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MENSAPIENS Nº 30 - DICIEMBRE 2009 Índice Notas Mal agudo de montaña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 Fuego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Acerca de la economía, los abrelatas y el desafío de entender . . . . . . . . 6 La ilusión de la realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 El antro de los videojuegos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11 Escritos La forma de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Soledades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 Desde el sofá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Una pelota envuelta para regalo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16 Poesía Yosé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Dama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 Interior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 The Tlaxcaltec Warrior Lies in Repose Yace el guerrero tlaxcalteca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Entretenimientos Así jugaba Fefuric . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 MENSAPIENS Escritos y redacción A75 Carlos Lazzarino Chapu Cristian Maier Francchio Jorge Royan Juan Raúl Rossano Luz Majo Matías Pérez Artuso Meca Ricardo Liso Santiago Bilinkis Tom Haley Virginia Gastiazoro Arte (EN SECCIÓN NOTAS) Agustín Gomila http://gomilaagustin.blogspot.com (EN RETIRACIONES) Composiciones de Bembo´s Zoo www.bemboszoo.com Traducción Julio Banfi Corrección Hernán Trigo Mogro Julio Banfi María Luz Ghezzi Noemí Brenta Paula Gómez Roxana Díaz Conte Diseño y cubierta Gisel Helouani Edición María José Rubin Las opiniones publicadas en esta revista son exclusiva responsabilidad de los autores de cada nota, y no necesariamente representan las opiniones de Mensa Argentina. Fue Augusto quien dijo que sat celeriter fieri quidquid fiat satis bene. Lástima que lo dijo en latín, pero por suerte siempre ha habido gente interesada en traducir a personajes históricos particularmente famosos, y entonces se sabe que lo que quiso decir Augusto en realidad fue: “suficientemente rápido se hace aquello que se hace bien”. Otros ilustres vinieron después y se pronunciaron a favor, parafraseando la idea sutilmente. “Vísteme despacio que estoy apurado”, dijo Napoleón en un francés medio italiano, y “todo tiene que ver con todo” dijo Pancho Ibáñez, a quien siempre recordamos por tan elevada muestra del pensamiento contemporáneo. Pero lo interesante de esta idea, creo, es que los oxímoron a veces parecen irresolubles, y no siempre lo son. Tal es el caso de Festina lente, la frase en latín a la que finalmente quería llegar. Festina lente, traducida a menudo como “apresúrate lentamente”, es una figura retórica muy utilizada en la antigüedad, que Augusto tomó casi como un lema. Y no fue él la única persona atraída por la fuerza de esta imagen. Aldo Manucio, conocido como el primer editor para quienes estudian edición, el primer diseñador para quienes estudian diseño, e così via, hizo de una de las ilustraciones asociadas con la frase su sello personal. El delfín nadando en derredor de un ancla representa la velocidad y la lentitud, la agilidad y la firmeza. Puestos a continuar con el legado, Mensapiens bien podría hacerse partícipe de esta línea sucesoria de gente que hace las cosas bien (ignoren Waterloo) a la velocidad que resulta óptima. Tal vez no sea en verdad la velocidad óptima, pero sí la más adecuada. O tal vez no sea la más adecuada, pero sí la que podemos ofrecer. O tal vez deba dejar de aclarar esto. Felizmente, nuestra tarea no es expandir el imperio, de modo que los tiempos nos corren tanto como los dejamos. Esta edición es la tercera del año, lo cual significa que hemos logrado publicar una más que en 2008, cuando dimos a luz dos números. Las promesas de fin de año son poco confiables, en líneas generales, pero todo indica que para 2010 nuestro objetivo sería la publicación de cuatro Mensapiens. Y ojalá lo logremos, aunque… Festina lente. Si podemos ofrecer una buena revista, nadie se va a soltar contando cuántas fueron. Muchas gracias a los que –siempre o con intermitencia– están presentes, por la colaboración y el trabajo que han puesto para dar forma y contenido a estas criaturas que trajimos al mundo; gracias a quienes disfrutan leyéndonos; a los que se animan a enviar un pedacito de su obra y con ella de su alma; y un muy feliz cambio de calendario para todos. Comentarios, sugerencias y colaboraciones a: mensapiens@ar.mensa.org María José Rubin editorial • Mensapiens 30 I 3 Revista Oficial de Mensa Argentina Año 9 — Número 30 Especial Literario Diciembre de 2009 Editorial Mal Agudo de Montaña NOTAS • Mensapiens 30 I 4 por Carlos Lazzarino La dificultad de adaptación del organismo a la altitud produce el Mal Agudo de Montaña. Con la altura, la caída de la presión atmosférica reduce la presión parcial de oxígeno, y el organismo sufre de hipoxia. Por otro lado, los gases almacenados en las cavidades corporales (senos paranasales, oído medio, árbol pulmonar, aparato digestivo) se distienden, y aumentan su volumen. La aparición de esta afección depende de la altura alcanzada, la velocidad de ascenso, el tiempo de aclimatación y, en buena medida, de la fisiología de cada individuo y su susceptibilidad (edad, género, patologías cardiopulmonares preexistentes, existencia de anemia, entre otros). El mal agudo de montaña suele instalarse progresivamente, a partir de las 6 horas de exposición a la hipoxia, pero su manifestación puede demorar hasta 72 horas luego del ascenso. Los síntomas clásicos incluyen aumento de la frecuencia respiratoria y cardíaca, dolor de cabeza, obstrucción de las fosas nasales, vértigo, cansancio, lentitud de movimientos, nauseas, vómitos, falta de apetito, insomnio y disminución del ritmo diurético. En ocasiones los síntomas pueden resultar incapacitantes. El mal puede presentar uno o más de estos síntomas, en su forma leve, o bien todos ellos, en su forma típica. El dolor de cabeza y los malestares gastrointestinales preludian la mayoría de los casos. En su forma más severa, el mal de montaña se expresa con tromboembolismos, edema pulmonar de altitud –luego de una latencia de 24 a 48 horas, generalmente en alturas cercanas a los 4000 metros sobre el nivel del mar (msnm)– y edema cerebral de altitud –en al- turas mayores a 5000 msnm–. Estos cuadros son graves y pueden resultar fatales. Aunque siguiendo normas precisas es posible la aclimatación, el mal típico aparece normalmente a partir de los 2500 msnm. No obstante, sobre todo quienes residen habitualmente a menos de 900 msnm pueden experimentarlo a alturas menores. Una de cada cuatro personas que ascienden a más de 2000 msnm sin aclimatación previa presenta síntomas leves. El ascenso sin aclimatamiento a más de 4000 msnm produce síntomas en prácticamente todos los individuos (en mayor o menor grado). A más de 5000 msnm, aun la adecuada aclimatación no siempre previene el mal agudo de montaña. Normalmente, la estadía por unos días a alturas intermedias previene la aparición de síntomas en las personas que van a ascender hasta Cuesta de Lipán, Provincia de Jujuy, 4170 msnm. Cima del Aconcagua, 6962 msnm. Su nombre derivaría