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Otra economía es POSIBLE Alejado de los grandes foros internacionales, el Comercio Justo brinda al consumidor una forma muy sencilla de cambiar el actual modelo económico FRAN OTERO C ada vez, y esto a pesar de la crisis económica, son más los ciudadanos que quieren saber en qué condiciones se ha producido aquello que van a consumir, si el proceso 8 ha sido respetuoso con el medio ambiente y, sobre todo, si se paga un precio digno a los productores y no existe ningún tipo de explotación laboral. No todo es coste económico, tam- bién hay un coste social que debe ser tenido en cuenta. Así lo hace el Comercio Justo, que lleva establecido en España unos 25 años (ya más de 40 en todo el mundo). Tiempo en el que se ha creado una Coordinadora Estatal que agrupa a las asociaciones y ONG involucradas en esta tarea, en la que se ha pasado de vender en mercadillos a hacerlo en tiendas pequeñas y especializadas, y ya, en los últimos tiempos, a introducirse en los supermercados y grandes almacenes. A menudo, se cree –y es uno de los mayores retos en el campo de la sensibilización– que el Comercio Justo es una forma de ser solidario o ejercer la caridad con los que más lo necesitan en determinadas épocas del año, como la Navidad, y aunque la afirmación tiene su razón de ser, se trata de algo más amplio: la dignidad de la persona humana y el respeto por el entorno. De hecho, la Organización Mundial del Comercio Justo estable diez criterios que las organizaciones que trabajan en este sector deben cumplir (ver cuadro pág. 10). La primera pasa por que el comercio sea, en primer lugar, una vía ▶▶ 9 ▶▶ para abandonar la pobreza y, luego, una actividad que permita la autosuficiencia. Por eso, es vital apoyar a pequeños productores marginados. Tan importante es la transparencia y la responsabilidad como el bienestar social, económico y ambiental de los productores. Los comercializadores de productos no pueden “maximizar sus ganancias a expensas de ellos”. En este sentido, es práctica habitual que los compradores-importadores de Comercio Justo adelanten parte del pago para que se pueda afrontar el proceso de producción con garantías. La confianza, la solidaridad y el respeto mutuo son ingredientes imprescindibles. Un pago justo Pagar el precio justo es otro de las características de este tipo de comercio, un precio que se acuerda a través de diálogo y participación, que se complemente con la competitividad en el mercado. “Pago justo significa la provisión de una remuneración socialmente aceptable (en el contexto local) considerado por los propios productores como justo, y que tenga en cuenta el principio de igual pago entre hombres y mujeres”, tal y como se puede leer en la página web de la Coordinadora Estatal. Es vital la ausencia de trabajo infantil y trabajo forzoso, así como el compromiso con la no discriminación, la equidad de género y la libertad de asociación. Es algo que las organizaciones deben asegurar. Finalmente, hay que garantizar las buenas condiciones de trabajo, de modo que sea seguro y saludable; que se promueva el desarrollo de las capacidades de los productores; que cree conciencia sobre el Comercio Justo y, finalmente, respete el medio ambiente. Estos son los requisitos básicos que debe 10 cumplir una organización que quiera luchar por un comercio justo, solidario y sostenible. Pero detrás de este decálogo y de todo el proceso hay personas que, en el marco de una asociación o ONG, trabajan por que el Comercio Justo deje de ser de la que lanzan campañas de sensibilización, realizan estudios y se convierten en interlocutores de las administraciones públicas. Precisamente, Vida Nueva se ha acercado a varias asociaciones de raíces católicas para que expresen sus percepciones, sensaciones, análisis y El decálogo reivindicaciones. del comercio justo Kidenda, promovida por Cáritas diocesana y la delegación 1. Creación de oportunidades de Misiones de Bizkaia junto con la ONGD Alboan, es una de para productores con ellas. Sus objetivos se centran desventajas económicas. en dar a conocer el Comercio 2. Transparencia Justo, favorecer los valores del y responsabilidad. consumo responsable y pro3. Prácticas comerciales justas. mover una solidaridad activa y 4. Pago de un precio justo. real. Cuenta con una tienda. De 5. Asegurar ausencia de trabajo Kidenda es Estíbaliz Izaguirre, infantil y trabajo forzoso. quien recalca la importancia 6. Compromiso con la no del voluntariado en esta tarea discriminación, equidad y reivindica la necesidad de que de género y libertad todo Comercio sea Justo. “Todo de asociación. el comercio debería ser justo. 