetas mágicas, sino esfuerzo y paciencia– para lograr los objetivos de cada uno. Un camino con obstáculos –entre ellos, los viejos hábitos– y tropiezos, porque el fracaso es parte integral del éxito. Aguilar recomienda preguntarse por qué se quiere lograr un objetivo antes de plantearse cómo hacerlo. Y concluye con consejos que cree básicos: examinar la propia vida, ser persistente, disciplinado y agradecido, escribir un plan de empresa, no tener miedo y escoger ser feliz.