del quechua “centinela de piedra”. (Foto por Mario Roberto Duran Ortiz, extraída de Commons Wikimedia.) Reconocer los síntomas y detener el ascenso es el principal tratamiento. Si no hay mejoras, se recomienda descender lo antes posible, al menos hasta niveles donde los síntomas no se presentaban. La oxigenoterapia puede ser fundamental. Nunca se debe continuar el ascenso con síntomas. La prevención farmacológica y el tratamiento de las complicaciones deben ser instaurados por un profesional médico. El tema tuvo gran difusión mediática hace unos meses debido a la polémica por el fallecimiento de un andinista cerca de la cima del Aconcagua. Aun con conocimiento y preparación, nadie está exento del mal agudo de montaña, que puede afectar al andinista más experimentado. Para más información: Sociedad Argentina de Medicina de Montaña http://www.samm.org.ar J Fuego Se sentó en la orilla. Justo donde la voz del río más lo abrazaba. El día era especialmente vulgar. Ella estaba a su lado. Como siempre. No, no a su lado; era en él donde ella estaba. Como todos. Como todo. Abrió su libro verde en la página que más disfrutaba; pero por primera vez la leyó. Miró hacia arriba por instinto, miró hacia adentro por amor; mientras tanto una estrella soñaba detrás del sol... ¡Quería saltar! ¡Quería gritar! Pero el amor por la vida lo obligó a simular. Su corazón, furioso e indignado, a los golpes exigía libertad. Cada latido traía un mensaje, apenas podía respirar. Añoraba la mentira, ¡sofocaba la verdad!... aunque adentro bien sabía que no había vuelta atrás. ¿Fue la sonrisa honesta de aquellas niñas en la playa o fue aquel tábano atrevido que no paraba de picar? ¿Fue ella, acaso? ¡Ni con todo dicho dejaba de preguntar! Forzó la paz; o su corazón iba a terminar ganándose la libertad. Tomó su mano tragando un millón de llantos felices. Miró hacia arriba por instinto, miró hacia adentro por amor; mientras tanto una estrella soñaba detrás del sol. A75 NOTAS • Mensapiens 30 I 5 3500 msnm. La aclimatación permite al organismo adaptarse a la baja presión de oxígeno. Para ascensos mayores la aclimatación es más larga e incluye medidas adicionales. La adecuada hidratación, la dieta rica en hidratos de carbono (evitando comidas abundantes), escasa actividad física, y evitar el consumo de tóxicos como alcohol y tabaco, y de medicaciones no prescriptas, son puntos básicos. Debe evitarse la oxigenoterapia durante el ascenso normal, ya que retarda la aclimatación, pero resulta fundamental en caso de insomnio o ante cualquier proceso intercurrente. El consumo de bebidas que contengan cafeína puede resultar beneficioso. Mascar hojas de coca, práctica habitual entre los residentes de la puna, también disminuye los efectos de la baja presión de oxígeno. El ascenso siempre debe ser paulatino y gradual, aunque de todas formas esto no garantiza del todo estar a salvo del mal agudo de montaña. Acerca de la economía, los abrelatas y el desafío de entender por Santiago Bilinkis NOTAS • Mensapiens 30 I 6 «La tragedia del espíritu moderno consiste en que “resolvió el enigma del universo” pero sólo para reemplazarlo por el enigma de sí mismo.» Existen un par de chistes, bastante conocidos, que expresan cómo nos sentimos frecuentemente aquellos que hemos estudiado economía. El primero cuenta que iban dos hombres viajando en un globo y el viento los desvió de su rumbo. Totalmente desorientados, ven un hombre abajo y le gritan: «¡Señor! ¡¡¿Podría decirnos donde estamos?» A lo que él responde: «¡En un globo!». Enseguida, uno de los hombres en el globo dice: «Evidentemente, se trataba de un economista…». «¿Por qué lo dices?» pregunta el otro. «Bueno, verás… es sencillo: su respuesta es rigurosamente lógica, evidentemente verdadera y no sirve absolutamente para nada.» El segundo chiste es de un economista náufrago en una isla, cuyo único alimento es una lata de sardinas, y que, desesperado, resuelve el problema diciendo: «Supongamos que tengo un abrelatas…». Es en este estrecho campo limitado entre la obviedad del sentido común y la arbitrariedad e inverosimilitud de nuestros supuestos que los economistas (tanto profesionales como estudiantes) nos movemos. Por esta razón, cuando hace algunos años escribí mi tesis de graduación, sentí que debía enfrentar uno de esos límites. Mi tesis empezó como una investigación sobre si los estudiantes de economía son o no más egoístas que el resto, pero terminó convirtiéndose en una reflexión sobre los “abrelatas” que más me perturbaron durante mi carrera, aquellos supuestos arbitrarios que había asumido una y otra vez diciendo por dentro: «Esto no lo cree nadie». Especialmente, me quedó grabado cuando, en una clase del último año de la carrera, abstrayéndose del mar de integrales, derivadas, letras griegas, “y” con puntito y demás, un compañero preguntó desconcertado: «¡Pero, profesor!… ¿y qué tiene que ver esto con la realidad? ». A lo que éste respondió, mitad en serio, mitad en broma: «¿La realidad? ¿A quién le importa la realidad?». Yo estaba convencido de que la realidad era lo que más importaba. Y lo que siempre me había molestado más era eso de ver a las personas como “agentes”, cuya conducta es totalmente racional y maximizadora, exclusivamente motivada por un irrefrenable afán egoísta. Porque esto Alexandre Koyré1 implica pensar al ser humano más como una “cosa” que como una persona. Sin embargo, considerar que la conducta humana se rige exclusivamente por la persecución de intereses egoístas es algo así como la piedra fundamental sobre la cual se yergue el edificio de la teoría económica neoclásica. En su libro “Mathematical Psychics”, Edgeworth afirmó: «El primer principio de la Economía es que cada agente actúa únicamente movido por su propio interés».2 Por eso, el hecho de que en la carrera nos la pasemos rindiendo culto a la optimización restringida y a los hessianos orlados oculta, tras una fachada matemática, la profunda convicción de que las mejores soluciones a los problemas se obtienen a través de la persecución de un fin netamente definido, personal y cuantificable, expresado a través de una función objetivo para ser maximizada. De hecho, la cuestión se remonta más atrás; el interés individual ocupó un lugar importante en la teoría económica clásica ya desde sus orígenes: Adam Smith atribuía al capitalismo la curiosa característica de consistir en un sistema en el que cada uno, persiguiendo su interés individual, obtenía resultados que eran óptimos para todos en el agregado. La metafórica “mano invisible” era la encargada de que, en definitiva, al procurar exclusivamente sus fines personales, cada hombre estuviera actuando en pos del bien común, en una suerte de “egoísmo constructivo”. Esta visión del hombre es representativa de la economía clásica y neoclásica.3 Sin embargo, el propio Edgeworth era consciente de que el así llamado “primer principio de la economía” no era demasiado realista. Observaba que, en el mejor de los casos, el hombre real de su época no era más que un “egoísta impuro”. La aparente contradicción llevó a Amartya Sen, Premio Nobel en 1998, a formular la siguiente reflexión: «Esto genera la interesante pregunta de por qué Edgeworth dedicó tanto de su talento y su tiempo a desarrollar una línea de investigación cuyo primer principio él mismo pensaba que era falso. La pregunta no es por qué las abstracciones deben ser usadas al tratar de entender cuestiones económicas – la naturaleza del asunto lo hace inevitable- sino por qué uno elegiría un supuesto que considera, no meramente impreciso en detalle, sino fundamentalmente equivocado...».4 Esta pregunta es bastante perturbadora. ¿Por qué tanta construcción teórica sobre supuestos que ni el propio autor creía razonables? Un economista neoclásico dogmático daría seguramente dos tipos de respuestas: 1) Porque el hombre no es 100% egoísta, pero sí lo es en un 99%, y entonces es un supuesto muy parsimonioso y que describe bien el comportamiento del agente. 