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MACROECONOMÍA Y CRISIS Diego Guerrero (ed.) Prólogo José Luis Sampedro: "Antes y después de lo económico" Presentación PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO Y MACROECONOMÍA HETERODOXA Diego Guerrero, Depto Eª Aplicada V, Universidad Compluense de Madrid; diego.guerrero@cps.ucm.es I. Nuevos fundamentos teóricos para una macroeconomía alternativa INFLACIÓN Y DESEMPLEO: UNA ALTERNATIVA A LA ECONOMÍA LIBERAL Anwar Shaikh, New School for Social Research (Nueva York), shaikh@newschool.edu EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DESDE UNA PERSPECTIVA CLÁSICA Duncan Foley y Adalmir Marquetti, New School for Social Research (Nueva York), foleyd@newschool.edu UN CICLO ENDÓGENO DE LA TASA DE GANANCIA Alan Freeman , University of Greenwich (R. U.), A.Freeman@greenwich.ac.uk LOS TIPOS DE CAMBIO REALES Y LOS MOVIMIENTOS INTERNACIONALES DE CAPITAL Anwar Shaikh, New School for Social Research (Nueva York), shaikh@newschool.edu II. La mundialización de la economía, y la economía española DOS VERSIONES DE LA MUNDIALIZACIÓN: GEORGES SOROS Y SAMIR AMIN José Mª Vidal Villa, Depto. Eª Internacional, Universidad de Barcelona, jvidal@eco.ub.es LA VULNERABILIDAD DE LOS MODELOS ECONÓMICOS NEOLIBERALES Miren Etxezarreta, Depto. Eª Aplicada, Universidad Autónoma de Barcelona, Miren.Etxezarreta@uab.es LA ALDEA GLOBAL: EL PROYECTO Y LA REALIDAD Jesús Albarracín, Servicio de Estudios, Banco de España, Madrid, jag75210@teleline.es, albarra@teleline.es DEPAUPERACIÓN OBRERA EN LOS PAÍSES RICOS: EL CASO ESPAÑOL Diego Guerrero, Depto Eª Aplicada V, Universidad Complutense de Madrid; diego.guerrero@cps.ucm.es III. La crisis financiera del capitalismo global CAPITAL FINANCIERO Y NEOLIBERALISMO: UN ANÁLISIS DE CLASE Gérard Duménil y Dominique Lévy, Universidad de Paris-Nanterre y CEPREMAP-CNRS; dumenil@u-paris10.fr; dominique.levy@cepremap.cnrs.fr ELEMENTOS PARA UNA DISCUSIÓN DE LAS TEORÍAS MARXISTAS DE LAS CRISIS FINANCIERAS Paolo Giussani, ex-director de Plusvalore. Studi di Teoria i Analisi Economica; 106642.534@compuserve.com DEUDA, RENTABILIDAD Y CRISIS ECONÓMICA: UNA PERSPECTIVA DINÁMICA Andrew Kliman, Dept. Social Sciences, Pace University, N. York; Andrew_Kliman@classic.msn.com TENDENCIAS RECIENTES EN LA PROPIEDAD DE LA RIQUEZA EN LOS ESTADOS UNIDOS Edward Wolff, Dept. of Ecoomics, New York University; wolffe@fasecon.econ.nyu.edu EL CAPITAL FINANCIERO, UN SIGLO DESPUÉS DE HILFERDING Paul Mattick, jr, Adelphi University, N. York; mattickp@is3.nyu.edu IV. Las consecuencias de la crisis global para las economías regionales LA CRISIS ACTUAL DE LA ECONOMÍA USA: ¿DEPRESIÓN EN EL 2000? Fred Moseley, Mount Holyoke College, Massachusetts; fmoseley@mtholyoke.edu DIFERENCIAS NACIONALES DE SALARIOS MEDIOS: EL CASO DE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS Alejandro Valle, División de Posgrado, Universidad Nacional Autónoma de México, México, DF; valle@servidor.unam.mx LAS CRISIS FINANCIERAS Y PRODUCTIVAS EN ASIA ORIENTAL (1997-1999): UN ANÁLISIS CRÍTICO Pablo Bustelo, Depto. Eª Aplicada I, Universidad Complutense de Madrid; bustelop@ccee.ucm.es Epílogo REFLEXIONES PERSONALES SOBRE EL I SEMINARIO INTERNACIONAL COMPLUTENSE NUEVAS DIRECCIONES EN EL PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO Carlos Berzosa, Depto Eª Aplicada I, Universidad Complutense de Madrid; ecap100@sis.ucm.es PRÓLOGO: JOSÉ LUIS SAMPEDRO: ANTES Y DESPUÉS DE LO ECONÓMICO Casi un fósil de la economía, yo todavía he estudiado con los Principios de Marshall, con la Economía de Pareto, y cuando Keynes era poco menos, o poco más, que un joven revolucionario. De modo que vengo de las brumas del pasado y me siento un poco olvidado, y agradezco mucho a mis colegas que me hayan llamado. Y que me hayan llamado precisamente para un acto como éste. Porque si algo necesita la Economía es crítica. La economía oficial vigente es algo absolutamente inaceptable. No quiero decir con esto que todo lo que dice no es verdad: dice muchas cosas que son verdad, pero no son suficientemente verdad. Y, además, está teñido por creencias que son totalmente anacrónicas. No puedo extenderme --yo había preparado una bonita intervención de dos o tres horas para tratar estos temas--, pero se me ha pedido que abrevie, y eso salen ustedes ganando. ¿Qué quiero decir con lo de "de antes de la Economía"? Pues que antes de la Economía hace falta una base, unos cimientos, unos fundamentos sobre los cuales edificar la Economía. Y, como la Economía es una ciencia social, esos fundamentos son la sociedad. Y, como la sociedad la constituyen las personas, el problema de las personas es decisivo para la Economía. No se puede hablar de desarrollo económico, ni de inflación ni de nada parecido sin hablar del comportamiento de las personas. Y el comportamiento de las personas se deriva de su educación. Y su educación determina sus creencias. Porque, frente a quienes creen que todo lo que se puede hacer en economía es cuantificable y susceptible de modelo, están los que creemos que, al contrario que en las ciencias naturales, aquí, en una ciencia social, operamos también, no sólo con hechos contrastables empíricamente, sino también con creencias. Y las creencias son fundamentales. Hay ahora un interés, más creciente que en mis tiempos, por la calidad de las personas, como sujetos de la economía. Se habla ya --y a mí me parece una denominación horrenda, porque es cosificar al ser humano-- de capital humano. Y hay unos índices de desarrollo y de otros tipos que antes no existían. Pero, de todas maneras, el interés por la educación no es suficiente. Y en la educación, quisiera destacar --sólo enumerándolas, porque quiero ser muy breve-- dos cosas. Y quiero ser muy breve porque mi función aquí es esencialmente la de telonero. Y es una función que ejerzo con orgullo: el telonero es el que aparece primero, es el menos importante de todo el espectáculo para decir. "Pasen, señores, pasen; van a ver ustedes lo bonito que es lo que hay dentro". De modo que lo voy a hacer así, y por eso sólo enunciaré las cosas. En la educación hay sobre todo --entre las creencias que se nos infunden a todos nosotros, en el mundo occidental que conocemos--, hay dos hechos importantísimos. Uno, las creencias religiosas. Desde el punto de vista del desarrollo económico, la autoridad eclesiástica es un lastre para el desarrollo. La Iglesia es enemiga de la ciencia a lo largo de toda su historia. la Iglesia es enemiga de la mujer; lo que quiere decir que anula los esfuerzos de la mitad de la humanidad y, por consiguiente, es un lastre. Y a mí me asombra tremendamente que, cuando me han enseñado, cuando nos enseñan Historia Económica de España, se escamotee constantemente la tremenda responsabilidad del pensamiento clerical a lo largo de los siglos primeros de la Edad Moderna, como factores del retraso que explican la decadencia económica de España. No es el único factor, evidentemente; pero tuvo un peso tremendo. Si alguna vez tenéis tiempo, leeos algunos de los ensayos de Feijoo y veréis cómo Feijoo, el padre Feijoo, un benedictino, tiene que defender a los protestantes, físicos y científicos, que, aunque sean protestantes, dicen cosas que son verdad. Cosas que negaban, apoyándose en la Biblia, los colegas de Feijoo. El peso de la Iglesia durante esos siglos fue decisivo. Y eso se nos escamotea en general. Ha habido historiadores que lo han tratado; pero no se pone énfasis en la cuestión. El segundo aspecto --y no voy a insistir mucho en él, porque precisamente este Seminario está convencido de lo que digo-- es el problema del pensamiento único, el liberalismo y todo lo demás. No voy a atacar el liberalismo desde el punto de vista de si es mejor o es peor. En mi opinión, nunca habrá un sistema social totalmente bueno, igualmente bueno para todo el mundo. Porque en la sociedad hay intereses contrapuestos. Y los sistemas sociales son básicamente ideologías, no verdades científicas, aunque en parte lo son y se apoyan en esa parte; pero son ideologías. Y su función está, consiste, en legitimar el poder que está en ese momento, legitimar a quien se encuentra disponiendo de ese poder. El liberalismo fue positivo, fue útil, fue valioso en sus comienzos, cuando entró a legitimar un gran cambio de poder que se producía en la sociedad europea de la época. En aquel momento, el poder se trasladaba desde el poder feudal de las tierras, de la nobleza y del clero a los comerciantes, a los empresarios. Y empezaba a emerger un nuevo poder social. Y en ese momento, el liberalismo, el capitalismo, favoreció la expansión de fuerzas productivas, y favoreció el progreso de la técnica. Y en ese sentido digo que es positivo. Pero, hoy, es anacrónico. No es que sea malo: es que es anacrónico, es que es anticuado; es que no sirve para resolver los problemas. Nunca fue verdad el hecho de que el mercado sea la libertad. Pero, hoy, es menos verdad que nunca. Lo que pasa es que los señores neoliberales padecen una enfermedad frecuente en los creyentes de todas clases, sean religiosos o laicos. Es la ceguera del creyente: cuando alguien cree a pies juntillas en alguna cosa, ya no puede ver, no ve lo contrario a sus creencias. Ni siquiera mira: no le interesa, vive con arreglo a sus creencias. Eso es importantísimo en las ciencias sociales: el hecho de que en las ciencias sociales es verdad lo que creemos que es verdad, no lo que podemos contrastar empíricamente, como se hace en las ciencias naturales. Es otro tipo de conocimiento; y eso se olvida con frecuencia. Pues bien, padecen la ceguera del creyente y siguen afirmando que el mercado es la libertad, cosa que no hay más que asomarse al mercado para comprobar, primero, que sin dinero, uno no tiene ninguna libertad en el mercado, segundo, que en el mercado, dominan los fuertes. Y que, además, disponen de unos medios de publicidad, de dominio, de vendernos lo que quieren vendernos, y no lo que nosotros queremos que nos vendan. Y que eso está al alcance de cualquier observador. Salvo que sea un ciego, un ciego con la ceguera de los creyentes. De modo que nos encontramos con una situación distinta. Y lo grave del asunto no es el mercado económico. El mercado es imprescindible en un sistema social para el intercambio de los bienes. Lo malo es que por ese lado, por este camino, se ha llegado a que toda la sociedad sea un mercado, a que vivamos en una sociedad de mercado, es decir una sociedad en la cual el valor de algo lo decide el mercado; incluso el valor de los sentimientos, incluso el valor de las cosas no cuantificables, incluso el valor de un bosque, de un paisaje, de un espectáculo. Si el mercado no le atribuye un precio, se piensa que nada tiene valor. Nuestro poeta Antonio Machado, a principio de este siglo, lo dijo en una coplilla: "Cualquier necio confunde valor y precio". No es lo mismo valor y precio. Pero para los entusiastas del mercado, el precio es lo importante. Y lo que vale mucho, aunque valga, aunque sea el amor, aunque sea la amistad, aunque sea la exaltación lírica o poética, si el mercado no lo aprecia, no interesa, no vale. Y eso es una aberración. En esta sociedad de mercado, las decisiones se toman, sobre todo, según el beneficio. Y el beneficio puede ser, y es, una orientación, una brújula útil para la empresa, porque la función de la empresa es hacer beneficios. De modo que una empresa, cuando hace beneficios, está en su papel. Pero el papel del hombre y de la mujer, el papel de la persona, no es ganar más dinero, no es la misión suprema de nuestra vida. Ni es el goce supremo de la vida. La misión de la sociedad no es siempre el beneficio. De modo que, el liberalismo comete el error terrible, del que puedo poner como ejemplo una frase del que fuera Ministro de Defensa del presidente Eisenhower. Eisenhower nombró ministro de Defensa a Charles Wilson, que era el presidente de la General Motors, y cuando el Comité del Senado le preguntó si se consideraba capaz de representar los intereses de los Estados Unidos, dijo con esta frase definitoria: "Claro que soy capaz porque estoy dirigiendo la General Motors, y lo que es bueno para la General Motors, es bueno para los Estados Unidos". No es verdad. Lo que sirve para ganar dinero a la General Motors no es necesariamente bueno para los Estados Unidos. En este momento, la General Motors y muchas empresas van a ganar muchísimo dinero con lo que estás pasando en Kosovo y en Serbia. Y eso no creo que sea bueno ni para Serbia, ni para Kosovo ni para los Estados Unidos ni para Europa. De modo que es una falsedad tremenda. La sociedad de mercado es una tremenda falsedad. El beneficio es una guía eficaz para la empresa, pero no es una guía eficaz para la vida ni para la persona. De modo que han cambiado las cosas, aparecen nuevos poderes. Hoy, los que mandan no son ya los Krupp o los Rockefeller, los grandes empresarios que producían mercancías en aquella época, sino los capitalistas especuladores, como los George Soros o las grandes empresas, cuyos nombres, en general, ni siquiera conocemos. Hoy estamos en esa globalización que es en parte verdad --porque mandan sobre todos--, pero en parte mentira, porque dentro no se benefician más que los globalizados. Y hoy hay otra nueva transferencia de poder. Voy a leer una simple frase del que fue presidente del Bundesbank alemán, Hans Tietmeyer: "Los mercados financieros desempeñarán cada vez más el papel de gendarme. Los políticos deben comprender que, desde ahora, están bajo el poder de los mercados financieros". Es lo que está pasando con el Banco Central Europeo. Los políticos están bajo el poder de los mercados financieros. Y eso quiere decir que los ciudadanos estamos bajo el poder de los mercados financieros, porque los ciudadanos, de vez en cuando, votamos a los políticos --aunque no nos hagan mucho caso--, pero nunca votamos a los presidentes de los mercados financieros. De modo que hemos cedido el poder y ha habido una transferencia de poder. Todos esos cambios hacen mucho más anacrónico todavía al liberalismo. No voy a insistir más en este aspecto. Éstas son las cosas --las dos creencias básicas-- que están antes de la Economía. Voy terminar brevemente hablando del "después de la Economía". ¿Qué hay después? ¿A dónde va la economía? ¿Cuál va a ser la economía del año 2020, 2025, cuando vosotros estéis en la madurez y ejerciendo vuestras profesiones?. No lo sé, evidentemente; no lo sé. Pero quisiera apuntar algunos cambios fundamentales. Hay tremendos cambios de metodología. Frente a los análisis parciales y causales que yo utilicé y que me enseñaron, y que yo estudié, hoy el análisis es mucho más un análisis sistémico, un análisis de interdependencia. Y frente a aquella obsesión por el equilibrio en que se movían los economistas clásicos, hoy, no sólo la economía, sino la ciencia toda, está trabajando a base de conceptos como el caos, las catástrofes, los desequilibrios o sus consecuencias. Todo eso son nuevas metodologías. Pero, además, nos esperan revoluciones científicas que están ya empezando, en las puertas, y que van a ser de unas consecuencias completamente imprevisibles. Se habla de la era de la informática. Hay algo más importante todavía: la revolución de la genética no sabemos lo que va a introducir. No se puede guiar la genética con el criterio del beneficio. El liberalismo es completamente inútil y ciego para afrontar los problemas de la genética. ¿Qué va a ser de los seres humanos? ¿Qué vamos, qué vais, o qué van a poder hacer con los seres humanos? Y, al mismo tiempo, hay los avances de la neurobiología. Mirando entre la genética y la neurobiología, ese concepto y esa idea del alma, que ya dejó con un tatarantán el buen Freud, no sé en qué va quedar. De modo que todo esto son cambios sobre creencias, cambios sobre problemas. Cambios. Me parece a mí que, además del pensamiento de la economía, que es el que vais a estudiar aquí, hace falta, incluso, ir empezando a pensar en un nuevo paradigma de la economía para enfrentarlo al liberalismo. Porque, mientras no tengamos un nuevo paradigma, no lo desmontaremos. Porque respalda intereses establecidos. Y, construir un nuevo paradigma tiene una dificultad extraordinaria, porque resulta que hay que trabajar con las categorías, los conceptos, las estadísticas elaborados por los del paradigma viejo, anacrónico y estropeado. Es muy difícil hacer eso; pero a mí me parece que hay que hacerlo y que es posible hacerlo. Con las piedras de las basílicas visigodas se hacían las mezquitas musulmanas. Y con las piedras de las mezquitas hicieron los cristianos las iglesias. Con las piedras del liberalismo hay que reconstruir, remodelarlas, construirlas de otra manera y hacer una nueva teoría. Una nueva teoría en la cual, en vez de hacer una sociedad de mercado, hagamos un mercado de sociedad. Es decir que, reintegremos la economía como ciencia social. Que, en vez de la Economics que ahora se estudia, pasemos a la Political Economy que se estudiaba en otros tiempos. Con esto --y me temo que he pasado en cinco minutos del cuarto de hora en que había quedado mi media hora--, termina el telonero. Soy el telonero, el que tiene la menor importancia de cuantos están aquí. Y ahora se levantará el telón, ahora veréis de verdad trabajos importantes, serios. Yo me alegro de que en esta Universidad, en esta Facultad, que fue la mía y de la que me honro en proceder, se reúna un plantel tal de científicos de primera categoría, de científicos con espíritu crítico y de científicos buenos, para iros preparando para la economía del año 2020. Muchas gracias. PRESENTACIÓN Diego Guerrero1[1]: PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO Y MACROECONOMÍA HETERODOXA Agradecimientos Los trabajos que se recogen en este libro son, en su mayoría, el fruto del Primer Seminario Internacional Complutense sobre Nuevas direcciones en el pensamiento económico crítico, celebrado en mayo de 1999 en el campus de Somosaguas, con el apoyo, principalmente, del Vicerrectorado de Relaciones Internacionales de la U.C.M., y de las Facultades de CC. Políticas y de Económicas. Desde el primer momento en que me dirigí al profesor Sampedro, primer catedrático de Estructura Económica que ha habido en España --aunque para los estudiantes actuales sea hoy mucho más conocido como novelista que como economista, o metaeconomista, como a él le gusta autodefinirse--, éste hizo gala de su bien conocida predisposición incondicional a ayudar a todo cuanto sea desarrollar el espíritu crítico de la comunidad académica, en particular, y de la sociedad en general, y se mostró encantado en participar en el Seminario, como Presidente de honor del Comité Organizador, y como la persona que daría la charla de bienvenida a los asistentes, que ahora figura como prólogo de este libro. Por consiguiente, es a él a quien corresponde nuestro primer respetuoso y sincerísimo agradecimiento. El profesor Carlos Berzosa, amigo y discípulo de José Luis Sampedro, y a su vez maestro y amigo mío, fue la persona con quien más tiempo discutí los detalles y menudencias organizativas que conlleva un acto de este tipo, y al que más tiempo le robé por esta razón. Como siempre, se mostró más generoso en ideas y apoyos de lo que en justicia se le puede pedir a un amigo, y no sólo estuvo presidiendo las sesiones en varias ocasiones sino que hizo posible su prolongación por varios medios, incluido un interesante debate en el Colegio de Economistas, que contó con la participación de varios de los invitados extranjeros. Otros muchos colegas y amigos de los comités científico y organizador del Seminario, de mi Departamento, o de otros lugares, que también ayudaron de una u otra forma a la celebración de este Seminario, deben ser reconocidos aquí a justo título, aunque la falta de espacio me obligue a hacerlo de forma anónima y colectiva. Por supuesto, el Seminario hubiera sido imposible si no hubieran accedido todos los invitados extranjeros a venir a Madrid, no sólo sin poner ningún tipo de condición, sino derrochando entrega y buen hacer a cambio de nada, e incluso haciendo arreglos de calendario y otros esfuerzos adicionales sólo por tener la oportunidad de participar juntos en un acto de este tipo. El mero hecho de que un núcleo tan prestigioso de economistas, mundialmente conocidos en su campo y especialidad, nos hicieran el honor de aceptar la invitación de la UCM, es algo que nos llena de legítimo orgullo; y 1[1] Depto. Eª Aplicada V; Fac. CC. Políticas y Sociología; Campus de Somosaguas; Universidad Complutense de Madrid; tel. (34) 91-394.2824/08, fax (34) 91.394.2810; email: diego.guerrero@cps.ucm.es; véase: http://www.geocities.com/CollegePark/Plaza/4033/ y http://www.ucm.es/info/bas/ec/ que me corresponde a mí, como presidente del comité organizador, agradecer con todas mis fuerzas y sinceridad. Contenido del libro Como se puede observar en el índice, el libro está dividido en cuatro partes. En la primera, se recogen los trabajo de naturaleza más teórica, que pretenden abrir nuevas vías a la hora de elaborar análisis alternativos a la macroeconomía convencional, desde el punto de vista de los fundamentos de las teorías clave de este campo de la economía, como son las teorías del desempleo y la inflación, del crecimiento y los ciclos, o del comercio y la competencia internacional y los tipos de cambio. En la segunda, se recogen los trabajos que se refieren a las relaciones entre el nivel anterior y el análisis de la economía española, ya sea en el terreno de la política económica, en el de los cambios estructurales de la misma o en el de la repercusión de ciertas ideas claves en el marco de la literatura internacional sobre la materia. En cuanto al tercer apartado, se recogen en él los trabajos que tratan más de cerca la cuestión, cada día más central en nuestra época, del lado financiero de la economía, y, por consiguiente --cosa lógica, tratándose de un libro que analiza la Macroeconomía en relación con las diversas manifestaciones del fenómenos de las crisis--, del lado financiero de la crisis económica contemporánea y de su contribución a la depresión. Por último, en la última sección del libro se recogen los trabajos que analizan las consecuencias que tienen las crisis de esta época de globalización sobre regiones específicas de nuestra economía mundial, de especial relevancia, como son los Estados Unidos, América Latina y Asia. a) Nuevos fundamentos teóricos para una macroeconomía alternativa El primer trabajo de Anwar Shaikh --autor del que sólo se conoce en español una pequeña parte de su extensa obra (véanse su libro, editado en Colombia, de 1990, el artículo recogido en la recopilación de Vegara, 1977?, y su famoso artículo sobre la función de producción, en el que destrozaba los fundamentos lógicos de la función de producción del premio Nobel Robert Solow-- se refiere al núcleo mismo de la Macroeconomía, como son las teorías de la inflación y del desempleo, así como de sus relaciones mutuas. Tras poner en evidencia tanto a la Macroeconomía neoclásica como a la keynesiana y postkeynesiana (kaleckiana), Shaikh demuestra en el artículo que en ambas versiones la inflación aparece como un fenómeno vinculado al pleno empleo ( o a su cercanía), lo cual viene contradicho por la experiencia histórica y la evidencia empírica disponible de las últimas décadas. Tras el análisis de esta evidencia, Shaikh propone una teoría alternativa de la inflación, que, además de ser compatible con la explicación marxiana del desempleo (como ejército industrial de reserva) y con la evidencia histórica, hace uso de un nuevo concepto, el troughput coefficient (esfuerzo de acumulación**), que demuestra tener una amplia correlación empírica con el con el comportamiento de las tasas reales de inflación en los países de la OCDE. El artículo de Foley --autor bien conocido, como uno de los creadores, junto a G. Duménil, también coautor de este libro, de la llamada Nueva Interpretación del problema de la Transformación de los valores en precios de producción (véase Foley, 1982, y, en español, 1985?-- y Marquetti se centra en la cuestión de las pautas estructurales que se observan en la evolución secular del crecimiento económico. Tras discutir las distintas formas de progreso técnico que se observan en la realidad de las economías actuales --para lo que hacen uso de esa estupenda base de datos que supone los trabajos de la Penn World Table, con estadísticas homogéneas y comparables para más de cien países--, los autores concluyen que, tanto en los dos casos que estudian con más detalle (Estados Unidos y Brasil), como en el resto de los países, se observa una pauta general de cambio técnico del tipo de las conocidas como "sesgado a la manera de Marx" (es decir, lo que éste llamaba cambio técnico acompañado por un aumento de la composición orgánica del capital). Lo novedoso de este trabajo no es tanto el resultado en sí, ya obtenido muchas veces por otros autores, sino la extensión y solidez con que se manejado en esta ocasión el material estadístico, así como el uso del instrumental analítico sraffiano, una de cuyas variantes --la curva de eficiencia-- se convierte en el instrumento visual inmediato de análisis más utilizado en el trabajo. El artículo de Alan Freeman --uno de los máximos representantes de la que va camino de convertirse en una nueva escuela (véase Freeman y Carchedi, 1994) dentro de la tradición de economía marxista, conocida como el enfoque del Temporal Single System (o sistema único y temporal), que se contrapone polarmente a la interpretación de la teoría del valor que predomina en el terreno de la economía matemática walrasianosraffiana, apoyándose en una visión único de los así llamados espacios de valor y de precios, y una perspectiva que pretende ser dinámica, y no estática-- pretende ser un modelo de ciclo endógeno construido a un nivel de sencillez extremo, pero donde la fuerza del movimiento cíclico estriba en una sola variable, como es la tasa de ganancia media de la economía. De clara inspiración marxista, Freeman construye sobre los modelos bien conocidos de Godwin, con el objetivo declarado, no de llegar a conclusiones directamente realistas, sino de descartar la necesidad, defendida por algunos, de recurrir a otras variables como exigencia necesaria para obtener las citadas fluctuaciones cíclicas. Por último, un segundo artículo de Anwar Shaikh cierra este primera parte del libro. Creemos que el trabajo de Shaikh en relación con la extensión de la teoría marxiana de la competencia, desde el ámbito general al caso particular de la economía internacional -es decir, en un contexto donde existe una pluralidad de divisas y se plantea, por tanto, la cuestión de los determinantes a largo plazo de la evolución de esos tipos de cambio reales-- es de muy primera importancia teórica, porque, como ha demostrado en trabajos previos sobre este mismo tema, supone, en primer lugar, romper con la tradición dominante dentro de la economía marxista, que desconoce la teoría de la competencia de Marx, bien porque la sustituye con la teoría burguesa del monopolio y de la competencia imperfecta, bien porque usa conceptos marxistas como el intercambio desigual (véase Emmanuel, 1969) para romper con la tradición de Marx, basada en la teoría de la ventaja absoluta y la competitividad basada en la ventaja de costes unitarios reales (a nivel internacional e intrasectorial), y no en la armonicista teoría de la ventaja comparativa, que tiene su origen en Ricardo, pero que sigue estando en la base de las modernas teorías hegemónicas en la teoría ortodoxa del comercio internacional (modelo Heckscher-Ohlin, modelo Krugman, etc.). Este trabajo resume su posición sobre el tema y, a nuestro juicio, demuestra que los tipos de cambio reales entre las diversas divisas vienen determinados, a largo plazo, en su dinámica fundamental, por los niveles relativos de costes de producción (o valores-trabajo) de las empresas o capitales reguladores de cada país. b) La mundialización de la economía, y la economía española El segundo grupo de trabajos reunidos en este libro se ocupa de diversos aspectos de la economía española que se ven sometidos a los efectos de la mundialización progresiva de la economía global. El artículo de José María Vidal Villa --catedrático de la Universidad de Barcelona y bien conocido del público español por sus numerosos trabajos sobre la cuestión de la mundialización, que entroncan, junto a su manual de Economía Internacional (editado conjuntamente con Javier Martínez Peinado) y otros escritos sobre esta materia, con sus primeros trabajos sobre la cuestión del Imperialismo (Vidal, 1976?)-- es un repaso de suma actualidad a dos de los libros recientes que más literatura han generado sobre la cuestión de la globalización en todo el planeta. Se trata, por una parte, del libro del financiero George Soros, estrella del paraíso de la especulación financiera, mundialmente conocido, entre otras cosas, por haber sacado a la libra esterlina del sistema monetario europeo en la primera mitad de los noventa; y, en segundo lugar, del libro que sobre el tema ha publicado recientemente uno de los autores preferidos de Vidal, el economista egipcio Samir Amin. En un interesante repaso comparado de ambas aportaciones, Vidal nos va señalando las similitudes que existen en el análisis de dos personajes tan diferentes desde el punto de vista ideológico, a la vez que nos indica los puntos que tienen en común sus respectivas interpretaciones de la economía globalizada contemporánea, y todo ello sin dejar de reparar en que muchas de sus manifestaciones ya habían sido advertidas por el propio Vidal en trabajos de hace más de una década. En cuanto al artículo de Miren Etxezarreta --también catedrática en Barcelona, aunque en su Universidad Autónoma en este caso--, su objeto de atención es la crítica de los modelos neoliberales que se proponen servir de base a la política económica típica de la Nueva Macroeconomía Clásica (es decir, neoclásica) contemporánea. Tras su importante y pionero trabajo sobre La reestructuración del capitalismo en España (1970-1990), que recopiló un buen número de las aportaciones críticas que se levantaban frente a la interpretación tradicional de la estructura y la política económica de nuestro país, Etxezarreta insiste en este artículo en las limitaciones que caracterizan a los modelos neoclásicos y neoliberales que utilizan las instituciones más importantes de la economía mundial (OCDE, FMI, Banco Mundial) como base para diseñar sus temidos (con razón) planes de ajuste estructural, dirigidos a cuantos países son declarados culpables de haber transgredido la disciplina financiera exigida por los centros del poder financiero transnacional. Dichos planes, aunque más abundantes en el caso de los países del llamado tercer mundo, son básicamente el mismo tipo de recetas monetaristas y antilaborales que recomiendan también dichas instituciones para todo tipo de países, como bien conocemos, por haberlos padecido, en el caso de España. En cuanto al trabajo de Jesús Albarracín --uno de los pocos economistas críticos, junto a Pedro Montes, del Servicio de Estudios del Banco de España--, la idea central de su aportación se resume en los efectos que la formación de lo que él llama la aldea global -que las fuerzas mundializadoras, empezando por el creciente poder de las multinacionales, han conseguido ir imponiendo poco a poco-- está teniendo en la fase actual del capitalismo tardío, en especial sobre la capacidad de reducir la autonomía económica de todos y cada uno de los países singulares --entre ellos, España-- para hacer frente a la enajenación de esas capacidades de decisión. Tras analizar la progresiva liberalización del comercio internacional y, lo que es más importante, el descontrol casi absoluto de los flujos financieros transnacionales, Albarracín pasa a analizar factores específicos que afectan a la pérdida de autonomía en el caso español, como consecuencia de la puesta en práctica del proyecto de Unión económica y monetaria terminado de diseñar en Maastricht, oponiendo a todos estos factores un proyecto alternativo basado en una construcción europea solidaria y democrática, una apuesta por el bienestar general y todo ello dentro de un nuevo orden económico internacional más justo. Por último, el trabajo de Diego Guerrero analiza un aspecto particular de los efectos del creciente dominio capitalista sobre la superficie del globo terráqueo, entrando a investigar las repercusiones particulares de ese proceso sobre la situación de los trabajadores españoles. En concreto, se analiza el proceso de depauperación relativa de la clase obrera, entendido como una tendencia a la disminución de la parte que le corresponde a los asalariados en el conjunto de la renta nacional creada por el esfuerzo conjunto de los productores, llegando a la conclusión de que el caso español ilustra bien la tendencia que prevé la teoría marxista como pauta general, es decir, un aumento del salario real al mismo tiempo que un descenso del salario relativo(o depauperación). Finalmente, el autor analiza las relaciones entre ese fenómeno y el papel que desempeñan el Estado y los sindicatos en los procesos de redistribución de la renta nacional creada, haciendo una crítica de los planteamientos sindicales que olvidan usar las categorías citadas en el texto en su análisis de las relaciones entre el capital y el trabajo, que no son armónicas --como parecen creer algunos sindicatos modernos--, sino más bien antagónicas y sin posibilidad de superación en el marco de este sistema. c) La crisis financiera del capitalismo global La mayor parte de los trabajos recogidos en este libro tiene que ver con la esfera de la economía capitalista que más en primer plano está, actualmente, en los análisis de las novedades más características del capitalismo que ha entrado ya en el siglo XXI: las finanzas, la cuestión de la globalización y las burbujas financieras, etc.; en definitiva, los más recientes desarrollos del llamado capital financiero. El artículo de Duménil y Lévy --autores que han sabido combinar como pocos, en sus trabajos colectivos de las dos últimas décadas, los análisis teóricos de enorme calado con los trabajos empíricos detallados realizados con el propósito de contrastar en la práctica la bondad, mayor o menor, de sus hipótesis teóricas (véase, como última muestra, los recentísimos datos que han proporcionado a la comunidad internacional en relación con el famoso debate Brenner (1998), en su página de internet: http://www.cepremap.cnrs.fr/~levy/dle1999e_.htm)-- trata precisamente de la relación entre el neoliberalismo y el capital financiero, analizada desde el punto de vista de un análisis de clases y fracciones de clase. Pues de lo que se trata, hoy en día, no es sólo de la universal oposición entre capital y trabajo, sino de la especial relevancia adquirida por una de las contradicciones secundarias que surgen en el seno del comunismo capitalista del que hablara Marx: la lucha por el reparto de la plusvalía total generada que tiene lugar entre los capitalistas del ámbito productivo y los de la esfera fianciera. Utilizando datos muy recientes referidos a la economía de los Estados Unidos, estos dos autores franceses comparan la evolución de la rentabilidad (junto a otras variables) en ambos sectores, para terminar investigando como el desarrollo patológico e hipertrofiado del segundo se ha convertido en una gran amenaza para el conjunto del sistema. El artículo de Paolo Giussani --que ha desarrollado su actividad tanto en Nueva York, Londres y Hamburgo, como en Milán, donde el extinto Centro Studi di Economia Politica daba cobertura a la excelente revista que él dirigía, Plusvalore-- es un breve repaso de algunas de las aportaciones más relevantes para la correcta comprensión de las relaciones entre las dos dimensiones complementarias --la real y la financiera-- del fenómeno de las crisis y las depresiones que de ellas derivan. Partiendo de las ideas fragmentarias de Marx al respecto, Giussani analiza las contribuciones de autores que han seguido esa línea, así como los que se sitúan más bien en la estela postkeynesiana, poniendo énfasis en la cercanía de los análisis de ambos conjuntos, y los pasos adelante dados en la doble tradición que él analiza, desde Makoto Itoh a E. Ray Canterbery, pasando por Hyman Minsky y Martin Wolfson. El trabajo de Giussani termina con una interesante comparación entre la época de la crisis de 1929-30 y las crisis y problemas de la etapa actual, así como con una insistencia en los elementos que aún están faltos de un tratamiento adecuado para que la teoría de la crisis pueda considerarse completa. El trabajo de Andrew Kliman --hasta muy recientemente coordinador, junto con Alan Freeman del International Working Group on Value Theory, que celebra su última reunión anual en Washington (febrero de 2000)-- usa la misma perspectiva del TSS (Temporal Single System) para analizar las teorías de la crisis que, dentro de la tradición marxista, optan por elementos ya criticados por el propio Marx, como son las teorías del subconsumo, la teoría de la crisis basada en la productividad, etc. Kliman defiende, frena a ellas --y también en contra de los teóricos de los precios relativos--, que no puede haber un análisis completo de la crisis si no se integra dentro de la tendencia descendente de la tasa de ganancia los límites que el sistema levanta a la creación siempre acrecentada de la cantidad de valor exigida para la salud de la acumulación, límites que tienen mucho que ver con el análisis del fenómeno de la deuda (del crédito) como una relación temporal entre el dinero (el valor) situado en dos momentos temporales distintos, lo cual exige una perspectiva temporalista de análisis, muy distinta de la perspectiva estática que domina en la mayoría de los teóricos de la crisis, incluidos los marxistas. El artículo de Paul Mattick, jr. --autor que mantiene viva la tradición de los muy valiosos trabajos de su padre, Paul Mattick, sr. (véase, por ejemplo, Mattick, 1969), desde las páginas del International Journal of Political Economy-- complementa los trabajos anteriores con una muy oportuna revisión histórica del concepto de capital financiero, tal como aparece en uno de los autores marxistas que más hicieron por desarrollar, a principios de siglo, los análisis económicos inconclusos de Marx. Se trata del libro de Rudolf Hilferding sobre El Capital financiero, que Mattick sitúa, por su influencia, al lado de los libros más famosos de Rosa Luxemburgo y de Henryk Grossmann. Sin embargo, frente al respeto por la posición política de Luxemburgo y por los análisis económicos de Grossmann (véase la excelente colección de cartas de éste a Mattick, padre, en relación con la cuestión de las relaciones entre el elemento objetivo y el subjetivo en el advenimiento del derrumbe del sistema capitalista, en Grossmann, 1926??), en el artículo son evidentes las críticas a las posiciones políticoeconómicas de Hilferding, que quedan de manifiesto no sólo en el texto largamente comentado por Mattick, jr., sino también en otras manifestaciones de la actividad hilferdinguiana, como reflejan sus discursos parlamentarios y toda su actividad reformista. Sin embargo, la crítica que se hace en este trabajo a la idea, de Hilferding, del cártel como posibilidad y/o necesidad de un capitalismo organizado, capaz de superar definitivamente las crisis económicas, es una de sus aportaciones más importantes; por cuanto hay que tener siempre presente que se trata de una idea recurrente que reaparece, una y otra vez, con distinto ropaje, en forma de múltiples intentos revisionistas de dar por terminada la historia de la revolución contra el capitalismo. Finalmente, el artículo de Edward Wolff, uno de los máximos especialistas mundiales en el campo de los análisis comparativos de productividad, competitividad, convergencia y distribución de la renta por países, es una contribución de primer orden al análisis del lado financiero de la crisis, aunque se trata del producto de una perspectiva en principio muy diferente. Se trata de una investigación dirigida a la minuciosa recomposición de las pautas más recientes experimentadas en la distribución de la riqueza --mucho más desigual que la distribución de la renta, que es la que suele dominar en las estadísticas de más presencia mediática-- en los Estados Unidos. Pero, por suerte, el artículo de Wolff pone mucho énfasis en un aspecto específico, pero de importancia primordial, de esa distribución, como es la distribución de la riqueza financiera de las familias, donde no se incluye todo el patrimonio neto de éstas, sino tan sólo el que es realmente líquido, en el sentido de poderse convertir en dinero sin poner en peligro de grave deterioro el nivel de vida habitual de la propia familia (lo que ocurriría, por ejemplo, si se vendiera la propia vivienda). Los numerosos datos que proporciona Wolff demuestran hasta qué punto es un mito el famoso capitalismo popular que se atribuye en las películas de Hollywood --y otros medios de comunicación-- a la experiencia de los EE. UU. La inmensa mayor parte de las familias tienen un patrimonio financiero neto negativo o cero (cuando se tiene en cuenta sus niveles de endeudamiento), y el grado de concentración de las acciones en poder de una capa ínfima de la población total sigue superando los niveles del 80% del total, y todo ello en el contexto de una distribución de rentas y patrimonios, no sólo desigual, sino crecientemente desigual durante los años 90. d) Las consecuencias de la crisis global para las economías regionales Nos parecía de especial interés incluir un último apartado de este libro dedicado a tener en cuenta los efectos de las relaciones entre Macroeconomía y crisis no sólo en el terreno de la teoría o del análisis de la economía española y del capital financiero, sino también en el ámbito de los efectos globales de la crisis sobre las poblaciones de partes muy importantes de la población mundial. Para ello, aparte de seleccionar los casos de Asia, donde se concentra la mayor parte de la población mundial, y de América Latina, donde se ubica la que más cercana a nosotros está en términos de comunidad de cultura y lengua con la madre patria (como dicen ellos, más que nosotros), se ha seleccionado también el caso de los Estados Unidos. A primera vista podría parece contradictoria esta selección, pero se observará que no es así si se tiene en cuenta las probabilidades reales de que se dé un panorama como el que se aventura a predecir Fred Moseley en el primer trabajo recogido en este apartado, escenario que, de darse, tendría indudablemente repercusiones muy negativa para toda la población mundial, y no sólo para la de los Estados Unidos. La aportación del artículo de Moseley es el minucioso recorrido por las fuentes de demanda de la economía de los EE. UU., para sopesar, en el contexto actual de la situación económica mundial, los enormes riesgos de que, uno a uno, se vayan cerrando todos los grifos por donde se ha venido inyectando hasta ahora la energía que mantenía en marcha hasta ahora el motor de la economía norteamericana. Así, desde las posibilidades de un agravamiento en el déficit comercial y de Pagos --como consecuencia de la situación depresiva, recesiva o pre-recesiva de buena parte del mundo--, hasta los riesgos para la buena marcha de la inversión en nuevo capital o, finalmente, los muchos más graves augurios sobre la posibilidad de una caída de Wall Street, que ponga fin al efecto riqueza que ha hecho posible que la tasa de ahorro de ese país haya llegado a estar por debajo de cero (es decir, que se haya financiado el consumo y la inversión con préstamo procedente del exterior), con el consiguiente hundimiento del consumo privado y de la producción, el autor pasa revista a todas estas posibilidades para concluir que existen grandes posibilidades de que la economía de los Estados Unidos experimente una profunda crisis en el muy corto plazo. El artículo del mexicano Alejandro Valle, primer inspirador, junto con el brasileño Alfredo Saad-Filho, de la esperada revista electrónica Critica Iberoamericana, se centra en un asunto d especial relevancia para las economías iberoamericanas, como es el de las relaciones entre sus niveles de vida y de renta (de salario) y los niveles respectivos de la gran potencia del norte, como son los Estados Unidos. Actualizando un trabajo anterior publicado en los Estados Unidos (véase Valle, 1987/98), Valle lleva a cabo, para el caso de México, la anterior comparación citada, insistiendo tanto en los diferenciales de salario como en los de niveles de productividad (especialmente, en la industria manufacturera), con el propósito confesado de realizar un primer acercamiento al estudio de la competitividad de ambos bloques de países, y de encontrar las razones últimas por las que Estados Unidos, aun teniendo el primer déficit comercial del mundo, es un país que todavía conserva su superávit con toda América Latina (bloque de países que, dicho sea de paso, parece condenado al déficit comercial estructural, como lo demuestran las series estadísticas disponibles de comercio exterior para todos y cada uno de los países de la región). Por último, el profesor Pablo Bustelo, uno de los máximos especialistas nacionales en Economía asiática y del desarrollo --para cuya observación tiene a su disposición el Instituto de Estudios de Asia, que él dirige, dentro del Instituto Complutense de Estudios Internacionales-- nos da una sintética y fructífera interpretación de las crisis ocurridas en el sureste asiático en el periodo 1997-1999, calificadas no como simple crisis financieras sino también como crisis productivas, aspecto en el que insiste ya desde el título de su artículo. Por esta razón, Bustelo razona que el comportamiento especulativo del capital internacional no hizo sino superponerse a una vulnerabilidad endógena que venía ligada a un proceso que él caracteriza de liberalización comercial y financiera (desregulación y apertura) prematura e indiscriminada, todo lo cual provocó serios problemas de rentabilidad y de endeudamiento exterior de las economías de los países de Asia-5. Estos problemas de rentabilidad tienen mucho que ver con los problemas de sobreinversión y por consiguiente exceso de capacidad instalada, principalmente en los sectores manufactureros que en el periodo anterior a la crisis se estaban comportando de forma más explosiva. Su análisis le lleva, finalmente, a proponer formas alternativas de gestionar la globalización, en cuanto a efectos sobre este tipo de países se refiere, abogando especialmente por controles en materia de regulación financiera y por la renuncia a las políticas de tipos de cambio fijos. Referencias bibliográficas Albarracín, J. (1987): La onda larga del capitalismo español, Colegio de Economistas de Madrid, Madrid. (1991): La economía de mercado, Madrid: Trotta. Brenner, R. (1998) "The economics of global turbulence", New Left Review, 229. Bustelo, P. (1990): Economía política de los nuevos países industriales asiáticos, Siglo XXI, Madrid. (1992): Economía del desarrollo. 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Grossmann (varios años): Ensayos sobre la teoría de las crisis (Dialéctica y metodología en 'El Capital), Pasado y Presente, México, 1979. Mattick, P. 1969. Marx y Keynes, México: Era. Sampedro, J. L.; C. Bersosa (1996): Conciencia del subdesarrollo (veinte años después), Madrid: Taurus. Shaikh, A. (1973): Theories of Value and Theories of Distribution. Ph. D. Dissertation. Columbia University. (1990): Valor, acumulación y crisis, Bogotá: Tercer Mundo editores. Valle, A. (1997/98): "National differences in average wages. The case of Mexico and the Unites States", en D. Guerrero (ed.): The Distribution of National Income: Theory and Practice of Marxist Analysis, International Journal of Political Economy, 27 (4), pp. 62-79. Vegara, J.M. (1982); Lecturas sobre economía política marxista contemporáneas, Antoni Bosch, Barcelona. Vidal Villa, J. M. (1996): Mundialización. Diez tesis y otros artículos, Barcelona: Icaria. -- y Martínez Peinado, J. (1987): Estructura económica y sistema capitalista mundial, Madrid: Pirámide. I. NUEVOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA UNA MACROECONOMÍA ALTERNATIVA CAPÍTULO 1 Anwar Shaikh2[2] LA EXPLICACIÓN DE LA INFLACIÓN Y EL DESEMPLEO: UNA ALTERNATIVA A LA TEORÍA ECONÓMICA NEOLIBERAL. Introducción. Durante la mayor parte del periodo de posguerra, los problemas de inflación y desempleo han ocupado un lugar central en el debate económico y político. Y ha sido en este contexto en el que ocurrió que la economía neoliberal ha dado en convertirse en dominante, tanto en la teoría como en la política macroeconómicas. El capitalismo ha experimentado una crisis económica mundial por más de dos décadas. Su respuesta consistió en una serie de ataques contra el trabajo y las instituciones que lo apoyan, un amplio movimiento de quiebras y suspensiones de pagos, una vertiginosa espiral de concentración y centralización, y una urgente compulsión a encontrar nuevos mercados y nuevas fuentes de recursos para el imparable poder de los capitales mundiales dominantes (Shaikh, 1987). La política económica neoliberal surgió de la necesidad de apoyar y coordinar estas respuestas típicas de la clase capitalista. Pero la teoría económica neoliberal ocupó un lugar central debido a que la teoría keynesiana fue incapaz de proporcionar una explicación adecuada de la "estanflación" subsiguiente a la crisis económica. Esto resulta bastante irónico, ya que la propia teoría económica keynesiana llegó a dominar treinta años antes debido a que la teoría económica neoclásica que sirve de soporte a la economía neoliberal era a su vez incapaz de explicar el enorme y duradero desempleo de la última Gran Depresión. La macroeconomía heterodoxa moderna se encuentra atrapada en este conflicto, ya que en la década de los setenta la mayor parte de ella había quedado subsumida en buscar respuestas a problemas keynesianos. Así, tanto la economía radical como la postkeynesiana parten normalmente de alguna versión de la teoría de la demanda efectiva de Keynes o Kalecki: un sistema de equilibrio estático en el que la práctica de fijación de precios mediante un margen de beneficio permite aislar los precios de la demanda, desplazando así el proceso de ajuste hacia el terreno de la producción y el empleo, por lo menos hasta llegar a las proximidades del pleno empleo. En este marco, el obstáculo al pleno empleo con estabilidad de precios es normalmente de tipo político, no económico, arraigado en la mezcla de intereses en conflicto originado por el tira y afloja tripartito entre el capital, el trabajo y el estado-nación. La rama kaleckiana de esta tradición tan sólo difiere en su énfasis algo mayor sobre el poder de monopolio y los potenciales problemas asociados al "pleno empleo" (Kalecki, 1968). La teoría económica neoclásica no tiene problemas de este tipo, ya que supone que el sistema capitalista proporciona pleno empleo de forma automática y eficiente. En su forma básica, la inflación se origina en que un aumento de la oferta monetaria estimula la demanda agregada en presencia de una oferta agregada limitada por el pleno empleo. Versiones más recientes, que incorporan conceptos tales como la tasa natural de desempleo, son meros refinamientos del argumento básico. También aquí, al igual que 2[2] Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY, NY 10003, USA; email: shaikh@newschool.edu en la teoría keynesiano-kaleckiana, se espera que la inflación suba al acercarse la economía al pleno empleo. En contraste con estas conocidas perspectivas, me gustaría presentar una explicación clásica de la inflación y de su relación , o ausencia de relación, con el desempleo. En términos generales, un marco clásico considera que el crecimiento económico es el estado normal de la economía capitalista, impulsado por los continuos intentos de cada capital individual de (auto-)expandirse permanentemente. Puesto que cada capital actúa de forma individual, sin preocuparse directamente por el lugar que ocupa en la división global del trabajo de la sociedad, la interacción de esas unidades individuales produce un proceso intrínsecamente turbulento: la división del trabajo imaginada por las expectativas de los capitales individuales se enfrenta de forma continua a la división real del trabajo que crean sus propias acciones mutuas, y las discrepancias entre ambas reaccionan a su vez tanto sobre las expectativas como sobre las acciones, creando otra ola de nuevas discrepancias, etc. Este proceso inherentemente turbulento es precisamente lo que la economía neoclásica trata de captar mediante su recurso a la competencia perfecta y el equilibrio general. Pero de hecho, el desequilibrio es siempre lo que hay, y es precisamente mediante la compensación de fases de pasarse con otras de no llegar como se realizan de facto las tendencias intrínsecas. Desde este punto de vista, las condiciones de equilibrio de diversos tipos (oferta y demanda, producción y capacidad, crecimiento sectorial, etc.) representan las fuerzas internas que imponen un orden oculto bajo el aparente desorden: se trata del orden-en-y-a-través-del-desorden, un viejo concepto de Marx que ha quedado finalmente legitimado gracias a la dinámica no lineal. En mi propio trabajo, he intentado mostrar que este enfoque puede formalizarse lo suficiente como para presentar un sistema de desequilibrio dinámico integrado capaz de analizar endógenamente el crecimiento, el dinero y los ciclos (Shaikh, 1989, 1991, 1992). Partiendo del trabajo clásico de Goodwin (Goodwin, 1967), su sistema puede extenderse hasta incorporar una teoría endógena del desempleo duradero derivada de la propia competencia. Esto es lo que Marx llama el ejército de reserva industrial, y que bien podríamos llamar hoy la "tasa de desempleo intrínseca", para distinguirla de la perniciosa idea neoliberal de una "tasa de desempleo natural". El primer concepto se basa en la noción de que el sistema funciona perfectamente bien cuando crea y mantiene una reserva de desempleados involuntarios a disposición del capital; la última afirma que son las imperfecciones del sistema las que originan el aumento del desempleo voluntario, es decir, la abstención de trabajar (Friedman, 1968). En el presente artículo, me gustaría enfrentarme a la otra gran cuestión: la de la inflación y sus lazos, si existen, con el desempleo. En la próxima sección, seguiré el tratamiento de estos temas en las teorías ortodoxas, tal como aparecieron en respuesta a los retos planteados por los acontecimientos históricos mismos. Seguidamente , resumiré un enfoque alternativo de la cuestión de la inflación, y lo ilustraré con datos de la media de los principales países de la OCDE, y en particular de los Estados Unidos. 1.1. Desempleo e inflación en la teoría y en la historia. La macroeconomía moderna tiene su origen en la confusión generada por la Gran Depresión de los 30. Mientras que la teoría económica dominante seguía insistiendo en que el capitalismo era intrínsecamente eficiente, autorregulado y automáticamente capaz de ofrecer empleo a todo el que lo deseara, la realidad económica ofrecía un aspecto completamente diferente. Numerosas bancarrotas, desempleo masivo, miseria social generalizada: éstos eran los hechos sociales e históricos del momento. En ese contexto, la Teoría General de Keynes (Keynes, 1936) supuso un paso adelante en el intento de explicar el desempleo duradero, así como de encontrar un remedio para el mismo. El conocido modelo de renta-gasto derivado de este enfoque llegó a dominar tanto la teoría como la política macroeconómicas durante un tercio de siglo en la mayoría de los países capitalistas desarrollados del mundo. Era sistemático, cuantificable y flexible en su aplicación, y fácilmente adaptable a la política fiscal. El modelo se pone en marcha a partir de los componentes exógenos de la demanda agregada, bajo el supuesto de que existen recursos desempleados, en especial trabajo. Un aumento en un componente exógeno de la demanda estimula la producción y el empleo, las crecientes rentas resultantes a su vez favorecen el consumo y, por consiguiente, adicionales incrementos en la demanda agregada (aunque en menor medida que en la ronda anterior), y así sucesivamente, hasta que el impulso original ha producido finalmente un efecto multiplicador sobre la producción y el empleo. En este marco, la política fiscal parecía ser un poderoso instrumento para regular el nivel de empleo, ya que se suponía que el déficit público originaría un incremento multiplicado en la producción y el empleo. Los keynesianos tendían a pensar que el desempleo era una característica típica de una economía capitalistas desregulada, y que con un uso juicioso de la los déficits fiscales, el gobierno podría hacer subir el nivel de empleo y conseguir algo muy parecido al pleno empleo. Esto se convirtió en un premisa fundamental de la política social de la posguerra (Artis, 1992, p. 139). Posteriores modificaciones debilitaron un tanto el análisis de la capacidad de los déficits presupuestarios, pero no revirtieron el empuje básico del argumento. Se reconocía que un déficit público podría elevar los tipos de interés, y en la medida en que ello inhibiera la demanda de inversión, podría anular una parte del impacto expansivo original del déficit. También se añadió la idea de que una reducción del desempleo debida a la expansión de la demanda agregada podría llevar a salarios monetarios más elevados e inducir, por esta vía, inflación. La noción del dilema entre salarios monetarios y desempleo, implícito en la curva de Phillips (Phillips, 1958), rápidamente trastocada en un dilema entre inflación y desempleo, se convirtió en parte imprescindible del arsenal. Fleming (Fleming, 1962) y Mundell (Mundell, 1963) extendieron el análisis hacia la relación entre producción y empleo, por una parte, y la balanza comercial ("balanza exterior"). La complejidad resultante del modelo, con sus múltiples posibles "objetivos" (niveles deseados de empleo, de inflación, de tipos de interés, de balanzas comerciales y externas, etc.), llevaba a la conclusión de que la política económica era tarea de iniciados. Pero estaba claro que esas complicaciones eran tan sólo extensiones de la teoría básica, no un reto que se alzara contra ella. Un punto central en todos estos desarrollos era la noción de que la inflación sólo surgiría cuando la economía estuviera cerca del pleno empleo. Sin embargo, la confianza en esta proposición empezó a quebrarse a finales de los sesenta. Por entonces, la inflación no sólo se había convertido en un problema práctico de cierta importancia, sino también en un problema teórico: mientras la curva de Phillips predecía que la inflación se vería acompañada de una disminución del desempleo (que estimularía el alza de los salarios monetarios y, por tanto, de los precios), la nueva oleada de inflación en la práctica coincidía con un aumento del desempleo. Esta novedad parecía contradecir la noción misma de un dilema entre ambas variables. Un intento de superar la dificultad consistió en suponer que las expectativas desempeñaban un papel significativo en la espiral de salarios y precios. Así nació el concepto de la curva de Phillips ajustada con expectativas (Phelps, 1967; Friedman, 1968), y así también la de una "tasa natural" de desempleo que mantendría a raya la inflación. Los modelos de la inflación basada en los conflictos sociales y la infame NAIRU también nacieron en el mismo caldo de cultivo (Godley y Cripps, 1983; Rowthorn, 1984). Pero estas ideas demostraron ser de dudoso beneficio para el paradigma keynesiano: no sólo minaban la fuerza básica de la política social keynesiana, sino que proporcionaban también la base de la Nueva Macroeconomía Clásica que iba a terminar suplantando al propio keynesianismo (Artis, 1992, pp. 140-42). Por ejemplo, la idea de una tasa natural de desempleo tiene su raíz en el paradigma del pleno empleo automático de la economía neoclásica, aquello que los keynesianos estaban intentando precisamente superar. En la visión neoclásica, se supone que cuando todos los mercados están en equilibrio, todos los trabajadores serán capaces de alcanzar su nivel deseado de empleo a cierto nivel de salario de equilibrio. Pero si la información no es totalmente perfecta, y si existen impedimentos en el mercado de trabajo, siempre habría un nivel friccional, "natural", de desempleo incluso en condiciones de equilibrio general (Mathews, 1992, p. 247). Una tasa natural de este tipo es voluntaria, ya que deriva de las decisiones que toman los individuos de no trabajar en presencia de costes de busca de trabajo y de prestaciones de desempleo, subsidios, etc. Así, en contra de la opinión keynesiana, la mera existencia de desempleo, incluso desempleo creciente, no probaría que se trata de desempleo involuntario. No es, pues, sorprendente, que los economistas neoliberales se hayan dado prisa en proclamar que el desempleo existente es de hecho completamente voluntario (Bennett, 1995). En segundo lugar, se afirmaba que los niveles efectivos de inflación dependían no sólo del nivel de desempleo sino también de las expectativas de inflación. Un nivel más alto de expectativas de inflación podía dar lugar a mayores niveles de inflación efectiva para cualquier nivel de desempleo dado. Puesto que se suponía que las expectativas de inflación cambian lentamente (son persistentes), se derivaba de ello que podría ser necesario tolerar (o quizás inducir, incluso) una mayor tasa de desempleo que la "natural" tanto como se precisara para hacer descender las expectativas de inflación. Al caer éstas, harían bajar los niveles efectivos de inflación compatibles con cualquier nivel de "desempleo no natural" (el desempleo que superaba la tasa natural), permitiendo así que el exceso de desempleo se redujera algo, hasta que finalmente la economía se deslizara hacia un estado de equilibrio a largo plazo en el que la inflación efectiva y la esperada serían cero, y el desempleo estaría otra vez en su tasa natural (la tasa más baja sostenible). La economía keynesiana podría haberse adaptado a la idea de que la "absorción" de la inflación puede ser costosa. Pero la noción de que cualquier tasa de desempleo observada era esencialmente voluntaria era muy extraña a las concepciones originales de Keynes. En cualquier caso, fue una vez más la realidad la que dio el empujón decisivo contra la economía keynesiana. En todo el mundo, un país capitalista tras otro se encontró, durante los setenta y ochenta, con inflación, desempleo, bajo crecimiento y aumento en la pobreza y en la miseria social, a pesar de déficits presupuestarios récords. Estas catastróficas tendencias alimentaron la sensación de que la teoría keynesiana de la política fiscal, a pesar de lo mucho que se había modificado, era simplemente inadecuada para la nueva época. 1.2. La teoría convencional versus las pautas empíricas de la inflación y el desempleo. Hemos visto que las teorías neoclásica y keynesiana difieren en su explicación de la inflación y el desempleo. Pero es importante advertir que, sin embargo, ambas comparten una idea clave: concretamente, que existe un dilema [**] empírico entre inflación y desempleo. ¿Pero encuentra apoyo empírico una afirmación así? Se pueden apuntar tres cosas al respecto. En primer lugar, como se ve en la figura 1, entre la primera y la segunda mitad del periodo de posguerra, el crecimiento histórico en los niveles medios de desempleo de los países de la OCDE se asocia directamente con una caída similar en las tasas medias de crecimiento de la producción. En otro lugar he intentado mostrar que esto puede explicarse por el hecho de que una caída en la tasa de ganancia destruye gradualmente las bases del crecimiento y produce, por tanto, un salto en las tasas de desempleo (Shaikh 1987). Figura 1: Crecimiento y desempleo en la OCDE Crecimiento y Desempleo en la OCDE Tasa de desempleo 7 6 Crecimto Del PIB 5 4 Tasa de desempleo Crecimto 3 del PIB 2 1 0 1964-74 1975-91 Fuente: OECD Main Economic Indicators Fuente: OCDE: Main Economic indicators En segundo lugar, como muestra la figura 2, no existe ningún dilema [**] histórico entre desempleo e inflación. Como puede verse, la pauta para el conjunto de los países de la OCDE indica que, si bien un dilema así parece existir para el periodo más reciente, 1975-1991, la pauta exactamente contraria está presente en el periodo anterior, 1964-74 (los datos globales para antes de 1964 no están disponibles). Por supuesto, esta primera pauta parece que se ha vuelto a imponer en tiempos recientes, cuando el desempleo ha caído en países como los Estados Unidos sin que se haya visto resurgir la inflación, para desgracia de los defensores de la hipótesis de la tasa natural. Por ejemplo, en 1995 la tasa de desempleo en los EE. UU. había caído al 5.4%, justo cuando algunos de estos defensores preeminentes, como Martin Feldstein y Robert Gordon, machacaban que la tasa natural de desempleo, el punto desencadenante de la presión inflacionista, era del 6.0% o incluso del 6.5%. Incluso en 1997, con una tasa de desempleo aun más baja, sigue sin haber evidencia de una nueva inflación (acelerada o no). Gordon, al menos, ha respondido bajando sucesivamente su estimación de la tasa natural a medida que la tasa efectiva bajaba por debajo de aquélla (Bennett, 1995). Figura 2: Inflación y desempleo en la OCDE, 1965-1991 Ta sa de 12 Infl aci 10 ón Inflación vs. Desempleo en la OCDE: 1965-1991 <=========== 1975-1991 ============> <=== 1965-1974 ====> 8 6 4 2 2 2.5 3 3.5 4 4.5 5 5.5 6 6.5 7 7.5 8 8.5 9 Tasa de desempleo Fuente: OECD Main Economic Indicators Fuente: OCDE: Main Economic indicators Hay una pista clave, sin embargo, en la relación empírica entre inflación y desempleo representada en la figura 3. En el primer periodo, 1965-74, aun excluyendo el salto en los precios del petróleo debido a la OPEP que se ve en el extremo superior izquierdo del cuadrante, parece haber poca relación entre inflación y crecimiento. En todo caso, parece más bien que el bajo crecimiento está asociado con menor inflación. Pero en el periodo siguiente, 1975-1991, el menor crecimiento está asociado con una mayor inflación. Como en el caso anterior, este comportamiento es desconcertante desde el punto de vista de las teorías convencionales. Pero, como veremos, no tiene por qué ser así partiendo de una teoría clásica de la inflación. Figura 3: Inflación y desempleo en la OCDE: a) 1965-74; b) 1975-1991 Ta sa de 12 Inf lac 10 ió n8 Inflación vs.Crecimiento en la OCDE: 1965-1974 6 4 2 0 1 2 3 4 5 6 4 5 Tasa de crecimiento Fuente: OECD Main Economic Indicators Ta sa de 11 Inf 10 lac ió9 n8 Inflación vs. Crecimiento en la OCDE: 1975-1991 7 6 5 4 3 -1 0 1 2 3 Tasa de crecimiento Fuente: OECD Main Economic Indicators Fuente: OCDE: Main Economic indicators 1.3. La reconciliación con la evidencia empírica: un enfoque alternativo a la inflación. Los hechos que acabamos de ver son perfectamente compatibles con un enfoque alternativo de la inflación y el desempleo, derivado de la tradición clásica. Hay tres elementos en este enfoque. El primero se refiere a la cuestión del equilibrio a corto plazo. Tanto la economía keynesiana como la neoclásica tienden a analizar la producción y los niveles de precio efectivos como si se tratara de niveles de equilibrio asociados con la igualdad a corto plazo entre oferta y demanda. Desde este punto de vista, el ciclo económico es una fluctuación en el equilibrio a corto plazo de la producción misma (Kalecki 1968). Pero yo he argumentado coherentemente que el proceso de igualación de la demanda y la oferta agregadas es lo que genera el ciclo económico (de crecimiento) de hecho de 3 a 5 años: lo que actualmente se conoce como "el" ciclo económico es la fluctuación de la producción efectiva (en desequilibrio) generada por el movimiento de la demanda y la oferta en busca de su igualación, alrededor de la senda de crecimiento generada endógenamente. Esto significa que las fases de alzas y bajas del ciclo se asocian con fases de exceso de demanda positivos y negativos, respectivamente (Shaikh 1989, 1991, 1992). El segundo punto tiene que ver con el dinero y el crédito. Un gasto deficitario por parte de cualquier unidad, es decir, un gasto por encima de su renta actual, sólo puede financiarse mediante una baja en sus activos (tomando prestado de los propios stocks) o mediante el crédito de un tercero (Earley, Parsons et al., 1976). Para la economía en su conjunto, esto equivale a la creación de nuevos créditos por parte de la banca privada, y a la expansión de la base monetaria por parte del banco central. Puesto que ni el nuevo nivel de crédito ni el de la nueva base monetaria se crean para satisfacer una demanda de dinero como activo líquido, esto puede generar fácilmente episodios duraderos de exceso de demanda agregada alimentados por un exceso de oferta monetaria generado endógenamente (Moore, 1989, p. 483). Los gastos deficitarios agregados por parte de los gobiernos, el sector privado (incluidos los hogares), combinados con entradas desde el exterior de poder adquisitivo, pueden producir por tanto una presión persistente sobre diferentes mercados, en especial sobre el mercado de bienes. En un proyecto actualmente en curso, estamos desarrollando medidas del exceso de demanda agregada y de la financiación que la sostiene, intentando demostrar su relación con el crecimiento y la inflación en los Estados Unidos. El tercer elemento se refiere a las consecuencias de un exceso duradero de la demanda. El exceso de demanda, que es el exceso de una demanda que crece de forma general por encima del crecimiento de la oferta, acelera el crecimiento de la oferta. Los límites de este proceso aparecen cuando surgen límites al crecimiento de la oferta. Tanto la tradición neoclásica como la keynesiana suponen que la disponibilidad de trabajo proporciona el límite general de la oferta de mercancías. Por consiguientes, ambas anticipan que el exceso de demanda estimulará la inflación sólo después de haber alcanzado prácticamente el pleno empleo. Por supuesto, ambas difieren en qué es lo que quiere decir el pleno empleo, y en si se trata o no de la situación normal del capitalismo, pero comparten la idea de la relación inversa entre desempleo e inflación. El problema con eso, como hemos visto, es que les exige hacer piruetas increíbles para intentar explicar los periodos de crecimiento conjunto de la inflación y el desempleo. Ni la teoría clásica ni la historia capitalista dan razón alguna para suponer que la producción está limitada por la oferta de trabajo. Por supuesto, en la tradición clásica existe un límite intrínseco distinto frente al crecimiento. Efectivamente, incluso si se dispone libremente de trabajo al salario real corriente, la máxima tasa sostenible de acumulación de capital en una economía viene dada por la tasa de ganancia a capacidad normal. Marx fue el primero en demostrar que una acumulación sostenida requiere un crecimiento equilibrado, y en sus esquemas de reproducción ampliada aparece claramente que esta tasa máxima de crecimiento sostenible se da cuando toda la plusvalía se reinvierte, es decir, cuando la tasa de crecimiento iguala a la tasa de ganancia (Marx, 1981). Se puede llegar a un resultado similar usando la senda aconsejable [**] (es decir, la de utilización normal de la capacidad) de Harrod con una función de ahorro clásica (de Kaldor), pues en ese caso la igualdad inversión-ahorro I = S = sc·P significa que la tasa de acumulación aconsejable gkw = I/K = sc·(P/K) = sc·r, donde sc = la propensión al ahorro de los capitalistas, P = beneficios totales (a capacidad normal), K = el stock de capital, y r = P/K = la tasa de ganancia a capacidad normal. Se desprende de ello que la tasa de crecimiento máxima aconsejable se da cuando todos los beneficios se ahorran (sc = 1). Por último, los famosos artículos de von Neumann y Leontief demuestran la existencia del mismo límite en el caso de los modelos multisectoriales (von Neumann, 1945-46; Leontief, 1953)3[3]. Llamaré a la tasa de crecimiento sostenible máximo el "límite inversor[**]" de la economía. Supongamos ahora que en un periodo determinado existen un exceso persistente de demanda y a la vez trabajo desempleado. En ese caso, el exceso de demanda estimulará (acelerará) la tasa de crecimiento de la producción y del capital y reducirá la tasa de desempleo, en la medida en que la tasa de crecimiento no se vea limitada por el límite inversor [**]. Pero si por cualquier razón se reduce la brecha entre la tasa de crecimiento efectivo y el límite inversor, existirá cada vez menor espacio para un crecimiento de la producción y, por consiguiente, una presión cada vez más fuerte sobre los precios. El cociente entre la tasa de acumulación efectiva y el límite inversor (la tasa de ganancia a capacidad normal, r), que llamaremos "coeficiente inversor", es por tanto un índice de la presión inflacionaria. Obsérvese que este coeficiente es simplemente el cociente entre la inversión y los beneficios a capacidad normal, ya que el stock de capital aparece en el denominador tanto de la tasa de acumulación (I/K) como de la tasa de ganancia (P/K). El proceso recién descrito no tiene por qué producirse coincidiendo con una tasa creciente de crecimiento. Si la tasa de ganancia a capacidad normal estuviera descendiendo, como lo hizo en la mayor parte del periodo de posguerra en los Estados Unidos, entonces cabría esperar que disminuyeran también las tasas de crecimiento del capital (que dependen de la rentabilidad de la inversión). Pero si la tasa de acumulación cayera más lentamente que la tasa de ganancia, el coeficiente inversor (que el cociente entre la primera y la segunda) aumentaría. De esta forma, es posible entender cómo una rentabilidad decreciente puede inducir tanto un desempleo creciente debido al menor crecimiento, y a la vez una presión inflacionaria creciente a través del aumento del coeficiente inversor. Yo diría que ésta fue precisamente la razón de que las economías más desarrolladas experimentaran, durante los setenta y ochenta, a la vez estancamiento e inflación, algo que los neoclásicos y los keynesianos han tenido enormes dificultades en explicar. Para contrastar la relación entre el coeficiente inversor y la inflación, se necesitan datos de beneficios totales, stocks de capital y utilización de capacidad. En lo sucesivo, sólo usaré datos de los Estados Unidos, para los que dispongo de series coherentes de las variables implicadas4[4]. Téngase en cuenta que los Estados Unidos son una parte 3[3] La relación agregada de tipo harrodiano deja claro que existiría también el mismo límite si la tasa de ganancia cambiara en el tiempo debido al cambio técnico y la lucha de clases. Sin embargo, Pasinetti argumenta que en un modelo multisectorial desagregado con cambio técnico continuo y proporciones variables de demanda, la tasa máxima de crecimiento equilibrado, basada en la tecnología como en Leontief y von Neumann (op. cit.), deja de ser relevante (Pasinetti 1981, pp. 118-23). Pero aunque pueda ser estrictamente verdad, en el sentido de que tasas continuamente diferentes de cambio técnico y de crecimiento de la demanda puedan modificar la definición exacta de la tasa de crecimiento máximo sostenible (la tasa de inversión **throughput], parece igualmente claro que no pueden abolir el límite en cuanto tal. 4[4] Los datos para las figuras 4 y 5 proceden de Citibase. La inversión real = inversión residencial + no residencial, en $ de 1987. Beneficios reales = beneficio total de las sociedades en el interior, ajustado de IVA y de consumo de capital y deflactado por el deflactor implícito de precios de la inversión. Beneficios importante de la OCDE en su conjunto. La figura 4 muestra que, en los Estados Unidos, tanto la tasa de ganancia de las sociedades a capacidad normal como la correspondiente tasa de acumulación (tasa de crecimiento del capital) cayeron rápidamente desde mediados de los sesenta hasta principios de los 80. Una caída así explica el aumento de la tasa de desempleo en dicho periodo. En la figura 5, donde se compara la tasa de inflación en los EE. UU. con su coeficiente inversor, encontramos que el mismo movimiento explica también la inflación a lo largo de ese periodo. La expectativa empírica clave es que la tasa de inflación tenderá a crecer a medida que la tasa de acumulación de la economía se acerque a su límite inversor, es decir, a medida que el coeficiente inversor aumente. Podemos someter esta proposición a una prueba empírica algo grosera comparando directamente ambas. La figura 5 recoge la tasa de inflación en los EE. UU. (en términos del deflactor del PIB) y el coeficiente inversor definido ahora como la inversión en planta y equipos de las sociedades en relación con los beneficios totales de las sociedades a capacidad normal. Los beneficios a capacidad normal se definen de forma similar a la producción (potencial) a capacidad normal, dividiendo los beneficios efectivos por el nivel de utilización de la capacidad, basando ésta última en la medida desarrollada en Shaikh, 1987. Figura 4: Tasa de ganancia y tasa de acumulación en los Estados unidos (sector de sociedades, tasas reales) Tasas de ganancia y de acumulación en los EE. UU. (Sector de sociedades, tasas reales) 0.18 0.16 Tasa de ganancia real De las sociedades, a capacidad normal 0.14 0.12 Tasa de crecimiento Del capital real de las sociedades 0.1 0.08 0.06 0.04 1947 1952 1957 1962 1967 1972 1977 1982 1987 1992 Figura 5: Tasa de inflación versus coeficiente de inversión en los EE. UU. a capacidad normal = beneficios reales divididos por el grado de utilización de la capacidad. La medida de la utilización de la capacidad deriva de los datos de la Encuesta del Servicio de la Reserva Federal sobre añadidos y expansión de la capacidad, tal como se explica en el apéndice B de Shaikh 1987. Se actualizó utilizando una regresión con la serie de utilización de capacidad de la industria manufacturera publicada por el Servicio de la Reserva Federal. Tasa de inflación en EE. UU. vs coeficiente inversor 0.1 0.8 0.08 0.7 Tasa de inflación (escala izquierda) 0.06 0.6 0.04 0.5 0.02 Coeficiente inversor (escala derecha) 0 0.4 -0.02 0.3 1947 1952 1957 1962 1967 1972 1977 1982 1987 1992 Es muy sorprendente la forma tan parecida en que la tasa de inflación en los EE. UU. reproduce los movimientos del coeficiente inversor. Mirando las figuras 4 y 5, observamos que entre 1947 y 1962 la tasa de ganancia es alta, y tanto la tasa de ganancia como la tasa de acumulación son estables. Por consiguiente, en dicho periodo el coeficiente inversor es bajo y estable, así como la tasa de inflación (y la de desempleo). A continuación se da el breve boom de beneficios originado por la guerra de Vietnam, de 1963 a 1965, en el que la tasa de ganancia aumenta pero aumenta más aun la tasa de acumulación, de forma que el coeficiente inversor aumenta sustancialmente, haciendo que la tasa de inflación haga lo propio. Desde 1966 a 1982, sin embargo, la tasa de ganancia a capacidad normal desciende, y la tasa de acumulación le sigue. Pero la última desciende menos rápidamente, de forma que coeficiente inversor continúa creciendo, lo mismo que ocurre con la tasa de inflación. Finalmente, en el último periodo, de 1983 a 1995, una tasa de ganancia de las sociedades creciente es capaz de superar la tasa de acumulación, reduciendo así el coeficiente inversor. Y es precisamente en este periodo cuando nos encontramos con que la tasa de inflación se reduce de forma tan clara. En su conjunto, el coeficiente inversor da excelentes resultados como indicador de la presión inflacionaria de la economía de los Estados Unidos. 1.5. Resumen y conclusiones. Las teorías keynesiana y neoclásica esperan que la inflación aparezca solamente en las proximidades del pleno empleo. Difieren entre ellas en la cuestión de si el capitalismo está normalmente en estado de pleno empleo. Pero comparten la idea clave de que la expansión de la oferta está limitada por la disponibilidad de trabajo, de modo que la presión sobre los precios aumenta cuando el sistema se aproxima al pleno empleo. La presunta relación inversa entre inflación y desempleo ha sido una preocupación central para ambas teorías, y sus respectivas políticas, a lo largo de todo el periodo de posguerra. Pero en la economía clásica, no hace falta presuponer nada de eso. El concepto de una reserva de trabajadores (involuntariamente) desempleados, generada y mantenida de forma endógena, es central en esta tradición. Esto significa que el crecimiento de la oferta de trabajo no supondrá normalmente el límite del crecimiento de la producción. La evidencia histórica confirma la idea de que la inflación no se asocia necesariamente, ni siquiera habitualmente, con el pleno empleo (efectivo). Entonces, ¿cómo explicar el hecho de que una inflación creciente coincidía con un desempleo creciente en los 70 y 80, o que un descenso en la inflación se asocie a un desempleo constante (en muchos países de la OCDE) o incluso decreciente (en los Estados Unidos) en tiempos más cercanos? Hemos mantenido que el límite relevante para el crecimiento del sistema reside en su tasa de ganancia a capacidad normal, pues ésa es la máxima tasa de acumulación (tasa de crecimiento del capital) del sistema. El cociente entre la tasa de crecimiento efectivo de la acumulación y la tasa de ganancia normal, que he llamado coeficiente inversor, puede, pues, interpretarse como una especie de manómetro de la presión inflacionista. La diferente dinámica de las dos variables implicadas proporciona la clave de la explicación de la inflación y de sus distintos vínculos con el desempleo. Los datos para la economía de los EE. UU. durante el periodo de posguerra confirman esto al mostrar una fuerte relación entre el coeficiente inversor y la tasa de inflación (figura 5). Por último, vale la pena mencionar que aunque el trabajo parece el límite fundamental de la producción en un marco estático, como en la mayoría de las versiones keynesianas y kaleckianas, la idea de un límite intrínseco al crecimiento es perfectamente compatible con las versiones dinámicas de estas mismas teorías. Harrod nos viene obviamente a la cabeza en este punto. No tiene por qué haber ninguna contradicción, por tanto, entre las ideas desarrolladas aquí y las de las tradiciones keynesianas y kaleckianas. Por supuesto, el coeficiente inversor, que es una especie de tasa de utilización del potencial de crecimiento, nos libera de las contorsiones exigidas por la necesidad de buscar una relación inversa mecánica entre inflación y desempleo. Referencias bibliográficas Artis, M. (1992). "Macroeconomic theory", What's New in Economics?, J. 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Papadimitriou, Londres: Macmillan. Von Neumann, J. (1945-46). "A model of general equilibrium", Revieww of Economic Studies. CAPÍTULO 2 Duncan F. Foley5[5] y Adalmir Marquetti6[6]: EL CRECIMIENTO ECONÓMICO DESDE UNA PERSPECTIVA CLÁSICA7[7] Resumen: La curva de eficiencia de una economía, una línea trazada entre un eje vertical en el que se representa la producción por trabajador, o productividad del trabajo, y un eje horizontal que recoge la producción por unidad de capital, o productividad del capital, es un método de visualizar las pautas de crecimiento económico y cambio técnico a lo largo del tiempo. Las curvas de eficiencias construidas a partir de las series de largo plazo de Duménil y Lévy para la economía de los Estados Unidos revelan una pauta de cambio técnico ahorrador de trabajo y utilizador de capital (en el sentido de Marx), que se corresponde con el perfil que subyace a la explicación que da este autor de la caída de la tasa de ganancia, interrumpida por un periodo de cambio técnico basado en el puro aumento de los factores (neutral en el sentido de Hicks). Los datos de las Penn World Tables junto con nuestras propias estimaciones de stock de capital revelan una pauta similar de cambio técnico sesgado en el sentido de Marx para muchas economías en muchos periodos de tiempo. Esta pauta aparece en más de la mitad de las observaciones muestrales. Sin embargo, en los datos no parece haber una fuerte correlación cuantitativa entre las magnitudes de progreso técnico ahorrador de trabajo e intensivo en capital. Palabras clave: crecimiento económico, cambio técnico, sesgo marxiano]. Introducción El objetivo de este artículo es explorar la existencia de pautas de cambio técnico sesgado en el crecimiento económico. El instrumento básico utilizado para el análisis es la curva de eficiencia, una versión de la relación salario-tasa de beneficio de Piero Sraffa (1961). La curva de eficiencia de una economía en un periodo dado del tiempo, que se desarrolla en detalle en la siguiente sección, se determina por la productividad real del trabajo y por el cociente producción/capital, al que nos referiremos, abusando un poco del lenguaje, como productividad del capital. Las comparaciones de las curvas de eficiencia de una economía dada a lo largo del tiempo ponen de manifiesto la senda de cambio técnico experimentada por la economía. Usando ampliamente los datos de las Penn World Tables (Summers y Heston, 1991) y datos de largo plazo para la economía de los Estados Unidos (Duménil y Lévy, 1993), buscamos tendencias sistemáticas hacia sesgos en las pautas de cambio técnico. Los datos revelan una tendencia sorprendentemente persistente hacia el aumento de la productividad del trabajo en el tiempo, acompañada de descensos en la productividad de capital. Existen, sin embargo, excepciones significativas e interesantes a esta pauta, en particular durante periodos en los que tanto la productividad del trabajo como la del capital o aumentan o disminuyen conjuntamente. Estos periodos de progreso y retroceso técnicos uniformes parecen estar asociados con ciertos mojones históricos en el desarrollo económico que separan épocas de cambio técnico sesgado hacia la productividad del trabajo y en contra de la productividad del capital. Los economistas han reconocido hace mucho esta tendencia básica al aumento de la productividad del trabajo y al descenso de la productividad del capital, y la han 5[5] Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY, NY 10003, USA; email: foleyd@cepa.newschool.edu 6[6] Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY, NY 10003, USA. 7[7] Una versión anterior de este artículo se presentó en el Congreso Internacional de la Universidad de Brasilia, 2-4 abril de 1997. explicado desde diferentes puntos de vista. Los dos enfoques básicos son la interpretación clásica, que ve en estos movimientos el reflejo de un sesgo en la adopción de cambios técnicos inducido por los incentivos sistemáticos de la economía capitalista, y la interpretación neoclásica, que los interpretan como si ocurrieran a lo largo de la isocuanta de una función de producción históricamente estable. Nosotros nos inclinamos por la interpretación clásica, y comentaremos sobre ello más adelante. Pero nuestro propósito fundamental en este trabajo es documentar la tendencia subyacente misma, más que ofrecer explicaciones de ésta. Los datos que usamos son medidas de producción total nacional basadas en valores de mercado de los productos, insumos globales de trabajo, y medidas de capital total basadas en el valor de mercado de los diferentes bienes de capital. El marco analítico sencillo que empleamos supone una medida única de la producción, el trabajo y el capital para armonizar la estructura de los datos. Hay problemas importantes de agregación que se plantean al usar cada una de estas medidas. Por ejemplo, se abstraen de cambios en las cualificaciones del trabajo y en la composición de los insumos de trabajo por cualificaciones. Tampoco se distingue entre cambios en la medida de capital debidos a cambios en los precios y en la composición del stock de bienes de capital de los cambios debidos a modificaciones uniformes en la cantidad de bienes de capital de cada clase, un problema profusamente debatido en las controversias de los dos Cambridge sobre el capital. No nos plantearemos expresamente estas cuestiones en este trabajo, excepto para puntualizar que la existencia de una pauta omnipresente en los datos agregados plantea un problema de explicación para cualquier enfoque teórico, y para observar que nuestro aparato analítico, basado como está en las concepciones de Sraffa, puede extenderse hasta incluir datos desagregados de capital. 2.1. La curva de eficiencia Empezamos con la construcción de la curva de eficiencia como un marco de análisis del cambio técnico en el curso del crecimiento económico. En cualquier periodo es posible medir la producción real bruta anual de una economía, X, que será representada por el dato de PIB real proporcionado por el Penn World Table (PWT); su insumo agregado de trabajo, N, representado por el dato de trabajo empleado en PWT, y el stock de capital, neto de depreciación, K, representado por nuestra estimación del valor real de capital neto, construida con los métodos descritos en el apéndice. Conviene trabajar con cocientes que sean independientes de la escala absoluta de la economía, x = X/N, el cociente entre producción real e insumo de trabajo, que es una medida de la productividad de trabajo, y r = X/K, el cociente entre la producción real y el capital, que mide la productividad del capital. La productividad del trabajo se mide en unidades de producto real por año de trabajo, y la productividad de capital tiene naturaleza de un porcentaje anual, como un tipo de interés o una tasa de crecimiento. El cociente x/r = k es el cociente capital-trabajo de la economía. La curva de eficiencia de una economía en el espacio (x, r) es una línea recta que intercepta el eje vertical en x y el eje horizontal en r. El cociente capital-trabajo es la pendiente de esta línea cambiada de signo. Figura 1: La curva de eficiencia representa la productividad del trabajo, x, la productividad del capital, r, y el cociente capital-trabajo, k, como una línea recta que conecta (0, x) con (r,0), y con pendiente = -k. Figura 2: La curva de eficiencia también puede representar el lado de la producción y de las rentas de las cuentas nacionales en términos per cápita. La curva de eficiencia es también la base para una representación útil de las cuentas nacionales. Tomando la identidad básica del producto nacional X = C + I, donde C es el consumo, I la inversión bruta, y donde las compras gubernamentales de bienes y servicios, y las exportaciones netas se han incluido en el consumo y en la inversión bruta respectivamente, podemos representar la cuenta de producción sobre la curva de eficiencia como la línea vertical de altura x a la tasa de crecimiento bruto g + d = I/K, dividida por la curva de eficiencia entre consumo social (que incluye el consumo de los no trabajadores), c = C/N, y la inversión bruta por trabajador, i = I/N. Aquí d representa las cargas de depreciación como una fracción del stock de capital. De forma similar, el lado de la renta de las cuentas nacionales, X = W + Z, donde W es la masa salarial, y Z = X - W es la suma de rentas no salariales incluida la depreciación, puede representarse como una línea vertical en la tasa de ganancia bruta, r + d = Z/K dividida por la curva de eficiencia entre salario por trabajador, w = W/N, y cash flow por trabajador, z = Z/N. 2.2. Cambio técnico y curva de eficiencia El movimiento de la curva de eficiencia a lo largo del tiempo nos da una vívida representación de la pauta del cambio técnico en una economía en crecimiento. El cambio técnico que eleva la productividad del trabajo y a la vez mantiene constante la del capital (cambio técnico ahorrador puro de trabajo, o consumidor de trabajo, o neutro en el sentido de Harrod **) se corresponde con una rotación de la curva de eficiencia en el sentido de las agujas del reloj, alrededor de la intersección de la curva en el eje horizontal. Medimos el grado de cambio técnico ahorrador de trabajo por el crecimiento porcentual de la productividad de trabajo entre dos periodos, que denominamos g = H (xt+1 /x) - 1.[**]. Un valor negativo de g indica un descenso en la productividad del trabajo. El cambio técnico que aumenta la productividad del capital al tiempo que mantiene constante la productividad del trabajo (cambio técnico ahorrador puro de capital, o consumidor de capital **) corresponde a un movimiento de la curva de eficiencia en sentido contrario a las agujas del reloj, y alrededor de su intersección con el eje vertical. En lo que resulta ser el caso más común, con descensos en la productividad del capital, este tipo de cambio técnico se llama utilizador de capital **. Medimos el grado de cambio técnico ahorrador de capital por el incremento porcentual en la productividad del capital entre dos periodos, que llamamos c = H (rt+1 /r) - 1. En muchos casos históricos, resulta que c < 0, lo que corresponde a cambio técnico utilizador de capital. Si c = 0, tenemos el caso de cambio técnico neutral en el sentido de Harrod, y si c = g, la curva de eficiencia se mueve en paralelo, que es el caso del cambio técnico neutral en sentido de Hicks. Cualquier pauta arbitraria de cambio técnico puede descomponerse en una combinación de cambios ahorradores de trabajo y ahorradores de capital, correspondiendo al par (c, g), que representa los grados de cambio ahorrador de capital y ahorrador de trabajo experimentados, y los correspondientes movimientos de las intersecciones horizontal y vertical de la curva de eficiencia. La pauta de cambio técnico puede observarse también atendiendo al par (c, g). 