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Leonardo Cubillos Seminario de Investigación Informe de tesis Pequeña historia del concepto de psicología La revisión del concepto de “individuo” en Nietzsche1 Según Nietzsche el problema de la jerarquía es el problema fundamental de los psicólogos. Pero de esta idea no se ha entendido mucho aún. Si bien hasta ahora puede decirse que Nietzsche busca comprender la dinámica entre instinto y valor en los eventos conscientes y no conscientes de la vida humana, aún parece que en cada caso fuera buscando sin pistas y sin método y más bien revisara para cada objeto de estudio una particular serie de orígenes, procesos y causas plausibles, algo así como una pura filología de los conceptos y valores morales. Con “el problema de la jerarquía” Nietzsche muestra un matiz fundamental en su forma de hacer psicología de los conceptos: tan sólo UN evento es considerado como la fuerza rectora de cada objeto de estudio en cada caso. Solo un valor rector debe ser considerado el origen del resto de la existencia de un individuo y a partir de ahí deben se articulados, como en un rompecabezas, el resto de sus múltiples fuerzas instintivas, conscientes, inconscientes, etc. Profundicemos en el problema de la jerarquía. Recordemos que el problema de la jerarquía es mencionado por primera vez en Humano, demasiado humano, en el prólogo. Esto es fundamental porque allí aparece dicho problema mencionado como el problema central de los psicólogos y se supone que este libro asume un análisis o estudio psicológico de una serie de conceptos. (este camino sólo puede seguirse revisando el libro) Nietzsche tiene la suposición de que una única fuerza o instinto es la que dirige el resto de las fuerzas que componen al individuo que propone como centro del análisis psicológico. Vemos así que proponer un único centro principal desde el cual se articula la actividad cotidiana del hombre, también contemplado como despliegue de fuerzas, sólo es posible considerando al hombre como un conjunto de fuerzas reunidas: el individuo ahora es visto como una pluralidad en contradicción permanente consigo mismo desde la cual es posible su movimiento. He ahí otro aporte fundamental de la crítica de Nietzsche a la construcción del objeto de estudio de la psicología. Aceptando que la psicología debe ser el estudio del individuo, y afirmando con Kant que el individuo es un compuesto de Sensibilidad y facultades trascendentales (Entendimiento y Razón), de manera tal que éstas últimas articulan, dan orden, sentido y relación causal a los datos de la 1 Ésta primera sección es la última sección del texto revisado el semestre pasado. La agrego para que se entienda la continuidad del trabajo que he venido desarrollando. 1 sensibilidad, conformando así el continuo mundo de la experiencia por un lado y, por otro, determinando nuestra capacidad de elección volitiva de nuestros actos en dicho mundo de la experiencia; entonces la psicología debería ser el estudio de la manera en que la razón y el entendimiento se articulan en el hombre para producir una determinada forma de actuar. Sin embargo, hacer una psicología partiendo de éste tipo de sujeto traería como resultado una labor muy distinta de la emprendida por Nietzsche desde tres puntos de vista. Primero, ya en Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral Nietzsche ofrece una revisión o al menos un planteamiento alternativo del sujeto trascendental en la medida en que propone al ser humano como un creador de sentido, creador de mundos, a partir de la creación de significación como una determinación esencial del hombre, pero al mismo tiempo propone que la constitución estrictamente lógica de sentido es tan solo una de las opciones que tiene el ser humano de crear sentido. El hombre intuitivo también puede crear sentido y aún de una manera más auténticamente humana, más esencial, que el hombre teórico. Ya sea que su crítica sea una mala interpretación de la filosofía trascendental de Kant –desde cuyo aparato conceptual tal vez pueda también explicarse la actividad intuitiva del artista- o tenga un fundamento más riguroso, éste al menos es un cambio de perspectiva que le permite a Nietzsche iniciar un cambio de la concepción de la subjetividad en la humanidad. El sujeto no es esencialmente lógico, y por lo tanto tampoco sus construcciones de sentido lo son, como ocurre con el sujeto trascendental. Por otro lado, una psicología basada en una especie de sujeto trascendental supondría de antemano que todo aquello que puede ser objeto de estudio en el comportamiento humano está dado a la conciencia de manera inmediata como dato de los sentidos a la Sensibilidad y al menos de manera mediata como conceptos y decisiones al Entendimiento y la Razón. Uno de los aportes de Nietzsche a su propia labor psicológica consiste en la afirmación de fuerzas capaces de determinar la acción que son por completo ajenas a la conciencia en la cotidianidad del hombre: la corporalidad interna de sí mismo o, para usar el término del propio Nietzsche: la fisiología y su propia historia. Aunque esta idea de la fuerza ajena a la conciencia haya sido tomada del concepto de voluntad de Schopenhauer, lo cierto es que Nietzsche la elaboró mucho más y logró