2) Porque siempre puede definirse la función de utilidad de modo tal que toda conducta sea resultado lógico de dicha función. Esto es: si Sócrates tomó cicuta entonces le daba más utilidad morirse que intentar otra cosa (teoría de las preferencias reveladas). NOTAS • Mensapiens 30 I 7 La economía usa las matemáticas, pero no es una ciencia exacta. Perder esto de vista no sólo es miope sino también peligroso. Porque, como decía antes, convierte a los hombres en cosas. Y desde el momento en que el énfasis se coloca en la relación entre las personas y las cosas en vez de en las relaciones entre hombres, se pierde el límite a nuestro pensamiento que significa la moral que rige las relaciones humanas. No existe un vínculo ético con las cosas. Así, la sociedad pierde su función primordial de medio para las múltiples interacciones entre los hombres, y queda reducida a un instrumento para satisfacer las necesidades materiales. La omnipresencia de los supuestos de racionalidad egoísta maximizadora afectó significativamente el desarrollo de la “ideología económica”: en general, los vínculos económicos se restringen a relaciones entre hombres y cosas, aún cuando esas “cosas” sean otros hombres “cosificados”. Esto crea condiciones para que la economía se vea a sí misma como emancipada de la ética. O, en definitiva, ¿para la economía no es más o menos lo mismo el L (trabajo = ser humano) que el K (capital = cosa)? Hoy nos encontramos con que el homo sapiens se ha transformado en un “homo oeconomicus consumens”, «para quien el mundo entero, las riquezas del mundo, se han convertido en artículos de consumo».5 Esto sugeriría que los hombres son efectivamente seres egoístas, sólo motivados por maximizar sus riquezas, hombres que se relacionan con otros hombres como con objetos. ¿Así que finalmente la teoría económica tenía razón? Más bien podemos pensar que el énfasis en modelos de relaciones humanas cosificadas que caracteriza a la economía no es inocente respecto de lo que ocurre. Precisamente porque la economía es la ciencia hegemónica de nuestro tiempo, e impregna profundamente la ideología de todos. Daría la sensación de que lo que ocurre es que la NOTAS • Mensapiens 30 I 8 economía se ha consolidado como una moral alternativa, más permisiva en algunos aspectos y menos en otros. Este es un cambio que deja ganadores y perdedores, en la medida en que justifica los actos de unos y relega a otros a la marginalidad. Un buen ejemplo resulta el modo en que tuvieron cabida en el seno de la economía ideas descentradas como las de Spencer, que sostenía que la mortalidad de los pobres no sólo no debía ser evitada sino además debía ser apoyada para que sólo sobrevivieran los más capaces. O el argumento malthusiano por el cual sólo los pobres eran responsables de su pobreza por su irrefrenable ímpetu procreador, de modo que todo esfuerzo paliativo se vería diluido por una nueva ola engendradora. La afirmación y la creencia en estos postulados de quienes detentan poder tienen consecuencias materiales claras. Alguien me objetó una vez diciendo que no es responsabilidad de la economía velar por la deseabilidad de sus resultados. Ironiza Galbraith: «La última defensa de la fe [clásica] en nuestros días [...]. no se refiere a las ideas de los economistas, sino que suprime en ellas todo sentido de obligación social o moral. Las cosas pueden andar menos que bien, menos que equitativamente, hasta menos que tolerablemente, pero esta no es cuestión que interese al economista como tal. Si, como pretenden los economistas, la economía ha de ser considerada como una ciencia, hay que olvidarse de la justicia o la injusticia, del dolor y de las penalidades del sistema. La misión del economista es hacerse a un lado, analizar, describir, y en lo posible reducir a fórmulas matemáticas los hechos que estudia, pero no pronunciar juicios morales…».6 Considero que esa línea de argumentación es inaceptable. Mientras en el mundo muchas investigaciones, como las manipulaciones genéticas, los desarrollos nucleares, etc., se detienen para esclarecer los aspectos éticos y materiales de sus resultados, y sus posibles efectos sobre los seres vivos y su ambiente, sobre la vida misma, el economista no puede mantenerse al margen e ignorar cuánto contribuye a hacer del mundo de hoy lo que es, en pos de un supuesto espíritu científico “objetivo”. Renegar de las consecuencias prácticas del propio pensamiento es señal de una ciencia inmadura, incapaz de salir de la órbita del primer positivismo. Toda esta argumentación pareciera dejar poca salida. Pero no es la intención de este artículo llenar a los futuros economistas de pesimismo y a los viejos de remordimiento. Más bien, es una patada al tablero que intenta de forma algo cruel con nuestra pobre economía al poner el foco muy para un lado hacer notar que el foco se ha ido muy para el otro. El epígrafe que acompaña al título habla de la dificultad del hombre moderno ante el enigma de sí mismo. « El enigma del universo (léase mercados, firmas, etc.) ya ha sido resuelto» y sin embargo del enigma de nosotros mismos aún no sabemos nada. La economía es uno más de los terrenos donde el posmodernismo nos ha dejado perdidos. La salida no es atrincherarse en lo conocido sino lanzarse en búsqueda de lo nuevo. ¿Qué queda por hacer? Justamente, todo: repensar una economía de y para el hombre, consciente de sus propias consecuencias materiales y de que no sólo describe una realidad sino que también la transforma. Abandonar el vicio de la parsimonia para enfrentar el desafío de la complejidad. El esfuerzo de integrar a la economía a los nuevos paradigmas científicos asoma como un reto que hace de nuestro tiempo una época privilegiada para ser economistas. J Notas: 1 Koyré, Alexandre, Estudios Newtonianos, pág. 43. 2 Edgeworth, F. Y. (1881) Mathematical Psychics: An Essay on the Application of Mathematics to the Moral Sciences. London: C.K. Paul and Co, pág. 16. Traducción mía. 3 No obstante, es necesario aclarar que limitar la descripción de la conducta humana es injusto con algunos grandes economistas, especialmente con Adam Smith, cuya visión sobre el tema era sustancialmente más amplia de lo que sus principales seguidores difundieron. 4 Amartya K. Sen. (1990) « Rational Fools: A Critique of the Behavioral Foundations of Economic Theory», incluido en Mansbridge, Jane J., Beyond Self-Interest. Chicago: University of Chicago Press, pág. 25. Traducción mía. 5 Fromm, Erich, (1967) «Conciencia y Sociedad Industrial», incluido en La Sociedad Industrial Contemporánea. México: Siglo XXI, pág. 14. 