2.3. La teoría clásico-marxiana de la tasa de ganancia decreciente Adam Smith, siguiendo una larga tradición anterior, asoció una tasa decreciente de ganancia con la acumulación de capital y el crecimiento de una economía, como una tendencia omnipresente del crecimiento económico. David Ricardo explicaba esta tendencia en términos de los rendimientos decrecientes generados por la escasez de recursos naturales (por ejemplo, tierra agrícola fértil y yacimientos mineros de fácil acceso), que conducía al descenso de la productividad del trabajo a medida que se acumulaba capital y crecía la población, junto a un aumento en las rentas y una caída de la tasa de ganancia. Ricardo reconocía que los cambios técnicos que ahorraban recursos naturales escasos podían aumentar temporalmente la productividad del trabajo y la tasa de ganancia, pero anticipó el cese final de la acumulación de capital como resultado de la elevación de las rentas y de la caída hasta cero de la tasa de ganancia. Karl Marx criticó la explicación de Ricardo de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, sobre la base de que ignoraba los poderosos incentivos hacia el progreso técnico inherentes en el modo capitalista de producción. Marx veía las economías capitalistas como generadoras de un cambio técnico sistemáticamente suficiente para superar los rendimientos decrecientes de los factores de producción escasos, y rechazó la explicación de Ricardo de la citada tendencia como resultado de una productividad decreciente del trabajo y unas crecientes rentas de los recursos escasos. Marx afirmaba que la tendencia de la tasa de ganancia a caer, identificada y aceptada por Smith, Ricardo y una larga tradición en la literatura económica anterior, tenía que explicarse en conjunción con una productividad creciente del trabajo inducida por el cambio técnico. Marx afirmaba que los capitalistas individuales buscarían adoptar cambios técnicos que bajaran sus costes de producción a los niveles dados de salario real (llamados cambios técnicos viables en la teoría moderna), con el objetivo de obtener "beneficios extraordinarios" gracias a seguir vendiendo el producto a precios determinados por los costes, más elevados, de sus competidores menos avanzados técnicamente. Marx concebía este proceso como un poderoso motor de revolución técnica de la producción capitalista. Si los salarios reales crecen en paralelo con la productividad del trabajo (lo que ha sido la experiencia histórica efectiva de las economías capitalistas, y corresponde a una proporción constante de los salarios en la renta nacional, o un valor constante de la fuerza de trabajo, en términos de Marx (véase Foley, 1986), el proceso de mecanización puede generar una tasa de ganancia decreciente. (Como apunta Okishio, 1961, los cambios técnicos viables no pueden rebajar la tasa de ganancia sin que se incremente el salario real). Marx resumía esta visión del desarrollo a largo plazo del modo de producción capitalista en sus teorías del plusvalor relativo y de la tasa de ganancia decreciente. Reescribiendo estas ideas en términos modernos, Marx pensaba en un sesgo sistemático hacia el cambio técnico ahorrador de trabajo y utilizador de capital como la pauta típica del desarrollo capitalista. En contraste con el cambio técnico neutral en el sentido de Harrod, que es ahorrador de trabajo pero ni ahorrador ni utilizador de capital, y se corresponde con una rotación en el sentido del reloj de la curva de eficiencia a partir de su punto de intersección con el eje horizontal, y a diferencia del cambio técnico neutral en sentido de Hicks, que es a la vez ahorrador de trabajo y de capital, y se corresponde con desplazamientos paralelos de la curva de eficiencia, podríamos decir que el cambio técnico sesgado al modo de Marx es ahorrador de trabajo y utilizador de capital, y se corresponde con una rotación en el sentido del reloj a partir de un punto determinado en el cuadrante positivo. Por tanto, el cambio técnico en Marx supone g > 0 y c < 0. El punto de intersección de la nueva curva de eficiencia con la antigua representa un salario real para el cual ambas son igualmente rentables, y puede llamarse el punto de cambio [**]. Desde este punto de vista, la tasa de ganancia en una economía capitalista está determinada por dos factores: la pauta de cambio técnico y la evolución de la parte de los salarios en la renta nacional. Una combinación del cambio técnico sesgado en el sentido de Marx con una proporción constante (o levemente decreciente) de los salarios en la renta puede conducir (aunque no lo exige necesariamente) a un descenso en la tasa de ganancia. En este artículo consideramos la pauta de cambio técnico, sin examinar la evidencia sobre la parte de los salarios en la renta ni la tasa de ganancia. Figura 3: Una tasa de ganancia descendente con progreso técnico sesgado al modo de Marx, y con una proporción constantye de los salarios en la renta 2.4. Pautas de crecimiento a largo plazo en los Estados Unidos Gérard Duménil y Dominique Lévy (1993) han reunido estadísticas agregadas para la economía de los EE. UU. desde 1869 a 1992, que han puesto amablemente a nuestra disposición. En particular, estas estadísticas incluyen cuidadosos cálculos del valor real de la producción bruta, del trabajo empleado y del valor real del stock de capital que nos permiten dibujar curvas de eficiencia para la economía de los EE. UU. para dichos años, y visualizar las tendencias a largo plazo del cambio técnico en esta economía. Figura 4: Cambio en la curva de eficiencia de los Estados Unidos entre 1970 y 1985 (datos de Duménil y Lévy) Figura 5: Cambio en la curva de eficiencia de los Estados Unidos entre 1870 y 1885 (datos de Duménil y Lévy) Las figuras 4 y 5 muestran un cambio típico en la curva de eficiencia de los EE.- UU. a lo largo de un periodo de 15 años, estimado a partir de los datos de Duménil y Lévy. A pesar del siglo que separa los dos periodos, la pauta cualitativa de cambio es notablemente coherente, y refleja el sesgo marxiano de ahorro de trabajo y uso de capital. Una comparación de las dos figuras en su conjunto, revela sin embargo que tanto la productividad del trabajo como la del capital crecieron sustancialmente entre los dos periodos. La productividad del trabajo se multiplicó casi por 10, mientras que la productividad del capital creció del orden de un 25%. El aumento estudiado en la productividad del capital a la largo de un siglo muestra que la pauta de sesgo marxiano no es uniforme en los datos de los Estados Unidos. Por supuesto, si miramos al periodo 1929-49, como en la figura 6, observamos una pauta de cambio técnico sorprendentemente diferente que parece haber hecho aumentar la productividad de ambos factores casi en la misma proporción (es decir, haber sido neutral en el sentido de Hicks). Figura 6: Cambio en la curva de eficiencia de los Estados Unidos entre 1929 y 1945 (datos de Duménil y Lévy) Como afirman Duménil y Lévy, usando métodos de análisis algo diferentes, en la economía de los EE. UU. el periodo 1919-49 fue un periodo tremendamente anómalo en términos de las pautas de cambio técnico que acompañaron a la acumulación de capital. El sesgo marxiano que caracteriza tanto al periodo precedente como al posterior da paso a un periodo de cambio técnico de aumento uniforme en los factores que hizo aumentar tanto la productividad del trabajo como la del capital. Este hallazgo refuerza la idea de que el periodo 1919-49 fue un mojón en la historia económica de Estados Unidos, un periodo en el que hubo profundos y duraderos cambios estructurales en la organización y técnica de producción. La figura 7 muestra las curvas de eficiencia en intervalos de 5 años para el periodo 1949-1989, confirmando así la idea del retorno de la pauta característica del sesgo marxiano. Figura 7: Curvas de eficiencia de los Estados Unidos en intervalos de 5 años, 1949-1989 (datos de Duménil y Lévy) 2.5. La curva de eficiencia en Brasil, 1959-1990 También podemos usar los datos de PWT y nuestra propia reconstrucción de stocks de capital nacional para calcular las curvas de eficiencia de un amplio abanico de países durante el periodo 1959-92, cubierto por PWT. En algunos casos, hemos hecho nuestros propios cálculos de datos de stocks de capital para algunos países y años que no aparecían en PWT, usando el método que se describe en el apéndice. Antes de atender al análisis de este conjunto de datos, examinaremos la experiencia de un país, Brasil. La figura 8 muestra la evolución de la curva de eficiencia de Brasil entre 1959 y 1979. El periodo muestra la pauta del cambio técnico de sesgo marxiano (ahorrador de trabajo, utilizador de capital) que ya habíamos observado en los datos de los Estados Unidos. Figura 8: Curvas de eficiencia de Brasil en intervalos de 5 años (datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional) Sin embargo, esta característica pauta se interrumpió durante los ochenta, como se ve en la figura 9. En los 80, el sesgo marxiano en el cambio técnico de Brasil da paso a fluctuaciones del tipo neutral según Hicks, en el que la productividad del trabajo y del capital se mueven al unísono. Además, como indica la figura 10, el fuerte movimiento alcista de la productividad del trabajo en el periodo 1959-79 cambia en los ochenta a una pauta fluctuante alrededor de un nivel constante. Claramente, en Brasil los años 80, como el periodo 1929-49 en los EE. UU., representa un periodo de cambio estructural en la economía. En los Estados Unidos, el periodo 1929-49 significó un avance sustancial en las productividades del trabajo y del capital, poniendo las bases para un nuevo periodo de cambio técnico de tipo marxiano. En Brasil, los 80 marcaren un periodo de estancamiento en ambas productividades. 2.6. Pautas mundiales de crecimiento económico La notable extensión de los datos de PWT nos permite examinar también las pautas de cambio técnico en el mundo. Si el sesgo marxiano, ahorrador de trabajo y utilizador de capital, es típico del desarrollo económico capitalista, esperaríamos ver una fuerte relación decreciente entre x y r en toda la economía mundial. La figura 11 representa los datos (r, x) de todos los 126 países y años para los que se dispone de datos para cualquier parte del periodo 1959-90. Los datos se han ajustado usando un robusto método no paramétrico (Cleveland, 1993) llamado loess ** robusto. Figura 9: Curvas de eficiencia de Brasil, 1980-1990 (datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional) Figura 10: La evolución de la productividad en Brasil, 1959-1990 (datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional) La técnica loess ** aplica un ajuste de mínimos cuadrados ponderados a los datos en cada punto del panel **, con ponderaciones rápidamente decrecientes con la distancia entre los datos puntuales y los puntos del panel **. El ajuste loess se hace robusto calculando ponderaciones de robustez que disminuyen rápidamente con el tamaño del residuo de cada dato a partir del ajuste loess, iterando posteriormente el ajuste loess con dichas ponderaciones de robustez. Figura 11: Muestra completa de los puntos (r, x), 1959-1990 (datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional) La existencia de una pauta muy clara de correlación negativa entre la productividad de capital y la productividad del trabajo a lo largo del desarrollo económico es inconfundible en estos datos. Hay algunas sorprendentes excepciones (representadas por los puntos que se escapan hacia el nordeste del racimo principal). Es igualmente claro que existen variaciones sustanciales en las sendas exactas que siguen las economías nacionales en el curso de su desarrollo económico, como se observa en la amplia dispersión de puntos alrededor del punto en que se dobla la curva ajustada. Pero el clarísimo arremolinamiento de los puntos en torno a la pauta de relación inversa y la aguda identificación de la relación monotónica entre r y x por el ajuste loess robusto, dejan pocas dudas de que existe una poderosa tendencia a que las economías nacionales sigan una senda de productividad decreciente del capital y productividad creciente del trabajo en el curso de su desarrollo económico. La explicación de esta sorprendente pauta supera los límites de este artículo, que tan sólo pretendía explorar los grandes rasgos del desarrollo económico capitalista. Mencionaremos enseguida dos hipótesis adelantadas en la literatura sobre el tema. La enorme literatura sobre el modelo de crecimiento neoclásico (desde Solow, 1970, hasta Mankiw, Romier y Weil, 1992) intenta interpretar esta pauta como si tuviera su origen, al menos parcialmente, en la existencia de una relación estable del tipo función de producción entre los insumos de capital y de trabajo. Pero existen serias anomalías cuantitativas en esta línea explicativa, que sigue siendo enormemente influyente. La mucho más reducida literatura que sostiene una alternativa de tipo clásico--marxiana a la función de producción neoclásica (Duménil y Lévy, 1995, es un ejemplo notable) sugiere que estas pautas son el resultado de sesgos en el cambio técnico inducido, más que de movimientos a lo largo de una isocuanta de la función de producción. 2.7. Pautas de cambio técnico La evidencia presentada hasta aquí apoya la hipótesis de que el desarrollo económico capitalista sigue de forma general, aunque no universal, una pauta de cambio técnico en la que se combinan los ahorros de trabajos con el uso más intensivo del capital. En esta sección, contemplamos directamente los datos de tasas de cambio de la productividad del trabajo y de productividad del capital, c y g. La figura 12 representa c y g medidos en periodos de 5 años (esto es, para cada país y año, calculamos la tasa de variación de r y de x entre ese año y otro 5 años posterior) para los 126 países de nuestra muestra. Existe, como cabía esperar, una fuerte tendencia a que los puntos se agrupen en el cuadrante noroeste, como corresponde a una c negativa y una g positiva, aunque los puntos están dispersos en todos los cuadrantes. La curva loess ajustada a estos datos no revela, sin embargo, ninguna correlación no negativa entre c y g. En el cuadrante noroeste** la curva es prácticamente plana, indicando que no hay correlación sistemática entre la magnitud de los cambios en c y los cambios correspondientes a g en ese periodo. Esto parece incoherente con la hipótesis de que las economías nacionales se moverían a lo largo de una isocuanta de la función de producción, pues una isocuanta así introduciría una correlación negativa entre c y g. Figura 12: Muestra completa de los puntos (c, g), medidos en intervalos de 5 años, 1959-1990 (datos de Penn World Table y reconstrucción propia de los stocks de capital nacional) La media y la desviación típica de los datos de c y g se presentan en la tabla 1. La media confirma la hipótesis general de un cambio técnico sesgado al modo marxiano, pero la amplia dispersión de los puntos hace que las desviaciones típicas sean grandes en relación con las medias. Media Desv. Típica c -1.80931 3.37411 G 1.40838 3.02809 Tabla 1: Media y desviación típica para la muestra total (c, g), medidas en intervalos de 5 años, 1959-1991 (datos PWT y estimaciones propias de stocks de capital nacional) Un test χ2 ** de la distribución de las pautas de los signos de c y g basados en la tabla 2 rechaza la hipótesis de una igual probabilidad entre las diferentes pautas de cambio técnico, con una P (nivel de significación probabilística) prácticamente cero. g> 0 G<0 C<0 0.52907 0.192202 c>0 0.21238 0.0663475 Tabla 2: Frecuencia de las pautas de signo para la muestra total (c, g), medidas en intervalos de 5 años, 1959-1990 (datos PWT y estimaciones propias de stocks de capital nacional) 2.8. Conclusiones Los economistas políticos clásicos, Smith y Ricardo, identificaron una tendencia decreciente de la tasa de ganancia con la acumulación de capital. Marx asoció esta tendencia con un sesgo más fundamental en las pautas del cambio técnico en las economías capitalistas, hacia técnicas ahorradoras de trabajo e intensivas en capital, pauta que hemos etiquetados como cambio técnico "sesgado en el sentido de Marx". Las largas series de datos reunidas para la economía de los Estados Unidos por Duménil y Lévy muestran que la pauta sesgada al modo de Marx dominó entre los periodos 1869-1919, y 1949-1989 de la economía de los Estados Unidos, con un periodo intermedio en el que aparece un progreso técnico neutral en el sentido de Hicks. Los datos de PWT y nuestros propios cálculos de stock de capital nominal también muestran la misma pauta de cambio técnico à la Marx para la economía brasileña en el periodo 1959-80', seguida de un estancamiento del progreso técnico en la década de los ochenta. Una exploración de la evidencia de sesgos marxistas en las pautas de cambio técnico en los datos PWT, completados con nuestros cálculos de stocks de capital nacional, para el crecimiento económico nacional entre 1959-90 confirma el predominio de la pauta sesgada al modo de Marx, pero también muestra una minoría significativa de casos con otras pautas de cambio técnico. Mientras que la relación inversa a grandes rasgos entre descensos de la productividad del capital y aumentos de a productividad del trabajo es coherente con la función de producción neoclásica, los detalles estadísticos plantean problemas cuantitativos sustanciales para el enfoque de la función de producción. Estos hallazgos preliminares sugieren un número de pistas para futuras investigaciones. Sería útil categorizar los casos "anómalos", no sesgados à la Marx, para entender qué países y años representan, y tratar de identificar los factores políticos, sociales y económicos que podrían explicar este resultado anormal. También sería útil estudiar la dependencia empírica del grado de cambio técnico ahorrador de trabajo y utilizador de capital respecto de otros factores, tales como el tamaño de las economías nacionales y su grado de desarrollo absoluto, medido por sus productividades de trabajo. Estos estudios podrían llevarnos a una comprensión más profunda del carácter inmanente del crecimiento económico capitalista. Reconocimientos Nos gustaría agradecer a Thomas R. Michl por sus extensos debates sobre la curva de eficiencia, y por proporcionarnos el acceso a artículos no publicados sobre este tema. Referencias bibliográficas Blades, D. 1993. "Comparing capital stocks", en Explaining Economic Growth: Essays in Honor of Angus Maddison, eds. Adam Szirmai, bar van Aark, y Dirk Plat, Amsterdam: North-Holand. Cleveland, W. S. 1993. Visualizing Data, AT&T Bell Laboratories. Duménil, G.; D. Lévy, 1993. The Economics of the Profit Rate, Edward Elgar. (1995). "A stochastic model of technical change: an application to the U. S. economy (18691989). Metroeconomica 46 (octubre), 213-45. Foley, D. 1986. Understanding Capital: Marx's Economic Theory. Harvard University Press. Mankiw, N. G.; D. Romer; D. N. Weil. "A contribution to the empirics of economic growth", Quarterly Journal of Economics, 152, mayo, 407-37. Okishio, N.. 1961. "Technical change anbd the rate of profit". Kobe University Economic Review, 7, 8699. Solow, R.. 1970. Growth Theory. Oxford University Press. Sraffa, P. 1961. Production of Commodities by Menas of Commodities. Cambridge University Press. Srinivasan, T. 1995. "Long-run growth theories and empirics: anything new?", en Growth Theories in the Light of the East Experience, ed. Takatoshi Ito y Anne Krueger. Chicago: University of Chicago Press. Summers, R.; Heston, A. 1991. "The Penn World Table (Mark 5): An expanded set of international comparisons, 1950-1988", Quarterly Journal of Economics, 106: 327-68. Apéndice sobre fuentes de datos y metodología Este apéndice presenta las fuentes de datos y una breve descripción de la metodología usada para calcular las series empleadas en este artículo. La fuente de datos utilizada es el Penn World Table (Mark 5.6) (PWT v. 5.6). El PWT v. 5.6 muestra, para 152 países, un conjunto básico de cuentas nacionales, precios relativos y datos demográficos que permite comparar entre países y a lo largo del tiempo. Para algunos países, también se recogen los datos de stock de capital del periodo 1965-1992. Para la lista de variables y la exposición de la metodología PWT, véase Summers y Heston (1991). La PWT v. 5.6 cubre el periodo 1950-1992 para algunos países, y para otros empieza después de 1950 o termina antes de 1992. En este artículo, se eliminaron todos los países que tenían sus primeros datos con posterioridad a 1960. El resultado es una muestra de 126 países con la siguiente distribución por continentes: África, 48; América, 27; Asia, 22; Europa, 25; Oceanía, 4. El PIB real utilizado es el índice encadenado expresado en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA) de 1985. Se obtuvo multiplicando la población total y el PIB real per cápita. La productividad del trabajo se presenta en el PWT v. 5.6 medida como el PIB real por trabajador. Sin embargo, esta variable presenta su último dato en 1990, por lo que éste ha sido el último año cubierto en este artículo. La productividad del capital se calcula usando nuestro propio cálculo de datos de stock de capital para los 126 países y nuestros "datos de referencia [benchmark data**], los cálculos de PWT v. 5.6. Nuestro stock de capital se obtiene por el método del inventario permanente (MIP), usando las series de inversión obtenidas a partir de la variable proporción de la inversión real en el PIB proporcionada por el PWT v. 5.6. Se empleó una vida útil de 10 años, es decir, una tasa de depreciación del 10%. Se supone que la depreciación sigue un comportamiento lineal. Además, todos los activos se consideran de la misma duración de vida útil. Inicialmente, los datos de inversión se acumulan adecuadamente hasta obtener la primera estimación, y a continuación se obtiene el stock de capital. Es la suma acumulada y depreciada de las inversiones agregadas en el pasado, en tanto que nuestros puntos de referencia ** son "las sumas acumuladas y depreciadas de inversión interior bruta en bienes duraderos de producción, construcción no residencial y otras construcciones" /Summers y Heston, 1991, p. 347) a las que se añadió el stock de capital en construcción residencial. Hay ciertos problemas inherentes a cualquier intento de extender así los datos PWT. En primer lugar, está el problema de la calidad de los datos sobre inversión de la tabla PWT. Srinivasan (1995) llama la atención sobre este problema. En segundo lugar, como los datos de inversión no se presentan por categorías de formación bruta de capital fijo y se ofrecen para un corto periodo de tiempo, no sólo se supone que todas las categorías de formación bruta de capital tienen la misma vida útil de sus activos, sino que además esa vida útil es muy corta. El método MIP infravalora el tamaño del stock de capital y su sesgo relativo puede cambiar considerablemente para países con composiciones muy diferentes de la formación bruta de capital fijo cuando se considera la 'verdadera' vida del activo. En términos de tasas de crecimiento del stock de capital, el efecto de una vida activa corta es reducir dicha tasa en una economía con una rápida expansión de la inversión, y viceversa. Pero, como señala Blades (1993, p. 404), "el uso de vidas útiles erróneas no introduce ningún sesgo sistemático en las tasas de crecimiento del stock de capital". El cálculo del stock reduce el periodo de cobertura del presente artículo en relación con el periodo que ofrecen los datos de PWT v. 5.6. La primera observación para los países analizados se extiende de 1959 a 1969. A pesar de los límites de la información y de lo limitado de nuestro procedimiento, nuestros cálculos del cociente producción-capital y de su tasa de crecimiento son similares a los calculados con nuestras referencias de los datos del PWT cuando dichos datos están disponibles. El coeficiente de correlación media entre nuestros cálculos de stock de capital y los de PWT es de 0.97. En primer lugar, se estimó la correlación para cada país para el que PWT proporciona un cálculo de stock de capital, y luego se sacó la media de todos ellos. Esto indica una asociación lineal muy alta entre ambos cálculos. CAPÍTULO 3 Alan Freeman8[8] UN CICLO ENDÓGENO DE LA TASA DE GANANCIA 3.1. Las ecuaciones Consideremos el siguiente sistema: K' = I (1) I' = a (S/K - R)S (2) La variable K representa el valor monetario del stock de capital; la variable I es el valor monetario de la tasa de inversión; S, una constante, es el valor monetario de los beneficios por periodo; R es la tasa de ganancia 'objetivo', y a es un parámetro. S/K es, por tanto, la tasa de ganancia media que llamaremos r. Una I negativa significa desinversión neta. Como vamos a ver, este sistema muestra ciclos periódicos estables tanto de I como de K, excepto en el punto fijo estable K = S/R. I oscila entre extremos positivos y negativos iguales, mientras que K fluctúa simétricamente entre un mínimo inferior a S/R pero superior a cero, y un máximo superior a S/R pero limitado. Esto es válido para cualquier valor inicial de I y cualquier valor inicial positivo de K y de los parámetros S, R y a. La ecuación (1) afirma que el stock de capital crece o disminuye a una tasa igual a la tasa de inversión. La ecuación (2) afirma que si la tasa de ganancia media cae por debajo de la tasa objetivo, los empresarios reducirán su inversión total; mientras mayor sea la brecha, más rápida será esa reducción. Inversamente, si la tasa de ganancia crece por encima de la tasa objetivo, la inversión crecerá de la misma manera. El cambio en la inversión se representa aquí como una proporción a(r - R) de la masa de ganancias, S. Los gráficos 1a, 1b y 1c muestran el perfil de K, I y r en el tiempo, y los gráficos 2a y 2b recogen las órbitas de K y r alrededor de I, para valores iniciales K0 = 200, I0 = 10, y para S = 50, R = 0.05 y a = 0.02. El 'mecanismo' cualitativo es el siguiente. Comencemos en un 'punto típico' (A) en el que la tasa de ganancia efectiva supera la tasa objetivo, y donde I es positivo. K aumenta, disminuyendo la tasa de ganancia hasta que se alcanza el umbral K = S/R o r = R. En cuanto r supera a R, la inversión comienza a caer, pero sigue siendo positiva hasta el punto B, estando determinados el máximo de K y el mínimo de r por a, R y las condiciones iniciales. Una vez que la inversión cae por debajo de cero (desinversión), K empieza a disminuir de forma que r se hace creciente aunque I siga cayendo. Cuando K alcanza de nuevo el umbral S/R en el punto C, la inversión todavía en negativa pero I' se hace positiva. K desciende hasta el mínimo D, determinado también por los parámetros y las condiciones iniciales; I se hace ahora positiva y el stock de capital comienza a aumentar, reiniciando el ciclo. 8[8] School of Social Sciences; University of Greenwich: Avery Hill Road; London SE9 2HB; Tel. (44) 181 858 6865; a.freeman@greenwich.ac.uk; www.greenwich.ac.uk/~fa03 0 3.2. Significado económico 2500 2300 2400 2200 2100 1900 2000 1800 1600 1700 1500 1400 1200 1300 1100 1000 800 900 700 500 600 400 300 100 200 Profit Rate (=S/K) 2400 2500 2000 2100 2200 2300 1700 1800 1900 1300 1400 1500 1600 900 1000 1100 1200 600 700 800 200 300 400 500 0 100 Investment 2300 2400 2500 1800 1900 2000 2100 2200 1300 1400 1500 1600 1700 800 900 1000 1100 1200 300 400 500 600 700 0 100 200 Capital Stock Chart 1a: Capital Stock (K) against time 4500 4000 3500 3000 2500 2000 1500 1000 500 0 Time Chart 1b: Investment (I) against time 15 10 5 0 -5 -10 -15 Time Chart 1c: Profit rate (S/K) against time 0.8 0.7 0.6 0.5 0.4 0.3 0.2 0.1 0 Time Figura 1: Gráficos temporales para K0 = 200, I0 = 10, S 0 50, R = 0.05, a = 0.02 Se sabe que pueden generarse o simularse ciclos económicos endógenos usando sistemas de ecuaciones lineales de segundo orden, siendo el más conocido de los primeros ejemplos de este tipo el modelo del multiplicador-acelerador de Samuelson (1939). Una crítica generalmente admitida hacia los modelos lineales es que sólo un valor del parámetro de control produce ciclos estables autosostenidos. Se plantea por tanto el problema de explicar dos de las características más notables del sistema capitalista, como son la persistencia de los ciclos económicos y la falta de un equilibrio estable. Un acelerador no lineal y otros modelos posteriores fueron desarrollados por Godwin (1951, 1992), y sus colaboradores nos hicieron caer en la cuenta de que los ciclos persistentes sólo aparecen cuando hay términos no lineales en la ecuación de movimiento. Pero en la mayoría de estos modelos, la tasa de ganancia como determinante del comportamiento de la inversión o bien estaba ausente o desempeñaba un papel incidental, y el proceso de ajuste se centraba, bien en la interacción entre inversión y consumo o producción, bien en la interacción entre empleo y niveles de salario. Chart 2: Investment (I) against Capital Stock (K) K=S/R = 1000 15 A 10 I 5 D 0 0 B 500 1000 1500 2000 2500 3000 3500 4000 4500 -5 -10 -15 C Capital Stock (K) Chart 2b: Investment (I) against Profit Rate (r) Note: High r corresponds to low K and vice versa 15 A 10 r = R = 0.05 5 I B 0 0 D 0.1 0.2 0.3 0.4 0.5 0.6 0.7 0.8 -5 -10 -15 C r Figura 2: Órbitas para K0 = 200, I0 = 10, S 0 50, R = 0.05, a = 0.02 Ni los pensadores neoclásicos ni los marxistas han construido, que yo sepa, modelos formales en los que la propia tasa de ganancia ejerza su influencia predominante en la conducta de la inversión, a pesar de la importancia que la tasa de ganancia tiene en las teorías marxista y clásica, y a pesar de la significativa evidencia empírica descubierta por autores de ambas escuelas sobre variaciones de la tasa de ganancia a lo largo del ciclo. Los trabajos neoclásicos y postkeynesianos se han centrado en el comportamiento de los precios, en las expectativas o en la relación entre inversión y producción o consumo. El interés marxista en los ciclos a principios de siglo se centraba, desde Rosa Luxemburgo en adelante (véase Day, 1981), en la inestabilidad de las proporciones de reproducción per se, mientras que los modelos duales cruzados como los de Semmler, Flaschel y sus colaboradores (véase Wegnerg, 1990) ocupan una posición intermedia, en la medida en que se mantiene la preocupación por las proporciones intersectoriales pero se deja que el sistema de precios desempeñe un papel dinámico importante. Yo he ideado este sistema de ecuaciones para comprobar si podían generarse ciclos estables exclusivamente sobre la base de cambios en la tasa de ganancia. El sistema se abstrae consecuentemente de todas las variaciones en el comportamiento de la inversión que estén influidas o determinadas por cambios en el mercado de trabajo, el nivel de precios o las variaciones en las cantidades consumidas o producidas. Por esta razón, S, la parte del excedente monetario disponible para la inversión o para el consumo de los capitalistas privados, se supone constante, y sólo se dejan variar al stock de capital y a la inversión, viéndose ésta afectada exclusivamente por la tasa de ganancia. Estos rasgos simplificadores no pretenden representar una economía real. Se trata de un ejercicio mental para mostrar que desde un punto de vista teórico la influencia de la tasa de ganancia sobre el ciclo económico debe ser re-estudiada seriamente. Puesto que el modelo presenta fluctuaciones cíclicas persistentes sobre la base de variaciones en la tasa de ganancia exclusivamente, y puesto que empíricamente la variación de la tasa de ganancia es una variable clave en el curso real de los ciclos económicos, me parece que existen fundamentos más que suficientes para llevar a cabo un estudio teórico de esta variable olvidada. Sin embargo, los supuestos especiales exigidos por el modelo son muy escasos. K e I se refieren a los valores monetarios y, por tanto, la primera ecuación es una identidad. Además, I es un residuo. No representa, por tanto, el conjunto de los beneficios, sino sólo la porción de los mismos que no se consume privadamente. Al mismo tiempo incluye la inversión 'no deseada'. Las ecuaciones no excluyen, por tanto, cambios en los salarios monetarios o en la estructura física del capital o de la inversión, y, por consiguiente, del 'cociente capital-producto'. Lo que hacen es abstraerse de ellos. Simplemente aíslan el impacto de la tasa de ganancia media que es una variable sintética que representa el efecto combinado de todos los cambios citados más arriba. Sin embargo, como muestran los resultados, se trata de una variable sintética muy poderosa. Su propiedad crucial es que aunque otras variables explicativas como el salario real puedan cambiar o no, el comportamiento del sistema es independiente de lo que ocurra con ellas. Esto arroja algunas dudas de hasta qué punto es inteligente tratarlas como factores causales de las variaciones cíclicas, y reabre la olvidada cuestión del papel de la propia tasa de ganancia en el ciclo. 3.3. Propiedades formales del sistema Podemos transformar las ecuaciones (1) y (2) en una forma canónica, que nos facilita la tarea de estudiar sus propiedades básicas, usando las coordenadas k, i, donde k, la transformación de K, es 0 cuando K = S/R y -1 cuando K = 0, y donde i se re-escala para mantener la relación k' = i. Las ecuaciones de esta transformación son: K = K(R/S) - R/S Por tanto, K = (k + 1)S/R y K' = x' S/R I = I R/S Y, por tanto, I = I S/R y I' = i' S/R Todo esto nos lleva a que I' = aS(S/1+k R/S - R) = aSR (1/1+k - 1) = -aSR k/1+k Escribiendo la constante B en lugar de aSR, tenemos K' = i (3) I' = - B k/1+k (4) Esto es un sistema autónomo plano**, lo que significa que el tiempo no desempeña aquí ningún papel explícito. Esto hace posible derivar la ecuación de la órbita (la relación entre k e i, o K e I) directamente, dividiendo k' entre i' para obtener: Di/dk = -B k/1(1+k) (5) Por separación de variables llegamos a Idi = -B k/1+k dk = B(1/1+k - 1) A partir de lo cual, mediante integración, obtenemos i2 = B {log(1+k) - k} + C (6) donde C es la constante de integración. Esto nos da un conjunto de curvas cerradas en el plano k-i, que se corresponden con oscilaciones periódicas de K y de I. Podemos profundizar algo más observando que si se elimina i para obtener la ecuación diferencial de segundo orden K'' = -B k/1+k (7) lo que puede compararse con el clásico oscilador lineal (y la linealización de este sistema) k'' = -Bk (8) donde Bk es una fuerza restauradora proporcional a la distancia de k desde el equilibrio. Esto oscila indefinidamente en una órbita fija, salvo que se lo someta a parones o empujones. Si la fuerza de restauración no es proporcional a la distancia k, el sistema puede compararse bien con un manantial que se va haciendo más caudaloso (la fuerza aumenta 'más rápidamente' que Bk) o más débil (la fuerza aumenta 'más despacio' que Bk). El denominador 1/(1+k) modifica este comportamiento de forma asimétrica. Para k positivas, disminuye la 'fuerza restauradora' con una distancia desde k =0, comportándose como un manantial decreciente, mientras que para k negativas (-1 < k < 0) la aumenta, comportándose como un manantial creciente. Por consiguiente, la fase del ciclo para la que la inversión es decreciente (k < 0) es más larga que la fase en que la inversión crece (k > 0), de forma que, por una parte, la tasa de ganancia está por encima del objetivo por un periodo más largo del ciclo del que está por debajo; pero, por otra, el gráfico de la inversión en relación al tiempo es un diente de sierra invertido, con el filo delantero (cuando la inversión crece) más afilado que el trasero (con inversión decreciente). El segundo resultado no concuerda con la pauta observada del ciclo económico, pero nuestra intención no es mimetizar el ciclo. Es demostrar que, puesto que se puede generar un ciclo en un sistema en el que todas las variaciones debidas a fluctuaciones de precios y cantidades se han dejado de lado, sería imprudente concluir que son éstos los únicos factores que operan. Puesto que los ciclos aparecen cuando el impacto de las variaciones en la tasa de ganancia es el único factor presente, este factor tiene que tomarse en serio en futuras investigaciones. Las órbitas del sistema vienen dadas por la ecuación H(k, i) = i2 + Bk - Blog(1+k) = C (9) donde H, dicho sea de paso, es el hamiltoniano del sistema, interpretado a veces como su 'energía'. Quizás merezca la pena señalar que i2 corresponde a la integral de la inversión en el tiempo, con lo que podría considerarse como la 'bomba' que hace oscilar al sistema. 3.4. Forma y estabilidad Como se ha dicho, la órbita es una curva cerrada en el plano k-i, de modo que el sistema recorrerá ciclos estables que vuelven al mismo punto (k0, i0) donde empezaron. Puesto que en ese punto las ecuaciones son idénticas al punto de partida, su periodo debe ser fijo, aunque esto no nos diga cuál es. Para estudiar la forma de la órbita nos puede ser de utilidad una rápida mirada a la curva Z = log(1+k) - k (10) que aparece en la figura 3. Tiene una singularidad cuando k = -1, que, de acuerdo con la elección de nuestras coordenadas, corresponde al punto K = 0. Es, por tanto, importante establecer si k puede caer por debajo de -1, ya que esto correspondería a un stock de capital negativo. La curva tiene un máximo en k = 0 (K = S/R), en el cual z es igual a cero. Esto nos da de forma inmediata los extremos de i a partir de la ecuación (6), es decir, i = ± √C. Esto refuerza también el resultado de que no hay órbitas reales para C < 0. Abordaremos, antes de establecer los extremos de k, la dependencia de la órbita rspecto de las condiciones iniciales y el parámetro a, que determinan conjuntamente el valor de la constante B. Chart 3: Graph of log(1+k)-k 1.5 1 0.5 0 log(1+k) -0.5 k log(1+k)-k -1 -1.5 -2 1 0.9 0.8 0.7 0.6 0.5 0.4 0.3 0.2 0 0.1 -0.1 -0.2 -0.3 -0.4 -0.5 -0.6 -0.7 -0.8 -0.9 -2.5 k Sustituyendo los valores iniciales de k0, i0, tenemos C = i02 - B{log(1+k0) - k0} Y por consiguiente (6) se convierte en i2 - i02 = B{log(1+k) - log(1+k0) - (k - k0)} (11) Los valores extremos de k se obtienen escribiendo di/dk = 0, que, a partir de (5), nos lleva a i = 0 y, por tanto k - k0 - log(1+k) + log(1+k0) = i02 log (1+k) - k = log(1+k0) - k0 - i02 (12) Como se dijo, si k tiende a -1 o a ∞, log(1+k) - k tiende a -∞, de modo que (al ser la órbita una curva cerrada) si estos extremos existen deben estar en el rango -1 < k0 < ∞. Los extremos no existirán si el lado derecho de (12) está por encima del máximo del lado izquierdo, es decir k = 0, lo que significa que la órbita existe y da valores de k entre -1 y ∞ para cualquier valor real positivo inicial K0 y cualquier B positiva. 3.5. Comentario y conclusión Que yo sepa, éste es el primer modelo de ciclo económico endógeno en el que la única variable explicativa es la tasa de ganancia. Es tentador presentar un modelo así sólo como un juguete para especialistas matemáticos o como reivindicación de un punto olvidado de la economía. Pero yo creo que se trata de algo más. Es un lugar común que la prueba de una teoría radica en su predicción de la realidad observada. Hay una tendencia a reducir esto a una simple exactitud numérica, sirviendo para ello la econometría como una especie de manantial decreciente. Una comprobación empírica más exigente de una teoría es su capacidad para explicar todos los hechos observados sin dejar nada fuera. Esto incluye los hechos cualitativos. Una teoría que predice numéricamente precios para seis años dentro de un margen del 5%, pero no es capaz de explicar una devaluación, no es válida empíricamente, no por el tamaño de la desviación numérica --que puede ser efímera si da paso a buenos tests de significación-sino a causa de la importancia cualitativa de las devaluaciones. Además, las teorías conquistan normalmente picos cualitativos antes de nivelar los valles cuantitativos. Éste es el punto decisivo del que depende su poder glacial. Por supuesto, deben conquistar todo el terreno; pero una teoría que no sube a las cimas no puede recorrer los valles. Desde este punto de vista, la superioridad de la astronomía de Galileo no radica en la exactitud de su detalle, sino en el hecho de que podía explicar una observación cualitativa decisiva --las lunas de Júpiter-- que no podían explicarse de otra forma. Al introducir un nuevo modelo de ciclo, es apropiado entonces preguntar qué fenómenos cualitativos debería abordar cualquier explicación de los ciclos económicos. La contribución decisiva de Goodwin es sin duda su insistencia en que la teoría debe explicar dos rasgos cualitativos esenciales del capitalismo, como son la persistencia y la estabilidad de los ciclos. Éstos, junto a la desigualdad de gentes y naciones, son quizás los dos fenómenos más repetidamente observados en una economía de mercado. Su explicación es un Santo Grial de la investigación económica seria aunque tengan que ver con la más burda realidad mundana. Merece la pena destacar dos puntos más, que son menos evidentes. En primer lugar, una teoría verdaderamente general tiene que basarse en los rasgos más persistentes y profundos de una economía de mercado, ya que los ciclos económicos han existido desde que existe el capitalismo. Cualquier explicación que recurra a rasgos efímeros o transitorios de este sistema es sin duda cuestionable, pues el investigador riguroso debe preguntar por qué los ciclos ocurren aunque estén ausentes esos rasgos. En segundo lugar, y por lo que respecta a esos rasgos más transitorios de una economía de mercado, aun si no se usan como variables explicativas, es importante que el modelo no los excluya a priori. En caso contrario, sería imposible integrarlos en una versión posterior, más completa y, por tanto, más exacta, del modelo. Se necesita por tanto que una teoría del comportamiento cíclico combine dos rasgos difíciles de reconciliar. Por una parte, en su forma más simple y abstracta, sus variables deben referirse a los rasgos más profundos, persistentes y generales de las economías de mercado; pero por otro lado estas variables no deberían excluir, sino resumir y comprender, todas las demás, y diversas, variaciones que se asocian con ciclos particulares en momentos y lugares específicos. Consideremos la ecuación del acelerador K* = kY Donde K* es el stock de capital deseado, Y es el capital, y k es el cociente capitalproducto. Ésta es la base del modelo de acelerador no lineal de Goodwin (1951), consistiendo el proceso dinámico de ajuste en la forma en que la inversión K' reacciona ante las diferencias entre K* y K, el stock efectivo de capital. La interpretación habitual de k es un rasgo técnico de la economía, que representa la productividad física del capital. Por supuesto, ésta es la razón de que normalmente se la considere, bien como una constante, bien como una consecuencia del cambio técnico. Goodwin (1951) ya se refirió a algunas de las limitaciones de esta ecuación. Aquí llamaré la atención solamente sobre un punto sutil, que es el siguiente: al formar parte los activos monetarios del stock de capital K (y competir también por la atención de los inversores), y al ser K e Y cantidades monetarias, la supuesta relación técnica entre ambas no es tal. Pues, en el transcurso de una recesión el primer y más probable proceso no es el descarte parcial del stock de capital físico sino la emigración del nuevo capital de inversión desde la inversión productiva a la improductiva; esencialmente en activos monetarios. Esta característica particular de la economía de mercado --la migración del capital entre activos monetarios y productivos-- puede que no sea universal pero fue objeto de mucha atención por parte de Keynes, para quien el 'ajuste' del stock de capital a la producción puede y de hecho tiene lugar a través de un ajuste a la baja de la producción, no a través de una ajuste al alza del capital. Pero esto corrige también el cociente capital-producto a la baja, tal como cabe esperar de una transferencia de activos fuera de la producción, aun siguiendo siendo parte del stock general de capital. Así se rompe un eslabón clave en esta cadena del modelo de acelerador-multiplicador: la supuesta relación técnica entre la producción y el capital. La aparente sencillez de los modelos de multiplicador-acelerador se obtiene por tanto a un coste cierto: la simplificación deja fuera variables explicativas esenciales. Éstas pueden ser reincorporadas luego, pero al coste de la sencillez inicial. No es posible teorizar una relación puramente técnica entre producción y capital salvo si se prescinde de la dimensión monetaria. Un problema diferente surge con los supuestos exigidos por los postkeynesianos, basados en modelos de ajuste duales cruzados, o salarios-empleo, lo mismo que otros intentos más complicadas, todos los cuales introducen algún supuesto especial de comportamiento que rige la conducta de los agentes. Por ejemplo, en el bien conocido modelo de Lotka-Volterra de Goodwin, se necesita que un aumento en los salarios monetarios venga acompañado de un descenso en el empleo, y viceversa. Esto es frecuente, pero no universal. No se aprecia plenamente que la tasa de ganancia, y la relación entre inversión y acumulación, es inmune a ambas dificultades. La clásica relación de Harrod K' = I es una identidad contable una vez que la variable K se amplía hasta incluir los activos financieros y la inversión, I, hasta incluir los efectos de la depreciación y la apreciación. La masa de ganancias, una vez extendida hasta incluir todas las apropiaciones a partir de la renta bruta incluidos el interés y la renta, está igualmente relacionada con la producción neta por la identidad contable S=Y-W donde W son los salarios monetarios. La ecuación de la tasa de ganancia R = S/K no deriva, por tanto, como se supone a menudo, de ningún supuesto técnico o especial, sino que es una identidad deducida a partir de dos identidades, y define por tanto un parámetro universal de una economía de mercado. El modelo que hemos presentado es tan simple y esquelético como el modelo multiplicador-acelerador, pero está desprovisto de sus supuestos especiales. La relación entre la tasa de ganancia y el stock de capital puede de hecho establecerse con independencia de relaciones técnicas o físicas, si se hace en términos monetarios e incluye los activos monetarios. Es sencillamente el cociente entre los beneficios monetarios totales y el capital monetario total. Esto tiene que ser así, con independencia de los cocientes físicos subyacentes; está entre las características más sobresalientes de una economía monetaria. Igualmente persistente, e igualmente independiente de todas las relaciones técnicas, es la tendencia del capital a buscar el rendimiento más alto posible, y me parece más convincente buscar los determinantes del comportamiento de la inversión (como hicieron Keynes y Marx) en la relación entre a inversión y la rentabilidad que ofrece; o, al menos, tener esta relación en cuenta. Podría parecer que este énfasis excluye el proceso de cambio técnico en sí de la explicación, para atender tan sólo a la expresión aparentemente superficial de los precios de mercado. Esto malinterpretaría lo que el sistema de ecuaciones nos permite afirmar. ¿Qué ocurre cuando, gracias al cambio técnico, un producto más barato sustituye a otro más caro? Según la teoría más tradicional, el valor corriente del stock existente de este producto se cuenta en la producción a su nuevo valor, el valor de reposición. Un cuerpo creciente de investigación teórica (véase Freeman y Carchedi) se opone a ese punto de vista argumentando la evidencia de que el valor de cualquier elemento del stock de capital en los inventarios del inversor no es lo que le cuesta ahora reemplazarlo, sino su precio monetario en el momento de la compra. La depreciación, desde este punto de vista, supone una ganancia caída del cielo para el productor del producto nuevo y más barato, y una pérdida para el propietario del stock más antiguo y costoso. Desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto, en consecuencia, el valor monetario del stock del capital --la suma sobre la que se calcula la tasa de ganancia-- es igual al coste monetario histórico del stock, no a su coste de reposición. Al ser esto así, la ecuación de Harrod, K' = I, es, en términos monetarios, una verdad exacta, una identidad. Bajo esa verdad fundamental puede haber una multiplicidad de realidades físicas. La desinversión en términos monetarios, por ejempo, , puede resultar tanto del desecho físico o del simple remplazamiento del stock físico más antiguo y caro al menor precio que el avance técnico hace posible, siendo el excedente monetario gastado improductivamente en este caso. En resumen, para que se aplique la fase de caída de la producción que se representa en el modelo precedente basta con que el proceso de cambio técnico continúe a una tasa decreciente, sin una expansión real. Igualmente, la simple afirmación de un volumen monetario de ganancia constante no excluye de ninguna manera substanciales variaciones del salario real. S es una variable sintética que expresa la interacción combinada de los cambios tanto en la productividad en el sector de bienes de consumo como en el salario monetario. En términos adecuados, simplemente expresa una combinación de costes que aumenta en total a la misma tasa que la productividad. Por consiguiente, la sencillez de la ecuación de la tasa de ganancia oculta la complejidad de las relaciones físicas que puede expresar. En particular, si a través del análisis del valor podemos aislar los efectos de los cambios en la productividad de los cambios efímeros en el nivel agregado de precios, llegamos a que dichas variables actúan, como la energía en Física, como la base para establecer las constantes de movimiento de un sistema por lo demás complejo --quizás lo más cercano que la economía pueda estar de una expresión global del antiguo objetivo de un resumen esencialmente simple de sus complejas leyes de movimiento. Referencias bibliográficas Las obras que se citan no deben entenderse como una lista completa de la literatura, sino como una selección de los repasos más recientes entre los que el lector puede encontrar en este campo. Attfield, C.I.F.; Demery, D.; Duck, N.W. (1992). Rational Expectations in Macroeconomics, Oxford: Blackwell. Day, R. B. (1981). The Crisis and the 'Crash': Soviet Studies of the West, 1917-1939, Londres: Verso. Dore, M. H. I. (1993). The Macrodynamics of Business Cycle. Oxford: Blackwell. Drazin, P. G. (1992). Nonlinear Systems. Cambridge: CUP. Freeman, A.; Carchedi, G. (1995). Marx and Non-Equilibrium Economics, Aldershot: Edward Elgar. Goodwin, R.M. (1951). "The non-linear accelerator and the persistence of business cycles", Economterica, 19. (1992). Chaotic Economic Dynamics. Oxford: OUP. --; Krüger, M; Vercelli, A. (eds.) (1984). Non-Linear Models of Fluctuating Growth. Berlín: Springer Verlag. Mulineux, A.; Dickinson, D.G.; Peng, W. (1993). Business Cycles. Oxford: Blakwell. Samuelson, P. A. (1939). "Interactions between multiplier and the principle of acceleration", Review of Economics and Statistics, XXXI, pp. 75-78. Wegberg, M. Van (1990). "Capital mobility and unequal profit rates: a classical theory of competition by boundedly rational firms", Review of Radical Political Economics, vol. 22, nº 2-3. CAPÍTULO 4: Anwar Shaikh9[9] LOS TIPOS DE CAMBIO REALES Y LOS MOVIMIENTOS INTERNACINALES DE CAPITAL Resumen. Este artículo demuestra que los términos de intercambio [**o comercio] de los países están determinados por la igualación de las tasas de ganancia de los capitales reguladores internacionales, dados unos niveles socialmente determinados de los salarios reales nacionales. Esto proporciona una base clásico--marxiana para la explicación de los tipos de cambio reales, basada en el mismo principio de la ventaja absoluta de costes que regula los precios nacionales. Para ello, no es necesario tener en cuenta los flujos internacionales de inversión directa; basta con suponer la movilidad internacional del capital financiero. Este tipo de determinación de los términos de intercambio conlleva que el comercio internacional generará normalmente desequilibrios comerciales estructurales y persistentes, que se cubrirán con flujos de capital determinados endógenamente, que cerrarán las brechas existentes en las balanzas de pagos totales. Se desprende también que las devaluaciones no tendrán efectos duraderos sobre las balanzas comerciales, a menos que se produzcan también cambios fundamentales en los niveles nacionales de salarios reales o de productividad. Por último, se concluye asimismo que en general no serán válidas ni la versión absoluta ni la relativa de la hipótesis de la Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), aunque la última parece tener vigencia cuando un país experimenta una tasa de inflación relativamente alta. Todas estas pautas están bien documentadas, y, en contraste con la teoría de la ventaja comparativa o de la PPA, este enfoque muestra que la evidencia histórica disponible es perfectamente coherente. Se han hecho contrastaciones empíricas de las proposiciones defendidas en este artículo, siempre con buenos resultados. El objetivo de este artículo es demostrar que los tipos de cambio reales entre países están determinados por la igualación de las tasas de ganancia entre los capitales reguladores a escala internacional, dados unos niveles de salario real socialmente determinados a escala nacional. Esto proporciona una explicación clásico-marxiana de los términos de intercambio internacional, basada en el mismo principio de la ventaja absoluta de costes que rige los precios nacionales. Un enfoque de este tipo forcé la clara ventaja de ser coherente con las pautas empíricas más importantes mostradas por el comercio internacional. Por su parte, se opone frontalmente al principio de la ventaja comparativa en el que descansa la mayor parte de la teoría del comercio internacional. Los argumentos teóricos que se presentan a continuación se han comprobado empíricamente en Román, 1997; Napoles, 1997; Antonopoulos, 1997; Shaikh, 1998. A continuación se mantendrán los siguientes supuestos fundamentales. Dentro de cada nación, se supone que tanto el capital como el trabajo son móviles, aunque se supone que el último lo hace más lentamente y más condicionado por vínculos culturales e históricos. Ésta es la razón de que los salarios reales puedan diferir entre las regiones de un mismo país, dentro de ciertos límites. No se supone la existencia de pleno empleo. A escala internacinal, se supone que tanto el capital financiero como el no financiero fluyen de un país a otro en busca de rendimientos más elevados. Se supone que los obstáculos a esta movilidad, especialmente en el caso del capital financiero, son mucho menores que los que frenan la movilidad internacional del trabajo. Por tanto, se supone que las tasas de ganancia sobre las nuevas inversiones directas gravitarán alrededor de medias comunes en los diferentes países. Veremos que basta con suponer la movilidad del capital financiero para obtener este resultado. Por otra parte, las diferencias entre los 9[9] Graduate Faculty; Department of Economics; New School for Social Research; 65 Fifth Avenue, NY, NY 10003, USA; email: shaikh@newschool.edu salarios reales de los diferentes países pueden superar las que se dan en el interior de los mismos, y ser más duraderas. En el interior de cada industria, tanto nacional como internacional, las nuevas tecnologías se introducen sucesivamente, a medida que las más antiguas se hacen menos competitivas hasta finalmente desaparecer (o ser desechadas). Esta dinámica incesante produce un espectro de técnicas operativas en el interior de cada industria, de forma que los capitales capaces de reproducir el producto con menores costes regularán el precio de mercado. Puesto que los capitales de cualquier industria (nacional o internacional) puede extenderse por muchas regiones y nacionales, la mezcla y el nivel medio de la tecnología pueden ser diferentes al comparar más allá de los citados límites geográficos. Nada de lo anterior impide que el comercio internacional pueda tener un impacto tanto sobre los salarios reales como sobre las tecnologías. Pero sí se deduce de ello que sus respectivos determinantes básicos deben localizarse en la matriz político-cultural de las respectivas naciones involucradas. Éstas pueden cambiar, y de hecho lo hacen, en ocasiones de forma radical. Pero no existe ningún mecanismo que las haga cambiar en forma tal que se tienda al equilibrio automático de la balanza comercial entre países. Los supuestos anteriores sobre diferencias en salarios reales y tecnologías, expresables éstos últimos en términos de coeficientes input-output determinados, son bien conocidos en las tradiciones clásica y marxiana. Por supuesto, son la base misma de la que Ricardo deriva su principio de los costes comparativos (Shaikh, 1980), principio que sigue subyaciendo a la mayoría de los modelos de comercio de las teorías modernas, incluido el modelo Heckscher-Ohlin (HO)10[10]. Y, más importante, las diferencias internacionales duraderas en salarios y tecnologías siguen aún caracterizando el mundo actual (Dollar, Wolff y Baumol, 1988, pp. 31, 33, 42). La cuestión es explicar cómo el libre comercio tiene en eso sus raíces, y cómo al mismo tiempo las reproduce continuamente. Los argumentos analíticos que se desarrollan a continuación se basan en el conocido modelo de dos sectores. Otras derivaciones más generales a partir de los mismas proposiciones básicas pueden encontrarse en Shaikh, 1991. 4.1. La determinación de los precios relativos en el interior de un país. Los tipos de cambio reales no son más que los precios relativos internacionales en una moneda común. Para entender sus determinantes, conviene empezar por el análisis de la formación de los precios relativos competitivos en el interior de una nación. Supongamos que hay muchos productores de cualquier mercancía dada, agrupados en función de sus costes unitarios de producción. En otro lugar, he defendido que, en este caso, el conjunto de productores con menores costes de reproducción serán los que 10[10] Las diferencias entre costes potenciales de producción son el punto de partida tanto de las teorías del comercio internacional basadas en las ventajas absolutas como comparativas, puesto que no hay espacio alguno para el comercio si todas las naciones producen todos los bienes a los mismos costes. El modelo HO supone que la teoría del coste comparativo regula el comercio, pero afirma que las diferencias subyacentes en los costes potenciales derivan del impacto de las diferentes 'dotaciones de recursos' con las que cuentan los países sobre la base de una función de producción internacional única. regulen las condiciones de coste en que se basan los precios de mercado, porque son esas condiciones de producción las que constituyen el objetivo de los flujos de nueva inversión. En cada industria, los capitales que satisfacen tales condiciones forman los capitales reguladores de esa industria. Puesto que es la rentabilidad de estas nuevas inversiones la que regula los flujos de capital entre industrias, la tasa general de ganancia se formará como consecuencia de los movimientos de capital entre las condiciones reguladoras de producción de cada industria. Para la economía en su conjunto, dados los salarios reales de cada industria, son esas condiciones reguladoras las que determinarán los precios relativos y la tasa general de ganancia (Shaikh, 1996, pp. 67-76). Las tasas de ganancia que se igualan por estos flujos de capital son las correspondientes a las nuevas inversiones realizadas en dichas condiciones reguladoras. Los capitales no reguladores se verán forzados por la competencia a vender al mismo precio, y obtendrán en consecuencia una gama de tasas de ganancia determinada por sus respectivas condiciones individuales de producción. Puesto que cada sector tendrá su propio conjunto de capitales no reguladores, dependiendo de la historia del cambio técnico de dicho sector, las tasas de ganancia sectoriales medias no tienen por qué igualarse. Esto es un resultado conocido en la tradición clásico-marxiana, pues constituye la base de la renta diferencial en la agricultura. Como es bien sabido, en el caso de la agricultura, las condiciones de producción de menor coste generalmente reproducibles (aquéllas de las que pueden disponer las nuevas inversiones) están en el margen de cultivo precisamente porque las tierras mejores están ya plenamente utilizadas. En el caso de la industria, diferencias similares de coste derivan del hecho de que el cambio técnico continuo da lugar a un espectro de técnicas de diferente antigüedad, la mayoría de las cuales ya no son punteras pero siguen siendo lo suficientemente rentables para mantenerse activas. En este caso, es la mejor técnica generalmente disponible para nuevas inversiones la que determina las condiciones reguladoras. En ambos casos, es el dominio de los productores con menores costes lo que hace de la 'ventaja absoluta de costes' el principio regulador de la competencia en el interior de cualquier nación. A. Precios competitivos nacionales con salarios reales desiguales. Consideremos ahora un sencillo ejemplo de dos países y dos mercancías, en el que hay dos productores de cada tipo de bien. Escribamos pk = precio de los bienes de capital, pc = precio de los bienes de consumo, a = input de capital (circulante), y l = input de trabajo --todo ello por unidad de producto-- de los capitales reguladores. Sean r = tasa de ganancia, w = salario monetario, wr = salario real. Adelantándonos al caso internacional, no vamos a suponer que cada productor se enfrenta a idéntico salario real, sino tan sólo que los salarios reales están determinados por condiciones sociales locales (pensemos en dos productores cualesquiera situados en diferentes regiones de un mismo país). En la medida en que la competencia entre los vendedores de un bien cualquiera los obliga a venderlo al mismo precio aproximado11[11], las diferencias en tecnología o/y en salarios reales entre los productores darán lugar a diferencias en las tasas de ganancia. 1) pc = (pk•ak + pc•wrk·lk)•(1+rc) 1') pc = (pk•ak' + pc•wrk' lk')•(1+rc') 2) pk = (pk•ac + pc•wrc·lc)•(1+rk) 2') pk = (pk•ac' + pc•wrc' lc')•(1+rk') [**ojo: los subíndices parecen intercambiados] En cada sector, las condiciones de producción de uno de los productores serán las condiciones reguladoras, es decir, representarán las condiciones de menor coste que las nuevas inversiones en la industria pueden esperar reproducir12[12]. Los flujos de capital intersectorial impondrán por consiguiente los precios que igualen las tasas de ganancia de esos capitales específicos. Y, a su vez, esos precios determinarán las tasas de ganancia de los capitales no reguladores. Se desprende de ello que las tasas de ganancia medias no serán por lo general iguales en los diferentes sectores. Suponiendo que los capitales reguladores son los primeros de cada ecuación, y haciendo igual la tasa de ganancia para todos ellos, se obtiene: 1) pc = (pk•ac + pc•wrc·lc)•(1+r) 2) pk = (pk•ak + pc•wrk·lk)•(1+r) 11[11] La ley de un único precio deja espacio para diferencias de precio debidas a costes de transporte y diferencias impositivas locales. Si ambos son suficientemente importantes como para bloquear a los productores no locales, entonces el bien en cuestión será no comerciable y el productor local se convertirá en el capital regulador. Esto puede asumirse tratando cada uno de los bienes no comerciables como un bien distinto, como se hace en la sección II.4. 12[12] La definición de 'menor coste' no está desprovista de ambigüedad en el caso del capital circulante, cuando los costes materiales y salariales unitarios son a la vez el capital avanzado, de forma que el margen de beneficios sobre los costes es al mismo la tasa de ganancia sobre el capital adelantado. En ese caso, el productor de menor coste será el que tenga a la vez el margen de beneficio y la tasa de ganancia más elevados, ya que todos los productores se enfrentan al mismo precio. En cambio, una vez introducido el capital fijo, la cuestión se traslada hacia qué es lo que determina la mayor tasa de ganancia esperada de una nueva inversión. Lo que depende a su vez de la senda prevista de precios futuros de cara a la competencia. Si la competencia se entiende como competencia perfecta, en la que los productores se suponen pasivos 'precio-aceptantes' que esperan que el precio actual siga siendo el mismo indefinidamente, entonces el que tenga mayor tasa de ganancia al precio de venta actual será el capital regulador. Sin embargo, si se concibe la competencia como un proceso de lucha (competencia real), lo decisivo es la tasa de ganancia esperada frente a las sucesivas rebajas de precios de venta inducidas por la competencia prevista (Nakatani, 1980; Shaikh, 1980). Esto a su vez puede re-escribirse en términos de precios relativos, la tasa de ganancia y los dos salarios reales: 1)' pc/pk = (ak + (pc/pk)•wrk·lk)•(1+r) 2)' 1 = (ac + (pc/pk)•wrc·lc)•(1+r) Dados los dos salarios reales, el sistema anterior se reduce a dos ecuaciones en dos variables (r, pc/pk), que puede resolverse para la tasa de ganancia y los precios relativos. Salvo en lo que respecta a la diferenciación de los dos salarios reales sectoriales, todo esto es bien conocido. Los valores de equilibrio resultantes son de la forma: r = r (wrc, wrk) pc/pk = F (wrc, wrk, r) = f (wrc, wrk) B. Efectos de incrementos en el salario real sobre los precios relativos. Como en el caso de los sistemas con un salario uniforme, un incremento en el salario real de cualquiera de los sectores hará bajar la tasa general de ganancia (véase el apéndice). Pero el efecto en el precio relativo puede ser más complejo. Un aumento en el salario real de una industria incrementa su coste laboral unitario, pero a la vez hace bajar la tasa general de ganancia (y afecta indirectamente los precios de los inputs no laborales). El primero tiende a elevar el precio en esa industria particular. El último tiende a bajarlos en todas las industrias, ya que todas se ven afectadas directamente por una tasa general de ganancia menor. No sería sorprendente, por tanto, que un descenso en el salario real de una industria particular bajara casi siempre su precio relativo. Sin embargo, es también teóricamente posible el resultado opuesto, en caso de que posibles descensos en los precios de los materiales y de los bienes de capital superen el efecto directo en sentido contrario de una elevación salarial (Sraffa, 1963, c. VI). Se puede llegar también a un resultado más interesante, que tiene la ventaja adicional de poder aplicarse a cualquier tipo de precios (por ejemplo, precios de mercado, precios de monopolio, etc.). El secreto están en reagrupar los componentes de cualquier precio en la suma de sus costes laborales unitarios verticalmente integrados (reguladores) más los correspondientes márgenes de beneficio (Shaikh, 1984, pp. 65-71)13[13]. Por razones de sencillez, consideremos un sistema de capital circulante con un bien cuyo precio es p = 10 $. Siempre es posible dividir este precio entre sus costes laborales directos unitarios (reguladores) (3 $), sus beneficios directos unitarios (2 $) y sus costes materiales unitarios (5 $). Pero el último elemento no es sino el precio de un conjunto de bienes que puede, a su vez, ser dividido entre costes laborales unitarios (2.5 $), beneficio unitario (0.5 $) y costes materiales de sus costes materiales originales (2 $). Este último componente, el coste de los materiales de los costes materiales originales, puede a su 13[13] Son los costes de los capitales reguladores los que regulan el precio de mercado, no los de los capitales no reguladores. vez descomponerse de igual manera. Al continuar con el proceso, el residuo será cada vez más pequeño, hasta que, en el límite, podamos expresar el precio original (10 $) como la suma de los costes laborales directos más indirectos (3 $ + 2 $ + ...= 7 $) y la suma de sus márgenes de beneficio directos e indirectos (2 $ + 0.5 $ + ... = 3 $). El primer término de esta última descomposición puede interpretarse como el coste laboral unitario verticalmente integrado de la mercancía (v = 7$), y el segundo como su beneficio unitario verticalmente integrado (3$). Sacando como factor común el primero, podemos expresar cualquier precio como el producto de su coste laboral unitario verticalmente integrado y un cociente beneficio/salario verticalmente integrado: p = v•(1+ ). Por tanto, podemos siempre expresar el cociente de dos precios cualesquiera como el producto de dos términos: el cociente de sus costes laborales unitarios verticalmente integrados (que puede expresarse en términos reales dividiendo ambos elementos por el precio de los bienes de consumo) y los márgenes brutos relativos. Así que podemos, en nuestro caso, escribir: Pc/pk = (vrc/vrk)•[(1+ c)/ (1+ k)], donde vr = v/pc, y = el cociente beneficio/salario verticalmente integrado. Al llegar a los costes laborales unitarios verticalmente integrados, sumamos los costes salariales directos e indirectos por unidad de producto. Podríamos construir también una medida paralela de requerimientos de trabajo verticalmente integrados sumando los requerimientos de trabajo directos más indirectos, lo que no daría el trabajo total por unidad de producto ( ) requerido directa e indirectamente para la producción de una mercancía. Pero puesto que los costes salariales son simplemente las tasas salariales multiplicadas por las cantidades de trabajo requeridas, también podemos expresar los costes laborales unitarios verticalmente integrados como el producto de un salario verticalmente integrado medio (wr = vr/ ) y el requerimiento total de trabajo ( ). 3) pc/pk = (wrc• c/wrk• k)•zck, donde zck = [ (1 + c)/ (1 + k)], y wr = vr/ . El término zck puede concebirse como un término 'perturbador' cuyo tamaño depende de la medida de la dispersión entre los cocientes beneficios/salarios verticalmente integrados de los dos sectores. Y en este punto es muy importante darse cuenta de que cada uno de estos cocientes beneficio/salario verticalmente integrados es tan sólo una especie de media ponderada de los cocientes beneficio/salario directos de los dos sectores. Esto significa que la dispersión de los cocientes beneficio/salario verticalmente integrados será menor que la de los cocientes directos, normalmente muy inferior. Además, puesto que los cocientes beneficio/salario directos tienden a ser menores que 1, así ocurrirá también con los cocientes verticalmente integrados. Al sumar 1 a cada uno de los anteriores, tal y como se precisa para obtener zck, disminuirá todavía más la dispersión de las variables resultantes. Una sencilla ilustración de lo anterior será suficiente. Supongamos que los cocientes beneficio/salario son 2/3 y 1/3 (una variación del 100%), y que los verticalmente integrados son 3/5 y 2/5 (una variación del 50%). Entonces el término z = (1 + 3/5)/(1 + 2/5) = 1.14, que significa que los cocientes de los precios se desviarán de los cocientes de los costes laborales unitarios en menos de un 15%. En realidad, las desviaciones empíricas efectivas en los Estados Unidos, a nivel de las tablas input-output de 80 sectores, resultan ser incluso menores (Shaikh, 1998a; Chilcote, 1997; Bienenfeld, 1988; Ochoa, 1984). En consecuencia, escribir lo siguiente es una aproximación extremadamente buena: 4) pc/pk = (wrc• c/ wr• k) = costes laborales unitarios verticalmente integrados relativos reales. Vale la pena recordar que en la última expresión cada coste laboral unitario real verticalmente integrado es una media ponderada de varios costes laborales unitarios reales directos, incluyendo el del propio sector. Por consiguiente, si el coste laboral real directo unitario de un sector desciende, lo mismo ocurrirá con su correspondiente verticalmente integrado. Se deriva de ello que el precio relativo de un sector tenderá a caer, es decir, a depreciarse, cuando el coste laboral unitario real de sus capitales reguladores caiga. La aproximación anterior es muy útil para posteriores análisis teóricos y empíricos. Pero obsérvese que la determinación de los precios relativos (y, por consiguiente, la de los términos internacionales de intercambio) no depende de esta aproximación. C. Precios relativos nacionales con tasas de ganancia desiguales. Consideremos ahora qué ocurriría si, en lugar de tasas de ganancia comunes en todos los sectores, existieran diferentes tasas de ganancia determinadas, por ejemplo, por diferentes niveles sectoriales de 'poder de monopolio'. El resultado sorprendente es que no son posibles diferenciales arbitrarios en las tasas de ganancia reguladoras. Existe una conexión subyacente entre ellas debido a las relaciones de intercambio entre los diferentes sectores. Si permitiéramos diferentes tasas de ganancia rc, rk en las ecuaciones 1' y 2', tendríamos un sistema en tres variables (pc/pk, rc, rk), con sólo dos ecuaciones. Tomada por separado, cada ecuación nos daría un valor determinado de los precios relativos para cada tasa de ganancia dada. Pero puesto que estas ecuaciones representan sectores que intercambian productos con los demás o con terceras partes comunes (como los trabajadores), los mismos precios relativos deben prevalecer para ambos. De modo que sólo ciertas combinaciones de tasas de ganancia reguladoras entre sectores pueden sostenerse, precisamente debido a la interrelación existente entre los sectores. Esto implica varias cosas. En primer lugar, no es posible suponer que las tasas de ganancia reguladoras en cada sector se determinan de forma independiente, digamos por algo como el grado de concentración sectorial o cualquier otro indicador de 'poder de monopolio'. Supongamos que un incremento en la 'concentración' en el sector de bienes de consumo permitiera a las empresas reguladoras elevar sus precios relativos un 20% por encima de su nivel competitivo, incrementando por esta vía su tasa de ganancia sectorial en cierta proporción, y haciendo bajar la del sector de bienes de capital en la proporción correspondiente14[14]. Supongamos que, a su vez, esta caída en las ganancias provoca una sacudida en el sector de bienes de capital, que pasa a incrementar su propio grado de concentración, de forma que ahora el precio relativo de este sector sube un 20%. Una subida así restauraría entonces el cociente de precios de competencia y la igualdad de las tasas de ganancia15[15]. Un aumento general en la 'concentración' y el 'poder de monopolio' produciría por tanto exactamente la misma distribución sectorial de tasas de ganancia que en el caso competitivo. Por exactamente las mismas razones, tampoco se puede hablar de tasas de ganancia nacionales determinadas de forma independiente cuando existe comercio internacional entre productos sectoriales. Las tasas de ganancia nacionales quedan vinculadas desde el momento en que aparece el comercio de mercancías, incluso si se supone que no existen flujos internacionales de capital. D. Variaciones regionales procedentes de la competencia en el interior de una nación. Se ha venido insistiendo en que los capitales reguladores no son los únicos productores de un bien, sino tan sólo los dominantes. Supongamos por tanto que existieran dos regiones distintas en un país, en una de las cuales existieran muchos capitales reguladores, mientras que sólo unos pocos estuvieran presentes en la otra región. Sería perfectamente comprensible que los consumidores de la región menos competitiva tendieran a comprar muchos bienes producidos en la otra región. Al mismo tiempo, los productores de la región débil tendrían dificultades para vender muchos de sus productos más allá de su territorio. Por tanto, no sería una sorpresa que las 'importaciones' de la región débil procedentes de otras regiones del mismo país tendieran a provocar un déficit comercial interno que sólo podría mantenerse si aparecieran otros flujos (remesas, inversiones de fuera, préstamos, etc.) que pudieran financiarlo. Esto es un resultado completamente normal derivado de la competencia en el contexto de un desarrollo regional desigual en el interior de un país, y no existe 14[14] Podemos comprobarlo observando que las ecuaciones 1' y 2' con tasas de ganancia diferentes implican que la tasa de ganancia de cada sector aumenta con su propio precio relativo. 15[15] Ni siquiera es cierto que sucesivas alzas en el 'poder de monopolio' tuvieran que elevar necesariamente el nivel general de precios, ya que una subida en el precio de un sector podría contrarrestarse por una caída en los precios de otros sectores. Es imposible analizar estos problemas sin enfrentarse a la teoría del nivel general de precios, lo cual se sitúa fuera de los límites de este artículo. ningún mecanismo financiero automático que sirva para equilibrar las cosas (McCombie y Thirwall, 1994, pp. xxiv-xxvi). Es obvio también que dos regiones diferentes no tienen por qué tener índices de precios medios similares incluso si se enfrentaran a precios individuales similares para los bienes comerciables, puesto que no es necesario que produzcan (ni consuman) cestas similares de bienes en cada momento. Y, por supuesto, si se tiene en cuenta la existencia de bienes y servicios locales no comerciables, las diferencias en los índices de precios pueden ampliarse aun más. Sólo si la cesta de producción (o de consumo) fueran iguales, y si el cociente entre los precios de los bienes comerciables y no comerciables fuera el mismo, y siguieran siéndolo a lo largo del tiempo, tenderían los índices regionales de precios a moverse en la misma dirección básica en el tiempo. Los dos puntos anteriores se dirigen realmente hacia una teoría de los términos internacionales de comercio a largo plazo (tipos de cambio reales). La teoría de la Ventaja Comparativa afirma que si las dos regiones mencionadas fueran dos países distintos, entonces el tipo de cambio real entre ambos se modificaría automáticamente hasta equilibrar su balanza comercial, es decir, hasta hacerlos igualmente competitivos en la práctica. Y la teoría de la paridad del poder adquisitivo (PPA) afirma que las naciones tenderán a tener los mismos niveles medios de precio, o al menos las mismas variaciones en sus índices de precios, de forma que en el tiempo el tipo de cambio real se mantenga aproximadamente constante, es decir, estacionario (Schumpeter, 1954, p. 1106; Harrod, 1933; Dornbusch, 1988). A continuación trataremos estas cuestiones. 4.2. La determinación de los precios internacionales en moneda común. A. Las consecuencias del comercio entre naciones. Consideremos ahora dos naciones (A, B) cuyas divisas (£, $) se negocian al tipo de cambio e ($/£). Cada nación tiene sus propios capitales reguladores en cada industria, sus propias tasas de ganancia de los capitales reguladores y sus correspondientes precios. Estos precios representan ahora precios potencialmente internacionales, y, para poder compararlos, necesitamos expresarlos en una divisa común ($). Tabla 1 País A (moneda nacional = £) País B (moneda nacional = $) 5) pcA·e = pcA·e·wrcA·lcA)·(1+rA) (pkA·e·acA + 5') pcB·e = (pkB·e·acB + pcB·wrcB·lcB)·(1+rB) 6) (pkA·e·akA + 6') pkB·e = (pkB·e·akB + pcB·wrkB·lkB)·(1+rB) pkA·e = pcA·e·wrkA·lkA)·(1+rA) Al comenzar el comercio, habrá inicialmente dos precios para cada mercancía, pues cada país produce ambos bienes. Para un bien dado, el productor de menores costes se convertirá en el regulador y será capaz de apoderarse de cierta parte del mercado del otro mercado a través de sus propias exportaciones. Supongamos que el país A acaba exportando bienes de consumo, y el país B bienes de capital16[16]. En ese caso, el país A determinará el precio de los bienes de consumo en moneda internacional, y el país B el de los bienes de capital, y el sistema de precio quedará reducido a las ecuaciones que derivan de las condiciones reguuladoras de la producción, es decir, a las ecuaciones 5 y 6' respectivamente, sujeto a la restricción (la ley de un único precio) de que pkA·e = pkB y pcB = pcA·e. 7) pcA·e = (pkA·acA + pcA·e·wrcA·lcA)·(1+rA) 8) pkB = (pkB·akB + pcB·e·wrkB·lkB)·(1+rB) Re-escribiendo lo anterior, obtenemos: 7') pcA·e /pkB = (acA + (pcA·e /pkB)·wrcA·lcA)·(1+rA) 8') 1 = (akB + (pcA·e /pkB)·wrkB·lkB)·(1+rB) El último sistema de precios es estructuralmente idéntico al del caso nacional con diferenciales de beneficio entre sectores. Se trata de un sistema de dos ecuaciones en tres variables: los términos internacionales de comercio (tipo de cambio real) η = pcA·e /pkB, y dos tasas de ganancia nacionales, rA y rB. Como antes, las dos tasas de ganancia diferentes no pueden determinarse independientemente (digamos, por diversos grados de 'poder de monopolio' nacional)17[17]. La fijación de una de ellas determinará a la vez los términos de intercambio y la otra tasa de ganancia. Pero ahora la posibilidad alternativa adquiere una relevancia especial: ¿No podría ser que el precio relativo internacinal, pcA·e /pkB, viniera determinado por otro conjunto de relaciones que a su vez determinaran las dos tasas nacionales de ganancia? Esto es precisamente el cierre propuesto por la teoría de la ventaja comparativa, al afirmar que 16[16] La historia sería la misma si inicialmente un país dominara el comercio de ambos bienes, como en la famosa exposición de Ricardo. En ese caso, un solo país determinaría los precios de ambos bienes, y por consiguiente también los términos de intercambio. 17[17] Sin embargo, en caso de que las barreras comerciales permitieran que los precios de un país dado fueran más elevados que los que impondría la competencia internacional, las tasas de ganancia dependerán en parte de condiciones locales. Si dichas barreras fueran suficientes para eliminar todo comercio, volveríamos a los dos sistemas nacionales separados con sus tasas de ganancia determinadas de forma local. los términos de intercambio se moverán en forma tal que vendrán determinados finalmente por las exigencias de equilibrio del comercio. Pero no hay razón alguna para esperar que al iniciarse el comercio ya se partirá de una situación de equilibrio. Supongamos por tanto que el país A tiene un déficit comercial inicial, de forma que debe exportar dinero para financiar sus importaciones netas. En caso de tipos de cambio fijos, la teoría de la ventaja comparativa supone que el descenso en la oferta monetaria interna resultante de esa salida de dinero hará bajar el nivel relativo de precios internos, a través de la teoría cuantitativa del dinero. Puesto que el tipo de cambio nominal es fijo, esto equivale a un descenso en los términos de intercambio, η ( = pcB·e /pkB). En el caso de tipos de cambio flexibles, supone que el déficit de balanza de pagos deprecia el tipo de cambio nominal mientras que los precios nacionales relativos se mantienen igual, de forma que también en este caso caen los términos de intercambio. En ambos casos se supone además que la disminución de los términos del intercambio mejorará la balanza comercial del país. Sólo se detendrán en su movimiento cuando las exportaciones y las importaciones se igualen, lo que significa que vienen determinados en último término por este requisito. Como se sabe, no se puede decir entonces que vengan regulados por el coste de los productores de los bienes en cuestión. Existen varias objeciones bien conocidas al argumento de la ventaja comparativa (McCombie y Thirwall, 1994, p. 124). Se pueden producir ajustes parciales a través de descensos en la producción y en el empleo (en relación con la tendencia), pues un déficit comercial tenderá a reducir la demanda agregada, la producción y por tanto también las importaciones, mejorando así el déficit comercial inicial. Al mismo tiempo, la salida de dinero debida a un déficit comercial continuo es probable que reduzca la liquidez interna y eleve los tipos de interés, atrayendo por esta vía flujos de capital que compensarían --de forma parcial, pero no completa- el desequilibrio comercial. Incluso si los términos de intercambio disminuyeran algo, siempre estaría presente la cuestión de si la demanda de exportaciones e importaciones serían suficientemente elásticas para generar una mejora de la balanza comercial. Y, finalmente, está el hecho indiscutible empíricamente de que el comercio internacional en general no ha estado en equilibrio, ni en regímenes de tipos de cambio fijos ni variables (Arndt y Richardson, 1987). Nuestro marco de referencia nos proporciona razones adicionales para el escepticismo, ya que los términos de intercambio no sólo afectan a la balanza comercial sino también a la dispersión de las tasas nacionales de ganancia. El efecto sobre la balanza comercial es conocido, ya que para el país A 9) b = tasa de cobertura = pxA·XA / [(pmA/e)·MA] = η·X(η, YB)/M(η, YA) = f (η, YA, YB) 10) B = b - 1 = f (η, YA, YB) = balanza comercial como porcentaje de las importaciones, en el país A, donde px, pm son los precios de exportación en moneda nacional y de importación en moneda extranjera, e es el tipo de cambio nominal (divisa extranjera/divisa nacional), η son los términos de intercambio definidos previamente, X(η, YB), M(η, YA) son las funciones de exportación e importación, y, por último, Y es la producción. Por consiguiente, la balanza comercial depende de los términos de intercambio, aunque un descenso en éstos sólo mejorará aquélla si se satisfacen todas las condiciones de elasticidad relevantes. Incluso en un caso así, la balanza comercial variará positivamente también con la producción exterior y negativamente con la producción interna. El efecto sobre las tasas de ganancia deriva del hecho de que en las ecuaciones 7' y 8', cualquier caída en los términos de intercambio del país A, η, hará bajar rA y subir rB18[18]. Puesto que las tasas de ganancia negativas no se pueden sostener, todas las variaciones factibles en el tipo de cambio real estarán confinadas entre los puntos definidos por rA, rB > 0, o posiblemente dentro de un rango menor incluso, como rA - iA, rB - iB > 0, donde i es el tipo de interés. La figura 1 ilustra ambos conjuntos de relaciones. Suponiendo que las funciones de exportación e importación tienen forma funcional lineal-logarítmica (**), y aun en el caso en que se satisfagan las condiciones de elasticidad, se observa que, al variar los términos de intercambio, las curvas B1-B3 reflejan la respuesta de las balanzas comerciales relativas para tres niveles distintos de producto nacional Y A, mientras que las curvas rA y rB representan la respuesta de las tasas de ganancia nacionales. Es fácil ver que incluso en estas circunstancias --las mejores de todas las posibles-- puede ocurrir que muchas curvas (por ejemplo, B1, B3) salgan fuera del rango factible de tasas de ganancia19[19]. Ta sas de ga na nci ay 1.5 bal an zas1 co me rci 0.5 ale s 0 Figura 1:Términos de intercambio, balanza comercial y tasas de ganancia nacionales Rrangeo posible de ttérminos de intercambio B1 Curva sectorial de tasa de ganancia B2 rA A1 rB A0 B3 -0.5 Curva de Balanza comercial -1 1.4 1.6 1.8 2 2.2 2.4 2.6 Términos intercambio 2.8 3 Figura 1: Términos de intercambio, balanza comercial y tasas nacionales de ganancia Estamos ahora en condiciones de evaluar el proceso de ajuste implícito en el argumento de la ventaja comparativa. Para cualquier curva B dada, el punto al que cruza el eje de la 18[18] Las ecuaciones 7' y 8' nos dan 1 + rA = η/(ac + er·wrc·lc), 1 + rB = 1/(ak + η·wrk·lk). Siguiendo a McCombie y Thirwall, 1994, pp. 234-35, la figura 1 supone que M = a· ηη·(YA)η, X = b η* η ·(YB)η*, con los parámetros b/a = 0.68, η + η* - 1 = 1.5, π = 1.3, π* = 1.95, YA = 15, YB = 10, 13, 16, sucesivamente, para generar las curvas B1-B3. 19[19] x representa la situación de comercio equilibrado. Resulta evidente que sólo ciertas curvas nos darán una balanza comercial coherente con tasas de ganancia positivas. En nuestro ejemplo, sólo la curva B2 satisface esta exigencia, en el punto A0. Por el contrario, el punto al que se igualan las tasas de ganancia corresponderá generalmente a desequilibrios comerciales (extendiendo la línea vertical a través del punto A1 nos indica un excedente para el país A si está sobre las curvas B1 y B2, y un déficit para la curva B3). La figura 1 deja claro que, a lo sumo, los términos de intercambio pueden variar tan sólo dentro de límites estrictos impuestos por las tasas de ganancia sectoriales positivas (que pueden expresarse en términos netos de intereses). Por consiguiente, incluso si los términos de intercambio cayeran como respuesta a un déficit comercial, e incluso si todas las condiciones de elasticidad fueran satisfechas20[20], el resultado final podría ser el colapso del comercio más que su equilibrio automático (es decir, la curva B1 sólo es compatible con un déficit comercial del país A, y B3 con un excedente comercial) 21[21]. En segundo lugar, incluso cuando una situación de equilibrio comercial es factible en términos de rentabilidad, como en el punto A0, esto generalmente coincidirá con tasas de ganancia distinta para los países. De forma que volvemos así a nuestro punto de partida inicial. Tasas de ganancia desiguales provocarán flujos internacionales de capital, moverán los términos de intercambio hacia el punto A1, y crearán así un desequilibrio comercial sostenido por los propios flujos de capital. Desde este punto de vista, los desequilibrios comerciales generales serán una consecuencia perfectamente normal del libre comercio, en presencia de movilidad internacional del capital. B. Precios competitivos internacionales. Supongamos que las diferencias en las tasas de ganancia internacionales provocan de hecho flujos de capital suficientes para igualar (aproximadamente) las tasas de ganancia de las nuevas inversiones. En ese caso, podemos escribir las ecuaciones 7' y 8' como 11) pcA·e /pkB = (acA + (pcA·e /pkB)·wrcA·lcA)·(1+r) 12) 1 = (akB + (pcA·e /pkB)·wrkB·lkB)·(1+r) Este sistema es idéntico al que utilizamos para los precios competitivos nacionales (ecuaciones 1' y 2'). Sólo que ahora, junto a la tasa de ganancia internacional, se 20[20] La ecuación 11 de la próxima sección arroja más luz sobre la flexibilidad potencial de los términos de intercambio. 21[21] El ejemplo original de Ricardo es muy ilustrativo al respecto. Al comenzar el comercio, la inicial ventaja absoluta de costes de los productores portugueses les permite invadir los mercados ingles de vino y de tejidos. Por supuesto, la caída en los precios de las mercancías allí deben hacer caer las ganancias de los productores ingleses, lo que muy bien podría sacar a uno o a ambos de los sectores fuera de la producción. Ricardo no se extiende en este punto. Sin embargo, supone que los ingleses continúan comprando bienes portugueses. Supone que el flujo de fondos resultante desde Inglaterra a Portugal rebaja los costes del primer país y los eleva en el segundo, hasta que la industria textil portuguesa sucumbe y la inglesa revive o incluso resucita. determinan al mismo tiempo los términos de intercambio internacional, pcA·e /pkB, dados cualesquiera salarios reales nacionales. Se trata de una extensión directa de los resultados del caso de la competencia nacional al caso internacional, y proporciona resultados similares para la tasa de ganancia internacional y para los términos de intercambio (tipo de cambio real) de equilibrio. Debemos insistir en que, puesto que sólo se igualan las tasas de ganancia reguladoras de los sectores, las tasas de ganancia medias nacionales (que incluyen las de los capitales no reguladores, así como la de los bienes no comerciables) no tienen por qué igualarse. r = r(wrcA, wrkB) η ≡ pcB·e /pkB = F(wrcA, wrkB, r) = f(wrcA, wrkB) Exactamente igual que en el caso nacional, ofrecemos una poderosa aproximación a los precios relativos internacionales a través de los costes unitarios laborales verticalmente integrados relativos reales (Shaikh, 1998a). Esto significa que, a menos que los salarios reales mismos se vean alterados en el proceso de ajuste, los términos del intercambio no serán en absoluto flexibles. 13) η ≡ pcB·e /pkA ≈ (wrcB λcB /wrkA λkA) C. Implicaciones de unos términos de intercambio determinados para la balanza comercial. Las ecuaciones 11-13 dejan claro que los términos de intercambio se determinan por la igualación internacional de las tasas de ganancia, y que en general seguirán la evolución de los costes laborales unitarios reales a lo largo del tiempo. Pero precisamente por esta razón, no pueden servir al mismo tiempo para equilibrar el comercio entre los países; al menos, no pueden hacerlo salvo que los costes laborales unitarios reales subyacentes (es decir, los salarios reales y las productividades) experimenten los ajustes necesarios para ello. Pero no existe ningún mecanismo automático para que esto ocurra. El resultado final de toda la discusión es que unos términos de intercambio estructuralmente determinados tenderán a producir desequilibrios comerciales estructurales, incluso si la demanda y los tipos de cambio reales pueden experimentar sustanciales variaciones en el corto plazo. Ésta es una diferencia crucial entre las teorías de la ventaja absoluta y la de la ventaja comparativa. D. Un camino alternativo hacia la ley de Thirwall. La ecuación 10 demostraba que la balanza comercial relativa no sólo depende de los términos del intercambio, sino también de ambos productos nacionales: B = f(η, YA, YB). La teoría keynesiana ya observó tiempo ha que habría un efecto de retroalimentación entre los productos de dos naciones y sus balanzas comerciales. Pero la interdependencia mutua no implica que los productos nacionales se ajusten automáticamente hasta hacer B = 0. Por supuesto, es posible darle la vuelta al problema. Si las sendas temporales de YA, YB están determinadas nacionalmente (aunque vinculadas a través de su balanza comercial mutua), entonces, dados los términos de intercambio determinados por la igualación internacional de las tasas de ganancia, la senda temporal de B también estará determinada. B variará con el tiempo, como de hecho ocurre. Pero si resulta ser aproximadamente estable, entonces existirá necesariamente una asociación particular entre el crecimiento de la producción de un país y el crecimiento de sus exportaciones, y a esto es a lo que se llama la ley de Thirwall (Davidson, 1994, pp. 220-221). Pero la causación es aquí diferente. Para entenderlo, volvamos a las fórmulas de las balanzas comerciales relativas B en las ecuaciones 9-10, que ahora escribimos como 14) B = b - 1 = η·XA /M(η, YA) - 1 Puesto que los términos de intercambio están determinados por los costes reales, es probable que se modifiquen lentamente en el tiempo. Si además se produce una balanza comercial relativa estable, entonces las exportaciones e importaciones de A deben estar creciendo a tasas aproximadamente iguales, lo que significa que el crecimiento de las exportaciones y de la producción interna estarán ligados a través de la elasticidad-renta de las importaciones del país A: 15) gy = gx /εM,Y donde gY, gx = tasas de crecimiento de YA, XA, respectivamente, y εM,Y = la elasticidadrenta de las importaciones para el país A22[22]. Ésta es la misma asociación que establece la ley de Thirwall. McCombie y Thirwall la derivan del supuesto teórico de que el comercio está en equilibrio a largo plazo (B = 0, b = 1), junto a la observación empírica de que los términos de intercambio cambian lentamente en el tiempo (η ≈ constante) (McCombie y Thirwall, 1994, p. 236, ecuación 3.8, y pp. 301-304). En nuestro caso, por el contrario, resulta de una estabilidad empírica contingente de cualquier desequilibrio comercial particular (B ≈ constante) y de la estabilidad derivada teóricamente de los términos de intercambio (η = wrcB·λcB /wrkA·λkA). 