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ONG de desarrollo y sindicatos: reglas para el diálogo Editado por Deborah Eade y Alan Leather _________________________________________________________________________ Prólogo Deborah Eade ONG de desarrollo y sindicatos se basa en un número especial de la revista Development in Practice, (1) cuyas raíces se encuentran en lo más profundo de la vida del redactor invitado Alan Leather y de la mía. Nuestro desarrollo profesional y político nos ha llevado en direcciones distintas, pero compartimos la experiencia que surge de haber llevado nuestro compromiso con el sindicalismo a nuestro trabajo en ONG de desarrollo, y de haber trabajado a lado de sindicatos en materia de desarrollo, con un enfoque a favor de los pobres y de los derechos. Hemos tenido infortunios ante la incapacidad o la falta de voluntad de algunas agencias de desarrollo de relacionarse con trabajadores organizados, y ante la misma reticencia de algunos sindicatos de reconocer las contribuciones positivas de las ONG de desarrollo para mejorar la situación de los pobres y los marginados. A menudo las discusiones y debates entre los dos sectores han fracasado por el antagonismo y la arrogancia, dando lugar a un diálogo de sordos en lugar de una conversación madura. Pero también hemos trabajado a lado de personas, en ambos sectores, cuya dedicación,, voluntad de lucha ante la adversidad y compromiso con la justicia social y económica para todos nos ha inspirado. En su ensayo introductorio, Alan relata su experiencia personal al trabajar por estos principios a lo largo de cuatro décadas, primero en el movimiento sindical del Reino Unido (RU), cambiándose después al mundo de las agencias internacionales de desarrollo, regresando nuevamente al trabajo de desarrollo-educación sindical y ahora en las federaciones de sindicatos globales. Esta experiencia, de por sí una inspiración, nos brinda un entendimiento único de cada sector y le permite al autor obtener lecciones críticas para ambos al acompañar a los débiles en la lucha contra la injusticia. Si bien hay amplios espacios para que sindicatos y ONG se apoyen mutuamente en sus objetivos—existen casos ejemplares de ello—las relaciones entre los dos sectores se caracterizan muchas veces por ignorancia y suspicacia y a menudo por rivalidades u hostilidades abiertamente. Esto es apenas sorprendente. El extraordinario crecimiento de las ONG a nivel mundial y su creciente influencia internacional se da en un contexto político y económico neoliberal (y bien puede ser síntoma del mismo), en donde los sindicatos han padecido una disminución general de afiliados y de incidencia política.(2) Además, si bien luchan por causas similares y comparten muchas opiniones, los sindicatos y las ONG conciben y realizan su trabajo de forma muy distinta. Los sindicatos trabajan con el mandato que sus afiliados les confieren, pero con el riesgo de burocratizarse y no poder responder con agilidad ante nuevas situaciones. En cambio, las ONG tienen mayor flexibilidad y pueden actuar rápidamente, en parte porque casi nunca tienen a un solo representado ante el cual se rindan cuentas, pero puede que no consulten ni coordinen eficazmente con otras organizaciones de la sociedad civil. Los sindicatos y las ONG también han tenido discrepancias por sus desacuerdos ideológicos . Por ejemplo, las ONG argumentan que los sindicatos no representan ni luchan por las necesidades de los más pobres, la mayoría de los cuales sobreviven en la economía informal; que sus prácticas de reclutamiento y movilización son obsoletas hoy en día en la economía globalizada; y que tienen poco avance en materia de equidad de género y de etnia y de la problemática de las trabajadoras. Por su parte, los sindicatos reclaman con razón la tendencia entre las ONG de trabajar por la disminución de la pobreza a través de mecanismos de economía informal, tales como microempresas o proyectos para la generación de ingresos, los cuales a menudo no toman en cuenta los derechos laborales. Las ONG tampoco son irreprochables en materia de equidad de género en el trabajo, no obstante sus criterios de apoyo a proyectos en el extranjero. Y pocas ONG han demostrado avances en la