6 Galbraith, John Kenneth. (1989) Historia de la Economía. Buenos Aires: Editorial Ariel, pág. 139. La Ilusión de la Realidad por Matías Pérez Artuso distancia que es cubierta por el nervio óptico, al cual nos referiremos luego. Esta túnica, por así decirlo, reviste la superficie interna de los globos oculares y está constituida por una serie de células neuronales especializadas, que se distribuyen en una serie de once capas superpuestas que constituye el sustrato arquitectónico de la percepción de la luz (y un motivo de insomnio por parte de los estudiantes de medicina que comienzan su formación). Una vez allí, la energía lumínica es transformada en energía eléctrica, que es el lenguaje del que se sirven las neuronas para comunicarse unas con otras. Este proceso se denomina en forma técnica transducción, y es en efecto el primer paso en la percepción de cualquier estímulo que provenga del medio exterior. Una primera conclusión es, entonces, que la imagen no es luz, sino electricidad, el elemento físico con el cual está hecha el alma, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos. Las células responsables de la transducción son llamadas conos y bastones. Los bastones son capaces de percibir la luz con gran sensibilidad, aunque son incapaces de discernir entre las distintas longitudes de onda del espectro electromagnético que nosotros llamamos simplemente colores. Son, ergo, la células que permiten la visión nocturna o escotópica (un ejercicio consiste en tomar una prenda de color rojo rutilante y luego, observarla en condiciones de oscuridad: si esta última no es absoluta, podremos ver la misma prenda, pero ya no el carmesí de sus moléculas, sino un gris indistinto e indiscerni- ble). Los conos, por su parte, son células mucho más sensibles, capaces de discriminar los tres colores primarios: el azul, el rojo y el verde. Estos se distribuyen con dilección en una zona de la retina llamada fóvea, centro funcional de nuestra visión diurna. Una vez generado el impulso eléctrico, este viajará por los nervios ópticos, desde la retina hacia una estructura conocida como quiasma óptico, en la cual se produce el entrecruzamiento de las fibras nerviosas. En efecto, los nervios están constituidos por una miríada de fibras que provienen de distintos sectores de la retina, cada uno de los cuales es responsable por la recepción de un sector del campo visual. Lejos de existir una correlación lineal entre el campo visual y los sectores de la retina, estos se hallan invertidos de tal manera que la parte superior del campo es captada por la retina inferior y viceversa; asimismo, la parte externa del campo visual es captada por la retina medial o nasal, y viceversa. Empero, no todas las imágenes provienen del mundo que se halla fuera de los globos oculares. En algunos casos, existen imágenes que se originan dentro de los mismos ojos, en cuyo caso hablamos de imágenes entópticas. Es así que, en determinadas circunstancias, podemos ver dentro de nuestros propios ojos, incluso los vasos sanguíneos de nuestra propia retina (una prueba es evocar el llamado fenómeno entóptico del campo azul, para lo cual es menester observar un cielo azul límpido de tal manera que todo el campo visual quede repleto NOTAS • Mensapiens 30 I 9 La realidad como nosotros la concebimos es, en esencia, una ilusión de la mente que percibe. La epistemología es la rama de la filosofía que se ocupa de la cuestión del conocimiento y del saber de los seres humanos. Uno de sus postulados centrales, en derredor del cual orbita gran parte de su teoría, indica la existencia de una realidad objetiva nouménica en contraposición a otra realidad, subjetiva, inherente e inescindible del individuo que percibe. Así, nada puede ser conocido como tal en su naturaleza eidética, sino indirectamente a través de la mente y de los sentidos que elaboran una representación simbólica empero subjetiva de aquello que se percibe, siendo esta última el objeto de nuestra aprehensión intelectiva. Un breve paseo por los conocimientos de la neurofisiología nos brindará a continuación un ejemplo interesante en el que podremos entrever cómo este principio se materializa en el más relevante de nuestros sentidos, la visión. Los globos oculares son órganos destinados a captar la energía lumínica proveniente del mundo exterior y a dirigirla y encauzarla en condiciones óptimas hacia la retina, verdadero órgano receptor de la vía visual. Constituyen así un sistema de medios trasparentes a través de los cuales viaja la luz, así como un conjunto de lentes que van modificando su dirección final. La retina es una delgada lámina transparente que por sus orígenes es, en realidad, un segmento del sistema nervioso central que se halla separado del mismo por una NOTAS • Mensapiens 30 I 10 por ese color, sin interferencias, y luego esperar, concentrado…). Del quiasma óptico nacen las llamadas cintillas ópticas, las cuales se dirigen ahora hacia una estructura primordial del encéfalo conocida como tálamo, bilateralmente situado en medio del encéfalo. En este último podemos encontrar diversos grupos de neuronas o núcleos, cada uno de los cuales tiene un designio particular. El núcleo geniculado lateral es aquel que se encarga de recibir las cintillas ópticas, y sus neuronas hacen las veces de estación de relevo de la información transportada por las últimas. Lejos de hacer las veces de receptores pasivos, en estos núcleos ya comienza el procesamiento neural que devendrá en última instancia en la génesis de una imagen, creación subjetiva de nuestra mente, a través de la cual interpretamos los objetos de la realidad. En esta instancia, ya se observa la división de la información en dos grandes vías paralelas, la vía parvocelular (de las células pequeñas) y la vía magnocelular (de las células grandes). De los núcleos geniculados laterales nacen las llamadas estrías ópticas que llegarán hacia la corteza visual, situada en los lóbulos occipitales de los hemisferios cerebrales, en el extremo posterior del encéfalo. La corteza es una capa neural constituida por neuronas que disponen de tal manera de poder cumplir con su función última. Aquí la información se maneja de manera escalonada, siguiendo un orden jerárquico ascendente en el cual una primera zona cortical procesa la información, para luego pasar este producto hacia otra corteza, la cual elaborará un procesamiento un tanto más complejo, y así consecutivamente hasta la elaboración de la imagen final, en nuestro occipucio. No en vano se ha dicho que nuestros ojos no ven, pero que nosotros vemos a través de ellos. Las cortezas visuales van elaborando en forma paralela el color, la forma, la profundidad y el movimiento de aquello que vemos, para luego integrarlo todo en una imagen final, que lejos de ser nítida, está fragmentada y carente de continuidad, en tanto posee sectores de no imagen, que son “inventados” por nuestra mente para suplir estas mismas zonas. Este producto encefálico virtual llega luego a las llamadas cortezas asociativas, las cuales toman la imagen, la integran con nuestros recuerdos y le asignan un valor intelectual a modo de clasificar aquello que se ve como un algo, una entidad nosológica en nuestro repertorio