22[22] Con una balanza comercial relativa B = η·X A /M(η, YA) - 1 constante y con términos de intercambio variando lentamente, las tasas de variación de exportaciones e importaciones deben ser aproximadamente iguales: gX ≈ gM. El último término puede descomponerse adicionalmente si observamos que la derivada total de la función de importación es dM = (δM/δη)·dη + (δM/δYA)·dY A. Entonces, con η cambiando lentamente, gM = (dM/dt)·(1/M) ≈ (εM,Y)·gY, donde (εM,Y)·= (δM/δYA)·(YA/M) = elasticidad-renta de las importaciones, y gY = (dYA /dt)·(1/YA). Sustituyendo la expresión de gM en la expresión gX ≈ gM nos da la ecuación 15, o sea, la ley de Thirwall. Otra consecuencia adicional de la determinación estructural de los términos de intercambio es que la devaluación de una moneda no tendrá efectos duraderos a menos que afecte indirectamente a los costes laborales unitarios reales. En la medida en que lleva tiempo que los precios se adapten a una devaluación, el efecto inicial podría muy bien ser el descenso de los términos de intercambio del país (su tipo de cambio real) y, por tanto, la mejora de su balanza comercial. Pero salvo que el aumento resultante en los precios de importación sirvan para reducir permanentemente el salario real hasta el punto de equilibrar la balanza comercial (lo que exigiría como mínimo que los trabajadores fueran totalmente incapaces de defender cualquier nivel de vida particular), los términos de intercambio a largo plazo seguirán siendo 'inadecuados' y el desequilibrio comercial estructural volverá a aparecer. Finalmente, el supuesto de que la Ley de un Único Precio rige para cada bien comerciable implica necesariamente que los índices de precios nacionales sean similares, pues las cestas comerciables pueden ser diferentes entre las diferentes naciones (véase la sección 5, más abajo). De forma que la Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) no tendrá una vigencia general. Sin embargo, la existencia de tipos de cambio permite una excepción particular: un país que experimente una tasa de inflación relativamente rápida sufrirá una depreciación de su divisa de magnitud comparable, de modo que la PPA relativa parecerá regir en este caso particular. De la ecuación 7 se desprende que el producto de los precios relativos nacionales y el tipo de cambio nominal debe seguir la senda de la evolución de los costes laborales reales unitarios verticalmente integrados relativos. Pero debido a que estos últimos se moverán muy lentamente, el grueso de cualquier aumento inflacionista en los precios relativos se verá seguido por la correspondiente depreciación nominal de la moneda23[23]. En consecuencia, la paridad de poder adquisitivo relativa parecerá cierta cuando las tasas relativas de inflación son altas, pero tenderá a no servir en caso contrario. Esto es precisamente lo que puede comprobarse empíricamente. E. Bienes no comerciables. Al igual que las regiones, los países tendrán por lo general bienes que no son comerciables porque su transporte de un país a otro es demasiado caro. Puesto que el arbitraje de precios no es factible en este caso, incluso los bienes no comerciables que por lo demás son similares deberían tratarse como bienes nacionales distintos. Supongamos, por tanto, que cada país tiene un bien no comerciable diferente. Si los bienes no comerciables fueran artículos puramente 'suntuarios' (no básicos), que no entran ni en la producción de la cesta de salario real ni en la de cualquier otro bien, entonces nada cambiaría apenas en nuestro análisis. Podríamos añadir simplemente dos ecuaciones de precios nacionales distintos a nuestro sistema 11-12. Los precios de los no comerciables se vería afectado por los precios de los bienes de consumo y de capital comerciables, pero no viceversa. Los términos de intercambio en particular no se verían alterados. Pero incluso en ese caso, el tipo de cambio real en términos de los índices 23[23] La depreciación de una divisa sujeta a una presión inflacionista sustancial se produce en parte porque las divisas extranjeras, más estables, se convierten en sustitutos de la moneda interna cuando las tasas de inflación son altas y variables (Agenor y Montiel, 1996, pp. 89-95). generales de precios nacionales dependerían ahora tanto de los términos de intercambio como de la mezcla particular de bienes comerciables y no comerciables. Pero si los no comerciables entran en la producción de otros bienes, incluidos los de consumo de los trabajadores, entonces el análisis se complica. Las dos mercancías adicionales en el sistema pueden afectar ahora tanto los términos de intercambio (a través de los salarios reales y de los costes materiales) como el tipo de cambio real (Shaikh, 1999, 1998). Los términos de intercambio a largo plazo seguirán estando determinados por la igualación internacional de tasas de ganancia, pero ahora reflejarán también los costes de los bienes no comerciables. F. Condiciones para la igualación internacional de tasas de ganancia. El argumento desarrollado en las secciones anteriores se ha basado en la presunta tendencia de las tasas de ganancia a igualarse para las nuevas inversiones internacionales. Es por tanto aconsejable observar que, aunque los flujos de inversión directa son suficientes, no son estrictamente necesarios. Los flujos de capital internacional a corto plazo tienen fuerza suficiente para provocar el mismo resultado. Si el capital financiero se mueve entre países, tenderá a igualar las tasas internacionales de rendimiento de los bonos. Pero puesto que los bonos están competitivamente ligados a las tasas de rentabilidad nacionales de las (nuevas) inversiones reales, también éstas tenderán a igualarse, ¡sin necesidad de que haya flujos de inversión directa internacional! Esto significa que la movilidad internacinal del capital financiero, que es tan antigua como el capitalismo mismo, basta para producir una tendencia sustantiva hacia la igualación de las tasas de rendimiento internacional de la nueva inversión. La inversión directa alimentará aun más este proceso, pero no necesita ser su único, ni siquiera el principal, instrumento. No se necesitan, por tanto, amplios flujos de inversión directa. G. La balanza de pagos y el tipo de cambio nominal. Términos de intercambio determinados y sendas de producción nacional dadas son pues compatibles con desequilibrios comerciales estructurales y duraderos. Supongamos que un país tiene un déficit comercial. Puede tener también cualesquiera flujos de capital neto a largo plazo (de entrada o salida) debido a la igualación de las tasas de ganancia, flujos correspondientes de salarios, beneficios y dividendos, y otras varias partidas exógenas. Si estos flujos cubren el déficit comercial, entonces la balanza de pagos será cero y el tipo de cambio nominal será estable. Si la brecha que deja la balanza comercial en la balanza de pagos se supera con ellos, o no llega a cerrarse, entonces existirán mecanismos endógenos que ajustarán la balanza de pagos al nivel adecuado. El mecanismo en cuestión procede del efecto que tienen los excedentes o déficits de balanza de pagos sobre la liquidez interna. Por ejemplo, un déficit continuado de balanza de pagos supone una salida neta de fondos de ese país, que hará disminuir la liquidez y, por tanto, subir los tipos de interés y las tasas de rendimiento de los activos financieros (Harrod, 1933, p. 53)24[24]. Las elevadas tasas de rendimiento a su vez atraerán entradas de capital internacional a corto plazo para llenar la brecha de la balanza de pagos, que harán aumentar al mismo tiempo la liquidez, haciendo volver las tasas de rendimiento (ajustadas con la prima de riesgo) hacia su igualdad con las extranjeras25[25]. En caso de tipos de cambio controlados, el gobierno tendrá que contrarrestar la salida potencial de fondos para mantener el tipo de cambio nominal. De esta forma, el déficit comercial se cubre a través de una pérdida de reservas gubernamentales y los tipos de interés no necesitan variar en ese caso. En ausencia de una intervención así (tipos de cambio flexibles), el drenaje de liquidez elevará los tipos de interés y atraerá capital a corto plazo hacia el país, hasta que, en un cierto punto, el déficit comercial sea completamente cubierto26[26]. En efecto, las entradas o salidas de capital a corto plazo sirven para 'colmar' cualquier déficit o excedente de balanza de pagos resultante de la suma de la balanza comercial y de los flujos exógenos de capital. Estos particulares flujos 'compensadores' están regulados por el arbitraje entre las tasas internacionales de rendimiento de los activos. Un mecanismo similar está implícito en el Enfoque Monetario a la Balanza de Pagos (EMB), ya que se supone también aquí tipos de interés igualados internacionalmente. Los modelos de Equilibrio de Cartera (EC) [**], por su lado, tienden a tratar los activos financieros internos como si fueran diferentes de los extranjeros, al presentar a los diferentes agentes nacionales como dotados de funciones de demanda de activos diferentes. Los dos enfoques son similares [**] si el enfoque EC se interpreta como un análisis de la prima de riesgo entre activos (Isard, 1995, p. 111). Pero si no sucede así, entonces haría falta completar la formulación del EC con un conjunto adicional de agentes, los arbitristas, cuya única preocupación consistiría en mover sus capitales como respuesta a los diferenciales de tasas de rendimiento ajustadas con las correspondientes primas de riesgo, proporcionando así los flujos equilibradores necesarios. De esta forma, nos vemos otra vez ante el resultado clásico (compartido por el EMB) de la igualación internacional de las tasas de rendimiento financieras, que es absolutamente independiente de las intenciones y los motivos psicológicos de los agentes que no actúan en operaciones de arbitraje. 4.3. Resumen y conclusiones. 24[24] Éste es también el punto de partida de Ricardo, pero Ricardo arguye que la salida de dinero inducida por los déficits comerciales duraderos harán bajar el nivel nacional de precios, a través del mecanismo Specie Flow [**] de Hume. 25[25] En una economía en crecimiento, que es la regla, la igualación de las tasas de rendimiento entre sectores es compatible con inversiones netas duraderas en todos los sectores. Las inversiones sectoriales se acelerarán cuando los rendimientos suban por encima de lo normal. De igual forma, los flujos netos de capital entre naciones son compatibles con tasas de rendimiento igualadas internacionalmente. 26[26] En todo esto, el tipo de cambio nominal puede caer inicialmente debido al déficit de balanza de pagos inicial, para después subir a medida que el primero se va cubriendo. En la medida en que los términos de intercambio siguen estando vinculados a los costes, los precios relativos fluctuarán entonces en sentido opuesto. La teoría de la ventaja comparativa se presenta normalmente bajo dos formas. En primer lugar, como una proposición normativa acerca de lo que debería ocurrir en el libre comercio. Pero también como una afirmación positiva sobre las tendencias efectivas del comercio libre entre países capitalistas. Esta última afirma que el libre comercio hará automáticamente que todos los países de la arena internacional sean igual de competitivos, con independencia de cuál sea su nivel de desarrollo. La teoría admite que tales diferencias pueden producir inicialmente pautas comerciales según las cuales los fuertes dominen a los débiles. Pero argumenta que si se da libertad total a las fuerzas de mercado, éstas conducirán los tipos de cambio reales hasta el nivel adecuado para que las balanzas comerciales se equilibren en todos los países. Con tiempo suficiente27[27] (y con la suficiente fe), el libre comercio supuestamente igualará a los participantes en el campo de juego internacional. Ninguna de estas tendencias puede observarse en el terreno empírico. Los desequilibrios comerciales han sido endémicos tanto en regímenes de tipos de cambio fijos, como flexibles y mixtos. Este artículo afirma que la evidencia histórica disponible es perfectamente coherente, puesto que el tipo de cambio real a largo plazo viene realmente regulado por los costes relativos reales de producción, a través de la movilidad internacional de capital. Más que conducir a la eliminación automática de las desigualdades existentes en la competitividad internacional, el libre comercio lo que hace es reflejar las desigualdades existentes. Desde este punto de vista, es la ventaja absoluta la que regula la competencia internacional, al igual que la competencia hace lo propio en el interior de cada nación. La teoría de la ventaja absoluta llega a la conclusión de que los desequilibrios comerciales tenderán a mantenerse, pues no hacen sino reflejar desigualdades estructurales en los costes de producción reales de los países. Concluye que las devaluaciones no tendrán efectos duraderos sobre las balanzas comerciales, a menos que se les opongan cambios fundamentales en los propios costes de producción (es decir, en los salarios reales y en las productividades nacionales). En caso contrario, los desequilibrios comerciales provocarán flujos de capital internacional en sentido contrario, con el subsiguiente crecimiento de la carga de la deuda internacinal. Finalmente, concluye que ni la versión absoluta ni la relativa de la hipótesis de la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) son válidas en general, pues la senda de los tipos de cambio reales reflejarán la lenta pero persistente evolución de los costes reales relativos. La única excepción es que la versión relativa de la PPA parece ser cierta si un país experimenta una tasa de inflación relativamente alta, ya que, en ese caso, su tipo de cambio nominal se depreciará aproximadamente en la misma proporción, consiguiendo mantener el tipo de cambio real en sintonía con los costes reales relativos. Todas estas proposiciones, y algunas otras, están documentadas en Shaikh (1998b), junto a exámenes empíricos de la hipótesis de que los términos de comercio están determinados por los costes laborales unitarios reales. Apéndice: efectos de aumentos en el salario real sobre la tasa general de ganancia. 27[27] Froot, 1995, pp. 1657, 1662, sugiere que podrían necesitarse entre 75 y 100 años para que el tipo de cambio real converja hacia la PPA. Los efectos en cuestión no dependen del modelo 2x2. Escribiendo los vectores de dimensión n y las matrices cuadradas en negrilla, y haciendo B la matriz de cestas de nivel de vida de los trabajadores en cada sector, y L la matriz diagonal de coeficientes de trabajo, podemos escribir 1) p = p·(A + B·L)·(1 + r) 2) p·[(1/(1 + r) - (A + B·L)] = 0 Como es bien conocido, el término 1/(1 + r) es la raíz característica dominante de la matriz (A + B·L), en tanto que el vector de precios relativos p (normalizado para una constante) es el vector característico dominante. Es interesante resaltar que un aumento en cualquiera de los coeficientes de la matriz (A + B·L) hará aumentar la raíz dominante y, por tanto, bajar la tasa general de ganancia. Se incluyen en ello los aumentos de cualquiera de los elementos de la matriz de estándares vitales de los trabajadores, B. Referencias bibliográficas Agenor, P. R.; Montiel, P. J. (1996). Development Macroeconomics. Princeton, Nueva Jersey: Princeton University Press. Antonopoulos, R. (1997). 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Es decir, la tendencia a la mundialización de la economía, cada día más evidente y más vigorosa requerirá a largo plazo la adecuación de las superestructuras políticas, legislativas, militares, etc. a esa mundialización de la base económica. Por ello, podría caracterizarse el próximo periodo, a medio plazo, como un periodo de transición en el cual se manifestará fuertemente la contradicción entre la mundialización de la economía y la pervivencia de los Estados nación. Tal situación puede agudizar los enfrentamientos estatales entre los tres grandes bloques (EE.UU., Europa, Japón), enfrentamientos por el control estatal de un proceso que por su propia dinámica está ya rebasando los límites de cualquier Estado"30[30] En aquel momento, este pronóstico recibió duras y acerbas críticas. Utópico, idealista, demagogo, no científico y otros epítetos se utilizaron contra esa idea. Pero he aquí que sólo diez años después, lo que yo afirmaba entonces empieza a ser un lugar común que hasta la prensa acoge en sus páginas. Este cambio de actitud se ha visto acelerado por la intervención militar de la OTAN contra Yugoslavia y la puesta en evidencia de la necesidad urgente de organismos políticos de carácter internacional, incluso mundial, que controlen, regulen, dirijan y condicionen la intervención armada de un pseudo ejercito mundial en el territorio de Estados nacionales que, hoy por hoy, continúan siendo soberanos. Pero siendo este un fenómeno extremadamente importante no es el que atrae mi atención en este escrito. Aquí quiero referirme a la posición que, con respecto a la globalización, o a la mundialización, según la terminología que se desee, han adoptado dos autores de ideología, formación y praxis absolutamente diferente y antagónica. Me refiero a George Soros y a Samir Amin, cuyas dos recientes aportaciones al debate sobre la mundialización son especialmente significativas. ¿Por qué estos dos autores? Por su gran representatividad el uno, Soros, en el mundo de los mercados financieros; el otro, Amin, en el de la izquierda mundial y el pensamiento marxista. Dos polos del pensamiento, de la acción y de la actitud ante la vida. Pero coinciden en algo: el capitalismo global está en crisis, los Estados nacionales declinan y pierden funciones, se hace imprescindible la construcción de alternativas políticas globales- Por ello he elegido estos dos autores y sus correspondientes libros para tratar 28[28] Departamento de Economía Internacional, Facultad de CC. Económicas, Universidad de Barcelona, Diagonal, 690, 080**, Barcelona; email: jvidal@eco.ub.es 29[29] Vidal Villa, José María: Hacia una economía mundial. Ed. Plaza & Janés. Barcelona. 1990. 30[30] Op. Cit. p.406. de explicar la situación actual y el futuro del mundo, precisamente en la línea que yo señalara en 1989, hace diez años. 5.1.- La crisis del capitalismo global31[31] según George Soros Antes de glosar el pensamiento de este autor es imprescindible hacer una mención breve del personaje de que se trata. Soros, húngaro de nacimiento y en la actualidad ciudadano de los Estados Unidos, es el prototipo del magnate de los mercados financieros. Su más famosa intervención se produjo en el mercado internacional de divisas cuando con su presión logró expulsar a la libra esterlina y a la lira del sistema monetario europeo y casi lo logró también con el franco francés y la peseta. Se le atribuyen acciones semejantes en otras latitudes e incluso el Gobierno de Malasia le ha acusado --al parecer injustamente-- de ser el promotor de la crisis de ese país e incluso de la reciente crisis asiática de los años 97 y 98. Dirige el Soros Fund Management a través del cual interviene en los mercados financieros mundiales. Al propio tiempo es propietario de numerosas empresas comerciales en múltiples países de América Latina, Asia, Europa y EE.UU. Pero a este carácter de activo actor en el mundo de los mercados financieros se añade otro, del cual él mismo señala la importancia: el de filántropo, función que ejerce a través de la Open Society Fund, institución con actividad en numerosos países, entre los cuales cabe destacar a los de la antigua órbita soviética, y en cuya evolución hacia el capitalismo Soros y su Fundación tuvieron una implicación directa. Estamos, pues, no ante un autor de libros de economía, un economista o un profesor. Se trata de un financiero y además de un financiero en activo. Quizá por ello sus reflexiones son tan significativas. Veamos algunas de ellas. 1.- El marco conceptual Por confesión propia, Soros se adscribe a la influencia del pensamiento filosófico de Popper y recoge de él, en particular, la noción de sociedad abierta. Volveré sobre ello más adelante. Pero en lo que atañe al razonamiento económico, y esto es lo más sorprendente del libro de Soros, se aparta substancialmente de la doctrina convencional y critica duramente la inoperancia conceptual e interpretativa de la economía neoclásica. "Todo el mundo sabe que el análisis económico no tiene la misma validez universal que las ciencias físicas. Pero la razón más importante del fracaso del análisis económico --y de la inevitable inestabilidad de todas las instituciones sociales y políticas que asumen la validez absoluta de la economía de mercado-no se comprende adecuadamente. Los fracasos de la economía no se deben únicamente a nuestra imperfecta comprensión de la teoría económica ni a la falta de estadísticas adecuadas. Estos problemas podrían remediarse en principio mejorando la investigación... Pero el análisis económico, así como la ideología del mercado a la que respalda, son subvertidos por un defecto mucho más fundamental e insoluble. Los acontecimientos económicos y sociales, a diferencia de los acontecimientos que preocupan a los químicos y a los físicos, suponen la presencia de actores pensantes. Y los actores pensantes pueden cambiar las reglas de la economía y los sistemas sociales en virtud de sus propias ideas acerca de esas reglas. La afirmación de la validez universal de la 31[31] Soros, George: La crisis del capitalismo global. Ed. Debate. Madrid. 1998 teoría económica se hace insostenible una vez que se comprende adecuadamente este principio"32[32] Este es el meollo del concepto de reflexividad que utiliza Soros y sobre el cual volveré después. Pero lo que interesa reflejar ahora es un hecho particularmente relevante: Soros se separa del marco conceptual y de la ideología derivada de la teoría económica clásica y neoclásica y asume conceptos que son propios de una corriente de pensamiento diametralmente opuesta, a saber: el marxismo. Por ejemplo, Soros utiliza conceptos tales como sistema capitalista mundial, Centro-Periferia y otros que están siempre absolutamente ausentes de la literatura económica convencional al uso. Y los utiliza con conciencia de que se está refiriendo a una realidad que es precisamente la que los marxistas han venido designando con esos términos durante mucho tiempo. Incluso lo reconoce explícitamente: "Está muy extendida la suposición de que la democracia y el capitalismo van de la mano. Lo cierto es que la relación es mucho más compleja. El capitalismo necesita a la democracia como contrapeso porque el sistema capitalista por si solo no muestra tendencia alguna al equilibrio. Los dueños del capital intentan maximizar sus beneficios. Si se les dejase a su libre arbitrio, continuarían acumulando capital hasta que la situación quedase desequilibrada. Marx y Engels hicieron un análisis muy bueno del sistema capitalista hace 150 años, mejor en algunos aspectos, debo decirlo, que la teoría del equilibrio de la economía clásica"33[33] A renglón seguido, no obstante, Soros descalifica el comunismo y se sitúa en las antípodas del socialismo y el pensamiento de izquierdas. Pero... le ha parecido bueno el análisis de Marx y Engels. Y esto es una auténtica novedad en ese medio y entre ese tipo de autores. 2.- El fundamentalismo de mercado Pero no se trata sólo de la teoría. También se refiere a la ideología dominante, aquella que ensalza el mercado por encima de la toma de decisiones colectivas, aquella que enaltece el individualismo por encima del bien común. Es decir, se enfrenta abiertamente a la ideología dominante. Y para hacerlo acuña un punzante término, muy de actualidad: fundamentalismo del mercado. Veamos como lo define. "Sostengo que la situación actual es poco sólida e insostenible. Los mercados financieros son intrínsecamente inestables y existen necesidades sociales que no pueden satisfacerse dando carta blanca a las fuerzas del mercado. Lamentablemente, no se reconocen estos defectos. Existe, en cambio, el convencimiento general de que los mercados se autocorrigen y que una economía global puede prosperar sin necesidad de una sociedad global. Se afirma que la mejor manera de servir el interés común es permitir que cada cual defienda sus propios intereses y que los intentos de proteger el interés común mediante la toma de decisiones colectivas distorsiona el mecanismo del mercado. Esta idea recibió en el siglo XIX el nombre de laissez faire o liberalismo, pero puede que no sea hoy una denominación tan apropiada porque 32[32] 33[33] Op. cit. pp.61-62 Op. Cit. p.29 es un término francés y la mayoría de las personas que creen en la magia del mercado no hablan francés. He encontrado un nombre mejor para designarlo: fundamentalismo del mercado... El fundamentalismo del mercado es el responsable de que el sistema capitalista global carezca de solidez y sea insostenible"34[34] Más contundente, imposible. Para Soros lo importante no estriba en determinar un equilibrio teórico entre oferta y demanda --de mercancías, de mano de obra, de valores bursátiles, etc.--, lo cual es la afición preferida de los economista neoliberales, neoclásicos e, incluso, keynesianos. Para Soros lo importante es reconocer que el mercado dejado a su libre actuación lejos de llevar a la economía hacia el equilibrio 35[35] lo que provoca es el desequilibrio y que la situación normal de la economía capitalista es precisamente el desequilibrio y no lo que sostienen los economistas convencionales. Por ende, hay que alejarse de ese tipo de pensamiento y de ese tipo de argumentación porque lejos de esclarecer la realidad la vela, la obscurece. Por el contrario, hay que reconocer tal carácter desequilibrador del mercado. Y, en consecuencia, cuando esos desequilibrios afectan a la sociedad, hay que intervenir. Y ¿quién tiene que intervenir? Lógicamente, el Estado. Y aquí vuelve a enfrentarse con otro dogma liberal: la necesaria no intervención del Estado en la economía. Para Soros lo importante es que para que una economía sea sólida hace falta que sustente una sociedad próspera y esto no lo consigue el mercado por sí solo. Hace falta la acción consciente del Estado. Y esta acción consciente la han llevado a efecto hasta ahora los Estados nacionales, en su máxima expresión en aquellos en los que impera el Estado del Bienestar. Pero, ¿qué ocurre cuando la economía se globaliza y la sociedad y el Estado no?. Este es el quid de la cuestión. Volveremos sobre ello. 3.- La reflexividad Los hechos pueden verse influidos por la formulación de enunciados sobre ellos36[36], dice Soros. Y esta idea condensa su concepto de reflexividad. Se trata, sucintamente resumido, de que, a diferencia de las ciencias naturales y la naturaleza, en las ciencias sociales y en la sociedad, los actos y los pensamientos de los actores, sean científicos o agentes activos, modifican la propia realidad. Existe, según él, una intensa interacción entre pensamiento y realidad que hace imposible, o casi imposible, sostener la existencia de una realidad estrictamente objetiva en la economía y en la sociedad. Y se fundamenta en su propia actuación y la de sus iguales: los grandes especuladores financieros. No basta un conocimiento de la estructura y evolución de los mercados financieros para predecir el futuro puesto que la propia acción de uno de los agentes activos conlleva la modificación de las expectativas de otros y ello modifica el propio comportamiento del mercado. Esta es sucintamente la idea. A mi entender, es una de las más endebles que nos ofrece Soros. Es ciertamente actuante en el terreno de los mercados financieros si uno es un gran especulador. Pero el común de los mortales no es un gran especulador. Para el común de los mortales la economía se presenta como un dato, como algo externo a él, como una situación a la que inexorablemente se debe someter y debe actuar en 34[34] Op. Cit. p. 22. "El concepto de equilibrio es muy útil, pero también puede ser muy engañoso... El equilibrio es algo que rara vez se ha observado en la vida real" (Op. Cit. p. 69). 36[36] Op. cit. p.65. 35[35] consecuencia. Por tanto, para el común de los mortales la economía tiene el valor de ser una realidad objetiva inmodificable mediante la acción personal e individual de cada uno de ellos. No obstante, este concepto de reflexividad lleva a Soros a concluir con la necesidad de abandonar la teoría económica al uso y la necesidad de construir otra nueva, que trascienda el marco de la búsqueda del equilibrio y que abandone el paradigma de que el mercado es el mejor método para resolver "cualquier cosa". 4.-La sociedad abierta Tras examinar la evolución de la economía capitalista y sobre todo la crisis más reciente --asiática, Rusia, Brasil--, es decir, al poner de manifiesto las insuficiencias del mercado que han provocado tal situación, Soros se adentra en el proceloso mar de lo que él denomina el sector no mercado de la sociedad. Y su propuesta se concentra en la idea popperiana de sociedad abierta. Para Soros, la "sociedad abierta" es, por supuesto, una sociedad democrática, con libre juego político, elecciones, etc. Pero no es sólo eso, no es sólo la democracia formal. Es el resultado de la aplicación de un conjunto de valores morales que, en última instancia, hacen prevalecer el bien común sobre los intereses individuales, que actuando ciegamente pueden provocar precisamente lo contrario al bien común. Grosso modo y con muchos matices, tales sociedades abiertas se han producido en los Estados-nación occidentales y son el ejemplo a seguir en otras latitudes. No obstante, la pérdida de valores morales y el predominio del fundamentalismo del mercado está erosionando la sociedad abierta incluso en el mundo occidental. Pero ese no es el principal problema. El principal problema es que no existe una sociedad abierta global que se corresponda a la economía global que efectivamente existe. Para Soros "...No existe un sistema político global que se corresponda al sistema capitalista global. Por otra parte, no hay consenso en cuanto a que un sistema político global sea viable ni deseable" 37[37] El propio Soros se ha respondido ya a esta pregunta en páginas anteriores: "Para estabilizar y regular una economía verdaderamente global es necesario algún sistema global de toma de decisiones políticas. En una palabra, necesitamos una sociedad global que respalde nuestra economía global. Una sociedad global no significa un Estado global. Abolir la existencia de los mercados no es viable ni deseable, pero en la medida en que hay intereses colectivos que trascienden las fronteras estatales, la soberanía de los Estados debe subordinarse al derecho internacional y a las instituciones internacionales".38[38] 37[37] 38[38] Op. Cit. p. 247 Op. Cit. p.31 Soros es realista y no aboga por el fin de los Estados nacionales aunque advierte su claro declive y patrocina su pérdida de funciones en aras de ámbitos institucionales supranacionales. Este es el argumento central de su propuesta para solventar la, según él, inexorable crisis del capitalismo global. Se trata de la construcción de instituciones internacionales que regulen y legislen en ese ámbito de tal modo que los mercados no consigan llevar a todo el sistema al desplome. Pero que nadie se llame a engaño. Soros tiene bien claro quien debe dirigir ese proceso y como. No se trata de alumbrar una sociedad democrática mundial sino de, manteniendo la actual estructura de Estados nacionales, crear las instituciones que los obliguen a actuar en el sentido de lo que Soros considera que es la sociedad abierta, dicho de otro modo, en el sentido de la sociedad occidental. Sus últimas palabras, con las que concluye su libro son altamente esclarecedoras. "Una sociedad abierta global no puede ser obra únicamente de las personas o de las organizaciones no gubernamentales por sí solas. Los Estados soberanos tienen que cooperar y esto requiere una acción política. La opinión pública y la sociedad civil tienen que desempeñar papeles importantes porque en una democracia los políticos deben ser receptivos a las demandas populares. En las democracias que funcionan bien los estadistas podrían incluso encabezar la movilización de la opinión pública. Necesitamos esa clase de liderazgo para formar una coalición de países de ideología afín comprometidos con la creación de una sociedad abierta global"39[39] ¿Tal vez el grupo de países aliados en torno a Estados Unidos en la OTAN es ese grupo de países?. Soros no lo aclara, pero parece ser que es algo así en lo que está pensando. En definitiva, para este representativo autor, la economía capitalista global no sólo está en crisis sino que además es inviable y corre hacia un inexorable desplome a no ser que se actúe POLITICAMENTE a nivel mundial. Cierto que no se puede tocar la sacrosanta figura de los Estados nacionales, pero Soros es muy claro al manifestar que tales Estados son sólo parte de un engranaje que les supera. Y por eso clama por su sumisión al derecho internacional y por la construcción de instituciones que regulen y ordenen la economía global. Ese es su objetivo y, al parecer, algo de ello ya está sucediendo. 5.2.- El capitalismo en la era de la globalización40[40] de Samir Amin A diferencia de Soros, Samir Amin no es ni financiero ni filántropo. Este autor, de origen egipcio y de formación fundamentalmente francesa, es un pensador marxista, creador de la conocida teoría del desarrollo desigual y de la acumulación a escala mundial, comprometido con la lucha de los pueblos por su liberación y por su emancipación. Representa el punto de referencia esencial en la interpretación del sistema mundial capitalista como un sistema integrado por un Centro desarrollado y una Periferia subdesarrollada y es, junto con otros autores, sobre todo los agrupados en la llamada "escuela de la dependencia", uno de los más profundos analistas críticos del capitalismo global. El libro de Samir Amin, publicado en 1999, consiste en un conjunto de siete trabajos publicados con anterioridad a 1997. No obstante la relativa distancia temporal de la 39[39] 40[40] Op. Cit. p 270. Samir Amin: El capitalismo en la era de la globalización. Ed. Paidós. Barcelona,1999. publicación del original, los planteamientos de Samir Amin continúan teniendo suficiente vigencia. De los siete artículos mencionados he elegido dos, que por su contenido me parecen los más significativos para el tema que aquí nos ocupa. Se trata de los siguientes: El futuro de la polarización global El auge de la etnicidad: una respuesta política a la globalización económica En ambos casos el autor efectúa un conjunto de planteamientos originales sobre la situación actual del capitalismo Asimismo, expone su opinión sobre la evolución próxima del sistema, sometido a un proceso de globalización acelerado que conduce a la crisis global del sistema, punto en el que, precisamente, coincide con G. Soros. 1.- El declive del Estado-nación y los cinco monopolios Para Samir Amin, la mundialización actualmente en curso se inscribe en un proceso histórico en el cual el capitalismo ha atravesado por diversas fases de las cuales la mundialización sería la más reciente, pero resultado de las anteriores y sin representar una ruptura con el modo de producción, de acumulación y de dominación capitalista. En este sentido, Amin parece distanciarse de un modelo de interpretación de la historia del capitalismo considerada como una sucesión de hegemonías, en la cual el Centro ha sido ocupado por sucesivos países, o incluso ciudades. Se trata de autores como Braudel, Wallerstein, Attali, etc. Al parecer, aunque no los menciona, Amin no coincide con ellos: "...este análisis del capitalismo mundial (el de Amin) no se centra en la cuestión de las hegemonías, puesto que no me adscribo a la escuela de las hegemonías sucesivas de cierta historiografía. El concepto de hegemonía es a menudo estéril y acientífico merced a la vaguedad de las definiciones al uso, de modo que no creo que deba constituir el centro del debate"41[41] Al mismo tiempo que reconoce el papel de Estados Unidos en la actual configuración del sistema, señala que es tan frágil y precaria como la globalización de las estructuras a través de las que opera. No obstante, si se atiende a la evolución del sistema, el punto básico es que no se tiende hacia la construcción de un nuevo orden mundial sino hacia el caos. "Esta evolución no apunta hacia un nuevo orden mundial caracterizado por nuevas formas de polarización, sino hacia el desorden global. El caos al que nos enfrentamos proviene de un triple fracaso del sistema, que ha sido incapaz de desarrollar: a) nuevas formas de organización social y política que vayan más allá del Estado-nación, un nuevo requisito del sistema globalizado de producción; b) relaciones políticas y económicas capaces de reconciliar el auge de la industrialización en las nuevas zonas periféricas competitivas de Asia y América Latina con el objetivo del crecimiento mundial; y c) una relación que 41[41] Op. Cit. p.17 no sea excluyente con la periferia africana, que no está implicada en modo alguno en una industrialización competitiva"42[42] El primer punto es, a mi juicio, el más relevante. El declive del Estado-nación, la pérdida de funcionalidad de los Estados tal y como surgieron del siglo XIX y han permanecido prácticamente hasta la fecha sin apenas modificación, ha dejado de ser útil al sistema, ya no asegura sino que obstaculiza la acumulación. Y, como corolario, la ausencia de instituciones mundiales de regulación y control político del proceso genera, por consiguiente, el caos. Y esto sí que representa un rasgo novedoso del sistema en la actualidad, precisamente la no armonía entre la base económica y la superestructura política: Samir Amin señala que "1.- La erosión del Estado-nación centrado en sí mismo y la consiguiente desaparición del vínculo entre la esfera de la reproducción y la de la acumulación, que acompaña al debilitamiento del control político y social que hasta el momento había sido determinado precisamente por las fronteras de ese Estado-nación autocentrado. 2.- La erosión de la gran fractura entre un centro industrializado y las regiones periféricas no industrializadas, es paralela a la emergencia de nuevas dimensiones de polarización. La posición de un país en la jerarquía global viene definida por su capacidad para competir en el mercado mundial"43[43] Ahora bien, contra la opinión neoliberal predominante, Amin no acepta la idea de que es el mercado libre en virtud de sus leyes objetivas el que regula y organiza el espacio mundial, es decir, las economías de los diferentes países, la competitividad y, en última instancia, por supuesto, el propio sistema. Muy al contrario, existen importantes sesgos a tal libre mercado que determinan y condicionan la posición de cada cual en el proceso de mundialización. A este respecto, Amin señala la existencia de lo que denomina CINCO MONOPOLIOS bajo el control del Centro del sistema, que distorsionan considerablemente el funcionamiento del mercado y establecen una clara situación de desigualdad. Tales cinco monopolios son los siguientes: 1.- Monopolio tecnológico 2.- Control de los mercados financieros mundiales 3.- Acceso monopolista a los recursos naturales del planeta 4.- Monopolio de los medios de comunicación 5.- Monopolio de las armas de destrucción masiva.44[44] Es precisamente la conjunción de todos estos aspectos lo que anula el impacto de la industrialización en las periferias y las mantiene subordinadas al sistema mundial aun controlado por el Centro. 42[42] Op. Cit. p.16 Op. Cit. p. 17 44[44] Op. Cit. pp.18 y 19 43[43] Ante esta situación, Samir Amin propone una alternativa humanista a la actual situación que pasa necesariamente por "La construcción de un sistema político que reemplace al Estado-nación y se constituya en la única unidad política en condiciones de gestionar un mercado ampliado"45[45] Con el fin de combatir los cinco monopolios, y de asegurar el descenso de la polarización mundial, sugiere como escenario de futuro, que contrapese la influencia de l Centro, la "...reorganización del sistema mundial a partir de grandes regiones, que agruparían zonas dispersas de la periferia. De esta forma se podrían constituir las regiones latinoamericana, árabe, africana, del sudeste asiático, junto a China e India"46[46] A estas regiones cabe añadir Europa y la antigua Unión Soviética y, por supuesto Estados Unidos y Japón. Pero lo más relevante es el papel de Estados Unidos. El fin de la guerra fría, el monopolio o casi del arma nuclear y la posesión del arsenal más diabólico de armas de destrucción masiva, sitúa a este país en el vértice superior de la jerarquía mundial. Pero esa situación ya no se corresponde plenamente a la base económica de un sistema globalizado. "El objetivo de Estados Unidos sigue siendo el mantenimiento de las ventajas que se derivan de su hegemonía mundial, que se encuentra amenazada por la erosión de su competitividad en la economía mundial y por el exorbitante coste de las intervenciones que hace con el objeto de mantener su posición. Enfrentado, tras la desaparición de la bipolaridad, a un número creciente de "enemigos", el número de esas intervenciones ha aumentado"47[47] Libia, Irak, Somalia, Sudán, Yugoslavia, y ¿dónde más en el futuro? Son ejemplos que corroboran lo anterior. Estados Unidos YA NO PUEDE EJERCER SU HEGEMONI únicamente por medio de la economía o de la política; necesita utilizar la violencia, la fuerza militar y ello convierte al planeta en un mundo inestable y en constante peligro de guerra. Y ante tal situación sólo caben dos posiciones: enemigo o comparsa. Es, tal cual, lo que está sucediendo con la intervención de la OTAN en Yugoslavia. Y concluye Samir Amin: "En tales condiciones, careciendo de formaciones sociales progresistas en el mundo y de una regionalización del sistema mundial comprehensiva y flexible, ¿puede Estados Unidos imponer las reglas del juego capitalista? En caso afirmativo, ¿qué reglas y con qué medios?. Existe una fuerte tentación de fomentar las fuerzas conservadores para imponer la utopía del mercado, que agravará la polarización y, al resultar tal cosa insoportable, comportará 45[45] Op. cit. p.21 Op. Cit. p. 25 47[47] Op. Cit. p 94 46[46] erupciones violentas. Existe, pues, la urgencia de responder con bombardeos masivos que, tristemente, ya se probaron en la guerra del Golfo"48[48] Y ahora en Yugoslavia. ... Es decir, Estados Unidos no puede ejercer su hegemonía por medios pacíficos. Necesita la guerra. Y ese parecer ser el marco en el cual el proceso de globalización avanza. Señala Samir Amin que, dado el desconcierto popular ante el desmoronamiento del socialismo, las alternativas al sistema capitalista mundial desigual, polarizador y agresivo no aparecen con demasiada claridad. No obstante, la respuesta es lo que él denomina el ascenso de la etnicidad, es decir, de las respuestas populares a partir de la afirmación de su identidad sea esta cultural, religiosa, nacional o de cualquier otro tipo, frente a los Estados-nación caducos y frente a la potencia mundial globalizadora de los Estados Unidos y sus comparsas. Se está, sin embargo, aun muy lejos de conseguir alternativas generales y factibles a esta situación. Pero el camino está trazado, es decir, la no validez de los tradicionales Estados-nación debe abrir paso a otras formas de organización política que, como dice Amin, en una primera fase deberían adoptar la forma regional: América Latina, Asia del Sur-Este, Africa, Europa, el mundo árabe, China, India, la antigua Unión Soviética. Pero tales potenciales supra-Estados se deben construir sobre la base del respeto escrupuloso de las etnias, pueblos y naciones que los constituirían, --excluyendo por tanto cualquier tipo de "limpieza étnica del estilo de la que acontece en Kosovo--, sin ceñirse a las fronteras de los Estados-nación ya obsoletos. Largo y difícil camino por recorrer. 5.3. Conclusión Samir Amin y George Soros son ideológicamente diametralmente opuestos. Son, políticamente antagónicos. Son socialmente desiguales. Son económicamente diferentes. Tienen y defienden intereses muy distintos... Pero ambos coinciden en varias cosas. 1.- Existe un sistema capitalista mundial polarizado en centro y periferia 2.- Este sistema está en proceso acelerado de globalización 3.- Este sistema globalizado está en crisis 4.- No existe un ámbito político mundial que tenga atribuciones suficientes para regular y controlar la economía mundializada 5.- Frente a la economía mundializada no se está creando una sociedad mundializada 6.- La acción libre del mercado no es suficiente para resolver la crisis; por el contrario, el mercado es creador de desequilibrios y no tiende, como afirman los neoliberales, hacia el equilibrio. 7.- Si no se actúa políticamente, la situación sólo puede conducir al caos y al desorden internacional 48[48] Op. Cit. p. 99 Hasta aquí algunas de las coincidencias. Pero en las soluciones están las divergencias. Para Soros la solución es la construcción de un grupo de países que ejerzan el liderazgo mundial para construir su modelo de sociedad, la llamada sociedad abierta. Al parecer ese grupo de países ya existe. Se trata de Estados Unidos y sus comparsas de la OTAN Para Samir Amin, la hegemonía norteamericana ya no puede ejercerse en el seno del sistema de modo pacífico y la guerra empieza a ser necesaria para mantener tal hegemonía. Guerras locales, bombardeos masivos, policía mundial norteamericana (y de sus comparsas), pero sigue estando ausente la regulación mundial de la base económica. Para Amin, los pueblos deberían reaccionar construyendo agrupaciones regionales que se enfrenten a la globalización encabezada por el Centro y que respeten la etnicidad, con la intención de dar una respuesta humanista a la crisis del sistema y al caos que engendra la globalización. Y, en fin, de momento prima la guerra... como está ocurriendo en Yugoslavia. CAPÍTULO 6 Miren Etxezarreta49[49] LA VULNERABILIDAD DE LOS MODELOS ECONÓMICOS NEOLIBERALES Introducción Desde finales de los años setenta, las recomendaciones de política económica de las instituciones internacionales a las autoridades económicas de los diversos países han consistido en la aplicación de programas económicos neoliberales50[50] 1. En los países desarrollados, tras la segunda crisis del petróleo en 1979, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos aconsejó la utilización de este tipo de programas, que, además, fueron justificados con entusiasmo por la academia y potenciados en su aplicación con la llegada al poder de Thatcher y Reagan. En los países en desarrollo, es bien sabido que a partir de la crisis de la deuda, el Fondo Monetario Internacional (FMI), secundado por el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD/Banco Mundial), ha tenido el poder de exigir la aplicación de duras estrategias de ajuste a los países que a él recurrían. En conjunto, puede considerarse que desde los últimos setenta los programas neoliberales han constituido la recomendación casi universal de política económica tanto en los países industrializados como en los menos desarrollados. La generalización y el mantenimiento durante muchos años de un mismo tipo de programas lleva a pensar que éstos deben ser útiles y muy eficaces para resolver los problemas que aquejan a los países en cuestión. Sin embargo, estos modelos han sido fuertemente criticados. Mayoritariamente, a causa de las graves consecuencias negativas en el ámbito sociai, que han sido ampliamente demostradas. El objetivo de este trabajo es distinto. Partiendo de que los efectos sociales negativos son ya conocidos, el propósito de este articulo consiste en revisar si, efectivamente, estos modelos han probado su validez dentro de su propia lógica para los objetivos que señalan las instituciones que los impulsan e imponen. Una rápida revisión de dichos modelos para explorar si, efectivamente, han servido para lograr la estabilidad y el crecimiento, me lleva a concluir que los mismos tienen una construcción interna que no resuelve los problemas de fondo y que conduce a la inestabilidad en la mayoría de las economías. Dado que no es posible que quienes propugnan estos modelos no perciban estas limitaciones, se avanza la hipótesis de que los verdaderos objetivos de estos modelos no consisten en resolver los problemas de los países que los soportan, sino que son otros no expresados deforma explícita, pero que se pueden deducir por sus resultados y por las 'preferencias reveladas' que los expresan. Estos objetivos no explicitados consisten principalmente en facilitar la operación de los grandes capitales internacionales en torno a tres aspectos: 49[49] Departamento de Economía Aplicada, Facultad de CC. Económicas, Universidad Autónoma de Barcelona, Bellaterra, 08***; email: Miren.Etxezarreta@uab.es 50[50] Estos programas han formado siempre parte de la ‘caja de herramientas‗ de estas instituciones. Recordemos el famoso Plan de Estabilización para España de 1959 elaborado bajo los auspicios del FMI y que esencialmente consistía en las mismas medidas que los planes neoliberales de la actualidad (lo que lleva a pensar que las instituciones internacionales han redescubierto la panacea mágica de planes de política económica válidos para todas las situaciones y en todos lo tiempos). Primero: estabilizar y controlar las economías en las que pueden operar, especialmente: a) en cuanto se refiere a la estabilidad monetaria -tasa de inflación y tasa de cambio- de forma que asegure el mantenimiento del valor de los capitales líquidos y de los activos de los capitales internacionales, y b) respecto a la estructura de distribución de la renta, particularmente la austeridad de la participación de los trabajadores y las capas populares, Segundo: facilitar ámbitos de operación rentable y sólida a los enormes flujos de capitales líquidos internacionales que buscan oportunidades de valorización, Tercero: suministrar oportunidades para que las grandes empresas transnacionales absorban los segmentos de demanda efectiva más dinámicos de todos los países y, al mismo tiempo, facilitar la racionalización y reestructuración de los grandes agentes productivos internacionales a nivel mundial o de los grandes espacios regionales. 6.1. Los principios básicos de los modelos neoliberales Los modelos de ajuste propugnados por la OCDE, el FMI y el Banco Mundial son modelos sencillos, actualmente bien conocidos, que transcurren por las líneas siguientes: Tras diagnosticar que los problemas económicos de los países se deben exclusivamente a sí mismos (minimizando así la incidencia de los elementos externos al país) fundamentaimente por estar viviendo por encima de sus medios, y por su mala gestión, consideran que, en primer lugar, el país debe resituarse en sus posibilidades económicas reales. En el caso de los países periféricos, a ello se añade el hacer frente a sus compromisos respecto a la deuda externa. Lo que requiere un programa duro de ajuste una 'recesión controlada'- para colocar al país de nuevo en una senda apropiada de crecimiento. Crecimiento que habrá de lograrse con una economía abierta, principalmente impulsando las exportaciones, que permitirán satisfacer el servicio de la deuda externa y ejercerán el papel de motor del desarrollo (can su efecto multiplicador dinamizarán la economía interna). Lo que implica la imperativa necesidad de que el sistema productivo alcance niveles de competitividad internacional. A plazo medio, si estos aspectos se logran, el mercado proporcionará el desarrollo y el bienestar. Para materializar este diseño, exigen la aplicación de un programa standard de política económica formado por tres bloques principales: - respecto a la intervención pública: Con el objetivo de controlar los procesos inflacionarios, reducir la demanda interna y estimular la actividad privada, se exige una disminución sustancial de la intervención pública en la economía. Una drástica reducción del gasto público, y todavía mayor del deficit fiscal, la privatización de las empresas públicas y la desregulación de la economía son los ejes de este apartado. Acompañados del control monetario. La recesión del crédito en el interior ha de ser también herramienta básica de control inflacionario y de reducción de la demanda interna, lo que liberará recursos que se dirigirán a las exportaciones. El incremento del tipo de interés a que dará lugar esta contracción monetaria mantendrá la inflación 1>ajo control y estimulará la entrada de capital extranjero. - en cuanto al mercado laboral: se impulsa una política de austeridad en los ingresos, con rentas salariales acusadamente restrictivas o incluso recesivas, que implican una reducción del poder adquisitivo de la población. En los países en desarrollo, además, ésta permite acercar los niveles de vida a las posibilidades reales del país y liberar recursos para las exportaciones. Una legislación laboral favorable para las empresas y la potenciación de la flexibilidad laboral (temporalidad, movilidad de la fuerza de trabajo, despido libre, además de doblegar el poder de los sindicatos) se consideran indispensables para estimular las inversiones, particularmente las extranjeras, que deben constituir el elemento clave en la consecución de la competitividad. - referente a la política externa: se considera indispensable una adecuación del tipo de cambio a un nivel realista (casi siempre una devaluación) y una muy amplia (en muchos casos total), liberalización de las transacciones económicas internacionales del país en cuestión (liberalización comercialy de flujos de capitales además de la legislación interna necesaria para facilitar las inversiones del exterior). Del capital exterior, además de su contribución al equilibrio de la Balanza de Pagos, se espera la nueva tecnología y la expansión de los mercados externos. Las exportaciones, hacia las que deben dirigirse el máximo de recursos facilitarán la consecución del equilibrio externo. Se postula que este paquete de política económica permitirá recuperar los equilibrios macroeconomicos, establecer niveles realistas y adecuados de las principales variables económicas, y contribuirá a hacer competitivos los países en la escena mundial. En los países menos desarrollados con problemas de deuda, contribuirá a la obtención de las divisas necesarias para su servicio. Se acepta que estos programas suponen reducciones en el nivel de vida de una gran parte de la población, mayores en los países más pobres, pero, utilizando el símil médico, se considera que es imprescindible un duro tratamiento de choque tras el que se recobrará la salud económica. Saneado el sistema, restablecidos los equilibrios macroeconómicos, se iniciará de nuevo una senda de crecimiento que conducirá a cotas cada vez más altas de desarrollo, que mejorarán el nivel de vida de la población. La política económica durante los años ochenta ha sido regida por estas líncas. Desde Estados Unidos con Reagan, hasta los países más pobres del mundo, han seguido en sus líneas generales estos modelos. Obviamente, los distintos niveles de riqueza de los países y las circunstancias de su economía han modulado su planteamiento y las formas de su aplicación, han motivado la introducción de matices distintos, pero en esencia han sido los mismos modelos. 6.2. Algunas debilidades de este modelo Los modelos neoliberales propugnan una liberalización del sector exterior y del conjunto de las economías afectadas. Las refrescantes ráfagas de la competencia universal se consideran imprescindibles para que los respectivos sistemas productivos nacionales produzcan con la óptima asignación de recursos (nacional e internacional). La base teórica de esta estrategia está constituida por la teoría del comercio internacional, siguiendo los plantemientos del teorema Heckscher-Ohlin-Samuelson y su base, la teoría de la ventaja comparativa. La teoría del comercio internacional constituye una de las partes del análisis económico convencional más criticada, tanto en términos teóricos como en su constatación empírica. Cualquier repaso de los manuales al uso atestigua de ello. De aquí que cuanto sigue en este apartado no incorporará planteamientos novedosos, sino que se destacarán algunos límites aparentemente obvios de la teoría, que, sin embargo, son ignorados para un gran número de autores e instituciones que realizan recomendaciones de política económica o evalúan tos programas propuestos. Es interesante constatar que, aunque la mayoría de tratadistas teóricos reconocen las limitaciones de la teoría pura del comercio internacional y sus importantes restricciones operativas, no se oponen a que tan precaria teoría sea la base de recomendaciones de política económica cruciales para la vida de millones de seres humanos. La amplia aceptación profesional a estos modelos proporciona interesantes reflexiones acerca de la relación entre la ciencia económica (y, en general las ciencias sociales) y los intereses políticos e ideológicos clominantes, e incluso los personales de sus profesionales. Entre los múltiples aspectos que podrían considerarse, llama la atención el poco interés que en la teoría del comercio internacional se concede a los dos elementos siguientes: - El reduccionismo de los postulados de la ventaja comparativa51[51]. Las ventajas comparativas constituyen el mecanismo esencial que permite que todos los países tengan algún sector que es posible potenciar. Según éstas, es la ventaja interna, el coste de oportunidad de cada país respecto a su propia producción, el que delimita los productos susceptibles de comercio internacional para lograr la óptima asignación de recursos. De esta forma, siempre existen productos susceptibles al comercio, ya que en todos los países, necesariamente, unos productos tendrán un coste de oportunidad superior o inferior a otros. El paso de la teoría de la ventaja absoluta a la ventaja comparativa es, en definitiva, el gran hallazgo que permite que todos los países tengan productos en los que comerciar. Este planteamiento, sim embargo adolece de dos falla que me parecen significativas: Por una parte, su tratamiento de la demanda para los productos a exportar es altamente insatisfactorio. Se limita a integrar la magnitud de dicha demanda en términos de los precios relativos de los productos con los que se comercia a nivel internacional, con lo que de hecho, se asume que siempre existe la demanda internacional para dichos productos. Lo que dista mucho de ser la situación actual. Imaginemos un país que tuviera ventaja comparativa en la producción de diligencias, junto con la de ábacos e hilados de lino, ¿podemos suponer que este país generará las divisas suficientes para adquirir todos los demás productos que le son imprescindibles (petróleo, medicinas y fertilizantes para su agricultura...)?. Por supuesto, el ejemplo es extremado, pero ¿no están hoy muchos países pobres en situación similar a la del imaginario país fabricante de diligencias?. La insuficiencia de la demanda externa se acentúa en el caso de los 51[51] No trataré aquí las numerosas limitacioncs 'técnicas' que plantean estos modelos y que ya han sido incorporadas en todos los manuales, tales como las profundas limitaciones que imponen los supuestos de los que parte la teoría como la inmovilidad de los factores, o la igualdad de las funciones de producción y otro elementos, o la imposibilid de que la misma responda a temas cruciales como las economías de escala, la competencia imperfecta y el comercio intraindustrial, sino que me concentraré en aspectos más directamente vinculados a la política económca que se está practicando. países periféricos cuya deuda externa absorbe una gran parte de las divisas que logran con sus exportaciones. Añádase a ello que la mayoría de los países periféricos, con una determinada distribución de la renta, unos sistemas productivos y comerciales transnacionalizados y unas pautas de consumo modeladas sobre las de los países centrales, presentan una alta elasticidad renta para las importaciones. Sobre todo de las clases medias y altas, principales demandantes de bienes importados. Lo que contribuye a mantener programas de austeridad que sufren las clases más débiles, ajenas al aumento del consumo de importaciones. Así, las importaciones de bienes y servicios entre 1986 y 1993 en México se han multiplicado por 3,67 veces, 3,15 veces en Argentina, 1,87 en Brasil, suponiendo también el éxito chileno un incremento de 2,8 veces en importaciones para el mismo período. Y así sucesivamente, sin ignorar el poderoso Estados Unidos con un deficit comercial impresionante52[52], o España, donde entre 1985 y 1992 las importaciones han crecido en un 241%53[53]. Resulta curioso que, frente a todos los problemas que causa el desequilibrio externo, muy raramente las instituciones internacionales ponen en cuestión la magnitud de las importaciones, que, sin embargo, constituyen una parte sustancial de tal desequilibrio. A mi juicio, manifiesta de forma 'revelada' que el equilibrio exterior no es un objetivo verdaderamente prioritario de los programas de ajuste54[54]. La posibilidad que estas importaciones proporcionan a los grupos transnacionales de absorber la demanda de los grupos económicamente más solventes de todo el mundo, y de racionalizar global o regionalmente sus estructuras productivas y comerciales es mucho más importante que el equilibrio externo de los países implicados. Por todo ello, es muy poco probable que muchos países puedan generar las divisas suficientes para satisfacer sus necesidades de financiación externa. Aún si se continúa aceptando la teoría de la ventaja comparativa, }qué garantías existen de que el libre comercio generado por un país con menor desarrollo que la media mundial, va a generar las divisas necesarias para cubrir la deuda externa y equilibrar las compras que este país necesita realizar en el exterior55[55]?. Además de la capacidad de producción interna, ésta dependerá, necesariamente, de la demanda que para esos productos exista a nivel mundial en relación con la demanda interna para los productos externos. En un mundo donde todos los países pretenden ser exportadores netos, el problema de la demanda se convierte en un aspecto crucial a considerar antes de implantar una política basada en las exportaciones. El débil tratamiento que sobre la demanda realiza la teoría del comercio internacional no está justificado si en la misma han de basarse las recomendaciones de política externa a implementar. 52[52] Fuente de los datos; CEPAL. Estudio económico de America Latina y El Caribe, 1993. OCDE: Estudios económicos de h OCDE- España, junio 1994. 54[54] Incluso en un país con una situación económica tan desesperada, como Nicaragua, las importacionciones han crecido entre 1989 y 1904 en un 17,6%. 55[55] La respuesta ortodoxa a esto es que el país en cuestión ha de limitar sus importaciones a lo que es posible. Es decir, es la capacidad de exportar lo que determina su capacidad de importar. Pero ello es difícil de contemplar en la actual estructura económica de los paises- y más de los países más pobres, de gran dependencia tecnológica externa-, cuando éstos tienen una muy baja posibilidad de vender en el exterior. 53[53] Por otro lado, la teoría ignora totalmente el impacto que la liberalización del comercio puede tener en el sistema productivo de un país. Todo el análisis teórico se realiza asumiendo que la curva de producción riel país no cambia o que la capacidad productiva se expande, lo que dista mucho de ser la única posibilidad. Debido, en primer lugar, a que la liberalización comercial de un país con débil posición competitiva puede conducir a un aumento de las importaciones que tengan un fuerte impacto negativo en la estructura productiva interna, considerablemente superior a la mejora alcanzada con el incremento de las exportaciones. Lo que lleva al decrecimiento o desaparición de algunas ramas produtivas, que no se ven compensadas por la ampliación de las exportaciones. Es decir, la curva de producción real (distinta de la potencial) disminuye o, lo que supone lo mismo, la economía real se encuentra operando por debajo del límite de la curva de producción de origen (con recursos excedentes). Por lo tanto, no es imposible que tras el comercio, el bienestar del país en cuestión disminuya en lugar de aumentar. Tendencia que se refuerza cuando la liberalización tiene lugar en el marco de un programa de ajuste. Con estos programas la demanda interna disminuye, lo que dificulta el mantenimiento de las empresas y sus posibilidades de acumulación, ya que se ven obligadas a competir con productos importados de países con una estructura productiva mucho más avanzada y una estructura comercial internacionalizada56[56]. Como es sabido, el argumento del FMI es, precisamente, que esta competencia externa forzará a la producción interna a ser más eficiente y productiva. Sin embargo, en la mayoría de situaciones, muchas ramas productivas del interior no pueden aguantar la reducción de ventas y la competencia. Al postular que la liberalización comercial obligará a incrementar la competitividad de la estructura productiva interna, los programas de ajuste ignoran los problemas que los países con menor desarrollo pueden tener para lograr dicha competitividad y para sustituir la producción de unos sectors por otros, de forma que la estructura productiva de éstos va siendo debilitada sustancialmente. La competencia externa lleva a un vaciado del sistema productivo interno. Se realizan planteamientos bsados en la estructura productiva de los países industriales, asumiendo que existe un amplio tejido industrial que puede sustituir con empresas más eficientes a aquellas afectadas por la competencia internacional, cuando ella dista mucho de ser la situación, incluso en países semi-industrialziados. Por ejemplo, si observamos el caso de España, ¿desde 1986 no están disminuyendo las ramas productivas en las que somos competitivos en el exterior aunque el coste de oportunidad de los productos en el interior no se haya alterado? Muchos productos tanto del sector agrario (leche, carne, remolacha, vino), como de otros sectores como la siderurgia, la metalurgia, el sector naval, o el textil, todos ellos en reestructuración conytractiva desde los setenta, se ven obligados a reducir su producción ante la competencia de los productos de los demás países de la UE, aunque nuestro coste de oportunidad a nivel de país respecto a estos productos no haya variado sustancialmente. Aunque en el cso español ello no ha impedido la expansión de la exportaciones (otros sectores se han ido expandiendo, como el automóvil), ello implica una conecntración y 56[56] Es bien sabido que la existencia de una fuerte demanda interna es un factor altamente opsitivo para que las empresas tengan una alta competitividad en el exterior. especialización productiva que debilita la matriz interindustrial del país57[57]. De hecho, el informe 1995 del World Economic Forum señala el deterioro de la competetitividad de España en la escena internacional, donde ha pasado del puesto 25 en 1994 al 28 para este año, dentro de un total de 48 países58[58]. Los aspectos a los que acabamos de referirnos han de considerarse incluso si se acepta que son las ventajas comparativas las que están en la base del comercio mundial. Pero, ¿son realmente éstas las que están en la base del comercio internacional actual? Es difícil afirmar que la parte mayoritaria del comercio internacional actual responde a las mismas, cuando éste consiste principalmente en comercio intraindustrial (con una parte importante de transacciones intraempresa), mucho más basdo en consideracioes estratégicas de las grandes empresas transnacionales o en otras razones empresariales.. no cubiertas por la teoría tradicional. Si se acepta meramente la idea de que el comercio internacional no se basa sólo en las ventajas comparativas, sino que hay otros elementos distintos altamente significtivos que inciden en las pautas del comercio internacional, las recomendaciones basadas en la teoría pura del comercio internacional muestran plenamente su debilidad. En particular, si se admite, siquiera como hipótesis de trabajo, que las ventajas absolutas se han convertido en relevantes para una buena parte del comercio internacional59[59], la situación –y la teoría que la puede explicar— cambia muy sustancialmente. La posición sería mucho más precaria para los países menos productivos que, con frecuencia, se encuentran con que ninguna de sus ramas productivas tiene ventaja bsoluta en relación con los países más avanzados. En este sentido conviene precisar la diferencia entre ventajas comparativas y competitividad. Un país puede tener un coste de oportunidad menor en ciertos productos (por lo tanto, serían los que habría de exportar) que, sin embargo, experimentan una tal competencia por parte de otros países que también los quieren exportar, que la exportación por parte del primero sea imposible. Es decir, se ignora que la ventaja comparativa serí sólo la condición necesaria para que se produzca el comercio internacional, pero que la presencia de otros competidores en el mercado mundial puede hacer fracasar las exportaciones del primer país. Por ejemplo, España puede tener ventaja comparativa en la exportación de cítricos, pero no puede ignorar que Marruecos e Israel, que tienen ventaja comparativa para los mismos productos, están intentando vender también sus naranjas, siendo posible que estos países presenten precios de venta más bajos en los mercados mundiales. Brasil puede tener ventajas comparativas en la producción de soja, encontrándose con que Argentina tiene también ventaja comparativa en el mismo producto y, además, unos precios de producción considerablemente más bajos60[60]. 57[57] En el caso español, por ejemplo, los subsectores de exportación con una importancia superior al 2% en la coposición de las exportacines, ha pasado de ser más de diez en 1990 a solamente 6 3n 1995, con las tres primeras partids ascendiendo al 28.7% de todas las exportaciones. 58[58] Datos recogidos en El Mundo, 6/9/95. 59[59] Véase el libro de D. Guerrero, La competitividad: teoría y política, Ariel. 60[60] La ortodoxia según Herkscher-Ohlin señalaria que ello seria debido a que los precios de los factores serían más bajos en los países más competitivos y que, precisamente el comercio internacional los conduciría a la igualación. Empero, incluso sí sucediera así- cosa que ya ni los economitas más ortodoxos consideran que sucede- transcurriría un largo tiempo para ello, con lo que el país con venlaja comparativa en un producto seguiría sin poder exportarlo a pesar de su interés. En este tema, también se ignora casi siempre el importante teorema del 'second-best', el cual demuestra que las aproximaciones (sucesivas) a un hipotético óptimo no suponen en absoluto acercamiento a tal óptimo cuando falta alguna condición esencial para la consecución del mismo. Si falla una condición para el óptimo, la mejor situación no se encuentra aproximándose lo más posible al óptimo anterior sino que requiere la búsqueda de otro óptimo distinto para las nuevas condiciones, que puede estar a gran distancia del anterior. Según este teorema, no existe garantía alguna de que las aperturas sucesivas aproximen al óptimo a ninguno de los países implicados mientras no se produzca la liberalización total del comercio mundial. Además, una somera lectura de la teoría del comercio internacional permite percibir que, incluso si se acepta la teoría pura acerca del mismo, la optimización universal en la asignación de recursos no garantiza la distribución equitativa de los frutos del comercio. ¿Qué mecanismos de salvaguardia se establecen en los programas de liberalización externa para garantizar que los países en dificultades (que son a los que por definición se aplican los programas de ajuste), y los grupos específicos más vulnerables de estos países, van a beneficiarse de la liberalización impuesta? Ante todo esto, ~es posilble actuar con tal ligereza, asumiendo que el comercio internacional indiscriminado elevará la capacidad y eficiencia productiva de todos los países y contribuirá al bienestar de su población? - La vulnerabilidad que implica basar los equilibrios externos en los flujos de capitales. Ya se ha comentado antes que, en general, los países sometidos a programas de ajuste tienen grancies dificultades para obtener las divisas que requieren. Necesidades que no pueden cubrir solo con el incremento de las exportaciones y que los propios modelos proponen completar con los flujos de capital externo. Para las instituciones internacionales, los flujos de capital internacional constituyen una aportación crucial a los problemas financieros de los países en proceso de ajuste y en el transcurso del desarrollo posterior. Los flujos de capitales facilitarán las divisas necesarias para el pago del servicio de la deuda externa y, si se produce un deficit comercial, lo compensarán en la Balanza de Pagos. Incluso en países con un gran incremento en las exportaciones y grandes logros debidos a los programas de ajuste se plantea esta situación: 'Si bien el saldo de la cuenta corriente acusó un déficit de magnitud similar (3% del PIB) al del año anterior, se registro un ingreso de capitales del orden de 3300 millones de dólares, esto es cerca del 12% del PIB' '...señalar que el deterioro de las balanzas comercial y corriente (de México) solo ha sido factible por la entrada de capitales; en 1992 la entrada neta de capitales superó los 23 mil millones de dólares, casi un 8% del PIB'61[61]. La ineludible necesidad de recurrir a los capitales extranjeros es una constante en todos los países, con la única excepción de Japón y algunos países de la OPEP. Incluso países con mercancías tan valiosas para la obtención de divisas como el petróleo, caso de México y Venezuela, tienen que recurrir a magnitudes considerables de endeudamiento externo. Lo que, sin duda, proporciona 61[61] CEPAL., Estudio Económico de América Latina y el Caribe, 1990, p.176, y Rosell J. et al., Diez años de reestructuración en la economía mexicana. múltiples oportunidades de beneficios a los inmensos flujos de capitales que atraviesan el mundo buscando su valorización. Los flujos de capitales no solo se convierten en mecanismo básico para el equilibrio externo, sino que en ellos se basa la modernización tecnológica del sistema productivo y la expansión de las exportaciones de los países sometidos al ajuste. Pero los capitales externos exigen grandes incentivos, estabilidad económica y una gran solidez política. Por ello, es imperativo que los programas de saneamiento sean sólidos, sancionen la máxima libertad de movimientos de capital y generen incentivos que atraigan capitales extranjeros a un nivel suficiente. Aún suponiendo que los capitales acudan a estos países, la mínima alteración a sus exigencias impulsa su rápido abandono de los mismos. De nuevo la preferencia revelada nos muestra que para los programas de ajuste es, por lo menos tan importante, encontrar lugares de inversión para el capital con rentabilidades saneadas y todas las garantías, como contribuir realmente a resolver los programas de medio plazo de los países afectados. En este punto aparece con toda claridad la extrema vulnerabilidad intrínseca de estos modelos. En primer lugar, la proporción de inversiones directas de naturaleza productiva que acuden a estos países es limitada. Además, desde los ochenta, éstas con frecuencia van dirigidas a beneficiarse de los programas de privatización de las empresas públicas (en México, por ejemplo, otro modelo de éxito hasta 1994, el número de empresas publicas paso de l155 en 1982 a 257 en Agosto de 1991 y se han privatizado otras desde esta fecha62[62]), lo que supone que las inversiones extranjeras directas ni amplían la capacidad productiva ni la de exportación de forma significativa, si bien es posible que realicen reestructuraciones sustanciales en las empresas adquiridas que mejoren la productividad de las mismas63[63]. Igualmente, a menudo, cuando las inversiones directas amplían las exportaciones incrementan también significativamente las importaciones, por lo que el efecto neto en la balanza comercial es escaso. Tampoco se puede olvidar que el capital privado internacional elige los sectores en los que invierte, y no siempre se dirige hacia el sector exportador sino que puede estar orientado a ocupar el mercado interno, con lo que las exportaciones no aumentan. No ignoremos, tampoco, que una gran parte de las inversiones extranjeras directas se dirigen a los servicios o al sector inmobiliario. 62[62] Datos de Ramses 93. IFRI. París. Es importante distinguir entre mejoras en la productividad y en la competítividad. Puede, perfectamenente mejorar la productividad, que supone un incremento de la producción por persona respecto a una situación anterior, y no mejorar la competitividad, que implica una comparación con la productvidad de otro país. Por ejemplo, es muy posible que mejore la productividad de la industria de ordendores en Brasil, sin que afecte a su competitividad internacional. Y también al contrario: puede mejorar la competitividad mediante una devaluación sin que se modifique en nada la productividad. 63[63] Además, el capital externo que acude a los países en dificultades no es mayoritariamente capital de inversiones productivas, sino generalmente capitales de cartera, a corto plazo, de carácter financiero, extremadamente fluidos, que acuden atraídos por los altos tipos de interés que esta estrategia comporta. Estos capitales exigen alta rentabilidad y, además, una fuerte estabilidad económica (control de la inflación y la tasa de cambio) y política (gobiernos fuertes y 'paz' laboral principalmente). En el momento que se produce la más mínima indicación de que estos elementos peligran, como es bien silbido, los capitales de cartera abandonan con extremada rapidez el país en cuestión, con lo que la situación se deteriora mucho más de lo que estaba inicialmente. No solo se resentirá el equilibrio externo sino que se produce el hundimiento de la tasa cíe cambio, dando lugar a intensos acontecimientos de inestabilidad económica, capuces de destruir en períodos muy cortos los ímprobos esfuerzos que se han hecho durante años por lograr una ansiada estabilidad. México es el caso límite y el ejemplo obvio de esta dinámica, pero no solamente sucede en los países menos desarrollados: recuérdese que en una de las múltiples crisis monetarias recientes en Europa, Suecia se vio obligada a subir sus tasas de interés a más del 500% para evitar la huida del capital a corto y que los tipos de interés del Reino Unido no le iban a la zaga. E incluso Estados Unidos, aunque no vive con tal intensidad el peligro de huída de capitales debido al carácter de moneda refugio del dolar, no es ajeno al temor a decisiones de los grandes agentes económicos, especialmente japoneses, que financian una gran parte de su deficit comercial y su deficit público. En España sabemos bien que los altos tipos de interés que perjudican a la inversión real se mantienen a causa de la necesidad de retener al capital foráneo. La necesidad ineludible de capitales externos para resolver los problemas de los países en procesas de ajuste, supone situarles en cuasi total dependencia de la dinámica y las decisiones de las economías centrales. Lo que derrota el esfuerzo por disminuir la dependencia externa e impide resolver el problema de la deuda (la satisfacción de su servicio en gran parte no es más que un cambio de deuda vieja por compromisos financieros más recientes). Hay que añadir a ello que la afluencia de capitales exteriores es, además, altamente selectiva. Los capitales que buscan colocación se dirigen solamente a aquellos países que presentan buenas expectativas de desarrollo y bajo riesgo-país, siendo extremadamente reducidas las inversiones en un gran número de países que no parecen presentar tales perspectivas. Los flujos de capital exterior se dirigen cada vez más hacia el sureste asiático, mientras que en América Latina se orientan a destinos muy especfiicos -México hasta la crisis de Chiapas, Chile, Brasil, Argentina y algo Centroamérica, (donde los distintos países manifiestan ya una agria competencia por recibir capitales externos64[64])-. El continente africano no entra para nada en la consideración de los grandes inversores internacionales con la excepción de alguna inversión en el extremo norte -Magreb-, y algo más en el extremo sur- Sudafrica-; los países del Este europeo solo son considerados muy selectivamente y la periferia europea sufre cada vez más de la competencia de otros destinos. 6.3. La validez del modelo 64[64] Por ejemplo Costa Rica manifiesta abiertamente su preocupación porque los capitales externos dedicados a la inversión en turismo parecen dirigirse hacia Cuba a expensas de la orientación anterior al período de apertura cubano que favorecía al primer país. Los esquemas neoliberales de ajuste se basan en una recesión en el interior y una liberalización externa, que conduce a una distribución de la renta y unos niveles de vida cada vez más desiguales y polarizados. La dualidad en la distribución de la renta lleva a un fuerte incremento de las importaciones para las clases privilegiadas, mientras que la competencia externa lleva a un vaciado del sistema productivo interno (menos acusado en el sector exportador si es posible expandirlo). Las dificultades para exportar lo suficiente para hacer frente al deficit comercial y a las necesidades de capital para la inversión, junto con el servicio de la deuda, llevan a un agravamiento del déficit externo que sólo puede equilibrarse con aportaciones de capitales del exterior, que exigen grandes incentivos, estabilidad económica y una gran solidez política. Aún suponiendo que los capitales acudan a estos países, la mínima alteración en sus exigencias impulsa su rápido abandono de los mismos, poniendo de relieve claramente la extrema vulnerabilidad de estos modelos. Es decir, en sus propios términos y sin entrar en otro tipo de consideraciones, la eficiencia de los modelos de ajuste y las estrategias de política económica recomendadas por las organizaciones económicas internacionales, es altamente cuestionable. En las propias soluciones que propugnan llevan el germen de la inestabilidad financiera y el debilitamiento de la mayoría de los sistemas productivos a los que afectan, junto con una alta probabilidad de un sustancial incremento en los desequilibrios externos y su deuda externa. Lo que hace factible, e incluso probable, el inicio de una espiral recesiva muy difícil de frenar y que, además, no está en manos de las autoridades nacionales afectar65[65]. Con lo que se frena el crecimiento y la situación se deteriora para la mayoría de la población. Se suele citar a Chile como ejemplo del éxito de esta estrategia, ya que este país, tras un largo período de durisimo ajuste, presenta una pauta de crecimiento basado en las exportaciones que parece fuerte y permanente. No se trata aquí de negar que este modelo pueda tener algunos logros relevantes, sino de considerarlos mucho más como la excepción (~que confirma la regla?) que como el resultado normal del esquema. Chile parece, efectivamente, que confirma las predicciones optimistas que se realizan para estos programas66[66], pero su dependencia de los flujos de capital exterior para los equilibrios externos no deja de presentar siempre un elemento crucial de vulnerabilidad. También México pareció haber logrado el éxito en los primeros noventa, para hundirse estrepitosamente en 1994, o España que se sostiene inciertamente basada en los permanentes flujos de capitales de cartera desde el exterior... El modelo es en esencia altamente vulnerable, aunque en raras ocasiones parezca que está funcionando satisfactoriamente. 6.4. Otros problemas pendientes 65[65] No hay que pensar que los gobiernos están neceseriamenle en contra de las directrices de las instituciones internacionales. Con mucha frecuencia participan del interés en el mismo modelo e incluso utilizan la autoridad de las instituciones internacionales para reforzar su posición frente a la resistencia de sus poblaciones. 66[66] No haremos mención de algunos aspectos mucho menos satisfactorios de la situación en Chile como la tasa de paro o la precarariedad laboral, porque ya hemos señalado que no entraríamos en estos aspectos en este artículo. En los equilibrios externos y la deuda Muchos países en desarrollo con graves problemas de endeudamiento han logrado, por medio de una dura reasignación de los recursos hacia las actividades externas, aumentar sus exportaciones y generar un excedente en sus balanzas comerciales para hacer frente a los compromisos de la deuda. A pesar del importantísimo esfuerzo exportador, los excedentes obtenidos no son suficientes para cubrir los compromisos anteriores, con lo que es necesario un nuevo endeudamiento para completar los importes necesarios para el servicio de la deuda. De esta manera se produce un doble movimiento: Por una parte, se genera un importante flujo de capitales desde los países endeudados a los grandes centros financieros internacionales, para satisfacer la deuda, pero, al mismo tiempo, estos países tienen que atraer nuevos créditos aumentando de nuevo su endeudamiento. Hay un permanente flujo de entrada y salida de capitales con los países endeudados financiando los intereses correspondientes. No es sorprendente, por tanto, que no se produzca una mejora sustancial en la deuda externa de estos países, que paradójicamente, se ha presentado como uno de los elementos que más ha justificado la implantación de los programas de ajuste. Es bien sabido que actualmente la deuda externa de la mayoría de los países en desarrollo es superior a la de los primeros ochenta, cuando estalló la crisis67[67]. No puede ser de otra manera debido al fuerte peso del servicio de la deuda y a que los propios mecanismos de ajuste conducen a la imperiosa necesidad de financiación externa. En la estabilidad económica Los mejores resultados de los programas neoliberales de ajuste se observan en el control de la inflación. Lo que revela, una vez más, cuales son los elementos prioritarios para quienes diseñan los programas de austeridad68[68]. No puede ignorarse que la aplicación de éstos ha conseguido controlar la hiperinflación que afecta con relativa frecuencia a muchas economías latinoamericanas69[69], ni que los aumentos de precios presentan niveles muy moderados en el mundo industrializado. Largos años de austeridad, liberalización comercial y recesión monetaria están logrando el anhelado control de los precios. No sabemos cuanto durará, pero de momento no puede dejar de reconocerse que los niveles de inflación son muy bajos en relación con los 'habituales' experimentados por las economías desde el final de la ll Guerra Mundial. 67[67] Pudiera parecer sorprendente que ante ello no se repita la situación de los ochenta cuando la crisis de la deuda, pero el hecho es que, una vez aprendido a gestionar la deuda, y que esta proporcione un importante flujo de intereses, al capital financiero ya le conviene esta situación. 68[68] La movilidad internacional de capitales necesaria para rentabilizarlos, y el recurso a tos capitales externos para el equilibrio de las Balanzas de Pagos que constituyen características fundamentales de los modelos neoliberales de política económica, hacen que el control de la inflación y las tasas de cambio constituyan el primer objetivo prioritario del capital, ya que los grandes capitales internacionales necesitan imperativamente asegurarse de la estabilidad del valor de los capitales que invierten. 69[69] Podría señalarse que, precisamente, el control de la inflación ha sido uno de los elementos que ha llevado o mantenido en el poder a bastantea gobiernos actuales latinoemericanos -lo- casos de Argentina y Brasil serían los más evidentes–, reelegidos por unos pueblos hartos de fenómenos inflacionarios muy acusados. La evaluación es menos brillante para el caso de la tasa de cambio. Se ha logrado la estabilidad en las tasas de cambio de los países latinoamericanos más volátiles al vincularla cada vez más al dolar (los casos de Argentina y Brasil son los más claros al respecto). No obstante, el caso de México muestra que también estos aspectos positivos pueden desaparecer rápidamente si se produce un fenómeno que mine la confianza del capital extranjero en la economía en cuestión Por el contrario, las tasas de cambio de los países industrializados de Europa han experimentado situaciones de inestabilidad extrema, destruyendo en la práctica el Sistema Monetario Europeo y poniendo claramente de relieve la vulnerabilidad a la que conduce la movilidad irrestricta de capitales. Tanto es así que ha comenzado a surgir, en los propios países industrializados, la idea de la necesidad de un cierto control de los flujos de capitales para evitar acontecimientos tan dramáticos como los que se han experimentado en el ámbito monetario en los últimos años. Los resultados son también ambiguos respecto a la tasa de crecimiento de la economía y su estabilidad. Los ochenta fueron los años de un estancamiento prácticamente total en los países en desarrollo sometidos a programas de ajuste, si bien en los noventa se considera que se ha retornado el crecimiento y se inicia una nueva fase de expansión. Pero el cuadro no se presenta del todo claro y la inestabilidad está siempre al acecho (el caso de Argentina los últimos meses lo muestra y ya hemos comentado más arriba acerca del caso de Chile y México). En los países industrializados, el segundo quinquenio de los ochenta fue de crecimiento y prospe- ridad, pero la crisis volvió a golpear duramente a las economías entre 1992 y 1995. En todas las áreas, los períodos de expansión son cada vez más cortos, no permiten resolver muchos problemas (el paro de una gran parte de la población se ha convertido en endémico en la mayoría de los países, pero no lo es menos el desequilibrio externo financiado con el recurso a flujos de capitales) y la incertidumbre se acentúa. No parece que los modelos neoliberales hayan resuelto los problemas de fondo de las economías. Nótese que para nada hemos hecho referencia al bienestar de las poblaciones implicadas. Nos estamos limitando únicamente a considerar la recuperación de los equilibrios económicos y una saneada senda de crecimiento, aspectos que nominalmente suponen las preocupaciones prioritarias de éstas instituciones. Según ellas si estos objetivos se alcanzan, el mercado proporcionará el desarrollo y el bienestar. Con los sistemas neoliberales, ni los desequilibrios macroeconomicos se resuelven de forma estable, ni el crecimiento está consolidado, ni se refuerza un sólido sistema productivo. Es decir, no mejora el sustrato de la economía real. La medicina debilita extremadamente al 'enfermo' sin resolver realmente ninguna de los problemas coyunturales que plantea, ni poner las bases para un crecimiento futuro sólido y estable. Una prueba más lo constituye el hecho que este tipo de modelos se están practicando desde los primeros ochenta, y parece que su continuidad se sigue considerando necesaria, ya que la prensa nos anuncia que se programa su permanencia incluso después de la consolidación de la moneda única en 1999 (o en sus alrededores¡). ¿Qué justificación tienen entonces los programas neoliberales para una gran parte de las poblaciones que los soportan?. Estos programas no han supuesto ni una mejora de la situación económica real de sus países, ni de sus expectativas de futuro, ni remotamente, una mejora en sus condiciones de vila, sino, por el contrario, un grave deterioro. ¿Qué sentido tendría la quimioterapia si nunca curase el cáncer? El único sentido que los programas neoliberales pueden tener es el que han tenido desde el principio: son la mejor estrategia posible para los grandes intereses económicos. Les permite actuar sin restricciones en el mundo entero con su enorme poder industriai y financiero, pueden reestructurar y nacionalizar sus actividades relocalizando las que estimen oportunas, les abre todos los mercados solventes, las privatizaciones proporcionan pingües negocios, les asegura muy flexibles colocacio-nes para sus ingentes flujos financieros que producen sustanciosos intereses, facilita que los ricos del mundo sean cada vez más ricos, mientras aumentan los pobres del mundo y sus condiciones de vida... Aquí reside 'el éxito' de los modelos neoliberales. CAPÍTULO 7 Jesús Albarracín70[70] LA ALDEA GLOBAL: EL PROYECTO Y LA REALIDAD Durante los últimos tiempos, no hay debate, coloquio, tertulia o artículo de economía en los que no se hable de globalización económica, mundialización o economía mundo. Todas estas palabras son expresiones con las que se trata de definir un fenómeno aparentemente nuevo: la forma en que el capitalismo actual se ha internacionalizado, desbordando los estrechos marcos de los mercados nacionales para invadir completamente el mundo en la inmensa mayoría de las facetas de la actividad económica. La invasión de mercancías extranjeras en los supermercados o los almacenes de los países industriales; la amplia gama de vehículos de todas las marcas, nacionales o extranjeras, que se ponen a disposición de los posibles compradores; el considerable avance de las telecomunicaciones, del que Internet no es más que una muestra; la rapidez con la que los grandes medios de comunicación transmiten las informaciones y las noticias de uno a otro lado del planeta, o, en fin, la gran movilidad con la que los capitales se desplazan de un lado a otro del mundo, son algunos de los ejemplos que muestran que, en los albores del siglo XXI, el mundo entero parece haberse convertido en una gran aldea global. Sin embargo, cuando se disecciona la realidad económica actual, la llamada aldea global es mucho menos global de lo que a simple vista parece. Cuanto menos, la llamada aldea global desempeña un doble papel. Por un lado, la globalización económica no es más que la expresión actual de la tendencia a la internacionalización del ciclo productivo del capital. El enorme papel desempeñado por las multinacionales en la actualidad, por ejemplo, muestra hasta que punto las leyes de concentración y centralización del capital, formuladas por Marx hace más de un siglo, se han cumplido sobradamente. Pero la estructura de las relaciones económicas internacionales muestran, también, que la realidad está muy alejada de lo que a menudo se propugna interesadamente. Si es verdad que no existen dudas sobre la internacionalización de los mercados financieros, en los que la globalización económica ha sido completa, no sucede otro tanto con las relaciones reales. El porcentaje que representa el comercio internacional respecto al PIB de la llamada ―triada‖ –Estados Unidos, la Unión Europea y Japón--, que creció considerablemente durante las décadas de expansión posteriores a la Segunda Guerra Mundial, está estancado desde el inicio de la crisis económica, lo que parece indicar que la internacionalización se ha producido dentro de cada uno de los componentes de la ―triada‖, pero no entre ellos. No estaríamos, por tanto, en presencia de un fenómeno de globalización sino más bien ante procesos de integración regionales y ante una reestructuración del papel desempeñado por el tercer mundo para el capitalismo. Pero por otro, la globalización económica es un proyecto político y un arma ideológica de gran eficacia. Es un proyecto político, pues se trata de construir una organización económica internacional en la que la libre circulación de mercancías y de capitales no encuentre el más mínimo obstáculo, en la que los gobiernos se vean incapacitados para realizar cualquier política social contradictoria con los intereses del capital o que dificulte el libre funcionamiento de las leyes del mercado, sea cuales fueren sus resultados, algo que, a pesar de las apariencias, todavía está muy alejado de la realidad. Y es un arma 70[70] Servicio de Estudios. Banco de España; Alcalá, 50, 280** Madrid; emails: jag75210@teleline.es y albarra@teleline.es ideológica para imponer las condiciones de vida y laborales que el capital necesita para ser rentable en la fase recesiva de la onda larga del capitalismo tardío. La globalización justifica las políticas recesivas, las agresiones al estado del bienestar, la flexibilización del mercado de trabajo, la desregulación económica, etc., todo ello, en función de conseguir una competitividad sin la cual no es posible sobrevivir. Este aspecto ideológico de la globalización es, sin duda, el que tiene más repercusiones en la situación actual en la medida en que está sirviendo para imponer de forma generalizada las políticas económicas y sociales neoliberales. 