diversidad étnica a todo nivel, ni tampoco contratan personal de todas las clases sociales. Las tensiones han surgido cuando las ONG se considera que han socavado a sindicatos locales al entablar diálogos con los empleadores o al monitorear códigos de conducta. Muchas ONG pasan por alto que los sindicatos son organizaciones de la sociedad civil, mientras que algunas adoptan internamente políticas antisindicales desalentando o incluso rechazando la organización laboral de su personal. A medida que la agenda neoliberal continúe erosionando los derechos de los trabajadores y de sus familias, consagrados en el Artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (3) y en varias tratados de la OIT, en particular las normas laborales básicas, (4) se hace imperativo que las organizaciones de la sociedad civil desmantelen las barreras entre ellas a fin de mantener presentes los derechos de los pobres o de las personas vulnerables en la agenda internacional. La brecha entre ricos y pobres se ha ensanchado enormemente en los últimos 30 años y el empleo y el acceso a servicios sociales básicos son cada vez más inseguros para la mayor parte de la raza humana. Existe una necesidad apremiante por una manifestación conjunta que cuestione los valores del mercado, pues ni los sindicatos ni las ONG pueden darse el lujo de actuar solos. Para reunir los artículos de este número especial, hicimos una convocatoria para ensayos que ayudaran a elucidar algunas de las tensiones subyacentes entre sindicatos y ONG, a fin de lograr un mayor entendimiento de las posibles fuentes de conflicto y desacuerdo que a menudo inciden en las relaciones entre organizaciones y, además, para ampliar posibilidades de un diálogo constructivo y respetuoso—y de alianzas eventuales—entre los dos sectores. Los ensayos en este libro están organizados alrededor de cinco amplios temas que coinciden: • alianzas y tensiones entre sindicatos y ONG • experiencias de ONG con base sindical • trabajadores de la economía informal y de la maquila • códigos de conducta laborales • casos de estudio Alianzas y tensiones Los sindicatos y las ONG de desarrollo pueden caracterizarse en términos generales como organizaciones de la sociedad civil impulsadas por valores que defienden los derechos de aquellos que son—o pueden ser—explotados, oprimidos, excluidos, o de otra manera marginados. Si bien las ONG y los sindicatos no son sectores homogéneos, un objetivo que podrían compartir es que todo individuo o comunidad debería participar activamente en la promoción del desarrollo económico equitativo y en decisiones sobre su sociedad y cultura. Los debates recientes sobre la globalización, las normas laborales básicas de la OIT, los códigos de conducta y el papel de la OMC han situado a las organizaciones de la sociedad civil en el centro de temas relacionados con la gobernabilidad mundial. Es lógico que las ONG y los sindicatos tengan estrategias diversas, y métodos diferentes para lograrlas, pero es importante que eviten, para lograr su cometido, debilitar al otro. Existe una urgente necesidad de entablar diálogos constructivos y trabajar juntos por una causa común. Los ensayos de la sección 1 investigan algunas de las tensiones comunes que impactan en las alianzas ente sindicatos y ONG de desarrollo y que tendrán que resolverse para que prospere la colaboración. Por ejemplo, Dave Spooner examina la distinta composición de clase de los dos tipos de organización, las consiguientes diferencias en las culturas políticas y de organización y la resultante falta de entendimiento de los papeles y objetivos del otro. Estas tensiones surgieron en las discusiones recientes de la OIT sobre la organización de trabajadores de la economía informal, con algunas ONG que cuestionaron el derecho o la pertinencia de los sindicatos a defender este sector. Mark Anner y Peter Evans examinan los intentos recientes de construir puentes entre las dos brechas que dividen a sindicatos y ONG: la separación Norte-Sur y la fisura socioeconómica. La promoción primero del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y ahora del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) ha impulsado una mayor organización en el continente, tanto entre sectores