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La Crisis Más Allá de la Coyuntura. Eduardo Aguilar∗ En medio de la desesperanza que provoca la prolongada recesión, alarma la imposibilidad de llegar a visiones globales del problema, que evidencian muchos de los “líderes” políticos o económicos ¿Por qué estamos mal los argentinos? ¿Podemos construir un diagnóstico que sea claro y que nos ayude a salir? Este artículo propone uno. La Coyuntura: Malos Vientos para un Barco sin Timón. Es fundamental, en principio, desligar motivos coyunturales y estructurales de la crisis para que el árbol no nos impida ver el bosque. En la coyuntura el tema dominante es la recesión económica, y aquí dos factores merecen atención: 1) La recesión actual se originó en un conjunto de condiciones externas muy desfavorables: desde 1998 (crisis asiática y aumento de la tasa de interés internacional) cada vez menos inversiones (capitales) ingresan a los países subdesarrollados; el fortalecimiento del Dólar y la devaluación constante del Real brasileño agravan la sobrevaluación de nuestro Peso y perjudican nuestras exportaciones, algunos de cuyos precios, además, están registrando mínimos históricos. Todo estos factores detuvieron el crecimiento argentino, imposibilitando la creación de empleos y planteando dudas sobre nuestra capacidad para pagar la deuda pública (de donde la “popularidad” reciente del índice de riesgo país). Es cierto que existieron también errores de política económica interna, entre los que cabe resaltar que el aumento del gasto público “primario” (es decir, el que no considera los aumentos registrados en pagos de intereses de la deuda pública) de la década pasada se asignó según criterios equivocados: en lugar de acumular recursos para enfrentar eventuales recesiones como las que hoy padecemos, tanto a nivel nacional como provincial se aumentaron los fondos a disposición de las burocracias políticas y de sus prácticas clientelistas. 2) El problema de crecimiento se agravó por la disolución del poder político del Gobierno. La Alianza electoral que llegó al poder en 1999 tuvo enormes dificultades para defender posiciones comunes frente a los problemas del país. Sus principales referentes políticos se diluyeron en la gestión, tras lo cual eligieron la comodidad de la renuncia o de la oposición. Cuando tiene aún tantas reformas cruciales por emprender, cuando debe hacer frente a la crisis económica y social, la Argentina, de hecho, no tiene ni gobierno ni partido oficialista, y funciona sólo en base a la figura de su Ministro de Economía. Esto no hace mas que mostrarnos los límites del discurso vacío de propuestas del doble anti (“anticorrupción – antimodelo”) que la Alianza ∗ El autor es Licenciado en Economía de la UNNE Máster en Políticas Públicas y Economía del Instituto Torcuato Di Tella Máster en Economía de la Université d’Evry, Francia; y PhD. in Economics candidate de la Université d’Evry. utilizó para llegar al Gobierno; el mismo discurso que algunos de los que ayer defendían a esa Alianza y hoy la critican con fe de conversos, se empeñan en seguir utilizando. Cuando se las considera atentamente, las causas coyunturales de la crisis dan algunos motivos para el optimismo: las condiciones internacionales pueden revertirse o compensarse con medidas económicas internas, algunas de las cuales ya están siendo adoptadas. Y las elecciones nos dan la posibilidad de transformar la situación política a que condujo el fracaso del gobierno elegido en 1999. En definitiva, la democracia no se basa en la idea de que el pueblo nunca se equivoca, sino en la confianza de que es capaz de aprender de sus errores. Los Factores Estructurales: Mercados y Estado, Pero al mismo Tiempo. Pero más allá de la coyuntura, existen raíces más profundas del malestar presente de los argentinos. El creciente cuestionamiento a las políticas emprendidas en los años ’90, los críticos que le florecen al “modelo”, tienen, como veremos, una razón ser. En términos políticos y económicos, el siglo XX dejó una lección indudable: lo que funciona es la economía mixta. El capitalismo sin controles fracasó en las primeras décadas del siglo; el socialismo nacional, en las últimas. Estas son alternativas que no tiene sentido seguir discutiendo. Es la economía mixta la que explica el bienestar económico actual de los Estados Unidos, Europa y Japón. Es decir, un sistema que utiliza la dinámica de los mercados y los respalda y complementa con un conjunto de sólidas instituciones públicas: banco central y regulación financiera, legislación antimonopolio, y redes de protección y seguridad social provistas por el estado de bienestar. La Argentina aún no comprendió esta lección. Durante gran parte del siglo pasado olvidó la primera parte, desconfió de la eficiencia de los incentivos de mercado y limitó severamente la iniciativa privada. Pero, paradójicamente, nunca diseñó un real estado de bienestar, sino que construyó un estado empresario, en el que lamentablemente gestionó mal e invirtió escasamente (de no haber sido así, quizás la Argentina tendría aún hoy esos servicios públicos de alta calidad que los europeos sienten como uno de los elementos esenciales de su economía mixta) . Y por no contar con redes de protección social, cuando la desocupación empezó a ser un problema, el sector público y sus empresas se transformaron en el proveedor de empleos que la economía no era capaz de crear. En términos económicos, esto se complementó con el “aislamiento irrestricto” de todos sus sectores industriales de la competencia internacional, aún el de aquellos que no tenía (ni tiene) sentido promover. La consecuencia de todo esto fue que la Argentina creció mucho menos que el resto de los países del mundo, e incluso mucho menos que el resto de los países latinoamericanos. A raíz de la hiperinflación de fines de los años 80 y de la extendida sensación de fracaso colectivo que le iba unida, la Argentina cambió radicalmente de orientación, para olvidar ahora la segunda parte de la lección. Mediante privatizaciones y desregulaciones construyó una economía fuertemente basada en el funcionamiento de los precios de mercado y en la competencia. E inició la necesaria integración al mundo, pero a través de una “apertura irrestricta” que desprotegió incluso a aquellos sectores cuyas ventajas comparativas los hacen aptos para industrializar competitivamente nuestra producción de materias primas. Así, la Argentina entró a la dura dinámica que implica la competencia interna y la integración a una economía internacional inestable, sin las redes de protección social que en todo el mundo desarrollado sostienen y legitiman el funcionamiento de la economía de mercado. A diferencia de lo que sucedió en los Estados Unidos luego de la Gran Depresión y en Europa en la posguerra, la Argentina ha enfrentado la crisis de la deuda en los 80, la hiperinflación 89-90, la transformación de su estado empresario, la desregulación de sus mercados, la integración a la economía mundial y la actual recesión de 3 años, sin algunas de las instituciones básicas del estado de bienestar, por ejemplo, el seguro de desempleo. Como resultado, los quiebres sociales derivados de estas fracturas económicas han producido un “hartazgo de reformas” cuando aún son tantas las transformaciones estructurales que necesita la Argentina. Y, peor aún, han creado un escenario de demandas sociales legítimas que está siendo utilizado para el retorno de las tentaciones autoritarias del pasado: la reivindicación violenta de un lado, la demanda represiva de “mano dura” del otro. La lógica de la economía mixta consiste en advertir la verdad simple según la cual los mercados generan crecimiento, pero el crecimiento está acompañado de tensiones sociales que deben ser limitadas a fin de que este proceso sea políticamente sostenible. Esta es la función del estado de bienestar que la Argentina nunca tuvo y que necesita construir. Viabilidad Social, Viabilidad Política, Viabilidad Económica. Además de permitirnos escapar de este capitalismo del siglo XIX, de este capitalismo sin redes sociales en que está metida ahora la Argentina, el seguro de desempleo nos ayudaría a superar otros 3 graves problemas actuales: a) La dificultad para consolidar poder político: Las tensiones sociales que derivan de casi una década de alto desempleo, sin ingresos mínimos de subsistencia para 15% de la población activa, son el factor fundamental que subyace a la fragmentación política actual. Y es esto lo que nos impide hallar los consensos para avanzar en las reformas que tenemos pendientes. Sería bueno que no confundamos causas y consecuencias: la debilidad política no nace de la personalidad del presidente X o el ministro J. El problema es que, gobierne quien gobierne, será difícil consolidar poder político para administrar el país mientras la crisis social genere tantas “tentaciones” de correr el discurso político hacia posiciones testimoniales o meramente demagógicas. La Argentina sólo recuperará la viabilidad política si previamente recupera la viabilidad social. b) Encontrar el “motor” que nos saque de la recesión: además de permitirnos avanzar hacia una economía mixta moderna como la que funciona en los países avanzados del mundo, la transferencia de recursos hacia sectores de alta propensión al consumo que implicará la implementación de este seguro de desempleo, pondrá en marcha la demanda y será vital para revitalizar el mercado interno. Salir de la recesión y volver a crecer será entonces mucho más sencillo. c) El abandono de la reformas: La afligente situación social ha bloqueado políticamente muchos de los cambios que necesita la Argentina. Un estado que cuide a todos sus ciudadanos, aún a aquellos que están desempleados, recuperará la legitimidad para avanzar en las reformas pendientes: la reforma del estado y la lucha contra la evasión; la reforma integral de la educación en todos sus niveles; la reformulación de las relaciones laborales, sobre todo a nivel de las Pymes del interior; y el diseño de una política industrial que proteja y aliente el crecimiento de nuestras empresas, pero que sea lo suficientemente aperturista para lograr que, esta vez, ese crecimiento tenga orientación exportadora. Un Acuerdo Político Sobre estas Bases Este diagnóstico propone una prioridad sobre la cual establecer un acuerdo político amplio: la construcción de la herramienta básica del estado de bienestar, un seguro de desempleo para los jefes/as de hogar desocupados, financiado con una combinación de recursos obtenidos, en primer lugar, a partir de la reforma de los estados nacional y provinciales, y luego, de la extensión del impuesto a las ganancias a las rentas financieras y de un préstamo o impuesto de carácter excepcional sobre las utilidades de las empresas privatizadas a compensar con los recursos que procure la derrota de la evasión. Esto nos dará un estado de mayor calidad, pero no para aislarnos del mundo ni para sustituir a los mercados, sino para apuntalar su dinámica de crecimiento. Estado y mercados son necesarios para el crecimiento sostenible y el bienestar, ésa es la lección del siglo XX. La misma que necesita aprender la Argentina para salir de su crisis.