7.1. El creciente poder de las multinacionales Uno de los aspectos en los que la globalización es más evidente es en el enorme papel que desempeñan actualmente las grandes corporaciones multinacionales. Este no es ni mucho menos un fenómeno nuevo. A lo largo de la historia del capitalismo, se ha registrado un proceso de concentración y centralización del capital que ha llevado a la existencia de corporaciones industriales cada vez mayores a las que se les quedaba pequeño el restringido marco de las fronteras nacionales. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, este proceso se ha acelerado notablemente y los grandes grupos multinacionales se han convertido en un dato de la situación. En la actualidad, existen mas de 35.000 empresas multinacionales, entendiendo por tales a aquellas que operan en varios países. Su participación en el comercio mundial es el 70% del total, más del 40% de las transacciones internacionales de mercancías y servicios se realiza entre multinacionales o entre las casas matrices de estas y sus filiales y controlan el 75% de las inversiones mundiales. Tienen, por tanto, una gran influencia en las relaciones políticas y económicas internacionales y son en gran parte responsables de la globalización económica que se está produciendo. Pero estas cifras ocultan, a su vez, el extraordinario grado de concentración que se da dentro de ellas. Unos datos pueden servir para mostrarlo. CUADRO 1 LOS 100 GRUPOS INDUSTRIALES MÁS GRANDES DEL MUNDO. Distribución por países NUMERO FACTURACION BENEFICIOS EMPLEADOS DE GRUPOS MM DE ECUS MM DE MILES ECUS ESTADOS UNIDOS JAPON ALEMANIA INGLATERRA FRANCIA ITALIA COREA SUIZA ESPAÑA HOLANDA SUECIA VENEZUELA MEJICO 35 887,4 15,9 4.697,7 17 12 7 9 4 3 3 2 1 2 1 1 439,3 286,4 223,5 165,7 134,2 68,4 63,6 28,5 24,6 20,9 18,0 15,5 8,0 6,2 7,9 4,1 1,3 0,4 2,6 0,1 0,4 0,1 0,4 0,5 1.838,1 2.285,6 1.120,0 1.016,0 871,3 373,2 507,2 161,8 240,0 193,9 54,9 166,9 AUSTRIA BRASIL BELGICA TOTAL 1 1 1 100 11,7 10,5 10,2 2.408,5 0,0 0,5 0,4 48,9 78,7 58,9 17,1 13.681,2 FUENTE: La Industria Europea en 1991. Euroestat En 1991, los 100 grupos industriales mayores del mundo ocupaban a 13.681.000 personas, una cifra equivalente al 32% del empleo industrial de la Unión Europea y a 6,5 veces los asalariados de la industria española. Su volumen total de facturación ascendía a 2,4 billones de ECUs, lo que a los tipos de cambio de ese año equivalía a 311 billones de pesetas, 9,2 veces el valor de la producción industrial española. Un hipotético país que estuviera formado exclusivamente por estas 100 multinacionales sería la octava potencia económica del mundo y generaría un valor añadido superior al PIB conjunto de 150 países de los 205 que existen en la actualidad. Y recordémoslo, estamos hablando solo de 100 grupos industriales, sin considerar las empresas proveedoras o clientes que dependen de ellos, las que forman parte de las redes de comercialización o de servicio técnico de sus productos, los servicios que generan, etc. Atendiendo a su origen, la Unión Europea ocupa el primer lugar, con 36 grupos industriales entre los 100 mayores del mundo que ocupan a 5.709.000 personas, el 13,6% del empleo industrial de los doce. Le sigue Estados Unidos, con 35 grupos y 4.698.000 empleados, y Japón, con 17 grupos industriales y 1.838.000 trabajadores. Si se analizan los 200 grupos industriales mayores del mundo, en lugar de 100, el resultado es similar: la Comunidad Europea vuelve a ocupar el primer lugar del mundo, seguida de Estados Unidos y, a cierta distancia, de Japón. Y si a los de la Unión Europea se les suman los grandes grupos industriales que pertenecen a países miembros de la Asociación Europea de Libre Comercio, la hegemonía de Europa por lo que se refiere a las grandes multinacionales es abrumadora. La distribución por sectores industriales también presenta una alta concentración, ya que el automóvil y la ingeniería eléctrica y electrónica ocupan por si solos al 47% del empleo total de los 100 primeros grupos industriales del mundo. Estos sectores, donde la competencia de las grandes multinacionales europeas --Daimler-Benz, Fiat, Volkswagen, Renault, en el automóvil, y Philips, Siemens, Alcatel, Thomson y General Electric Company, en el electrónico-- americanas --General Motors, Ford, Chrysler, etc., en el automóvil, y General Electric, Westinghouse, etc., en el electrónico-- y japonesas --Toyota, Nissan, Honda, Mistsubishi, Mazda, etc., en el automóvil, y Hitachi, Matshushita Electric, Toshiba, NCE, Sony, etc., en el electrónico-- es más manifiesta, son en los que más difícil resulta mantener una política industrial independiente. Otro tanto ocurre en sectores muy especializados, como el de ordenadores --IBM, Fujitsu, Digital, Hewlett-Pakard, Olivetti--, máquinas fotográficas -Eastman Kodak, Canon--, máquinas de fotocopias --Rand Xerox, Canon--, etc., dominados por multinacionales americanas y, en un segundo plano, japonesas. Pero en el resto de los sectores siempre es posible encontrar actividades en las que se puede realizar un desarrollo industrial porque la competencia está formada en realidad por multinacionales muy pequeñas. Es muy difícil competir con General Motors, Volkswagen, Fiat, IBM o Rand Xerox, pero no tiene por qué serlo en muchos productos electrónicos, en ramas enteras de la industria de la alimentación, la confección, la maquinaria industrial, etc., actividades en las que el dominio del mercado por las grandes multinacionales es mucho menor. Sin embargo, la importancia de las multinacionales rebasa con creces los aspectos cuantitativos derivados de la mayor o menor penetración de sus mercancías en los mercados. En primer lugar, tienen una gran influencia en las relaciones económicas y políticas internacionales y, en gran parte, han desempeñado un papel decisivo en el proceso de integración europea. Baste mencionar a este respecto que la «Mesa de los industriales europeos», que agrupa a los dirigentes de las principales multinacionales del viejo continente, llegó a elaborar un informe público sobre las ideas que habían de animar la política económica que tubo una importancia decisiva en la elaboración del Libro Blanco de Delors. En segundo lugar, la inmensa mayoría de los avances tecnológicos parte de ellas. La mejora de los productos y de los procesos de producción y los nuevos productos y los nuevos procesos casi siempre tienen su origen en una multinacional o, para su éxito, terminan siendo absorbidos por una de ellas. En tercer lugar, las multinacionales tejen una red de empresas proveedoras, de comercialización de sus productos, de asistencia técnica posventa y de servicios relacionados con sus productos o su actividad que dependen considerablemente de las decisiones de la casa matriz. Formalmente, estas empresas no son de la multinacional, pero su actividad y su propia existencia depende totalmente de la misma. Finalmente, sus enormes volúmenes de capital, cifra de negocio y empleo las sitúan en una buena posición negociadora con los gobiernos, las convierten en uno de los principales operarios de los mercados financieros, etc. CUADRO 2. LOS 100 GRUPOS INDUSTRIALES MAS GRANDES DEL MUNDO Distribución por sectores económicos AUTOMOVIL INGENIERIA ELECTRICA Y ELECTRONICA REFINO DE CRUDO PETROLEO ALIMENTACION QUIMICO CONGLOMERADO S ORDENADORES AEROESPACIAL METALURGIA CONSTRUCCIONES MECANICAS INSTRUMENTOS MINERIA PRODUCTOS METALICOS PAPEL TOTAL NUMER FACTURACIO BENEFICIO EMPLEADO O DE N MM DE S MM DE S MILES GRUPOS ECUS ECUS 16,0 556,6 2,0 3.174,1 18,0 450,0 9,1 3.247,2 17,0 4,0 10,0 9,0 4,0 305,3 258,0 207,9 173,8 107,9 8,6 10,1 9,4 6,8 -0,1 871,9 416,8 1.630,4 1.066,1 743,8 4,0 4,0 4,0 3,0 95,1 70,4 62,8 39,9 -0,3 0,6 0,2 0,3 710,3 565,6 363,3 272,2 3,0 2,0 1,0 39,9 20,2 10,7 1,3 0,3 0,1 331,1 147,2 70,7 1,0 100,0 10,2 2.408,5 0,3 48,9 70,5 13.681,2 FUENTE: la Industria Europea en 1991. Euroestat Así pues, las multinacionales son la forma organizativa hegemónica del gran capital en el capitalismo tardío y, en consecuencia, su importancia y su poder son considerables. Al menos por lo que se refiere a las multinacionales, está claro que la ley de concentración y centralización del capital, que formuló Marx, se ha cumplido sobradamente 7.2. Un gran mercado mundial acorde con las necesidades del capital El segundo aspecto en el que la globalización se hace más evidente es en la forma en que parece estar integrada la producción mundial. En el capítulo primero de un conocido manual de Introducción de la Economía usado frecuentemente en las universidades de los países industriales, se intenta asentar esta idea entre los alumnos explicando que en la producción de un automóvil cualquiera intervienen piezas fabricadas en 45 países distintos. Y el caso del automóvil no es exagerado porque otro tanto se podría decir de un yogur, por ejemplo, cuyo envase puede haber sido producido con una plástico elaborado en Alemania con petróleo de oriente medio, la leche con vacas alimentadas con piensos provenientes de estado Unidos, etc.. Este elevado grado de integración de la producción mundial, en el que las multinacionales desempeñan un papel fundamental, hace que el capital busque continuamente espacios económicos más amplios que los que se corresponden a los mercados internos de cada país, lo que exige derribar las barreras arancelarias o económicas que puedan oponerse al libre tránsito de las mercancías y los capitales por el mundo. Pero este no es un fenómeno nuevo en la medida en que tampoco lo son las multinacionales. Durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la intensa expansión que se produjo puso rápidamente de manifiesto los límites que la existencia de estados nacionales imponía al desarrollo capitalista. La estrechez de los mercados internos de cada país impedía la producción a gran escala, al tiempo que las inversiones necesarias para hacer frente a tal competencia y atender a unos mercados ampliados requerían de unos desembolsos de capital e implicaban unos riesgos que escapaban a las posibilidades de los países aislados. Además, a las multinacionales les interesaba derribar las fronteras económicas que dificultaban la circulación internacional de mercancías y capital para evitar que su actividad económica se viera parcelada entre los diferentes mercados internos en los que actuaban. Las sucesivas rondas negociadoras del GATT, con las que se intentó liberalizar el comercio internacional cada vez más, el nacimiento y posterior evolución del Mercado Común y la creación de la Asociación Europea de Libre Cambio no son más que la forma en que se concretó esta búsqueda de espacios económicos más amplios. Pero este proceso encontraba el límite que imponía la hegemonía ideológica del keynesianismo en todos los gobiernos. A ninguno de ellos les interesaba hipotecar las posibilidades de actuación de la política económica interna y esto hacía necesario restringir los movimientos internacionales de capital, mantener protecciones aduaneras, etc. Con la irrupción de la crisis económica en la primera mitad de la década de los setenta y la hegemonía del neoliberalismo que se ha producido posteriormente, el panorama ha cambiado drásticamente. El neoliberalismo concibe el mercado como la mejor forma de organizar la actividad económica de la sociedad y esto tiene una traducción en el ámbito del comercio internacional. Para el neoliberalismo, el comercio libre entre todos los países es la base de la prosperidad económica, pues permite que cada uno de ellos pueda especializarse en lo que produce mejor y obtener lo que le falta al menor coste. Todos los países pueden beneficiarse de él, pero la condición es que no exista ningún obstáculo al comercio internacional, lo que significa que deben eliminarse todos los aranceles y restricciones cuantitativas que se opongan al funcionamiento libre del mercado mundial. De la misma forma, hay que liberalizar todos los movimientos de capital, para que los recursos productivos puedan asignarse eficientemente sin ninguna dificultad. En definitiva, el neoliberalismo concibe el mundo como un gran mercado en el que el capital se pueda mover a su antojo y concluye que de esto sólo pueden deducirse beneficios para la humanidad. La creación de la Organización Mundial de Comercio, el Acta Unica y el Tratado de Maastricht en Europa y el NAFTA (Tratado de Libre Comercio entre Estado Unidos, Canadá y México) van en la dirección apuntada. Con el OMC, se trata de reducir los aranceles y demás obstáculos que restringen el comercio mundial. Con el Tratado de la Unión Europea, se intenta construir un mercado único en el que las mercancías y los capitales puedan moverse libremente y en el que, incluso, exista una única moneda. Y con el NAFTA, se pretende la creación de una zona de librecambio en América, esto es, una zona en la que se han eliminado los aranceles y las restricciones cuantitativas entre los países miembros. 7.3. El mito y la realidad Los resultados obtenidos con la liberalización del comercio mundial o la integración económica en grandes áreas son mucho más modestos de lo que a menudo se pretende, al menos en los países industriales. En efecto, obsérvese lo sucedido en la llamada ―triada‖ formada por la Unión Europea, Estados Unidos y Japón que, en conjunto, supone el 75% del PIB mundial y en la que, como se ha visto, se concentran la inmensa mayoría de las multinacionales y del comercio internacional. Si tratamos de medir el grado de mundialización por el porcentaje que representa el comercio internacional de la triada en el PIB conjunto de la misma, los resultados resultan sorprendentes. Durante las décadas de expansión posteriores a la Segunda Guerra Mundial, justo cuando no se hablaba de este fenómeno, dicho porcentaje aumentó vertiginosamente, pasando del 10,8% del PIB en 1960 al 18,4% en 1980, si lo medimos por las exportaciones. Si excluimos el comercio exterior interno de la Unión Europea, los resultados son similares, aunque el crecimiento es mucho menos espectacular (del 8,6% en 1960 al 12,4% en 1975). Esto significa que, durante la expansión de la posguerra, la mundialización de la economía fue creciente, a pesar de las barreras arancelarias que existían y del enorme grado de autonomía que tenían las políticas económicas de los países debido a la hegemonía ideológica del keynesianismo. Sin embargo, desde 1980, esto es, justamente en los años en los que más se ha hablado de mundialización, globalización, etc., y en los que el neoliberalismo ha sido hegemónico,el porcentaje que representa el comercio internacional en el PIB de la Unión Europea, GRÁFICO 1. EL COMERCIO EXTERIOR DE LA TRIADA Porcentaje del PIB. Medias móviles de 3 años 20 20 18 18 16 16 14 14 12 12 10 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 10 1995 Figura 1: Porcentaje que supone la suma de las importaciones (o exportaciones) de bienes y servicios del la Unión Europea, Estados Unidos y Japón sobre el PIB conjunto de todos ellos Fuente: European Economy GRÁFICO 2. EL COMERCIO EXTERIOR DE LA TRIADA EXCL UIDO EL COMERCIO DE BIENES INTRACOMUNITARIO Porcentaje del PIB Medias móviles de 3 años 13 13 12 12 11 11 10 10 9 9 8 8 7 1960 1965 1970 1975 1980 1985 1990 7 1995 Figura 2: Porcentaje que supone la suma de las importaciones (o exportaciones) de bienes y servicios del la Unión Europea, Estados Unidos y Japón sobre el PIB conjunto de todos ellos Fuente: European Economy Estados Unidos y Japón ha dejado de aumentar y, en la actualidad, sigue situado en torno al 18%. Si excluimos el comercio interno de la Unión Europea, los resultados son similares y destaca el reducido porcentaje que representa el comercio internacional de la triada respecto al PIB conjunto de la misma: el 12,8% en 1994. Esto muestra hasta que punto la mundialización no es sólo un fenómeno real sino, lo que es mucho más significativo, un objetivo político del capital y una coartada para imponer las políticas neoliberales atentatorias contra las condiciones de vida y laborales de las poblaciones de los diferentes países. El caso de la Unión Europea es significativo de lo que ha sucedido. Las exportaciones de los 15 países que lo componen actualmente han pasado del 19,7% del PIB en 1960 al 31% en 1994, lo que parecería indicar el extraordinario grado de mundialización que se ha producido. Sin embargo, el mencionado aumento de las exportaciones se ha debido totalmente al comercio exterior intracomunitario, pues las exportaciones de bienes de los 15 países miembros a otras áreas geográficas, que en 1960 suponían el 8,7% del PIB conjunto de la Comunidad, en 1994 continuaban en ese mismo porcentaje. Con las importaciones ha sucedido algo similar: mientras que las importaciones totales han pasado del 19,3% del PIB en 1960 al 27,5% en 1994, las provenientes de otras áreas geográficas distintas a la Comunidad han descendido desde el 9,8% del PIB en 1960 al 8,5% en 1994. Como puede apreciarse en el Gráfico, se ha producido incluso una reducción de la dependencia exterior de la Comunidad, en la medida en la que el déficit comercial crónico con relación al resto del mundo se ha transformado en un ligero superávit. Así, por lo que respecta a los países de la Unión Europea, el problema no es tanto la llamada mundialización como el proceso de integración económica que se ha producido, en la medida en la que el comercio exterior de la Comunidad con el resto del mundo sigue siendo un porcentaje reducido del PIB. Volviendo al ejemplo de la internacionalización de la producción de la industria del automóvil, cualquier vehículo europeo con toda seguridad no se habrá producido sólo en un único país, pero debe ser muy reducido el número de piezas provenientes de países ajenos a la Comunidad. En definitiva, para los países europeos, la competencia fundamental no proviene de Estados Unidos, Japón o los llamados ―dragones asiáticos‖, sino de los propios países de la Unión Europea. GRÁFICO 3. EL COMERCIO EXTERIOR EXTRACOMUNITARIO DE LA UE Porcentaje del PIB. Medias móviles de 3 años 12 12 10 10 8 8 6 1960 1965 1970 7.4. La economía de casino 1975 1980 1985 1990 6 1995 En lo que se refiere a los movimientos internacionales de capital, la mundialización es mucho más significativa y sus repercusiones más importantes. Pero hay que señalar que en una gran medida dichos movimientos de capital no se corresponden con inversiones reales, sino con inversiones financieras. Durante los últimos años, los elevados déficits públicos y la financiación ortodoxa de los mismos han llevado a un endeudamiento público que no tiene precedentes en la historia del capitalismo. En 1993, la deuda pública bruta de los doce países de la Comunidad suponía el 66% del PIB conjunto de la misma, lo que equivale a una cifra superior a los 4 billones de dólares. En ese año, la deuda neta del gobierno de los Estados Unidos equivalía al 39,6% del PIB, lo que suponía otros 2,7 billones de dólares. Si a ello se le suma las deudas de los gobiernos del resto de países de la OCDE, cuyos porcentajes respecto al PIB son también muy elevados, no es aventurado afirmar que los mercados de capitales se han visto engordados por activos emitidos por los Estados que se acercan a los 10 billones de dólares. A la deuda pública hay que sumarle la de las empresas, que también ha sido creciente, y, sobre estos cimientos se ha levantado un enorme edificio financiero producto de la multiplicación del crédito: los Estados emiten deuda, las empresas o los fondos de inversión los compran, financiándolos con su propia deuda, y así sucesivamente en un proceso que no encuentra fin. Se inventan nuevos tipos de títulos y nuevas formas de financiación en un proceso que se denomina «innovación financiera», lo que contribuye a que crezca aún mas el edificio, a facilitar la especulación, etc. Y el resultado es que se ha levantado una enorme montaña de papel, formada por lo que Marx denominó «capitales ficticios», sobre el capital directamente productivo, que ha introducido una gran inestabilidad en el funcionamiento del capitalismo. Esta montaña de papel, unida a la libertad para los movimientos internacionales de capital y el enorme desarrollo de los medios de comunicación, permite que los especuladores pueda intervenir por la mañana en los mercados de capitales europeos, por la tarde en Wall Street y por la noche en Tokio, convirtiendo el mundo en un gran casino. El resultado es el crecimiento desorbitado de las cotizaciones en la inmensa mayoría de las bolsas de los países industriales, lo que se traduce en unas ganancias de capital producto de la especulación que contrastan enormemente con la evolución de los salarios o la miseria que se extiende entre amplias capas de la población como resultado del paro masivo. Pero la contrapartida es la gran inestabilidad financiera en la que se ha instalado el capitalismo. Por un lado, los elevados niveles de las cotizaciones no tienen nada que ver con la situación real de las empresas, porque lo que les lleva a invertir a los especuladores no es la rentabilidad de las mismas sino las ganancias de capital especulativas Esto ha hecho que los mercados de capitales se encuentren sobrevalorados, por lo que el ajuste de las cotizaciones en bolsa a la situación real del capitalismo está aún pendiente. Cualquier acontecimiento puede desencadenar la crisis y esta es la causa del nerviosismo que invade a los círculos financieros cuando se produce una caída de la bolsa de Nueva York. Por otro, en un solo día, se puedan mover decenas de millones de dólares en contra de unas monedas y a favor de otras sin que los gobiernos de los países afectados puedan evitarlo. Baste señalar que el volumen diario de intercambios en los mercados internacionales de divisas asciende a 1,2 billones de dólares, equivalentes a 179 billones de pesetas. Esto significa que, en un solo día, se intercambian divisas por un valor equivalente al 85% de las reservas de divisas mundiales o a ¡dos veces y media el PIB español de un año! Huelga decir que tales movimientos de capital son incontrolables incluso por parte de los gobiernos de los países industriales más poderosos. Y sobre todo ello, hay que añadir el problema de la deuda externa de los países del tercer mundo que, lejos de resolverse, se agrava cada vez más. En 1986, dicha deuda ascendía a 1.037 miles de millones de dólares, en 1994 se había elevado hasta 1.489, esto es, había crecido casi un 50%. A este volumen hay que sumar otros 215.000 millones de dólares de los países del Este. Dos datos adicionales pueden servir para mostrar la gravedad del problema: en 1994, el servicio de la deuda externa de los países del tercer mundo se elevaba a 203.000 millones de dólares, lo que suponía el 4,3% del PIB de estos país, un porcentaje notablemente superior al crecimiento anual del mismo, y más de la mitad de la deuda corresponde a países con dificultades para hacer frente al servicio de la misma. La deuda de los países del tercer mundo continua siendo, pues, una bomba adosada al sistema financiero internacional. La magnitud que ha cobrado la esfera financiera supera cualquier otra etapa histórica, incluida los años que precedieron a la gran depresión del 29, pero su magnitud y características refleja condiciones especificas de su actual estadio de evolución (internacionalismo del capital, descomposición del sistema monetario internacional, desregulación de los mercados), que hacen mas inestable y peligroso el castillo de naipes levantado con la expansión financiera y crediticia. 7.5. Algunas conclusiones Lo que se conoce como «globalización económica», «aldea global» o «economía mundo» es el resultado de un proceso de internacionalización del capital que, en los momentos actuales del capitalismo tardío, tiende a convertir al mundo en un gran mercado, reduciendo al mismo tiempo la autonomía económica de cada uno de los países. Sus características fundamentales son las siguientes: Por un lado, la mundialización económica viene determinada por la existencia de grandes grupos industriales multinacionales, cuyo marco de actuación abarca a un conjunto de países, cuando no al mundo entero. Las multinacionales realizan una producción en la que intervienen factorías repartidas por muchos países y, con ella, abastecen un mercado que también es mundial. De este modo, la extensión creciente de las multinacionales ha llevado a una internacionalización también creciente de la actividad productiva y a una cierta homogeneidad de los productos, que ya no dependen del lugar geográfico en el que se fabrican, sino de la multinacional que los produce. Esto hace que una buena parte de las decisiones de producción, acumulación, etc., se tomen más allá de las fronteras de cada país en concreto, con las consiguientes dificultades para la formulación de una política industrial autónoma. Por otro lado, la creciente liberalización del comercio internacional entre los tres bloques económicos --Europa, América y la cuenca del Pacífico-- pero, sobre todo, dentro de cada uno de ellos, contribuye sustancialmente a la mundialización económica. Al eliminar prácticamente todas las barreras comerciales, los mercados se amplían mas allá de las fronteras nacionales, se agudiza la competencia internacional y la competitividad se convierte en el objetivo supremo de todos los gobiernos, condicionando, por tanto, a la política económica y social. Finalmente, la libertad casi absoluta para los movimientos internacionales de capital, unida al progreso de las telecomunicaciones, ha convertido al mundo en un gran mercado financiero en el que se puede especular las 24 horas del día y se pueden mover enormes volúmenes de fondos de unas monedas a otras, de unos países a otros, etc., en un proceso difícilmente controlable por los gobiernos. Esto limita considerablemente las posibilidades de la política económica general, dado que el agravamiento de los desequilibrios económicos básicos, cualquier medida de política económica o, incluso, problemas políticos o sociales pueden provocar intensos movimientos especulativos de capital. Los anteriores son los principales elementos que determinan la mundialización capitalista que se está produciendo en la actualidad. En conjunto, tienden a diseñar un mundo concebido como un gran mercado en el que las mercancías y los capitales puedan moverse a su antojo y en el que no queda prácticamente ningún espacio para las políticas económicas nacionales. Pero como se ha visto, este objetivo encuentra múltiples obstáculos --fracaso del modelo de crecimiento basado en las exportaciones, hipertrofia financiera que genera una gran inestabilidad, contradicciones entre los grandes bloques económicos y entre los países que componen cada uno de ellos, etc.--, por lo que todavía está muy lejos de alcanzarse. Por lo que respecta a los países europeos, las restricciones no vienen impuestas tanto por el proceso de mundialización capitalista en general, como por el proceso de integración europeo. Y a este respecto, la principal restricción se deriva del Mercado Unico y el proyecto de Unión Económica y Monetaria, en cuyo marco no es posible la formulación de una política económica y social progresista ni de una política industrial activa. Por un lado, la construcción del mercado único sobre una base neoliberal imposibilita la puesta en práctica de una política industrial activa, ya que se trata de homogeneizar el mercado interno europeo sobre la base de la competencia más estricta y la mínima intervención activa de los Estados, que deben limitarse a mejorar las condiciones generales en las que se mueven las empresas capitalistas. Por lo que se refiere a las políticas económicas e industrial, el peso de las principales decisiones se desplaza cada vez más desde las capitales de los Estados a Bruselas. Por otro, las condiciones de convergencias aprobadas en Maastricht hasta ahora y el pacto de estabilidad en el futuro obligan a practicar una política macroeconómica también neoliberal, basada en los objetivos de reducir la inflación y el déficit público, aunque el precio que haya que pagar por ello sea el paro y el retroceso en las prestaciones sociales. Frente a todo ello es preciso poner en pie un proyecto de construcción europea solidario, democrático y basado en el bienestar general. La Europa neoliberal diseñada en el Acta Unica y en el Tratado de Maastricht está en abierta contradicción con la construcción europea a la que deben aspirar los trabajadores y los pueblos del continente: una Europa en la que la cohesión social y la participación democrática son condiciones imprescindibles, que cuenta con un modelo social basado en el bienestar general y en la solidaridad, que es respetuosa con los equilibrios ecológicos y que no es una fortaleza frente al tercer mundo, sino que, al contrario, es solidaria con él. El que hoy parezca muy lejano conseguir este objetivo no significa que no se deba luchar por él. Al contrario, es preciso que la izquierda se rearme ideológicamente y, abandonando todo conformismo, recupere el debate y la lucha ideológica contra la Europa del capital y por un proyecto de construcción europea favorable a los trabajadores y los pueblos del continente. En consecuencia, el Acta Unica y el Tratado de Maastricht deben ser rechazados sin ninguna ambigüedad. Además debe partirse del principio de que todo avance en el proyecto de integración europea diseñado por el capital es negativo y todo retroceso en el mismo es positivo. Cuanto más se instale el neoliberalismo, más difícil será reconducir el proyecto de construcción europea hacia una orientación progresista, porque sus efectos serán difícilmente reparables en muchos aspectos, como los destrozos en el tejido productivo, la dependencia exterior, el desmantelamiento del sector público, los retrocesos en el estado del bienestar, etc. Pero también es preciso construir un orden económico internacional más justo. La Unión Europea no es más que una pieza del injusto orden económico internacional que existe actualmente. La división internacional del trabajo responde como nunca lo había hecho a los intereses del capital, que quiere convertir al mundo en un gran mercado en el que las mercancías y el capital puedan moverse a su antojo. Los países se ven imposibilitados para ordenar la vida económica según las necesidades de sus correspondientes poblaciones, por un lado, porque el poder de las multinacionales es tan grande que una gran parte de las decisiones de producción, acumulación y distribución escapan de su soberanía y, por otro, porque la competitividad y la lucha por los mercados se han convertido en los principales determinantes de la política económica y social y a ellas hay que subordinar todo. El intercambio desigual, según el cual los países del Tercer Mundo tienen que exportar cada vez más para obtener los mismos productos de los países industriales, se ha convertido en una fuente de explotación de los países pobres nada despreciable. Y al intercambio desigual ha venido a unirse el problema de la deuda de los países del Tercer Mundo, que se ven obligados a hacer esfuerzos inhumanos y a subordinar toda la sociedad al objetivo de pagar los servicios de dicha deuda, lo que supone un factor adicional de extorsión de considerable importancia. El rearme ideológico de la izquierda es fundamental también en este terreno. El desorden neoliberal debe dar paso a un mundo en el que las necesidades de los pueblos tengan un lugar preferente y desplacen las conveniencias del capital; en el que, frente al poder de las multinacionales, los países sean los centros de ordenación de la actividad económica; en el que los países débiles puedan protegerse de los más fuertes y los subdesarrollados queden liberados de la carga insoportable de la deuda externa; un orden internacional, en fin, más justo y que contribuya a mantener el equilibrio ecológico del planeta. CAPÍTULO 8: Diego Guerrero71[71] DEPAUPERACIÓN OBRERA EN LOS PAÍSES RICOS: EL CASO ESPAÑOL 8.1. Salario relativo, subsistencia y depauperación: interpretación contemporánea. Para Marx, el concepto de salario relativo era mucho más importan te que los de salario nominal y salario real. Sin embargo, este concepto ha caído sorprendentemente en desuso entre sus discípulos contemporáneos, lo que se explica en parte por la falta de comprensión de que ha gozado su teoría salarial (tanto entre sus críticos como entre sus seguidores), y en parte también por la equivalencia aproximada entre la función teórica que en su sistema desempeña el concepto de salario relativo (SR) y otro mucho más difundido y popular: la tasa de plusvalía (p'). Es fácil ver la relación matemática que existe entre ambos, ya que p'=pv/v, y SR=v/ (v+pv), de donde resulta SR=1/ (1+p'), o bien72[72].: p'=(1/SR)-1 En efecto, el salario relativo equivale a la participación de los salarios en la renta nacional (la parte de los trabajado res en el "pastel", en expresión corriente) y es un concepto no originario de Marx, sino de Ricardo73[73], a quien se lo atribuye expresa y repetidamente aquél, otorgándole una importancia decisiva. Pero ésta no consiste en ser un elemento teórico adecuado para la defensa moral o política de una distribución de la renta más justa. Marx criticó esta posición repetidamente (Marx 1857, 1875) porque supo utilizar el concepto en el interior de un sistema teórico global, basado, entre otras, en la idea de que la distribución es inseparable de la producción (más exactamente, que el modo de distribución viene determinado por el modo de producción) y, en consecuencia, no puede conseguirse una distribución más justa en el marco de las formas capitalistas de producción. Es decir, Marx desarrolló el concepto de salario relativo a través de la formulación de la que Rosa Luxemburgo llamó la "ley de 71[71] Depto. Eª Aplicada V; Fac. CC. Políticas y Sociología; Campus de Somosaguas; Universidad Complutense de Madrid; tel. (34) 91-394.2824/08, fax (34) 91.394.2810; email: diego.guerrero@cps.ucm.es; véase: http://www.geocities.com/CollegePark/Plaza/4033/ y http://www.ucm.es/info/bas/ec/ 72[72] Siendo v = capital variable; pv = plusvalía; (v + pv) = renta nacional. Pero hay que hacer una advertencia previa importante, pues en la cuestión de las relaciones entre la teoría marxista del valor y las posibilidades de comprobación, o medición empírica, de las categorías basadas en ella, existe mucha confusión. Así, a Vegara le parece un "error" o una "contradicción" la utilización de "estadísticas corrientes (en términos de precios) para poner de relieve la evolución cuantitativa de conceptos teóricos marxistas, definidos en términos de valores trabajo (tasa de plusvalía, composición orgánica del capital, etc.)" (Vegara, 1977:25-26). Sin embargo, esto sólo puede derivar de un conocimiento insuficiente del pensamiento marxiano. Para Marx (precisa mente porque el trabajo abstracto, que es el que crea valor, es una relación social subyacente en las relaciones de intercambio mercantil capitalista, y, por ello, no puede cuantificarse ni medirse de forma directa), precisamente por ello surge la necesidad de que el contenido del valor tenga una forma (forma de valor) adecuada a dicha cuantificación directa. Por ello, los valores trabajo se expresan necesariamente en precios mercantiles (Moseley, 1986), y por ello las estadísticas en precios son perfectamente utilizables en el contexto de la teoría del valor trabajo. Porque el valor es una categoría necesaria del análisis y de la explicación, no de la cuantificación: para la cuantificación están precisamente los precios. El papel del valor en el sistema teórico marxiano es esencial, pero lo es porque constituye el patrón de determinación social última de la evolución de los precios mercantiles (Shaikh 1984, Ochoa 1988, 1989) que giran en torno a los precios de producción, determinados, a su vez, por los valores. Ni que decir tiene que el papel de los precios es también fundamental. 73[73] Aunque éste no utilizó la expresión "salario relativo" sino la mucho más confusa de "valor real de los salarios". la tendencia descendente del salario relativo", que no es sino lo que más frecuentemente se conoce por "Depauperación Relativa de la clase obrera en el capitalismo". Éste es un punto que está hoy tan desprestigiado (o más) entre los críticos de Marx (y no sólo entre ellos: también muchos marxistas lo discuten), como la famosa "Transformación" o la defensa de la "Ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia". Sin embargo, pocas cosas son tan evidentes para el observador desapasionado de la realidad, si se tiene cuidado en no malinterpretar el contenido de las tesis marxistas. Porque ocurre, en efecto, que se confunde la teoría de la depauperación de Marx con una pretendida teoría de la depauperación absoluta de los trabajadores, como si la primera tuviera algo que ver con el salario real en vez de con el salario relativo. A su vez, esta confusión se basa en la interpretación del salario de subsistencia como un salario cuantitativamente fijado74[74]. Es verdad que, en un primer momento, Marx tuvo una concepción del salario que incluía una previsión negativa respecto de la evolución tendencial del salario real (Mandel 1967). Sin embargo, su concepción madura es bien diferente y ha sido muy mal comprendida históricamente: sigue utilizando durante toda su obra la expresión "salario de subsistencia", pero no en un sentido biológico o fisiológico, sino social. Lo importante de la teoría marxiana del salario de subsistencia es su descubrimiento de que tan de subsistencia es, por ejemplo, el salario del obrero inglés como el del alemán, aunque, en términos reales, uno sea de doble magnitud que el otro. La subsistencia, pues, no hace referencia a nivel físico alguno, no es un nombre para una "cesta de la compra" de volumen fijo. La subsistencia es el modo de vida del asalariado, una expresión equivalente a la esencia del concepto económico de asalariado: el trabajador en cuanto socialmente determinado por su cualificación de polo opuesto del capitalista, y, en cuanto tal, imposibilitado a escala global para transformarse en su contrafigura social. Ningún asalariado, por alto que sea su salario real, gana lo suficiente como para dejar de ser asalariado y transformarse en capitalista o en productor independiente. Mejor dicho, algunos sí lo hacen (a título individual), pero son asalariados meramente "nominales" y no pertenecen verdaderamente a la clase obrera, estructuralmente definida por su dependencia real respecto del mercado de la fuerza de trabajo, y del salario como medio de subsistencia75[75]. 74[74] "El desarrollo hecho por Marx de la lógica interna del concepto de subsistencia consiste en una concepción cualitativamente determinada del salario real, que trasciende su interpretación puramente cuantitativa. El concepto de subsistencia se presenta no como un simple nivel del salario real sino como una banda de posibles niveles del salario real consistentes con la reproducción del sistema capitalista" (Ong 1980:704). Por otra parte, Ong precisa que esta errónea interpretación de la teoría del salario de subsistencia --como equivalente a un nivel determinado del salario real-- se encuentra también en Sraffa y en los que llama "ricardiano-marxistas" (seguidores de Dobb y Meek), o al menos se desprende fácilmente del hecho de que, al venir centrado el sistema sraffiano en la cuestión estrictamente formal de "la relación entre el nivel del salario real y la tasa de ganancia, el efecto ha sido aumentar la importancia de la idea de un salario real cuantitativamente específico" (ibíd.:717). 75[75] Téngase en cuenta que Marx no niega esta dinámica social interclasista en términos absolutos, ya que es consciente de que algunos asalaria dos pueden de hecho convertirse en productores mercantiles, o incluso en capitalistas. Pero señala que, al ser más fuerte la dinámica contraria (que convierte a un número superior de capitalistas y productores mercantiles en nuevos asalariados), puede prescindirse teóricamente de la primera circunstancia, y analizarse el fenómeno en términos netos. En este punto, puede captarse el lugar que ocupó la asimilación del concepto de salario relativo en la trayectoria intelectual de Marx hacia la construcción del concepto de plusvalía: el salario, antes que un precio o que una medida, es una categoría social, una forma social ligada a la forma histórica "capital". Por ello, es irrelevante la altura o magnitud del salario real, frente a la idea de que cualquier nivel de éste ha de consistir en un salario inevitablemente "relativo", esto es, implicar la generación de plusvalor para el capital. Lo cual significa dos cosas: en primer lugar, que el obrero es un "pauper", es pobre por su determinación social (Marx 1857, vol. I, p. 560); pero, en segundo lugar, que es, además, cada vez más pobre. Y ello, no sólo en un sentido metafórico o "especulativo" (como podía ser en los escritos de juventud de Marx, inspirados por la lectura de autores como Bray o Cherbuliez), sino en el exacto ("positivo"76[76] sentido de que su participación en el producto de su trabajo (es decir, en la renta nacional) tiende a ser cada vez menor. Marx es consciente de que el salario real debe crecer como consecuencia de la complejidad, la intensidad y la cualificación crecientes del trabajo social (Grossmann, 1929, ha explicado esto perfectamente), procesos derivados, a su vez, de la marcha incesante de la acumulación de capital, que es la base del crecimiento de la productividad del trabajo. Pero supo captar que el aumento del salario real nunca sería lo suficientemente grande, en el largo plazo, como para recuperar para la clase obrera los avances que la productividad del trabajo haría posibles en el ritmo de crecimiento de los beneficios. Por eso, esta dinámica capitalista debía traducirse necesariamente en una disminución tendencial de la parte de los salarios en el producto (renta nacional). 8.2. La medida empírica de la depauperación relativa en el capitalismo real Pero ahora viene la segunda parte. Muchos de los que comprenden correctamente este punto de la teoría salarial de Marx (la depauperación, como depauperación relativa, no absoluta) apelan a la evidencia histórico-empírica para fundamentar su rechazo a la teoría marxista. Por supuesto, no puede haber ciencia sin contrastación empírica de las tesis teóricas, pero deben darse los suficientes pasos intermedios para conectar los diferentes niveles de análisis, y, además, no puede pasarse de la más pura abstracción a la realidad concreta sin tomar precauciones metodológicas. Precisamente, la contrastación precipitada de esta tesis es lo que explica que la realidad de la depauperación no aparezca siempre como evidente y pase tan a menudo desapercibida por sus críticos. Pero veamos. El análisis teórico de Marx --como no puede dejar de ser con todo pensamiento científico-- se lleva a cabo sobre la base de supuestos simplificadores. Por ejemplo, supone a menudo que sólo existen capitalistas y obreros (trabajadores asalariados)77[77] En este contexto de "capitalismo puro", la depauperación relativa de los obreros significa que cae directamente su participación en la renta nacional (RN o PIB). Por tanto, si llamamos RA (remuneración de los asalariados) y 76[76] En el sentido que le da Sacristán, por contraposición a "especulativo"; es decir, como sinónimo de "científico" (relativo a la "ciencia normal" o science) por contraposición a "metafísico" o "precientífico" (perteneciente a los dos campos paracientíficos: la Wissenchaft y la Kritik): Sacristán 1980. 77[77] En realidad, no se puede equiparar, sin más, obrero y asalaria do, salvo como una primera aproximación. Sin embargo, si se logra demostrar la depauperación del conjunto de los asalariados, con ello se demuestra, a fortiori, la depauperación de la clase obrera, ya que es razonable suponer que las capas asalariadas no obreras (en la Administración y en las empresas) no sólo reciben un salario superior, sino más rápidamente creciente que el salario medio. EXC (excedente) a sus dos componentes, la depauperación relativa del proletariado se expresaría en la disminución del cociente (RA/PIB), o en el aumento de (EXC/PIB). Sin embargo, en la realidad cotidiana de los países capitalistas --países como el nuestro o el de nuestros vecinos--, no sólo existen capitalistas y asalariados: también existen otras clases sociales, como los productores mercantiles independientes y trabajadores autónomos, por ejemplo (resultado de lo que, a nivel teórico, se conoce como la coexistencia del modo de producción capitalista con otros modos de producción diferentes, en el seno de cada formación social concreta). Por consiguiente, si se quiere verificar, o falsar, empíricamente la verdad objetiva de la tesis teórica de la depauperación, habrá de tenerse cuidado en la elección de las variables apropiadas. No podrá prescindirse de la evolución de la estructura social real (el reparto de la población activa entre asalariados y no asalariados) ni de la evolución de la parte de la renta nacional que no es resultado del trabajo de los asalariados sino del de los productores autónomos. Porque ocurre en la realidad que el rápido crecimiento de la asalarización de la población trabajadora encubre (gracias a que el aumento relativo de los efectivos de este grupo compensa el descenso simultáneo de su participación individual en el producto de su trabajo) lo que de otro modo aparecería como una depauperación evidente. De hecho, esto es lo que ha sucedido en los países capitalistas durante el siglo XX. Los teóricos no marxistas hablan de la "constancia", o incluso del "crecimiento", secular de la parte salarial en el PIB (véase, por ejemplo, Yábar y otros 1983), porque se olvidan del rápido aumento relativo de los asalariados en la población activa (rápida proletarización de la población)78[78] y no tienen en cuenta --o no miden correctamente-que lo que la Contabilidad Nacional llama "excedente de explotación" no sólo incluye la plusvalía sino también la "Resati"79[79] (una categoría de rentas sometida a una dinámica especialmente rápida de descenso histórico). Por eso, para contrarrestar el efecto "enmascarador" que tiene sobre la depauperación la proletarización de la población activa, se ha recurrido a veces al cálculo de "coeficientes" que relacionan la participación de los salarios en la renta con la parte de los asalaria dos en el total de ocupados (véase, para el caso español, Palacio, 1978, Lovelace, 1979, Moral, 1981). En el momento presente, es fácil actualizar este tipo de cálculos80[80] para la economía española (hasta 1989), a partir de la recopilación de datos proporcionada recientemente 78[78] Obsérvese el cuadro que construye Mandel (1976/1981), en nota al pie de la página 133, referido a los "Trabajado res asalariados (incluidos los desempleados), como porcentaje de la población activa total": ──────────────────────────────────────────────────────────── 1930-1940 1974 ──────────────────────────────────────────────────────────── Alemania 69.7 (1939) 84.5 (RFA) Bélgica 65.2 (1930) 83.7 Canadá 66.7 (1941) 89.2 Estados Unidos 78.2 (1939) 91.5 Francia 57.2 (1936) 81.3 Italia 51.6 (1936) 72.6 Japón 41.0 (1936) 69.1 Reino Unido 88.1 (1931) 92.3 Suecia 70.1 (1940) 91.0 79[79] Renta de los "Empleados sin asalariados" y "Trabajadores independientes". Para una discusión del método de cálculo de esta "Resati", véase Guerrero 1989, capítulo 3, pp. 558 y siguientes. 80[80] Basados en la aceptación acrítica de las estadísticas convencionales. por Rafael Myró. Combinando los datos de sus cuadros 9 y 17 (Myró, 1989: 1120, 1132), podemos construir el cuadro 1: Cuadro nº 1: La depauperación según la Contabilidad Nacional de España (Ra/PIB) (Prol/PA) Coeficiente de (a) (b) depauperación (a/b) 1964 41.4% 58.6% 70.6% 1975 51.5% 68.9% 74.7% 1982 50.4% 73.2% 68.9% 1988 45.9% 76.2% 60.0% Fuente: Myró (1989) y construcción propia. Ra: Remuneración de los asalariados; PIB: Producto Interior Bruto; Prol (proletariado): suma de asalariados y parados; PA: población activa total. Aunque el proceso de depauperación es evidente después de 1975 (pudiendo distinguirse dos fases diferentes: una más lenta, entre 1975 y 1982, con una pérdida en el coeficiente de -5.8 puntos en 7 años; otra, más rápida, desde 1982, con pérdida de 8.9 puntos en seis años), la simple utilización de estos datos podría sugerir que no se trata de una dinámica general, sino coyuntural, específica, vinculada a la singularidad de la crisis económica de las dos últimas décadas (idea que encontraría apoyo en la subida de 4.1 puntos en el coeficiente durante el periodo 1964-1975). Sin embargo, esta impresión es falsa, como se desprende de la evaluación cuidadosa de los siguientes puntos. En primer lugar, la contabilidad convencional introduce un sesgo indudable en el reflejo de los procesos económicos reales, como consecuencia de la utilización de unos principios de valoración que confunden las categorías de valor y de valor de uso. En efecto, la concepción "ortodoxa" de la Contabilidad Nacional81[81] considera que todo trabajo retribuido lo es porque es útil, y que todos los valores de uso producidos deben contabilizarse en la renta nacional. Por esta razón, considera esta teoría que el trabajo de los funcionarios de la Administración aporta una contribución positiva al Producto Interior Bruto82[82]. Sin embargo, la concepción marxista al respecto debe ser consecuente con la teoría de Marx, y computar la renta nacional en términos de valores creados (lo que no significa, por cierto, "directamente en valores", sino: "a través de su traducción en precios mercantiles"), y no en valores de uso (que, además, debido a su heterogeneidad, no son asimilables ni comparables entre sí). El valor sólo se crea en la producción mercantil porque sólo cuando las relaciones sociales subyacentes en los procesos de producción son tales que exigen la puesta en común de los trabajos concretos exclusivamente a través de su equiparación como trabajo abstracto (Rubin 1923, especialmente cap. XIV, pp. 185 y siguientes) y su igualación en el mercado, sólo en ese caso se crea valor (cuya expresión monetaria es el precio). La "producción" de los funcionarios es producción de valores de uso, pero no creación de valor, y, en consecuencia, no debe contar en la renta nacional. Esto significa que la Contabilidad Nacional occidental duplica una parte de la renta nacional, al contabilizar 81[81] Es decir, el sistema contable vigente en los países capitalistas, como en el caso de España, donde la Contabilidad Nacional de España (CNE) sigue al Sistema Europeo de Cuentas (SEC). 82[82] No obstante, al no poder medir en precios de mercado esta contribución, se supone simplemente que equivale a los salarios pagados por la Administración Pública a sus empleados. Análogamente, el trabajo doméstico se conceptúa como contribuyente real a la renta nacional, aunque se renuncie, por razones puramente técnicas (de insuficiente disponibilidad estadística) a su contabilización efectiva (Studenski 1958, vol. II, p. 17). doblemente el valor de la RAap (Remuneración de asalariados de las Administraciones Públicas): 1) lo contabiliza por primera vez, de forma tácita, entre el conjunto del valor producido en el sector productivo de la economía, de donde tienen que proceder, necesariamente, los fondos que recauda el Estado para poder financiar, entre otros, los salarios de sus funcionarios; 2) y lo contabiliza por segunda vez, expresamente, como tal RAap, en concepto de renta ganada por este segmento de la población activa. Por consiguiente, si, como ocurre en la época contemporánea, el peso relativo del empleo público (en la Administración) representa, en el tiempo, una proporción creciente83[83], el error inducido por la doble contabilización del valor de estos salarios se hace cada vez más importante en términos cuantitativos. Por ello, si se elimina el efecto distorsionador de esta duplicación contable (con el resultado de que la RAap no debe contar ni como renta nacional ni como capital variable o masa salarial global), las proporciones entre salarios y renta nacional varían de forma perceptible, y lo hacen no sólo en cuanto a su nivel sino, sobre todo, en cuanto a su evolución. Por otra parte, deben refutarse los dos tipos de objeciones que pueden surgir de la consideración de un trabajo empírico de este tipo (basado en categorías marxianas) sin descender a lo concreto de la problemática contable implicada. Por una parte, está el prejuicio de los que consideran que la única razón para utilizar estas categorías "heterodoxas" estriba en la búsqueda a cualquier precio de unos resultados imposibles de "obtener" por medio de las convencionales. Por otra parte, el de los que parecen rechazar como insuficientemente rigurosos aquellos datos obtenidos mediante el empleo de variables marxistas que, sin embargo, no discrepan "suficientemente" de los ofrecidos por la Contabilidad Nacional. Respecto a esta cuestión, lo único que cabe decir es que no es aceptable ninguna toma de partido "a priori": sólo la crítica de las alternativas utilizadas puede decidir cuál de los métodos es superior al otro y por qué. En determinados casos, o para determinadas variables, puede suceder que las estimaciones "marxistas" se aproximen bastante a las "convencionales"; pero, también puede ocurrir lo contrario84[84]. Por lo que se refiere a la cuestión que nos ocupa, el cuadro 2 refleja una situación intermedia: Cuadro nº 2: Contabilidad marxista y depauperación (v/PIB) (v/PIN) (v/RN) (Prol/PA) (a) (b) Coef. de depauperación (a/B) 1954 34.5% 39.3% 45.1% 53.4% 84.5% 1964 36.1% 40.6% 46.6% 59.5% 78.3% 1975 43.2% 50.8% 55.6% 69,6% 79.9% 1982 39.8% 45.0% 53.9% 79.9% 72.3% 1988 35.3% 40.2% 48.1% 72.3% 62.9% Fuente: Guerrero (1989); v: capital variable; PIB: producto interior bruto; PIN: producto interior neto; RN: renta nacional; Prol: proletariado (asalariados más parados); PA: población activa. 83[83] Por ejemplo, en el caso español, el porcentaje de asalariados de las Administraciones Públicas sobre el total de los asalariados pasó de menos del 7% en 1965 a un 16% en 1987. 84[84] En cualquier caso, sólo un sistema contable realmente alternativo y completo, que exija la coherencia interna de todo el conjunto de medidas y cálculos efectuados en su interior, puede demostrar su superioridad sobre el sistema en uso en los países capitalistas. Por eso, es tan importante cualquier contribución parcial a un sistema de tales características, aunque aún más fundamental es la búsqueda de la homogeneidad metodológica. En cuanto a los esbozos conocidos de contabilidad nacional sobre presupuestos marxianos, véanse: Delaunay (1971), Nagels (1974), Shaikh (1978), Giussani (1984) y Guerrero (1989). Por una parte, puede observarse que, para el periodo común con el analizado por Myró (1964-1988), la participación del capital variable85[85] en la renta nacional (columna 3 del cuadro 2) se mantiene siempre por encima de la que refleja la porción del PIB que se resuelve en remuneración de asalariados (columna 1, cuadro 1)86[86]. Además, las grandes líneas de la evolución temporal de ambos cocientes prácticamente coinciden: aumento entre 1964 y 1975 (+10.1 puntos, según Myró y la CNE; +9.0, según las categorías marxistas), seguido por un descenso entre 1975 y 1988 (de -5.6 y -7.5 puntos, respectivamente). Sin embargo, la diferencia global es apreciable: en el conjunto del periodo 1964-1988, la subida no es de +4.5 (un 10.9%), sino tan sólo de +1.5 (un 3.2%). Lo mismo ocurre con los "coeficientes de depauperación" respectivos (en cuanto al índice de proletarización, prácticamente coincide en ambos tipos de cálculos): el "marxista" se mantiene siempre por encima del convencional en términos absolutos, sube entre 1964 y 1975 (aunque sólo 1.6 puntos, en vez de 4.1), baja en 1975/1982 (7.6 puntos, no 5.8), y baja más aún en 1982/1988 (9.4 puntos, en vez de 8.9). Sin embargo, el cálculo del coeficiente sobre una base marxista puede rastrearse más atrás en el tiempo, hasta 195487[87], con lo que su análisis global, para el periodo 1954-1988, proporciona determinadas enseñanzas que no ofrecen los datos de Myró: 1) es falso suponer que durante los periodos de expansión del capitalismo no hay lugar para la 85[85] Por supuesto, el cociente relevante en este caso es v/RN, y no v/PIB o v/PIN: si se utilizan categorías marxistas, nada sería más absurdo que utilizarlas sólo a medias. 86[86] La medida rigurosa del proceso de depauperación exige la utilización de las categorías contables marxianas (en estrecha correspondencia con las de su teoría del valor), tanto para el cálculo de la tasa de plusvalía como de ese índice simétrico suyo que es el salario relativo. Pero ambos exigen la previa estimación del capital variable (v), la masa de plusvalía (pv) y la renta de los empresarios sin asalariados y trabajadores independientes (resati), cuya suma da la renta nacional (RN). En realidad, la estimación de esta última sobre esta base marxista supone, para cualquier análisis de la distribución de la renta, un importante paso adelante respecto de la utilización del PIB o del PIN, tanto si éstos se calculan al coste de los factores como a precios de mercado. Para el cálculo de la Renta Nacional, debe descontarse del Producto Interior Neto a precios de mercado (PINpm): 1) la remuneración de los funcionarios públicos ("Remuneración de los asalariados de las Administraciones Públicas", RAap, donde no se cuentan los salarios de las empresas públicas, que deben tratarse exactamente igual que las empresas privadas); 2) el falso valor creado por lo que la C.N.E. llama la "rama de alquileres de vivienda"; 3) el falso valor generado por el servicio doméstico asalariado. En cuanto a la esfera de la circulación (que por ningún concepto debe confundirse con las ramas comercia les y financieras), digamos que lo que la C.N.E. considera como valor producido dentro de dicha esfera no es en realidad tal, sino valor transferido allí desde el sector productivo. No obstante, se trata de auténtico valor y, por tanto, no debe descontarse del PINpm. Por su parte, para el cálculo del capital variable, existen varias alternativas posibles. En Guerrero (1989) se ofrecen dos medidas diferentes para la masa anual del capital variable en España, y en Moral y Guerrero (1990) pueden encontrarse tres cálculos distintos. En cualquier caso, las diferencias cuantitativas entre ellos no son importantes ni en lo referente a su volumen ni en lo tocante a su evolución temporal. Lo esencial es descontar de la Remuneración de asalariados (RA) que proporciona la Contabilidad Nacional la citada RAap (salarios de los empleados de la Administración). Por el contrario, no deben descontarse los salarios de los trabajadores empleados en la circulación "pura", ya que: 1) la mayor parte del trabajo que se desarrolla en el comercio y en la banca es, al igual que en el resto del sector productivo, trabajo de producción (y productivo de plusvalía), y no de circulación (es decir, ligado a la transferencia y registro de derechos: propiedad, etc.); 2) la tendencia inmanente del modo de producción capitalista no es al aumento sino a la disminución en términos relativos del trabajo improductivo de la esfera de la circulación (en relación con el trabajo total). Si esto lo unimos a la progresión del capital (como modo específico de producción) en el conjunto de la producción real (mercantil) de un país como España (1954-1988), podemos suponer que la pequeña porción de los salarios de estos trabajadores improductivos ha representado, además, un porcentaje prácticamente constante (a lo largo de dicho periodo) del capital variable desembolsado por el conjunto de las empresas capitalistas. 87[87] Cálculo que he llevado a cabo en Guerrero (1989). depauperación: al menos, el caso español revela que, aunque es cierto que el proceso es mucho más rápido en épocas de crisis económica (o, más exactamente, durante la fase depresiva de la onda larga de acumulación), el mismo proceso tiene lugar también durante su fase expansiva (pérdida de 4.6 puntos en el periodo 1954-1975), aunque de forma menos acentuada; 2) teniendo en cuenta la relativa correspondencia entre los niveles y sentidos del movimiento de los dos conjuntos de datos comparados, es razonable suponer que también los datos "convencionales" para el periodo 1954-1975 reflejarían la misma tendencia de depauperación "a cámara lenta", que, unida a la depauperación "acelerada" del periodo 1975-1988, conforman un cuadro inequívocamente depresivo en lo referente al nivel de vida relativo de la clase obrera española de los últimos decenios. Evidentemente, con estos datos no podemos extraer conclusiones absolutamente generales para cualquier país y cualquier época del desarrollo capitalista. Sólo la teoría puede permitir el convencimiento de que ésta debe ser la situación general. Sin embargo, y aunque existen otros trabajos que confirman las mismas conclusiones para otros países capitalistas desarrollados, no se analizan aquí debido a que su homogeneidad metodológica con el que ha servido de base para el cuadro 2 no es total88[88]. Sólo cuando esta homogeneidad sea mayor, y, sobre esta base se haya generalizado más este tipo de cálculos alternativos, hasta abarcar a la totalidad de los países capitalistas, podrá ofrecer se una "demostración" empírica completa de la vigencia contemporánea de la teoría marxista de la depauperación relativa de los asalariados. 8.3. La depauperación, el estado y los sindicatos Tras mostrar que los "datos empíricos" del caso español de ninguna manera falsan la tesis de la depauperación obrera, sino que muestran todo lo contrario --su total vigencia y actualidad--, son muchas las cuestiones que podrían plantearse a partir de ésta. Sin embargo, voy a limitarme a sugerir algunas reflexiones en torno a dos puntos: a) la cuestión de la "redistribución" (o distribución secundaria de la renta) en relación con el papel del Estado (el llamado "Estado del Bienestar" o, en España, el "Estado social y democrático de Derecho") en dicho proceso; y b) la cuestión de la estrategia sindical coherente con los planteamientos marxianos en torno al salario relativo y la depauperación. A. Intervención del Estado y Depauperación: En relación con la primera cuestión, cabe preguntarse si el Estado español ha contribuido a paliar el proceso de depauperación de los asalariados, y cómo, lo cual vuelve a plantear el problema de la definición teórica y la delimitación cuantitativa del capital variable a escala nacional. La magnitud del capital variable (v) reflejada en el 88[88] En Delaunay (1984), puede encontrarse una recopilación de las medidas históricas de la tasa de plusvalía realizadas tanto en países capitalistas como socialistas, así como una detallada estimación de dicha tasa para todo el siglo XX en Francia. Igualmente, en Gouverneur (1987) y en Duménil y Lévy (1988), se obtienen, respectivamente, unos resultados que confirman el aumento de la tasa de plusvalía en cinco países europeos (entre principios de los sesenta y comienzos de los ochenta) y en los Estados Unidos (1869-1979). En Carballo (1976), puede encontrarse un precedente interesante en el intento de medida de la tasa de plusvalía española. cuadro 2 corresponde a la primera forma de concebir el capital variable, es decir, como el volumen total del capital "adelantado" por las empresas en concepto de gastos laborales totales89[89]. Pero si se tiene en cuenta la intervención del Estado, son dos, o incluso tres90[90], las medidas posibles del capital variable, ya que es preciso distinguir dos momentos (lógicos, no cronológicos) en la intervención estatal (y ello, tanto por el lado del ingreso como del gasto): 1) al producirse la percepción de las rentas netas por parte de los asalariados y de los propietarios de las empresas91[91]; 2) al disponer o utilizar dichas rentas (para el consumo o para la acumulación). Por consiguiente, es posible distinguir tres conceptos del capital variable: V1, si no se tiene en cuenta ninguno de los dos momentos de la intervención estatal; V2, si se tiene en cuenta sólo el primero; y V3, si se consideran ambos. Utilizando los apéndices estadísticos de Alcaide (1988) y de Moral y Guerrero (1990), puede construirse el cuadro 3 para el periodo 1970-1987. En los datos de las dos últimas columnas tenemos la prueba de que la intervención estatal es una carga adicional para los asalariados, y no una ayuda tendente a contrarrestar la depauperación generada por la dinámica del proceso de acumulación del capital. Por una parte, los asalariados contribuyen (en los 89[89] Delaunay defiende la "racionalidad de dos magnitudes posibles del capital variable: una, llamada primaria, que designa al capital variable tal como puede evaluarse a partir de los datos de las cuentas de las empresas no financieras (...); otra, secundaria, que expresa el capital variable que puede calcularse tras tener en cuenta los efectos de la intervención del Estado sobre la distribución primaria de la renta. Es el capital variable disponible (después de impuestos y del pago de prestaciones). Nada garantiza, a priori, que ambas magnitudes sean idénticas" (Delaunay 1984:193-194). Sin embargo, este autor renuncia, por problemas estadísticos, a medir el capital variable "secundario", de forma que --aunque sólo en el caso de que las cotizaciones sociales más los impuestos pagados por los salarios coincidan con las prestaciones sociales recibidas se identificarán las tasas de plusvalía primaria y secundaria-- puede escribir que "todo ocurre, en nuestro estudio, como si hiciésemos la hipótesis de la neutralidad de la renta disponible estatal en relación con la medida del capital variable y de las tasas salariales" (ibid.:201). Esta es la hipótesis que se mantuvo para los cálculos del cuadro 2. 90[90] Algún autor, como Moseley, rechaza toda definición de capital variable diferente de la que se basa en la "circulación del capital". Por tanto, no admite ni su conceptuación desde el punto de vista de la "renta disponible" (la más frecuentemente utiliza da) ni desde el punto de vista del "consumo de los trabajado res" (por ejemplo, Sharpe, que excluye de "v" el ahorro realizado a partir de las rentas salaria les) (Moseley 1986:173). Ello significa la no consideración de los impuestos (por ser una simple operación secundaria, una redistribución de segundo orden, posterior a la definición del capital variable y, en cuanto tal, exterior a la circulación del capital), ni de las prestaciones sociales proporcionadas por el Estado (en la medida en que ningún gasto público funciona ni puede funcionar como capital, es decir, como dinero que busca su autovalorización a través de un proceso productivo). En este sentido, es interesante comparar los cálculos de Moseley con los efectuados por Anwar Shaikh (dos tipos de estimaciones diferentes), así como los que pueden hacerse utilizando la metodología elaborada por Yaffe. Moseley recoge y compara los dos tipos de resultados obtenidos por Shaikh. Se trata, por una parte, de una tasa de plusvalía basada en una definición del capital variable como equivalente a la íntegra remuneración de los asalariados productivos (es decir, sin tener en cuenta la intervención estatal); y, por otra parte, de una tasa de plusvalía "ajustada", para tener en cuenta el efecto del "impuesto neto" que recae sobre las remuneraciones salariales, es decir, la presión fiscal total bruta sobre los salarios, deducidas las prestaciones sociales recibidas. La conclusión es que, para el periodo analizado por Shaikh (1952-72), el crecimiento de ambas tasas es bastante similar (10% y 5%, respectivamente). En cambio, si se parte, como Yaffe, de considerar los impuestos "salariales" como parte de la plusvalía, y a la vez se excluye de "v" todo tipo de prestaciones sociales, el resultado que se obtendría, a partir de los datos proporcionados por Shaikh para los Estados Unidos, equivaldría a un crecimiento mucho más rápido de la tasa de plusvalía (en torno al 31%), en lógica correspondencia con el rápido crecimiento del "impuesto neto" salarial así definido. Por consiguiente, estos resultados parecen depender de la evolución del citado impuesto neto. Si se supone que su peso relativo está creciendo, entonces la diferencia entre tasa de plusvalía ajustada y no ajustada se incrementará a favor de la primera: es lo que ocurre con la definición de Yaffe. Para un cálculo de dicho "impuesto neto" en el caso español, véase Moral y Guerrero (1990). 91[91] Se prescinde en este punto de las clases diferentes de asalariados y capitalistas. dos momentos) con un "impuesto neto" hacia el Estado, lo que significa que los no asalariados reciben como mínimo esa magnitud de renta (o superior, si tenemos en cuenta el déficit público global). Pero, además, dicho "impuesto neto" sobre los Cuadro nº 3: La clase obrera y los ingresos y gastos públicos (A) (B) (C) (D) E = A/B F = C/D 1970 195.3 225.5 96.8 137.0 86.6% 70.7% 1975 537.9 714.3 251.9 307.1 75.3% 82.0% 1982 2852.1 3337.8 1024.4 1086.7 85.4% 94.3% 1987 5274.8 6292.7 1580.6 2520.1 83,8% 62.7% Fuente: Alcaide (1988), pp. 19 y siguientes, y Moral y Guerrero (1990). Las cifras de las columnas A a D están expresadas en miles de millones de pesetas corrientes. (A) representa los gastos estatales en favor de la clase obrera en el primer momento (suma de salarios netos pagados a los empleados públicos, las prestaciones de desempleo y una parte proporcional (calculada a partir de la evolución del índice de proletariza ción de la población activa) del resto de las pensiones); (B) recoge los ingresos públicos procedente de la clase obrera en esta primera fase (100% de las cotizaciones sociales y de los impuestos directos soporta dos por las rentas salariales); (C) son los gastos a favor de los asalariados en la segunda fase (parte proporcional (en función de la participación de los asalariados en el consumo privado, identificado por el cociente "RA/Consumo Privado") de las subvenciones y transferencias totales y de las prestaciones farmacéuticas); (D), los ingresos públicos procedentes de los asalariados en el momento del consumo (mismo porcentaje que en la tercera columna (RA/consumo privado) de los impuestos ligados a la producción y a la importación, y las transferencias corrientes y de capital recibidas por el Estado). asalariados recae con una intensidad relativa superior precisamente en el último periodo considerado (1982-1987)92[92], precisamente cuando mayor ha resultado ser el proceso "directo" de depauperación. Por consiguiente, es fácil concluir que, en líneas generales, la política económica del Gobierno ha coadyuvado en la misma dirección seguida por la dinámica del capital. B. Depauperación y estrategia sindical En cuanto a la estrategia sindical, no es inútil recordar, en estos tiempos que corren, algunas palabras muy claras de nuestros clásicos. Si se considera demostrado que, en España, como no podía ser de otra forma, rige la "ley general de la acumulación capitalista", según la cual bajo el capitalismo "tiene que empeorar la situación del 92[92] Obsérvese que el porcentaje de cobertura de la presión fiscal sobre los salarios representado por los gastos públicos en favor de los asalariados (columnas E y F) interrumpe su tendencia al alza en 1982, iniciando un movimiento a la baja (especialmente, en F). Esta tendencia es incuestionable si se analiza la evolución de la presión fiscal sobre los salarios neta de gastos públicos recibidos. En cambio, si el análisis se limita a la presión fiscal sin tener en cuenta el otro aspecto del problema (el gasto público), se puede llegar a conclusiones erróneas, como en el --por otra parte interesante-- artículo de Montes (1989), donde se lee que "esta evolución [se refiere al periodo 1982-1988] sugiere que durante esos años ha tendido a corregirse la regresividad del sistema fiscal (...)" (p. 33). Él calcula que del incremento de 5.5 puntos (en relación con el PIB) en la presión fiscal total en 1982-1988, 2.3 han repercutido sobre las rentas del trabajo y 3.2 sobre las del capital. En Moral y Guerrero (1990) se obtiene, respectivamente, 2.5 y 6.1 (un total de 8.6 puntos en relación con la Renta Nacional, no con el PIB); pero si se tiene en cuenta el lado del gasto recibido por cada tipo de renta (incremento de -0.5 y +6.3 respectivamente) resulta un incremento neto de 2.9 para las rentas del trabajo y de -0.2 para las de capital: la intervención estatal total ha incrementado, pues, su regresividad. obrero, sea cual fuere --alta o baja-- su remuneración" (Marx 1867, vol. 3, p. 805), entonces los sindicatos deben tener muy en cuenta los dos aspectos contradictorios que subraya el viejo Marx sobre los efectos de dicha ley. Puesto que, si es muy cierto que "el propio desarrollo de la moderna industria contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero" (Marx 1865:85), también es verdad que "el rápido incremento del capital es la condición más favorable para el trabajo asalariado" (Marx 1847:63). Esta ambigüedad no significa que los sindicatos deban renunciar a su estrategia reivindicativa para facilitar el "rápido incremento del capital" (ésta ha sido y es la estrategia de los Gobiernos González/Boyer y González/Solchaga), sino todo lo contrario: deben elevar su estrategia a un nivel superior, tras tomar conciencia de que no pueden esperar del modo de producción capitalista sino pausas transitorias (en las que se darán las "condiciones más favorables" citadas) en el proceso de depauperación relativa, que se manifiesta sin trabas en las fases depresivas del ciclo largo de acumulación del capital. Si el objeto de la ciencia es descubrir las "leyes" que se ocultan al conocimiento normal, los sindicatos que pretendan basar su estrategia sobre el fundamento científico de los principios objetivos, y no en voluntarismos de cualquier género, deben tener en cuenta la vigencia y doble manifestación de esta "ley general" del capitalismo. No se puede ir contra las determinaciones objetivas de la forma socioeconómica, pero esto tampoco debe interpretarse como una nueva versión de la ley "de bronce de los salarios". Si la subsistencia deja de concebirse en términos cuantitativos, y se capta el alcance de la noción de salario relativo, se estará en disposición de contestar acertadamente a la pregunta de Marx: "Pero si la tendencia, dentro de este sistema, es tal, quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación?" (Marx 1865:85). Por supuesto, la respuesta es: No! Marx escribió que si la clase obrera no desplegara su lucha diaria contra el capital "veríase degradada en una masa informe de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible (...) Si en sus conflictos diarios con el capital cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura" (ibíd.: 85-86). Ahora bien, ello no es óbice para comprender que lo fundamental es que los sindicatos, o, como escribe Marx, la clase obrera "no debe exagerar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los efectos pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es contener el movimiento descendente pero no cambiar su dirección; que aplica paliativos pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas (...) debe comprender que el sistema actual, aun con todas las miserias que vuelva sobre ella, engendra simultáneamente las condiciones materiales y las fuerzas sociales necesarias para la reconstrucción económica de la sociedad" (ibíd.:86; las cursivas son mías)93[93]. Realmente, si se piensa detenidamente en lo que significa la depauperación, se comprenderá por qué la toma de conciencia de esta situación tiene necesariamente que 93[93] No otra cosa expresa la conocida tesis leninista de "la lucha económica como una de las partes integrantes de la lucha de clases del proletariado", pues, en efecto, "la lucha económica puede conducir a un efectivo mejoramiento de la situación de las masas obreras y a afianzar su verdadera organización de clase", pero "sólo si esa lucha se combina adecuadamente con la lucha política del proletariado" (Lenin, op. cit., p. 30). llegar, por qué, a pesar de todo, sigue siendo cierta la afirmación de que es la propia burguesía la que "a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables" (Marx y Engels 1848:36). Pero lo importante es darse cuenta de que este convencimiento no le viene a Marx sólo de su visión general del mundo, de su concepción filosófica, sino que es producto de un detallado análisis científico94[94] del proceso de producción y de explotación capitalistas, que lo llevó a concluir que, a la par con el crecimiento de la explotación (no otra cosa significa la ley de la depauperación relativa creciente, o ley del descenso tendencial del salario relativo), se "acrecienta también la rebeldía de la clase obrera, una clase cuyo número aumenta de manera constante, y que es disciplinada, unida y organizada por el mecanismo mismo del proceso capitalista de producción" (Marx 1867, vol. 3, p. 953). Si se piensa desapasionadamente en estas palabras, se estará de acuerdo en que, en efecto, y prescindiendo ahora de matices, esta rebeldía es mucho más generalizada hoy que hace un siglo. Referencias bibliográficas Alcaide, J. (1988): "El gasto público en la democracia española. 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En Marx no se encuentran más que consideraciones sobre las relaciones de causa a efecto, sin segundas intenciones políticas y sociales, ya que Marx no se ocupa más que de las cuestiones siguientes: ¿Qué movimiento sigue el nivel de los salarios? ¿Cuáles son las causas que influyen estos movimientos? Las investigaciones de Marx no tienden más que a encontrar las leyes a que está sometida la formación del precio de la fuerza obrera de trabajo" (García Ábalos, 1949, pp. 319-320). Guerrero, D. (1989): Acumulación de capital, distribución de la renta y crisis de rentabilidad en España (1954-1987), Ediciones de la Universi dad Complutense, Madrid. Lenin, V. I.: "Proyecto de Resoluciones para el Congreso de unifica ción del POSDR", en Acerca de los Sindicatos, Novosti, Moscú, 1982. Lovelace, R. (1979): "La economía española hacia el capitalismo desarrollado (1959-1979)", Zona Abierta, n. 19, pp. 21-36. Mandel, Ernest (1967): La forma ción del pensamiento económico de Marx, S. 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LA CRISIS FINANCIERA DEL CAPITALISMO GLOBAL CAPÍTULO 9 Gérard Duménil95[95] y Dominique Lévy96[96] CAPITAL FINANCIERO Y NEOLIBERALISMO: UNA ANÁLISIS DE CLASE [RESUMEN. El neoliberalismo no es sino la expresión del regreso a un papel hegemónico de una fracción de las clases dominantes: la banca. Sólo colocándolo en su dinamismo histórico podremos captar la lógica de este movimiento. La banca moderna, ligada al sistema productivo, apareció tras la crisis estructural de finales del siglo XIX. Se vio obligada a abandonar su incuestionado dominio en el compromiso keynesiano tras la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mundial. Y su vuelta al poder (su nueva pujanza) es consecuencia de la crisis iniciada en los años 1970. El carácter de clase del neoliberalismo aparece claramente (crudamente) inscrito en las simples cifras: debilidad continua de la tasa de beneficio de las empresas no financieras, de donde se derivan la propia crisis, el paro, los déficits y endeudamiento de los Estados, deuda del Tercer Mundo, etc. Sin embargo, el provecho que la banca saca de su gestión de la crisis no se ha resaltado suficientemente: crecimiento formidable de su renta (beneficios) y explosión del sector financiero. Y no es que la banca se haya organizado de tal forma para sufrir lo menos posible los efectos de la crisis, sino que sacó de ella unos beneficios difícilmente imaginables. Y sin olvidar la miseria de los parados, de los marginales del sistema y del Tercer Mundo, la inestabilidad sistemática (intrínseca) de todo lo cual es responsable esta nueva hegemonía de la banca y que es, a su vez, su principal coste] Introducción Los análisis hechos desde la izquierda coinciden en considerar el neoliberalismo como una consolidación del poder de las finanzas. El mismo término finanzas oculta una red de instituciones que se solapan unas a otras de una forma compleja; pero tras estas instituciones se ocultan individuos, Aunque no sea fácil trazar los límites de esta entidad, esta nueva toma de iniciativa por parte de las finanzas es muy evidente desde el final de los años 70. El alza de los tipos de interés reales favorece claramente a los prestatarios; la reestructuración del sistema productivo, a escala planetaria, se lleva a cabo bajo el báculo de los grandes bancos de negocios; la bolsa vuelve a estar de nuevo en el corazón de la financiación económica; los gestores de empresas se ven forzados a volver a centrar toda su actividad atendiendo a la remuneración de los propietarios. Todo ello hace que, en estas últimas décadas, las finanzas se hayan convertido en el centro neurálgico del dispositivo neoliberal. Pese a que la reconquista por parte de las finanzas de su posición hegemónica haya coincidido con la continuación del movimiento de internacionalización del capital y de la globalización de los mercados , no hay que dejarse engañar por lo que respecta a la naturaleza de la relación existente entre ambos fenómenos. Son las finanzas las que dictan al capitalismo mundial, en sus ansias de expansión, sus formas y sus contenidos; no es la mundialización lo que hace de la trayectoria contemporánea del capitalismo una fatalidad histórica. Describir las finanzas tras el neoliberalismo y la mundialización es prácticamente ya entrar en una lógica de clase. Afirmar que un conjunto de transformaciones institucionales y políticas sirve a los intereses de una minoría privilegiada es reconocer ya una cierta conformidad con la división de la sociedad en clase y a las luchas que de todo ello se derivan. Se está ya muy cerca de una problemática marxista. basta con 95[95] MODEM-CNRS, París, email: gerard.dumenil@u-paris10.fr CEPREMAP-CNRS, email: dominique.levy@cepremap.cnrs.fr; véase también: http://www.cepremap.cnrs.fr/~levy/ 96[96] añadir dos ideas fundamentales para dar el paso (1): el capitalismo evoluciona periódicamente hacia grandes crisis estructurales que resuelve con transformaciones importante de su funcionamiento; (2) el movimiento de la tasa de ganancia, en particular sus fases a la baja, tiene un papel fundamental en la aparición de estas crisis. Es este punto de vista del análisis marxista el que estructura este estudio, tanto en el plano de la lucha de clase o de la evolución de las relaciones de producción, como desde el análisis económico propiamente dicho97[97]. La caracterización del neoliberalismo aquí propuesta es bastante esquemática98[98]. Combina el análisis histórico con el análisis cuantitativo (cuando los fenómenos son lo suficientemente importantes, las cifras son por sí mismas acusadoras). Se divide en cuatro partes: 1. En el núcleo de nuestra interpretación de la historia del último siglo de capitalismo, se encuentran las siguientes observaciones: (1) la fianza moderna no ha existido siempre y precisamente es desde su nacimiento a finales del siglo XIX desde donde es necesario empezar; (2) las finanzas, encarnación contemporánea de la propiedad capitalista, ha luchado siempre para perpetuar su preeminencia es decir, por la preeminencia de las relaciones de producción capitalistas; (3) ha experimentado significativos avances hace ya unos quince o veinte años debido a la nueva crisis estructural, al término de la regresión que había experimentado durante el periodo keynesiano, tras la crisis de 1929 y la Segunda Guerra mundial (hablar de reafirmación del poder de las finanzas es dar por sobreentendido que este poder había disminuido en un cierto periodo). En este análisis, se tendrá en cuenta, fundamentalmente, el ejemplo de los Estados Unidos. 2. Los costes del neoliberalismo para las otras clases ha sido descritos muy a menudo. Nos detendremos aquí sólo haciendo una llamada de atención sobre la prolongación de la crisis, el paro, el endeudamiento del Tercer Mundo y de los Estados, llegada de la sociedad neoliberal con una violencia específica. 3. Los intentos por evaluar las ganancias, en el sentido más trivial del término, obtenidas por las finanzas durante la crisis, son menos frecuentes. Y, sin embargo, estas cifras aparecen sin ningún tipo de ambigüedad: sí, una clase y un sector de la economía, aquellos que suelen estar bajo lo que denominamos con el término finanza, han sacado unos provechos económico increíbles de la crisis. Frente a la miseria del Tercer Mundo y al paro, se observa sin ningún tipo de tapujos el enriquecimiento de una minoría de privilegiados. 4. El análisis de la fragilidad financiera actual es complejo. Pero no se insistirá nunca bastante sobre su ligazón directa con la naturaleza misma de las finanzas ni sobre la autonomía de la que ha sabido dotarse con respecto al sistema productivo y con respecto al propio Estado. Las figuras que aparecen en este estudio se apoyan en cálculos efectuados a partir de fuentes oficiales (INSEE, OCDE y Banco mundial. Algunos de estos cálculos son muy directos; otros está más elaborados, intentando resaltar fenómenos más o menos 97[97] Hemos desarrollado esta problemática en numerosos trabajos. Recientemente, en La dinámica del capital. Un siglo de economía americana, París. 98[98] Este estudio prefigura un libro sobre el mismo tema, aún en preparación. intuitivos, pero cuya amplitud ha sido subestimada durante mucho tiempo. Los aspectos técnicos de esta investigación no han sido tenidos en cuenta. 9.1 Las finanzas al poder:mutación de las relaciones de producción y dominio de clase Tal como las entendemos hoy, las finanzas nacieron a finales del S. XIX. Hasta entonces, su actividad se había concentrado en la financiación del gasto público. Hacia finales del siglo XIX sobrevino una profunda transformación del capitalismo, transformación en la que se inscribe la aparición de las finanzas modernas, cuya relación con el sistema productivo era uno de los caracteres fundamentales. Este cambio ocurrió dentro del contexto de la crisis estructural del final del S. XIX. Los historiadores económicos coinciden generalmente sobre la existencia de un largo estancamiento en Europa y, sobre todo, en Francia, al final del siglo. En los Estados Unidos la situación fue sensiblemente diferente debido al ritmo de desarrollo propio de la sociedad americana y a la Guerra de Secesión. Este país conoció dos crisis profundas, una hacia 1870, muy ligada a la deflación posterior a la Guerra Civil; la otra, en los años 1890. Ambas separadas por una fortísima recuperación hacia 1880, como consecuencia de la vuelta a la convertibilidad del dólar, interrumpida desde la Guerra. Este periodo de fuerte inestabilidad y de crisis debe ponerse en relación cona una fase de varios decenios de cambios técnicos à la Marx, en donde el desarrollo de la productividad es costeado mediante fortísimos aumentos en capital constante, en concreto, del fijo (y, por tanto, de alzas de las composiciones técnicas y orgánicas), y donde la tasa de beneficio disminuye. En estas circunstancias se declaró una crisis muy importante de la competencia, en la que las empresas intentaron soslayar la debilidad general de la rentabilidad mediante acuerdos. Fue la época de los cartels y de los trusts. En el aspecto legislativo coexistieron dos tipos de desarrollo aparentemente contradictorios y que tuvieron consecuencias importantes en la evolución del sistema productivo. Por una parte, la Sherman Act (1890) creo, por primera vez, una legislación antitrusts a escala federal. Por otra parte, apareció (primeramente en Nueva Jersey) una legislación favorable a las sociedades por acciones y, sobre todo, a los holdings. De hecho, la ley prohibía los acuerdos en los que diversas firmas dificultaran las reglas de la competencia, (al repartirse los mercados o los beneficios), a la vez que preservaba su independencia. Pero la ley permitía las fusiones puras y simples. Una formidable ola de fusiones se llevaron a cabo como consecuencia de la crisis de 1890. Y si es verdad que estamos ante evoluciones progresivas, fue a finales de siglo cuando adquirieron forma estas nuevas instituciones del capitalismo. Existen dos términos en Estados Unidos para designar a estas transformaciones: 1. Por una parte se aplica la expresión corporate revolution para designar a la formación de grandes sociedades por acciones, sostenidas y controladas por las finanzas. ¿Hay que hablar de fusión entre las antiguas finanzas y la industria, o más bien de toma del control de la industria99[99] por parte de las finanzas? Dejaremos de lado esta 99[99] Véase Lenin: L'impérialisme, stade suprême du capitalisme (1916), Oeuvres, tome 22, p. 201-327, París: Éditions sociales, 1977; R. Hilferding: Le capital financier. Étude sur le développement récent du capitalisme (1910), París: Éditions du Minuit, 1970. Este debate no está cerrado: W. G. Roy: Socializing controvertida cuestión, pues lo que aquí nos interesa es la aparición de estas modernas finanzas ligadas a la industria. Las finanzas estaban en el corazón del sistema de las modernas grandes sociedades y ejercía su hegemonía sobre el crédito, es decir, sobre la creación monetaria (muy estrechamente ligado al mercado bursátil). Las dos primeras décadas del siglo XX iban a ser testigos de un desarrollo sin precedentes de los mecanismos monetarios y financieros. 