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4 de Julio Sólo en 3 países del grupo, incluido Chile, las tasas de sindicalización han aumentado en los últimos 15 años. Sindicalización en promedios OCDE Chile converge hacia La sindicalización en el mundo desarrollado atraviesa un proceso de repliegue generalizado, que se manifiesta no sólo en una menor densidad de organizaciones sindicales en relación a la población activa, sino también en una disminución del número absoluto de empleados sindicalizados. De acuerdo a antecedentes recopilados para 32 países de la OCDE, sólo Chile, Italia y Bélgica escapan a esta tendencia a la baja. La tasa de sindicalización promedio de la OCDE descendió de 20,3% en 2000 a 17% en 2013. En los últimos tres años de ese período cayó desde 17,8% a 17%, mientras en Chile subía de 15,8% a 16,4%, marcando prácticamente la convergencia entre nuestro país y ese bloque de países. Todo indica, sin embargo, que esta convergencia durará poco, ya que las nuevas regulaciones en trámite aumentarán la densidad sindical en nuestro país, mientras que en el resto de los países OCDE lo más probable es que seguirá descendiendo. En términos del número de personas afiliadas a sindicatos, las cifras para Chile dan cuenta también de un alza gradual en los últimos años, a un ritmo anual promedio de 4,2% durante el último quinquenio, en tanto que en el universo que compone la OCDE, la población afiliada ha descendido a un ritmo anual del orden de -0,5% promedio. El repliegue sindical compromete a la amplia gama de naciones que componen la OCDE, desde las nórdicas, que han tenido históricamente muy altas tasas de sindicalización, hasta las de Europa del Este, Europa Central y América del Norte. Incluso países como República Checa, Polonia y Hungría, ubicadas más cerca de la base inferior de ingresos de la OCDE, han recogido su población afiliada hacia tasas inferiores a un 15% de la población activa. Las razones tras el debilitamiento de los sindicatos El debilitamiento de los sindicatos corresponde a una tendencia estructural con más de una década y media de trayectoria y parece no tener conexión con la crisis global de 2008, ya que la caída en la tasa de sindicalización en este grupo de países se mantuvo prácticamente inalterada en el período crítico en torno a la crisis, entre 2007 y 2010. Tampoco parece estar explicada por la profundidad o densidad de los sindicatos en uno y otro país o región, ya que el repliegue se ha producido en forma transversal, tanto en naciones con altas tasas de sindicalización, como en otros con bajas, como Estados Unidos (10,8% en 2013), Corea (9,5%) y Francia (7,7%). En el caso de los países nórdicos, cuyas tasas de sindicalización históricamente elevadas se relacionan con el hecho de que las prestaciones sociales y de desempleo se han canalizado a través de los sindicatos, se observa la misma tendencia. En Suecia la tasa de sindicalización ha descendido a aproximadamente 65%, distanciándose del 82% que tenía a fines de los 90, y en Finlandia ha bajado a 69%, desde un 76% en el mismo lapso. En el otro extremo, países con muy baja tasa de sindicalización, como Estonia y Turquía, también la redujeron, de 16 a 6 por ciento el primero y de 11 a 5 por ciento el segundo (1999-2013). En las actuales circunstancias, pareciera que el fenómeno de pérdida de fuerza de los sindicatos no responde en general a políticas económicas explícitas, sino más bien al resultado del cambio tecnológico, la creciente democratización del conocimiento, la presión competitiva, las modernización de los mercados laborales y la gran relevancia que toman los equilibrios fiscales. Entre los factores más visibles, es posible identificar algunas tendencias en esta línea: Cambios en la estructura del empleo, en el que ganan preponderancia los sectores con empleo calificado, rubros de servicios, difusión de modalidades atípicas de contratación menos propensas a sindicalizarse (temporales o a tiempo parcial). El mayor conocimiento calificado incentiva la negociación individual, en la que el trabajador se considera más capacitado para obtener mejores condiciones. En la misma línea, la mayor externalización de tareas en las grandes empresas, que surge de las crecientes demandas de eficiencia y productividad, ha derivado en un mayor sector terciario en la economía mundial, afectando la cohesión sindical a gran escala. Creciente capacidad del empleo para desempeñarse en escenarios de movilidad y adaptabilidad, favorecidos por la irrupción de la tecnología. Las personas tienden a permanecer menos tiempo en sus lugares de trabajo y a depender menos de los sindicatos para lograr mejoras en sus condiciones laborales. Crecientes exigencias competitivas que presiona los mercados a generar una mayor alineación entre los aumentos salariales y las ganancias en productividad. Elevadas y crónicas tasas de desocupación en economías desarrolladas y mayores dificultades para financiar el gasto social por cobertura de desempleo. Esto es parte de la realidad de los países de la Unión Europea, aquejados por importantes cargas fiscales, endeudamiento y desempleo y en donde el rol sindical descansaba en forma importante en canalizar distintos tipos de transferencias sociales a los trabajadores asalariados. También se ha producido una modernización y desregulación de los mercados del trabajo, favoreciendo la individualización de las relaciones laborales. Mayor reticencia de las empresas a generar estructuras de costos muy pesadas y que dificulten la adaptación al cambio tecnológico. Surgen escenarios de mayor riesgo para el éxito de las grandes corporaciones que viven bajo la amenaza del acelerado cambio tecnológico. Este fenómeno acelera el ciclo de creación y destrucción de empresas, dificultando la gestión sindical cuando ella no tiene en cuenta la realidad en la que está inserta la empresa. Sindicalización en Chile Aun cuando la economía chilena no ha sido ajena al fenómeno del avance