7. Asegurar buenas Sin embargo, sabemos que el condiciones de trabajo. sistema neoliberal imperante 8. Facilitar el desarrollo está organizado para que unos de capacidades. 9. Promoción del Comercio Justo. pocos disfruten de las riquezas al mismo tiempo que otros se 10. Respeto por el empobrecen, y eso afecta, somedio ambiente. bre todo, a las relaciones comerciales entre los diferentes países”, añade. Como todavía no se ha conseguido, defiende iniciativas que promuevan unas relaciones comerciales más justas. “El Comercio Justo es un ejercicio práctico de solidaridad con el sur”, concluye. Desde la Fundación Proclade, de los Misioneros Claretianos, una excepción y se convierta en regla general. Algunas de estas organizaciones tienen su razón de ser en el marco de una realidad religiosa, ya sea Cáritas o congregaciones religiosas, perfectamente agrupadas en la Coordinadora Estatal, a través ENTREVISTA Loribusam que también se trabaja en la sensibilización; de hecho, ven el Comercio Justo como una herramienta. “En un mundo tan interconectado, hasta los actos más pequeños de la vida cotidiana repercuten en la vida de millones de personas en todo el mundo. Y en esos gestos de consumo sencillos y necesarios, los valores, la ética, la fe, deben ser decisivos. No es una cuestión de dinero, sino que abarca muchos otros problemas de nuestro mundo: trabajo infantil, sobrexplotación de recursos naturales… En los colegios claretianos (y no claretianos), ciudades, parroquias, queremos una economía para que tengan vida las personas, y no lo contrario”, explica Laura López, responsable de comunicación y sensibilización. El coste social También para ella todo comercio debería ser justo. Según dice, el problema es que se ha permitido que, poco a poco, el centro de la economía sea el dinero. “Una ganga es cuando obtenemos más producto por menos dinero. El precio de las cosas solo nos habla de beneficio económico. Pero, ¿y el coste social? Si junto al precio de un paquete de café pusiera ‘14 horas de trabajo al día los 7 días de la semana y 0,10 euros para el productor’…”, explica. Insiste en que para tomarse un buen café “no hace falta que termine molido nadie”. “Ojalá algún día no hablemos de Comercio Justo porque todo sea justo. De momento, ya tenemos la opción de elegir entre uno y otro, y además seguro que lo tenemos cerquita de casa. Cuantos más seamos, antes podremos dejar de hablar de ello”, propone. En la Asociación Proyde (Promoción y desarrollo), vinculada a la Institución Hermanos de las Escuelas Cristianas -La MARTA GUIJARRO RUIZ Portavoz de la Coordinadora ni consequiatae Estatal de Comercio Justo “El modelo actual no funciona” ¿Por qué es importante hoy que exista el Comercio Justo, que se promueva? La finalidad es la lucha contra la pobreza de las comunidades más desfavorecidas. Constituye una herramienta muy potente de cooperación al desarrollo, ya que asegura una serie de derechos: ingresos estables y que permiten llevar una vida digna, igualdad entre hombres y mujeres, promoción de las mujeres en los cargos de decisión, no explotación laboral infantil y cuidado del medio ambiente. ¿No debería ser todo el comercio siempre justo? Desde luego. Sería lo deseable, ya que nos beneficiaría a todos en todos los aspectos. La filosofía del Comercio Justo sería deseable que estuviera presente per se en todo tipo de relaciones comerciales a pequeña y a gran escala. ¿Qué marca la diferencia entre un producto de Comercio Justo y otro que no lo es? Por un lado, están las condiciones laborales de las personas que los han elaborado. Si se garantiza que por su trabajo han recibido una cantidad de dinero que les permita cubrir