cognitivo. Cabe preguntarse que sucedería si nos e n c o n t r á ra m o s con una imagen absolutamente nueva, de la cual no tengamos noción ni semejanza con nada jamás visto o pensado. Todo esto acontece en unos pocos milisegundos, en forma análoga para ambos globos oculares. La integración de estas dos imágenes de un mismo objeto, generadas por ojos que se hallan separados el uno del otro, y la comparación de las diferencias, es lo que nos permite la sensación de profundidad, necesaria para percibir el mundo en tres dimensiones. Son conocidas las situaciones en las cuales nuestra mente juega sucio, completando por ejemplo aquello que leemos realmente con aquello que creemos deberíamos leer. Podemos ver entonces que lejos de haber una relación secuencial simple objeto–imagen existe una actividad mental previa que condiciona lo que vemos, en todas las circunstancias. Simplemente, vemos aquello que queremos ver. Otro ejemplo son las alucinaciones visuales, en las cuales se percibe una imagen sin objeto. J El antro de los videojuegos locos por Chapu LSD (Playstation) En esta nueva columna, nuestro corresponsal especializado en el mundo del entretenimiento electrónico nos acercará reseñas de algunos de los videojuegos más extraños de la historia del medio. Cada uno de los títulos aquí comentados es una verdadera joya de su género (aunque a veces sea difícil catalogar cada uno en un género específico) y son recomendados para los gamers de corazón, y para aquellos que desconfían de los videogames por norma general y quieran adentrarse en este mundo por una puerta poco conocida y radicalmente distinta de los estándares como “Super Mario Bros.”. Sin más preámbulos, los dejamos entonces con… NOTAS • Mensapiens 30 I 11 Desarrollado en 1998 por Asmik Ace Entertainment, una compañía japonesa resultado de la fusión de dos empresas preexistentes (y que ahora se dedica a lanzar juegos para consolas de la última generación y distribuir películas de cine arte), LSD está basado en la bitácora de sueños que uno de los programadores llevó durante aproximadamente 10 años. Nada más arrancar, el juego le da la bienvenida al jugador con un video de presentación que podría definirse como “surrealista”. Luego pasa a una pantalla de inicio que marca “Día 1”, con un menú de opciones muy básico (por ejemplo, “Vibración SI/NO”) y la opción de comenzar el juego. Ahora, una aclaración: LSD no es un juego en el sentido estricto de la palabra. No tiene reglas (aunque sí una mecánica interna bien definida) y no tiene un final, una historia o un propósito. Es más bien como una obra de arte abstracto en forma de videojuego. Una sesión de juego es un “día”, o sea, un sueño diferente en el diario. Cada sueño tiene una duración predeterminada de diez minutos que no se puede cambiar. Una vez terminado ese período de tiempo, se regresa automáticamente a la pantalla de comienzo mediante un fade to white, como si de un despertar se tratase. El jugador experimenta la acción en primera persona, como en un FPS (First Person Shooter, juego de disparo en primera persona, género cuyos máximos exponentes son el Doom, el Quake y, más recientemente, el Half-Life), aunque no se puede disparar, no hay enemigos, no hay herramientas para usar, puertas para abrir, no hay indicadores, no hay puntaje. Lo único que se puede hacer es caminar o correr, mirando en todas direcciones, a través de los paisajes oníricos que se presentan. ¡Y qué paisajes!... Hechos completamente en 3D, y a pesar de que la potencia de la Playstation hoy es obsoleta, los polígonos enormes y las texturas toscas no hacen sino sumar a la atmósfera surrealista del juego. La mecánica es la siguiente: el paisaje en el que se empieza es aleatorio, y de ahí en más el jugador puede ir adonde desee, siempre dentro del límite de 10 minutos. Los niveles tienen puertas estables, en el sentido de que dan siempre a los mismos lugares, pero casi todos los objetos que podemos encontrar, incluidas las paredes, hacen las veces de “transportadores” a otro lugar al azar. Es decir, si el jugador se estrella contra una pared, es transportado automáticamente a otro lugar, elegido arbitrariamente. En cambio, si entra o sale por las puertas, va a ir siempre a los mismos sitios. En una parte del juego, incluso, hay una pantalla gigante que muestra un mapa de todas las ubicaciones del juego, pero encontrarla es todo un desafío... Los niveles son absolutamente discordantes entre sí, y lo más interesante es que varían enormemente. Hay, por ejemplo, una pantalla que es un pequeño edificio de tres pisos. En la planta baja hay una barra de bar y un jardincito. En la terraza no hay nada y está NOTAS • Mensapiens 30 I 12 cercada por malla de alambre. En los pisos intermedios, que se pueden recorrer por escalera, hay algunas habitaciones. La primera vez que se lo visite, probablemente sea un edificio normal. La segunda vez que se llegue allí, puede que el bar de planta baja esté siendo atendido por una enorme cabeza con expresión ceñuda, brazos y piernas. O que en una habitación del primer piso haya un osito de peluche mirando un televisor con imágenes abstractas, y que cuando el jugador se le acerque se de vuelta e intente apuñalarlo con un cuchillo. O que, caminando por un pasillo, de repente le crezcan ojos a las paredes, ojos que comienzan a seguir los movimientos del jugador. O que en la terraza ataque una gárgola de piedra, que aparece volando desde la nada. O que el jardín de entrada tenga césped con textura de papel de regalos. O todo eso, todo junto. Entonces, cada vez que se visita una nueva área cambian pequeñas cosas, como las texturas, los colores y algunos objetos que aparecen. Hay infinidad de paisajes distintos, y si se multiplican por las variaciones posibles, las combinaciones totales son prácticamente infinitas. Una vez que el sueño termina, aparece una pantalla con un gráfico sobre un par de ejes cartesianos que marcan qué “tipo” de sueño se tuvo, según cuatro variables asignadas a los cuatro semiejes: Upper, Downer, Static y Dynamic. Como podrá imaginarse el lector, así como puede haber “viajes” buenos o interesantes, también los hay malos. Es en este punto cuando el juego se pone mucho más interesante: la atmósfera que consigue crear es casi la de un sueño verdadero. Jugar al LSD es como tener un sueño lúcido, y cuando se aparece en un área “fea”, puede resultar considerablemente perturbador. La música es una parte casi fundamental de la experiencia. Hay una sola canción en todo el juego, que se repite constantemente, pero siempre con variaciones, como los escenarios. Variaciones en tonos y tempo, que van acorde al escenario en el que estamos y el tipo de sueño que estamos teniendo. Para resumir: si bien el LSD no puede ni debe ser considerado, como se dijo antes, un videojuego, es una experiencia altamente recomendable. Si algo comparte con la droga homónima además del nombre y la cualidad surrealista, es el nivel de adicción que genera: a pesar de que no hay, técnicamente, nada que hacer, ningún objetivo que cumplir, el jugador siempre se encuentra volviendo a jugarlo en ratos libres, simplemente para ver un poco más. Siempre se pueden explorar los niveles un poco más, descubriendo cuartos secretos y situaciones ocultas. Esa es su