específicos (notablemente la industria de ropa de exportación), como en relación a los temas macro de la gobernabilidad democrática. Sophia Huyer profundiza en torno a la colaboración entre ONG y sindicatos canadienses y los problemas que surgieron con el TLCAN, demostrando que existen fuerzas potenciales y debilidades inherentes de estas alianzas. Una cosa es colaborar en una campaña específica, pero mantener la colaboración en el tiempo es muy difícil, especialmente si algunos socios son más fuertes y cuentan con mayores recursos que otros. Tim Connor investigó a ONG que promovieron los derechos laborales en el contexto del movimiento contra las maquiladoras. Encontró que la forma flexible de organización mediante redes que permitió que el movimiento creciera y acogiera a participantes diversos tendrá que dar paso a una mayor cooperación entre ONG y sindicatos para que el movimiento mantenga su impulso y logre resultados duraderos. Deborah Eade describe la colaboración excepcional entre una ONG de desarrollo internacional y sindicatos en Honduras durante el prolongado periodo de violencia política que asoló a Centroamérica en la década de los 80. Eade reflexiona sobre el compromiso personal y político que frecuentemente apuntaló tales relaciones en ese momento y concluye que la asistencia para el desarrollo y la solidaridad, más que estar peleadas una con la otra, se reforzaban mutuamente. Refiriéndose a un proyecto entre comunidades de migrantes mexicanos en California, Paul Johnston propone un mecanismo que permitiría a los sindicatos establecer una “filial” semiautónoma y sin fines de lucro para realizar actividades que los mismos sindicatos no pueden emprender por diversos motivos. Joseph Roman argumenta que las ONG han tendido a enfatizar la inequidad de raza y género y a minimizar a las clases sociales como el tema principal que tendría que ser abordado por los trabajadores en general, y en particular en las relaciones entre los trabajadores del Norte y del Sur. ONG CON BASE SINDICAL Muchas ONG y fundaciones a nivel mundial fueron establecidas por sindicatos o tienen vínculos cercanos con estos. Algunas de éstas financian iniciativas sindicales en otros países; con frecuencia buscan promover vínculos o hermanamientos entre trabajadores en industrias o sectores similares, sean Norte-Sur o Sur-Sur. Por ejemplo en Europa, Ayuda Popular Noruega se estableció en 1939 por iniciativa del movimiento laboral noruego y ahora realiza más de 400 proyectos en 30 países. Un ejemplo pionero más reciente de una iniciativa sindical para el desarrollo es el del Fondo Humanitario de los Metalúrgicos (Steelworkers’ Humanity Fund), establecido en 1985 por el Sindicato Metalúrgico de Canadá, con la base de una contribución semanal de 40 centavos por cada afiliado. A partir de entonces se han establecido varios fondos similares, por ejemplo el Fondo de Justicia Social establecido en 1991 por los Trabajadores de Automóviles Canadienses; la Ayuda Sindical, creada en 1993 por el Sindicato Canadiense de Trabajadores Públicos; y el Fondo Humanitario, creado en 1996 por la Federación de Maestros de Escuelas Secundarias de Ontario (Marshall 1997). En Bélgica, Solidar es una alianza de ONG, sindicatos y grupos activistas de 15 países que mantiene vínculos con los partidos socialdemócratas y socialistas y con el movimiento sindical. Tiene actividades en las áreas de provisión de servicios sociales, cooperación internacional, ayuda humanitaria y la capacitación vitalicia. La Fundación Friedrich Ebert (FFE) en Alemania es quizá una de las organizaciones laborales mejor conocidas trabajando en el desarrollo. Fundada en 1925 (y proscrita durante el nazismo), la FFE promueve los valores de la socialdemocracia. Su programa de desarrollo-cooperación cuenta con la mitad de su presupuesto anual y se enfoca principalmente, entre otros fines, al fortalecimiento de sindicatos independientes, la promoción de la democracia, el fomento de medios independientes y la promoción de la paz y el respeto a los derechos humanos. La FFS también apoya la investigación y la elaboración de publicaciones, además de tener su propio programa de publicaciones sobre el sindicalismo. La sección 2 describe el trabajo de