sus costes de producción y unos salarios que garanticen una vida digna, estaremos ante un producto justo. También es importante que este trabajo no haya sido perjudicial para la salud de los trabajadores, es decir, que se trabaje en lugares apropiados y con unas condiciones de salubridad dignas. Y por supuesto, que no haya existido explotación infantil. Otra de las condiciones esenciales sería la protección del medio ambiente, ya que es clave que la producción de determinados artículos no “hipoteque” el entorno en el que viven las comunidades. Y por último, otra diferencia sería el aspecto de género: estaremos ante un producto justo si en su proceso de elaboración tantos las mujeres como los hombres han recibido un trato igualitario. ¿Es posible que las relaciones económicas pongan en el centro a la persona? Sí, sí que es posible, y deseable, por supuesto. En los 50-60 años que lleva, el Comercio Justo ha demostrado que es un modelo que funciona y que favorece el desarrollo de los pueblos. Asimismo, otras experiencias de economía social, tanto en nuestro país como en otros, muestran otras maneras de hacer economía mucho más respetuosas y “sanas”. Creo que somos muchos los que queremos otra economía y sabemos que no es una utopía conseguirlo. Lo importante es demostrarlo en nuestro día a día, a través de un cambio en nuestras formas de consumo. ¿Es la crisis una oportunidad para cambiar? Pues efectivamente, la crisis actual debería de hacernos reflexionar, a nosotros y a nuestros gobernantes, sobre este modelo consumista, que no es una solución adecuada. Ha demostrado que no funciona porque deja “fuera” a muchos pueblos, a muchas personas. Un modelo solo centrado en lo económico no asegura los derechos fundamentales ni garantiza un desarrollo adecuado. Sin embargo, parece que las reflexiones de quienes deben tomar decisiones no van por ahí. Las últimas cumbres internacionales, tanto económicas como políticas o medioambientales, parece que insisten en no cambiar el modelo. Ante ello, las personas que creemos en otro modelo debemos seguir proponiendo otras vías y manifestando nuestra opinión. ¿Por qué hay que comprar Comercio Justo? Nosotros solemos decir que con cada compra elegimos el mundo que queremos. Pensamos que el Comercio Justo constituye otro modelo de comercio que sienta las bases de otro modelo de mundo. El modelo actual se rige únicamente por criterios económicos. Sin embargo, el Comercio Justo plantea que, además de los aspectos económicos, hay que tener en cuenta, en igualdad de condiciones, los criterios sociales y medioambientales. Por eso, creemos que es fundamental promover este otro tipo de Comercio (y de modelo global), mucho más humano y positivo para todos y todas. Con el Comercio Justo se benefician tanto las personas que elaboran los productos como quienes los consumen. dado que son productos de gran calidad (ecológicos, elaborados de manera casi artesanal). En este sentido, el Comercio Justo constituye una manera de acercar a los productores y a los consumidores, es una manera de pensar en quién está al otro lado de la cadena comercial, y no únicamente en nuestra propia satisfacción. 11 ▶▶ Salle, dan mucha importancia al trabajo con los alumnos y familias de sus centros. Charlotte Marion, su responsable de Comercio Justo, explica a Vida Nueva que su labor fundamental es el fomento de este tipo de relaciones comerciales en toda su red, porque “mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo”. Proyde cuenta con unos 20 puntos de venta fijos por el territorio español. Los frutos se empiezan a notar, pues son muchas las personas que, aunque han dejado los centros de La Salle hace mucho tiempo, siguen comprando productos de Comercio Justo. Sensibilización Y aunque sigan haciendo falta campañas, sí es cierto que en España la población está mucho más sensibilizada en estas cuestiones. “Sí, mucho más”, responde Laura López, que reconoce que poco a poco se van cambiando esquemas. “Es muy bonito ver cómo cada vez llegan más propuestas, sobre todo de centros educativos, para realizar jornadas, poner un punto de venta fijo o cambiar el café de la sala de profesores. Aunque, sin