gran virtud: la atmósfera que consigue crear es tan atrapante que deja con ganas de volver, siempre, para una “dosis” más. J Las formas de la muerte por Christian Maier hombre de acción y como tal, no podía entregarse a los recovecos de ciertas discrepancias teóricas. Volvió al presente por un mero acto de la voluntad. La empresa de seguridad auguraba un excelente porvenir custodiando los countries de la zona más acomodada de Pilar y podía considerarse un hombre dichoso. Sin dudas, usufructuar el terror de las personas y la inoperancia del Estado era un buen negocio, como tantos de sus ex colegas lo habían comprendido, aun con más celeridad que él. Aunque, a diferencia de la gran mayoría, él había escapado de las purgas policiales y tuvo la suerte de un retiro honroso, con una honrosa pensión miserable. Era una noche clara en las que las epifanías y las anunciaciones desandaban otros rumbos, lejos, muy lejos de Luján. Esa noche la linealidad del tiempo era perfecta y no permitía el descrédito de los presagios. No porque el teniente retirado fuera un hombre de vaticinios, sino porque estos, más allá de los ataques del escepticismo, a veces son necesarios… o útiles. Cáceres vislumbró una sombra que cruzaba la ruta unos metros adelante, cortándole el camino, y puteó con fuerza porque sus ojos ya no eran los que habían sido; aunque, incluso en el devenir estrepitoso del envejecer, confiaba en sus instintos y en sus reflejos. Tal vez sintió el aroma electrizante del peligro que no puede evitarse o el tirón de orejas de una vendetta macabra. Se estiró con lentitud y de la guantera sacó su ESCRITOS • Mensapiens 30 I 13 Carlos Cáceres… o Cáceres a secas –porque tantos años de servicio le habían resumido el nombre y su misma concepción del nombre–, se vio a sí mismo en un espejo imposible, en un retazo cristalino de la memoria. Volvió a sus días de uniforme y al último enfrentamiento que le acortó los días en la Fuerza. No por magia o poesía del destino, sino porque pudo ver en los ojos de aquel pirata del asfalto desconocido, cómo la vida lo abandonaba instante por instante luego de que la explosión del hierro le rompiera la anatomía. Algo de Cáceres también murió ese día. Sus facciones de hombre recio se aplacaron y comenzó a preguntarse por la existencia de dios, no de manera acabada y profunda como en esos desvaríos de la metafísica y de la teología, sino, simplemente, a concebir la idea de que ante la ausencia de dios, de ese último gran absoluto, todo estaba permitido. De manera inconsciente, quizás, parafraseaba a Dostoievski, pero con las limitaciones rudimentarias de un hombre entrenado para la violencia y fogueado en ella. Y aunque la muerte para los hombres de la Fuerza siempre es eventual o plausible, aquella otra muerte que bien podría ser igual a cualquier otra, marcó su idea complementaria de finitud. Volvió del ensueño acompasado por el ritmo cansino de la Eco Sport, con un sabor amargo en la boca que abreviaba una cólera postrera e inexplicable y sacudió la cabeza para despejar aquellos recuerdos complejos, minados de ideas inextricables. Cáceres era un ESCRITOS • Mensapiens 30 I 14 Glock 9 milímetros, la máquina de muerte que el fárrago duhaldista de la “maldita policía” le regaló. Pero también sus reflejos se habían endurecido, casi en la misma medida en que se le había encogido el nombre, y antes de su reacción una lluvia de balas atravesó el parabrisas. Se recostó sobre el asiento del acompañante, jadeando, con el latido del corazón percutiéndole en las sienes. Imaginaba la posibilidad de la muerte como una enorme sombra que todo lo abarcaba, pero lo peor era entrar en pánico y precipitarse. Se asomó por los restos del vidrio, gatilló dos veces, escuchó un grito y volvió a ocultarse. Sin embargo, los otros eran cuatro y las arbitrariedades de los números lo agobiaron como una imposibili- dad. Por primera vez, vio la muerte con forma de otro y no como esa cosa intangible que todo lo cubre. Sacó la pistola de refuerzo, la Ballester Molina calibre 380, y se irguió para hacer frente a aquellos cuatro fantasmas descoloridos que se amontonaban a la distancia. El intercambio fue breve, pero brutal. Un fuego le recorrió el brazo, el tinte rojo en las ropas certificó la herida que le encogió la humanidad a un solo punto indeterminado y sintió el peso de sus huesos que crujían bajo ese otro peso imposible del fantasma de saberse morir. Sin embargo no hubo desesperación, sólo el dolor punzante y reiterativo que le abrazaba la carne, y la conciencia de que todas las explicaciones y todas las preguntas eran inútiles. Tampoco hubo, como pudo com- probar con una decepción profunda, el flashback de las películas, ni una luz blanca que lo iluminara. Lo único que volvió fue aquella vieja inquietud sobre la probabilidad de un dios y la certeza de que la muerte no conoce de heroísmos sino que hermana a los hombres. Cuando aquella sombra con aire infantil se acercó a rematarlo, sólo atinó a un último y largo suspiro. No rezó, sólo se entregó al olvido. Jamás pudo comprender, Cáceres, por qué en la violencia la muerte se banaliza. Tampoco llegaría a saber que su muerte se transformaría en una apostilla en el diario posterior, sin más repercusión ni motivo que la noticia, con la vulgaridad de los cronistas policiales, esos biógrafos de la muerte ajena.J Soledades Curiosa época ésta. Se me acabaron los culpables y no me queda más alternativa que hacerme cargo del fardo de la desmesurada desesperación que me precipitó sobre los años. Los científicos debaten e investigan acerca de las dimensiones de la física, que a mí poco me interesan ante las sorpresas de las tantas dimensiones desconocidas de mi propia personalidad. Algunas se presentan eternamente solitarias, otras sólo aciertan a manifestarse en conjunción parcial con alguna otra alma errante, oscura, encontrada en alguna encrucijada cualquiera. Soledades que atraen soledades. ¿Para menguarlas o para acentuarlas? Tal vez al final, para algunos, para mí, el resultado sea el mismo. Las dimensiones solitarias están destinadas a la soledad, y ni toda mi fe en lo contrario pudo revertirlo más que fugazmente, al fin; acaso imaginariamente. Hasta las huellas del intento desesperado por revertir su destino terminarán desdibujadas o transfiguradas en el recuerdo. Pero no es contra ello contra lo que seguiré peleando, éste será sólo otro fallido intento de fosilizar un trozo de su historia. Tal vez la única lucha posible sea aquella que pretenda negar la naturaleza de esta dimensión para volver a confirmarla, con la resignada sonrisa del que se supo vencido antes de comenzar la partida. Sonrisa dedicada a la siempre amada y siempre temida enemiga imaginaria: a la maldita predestinación. Luz “La razón es la ilusión del orden”. A75 Desde el sofá por Majo *** Nada ha sido igual desde que llegaron ellas, rígidas e individualistas, con sus pretenciosos almohadoncitos y sus aires de refinamiento; frías, separatistas, utilitarias y terrenales: como todo buen par de sillas nuevas. ESCRITOS • Mensapiens 30 I 15 Vivir en un sofá es una experiencia capaz de unificar todas las otras experiencias bajo el yugo de su mullida superficie. Los días que transcurrieron en aquel sofá, y no digo solamente “sobre” él, sino