2. Llaman managerial revolution a la transformación de la organización empresarial, dirigida por un estado mayor de cuadros y empleados. Estas nuevas formas de organización y gestión eran inseparables de las nuevas configuraciones tayloristas o fordistas del taller, pero afectaban ya a todos los aspectos de la actividad de las empresas (comercio, gestión de los stoks, tesorería, personal, etc.). La distancia que separaba a los trabajadores de sus medios de trabajo se agrandaba aún más, a la vez que su propio trabajo estaba definido y controlado por asalariados especializados. La intervención de los ejecutivos en la gestión de las grandes empresas fue mirada con cierto recelo por los propietarios. ¿Cuál sería el alcance de las iniciativas de los ejecutivos? ¿Qué mecanismos garantizarían preeminencia del criterio de la maximalización de la tasa de beneficio según los intereses de los propietarios? Aunque sus referentes teóricos y políticos fueran bien diferentes, a los de Marx, los investigadores coetáneos de estas transformaciones captaron rápidamente la importancia histórica de esta evolución de las relaciones de producción capitalistas. Lo que estaba en juego era la propiedad de los medios de producción. Y esta nueva clase de organizadores hacía gravitar una amenaza sobre el dominio de los propietarios de los capitales. A pesar de todas estas tensiones, las primeras décadas del siglo estuvieron dominadas por las finanzas privadas, que seguían teniendo el control completo sobre las reglas que regían el funcionamiento de sus instituciones, en concreto, el control de la creación monetaria, de la estabilidad de los precios (percibida mediante la expresión del poder de compra de la moneda en oro), así como el de todo el sistema financiero. Los grandes bancos de Nueva York funcionaban más o menos colectivamente con respecto al resto del sistema como verdaderos bancos centrales privados. las continuas crisis seguidas de suspensiones de pago y de quiebras espectaculares de bancos llevaron, en 1913, a la creación, demorada durante mucho tiempo, del banco central, la Reserva federal. Pero las finanzas seguían teniendo el control del funcionamiento de esta institución, perpetuando así su hegemonía. El término liberalismo es demasiado vago como para singularizar de una forma específica a este nuevo discurrir del capitalismo de principios del presente siglo, pues el término se aplica igualmente a las décadas anteriores en configuraciones institucionales y políticas sensiblemente distintas100[100]. Podríamos decir que el término sigue Capital: The Rise of the Large Industrial Corporation in America, Princeton: Princeton University Press, 1996. 100[100] Se habla, por ejemplo, de liberalismo a propósito del capitalismo de la primera mitad del siglo XIX, el de Andrew Jackson, basado en la oposición de los pequeños propietarios a lo que ya eran llamados monopolios (big business). Emplear el mismo término, liberalismo, para hablar de la Progressive Era que se extiende desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, es darle ya otro sentido. ¿Cuál es el punto común entre estos diferentes períodos a los que se tiende a calificar con igual epíteto, liberal ? Sin duda alguna, James Weinstein tiene razón cuando, en la introducción de su libro, afirma: "El liberalismo, tanto en la forma que adoptó en el siglo XIX como en la que revistió en el caracterizando a las primeras décadas del siglo XX. Era ya un capitalismo profundamente alterado: un capitalismo en el que la separación entre propiedad y gestión quedó consagrada; un capitalismo en el que las grandes firmas y las grandes finanzas coexistían mediante algunas conexiones institucionales, y en el que una clase de ejecutivos disfrutaba ya de una amplia autonomía y en el que los mecanismo monetarios y financieros estaban en manos de las finanzas. La intervención del Estado (del Tesoro) sólo había hecho tímidas apariciones. Fue la crisis de 1929 la que desestabilizó este equilibrio social en beneficio de una fuerte intervención estatal. Las finanzas eran incapaces de parar la catástrofe, tanto desde el punto de vista del sistema productivo como del financiero. Pusieron en práctica los procedimientos aprendidos en las precedentes crisis con vistas a estabilizar el mercado bursátil y a evitar quiebras de instituciones financieras y la suspensión de pago de los bancos. Ya sabemos cuál era la situación de la economía americana en 1933. El sistema bancario fue clausurado y sólo los bancos más saneados pudieron reabrir sus puertas. El Estado se hizo cargo de una gran parte de los créditos de dudoso cobro. El sistema financiero se vio fuertemente reglamentado. El sistema productivo se dividió en doce agrupaciones, en las que industrias y sindicatos estaban bajo el control de agentes gubernamentales a fin de fijar precios y salarios mínimos y repartirse los mercados. Si bien es verdad que el Estado llevó a cabo grandes obras públicas, era aún pronto para considerar al déficit presupuestario como palanca para luchar contra la crisis. El primer New Deal fue una formidable experiencia de gestión, estimulada por los llamados planificadores. Gran parte de este dispositivo desapareció rápidamente, dando lugar a un nuevo compromiso social que se reafirmó durante la Segunda Guerra mundial, que se llamó compromiso keynesiano, y está en el corazón mismo del tema que nos ocupa aquí: el del poder de las finanzas. La gran idea de Keynes consistió en tenerlo todo en cuenta en la relación entre la iniciativa privada y la intervención pública.. El gobierno no debía alterar la relación establecida entre las finanzas y las empresas y menos aun sustituirlas. Keynes estaba dispuesto a arruinar lentamente a los rentistas al disminuir los tipos de interés, pero respetaba el carácter privado de todo aquello que en el capitalismo está ligado, directa o indirectamente, a la empresa. Por el contrario, el control de la utilización de los recursos, en el plano macroeconómico, no debe dejarse en manos de intereses particulares. La capacidad de separar estos dos aspectos del funcionamiento del capitalismo, es decir, la posibilidad de llevar un control macroeconómico, respetando a la vez lo esencial de la actividad privada, representa el punto fundamental del análisis de Keynes. Esta invasión de las prerrogativas de las finanzas adquiría una importancia considerable. Según Keynes, no existían mecanismos privados capaces de garantizar el pleno empleo, y de limitar las fluctuaciones coyunturales, y era el Estado quien debía encargarse de s. XX, representó a la ideología política de los medios financieros y de negocios (business groups) ascendentes y después dominantes" (The Corporate Ideal in the Liberal State, 1900-1918, Boston: Beacon Press, 1968, p. xix). Este libro se redactó antes de que el neoliberalismo contemporáneo emergiera. La idea de Weinstein puede prolongarse fácilmente hasta esta tercera edad del liberalismo. Subraya el extraordinario dinamismo del concepto, el cual se refiere sucesivamente: 1) a mediados del s. XIX, la ideología de los pequeños propietarios aferrados a los principios de la libre competencia; 2) a principios de siglo, la ideología de las nuevas finanzas y de los responsables de las grandes empresas en la fase de constitución de las formas modernas del capitalismo; 3) en el curso de los últimos decenios, la ideología de las finanzas al encontrarse de nuevo con su antiguo poder. realizarlo. Esto era ya negar a las finanzas su autonomía, es decir, retirarles el control que venían ejerciendo sobre el crédito, al menos, sobre sus masas globales, y reglamentar su actividad tanto en el plano interior como internacional. La creación de un banco central había sido ya muy difícil en los Estados Unidos y la definición de la responsabilidad macroeconómica del Estado no fue verdaderamente posible que tras las sucesivas depresiones de los años 1930 y de la segunda Guerra mundial, con un fondo en el que aparecía la pujanza del movimiento obrero (y de la URSS). Las finanzas vivieron muy mal estas limitaciones de sus iniciativas. Y, frente a los planes de los keynesianos, ellas propusieron los suyos propios, concretamente, en lo que concernía a su esfera internacional101[101]. Conscientes de la necesidad de un control de su actividad, pretendió ser ella misma la que se lo impusiera. Sin embargo, un nuevo marco keynesiano vio la luz, y que, a pesar de ser objeto de ataques constantes, prevaleció. Las finanzas salieron de la guerra reglamentadas desde el punto de vista de sus propias actividades, sobretodo aquéllas relacionadas con las tasas aplicadas, y con la prohibición impuesta a los bancos de depósitos de practicar las principales actividades financieras. Los responsables de las empresas dispusieron de esta forma de una amplia autonomía. La autofinanciación y el crédito financiaban generosamente el crecimiento de las firmas, disminuyendo así su dependencia con respecto a los propietarios. En el plano internacional, se establecieron importantes limitaciones a la movilidad de los capitales. Este periodo culminó hacia los años 1960. Ciertamente, la pérdida del control privado de la macroeconomía fue el elemento de mayor peso en el retroceso de lasa finanzas, pero no fue el único. La macroeconomía keynesiana fijaba un objetivo completamente nuevo dentro de la producción capitalista: la garantía del pleno empleo, un cuasi-reconocimiento del derecho al trabajo. Este objetivo era inseparable de un acrecentado control de las fluctuaciones coyunturales que servía. además de a los intereses de los trabajadores, a los del sistema productivo. Este control incluía también la posibilidad de dejar a la deriva el nivel general de los precios, permitiendo importantes transferencias de los prestamistas hacia los prestatarios, prácticas que hasta entonces se habían limitado a los periodos de guerras. Estas políticas keneysianas se combinaron con el desarrollo de sistemas de cobertura de riesgos, en los que el Estado estaba más o menos implicados; en todo lo relacionado con los accidentes laborales, el paro, enfermedad y jubilación (El Estado de Bienestar). La misma condición salarial se vio en sí misma profundamente modificada. Con las perspectiva del tiempo, es difícil mantener una imagen ajustada de la amplitud de la transformación del capitalismo. Numerosos teóricos anunciaron por los años 1960, además del final de las crisis y de la pobreza, la del capitalismo mismo. Se trataba de una muerte lenta: los propietarios percibían una renta limitada, y su influencia determinante sobre la economía iría decreciendo. Las empresas estaban sometidas a varios objetivos, de los cuales, la rentabilidad no era sino un elemento más. La intervención estatal tenía un bello porvenir. Algunos teóricos, citemos en concreto a J. K. Galbrath, vieron en todo ello el advenimiento de una sociedad tecnocrática postcapitalista102[102]. 101[101] G. W. Domhoff: The Power Elite and the State. How Policy is Made in America, New York: Aldine de Gruyter, 1990. 102[102] J. K. Galbraith: The New Industrial State, Londres: Penguin Books, 1969. Pero se olvidaba que esta evolución iba acompañada de una permanente combate por parte de las finanzas a fin de reconstruir su preeminencia. Su actividad para este fin fue especialmente diligente en el plano internacional. Desde los años 1960, desarrollaron (Las finanzas) un sistema financiero internacional, llamado de las euromonedas, que escapaba a los controles y reglamentaciones nacionales.. El cómo y el porqué fueron estas prácticas no sólo aceptadas, sino alentadas por los propios gobiernos es una cuestión difícil y muy debatida. Es bien conocido que la circulación de masas de dólares por el mundo tuvo en ello un papel importante. El elemento principal fue sin duda el hecho de que el crecimiento de estas finanzas paralelas coincidió con la internalización del capital, de la expansión de las multinacionales. Había empresas implantadas en diversos países que necesitaban de instituciones que les garantizaran la circulación de capitales a nivel mundial. Estas necesidades hubieran podido quedar satisfechas a través de instituciones internacionales puestas bajo el control asimismo internacional; pero fueron las finanzas privadas las asumieron esta función. Como sabemos, fue la crisis de los años 1970 la que aceleró el progreso de las finanzas. Esta crisis tuvo causas similares a las de finales del siglo pasado., fundamentalmente en lo que hace referencia a la importante disminución de la rentabilidad del capital en los principales países capitalistas desarrollados. La celeridad de la inflación acrecentó de manera significativa la transferencia patrimonial de los prestamistas hacia los prestatarios, especialmente, hacia las empresas. Numerosos estudios han descrito las condiciones en las que operó la nueva forma de controlar la situación por las finanzas, puntualizando que fue una acción consciente y muy bien organizada103[103]. El hecho de mayor importancia fue el cambio de política monetaria de 1979, haciendo de la erradicación de la inflación un objetivo cuasi exclusivo de la política macroeconómica. Tanto los gobiernos como las instituciones monetarias de la época, herederos de los instrumentos macroeconómicos keynesianos, pusieron en práctica una política eficaz en este terreno, que vino a combinarse con medidas generales de desregulación, enfrentamiento con los sindicatos y con una política favorable a las fusiones. Así fue como nació una nueva era, llamada neoliberal, y que no es sino la vuelta al poder de las finanzas104[104]. El verdadero significado social del neoliberalismo, evidente ya en la conducta de la política macroeconómica al favorecer la estabilidad de los precios frente al empleo, no hizo sino confirmarse con el tiempo: ataque en toda regla contra los sistemas de protección social, liberalización de las actividades financieras (en concreto, en materia de movilidad internacional del capital), y meter en vereda a los estados mayores de gestión insuficientemente motivados por la remuneración de los accionistas, etc. Pero este contenido político y social del neoliberalismo se hace aun más evidente al intentar cuantificar sus efectos. Estas serán las dos partes siguientes. ¿Quién paga los gastos de la política neoliberal? ¿Quién recoge sus beneficios? Las respuestas a estas 103[103] Véase, por ejemplo, E. Helleiner: States and the Reemergence of Global Finance. From Bretton Woods to the 1990s, Ithaca: Cornell University Press, 1994. 104[104] La evolución de estas relaciones de fuerza se ve reflejada asimismo en la evolución del saber académico. A la vez que las finanzas se oponían al keynesianismo, la universidad llegaba a una síntesis entre las diversas corrientes de la teoría económica, llamada síntesis neoclásica. El ascenso de las finanzas frente a la inflación vino acompañado de una vuelta m uy significativa del monetarismo. El apogeo del neoliberalismo coincidió con el de la Escuela de Chicago. preguntas a nadie van a sorprender, pero merece la pena ver el alcance real de estos fenómenos. 9.2. El crimen: la violencia de las cifras La responsabilidad que incumbe a las finanzas en la persistencia del paro en Europa es inmensa, sin que haya que hacer de ella las responsables de la crisis general. Ésta comenzó mucho antes que la alza de los precios que siguió al cambio de la política monetaria en 1979. Los caracteres favorables del progreso técnico, principal factor de prosperidad que siguió a la Segunda Guerra mundial, desaparecieron a lo largo de los años 1960 o 1970, según los países. La tasa de beneficio provocó su caída. La figura 1 presenta una medida de la tasa de beneficio en las economías de los Estados Unidos y como media de tres países europeos: Alemania, Francia y Reino Unido (ante de los impuestos y del pago de intereses). Es llamativa la similitud de sus respectivas evoluciones. Los cuatro países conocieron una bajada bastante regular y de similar amplitud, cuyo punto más bajo se sitúa en 1981 ó 1982. Como hemos demostrado en diversos trabajos, estos beneficios son el corazón mismo de cualquier explicación de la crisis105[105]. La crisis tuvo numerosas manifestaciones con respecto a los ritmos del cambio técnico y a la inestabilidad económica, pero la disminución de la acumulación y de las inversiones fueron los factores fundamentales de la formación de la oleada de paro estructural desde los años 1970. Ya desde 1982 se anunciaba una subida en la tasa de ganancia. Según la figura 1, la tasa de beneficio volvía a alcanzar, ya en los comienzos de los años 1990, semejantes niveles que los de 1970, tanto referido a los Estados Unidos como para los tres países europeos señalados. Por supuesto, este nivel seguía estando por debajo del alcanzado en los años sesenta, pero una recuperación era ya evidente. La primera curva ( ) de la figura 2, que presenta otra medida de la tasa de beneficio francesa desde 1970, confirma la existencia de esta recuperación parcial de la tasa de beneficio. Además del hecho de que las series comienzan diez años más tarde, las tasas de la figura 2 son claramente inferiores a las precedentes, pues los beneficios se entienden obtenidos una vez deducidos los impuestos, tantos los referidos a la tasa de beneficio como a los impuestos indirectos106[106]. La amplitud de este aumento de la tasa de beneficio es similar a la de la figura precedente, a niveles parecidos a los de 1970. La súbita alza de las tasas de intereses reales prolongó los efectos de la crisis. Los beneficios de la recuperación de la rentabilidad de las empresas se transfirieron a los acreedores, anulando así sus potenciales efectos en materia a la creación de empleo. La figura 2 ilustra la amplitud de esta transferencia en el caso francés. La segunda curva 105[105] Sintetizados recientemente en G. Duménil y D. Lévy: La dynamique du capital, op. cit., nota 1. En relación a las diferencias entre Europa y Estados Unidos, véase Duménil y Lévy (1997): "Structural unemployment in the crisis of the late twentieth century. A comparison between the European and the US experineces", en prensa en Global Money, Capital Restructuring and the Chnaging Pattern of Production, Aldershot, Inglaterra: Edward Elgar. 106[106] Se trata del conjunto de las sociedades, más precisamente las sociedades y cuasi-sociedades no financieras de la Contabilidad Nacional. ( ) tiene en cuenta el efecto de las tasas de interés reales, es decir, corregidos de la inflación, ya que el alza de los precios disminuye el valor de la deuda107[107]. 1. Antes de 1982, las dos curvas se sobreponían a pesar del endeudamiento de las empresas. Y esto es debido a que la inflación la carga que representaba la deuda, al ser prácticamente nula la tasa de interés real. Figura 1: Estados Unidos ( ) y la media de los tres países europeos (Alemania, Francia y Reino Unido) ( ) (1960-1993): tasa de ganancia, en % Estas tasas se refieren al sector privado. El beneficio, en el numerador, es el PIB menos la amortización de capital y menos los costes salariales (ajustados en función de la asalarización). El denominador es el stock de capital fijo (sin viviendas). Los datos proceden de la OCDE. La serie para Europa se detiene en 1991 debido a falta de más datos para el Reino Unido. La tasa de ganancia de los EE. UU. se ha dividido por 1.5 para hacer más evidente la similitud de las evoluciones, y también a causa de que la interpretación de esta brecha plantea un problema en sí misma. Figura 2: Francia (1970-1996): tasa de ganancia de las sociedades no financieras, antes del pago de intereses ( ) y depués ( ), en % El beneficio es el excedente neto de explotación menos los impuestos sobre los beneficios. Está dividido por el capital fijo sin viviendas. El interés restado en la segunda curva es el interés neto y corregido de depreciación de la deuda debida a la inflación. Los datos proceden del INSEE. 2. A partir de esta fecha, la carga se hizo demasiado pasada. Hizo disminuir la tasa de ganancia entre 3 y 5 puntos más o menos, según loa años, mientras que, por otro lado, el tipo de interés subía de un 2% a un 8%. En definitiva, la carga de los intereses comprometía seriamente la recuperación de la tasa de ganancias (recordemos, comparativamente, que el alza del costo salarial era entonces prácticamente nulo). El mantenimiento de estos bajos niveles de rentabilidad explica ampliamente la debilidad de las inversiones de las empresas, la lentitud del crecimiento y, por tanto, la dificultad que presentaba la reabsorción del paro. En tales circunstancias las empresas intentaron liberarse de su carga de endeudamiento, pero la estabilidad de los precios hacía muy difícil esta operación. Esta voluntad de desendeudamiento fue revelada en los estudios como un factor importante de la debilidad inversora108[108]. Y se manifiesta en las altísimas tasas de autofinanciación que aún se mantienen actualmente. Finalmente, hay que señalar que, para las pequeñas empresas, resulta mucho más difícil liberarse de este endeudamiento109[109]. Todos los agentes endeudados, y no únicamente las empresas, fueron afectados por el cambio de política ocurrido en 1970, y este fue el caso, en particular, del propio Estado: 107[107] El tipo de interés real es igual al tip nominal menos la inflación: iR = i - j. Multiplicando esta relación por el stock de deudas neto de activos financieros, se verifica que las transferencias reales equivalen al montante de los intereses pagados, iD, menos la desvalorización de estas deudas, jD: iRD = iD - jD. 108[108] B. Paranque: Compétitivité et rentabilité des entreprises industrielles, Banque de France, B95/06, París, 1995. 109[109] Conseil National du Crédit: Rapport Annuel 1995, París: Fiche thématique 1995. 1. La ruptura del ritmo del crecimiento económico había afectado, ya desde el inicio de la crisis, al crecimiento de los ingresos presupuestarios, a la vez que la evolución de los gastos manifestaba una cierta inercia. En Francia fueron necesarios unos diez años, hasta 1982, para poder ajustar los dos ritmos de progresión, el de los gastos y el del PIB. Mientras tanto, los gastos del conjunto de las administraciones públicas (incluida la Seguridad Social), pasaron de representar un 40% del PIB a un 50%.absorber 2. la deuda de los estados tendía a reabsorberse desde la guerra, a lo que ayudaba las tasas de interés reales. Una parte considerable de esta deuda estaba financiada por títulos a corto plazo, constantemente renovados. Cuando las tasas de interés reales de repente subieron al inicio de los años 1980, fue preciso ajustar estos títulos a los nuevos tipos. Con lo cual, la carga de los intereses dio un salto similar al de la deuda. En estas condiciones fácil es de comprobar que, en ausencia de la carga de interés, el equilibrio del presupuesto se hubiera mantenido, fuera el año bueno o malo. Tal fue el caso en los Estados Unidos, en Alemania, en el Reino Unido y en Francia, siendo Italia una excepción. ¿Fue el alza de los tipos de interés la causa de los déficits? El hecho es que sin la carga de interés, que aumentaba muy de prisa, los presupuestos se hubieran mantenido equilibrados. Esta discusión es enormemente política, y los partidarios del neoliberalismo sostienen que los déficits fueron la causa de los altos tipos de interés y, por ende, del paro. Esta argumentación en por completo errónea y puede ser invertida fácilmente: en un periodo de debilidad de la rentabilidad del capital, las finanzas ponen en práctica un proceso deapropiación mediante un cauce distinto del tradicional circuito del beneficio, la obtención de un excedente a través del impuesto, provocando los déficits. Se podrá objetar el que estos déficits hubieran sido aun mayores si no se hubiera dado el alza de los tipos de interés, implicando con ello una toma del control sobre el gasto. Argumentación sorprendente: era preciso que aumentara el peso del déficit y de la deuda para que la progresión de los gastos fuera moderada, pero, eso sí, ¡no era lo mismo cualquier tipo de déficit (desde luego, no el creado por el crecimiento de esos mismos gastos), debía ser un déficit exógeno, por decirlo de alguna forma, más elevado y acumulativo, impuesto por los propios acreedores! El peso del endeudamiento repercute desde entonces en los hogares o, al menos, en una parte de ellos. Ya se sabe la angustia que ocasiona actualmente el sobreendeudamiento de algunos hogares. Esta cuestión es, por diversos motivos, muy delicada. La población que componen los hogares es muy heterogénea. La fracción más acomodada est acreedora, mientras que otra parte es deudora. Este último fragmento es también en sí misma heterogénea (hay una gran diferencia entre un ejecutivo, cuyo empleo está asegurado, que se endeudará para comprar su vivienda, y un parado, que se endeuda para hacer frente al vencimiento de sus plazos)110[110]. En su globalidad, los hogares franceses estaban en posición acreedora. El crecimiento del endeudamiento de los hogares endeudados data del final de los años 1980. Fueron víctimas de la crisis y de los cambios en la política macroeconómica111[111]. 110[110] Desde este punto de vista, se observan diferencias importantes entre países, en concreto en materia de créditos al consumo. 111[111] La política llevada en un primer momento, tras la llegada de la izquierda al poder en 1981, quizo que Francia no se viera afectada por la recesión de 1982 en la misma medida que los Estados unidos. El ajuste se operó de forma más gradual pero también violentamente en los años siguietnes. A finales de Uno de los efectos más dramáticos del cambio de política monetaria en los Estados Unidos fue, sin embargo, la crisis de la deuda del Tercer Mundo y la carga insoportable que la nueva coyuntura hizo recaer sobre estos países (consideramos aquí el conjunto de países en vía de desarrollo, en el sentido del Banco Mundial). La violencia del choque queda descrita en las figuras 3 y 4: 1. La figura 3 describe la evolución de la tasa de interés real aparente que soportaron estos países (la relación entre la masa de los intereses con respecto al total de la deuda deflactada por la tasa de inflación americana). En un primer momento estas tasas fueron negativas. Fue la época del fuerte crecimiento de la deuda, que fue posible gracias a estas condiciones favorables. El PIB de estos países, expresado en dólares 1992, crecía con gran rapidez. El alza de los tipos de interés frenó de una forma brutal este primer episodio. 2. El crecimiento de la carga de la deuda es bien evidente en la figura 4, que muestra la relación entre el servicio de la deuda (intereses y pago del principal) y las exportaciones de estos países. De 1971 a 1977, esta carga representaba alrededor del 8% de sus exportaciones. Al final de los años 1970, la situación comenzaba ya a deteriorarse en estos países, a la vez que su endeudamiento era cada vez a más corto plazo. La súbita alza de los tipos de interés reales convirtió esta degradación en una verdadera hecatombe. La relación entre el servicio de la deuda y las exportaciones se elevó en sólo pocos años más allá de un 20%, antes de estabilizarse alrededor de un 17%. El crecimiento de la producción de estos países expresado en dólares 1992 se transformó en un brutal disminución112[112]. ¡En 1995 la producción no había alcanzado aún los niveles de 1978! Figura 3: Países en desarrollo (1971-1996): tipos de interés real aparente, en % Se trata del cociente entre la masa de intereses y el total de la deuda (corregida con la tasa de inflación americana). Los datos proceden del Banco Mundial Figura 4: Países en desarrollo (1971-1996): cociente entre carga de la deuda (intereses y principal) y exportaciones, en % Estas observaciones son tan espectaculares que sobra cualquier comentario. Una estrategia de desarrollo -cuya pertinencia habría, por otra parte, que discutir- basada en el endeudamiento, se convirtió en catástrofe por una decisión de política económica tomada por una fracción de las clases dirigentes de los los países dominantes, con un 1986, la economía francesa terminaría por hundirse al final de un periodo de presión que duraba desde 1983 y apuntaba a romper la inflación (el llamado periodo de austeridad). A pesar del elevado nivel del tipo de interés, el crédito fue liberalizado de repente, y la actividad se acelerço. Fue durante este corto periodo de fuerte relanzamiento cuando algunos hogares se endeudaron, sobre todo a corto plazo. La relación entre deuda del conjunto de las familias y su renta disponible, que oscilaba suavemente alrededor del 60%, creció súbitamente hasta el 82% en 1990. Desde esa fecha, sólo ha hecho disminuir. Los hogares endeudados se convirtieron así en víctimas de los avatares de una política que perseguía la erradicación de la inflación jugando peligrosamente con la inestabilidad de la actividad. Esta política creó un problema serio de sobre-endeudamiento, manifestado a comienzos de los 90, cuando acabó la coyuntura de finales de los 80. 112[112] La caída fue del 32% entre 1978 y 1984, y refleja en parte la variación muy fuerte de los tipos de cambio a lo largo de ese periodo. desprecio absoluto hacia un porvenir insostenible para el Tercer Mundo, tal como ocurre con la indiferencia hacia el paro113[113]. 9.3 ¿Quién se beneficia del crimen? Quizá la idea de que determinada clase social pueda sacar provecho de una situación de crisis estructural será considerada excesiva, incluso por algunos de los que tienen una visión crítica sobre el funcionamiento del capitalismo. ¿Tiene o no tiene la clase capitalista en su conjunto interés en la prosperidad general? Esta perspectiva ignora o subestima el carácter antagónico del propio sistema. Más allá de la idea fundamental de la explotación, de la extorsión de la plusvalía, la crisis iniciada en los años 1970 ilustra de una forma más que suficiente las contradicciones de clases que traspasan a las sociedades capitalista. El ejemplo mismo de la inflación es revelador en cuanto a las tensiones de poder y de renta, y de su intrínseco carácter de clase. Frente a la bajada de la tasa de ganancia de los años 1970, la aceleración de la inflación permitió un traspaso formidable de los prestamistas a los prestatarios, poniéndose así remedio, en parte, a las tendencias desfavorables que estaban actuando en aquellas fechas, anulándose, por tanto, de alguna forma la carga del interés. Esta evolución sólo puede entenderse sino como una continuación de los enfrentamientos de los años precedentes. Ya se ha dicho que la crisis de 1929 dejó a las finanzas en una situación de relativa disminución por lo que hace a su poder anterior. Al delirio inflacionista y a la caída de las tasas de interés reales hacia valores negativos vinieron a añadirse el declive de los mercados bursátiles, la reglamentaciones, la autonomía creciente de los cuadros dirigentes de las grandes empresas o de los responsables de sus economías. Las finanzas terminaron ganando en estos dos planos: 1. Introdujeron o, si se quiere restablecieron mecanismos de funcionamiento que consagraban su primacía. Éste es una primera parte del neoliberalismo: la entrada en la sociedad neoliberal ? En todos los casos , las políticas neoliberales coincidieron con estrategias de meter en vereda a cualquier fuerza social que interrumpiera su camino. La perpetuación del paro fue condición para poder volver a controlar el coste salarial, y los déficits públicos se utilizaron para romper la dinámica de los gastos sociales; la crisis de la deuda permitió loa imposición de un modelo neoliberal en el Tercer Mundo. Y hacemos abstracción en este punto de los aspectos políticos de esta reconquista. 2. Las finanzas atrajeron hacia sí a una masa formidable de rentas, en un contesto, sin embargo, marcado por fuertes tensiones sobre el reparto. Y lo hizo a través de su canal tradicional, es decir, de las rentas que la finanzas extraen del sistema productivo y mediante la misma fiscalidad, en tanto en cuanto las finanzas son las poseedoras de la deuda pública. Lo que aquí queremos demostrar es directo y sencillo: las finanzas se han enriquecido enormemente durante la crisis, incluso con respecto a la situación anterior ala misma crisis. Al igual que resulta difícil obtener informaciones sobre los patrimonios & más elevados, de igual forma este aspecto de las cosas no está descrito en toda su crudeza. Y para ello, bastarán algunas cifras. Figura 5: Francia (1970-1996): cociente entre las ganancias (o pérdidas) 113[113] Estas observaciones no significan que todo fuera perfecto antes de la subida de los tipos de interés. obtenidas por las familias de sus activos monetarios y financieros y su renta total, en % Las ganancias tenidas en cuenta en el cálculo de esta variable comprenden en primer lugar los intereses y dividendos recibidos por las familias, más las debidas a la subida de la bolsa, menos la variación del valor de los activos monetarios y financieros (cuantas, títulos de préstamos y acciones) debido al efecto de la inflación. Los datos proceden del INSEE. Figura 6: Estados Unidos ( ), Alemania ( ), Francia ( ) y Reino Unido (x) (1965-11996): cotización de la bolsa, coregida de inflación (1965-70 = 1) Los datos proceden de la OCDE Vamos a ilustrar este proceso desde tres puntos de vista. (1) las rentas familiares; (2) las cotizaciones de bolsas; y (3) la rentabilidad del sector financiero. 1. ¿Cómo hacer evidente el efecto que el cambio de política tiene sobre las rentas familiares? ¿Qué variable podrá sernos de ayuda? Las familias poseen activos financieros y monetarios, algunos de los cuales les procuran un flujo de renta, ya sea en dividendos o en intereses114[114]. Pero algunos de estos activos, como las acciones, sufren importantes variaciones en sus cotizaciones, que deben ser tenidas también en cuenta. El valor nominal de todos estos haberes deben ser corregidos según la inflación. La figura 5 muestra la evolución de esta relación en la renta total de las familias, de las ganancias que resultan de la detención de haberes monetarios o financieros (en definitiva, la resultante de las ganancias y de las pérdidas)115[115]. Hasta 1980, estas ganancias eran prácticamente negativas pues representaba una pérdida media anual de casi un 8% de la renta total percibida por los hogares entre 1970 y 1980, Esta deducción hacía evidente la depreciación de los activos monetarios y de los títulos de que eran titulares las familias. Claramente se ve el efecto del cambio de política monetaria y de la lucha contra la inflación a partir de los años 1980. la variable, inicialmente negativa, se endereza de repente. Y a partir de 1984 llegó a ser netamente positiva, y después osciló alrededor de un 11% como media de la renta familiar entre 1987 y 1996. Esta observación no permite la menor ambigüedad: desde los inicios de los años 1980, es muy fructuoso poseer haberes financieros y monetarios, contrariamente a lo que ocurría anteriormente. 2. Este diagnóstico se ve reforzado si examinamos las cotizaciones de la bolsa, teniendo en cuenta la corrección debida al alza de los precios116[116]. Esto es lo que nos muestra la figura 6 referida a cuatro países: Estados Unidos, Alemania, Francia y el Reino Unido (incidentalmente hay que hacer notar hasta qué punto es sorprendente el paralelismo). Durante la crisis, todos los valores bursátiles cayeron y permanecieron bajos durante diez años, desde mitad de los años 1970 hasta mediados los años 1980, a un nivel alrededor de dos veces inferior al de antes de la crisis; posteriormente, la subida fue 114[114] Se deja de lado la posesión de bienes raíces e inmobiliarios. No se trata de la renta disponible, sino de la renta total antes de las exacciones obligatorias (el total de la cuenta de renta del INSEE). No se cuentan las ganancias debidas a la variación de la cotización de las acciones. 116[116] Divididas por el índice de precios de cada país. 115[115] muy brusca; se alcanzó no sólo el nivel anterior, sino que fue superado en casi un 50%. De nuevo, el recuperación de las finanzas dentro del nuevo orden neoloiberal fue de lo más espectacular. Por último, hay que hacer notar que la hipótesis de una eventual superioridad de los resultados obtenidos por las finanzas norteamericanas sólo podrá sostenerse si hablamos únicamente de los puntos últimos de la curva117[117]. 3. La forma en la que las finanzas supieron, no sólo restablecer, sino mejorar su posición a lo largo de la crisis resulta igualmente evidente si se mira a nivel del sector financiero. Los intereses netos que percibía este sector (su principal fuente de renta) representaban entre un 2 y un 3% del PIB del país. En los comienzos de los años 1980, esta tasa empezó acrecer de una forma regular, hasta llegar a alcanzar el 6% diez años más tarde. Este crecimiento estuvo vio alimentado por las empresas y por el Estado. Esta evolución favorable al sector financiero se reflejó en el nivel alcanzado por su rentabilidad. La figura 7 compara las tasas de ganancia de las sociedades no financieras y financieras definidas de tal forma que permitan tal comparación, es decir, un poco diferente de la figura 2. Se ve en ella que el sector financiero mantuvo más o menos con dificultades una rentabilidad positiva a lo largo de los años 1970, mientras que la tasa de ganancia de las sociedades no financieras iba disminuyendo. El cambio de política monetaria tuvo efectos fulminantes, permitiendo al sector financiero obtener una rentabilidad extraordinaria. Cuando un economista de formación clásica o marxista observa la figura 7, se le viene a la cabeza que tal modificación de las rentabilidades relativas debería haber provocado movimientos de capitales118[118]. Los capitales se lanzaron hacia las finanzas en unas proporciones que no conocían precedentes. El rendimiento de los fondos propios del sector financiero pasó en unos diez años de un 20% a un 55% del PIB francés, y precisamente cuando se producía el alza de la rentabilidad del sector. Esta afluencia no fue sino en un pequeña medida el efecto de la autofinanciación permitida por las tasas de beneficio obtenidas: esta afluencia representaba claramente la afluencia de una financiación exterior. Las proporciones en las que los capitales se repartieron entre las sociedades financieras y las sociedades no financieras se encontraron por tanto profundamente modificadas a lo largo de diez años. La figura 8 describe la evolución de la relación entre los fondos propios de las sociedades financieras y los del conjunto de las sociedades, ya sean o no financieras. Antes del cambio de política, esta relación oscilaba sobre un 13%. A partir de entonces, esta relación fluctúa alrededor de un 27%. Más de la cuarta parte del capital nacional se invierte desde entonces en el sector financiero frente a menos de la sexta parte anterior al alza de los tipos de interés119[119]. Hay que observar. además, aunque incidentalmente que un nuevo reflujo parece iniciarse. Estos mecanismos no son sino la expresión de un fenómeno general de financierización de la economía. Y no estamos sugiriendo que, por propia iniciativa, el capital financiero tuviera la capacidad de beneficiarse a sí mismo, pero el alza de las tasas de interés 117[117] Saber si estos niveles están justificados de alguna manera y si existe, por consiguiente, un riesgo de desestabilización, nos llevaría a otra discusión que no podemos abordar aquí sobre la base del examen de una serie de cotizaciones. 118[118] K. Marx: Le Capital, livre III, tome I, París: Éditions sociales, 1894, ch. X. Sobre este tema, Marx desarrolló directamente los análisis de Smith y Ricardo. 119[119] Mientras que el sector financiero explotaba, el crecimiento de la cantidad de dinero y de crédito se reducía mediante una política restrictiva. ¡No fue el crecimiento de las masas de crédito lo que hizo rentables las finanzas, sino la elevación de los tipos de interés! provocó una asignación excesiva de capital hacia el sector financiero. ¿ ¿Se realizó este movimiento en detrimento y perjuicio de la inversión real ? Esto sería otro tema de debate, que nosotros no hacemos sino mencionar aquí, pues pone en juego la dinámica general de la acumulación en la producción capitalista y de los mecanismos macroeconómicos complejos. 9.4. Vitalidad de las finanzas y fragilidad financiera El neoliberalismo consagra la nueva hegemonía de las finanzas. Partiendo de esta constatación, no resulta extraño observar que las finanzas marcan profundamente con sus características específicas al capitalismo contemporáneo. Para captarlo, es necesario volver a la configuración específica de las relaciones de producción capitalistas modernas, cuya emergencia a principios del siglo veinte ya se ha descrito en la primera parte. Figura 7: Francia (1970-1996): tasa de ganancia de las sociedades no financieras ( ) y del sector financiero ( ), en % El sector financiero incluye los seguros. No puede medirse la rentabiliad de las finanzas según la definición de la figura 1. La comparación de las rentabiliaddes sólo es posible en la definición siguiente. Partiendo del beneficio después de impuestos y neto de intereses, y teniendo encuenta la depreciación de la deuda a causa de la inflación, se añaden los dividendos recibidos y se restan los créditos no recobrados, convertidos en pérdidas. El denominador es el valor de los fondos propios (activos menos deudas). Figura 8: Francia (1970-11996): cociente entre los fondos propios de las sociedades financieras y los fondos propios totales del conjunto de sociedades, en % El capitalismo del siglo XX está por completo marcado por la automatización de la propiedad con respecto al objeto poseído, y, en el caso que nos ocupa, con el aparato productivo. la separación entre propiedad y gestión es una de las condiciones de esta autonomía, ya que el comportamiento de los negocios en la producción implica una presencia continua y minuciosa, que está ya asumida colectivamente por cuadros, ayudados por los empleados. Pero sobre la base de esta separación se ha llegado a construir un conjunto de instituciones, en concreto mercados (títulos y cambios), según la terminología consagrada, que da todo su alcance a esta autonomía. Desde el punto de vista de las finanzas, el avance de capital debería implicar siempre un carácter inmediatamente reversible. Comprometidos con campo concreto de inversiones, los fondos deberían siempre poder desprenderse de ellos con la mayor facilidad y con el menor coste posibles. Esta movilidad tiene dos aspectos: (1) la posibilidad de entrar y de salir de un campo de inversión; (2) la posibilidad que se desprende de esto, es decir, la de desplazarse de un terreno a otro. Este segundo aspecto puede describirse en términos de movilidad. Históricamente, las finanzas nunca han dejado de construirse instituciones que autorizaran estos desplazamientos. La bolsa constituye el mejor ejemplo de ello, pero lo mismo puede decirse de todos los mercados de activos monetarios y financieros. Cualquier poseedor de un título o divisa debe poder desprenderse de ellos o adquirirlos en cualquier momento. Las finanzas neoliberales ha posibilitado la expansión y el desarrollo de estos mercados hasta alcanzar un nuevo nivel de perfeccionamiento, al hacer desaparecer a las numerosas limitaciones que lo impedía. Hay una contradicción más que evidente entre la realidad de la inversión del capital en la producción, duradera por naturaleza, con sus riesgos específicos, y esta libertad absoluta que las finanzas reivindican. El sistema productivo debe afrontar las crisis estructurales ligadas a las tendencias del cambio técnico y del reparto (sobre todo la bajada tendencial de la tasa de beneficio), así como las recesiones del ciclo coyuntural, y hacer frente a los imponderables que la competencia pueda representar. Las finanzas intentan utilizar sus propios mecanismos para protegerse de estos riesgos al garantizarse las posibilidades de desprenderse de sus compromisos, intentando, a la vez, hacer cargar sobre otros las consecuencias de estas maniobras. De este modo, pueden agravar las crisis e, incluso, originarlas, comprometiendo así el crecimiento y el empleo. Más arriba hemos señalado de qué forma las finanzas habían prolongado la crisis estructural de los últimos decenios en los principales países capitalistas. Sabemos el papel que desempeñan en la crisis japonesa. ¿ Es necesario recordar los ejemplos de Méjico, del Sureste asiático, de Rusia, etc.? Ésta será, pues, la última acusación que haremos contra el neoliberalismo: las transformaciones del capitalismo en la fase neoliberal contemporánea provocan crisis en las que los mecanismos monetarios y financieros desempeñan un papel esencial, provocando un aumento de la inestabilidad intrínseca al sistema. Si lo que queremos, de acuerdo con el título de este trabajo, es enumerar y comparar los costos del neoliberalismo, estas crisis representan algunos de sus fundamentales componentes. Una crisis más general y de alcance mundial, llamada sistémica, sería su punto culminante. CAPÍTULO 10 Paolo Giussani120[120] ELEMENTOS PARA UNA DISCUSIÓN DE LAS CRISIS FINANCIERAS El poderoso aumento de la especulación financiera y monetaria a partir de finales de los años setenta, que ha llevado a la economía mundial a un estado de creciente fragilidad financiera, puesto de manifiesto por síntomas variados --como por ejemplo, por citar sólo algunos de los más impactantes, pero ciertamente no los únicos, la caída de las bolsas de octubre de 1987 o la sensible caída del mercado mundial de obligaciones (alrededor de un 25%) durante 1994, por no hablar de los peligros de crisis financiera mundial que tantos analistas advirtieron a partir de las crisis experimentadas en los últimos años en Japón y el sureste asiático, Brasil, Rusia, etc.--, ha traído a primer plano la urgencia de un desarrollo de los análisis empíricos y teóricos de las finanzas y el crédito, sobre todo entre los economistas marxistas, clásicos y postkeynesianos. Mientras tanto, los monetaristas y los neoclásicos se han limitado hasta muy recientemente a fingir que no veían lo que estaba ocurriendo ante sus ojos, como parte esencial para tener éxito en su propaganda de que un desastre financiero del tipo del de 1929-30 no sólo no podía repetirse sino ni tan siquiera perfilarse en el horizonte. En realidad, sin ser la fragilidad y las crisis financieras un fenómeno nuevo en absoluto, tampoco lo son los intentos de analizarlas, sino más bien los de prolongar y poner al día las elaboraciones ya existentes y quizás un tanto anticuadas [**]. Examinemos por tanto las principales y más interesantes teorías existentes, para abordar después los problemas que todavía están abiertos, especialmente en relación con la fase crítica que atraviesa el capitalismo contemporáneo. 10.1. Karl Marx Desde el punto de vista de la teoría económica de Marx, las crisis financieras son un producto de la existencia y del desarrollo del sistema crediticio, sin el cual no podrían ni siquiera tener lugar. Es verdad que la existencia del dinero implica la posibilidad de la separación espacio-temporal entre la venta y la compra de las mercancías, pero tal posibilidad permanece en estado latente hasta que no se desarrolla sobre esa base una circulación puramente crediticia basada en cadencias temporales definidas. La evolución de un sistema crediticio autónomo y de un mercado del dinero y de los capitales monetarios implica la posibilidad de disociación de la dinámica de la renta de los capitalistas monetarios (los intereses) respecto de la dinámica de las rentas de los capitalistas productivos (el beneficio), y con ello la potencial insolvencia de estos últimos. Marx define las crisis financieras como situaciones de iliquidez general, y en cualquier caso las hace depender la explosión, en última instancia, del descenso a largo plazo de la tasa de ganancia. Sin embargo, el mecanismo que debería conectar los dos fenómenos, descrito en el volumen III de El Capital, está muy lejos de ser claro, por cuanto es bastante drástico en la afirmación de que las crisis financieras están determinadas por un parón imprevisto en la práctica del crédito, cuya extensión habría sido conducida "más allá de los límites fisiológicos" del aumento vertiginoso de una 120[120] email: 106642.534@compuserve.com demanda de dinero que no va en busca de inversiones sino que aspira a hacer frente a deudas anteriores ya vencidas. La aceleración del aumento de la demanda de medios de pagos comporta una alza, más o menos rápida, del tipo de interés, ligado de cualquier forma al movimiento de las reservas bancarias, que puede acabar superando, incluso con claridad, el nivel alcanzado por la tasa de ganancia bruta. La política del banco central --analizada por Marx en relación a la controversia de su época entre la Currency School y la Banking School-puede sin embargo ser tal que aumente la disponibilidad momentánea de moneda, y, por tanto, la tasa de liquidez, alejando el peligro de un hundimiento generalizado; circunstancia ésta muy relevante ciertamente, en la que muchos ven aspectos comunes con la teoría keynesiana. Podemos, por tanto, resumir del modo siguiente, la cadena causal de acontecimientos que contiene la teoría de Marx: (1) Disminución a largo plazo de la rentabilidad del capital productivo ↓ (2) Descenso de la solvencia a medida que vencen las deudas ↓ (3) Aumento de la demanda de dinero como puro medio de pago ↓ (4) aumento del tipo de interés ↓ (5) Restricción del crédito. Insolvencia general ↓ (6) Crisis. Deflación. Liquidaciones forzadas De esta forma, sólo recientemente se ha reemprendido la teoría marxiana, y sólo por un número más bien pequeño de autores, siendo todavía muy grande el número de quienes se limitan a afirmar más o menos vagamente la existencia de una relación entre la disminución de la tasa de ganancia y la crisis. Pero la reducción gradual de la tasa de ganancia que se supone en la teoría marxista no puede provocar por sí misma ninguna detención del proceso de acumulación, y mucho menos una crisis financiera y crediticia de alcance general. Como máximo, puede tender lentamente a reducir la tasa de acumulación al hacer bajar el límite teórico máximo de esta última. Por tanto, deja todavía muy abierta la cuestión de cómo pueda pasarse del hecho (1) al (2) en el cuadro anterior, que es lo que nos interesa principalmente. 10.2. Makoto Itoh A Makoto Itoh le corresponde el mérito, entre otros, de haber afirmado con precisión dos cosas: a) Que sin crisis crediticio-financiera no puede haber un parón o una obstrucción seria de la acumulación en la esfera productiva y comercial; b) que la conexión entre el evento (1) y el (2) en el cuadro anterior, aun siendo crucial, no resulta como algo evidente del tratamiento dado por Marx a la cuestión. El complemento que propone Itoh consiste en recurrir al aumento de la especulación, un elemento que ya está presente en el desarrollo de El Capital, pero que no queda integrado con el resto de la obra. Itoh considera el crédito comercial --es decir, el crédito que se conceden recíprocamente los capitalistas industriales y comerciales mediante la emisión de letras**-- como la base de todo el sistema crediticio, en el que los bancos desempeñan fundamentalmente la función de instituciones de descuento cambiario. En las fases de expansión, caracterizada entre otras cosas por precios crecientes de las mercancías, se alcanza un punto en el que las mercancías comienzan a adquirirse por parte de algunos agentes con el propósito, no de ser revendidas normalmente en el circuito comercial, sino con el objetivo de estar almacenadas en caso de acelerarse el movimiento ascendente de los precios y ganar así unas ganancias a corto plazo. La financiación crediticia de este tipo de actividad especulativa aumenta la demanda de capital monetario más allá del nivel fisiológico, elevando, de forma más o menos rápida, el tipo de descuento (y de interés) incluso bastante por encima de la tasa de ganancia corriente, que está bajando simultáneamente a causa de la presión salarial, con la consiguiente aparición de problemas a la hora de devolver regularmente el flujo de pagos a su debido vencimiento. De esto se sigue que la fenomenología ya apuntada está resumida en el cuadro anterior. Siendo ésta una teoría coherente, aunque meritoriamente basada en oportunas concesiones endógenas del dinero crediticio **, obsérvese que el descenso, a largo o a corto plazo, de la rentabilidad del capital --en cuya versión de profit-squeeze se basa Itoh-- no es un ingrediente estrictamente necesario de este tipo de hipótesis. El análisis de la dinámica del capitalismo contemporáneo no permite que nos limitemos, por consiguiente, al crédito comercial y a la simple especulación a partir de stocks de mercancías. 10.3. Hyman P. Minsky La extensión de una teoría del tipo Itoh al crédito de inversión y a la especulación de títulos (el conjunto de lo que Marx llama capital ficticio) puede encontrarse en Hyman P. Minsky, en forma de una reinterpretación y un acabado de la teoría keynesiana de la acumulación. Minsky parte del supuesto de que el crecimiento capitalista es esencialmente inestable, ya que en él operan de forma incesante procesos internos que tienden a transformarlo en un boom de tipo especulativo caracterizado por una creciente fragilidad financiera. Por fragilidad financiera se entiende, según Minsky, un estado en el cualquier acontecimiento, aun el más corriente, puede generar una cadena general de insolvencias y, por tanto, de liquidaciones forzadas. El grado de fragilidad financiera está determinado por la situación financiera media de las unidades económicas, por el nivel de liquidez y por la cuota de recurso al crédito para financiar las inversiones. El factor dinámico crucial es el endeudamiento creciente de las unidades económicas por el aumento de las inversiones en el curso de las fases de expansión, aumento determinado por el hecho de que deudas mayores implican para los capitalistas mayores beneficios en virtud del 'teorema de Kalecki', según el cual "los trabajadores gastan lo que ganan, mientras que los capitalistas ganan lo que gastan". El resultado final de esta carrera de deudas es una reducción progresiva de la liquidez, y al mismo tiempo la aparición de posiciones financieras deterioradas (uso del crédito para hacer frente a problemas de liquidez inmediatos; uso del crédito para refinanciar el pago de los intereses). Se extiende la parte de la demanda de capital monetario que es insensible a los cambios en el tipo de interés: el tipo de interés sube también de forma acelerada. El número de insolvencias y de quiebras aumenta, haciendo cada vez más cierto el peligro de una cadena universal ovvero ** de una deflación en las deudas. La tendencia al crecimiento de los tipos de interés produce tres importantes efectos: a) las obligaciones de pago al contado tienden a superar los ingresos; b) el valor de mercado de la actividad (a largo plazo) tiende a disminuir en relación con los pasivos (corto plazo); c) los prestamistas de capital monetario tienden a contraer, de forma más bien imprevista, el volumen de crédito disponible. Se deriva de lo anterior que la acumulación de capital empezará a disminuir su ritmo, cuando no a declinar directamente, con el subsiguiente efecto de reducir los beneficios (que depnden del nivel de la inversión), lo que no puede dejar de exacerbar aun más los problemas de liquidez, hasta llegar a la liquidación forzada de la actividad para obtener dinero en efectivo, fenómeno que Minsky identifica con la explicación de la crisis finaniciera. Si este hecho, hacia el que conduciría el curso espontáneo de las cosas, puede conjurarse, o lo ha sido hasta ahora, o al menos se ha mantenido latente, ha sido gracias a la intervención más o menos oportuna y solícita del banco central, en cuanto 'prestamista de última instancia', y también debido al aumento del déficit público que contribuye a mantener elevados los beneficios de las empresas. 10.4. Martin H. Wolfson En tiempos bastantes recientes, Martin H. Wolfson ha tratado de unir un análisis empírico preciso de las crisis financieras de la historia estadounidense de la posguerra con un modelo teórico en el que se podría encontrar juntos la influencia de la teoría de Marx y la importancia concedida por Minsky a la dinámica del proceso de fragilidad financiera. El escenario de fondo de la teoría de Wolfson lo constituye la teoría marxiana del descenso de largo plazo en la rentabilidad del capital, que ofrece el terreno necesario para la puesta en movimiento del mecanismo de las crisis financieras, fundamentalmente originado por la divergencia entre las obligaciones ligadas al servicio de la deuda por parte de los capitalistas productivos y los beneficios brutos. Según Wolfson, en las cercanías del punto superior del ciclo económico, y debido a la aceleración de la disminución de la tasa de ganancia, se deterioran las condiciones financieras de las empresas, y sus ingresos brutos dejan de ser suficientes para satisfacer las obligaciones de pago. La respuesta de las sociedades es un recurso acrecentado al crédito bancario y/o al mercado de obligaciones a corto plazo, no con el fin de proseguir o extender las inversiones, sino sólo para hacer frente a los vencimientos acumulados. Como consecuencia de ello**, los bancos comerciales ven aumentar el número de impagados en los vencimientos preestablecidos y reducirse sus reservas. La política monetaria del banco central se restringe, dejando así a los prestamistas en la desagradable situación de tener que afrontar una mayor demanda de crédito por parte de los deudores menos solventes con reservas que al mismo tiempo están disminuyendo. Los bancos comerciales reaccionan limitando en seco el crédito para los nuevos clientes, o para los menos importantes, y para las instituciones no mercantiles, para concentrarse en sus clientes tradicionales, especialmente en las grandes sociedades. Al mismo tiempo, los bancos comerciales alteran la estructura de su propia cartera reduciendo las inversiones en títulos respecto a los préstamos de capital monetario por el lado de la actividad, y recurriendo mayoritariamente a fondos como los certificados de depósito, que tienen obligaciones de reserva ** inferiores, por el lado del pasivo ** (ver antes attivitá, passivitá**]. Sin embargo, todo esto aumenta la inseguridad general puesto que este tipo de fondos no está asegurado y es muy volátil. En un contexto así, cualquier suceso imprevisto puede desencadenar una crisis financiera originada por una cadena de insolvencias que interrumpe el abastecimiento normal de crédito. Cuando se inicia un suceso de este tipo, el comportamiento general se caracteriza por una intensa, casi desesperada, búsqueda de liquidez que hace necesaria la venta forzosa , y pone fuera de juego al mercado financiero. La fase aguda de la crisis financiera comienza a pasar con la reducción de la intensidad de la demanda de liquidez, sobre todo mediante la acción del banco central como proveedor de reservas líquidas de última instancia. Sin embargo, este tipo de acciones, aunque consiguen poner remedio a la fase aguda de la crisis, no es capaz por sí misma de eliminar la elevada vulnerabilidad de la economía, que puede superarse tan sólo mediante la mejora en la rentabilidad del capital, fuente última del aumento regular del crédito. 10.5. E. Ray Canterbery En una contribución aun más reciente, basada en el análisis de la experiencia de los años de las administraciones Reagan y Bush y en la crítica de la tristemente célebre Reaganomincs, E. Ray Canterbery ha propuesto una interpretación original de la crisis financiera, como una crisis generada por un 'efecto Casino', una forma especial de fragilidad financiera, en la estela de Minsky y Marx. Canterbery parte de la comprobación de que la contabilidad nacional infraestima groseramente el ahorro, al omitir en él los cálculos de las variaciones del valor nominal de los activos financieros, el objeto y fin fundamental de la actividad especulativa. En este contexto, interpreta la permanente reducción de los tipos marginales de imposición sobre las rentas más elevadas impuesta por Reagan (aunque iniciada ya bajo la administración Carter) como la aplicación de una leva para la creación de liquidez (ahorro) con fines especulativos. Por cuanto ** las transacciones y las rentas derivadas de la actividad financiera escapan a la limitada percepción de la contabilidad nacional estándar, todo el sector financiero y crediticio gira en torno a ello: bancos, cajas de ahorro, brokers son empresas que tienen la característica muy particular de detentar un pasivo que son activos de otras empresas e individuos. En el transcurso de los años 80, el movimiento de esta relación ha constituido el fundamento de lo que llama Canterbery 'el efecto Casino'. Una vez puesto en marcha, el proceso de crecimiento de los valores nominales de los activos financieros y mobiliarios tiende a asumir un carácter exponencial, perdiendo rápidamente cualquier relación con el crecimiento de los valores de los stocks físicos de capital productivo y mercantil. Un fenómeno así se observa sobre todo desde finales de los años 70, pero quizás también en la década anterior, mientras que durante los 50 y 60 se mantenía una relación más o menos constante entre crecimiento de los valores de los stocks productivos y de los stocks financieros. Las consecuencias de este 'efecto Casino' se miden sobre todo en el crecimiento inmanente de la cuota de los intereses (la única categoría de renta que creció en los 80 y 90) en la renta nacional, y en la evaporación de la liquidez crediticia, descenso, este último, que ha llegado al punto de haber provocado virtualmente la extinción del sector de las cajas de ahorro, haber puesto bajo una terrible amenaza al sector de seguros, y en una aguda tensión a todo el sistema bancario. Si se considera el clima político, Canterbery ve, por ejemplo, en una revuelta fiscal potencial de los contribuyentes una amenaza permanente a todo el edificio actual de la economía de los Estados Unidos, que está en una situación de fragilidad financiera extrema por segunda vez en la historia de este siglo. 10. 6. El periodo 1929-1930 En la historia del capitalismo moderno, que desde la mitad del siglo pasado hasta hoy ha experimentado más de treinta ciclos cortos, hubo sólo una ocasión en la que una crisis financiera sirviera de prólogo a una depresión económica de amplio alcance. La sucesión de acontecimientos que condujo al hundimiento de Wall Street en octubre de 1929, a la parálisis crediticia de unos meses más tarde, y de esta última a la depresión más aguda registrada hasta el presente, es seguramente el material experimental más interesante e ilustrativo del que disponemos para formular y examinar la comprobación de modelos teóricos. Y no es ciertamente una casualidad que en los últimos tiempos haya renacido tan claramente el interés por el periodo 1929-30. El hecho de que, a pesar de que la conexión entre la hiper-especulación de los años 1921-29 y la caída de los valores nominales de los títulos se diera siempre por descontado, el mecanismo concreto parece difícil de desvelar; tanto es así que contamos con algunos autores que aseguran que hundimiento financiero y depresión son fenómenos adyacentes en el tiempo pero separados funcionalmente, y muchos otros según los cuales el nexo causal no procede de las finanzas hacia el sector productivo sino al contrario. Tabla 1. Estados Unidos. Destino del capital monetario prestado. 1920-1929. Préstamos sobre títulos Préstamos sobre títulos Inversiones en títulos de en % del total en % del total de sociedades como % de préstamos e inversiones la inversión total 1920 1922 1924 1926 1928 1929 31 35 36 40 44 45 22 25 26 29 30 34 Nd Nd Nd 40 42 42 La tabla muestra un considerable aumento de la deuda con fines especulativos en el curso de los años veinte: mientras el crédito total creció entre 1921 y 1929 un 160% aproximadamente, el crédito para títulos aumentó en más del 200%. La idea de que en el curso de este periodo los bancos comerciales se volcaron en prestar saldos a clientes que los utilizaban para especular después en la bolsa se ve reforzada por la comprobación del gigantesco incremento de la exposición de los bancos a la financiación de la adquisición de acciones: de un nivel de 3.1 miles de millones de $ en 1926 a 8.5 mil millones en 1929 (¡un incremento del 174%!). El crecimiento inmanente de esta exposición queda todavía bastante oscuro debido a la circunstancia de que la relación entre endeudamiento de los brokers y valores de mercado de los títulos permaneciera prácticamente inalterada (entre el 8.5% de 1926 y el 9.7% de 1929) gracias al impresionante incremento paralelo de la cotización nominal de los títulos. No se observa un incremento apreciable del endeudamiento en relación con las rentas brutas y las inversiones en el sector industrial considerando en su conjunto, el cual sin embargo se expuso al mismo riesgo mediante el uso de la financiación por medio de la emisión de acciones, circunstancia que puede considerarse equivalente a una transferencia de la deuda desde el sector industrial a los demás sectores; a pesar de ello, para un cierto grupo de ramas y de empresas industriales y comerciales los años 20 señalan un continuo incremento de la deuda a corto plazo. Lo que falta todavía en el análisis de la Gran Depresión de los años 30 es la individualización tanto del factor concreto que la desencadenó como del mecanismo exacto de repercusión del hundimiento de la cotización de los títulos sobre la liquidez bancaria, ya que el riesgo evidente es imaginarse algo similar a un círculo vicioso: la disminución de la liquidez interrumpe el flujo de crédito con destinos especulativos, el valor de los títulos disminuye catastróficamente, se deriva de ello una cadena de insolvencias que destruye liquidez y crédito. Está bastante claro que la contracción inicial de la liquidez --señalada, supongamos, por un aumento imprevisto en los tipos de interés-- debe ser un fenómeno diferente de la reducción final de la liquidez, caracterizada por la imposibilidad de muchos bancos de hacer frente a sus propios riesgos. En cualquier caso, la fenomenología de la crisis financiera del 1929-30 en parte escapa todavía a los modelos propuestos por dos motivos principales: a) la gravedad y difusión de la crisis están fuera del alcance de los simples modelos cíclicos (Itoh, Wolfson); b) en muchos modelos la especulación como inversión para la ganancia por variación del precio a corto plazo de los stocks no está presente (Minsky), y donde sí lo está, se limita (al respecto, el 'efecto Casino' de Canterbery es una excepción) a la especulación sobre el capital mercancía en la fase expansiva, sin prever todavía el papel del capital ficticio y de su propia creación por motivos especulativos. 10.7. Problemas actuales Tras casi una década de estancamiento económico interrumpido por dos recesiones mundiales, los años ochenta los años 80 se presentaron ante el mundo arriesgando** una tercera, aun más violenta, contracción productiva y la emergencia de una onda especulativa capaz de hacer borrar cualquier recuerdo del pasado. Desde entonces, con varias crisis financieras y entre continuos patemi** más o menos fundados, la actividad especulativa se ha mantenido siempre extremadamente elevada, generando el huevo de serpiente de una política económica totalmente regresiva impuesta en todos los países sin ninguna excepción y sin encontrar ninguna verdadera oposición. La muy notable subida de la cotización de los títulos, la extensión del crédito con fines especulativos, las espectaculares oscilaciones en la evolución de los tipos de cambio, la subida de largo plazo de los tipos de interés reales, la débil --a pesar de los esfuerzos-recuperación de la rentabilidad del capital, son todos elementos que la dinámica prevaleciente desde el inicio de los años 80 tiene en común con la evolución ya observada en los años veinte. A esto se añade un rasgo más bien preocupante, un endeudamiento total más elevado en relación con la renta bruta, un riesgo más marcado de la deuda ante el corto plazo y la continuación del descenso tendencial de la tasa de acumulación, que parece completamente insensible a las mejoras, por leves que sean, de la tasa general de ganancia. La idea tradicional keynesiana, en parte compartida también por Wolfson, de que la fase aguda de las crisis financieras pueda resolverse con la intervención del banco central como proveedor final de liquidez, se está viendo erosionada cada vez más por el creciente desequilibrio de fuerzas entre la capacidad de los movimientos internacionales instantáneos de masas de capital monetario (iguales a unas 25 veces el volumen del comercio mundial) y la limitada liquidez que poseen los bancos centrales aislados. Muchos autores han subrayado la progresiva restricción en la creación de crédito desde finales de los años 80, sobre todo en relación con las crecientes demandas de liquidez para satisfacer obligaciones pasadas, en parte no trascurabile** pero no sólo procedentes del sector productivo (que en muchas descripciones de la Gran Depresión aparece como la víctima pasiva de una crisis que se origina fuera de su terreno). La idea, ya presente en Marx y brillantemente retomada por autores como Minsky, Itoh y Wolfson, de que un desequilibrio financiero acumulativo tenga que reaccionar finalmente sobre el sistema productivo, paralizando su sistema circulatorio, está encontrando nueva confirmación y proporcionando la base para una oleada de notables estudios teórico-empíricos sobre un desastre ya anunciado. CAPÍTULO 11 Andrew J. Kliman121[121] DEUDA, CRISIS ECONÓMICA Y CAÍDA TENDENCIAL DE LA TASA DE GANANCIA: UNA PERSPECTIVA TEMPORAL Tras el reciente éxito de Brasil a la hora de obtener nuevo crédito, el financiero George Soros y Michel Camdessus, del Fondo Monetario Internacional, declararon que la crisis global se había terminado. Quieren decir que el mundo se ha vuelto nuevamente seguro para nuevas inversiones de capital. Incluso si fuese cierto, cientos de millones de personas en el Este de Asia, Rusia, Brasil, etc., se han visto sometidas --y todavía lo están-- a inmensos padecimientos como consecuencia de la crisis. El supuesto ** fin de la crisis tan sólo significa que las crisis permanentes no existen en el capitalismo. Más bien, el sistema transita ** de crisis en crisis. El propio Soros están a la espera de la siguiente. En mi opinión, el problema fundamental es el antagonismo entre dos aspectos del proceso de producción --la producción de valores de uso (bienes y servicios) y la producción de valor--, que es la naturaleza misma del modo de producción capitalista. Por una parte, éste "tiende hacia un desarrollo absoluto de las fuerzas productivas [...] mientras que por otra parte su objeto es mantener el valor del capital existente y valorizarlo [expandir su valor] en la mayor medida posible" (Marx, 1981b, pp. 357-58). Pero, al crecer la productividad, los valores de las mercancías bajan. Este fracaso del valor para "autoexpandirse" suficientemente lleva a caídas** en la producción de valores de uso, precisamente porque esta producción y la producción de valor no son sino aspectos diferentes de un mismo proceso de producción. La última crisis ha aparecido en forma de una crisis de sobreproducción, o de insuficiente demanda y de crisis de deuda. De acuerdo con esto, las cuestiones principales que abordaré en este artículo son: (1) ¿qué determina el crecimiento de la demanda?; (2) ¿Qué determina el volumen sostenible de deuda? El primer objetivo del artículo es poner de relieve que el núcleo de la respuesta a ambas preguntas es: el crecimiento del valor nuevo. En vez de ser un apéndice "metafísico" sin influencia sobre las relaciones reales --que es a lo que lo reducen las teorías atemporales--, el valor y sus tasa de autoexpansión en el tiempo son el determinante crucial de la dinámica del capitalismo. Ejerce una influencia decisiva en la tasa de ganancia, que a su vez influye sobre la demanda de inversión y, por tanto, sobre la demanda agregada. Un crecimiento excesivo de la deuda puede definirse, por otra parte, con referencia a la tasa de crecimiento del valor, porque es ésta la que determina qué volumen de deuda es sostenible. Si esto es correcto, podemos plantearnos una cuestión adicional: "¿qué determina la tasa de crecimiento del valor?". Según la teoría de Marx, la determina el crecimiento del empleo, o, más exactamente, el del trabajo vivo que se extrae en la producción. El 121[121] Department of Social Sciences, Pace University, Pleasantville, NY 10570, USA; Tel. (212) 5800206; emails: Andrew_Kliman@msn.com y akliman@pace.edu segundo objetivo del artículo consiste en sostener que esta teoría puede explicar los fenómenos relevantes mejor que la teoría dominante en los círculos marxistas, según la cual la tasa de ganancia (e, implícitamente, la autoexpansión del valor) se determina fundamentalmente por la productividad. Lo que debe explicarse es la coexistencia de los siguientes fenómenos: (1) el crecimiento lento, cuando no negativo, del empleo; (2) la creciente productividad, incluyendo una revolución en la microelectrónica que ha sido calificada de Tercera Revolución Industrial; (3) la tendencia decreciente de los precios, recientemente intensificada; (4) el peso creciente de las deudas pública y privada; y (5) las crisis económicas que aparecen bajo la forma de crisis de sobreproducción y de deuda. 11.1. Tautologías versus explicaciones En un trabajo reciente sobre la crisis que ha sido muy polémico, Robert Brenner (1998, p. 8) afirma que la "naturaleza no planeada, no coordinada y competitiva" del capitalismo privado impulsa a las empresas a competir por la vía de la expansión. Se expanden sistemáticamente más deprisa de lo que la demanda permitirá en el largo plazo: "hay una demanda insuficiente para permitir que empresa con costes crecientes mantengan sus antiguas tasas de ganancia" (Brenner, 1998, p. 25). El resultado es una crisis de exceso de capacidad y de sobreproducción, es decir, un exceso de producción por encima de la demanda. Un fallo básico de esta argumentación es que se trata de una tautología, más que de una explicación de la crisis. Como afirmara Marx (1981a, p. 486), "es una pura tautología decir que las crisis son provocadas por una falta de demanda efectiva o consumo efectivo [...] El hecho de que las mercancías no se puedan vender sólo puede significar que no se han encontrado suficientes compradores para ellas". Atribuir la crisis a un exceso de la producción sobre la demanda equivale, en otras palabras, a afirmar que hay una crisis. No supone ni siquiera el comienzo de una explicación de cuál ha sido su causa. Para ello, se necesitaría explicar por qué el volumen de producción ha demostrado ser excesivo, es decir, por qué la demanda ha sido insuficiente para permitir que se pudiera vender todo a los precios existentes. Brenner no se preocupa por ofrecer una explicación de este punto. Greider (1997), otro reciente defensor de la tesis de la sobreproducción, también se muestra incapaz de hacerlo. La tendencia a sustituir las explicaciones por simples tautologías también se observa en la moda de atribuir la crisis económica en Asia a la sobre-expansión del crédito. Esto es el mismo tipo de **petición de principio que la tesis de la sobreproducción. Que se dé una salida repentina de capital de una región significa precisamente que la expansión crediticia anterior ha demostrado ser, a posteriori, excesiva. El fenómeno se ha descrito de una forma distinta , pero no se lo ha explicado. Una observación similar es pertinente respecto de la "hipótesis de la inestabilidad financiera" de Minsky (1982). Al insistir en el aumento excesivo del endeudamiento -financiación especulativa y "Ponzi"??-- que tiene lugar en las épocas tranquilas, esta teoría ofrece valiosos análisis de las condiciones que permiten que los "shocks" de la economía se conviertan en crisis de pleno derecho**. Sin embargo, se deja sin explicar por qué la carga de la deuda es excesiva: ¿con relación a qué se ha hecho excesiva? Al igual que autores como Brenner y Greider necesitan explicar por qué la demanda no puede seguir el ritmo de la producción, las explicaciones basadas en el lado financiero de la crisis necesitan explicar por qué la capacidad de la economía para absorber el crédito no puede seguir el ritmo de su capacidad de creación. Podemos preguntarnos de nuevo: ¿Qué determina el crecimiento de la demanda, y qué determina el volumen sostenible de deuda? Sólo con una respuesta conjunta a ambas preguntas puede pasase de la tautología a la explicación. 11.2. El subconsumismo tradicional En contraste con Brenner y Greider, las antiguas teorías "del lado de la demanda" han intentado explicar qué determina el crecimiento de la demanda. El punto central es siempre que la demanda total está finalmente determinada por la demanda de bienes de consumo, que está limitada en forma estricta por las necesidades biológicas y/o por el desarrollado limitado de las necesidades en un marco capitalista. Los subconsumistas reconocen, por supuesto, que la demanda de inversión constituye una fuente adicional de demanda, y que se determina además de forma distinta, en particular por el deseo que muestran las empresas por incrementar la producción. Sin embargo, mantienen que el aumento de la producción está limitado por la demanda de los bienes de consumo porque, de forma directa o indirecta, "el proceso de producción es y debe seguir siendo, con independencia de su forma histórica, un proceso de producción de bienes para el consumo humano" (Sweezy, 1970, p. 172). La demanda de bienes de consumo, por tanto, también pone límites al gasto en inversión. Dado el limitado crecimiento de la demanda de consumo, y el más rápido crecimiento potencial de la producción que resulta del progreso técnico, se deriva una tendencia crónica, estructural, a que la producción agregada supere a la demanda agregada. Esta situación es, por supuesto, insostenible en el largo plazo. Cuando el crecimiento de la producción sobrepasa el límite impuesto por la demanda de consumo, se producen las crisis de sobreproducción. O bien la producción y el empleo caen, o caen los precios, o bien se produce una combinación de ambos descensos. Es un mérito considerable que los subconsumistas hayan intentado explicar **directamente por qué la demanda no puede seguir el ritmo de la producción. Sin embargo, su afirmación principal, que la expansión de la producción capitalista está limitada por la demanda de consumo, resulta ser falsa. Esto lo demostró Marx en primer lugar, en sus esquemas de reproducción del volumen II de El Capital. Él no negaba la tendencia al subconsumo, pero mostró que esa tendencia no era ningún obstáculo insuperable para la expansión de la producción (Dunayevskaya, 1989, p. 126). Una parte de la producción total consiste en bienes de consumo, y otra en medios de producción que se usarán, directa o indirectamente, para producir bienes de consumo en el futuro. La demanda de consumo pone límites a la expansión de esas fracciones de la producción. Sin embargo, Marx demostró, en primer lugar, que existe otra parte de la producción, medios de producción, que se usarán para producir medios de producción adicionales, que a su vez producirán más medios de producción, y así sucesivamente. (El hierro, por ejemplo, se usa para producir acero, y éste para producir equipo minero, que a su vez se usa en la producción de hierro, etc.) El crecimiento de esta parte de la producción no está limitado por el "consumo humano", ya que sus demandantes no son los humanos, sino los capitales. Marx demostró también que el crecimiento en condiciones capitalistas requiere por lo general una expansión de la proporción que representa esta parte de la producción en la producción total122[122]. Por tanto, en vez de ser un sistema que produce con el fin de satisfacer el consumo, el capitalismo es cada vez más un sistema de producción para la producción. En vez de intentar refutar estas demostraciones --algo imposible, pues son válidas--, los subconsumistas las rechazan simplemente a favor de lo que ellos consideran que es la realidad, es decir, su dogma de que incluso la producción capitalista es producción destinada al consumo123[123]. Las explicaciones deben, por supuesto, corresponder a la realidad; el problema es, sin embargo, que los esquemas de reproducción de Marx demuestran que el dogma subconsumista no lo hace. Precisamente porque la parte de la producción que no está limitada por la demanda de consumo representa una parte creciente del total, la producción puede crecer más deprisa que el consumo, incluso en el largo plazo. Por tanto, si la expansión de la producción no está limitada por la demanda de consumo, y la demanda de inversión responde al deseo capitalista de aumentar la producción, se sigue de esto que la demanda de consumo no puede suponer un límite insuperable al crecimiento de la demanda de inversión. Las referencias al subconsumo son, por tanto, incapaces de explicar qué es lo que determina la demanda total. Esto significa que el subconsumo no puede ser una explicación de la crisis. Si la demanda de inversión es suficientemente fuerte, no habrá crisis a pesar de los límites con que se enfrenta el crecimiento de la demanda de consumo. Si, por el contrario, la demanda de inversión es demasiado débil, de forma que estalla una crisis, la falta de demanda de inversión, y por tanto la crisis, no pueden deberse al subconsumo. Casi todo el mundo reconoce que lo que realmente regula la inversión es la rentabilidad, es decir, los beneficios pasados que la financian y las expectativas de beneficios futuros que incentivan su existencia. Tras el descenso del gasto de inversión se encuentra, sin embargo, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Los teóricos de la demanda estarían de acuerdo. Sin embargo, afirman que la falta de demanda en el mercado es lo que deprime la tasa de ganancia, que es lo que a su vez lleva a un volumen insuficiente de inversión. No obstante, tal como acabamos de ver, la insuficiencia en el gasto de inversión debe ser presupuesta primero para poder explicar la falta de demanda. Los subconsumistas caen en un razonamiento circular. ¡Su explicación se reduce a la afirmación de que la falta de inversión es la causa de la falta de inversión! Sólo si se da la vuelta a esa relación causal es posible liberarse de esa circularidad. Es la tasa de ganancia la que regula la demanda de inversión, y por tanto la demanda total, y 122[122] Un descenso de los coeficientes input-output podría servir de contrapeso a esta tendencia. "Todo intento de desatender este hecho fundamental representa una huida de la realidad ...[La existencia de] los esquemas de reproducción que demuestran aparentemente lo contrario no cambian la cuestión en lo más mínimo: la producción es producción para el consumo" (Sweezy, 1970, p. 172). 123[123] no al revés. La tendencia decreciente de la tasa de ganancia no puede ser, por tanto, el resultado de problemas de "realización" en el mercado, ya que estos problemas no son su causa, sino su consecuencia. Esto fue reconocido hace más de 50 años por Dunayevskaya (1991, p. 43)124[124]: "La crisis [...] no la causa la insuficiencia de 'demanda efectiva'. Al contrario, es la crisis la que causa una escasez de 'demanda efectiva'. La [...] 'incapacidad de vender' se manifiesta así debido al descenso anterior de la tasa de ganancia, que no tiene nada que ver en absoluto con la incapacidad de vender". 11.3. La tasa de ganancia y el crecimiento del valor nuevo Entonces, si la tendencia descendente de la tasa de ganancia no se origina en el mercado, ¿cuál es su origen? Una posibilidad es el incremento salarial. Sin embargo, hay sólidos argumentos teóricos para defender que cualquier incremento salarial que amenace la rentabilidad será temporal y se negará a sí mismo (Marx, 1977, pp. 769772). Una rentabilidad decreciente lleva a las empresas a reducir la producción y despedir trabajadores, lo que hace bajar los salarios. Los salarios crecientes inducen además la sustitución de trabajadores por máquinas, lo que deprime asimismo la demanda de trabajo y, por tanto, los salarios. La naturaleza temporal de las rentas salariales "excesivas", junto a la fuerte evidencia empírica del lento, incluso negativo, crecimiento salarial, sugieren que el estancamiento de la economía global que dura ya todo un cuarto de siglo no puede explicarse básicamente a partir de un incremento en los salarios (Brenner, 1998, pp. 16-21). Otra posibilidad es que la tendencia decreciente de la tasa de ganancia tenga su origen en el proceso de producción. Como mostraré a continuación, una vez que nos abstraemos de los cambios en la tasa salarial, el determinante fundamental de la tasa de garnica en el largo plazo es la tasa de crecimiento del valor nuevo (valor añadido). La manera más simple de dejar a un lado la influencia salarial es examinar la tasa de ganancia máxima, r, que se corresponde con un nivel salarial cero. R = N/C, donde N es el nuevo valor generado, y C es el valor del capital adelantado. El que r aumente, se mantenga constante o caiga depende de que: (1) Ct+1 depende de dos factores. El primero es la "la destrucción de capital a través de crisis" (Marx, 1968, p. 495, p. 496) --tanto destrucción del capital físico "real" como destrucción de capital "nominal", es decir, "depreciación de los valores"--, lo que tiende a hacer bajar Ct+1 en relación a Ct. Supongamos por un momento que no se produce una destrucción de este tipo. Entonces Ct+1 dependería solamente de lo que llamaré la "parte de la acumulación", es decir, la fracción del valor total del periodo t que se reinvierte o acumula. Si suponemos además que no hay capital fijo (los resultados son similares 124[124] Su análisis apareció por primera vez en New International, abril de 1946 y mayo de 1946, bajo el seudónimo de "Freddie Forst". cuando lo hay), entonces el valor total de la producción del periodo t es la suma de los valores ya existente más el nuevo, Ct + Nt. Dados estos dos supuestos, Ct+1 = a(Ct + Nt) (2) Donde a es la "parte de la acumulación". Si empleamos la identidad Nt+1 ≡ (1 + gN) Nt (3) Donde gN es la tasa de crecimiento del valor nuevo, y sustituyendo, obtenemos Tras manipular, y recordando que rt = Nt /Ct, esto puede reescribirse como Es fácil probar por inducción que r converge hacia el lado izquierdo (LI) de (5). Por lo ya visto, sabemos que si el LI es mayor (menor) que rt, entonces r aumenta (baja). Por consiguiente, rt+1 está más cerca del LI de lo que lo estaba rt. Repitiendo el mismo razonamiento para rt+1, vemos que rt+2 debe estar aun más cerca. Y así sucesivamente. rLR = [gN + (1-a)] / a es, por tanto, la tasa de ganancia máxima en el largo plazo. Sus determinantes son simplemente la parte de la acumulación y la tasa de crecimiento del valor nuevo125[125]. Parece razonable suponer que los movimientos en la parte de la acumulación sean sobre todo movimientos a corto plazo, asociados con el ciclo económico, de forma que a puede muy bien no mostrar tendencia alguna en el largo plazo. Tampoco hay razón alguna para esperar que la tasa de crecimiento del valor nuevo experimente un descenso secular. Hay por tanto poca justificación, si es que existe alguna, para suponer que rLR desciende con el tiempo. ¿Cómo es posible decir, entonces, que la tasa de ganancia muestra una tendencia descendente? La respuesta es que la tendencia decreciente no se refiere a diferentes estados de equilibrio (niveles de rLR), sino a la dinámica de transición, es decir, a los ajustes hacia el estado de equilibrio. Una vez reconocido esto, y trayendo a colación la "destrucción de capital por medio de crisis", se entienden fácilmente algunas cuestiones esenciales de la dinámica de acumulación y crisis. Imaginemos, por razones de sencillez, que la tasa de ganancia efectiva en un periodo cualquiera es igual a la tasa máxima, r. Si, inicialmente, r es mayor que rLR, entonces tenderá a descender hacia el nivel de ésta, como se vio más arriba. Esto, el ajuste a la baja de la tasa de ganancia hacia rLR, es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Por medios que aún tenemos que discutir, esta tendencia decreciente conduce a crisis que, a su vez, llevan a la destrucción de capital. Esta destrucción eleva la tasa de 125[125] Si todo el capital es fijo, es decir, no se deprecia, puede mostrarse que rLR = gN / a, de forma que sus determinantes siguen siendo exactamente los mismos. Puesto que la rLR efectiva tiene que ser un punto intermedio entre esas dos tasas, estará asimismo determinada por esos dos factores. ganancia por medio de la reducción del denominador. Por consiguiente, r vuelve a ser otra vez mayor que rLR, y el proceso vuelve a comenzar una vez más. De la discusión precedente se desprenden tres resultados principales. En primer lugar, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se expresa, no en un descenso secular de la rentabilidad en el tiempo, sino en crisis recurrentes: "la tasa decreciente de ganancia [...] tiene que superarse continuamente por medio de crisis" (Marx, 1981b, p. 367). En segundo lugar, "las crisis permanentes no existen" (Marx, 1968, p. 497n) porque, al destruir capital, restauran por esa vía la rentabilidad. Por último, y más importante para nuestra argumentación, la tasa de ganancia está limitada por la tasa de crecimiento del valor nuevo. Si gN es demasiado baja en relación a la tasa de ganancia existente, la rentabilidad tenderá a descender. Y puesto que la demanda de inversión y la demanda total dependen de la rentabilidad, también ellas estarán limitadas por la tasa de crecimiento del valor nuevo. Incluso si no varían como respuesta a los movimientos de la rentabilidad a corto plazo, el crecimiento del valor nuevo condiciona sus crecimientos en el largo plazo, pues la demanda total en términos de valor no puede estar permanentemente por encima del valor total producido. 11.4. El crecimiento de valor nuevo y la carga de la deuda El marco anterior puede ayudar a aclarar que lo que hace que la deuda se convierta en excesiva es que la expansión de la deuda es demasiado grande en relación con el valor nuevo creado. El mismo desequilibrio hace de la financiación tipo Ponzi** un factor desestabilizador, y no algo que pueda sostenerse a largo plazo. La deuda en el momento t+1 es igual a (a) la deuda en el momento t más los intereses que se adeudan por ella, menos (b) los pagos netos de deuda (cancelaciones de deuda menos nuevo endeudamiento). La deuda corriente más los intereses pueden expresarse como Dt(1+i), donde i es el tipo de interés. Suponiendo que no hay liquidación neta de activos, la cantidad máxima de deuda que puede devolverse es el valor total creado (Ct + Nt = Ct+1/a) menos la porción de éste que vuelve a comprometerse en la producción (Ct+1), es decir, (1 - [1/a])Ct+1. Obviamente, este caso es el que con menos probabilidad llevará a un apilamiento excesivo de deuda. El mejor escenario posible es por tanto: Dt+1 = Dt(1+i) - (1 - [1/a])Ct+1 (6) La "financiación Ponzi"** se refiere a un aumento en el endeudamiento, no con el propósito de adquirir nuevos activos productivos, sino simplemente para pagar los intereses de la deuda corriente (Minsky, 1982, p. 28). Por tanto, si el cociente entre deuda y valor de los activos, D/C, crece, eso significa que se está usando una financiación tipo Ponzi**. Puesto que estamos considerando el mejor escenario posible, debemos suponer que el capital obtiene la tasa de ganancia máxima. Como se vio antes, esta tasa es convergente, lo que significa que C, su denominador, crece a la misma tasa que N, su numerador, en el largo plazo. Por tanto, a largo plazo, Ct+1 = (1+gN)Ct. Dividiendo (6) por Ct+1, y usando esta última igualdad, obtenemos: Si la tasa de crecimiento del valor nuevo es menor que el tipo de interés, D/C aumentará en el tiempo. Por tanto, si el valor nuevo no consigue crecer o lo hace muy lentamente, la financiación Ponzi** será prácticamente inevitable. La estructura financiera se hace inestable, cada vez más predispuesta a una crisis al enfrentarse a un "shock" cualquiera. Un descenso en el tipo de interés, alentado posiblemente por los bancos centrales, podría seguramente cancelar esa tendencia. Por otro lado, al aumentar la deuda en relación con la base de los activos, los prestamistas exigirán mayores primas de riesgo, y el tipo de interés tenderá, por el contrario, a crecer. Otra medida común de la carga de la deuda es el cociente entre deuda y renta. Para la economía en su conjunto, la renta es igual a N, el nuevo valor añadido. Puesto que N y C crecen al mismo ritmo a largo plazo, el cociente D/N crece igual que el cociente D/C. Nuevamente, podemos concluir que la carga de la deuda se hace insostenible cuando la tasa de crecimiento del valor nuevo es menor que el tipo de interés. Al referirme a la tasa de crecimiento del valor en esta sección y en la precedente, estaba suponiendo implícitamente que no había discrepancia entre las tasas de crecimiento del valor real y el valor nominal. (Si el crecimiento del empleo determina el crecimiento del valor real, entonces cualquier aumento en el valor nuevo por encima de ése es nominal.) Durante la fase expansiva del ciclo económico, sin embargo, el valor total nominal tiende a crecer más rápidamente que el valor total real. Esto eleva la tasa de ganancia de forma temporal y mejora la tendencia hacia un endeudamiento excesivo. Cuando la deuda pública se usa como instrumento de política monetaria, aparece una considerable discrepancia a largo plazo entre el crecimiento nominal y real del valor nuevo, lo mismo que cuando una política de dinero fácil se usa para facilitar el préstamo al sector privado. La demanda agregada crecerá más rápidamente que el crecimiento real del valor, causando una subida de los precios de las mercancías por encima de sus valores reales. Este proceso también tiende a compensar la tendencia decreciente de la tasa (nominal) de ganancia. En contraste con la discrepancia entre los valores nominales y reales inducida por una expansión, este otro tipo de expansión agrava el problema de deuda, precisamente porque un crecimiento excesivo del endeudamiento --un crecimiento superior al de los valores subyacentes-- es precisamente el mecanismo que impulsa a los precios. Por una parte, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia se expresará de forma inmediata con menos probabilidad; es menos probable que la tasa caiga, en otras palabras. Por otra parte, lo que se consigue no es negar las tendencias del sistema a la crisis, como afirman los keynesianos, sino desplazarlas. En vez de aparecer en el mercado de bienes, aflorarán más bien en forma de crisis de deuda y crisis fiscales del Estado. Tabla 1: Deuda pública, 1980-1995, como % del Producto Interior Bruto (deuda pública/PIB) PAÍS EE. UU. 1980 37.0 1995 62.2 CAMBIO PORCENTUAL 68 Japón Alemania Francia R.U. Italia Canadá España Holanda Bélgica Suecia Austria 49.6 31.1 30.9 54.5 58.1 43.3 20.8 46.9 77.1 44.3 36.6 76.0 60.5 60.1 59.0 124.2 97.6 71.4 78.6 130.8 79.8 69.2 53 95 94 8 114 125 243 68 70 80 89 * Deuda bruta de las Administraciones Públicas Fuente: Economic Outlook, nº 64, diciembre 1999, OCDE. La tabla 1 ayuda a entender la magnitud y ubicuidad de los problemas fiscales. Los doce países juntos, ordenados en función de su PIB, representan casi la mitad de la producción mundial. Excepto en el caso del R. U., todos los demás han experimentado un aumento masivo en su deuda pública. 