dos de estas ONG. Jackie Simpkins describe el programa “Lugar de Trabajo Mundial” establecido por la organización War on Want del RU. El programa es, en esencia, un paraguas para varias actividades que fomentan relaciones entre sindicalistas del RU y sus contrapartes del Sur, a fin de que ambos entiendan mejor cómo la globalización los está afectando, a la vez que promueve la solidaridad y el trabajo en común como fuerza internacional para defender los derechos de los trabajadores. Ken Davis describe las tensiones latentes y las negociaciones entre ONG de desarrollo y Union Aid Abroad (Ayuda Sindical en el Extranjero) (antes llamado Australian People for Health, Eduction and Development Abroad—Australianos por la Salud, la Educación y el Desarrollo en el Extranjero), y también entre las actitudes conservadoras o mal informadas entre sectores del movimiento sindical en torno al desarrollo internacional. Aunque algunos sindicatos se sitúen a la izquierda del espectro político, sus afiliados en lo individual pueden no ver los vínculos entre un posicionamiento a la izquierda y su opinión respecto de la “competencia” de trabajadores en países pobres. Existe, por tanto, una necesidad de educar a los afiliados y también defender en casa los derechos laborales. TRABAJADORES DEL SECTOR INFORMAL Y ALTERNATIVAS A LA SINDICALIZACION Un argumento frecuente de las ONG de desarrollo y organizaciones de incidencia del Sur, tales como, Focus on the Global South de Tailandia o Third World Network de Malasia, es que si bien millones de trabajadores están sindicalizados, sólo representan una fracción -de la fuerza de trabajo mundial. Las mujeres u hombres auto empleados o con actividades de subsistencia, principalmente en el sector agrícola, quienes representan más del 60 por ciento de la fuerza de trabajo en el Sur—no pueden afiliarse a un sindicato tradicional. Lo mismo ocurre con los trabajadores que laboran en el hogar, que realizan trabajo a destajo como engranes en la cadena productiva. Dentro del sector del empleo formal muchos trabajadores son impedidos de sindicalizarse o eligen no hacerlo. Para algunos analistas, el crecimiento de la economía informal en todo el mundo revela una decreciente incidencia de los sindicatos, además de que unos 900 millones de trabajadores están subempleados y otros 150 millones están desempleados (Bullard 2000,32). Por lo tanto, se argumenta, que el movimiento sindical formal no puede representar los intereses de la mayoría de los trabajadores. Otras críticas a la representatividad de los sindicatos destacan que su liderazgo está dominado por hombres y que las mujeres están subrepresentadas en los sectores industriales donde se encuentran tradicionalmente los sindicatos y donde probablemente tengan una mejor protección por la legislación laboral (ibid, véase también Banco Mundial 2003 y la nota 5 infra). Dejando al lado el contraagrumento de que tal legislación ha sido en muchos casos resultado de las luchas sindicales y que el movimiento laboral no tiene afán de avanzar a costa de trabajadores no sindicalizados, el hecho es que algunos de estos argumentos tienen validez. Sin duda el mundo laboral está cambiando velozmente, en especial en torno a la “flexibilización” del empleo y al fenómeno del “jefe virtual” (5) Si los sindicatos no pueden modernizar sus métodos de reclutar, movilizar y articular sus demandas, entonces los derechos de todos los trabajadores se socavarán aún más. A la inversa, el Banco Mundial ha concluido que la existencia de sindicatos fuertes y eficaces no sólo mejora las condiciones de sus afiliados sino también mejora la economía en su conjunto y la estabilidad social. (6) Los ensayos de la Sección 3 se enfocan principalmente en las trabajadoras en la economía informal o semi-informal y de la industria maquiladora. Ruth Pearson informa sobre una metodología de investigación-acción para dimensionar el empleo en casa mayormente de mujeres, a fin de indagar sobre la viabilidad de establecer organizaciones de trabajadoras en el hogar, a nivel nacional e internacional. Dar visibilidad a la cadena productiva que vincula a mujeres ocultas en distintas etapas de la producción es un paso importante para la organización. Marina Prieto