precisarla al alejarla de la metafísica y remitirla a lo propiamente físico: la corporalidad, desde puntos de vista variados como clima, alimentación, constitución fuerte o débil, etc. El último factor desde el cual Nietzsche hace una revisión del concepto de sujeto es la historia. El sujeto trascendental es un concepto absolutamente a-histórico. “Si hay algo que no han tenido los filósofos hasta el momento es precisamente el sentido histórico”, podemos decir parafraseando a Nietzsche. Ahora bien esta triple revisión de la subjetividad es cerrada con el concepto de jerarquía, en la medida en que propone que a esa suma de fuerzas envueltas en el sujeto (todo su aparato cognitivo destinado a la creación de significación, su historia particular y su constitución fisiológica determinada, cada una de estas con sus propias subdivisiones “para las cuales aún no se han escrito ni inventado las palabras”), la configura una única fuerza que en cada individuo (o tipología de hombre) es distinta y determina todo su actuar cotidiano: desde la simpleza de escoger los 2 alimentos hasta la creencia y fe más alta a la que pueda alcanzar en su vida. Una única fuerza determina y administra las otras, sin que por ella éstas fuerzas pierdan su propia capacidad de determinar la acción, sino que más bien potencian la capacidad de acción de la fuerza rectora. El problema de la jerarquía consiste en averiguar precisamente cuál de todas esas fuerzas en el concepto ampliado de “yo” o de subjetividad determinan a cada sujeto que es objeto de estudio de la psicología. Allí se encuentra el origen de su actividad diaria y con ello también la refutación de la verdad objetiva de sus creencias y valores, al ser cambiada más bien por una aparición por conveniencia a su particular instinto rector. Ahora bien, el problema de la jerarquía, que en un principio es pensado desde el cambio de la subjetividad, se traslada a cualquier sistema de fuerzas encontradas que traen como resultado la fuente de una actividad particular en medio de los hombres. Así pues, también la historia puede ser objeto de psicología, en la medida en que se trata de un sistema de fuerzas encontradas en la que todas pretenden obtener el dominio absoluto sobre las otras–al igual que ocurre en el hombre-. Encontrar los instintos fundamentales de la historia de un pueblo permite a la vez explicarlo y refutar la eternidad de sus verdades. De la misma manera en que el sacerdote queda refutado cuando se le dice que su altruismo proviene de su egoísmo o que su bondad proviene del instinto de venganza; así mismo queda refutada la pretensión obsesiva de verdad de la modernidad, al demostrar que su instinto de verdad proviene de una historia particular de olvido y engaño. Ahora bien, mientras en el hombre común, sin carácter completamente definido, el juego de fuerzas interiores determinan su forma de actuar alternativamente y en ciertas ocasiones la lucha tiene distintos ganadores, existen hombres históricos en los que un único instinto domina la totalidad de su existencia. La tesis de que una única fuerza determina la acción de un hombre no queda con lo anterior invalidada o reducida exclusivamente a hombres de carácter fuerte. En efecto en cada acción humana prevalece la preeminencia de un instinto sobre otro, solo que en la dinámica de aquella lucha es posible que algunas fuerzas en ciertas ocasiones prevalezcan sobre otras en algún momento y luego lo hagan otras fuerzas. Es precisamente por ello que los seres humanos pueden cambiar su forma de ser a lo largo de su vida. Ahora bien, aunque en cada ser humano exista una lucha de fuerzas que determina su actuar y en cada una de sus acciones uno pueda encontrar una jerarquía de fuerzas que cause y explique dicho actuar, existen casos particulares en que un único instinto se empodera de manera prácticamente permanente de la existencia de un hombre. Estos casos son los conocidos como “grandes hombres” por parte de Nietzsche. Sólo en la medida en que un único instinto determine todo el resto de su existencia los convierte en la fuente que permite trasladar ese instinto particular a la corriente histórica que va más allá de ellos. Y esto ocurre hasta tal punto que dos de estos hombres son considerados por Nietzsche como padres de la cultura occidental en lo más hondo de su nihilismo: Sócrates y Jesús. De ellos hace una psicología determinada exclusivamente por la tesis ya mencionada: un único instinto determinó toda su existencia. 