11.5. Precios decrecientes y "deflación de deuda" Hay otro par de vías, estrechamente relacionadas, por las que un valor nuevo insuficiente puede conducir a crisis. Si el trabajo vivo es la fuente de todo el valor nuevo, entonces una cantidad determinada de trabajo vivo no genera más valor por mucho que aumente la productividad. Lo que ocurre es que, al generarse una mayor producción, los valores por unidad de producto descienden. Los precios tenderán consecuentemente a caer (aunque una expansión excesiva de deuda puede anular esta tendencia), pudiendo dar lugar a un proceso de deflación de deuda. La manera en que la innovación tecnológica conduce a descensos en los precios, y éstos a un descenso de la rentabilidad, es sencilla. Al aumentar la productividad, una empresa produce a menores costes que sus rivales, y puede entonces bajar su precio de venta a la vez que mantener, o incluso aumentar, su tasa de ganancia. La bajada del precio le permite captar una porción mayor del mercado. Sus competidores tendrán que elegir entre bajar sus propios precios para recuperar sus cuotas de mercado, o ir desapareciendo del mismo. En ambos casos, las empresas supervivientes venderán a precios menores, que conducen a menores tasas de ganancia. Aunque la teoría dominante dentro de la "economía marxista", la atemporal, niega esta relación entre cambio técnico, precios decrecientes y rentabilidad decreciente, la relación se conoce muy bien. Tanto Brenner como Greider, por ejemplo, ponen énfasis sobre este punto126[126]. Este último escribe: "la verdad de la cuestión de la revolución tecnológica es que deprime normalmente la tasa de rentabilidad por unidad de la empresa, ya sea que ésta 126[126] Sin embargo, ninguno de ellos explica adecuadamente por qué caen los precios. Ambos sugieren que los avances tecnológicos provocan un exceso de producción en relación con la demanda, y que por esta razón caen los precios. Como ya vimos, esta explicación es tautológica porque carece de una teoría de la demanda que la soporte. fabrique coches u ordenadores. Los precios a la baja, como siempre, amenazan los márgenes de ganancia. Los costes de producción pueden caer drásticamente y los volúmenes de venta subir de forma importante. Sin embargo, la tasa de rendimiento seguirá estando en peligro" (Greider, 1997, p. 46). Éste también era el punto de vista de Marx. Marx sostenía que "la progresiva tendencia decreciente de la tasa general de ganancia es tan sólo la expresión, típica del modo capitalista de producción, del desarrollo progresivo de la productividad social del trabajo" (Marx 1981b, p. 319). "La tasa de ganancia no cae porque el trabajo se haga menos productivo sino más bien porque se vuelve más productivo" (Marx, 1981b, p. 347)127[127]. Además de provocar una tendencia a la baja de la tasa de ganancia, la tendencia de los precios a caer como resultado del cambio tecnológico conduce también a lo que Irving Fisher llamó "deflación de deuda". El descenso en los valores corrientes de los bienes y/o activos financieros, en relación con el valor nominal de la deuda, lleva a pérdidas de capital, problemas con el pago de intereses, insolvencias, quiebras de bancos, etc.128[128]. Todo esto puede, a su vez, causar una crisis en la economía real. Aunque este proceso es sencillo, posee una importancia teórica muy grande, pues revela un fallo esencial en la idea de que "sólo cuentan los precios relativos". Esta idea está muy generalizada; la corriente dominante, atemporal, de la "economía marxista" tiende a suscribirla. Sus defensores nos dicen que, en un mundo con "una mercancía", las categorías de valor y precio serían superfluas, porque el beneficio y la tasa de beneficio vendrían determinados "directamente como un cociente de cantidades de trigo, sin que apareciese cuestión alguna de valoración" (Sraffa, 1982, p. xxxi). Para ver cuál es el problema de esa afirmación, pensemos en una empresa que produce trigo por medio de trigo. Adquirió hace un año 4 quintales de simiente de trigo, los plantó, y recolectó 5 quintales de trigo en el presente. Los 4 quintales originales costaron 25 $ cada uno, es decir, un total de 100 $. Debido al crecimiento de la productividad, sin embargo, el trigo sólo vale hoy 20 $ por quintal. El total de los 5 quintales valen sólo 100 $. Al no tener más valor en la actualidad que un año antes, los beneficios de la empresa parecen ser 0 $, al igual que su tasa de ganancia (0%). ¡Sraffa, sin embargo, nos dice que su beneficio es en realidad 1 quintal y que su tasa de ganancia es realmente un 25%! 127[127] Véase también Marx (1968, p. 439): "La tasa de ganancia [...] cae, no porque el trabajo se haga menos productivo, sino porque se vuelve más productivo". Insisto en lo obvio, hasta el punto de citar un pasaje casi idéntico, sólo porque Laibman (1999b) ha intentado recientemente poner en entredicho lo obvio. Sugiere que, debido a que "la productividad creciente está íntimamente conectada con una creciente composición orgánica del capital", Marx quería decir en realidad que la tasa de ganancia cae a causa de la última y no debido al crecimiento de la productividad. El siguiente pasaje, un ejemplo famoso de los "errores lógicos" de Marx, debería bastar para demostrar lo contrario: "Ningún capitalista aplica voluntariamente un nuevo método de producción, con independencia de lo productivo que sea [...] si reduce la tasa de ganancia. Pero cada nuevo método de producción de esta clase hace que las mercancías sean más baratas. En un principio, por tanto, puede venderlas por encima de su precio de producción [...] Se embolsa la diferencia entre sus costes de producción y el precio de mercado de las otras mercancías, que se producen a costes más elevados [...] Pero la competencia hace que el nuevo procedimiento se universalice y lo convierte en la ley general. La consecuencia es una caída de la tasa de ganancia" (Marx, 1981b, pp. 373-74). 128[128] El descenso de precios tenderá a reducir los precios de los activos financieros, al deprimir las ganancias futuras esperadas en que se basan éstos. No obstante, supongamos que la empresa pidió prestados los 100 $ que usó para comprar la simiente, y que le llega ahora el momento de devolverlos. ¿Podrá convencer la empresa a sus acreedores para que acepten 4 quintales de trigo como forma de pago, puesto que ellos le dieron 100 $ que eran equivalentes a 4 quintales de trigo hace un año? ¿Podrá convencerlos para que, ya que los 100 $ equivalían a 4 quintales, y 4 quintales equivalen hoy a 80 $, acepten 80 $ como pago de la deuda? Parece más probable que le exijan la cantidad total de 100 $, además de los intereses, lo cual no podrá pagar la empresa. Por tanto, incluso si sólo existiera una mercancía producida, también podrían existir obligaciones crediticias fijas y otros pasivos financieros fijos. Medida en términos de los activos de los acreedores (el préstamo), nuestra empresa productora de trigo ha sufrido un descenso en el precio relativo de su activo, y sus acreedores se han beneficiado del aumento del precio relativo de su activo, que podía comprar 4 quintales hace un año, y sin embargo hoy puede comprar 5 más los intereses. Si, por otra parte, la empresa no paga su deuda, o incluso si sólo amenaza con no hacerlo, el precio de mercado de los activos del acreedor se hundirá en relación con su valor nominal. Como recalca King (1993), "la inflación de deuda es un fenómeno real, no monetario, y tiene que ver con un cambio en los precios relativos. Es el cambio en la distribución del valor neto entre deudores y acreedores lo que lleva a una caída en la demanda y en la producción" Inversamente, la falta de pago en las deudas hace a los acreedores relativamente más pobres. También una elevación en el riesgo de esos impagos tiene el mismo efecto, al reducir el valor de mercado de los activos de los acreedores. Esto bien podría tener como consecuencia una retirada del capital financiero, con el resultado de una demanda y una producción descendentes. Por tanto, aunque valor y precio son sin duda categorías relativas, esto no quiere decir que "el valor [sea] una relación entre mercancías contemporáneas [...] exclusivamente" (Bailey, 1825, citado en Marx, 1971, p. 154), que es donde reside el mensaje central de la teoría de los precios relativos. Todas las relaciones financieras son necesariamente relaciones temporales, relaciones que ligan el pasado al presente, el presente al futuro, relaciones en las que el valor subsiste a lo largo del tiempo. 11.6. La teoría de la rentabilidad basada en la productividad Los defensores de la teoría dominante, atemporal, dentro de la economía marxista, niegan prácticamente todo cuanto aquí se ha dicho sobre la tasa de ganancia decreciente, el efecto que sobre ella tienen los precios decrecientes, la importancia de la tasa de crecimiento del nuevo valor y la relación de todo esto con la crisis económica. Veamos por qué, y si tienen o no razón. Sobre la base de modelos de equilibrio general formulados por teóricos como Bortkiewicz (1952), Sraffa (1960) y Okishio (1961), la corriente dominante de la economía marxista se apunta a lo que podría denominarse teoría de la rentabilidad basada en la productividad (TRP). Sus modelos suponen que la tasa de ganancia máxima es el cociente entre la producción y el stock de capital físico (o su equivalente en una economía multisectorial). Un aumento en la productividad del capital produce por tanto un aumento en la tasa de máxima. La productividad creciente se supone que ejerce también una influencia positiva sobre la tasa de ganancia efectiva. Dado un salario real constante, la tasa de ganancia de la TRP se convierte en un índice de la "productividad de todos los factores". Para que surja una tendencia descendente de la tasa de ganancia del interior del proceso de producción, la productividad factorial total debe descender (véase Brenner, 1998, p. 11). Si, por el contrario, es el valor de los salarios lo que es constante --un "hecho estilizado" del crecimiento económico--, la tasa de ganancia efectiva, al igual que la tasa máxima, se convierte en un puro indicador de la productividad del capital129[129]. En este caso, una tendencia decreciente de la tasa de ganancia puede provenir de la disminución de la productividad del capital. Para obtener una tasa de ganancia descendente, Laibman (1997, p. 56), por ejemplo, postula "rendimientos intensamente decrecientes de la mecanización". En ambos casos, el resultado es, en feliz expresión de Brenner (1998, p. 11), una "proposición malthusiana impecable". Debido a que la productividad total de los factores crece evidentemente en el tiempo, la TRP es incapaz de explicar el descenso de la tasa de ganancia salvo a través de un incremento de los salarios reales. Pero lo salarios crecientes se originan fuera de la producción, con lo que la TRP es incapaz de hecho de encontrar la base del descenso de la rentabilidad en el proceso de producción. La evidencia empírica contraria al argumento de la productividad decreciente del capital es bastante fuerte como para haber hecho de la constancia del cociente global producción/capital uno de los "hechos estilizados" básicos que toda teoría del crecimiento económico debe ser capaz de explicar. Los datos microeconómicos indican, además, que la productividad del capital sube de hecho a lo largo del tiempo. Al resumir esta evidencia, Peterson (1994, p. 124) escribe que "con independencia de la industria de que se trate, casi todos los avances tecnológicos tienden a sustituir equipo de capital menos eficiente por otro más eficiente". Por tanto, incluso si en un periodo particular la rentabilidad estuviera correlacionada con el cociente producción/capital, esto no sirve para confirmar el argumento de la productividad decreciente del capital, debido al problema de la causación inversa. En una recesión, por ejemplo, la producción disminuye, pero el stock de capital no desciende menos, o incluso nada --simplemente se utiliza a una tasa inferior-- y el cociente producto/capital cae por tanto como consecuencia, no como causa, del descenso de la rentabilidad. La TRP puede ser criticada también por su negación implícita de la compulsión de los capitalistas a adoptar avances tecnológicos para sobrevivir en la batalla competitiva. Se entiende de forma general que, cuando algunas empresas innovan, las demás verán cómo sus tasas de ganancia descienden, de manera que su propia supervivencia les exige adoptar asimismo avances tecnológicos. Según la TRP, sin embargo, las tasas de ganancia de las empresas atrasadas permanecen inalteradas --pues su productividad, después de todo, no se ha visto alterada-- a menos que los precios relativos de sus productos caigan. Pero es imposible que los precios relativos de todas las empresas caigan al mismo tiempo. La TRP sugiere que, si los avances tecnológicos están 129[129] La tasa de ganancia agregada del TRP es (Y - wL)/(K + wL) = (1 - [wL/Y])/([K/Y] + [wL/Y]), donde Y es la producción neta, w es la tasa de salario real, y K el stock de capital físico. WL/Y se interpreta como el valor de los salarios. Si es constante, la tasa de ganancia cae si, y sólo si, cae la productividad media del capital, Y/K. produciéndose en el conjunto de la economía, las empresas atrasadas pueden seguir siéndolo y, por término medio, mantener sus tasas de ganancia. 11.7. Rentabilidad y valores decrecientes Los defensores de la TRP sí aceptan que los avances tecnológicos crean una tendencia decreciente en los precios. Lo que rechazan es que las reducciones de precios perjudiquen a la rentabilidad. Esto lo hacen por una de las dos vías siguientes. En primer lugar, derivan sus conclusiones de modelos de equilibrio general que son de naturaleza estática. Los precios en estos modelos son estacionarios, es decir, el precio de todas las mercancías es el mismo cuando entran en la producción como insumos que cuando salen de ella como productos. ¿Cómo puede decirse, entonces, que el cambio tecnológico conduce a precios decrecientes? La respuesta es simple: ha habido historia, pero ya no la hay. El cambio tecnológico provocó que los precios descendieran, son ahora inferiores que antes, pero desde entonces se han estabilizado. Se ha alcanzado el "equilibrio" a una tasa de ganancia superior a la inicial. Algunos teóricos de esta tradición, aunque no todos, han tenido cuidado en precisar que es sólo la tasa de ganancia "de equilibrio" la que tiende a aumentar como resultado de los aumentos de productividad. Pero, a pesar de esta matización, la afirmación sigue siendo falsa, porque una tasa de ganancia de equilibrio, es decir, la obtención de una tasa uniforme en toda la economía, ni exige ni garantiza que los precios sean estacionarios (Kliman 1997b). No faltaría razón, sin embargo, a la afirmación de que una innovación tecnológica única conduce a reducciones de precio que duran para siempre. El problema con el postulado de los precios estacionarios es más bien que el avance tecnológico bajo el capitalismo es un proceso continuo, no un episodio aislado. Mucho antes de que los efectos de una innovación se extingan, ya se introduce otra nueva, y luego otra, de forma que el cambio tecnológico continuo conduce tendencialmente a continuos descensos en los precios. En la medida en que esta tendencia se lleva a la práctica, los precios de los productos caen de forma continua en relación con los precios de los insumos. Al reducir continuamente las rentas que se reciben hoy en relación con los costes habidos en el pasado, este proceso tiende a disminuir la rentabilidad. El aumento de la productividad influye, por tanto, sobre la tasa de ganancia de dos formas contradictorias. Aumenta la producción por unidad de input. Considerado de manera unilateral y abstracta, esto tiende a aumentar la tasa de ganancia. Pero esta tendencia es negada inmediatamente debido a que, de forma totalmente simultánea, el propio incremento de la productividad genera una tendencia al descenso de los precios. 11.8. La "tasa de ganancia a costes de reposición" La otra vía por la que los defensores de la TRP intentan negar que el descenso de los precios reduce la rentabilidad es utilizando la "definición" de los beneficios y de la tasa de beneficios en términos de costes de reposición, Al hacer irrelevantes los cambios experimentados por los precios entre el momento de su uso como input y como output, este procedimiento, al igual que el postulado de los precios estacionarios, proporciona una medida de la "tasa de ganancia" que varía directamente con la productividad. Sin embargo, hay varios problemas con esta medida. No es la tasa de ganancia lo que guía las decisiones de los capitalistas (la tasa que pretenden maximizar), la tasa de "autoexpansión" del valor, o tasa que regula la acumulación del capital. Desde el punto de vista del inversor, el ejecutivo o el planificador estatal de la realidad, la tasa de ganancia es la tasa de rendimiento de su inversión efectiva, inicial. Su concepto de ganancia es por tanto temporal. Las medidas de rentabilidad usadas en las decisiones de inversión, tales como la tasa de rendimiento interno (TRI) o el valor presente neto de un proyecto de inversión, comparan sumas de valor en momentos distintos del tiempo. En el caso más simple de una inversión de un periodo, la tasa de rendimiento interno es TRI = (R1 - C0)/C0, la diferencia relativa entre los rendimientos (r), recibidos en el momento 1, y el coste (C) del proyecto, ocurridos en el momento 0. La forma que tenía Marx de medir los beneficios también era temporal, y esencialmente la misma que usan los capitalistas en la práctica. Al introducir por primera vez el concepto de circuito del capital, D-M-D', definió explícitamente el plusvalor como la diferencia entre la suma de valor que "se retira finalmente de la circulación" (D') y la suma original "que se introduce en ella al comienzo" (D), es decir, D' - D, el "exceso sobre el valor original por **" (Marx 1977, p. 251). También definía habitualmente la ganancia como "un exceso encima del capital total adelantado" (Marx 1981b, p. 133), más que el exceso sobre los costes de reposición de los medios de producción. Otros pasajes indican, con más claridad incluso, que Marx usaba "beneficio" para indicar el aumento de valor del capital al final del periodo por exima de valor adelantado al comienzo. "El beneficio [...] expresa de hecho el incremento de valor que el capital total recibe al final de los procesos de producción y circulación, por encima del valor que tenía antes d ese proceso de producción, al entraren él" (Marx 1991, p. 91). "La relación entre el valor precedente a la producción y el valor que resulta de ella --el capital como valor precedente es el capital en contraste con el beneficio-- constituye el factor universal y decisivo del proceso de producción capitalista en su totalidad" (Marx 1971, p. 131)130[130]. La tasa de ganancia temporal es "factor universal y decisivo" por dos razones. En primer lugar, es una medida precisa de la tasa de "autoexpansión del valor" por medio de la producción. Puesto que el propósito del capitalista es expandir sus tenencias de valor (acumular capital), la tasa de ganancia gobierna sus decisiones de inversión. En segundo lugar, regula la tasa de acumulación de capital, puesto que ésta no puede ser mayor que la tasa de ganancia. Si se reinvierte todo el beneficio, las dos tasas son iguales. Por medio de la tasa de acumulación, entonces, la tasa de ganancia influye la tasa de crecimiento de la economía. ¿Existen entonces buenas razones para que la principal cuestión abordada por la teoría marxista del valor y de la tasa de ganancia sea qué es lo que determina la diferencia "entre el valor anterior a la producción y el valor que sale de ella"? Esta pregunta no puede responderse por medio del concepto de coste de reposición. El "beneficio" concebido en términos de coste de reposición no es la diferencia entre D' y D, sino la diferencia entre los ingresos recibidos en el momento 1 y el coste --también en el momento 1-- de reponer los activos usados en la generación de esos ingresos. La 130[130] Todas las cursivas de los dos últimos párrafos han sido añadidas. "tasa de ganancia a costes de reposición" es, por tanto, TGCR = (R1 - C1)/C1. Cuando los defensores de la TRP parecen estar explicando el origen del plusvalor, D' - D, están de hecho explicando otra cosa distinta, la diferencia entre el valor de la producción y el coste de reposición de los insumos en un mismo momento del tiempo. 11.9. Un ejemplo Consideremos el siguiente ejemplo sencillo, elegido no por su realismo, sino para ayudar a ver las diferencias en primer plano. Supongamos una economía sin capital fijo, en la que se produce trigo por medio de semillas de trigo y trabajo. La tasa salarial es cero, de forma que los beneficios son iguales al valor añadido en la producción (N), y el valor de capital avanzado (C) es igual al valor adelantado en forma de semillas. Los capitalistas reinvierten toda la producción de trigo como nuevas semillas de trigo; en consecuencia, el valor total (R = C + N) de la producción de un año se convierte en el valor del capital adelantado en el siguiente. Por último, supongamos que N es constante a lo largo del tiempo. Será de ayuda pensar que N se determina de acuerdo con la teoría del valor de Marx. Éste sostenía que la extracción de trabajo vivo en la producción determina la magnitud de nuevo valor generado, de forma que la misma cantidad de trabajo siempre genera la misma cantidad de valor nuevo (véase, por ejemplo, Marx, 1981b, p. 323). La constancia de N implica por tanto que el empleo no crece. Dadas las condiciones iniciales C = 1250 $ y N = 125 $, la tabla 2 muestra que la cantidad de nuevo valor generado (el numerador de la tasa de ganancia) está estancada en 125 $ cada año. Sin embargo, el valor total (R) sí aumenta año tras año, precisamente en los 125 $ de valor nuevo generado en la producción. Puesto que se reinvierte todo el valor, además, el capital adelantado (el denominador de la tasa de ganancia) aumenta en 125 $ cada año. La tasa de ganancia temporal, la TRR (equivalente aquí a [D' - D]/D), cae por tanto continuamente y tiende hacia cero. La tasa de acumulación de capital (el incremento porcentual de C) es siempre igual a la tasa de ganancia, que es como tiene que ser, puesto que todo el beneficio es constantemente reinvertido. Tabla 2 Año 1 2 3 4 C 1250 $ 1375 1500 1625 N 125 $ 125 125 125 R 1375 $ 1500 1625 1750 TRI 10.0% 9.1 8.3 7.7 %ΔC 10.0% 9.1 8.3 --- Obsérvese que las relaciones establecidas más arriba eran suficientes para calcular las tasas de ganancia y de acumulación y para adivinar sus descensos, incluso sin que tengamos información alguna sobre productividad. Los resultados anteriores son por tanto compatibles con cualquier posible serie de valores input-output. Dadas las series de semilla de trigo (ST) y de producción de trigo (PT) de la tabla 3, las tasas de ganancia y de acumulación de esta economía coexisten con una productividad del capital continuamente creciente y, por tanto, una tasa de ganancia material contiguamente al alza (TGM = (PT - ST)/ST)131[131]. Puesto que el empleo es constante, mientras que la producción crece, la productividad del trabajo crece continuamente. Año 1 2 3 4 ST 1250 1375 1525 1705 PT 1375 1525 1705 1921 Tabla 3 Neto TGM 121 10.0% 150 10.9 180 11.8 216 12.7 CCR NCR 1250.00% 125.00 $ 1352.46 147.54 1453.45 171.55 1553.23 196.77 TGCR 10.0 % 10.9 11.8 12.7 El precio unitario del producto de trigo es R/PT, de forma que el coste de reposición de la semilla de trigo es CCR = (R/PT)(ST). El "valor" añadido nuevo en términos de costes de reposición es NCR = R - CCR. La tasa de ganancia a coste de reposición (TGCR = NCR/CCR) crece continuamente y es idéntica a la tasa de ganancia material. Si las sendas de crecimiento de ST y PT continua de forma indefinida en el futuro (STt = 625[1 + (5/6)(1.2)t] y PTt = 625[1 + (1.2)t]), la TGM y la TGCR se aproximarán finalmente al 20%, a pesar de que la TRI y la tasa de acumulación están cayendo hacia cero. Aunque la tasa de ganancia debería ser igual a la tasa de acumulación máxima, la TGCR la supera cada vez más. Al pasar el tiempo, la TGCR se hace una medida cada vez menos adecuada de la expansión efectiva de valor en relación con el valor del capital adelantado y con la tasa de acumulación del valor del capital. Vale la pena señalar unas cuantas características adicionales de este ejemplo. En primer lugar, refuta el teorema de Okishio (1961), que intenta darle la vuelta a la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia de Marx. El teorema pretende probar que, dado un salario real constante, ningún cambio técnico que reduzca los costes unitarios contabilizados a precios corrientes puede reducir la tasa de ganancia de equilibrio (es decir, uniforme). Pero el salario real en este ejemplo es constante, el cociente decreciente entre ST y PT significa que los cambios técnicos están reduciendo continuamente los costes y, al existir un solo sector, la tasa de ganancia es necesariamente uniforme. En segundo lugar, puesto que el ejemplo supone que no hay capital fijo, su presencia obviamente no se necesita para restablecer la coherencia interna de la ley de Marx. Los diferentes métodos de valorar el capital fijo no pueden afectar, por tanto los resultados anteriores, y las alegaciones de que la defensa de la ley de Marx exige que "los bienes de capital, una vez comprados y añadidos al stock de capital, nunca lo abandonen" (Laibman, 1999b) son evidentemente falsas. La semilla de trigo de cada año se gasta de forma íntegra en la producción de la cosecha de ese año; ésta es la única fuente de todo ápice de semillas de trigo del año siguiente. En tercer lugar, si se introdujeran diferenciaciones tecnológicas en el ejemplo, el resultado probable serían tasas de ganancia crecientes para los productores avanzados y tasas decrecientes para los retrasados. Podría parecer, entonces, falsamente, que la causa del descenso de la tasa media es bien el efecto depresivo ejercido sobre la tasa de 131[131] Laibman (1999b) escribe que "Kliman y [Alan] Freeman [...] no pueden citar ningún pasaje donde Marx describa una creciente tasa de ganancia 'material' o 'en términos de productividad', comparada con una descendente tasa 'verdadera' o 'en términos de valor/precio'". Por supuesto. Es imposible incluso encontrar cualquier pasaje en el que Marx abandone su idea de la tasa de ganancia como un cociente de valores, y la considera como un cociente de cantidades físicas. ¿Puede lograrlo Laibman? ganancia por las empresas tecnológicamente atrasadas (Laibman 1999a), bien la competencia por la supremacía tecnológica, en especial el efecto de castigo que ejercen los productores más avanzados sobre los más atrasados (Brenner, 1998; Reuten, 1998). Sin embargo, todos los productores del presente ejemplo estaban igualmente avanzados. Cada año, todos ellos empleaban las técnicas disponibles más avanzadas, y su productividad crecía continuamente. Esto deja claro que la tasa decreciente de ganancia se debe a la caída en la producción de nuevo valor en relación con el valor existente, y no a ninguna otra cosa. 11.10. ¿Qué crea el valor? ¿Existe alguna forma en que se pueda desafiar la coexistencia de la productividad creciente y las tasas decrecientes de ganancia y de acumulación? Por supuesto. Sólo hay que rechazar la teoría de Marx sobre que la extracción de trabajo vivo es lo que crea todo el valor nuevo --aunque no haya obligación de rechazarla. Una manera de conseguirlo es defender que el valor se determina en el mercado, no en la producción. En otras palabras, el valor total de las mercancías es simplemente el precio que se paga por ellas. El valor total se determina entonces por la relación entre la oferta agregada y la demanda agregada. Sin embargo, como se vio más arriba en relación con el subconsumismo, la demanda agregada debe explicarse sobre la base de la tasa de ganancia, y no al revés. Puesto que la tasa de ganancia depende, a su vez, del crecimiento del valor, las teorías de esta clase vuelven a caer en un razonamiento circular: ¡la generación de valor determina la demanda agregada que determina la generación de valor! Por consiguiente, estas teorías no pueden explicar realmente la determinación de valor. Otra vía para rechazar la teoría de Marx es afirmar que la magnitud del nuevo valor generado se determina, no por la suma de trabajo vivo extraído, sino por la magnitud de la producción neta. Puesto que el valor viene determinado así por el valor de uso, el movimiento del valor y el movimiento de las cantidades físicas de valor de uso no pueden ser ya contradictorios, y la rentabilidad vendrá por supuesto determinada por a productividad. Es útil ilustrar esto mediante el ejemplo anterior. La producción neta viene dada por las series "netas" de la tabla 3. Si la producción neta es la fuente de todo el valor nuevo, entonces el nuevo valor debe ser siempre proporcional a ella. Entonces, si las 125 unidades de producto neto del año 1 se expresan monetariamente en 125 $, la serie revisada con los nuevos valores, N*, es simplemente la serie neta con el signo del $ añadido. Sobre la base de los mismos supuestos usados para la tabla 2, ahora obtenemos las cifras de la tabla 4. Las tasas de ganancia y de acumulación de capital revisadas son idénticas a las tasas material y a costes de reposición. La creciente productividad del capital se refleja claramente en incrementos de la tasa de ganancia. Tabla 4: El trigo como substancia del valor Año 1 2 3 C* 1250 $ 1375 1525 N* 125 $ 150 180 R* 1375 $ 1525 1705 TRI* 10.0% 10.9 11.8 %ΔC* 10.0% 10.9 11.8 4 1705 216 1921 12.7 --- Ya se dijo que los defensores de la TRP aceptan que el cambio tecnológico tiende a reducir los precios. Sin embargo, la TRP misma no es compatible con esta tendencia. Una vez que el producto neto se convierte en el determinante del valor nuevo, no sólo las tasas de ganancia y de acumulación crecen de acuerdo con la TRP, sino que el avance tecnológico no puede producir que disminuya el precio unitario del producto (véase la tabla 5)132[132]. Las dos van de la mano: precisamente porque la tasa de ganancia es una medida de valor, los movimientos de precios y los movimientos de las tasas de ganancia están directamente relacionados unos con otros. Tabla 5 Año 1 2 3 4 PT 1375 1525 1705 1921 R 1375 $ 1500 1625 1750 R* 1375 $ 1525 1705 1921 Precios unitarios R/PT R*/PT 1.00 $ 1$ 0.98 1$ 0.95 1$ 0.91 1$ No obstante, que puedan existir fuentes de valor distintas del trabajo vivo no puede descartarse a priori. La ley de Marx sobre el descenso tendencial de la tasa de ganancia podría ser falsa. Sin embargo, los ejemplos producidos por los temporalistas (Ernst, 1982; Freeman, 1996; Kliman, 1996; Ramos, 1997), como el mostrado arriba, demuestran de forma concluyente que la ley no padece de la falta de coherencia interna que se le atribuye133[133]. Se deben usar criterios empíricos, por tanto, para decidir la cuestión. Sugiero que la bien conocida tendencia a que el crecimiento de la productividad conduzca a precios decrecientes es una evidencia muy fuerte a favor de la teoría de Marx. En esencia, la idea de que el valor está determinado por el tiempo de trabajo no es sino otra manifestación de esta misma tendencia. Con una productividad creciente, la misma cantidad de trabajo genera más producción, pero más valor, de forma que el valor de cada unidad individual de producción desciende. Las otras teorías, en cambio, no pueden predecir esta tendencia. Como el subconsumismo no puede explicar los movimientos de la demanda, tampoco puede explicar los movimientos de precios. La TRP da resultados peores aun. Si los cambios de la tasa de ganancia son el reflejo de cambios en la productividad, la productividad creciente no puede conducir a precios decrecientes. 11.11. Conclusión Este artículo es una crítica, sobre bases a la vez teóricas y empíricas, de destacadas teorías de la rentabilidad y la crisis, especialmente del subconsumismo y de la "teoría de la rentabilidad a partir de la productividad" que predominan en la economía marxista. Se ha afirmado, en vez de eso, que las crisis económicas tienen su origen en la 132[132] Este fenómeno perverso fue identificado, de forma independiente y simultánea, por Freeman (1997) y Kliman (1997a). 133[133] Weeks (1982), Harvey (1982) y Carchedi (1991) también contienen análisis muy valiosos de este punto desde una perspectiva temporal. naturaleza productora de valor que caracteriza al capitalismo. Los imperativos exigidos por la producción y acumulación de valor llevan a interrupciones recurrentes de la producción material. Es por supuesto cierto que la producción de valor como un fin en sí mismo es la barrera inmanente y la fuente de crisis del capitalismo. La conclusión principal que se deriva de ello en materia de política económica es que terminar con las crisis recurrentes exige una manera distinta de producir y de coordinar la sociedad, basadas en un objetivo diferente: "el desarrollo de las potencialidades humanas como un fin en sí mismo" (Marx, 1981b, p. 959). Referencias bibliográficas Bailey, S. 1825. A Critical Dissertation on the Nature, Measures, and Causes of Value, Londres. Bortkiewicz, L. Von. 1952. "Value and priice in the Marxian system", International Economic Papers, 2. Brenner, R. 1998. "The economics of global turbulence", New Left Review, 229. Carchedi, G. 1991. Frontiers of Political Economy, Londres: Verso. Dunayevskaya, R. 1989. Marxism and Freedom. 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Junto a La acumulación de capital (1913), de Rosa Luxemburgo, y La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista (1929), de Grossmann, El capital financiero es una de las obras principales de economía en la tradición marxista. La temprana debilidad del marxismo como fuerza política en los países anglófonos no alentó la traducción de estos libros, y la victoria del fascismo, el estalinismo y el americanismo del siglo XX bloquearon los desarrollos posteriores de esta tradición. Desde la II Guerra Mundial, la misma ha revivido de forma curiosa: no como la expresión intelectual del movimiento de los trabajadores, sino confinada dentro del mundo académico, en un intento de encontrar sustitutos para la ideología burguesa en estado de desintegración. El renacimiento del marxismo dentro del movimiento estudiantil de finales de los 60 produjo la reimpresión alemana de los tres libros citados. La acumulación del capital se había publicado en inglés ya en 1951, con una introducción de Joan Robinson. Una traducción de la crítica de Hilferding a Böhm-Bawerk había aparecido dos años antes. Durante décadas se han preparado traducciones de El capital financiero, hasta que finalmente Tom Bottomore se encargó de combinar dos de ellas en la presente versión inglesa. Aunque hay rumores de una traducción del libro de Grossmann, es fácil comprender que no se trata de un accidente el que los otros dos salieran antes. Sólo Grossmann, entre los tres autores citados, intentó desarrollar una crítica de la economía capitalista en el marco de la teoría de Marx sobre acumulación y crisis. Aunque Luxemburgo veía al capitalismo como condenado a la catástrofe, y Hilferding predecía un futuro más prometedor para el sistema, ambos compartían el mismo interés central por el proceso de circulación en vez de por la producción de plusvalor. Ambos concentraban su atención, al contrario que Grossmann, no en la dinámica de la tasa de ganancia, sino en las condiciones de equilibrio de la reproducción supuestamente estudiadas por Marx en el segundo volumen de El Capital. Ambos, por tanto, trabajaron en una línea más próxima a la moderna economía burguesa, en particular a los análisis de la competencia imperfecta y de las teorías del crecimiento asociados con la "escuela de Cambridge". El capital financiero ofrece por sí mismo un gran interés, sin duda, tanto como un intento de aplicar categorías marxistas al análisis de un campo concreto, el sistema financiero, como en cuanto intento de extraer consecuencias políticas a partir de ese análisis. El nivel de discusión es a menudo bastante alto, especialmente comparado con el trabajo de mediocridades contemporáneas como Mandel o Sweezy. Además, es interesante como precursor y modelo para la versión de la teoría marxista que todavía domina en la actualidad, y en particular para la dificultad que tiene esta versión para romper con la economía y con la política burguesas135[135]. 134[134] Adelphi University, Garden City, NY 11530; email: mattickp@is3.nyu.edu Bottomore merece nuestra gratitud por haber publicado este libro. La traducción es exacta y clara. Mientras que su introducción transluce una comprensión no muy grande de los problemas teóricos evocados, sin embargo sitúa bastante bien el libro en su contexto histórico. La bibliografía de Bottomore, 135[135] La tesis de Hilferding, es en esencia ésta: "Capital financiero significa la unificación del capital. Las esferas anteriormente separadas de los capitales industrial, comercial y bancario están ahora bajo la dirección común de la alta finanza, en la que se combinan los amos de la industria y de los bancos en una asociación personal estrecha. La base de esta asociación es la eliminación de la libre competencia entre los capitalistas individuales por parte de los grandes combinados monopolistas. Esto genera de forma natural al mismo tiempo un cambio en la relación de la clase capitalista con el poder del estado" (p. 301). El capital financiero, al dominar el Estado, impone a éste sus objetivos imperialistas, la extensión de las formas monopolistas a la esfera internacional. Al mismo tiempo, sin embargo, "la función socializadora del capital financiero facilita enormemente la tarea de superación del capitalismo" (p. 367). Gracias a la reelaboración de Lenin, la teoría del imperialismo de Hilferding ha estado en el centro de la mayoría de las discusiones recientes sobre su trabajo. Sin embargo, éste representa sólo un área de la realidad capitalista que Hilferding pretendía analizar. Poco después de su publicación, el trabajo de Hilferding fue descrito (por Kautsky) como "el cuarto volumen de El Capital". En su detallada descripción de las formas de crédito, el funcionamiento de los mercados de acciones y de futuros, y del sistema financiero en general, puede considerarse una extensión de la parte V del tercer volumen de la obra de Marx, según Engels, estudia** "el tema más importante de todo el libro"136[136]. Sin embargo, en su análisis de las consecuencias políticas del capital financiero, "Hilferding va evidentemente más allá de la crítica de la economía política de Marx en dirección a lo concreto"137[137]. Hilferding afirma, sin embargo, que el concepto de capital financiero proporciona un puente entre lo abstracto y lo concreto, entre el análisis que Marx hace del "capital" aparte de la competencia, el mercado mundial y el Estado, y, por otra parte, los problemas estratégicos y tácticos de (por ejemplo) la Socialdemocracia alemana. El capital financiero no es sólo "la última fase del desarrollo capitalista", sino también "la expresión suprema y más abstracta" del capital (p. 21)138[138]. Es decir, el capital financiero tiende a ser, en opinión de Hilferding, la expresión concreta del concepto marxiano de "capital en general", el capital total que existe en forma de una "multitud de capitales" representada en las empresas competidoras individuales. En la medida en que la competencia da paso al monopolio y finalmente al "capitalismo organizado" como un sistema total, tal y como decía Hilferding, los múltiples capitales se combinaban en un capital social que era ahora tanto para sí como en sí. "El resultado último de este proceso sería la formación de un cártel general. Toda la producción capitalista estaría regulada conscientemente por un órgano único que determinaría el volumen de la producción en todas las ramas de la industria [...] El capital aparece ahora como un poder unitario que ejerce su dominio soberano sobre el proceso de vida de la sociedad" (pp. 234-235). Esta identificación del capital financiero como una forma "en la que todas las formas parciales del capital" --bancario, productivo y comercial, y todas las ramas individuales de la producción-- "se unen dentro de una sin embargo, no menciona la Bibliographie über Rudolph Hilferding (Tokyo, 1972, de Minoru Kurata, la lista más completa hasta la fecha de las publicaciones y cartas de Hilferding. 136[136] Engels, Prefacio a Marx: Capital, vol. III (Penguin, 1981), p. 94. 137[137] Cora Stephan, "Geld- und Staatstheorie in Hilferding's 'Finanzkapital'", pp. 111-154, en H. G. Backhouse et al., Gesellschaft, Beiträge zur Marxschen Theorie, 2 (Frankfurt, 1974), p. 13. 138[138] Véase también la p. 176: "Considerado en abstracto, todo el capital social podría ser capital bancario. Pues capital bancario, después de todo, sólo es capital que está a disposición de los bancos, y no hay ninguna razón interna para que todo el capital no pueda pasar a través de los bancos". totalidad" (pp. 234-235) es lo que permite que el argumento de Hilferding alcance desde la descripción empírica de una fase particular del desarrollo capitalista hasta los fundamentos más abstractos de la teoría de Marx: la teoría del dinero y su base, la teoría laboral del valor. Según Hilferding, lo que distingue a una sociedad de mercado de otra regulada conscientemente (ya sea pre o post-capitalista) es la necesidad de transacciones de intercambio para convertir la actividad productiva de sus componentes individuales en una producción social. "El resultado de llevar a cabo todos los actos posibles de intercambio en una sociedad así es lo que se habría conseguido en una sociedad comunista, planeada conscientemente por una autoridad central, en particular, qué producir, cuánto, dónde y por quién" (p. 28). La venta de un producto, su cambio por dinero, demuestra que el trabajo que lo produjo era socialmente necesario. Son las relaciones sociales entre productores lo que representan los valores de cambio recíprocos de sus productos. En tal sistema, en fin, el dinero --una mercancía que sirve para representar el valor de cambio de todas las demás mercancías en relación con ella-proporciona una forma física al valor (trabajo social) como tal. Así, "el dinero es una relación social que se expresa en forma de objeto" (p. 37). Hilferding nos recuerda que, como señalara Marx, la elaboración del proceso de intercambio por mediación del dinero (de forma que una mercancía se cambia por dinero que a su vez se cambia por una segunda mercancía) hace posible la separación en el tiempo entre la venta y la compra. Los bienes pueden entregarse antes de que se pague su precio; alternativamente, el precio puede adelantarse a la entrega. Con este crédito nace específicamente el crédito comercial que extienden los vendedores capitalistas a sus clientes, ya sea al por mayor o al detalle. Otra fuente de crédito se basa en la circulación del capital productivo mismo. El capital es dinero que se usa para hacer dinero. Para ello, debe trasformarse en medios de producción y en fuerza de trabajo, que, una vez combinados, pueden crear un producto de valor mayor que sus ingredientes, dado que el valor de la fuerza de trabajo es inferior al valor creado por el trabajo en que esa fuerza se convierte. Cuando se vende el producto, se recupera la suma adelantada inicialmente (si todo sale bien) además de un plusvalor que para el capitalista es el beneficio. Parte del capital invertido en medios de producción puede que no se recupere durante años, y puede que no se necesite hasta años después (por ejemplo, las sumas invertidas en edificios y en maquinaria pesada). Mientras tanto, el valor de este capital se acumula en forma de dinero. "Puesto que el dinero ocioso no puede generar beneficio alguno, se intenta siempre evitar dicha ociosidad, y esta tarea sólo la puede desempeñar el crédito, que adquiere así una nueva función" (p. 70). El dinero se presta a capitalistas que pueden utilizarlo para producir nuevo plusvalor. Esto tiene entonces que repartirse entre beneficio para el empresario prestatario y un interés para el prestamista del dinero. La recogida de dinero por parte de quienes no lo van a usar y su préstamo a los que pueden usarlo se convierte en una función de los bancos, junto al manejo de las diferentes formas de instrumentos de crédito y de pago. El sistema de sociedades por acciones, otro medio para la reunión de sumas de dinero ocioso en sumas que puedan usarse para la inversión productiva, cae también bajo la influencia, cuando no el control, de los bancos, que, a la vez que prestan dinero a los especuladores en bolsa, manipulan la fluctuación de las acciones. En esta descripción de las formas de crédito, Hilferding se hace eco ampliamente de la discusión que hace Marx en el volumen III de El Capital. Lo que nuevo es la afirmación de Hilferding de que en el estudio del "papel que desempeña el dinero en la circulación del capital industrial [...] podemos encontrar el secreto de cómo los procesos de circulación proveen al crédito capitalista con el poder de dominar finalmente todo el proceso social" (p. 67). Y, de hecho, El Capital financiero difiere sorprendentemente de su ancestro marxiano al enfocar exclusivamente hacia los fenómenos del proceso de circulación --la transferencia de títulos de propiedad mediada por el dinero-- y abstraerse por completo del proceso de producción. La idea central del libro es que, puesto que el dinero es la representación de las relaciones sociales que constituyen el sistema, el control del dinero, alcanzado por los bancos a través del control del crédito, significa el control del sistema mismo. "Una vez que el sistema de crédito ha alcanzado un cierto grado de desarrollo, la utilización del crédito por la empresa capitalista se convierte en una necesidad que le impone la lucha competitiva" (p. 93). Las empresas se hacen cada vez más dependientes de los bancos. La concentración y centralización del capital aceleran, a la vez que se ven aceleradas, por esta tendencia, al convertirse los bancos en organizadores y canales de estos procesos. Y puesto que esto lleva a la formación de monopolios y cárteles, "la relación entre bancos e industria se hace todavía más estrecha, y al mismo tiempo los bancos adquieren un control creciente sobre el capital invertido en la industria" (p. 224). Este capital bancario transformado en capital industrial es el capital financiero. En esta teoría, como supo ver agudamente Rosa Luxemburgo, Hilferding "copia a Marx; pero cada vez que va más allá de él, todo está equivocado"139[139]. A Hilferding se le critica habitualmente por sobrevaluar el papel de los bancos en la formación y el control del capital. El caso alemán no era, a este respecto, tan típico como él creía, y el periodo posterior a la II Guerra Mundial ha sido testigo del incremento en la importancia de autofinanciación empresarial. Estas críticas son justas en el nivel de concreción que tienen muchos de estos argumentos. Pero en sí mismas no constituyen una refutación de la teoría de Hilferding, ya que, como señala Bottomore, el papel central desempeñado por los bancos en el desarrollo industrial llevó de hecho a una integración del capital industrial y bancario en la que los financieros vinieron a ejercer el papel principal. Desde este punto de vista, este núcleo es en realidad la visión de un capitalismo cartelizado en el que el Estado desempeña un papel económico central, una visión que perdura hoy en día en las concepciones de "capital monopolista" y del "capitalismo monopolista de Estado"140[140]. Hilferding detalló esta concepción y sus consecuencias políticas, 15 años después de la publicación de El Capital financiero, en un discurso sobre "las tareas de la socialdemocracia en la República" ante el congreso del Partido Socialdemócrata celebrado en Kiel. Este discurso muestra que la fe de Hilferding en la capacidad del capitalismo para organizarse y autorregularse había sobrevivido a la I Guerra Mundial y a los cambios sociales, políticos y económicos que trajo consigo. Hilferding defendía la participación en el proceso democrático, en oposición a quienes defendían la urgencia de que la izquierda alemana se preparase para la crisis económica y política y para la lucha extraparlamentaria contra los nazis. Su argumento se basaba en la idea de que el 139[139] Citado en Internationales, 7:5 (1924), p. 379. De hecho, la teoría de Hilferding es el precedente directo de la teoría del capitalismo monopolista de Estado. La teoría del capital monopolista de Baran y Sweezy se anticipa de forma sorprendente en el libro de Hilferding: "La cartelización proporciona beneficios extraordinarios excepcionalmente grandes [...] Pero al mismo tiempo, los cárteles tienden a hacer más lentas las inversiones [...] Esta contradicción exige una solución, que se encuentra en la exportación de capital" (pp. 233-234). 140[140] sistema capitalista no sólo no muestra ninguna tendencia inherente a la crisis económica o política, sino que se había transformado en una "economía organizada" mantenida conscientemente en equilibrio por medio de la regulación estatal. Por supuesto, "el capitalismo organizado significa en realidad a sustitución del principio capitalista de la libre competencia por el principio socialista de la producción planeada. Esta economía planeada, dirigida conscientemente, refuerza poderosamente la posibilidad de un desarrollo de la economía consciente, que no significa otra cosa que la intervención en ella de la única organización que posee a la vez conciencia y poder de obligar, es decir, intervención del Estado"141[141]. Este nuevo estado de cosas se manifestaba también en el plano tecnológico, en el desarrollo de productos sintéticos, lo que convertía en risible la idea de una guerra mundial llevada a cabo por medio de materiales como el petróleo. En cualquier caso, la internacionalización de los cárteles eliminaba la competencia entre las economía nacionales. En El capital financiero, Hilferding ya había escrito que con este desarrollo del capitalismo "los periodos de prosperidad del capitalismo se hacen más largos, y más cortas las crisis" (p. 343); la crisis monetaria es algo que pertenece al pasado, de forma que las recesiones no suponen "ninguna carrera hacia los bancos ni retiradas masivas de depósitos" (p. 291). En Kiel, afirmó que "por primera vez desde la guerra hemos entrado en una onda expansiva general, en particular en el caso de Alemania"142[142]. Este discurso lo pronunció en 1927: dos años antes del crash que dio paso a la Gran Depresión y a la nueva guerra mundial. ¿Cómo se las arregló Hilferding para estar tan, tan equivocado?143[143] Una primera respuesta se encuentra ya en la superficie de su libro: las conclusiones de Hilferding no se derivan de su argumentación y de la evidencia que presenta a su favor. Lo que en realidad demuestra, siguiendo a Marx, es que el crédito es esencial para el funcionamiento del sistema capitalista; que el capital social, con su interrelación de capital bancario, industrial y comercial, tiende a la concentración y a la centralización, a escala internacional igual que a escala nacional, y que la competencia produce un empuje hacia posiciones monopolistas y hacia la formación de trusts y cárteles. De esto, sin embargo, no se sigue la conclusión de que existe un proceso continuo de formación de un "cártel general" y una economía regulada centralmente. 141[141] Sozialdemokratischer Parteitag 1927 in Kiel. Protokoll (Berlín, 1927), p. 168. Ibid., pp. 165 ff. 143[143] En opinión de Bottomore, "si adoptamos una perspectiva de más largo plazo y consideramos todo el periodo desde los años 20 a los 70, me parece que la teoría de Hilferding debería tenerse por sustancialmente correcta", ya que "el principal resultado de la crisis" de los 30 "fue la promoción de un mayor crecimiento de la intervención del Estado que, como en el caso del New Deal de Roosevelt, ayudó a 'salvar el capitalismo', a crear las condiciones en las que fue capaz de retomar un crecimiento rápido a partir de 1945 y a hacer posible el desarrollo de 'Estados del bienestar' y 'economías mixtas'" (p. 15). Un periodo de 50 años que incluye 20 años de depresión y guerra mundial difícilmente pueden describirse como una era de 'capitalismo organizado'. El New Deal de Roosevelt no tuvo éxito en la superación de la crisis, que dio paso tan sólo a una reestructuración del capital llevada a cabo por la guerra. Las reivindicaciones keynesianas de haber "salvado el capitalismo" no son ya convincentes, pues la rápida vuelta a la crisis ha traído consigo un estancamiento universal, inflación, una dura competencia económica internacional y el desmantelamiento del Estado del bienestar. La economía mixta aparece ahora no como u medio de superar la anarquía del capitalismo, sino como un signo de hasta qué grado el sistema de mercado ha dejado de funcionar, sin dar paso a una nueva forma de economía. Cf., por ejemplo, Paul Mattick: Economic Crisis and Crisis Theory (White Plains, 1981), capítulo 4. (El capítulo 3 contiene una crítica iluminadora de El capital financiero). 142[142] Un paso crucial en la argumentación es la idea de que "hay una tendencia creciente a eliminar la competencia entre los propios bancos y, por otra parte, a que se concentre todo el capital en forma de capital monetario [...] Si esta tendencia continuara, concluiría finalmente en el establecimiento del control de un solo banco o grupo de bancos sobre el conjunto del capital monetario (y, por tanto), sobre la producción social en su conjunto" (p. 180)144[144]. Pero no se ofrece evidencia alguna que apoye esta afirmación. Por supuesto, Hilferding dice en otro lugar que "los cárteles no tienen poder para alterar la competencia entre los capitales por las esferas de inversión" (p. 296). Argumenta que el "principio profesional bancario de la máxima seguridad hace que los bancos aborrezcan de forma inherente la competencia" (p. 179). Pero señala también que la voluntad de eliminar la competencia, si existiera, no es suficiente para conseguirlo: "así, aparece una contradicción: la restricción de la competencia puede conseguirse más fácilmente cuando menos se necesita, en especial en periodos de prosperidad, porque el acuerdo entre los productores sólo es entonces la culminación de una situación de hecho. Inversamente, durante una depresión, cuando la restricción de la competencia es más esencial, se hace extremadamente difícil llegar a ningún acuerdo. Esto explica el hecho de que los cárteles se lleven a cabo más fácilmente en periodos de prosperidad [...] pero se hundan durante una depresión, a menos que estén organizados de una forma muy estricta" (p. 193). Esta "contradicción" puede exponerse de forma más general: la tendencia al "capitalismo organizado" y a la superación de la anarquía del mercado competitivo está limitada por el grado en que se supera la tendencia a la crisis. Con relación a esta cuestión, Hilferding parece darle la vuelta a su propio argumento, al afirmar que "la anarquía de la producción no se suprime mediante la reducción del número de unidades individuales y simultáneamente aumentando su fuerza y eficacia [...] La producción planificada y la producción anárquica no están en oposición cuantitativa de forma que añadiendo cada vez más "planificación", la organización consciente nacerá a partir de la anarquía [...] Esperar la abolición de las crisis de los cárteles individuales muestra tan sólo falta de penetración suficiente en las causas de las crisis y en la estructura del sistema capitalista" (pp. 286-287). Aquí el argumento de Hilferding se expone en términos muy curiosos, que, sin embargo, no vienen acompañados de una explicación. Un cártel general tal que aboliera las crisis, dice, "puede concebirse económicamente", pero es imposible "en términos sociales y políticos" porque intensificaría el conflicto de clases y de sus intereses en estos términos hasta límites extremos (p. 297). Lo que expresa la segunda parte de esta idea se puede ver en el pasaje en el que Hilferding describe la tendencia a la formación del cártel general. Un resultado de este hecho sería que una propiedad tan concentrada aparecería "en oposición directa a la masa de quienes no poseen ningún capital". El problema de las relaciones de propiedad alcanzaría así "su expresión más clara, inequívoca y aguda al mismo tiempo que el desarrollo del propio capital financiero está resolviendo con más éxito el problema de la organización de la economía social" (p. 235). Como deja claro en el último capítulo de 144[144] De hecho, Hilferding parece haber creído que esto había ocurrido ya, al menos en Alemania, pues afirma que "incluso hoy, la toma de posesión de seis grandes bancos de Berlín significaría la toma de posesión de las esferas más importantes de la industria a gran escala" (p. 368). su libro, incluso la tendencia hacia una situación de este tipo puede esperarse que conduzca a que las organizaciones políticas de la clase obrera y la toma del poder del Estado por sus representantes políticos. El cártel general, en otras palabras, será evitado por una revolución antes de que su formación permita la completa organización de la economía mundial y la abolición de las crisis. La idea está expresada también en la famosa fórmula de que el colapso que conduzca a la victoria socialista "será político y social, no económico, pues la idea de un derrumbe puramente económico no tiene sentido" (p. 366). La crisis económica es entonces una necesidad para el sistema sólo en la medida en que su grado remanente de anarquía no se supere, y el límite lo establece la lucha política del proletariado para tomar el control, por la toma del poder del Estado, del mecanismo mismo de planificación diseñado por el capital financiero para sus propios objetivos de regulación social145[145]. La crisis económica es en último término un problema político y social, y no económico. Para entender esta idea, debemos profundizar en la teoría hilferdinguiana de la crisis, expuesta en una larga sección de El capital financiero. Esto nos lleva a un nivel superior de dificultad teórica, ya que su análisis de la crisis resulta consistir en dos teorías diferentes y finalmente incompatibles. Hilferding es generalmente considerado como un teórico de las crisis de "desproporcionalidad", y éste es el enfoque del que parte su análisis. En esto, Hilferding seguía el argumento de Tugan-Baranowsky basado en los esquemas de reproducción del volumen II de El Capital. Marx usa estos esquemas --que, en opinión de Hilferding, son "desde el punto de vista del razonamiento económico puro, los (análisis) más brillantes de toda esta notable obra" (p. 243)-- para demostrar que la reproducción del sistema requiere el mantenimiento de ciertas proporciones entre la parte de la economía que produce bienes de consumo y la que produce bienes de producción, de forma que la primera abastece a los trabajadores, y la segunda a los capitalistas, de ambos sectores. Puesto que éste es un sistema productor de mercancías, las cantidades de cada tipo de bien deben ser correctas no sólo en relación con los valores de uso implicados --medios de producción y de consumo-- sino también con respecto a sus valores. Por tanto, las "complicadas relaciones de proporcionalidad que deben existir en la producción" dependen para su mantenimiento de la estructura de precios que liga a estos sectores y a todas las empresas en un mismo sistema. Puesto que los esquemas de Marx, según Hilferding, muestran "que en la producción capitalista, tanto la reproducción simple como la ampliada pueden continuar sin interrupción en tanto se mantengan las proporciones (necesarias)", las causas de la crisis deben buscarse en la(s) "distorsión(es) de la estructura de precios que impiden que los precios den una indicación adecuada de las necesidades de la producción" (pp. 256-257). Es en la explicación de esas distorsiones de la estructura de precios cuando Hilferding evoca una explicación de la crisis completamente diferente, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que se debe en la teoría de Marx a la contribución decreciente del trabajo vivo en el proceso de producción: "Una crisis significa una caída de las ventas. En la sociedad capitalista esto presupone el cese de la nueva inversión capitalista, lo que presupone a su vez una caída de la tasa de ganancia. Este descenso de la tasa de 145[145] En palabras del discurso de 1927: "Esto significa exactamente que nuestra generación tiene planteada la tarea de transformar, con ayuda del Estado, con la ayuda del regulador social consciente, esta economía organizada y dirigida por capitalistas en una economía dirigida por el Estado democrático. Se sigue de esto que el problema que se plantea a nuestra generación no es ni puede ser otro que el del socialismo" (Sozialdemokratischer Parteitag, p. 169). ganancia es producido por el cambio en la composición orgánica del capital, que ha tenido lugar como consecuencia de la inversión de capital nuevo. Una crisis es simplemente el punto en el que la tasa de ganancia comienza a descender" (p. 256). Durante un periodo de prosperidad, las empresas suben sus precios, sin preocuparse por las relaciones de valor entre ellos, porque pueden, dadas sus condiciones de producción y control del mercado; en la recesión, los tienen que bajar, por necesidad, o los mantienen si pueden. Es este cambio en la estructura de precios lo que perturba las relaciones de proporcionalidad necesarias entre las ramas de la producción. "Estas perturbaciones [...] conducen finalmente al hundimiento de las ventas" (p. 266), y a la ruptura del proceso de reproducción. Así, en opinión de Hilferding, no se trata de dos teorías diferentes de la crisis sino partes complementarias de una misma explicación. Un descenso de la tasa de ganancia es según él una "causa" de crisis, en tanto que las desproporcionalidades derivadas del carácter anárquico de las relaciones de mercado proporcionan las "condiciones generales" en las que opera esa causa. Sin esas condiciones generales, el efecto de la creciente composición del capital sería un ciclo económico, pero un ciclo que continuaría sin la perturbación de las relaciones de mercado a la que llamamos "crisis". Ésta es la razón de que la eliminación de la crisis por medio de un cártel general sea "concebible económicamente". Esta posición tiene extrañas consecuencias. Por una parte, se nos dice que hay una tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que da lugar a un frenazo de la acumulación. Por otra parte, esto se describe simplemente como el mecanismo por medio del cual "se manifiestan a través de la competencia" las tendencias a la interrupción de las relaciones proporcionales entre las ramas de la producción, pues los precios se fijan de forma que "si la producción se lleva a cabo en proporciones adecuadas", como se supone que los esquemas de reproducción de Marx han demostrado que es posible, "esas relaciones no necesitan cambiar y no tiene por qué ocurrir interrupción alguna" (p. 261). Con esto queda clara la dificultad que hay en la posición de Hilferding. Según la teoría de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia expuesta en El Capital, la acumulación tiene que derrumbarse periódicamente, siendo cada recuperación el preludio de un futuro colapso. Por otra parte, según la interpretación de los esquemas de reproducción que hace Hilferding, éstos demuestran que la reproducción ampliada, o acumulación, "puede continuar sin interrupción" en tanto se mantengan las proporciones requeridas entre las ramas de la producción. Si la primera teoría es correcta, la segunda tiene que estar equivocada: la acumulación no puede seguir continuamente si la tasa de ganancia cae. Por supuesto, según Marx, es el proceso económico básico de la acumulación misma, y no la anarquía del mercado, lo que produce la tendencia al desequilibrio en las relaciones entre las empresas que forman la economía social146[146]. Esta autocontradicción teórica no está en Marx. Marx deja muy claro que los esquemas del volumen II no tienen nada que ver con la cuestión de la posibilidad de una acumulación equilibrada. No pueden ilustrar las condiciones de equilibrio en el sentido, 146[146] "La devaluación periódica del capital existente, que es un medio inmanente al modo capitalista de producción, para retrasar la caída de la tasa de ganancia y acelerar la acumulación del valor del capital mediante la formación de nuevo capital, perturba las condiciones dadas en las que tiene lugar el proceso de circulación y reproducción del capital, y viene acompañada, por consiguiente, por frenazos súbitos y crisis en el proceso de producción" (Marx, op. cit., p. 258). por ejemplo, de la moderna teoría del crecimiento, ya que para Marx no hay tendencia al equilibrio en el capitalismo. Su papel es, más bien, demostrar que los fenómenos del mercado (o de la circulación) pueden subsumirse en los fenómenos de la producción: que la expansión de la demanda y su división entre demanda de bienes de consumo y demanda de bienes de producción está determinada por la pauta de desarrollo de la acumulación. Hilferding no es, por supuesto, el único en malinterpretar los esquemas de reproducción. Rosa Luxemburgo no es más que un nombre distinguido dentro de una larga lista al respecto. Casi toda la discusión de la solución de Marx al "problema de la transformación", siguiendo el trabajo de Bortkiewicz, se basa en ese error147[147]. Error que sigue vivito y coleando a pesar de que ya Grossmann expuso el error en 1932148[148]. Radica en último término en la asimilación de la teoría presentada en El Capital con las teorías del equilibrio de la economía post-clásica. Así, los esquemas se toman por una expresión de lo que para Marx es una contradictio in terminis: "las condiciones de equilibrio del proceso capitalista de acumulación" (p. 248). Igualmente, la teoría del valor de Marx se toma por una teoría de los precios de equilibrio, a pesar de que Marx asimila el funcionamiento de la ley del valor al de la ley de la gravedad "cuando la casa de alguien se le cae encima a éste"149[149]. Y de hecho el problema de la teoría de la crisis de Hilferding tiene sus raíces en la falta de comprensión de la teoría del valor. El extravío de Hilferding respecto del enfoque de Marx puede observarse en su análisis del giro desde la prosperidad a la depresión. "Cada ciclo industrial comienza con una expansión de la producción [...] que puede atribuirse en general a la apertura de nuevos mercados, el establecimiento de nuevas ramas de producción, la introducción de nueva tecnología y la expansión de las necesidades que resulta del crecimiento de la población. Al crecer la demanda, los precios y los beneficios crecen [...] el proceso se hace general en la medida en que cada rama de la industria crea una demanda para la producción de otras industrias" (p. 258). Sin embargo, este movimiento de expansión es contrarrestado por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, intensificada por los aumentos en el precio de la fuerza de trabajo, al estrecharse el mercado de trabajo, y en el tipo de interés. "Comienza una crisis en el momento en que las tendencias hacia el descenso de la tasa de ganancia [...] prevalecen sobre las tendencias que han generado los incrementos de precios y beneficios, como resultado de una demanda creciente" (p. 261). Igualmente, "se necesitan dos condiciones para que vuelva la prosperidad: en primer lugar, la restauración de la proporcionalidad, que es necesaria para que la depresión termine; y [...] en segundo lugar, una expansión de la producción, sin la cual no puede haber prosperidad" (p. 297). Tomemos la segunda de ellas como una simple tautología, pues Hilferding escribe al respecto: una vez que se supera la desproporcionalidad, la prosperidad puede "estar en camino tan pronto como innovaciones técnicas o nuevos mercados generen una demanda incrementada" (p. 298). 147[147] Véase mi "Some comments on the value-price problem", pp. 725-781, en Économies et Sociétés (Cahiers de l'ISMEA), 15:6-7 (1981). 148[148] Véase H. Grossmann, "Die Wert-Preis Transformation bei Marx und das Krisenproblem", pp. 5584, en Zeitschrift für Sozialforschung, 1:1 (1932). 149[149] El Capital, vol. I (Penguin, 1976), p. 168. Tomando la distinción entre "fin de la depresión" y "prosperidad" como algo que se corresponde (no puede encontrarse otro sentido a esto) con la distinción entre condiciones y causas de la crisis (o de la recuperación), tenemos aquí una imagen de una expansión de la producción puesta en marcha por un aumento de los beneficios que se debe a una expansión de la demanda. Pero ¿cuál es la fuente de esta demanda? Como demuestra Marx en esos esquemas del volumen II, un incremento de la demanda significa exactamente un incremento en la inversión --ya sea en fuerza de trabajo, lo que proporciona un mercado para los bienes de consumo, ya sea en medios de producción, que ofrece un mercado para la nueva tecnología, así como para la renovación de la antigua150[150]. Pero esto no es sino la reproducción ampliada o acumulación misma. Si la crisis que pone fin a la anterior prosperidad fue provocada por una insuficiencia de beneficios para la acumulación, el nuevo ciclo no puede comenzar hasta que se restablezca un nivel suficiente de rentabilidad. Es decir, ¡la tasa de ganancia debe haber aumentado para que existan los fenómenos a los que Hilferding liga este incremento! Las "tendencias hacia una tasa descendente de beneficios" y las "tendencias" que provocan "incrementos en precios y en beneficios, como resultado de una demanda creciente", que para Hilferding están en conflicto entre sí, sólo pueden ser cosas idénticas. No lo son, en opinión de Hilferding, porque él considera la expansión de la demanda, la introducción de nueva tecnología e incluso la "expansión de las necesidades que resultan del crecimiento de la población" (como si las necesidades de la población existente se hubieran satisfecho durante el periodo de depresión) como factores independientes de, y yuxtapuestos a, la determinación de la tasa de ganancia por la ley del valor151[151]. Para Marx, el mismo mecanismo, el movimiento de la tasa de ganancia con la cambiante composición del capital, explica la depresión y la prosperidad. En forma de quiebras y venta forzada de activos, de hundimientos en los precios de los activos financieros y de insolvencias bancarias, el capital se devalúa. Con ello, la composición 150[150] Dejo de lado el aumento en el consumo de los capitalistas. Esto depende en cualquier caso de los beneficios. 151[151] En esto, Hilferding se anticipó al intento reciente de Ernest Mandel de combinar tres teorías de la crisis incompatibles --incluida la de Hilferding--, lo que aquél llama explicación "monocausal" de la crisis en relación con las desproporcionalidades, el subconsumo y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Su combinación de las tres explicaciones en una "teoría correcta de la crisis capitalista", equivale, sin embargo, a poco más que el reconocimiento de que la economía, en su curso cíclico, muestra tanto desproporcionalidad en la inversión en los dos departamentos de producción como sobreproducción de bienes de consumo en relación con la demanda efectiva, mientras que "la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia es [...] una ilustración del mecanismo básico del ciclo industrial en cuanto tal". Por supuesto, sólo una de estas tres explicaciones puede ser "básica", pero entonces no tiene sentido describir esto como una "explicación multicausal de la crisis capitalista". Cometiendo el mismo error que Hilferding, la violación de la distinción entre niveles de explicación, Mandel es aparentemente inconsciente de que se dirige hacia un eclecticismo aun mayor, pues quiere combinar la teoría de Hilferding con la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, ¡cuando la de este autor ya la incluye! Pero Mandel no es tan pedante como para preocuparse por la exactitud de su representación de las teorías de los demás o por el razonamiento lógico. Tras haber atacado la teoría de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia por ser "un arma ideológica diseñada para imponer la carga de la crisis sobre la clase trabajadora", suponiendo que un descenso de los salarios, al contribuir a mejorar la rentabilidad, ayudará a superar la crisis --como si el desagrado que provoque una teoría significara su falsedad--, acepta la misma conclusión él también unas páginas más abajo, junto al argumento de la tasa decreciente de ganancia ("un corte en los salarios reales [...] conduce a posteriores aumentos en la tasa de ganancia"). Por supuesto, negar esto le obligaría a elegir entre la Scila de contradecir el texto que está introduciendo (cf. El Capital, vol. III, p. 305) y la Caribdis de colocar a Marx entre los "defensores reformistas de la colaboración de clases" (Introducción a El Capital, vol. III, pp. 38-53). orgánica del capital cae y la rentabilidad aumenta hasta el punto en que la acumulación se hace de nuevo posible. Así, la crisis es ella misma una solución al problema de la rentabilidad decreciente. Pero al igual que las relaciones de valor entre mercancías sólo son visibles bajo la forma de precios (que en la concepción de Marx tienen que diferir de los valores), los movimientos de la tasa de ganancia sólo se manifiestan en forma de contracciones y expansiones de los mercados de bienes a precios rentables. Lo que ha hecho Hilferding, en la práctica, es confundir dos niveles de descripción del proceso del ciclo económico: el nivel teórico del valor y el nivel empírico de los fenómenos de precio. El primero, si tiene algún sentido, debe explicar el último; los fenómenos de valor y precio no pueden interactuar. Si la tasa de ganancia ha disminuido debido a un alza de la composición orgánica del capital, no puede elevarse por "una expansión de la producción" que requiere a su vez un descenso de la composición. El problema con la teoría de la crisis de Hilferding no es, por consiguiente, tanto su divergencia respecto de las opiniones de Marx, algo contra lo que no se puede objetar en principio. El problema estriba en que Hilferding intenta combinar el análisis de Marx en términos de la teoría laboral del valor con un análisis en términos de las categorías burguesas de "demanda", "innovación", etc. Representa el suyo --y aquí se alcanza el nivel más profundo de la confusión teórica de Hilferding-- un intento de combinar economía política con su crítica, un primer gran esfuerzo para producir ese (hoy) corriente, aunque oximorónico**, híbrido llamado "economía marxista". Por supuesto, Hilferding comienza El capital financiero reclamando un sitio "en el sistema teórico de la economía política clásica que comienza con William Petty y encuentra su máxima expresión en Marx" (p. 21). En su crítica a Böhm-Bawerk, Hilferding había atacado la nueva teoría marginalista por su abandono de la tradición clásica, y localizado en la teoría marxiana del valor-trabajo la ampliamente buscada teoría general de la economía , aplicable en principio a cualquier sistema social, aunque desarrollada por Marx para el caso especial del capitalismo. La propia visión de Marx sobre la cuestión era muy diferente. De la misma forma en que creía imposible una teoría general de la historia, que también le quiere adjudicar Hilferding (p. 23), Marx creía también en el sinsentido de una teoría económica en el sentido clásico más allá de los límites del capitalismo. Es por esta razón por lo que El Capital se escribió, no como una contribución a la economía política, sino a su crítica. La ilusión de la economía política clásica (mantenido también en la post-clásica) consistía precisamente en creer que categorías específicas de la sociedad moderna -trabajo, capital, valor-- podían usarse para formular leyes válidas para todos los sistemas sociales, algo que Marx quería refutar. Sin embargo, para Hilferding, lo que es peculiar al capitalismo no son las leyes de la economía, sino su expresión indirecta en las relaciones de intercambio entre bienes en el mercado. (su posición es por tanto similar a las de los neomarxistas modernos que ven las relaciones económicas como uno entre tantos conjuntos de relaciones que constituyen conjuntamente las relaciones sociales como un todo.) La concepción de Hilferding se hace más clara si recordamos su comparación del resultado de los actos de intercambio en una sociedad de mercado con las decisiones de las autoridades centrales en un sistema conscientemente planificado. En el segundo caso, las relaciones de producción que ligan a los miembros de la sociedad, como productores y como consumidores, "se manifiestan directamente como relaciones sociales, y las relaciones económicas entre individuos pueden interpretarse como determinadas [...] por acuerdos sociales" (p. 27). En el primer caso, por el contrario, las relaciones sociales que unen a los miembros de la sociedad son "indirectas": se establecen a través del cambio de mercancías mediado por el dinero. Es esto lo que da a la teoría económica un papel especial en el análisis del capitalismo: "descubrir la ley que gobierna este tipo de intercambios y regula el curso de la producción en una sociedad productora de mercancías, tal como las leyes, decretos y directivas de las autoridades regulan la producción en una sociedad socialista" (p. 28). Esto no significa que la economía se limite al estudio del sistema de mercado y que no tenga sentido para el socialismo, ya que la diferencia entre los dos sistemas es sólo "que en una sociedad productora de mercancías, la ley económica no se impone directamente sobre la producción por las elaboraciones de la inteligencia humana, sino que opera a la manera de una ley natural" (pp. 366-367). El problema económico, definido por Hilferding como se hace generalmente en la economía burguesa --"en concreto, revelar la interdependencia funcional de las acciones económicas que hacen posible la vida social" (p. 406, nota 18)-- debe resolverse en todos los sistemas152[152]. En el socialismo, se resolverá de forma consciente y directa; en el capitalismo, se resuelve de forma mecánica e indirecta, por el intercambio de bienes en el mercado. Si los mecanismos de mercado representan por tanto el dominio de la economía en la sociedad moderna, su específico carácter social como sistema capitalista lo identifica Hilferding en la separación institucional entre producción y consumo, que orienta la producción hacia los beneficios más que a la satisfacción de las necesidades. La búsqueda de ganancia se considera, por tanto, como un elemento no económico. Ya que en la "necesidad que tiene el capital existente [...] de lograr una cierta tasa de ganancia" la "expansión de la producción se topa con una barrera puramente social, que se origina en, y es específica de, esta estructura social" (p. 241, cursivas añadidas). Hilferding adscribe a estos rasgos de la estructura social del capitalismo, más que a la operación de las leyes económicas, la tendencia a la crisis del capitalismo. "La posibilidad de crisis está implícita en la producción no regulada, es decir, en la producción mercantil en general, pero sólo se hace una posibilidad real en un sistema de producción no regulada que elimine la relación directa entre producción y consumo que caracteriza a todas las demás formaciones sociales, e interpone entre producción y consumo [...] el requisito de que el capital se valorice a una determinada tasa" (p. 241). Esta idea explica la concepción de la crisis como económicamente no necesaria, aunque la imponga la estructura social del capitalismo, y también la concepción que tiene Hilferding de la relación entre capital financiero y el futuro socialista. El crecimiento de la cartelización, que implica la subordinación de las relaciones de mercado a la planificación consciente, representa una tendencia hacia la sustitución de las relaciones sociales indirectas por las directas. Esta tendencia la descubre Hilferding en el carácter social de las transacciones crediticias, la base del capital financiero mismo: "aquí la relación económica material está acompañada siempre de una relación personal, que aparece como una relación directa entre miembros de la sociedad [...], en particular, lo que se llama normalmente un 'trust'. En este sentido, un sistema de crédito completamente desarrollado es la antítesis del capitalismo y representa organización y control como algo opuesto a la anarquía" (p. 180). 152[152] Cf. P. 421, nota 4, donde Hilferding critica a Tugan-Baranowsky por "tomar en cuenta tan sólo las categorías económicas de la producción capitalista", y pasar por alto al mismo tiempo "las condiciones naturales de producción que son comunes a todos los sistemas de producción". Sin duda, los directores del Banco Ambrosiano se sonreirían ante la ingenuidad de un joven doctor socialista que escribía estas palabras; en cualquier caso, el principio de honor entre ladrones difícilmente puede elevarse al estatus de una planificación socialista embrionaria. La misma idea puede encontrarse, sin embargo, en la concepción de Hilferding sobre el dinero, sobre la que construye su teoría del crédito y de las finanzas, como una "relación social que se expresa en forma de un objeto"153[153]. En opinión de Marx, la razón de la imposibilidad de una teoría general de la economía es que las categorías económicas no son meras representaciones de las relaciones sociales en el capitalismo, sino que vienen exigidas por el funcionamiento del sistema. Mientras que la crítica de la economía política puede explicar que el dinero sirve como una representación del trabajo social en abstracto, este trabajo abstracto sólo tiene existencia real gracias al intercambio efectivo de bienes y servicios a través del dinero. Por supuesto, el trabajo individual puede integrarse en el trabajo social por otras vías: "directamente", como dice Hilferding. Pero entonces el trabajo social deja de tener el carácter específico que tiene bajo el capitalismo: se pierde la diferencia específica de la producción capitalista. El "trabajo abstracto" que es la sustancia del valor no se construye conceptualmente mediante abstracción de las propiedades de los trabajos concretos, sino realmente a través del intercambio de productos en el mercado. Para Hilferding, por el contrario, no hay razón alguna en principio para que la relación social representada por el dinero no pueda expresarse directamente. El aspecto social del dinero --su calidad de ser el equivalente de valor de una mercancía-- encuentra su expresión tangible en la sustancia que se usa como dinero, por ejemplo, el oro. Pero también puede expresarse directamente a través de la regulación social consciente, y en particular, puesto que el estado es el órgano consciente de la sociedad productora de mercancías, por la regulación estatal. Por consiguiente, el Estado puede designar cualquier símbolo --por ejemplo, una pieza de papel convenientemente etiquetada-como representante del dinero, un símbolo del dinero (p. 38). Es decir, con el papel moneda, "una relación social conscientemente regulada puede ocupar el lugar de una relación que se expresa a través de un objeto" (p. 38). Este potencial se realiza, según Hilferding, con el desarrollo del capital financiero. Al poseer los bancos el control de la oferta de crédito esencial para el funcionamiento de la industria a gran escala, todo el capital tiende a concentrarse en forma de capital monetario, puesto a disposición de los productores sólo a través de la banca. "Si esta tendencia continuara, resultaría finalmente que un único banco o grupo de bancos controlaría todo el capital monetario" y, por tanto, "toda la producción social en su conjunto" (p. 180). Éste sería el sistema del cártel general en el que "toda la producción capitalista estaría [...] regulada conscientemente por un órgano único que determinaría el volumen de la producción en todas las ramas de la industria". En este sistema, al regularse la producción de forma directa y consciente, en vez de indirectamente a través del sistema de precios de mercado, "la ilusión del valor objetivo de la mercancía desaparecería junto con la anarquía de la producción, y el dinero dejaría de existir" (p. 234). De hecho, la imposibilidad de este apoteosis del capital financiero es consecuencia directa de la transparencia de las relaciones sociales, que dejaría de estar ocultas tras el cuerpo material del dinero: en el cártel general, "la propiedad, 153[153] Tomo esta observación de Cora Stephan, op. cit. concentrada y centralizada en manos de unos pocos grupos capitalistas gigantes, aparece en oposición directa a la masa de quienes no poseen ningún capital. El problema de las relaciones de propiedad alcanza así su expresión más clara, inequívoca y aguda, al mismo tiempo que el desarrollo del capital financiero mismo está resolviendo con más éxito el problema de la organización de la economía social" (p. 235). La barrera a la formación del cártel general no es, por tanto, política; al igual que no hay necesidad económica de crisis, o que "la idea de un derrumbe puramente económico no tiene sentido" (p. 366), así también existe una transformación de la forma, pero no del contenido económico, en la transición del capitalismo competitivo al capitalismo organizado. Se trata sólo de que la regulación indirecta de la producción por el mercado es sustituida por la regulación directa por parte del capital financiero. Esto elimina la anarquía de la producción; sin embargo, sigue existiendo la relación de propiedad entre los propietarios del capital y los trabajadores que explotan, y es a la supresión de esta relación, incorporada en la búsqueda de beneficios, hacia lo que debe dirigirse el movimiento socialista en cuanto tal. Hilferding no distingue entre los rasgos sociopolíticos y económicos en las diferentes instancias en que aborda la cuestión de la legislación bancaria nacional. El control de la circulación de dinero y de crédito, dice, afecta a la sociedad entera; por tanto, "nacerá una demanda para que sea el Estado quien se ocupe de esta tarea". Esto amenaza a los intereses privados, centrados en la rentabilidad de las empresas privadas. Sin embargo, "el carácter social de esta tarea hace absolutamente indispensable la eliminación o la restricción radical del objetivo de ganancia" (p. 387, nota 7). Se analiza el objetivo de la ganancia como algo externo al funcionamiento del sistema social, al igual que se identifica siempre como un problema "distributivo" más que relativo a la producción (p. 234). Por esta razón, Hilferding describe la sociedad regulada por la ley de valor en términos smithianos, como aquella en la que "sus miembros son propietarios individuales obligados por el desarrollo de la división del trabajo a comerciar con los demás" (p. 27). Por el contrario, para Marx, la producción mercantil generalizada y las leyes que le corresponden aparecen sólo con el desarrollo del capitalismo. Es la separación de los productores de riqueza social respecto de sus medios de producción lo que transforma sus trabajos en trabajo social abstracto, que es la substancia del valor. La generalización de la forma mercantil del producto de trabajo y la transformación del trabajo en trabajo asalariado son el mismo proceso. Hilferding reconoce que "sólo la producción capitalista generaliza la producción mercantil" (p. 240), pero no extrae de ello la consecuencia de que la forma mercantil sólo puede entenderse de forma completa en términos de la relación capital-trabajo. Esto hace posible que pueda ver la transformación del capitalismo en socialismo como algo que sólo afecta a la supresión del dominio social y político de los capitalistas, sin la abolición del sistema económico mismo. Las leyes de la economía seguirán vigentes, lo mismo que la continuidad de la validez de las leyes naturales hace posible la tecnología científica: "la sociedad entera [...] subordinará finalmente la economía a sí misma, igual que ha sido capaz de someter siempre a la naturaleza, una vez descubiertas las leyes de movimiento del mundo natural" (p. 367). Lo que antaño se realizaba de forma indirecta, por el juego de las fuerzas de mercado, ahora se determina directamente, por el Estado socialista. Es esta concepción del cambio político, más que la abolición de las relaciones económicas y sus leyes, como el núcleo del socialismo, lo que está detrás de la incapacidad de Hilferding para ver la necesidad de la forma monetaria. La naturaleza insatisfactoria de esta teoría del dinero se debe, en palabras de Stephan, al hecho de que apunta "no a una teoría del dinero sino a una teoría del Estado, a que se refiere a la teoría del Estado como una teoría del dinero"154[154]. ¿Cuál es esta teoría del Estado? En resume, es la idea, esencial para la concepción burguesa del Estado y la sociedad civil, de que el Estado es un agente o estructura de "control social" que puede concebirse de forma independiente de otros determinantes de la vida social. Para Marx, puesto que el "Estado" y la "economía" modernos sólo pueden existir como formas distintas de relaciones sociales sobre la base de la relación de clases específica del capitalismo, el objetivo de la lucha proletaria --la abolición del trabajo asalariado-- implica la abolición del Estado155[155]. En tanto que, para Hilferding, "el objetivo político último" de su movimiento es "la conquista del poder del Estado" (p. 368). El principio del socialismo, tal como explicó en el Congreso de 1927, "es exactamente considerar el funcionamiento de las fábricas y la economía como un asunto de la sociedad, y la sociedad no tiene otro órgano para su control consciente que el Estado" Esto está claro también en que "el elemento esencial del Estado moderno son los partidos", que representan el único medio a través del cual los individuos pueden actuar a nivel social156[156]. Sobre esta base, es el propio capital financiero, al organizar el proceso de circulación, el que pone el socialismo a nuestro alcance: "Una vez que el capital financiero ha puesto las ramas más importantes de producción bajo su control, sólo se necesita que la sociedad, a través de su órgano ejecutivo consciente --el Estado conquistado por la clase trabajadora--, se apodere del capital financiero para obtener el control inmediato de esas ramas de la producción [...] Hoy en día, hacerse con el control de seis grandes bancos de Berlín significaría el control de las ramas más importantes de la industria a gran escala, y facilitaría enormemente las fases iniciales de la política socialista durante el periodo de transición, cuando la contabilidad capitalista todavía sea de utilidad" (pp. 367-368). Es fácil entender el atractivo de esta concepción para quienes, como Lenin, imaginaban el socialismo a partir del modelo del servicio postal alemán. De hecho, la descripción que hace Hilferding del cártel general es una anticipación sorprendente de los sistemas de partido único que afirman actualmente ser la encarnación del socialismo. Al final de su vida, Hilferding se apartó horrorizado de las "economías de Estado totalitarias" de la Unión soviética y de la Alemania nacional-socialista. Pero el hecho de que no existiera ningún sitio para retroceder salvo el mercado libre sin el cual no existe libertad alguna demuestra cruelmente hasta qué punto los regímenes de Stalin y Hitler representaban realizaciones, aunque caricaturizadas, del concepto que tenía Hilferding del socialismo157[157]. 154[154] Ibid., p. 135. "La forma económica específica en que el trabajo excedente no pagado se extrae de los productores directos determina la relación de dominación y servidumbre, y esto deriva directamente de la producción misma, y reacciona sobre ella a su vez como determinante. En esto se basa toda la configuración de la comunidad económica que surge de las relaciones de producciones existentes, y también su forma social específica. Es en cada caso en la relación directa entre los propietarios de las condiciones de producción y los productores inmediatos [...] donde encontramos el secreto íntimo, la base oculta de todo el edificio social, y por tanto la forma política de la relación de soberanía y dependencia, es decir, de la forma específica del Estado en cada caso" (Marx, El Capital, vol. III, p. 927). 