tecnológico, al cambio en la estructura de la economía, a la individualización de las relaciones laborales o a la importancia de la simetría entre productividad y salarios, la sindicalización no ha seguido el mismo patrón a la baja que se observa en los países OCDE. La sindicalización en Chile ha tenido una gradual tendencia al alza en los últimos años, al subir de alrededor de 15% a comienzos de los 2000 a 17% en 2014.1 De todas formas, la moderada fase ascendente en la densidad sindical en Chile ha ido más bien en la línea de converger con los promedios de la OCDE, lo que no es de extrañar en vista del importante retroceso del desempleo y el crecimiento de la participación laboral. Sin embargo, todo parece indicar que tras esta convergencia volverá a abrirse una brecha entre la tasa de sindicalización en Chile (que probablemente seguirá aumentando) y el resto del mundo (donde probablemente seguirá disminuyendo). Esta nueva brecha “invertida” se podría traducir en un deterioro competitivo para Chile y en un reordenamiento en la relación capital-trabajo. Por ahora sabemos que los salarios reales en la economía han crecido a un ritmo promedio de 2,4% en la última década, en tanto que la productividad multifactorial ha caído en -0,2% anual promedio en el mismo lapso. Sin perjuicio de ello, la sindicalización en Chile es altamente heterogénea y está estrechamente relacionada con el tamaño de las empresas y sectores de actividad económica. En las empresas muy pequeñas la tasa de sindicalización es muy baja, en tanto que en las grandes corporaciones es tan elevada como la que existe en los países altamente sindicalizados de la OCDE. En efecto, según antecedentes de la Dirección del trabajo, las empresas más pequeñas, legalmente habilitadas para formar sindicatos (8 trabajadores) poseen una tasa de sindicalización de 2,4%. 1 En 2009 la tasa fue puntualmente superior (18%), debido a de la pérdida de masa de empleados por efecto de la recesión, y que resultó en un abultamiento transitorio de la tasa de sindicalización, que posteriormente se diluyó junto con la normalización del crecimiento económico. Las empresas que poseen entre 50 y 100 trabajadores presentan una tasa de sindicalización de 9,5%, aquellas con 100 a 500 trabajadores, una tasa de 17,9%, y aquellas empresas de más de 1000 trabajadores la tasa de sindicalización es de 28,7%. En el extremo superior se encuentran las firmas con más de 10.000 empleados, cuya tasa de sindicalización alcanza un máximo de 48%. La tasa de sindicalización depende fundamentalmente del porcentaje de empresas que posee alguna organización sindical. En las grandes empresas la totalidad tiene una organización sindical operativa, en tanto que en las pequeñas, de menos de 30 trabajadores por ejemplo, la existencia de sindicatos es muy baja, inferior al 5%. Por otra parte, se aprecia que existen diferencias importantes salariales entre aquellas empresas con y sin sindicatos, la que en promedio alcanza a un 33%. La brecha salarial entre las empresas que tienen sindicatos y las que no tienen puede estar relacionada con múltiples factores, uno de los cuales puede ser la posibilidad de extender el beneficio de la negociación colectiva al resto de los trabajadores no sindicalizados dentro de la empresa. Según ENCLA 2011, un 70% de las empresas extendieron los beneficios de la negociación al universo de trabajadores, siendo esta proporción más elevada en las pequeñas empresas (76%) e inferior en las grandes (65%). Por otra parte, la brecha salarial es también extraordinariamente heterogénea entre sectores, siendo muy elevada en sectores de muy alta sindicalización como Minería y Transporte, pero también en otros con bajas tasas de sindicalización, como Construcción y Agricultura. En los primeros, la brecha salarial entre los trabajadores que laboran en empresas con y sin sindicatos llega a ser mayor al 80% y, en los segundos, las diferencias oscilan entre 60% y 80%. Algunas implicancias relacionadas con la reforma laboral. Las tendencias en Chile tienden a alejarse de las grandes tendencias que se observan en el resto del mundo. La sindicalización en Chile está en aumento y se sitúa actualmente en torno a un promedio universal de 17%, en tanto que en gran parte de los países avanzados se observa un proceso de retracción de las fuerzas sindicales. La reforma laboral contribuirá a acentuar este proceso, lo que necesariamente debe ser analizado en términos de sus efectos sobre la competitividad de las empresas, el potencial de creación de nuevos empleos en el futuro, el emprendimiento y la innovación y sus efectos finales sobre el crecimiento potencial de la economía. Las reformas serán aplicables a un universo de empresas altamente heterogéneo, que actuará sobre realidades económicas muy diversas, y sobre un entorno económico complejo y cambiante. Las presiones salariales que pueden crearse al alero de una sindicalización forzada no actúan sobre una plataforma uniforme, sino altamente diversa, acerca de lo que se posee escasa información. Los mayores bolsones de baja densidad sindical se concentran fundamentalmente en las pequeñas y medianas empresas, donde la densidad sindical es muy baja e inferior al 10%. Hay un riesgo de provocar un exceso de sindicalización que altere peligrosamente la estructura de costos de las pequeñas y medianas empresas. Las diferencias salariales son muy importantes, en torno a una media de 33%, que puede ser competitivamente infranqueable para aquellas firmas menor tamaño y prácticamente nulas economías de escala. Entrabar la estructura de costos de las pequeñas empresas es un golpe directo al virtuoso ciclo de creación y destrucción de empresas. El desaliento a la creación de nuevas empresas, derivada de un exceso de sindicalización, así como también el golpe sobre los costos de aquellas que ya están en operaciones, atenta contra el proceso de innovación y emprendimiento, que surge de las organizaciones más pequeñas y altamente flexibles.