3 Con esto nos acercamos ya a nuestro tema central de investigación. Pero antes de llegar allí será bueno escuchar qué era la psicología en tiempos de Nietzsche. Revisión del concepto de individuo en el nacimiento de la psicología. Como se ha dicho, la psicología de Nietzsche puede entenderse como una particular forma de reelaboración del concepto de yo o, mejor aún, del concepto de individuo. Pero en la medida en que el sujeto como objeto de estudio de la filosofía es casi exclusivo de la modernidad, resulta necesario estudiar la manera en que éste concepto se construyó a través de la historia de la modernidad o, al menos, en qué estado se encontraba cuando Nietzsche se acercó a dicho concepto y en qué consistió su aporte o crítica al mismo. Por otra parte valdría la pena revisar cuál fue el nacimiento de lo que ahora entendemos por psicología y qué relación pudo haber tenido el nacimiento de esa ciencia natural con el desarrollo teórico de Nietzsche, es decir, cabría hacer una revisión acerca del estado de dicha ciencia en la segunda mitad del siglo XIX. Según esto tendríamos entre manos al menos dos problemas distintos: la evolución del concepto de subjetividad y la aparición de la psicología como una ciencia natural dedicada a ciertos estudios del ser humano como sujeto de conocimiento y volición. Sin embargo, la psicología así entendida podría ser más bien un paso adelante dentro de esa evolución. Si consideramos que el nacimiento de la psicología como ciencia natural es comúnmente reconocido alrededor de 1870 y 1890 con la aparición de las investigaciones de Whilhem Wundt y si además concordamos con que el inicio de la filosofía moderna se encuentra alrededor de 1630 con la publicación de los trabajos de Descartes; entonces no tendríamos ninguna objeción temporal para aceptar que los trabajos de la psicología fueran, al menos en parte, una evolución o una rama de muchas de las formas en que la modernidad intentó atacar el problema del conocimiento. Una prueba de esto la encontramos al encontrar que W.M.O’Neil dice en Los orígenes de la psicología moderna que “La psicología como estudio metódico y observacional comenzó con la aplicación de métodos principalmente experimentales, derivados en gran de medida de la fisiología y dirigidos a problemas derivados en gran medida de la filosofía” (9). En éste sentido, la posibilidad de que la psicología moderna fuera una evolución de los problemas del conocimiento planteados por la filosofía moderna no es del todo errada. Aún más, con las palabras de O’Neil aparece un detalle aún más interesante para nuestra investigación: también la fisiología ofreció sus conocimientos para dar a luz la ciencia natural de la psicología. Si esto es así, entonces la idea que tenía Nietzsche de su propio método psicológico no estaba tan alejada de lo que sería la psicología científica más adelante. Así lo comprueba el siguiente segmento del primer tratado de La genealogía de la moral 4 “De hecho todas las tablas de bienes, todos los «tú debes» conocidos por la historia o por la investigación etnológica necesitan, sobre todo, la iluminación y la interpretación fisiológica, antes, en todo caso, que la psicológica”. Tal vez partiendo de la definición de O’Niel podríamos aceptar que Nietzsche estaba incluido dentro de los primeros pasos de la psicología, o al menos era partidario de la misma. Sin embargo, aún tendríamos que ver cuáles son los problemas filosóficos predominantes en el nacimiento de la psicología para saber en qué sentido se acerca al uso de la fisiología para, efectivamente, apuntar a resolver dichos problemas. Sólo conociendo de antemano cuáles son estos problemas podríamos nosotros atrevernos a determinar qué tan cerca se encontraba Nietzsche de lo que luego se convertiría en la psicología moderna como ciencia natural; pues perfectamente podríamos encontrar que los problemas filosóficos adoptados por la psicología no fueran de ninguna manera los tratados por Nietzsche y, en ese sentido, los dos conceptos deberían ser definidos en su diferencia. Así mismo tendríamos que revisar cuál es el papel de la fisiología en la psicología de Nietzsche y en la naciente psicología moderna. Por lo anterior se hace necesario estudiar tanto los problemas filosóficos que dieron origen a la ciencia psicológica, como la fisiología misma en tanto método inicial de la psicología. En ésta labor seguiré el texto de O’Niel arriba mencionado. Problemas filosóficos de la psicología Para O’Neil los problemas básicos de la filosofía moderna que habrían de ser tratados por los psicólogos del siglo XIX eran de carácter ontológico y, sobretodo, epistemológicos. Por un lado, después del Discurso del método, el conocimiento quedaba necesariamente ligado a un ego trascendental y a la experiencia del mismo, de manera que la antigua relación casi necesaria entre el objeto real y el objeto percibido había quedado refutada. Así, se presentaban dos problemas: por un lado, en qué sentido podía tener validez el conocimiento humano si no era conocimiento directo de la cosa en sí y por otro lado, sin la comprobación de la correspondencia entre ese objeto y el conocimiento que se tiene de él, en qué medida podría hablarse de la necesidad de la existencia de dicho objeto y qué relación tendría con el conocimiento. Perfectamente podría no existir; pero de existir podría no afectar de ninguna manera nuestro conocimiento, o podría determinarlo en parte, o podría determinarlo por completo. Pero aún el conocimiento, sin tener en cuenta su relación con el objeto real (cosa en-sí), resultaba un problema complejo, pues tanto su origen (intelectual o empírico) como su respaldo quedaban por completo indeterminados. Su origen podría darlo completamente el intelecto o podría darlo la experiencia, y en cada uno de éstos casos la comprobación, el respaldo, de la verdad o validez de un conocimiento debería darlo una estancia y unos métodos distintos. A muy grandes rasgos, ésta discusión se mantuvo a lo largo de la historia sin encontrar muchos avances ni acuerdos entre