y Carolina Quinteros investigan el crecimiento exponencial de las maquiladoras en Centroamérica con el cese de la guerra que destruyó la economía de la región durante la década de los 80. Dando mayor tratamiento a Honduras y Nicaragua, las autoras analizan las tensiones entre los sindicatos industriales tradicionales y el nuevo proletariado, integrado principalmente por mujeres jóvenes, muchas de ellas madres solteras a cargo de su familia. Los métodos anteriores de lograr la organización son no sólo inviables dentro de la maquila (dónde los patrones son conocidos por reprimir cualquier intento de sindicalización), además de no responder a las prioridades de la fuerza de trabajo femenina. Las organizaciones de mujeres que trabajan por los derechos laborales y se vinculan con los movimientos en contra de las maquiladoras han tenido más éxito, pero a costa de las relaciones con los sindicatos locales. Angela Hale de Women Working Worldwide (Mujeres Laborando Mundialmente) muestra cómo los sindicatos y las ONG frecuentemente se encuentran alrededor del mismo deseo de mejorar las condiciones en las cadenas mundiales de producción y distribución. Hale postula que si bien los dos tipos de organización tienen formas distintas de trabajar, pueden de todas maneras colaborar y, conforme se fortalece la colaboración, existe la posibilidad de crear lo que la autora llama nuevas formas de internacionalización del trabajo. CODIGOS DE CONDUCTA LABORALES El promover códigos de conducta laborales es una de las principales razones por las que las ONG se han acercado en años recientes a los temas laborales, sea desde una perspectiva de la defensa de los derechos o bien como un objetivo para movilizar el apoyo público mediante campañas. El argumento de que los consumidores tienen algo de responsabilidad por las malas condiciones de trabajo tiene importantes asideros morales y educativos. Poca gente se sentiría cómoda al saber que usar ropa producida en condiciones de esclavitud o explotación, o al comer alimentos producidos por campesinos sin el ingreso suficiente para alimentar a sus hijos. Resulta obsceno el hecho de que haya niños sin posibilidad de jugar por tener que trabajar en la producción de equipos deportivos. Enfocándose en casos de extrema explotación, o donde es claro el vínculo entre las opciones del consumidor y la opresión de otros seres humanos, las ONG pueden elaborar una campaña tradicional, es decir, un problema concreto, un “malo” contra el cual movilizar y una solución concreta mediante un código de conducta. En realidad ni el panorama ni la solución son tan sencillos. Existen bastantes críticas a los códigos de conducta. Por ejemplo, de que son mayormente fachadas para el consumo público y no logran cambios reales en las empresas (Utting 2000), o que ocultan la necesidad de cambios estructurales, mediante leyes fuertes y el obligado cumplimiento de las cláusulas sociales. A las ONG se les acusa de tener un compromiso de corto plazo y que están demasiado preocupadas por el protagonismo, mientras que los sindicatos tienen papeles de largo plazo y menos vistosos. Quizá la crítica más grave apunta a que la elaboración y el monitoreo de códigos de conducta han permitido con frecuencia que las ONG y las empresas lleguen a acuerdos bilaterales, permitiéndoseles a éstas evadir la negociación con sus empleados o sus representantes. Las ONG responden que ellas se enfocan en las industrias donde los sindicatos son débiles o simplemente no existen. Rainer Braun y Judy Gearhart abordan estas tensiones con decisión. Para ellos el tema en el fondo tiene que ver con las diferencias entre los sindicatos y las ONG en torno al poder político. Los sindicatos buscan el poder y funcionan en un ambiente de negociaciones y compromisos políticos; mientras que las ONG buscan alejarse de los ambientes políticos para preservar su papel de vigilantes. Los éxitos de corto plazo son posibles, pero se sostendrán en el largo plazo sólo si hay una auto representación de los directamente afectados, en este caso los trabajadores. Es decir, la prueba del añejo consiste en si las acciones de las ONG facilitan o inhiben el objetivo de largo plazo. Ronnie D. Lipschutz postula en forma similar que