duda, el mayor reto fueron las parroquias. Lo que más costó fue dejar de pensar que estaban haciendo un donativo o que aquello era una especie de rastrillo de Navidad. Ahora, son protagonistas y promotores de estos espacios de economía solidaria en sus barrios”, agrega. Por su parte, Izaguirre reconoce que es mucho más conocido y asumido en el resto de Europa que en España, aunque percibe más iniciativas y una mayor voluntad de trabajar en la sensibilización y en la promoción de un consumo responsable. Desde Kidenda trabajan, sobre todo, con población joven de centros educativos, grupos parroquiales, catequesis, uni12 versidad… “Pensamos que es necesario promover, no solo la sensibilización con el comercio justo, sino cuestionamientos al actual estilo de vida, de manera que se vaya caminando hacia un consumo responsable y se produzcan compromisos de cambio”, expone. En cualquier caso, y aunque se están dando pasos, apunta que es “una tarea que no se termina nunca, porque hay muchas cosas que tienen que ir cambiando y este es un pequeño granito de arena en ese cambio”. Una tarea que continúa a pesar de la crisis. “La crisis afecta a todo el comercio. Pero los consumidores de Comercio Justo son muy fieles. Probablemente, con la crisis, en lugar de comprar tres o cuatro artículos tan solo compran uno, pero el cliente sigue acudiendo a hacer compras en nuestros puntos de venta”, apunta la representante de Kidenda. Desde Proclade, la situación se percibe de forma parecida. Si bien es cierto que los españoles atraviesan momentos difíciles en los que se ha hecho inevitable reducir el consumo y priorizar necesidades, también lo es que hay más personas que se acercan al Comercio Justo y practican el consumo responsable. “Algunas de nuestras delegaciones y puntos de venta están en barrios muy humildes y se nota que, pese a la dureza del momento, la sensibilidad y la solidaridad es muy grande”. En Proyde, apunta Charlotte Marion, las ventas siguen aumentando. ¿Quiénes son los productores y quienes los importadores? Los productores del Comercio Justo son campesinos, artesanos... de zonas desfavorecidas, especialmente de Asia, América Latina o África, que se organizan en cooperativas, asociaciones o empresas de carácter social para elaborar productos que les permitan vivir de un modo digno. Según se desprende del Informe Anual sobre Comercio Justo, correspondiente al 2010 y realizado por la Coordinadora Estatal, los artículos que se distribuyen proceden de 125 grupos productores de más de 40 países de América Latina (16), África (10), Asia (11), Europa (3), Oriente Medio (3). El sector de mayor volumen es el de la alimentación, tanto en ventas como en producción. Hasta 35 países envían productos de alimentación. Especial fuerza tiene en este sector América Latina. Una vez elaborado el producto, ¿qué sucede? Las importadoras acuerdan con los productores el precio, según los criterios del Comercio Justo. Además, se encargan de transportar los productos a España, envasarlos y ponerlos a disposición de las tiendas, y, en algunos casos, elaborar alimentos con ingredientes de Comercio Justo. Muy importante es la labor previa que realizan: la prefinanciación de la producción y el asesoramiento a los productores. El paso siguiente se da en el punto de venta. Hoy se puede elegir. Están los centros convencionales, la compra online y las tiendas especializadas, en las que, además, se puede recabar más información sobre el consumo responsable y solidario. Carlos Ballesteros Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales y profesor de Comportamiento del Consumidor en la Universidad Pontificia Comillas Y aunque la tendencia es positiva, es necesario que mucha más gente se sume y apueste por el consumo responsable. Y para ello, al margen de todo lo expuesto anteriormente, ¿qué razones deben motivar este comportamiento? A esta pregunta nos responden los tres representantes. Laura López tiene claró por qué hay que decantarse por el Comercio Justo: “Porque si creemos que hay otro mundo posible en el que el bienestar y los derechos de todas las personas sean lo más importante, tenemos que empezar a hacerlo