los filósofos hasta la llegada de La crítica de la razón pura. Antes de la 5 teoría planteada por Kant, conocida como idealismo trascendental, las dos corrientes que se disputaban la explicación del conocimiento humano y la importancia de la cosa en-sí en éste conocimiento eran conocidas como empirismo y racionalismo. Así pues, el problema del conocimiento se divide en dos preguntas: cuál es la fuente del conocimiento y cuál es el respaldo del mismo. El racionalismo considera que las verdades son innatas en cuanto a su fuente, por ello su respaldo no debe ser otro que su propia y necesaria verdad axiomática. Para el empirismo el conocimiento proviene de la experiencia y el respaldo debe ser la observación. Con respecto a la existencia de las cosas, los racionalistas consideran que es la razón la que da acceso a la realidad fundamental, mientras que la percepción solo refleja la superficie. Para los empiristas, en cambio, en la medida en que toda realidad es contingente, no puede existir una única existencia válida y verdadera tras las cosas, sino varias existencias distintas. El racionalismo, por su parte, buscaba ideas necesariamente ciertas, de las cuales dependiera la contingencia de las otras realidades. Aunque la psicología moderna recibió influencia del racionalismo sólo cuando se encontraba a la vez influenciada por el empirismo, para O’Neil es posible seguir el rastro de las dos influencias en la psicología. La corriente empirista tendría sus mayores resultados reconocibles en la aparición de la teoría del asociacionismo, mientras que el racionalismo tendría su principal influencia en la aparición de la teoría de las facultades. La línea de autores presentada por O’Niel para el empirismo es: Jhon Locke, George Berkeley y Hume. Estos autores coincidían en argumentar que la única fuente del conocimiento es la experiencia y que, por ello, el estudio de la misma es la única manera de encontrar un respaldo para nuestro conocimiento. Sin embargo, no coincidían en el hecho de que pudiera existir alguna validación del conocimiento mismo de la experiencia. Mientras Berkeley buscaba en las nociones de Dios y mente obtener la validación de éste conocimiento, para Hume era por completo imposible explicar la verdad necesaria de cualquier conocimiento, dado que la experiencia sólo se presenta como existencias separadas y sucesivas. El enlace lógico entre ellas sería solo producto del hábito, pero de ninguna manera de alguna ley universal y necesaria. Más allá de las diferencias que pudiéramos encontrar entre estos autores, me interesa señalar los puntos en que coinciden. 1. Por un lado, para el empirismo la mente humana no era más bien pasiva frente al conocimiento que llegaba a ella a través de la experiencia, o en todo caso su papel no era muy importante. Con esto quedaba rechazada la idea de un yo o un ego trascendental articulador de la realidad. 2. Por otro lado, dicho conocimiento no era de ninguna manera del objeto real o cosa en sí, sino que era conocimiento de la percepción producida en el cuerpo por dicho objeto. 6 3. Esto último implicaría además también una posición ontológica del empirismo: la cosa en sí existe, es condición de posibilidad de la experiencia, pero no puede ser conocida de ninguna manera en su realidad. “Los psicólogos ingleses” El asocianismo sería la tendencia psicológica proveniente del empirismo y su rasgo fundamental era que consideraba la mente como algo pasivo analizable y comprensible en partes. En esto sería más radical que algunos empiristas, pero no por ello contrario al empirismo. De hecho, según lo atestigua el mismo O’Neil empirismo y asociacionismo son reconocidos históricamente como una única corriente desde Locke hasta James Mill, padre de John Stuart Mill, quien podría ponerse como interlocutor de Nietzsche en el primer tratado de la genealogía, cuando éste se refiere a “los psicólogos ingleses”. Según O’Niel, existe una continuación de los postulados empiristas arriba mencionados. Hume, el último y más radical de los exponentes del empirismo, después de plantear una distinción entre ideas y impresiones, así como también entre ideas simples e ideas compuestas, declaraba que encontrar la relación necesaria de tipo causal entre las existencias percibidas resultaba completamente imposible a partir de la experiencia. Tan sólo el hábito sería la explicación de esa unión, ilusoria y contingente por sí misma, entre las distintas experiencias. Para él no habría algo así como una mente que unificara dichas impresiones e ideas, pues esto implicaría la existencia de algún género de conocimiento que la experiencia no ofrece (innato) y éste género de conocimientos, según él, es por completo inexistente. De esta manera para Hume el conocimiento sería una mera sucesión de eventos: eso sería la mente. “Una mente no tiene ideas, es ideas”, diría O’Neil, explicando a Hume. Ahora bien, Hume no puede negar que ante los ojos de todos los seres humanos la experiencia aparece ligada y coherente, aunque esta conexión no sea de ninguna manera necesaria ni comprobable. De manera que con su distinción entre impresiones e ideas, según su intensidad, como los principales objetos de la experiencia, tendría igual que buscar alguna especie de explicación a esa