los impactos logrados en la sociedad más amplia del país anfitrión son en última instancia más importes que la aplicación en sí de los códigos de conducta. En opinión del autor, el objetivo real es mejorar las condiciones legales, políticas y sociales para los trabajadores, más que intentar incidir en la conducta de las empresas mediante la coerción de consumidores. Lance Compa ha escrito prolíficamente sobre este y otros temas similares y nos da gusto poder reproducir en esta páginas un ensayo publicado originalmente en la revista International Union Rights del Centro Internacional para los Derechos Sindicales (Internacional Centre for Trade Union Rights—o ICTUR en inglés). El autor reconoce que tanto sindicatos como ONG comparten el deseo de poner fin a prácticas abusivas empresariales y de restringir el poder corporativo en la economía global. Reconoce que existen tensiones reales entre ambas organizaciones, respecto a tácticas y al análisis de la justicia social en la economía globalizada. Sin embargo, los dos tienen más en común entre ellos que con las corporaciones, el gobierno o con la agenda neoliberal que establece que el libre comercio elevará las normas laborales. En los casos donde las ONG pueden responder rápidamente y dada la débil presencia de sindicatos en la fábrica, los códigos pueden ser una ventaja valiosa. Neil Kearney y Judy Gearhart también investigan si los códigos de conducta pueden ayudar a los trabajadores a organizarse, en especial en situaciones donde los sindicatos son reprimidos. Su análisis se enfoca específicamente en un proyecto conjunto entre la Federación Internacional de Trabajadores de Ropa y Piel y la ONG Social Accountability International (Transparencia Social Internacional), cuyo propósito es ayudar a los trabajadores a entender como usar los códigos en su beneficio, en la construcción de estrategias de organización y educación ya existentes. ESTUDIOS DE CASO La sección 5 presenta una serie de estudios de caso contrastantes de varias partes del mundo. Algunos destacan la colaboración y otros demuestran los caminos paralelos por los que transitan sindicatos y ONG. Todos apuntan a la imperiosa necesidad de contar con un marco legal y social para regular las actividades de ambos sectores y de la importancia del contexto político más amplio. E. Remi Aiyede examina el papel de las ONG de derechos humanos en la democratización de Nigeria, enfatizando sus alianzas con sindicatos (los cuales fueron blanco de la represión gubernamental) para ayudar a construir un consenso amplio por el cambio dentro de la sociedad civil. Jane Lethbridge ofrece dos ejemplos detallados de la colaboración entre ONG y sindicatos en el sector salud, al unirse en oposición a la privatización del sector salud en Malasia y, uniéndose nuevamente, para apoyar políticas y acciones sobre el VIH/SIDA en Sudáfrica. Jonathan Ellis examina una campaña en el RU que defendió los derechos de los aspirantes al asilo político y que dio como resultado una alianza única (y a veces incómoda) entre Oxfam GB, el Consejo para Refugiados y el Sindicato de Transportistas y Generales. La campaña tuvo éxito en términos de logros inmediatos, pero no condujo a una colaboración de largo plazo, aunque las partes aprendieron bastante sobre la importancia de transigir para poder construir la alianza. Elaheh Rostami Povey compara el papel de los sindicatos y el de las ONG de mujeres en Irán en donde, hasta la fecha, existe poco intercambio entre estos sectores. La autora establece que las ONG de mujeres tienen mucho que aportar al movimiento laboral en términos de una mayor sensibilidad hacia temas de género y a las necesidades específicas de las trabajadoras. En cambio las ONG se verían beneficiadas al concebir sus proyectos desde una perspectiva de profundos cambios estructurales. Satendra Prasad y Darryn Snell analizan la problemática sindical en tres países del Pacífico Sur: Papúa Nueva Guinea, las Islas Fidji y las Islas Salomón. La región ha experimentado bastante efervescencia política y económica en años recientes y en este contexto los sindicatos han mantenido una agenda de promoción de la justicia social a la vez que defienden los intereses de sus agremiados. Existen mucho