real. Porque es el único con una alta calidad en la materia prima y con alta calidad social. Porque rescata el valor social de las cosas. Hay vidas detrás de lo que compramos y consumimos, y nuestros valores deben influir en las decisiones económicas”. Injusticias de la compra Estíbaliz Izaguirre dice que un artículo de comercio justo ofrece la garantía de que hay “una organización productora con una estructura democrática donde las personas trabajan en condiciones dignas y recibiendo un precio justo por su trabajo y producción”. “Además, los beneficios que recibe la organización por el trabajo se destinan a mejoras sociales, la producción es ecológica, se cuida el medio ambiente y no existe explotación laboral de la mujer ni de los niños. Tal vez si nos preguntáramos esto de cada cosa que compramos, nos daríamos cuenta de cuántas injusticias estamos apoyando con esa acción tan normal y tan cotidiana nuestra como es el ir a la compra”, recoge. Concluye en la misma línea Charlotte Marion, que considera que el Comercio Justo te permite estar seguro de que estás contribuyendo al buen desarrollo de los pueblos. Soberanía Consumidora. Más allá del consumo responsable E n economía, el consumidor siempre es tratado con respeto y cariño pues no en vano es la razón de ser del mercado, la causa por la que se produce y el objeto de deseo de marcas que compiten por su voluntad, su fidelidad y su bolsillo. Cuando se busca en diccionarios económicos la definición de soberanía del consumidor, suelen aparecer términos como “característica de un sistema de libre mercado donde los consumidores orientan la producción”; “idea según la cual los consumidores deciden en última instancia lo que se deberá producir (o no) mediante el acto mismo de escoger lo que habrá de comprarse (y lo que no)”. En definitiva, se está hablando de un empoderamiento del consumidor convertido en indiscutible gestor del mercado. Sin embargo, esta omnipotente característica de un soberano que con sus preferencias guía la economía no es del todo cierta ni defendible. En un mundo competitivo y basado en el consumo desaforado, el truco es hacer creer al consumidor que es libre de elegir lo que quiera, siempre que quiera lo que se le ofrece. Al igual que los monarcas absolutos en el Despotismo Ilustrado del siglo XVIII, que usaban su autoridad para introducir reformas en la estructura política y social de sus países, parecemos estar asistiendo actualmente a un Consumismo Ilustrado: “Todo para el consumidor pero sin el consumidor”. Además, ese consumidor supuestamente sujeto de derechos y deberes, no puede (o no quiere) ejercerlos. En términos legales la cobertura es perfecta: cual- quier ciudadano tiene derecho a comprar solo lo que quiera comprar. En la práctica no es así: son derechos mayoritariamente desconocidos, lejanos y redactados pensando en el consumidor individual. Proteger su seguridad, su salud y sus intereses; promover la información y la educación para elegir con libertad (pero sin olvidarse de elegir), etc. En cuanto a deberes, la cosa es más sencilla: el único deber del consumidor parece ser pagar. No suele hacerse referencia al deber de informarse sobre las condiciones sociales y medioambientales en las que se ha producido lo que se está comprando. Precisamente, a esta primacía del consumidor individual dueño y señor del mercado se contrapone un nuevo concepto: la Soberanía Consumidora. Si Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos a controlar sus políticas agrícolas; a decidir qué cultivar; a producir localmente respetando el territorio; a tener en sus manos el control de los recursos naturales (agua, semillas, tierra...), la Soberanía Consumidora debería entenderse como el derecho de las personas a decidir colectiva y responsablemente qué, por qué y para qué quieren consumir. El mecanismo de mercado debería así funcionar como una forma de participación política en la que los consumidores pasemos de la racionalidad y el utilitarismo como criterios de comportamiento fundamentales a criterios de transformación global que pongan a las personas, al planeta y a sus relaciones de consumo en el centro de la decisión. 13