aparente unidad de la experiencia. De ahí que recurriera a las leyes de asociación planteadas ya por Locke. Estas englobadas en lo que se llamaría la atracción entre ideas y se dividen en: semejanza, contigüidad en espacio y tiempo y relación causal. Para Hume, la idea de causalidad solo es producto de la asociación de sucesiones de eventos que se reproducen con cierta regularidad. Según él, muchas experiencias pueden explicarse por asociación de ideas simples. Como se ha dicho, estas leyes de asociación no pueden ser más que explicadas por el hábito y de ninguna manera por algo así como un sujeto trascendental que por medio de actos de la conciencia une necesariamente una experiencia con otra, como lo haría Kant más adelante. Lo que resulta interesante es que los asociacionistas, como exponentes de los primeros comienzos de la psicología, toman de Hume éstas leyes de la asociación para explicar la experiencia. 7 El primer asociacionista seguidor de éstas ideas asociacionistas fue David Hartley, que aunque no podía llamarse aún psicólogo en sentido estricto tenía dos particularidades que lo convierten, si no bien en el fundador de la psicología moderna, sí en un precursor de la misma según la definición de O’Niel. Hartley era médico y usaba métodos fisiológicos para explicar problemas epistemológicos como los arriba mencionados. ¿De qué manera tenemos experiencia del mundo – se preguntaría Hartley- si partimos de que, por un lado, sólo conocemos lo percibido y no la cosa, pero sin el estímulo de la cosa no podemos tener percepción? Pero veamos el camino particular que empieza a desarrollar Hartley en la respuesta a la pregunta por el conocimiento, desde la filosofía. Por un lado, sus temas de investigación eran directamente: los sentidos de la percepción (tacto, olfato, etc.); las funciones mentales como memoria, razón, etc; y los fenómenos afectivos. Y por otro lado, la idea principal para la explicación de estas cosas era que la cosa en-sí, no la cosa conocida, cumplía el papel de estimular los nervios causando vibraciones en ellos y que cada juego especial de vibraciones, al repetirse, causaba por asociación un tipo especial de experiencia. Aunque la explicación de Harley resultaría realmente ingenua, su trabajo no pudo desarrollarse a cabalidad porque faltaban los conocimientos fisiológicos necesarios para ello, no porque fuera imposible. James Mill fue su seguidor pero precisamente por tener conocimiento de la falta de los conocimientos fisiológicos necesarios para desarrollar a cabalidad la teoría de Hartley deshecho ese proyecto y, sin embargo, desarrolló una psicología de la mente que tendría grandes influencias en el pronto nacimiento de la psicología experimental moderna. Lo que resulta interesante es que su enfoque no es muy lejano del de los empiristas. Como cada uno de ellos, plantea una división en los géneros de percepciones y la asociación como la forma en que éstas se unen. Las percepciones son ideacionales y sensoriales, las primeras provienen de las últimas y éstas a su vez se dividen en simples y compuestas. El parecido con los planteamientos de Hume es indiscutible. En sus estudios sobre la percepción consideró que la asociación de las percepciones, fueran ideas o sensaciones, se organizaban de dos maneras: sucesivamente o sincrónicamente. Ejemplo de lo último son los conceptos, en los que se presentan en un instante ideas asociadas al tiempo. A partir de ésta idea de la asociación explica en términos el lenguaje, el discurso, la memoria y los sentimientos, con respecto a los cuales aclara que no es el sujeto el que tiene sentimientos sino que éstas también son simples percepciones asociadas. De nuevo, el yo como centro de la percepción no hace parte de las explicaciones psicológicas de la corriente asociacionista. Incluso la acción, el movimiento, no era producto de un yo ni de una voluntad particular, sino de la asociación entre un género de acciones y el placer. Éste pensamiento no está nada lejos de lo que sería el conductismo norteamericano posterior. 8 Teoría de las facultades Muy distinta de ésta forma despersonalizada de comprender el proceso del conocimiento es la corriente que se derivaría del racionalismo. Si empezamos con Descartes tendríamos que decir que el yo es fundamental en la construcción del conocimiento. Al contrario del empirismo, aquello que soluciona la concatenación lógica y causal entre las experiencias contingentes es un agente mental completamente activo en el proceso de la representación del conocimiento para el ser humano. Según O’Niel, la teoría de las facultades es la principal heredera del racionalismo. Y aunque plantea que su historia se extiende desde Aristóteles, pasando por los escolásticos, Descartes y Leibniz, considera que su versión moderna es la planteada por Wolff. Según ésta teoría existen poderes de la mente y facultades. Para Wolff los poderes de la mente y las facultades son distintos. Los primeros son el constante esfuerzo de actuar de la mente, mientras las últimas eran la mera potencialidad de actuar. Para él existía un cierto poder de la mente que consistía en representarse los objetos que afectan a los sentidos. Las facultades son: cognoscitiva, afectiva y conativa. Kant fue su heredero y, aunque no aceptó