otros matices sobre este tema y el presente tomo no pretende abarcar todo. Tampoco tiene la última palabra. Sin embargo es nuestra esperanza que estos ensayos contribuyan a una mayor comprensión entre los distintos sectores y tipos de organizaciones aquí revisados, sindicatos, ONG, organizaciones de derechos laborales y humanos, redes de trabajadores en casa, académicos-activistas y promotores sindicales. Deseamos también que los sindicatos y las ONG de desarrollo puedan observarse con la lente del otro y así deshacerse de sus supuestos, imágenes propias, perspectivas y así ver cómo “el otro” y los demás los perciben. El respeto mutuo depende del reconocimiento y la incorporación de diferencias, y no de la imposición de la uniformidad. La colaboración real sólo se da con el respeto. En cambio, y como lo demuestran los autores aquí reunidos, prácticas que se interpreten como ajenas a las de las organizaciones progresistas de la sociedad civil sólo beneficiarán a las fuerzas opositoras a los derechos laborales y a la justicia social y económica para todos. Existe mucho en riesgo. NOTAS 1 Development in Practice,14, números 1 y 2 (febrero 2004). 2 El sitio web del Banco Mundial, por ejemplo, establece que existen “entre 6 mil y 30 mil ONG nacionales en países en desarrollo” y que “más del 15% de toda la ayuda para el desarrollo internacional se canaliza a través de ONG (consultado el 12 3 4 5 6 de diciembre, 2001). La lista de ONG con calidad de consultoras del ECOSOC contiene 60 páginas de unas 40 organizaciones por hoja—equivalente a una ONG por día durante seis años y medio o casi una ONG por minuto durante 24 horas. Y es sólo la punta del iceberg. El Artículo 23 establece: “(1) Todos tienen el derecho al trabajo, a optar libremente entre empleos, a condiciones justas y favorables en el trabajo y a la protección contra el desempleo. (2) Todos, sin discriminación, tienen el derecho a un pago igual por un trabajo igual. (3) Todos los que trabajan tienen el derecho a una remuneración justa y favorable para asegurarse a sí mismo y a su familia una existencia digna y, de ser necesario, a suplementos mediante otras formas de protección social. (4) Todos tienen el derecho a formar y afiliarse a sindicatos para la protección de sus intereses.” Las normas laborales básicas son (1) el derecho a organizarse y realizar negociaciones colectivas, (2) el derecho a la igualdad en el trabajo, (3) la abolición del trabajo infantil y (4) la abolición del trabajo forzado. Estas normas sirven de “derechos facultativos” en tanto crean condiciones que permiten acceder a otros derechos laborales importantes. Los sindicatos han luchado para que las normas laborales básicas sean reconocidas a nivel internacional para conseguir un lugar de trabajo civilizado, digno y sustentable, independientemente de la etapa o naturaleza del desarrollo nacional. Uno de los objetivos principales de organizaciones consumidoras, como la Campaña por una Ropa Limpia (Clean Clothes Campaign) o la del Trabajo detrás de la Etiqueta (Labour Behind the Label) es rastrear las fusiones entre empresas para revelar quién es el dueño de qué. Las empresas con frecuencia son dueñas de una amplia gama de productos que se venden mediante marcas distintas. Un consumidor podría boicotear un producto sin saber que una marca rival, supuestamente sin problemas, pertenece en realidad a la misma empresa. Al mismo tiempo, la subcontratación transnacional significa que los mismos trabajadores pueden no saber para quién están trabajando. Un informe difundido en febrero 2003, basándose en más de mil estudios sobre el impacto de los sindicatos y la negociación colectiva, encontró que en países industriales y en desarrollo sin distinción, los sindicalista ganan más, trabajan menos horas, reciben más capacitación y tienen más antigüedad en el trabajo que sus similares no sindicalizados. Además, el diferencial en salarios entre trabajadores cualificados y no cualificados, y entre mujeres y hombres, son menores en donde existen sindicatos (Banco Mundial 2003). La conclusión evidente es que el sindicalizarse es bueno para los trabajadores y bueno para la economía—algo que vienen diciendo los sindicatos desde su fundación hace más de un siglo.