156[156] Sozialdemokratischer Parteitag, pp. 170-171. 157[157] Cf. Hilferding, "State capitalism or totalitarian state economy", en Modern Review, 1:1 (1947). Es muy sorprendente que intelectuales izquierdistas opuestos a las dictaduras de partido en el Este no puedan 155[155] Lo que da a El capital financiero su relevancia particular para los socialistas en el "capitalismo tardío" actual es el rebrote de la ideología y actividad socialdemócrata de las últimas décadas. Las momias leninistas que la izquierda de los sesenta resucitó de entre los muertos parecen haber vuelto finalmente a sus tumbas. Aparte de los temporalmente inactivos y los numerosos sin-partido, los activistas antiparlamentarios directos visibles en toda Europa, los izquierdistas parecen estar orientándose cada vez más hacia diferentes versiones de la socialdemocracia, desde los partidos ecologistas europeos y las facciones de izquierda dentro de los partidos oficiales de la Segunda Internacinal --con el Eurocomunismo, como un aspecto más del mismo fenómeno-hasta el DSA y similares en los Estados Unidos. Es sorprendente cuántas ideas de estas corrientes fueron anticipadas por Hilferding. En su discurso al congreso de Kiel, por ejemplo, defendió la democracia electoral como el escenario principal, junto al sindicalismo, para la lucha social; habló de la centralidad de la "democracia económica y laboral" como objetivos socialistas, parte imprescindible de la lucha para usar el Estado como "medio de control y dominio de la economía al servicio del interés general" y en contra de los intereses de los monopolios y de las grandes empresas; atacó al pacifismo por sus objetivos "poco realistas" y abogó por una política de defensa socialista; proclamó la necesidad de construir alianzas con el centro no socialista. Sólo las frases finales de su discurso serían hoy improbables: "Sabemos el camino, sabemos el objetivo. Cuando luchamos bajo el lema: con la verdad del principio socialista, inamovibles en nuestro objetivo de tomar el poder del Estado, pero con la libertad de movimiento para nuestras tácticas, entonces la posibilidad de victoria se convertirá en la realidad de la victoria"158[158]. Serían improbables porque la socialdemocracia ya no aparece siquiera como la representante de un movimiento internacinal de la clase obrera en lucha por la transformación de la sociedad. El marxismo, en particular, se ha convertido en una especialidad de los intelectuales, no la ideología de un movimiento de masas. Sin embargo, si se dijeran hoy esas palabras, serían todavía más patéticas de lo que nos parecen hoy retrospectivamente las afirmaciones centrales de Hilferding en su discurso. La siempre creciente racionalización del capitalismo por medio del capital financiero condujo a la Gran Depresión y a la Segunda Guerra Mundial, la victoria del fascismo gracias a la participación socialdemócrata en el gobierno prusiano fue seguida por la destrucción del partido, incluido el propio Hilferding, a manos de los nazis. Una repetición hoy de este escenario, mutatis mutandis, podría ser una farsa desde el punto de vista del espíritu mundial, y el rebrote de la ideología socialdemócrata en ausencia de un movimiento obrero es ciertamente bastante farsa, pero la tragedia que promete la nueva depresión y la amenaza que suponen las armas nucleares hace palidecer la catástrofe en la que Hilferding perdió su vida. Para la lucha por evitar esta tragedia, la teoría abstracta representa, sin duda, una contribución pequeña. Lo que podemos aprender, sin embargo, incluso a partir del estudio de un libro con más de 70 años, es la conexión interna entre trabajo asalariado, producción mercantil, y Estado burgués, que imaginar alternativas a éstas diferentes de la reintroducción del mercado, incluso en un momento, como el actual, en que el sistema de mercado está entrando visiblemente en una crisis de alcance mundial. El contrapunto a lo anterior es la incapacidad de los sistemas totalitarios para abandonar, como haría el cártel general según Hilferding, las relaciones mercantiles como mediadoras entre dirigentes y explotados. 158[158] Sozialdemokratischer Parteitag, p. 184. Vale la pena observar que esta conclusión de un discurso consagrado en gran parte a atacar al bolchevismo bien podría haber sido pronunciada por el propio Lenin. deben ser destruidos conjuntamente si queremos escapar a las consecuencias de cualquiera de ellos. CAPÍTULO 13 Edward N. Wolff159[159] TENDENCIAS RECIENTES EN LA PROPIEDAD DE LA RIQUEZA En este campo, la mayoría de los trabajos estudian la distribución del bienestar y su cambio en el tiempo en términos de renta. Sin embargo, la riqueza familiar es también un indicador de bienestar, con independencia de la renta financiera directa que proporcione. Hay cuatro razones para ello. En primer lugar, la casa ocupada por sus propietarios les presta servicios directamente. En segundo lugar, la riqueza es una fuente de consumo, con independencia de la renta monetaria directa que proporciona, porque los activos pueden convertirse directamente en liquidez y financiar necesidades de consumo inmediatas. En tercer lugar, la posesión de activos financieros puede proporcionar liquidez a una familia en épocas de malestar económico, como en ocasiones de desempleo, enfermedad o ruptura familiar. Por último, en una democracia representativa, la distribución del poder está relacionada a menudo con la distribución de la riqueza. Trabajos anteriores (véanse Wolff, 1994, 1996), usando los Informes de las Finanzas de los Consumidores de 1983 y 1989, han presentado evidencias de una desigualdad rápidamente creciente de la riqueza familiar entre 1983 y 1989, en medio de un crecimiento de los activos poseídos, tanto medios como medianos. Con la aparición del Informe sobre las Finanzas de los Consumidores (SCF) para 1995, por parte del Sistema de la Reserva Federal (Fed), es ahora posible actualizar algunas de las cifras anteriores sobre la propiedad de la riqueza familiar y hacer proyecciones hasta 1997. Este artículo es especialmente oportuno a la luz del reciente boom de los precios de las acciones, que ha creado la impresión de que a todas las familias les está yendo bien en términos de acumulación de riqueza familiar. Se abordan en él las siguientes nueve cuestiones: 1. ¿Han crecido los activos medios desde 1989? A pesar de la reciente subida en los precios de las acciones, se observa que la mayoría de las familias estadounidenses han visto disminuir de hecho su riqueza neta desde 1989. Sin embargo, el único segmento de la población que ha mejorado su riqueza desde 1983 es el del 5% de los hogares más ricos. 2. ¿Se ha concentrado la riqueza desde 1989? Mucho, debido a que las acciones siguen estando muy concentradas en manos de los ricos, estimándose que la reciente fortaleza del mercado ha causado un salto adicional en la desigualdad de la riqueza, especialmente entre 1995 y 1997. 3. ¿Está cambiando la composición de la riqueza de los hogares? A pesar de la boyante economía de los últimos 7 años, la deuda total sigue creciendo entre las familias americanas. Las acciones y la participación en fondos de pensiones han crecido como porcentaje de la riqueza familiar, con descensos en las partes correspondientes a los depósitos bancarios y a los activos inmobiliarios. 159[159] Department of Economics, New York University. Email: wolffe@fasecon.econ.nyu.edu 4. ¿Se han estrechado las disparidades raciales de la riqueza familiar? El cociente de riqueza media entre familias afroamericanas y familias blancas estaba muy bajo en 1983, un 0.19, y apenas se ha movido desde entonces, aunque la riqueza mediana entre familias afroamericanas ha avanzado en relación a la de las familias blancas. 5. ¿Está creciendo la riqueza más deprisa para los hogares jóvenes o para los mayores? En 1983, los hogares más ricos eran los encabezados por personas entre 45 y 69 años, aunque entre 1983 y 1989 la riqueza se desplazó desde ese grupo de edad tanto hacia los grupos de mayor y menor edad. Sin embargo, desde 1989, la riqueza relativa de las familias más jóvenes ha caído fuertemente. 6. ¿Qué clases de renta están ganando más en términos de riqueza? Aunque riqueza y renta están positivamente correlacionadas en los hogares, la correlación no es perfecta y existe una amplia variación de activos entre las clases de rentas. Una cuestión que provocó gran controversia en los últimos años es la de que los mayores avances en riqueza entre 1983 y 1989 estaban recibiéndolos las familias de renta media. Desde 1989, la situación ha cambiado y las familias de rentas medias están experimentando las mayores pérdidas de riqueza. 7. ¿Están disminuyendo los ahorros financieros de la clase media? Una razón potencial de la creciente "ansiedad" de la clase media puede ser la caída de sus reservas financieras. En 1989, las familias de renta media podían sostener su consumo normal, con sus ahorros financieros, sólo durante 3.6 meses. La situación ha empeorado de hecho en los 90. 8. ¿Cuáles son las razones del descenso de la riqueza familiar? ¿Por qué ha caído la riqueza del americano medio desde finales de los 80? Esta sección estudiará algunos factores, incluidas las tendencias en la renta y en el gasto de consumo así como los cambios en los precios de los activos. Se concluye que el desahorro familiar, junto a ganancias de capital inferiores a lo normal, explican la mayoría de este descenso. 9. ¿Se obtienen datos similares a partir de otras fuentes de datos sobre riqueza familiar? Hay dos fuentes principales de series temporales de riqueza familiar en los Estados Unidos: el Informe sobre Renta y Participación en Programas (SIPP) de la Oficina del Censo de los EE. UU., y el Panel de Dinámica de Rentas (PSID) del Instituto para la Investigación Social. Muestran diferentes tendencias en la riqueza familiar durante los 80 y 90, y trataré de reconciliar mis conclusiones con ambos. En primer lugar, estudio la medida de la riqueza familiar y describo las fuentes de datos usadas en este estudio (sección 1). La sección 2 presenta los resultados sobre tendencias temporales en activos medios; la sección 3, sobre cambios en la concentración de la riqueza familiar; y la sección 4 se fija en la composición de la riqueza de los hogares. La sección 5 investiga los cambios en los activos por raza; la sección 6, en los perfiles de riqueza por edades; y la sección 7 en las diferencias de riqueza por categorías de renta, incluyendo el consumo sostenible a partir de las reservas financieras. La sección 8 profundiza en algunos factores responsables del declive en la riqueza mediana. En las secciones 9 y 10, me refiero a las estimaciones alternativas de riqueza familiar derivadas de otras fuentes y del SCF. En la sección 11 se presenta unos comentarios finales y un breve resumen. 13.1. Fuentes de datos y métodos Las fuentes de datos usados en este trabajo son los Informes de las finanzas de los Consumidores (SCF) de 1983, 1989, 1992 y 1995, elaborados por el Fed. Cada informe contiene una parte central con una muestra representativa y un suplemento para las rentas más altas. El suplemento se extrae de la base de datos de las estadísticas de renta del Servicio de Rentas Interiores (SRI). En el informe de 1983, por ejemplo, se usaba un corte de 100.000 $ de renta bruta ajustada como criterio para estar incluido en la muestra suplementaria. Los individuos se seleccionan para la muestra al azar, en cada uno de los estratos de renta preseleccionados. La ventaja del suplemento de rentas altas es que ofrece una muestra mucho mas "rica" de familias de altas rentas y en consecuencias de familias potencialmente muy ricas. Sin embargo, la presencia de un suplemento para rentas altas crea algunas complicaciones, porque se tienen que hacer ponderaciones para mezclar el suplemento con el núcleo central de la muestra160[160]. El SCF ofrece también conjuntos alternativos de ponderaciones. Para el de 1983, he utilizado el llamado "de ponderaciones compuestas de la muestra completa de 1983" porque este conjunto de ponderaciones ofrece la mejor correspondencia entre los totales del balance nacional que se deriva de la muestra y los del Flujo de Fondos del Fed. Por la misma razón, los resultados de 1989 se basan en la media de las series SRC-DesignS1 (X40131 en la propia base de datos) y en las ponderaciones basadas en el diseño SRC (X40125); y los resultados para 1992 y 1995 se basan en las ponderaciones de la base designada (X42000), una ponderación parcialmente diseñada y construida sobre la base de probabilidades originales de selección y de información marco y ajustada para las no respuestas. En el caso del SCF de 1992, este conjunto de ponderaciones producía anomalías importantes en la distribución por tamaño de las rentas de 1991. Como consecuencia, se modificaron algo estas ponderaciones para hacerlas compatibles con la distribución de tamaños de las Estadísticas de Rentas ofrecidas por el SRI (véase Wolff, 1996, para el detalle de esos ajustes). El Fed suministra información para partidas ausentes en el SCF. Sin embargo, a pesar de este procedimiento, sigue habiendo discrepancias para distintos activos entre el valor del balance total que se obtiene de la muestra del Informe y los datos del Flujo de Fondos. Como consecuencia, los resultados que se presentan más abajo se basan en mis propios ajustes de los valores originales de activos y pasivos de los Informes. Esto se hace alineando los totales de activos y deudas de los datos del Informe con los correspondientes totales del balance nacional. En la mayoría de los casos, esto significa un ajuste proporcional de los valores ofrecidos en las partidas del balance en los datos del Informe (véase Wolff, 1987, 1994, 1996 y 1998 para más detalles)161[161]. Debería 160[160] Tres estudios dirigidos por el Fed --Kennickell y Woodburn (1992) para el SCF de 1989; Kennickell, McManus y Woodburn (1996) para el de 1992; y Kennickell y Woodburn (1999) para el de 1995-- discuten algunos de los problemas implicados en el cálculo de estas ponderaciones. 161[161] Los factores de ajuste por tipos de activo y años son los siguientes: SCF 1983 SCF 1989 SCF 1992 SCF 1995 Cuentas corrientes 1.68 Depósitos de ahorro y a 1.50 plazo Depósitos totales 1.37 1.32 Activos financieros 1.20 tenerse en cuenta que el alineamiento tienen un efecto muy pequeño sobre la medida de la desigualdad de riqueza, tanto en forma de coeficientes de Gini como de participación por quintiles. Sin embargo, es importante hacerlos al comparar los cambios en la riqueza media global y por tipos de activos162[162]. El principal concepto de riqueza que se usa es el de riqueza de mercado (o riqueza neta), definida como el valor corriente de todos los activos vendibles o fungibles menos el valor corriente de las deudas. El valor neto es por tanto la diferencia en valor entre los activos totales y las deudas totales. Los activos totales se definen como la suma de: (1) el valor bruto de las casas ocupadas por sus propietarios; (2) otros activos inmobiliarios poseídos por el hogar; (3) dinero en efectivo y depósitos a la vista; (4) depósitos a plazo y de ahorro, certificados de depósito y cuentas en el mercado monetario; (5) bonos públicos y privados, bonos extranjeros y otros activos financieros; (6) el valor remanente líquido de los planes de seguros de vida; (7) el valor remanente líquido de los planes de pensiones, incluidos los planes IRAs, Keogh y 401(k); (8) acciones de sociedades y fondos de inversión; (9) valor neto de las empresas no societarias; y (10) participación en fondos de confianza**. Las deudas totales son la suma de: (1) deuda hipotecaria, (2) deuda de consumo, incluyendo préstamos para coches, y (3) otras deudas. Esta medida refleja la riqueza como depósito de valor y, por tanto, como fuente de consumo potencial. Creo que éste es el concepto que refleja mejor el nivel de bienestar asociado a las posesiones de las familias. Por eso, se incluyen sólo los activos que pueden ser prontamente convertidos en liquidez (es decir, los "fungibles"). Como resultado, los bienes de consumo duraderos, como automóviles, televisiones, muebles, aparatos domésticos y similares, quedan excluidos, pues se trata de cosas que no son fáciles de vender o cuya reventa normalmente se hace muy por debajo del valor de sus servicios de consumo al hogar163[163].. También se excluye el valor de las prestaciones de seguridad social futuras que las familias pueden recibir al jubilarse (normalmente llamadas "riqueza de seguridad social"), así como el valor de las pensiones a percibir en el futuro a partir de los planes pprivados de pensiones ("riqueza de pensiones"). Aunque se trate de fuentes de renta futura para las familias, no están controladas directamente por ellas y no pueden ser objeto de venta164[164]. También uso un concepto de riqueza más restringido, que llamo "riqueza financiera". Ésta se define como la riqueza neta menos el valor neto de las casas ocupadas por sus propietarios. La riqueza financiera es un concepto más "líquido" que el de riqueza de mercado, pues la propia casa es difícil de convertir en liquidez a corto plazo. Por tanto, Acciones y participaciones 1.06 en Fondos Trusts** 1.66 1.41 1.45 Acciones y bonos 1.23 Deuda no hipotecaria 1.16 Los otros componentes de activos y deudas no se ajustaron. 162[162] También debería tenerse en cuenta que he revisado mis ajustes para los datos del SCF de 1989, de modo que los resultados que aquí se ofrecen para ese año son algo diferentes de mis cifras anteriores (véanse Wolff, 1994, 1996). 163[163] Véase la sección 9 para una discusión adicional de este punto. 164[164] Véase Burkhauser y Weathers, para una estimación reciente de las riquezas en seguridad social y en pensiones. refleja los recursos que pueden estar disponibles de forma inmediata para el consumo o para cualquier forma de inversión. 13.2. La riqueza del hogar estadounidense medio ha disminuido Quizás, el resultado más sorprendente de la tabla 1 es que la riqueza mediana (la riqueza del hogar situado en la mitad de la distribución) era aproximadamente un 10% inferior en 1995 que en 1983. Sin embargo, el descenso no ha sido continuo. Tras crecer un 7% entre 1983 y 1989, la riqueza mediana cayó un 17% entre 1989 y 1995. Una razón para esa caída es evidente a partir de la tercera fila del Panel A, que muestra que el porcentaje de hogares con riqueza neta cero o negativa aumentó desde un 15.5% en 1983 hasta un 18.5% en 1995. Las proyecciones para 1997, sobre la base del cambio agregado en los valores de los activos y de las deudas, sugieren que la riqueza mediana ha subido un 9% en comparación con 1995, aunque todavía estaba algo por debajo que en 1983, y era un 9% inferior al máximo de 1989. La riqueza media es mucho más alta que la mediana: 205.000 $, en vez de 54.000 $, en 1995. Esto significa que la inmensa mayor parte de la riqueza de los hogares se concentra en las familias más ricas. La riqueza media también mostró un gran aumento entre 1983 y 1989, seguido por una caída bastante importante, aunque en conjunto era un 3% más elevada en 1995 que en 1983 (pero más baja que en 1989)165[165]. Las proyecciones para 1997 sugieren que, impulsada en gran medida por los precios al alza de las acciones, la riqueza media saltó un 11% entre 1997 y 1999. Sin embargo, en 1997 su valor estaba levemente por debajo de su máximo en 1989. La riqueza financiera mediana era menos de 10.000 $ en 1995, indicando que la familia americana media tenía muy pocos ahorros disponibles para sus necesidades inmediatas. La tendencia temporal de la riqueza financiera es similar a la de la riqueza neta de las familias. La riqueza financiera mediana creció un 18% entre 1983 y 1989, y se hundió luego un 24% entre 1989 y 1995, con una caída neta del 10%. En el mismo periodo, la fracción de los hogares con riqueza financiera neta o negativa aumentó del 26% al 29%, en parte explicando el deterioro de la riqueza fianciera media. Sin embargo, la proyección indica una subida del 12% entre 1995 y 1997, hasta los 11700 $, un valor algo superior al de 1983 pero todavía inferior al de 1989. La riqueza financiera media, tras crecer un 18% entre 1983 y 1989, descendió un 8% entre 1989 y 1995, con una ganancia neta de 9%. Mi proyección sugiere que la fortaleza del mercado de valores puede haber llevado a un aumento del 17% en la riqueza fianciera entre 1995 y 1997, un nivel más alto que en 1989. La renta de la familia mediana, tras caer un 5% entre 1983 y 1989, creció un 2% entre 1989 y 1995, con un descenso neto del 3%. La renta media aumentó un 4% entre 1983 y 1989, pero luego bajó un 5%, con un cambio neto de -1%. En resumen, los resultados apuntan a un deterioro de las condiciones de vida para el hogar americano medio, con una riqueza neta mediana, una riqueza financiera y una 165[165] La tendencia temporal es muy similar si se usan los valores de los activos sin ajustar en vez de mis valores ajustados, o cuando se incluye el valor de los vehículos en la riqueza neta. Resultados similares pueden obtenerse también de los nuevos cálculos de Kennickell y Woodburn (1999) para 1989 y 1995. renta en declive conjuntamente entre 1983 y 1995. Las proyecciones para 1997 sugieren que la riqueza neta mediana y la riqueza financiera probablemente aumentaron en 1997, pero hasta un montante que no es muy diferente del de 1983, y está por debajo del máximo de 1989. 13.3. La desigualdad de la riqueza es todavía mucho mayor que en 1983 Los cálculos mostrados en la tabla 2 indican una concentración extrema de la riqueza en 1995. El 1% superior de las familias (clasificadas por su riqueza de mercado) poseía casi el 39% de toda la riqueza familiar, y el 20% superior de los hogares poseía un 84%. La riqueza financiera está más concentrada aun, con el 1% más rico (clasificados en función de su riqueza fianciera) en poder del 47% de la riqueza financiera total, y con el 20% superior en posesión del 93%. El 1% superior de las familias (clasificadas por rentas) ganaba el 14% de toda la renta familiar en 1994, y el 20% superior el 55%, cifras elevadas pero inferiores a las que corresponden a las participaciones en la riqueza. Las cifras también muestran que la desigualdad de la riqueza, tras crecer rápidamente entre 1983 y 1989, se estabilizaron entre 1989 y 1995. La parte de la riqueza poseída por el 1% superior creció en 3.6 puntos porcentuales entre 1983 y 1989, y el coeficiente de Gini (una medida de la desigualdad global) aumentó desde el 0.80 hasta el 0.83. Entre 1989 y 1995, la parte del percentil superior ** un más moderado 1.1%, pero la participación de los siguientes 9 percentiles cayó en 1.3 puntos y la de los dos quintiles inferiores creció en 0.9 puntos porcentuales, de forma que el coeficiente de Gini global se mantuvo inalterado. Las proyecciones para 1997, sobre la base de los movimientos de precios entre 1995 y 1997, sugieren que la concentración de riqueza puede haberse agudizado rápidamente en los dos últimos años, en gran medida debido al impulso de los precios de las acciones (y al hecho de que las acciones están muy concentradas en manos de los ricos), La parte del 1% superior parece haber crecido en 1.6 puntos. La tendencia es similar para la desigualdad de la riqueza fianciera. La parte del 1% superior ganó 4.0 puntos porcentuales, y el coeficiente de Gini aumentó del 0.89 al 0.93 entre 1983 y 1989. En los siguientes seis años, la parte de ese 1% más rico creció otros 0.3 puntos, pero la del los siguientes 19 percentiles descendió, al igual que la del segundo quintil, mientras que las de los dos quintiles inferiores aumentaba en un 1.1%, de modo que el coeficiente de Gini cayó del 0.93 al 0.91. Sin embargo, la riqueza financiera estaba distribuida de forma todavía más desigual en 1995 que en 1983. Además, las proyecciones para 1997 sugieren otro aumento en la parte del percentil superior, en 1.4 puntos, aunque la parte de los tres quintiles inferiores puede haber crecido también. La desigualdad de renta creció fuertemente entre 1982 y 1988. Sin embargo, hubo un cambio pequeño entre 1989 y 1995. Mientras la parte del 1% superior cayó, del 16.6% al 14.4%, la parte de los siguientes 19 percentiles aumentó en 1.9 puntos, y la proporción del quintil central aumentó, lo que hizo que el coeficiente de Gini no sufriera cambios. El anexo a la tabla 2 muestra los cambios absolutos en riqueza y en renta entre 1983 y 1995. Los resultados son aun más sorprendentes. A lo largo de ese periodo, las mayores ganancias en términos relativos las obtuvieron los hogares más ricos. El 1% superior vio su riqueza media (en dólares de 1995) crecer en 1.2 millones de $ (un 17%). El único otro grupo cuya riqueza aumentó fue el siguiente 4% más rico de los propietarios de riqueza (que ganó 0.5 puntos). La riqueza media descendió para todos los demás grupos, y la tasa de descenso estuvo inversamente relacionada con el nivel de riqueza, con los hogares en el 40% más bajo experimentando un descenso del 80% en sus posesiones de riqueza. La pauta de resultados es bastante similar para la riqueza financiera. La riqueza financiera media del 1% más rico creció un 20%, y la de los siguientes 4% más ricos, en un 6%. Todos los demás grupos sufrieron un descenso de su riqueza financiera. Un cálculo similar usando los datos de renta revela que el único que disfruta de ganancias positivas en renta real a lo largo del periodo 1983-1992 fue el de los hogares situados en el quintil superior de la distribución de la renta. En este grupo, las ganancias fueron superiores para el 1% más rico. Las mayores pérdidas las experimentaron los dos quintiles inferiores. Estos resultados indican de forma dramática que el crecimiento de la economía durante el periodo 1983 a 1995 se concentró en una parte sorprendentemente pequeña de la población. Sólo el 5% superior de los propietarios y el quintil superior de perceptores de renta experimentaron un crecimiento positivo. 13.4. Las acciones siguen estando muy concentradas en manos de los ricos La composición de la riqueza de los hogares muestra las formas en que ahorran las familias. En 1995, la casa propia era el activo familiar más importante en el análisis que muestra la tabla 3, representando un 30% del total. Sin embargo, el patrimonio neto que representaba --el valor de la casa menos la hipoteca pendiente-- subía a menos del 20% del total. Los otros activos inmobiliarios, eran un 11%, y el patrimonio en negocios familiares otro 18%. Los depósitos a la vista, a plazo, los fondos en los mercados monetarios y los certificados de depósitos (CD) sumaban un 7%, la participación en fondos de pensiones otro 9%, y el remanente de valor de los seguros de vida menos del 3%. Los bonos y otros activos financieros sumaban un 4%; las acciones de sociedades, incluyendo los fondos mutuos**, un 12%; y el patrimonio trust**, un poco más del 3%. La deuda como proporción de los activos brutos era un 16%, y el cociente deuda-patrimonio (el cociente entre la deuda familiar total y la riqueza neta) era 0.19. Ha habido algunas tendencias notables en la composición de la riqueza familiar en el periodo 1983-1997. La primera es que los fondos de pensiones subieron de 1.5% a 9.2% del total de activos. Este aumento compensa casi toda la caída en los depósitos totales, desde el 15.3% al 7.1%, de modo que parece razonable concluir que los hogares han sustituido los depósitos de ahorro, sometidos a impuestos, por las cuentas en los fondos de pensiones, que no lo están. La segunda es que la riqueza bruta familiar en forma de vivienda permaneció casi constante como proporción del total de activos del periodo. Además, según los datos del SCF, la tasa de propiedad de la vivienda (el porcentaje de hogares que poseen su propia vivienda, incluidas las viviendas móviles), tras caer del 63.4% en 1983 al 62.8% en 1989, se elevó hasta el 64.7% en 1995. Sin embargo, la participación del patrimonio neto en vivienda propia en el total ha caído de forma continua, desde el 23.8% en 1983 al 18.6% en 1997. La diferencia entre las dos series se puede atribuir al distinto peso de la deuda hipotecaria sobre el valor de las viviendas, que aumentó del 21% en 1983 al 36% en 1997. De hecho, el endeudamiento total aumentó en el periodo, con un salto en el cociente deuda-patrimonio desde 15.1% en 1983 a 19.4% en 1995, antes de caer suavemente al 18.9% en 1997. Además, como vimos, la fracción de hogares con riqueza neta cero o negativa saltó del 15.5% en 1983 al 18.5% en 1995. Sin embargo, si se excluye la deuda hipotecaria sobre la residencia principal, entonces el cociente entre las otras deudas y los activos totales realmente cayó suavemente, desde el 6.8% en 1983 al 5.2% en 1997. Una consecuencia de esto es que las familias están usando ahora hipotecas protegidas contras los impuestos y préstamos sobre el patrimonio en vivienda para financiar el consumo normal, en vez de acudir a los préstamos de consumo y otras formas de deuda de los consumidores. La proporción de los activos totales en forma de otros activos inmobiliarios (distintos de las viviendas) cayó fuertemente, desde un 15% en 1983 a un 11% en 1997. El patrimonio en negocios cayó suavemente como proporción de la riqueza bruta, lo mismo que los activos financieros. Estos descensos fueron compensados ampliamente por el aumento en la parte de las acciones de sociedades, desde el 9.0% hasta el 14.5%, figurando estas acciones de sociedades sólo en tercer lugar de esta clasificación, tras las viviendas y el patrimonio en negocios. La tabla ofrece un cuadro de las propiedades medias de todas las familias de la economía, pero existen marcadas diferencias de clase en cómo las familias de clase media y los ricos invierten su dinero. Como se ve en la tabla 4, el 1% superior de hogares (clasificados por riqueza) invertía en 1995 aproximadamente el 80% de sus ahorros en inversiones inmobiliarias, negocios, acciones de sociedades y activos financieros. Las acciones, tanto las poseídas directamente por las familias como a través de los fondos mutuos, cuentas trust** o diferentes cuentas en pensiones, suponían por sí solas el 21%. La vivienda sólo representaba el 6% de su riqueza, los activos líquidos otro 8% y las cuentas de pensiones un 5%. El cociente deuda-riqueza neta era de un 5%, y el cociente deuda-renta , un 74%. Entre el siguiente 19% de hogares más ricos, la vivienda representaba el 30% de sus activos totales, los activos líquidos otro 11%, y las cuentas en fondos de pensiones un 13%. 43% de sus activos tenían forma de activos de inversión --inmobiliarios, negocios, acciones y bonos-- y 19% la de acciones poseídas directa o indirectamente. La deuda representaba un 13% de su riqueza neta y un 87% de su renta. En contraste con lo anterior, unos dos tercios de la riqueza del 80% restante de las familias estaba invertido en la casa propia. Otro 20% aproximadamente eran ahorros monetarios de una forma u otras o cuentas de pensiones. En conjunto, la vivienda, los activos líquidos y las cuestiones** de pensiones representaban el 85% de todos los activos del segundo y tercer quintil y el 90% de los dos últimos quintiles. El resto se repartía casi por igual entre activos inmobiliarios distintos de la vivienda, propiedad de negocios y algunos títulos y acciones. Las acciones poseídas directa o indirectamente sólo suponían el 8% de los activos totales del segundo y tercer quintil y el 5% de los dos quintiles más bajos. El cociente de deuda a riqueza neta era de un 50% para el segundo y tercer quintiles, y más de un 2000% para el 40% inferior, mucho más alto que el del 20% más rico; y sus cocientes deuda-renta eran 104% y 86%, respectivamente, también más altos que los del quintil superior. Casi todos los hogares del 20% superior de poseedores de riqueza eran dueños de su propia casa, en comparación con el 64% de los de los quintiles 2 y 3, y el 51% de los quintiles inferiores. Entre los propietarios de vivienda pertenecientes al 80% inferior en la distribución de la riqueza, el 10% tenía una casa móvil como primera residencia. Dos tercios de las familias muy ricas (las del percentil superior) tenían alguna otra forma de propiedad inmobiliaria (el 26% tenía una casa de vacaciones), comparados con el 45% de los hogares ricos (situados en los siguientes 19 percentiles) y el 10% de los hogares en el 80% inferior. 78% de los muy ricos tenían alguna forma de activos de fondos de pensiones, en comparación con el 71% de los ricos y el 36% de los restantes. Un bastante sorprendente 72% de los muy ricos declaraban poseer su propio negocio. Las cifras correspondientes eran un 25% entre los ricos y sólo un 7% en el resto. Entre los muy ricos, el 88% tenía acciones, fondos mutuos, activos financieros o un fondo trust**, en comparación con el 73% de los ricos y el 30% de los demás hogares. 85% de los muy ricos poseían directa o indirectamente acciones, mientras que entre los ricos eran un 71% y menos de un tercio entre los demás. Si se excluye la pequeña posesión de acciones, entonces las tasas de propiedad caen fuertemente entre el tercer y cuarto quintiles, desde el 44% al 33%, para paquetes de acciones de más de 5000 $, y al 25% para paquetes superiores a los 10000 $. En los dos quintiles inferiores, sólo el 7% tenían más de 5000% en acciones. Otra forma de retratar las diferencias entre las familias de clase media y los ricos es calcular la parte de los activos totales de distinto tipo poseída por cada grupo (véase la tabla 5). En 1995, el 1% más rico de las familias poseían la mitad de todas las acciones y activos trust**, casi dos tercios de los activos financieros y más de dos tercios de la propiedad de negocios, así como el 35% de los activos inmobiliarios. El 10% superior de familias representaba un 90% aproximado de las acciones, bonos, trusts y negocios, y unas tres cuartas partes de los activos inmobiliarios distintos de la vivienda. Además, a pesar de que el 40% de las familias poseían acciones directa o indirectamente, a través de fondos mutuos, trusts o cuantas de fondos de pensiones, el 10% más rico de los hogares representaba el 82% de ese valor total, sólo un poco menos que su 88% de participación en las acciones y fondos mutuos poseídos directamente. En contraste, las viviendas ocupadas por los propietarios, los depósitos bancarios, los seguros de vida y las cuentas en pensiones estaban más proporcionalmente distribuidos entre las familias. El 90% inferior de éstas tenía más de dos tercios del valor en viviendas ocupadas, casi el 40% de los depósitos, más de la mitad de los seguros de vida y casi el 40% del valor de las cuentas de pensiones. La deuda era el componente mejor repartido de la riqueza familiar, con el 90% de las familias acaparando un 72% del total. Hubo pocos cambios entre 1983 y 1995 en la concentración de la propiedad de activos, con tres excepciones. La parte de todos los activos financieros poseída por el 10% más rico aumentó del 83% al 90%, y su parte en los depósitos desde el 53% al 62%. La parte de las cuentas en fondos de pensiones poseída por ese 10% cayó de un 68% en 1983 a un 51% en 1989, como reflejo del creciente uso de los IRAs por las familias de renta media, para luego volver a subir hasta el 62% en 1992 y 1995, con la introducción de los planes 401(k) y su adopción por los perceptores de rentas altas. La parte de la deuda total del 10% superior también cayó un poco, desde el 32% al 28%. 13.5. La brecha racial se amplía Se encuentran llamativas diferencias entre las posesiones de riqueza de los diferentes grupos raciales y étnicos. En la tabla 6, se dividen los hogares en tres grupos: (i) blancos no hispanos, (ii) negros no hispanos, y (iii) hispanos166[166]. En 1995, mientras el cociente de rentas medias entre blancos no hispanos y negros no hispanos era muy bajo, un 0.48, y el cociente de rentas medianas estaba en el 0.53, los cocientes de riquezas medias y medianas eran más bajos aun: 0.17 y 0.12 respectivamente, y todavía más los referentes a riqueza financiera: 0.11 y 0.01 respectivamente. La tasa de propiedad de la vivienda era en 1995 un 47% para los hogares negros, dos tercios aproximadamente de la tasa de los blancos, y el porcentaje de hogares negros con riqueza neta cero o negativa era un 31.3%, el doble que el correspondiente a los blancos. Entre 1982 y 1994, mientras que la renta real media y mediana de las familias blancas no hispanas permanecieron básicamente estancadas, ambas cayeron para los hogares de negros no hispanos. Como resultado, el cociente de rentas medias cayó del 0.54 al 0.48, y el de rentas medianas, del 0.56 al 0.53. Entre 1983 y 1995, la riqueza neta media en dólares de 1995 aumentó para los hogares blancos perro disminuyó para los negros, de forma que el cociente bajó de 0.19 a 0.17, mientras que la riqueza mediana aumentó entre los hogares negros y cayó para los blancos, de forma que la cociente pasó de 7% a 12%. La riqueza financiera ha permanecido relativamente constante en los hogares negros, mientras crecías entre los blancos, con un cociente que cayó en el periodo de 13% a 11%. La riqueza financiera mediana de los negros no hispanos también permaneció prácticamente constante, siendo aproximadamente cero. Como nota positiva, la tasa de propiedad de la vivienda de las familias negras creció del 44.3% al 46.8% (y aumentó también en comparación con la de los blancos), y el porcentaje con riqueza neta cero o negativa cayó del 34.1% al 31.3% (y también disminuyó en relación con la de los blancos)167[167]. El cuadro es en general más brillante para los hispanos. Los cocientes de rentas medias y medianas entre hispanos y no hispanos blancos en 1995 eran 0.65 y 0.69 respectivamente, substancialmente más altos que los de los negros. El cociente de riqueza neta media es 0.21 y el de riqueza financiera neta, 0.16, también mayores que los de los hogares negros. Sin embargo, los cocientes de riquezas medianas eran de 0.08 y 0.0, respectivamente, más bajos que los correspondientes a los negros. La tasa de vivienda propia en los hispanos era del 44%, menor que la de los negros o hispanos, y el 38% de los hogares hispanos, frente a un 31% de los afro-americanos, declaraba riqueza cero o negativa. 166[166] Se excluye el grupo residual: indios americanos y asiáticos. Hay un amplio margen de variación en los datos de renta y riqueza tanto para negros e hispanos sobre una base anual. Esto probablemente refleje los tamaños muestrales pequeños usados para estos dos grupos, y la correspondiente variabilidad de las muestras, así como algunos cambios en el enunciado de las preguntas sobre raza y etnia a lo largo de los 4 informes. 167[167] Los hogares hispanos han mejorado sustancialmente en este periodo en términos absolutos y en relación con los blancos no hispanos. El cociente de sus rentas medias saltó del 60% al 65%, el de rentas medianas del 66% al 69%, el de riqueza neta media, del 16% al 21%, y el de riqueza mediana del 4% al 8%, y el de riqueza financiera media se duplicó con creces, desde el 7% al 16%. La tasa de viviendas en propiedad se disparó del 33% al 44%, y el porcentaje de familias con riqueza neta cero o negativa cayó del 40% al 38%. La única nota negativa fue que la riqueza financiera mediana de los hispanos ha seguido siendo virtualmente cero. Los resultados muestran que los hogares hispanos han mejorado significativamente en relación con los de blancos no hispanos, tanto en términos de renta como de riqueza, en el periodo 1983-1995. En contraste, los negros no hispanos perdieron terreno en relación con los blancos en ambos campos168[168]. Lo que perturba estos resultados es que incluso en 1995, las respectivas brechas de riqueza entre ambos grupos y los blancos no hispanos eran todavía mucho mayores que las de renta. Mientras que los cocientes de rentas eran del 50% o más, los de riqueza estaban por el 20% o menos. La riqueza financiera mediana de los negros no hispanos y de los hispanos seguía siendo prácticamente cero en 1995, y el porcentaje con riqueza neta cero o negativa seguía estando por encima del 30%, en contraste con el 15% de los hogares bancos no hispanos (una diferencia que refleja la brecha en las tasas de pobreza). Por tanto, a pesar de ciertas mejoras en términos de estrechamiento de la brecha racial en riqueza, al menos entre hispanos y blancos no hispanos, todavía era muy superior que la brecha de renta en 1995169[169]. Una razón importante es la diferencia en las herencias. Según mis cálculos a partir de los datos de los SCF, el 24.1% de los hogares blancos en 1995 recibían su herencia en vida, en comparación con un 11% de los hogares negros, y el legado medio entre los herederos blancos era de 115000 $ (valor actualizado en 1995), frente a 32000 de los blancos. Por tanto, las herencias parecen desempeñar un papel muy importante en la explicación de la amplia brecha de riqueza, en particular teniendo en cuenta que las familias negras parecen ahorrar más que las blancas para niveles de renta similares (véanse, por ejemplo, Blau y Graham, 1990; Oliver y Shapiro, 1997). 13.6. Los jóvenes se están empobreciendo Como se ve en la tabla 7, los perfiles transversales de riqueza por edades en 1983, 1989, 1992 y 1995 siguen por lo general la pauta en forma de joroba/campana** prevista por el modelo del ciclo de vida (véase, por ejemplo, Modigliani y Brumberg, 1954). La riqueza media aumenta con la edad hasta la edad de 65 años aproximadamente, para después caer. La riqueza financiera muestra un perfil prácticamente idéntico, aunque la 168[168] En mi libro de 1996, apunté que los no blancos como grupo habían hecho avances significativos en relación con los blancos no hispanos en términos de riqueza familiar en el periodo 1983-1992. En particular, el cociente de riqueza media aumentó del 0.24 al 0.33, y el de riqueza mediana del 0.09 al 0.20. La diferencia entre estos resultados y los de los afroamericanos es que el grupo de no blancos incluye, junto a los afroamericanos, a los hispanos y a los asiáticos, los últimos de los cuales vieron su riqueza media crecer hasta el 87% del nivel de los hogares blancos en 1995. 169[169] Véase también Shapiro (todavía no publicado) para más detalle sobre diferencias de riqueza por razas. cima es un poco más elevada en este caso. Las tasas de propiedad de la vivienda también tienen forma parecida, aunque el descenso después de la edad correspondiente al pico está mucho más atenuado que en el caso de la riqueza. La riqueza de las familias mayores (de 65 o más años) es un 80% de media más alta que las de las otras familias, y su tasa de vivienda en propiedad es un 16% superior ??. A pesar de la similaridad aparente de estos perfiles, ha habido cambios notables en la propiedad de riqueza relativa por grupos de edad entre 1983 y 1995. La riqueza relativa del grupo de edad más joven, por debajo de los 35 años, aumentó desde el 21% de la media global en 1983 al 29% en 1989, pero después de hundió al 16% en 1995; y la de los hogares entre 35 y 44 años, tras crecer suavemente del 71% al 72% entre 1983 y 1989, cayó al 65% en 1995. En contraste, la riqueza del grupo de mayor edad, con 75 o más años, aumentó substancialmente, desde sólo un 5% por encima de la media en 1983, a un 32% superior en 1995. Los resultados de riqueza financiera son muy parecidos, con una riqueza financiera del grupo más joven que, tras subir del 27% al 28% de la media total entre 1983 y 1989, cayó hasta el 14% en 1995, mientras que la del grupo más viejo aumentó desde un 10% por encima de la media en 1983 a un 26% sobre la media en 1995. Los cambios en las tasas de propiedad de la vivienda tienden a reflejar esas tendencias. Entre 1983 y 1995, cayeron para los tres grupos de edad más jóvenes, desde el 38.7% al 37.9% para los hogares con edad inferior a los 35 años, desde el 68.4% al 64.7% para el grupo entre 35 y 44 años, y desde el 78.2% al 75.4% para los que tienen entre 45 y 54. Los tres grupos mayores muestran un aumento, incluidos los de más de 75 años, cuya tasa creció tres puntos porcentuales. Las estadísticas apuntan a un claro cambio en la propiedad de activos desde los jóvenes a los más viejos entre 1983 y 1995, especialmente entre 1989 y 1995. Otra dimensión del problema se aborda en la tabla 8, que tiene en cuenta las posiciones relativas de riqueza de las familias definidas tanto en términos de edad como de estado de los padres. Se debe observar en primer lugar que las familias sin hijos eran mucho más ricas que las familias con hijos. En 1983, entre las parejas casadas de menos de 65 años, la riqueza neta media del primer grupo era el doble que la del segundo, y su riqueza financiera, dos veces y media la de éste, mientras que su cociente deudapatrimonio era sólo la mitad, a pesar de que sus tasas de propiedad de la vivienda son muy parecidas. Entre los hogares cuyo cabeza de familia es mujer, las estadísticas relativas son muy similares: riqueza media doble, riqueza financiera triple, cociente deuda-patrimonio dos tercios, y tasa de propiedad de la vivienda un poco mayor. Además, en comparación con las parejas casadas de 65 o más años, la posición relativa de las familias con hijos era aun menor en términos relativos. Parte de estas diferencias se debe a que los hogares sin hijos son, como media, de mayor edad, por lo que tienden a tener rentas más elevadas y han tenido más tiempo para acumular activos. Otra razón probable es que la educación de los hijos absorba recursos financieros y reduzca los ahorros familiares. Sin embargo, según los cálculos de la tabla 8, la posición relativa de las parejas casadas con hijos ha mejorado en términos de riqueza desde comienzos de los 80. Entre 1983 y 1995, la riqueza neta media (en términos reales) creció un 9% entre las parejas casadas con hijos pero descendió tanto entre las parejas casadas jóvenes sin hijos como entre las parejas mayores. Pero entre las cabezas de familia mujeres de menos de 65 años, la riqueza media empeoró tanto para las que tenían hijos como para las otras. Los resultados son muy parecidos para la riqueza financiera, con su valor medio creciendo entre las parejas casadas con hijos pero cayendo para los demás grupos. Por el contrario, el endeudamiento (en relación con la riqueza neta) aumentó para todos los tipos de familia. El cociente deuda-patrimonio aumentó algo más en términos relativos entre las parejas casadas sin hijos que entre las que tienen hijos, pero en 1995 seguía siendo la mitad en el primer caso. Entre los hogares encabezados por mujeres, el cociente subió mucho más entre los que tienen hijos. La tasa de propiedad de vivienda cayó un poco en las parejas casadas, tanto con como sin hijos, aumentó algo para las encabezadas por mujeres con hijos y para las parejas casadas mayores, y aumentó bastante para las encabezadas por mujeres sin hijos. Se puede especular sobre por qué razón a las familias con hijos les ha ido mejor (tanto en términos relativos como absolutos) en relación con sus posesiones de activos que en términos de renta. Una razón es que en 1995 las familias con hijos tendían a ser más viejas, como media, que en 1983, y a tener menos hijos. Otra razón posible es que esas familias recibieron ayuda financiera de sus padres. Las familias mayores, como es evidente, tienen recursos financieros considerablemente mayores que las jóvenes, y es bastante probable que hayan transferido riqueza a sus hijos (una vez crecidos), en especial a los que a su vez tenían hijos, en formas de regalos y donaciones. 13.7. En la relación entre renta familiar y ganancias de riqueza hay un poco de todo Otra perspectiva es la que se obtiene examinando la riqueza media por clases de renta. Ha habido alguna discusión, especialmente en el Wall Street Journal, sobre si los grandes ganadores de los 80 en términos de riqueza eran o no familias de clase media. Se estudia esta relación en la tabla 9. Se dividen los hogares entre los que tienen menos o más de 65 años porque los más viejos tienden a haber acumulado una suma superior de riqueza (véase la tabla 7), pero tras la jubilación tienden a tener menores rentas que los jóvenes. Mezclando los dos grupos podría inducir a una correlación espúrea entre renta y ganancias de riqueza debidas a la edad. La riqueza y la renta están fuertemente correlacionadas, con la renta media creciendo monotónicamente con la renta para cada grupo de edad y en cada uno de los cuatro años. También debe tenerse en cuenta que entre los jóvenes sólo la categoría de renta más alta declara una riqueza neta media que excede a la media nacional, mientras que entre los viejos lo hicieron las tres categorías de renta superior. Sin embargo, a pesar de la fuerte correlación entre renta y riqueza, no hay una relación clara entre nivel de renta y ganancias de riqueza. Entre 1983 y 1989, las familias de renta media (entre 15.000$ y 19.999 $) disfrutaron con mucho de las mayores ganancias de riqueza entre las familias de menos de 65 años; y las familias más pobres, las pérdidas más importantes. Pero entre los hogares mayores, el crecimiento mayor correspondió a los de rentas por encima de la media (entre 50.000$ y 74.999$), y las menores ganancias a los hogares más pobres. Entre 1989 y 1995, ocurrió lo contrario. En las familias jóvenes, las mayores pérdidas tuvieron lugar para las familias en el abanico de entre 15.000$ y 49.999$, y el crecimiento mayor entre las familias más pobres; en tanto que, en las familias mayores, el mayor crecimiento se registró entre los pobres, mientras que todas las demás categorías de renta experimentaron pérdidas. En el periodo global de 1983-1995, las dos clases de renta inferiores y el grupo de renta media alta (entre 50.000$ y 74.999$) experimentaron un crecimiento muy pequeño en la riqueza media entre los jóvenes; mientras que, entre los mayores, la clase de renta media vio caer rápidamente su riqueza neta, y la clase de más renta también sufrió un descenso neto, aunque menor, en sus posesiones. Entre los mayores, la clase de renta inferior disfrutó, con mucho, el mayor incremento de riqueza neta, un 34%. Sin embargo, la riqueza neta de la clase media baja (entre 15.000$ y 24.999$) cayó un 10% y la de la clase media un 2%. La riqueza de del grupo de renta media alta creció en un 7%, pero la del grupo de renta superior disminuyó un 7%. Otra manera de estudiar las posesiones de riqueza de cada clase de renta es en términos del número de meses durante los cuales pueden usar sus reservas financieras para sostener su consumo normal. Utilizo la riqueza financiera como la base del cálculo, ya que las familias siguen necesitando un sitio para vivir aun cuando su renta caiga a cero. Los gastos anuales de consumo por clases de renta derivan de los Informes de Gastos de los Consumidores de la Oficina de Estadísticas de Trabajo, para 1983, 1989 y 1995. Como se ve en la tabla 10, las familias de renta media entre 25 y 54 años de edad en 1983 habían acumulado, como media, sólo una riqueza financiera capaz de sostener su consumo normal por un periodo de 2.3 meses en caso de pérdida de sus ingresos, y sostener un consumo al 125% del nivel de pobreza por 4.6 meses. Por supuesto, los recursos financieros de la clase media alta (el cuarto quintil) eran suficientes para mantener su consumo normal durante 5.7 meses, y el consumo a un 125% del nivel de pobreza durante 14.6 meses. La clase media baja y las clases de bajas rentas prácticamente no había acumulado reservas financieras. La situación mejoró algo entre 1983 y 1989, cuando la clase media era capaz de sostener 3.6 meses de consumo normal (frente a los 2.3 meses) y 9.0 meses del consumo al 125% (frente a los 4.6). Sin embargo, en 1995 la situación era aun más calamitosa que en 1983. El 40% inferior de familias en este grupo de edad clasificados por rentas todavía no había sido capaz de reunir ningún ahorro financiero. La clase de renta media estaba ahora con más apuros que antes, con reservas financieras para sólo 1.2 meses de consumo normal (3.6 en 1989) y 1.8 meses al 125% (frente a 9.0 en 1989). Las reservas financieras de la clase media alta descendieron también en términos de ambos criterios, 13.8. ¿Por qué ha descendido la riqueza mediana? ¿Por qué ha descendido la riqueza mediana desde 1989? Parece haber dos factores fundamentales. El primero es que el ahorro de las familias de renta media fue de hecho negativo en ese periodo. El segundo es que sus activos se concentraban fuertemente en vivienda y depósitos bancarios, activos que experimentaron bajas tasas de rendimiento reales en esos años. Los resultados se recogen en la tabla 11. En el periodo 1989-1995, la renta mediana de los hogares descendió en unos 1.500 $. Los gastos de consumo bajaron en un grado algo mayor para este grupo. Sin embargo, cada año, el ahorro familiar en los hogares de renta media fue negativo, aunque se hizo un poco menos negativo con el tiempo. Además, en 1989, el 69% de los activos del quintil intermedio de renta estaba materializado en vivienda y otro 15% en activos líquidos. En el periodo 1989-95, la tasa de rendimiento real de la vivienda fue en realidad negativa (-0.3% anual), mientras que la de los activos líquidos (principalmente, las cuentas de ahorro y los fondos del mercado monetario) fue un modesto 2.5% anual. En conjunto, la tasa de rendimiento del patrimonio del quintil de renta media fue un diminuto 0.7% anual, a pesar del gran alza del precio de las acciones. Esto puede compararse con una media histórica de un 2.9% anual durante el periodo 1962 a 1992 (véase Wolff, 1999). El panel inferior de la tabla 11 descompone el descenso en la riqueza familiar mediana, que fue de unos 9.000 $ de 1995, en tres componentes. Primero, y más importante, es que el valor presente de los ahorros familiares, acumulados en todo el periodo, fue de 10.500 $. En segundo lugar, esto fue parcialmente compensado por ganancias de capital de 3.700 $. Otros factores (residuales) contribuyeron con la cifra restante de -2.100 $. Es interesante observar que si la tasa de rendimiento real se hubiera mantenido creciendo a su tasa histórica en el periodo 1989-95, la riqueza familiar mediana habría crecido en ese periodo unos 3.900 $, en vez de descender en 9.000$. 13.9. Un cuento de tres colas En los últimos 15 años aproximadamente, ha habido una práctica explosión en el número de estudios de las posesiones familiares de riqueza. Tras una sequía de 20 años, en la que se obtuvo poca información sobre riqueza familiar, entre el Estudio de las Características Financieras de los Consumidores (SFCC) de 1962 y el Informe sobre las Finanzas de los Consumidores de 1983 (con la pequeña excepción del Programa de Estudio de las Rentas y el Desarrollo, de 1979), el problema es hoy en día es la sobreabundancia de datos. Hay al menos una docena de Estudios que cubren uno o más años en el periodo 1983 a 1995, y se llevan a cabo a partir de una base uniforme que contiene preguntas sobre los activos y las deudas de los hogares. Además del SCF, están los SIPP de la Oficina del Censo de los EE. UU., para 1984, 1988, 1991 y 1993, y los PSID del Instituto para la Investigación Social, para 1984, 1989 y 1994. La tabla 12 presenta algunas comparaciones de cálculos de riqueza derivados del SCF, el SIPP y el PSID. Téngase en cuenta que tanto el SIPP como el PSID incluyen el valor de los vehículos en su cálculo de activos totales, y yo hago lo mismo, a objeto de poder hacer comparaciones, en esta tabla. Sin embargo, aunque se pregunta normalmente por el valor de los automóviles en los cuestionarios de riqueza, me planteo la conveniencia de incluir esto en la riqueza neta. Por una parte, si se incluyen, entonces deberían incluirse también otros bienes de consumo duradero, como muebles (cuyo valor es a menudo mayor que el de los coches) o artículos de electrónica. Por otra parte, al igual que los muebles, los automóviles son una necesidad en la mayor parte de los EE. UU. y no se puede prescindir de ellos sin sufrir una seria disminución de los niveles de vida de la mayoría de las familias. La inclusión de los autos en la riqueza tendrá el efecto de aumentar el nivel y el crecimiento de la riqueza neta en el tiempo, así como hacer descender la desigualdad medida. Hay notables discrepancias entre las tres fuentes en relación con los niveles y con las tendencias temporales. La datos de riqueza mediana son relativamente parecidos entre el SIPP y el PSID, pero siempre mayores en el SCF. Según los datos del SIPP, la riqueza neta mediana cayó un 17% en términos reales entre 1984 y 1993. En contraste, los datos del PSID muestran un aumento del 7.3%, y los del SCF del 4.6%, que, por cierto, están muy próximos a los que se obtienen de los datos de Flujos de Fondos del Fed. Los niveles y las tendencias en la desigualdad de la riqueza también difieren según las tres fuentes. Los datos del SCF muestran una concentración mucho mayor de la riqueza en la clase de riqueza superior (500.000 $ o más), tanto en términos del porcentaje de hogares en ese estrato de riqueza como en participación de éste en la riqueza total. Sin embargo, las dos fuentes muestran aproximadamente el mismo incremento porcentual en la proporción de hogares y en la parte de la riqueza total que pertenece a ese estrato de riqueza170[170]. Los cálculos del SCF dan también mayores niveles de desigualdad de riqueza que los del PSID. Además, mientras que los datos del PSID indican que la desigualdad disminuyó entre 1984 y 1994, en especial la parte de la riqueza total en poder del 5% superior, los cálculos correspondientes al SCF indican un aumento de la desigualdad. Un análisis más detenido revela la fuente de estas discrepancias. Una comparación de niveles de riqueza media por estratos de renta muestra que los niveles de riqueza media están bastante cercanos para los cuatro quintiles inferiores en el SIPP y en el SCF, pero son más de tres veces superiores en el SCF que en el SIPP para el quintil superior. Además, la riqueza media por tipo de activos es bastante parecida en cuanto a casas, vehículos y activos líquidos en el PSID y en el SCF, pero los datos del SCF son mucho mayores en lo relativo a acciones, bonos y patrimonio de negocios no societarios. Estos resultados indican que la cola superior de la distribución de la riqueza falta tanto en las muestras del SIPP como en la de PSID. Además, el hecho de que el PSID indique un crecimiento mayor de la riqueza media y mediana entre 1984 y 1994 que el SCF para el mismo periodo parece deberse a que el PSID ha mejorado sus tasas de respuesta y su cobertura de activos entre los dos estudios. 13.10. La reconciliación de los cálculos alternativos con el SCF En la tabla 13 puede verse otra comparación de cálculos divergentes sobre la magnitud de la distribución de riqueza de los hogares. En este caso, se basan todos los datos en una fuente única, el SCF. El panel A muestra mis propios datos, en los que vuelvo a incluir los vehículos en el valor de la riqueza neta. El panel B procede de Kennickell y Woodburn (1999), un estudio en el que los autores han usado un conjunto coherente de ponderaciones (Ponderaciones de base designada, X42000) a partir de los SCF de 1989, 1992 y 1995. Yo uso la misma base para mis cálculos de 1992 y 1995, pero una ponderación diferente (la media de las ponderaciones de la serie X40131 SRC-DesignS1 y de la base designada X40125) para 1989, ya que las ponderaciones X42000 no estaban disponibles cuando apareció la base de datos original. Además, mis datos están 170[170] En términos de coeficientes de Gini calculados sobre la base de intervalos de riqueza iguales en ambas fuentes, los resultados de SCF indican un nivel considerablemente mayor de desigualdad que los del SIPP, pero ambas fuentes muestran un cambio neto pequeño en la desigualdad entre principios de los 80 y mediados de los 90. alineados, en parte, con los datos de balance agregado proporcionados por el Flujo de Fondos del Fed. A primera vista, hay más coincidencias que discrepancias entre los dos conjuntos de datos. Ambos muestran un descenso de la riqueza media y mediana entre 1989 y 1995, y ambos muestran muy poca variación en el coeficiente de Gini. La diferencia principal es que mis datos muestran una mayor participación de la riqueza total en poder del 1% superior de hogares en 1989 y en 1992 (en torno a 6 puntos porcentuales de diferencia), aunque los dos conjuntos de datos están muy próximos para 1995 (una diferencia de un punto). La razón es evidente a partir de la última columna de la tabla 13, que muestra el cociente de los activos financieros (incluidos los depósitos, bonos, otros activos financieros, acciones, fondos mutuos, fondos de confianza** y algunas cuentas de pensiones) que derivan del SCF hacia los datos del Flujo de Fondos. Se eligieron estos activos porque, por construcción y definición, deberían proporcionar una correspondencia mayor con los datos del SCF171[171]. Mis cálculos a partir del SCF están alineados mejor con los datos del Flujo de Fondos de 1989 y 1992 que los de Kennickell y Woodburn, un resultado que explica la mayor concentración del percentil superior en mis cálculos. Tanto mis cálculos como los de ellos, para 1995, se desvían de forma similar de los del Flujo de Fondos, lo que explica nuestros resultados bastante similares para la participación del 0.5% superior. Además, combinando los nuevos cálculos de Kennickell y Woodburn con los anteriores de Avery, Elliehausen y Kennickell (1988), encontramos que los artículos de Kennickell y los míos están casi por completo de acuerdo sobre los datos de concentración de la riqueza para 1983 y 1995. Los primeros muestran que la parte del 0.5% superior crece en 3.2 puntos porcentuales, del 24.3% al 27.5%, y la parte del 1% superior crece en 3.6 puntos, del 31.5% al 35.1%. Mis resultados (con automóviles incluidos) muestran 3.3 puntos de incremento (del 25.3% al 28.6%) y 3.8 (del 32.6% al 36.4%), respectivamente. La diferencia principal es de calendario. El trabajo de Kennickell muestra todo el crecimiento de la desigualdad (en realidad mayor de un 100%) concentrado en los tres años que van de 1992 a 1995; mis datos dicen que la mayoría ocurre entre 1983 y 1989, con un crecimiento más moderado entre 1989 y 1995. Otro conjunto de cálculos los proporciona Weicher (1995, 1996), que señala dos puntos principales en sus dos artículos. En primer lugar, los cálculos de la magnitud de la distribución son muy sensibles a la elección de las ponderaciones usadas (Los SCF de 1983 y 1989 usan ponderaciones distintas). Esto se ilustra con distintos cálculos del coeficiente de Gini que resulta de la diferencia en ponderaciones seleccionadas en los Estudios de los dos años. En segundo lugar, el error estándar del coeficiente de Gini, basado en minuciosos cálculos que utilizan 1000 réplicas, es relativamente amplio. Como consecuencia, el incremento en el coeficiente de Gini entre 1983 y 1989 es sólo marginalmente significativo. Además, aunque la diferencia fue positiva en más del 92% de los casos cuando se usó la ponderación B3016 en la SCF de 1983, fue positiva en sólo un 48% de los casos al usar las B3019 para 1983 y X40125 para 1989, y un 79% de los casos usando la B3019 para 1983 y la X40131 para 1989. 171[171] En particular, el valor de los activos inmobiliarios y de negocios no societarios se basa en el Flujo de Fondos en el método del inventario permanente, mientras que en el SCF se basan en el valor de mercado. Además, el Flujo de Fondos registra todas las reservas de los seguros de vida, mientras que el SCF se basa en su valor líquido remanente, mientras que la categoría de los "otros activos" cubre partidas bastante diferentes en ambas fuentes. Su artículo de 1995 ofrece sólo coeficientes de Gini, lo que es una pena pues estos índices no son muy sensibles a los cambios en la concentración de la riqueza en el extremo superior, en especial cuando son cercanos a la unidad (como ocurre en la mayoría de las distribuciones de riqueza). Habría sido más útil mostrar las participaciones efectivas de riqueza de los percentiles superiores de la distribución, que sólo se ofrece de forma oblicua en su artículo de 1996. A pesar de estas limitaciones, los resultados de Weicher, usando una construcción comparable de riqueza de los hogares, son de hecho muy próximos a los míos. Además, aunque es cierto que los errores estándar son grandes, las estimaciones de puntos muestran casi el mismo incremento que en mi caso. Si tomamos la media de sus cálculos para los dos conjuntos de ponderaciones en cada año, entonces el coeficiente de Gini, como media, aumenta 0.027 en los cálculos de Weicher y 0.032 en los míos, y la parte del 1% más rico aumenta 5 puntos en los suyos y 3.4 puntos en los míos. 13.11. Comentarios finales La mayoría de la información que recoge este trabajo son malas noticias. La desigualdad de la riqueza ha continuado aumentando en los EE. UU. desde 1989, aunque a una tasa algo menor. Mientras que la parte del 1% superior de propietarios aumentó en 3.6 puntos porcentuales entre 1983 y 1989, sólo creció otro 1.1 punto entre 1989 y 1995. Las proyecciones para 1997 indican un nuevo paso adelante hacia más desigualdad, con un nuevo incremento de 1.6 puntos. Otra tendencia preocupante es que la riqueza neta mediana (en $ constantes), tras crecer entre 1983 y 1989, cayó rápidamente entre 1989 y 1995, llegando a ser inferior en 1995 que en 1983. Lo mismo es cierto para la riqueza financiera mediana. La renta mediana se recuperó algo entre 1989 y 1995 pero aún está por debajo del nivel de 1983 al final del periodo. Las proyecciones para 1997 muestran ciertas mejoras en la riqueza mediana, aunque en 1997 su nivel estimado es inferior al de 1983. Las principales razones para el descenso de la riqueza mediana en el periodo 1989-95 son que los hogares de renta media siguieron desahorrando, y que, mientras la clase media experimentó ganancias de capital positivas (en términos reales) en este periodo, la ganancia fue considerablemente menor que en las dos décadas precedentes. Un resultado relacionado es que los únicos hogares que vieron crecer sus riqueza y riqueza financiera netas en términos absolutos entre 1983 y 1995 fueron los situados en el 5% más alto de sus distribuciones respectivas, y las mejoras fueron especialmente fuertes para el 1% superior. Todos los demás grupos sufrieron pérdidas de su riqueza o de su renta reales, y los descensos fueron más acusados en la parte inferior. Las nuevas cifras apuntan también a un creciente endeudamiento de la familia estadounidense. El cociente global deuda-patrimonio ha subido muy rápido desde 1983, desde un 0.151 a un 0.194 en 1995, aunque las proyecciones sugieren que cayó ligeramente en 1997, hasta 0.189. Además, la proporción de hogares con riqueza neta cero o negativa saltó del 15.5% en 1983 al 18.5% en 1995, y la porción con riqueza financiera cero o negativa pasó del 25.7% al 28.7%. La propiedad neta en vivienda ocupada como porcentaje de los activos totales cayó fuertemente en el periodo, desde el 23.8% en 1983 al 19.5% en 1995, y 18.6% en 1997, reflejando una deuda hipotecaria creciente, que pasó del 21% al 36%. El cociente deuda-patrimonio fue también más alto en el 80% inferior de las familias en 1995, un 0.73, que entre el 1% superior (0.05) o entre el siguiente 19% (0.13). La propiedad de activos de inversión estaba aún muy concentrada en manos de los ricos en 1995. Aproximadamente un 90% del valor total de las acciones, bonos, trusts y patrimonio en negocios, y unos tres cuartos de los activos inmobiliarios distintos de la vivienda habitual eran propiedad del 10% de familias más ricas. Además, a pesar de la extensión de la propiedad de acciones (40% de los hogares tenían acciones, bien directa, bien indirectamente a través de fondos mutuos, o fondos de confianza, o planes de pensiones), el 10% más rico seguía teniendo el 82% del valor total de esas acciones. Otra mala noticia es que los hogares negros no hispanos han vuelto atrás entre 1983 y 1995 tanto en renta como en riqueza tanto en términos absolutos como relativos. Por el lado positivo, su tasa de propiedad de la vivienda aumentó (y también en relación a los blancos) y la proporción con la riqueza neta positiva también creció. Sin embargo, en 1985, la riqueza de los hogares negros era como media un 20% de la de los blancos, en contraste con un cociente de rentas de casi el 50%. Por otra parte, a los hispanos les fue mejor. Los cocientes de renta y riqueza entre hispanos y blancos no hispanos en 1995 eran mayores que los correspondientes a los cocientes entre negros y blancos (no hispanos). Además, los hogares hispanos hicieron substanciales mejoras tanto en renta como en riqueza a lo largo del periodo, tanto en términos absolutos como relativos (en relación con los blancos no hispanos). Las familias jóvenes también perdieron en este periodo. La riqueza neta media de los hogares con menos de 45 años cayó en relación con la media global y su tasa de propiedad de la vivienda también descendió. Las mayores mejoras las disfrutaron los hogares en el grupo de edad de más de 75 años. Además, las parejas sin niños (tanto jóvenes como viejas) eran mucho más ricas que las familias con hijos. Sin embargo, la posición relativa de las parejas casadas con hijos mejoró en términos de riqueza desde principios de los 80. Al agrupar los hogares por rentas, no hay una asociación clara entre rentas y grado de crecimiento de la riqueza. Sin embargo, lo que sí está claro es que los recursos financieros acumulados por las familias de los tres quintiles inferiores de renta es muy pequeña en relación con su consumo normal e incluso en relación con el consumo a un nivel del 125% del umbral de pobreza, y estos recursos han menguado con el tiempo, entre 1989 y 1995, en particular para las familias de renta media. Estos resultados explican algunas de las causas de la "creciente ansiedad" de la clase media en este país durante la última década y media. Entre 1983 y 1997, las rentas reales han bajado para todos los hogares excepto para el 20% superior en la distribución de la renta. La riqueza neta mediana y la riqueza financiera mediana eran aproximadamente las mismas en 1997 que en 1983. El endeudamiento medio de las familias estadounidenses en relación con sus activos siguió aumentando entre 1983 y 1997, al igual que la deuda hipotecaria sobre el valor de las viviendas ocupadas por los propietarios. No ha habido prácticamente crecimiento económico para la familia media: casi todo el crecimiento en la renta familiar ha ido a parar al 20% más rico. Las finanzas de la familia estadounidense media son más frágiles a finales de los 90 que a principios de los 80. No es sorprendente que tanto los problemas con las fuerzas de seguridad, privadas y públicas, hayan llevado a una creciente sensación de inseguridad en el país. Estos resultados traen a colación la cuestión de los mecanismos de promoción de la propiedad en los Estados Unidos. Se necesitan medidas públicas y a la vez privadas. La restauración de la propiedad de activos de las familias medias y pobres puede contribuir de forma importante a aumentar su seguridad económica y a restaurar su participación en la vida social de la comunidad, invirtiendo su sometimiento político. Referencias bibliográficas Avery, R. B.; G. E. Elliehausen; A. B. Kennickell (1988): "Measuring wealth with survey data: an evaluation of the 1983 Survey of Consumer Finances", Revbiew of Income and Wealth, 34 (5), diciembre, pp. 339-369. Blau, F. F.; J. W. Graham (1990): "Black-white differences in wealth and asset composition", Quarterly Journal of Economics, 105, mayo, pp. 321-339. Board of Governors of the Federal Reserve System (1998): "Flows of funds accounts of the United States: flows and outstanding second quarter 1998", 11 de septiembre. Burkhauser, R.; R. Weathers (1999): "Retirement, annuities, and bequests", en prensa para Benefits and Mechanisms for Spreading Asset Ownership in theUnited States. Hurst, E.; M. C. Luoh; F. P. 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Fuente: cálculos propios a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Las ponderaciones de 1983 son las ponderaciones compuestas de la Muestra completa de 1983; y las de 1989 son la media de las series SRC-Design-S1 (X40131) y de las ponderaciones basadas en la base diseñada (X40125). Los c´qalculos de 1992 se basan en las ponderaciones basadas en diseño (X42000), con algunos ajustes (véase Wolff, 1996). Las de 1995 son las de las ponderaciones basadas en diseño (X42000). Las entradas de activosy deudass de 1983, 1989, 1992 y 1995 están en consocnancia con los balances totales nacionales (véase la nota 2). b. Proyectados sobre la base de las cuentas del Flujo de Fondos del Consejo de Gobernadores del FED (1998). Las proyecciones se basan en el cambio medio en los valores totales de activos y deudas entre el último trimestre de 1995 y el último de 1997, estandarizados por el cambio del IPC y el cambio en el número de hogares de las proyecciones para EE. UU. Las proyecciones de la mediana se basan en la composición de la riqueza del quintil intermedio de riqueza en 1995. Tabla 2: Distribución de la riqueza y la renta por tamaños, 1983-1997a Año Coef. Gini 4.0% siguiente 5.0% siguiente 10.0% siguiente 20.0% superior 2º 20.0% 3er 20.0% 40.0% inferior Total 22.3 21.6 22.8 21.8 21.9 12.1 11.6 11.8 11.5 11.2 13.1 13.0 12.0 12.1 11.4 81.3 83.5 83.8 83.9 84.5 122.6 12.3 11.5 11.4 10.7 5.2 4.8 4.4 4.5 4.4 0.9 -0.7 0.4 0.2 0.5 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 42.9 46.9 45.6 47.2 48.6 25.1 23.9 25.0 24.6 23.6 12.3 11.6 11.5 11.2 10.7 11.0 10.9 10.2 10.1 8.9 91.3 93.4 92.3 93.0 91.8 7.9 7.4 7.3 6.9 6.4 1.7 1.7 1.5 1.4 2.1 -0.9 -2.4 -1.1. -1.3 -0.3 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 12.8 16.6 15.7 14.4 13.3 13.3 14.8 14.5 10.3 10.4 10.6 10.4 15.5 15.2 15-3 15.9 51.9 55.6 56.4 55.1 21.6 20.6 20.4 20.6 14.1 13.2 12.8 13.6 12.3 10.7 10.5 10.7 100.0 100.0 100.0 100.0 1.0% superior A. Riqueza neta 1983 1989 1992 1995 1997b 0.80 0.83 0.82 0.83 33.8 37.4 37.2 38.5 40.1 B. Riqueza Financiera 1983 1989 1992 1995 1997b 0.89 0.93 0.90 0.91 C. Renta 1982 1989 1991 1994 0.48 0.52 0.53 0.52 Anexo: Valores medios por quintil (en miles de $ de 1995) A. Riqueza neta 1983 6708 1110 482.6 260.6 808.3 124.9 51.9 4.4 198.8 1995 7875 1115 471.7 246.8 858.1 116.8 45.9 0.9 204.5 % cambio 17.4 0.5 -2.3 -5.3 6.2 -6.5 -11.5 -79.6 2.9 B. Riqueza financiera 1983 6187 906 354.0 158.7 658.3 57.0 12.3 -6.3 144.2 1995 7400 963 352.2 158.5 730.0 54.0 11.3 -10.6 156.9 % cambio 19.6 6.4 -0.5 -0.1 10.9 -5.3 -7.8 -68.3 8.8 1982 563.5 145.6 90.4.0 67.2 113.83 47.5 31.1 27.1 43.9 1994 625.0 157.4 90.5 69.2 119.9 44.7 29.7 23.3 43.5 % cambio 10.9 8.1.4 0.0 2.0 5.4 -5.8 -4.5 -14.0 -0.8 C. Renta a. Fuente: cálculos propios a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Véase la nota a de la tabla 1 para más detalle. Para el cálculo de las particpaciones de los percentiles en la riqueza neta, las familias se clasifican según su riqueza neta; para porcentajes de la riqueza financiera, de acuerdo con su riqueza financiera; y para los de renta, según su renta. b. Proyectado hasta 1997 sobre la base del cambio en los precios de los activos entre 1995 y 1997. Tabla 3: Composición de la riqueza familiar total, 1983-1997a (% de los activos totales) 1983 1989 1992 1995 1997i Residencia principal (valor bruto) 30.1 30.2 29.8 30.4 29.3 Otros valores inmob. (valor bruto) 14.9 14.0 14.7 11.0 10.6 Propiedad de negociosb 18.8 17.2 17.7 17.9 17.3 Depósitos totalesc 15.3 15.7 10.4 7.3 7.1 Seguros de vida (valor residual líquido) 2.2. 1.7 1.8 2.7 2.7 Cuentas de pensionesd 1.5 2.9 7.2 9.0 9.2 Activos financierose 4.2 3.4 5.1 3.8 3.1 Acciones de sociedades y fondos mutuos 9.0 6.9 8.1 11.9 14.5 Riqueza neta en trusts personales 2.6 3.1 2.7 3.2 3.6 Ottros activosf 1.3 4.9 2.5 2.8 2.6 TOTAL 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 Deuda sobre la residencia principal Deudas restantesg DEUDA TOTAL 6.3 6.8 13.1 8.6 6.4 15.0 9.8 6.0 15.7 11.0 5.3 16.3 10.7 5.2 15.9 Anexo Valor neto de la casa/activos totalesh Deuda sobre la residencia principal/valor de la casa Cociente Deuda/riqueza 23.8 20.9 15.1 21.6 28.6 17.6 20.1 32.7 18.7 19.5 36.0 19.4 18.6 36.4 18.9 a. Fuente: cálculos propios a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Véase la nota a de la tabla 1. b. Riqueza neta en granjas, negocios y soociedades familiares. c. Cuentas a la vista, de ahorro, a plazo, fondos del mercado monetario y certificados de depósitos. d. IRAs, planes Keogh y 401(k), valor acumulado de las contribuciones a los planes de pensiones definidos. e. Bonos de sociedades privadas, bonos públicos, títulos de mercado abierto y billetes. f. Oro y otros metales preciosos, royalties, joyas, antigüedades, pieles, préstamos a amigos y parientes, contratos a futuros y otros activos. g. Deuda hipotecaria sobre toda la propiedad real excepto la residencia principal, más deuda de consumo, instalación y otras deudas. h. Cociente del valor bruto de la residencia principal neto de hipoteca sobre el activo total. i. Las proyecciones para 1997 se basan en los datos del Flujo de Fondos. Véase la nota b de la tabla 1 para mayor detalle. Tabla 4: Composición de la riqueza familiar por clases de riqueza en 1995 a (%) Total 1% Siguiente Signtes superior 19% dos quintiles A. Porcentaje de los activos brutos Residencia princpal 30.4 6.4 30.1 64.7 Otra riqueza inmobiliaria 11.0 11.4 13.9 5.1 Activos líquidos (depósitos bancarios, fondos 10.0 7.7 11.3 11.3 del mercado monetario, y valor residual líquido de los seguros) Activos de pensiones 9.0 4.7 12.6 8.8 Riqueza en negocios no societarios 17.9 36.8 11.0 3.5 Acciones de sociedades, activos financieros, 18.9 30.3 18.0 4.4 fondos mutuos y trusts personales Activos diversos 2.8 2.7 3.1 2.2 40% inferior 73.2 4.1 10.1 6.6 1.0 2.5 2.4 Acciones poseídas directa o indirectamenteb 16.8 20.8 18.9 7.6 5.2 Pro memoria Cociente deuda/riqueza Cociente deuda/renta 19.4 91.3 4.8 73.8 12.9 87.1 50.1 104.0 2061.8 85.7 64.7 4.8 17.2 3.9 43.0 11.3 38.8 96.0 0.4 67.4 25.9 78.1 71.8 88.1 93.0 0.9 44.5 11.3 70.8 25.2 72.7 63.8 8.7 9.5 1.5 38.1 6.1 29.6 51.4 3.0 10.6 2.2 33.7 8.2 30.8 40.4 29.5 23.9 84.9 81.7 80.9 70.7 66.7 62.8 44.1 32.6 25.0 21.0 7.4 2.9 B. Porcentaje de hogares que poseen... Residencia principal Casa móvil Otros activos inmobiliarios Residencia secundaria Activos en pensiones Negocios no societarios Acciones de sociedades, activos financieros, fondos mutuos y trusts personales Acciones poseídass directa o indirectamenteb (1) 5000 $ o más (2) 10000 $ o más a. Fuente: cálculo propio a partir del SCF de 1995. Los hogares se clasifican en clases de riqueza según su riqueza neta: el 1% superior: 2419000 $ o más; siguiente 19%: entre 176701 $ y 2419000 $; quintiles 2 y 3: entre 23300 $ y 176700 $; quintiles 4 y 5: menos de 23300 $. b. Incluye la propiedad directa de acciones y la propiedad indirecta a través de fondos mutuos, trusts y planes IRAS, Keogh y 401(k), y otras cuentas de jubilación. Tabla 5: Porcentaje de los activos totales poseídos por clases de riqueza, 1995 a Porcentaje del 10% superior Tipo de activo 1.0% Siguiente 90% Total 1983 1989 1992 superior 9-0% inferior A. Activos poseídos fundamentalmente por los ricos Acciones y fondos mutuos 51.4 37.0 11.6 100.0 90.4 86.0 87.6 Activos financieros 65.9 23.9 10.2 100.0 82.9 87.1 83.0 Trusts 49.6 38.9 11.5 100.0 95.4 87.9 87.9 Riqueza en negocios 69.5 22.2 8.3 100.0 89.9 89.8 91.0 Propiedad inmobiliaria 35.1 43.6 21.3 100.0 76.3 79.6 83.0 aparte de la vivienda TOTAL PARA EL GRUPO 55.5 32.1 12.5 100.0 85.6 85.7 87.6 B. Activos y deudas poseídos fundamentalmente por lo no ricos Residencia principal 7.1 24.6 68.3 100.0 Depóstitosb 29.4 32.9 37.7 100.0 Seguros de vida 16.4 28.5 55.1 100.0 Cuentas de pensionesc 17.7 44.7 37.7 100.0 TOTAL PARA EL GRUPO 12.8 29.7 57.5 100.0 1995 88.4 89.8 88.5 91.7 78.7 87.5 34.2 52.9 33.6 67.5 41.0 34.0 61.5 44.6 50.5 43.9 36.0 59.7 45.0 62.3 45.2 31.7 62.3 44.9 62.3 42.5 C. Deuda Total 9.4 18.9 71.7 100.0 31.8 29.4 37.5 28.3 D. Pro memoria Acciones poseídas directa o indirectamented 41.8 40.2 18.1 100.0 -- -- -- 81.9 a. Fuente: cálculo propio a partir de los SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. . Los hogares se clasifican en clases de riqueza según su riqueza neta: el 1% superior: 2419000 $ o más; siguiente 9%: entre 352001 $ y 2419000 $;80% inferior:: menos de 35200 $. b. Incluye la depósitos a la vista, de ahorro, a plazo, fondos del mercado monetario y certificados de depósitos. c. IRAs, planes Keogh y 401(k), valor acumulado de las contribuciones a planes de pensiones, y otras cuentas de jubilación. d. Incluye la propiedad directa de acciones, y la indirecta a través de fondos mutuos, trusts, así commo IRAS, planes Keogh y 401(k) y otras cuentas de jubiulación. Tabla 6: Renta y riqueza familiar, por raza y etnia, 1983-1995a (en miles de $ de 1995, salvo advertencia en contra) Valores medios Año Blancos no hispanos Negros no hispanos Valores medianos Hispanos Blancos no hispanos Negros no hispanos 1. Renta 1982 47.7 25.7 28.8 33.5 18.7 1988 52.2 23.2 23.8 34.8 13.2 1991 51.9 26.0 24.5 32.0 18.1 1994 47.7 23.0 30.9 32.0 17.0 2. Riqueza neta 1983 232.3 43.7 37.8 66.9 4.4 1989 274.8 46.1 45.2 79.4 2.0 1992 265.9 49.4 59.1 66.6 11.2 1995 242.4 40.8 51.3 61.0 7.4 3. Riqueza financiera 1983 171.1 22.0 11.2 18.6 0.0 1989 207.7 22.5 22.1 25.1 0.0 1992 204.7 28.2 38.0 20.5 0.1 1995 188.4 21.2 29.3 18.1 0.2 4. Tasa de vivienda en propiedad (%) 1983 68.1 44.3 32.6 1989 69.3 41.7 39.8 1992 69.0 48.5 43.1 1995 69.4 46.8 44.4 5. % de hogares con riqueza neta cero o negativa 1983 11.3 34.1 40.3 1989 12.1 40.7 39.9 1992 13.8 31.5 41.2 1995 15.0 31.3 38.3 Hispanos Cociente Blancos no hispanos/Negros no hispanos Media Mediana Cociente Hispanos/Blancos no hispanos Media Mediana 22.2 16.7 17.0 22.0 .54 .45 .50 .48 .56 .38 .57 .53 .60 .46 .47 .65 .66 .48 .53 .69 2.6 1.7 4.0 5.0 .19 .17 .19 .17 .07 .03 .17 .12 .16 .16 .22 .21 .04 .02 .06 .08 0.0 0.0 0.0 0.0 .13 .11 .14 .11 .00 .00 .01 .01 .07 .11 .19 .16 .00 .00 .00 .00 .65 .60 .70 .67 .48 .57 .62 .64 3.01 3.38 2.28 2.09 3.55 3.31 2.98 2.56 a. Fuente: cálculo propio a partir de las SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Los hogares se dividen en cuatro grupos raciales/étnicos: (i) blancos no hispanos; (ii) negros no hispanos; (iii) hispanos; y (iv) indios americanos, asiáticos y otros. Para 1995, el esquema de clasificación no distingue expresamente entre blancos no hispanos y negros no hispanos para las primeras dos categorías, de forma que algunos hispanos pueden haberse autoclasificados bien coo blancos bien como negros. Tabla 7: Perfiles de riqueza por edades y tasas de propiedad de la vivienda por edades, 1983-1995a Año 1983 1989 1992 1995 A. Cociente de la riqueza neta media por estrato de edad y la media global TOTAL 1.00 1.00 1.00 1.00 Menos de 35 0.21 0.290.29 0.20 0.16 35-44 0.71 0.72 0.71 0.65 45-54 1.53 1.50 1.42 1.39 55-64 1.67 1.58 1.82 1.81 65.74 1.93 1.61 1.59 1.71 75 o más 1.05 1.26 1.20 1.32 B. Cociente de la riqueza financiera media por estratos de edad y la media global TOTAL 1.00 1.00 1.00 1.00 Menos de 35 0.17 0.28 0.18 0.14 35-44 0.59 0.68 0.69 0.62 45-54 1.53 1.48 1.45 1.43 55-64 1.72 1.60 1.89 1.86 65.74 2.12 1.69 1.60 1.75 75 o más 1.10 1.27 1.14 1.26 C. Tasas de propiedad de la vivienda por clases de edad (%) TOTAL 63.4 62.8 64.1 64.7 Menos de 35 38.7 36.3 36.8 37.9 35-44 68.4 64.1 64.4 64.7 45-54 78.2 75.1 75.5 75.4 55-64 77.0 79.2 77.9 82.3 65.74 78.3 78.1 78.8 79.4 75 o más 69.4 70.2 78.1 72.5 a. Fuente: cálculo propio a partir de las SFC de 1983, 1989, 1992 y 1995. Los hogares se clasifican según la edad del propietario de la vivienda. Tabla 8: Riqueza media para las familias con y sin hijos, 1983 y 1995 a (en miles de $ de 1995, salvo indicación en contra) Tipos de familia y grupos de edad 1983 1995 % de cambio 1983-95 A. Riqueza neta Todos los hogares 198.8 204.5 2.9 Parejas casadas con menos de 65 años Con niños 165.1 180.5 9.3 Sin niños 321.3 304.6 -5.2 Hogares femeninos menores de 65 años Con niños 44.9 36.4 -19.0 Sin niños 96.9 77.5 -20.0 Parejas casadas, de 65 y más años 475.5 435.3 -8.4 B. Riqueza financiera Todos los hogares 144.2 156.9 8.8 Parejas casadas con menos de 65 años Con niños 105.3 138.1 31.2 Sin niños 243.8 243.7 -0.0 Hogares femeninos menores de 65 años Con niños 21.2 16.8 -20.6 Sin niños 67.7 48.3 -28.6 Parejas casadas, de 65 y más años 388.3 339.9 -12.5 C. Cociente deuda/propiedad (%) Todos los hogares 15.1 19.4 28.6 Parejas casadas con menos de 65 años Con niños 27.8 36.8 32.0 Sin niños 13.7 18.4 34.5 Hogares femeninos menores de 65 años Con niños 33.6 56.8 69.0 Sin niños 23.6 28.7 21.7 Parejas casadas, de 65 y más años 2.4 4.8 101.3 D. Tasa de vivienda en propiedad (%) Todos los hogares 63.4 64.7 2.1 Parejas casadas con menos de 65 años Con niños 73.2 72.4 -1.2 Sin niños 75.3 74.0 -1.7 Hogares femeninos menores de 65 años Con niños 39.6 40.0 1.0 Sin niños 41.5 48.1 16.0 Parejas casadas, de 65 y más años 84.1 86.1 2.4 A. Fuente: cálculo propio a partir de SCF de 1983 y 19995. Los hogares se clasifican según la presencia de hijos en el hogar con menos de 18 años, y por grupos de edad según la edad del cabeza de familia. Tabla 9: Riqueza neta media de los hogares, por estratos de renta y de edad, 1983-1995a (en miles de $ de 1995) Riqueza neta media Cambio porcentual Estratos de renta ($ de 1995) 1983 1989 1992 1995 1983-89 1989-95 1983-95 TOTAL 198.8 227.7 221.4 204.5 14.6 -10.2 2.9 De menos de 65 años Menos de 15000 $ 15000-24999 25000-499999 50000-74999 75000 o más 170.1 31.5 49.7 87.0 164.3 825.9 198.4 20.8 71.4 103.6 171.7 826.8 194.7 25.9 44.0 79.3 156.8 930.9 173.7 31.9 50.2 77.3 169.5 774.3 16.6 -34.0 43.7 19.0 4.5 0.1 -12.4 53.2 -29.7 -25.4 -1.3 -6.4 2.1 1.2 1.0 -11.1 3.2 -6.2 De 65 o más años Menos de 15000 $ 15000-24999 25000-499999 50000-74999 75000 o más 319.2 54.7 151.3 275.7 558.2 2601.7 333.5 55.8 165.1 295.5 706.8 2705.5 316.4 58.9 149.5 312.8 618.0 2696.8 314.5 73.4 135.8 270.3 594.6 2409.8 4.5 1.9 9.1 7.2 26.6 4.0 -5.7 31.6 -17.8 -8.6 -15.9 -10.9 -1.5 34.2 -10.3 -2.0 6.5 -7.4 a. Fuente: cálculo propio a partir de SCF de 1983, 1989, 1992 y 1995. Los hogares se claasifican según la edad del propietario de la vivienda. Tabla 10: Reservas financieras acumuladas por las familias, por quintiles de renta (en términos del nº de meses de consumo que pueden financiar), 1983-1995a Quintil de renta Nº de meses de consumo actual Nº de meses de consumo a nivel que pueden financiarseb del 125% del estándar de pobreza que pueden financiarsec A. 1983 Quintil superior Cuarto quintil Quintil central Segundo quintil Quintil inferior B. 1989 Quintil superior Cuarto quintil Quintil central Segundo quintil Quintil inferior C. 1995 Quintil superior Cuarto quintil Quintil central Segundo quintil Quintil inferior 16.5 5.7 2.3 0.9 0.0 51.4 14.6 4.6 1.3 0.0 18.7 4.7 3.6 0.7 0.0 72.6 14.6 9.0 1.0 0.0 19.0 3.5 1.2 1.1 0.0 61.3 7.9 1.8 0.6 0.0 a. Para los hogares con edades comprendidas entre los 25 y los 54 años. Fuente: cálculo propio a partir de SCF de 1983, 1989 y 1995, y de Bureau of Labor Statistics: Consumer Expenditure Surveys, 1983, 1990 y 1995. b. Definido como el cociente entre la riqueza financiera mediana (riqueza total neta menos riqueza en la casa ocupada como vivienda) y los gastos de consumo medianos del estrato de renta correspondiente. c. Definido como el coioente entre la riqueza fianciera neta del estrato de renta y el 125% del estándar de pobreza para una failia de cuatro miembros. Tabla 11: Cambio en la riqueza mediana, y factores explicativos, 1989-1995 (en miles de $ de 1995) 1989 1995 Cambioa 1. Riqueza familiar medianaa 54.6 45.6 -9.0 2. Renta familiar medianab 35.5 34.1 -1.5 3. Gastos de consumo para el nivel mediano de rentac 37.5 35.3 -2.1 4. Tasa de ahorro para el nivel mediano de rentad -5.4% -3.7 2.7 5. Tasa de rendimiento real de la cartera del quintil intermedio 0.7% de familias a lo largo del periodo (% anual)e Pro memoria: Factores explicativos del cambio en la fiqueza familiar mediana, 1989-1995 a. Valor presente de los ahorros familiares, acumulados anualmente a lo largo -10.5 delperiodo b. Cambio en el valor de la cartera del quintil intermedio de riqueza debido a 3.7 cambios en los precios de los activos c. Otros factores (residuo) -2.1 Cambio total en la riqueza familiar mediana -9.0 a. Cálculo propio a partir de SCF de 1989 y 1995. b. U.S. Bureau of the Census, Current Population Surveys, Internet. c. Bureau of Labor Statistics, Consumer Expenditure Surveys, varios años, Internet. d. Cociente entre la renta familiar menos el consumo familiar y la renta familiar. e. Fuentes para los precios de los activos: Council of Economic Advisers: Economic Report of the President, febrero 1998, Washington, DC: U. S. Government Printing Office; U.S. Bureau of the Census: Statistical Abstract of the United States, 1997, Washington, DC, U. S. Government Printing Offfice. Tabla 12: Resumen de estadísticas sobre riqueza neta mediana y media y sobre desigualdad de riqueza (a partir de SIPP, PSID y SCF, 1983-1995; en miles de $ de 1995) Estrato de renta de 500000 $ o más Fuente y año A. SIPPa 1984 1988 1993 Cambio en %, 1984-93 B. PSIDb 1984 1989 1994 Cambio en %, 1984-94 C. SCFc 1983 1989 1995 Cambio en %, 1983-95 Riqueza neta mediana Riqueza neta media % de hogares % de riqueza 47.9 46.1 39.6 -17.3 115.5 118.5 105.2 -8.9 1.9 2.8 3.6 86.4 25.9 27.1 30.5 18.9 44.6 45.2 48.3 8.3 140.5 153.6 150.8 7.3 58.3 62.4 55.8 -4.4 206.3 237.7 215.7 4.6 % de la riqueza total poseída por el 5% superior 49.5 47.0 44.5 -10.1 4.2 6.3 7.3 74.1 51.5 60.6 63.9 24.0 54.5 57.2 58.0 6.5 a. Fuente: 1984: U.S. Bureau of the Census (1986), tablas 1 y 3; 1988: U.S. Bureau of the Census (1990), tablas 1 y 3; 1988; Y 1993: "Asset ownership of households: 1993", P70-47, en internet, tablas 4 y 5. b. Fuente: Hurst, Luoh y Stafford (1998), pp. 270, 277. c. Cálculo propio a partir de SCF 1983, 1989 y 1995. La riqueza neta incluye los vehículos. d. Los estratos de riqueza están en dólares corrientes. Tabla 13: Estimaciones alternativas de la distribución por tamaños de la riqueza familiar, a partir del SCFa (las medias y medianas están en miles de $ de 1995) Proporción de la riqueza poseída por (%) Media A. Cálculos de Wolffc 1983 1989 1992 1995 B. Kennickell y Woodburn (1997) 1989 1992 1995 C. Weicher (1995, 1996) 1983 (B3016) 1983 (B3019) 1989 (X40125) 1989 (X40131) Mediana Coef. de Gini 0.5% superior siguiente 0.5% siguiente 9% 90% inferior Total Cociente entre los activos financieros y los FOF del FRBb 206.3 237.7 230.8 215.7 58.3 62.4 55.3 55.8 0.779 0.811 0.802 0.799 25.3 29.2 29.0 28.6 7.3 6.8 6.9 7.8 33.9 32.6 34.0 32.9 33.5 31.4 30.1 30.7 100.0 100.0 100.0 100.0 0.998 0.923 0.894 0.766 229.3 202.7 207.2 57.0 55.1 55.1 0.788 0.782 0.788 23.0 7.3 22.7 7.5 27.5 7.6 1% superior 37.1 36.9 33.2 32.5 32.9 31.5 100.0 100.0 100.0 0.750 0.669 0.685 0.773 0.788 0.801 0.813 30.0 34.0 36.0 38.0 230.8 250.1 248.0 255.3 a. La riqueza neta incluye los automóviles y otros vehículos. b. Incluye depósitos, bonos, otros activos financieros, acciones, fondos mutuos, fondos de trust y las cuentas de contribuciónes para pensiones definidas. En el Flujo de Fondos, los diferentes activos que figuran en laa cuentas de pensiones, tales como acciones y bonos, se consolidan en sus diferentes tipos financieros (coo aciones y bonos). La fuente para los datos del Flujo de Fondos del Consejo de la Reserva Federal (FRB FOF) es: Board of Governors of the FED (1998). c. Incluye automóviles. Los valores de los activos se han ajustado a los datos del FRB FOF. Las ponderaciones de 1983 son las ponderaciones para las rentas en sentido amplio del FRB (B3016) y las ponderaciones compuestas revisadas de SCF (B3019); y las de 1989 son las series SRC-Design-S1 (X40131) y la X40125. IV. LAS CONSECUENCIAS DE LA CRISIS GLOBAL PARA LAS ECONOMÍAS REGIONALES CAPÍTULO 14 Fred Moseley172[172] LA ECONOMÍA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN 1999: ¿SE ENCONTRARÁ CAPERUCITA AL LOBO FEROZ? En los dos últimos años, la economía de los EE. UU. ha sido llamada la economía de Caperucita** porque ha estado marchando perfectamente bien, ni demasiado caliente ni demasiado fría, con un desempleo y una inflación en sus niveles más bajos en 30 años, una bolsa en plena expansión, etc. Business Week ha proclamado incluso, en una serie de números especiales premiados**, que la economía estadounidense había entrado en una nueva era en la que el rápido cambio tecnológico (especialmente, la tecnología de la información) hará posible que continúe con esos bajos niveles de desempleo e inflación en el futuro previsible. Mientras tanto, la mayor parte del resto del mundo está sufriendo la peor crisis económica desde la Gran Depresión de los años 1930, sin que su final se vea a la vista. La mayor parte de Asia ya está en una depresión severa, con caídas en la producción que van desde un 3% en Japón y 6% en Corea hasta un 15% en Indonesia. Esta depresión cada vez peor está teniendo efectos devastadores sobre la población de estos países; el desempleo está aumentando (tasas reales de desempleo del 25% o superiores) sin que haya prácticamente seguro de desempleo. Los salarios reales han bajado entre 10% y 30% y continuarán cayendo en el próximo o dos próximos años casi con seguridad. Decenas de millones de personas caerán por debajo de la línea de pobreza (sólo en Indonesia, se estima la cifra en 40 millones), borrando varias décadas de mejoras en el nivel de vida y descensos en la pobreza. La economía rusa está experimentando casi una bancarrota completa. A muchos trabajadores se les debe el salario de varios meses, y en algunos casos de varios años. Cada vez más transacciones se llevan a cabo mediante trueque. El gobierno ruso ha suspendido el pago de una parte de su deuda externa y es probable que suspenda la mayor parte de la restante, lo que significa que los créditos externos no volverán probablemente a Rusia hasta dentro de muchos años. Además, hay una probabilidad creciente de que la depresión se extienda a América Latina, que en los últimos años estaba empezando a crecer un poco después de la década perdida de los 80 (en realidad, casi dos décadas). Brasil se ha visto forzado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a adoptar políticas fiscales y monetarias muy restrictivas, como condición para recibir el préstamo de 43 mil millones de $ de diciembre pasado. Estas políticas restrictivas seguro que harán caer a Brasil en una recesión, o incluso en una depresión, que se llevará consigo a la mayor parte del resto de América Latina (especialmente, teniendo en cuenta que también estos países están viéndose forzados por la crisis global a defender sus divisas por medio de políticas restrictivas). Para los trabajadores, el desempleo aumentará rápidamente y los salarios reales bajarán en picado, como en Asia. Por tanto, la crisis asiática no es sólo una crisis en Asia. Se está extendiendo como una crisis global. Por tanto, la cuestión urgente en estos momentos es: ¿por cuánto tiempo podrán continuar estas tendencias económicas divergentes, prosperidad en los EE. UU. y 172[172] Mount Holyoke College, Massachusetts. Email: fmoseley@mtholyoke.edu depresión en el resto del mundo? Incluso Alan Greenspan ha preguntado recientemente: ¿cuánto tiempo puede la economía de los EE. UU. seguir siendo una isla de prosperidad en medio de un mundo en depresión? Casi todos los economistas ortodoxos parecen pensar que la economía de los EE. UU. es tan fuerte que sólo sufrirá levemente la creciente crisis económica global, y que en concreto no sufrirá una recesión. Yo no estoy de acuerdo con esta opinión dominante. Creo que es muy probable que la economía de EE. UU. sufra de forma más importante los efectos de esa expansión de la crisis global, y que caerá en recesión en un año como mucho. En otras palabras, pienso que Caperucita está punto de encontrarse con el lobo feroz. Una recesión así en la economía de EE. UU. tendría a su vez efectos devastadores sobre el resto del mundo, especialmente sobre los países asiáticos, para los cuales el aumento de sus exportaciones al creciente mercado de EE. UU. es prácticamente la única esperanza de recuperación. En lo que sigue, examinaré los varios efectos de la crisis global sobre la economía estadounidense, e intentaré determinar la probabilidad de una recesión en el plazo aproximado de un año. Paradójicamente, hasta ahora la crisis asiático-global ha tenido efectos mayormente positivos sobre la economía estadounidense. En primer lugar, ha contribuido a una menor tasa de inflación. La aguda devaluación de las divisas asiáticas ha significado importaciones baratas desde Asia (ordenadores de menos de 1000 $, Honda Accords por 16.000 $, Hyundais por 6.000 $, electrónica de consumo barata, etc.) y esto a su vez ha reducido la tasa global de inflación. La crisis ha reducido también la demanda total de petróleo y de otras materias primas, que ha llevado a un descenso significativo en los precios de estas mercancías (por ejemplo, un 30% de caída en el precio del petróleo, de modo que la gasolina está ahora por debajo de un dólar el galón), contribuyendo así aun más a rebajar la tasa global de inflación. Además, los tipos de interés en los EE. UU. están por debajo de lo que estarían en otro caso, tanto a causa de la baja tasa de inflación como debido a las grandes entradas de capital extranjero que llega de Asia en busca de la seguridad de los bonos del Tesoro americano. Sin embargo, los efectos negativos de la crisis global están empezando a dejarse sentir, y es probable que se intensifiquen en los próximos meses hasta superar esos efectos positivos. Hay tres componentes de la demanda agregada a través de los cuales la crisis global podría afectar negativamente a la economía estadounidense: las exportaciones netas, el gasto en inversión y la demanda de consumo. Examinaré uno a uno cada uno de ellos. 