la teoría de las facultades, aceptó la división de actos mentales de Wolff y, sobretodo, destacó el papel fundamental del sujeto trascendental en la concatenación necesaria de las percepciones sensoriales en una única experiencia. En palabras de O’Niel: “El racionalismo concebía la mente como agente activo, intencional y unitario que se empeñaba en conocer, sentir y luchar”. De ésta manera la distinción principal que debemos reservar para establecer el diálogo con Nietzsche alrededor de estos problemas es que los racionalistas ponían como el centro radical de la experiencia a un yo organizador de la misma, mientras los empiristas y sus herederos psicólogos desechaban por completo la posibilidad de un yo regulador de la experiencia, como fuente de la acción de constituir la experiencia. Por el momento podemos advertir que la pasividad del individuo planteada por los empiristas parece chocar por completo con la característica fundamental de todo lo vivo según Nietzsche: la voluntad de poder. Según él, en el nacimiento mismo de la experiencia de mundo, en tanto que mundo valorado, es la acción del individuo como autoafirmación de su poder la que determina dichas valoraciones. Incluso el valorador reactivo, es también un actor fundamental en la constitución de la experiencia de mundo y actúa por completo desde su particular individualidad. Sin embargo también encontramos varios lugares en que Nietzsche declara la imposibilidad de sostener la idea de “yo” en el sentido kantiano, que es probablemente la más elaborada que conoce la modernidad. Y si esto es así con Kant, la oposición al ego trascendental planteado por Descartes es mucho mayor, en tanto que éste representa la división metafísica entre mundo ideal y mundo físico. De ésta manera los acercamientos y distancias de Nietzsche con las dos corrientes deben ser estudiadas en detalle, pero también es necesario ponerlo como interlocutor de los mismo problemas, tanto epistemológicos como ontológicos para considerar que se encuentra en la corriente de pensamiento que daría lugar a la psicología y también como un autor que realmente 9 dialogaba con su historia en el momento en que se hacía llamar a sí mismo psicólogo. La justificación de que se enfrentó a estos problemas epistemológicos la encontramos ya en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, donde plantea una forma particular de comprender la experiencia así como también un papel determinado del individuo (no del “yo”) en la construcción de dicha experiencia. Ahora bien, la justificación de su título de psicólogo, no la obtendríamos hasta que no viéramos la forma en que intentó usar la fisiología para explicar su forma particular de comprender la experiencia humana. Tengamos en cuenta que para los filósofos arriba mencionados la experiencia que querían explicar, era a duras penas la experiencia cotidiana de los objetos sin más, mientras que la experiencia que pretendía explicar Nietzsche estaba compuesta no sólo por la explicación de la relación causal necesaria o meramente asociativa entre las percepciones sensoriales sino también por las valoraciones morales que se perciben en los objetos de la experiencia así como también los sentimientos y las acciones volitivas de los seres humanos. En ese sentido, mientras los filósofos empiristas, racionalistas e incluso el mismo Kant, dieron mucha más importancia a la explicación de la experiencia sin más, de la pura percepción coherente de la realidad natural, y no a los valores morales y los motores de la acción humana; en Nietzsche en cambio éstos temas eran los más importantes. Por supuesto que Kant, Locke, Descartes, Hume y Berkeley se preocuparon por la moral y la acción humana, pero nunca comprendieron esto como una parte fundamental de la experiencia del objeto. Entre éstos filósofos nunca se vio con claridad la idea de que la experiencia estaba determinada por la moralidad, mientras que para Nietzsche incluso las sensaciones son morales. Por decirlo así, para Nietzsche las valoraciones son un centro fundamental de la experiencia perceptiva y no algo posterior y divisible de la cosa valorada. Entre otras cosas por eso dice Nietzsche “crea valores, crea palabras y con el tiempo se convertirán en cosas”, parafraseando algún capítulo de la Gaya ciencia. Por lo anterior, resulta de vital importancia tener en cuenta, primero, que la realidad que intenta explicar Nietzsche es mucho más compleja y abarca mucho más que la pura percepción sensorial moderna, pues incluso en ésta percepción, dice Nietzsche, ya se encuentra la moralidad. Y segundo, si los psicólogos reducen la fisiología a un método de explicación tan solo de la percepción en tanto percepción de un objeto sin más, no un objeto valorado, entonces la psicología de Nietzsche tendría unos alcances mucho mayores que los de la psicología moderna. Ahora bien, si la psicología se preocupara también por la experiencia en términos de experiencia moral y volitiva, entonces estaría más cercana a Nietzsche. Tan sólo para cerrar quisiera parafrasear un parágrafo en que Nietzsche plantea sus propias investigaciones psicológicas y entre otras preguntas plantea ésta: “¿acaso existe aún un estudio sobre las consecuencias morales de los alimentos?” Nuestra pregunta aquí debe ser qué tan cerca estuvo la psicología y la fisiología de explicar y dar cuenta de éste género de problemas, es decir, de la relación causal entre cuerpo, moralidad y voluntad. 