también debajo y a su alrededor, porque todo giraba en torno al sofá por ese entonces… esos días, digo, fueron suaves y blandos, las horas parecían hundir sus agujas en el todo almidonado de su tapicería. El almuerzo se fundía con la siesta y las barreras entre el juego y el trabajo desaparecieron en las profundidades de un almohadón. Unas migas de pan con poco decoro añadieron algo de exaltación a las noches y unas gotas de salsa aportaron color. Las cosquillas y sus risas se sumergieron entre cobertores y un relato en vela decidió instalarse allí por tiempo indefinido. La vida en el sofá (sobre él, en torno a él, junto a él) era dulce, aunque no estaba libre de sobresaltos. El paisaje a través de la ventana siempre estaba salpicoteado de palomas que dormían y peleaban y se volvían a amigar, igual que nosotros, pero con más frecuencia. El gato del vecino repartía su atención entre uno y otro espectáculo. Un par de recuerdos llegaron desde bien lejos para unirse a la experiencia, pero tenían poco que hacer ahí, así que se fueron y dejaron apenas unos ecos con forma de nombres. El sofá goza de un magnífico microclima: caribeño, cálido y húmedo. El invierno se rendía ante él. Nunca hacía falta abrigarse, y a veces hasta era necesario un buen vaso de algo frío. La corriente de aire era inmejorable. El humo se escapaba por la ventana y los sonidos se hacían envolventes, sobre todo durante charlas y películas. Una pelota envuelta para regalo ESCRITOS • Mensapiens 30 I 16 por Jorge Royan Acabo de darme cuenta de algunas cosas y las quiero compartir: Cuando era chico imaginaba a la Tierra similar al planeta del Principito (aparentemente, el asteroide B612). Las montañas altas, enormes. Los mares como pozos. Y la atmósfera era en mi imaginación como un manto traslúcido celestito, como una bruma que envolvía a nuestro planeta. También imaginaba que los hombres habían sobrevivido a los dinosaurios que los perseguían hasta sus cavernas, y que más o menos cuando desaparecieron esos bichos quedaron los mamuts, los tigres esos y los hombres que poco a poco pasaron a hacerse cargo de todo. Ahora que soy más grande veo las cosas de otra manera. 1) La Tierra tiene un diámetro de 12.700 km. El Everest mide casi 9 km de alto, y la relación entre ambas medidas es de 1430 a 1. Si la Tierra fuera una pelota de fútbol, con 22 cm de diámetro, el Everest mediría 1/10 de mm, algo así como una textura superficial. En cambio los Alpes, cuyo pico más alto es el Monte Blanco con 4,7 km, con una relación de 2700 a 1, no serían en esta pelota mas que 1/25 de mm y no se sentiría su textura al tacto. 2) La atmósfera, sorprendentemente, no es la capa brumosa rodeando y protegiendo al planeta que yo imaginaba. El espesor de la atmósfera varía desde 17 km en el ecuador a 7 km en los polos. Digamos 12 km promedio. Una relación de 1 a 1000. En una pelota de 22 cm, la atmósfera mediría 0,2 mm. El espesor de dos hojas de papel (una resma de 500 hojas mide 5 cm). Menos, en realidad, ya que sólo la primera mitad es respirable. Por encima de los 6 km no hay suficiente oxígeno. Podemos quedar entonces en una sola hoja de 70 gr. 3) El hombre está en la Tierra hace 200.000 años y sus primeros artefactos reconocibles tienen sólo 20.000 años. En cambio, los primeros mamíferos aparecieron en la Tierra hace 200 millones de años. (Los reptiles hace 300; los insectos, 400; los animales simples, 600; y las células simples, hace 3.800; pero para qué ir tan lejos...) Si se quiere comparar la presencia del hombre en la Tierra con la de los mamíferos, esta imagen es bien gráfica: si la presencia de los mamíferos mide 100 m (una cuadra), la de los hombres mide 10 cm (media baldosa). Y los 5.000 años de historia registrada, 2,5 cm. Esto me hace revisar la medida de nuestra importancia en el orden de las cosas, y dudar un poco del aserto de que el hombre es el centro del universo. Si agrego a estas reflexiones la percepción de que esta bola de piedra recubierta por una película de aire insignificante no sólo está en un rinconcito de una galaxia lateral, recibiendo calor de una estrella de poca monta, sino que es arrastrada por el sol a gran velocidad y sin previa consulta hacia un lugar del que no sabemos absolutamente nada, y siendo las 0 horas, puedo irme a dormir en paz. -------Un par de días después, y frente a esta visión, aparentemente tan fría y agnóstica, me im- pongo la tarea de definir mi fe en 150 palabras: • Aceptar mis límites e incapacidad para percibir, imaginar, comprender, explicar, nombrar, definir o demostrar lo que hay fuera de mi mundo y/o percepción. • Aceptar la ansiedad y frustración de esta realidad, sin tratar de cobijarme en ninguna religión, culto o creencia generada por otros hombres tan limitados como yo que capitalizan la incapacidad del hombre para mirar de frente a su soledad existencial • Aceptar el tiempo y espacio que me toca con gratitud y usar los instrumentos que tengo, que no son pocos, para vivir de la manera más noble, creativa y comprometida que me resulte posible, ya que la acción es lo único que está en mis manos. Aprender, enseñar, compartir y jugar la mejor partida posible con las cartas que me han tocado. Si hay algo para descubrir en el más allá, ya me enteraré. Las consecuencias de vivir una vida grande no pueden ser más que buenas. J Poemas Dama Yo sé de abandonos y miserias, de sombras y voces perdidas, de muertes inútiles y nacimientos invisibles. Yo sé del viento arrasando con todo y nada. Del sol quemando miradas y opacando rostros. Sé de hambre y derroches de sabores. Yo sé de andar descalza y no dejar huellas. Del silencio gritándome al oído. De nichos vacíos y vidas desperdiciadas. De luces que encandilan y magia negra. Sé de laberintos y espejos quebrados. De acertijos, de cabezas nulas. Yo sé hablar en idioma de muertos y reír como los vivos. De dormir con ojos abiertos y hablar con los labios sellados. Yo sé de viajes infinitos y de rutas intransitables, de rosas sin espinas y de plantas caníbales. Sé de bocanadas de humo y de dientes amarillos. Sé de despedidas y de “Nunca Mas”. Yo sé de hierba verde y de colores deformando mi cabeza, sé de llantos desgarradores, de violencias sin fines de lucro, de perseverancia, de injusticia sobre lo justo, de miradas vacías y llenas de desoladas apariciones, de mentiras creíbles y verdades ocultas, de vidas pasadas que me recuerdan de donde vengo, yo sé de abandonos y miserias de mentes retorcidas, yo sé que he muerto en esta vida y espero, solo espero ser bienvenida. Perfumada dama de épico pudor de estirpe sórdida y oscura ¿Cómo es que aún sigue puro tu implacable corazón? Virginia Gastiazoro Fuiste lar de mi lugar con tu incesante cólera cohesiva oré y lloré por tu mística alegría mutando a un tedio adormecido. En un inmenso océano desértico mi anegado corazón se ha deshidratado, mi aliento también se ha escapado en busca de un lugar mejor. En vano intento he fracasado en reencontrarte y he encontrado tu inexorable convicción de que nada de esto ha sucedido. Obnubilado confín aguarda tu piedad, pues es ella la verdad que a tus ojos se asemeja, quebrando mi alma perpleja sin dejarla descansar. Francchio POEMAS • Mensapiens 30 I 17 Yo sé Interior ¿Te burlas de mi? sus risas me traspasan