14.1. El descenso de las exportaciones netas El componente de la demanda agregada que sufrirá un impacto inmediato y directo de la crisis global serán las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones). El efecto negativo más inmediato de la crisis asiático-global sobre la economía de los EE. UU. se producirá a través de la reducción de las exportaciones y el aumento de las importaciones. Debido a la enorme devaluación de las divisas asiáticas, los bienes estadounidenses son ahora relativamente mucho más caros, tanto las exportaciones como los que compiten con las importaciones abaratadas en el mercado interno. Además, el gran bajón de las economías asiáticas reducirá aun más su demanda de exportaciones desde los EE. UU. Por otra parte, se dice que algunos productores asiáticos están practicando dumping en el mercado de los Estados Unidos (es decir, vendiendo por debajo del coste y obteniendo pérdidas) sólo para conseguir alguna renta y compensar la disminución de sus ventas en Asia. El ejemplo más importante hasta ahora es la industria siderúrgica. Las importaciones de acero se han incrementado en un 50% en el último año. Los productores estadounidenses están teniendo que cerrar plantas y despedir trabajadores, y están demandando la protección del gobierno frente a la competencia extranjera desleal. La pérdida de los mercados de exportación y la pérdida del mercado interno a favor de las importaciones no sólo reduce la demanda agregada de los EE. UU., sino que significa también menos empleos para los trabajadores estadounidenses y, por tanto, una mayor tasa de desempleo. Hasta ahora, las exportaciones de EE. UU. a Asia han bajado un 20% aproximadamente, y las importaciones procedentes de Asia sólo han subido un 5%. Puesto que las exportaciones totales de EE. UU. sólo representan el 12% del PIB, y el porcentaje de las exportaciones totales que se dirige a Asia (incluido Japón) es sólo de un 30%, esta reducción en las exportaciones netas estadounidenses (exportaciones menos importaciones) ha tenido sólo un efecto negativo pequeño sobre la tasa de crecimiento de la economía de EE. UU (menos de un 1%). Muchos economistas concluyen de esto que lo peor de la crisis asiática ya ha pasado (es decir, que esas economías han tocado fondo y empezarán a recuperarse el año próximo), y, por tanto, que los efectos negativos sobre las exportaciones e importaciones estadounidenses no empeorarán más en el próximo año. Si esta opinión dominante es correcta, entonces este pequeño efecto negativo no tendría por qué producir una recesión en los Estados Unidos. Sin embargo, dudo mucho de que la crisis asiática haya pasado ya. Más bien, creo que la crisis está todavía en su etapa inicial, y que queda mucho de ella --lo peor-- por venir. La principal razón para esperar esto es que muchas (quizás, la mayoría) de las empresas capitalistas en Asia (incluido Japón) están hoy técnicamente en bancarrota, es decir, perdiendo dinero (pues sus ingresos son inferiores a sus costes) y son incapaces de hacer frente a sus obligaciones de deuda pendientes. Joseph Stiglitz, economista jefe del Banco Mundial, fue citado recientemente en el New York Times como autor de lo siguiente: En indonesia, el 75% de las empresas están en quiebra. ¿Cómo se puede hacer funcionar una economía cuando el 75% de sus empresas están en quiebra? La respuesta inmediata es: no se puede. De forma similar, las estimaciones para Corea muestran que el cash flow (beneficios y depreciación) del sector de sociedades en su conjunto supone menos que el montante integro de los pagos corrientes por intereses (Cho, 1999). En otras palabras, las cargas de depreciación se están usando para ayudar a pagar los intereses, y aun así esto no es suficiente. En Japón, la brecha negativa entre cash flow y pagos de intereses del sector de sociedades es similar a la tasa de Corea, o quizás peor. Si estas economías continúan a la baja en 1999, la insolvencia del sector empresarial se agravará aun más. William Tabb (1998) ha insistido recientemente en estas mismas páginas este aspecto central de la crisis económica asiática. La alta incidencia de impagos en la economía asiática actual se debe en parte a una importante característica del estilo asiático de capitalismo: las empresas capitalistas dependen mucho más que sus homólogas occidentales de los fondos ajenos (provenientes fundamentalmente de los bancos) para financiar sus inversiones. Los cocientes normales entre deuda y fondos propios son en Asia un 300% o 400%, mientras que en los EE. UU. y en Europa un cociente del 100% se considera ya peligrosamente alto. Este estilo de capitalismo altamente endeudado ayudó a hacer posibles las altísimas tasas de crecimiento de las economías asiáticas durante décadas, pero también las ha hecho ahora mucho más vulnerables a cualquier caída de la economía. Con la rápida caída de estas economías durante el último año y pico, los ingresos por ventas de la mayoría de las empresas han bajado rápidamente. Además, los tipos de interés subieron mucho para intentar detener la salida de capital, y esto añadió peso adicional a la carga de deuda soportada por las empresas. Como resultado, muchas empresas están sufriendo ahora pérdidas y son incapaces de hacer frente a sus obligaciones actuales de pago. En los Estados Unidos, una situación así produciría normalmente que los acreedores obligaran a las empresas insolventes a declararse en quiebra; es decir, las empresas insolventes cerrarían y sus activos sacados a subasta para que los acreedores puedan recuperar al menos una parte de sus préstamos. El tiro de gracia para muchas empresas con deudas denominadas en dólares fue el 50% de devaluación de las divisas asiáticas, que dobló la carga de la deuda de estas empresas en términos de sus propias monedas. Sin embargo, hasta ahora en Asia se ha dejado que muchas empresas insolventes continúen operando. Muchas empresas pequeñas y medianas han sido obligadas a quebrar, pero a las más grandes se les ha permitido continuar operando o incluso se les ha extendido crédito adicional por parte de sus acreedores, los bancos, frecuentemente bajo la presión de los gobiernos nacionales. En algunos casos, los gobiernos asiáticos mismos han prestado dinero directamente a las empresas --en su mayor parte, empresas muy grandes, consideradas demasiado importantes para dejarlas quebrar, debido a la depresión aun más profunda y a los mayores niveles de desempleo que se habrían derivado de ello. Los bancos no han tenido interés en forzar la declaración de quiebra de estas empresas porque en ese caso sólo podrían recuperar un pequeño porcentaje de sus inversiones originales, lo que habría mostrado qué poco valen en realidad los préstamos anotados en sus libros contables. Por supuesto, el reconocimiento de toda la magnitud de estas pérdidas causaría que muchos de estos bancos quebraran a su vez (pues sus pérdidas serían mayores que su valor neto). Sin embargo, estos salvamentos bancarios y gubernamentales de las empresas en quiebra no resuelven los problemas fundamentales de las rentas a la baja, los beneficios insuficientes y las pesadas deudas. Finalmente, la mayoría de estas empresas insolventes tendrán que verse obligadas a quebrar realmente. Así es la forma perversa de trabajar característica del capitalismo. Las quiebras de algunas empresas son el medio a través del cual se logra aumentar la tasa de ganancia de las empresas supervivientes, creando con ello las condiciones para una recuperación final en algún momento futuro. Sin embargo, a corto plazo, las quiebras causarán por supuesto una depresión más profunda. Las quiebras de empresas resultarían también en grandes pérdidas para los bancos asiáticos, como se acaba de decir, lo que empeoraría la ya severa crisis bancaria de estos países. Muchos bancos quebrarían a su vez, resultando todo ello en una contracción adicional de la economía. Japón es, de lejos, la economía más importante de Asia, concentrando prácticamente el 60% del PIB asiático. La crisis bancaria en Japón es peor que en los otros países porque los bancos japoneses han sido los prestamistas más importantes del resto de Asia en las décadas recientes. De modo que los bancos japoneses están sufriendo ahora pérdidas, no sólo por las insolvencias de las empresas japonesas, sino también a causa de los impagos de los deudores de esos otros países. Se estima que los bancos japoneses cuentan con un mínimo de un billón de $ (165 billones de pesetas) en créditos de difícil cobro (cerca de un 25% de su PIB). Como resultado, la mayoría de esos bancos ha dejado de prestar, lo que ha provocado una severa crisis de crédito. La economía japonesa descendió en casi un 3% durante 1998, y es muy probable que caiga otro tanto en 1999, o quizás más aun. Esta creciente depresión en la segunda mayor economía del mundo está obligada a tener efectos negativos graves en todo el mundo, especialmente en el resto de Asia y también en los Estados Unidos. En suma, creo que la crisis asiática está lejos de haber terminado; Jan Kregel (1998a) llega a la misma conclusión por las mismas razones básicas, y, por tanto, cabe esperar futuros descensos significativos de estas economías y, por tanto, en la demanda de exportaciones estadounidenses. Además, muchos países latinoamericanos, con Brasil a la cabeza, están cayendo también en recesión, lo que reducirá aun más la demanda de exportaciones estadounidenses. Incluso Europa sufrirá finalmente un parón en su crecimiento; Inglaterra parece estar ya cayendo en recesión. En estas circunstancias de una economía mundial en declive, parece probable que las exportaciones americanas desciendan otro 10% o 20% el próximo año. El déficit de la balanza comercial de Estados Unidos aumentó en 1998 desde unos 100.000 millones de $ hasta 150.000 millones. Aumentará aun más el próximo año, quizás hasta los 300.000 millones o más. El efecto negativo de este descenso adicional en las exportaciones podría no ser suficiente para llevar a la economía de EE. UU. a la recesión, pero reducirá sin duda la tasa de crecimiento a un 1% o 2% como mucho, muy por debajo de la tasa de 4% de los últimos años. 14.2. El descenso de la inversión empresarial Otro posible efecto negativo de la crisis global sobre la economía de los Estados Unidos es una reducción de la inversión empresarial. La demanda de inversión ya cayó suavemente en el tercer trimestre de 1998, tras varios años de fuerte inversión (con incrementos medios de un 10% anual aproximadamente). Esta aguda caída de la inversión se debe fundamentalmente a los beneficios estancados o en descenso (véase Moseley, 1998, para una discusión de la incapacidad de la tasa de ganancia de la economía de los EE. UU: para recuperarse completamente del descenso que experimentó desde los 60 y 70). La tasa de ganancia en los EE. UU. cayó aproximadamente un 50% hasta mediados de los 70 y desde entonces sólo ha recuperado un tercio aproximadamente de ese descenso, de forma que la tasa de ganancia actual está un 30% o 35% por debajo de su cima de los primeros años de la postguerra. Véase Moseley (1992) para una discusión más detallada de este descenso de la rentabilidad y de sus causas. Otras causas de la caída en la demanda de inversión son la decreciente tasa de utilización de la capacidad instalada (es decir, el porcentaje de los equipos productivos existentes que se están utilizando de hecho) y las expectativas a la baja de sobr** demanda futura. Si hay una caída adicional de la inversión en los próximos meses debido a la crisis global, lo que parece probable, esta reducción pondría a la economía estadounidense al borde de una recesión, si no dentro de ella. Además, existe otro peligro que podría conducir a un descenso aun mayor en el gasto de inversión: una crisis de crédito por la que los prestamistas rechazaran prestar a las empresas o estuvieran dispuestos a hacerlo tan sólo a tipos de interés mucho mayores. El tipo normal de crisis de crédito ocurre por medio de los bancos que, en tiempos de recesión, o de amenaza de ella, endurecen las exigencias crediticias y reducen su actividad de crédito. Esta forma típica de crisis de crédito no parece probable justo ahora en los EE. UU. Sin embargo, esto podría cambiar rápidamente si los bancos sufrieran pérdidas significativas en los próximos meses, como resultado de una extensión de la crisis global, debido a préstamos a países de mercados emergentes, o préstamos a fondos de cobertura con altos riesgos en estos países; el ejemplo más conocido es el fondo de cobertura Long Term Capital Management (LTCM), que pidió prestados casi 100.000 millones de $ a los mayores bancos de los EE. UU. y del exterior para especular con los precios a futuro de los bonos en todo el mundo, y que escapó por los pelos de la quiebra gracias a la intervención del Sistema de Reserva Federal. LTCM apostaba en esencia por que no habría ninguna crisis seria que perturbara los diferenciales normales entre los diferentes tipos de bonos, y perdieron mucho tras la suspensión de pagos rusa, y la intensificación del riesgo de los propios contratos de derivados relacionados con esos países. "Derivados" es uno de esos términos para todo que puede referirse a muy distintos tipos de nuevos instrumentos de inversión desarrollados por los bancos en la última década. Muchos de estos derivados se refieren en último término a un préstamo hecho a alguno de esos países emergentes, y están por tanto sujetos a riesgos de insolvencias más elevados (y también a un riesgo de devaluación de la divisa) [Véase Kregel (1998b) para una discusión excelente de estos derivados.] Kregel afirma que uno de los principales objetivos del desarrollo de estos derivados era sortear las restricciones impuestas a los fondos de pensiones y otros inversores institucionales que limitaban su capacidad de invertir en mercados emergentes. Además, en los meses recientes, ha aparecido un nuevo tipo de crisis de crédito que amenaza con hacerse más grave: una crisis de crédito en el mercado de bonos, en donde los inversores dejan de estar dispuestos a comprar bonos de las sociedades (salvo las de mejor calificación), o sólo lo están si esos bonos ofrecen un tipo de interés significativamente más alto (es decir, sólo si estos bonos ofrecen una prima de riesgo más elevada). Los inversores han sido alertados por la crisis rusa y por la cuasi-quiebra de LTCM. Como resultado, ha habido un desplazamiento desde el riesgo a lo seguro (es decir, desde los bonos de las empresas a los del Tesoro). Era este nuevo tipo de crisis de crédito lo que preocupaba especialmente a Greenspan cuando ingenió el juego a tres bandas de la reducción en octubre de los tipos de interés. El pánico del verano pasado y de comienzos del otoño disminuyó algo en las semanas subsiguientes (de modo que parece que las acciones del FED tuvieron éxito en tranquilizar a los inversores y convencerlos de que tiene ambas manos sobre las palancas de la economía y de que no permitirá que ésta se le vaya de las manos). Aunque los tipos de interés se dispersen, entre los bonos del Tesoro y los más calificados de los de las sociedades todavía hay varios puntos porcentuales más de lo normal, lo que indica que sigue habiendo reticencias a prestar a las corporaciones. Sin embargo, estos temores siguen estando sin duda bajo la superficie y volverían a surgir a flote con toda su fuerza tan pronto como una próxima sorpresa desagradable en la economía mundial --por ejemplo, otros impagos de Rusia, salidas de capital y crisis de la divisa en Brasil, una profundización de la depresión en Japón, una intensificación de los conflictos de clase en Corea del Sur o en Brasil o en otra parte, una devaluación denminbi** chino, o incluso del dólar estadounidense, etc.). Si estallara una crisis de crédito severa, entonces el gasto en inversión caería rápidamente (pues el mundo de los negocios no sería ya capaz, o lo sería menos, de obtener fondos ajenos para invertir). Una caída importante de la inversión debida a una crisis de crédito situaría casi con seguridad a la economía estadounidense en una recesión. 14.3. El desenfreno del gasto en consumo: ¿por cuánto más tiempo puede durar? El único componente de la demanda agregada que sigue creciendo actualmente en los Estados Unidos es el gasto de consumo. Por supuesto, los hogares estadounidenses están dándose un festín de gasto a tope. El porcentaje de la renta después de impuestos que los hogares de EE. UU. gastan (que no ahorran) ha sido siempre mayor que en la mayoría de los países (un 94% aproximadamente, comparado con un 80% en Japón o un 85% en Alemania). Pero en los últimos años la tasa de gasto ha subido aun más, ¡habiendo superado en los últimos meses el 100%! Esto significa que los hogares americanos están gastando más de lo que ganan tras pagar impuestos (es decir, la tasa de aahorro es negativa). Normalmente, un país con una tasa de ahorro tan baja tendría una tasa de inversión igualmente baja, pues los ahorros de los hogares son una de las fuentes principales de fondos para la inversión empresarial. Sin embargo, la economía de los Estados Unidos en los últimos años ha sido capaz de mantener una alta tasa de inversión, a pesar de su bajísima tasa de ahorro, debido a la enorme entrada de capital extranjero en el país en ese periodo. En otras palabras, el resto del mundo ha estado dispuesto a proporcionar los ahorros necesarios para mantener la inversión en los Estados Unidos, haciendo así posible que los EE. UU. se comieran el pastel (el consumo) y al mismo tiempo lo conservaran (la inversión). (Véase Moseley, 1999, para ulteriores discusiones del importante papel de las entradas de capital extranjero en el mantenimiento de la prosperidad relativa de la economía de los EE. UU. desde mediados de los 80, y especialmente desde 1995). Sin embargo, esta situación encantadora no puede durar para siempre. En los próximos años, los intereses por esos préstamos extranjeros tendrán que pagarse, aparte de que, en cualquier momento, los inversores extranjeros pueden decidir dejar de prestar dinero a los Estados Unidos y retirar de allí su capital, lo que sería un golpe tremendo para la economía estadounidense. El principal factor impulsor del gasto de consumo en los últimos años ha sido la subida del mercado de valores. Los precios de las acciones se han incrementado un 50% aproximadamente en los dos últimos años, y han crecido un 150% desde 1993. Este crecimiento tan rápido de los precios de las acciones ha hecho aumentar muy rápido la riqueza de los hogares americanos, especialmente de la pequeña minoría de hogares que poseen la mayoría de las acciones de las empresas. En 1983, el último año para el que se dispone de un estudio oficial, el 10% más rico de los hogares poseía el 89% de las acciones de las sociedades privadas; y el 1% más rico poseía el 47%. Esta alta concentración de la propiedad de las acciones de sociedades ha disminuido algo en los 90, pero probablemente no mucho (Fuente: Joint Economic Committee of the US Congress, 1986). Esta riqueza creciente con origen en el mercado de valores ha tenido un fuerte efecto positivo (llamado "efecto riqueza") sobre el gasto en consumo (el gasto en consumo de los ricos, es decir, de los que disfrutan de esta riqueza caída del cielo). Estos hogares sienten evidentemente que su riqueza creciente en acciones les proporciona todo el ahorro que necesitan para el futuro, por lo que no tienen necesidad de ahorrar a partir de su renta corriente (¡en vez de eso, pueden gastarse toda su renta presente, e incluso más!). Así, podemos ver que la fuerza principal que impulsa hacia delante a la economía de los EE. UU. en estos momentos --es decir, la fuerza principal que la aleja de la recesión-- es el boom de la bolsa que impulsa la demanda de consumo. ¿Pero por cuanto tiempo puede durar este desenfreno consumista empujado por la bolsa? Para continuar, el mercado de acciones no sólo debe mantener sus altos niveles actuales, sino que debe seguir creciendo rápidamente como en los últimos años. Sin embargo, los temores de una crisis global ya han causado un descenso del 15% en agosto y septiembre (de 1998). Desde entonces, la bolsa ha recuperado su base perdida (en gran medida, gracias a la política monetaria expansiva del Fed), pero no creo que vaya a crecer mucho más en 1999. El cociente medio actual entre precios y beneficios por acción (el cociente entre el precio de las acciones y los beneficios actuales) está ya a unos niveles tan altos, nunca antes conocidos, de 25:1; la media histórica a largo plazo es de 15:1. Atendiendo a esta media histórica, los precios de las acciones están sobrevaluados actualmente en un 67% (la reciente recuperación de la bolsa la llaman ahora algunos la "burbuja Greenspan"). Esta amplia sobrevaluación sugiere por sí misma que, como mínimo, los precios de las acciones no es probable que suban mucho más en el año próximo. Si los precios de las acciones no siguen creciendo, entonces desaparecerá la influencia positiva que tiene el efecto riqueza sobre el gasto de consumo. Además, estos altísimos precios accionariales se basan en expectativas tremendamente optimistas sobre los beneficios futuros de las sociedades. Por ejemplo, la previsión compartida por los analistas de títulos apunta a un 17% (¡!) de crecimiento en los beneficios de las sociedades durante el año 1999, y de un 13.5% en el 2000 (Wolff, 1998). Sin embargo, en su conjunto, los beneficios de las sociedades sólo crecieron un 5% en 1998, y, con una economía en frenada el año próximo, es probable que crezcan todavía menos, o que desciendan incluso. Por consiguiente, estas muy optimistas expectativas de beneficio casi seguro que van a verse decepcionadas. Esta decepción puede causar una liquidación de acciones y por tanto un descenso en sus precios. Greenspan dijo en julio: "Sabemos por la historia que una corrección en la bolsa es probable. Lo que no sabemos es cuándo" Creo que el cuándo será 1999. Un descenso de la bolsa así provocaría un descenso adicional del gasto de consumo, al invertirse el efecto riqueza. Por consiguiente, el motor clave de la economía estadounidense en el momento actual --el fuerte gasto de consumo impulsado por la creciente riqueza en acciones-- está a punto de griparse el próximo año. Como mucho (con un mercado estancado y no en declive), el incremento del gasto de consumo es probable que se haga más lento, convirtiéndose en otro factor de freno de la economía de EE. UU., y empujándola hacia la recesión. En el peor de los casos (con un descenso del mercado de valores), el gasto de consumo es probable que disminuya, lo que empujará definitivamente a la economía hacia la recesión. 14.4. Conclusión: ¿el lobo feroz? Mi conclusión es que es muy probable que la economía americana caiga en una recesión a lo largo del próximo año. Es posible, aunque no muy probable, que sólo experimente un crecimiento más lento sin caer en recesión. Si todo ocurre en el mundo de forma adecuada --es decir, si las economías asiáticas y latinoamericanas comienzan a recuperarse (Japón y Brasil en especial); si no ocurre ninguna sorpresa desagradable en alguna parte de la economía mundial; si se evita una crisis de crédito en la banca y en el mercado de bonos de los EE. UU.; si la bolsa estadounidense sigue subiendo, a pesar de los precedentes históricos y de los beneficios reales; si los hogares continúan gastando más de lo que ganan, etc.--, en resumen, si se dan todas esas condiciones, entonces quizás la economía americana sólo se frenará algo sin caer en una recesión. Sin embargo, con que no se satisfagan una o dos de esas condiciones (por ejemplo, si no produce la recuperación en Japón y/o en Brasil), me parece que hay una alta probabilidad de que la crisis global llegue a casa. Caperucita se encontrará ante el lobo feroz. Si ocurre una recesión en la economía de los EE. UU., entonces creo que hay peligro de que se trate de una bastante mala. La razón principal de ese peligro es que, en caso de recesión, el gasto de consumo probablemente descenderá rápidamente. Como se vio antes, los hogares han estirado su capacidad de gasto hasta el límite, o incluso más allá, y este desenfreno consumista ha sido impulsado fundamentalmente por un boom de la bolsa. Sin embargo, una recesión pondría muy probablemente fin a ese boom, y causaría un descenso significativo de la bolsa. Como se vio más arriba, un descenso así en la bolsa llevaría con casi toda seguridad a una grave reducción del gasto de consumo. Los hogares tendrían no sólo que financiar su ahorro a partir de sus ingresos corrientes, sino que tendrían, además, que reponer los ahorros perdidos en el mercado de valores mediante una ahorro superior de su renta. La tasa de ahorro de los hogares podría subir repentinamente en los EE. UU., del 0% al 5% o más, lo que reduciría aun más el gasto de consumo y empujaría la economía hasta el fondo de una recesión. Por otra parte, los hogares americanos están también muy endeudados (la deuda de los hogares es ahora de aproximadamente el 100% de la renta después de impuestos, un récord nunca alcanzado). Una recesión significaría una pérdida de empleos y de renta para muchos de estos hogares altamente endeudados, que tendrían que reajustar su gasto enormemente para evitar la quiebra personal. Si tuviera lugar una recesión en los EE. UU. en el próximo año o dos, entonces esa recesión tendría a su vez un efecto devastador sobre el resto de la economía mundial, en especial para Asia y Latinoamérica. La mayor esperanza para que esos países se recuperen de su actual depresión es el aumento de sus exportaciones al expansivo mercado americano (una esperanza más antigua era la de aumentar sus exportaciones a Japón, pero esa esperanza se evaporó al caer Japón en su propia depresión). Si la economía de EE. UU. entra en recesión, entonces disminuirá la demanda de los EE. UU. de exportaciones asiáticas, en vez de aumentar. Perdida su principal esperanza de recuperación, estas economías seguirían en una depresión severa durante años. Y si la depresión global continúa, esto seguiría arrastrando a la baja a la economía de los EE. UU. *** ** La política monetaria expansiva no ha sido hasta ahora capaz de detener el deslizamiento de la economía del Reino Unido hacia la recesión. Parece que pronto seremos testigos de un examen empírico histórico y muy importante sobre la eficacia de la política monetaria expansiva en los Estados Unidos para salvar los Estados Unidos de recesiones y depresiones. Si la política monetaria expansiva fracasara en los próximos meses en los EE. UU., entonces la otra opción importante que la política económica del gobierno podría usar para intentar evitar la recesión sería la política expansiva (un aumento en el gasto público y/o una reducción de los impuestos). Sin embargo, una política fiscal expansiva tarda meses en ser instrumentada (legislada) y más meses aun en ser llevada a la práctica, y más aun en tener efectos sobre la economía. En consecuencia, si la política fiscal expansiva debe tener una oportunidad para ayudar a la economía de EE. UU. a evitar una recesión, entonces debería ser propuesta y legislada tan pronto como sea posible. Pero nadie en Washington habla actualmente de una política fiscal expansiva. La política fiscal expansiva no se cree necesaria para evitar la recesión y, además, generaría déficit fiscal, lo cual iría en contra del objetivo principal de la actual política fiscal, que es un presupuesto equilibrado. Por tanto, la política fiscal expansiva no es probable que salve a la economía de EE. UU. de caer en recesión en 1999. Si la economía americana se deslizara hacia una recesión severa, y la mayor parte del resto del mundo en una depresión creciente, entonces este empeoramiento de la crisis del capitalismo global infligiría grandes sufrimientos a la población mundial, especialmente en Asia y en América Latina: pérdida de empleos, menores rentas, mayores hambre y pobreza, mayor ansiedad y desesperación, etc. ¿Cómo responderían los trabajadores, en todo el mundo y en EE. UU., a esta extensión y crecimiento de la miseria? David McNally ha descrito recientemente en estas páginas la creciente militancia y fuerza organizativa de los trabajadores en Asia, y sus recientes luchas contras los despidos, cortes salariales, etc. Este año, trabajadores de todo el mundo tendrán que enfrentarse probablemente a una elección similar y muy difícil entre aceptar pasivamente el desempleo y la rebaja salarial o resistir activamente estas consecuencias y luchar para defender su sustento económico. Es posible que, si las condiciones económicas se deterioran, estas luchas de los trabajadores por su supervivencia en un capitalismo en crisis conduzca a un número creciente de ellos a poner en entredicho el capitalismo en cuanto tal, y su capacidad para hacer frente a sus necesidades económicas básicas. Si el capitalismo exige estos ataques sobre nuestro nivel de vida, entonces quizás haya un sistema económico alternativo que no requiera esos ataques y que pueda, por el contrario, atender a nuestras necesidades. Bibliografía Cho, D. (1999). "A year after the Korean economic crisis: what next?", presentada al Congreso anual de la Allied Social Sciences Association, enero. Joint Economic Committee of the United States Congress (1986). The Concentration of Wealth in the United States: Trends in the Distribution of Wealth Among American Families. Kregel, J. (1998a). "Yes, it dis happen again. A Minsky crisis happened in Asia", The Jerome Levy Economics Institute Working paper, nº 234. (1998b). "Derivatives and global capital flows: applications to Asia", ", The Jerome Levy Economics Institute Working paper, nº 246. McNally, D. (1998). "Globalization on trial: crisis and class struggle in East Asia", Montly Review, 50:4, septiembre, pp. 1-14. Moseley, F. (1992). The Falling Rate of Profit in the Postwar United States Economy, N. York: St. Martin Press. (1998). Review of Radical Political Ecoomics, 29:4, otoño, pp. 23-41. (1999). "The US economy at the turn of the century: entering a new era of prosperity?, Capital and Class, de próxima aparición. Tabb, W. (1998). "The East Asian financial crisis", Monthly Review, 50:2, junio, pp. 24-38. Wolff, M. (1998). "The equity puzzle", Financial Times, 15 diciembre, p. 15. CAPÍTULO 15 Alejandro Valle173[173] DIFERENCIAS NACIONALES DE SALARIOS MEDIOS: EL CASO DE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS174[174]* Introducción En America: What Went Wrong, un libro que ocupó por varias semanas la lista de grandes éxitos de The New York Times, el segundo capitulo intitulado "Derrotados por México" enfatiza los peligros que significan los bajos salarios mexicanos para los trabajadores estadounidenses. Relata, entre otros ejemplos, como en 1986 Universal Manufacturing Company de Paterson Nueva Jersey dejó sin empleo a 500 trabajadores al trasladarse a Matamoros. Los trabajadores estadounidenses ganaban 7.91 dólares por hora y los mexicanos recibían 1.45 dólares por hora.175[175] Las enormes diferencias salariales entre México y EUA parecen plantear la posibilidad de que todas las nuevas inversiones de EUA encontrarán conveniente trasladarse a México. Esa amenaza será esgrimida una y otra vez contra los trabajadores estadounidenses y mexicanos para arrancarles concesiones al capital. En México las organizaciones patronales promueve una reforma profunda a la Ley Federal del Trabajo para volver más flexible las condiciones del trabajo urgiendo a los trabajadores mexicanos con la mayor competencia impuesta por el TLC. De manera que los bajos salarios mexicanos sirven para presionar a los trabajadores de los tres países para que acepten salarios más bajos. En este trabajo se avanza hacia una explicación de las diferencias salariales entre países desde el punto de vista de la economía marxista. Sostendremos que los bajos salarios no son simplemente una ventaja para los capitalistas que quieran trasladarse México. Argumentaremos que las diferencias salariales son resultado: de las productividades desiguales, de las diferencias en la distribución del producto entre asalariados y capitalistas y de la diferencia entre la tasa de cambio vigente y la tasa de cambio que igualaría los niveles de precios entre los países involucrados, la tasa de paridad de poder adquisitivo (PPA). Dicha conclusión se deriva de manera muy directa de la teoría marxista del valor trabajo pues de ella se deriva una definición muy simple de productividad y con ella llegar a las conclusiones anteriores. La implicación más importante del análisis es que los bajos salarios mexicanos son expresión de una retraso en la productividad: de una desventaja absoluta y eso frena las posibilidades de utilizar a México para que Canadá y EUA enfrenten la competencia internacional trasladándose a México. Parece que los sindicatos de los tres países tendrán que convivir con este problema por un largo tiempo. Este artículo presenta aspectos teóricos y empíricos. Primero plantearemos el problema de las diferencias salariales a partir de lo ocurrido en la Posguerra con las economías norteamericanas. En segundo término resumiremos algunas de las posiciones de los economistas críticos que se refieren a la cuestión de las diferencias salariales. 173[173] División de Postgrado, UNAM, México, D.F., México. Email: valle@servidor.unam.mx Este trabajo recibió financiamiento de la Dirección General de Asuntos del personal Académico de la UNAM, proyecto IN401-393. Agradezco a todos los participantes del proyecto su ayuda para este trabajo y especialmente a Gloria Martínez y Florentino Salazar. Los errores en el trabajo son míos. 175[175] .Citado en El Financiero, junio 11 de 1992, pp. 23 174[174] Posteriormente desarrollaremos nuestra explicación. A continuación examinaremos la evidencia empírica. Finalmente apuntaremos algunas conclusiones provisionales 15.1. Planteamiento del problema A. Los salarios son muy diferentes entre México y los EUA. Puede apreciarse en la gráfica 1 que las remuneraciones176[176] de los trabajadores EUA son mucho mayores que las de los trabajadores mexicanos. (Poner la gráfica 1 cerca de aquí) Aunque la razón entre ellas ha disminuido la diferencia en dólares es enorme. La razón de las remuneraciones anuales medias de EUA y México era de casi trece veces en 1960 y pasó a poco más de ocho veces en 1993. En éste último año un mexicano percibía en promedio en un día de trabajo lo que un estadounidense ganaba en una hora. Gráf. 1: México y EUA remuneraciones anuales medias 40000 dólares por año 30000 20000 10000 0 6062646668707274767880828486889092 Méx. EUA Gráf. 2. Razón de remuneraciones medias en EUA y Mexico. 18 16 14 veces 12 10 8 6 4 6062646668707274767880828486889092 PPA 176[176] Paridad de mercado La diferencia entre salarios y remuneraciones es que éstas últimas incluyen además de los salarios, la percepción monetaria directamente recibida por el trabajador, las prestaciones entre las que destaca la participación patronal para la seguridad social. En la gráfica 2 se observa otro hecho importante de explicar: la proporción entre las remuneraciones mexicanos y las de EUA ha pasó de ser de aproximadamente 4.7 veces en 1981 a 14.0 en 1983. (Poner la gráfica 2 cerca de aquí) )Cuál es la explicación de un cambio tan repentino y considerable como el ocurrido entonces?. Veremos que en ese período se dieron dos drásticas variaciones: los trabajadores mexicanos se empobrecieron porque disminuyeron los salarios relativos la proporción de los salarios en el producto generado por ellos mismos; y además el peso mexicano pasó de una gran sobrevaluación a una subvaluación en esos dos años. No queremos decir con lo anterior que la diferencia salarial explicada por la tasa de cambio no sea "real". Los capitalistas dedicados a la maquila obtuvieron reales y enormes ganancias por esa modificación en el salario mexicano medido en dólares corrientes. Por ello la maquila en México ha absorbido grandes volúmenes de mano de obra en México y si la situación actual volviera a ser la de 1981 habría serios problemas en esa actividad. En lo que sigue veremos que hay tres razones que explican los bajos salarios mexicanos: a) las diferencias de productividad entre los dos países, b) las diferencias en la distribución de la riqueza entre las clases sociales, c) las variaciones en la tasa de cambio de mercado con respecto a la de PPA. Antes de sustentar los puntos de vista anteriores veamos algunas de las ideas que han nutrido este trabajo: 15.2. Algunos puntos de vista de la economía crítica sobre las diferencias salariales Mandel afirma que los salarios bajos no son un reflejo del bajo nivel de la productividad de la mano de obra en los países coloniales. Ello no se sostiene --según Mandel-- puesto que hay ramas donde las productividades son semejantes a la estadounidense y sin embargo los salarios son del orden de 10% de los de ese país.177[177] "La productividad está ante todo, en función del equipo puesto a disposición del trabajador, de su aptitud técnica y cultural general y de su capacidad de esfuerzo físico. Ahora bien el colonialismo produce precisamente un nivel anormalmente bajo de estos tres elementos básicos de la productividad. Puede afirmarse con mucha más razón que el bajo nivel de la productividad no es la causa, sino el resultado del bajo nivel del salario y del conjunto del subdesarrollo que caracteriza a la economía colonial y semicolonial. Alain de Janvry sostiene algo semejante: la diferencia salarial entre la industria manufacturera de Brasil y la de EUA era del orden de 1 a 8 en 1973 y de 1 a 18 para Marruecos y EUA. Dado que la productividad del trabajo en la manufactura moderna y en los enclaves de exportación no es marcadamente diferente de la del centro.178[178] ; las diferencias nacionales de salarios tendrían que explicarse mediante las discrepancias en las tasas de plusvalía. De Janvry señala, por ejemplo, que la tasa de plusvalía en EUA era en 1972 de 0.62 y de 1.66 en Brasil179[179] )Por qué diferencias que son menores de 3 a 1 explican diferencias del orden de 8 a 1? De Janvry no afirma las cosas con la 177[177] Mandel, E. Tratado de economía marxista, Ed. Era(serie popular) t. II, México, 1978, pp. 276 . Janvry de, Alan The Agrarian Question and Reformism in Latin America, pp. 38 179[179] .ibid 178[178] precisión necesaria para que se discutan satisfactoriamente los nexos entre diferencias nacionales de salarios, productividad y tasa de plusvalía. Emmanuel también afirma en el Intercambio Desigual algo semejante, pues sostiene que "la intensidad del trabajo --productividad del trabajo con igualdad de herramientas-del obrero medio de las zonas subdesarrolladas es un 50 o 60% de la del obrero medio de la de las zonas industrializadas... en tanto que los salarios son 30 veces más bajos".180[180] En una traducción reciente de un trabajo de A. Shaikh pone la cita anterior de Emmanuel y utiliza el término "productividad directa"181[181] para referirse al hecho de que aún con medios de producción idénticos la fuerza de trabajo del país subdesarrollado produce menos que su contraparte en un país industrializado. En su polémica con Emmanuel, Bettelheim encuentra en la baja productividad y en la naturaleza la explicación de los bajos salarios de los países pobres. Critica acremente la deducción de Emmanuel de que los trabajadores de los países ricos participan de la explotación de los trabajadores de los países pobres y para ello la explicación de los bajos salarios de éstos últimos resulta esencial. Es la naturaleza y la combinación específica de las fuerzas productivas y las relaciones de producción de los países pobres, bajo la égida de las relaciones mundiales capitalistas, las que constituyen la base objetiva de la "pobreza" de algunos países, los países dominados, y que explica tanto los bajos salarios como "el intercambio desigual" que eventualmente puede surgir de ahí. Para escapar en forma duradera al "intercambio desigual", no hay otro medio que el transformar esta base objetiva y, por lo tanto, eliminar las relaciones de producción que "obstruyen el desarrollo de las fuerzas productivas".182[182] Podemos decir que Bettelheim utiliza las ventajas absolutas en valor trabajo para explicar los bajos salarios. La cuestión de las ventajas absolutas del comercio ha sido destacado cabalmente por A. Shaikh en sus trabajos sobre comercio internacional183[183]. Guerrero, D.184[184] enfatiza las enormes diferencias que hay entre la economía convencional que habla de ventajas relativas por carecer de una teoría del valor trabajo y la teoría marxista que si puede desarrollar éste último concepto y extraer conclusiones inalcanzables para la teoría ortodoxa. Guerrero señala que en la práctica bajos costos y salarios altos van por lo general unidos porque la técnica superior hace perfectamente posible esta combinación como resultado normal del proceso de mecanización y capitalización de la producción.185[185] 180[180] . Emmanuel, A. El Intercambio desigual, Siglo XXI eds., México, 1972, pp.89 . Shaikh, A. Valor Acumulación y Crisis, Tercer Mundo Eds., Colombia, 1991, pp. 202 182[182] Bettelheim, C. "Observaciones teóricas" en Emmanuel, A. El intercambio desigual. Siglo XXI eds, México, 1972, pp. 325. 181[181] 183[183] Veáse, por ejemplo, Shaikh, A. "Competition and Exchange Rates.: Theory and Evidence". Documentos de Trabajo num. 25, Department of Economics, New School for Social Research. Nueva York, 1991. 184[184] 185[185] Guerrero, D. Competitividad: teoría y política. Ariel. Barcelona. 1995 Guerrero, D. "La técnica, los costos, la ventaja absoluta y la competitividad". Comercio Exterior , mayo 1996. pp. 404. Resulta que algunos de los autores revisados hablan de la productividad a nivel de la planta por ello no se refieren a un aspecto esencial: la eficacia de un proceso productivo es inseparable de la eficacia de todos aquellos procesos que producen los medios de producción utilizados en él. De manera que aun cuando se utilizara en el país A la misma planta que en el B y los obreros en ambos fueran igualmente laboriosos y con idéntica calificación; el valor trabajo del producto será generalmente diferente pues depende del trabajo vivo y del valor trabajo de los medios de producción consumidos. De manera que en algunos de los autores revisados de literatura crítica se desestima la importancia de la productividad para explicar las diferencias salariales. Hay algunos autores que por el contrario explican los bajos salarios basándose en la productividad. En lo que sigue desarrollaremos esta idea y la ligaremos con el concepto marxista de salario relativo. 15.3. Hacia una explicación A. Productividad En muchos de los autores antes mencionados hay un problema que consiste en el inadecuado manejo del concepto de productividad. Ellos afirman que hay ínsulas en las que en países con distintos grados de desarrollo se utilizan los mismos medios de producción. Pero eso no iguala la eficacia del trabajo en la producción de los bienes considerados ni cambia el hecho de que los salarios se establecen socialmente. Mandel, Shaikh y Emmanuel reconocen que una parte de las diferencias salariales entre zonas con grados diferentes de desarrollo se explican por las diferentes productividades y tratan de distinguir entre las diferencias atribuibles a las tecnologías empleadas y las explicadas por el grado de "acondicionamiento a la producción capitalista"186[186]. Sin embargo; la productividad que analizan es una productividad local, a nivel de empresa o de rama industrial. Ese es el concepto corriente de productividad: una relación entre la cantidad de valores de uso producidos en una empresa y la cantidad de trabajo directamente empleado. Desde luego que aun en ésta definición hay un sinnúmero de dificultades que tienen que ver con la uniformidad del producto o del trabajo; pero ignorando esas dificultades hay un problema más importante. Supongamos que una empresa acerera compara la cantidad de acero producida por trabajador con el dato de su rival y sabe que esa productividad es menor en su empresa. A menos que los medios de producción utilizados en ambas empresas sean iguales no podrá atribuir diferencia en el rendimiento por trabajador a las características de su fuerza laboral, ni concluir que sus costos unitarios de producción son mayores. Sólo si las tecnologías son relativamente uniformes las comparaciones de esa productividad resultan significativas. Dentro de una economía nacional el costo de producción tiene que ver con todos los insumos utilizados y con el costo salarial. Ello implica una cosa fácil de enunciar y difícil de manejar: las interrelaciones ente los distintos procesos productivos son generalmente enormes, de manera que todos los costos son interdependientes. Esto se manifiesta, por ejemplo, en que los costos de los productos agrícolas influyen a los costos de la siderurgia, a los de la rama automotriz, etcétera, y éstos costos determinan a 186[186] Shaikh, A. ibid su vez los costos agrícolas. Ese hecho fue comentado por diversas escuelas de pensamiento económico desde el siglo XIX. Pero, esa importante característica de los sistemas económicos no se maneja adecuadamente ni de manera tan generalizada como debería. Para entender las diferencias salariales, una definición aceptable de productividad necesita tomar en cuenta todas las interrelaciones económicas existentes. Eso es lo que hace el concepto marxista de valor trabajo. La interrelación de los costos proviene de que cada proceso laboral es individual y social al mismo tiempo. Individual en tanto que propiedad de un capital particular orientado al lucro. Es, al mismo tiempo, social pues precisa de una multitud de otros proceso laborales para desempeñarse. La eficacia del resultado de cada proceso laboral depende de sus condiciones particulares pero inevitablemente depende también de la eficacia de todos los procesos que lo nutren. Eso es precisamente una de las cosas que queda dicha en la concepción marxista acerca de que el valor de un producto está determinado por el tiempo de trabajo abstracto socialmente necesario para la producción de la mercancía. Cada proceso laboral rinde un producto que es resultado de la aplicación de una porción del trabajo social y no sólo de los trabajadores directamente involucrados. Por lo anterior proponemos la siguiente definición de productividad: La productividad con la que se elabora un bien es el recíproco del valor de dicho bien. Es obvio que si se trata de una canasta de mercancías será un promedio ponderado de los valores de dichos bienes y lo razonable será ponderar con las cantidades de los bienes considerados. Sea mi el valor de la mercancía i, entonces la productividad πi = 1/mi sería igual al consumo por trabajador si esa mercancía fuese el único componente de la demanda final. La productividad agregada puede ser definida como: π = 1/Σyimi i=1,2..n también es igual al consumo por trabajador de la canasta yi, i=1,2..n Argumentaremos que los distintos niveles salariales están relacionados con la eficacia del trabajo social, independientemente de que esta desigualdad en la eficacia se explique por causas naturales - diferencias en la fertilidad del suelo o de las minas- o por causas sociales, como son distintos niveles de acumulación o el acondicionamiento de la fuerza de trabajo para trabajar en la producción capitalista. Un trabajador agrícola mexicano ganará menos que un estadounidense aún cuando labre tierra de idéntica fertilidad, trabaje con la misma intensidad, emplee los mismos medios de producción y sea igualmente explotado, debido a que en otras ramas, la productividad sea menor que la productividad en los Estados Unidos. Para entender lo primero supongamos que sólo se produce maíz en los tres países y que no hay capitalistas en ningún país. Consideremos que se produce maíz con una productividad de cincuenta toneladas anuales por hombre en EUA y en Canadá. Si el precio en dólares en cada país es de dos dólares por tonelada el producto anual por hombre ocupado será de 100 dólares y el ingreso por hombre ocupado será igual al producto. Supongamos que en México la productividad es de 10 toneladas por año y que el precio sea de 10 pesos, el producto anual por hombre ocupado será de 100 pesos y el ingreso que podría recibir un trabajador sería, también de 100 pesos por año. Si los tres países comercian internacionalmente habrá una tasa de cambio que relacionará unas monedas con otras. La función de la tasa de cambio es tratar de uniformar los precios internacionales. Una tonelada de maíz mexicano deberá venderse, en dólares estadounidenses, al mismo precio que una tonelada de maíz producida en EUA. Por lo tanto la tasa de cambio debe ser de 5 pesos por dólar para que el maíz con precio doméstico de 10 pesos se venda al mismo precio que el estadounidense en el mercado internacional. Las tasas de cambio en los diferentes países serían: 1 dólar canadiense = 1 dólar estadounidense = 5 pesos mexicanos. Por ello los ingresos por hombre ocupado serían de 100 dólares estadounidenses en Canadá y EUA, pero sólo de 20 dólares anuales por hombre ocupado en México. Las diferencias de productividad explicarían íntegramente las diferencias de ingreso por hombre ocupado. Todo esto es correcto si la tasa de cambio permite igualar los precios, pues de otra manera aparece otra variable. Por ejemplo si la tasa de cambio entre Canadá y EUA en nuestro ejemplo no fuera de 1 dólar canadiense por dólar de EUA la relación entre los ingresos por hombre ocupado reflejaría este hecho: parecerían más alejados de lo que las productividades determinan. Podemos formalizar lo anterior para el caso de un sólo bien de manera muy simple. Si denotamos con pA,y con mA el precio y el valor del maíz en el país A y si denotamos con αA a la relación entre ambos conceptos o sea lo que Marx denominó la expresión dineraria del valor, tendremos: p A = mA (1) p B = mB (2) si denotamos con c* a la tasa de cambio que iguala ambos precios p A = c* p B (3) sustituyendo 1 y 2 en 3 llegamos a: A c* = B mB = mA A (4) B Puede probarse que el PIB monetario por hombre ocupado será igual a la expresión dineraria del valor y por lo tanto la razón de los PIB por hombre empleado en las dos economías en términos de alguna de las dos monedas será igual al cociente de las productividades πi. Esto se cumple si la tasa de cambio entre las monedas iguala los precios del país en los dos países considerados. De no ocurrir así, de regir la tasa de cambio c, tendremos que la expresión 4 deberá modificarse: A zc = B mB = mA A (5) B donde z es la relación: c*/c. Si z<1 la moneda del país B está sobrevaluada pues el precio del maíz en el país A será inferior al del país B. Ocurrirá lo contrario si z >1. De acuerdo a lo anterior la relación entre los PIB por hombre empleado expresarán las distancias entre las productividades y la distancia entre la tasa de cambio corriente y la tasa de cambio que igualaría los precios, la tasa de cambio de paridad de poder adquisitivo PPA. Ahora agreguemos una dosis de realismo y consideremos que hay capitalistas en los tres países. B. Salarios y productividad Según hemos visto, las diferencias de productividad deben manifestarse como diferencias en los niveles de ingreso. Pero la productividad no puede entenderse a nivel local sino que necesariamente involucra a la economía en su conjunto. Aquí veremos que algo semejante ocurre con el salario. Ello será así porque el salario se establece de acuerdo a las condiciones sociales y de productividad, en toda la economía y no en una rama particular. Esto es una parte de los elementos "histórico morales" de que hablaba Marx. Difícilmente podría darse que una empresa o una rama que disfrutara de condiciones más elevadas de productividad se tradujera en salarios ostensiblemente más altos. La competencia entre trabajadores se traducirá en un tendencia a la homogeneidad de los salarios medios. El salario medio deberá expresar la productividad habida en un país pero adicionalmente deberá expresar la distribución del producto entre las clases sociales. Haciendo la usual simplificación de sólo considerar dos clases sociales en nuestro modelo, la tasa anual de salario tendrá que ser menor al producto interno por hombre ocupado. Supongamos que en EUA los patrones se apropian de la mitad del producto y en México de las tres cuartas partes. El salario anual sería de 50 dólares en EUA puesto que el producto por trabajador es de 100 dólares anuales. En México el salario será de 5 dólares al año, la cuarta parte de un producto anual de 20 dólares por hombre ocupado. Conforme la porción del producto que reciben los trabajadores sea menor el salario decrecerá. Empleando los términos marxistas si la explotación aumenta el salario disminuye. Pero cuando hacemos comparaciones internacionales también entra la productividad, a mayor productividad mayor salario. Lo anterior puede formularse así: sA = sB 1e A z B 1e B A (6) sA y sB son los salarios del país A y los del país B. eA y eB son las tasas de plusvalía definidas como la porción del trabajo que se apropia la clase capitalista. O bien podemos entender (1-eA) como el salario relativo en el país A, z es la relación entre la tasa de cambio que equilibraría los precios de los países A y B y la tasa de cambio vigente. Cuando ambas son iguales z es uno obviamente. La expresión 6 nos dice que la razón de salarios a la tasa de cambio corriente es igual a la razón de productividades multiplicada por la razón de salarios relativos y por la razón tasa de cambio de PPA tasa de cambio corriente. Supongamos que la tasas de plusvalía en México es el doble de la de EUA y que la tasa de cambio vigente es la que equilibra los precios; manteniendo las diferencias de productividad (πA/πB = 5) entonces los salarios mexicanos serán 1/10 de los estadounidenses. En resumen, podemos deducir de la teoría del valor trabajo que la razón de salarios en distintos países a la tasa de cambio vigente depende de: la razón de productividades, de los salarios relativos (o de la tasa de plusvalía) y de la desviación de la tasa de cambio corriente con respecto a la tasa de PPA. Analicemos ahora información empírica relacionada con el modelo. 15.4. Análisis preliminar de la información. No debe olvidarse que nuestro modelo es bastante simple, es un "modelo de grano puro" que ha sido utilizado desde los tiempos de David Ricardo. La realidad es mucho mas compleja, así que uno se puede preguntar sí tal modelo es útil para entender la realidad. )Los datos empíricos apoyan el modelo? Las dificultades a las que nos enfrentamos resultan inesperadas. Veamos un modelo contable que es análogo al modelo previo. Podemos escribir tasa salarial es igual a la participación salarial ζi multiplicada por el producto interno bruto por trabajador ocupado yi. Por supuesto que es necesario tomar en cuenta el tipo de cambio, con ello llegamos a: sA = cs B yA B cy B A (7) Ahora tenemos dos modelos: un modelo marxista de diferencias salariales (MMDS) y un modelo contable de diferencias salariales (MCDS) con obvias semejanzas y diferencias. El MMDS es un modelo con pleno significado. No ocurre así con el modelo contable. Por ejemplo, en la literatura neoclásica sobre productividad, el producto interno bruto por trabajador se denomina "productividad del trabajo". Esta nomenclatura es internamente inconsistente ya que la teoría neoclásica afirma que hay otros factores de producción distintos al trabajo. Pero en la teoría marxista, el PIB por trabajador ocupado puede ser definido apropiadamente como la productividad. Otra diferencia importante entre ambos modelos es el tipo de cambio. En el MMDS el tipo de cambio utilizado se puede deducir de la teoría; en el MCDS el tipo de cambio no está definido; se puede optar por el tipo de cambio vigente o por el de PPA. Podría utilizarse con este modela la razón salarial con distintas monedas. La ventaja del MCDS es que nos Gráf. 3 Desviaciones peso corriente a PPA, 1982=1. 1.6 1.4 veces 1.2 1e A = B 1e B A yA B c* y B A 1 0.8 0.6 6062646668707274767880828486889092 z permite efectuar cálculos que pueden apoyar el MMDS. Podemos igualar la expresión 6 con la 7 y obtenemos: Esta expresión no es totalmente correcta ya que el lado izquierdo de la igualdad se obtuvo a partir de un modelo de un solo bien, mientras que el miembro derecho proviene de un modelo con múltiples mercancías. Sin embargo la expresión sugiere claramente que el PIB por trabajador ocupado puede ser analizado como una variable proxy de la productividad, y que la participación salarial puede ser una variable proxy del salario relativo. Recordemos de la gráfica 2 (supra) que la razón de remuneraciones entre EUA y México ha oscilado entre 4 y 16 veces aproximadamente. De acuerdo a nuestro modelo parte de esa oscilación se debe a las desviaciones entre la paridad de mercado y la tasa de PPA. En la gráfica 3 podemos ver que esa variable ha jugado un papel importante y muestra demás el comportamiento característico de algunos procesos "explosivos": Veamos como se comporta nuestro indicador de productividad: valor agregado por hombre ocupado. Los datos muestran que los EUA son mucho más productivos que México tal como se percibe fácilmente. Esa enorme diferencia de productividades se ha venido acortando y está muy influida por las desviaciones entre la tasa de cambio de mercado y la tasa de cambio de paridad de poder adquisitivo PPA. La gráfica 4 muestra la relación entre las productividades a tasas de cambio de mercado Una conclusión importante que se puede derivar de las diferencias en productividad agregada entre México y las economías de EUA: las diferencias entre los salarios mexicanos y los salarios en EUA están en gran medida determinadas por las diferencias de productividad por las ventajas absolutas de EUA, y éstas no se pueden disminuir rápidamente. Si la productividad en los EUA fuese 3 veces la productividad mexicana, y si la primera creciera al 1% anual, mientras que la segunda lo hiciera al 4% anual, el tiempo requerido para igual ambos niveles sería de 37.5 años. Parece que los sindicatos de América del Norte deben aprender a manejar las grandes diferencias salariales entre México y los otros dos países. Una segunda conclusión que se deriva del bajo nivel de la productividad agregada en México es que, en muchos casos sería mas caro producir en México que en los Estados Unidos a pesar de los bajos salarios mexicanos. De acuerdo con la teoría marxista del valor, una baja productividad quiere decir que, en promedio, los productos mexicanos cuestan mas trabajo que otros productos de Norteamérica. También se debe recordar que el tipo de cambio solo podría igualar algunos precios ya que las diferencias en productividad no son uniformes. Desde nuestro punto de vista, esta conjetura podría explicar el porqué la maquiladora es una forma fácil de obtener lo mejor de dos mundos: las maquiladoras importan materiales semielaborados de los EUA, el país más productivo, y agregan una parte significativa del costo salarial en México, el país de los bajos salarios. Para muchas industrias mayores valores-trabajo en México que en EUA o Canadá implican mayores costos no laborales. Simétricamente, habrá productos que Gráf. 4: Razón de productividades EUA y México 6 veces 4 2 0 6062646668707274767880828486889092 sean mas baratos en México que en los EUA a pesar de la menor productividad mexicana. Esto podría se un elemento importante para predecir qué industrias o procesos son candidatos para emigrar en la búsqueda de bajos salarios. Tenemos finalmente que los salarios relativos explican también una parte importante de las diferencias salariales. De manear gruesa, el salario relativo estadounidense es el doble del mexicano tal como se muestra en la gráfica 5: De manera que la razón entre las remuneraciones estadounidenses y las mexicanos es el doble de la razón entre productividades debido al efecto de los salarios relativos. Las diferencias salariales entre México y EUA dependen de las diferencias de productividades, de la relación entre las tasas de cambio de mercado y de paridad de poder adquisitivo, y de la participación de las remuneraciones en el PIB, de los salarios relativos. Los resultados anteriores parecen corresponder a un modelo que no puede arrojar error. ¿Es una tautología hueca la expresión 7? En realidad el problema del error aparece de manera no muy evidente porque tanto la productividad como la tasa de plusvalía o el salario relativo son conceptos bien definidos en la esfera del valor trabajo. Lo que observamos directamente son las expresiones monetarias de esas variables y es ahí donde están los errores. Tomemos por ejemplo los salarios relativos, para su análisis )debe considerarse la distinción marxista entre trabajo productivo e improductivo y en tal caso cómo?.187[187] De manera que la participación de los salarios en el PIB no es el salario relativo. Lo mismo ocurre con las productividades. El MMDS define como productividad el recíproco del valor de una mercancía, cuando lo generalicemos deberá definirse como el recíproco del valor de una canasta. Al medir esta variable y otras de la expresión 6 ya habrá alguna discrepancia entre el lado izquierdo y derecho de la misma. De manera que en rigor la expresión 7 es tautológica sólo si hace el supuesto absurdo de que las variables más fácilmente observables son las que la teoría requiere. Gráf. 5: Razón de salarios relativos EUA y Mexico. 3 veces 2 1 0 60 63 66 69 72 75 78 81 84 87 90 93 15.5. Algunas conclusiones 187[187] Este punto par México está desarrollado en el trabajo de Martínez B. G. " Salario relativo industrial en México 1960-1990" (véase Guerrero, 1997/98). Un análisis que debemos considerar preliminar de los datos nos permite concluir que hay grandes diferencias entre los niveles medios de productividad de México y los de los Estados Unidos. Estas diferencias explican la enorme brecha salarial entre ambos países. Parece que estas diferencias no se pueden reducir rápidamente; los sindicatos de los dos países deberán convivir con los bajos salarios mexicanos. Una segunda fuente de diferencia salarial entre países son los salarios relativos. Eliminando las diferencias de productividad los trabajadores mexicanos perciben la mitad de lo que ganan los estadounidenses. De manera aproximada eso duplica las diferencias salariales entre ambos países. Esta fuente de diferencia salarial tiene que ser explicada y de ahí podremos estimar las posibilidades de que los trabajadores igualen los salarios relativos entre ambos países. Una tercera fuente de diferencia salarial es la variación del tipo de cambio vigente peso dólar con respecto a la tasa de PPA. Especialmente si se considera un período donde la tasa de cambio pasó de una sobrevaluación a una subvaluación, como fue el período 1981-1989, la desviación de la paridad corriente con respecto a la de PPA explica una parte significativa de las diferencias salariales. La sobrevaluación del peso mexicano con respecto al dólar estadounidense acerca los salarios mexicanos a los de EUA. Lo contrario ocurre con la subvaluación del peso. Tan grande es la diferencia salarial entre ambos países que resulta un problema explicar por qué no toda la nueva inversión de Canadá y EUA trata de trasladarse a México. La propuesta de nuestro modelo es que los bajos salarios mexicanos son expresión de una productividad media más baja. Por ello los bajos salarios no son una "ventaja comparativa" tal como lo plantea la teoría neoclásica sino un resultado de una "desventaja absoluta". El comercio exterior se posibilita, a pesar de dicha desventaja absoluta de la producción mexicana, mediante los precios. El modelo nos sugiere que los precios podrán ser relativamente parecidos entre dos países con diferentes productividades. Estas se reflejarían en salarios diferentes y no en los precios. La apertura comercial que se experimenta en todo el mundo parece una clara tendencia de las economías capitalistas contemporáneas. Su motivación es preservar o expandir el capitalismo. No es la eliminación de las pugnas intercapitalistas sino el establecimiento de nuevas reglas para pelear. En las nuevas relaciones comerciales se están formando bloques y sus posibilidades de triunfo dependen de una variable clave: la productividad. En los nuevos bloques se trata de aprovechar que las diferencias de productividad se traducen en diferencias de salarios. La maquila es una forma de aprovechamiento que trata de comprar la mano de obra "barata" en cuanto a su nivel de vida, pero no tan barata porque la productividad social del trabajo es menor para producir con la eficacia internacional. Esto sólo es posible importando un altísimo porcentaje del producto. De manera que la maquila es la solución capitalista para aprovechar la baja productividad. Los salarios mexicanos sólo podrán igualarse a los de Canadá y EUA cuando se equiparen las productividades medias y se eliminen las diferencias de salarios relativos. Finalmente debemos una explicación de que nuestro análisis empírico se basó en un modelo contable y tanto el PIB por trabajador como la participación de los salarios en el PIB son aproximaciones a las variables requeridas por la teoría: las productividades y los salarios relativos. Las variables consideradas explican íntegramente las diferencias salariales, no hay pues ningún error como es usual en el trabajo empírico. Este hecho es provisional puesto que cuando midamos las variables requeridas seguramente aparecerá un error. Nos parece que las mejoras de medición que podamos hacer en el futuro no modificarán la siguiente conclusión: la teorías marxista del valor y de la plusvalía nos proporcionan una explicación clara y suficiente de las diferencias de salarios entre países. CAPÍTULO 16 Pablo Bustelo188[188] LAS CRISIS FINANCIERAS Y PRODUCTIVAS EN ASIA ORIENTAL (1997-1999): UN ANÁLISIS CRÍTICO 16.1. Introducción Las crisis financieras y productivas de algunos países de Asia oriental en 1997-99 han puesto de manifiesto al menos dos aspectos económicos de gran trascendencia. Por una parte, han sacado a la luz, y de manera fehaciente, los graves inconvenientes del tipo vigente de globalización, cuyo funcionamiento pone en peligro incluso a países con un grado elevado de solidez macroeconómica. Por otro lado, han destacado la importancia que tiene, en la gestación de las crisis cambiarias, el comportamiento de algunos indicadores, de tipo no convencional (y por tanto desatendidos, por lo general, en la literatura sobre crisis de tipo de cambio), como son la evolución de la rentabilidad del capital y de la eficiencia de la inversión; el nivel y los cambios de la relación entre deuda externa a corto plazo y reservas en divisas; y el crecimiento del crédito bancario al sector privado. Todos ellos guardan una estrecha relación con el ritmo y la intensidad de la liberalización económica (y especialmente financiera) previa de los países que sufren tal tipo de crisis. Este trabajo aborda, en primer lugar, los rasgos novedosos de la globalización financiera en los años noventa y sugiere que, como resultado de sus nuevas características, la internacionalización actual del capital financiero tiende a provocar crisis recurrentes en las economías emergentes, a crear inestabilidad a escala internacional y a aumentar el riesgo de deflación en el mundo. En segundo lugar, se señalan los rasgos principales de las crisis asiáticas (imprevistas, novedosas, heterogéneas, controvertidas, y generadoras de una fuerte incidencia global y regional) y se sugiere una interpretación de las mismas en la que se insiste en los ataques especulativos exógenos y, sobre todo, en el carácter determinante que tuvo una liberalización endógena prematura e indiscriminada. 16.2. La internacionalización del capital financiero y las economías emergentes La experiencia de los años noventa sugiere que la globalización económica, especialmente en el terreno financiero, tiende a desencadenar crisis recurrentes en las economías emergentes, a crear inestabilidad a escala internacional y a aumentar el riesgo de deflación, recesión e incluso depresión en el mundo (Bustelo y Olivié, 1999, Chesnais, 1994; Chesnais, dir., 1996). 188[188] Departamento de Economía Aplicada I, Fac. CC. Económicas, UCM, Campus de Somosaguas, 28223, Madrid; E-mail: bustelop@ccee.ucm.es; URL: http://www.ucm.es/info/icei/asia/Bustweb1.htm 1. La internacionalización del capital en los años noventa Tales efectos están relacionados con los nuevos rasgos de la internacionalización del capital en los años noventa (Eichengreen y Fishlow, 1998). La inversión directa extranjera (IDE) ha aumentado de una media anual de 50.000 millones de dólares en 1980-85 a 318.000 millones en 1995. Los flujos anuales de IDE han pasado de representar un 2% de la inversión total mundial en 1985 a suponer un apreciable 5% en 1995. En cuanto a las transacciones internacionales de activos financieros, representaban menos del 10% del PIB en Japón, Estados Unidos y Alemania en 1980. A principios de los años noventa, suponían ya 80% del PIB en Japón, 135% en los Estados Unidos y 170% en Alemania. El intercambio transfronterizo diario de divisas (currency trading) ha pasado, en términos medios, de 15.000 millones de dólares en 1973 a 1,3 billones en 1995 y a casi 2 billones en 1998 (esto es, 100 veces el valor del comercio internacional). Además, buena parte de ese intercambio es a corto plazo: 82% tiene un vencimiento de menos de siete días y 43% tiene un vencimiento de menos de dos días. La globalización ha hecho aumentar mucho los flujos de capital privado hacia el Tercer Mundo y, en particular, la inversión directa y, sobre todo, en cartera (Kahler, comp., 1998). La media anual de esos flujos (netos) ha pasado de 17.200 millones de dólares en 1983-89 a 130.400 millones en 1990-97. Además, ha crecido mucho la proporción de la inversión directa y de la inversión en cartera, en detrimento de la de los préstamos bancarios (López-Mejía, 1999). Por ejemplo, entre 1985 y 1996 la proporción de la inversión directa en los flujos totales (brutos) de capital hacia los países del Tercer Mundo pasó de 15,7% a 38,4%, mientras que el peso relativo de la inversión en cartera (bonos y acciones) aumentó de 7,9% a 32,2% (McCulloch y Petri, 1998). Con la única excepción de la inversión directa, los flujos de capital hacia países del Tercer Mundo son potencialmente (y también en la práctica) reversibles. Según un estudio del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), de Washington, los flujos netos de capital privado hacia el conjunto de las economías emergentes disminuyeron de 327.700 millones de dólares en 1996 a 143.300 millones en 1998, correspondiendo la mayor parte de la caída a los préstamos bancarios (que pasaron de 119.700 millones a menos 29.000 millones) y a la inversión en cartera (que se redujo de 35.700 millones a 2.400 millones). Sólo aumentó la inversión directa, de 93.300 millones a 120.400 millones (IIF, 1999). La inversión extranjera en cartera es intrínsecamente inestable (FitzGerald, 1998 y 1999). En primer lugar, para contener el riesgo individual, los inversores optan por instrumentos que les permitan una elevada liquidez y una salida rápida, de manera que tienden a invertir en acciones bursátiles y a reescalonar las posiciones a corto plazo. En segundo lugar, prefieren diversificar geográficamente su cartera en vez de buscar más información y de obtener más control sobre la inversión en país determinado. En tercer lugar, puesto que la competencia entre los fondos de inversión es intensa, éstos ofrecen a sus clientes colocaciones de alto rendimiento y de elevado riesgo. 2. Crisis, inestabilidad y deflación Esos rasgos novedosos han contribuido a desencadenar crisis cambiarias recurrentes, especialmente en el Tercer Mundo, que han sido, en los años noventa, cada vez más intensas y contagiosas: Europa occidental en 1992-93; México en 1994-95; y Asia oriental en 1997-99. La globalización financiera ha hecho aumentar la volatilidad en los mercados financieros internacionales, generando asimismo una tendencia deflacionaria en la economía mundial (Eatwell, 1996). Las razones principales de la creciente volatilidad son unas cada vez mayores asimetría de la información y dificultad en el cumplimiento de contratos, el creciente uso de instrumentos financieros derivados (futuros y opciones) y el alto grado de apalancamiento (deuda/recursos propios) que presentan algunos fondos internacionales de inversión colectiva (Bustelo y Olivié, 1999). Además, los movimientos financieros generan un sesgo deflacionario en la economía mundial: el aumento que generan en los tipos de interés a largo plazo induce una apreciación de las monedas y un deterioro del saldo presupuestario, con lo que las exportaciones se resienten y las políticas de demanda tienden a hacerse más restrictivas (Chesnais, 1994; Eatwell, 1996). 16.3. Las crisis financieras y productivas de Asia oriental: rasgos e interpretación 1. Rasgos principales Las crisis financieras asiáticas (adviértase el uso del plural) de 1997-99 fueron, en una medida difícil de entender hoy, totalmente imprevistas. Los especialistas universitarios en crisis financieras, las agencias internacionales de calificación de riesgo, los analistas financieros e incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) fueron incapaces, todos ellos, de predecir, no sólo las crisis, sino cualquier tipo de revés económico o financiero de importancia (una meritoria excepción fue Park, 1996). Durante la primera mitad de 1997 se publicaron incluso varios estudios que aplaudían la consolidación del auge económico de Asia oriental (BAsD, 1997; Radelet y Sachs, 1997). Aunque tal error no fue nuevo (ocurrió algo similar antes de la crisis mexicana de 1994-95), dice mucho sobre la falta de capacidad predictiva de los economistas. No obstante, en lo que atañe a Asia oriental la imprevisión estaba parcialmente justificada. Entre 1990 y 1996 los países que luego entrarían en crisis (Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia, llamados a partir de ahora Asia-5) tenían todos unos indicadores macroeconómicos (fundamentals) convencionales que estaban más que saneados (Bustelo, 1998). Altas tasas de ahorro e inversión, crecimiento rápido del PIB, inflación moderada, saldos presupuestarios positivos o sólo ligeramente negativos, escasas deudas públicas, sustanciales reservas en divisas y altas y aparentemente sostenibles entradas netas de capital extranjero eran rasgos que compartían todos los países de Asia-5. Además, el entorno internacional en 1995-97 fue igualmente favorable: crecimiento razonable del PIB en los países desarrollados (salvo Japón), bajas tasas de interés (especialmente en Japón), expansión sostenida del comercio internacional y estabilidad en los mercados de materias primas. Así las cosas, las crisis fueron una gran sorpresa. También resultaron inesperadas su fuerte incidencia y su larga duración. Las crisis asiáticas han sido también novedosas, en el sentido de que su naturaleza ha sido muy distinta a la de crisis cambiarias anteriores, como la del mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo (SME) en 1992-93 y la de México en 1994-95 (Bustelo, 1999). Las crisis de Asia oriental han sido básicamente crisis de sobreproducción, mientras que la del SME respondió a una fuerte restricción monetaria en un contexto de tipos de cambio fijos y deflación externa y mientras que la de México se debió a una fuerte caída de la tasa de ahorro privado y fue, por tanto, una crisis de sobreconsumo (Palma, 1998). Las turbulencias financieras asiáticas fueron, además, heterogéneas. En términos generales, los países del sudeste asiático (Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia) sufrieron una crisis de balanza de pagos (esto es, una crisis debida a la sobrevaloración de la moneda en un contexto de alto déficit corriente), aunque con diferencias notables entre los países de esa región (por ejemplo, Malasia no tenía una moneda muy apreciada e Indonesia no presentaba un elevado déficit por cuenta corriente). En cuanto a Corea del Sur, sólo tuvo inicialmente problemas de liquidez de bancos y empresas (y no de tipo de cambio o de balanza corriente), que se debieron a la sobreinversión y a una excesiva deuda externa, aunque finalmente tuvo que enfrentarse también a graves dificultades de solvencia internacional. Además, las crisis asiáticas han sido extremadamente controvertidas, al menos en tres aspectos: las interpretaciones de los especialistas; los remedios de política económica impuestos por el FMI en Indonesia, Tailandia y Corea o aplicados, a contracorriente, en Malasia; y las implicaciones sobre la necesidad o no de regular, tanto a escala nacional como global, los flujos internacionales de capital. Por añadidura, habida cuenta de la importancia de Asia oriental en la economía mundial, la incidencia internacional de esas crisis ha sido notable: el planeta estuvo al borde de una recesión global a mediados de 1998; algunas otras economías en desarrollo o en transición se vieron contagiadas (Rusia, Brasil, Argentina y Chile); y los países desarrollados están aún sufriendo el impacto comercial de las crisis. En cuanto al impacto local de las crisis, los países de Asia-5 han sufrido en la segunda mitad de 1997 y en 1998, como es bien sabido, una fuerte caída de los índices bursátiles y de la cotización de las monedas y, sobre todo, una más que notable recesión, con el consiguiente incremento del desempleo y de la pobreza. En 1998 el PIB cayó un 13,7% en Indonesia, un 8% en Tailandia, un 6,8% en Malasia, un 5,8% en Corea del Sur y un 0,5% en Filipinas. No es exagerado afirmar que algunos países de Asia-5 han retrocedido un decenio en su proceso de desarrollo. 2. Una interpretación teórica La interpretación de las crisis de Asia oriental que se defiende en este apartado puede exponerse de la siguiente manera: el comportamiento especulativo y de rebaño (herding) de los mercados internacionales de capital se superpuso a una vulnerabilidad endógena en los países de Asia-5, que se debió a una liberalización (desregulación y apertura) prematura e indiscriminada y que generó problemas de rentabilidad y de endeudamiento externo. Los flujos netos de capital privado extranjero en Asia-5 pasaron de 102.300 millones de dólares en 1996 a menos 27.600 millones en 1998, correspondiendo el grueso de la caída a los créditos bancarios (que pasaron de 62.700 millones en 1996 a menos 36.100 millones en 1998) y no bancarios (21.100 millones en 1996 y menos 5.300 millones en 1998), aunque también se redujo la inversión en cartera (de 13.900 millones a 4.300 millones), según datos del IIF (1999). La pauta de desarrollo de Asia oriental se hizo vulnerable cuando comenzó a modificar sus rasgos distintivos previos, esto es, cuando empezó a reducir la intervención del Estado en la economía y a abrir esta última, de manera indiscriminada, a los flujos comerciales y financieros internacionales (véase Jomo, comp., 1998). La interpretación es pues la siguiente: las crisis fueron crisis de liberalización, o de manera más inequívoca, de desregulación (o de infrarregulación) y de apertura. En palabras de Ajit Singh, ―si esos países [los de Asia oriental] hubiesen seguido manteniendo el modelo asiático de inversión dirigida por el Estado y de control estatal del sistema financiero, no se habría producido una crisis en absoluto. La crisis se debió directamente a la desregulación y a la liberalización, en virtud de las cuales los gobiernos renunciaron al control del sector financiero y de las actividades de inversión de las empresas privadas. Tal proceso condujo a una mala asignación de la inversión (hacia el sector inmobiliario, por ejemplo), así como a la sobreinversión‖ (Singh, 1998, p. 10). El caso más significativo de desregulación es el de Corea del Sur. A partir de 1993 el gobierno decidió abandonar la coordinación estatal de las inversiones y renunció, a todos los efectos, a una política industrial activa. El sistema de planes quinquenales de desarrollo fue sustituido por una estrategia a más corto plazo. La Oficina de Planificación Económica (Economic Planning Board, EPB), que tan buenos resultados había arrojado en el pasado, fue integrada, junto con el Ministerio de Finanzas (MOF) en un nuevo Ministerio de Finanzas y Economía (MOFE), lo que supuso ―el declive de la ‗planificación‘ en Corea‖ (Chang, 1998, p. 1558). Además, el gobierno renunció, en la práctica, a la política industrial (que había sido muy eficaz en decenios anteriores) salvo en algunas actividades de Investigación y Desarrollo (I+D) en sectores de alta tecnología. Por ejemplo, las autoridades permitieron en 1993 a la empresa Samsung entrar en el saturado sector de automoción, lo que demostró enseguida ser un error. En cuanto a la desregulación financiera, todos los países de Asia-5 iniciaron, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, la eliminación de los controles sobre los tipos de interés y los créditos, la apertura del sector bancario y financiero a nuevas instituciones privadas y extranjeras, la política de otorgar más autonomía a los bancos y la privatización de las instituciones financieras gubernamentales. Indonesia fue el primer país en eliminar los controles sobre los tipos de interés (en 1983, tras la caída de los precios del petróleo) y en reducir las barreras a la entrada en el sector financiero, al permitir, a partir de 1988, la instalación de más bancos privados nacionales y extranjeros y la creación de instituciones financieras no bancarias. Así, el número de bancos pasó de 124 en 1988 a 244 en 1994. Además, las instituciones no bancarias pudieron emprender actividades de tipo bancario a partir de 1993. Tailandia eliminó las restricciones a los tipos de interés sobre los depósitos en 1990 y sobre los préstamos en 1992. Los países del sudeste asiático, especialmente Tailandia y Malasia (empeñados en competir con Singapur como centro financiero regional) permitieron la entrada en el sector de nuevos bancos privados, nacionales y extranjeros, y de instituciones financieras no bancarias, como compañías financieras, empresas de leasing o trusts de inversión. Muchas de esas nuevas instituciones fueron autorizadas a desempeñar labores de tipo bancario, como, entre otras, operaciones en divisas. Por ejemplo, los bancos de negocios (merchant banks) pasaron en Corea del Sur de 6 en 1994 a 15 en 1995 y a 30 en 1996 (Chang, 1998, p. 1558). Tailandia e Indonesia eliminaron las restricciones al aumento del crédito bancario y otorgaron más autonomía a los bancos en sus decisiones de préstamos. Corea redujo sustancialmente las normas de asignación del crédito y continuó con su programa de privatización de bancos estatales. El abandono, por los gobiernos de los países de Asia-5, de sus actividades tradicionales de coordinación de inversiones y de control del sector financiero fue muy nocivo. Sus efectos principales fueron la sobreinversión en sectores manufactureros con exceso de capacidad y en actividades inmobiliarias y bursátiles; el fuerte aumento del crédito bancario al sector privado (alimentado, además, por las fuertes entradas de capital foráneo); y, sobre todo, el incremento de las colocaciones en actividades arriesgadas, por causa del aumento de los tipos de interés, del desmantelamiento de los controles sobre el crédito, de la entrada de instituciones financieras no bancarias (poco reguladas e mal supervisadas) y de la casi total autonomía de los bancos privados. Las inversiones arriesgadas generaron un aumento de la proporción de préstamos morosos y, en definitiva, una gran fragilidad financiera. Tal cosa se podría haber impedido (o cuanto menos contenido) de haber mediado una adecuada supervisión de las instituciones financieras durante y después de la liberalización. Sin embargo, ―los países [de Asia oriental] cometieron un error al proceder a la liberalización del mercado financiero cuando deberían haberse concentrado en crear una estructura reguladora adecuada, fortaleciendo las regulaciones en algunas áreas al tiempo que las eliminaban en otras‖ (Stiglitz, 1999, p. 9). Además, en los años noventa los países de Asia-5 aceleraron su liberalización comercial, en parte para cumplir los programas acordados con el GATT (luego OMC) y las medidas convenidas en el marco de la APEC o como resultado de las presiones de los países occidentales con quienes tenían elevados superávit bilaterales y, en el caso de Corea, para cumplir los requisitos necesarios para ingresar en la OCDE (tal ingreso se produjo en diciembre de 1996). La apertura financiera fue quizá el rasgo más destacado del proceso de renuncia a la pauta original de desarrollo. Además de desmantelar todos los controles de cambio importantes, Tailandia creó en 1993 la Bangkok International Banking Facility (BIBF), con ventajas fiscales y una menor regulación, para atraer más capital extranjero y fomentar la competencia en el sector financiero. La BIBF fue pensada como un centro bancario offshore para suministrar préstamos en divisas a empresas de otros países de la región (actividad out-out), aunque en la práctica sirvió para que las empresas tailandesas obtuvieran fondos externos (actividad out-in). Las transacciones por cuenta de capital se habían liberalizado en 1991, apenas un año después de las transacciones por cuenta corriente. En el caso de Corea, el gobierno relajó los controles sobre los empréstitos exteriores más de lo que era necesario y razonable y, sobre todo, no supervisó adecuadamente a las instituciones financieras que accedían a tales empréstitos. La liberalización de las economías de Asia-5 fue la causa principal de los desequilibrios sucesivos que condujeron a las crisis. La fuerte entrada de capital extranjero contribuyó al rápido crecimiento del crédito bancario al sector privado y a la apreciación de las monedas, de manera que se generó un proceso de sobreinversión y un importante deterioro de las balanzas por cuenta corriente. De resultas de tales fenómenos se registró una crisis simultánea de deuda externa y de rentabilidad de la inversión. El endeudamiento externo corrió a cargo del sector privado (sobre todo bancario): por ejemplo, entre 1990 y 1996 los empréstitos externos de los bancos comerciales pasaron, en proporción del PIB, de 5% a 27% en Tailandia y de 4% a 9% en Corea. Además, aumentó la proporción de deuda a corto plazo en la deuda total, alcanzando 67,8% en Corea y 65,6% en Tailandia en junio de 1997. La relación entre deuda externa a corto plazo y reservas en divisas era extremadamente alta, en el segundo trimestre de 1997, en Corea (2,06), Indonesia (1,70) y Tailandia (1,45). En cuanto a la rentabilidad, todo parece indicar que se produjo un descenso de la misma (medida por la eficiencia del capital), especialmente en sectores manufactureros con exceso de capacidad. En primer lugar, el cociente entre la tasa de inversión y el crecimiento del PIB aumentó de 4,14 en 1990-94 a 4,72 en 1995-96 en Malasia y de 4,54 a 5,79 en Tailandia. En segundo lugar, los ratios incrementales capital-producto (ICOR) mostraron un aumento, entre 1987-92 y 1993-96, en Malasia, Corea y Tailandia. En tercer lugar, la rentabilidad de los activos en el sector empresarial se redujo más de dos puntos porcentuales, entre 1992 y 1996, en Tailandia y en Indonesia y casi un punto en Corea. 16.4. Conclusiones Las crisis asiáticas han puesto muy claramente de manifiesto los inconvenientes que el tipo vigente de globalización económica comporta para los países del Tercer Mundo. Por tanto, resulta necesario tomar medidas, tanto nacionales (apertura financiera muy precavida; controles de capital, etc.) como internacionales (una nueva arquitectura financiera global), para gestionar adecuadamente esa globalización. Además, las turbulencias de Asia oriental en 1997-99 han llamado la atención de los economistas sobre la importancia, para la prevención de futuras crisis, de que los países del Tercer Mundo renuncien a los tipos de cambio nominales fijos, desincentiven las entradas de capital a corto plazo, gestionen adecuadamente la deuda externa (para evitar que el endeudamiento a corto plazo supere a las reservas en divisas) y vigilen el crecimiento del crédito bancario al sector privado y el comportamiento de la rentabilidad de las empresas. Sin embargo, la enseñanza principal de las crisis asiáticas es que las economías emergentes deben abordar con extrema precaución (en lo que atañe tanto al orden como a la intensidad) la desregulación financiera y la apertura de la cuenta de capital. Acometer tales políticas de manera prematura e indiscriminada no es sino una receta segura para sufrir una crisis financiera. REFERENCIAS BAsD (1997), Emerging Asia. Changes and Challenges, Banco Asiático de Desarrollo, Manila. Bustelo, P. (1998), ―The East Asian Financial Crises: An Analytical Survey‖, ICEI Working Papers, nº 10/98, ICEI-UCM, octubre. (1999), ―Las crisis financieras asiáticas (1997-1999): nuevos indicadores y escasos precedentes‖, Boletín Económico de ICE, nº 2626, 6-12 de septiembre, pp. 21-25. --& I. Olivié (1999), ―Economic Globalisation and Financial Crises: Some Lessons from East Asia‖, de próxima publicación en The Indian Journal of Quantitative Economics (Punjab School of Economics, Amritsar). Chang, H.-J. 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Es autor de varios libros sobre las economías de Asia oriental y sobre el desarrollo económico, entre los que destacan Estructura económica mundial (con Carlos Berzosa y Jesús de la Iglesia), Síntesis, Madrid, 1996 y Teorías contemporáneas del desarrollo económico, Síntesis, Madrid, 1998] EPÍLOGO Carlos Berzosa189[189] PERSPECTIVA GENERAL SOBRE EL I SEMINARIO INTERNACIONAL COMPLUTENSE NUEVAS DIRECCIONES EN EL PENSAMIENTO ECONÓMICO CRÍTICO v 189[189] Departamento de Economía Aplicada I, Fac. CC. Económicas, UCM, Campus de Somosaguas, 28223, Madrid; E-mail: ecap100@sis.ucm.es