10 Métodos Fisiológicos La primera sorpresa, que resulta grata, es que uno de los primeros descubrimientos oficiales en fisiología, aportado por Robert Whytt se refería a la actividad del cuerpo en términos de estimulo y respuesta. Whytt aportó los términos de estímulo y respuesta al descubrir que, después de muerta una rana, si aún tenía médula espinal, sus piernas aún seguían reaccionando a ciertos estímulos. Digo que es una sorpresa grata porque los problemas desde los que parte la fisiología implican de principio el movimiento, la actividad del individuo, si no bien de una mente y este papel activo del individuo es lo que rescata Nietzsche en la creación de valores como perspectiva fundamental de la experiencia. Pero resulta mucho más interesante en éste sentido el descubrimiento de Charles Bell. Este descubrió dos tipos de nervios en la médula, uno motor y otro sensorial, lo que amplía necesariamente la visión de los fisiólogos frente a la de los filósofos británicos. Mientras éstos últimos apenas se preocupaban por la percepción pasiva, los fisiólogos sabían de principio que los sistemas nerviosos y el cerebro contaban con nervios de distinto tipo, unos para ésta percepción y otro para la locomoción. Partiendo de esos descubrimientos, Bell llegó a apoyar fervientemente, en la primera década del siglo XIX, la existencia de un sexto sentido. Además de los cinco sentidos conocidos, existía también el sentido muscular, encargado del movimiento. Frente a esto no me imagino que hubiera podido pensar Schopenhauer, que basó toda su teoría metafísica en esa intuición del sentido de la voluntad, en la que movimiento y volición eran una y la misma cosa. Lo que sí es seguro es que éstos descubrimientos resultarían muy pertinentes o al menos cercanos a Nietzsche, los haya conocido o no directamente. En general los siguientes estudios fisiológicos se pueden distinguir en esos dos tipos: estudio de la percepción desde los cinco sentidos y estudio de la locomoción. Marshal Hall estudió el movimiento reflejo. Distinguió cuatro tipos y le adjudicó las partes del sistema nervioso encargadas de sus funcionamientos: voluntario, centrado en el cerebro. Respiratorio, ubicado en el centro del centro de la médula; reflejo, que depende de la medula espinal; involuntario, resultado de la estimulación directa de los músculos. (O’Neil 34). En lo particular, los problemas de la fisiología eran cuál es el cambio que ocurre en las fibras neurales cuando se produce el movimiento o la percepción y cuál es la velocidad de ese cambio. Sobre la velocidad Helmholtz fue el primero en encontrar una determinación correcta 1850: entre 25 y 43 metros por segundo, aunque hoy se sabe que las velocidades van desde un metro hasta ciento veinte por segundo. Ahora bien, un descubrimiento que resulta de vital importancia en el momento de determinar cuál es la posición epistemológica de la fisiología con respecto a la “cosa en sí” es que ésta no juega un papel tan importante en la percepción como los nervios mismos. Según esto, la cosa en sí sigue siendo necesaria como fuente de los estímulos, pero no determina mucho el conocimiento que tenemos de la misma. Antes se creía que los objetos en sí daban al cuerpo una imagen y éste lo llevaba al cerebro que lo percibía finalmente a través de una representación que se hacía del mismo. Lo que descubrió Charles Bell fue que cada tipo de nervio genera un tipo específico de 11 reacciones sin importar la clase del estímulo. Una demostración sencilla de esto es que un golpe en el ojo produce un destello de luz, a pesar de que el golpe mismo no es un destello de luz, o que el mismo golpe en otra parte del cuerpo produce una percepción meramente táctil. Müler (180158) fue el primero en sistematizar esta primera idea. Las principales ideas de su libro Handbuch der Physiologie, son: 1. Cualidades sensoriales distintas son transportadas por nervios distintos. (fisiología). 2. “La sensación consiste en la recepción sensorial a través del medio nervioso y es el resultado de la acción de una causa externa, un conocimiento de ciertas cualidades o condiciones, no de cuerpos externos sino de los nervios sensoriales mismos.” Müler citado por O’Niel. (Epistemología). Si las cualidades dependen más de la zona nerviosa estimulada que del estímulo mismo, entonces valdría la pena hacer un estudio de todas las cualidades visuales de lo percibido, buscando, por decirlo así, el lugar particular del sistema nervioso encargado de las distintas cualidades: color, profundidad, tamaño, etc. y así con el resto de tipos de percepción. Todas estas investigaciones partieron de la base teórica de Müller, según la cual, como se ha dicho, son principalmente los aparatos nerviosos los que determinan el tipo de información percibida; así como también es necesaria la existencia de un estímulo externo para que se haga posible la percepción misma. Ahora, si bien se investigaba intensamente el funcionamiento de los órganos en la percepción, estudiando el sistema nervioso en cuanto a sus cambios y la velocidad de esos cambios, también existía