de parte a parte, con cada dentellada me quemo por dentro. ¡Querrían verme gritar! y descoserme y gemir darles su razón infame estúpidos hombres. Una palabra llega, se abre paso a través de mi dolor me inquiere, me cuestiona, sus razones no significan nada mi comprensión no encuentra sosiego. POEMAS • Mensapiens 30 I 18 ¿Es que estas tan cómodo, mundo? sin saber lo que te rodea sin saber lo que me pasa se niegan a ver a través de los reflejos de ese maldito sol. La obscuridad cae ante mi me rodea imponente me envuelve, parte de ella me asimila. Y adentro te encuentro a ti parte recóndita y marginada cimientos desconsolantes imposibles de mirar fijamente. Cuando estás cerca mio no puedo combatirte. Te regocijas y me asustas nunca podré reconocerte semilla marchita, inquietante porvenir posible desenlace inapropiado demasiado cruel para ser verdad demasiado real para ser mentira “Oda a la obscuridad, llanto sagrado” dulce castigo injusto dolor que energiza adictivo, confuso. Tú lo conoces me impulsas en su practica convives con él en la penumbra. Balanza rota y herrumbrada, ancla fúnebre castigo incierto, absurdo sin razón, pero fatal. No quiero dejarte ser fracción terrible de mi esencia, inútil es resistirme, inaceptable permitirte. Cada vez más familiar pretendes ganar la batalla. ¿Vendrá alguien a rescatarme de mi propio verdugo mordaz?, antes que me rinda, y sucumba hacia el hondo pozo inacabable de donde has salido tú. Meca Chapu Yace el guerrero tlaxcalteca* Resting, he sees the celestial dome passing Yace, viendo la cúpula celeste pasar in arcs cowering towards the dark horizon. en arcos, inclinándose hacia el horizonte oscuro. Minutes become hours; Minutos se vuelven horas; in repose without moving nary a finger. yace y no mueve ni un dedo. Eyes gouged and hardly breathing… Ojos vacíos y aliento cerrado... Invisible stars flash long Invisibles estrellas brillan but the Sacred Tree mas el Árbol Sagrado did not blind him. no le cegó. The ecliptic crosses Pleiades; La eclíptica cruza Pléyades; Priests shout “52 more years!” sacerdotes gritan “¡52 años más!” The wind peels back flaccid eye lids; El viento corre flácidos párpados; he “sees” the empty space where “ve” la cavidad donde once his heart was, estaba su corazón, ripped up like a root. arrancado como una raíz. Now in flames but it does not burn. Ahora en llamas mas no se quema. “I am a hero, taken “¡Soy héroe atrapado because of your error… por vuestro error… a slave with patriotic fervor; esclavo enamorado del pueblo I tried to liberate the people I adore. que he tratado de ver liberado! This—my last night of terror!” Esta— ¡mi última noche de terror!” Throat slit like a goat’s… Degollado como una cabra... Rolling down the grade… Rodando por la escalera… Lopped, his arms and legs… Cercenados brazos y piernas… Bouncing to and fro’… Rebotando a los tumbos... Dying announcing Life. Muriendo anunciando La Vida. Arriving at the last step… Llegando al último escalón… praying; offering his soul… Rezando; expirando… This is the end. Este es el fin. Thomas Hally Thomas Hally * Este poema representa una leyenda mesoamericana de heroísmo. La leyenda habla de un jefe indio tlaxcalteca, enemigo de la tribu azteca, que es sacrificado al Dios del Sol, Huitzilopochtli, siempre sediento de sangre. El sacrificio aquí representado corresponde a la última noche de un ciclo de vida de 52 años, ciclo recurrente para los aztecas —una noche en la que el Dios Sol puede sentirse particularmente tentado de destruir el mundo. POEMAS • Mensapiens 30 I 19 The Tlaxcaltec Warrior Lies in Repose* Así jugaba Fefuric… ENTRETENIMIENTOS • Mensapiens 30 I 20 por H. Ricardo Liso Sigo en este número rememorando las hazañas del Gran Maestro Ildef Fefuric, “El Grande”. Nos toca en esta oportunidad disfrutar juntos de una partida del Torneo de Maestros disputado en Rusia, donde el inigualable croata participó con el nombre de A. Aleksandrov. Sucedía que si otros Grandes Maestros veían su nombre inscripto comenzaban a surgir extrañas excusas y uno tras otro empezaban a justificar su no participación en la lucha. Cabe aclarar, sin embargo, que si bien Fefuric era ampliamente respetado por su nombre, nadie lo conocía en persona, pues siempre jugaba disfrazado. Para describirlo correctamente, deberíamos decir que era “una leyenda andante”. ¿Cuántos maestros lo habrán enfrentado sin saberlo?... Fueron muchos. Algunos de estos duelos aparecen en el Libro Épico de Fefuric, extrañísima y muy buscada obra, de la que alguna vez se encontró algún ejemplar en la ya desaparecida Biblioteca Mundial de Ajedrez, que funcionaba hacia fines del siglo pasado en el Local 6 de la Galería Corrientes Angosta de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Precisamente de esta cuasi incunable obra he extraído este final de partida, opus 88 del citado volumen. Su rival de turno era S. Zaitzew, quien conducía las piezas negras. Aleksandrov (Fefuric) a esta altura se había convertido en una verdadera revelación del torneo debido a que marchaba puntero e invicto. Al arribarse a la posición que ilustra el diagrama, los espectadores rodearon la mesa y parecía que el croata estaba al borde de la derrota pues aparentemente el jaque mate era inevitable. Sin embargo Ildef no perdió en absoluto su compostura. Manteniendo la calma, mientras pensaba y se acomodaba la barba postiza, jugó majestuosamente: 1. ¡NO! Mejor voy a dar a nuestros lectores la posibilidad, muy remota por cierto, de descubrir cómo se desembarazó Fefuric de esta terrible posición. 7888888889 4 0k0r0 &6 4$p# 0 $q6 4b0 0 0 06 40 0 0p0 6 4 0 0 +n06 40 ) ‘ * 6 4 * 0 *B06 40 ,R0 ( 6 1222222223 Querido lector: tómese 15 minutos y analice detenidamente. Le recomiendo no manosear mucho las piezas y tratar de dilucidar la continuación completa, anotando en un papel la mayor cantidad de posibles variantes. Lo espero. ¿Listo? Muy bien, aquí va: 1.Qxc7+! kxc7 (obviamente única jugada posible) 2. Nb5+ kb8 (única otra vez) 3. Rd8+!! (la jugada clave de la combinación fefústica) rxd8 (el negro no hace otra cosa que jugar jugadas únicas) 4. Bf4+ y recién ahora se descubre el propósito de la jugada anterior. 4. …. ka8 (esta vez no es única jugada, se puede cubrir el jaque con el caballo y la torre… pero da lo mismo y no se pierde nada… ¿o sí?) 5. Nc7+ kb8 (y empiezan de nuevo las jugadas únicas) 6. Nxa6+ ka8 7. Nc7+ kb8 (¿estas dos no son iguales a la jugada 5?) 8. Nd5+ ka8 9. Nb6+ y las negras abando- naron pues a 9. …. Pxb6 sigue 10. Ra1++ Amigo lector, espero que haya dado con la solución correcta y, si así fue, lo felicito. A quienes la “pifiaron”, ya tendrán otra oportunidad en la próxima aventura de nuestro ídolo. Para terminar, una buena noticia. He recibido muchas consultas sobre cómo contactar al Gran Maestro, ya sea para hacerle preguntas o conocer más sobre su Teoría Fefústica y así poder progresar en este tan apasionante juego-ciencia. Estoy en condiciones, en carácter de exclusividad y primicia mundial, de informarles que “El Grande” tiene una cuenta especial de correo electrónico. Pueden escribirle a: fefuric@chess.com y si vuestro e-mail vale la pena, será respondido; incluso algunos podrán aparecer en estas humildes páginas. Sólo me resta decir: ¡¡ASÍ JUGABA FEFURIC!!