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EL VERDADERO VOTO ÚTIL: NO RESIGNAR NUESTRA LIBERTAD DE ELEGIR País justo, humano y vivible. ¿Figura en la agenda de los candidatos? En las últimas elecciones, en España, volvió a suscitar interés la famosa obra La sociedad decente (Paidós) de Avishai Margalit. En el actual momento de la Argentina sirve recuperar la idea principal de este libro. Para Margalit, la sociedad decente es aquella cuyas instituciones no humillan a ningún ciudadano, es decir no lesionan el respeto que se tienen a sí mismos ni excluyen a ninguna minoría moralmente legítima. El diccionario vincula el término “decente” con lo “honrado y digno”. Entonces, país decente podríamos entenderlo como justo, humano, vivible… donde a los parámetros irrenunciables de acceso a la vivienda, vestido, alimento, educación se agrega la capacidad de participar y decidir, la posibilidad de tener trabajo estable y acceso a oportunidades y recursos. Esta concepción de Margalit nos ayuda a reflexionar, también a nosotros, en este año electoral. Estamos, indudablemente, en un período de tensiones. La democracia tiene promesas incumplidas que se revelan no sólo en el campo de lo socio-productivo sino también en cuestiones culturales, de género, ambientales, en la urgencia de dar capacidad al pueblo para que pueda opinar acerca de las políticas que luego van a mejorar o empeorar su vida cotidiana. Estamos en año electoral, reitero y, lamentablemente, otra vez sobrevuela en el ambiente la figura del “voto útil”. Se vuelve a apelar al “voto útil” casi amenazando al ciudadano diciéndole que, si vota a algún candidato o candidata que no figure entre los “taquilleros” según las encuestas, va a “desperdiciar” su voto. Estamos tomando con naturalidad lo que debería ser casi ofensivo porque, de algún modo nos están diciendo: “si votás por convicción estás desperdiciando tu tiempo, tu voto es inútil”. Incluso en esto estamos inundados por el utilitarismo ya que, hasta en el voto, tenemos que “maximizar la utilidad”. No sólo hemos desterrado los valores éticos del ámbito de la economía y de la política sino que los criterios para decidir el voto dependen simplemente de un “cálculo de probabilidad-utilidad”. Mutilamos así nuestra libertad de elegir, a través de la cual deberíamos tomar una decisión luego de haber razonado en función de las propuestas programáticas y de las virtudes y trayectoria del candidato/a. Son ya muchos años en los que la tesis del mal menor y del voto útil nos llevaron, como ciudadanos, casi sin darnos cuenta, a subordinar nuestras ideas, convirtiendo así nuestro voto libre en un voto cautivo: cautivo de lo que otros nos inducen a hacer. Recordémoslo en todas las instancias electorales que aún nos toca recorrer en este año. Tenemos que cuidar y fortalecer nuestra democracia, la única utilidad del voto es poder elegir a quien quiero que me represente. Cristina Calvo, economista y candidata por el Frente Progresistas