la pregunta acerca de la relación entre el sistema nervioso y el cerebro. En estos inicios de la ciencia psicológica nos encontramos con planteamientos que aunque ahora nos parecen obsoletos, en su tiempo determinaron al menos problemas que ahora nos preocupan. Franz Joseph Gall, inventor de la frenología, pseudociencia interesada en descubrir y determinar el carácter y las aptitudes de las personas por la forma de su cráneo, fue el primero en intentar localizar las funciones cerebrales en partes distintas. Y aunque errado en muchas de sus conclusiones particulares, en lo general no estaba del todo errado, según dice O’Niel. Si no nos quedaron las respuestas de Gall, al menos sí nos quedaron sus preguntas. Pierre Flourens hizo el primer trabajo experimental de ubicar y definir las funciones cerebrales, dando una respuesta más precisa a las preguntas de Gall, entre 1824 y 1825. Su método era extraer una parte del cerebro de algún animal para ver cuáles funciones se veían limitadas. Distinguió varias partes funcionales: cerebro (voluntad, juicio, memoria y percepción), cerebelo (coordinación de movimientos), cuerpos cuadrigéminos (visión), médula oblonga (conservación corporal), médula espinal (conducción) y los nervios periféricos (excitación). Hacia 1861, Broca plantea el área de la dicción en el cerebro, la famosa área de Broca. Finalmente, cabe destacar el trabajo de Weber quien presentó una manera de medir la sensibilidad de manera precisa y numérica. Además del trabajo de Fechner quien tenía un interés 12 científico muy cercano al interés filosófico de Nietzsche de acabar con la dualidad del mundo entendido uno como mental y el otro como físico. Según O’Niel “Fechner, un físico en algo promisorio, creía que podía resolver la relación entre mente y materia por medios empíricos, en verdad experimentales. La mente que de que él hablaba no era concebida como agente, sino como contenido; una mente que consiste de fenómenos tales como la experiencia de color, sonido y olor, de variada intensidad y calidad. Su deseo era el establecimiento de un monismo mente-materia, una identidad entre mente y materia”. (44) Relación con la investigación Nietzscheana Al menos preliminarmente debe aceptarse que los desarrollos de la fisiología se encontraban mucho más cercanos de la teoría de Nietzsche que los planteamientos filosóficos para la solución de los problemas epistemológicos modernos antes mencionados. Sin embargo, encontramos que en tiempo de Nietzsche la idea de preguntar por el papel que juega el cuerpo en las valoraciones morales era una investigación aún muy lejana. Las principales coincidencias con la fisiología eran: 1) la búsqueda de una explicación no metafísica de la percepción; 2) la aceptación de que en el estudio del funcionamiento del cuerpo debían encontrarse las explicaciones no solo de la percepción sino también de la voluntad (sexto sentido: muscular) y de las emociones. Ahora bien, la psicología en tiempos de Nietzsche aún se mantenía lejos de la posibilidad de explicar una realidad percibida como todo un conjunto de valoraciones morales y articulaciones de poderes sociales, así como también el papel del lenguaje en el análisis e incluso determinación del género de percepciones y sentimientos morales de los seres humanos. De ésta manera, considero que Nietzsche no puede encasillarse como un psicólogo de su época, primero porque no tenía suficientes conocimientos fisiológicos para incluirse en ese trabajo de principio científico y experimental y porque, por otro lado, no pedía explicaciones mucho mayores acerca de la experiencia de mundo de los individuos de la que la misma psicología se podía y había planteado hasta ese momento. No por ello, la psicología no se plantearía posteriormente la pregunta acerca del papel del funcionamiento del cuerpo en la salud mental, pero igualmente, estas indagaciones serían posteriores a la producción de Nietzsche. Queda aún por revisar las obras de Herbert Spencer, John Stuart Mill y Paul Ree, a quienes el mismo Nietzsche llamaría “psicólogos”, pero no ya desde el punto de vista de una psicología moderna científica, sino más bien como teóricos de las explicaciones del origen de los sentimientos morales. Pareciera que Nietzsche los llama psicólogos por el objeto de estudio que tienen en sus manos, más que por los métodos que usaron, como lo haría O’Niel. La pregunta que queda abierta con esta última conclusión es ¿cuál es el campo de estudio de la psicología como la entiende Nietzsche? Y ¿por qué llama a estos autores psicólogos si no usan la fisiología para la explicación de las preguntas típicas de la psicología nietzscheana? 13 Preliminarmente podría decirse que sólo Nietzsche tuvo la idea, en su tiempo, de que era posible tratar temas morales partiendo de explicaciones fisiológicas. Antes de él la psicología y la fisiología hablaban principalmente de la percepción de objetos dados; y los “psicólogos” así llamados por él, sólo eran teóricos de la moral y los valores. En ese sentido la conexión entre los dos polos sería su aporte a la psicología. Bibliografía W.M.O’Neil Los orígenes de la psicología moderna. 1975. Friedrich Nietzsche La genealogía de la moral. Alianza. 2000 Friedrich Nietzsche La gaya ciencia. Gredos. 2009. 14