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Medicamentos agonistas para el tratamiento de la dependencia a cocaína ■ Los trastornos por abuso de sustancias (TAS) se definen en general como una conducta maladaptativa dirigida al consumo de sustancias adictivas en conjunto con un comportamiento distanciado de la búsqueda de opciones alternas de control y abstinencia. De acuerdo con esta perspectiva, la eficacia de los tratamientos se podría definir entonces tanto como la obtención de una reducción del consumo como por la redirección de la conducta hacia actividades alternas saludables. La farmacoterapia puede promover la reubicación de estas conductas por medio de múltiples mecanismos. Tal vez el más simple y más intuitivo sea el enfoque del efecto de antagonismo para prevenir que la sustancia genere su acción. Esto se podría lograr por medio de mecanismos inmunes con vacunas productoras de anticuerpos que atrapen la sustancia cuando aún se encuentra en la periferia (antagonismo inmunogénico) o bien por fármacos que eviten que el compuesto se una a su receptor funcional (antagonismo farmacológico). La naltrexona, un antagonista del receptor opiode μ que se usa para tratar la dependencia a opioides, es un ejemplo de antagonismo farmacológico que, utilizado de manera adecuada, es una alternativa eficaz y segura, si bien la adherencia terapéutica es una de sus limitaciones. Sin embargo, por lo que respecta a la dependencia a la cocaína, aún no se han desarrollado alternativas farmacológicas viables. La cocaína es un inhibidor del transportador de la dopamina, norepinefrina y serotonina. Sus efectos sobre la dopa- mina son los que tienen mayor implicación en el fenómeno de riesgo de abuso. Por esta razón, todos los fármacos que actúan inhibiendo la recaptura de este neurotransmisor, los que favorecen su liberación y los que generan un efecto agonista sobre sus receptores se han evaluado como posibles candidatos para tratar la dependencia a la cocaína. De ellos, los más promisorios han sido los liberadores de dopamina en general, y las anfetaminas, en particular. Los estudios preclínicos han encontrado que en los monos Rhesus, el tratamiento a largo plazo con anfetaminas reduce la conducta de autoadministración de la sustancia. Los resultados de estos experimentos se pueden observar en la gráfica 1. En el cuadro a de la gráfica se observa cómo la administración de anfetamina reduce la elección de cocaína cuando al sujeto de estudio se le da a escoger entre cocaína y comida. A su vez, en el cuadro b se observa el mismo fenómeno con el uso de fendimetrazina, que es otro estimulante. Estos estudios iniciales fueron replicados posteriormente por otros grupos de investigación en otros primates no humanos. Asimismo, los estudios clínicos han mostrado que el uso de anfetaminas reduce la apetencia por la cocaína en usuarios de la misma. Las publicaciones más recientes de metaanálisis han demostrado que los agonistas son en general superiores en eficacia si se les compara con otras alternativas farmacológicas para estos tratamientos. Con la finalidad de mejorar la eficacia y la seguridad de este modelo terapéutico, varios investigadores compararon en trabajos recientes los efectos de la anfetamina con los efectos de otros liberadores de monoaminas o con otra clase de medicamentos candidatos. Los resultados de estos trabajos sugieren tres conclusiones generales: 1. La selectividad farmacológica de liberar dopamina > serotonina parece ser el principal determinante del efecto Basal + 0.032 mg/kg/h Fendimetrazina + 0.1 mg/kg/h Fendimetrazina % que elige cocaína Basal + 0.032 mg/kg/h Anfetamina + 0.1 mg/kg/h Anfetamina a b 100 100 75 75 50 50 25 25 0 0 0 .0032 .01 .032 .1 0 .0032 .01 .032 .1 Dosis de cocaína (mg/kg/inj) Gráfica 1 Vol. 26, Número 7, Julio 2015 59 reductor del consumo de cocaína con un nivel mínimo de efectos colaterales. 2. Los profármacos de la anfetamina y la penmetrazina también ayudan a reducir la apetencia por el consumo. 3. Tanto los estudios preclínicos como los conducidos en humanos demuestran que las anfetaminas y otros liberadores de monoaminas parecen ser más seguros y más eficaces que otros medicamentos agonistas candidatos, incluyendo los inhibidores de la recaptura de monoaminas y los agonistas de los receptores dopaminérgicos. En general, los resultados de los trabajos de investigación con estas sustancias parecen promisorios para encontrar alternativas de tratamiento a esta sustancia. No obstante, aún se requiere avanzar más en el conocimiento de su eficacia real para considerarlas como alternativas adecuadas en el tratamiento de los usuarios. Por ejemplo, los trabajos demuestran que, mientras se administren las anfetaminas, se reduce de manera drástica el interés de los usuarios por consumir cocaína. Sin embargo, en muchos usuarios persiste cierto nivel de consumo, por lo que la aceptación clínica de esta modalidad de tratamiento dependerá no sólo en la eficacia para reducir el consumo, sino también del incremento de días libres de consumo, que es una medida que no se ha evaluado como se merece en estos protocolos. Otro aspecto por el que se preocupan los especialistas en este tema es el riesgo que representa el uso de anfetaminas para producir abuso y/o dependencia, así como por los posibles riesgos cardiovasculares implicados en su consumo, si bien los escasos datos que se han publicado demuestran un riesgo moderado de dependencia y de afectación cardiovascular durante su administración. No obstante, sigue siendo de gran importancia ponderar los beneficios terapéuticos contra los factores de riesgo. De hecho, estos tratamientos no han recibido aún autorización por parte de las instancias reguladoras en muchos países. Si bien la investigación con que se cuenta en la actualidad proporciona evidencia sustancial de la efectividad del tratamiento con anfetaminas para reducir el consumo de cocaína, aún persisten muchas interrogantes que los investigadores deben esclarecer para contribuir al desarrollo de nuevas y mejores alternativas para este problema de salud individual y pública. En este sentido, en primer término se tiene poca información sobre el grado en que los tratamientos con anfetaminas o sustancias similares que reducen el consumo de cocaína pueden reducir también el consumo de otros estimulantes de abuso. Por ejemplo, un reciente trabajo de investigación no demostró que el tratamiento con anfetaminas fuera eficaz para atender la dependencia a las metanfetaminas. Estos datos han llevado a los investigadores a considerar que posiblemente los liberadores de la dopamina, como las anfetaminas, pueden resultar más efectivos para tratar la dependencia a algunas sustancias inhibidoras de la recaptu- 60 ra de la dopamina (como es el caso de la cocaína), pero no para otros agentes liberadores de dopamina. Una segunda interrogante que requiere mayor investigación es dilucidar el mecanismo subyacente al efecto reductor de consumo que generan las anfetaminas. Una de las primeras hipótesis en esta área fue que las anfetaminas podrían producir un fenómeno de tolerancia farmacodinámica a sus propios efectos y que por medio de una tolerancia cruzada podrían generar el efecto benéfico sobre el consumo de cocaína (al regular a la baja el transportador). Sin embargo, estudios posteriores no corroboraron esta hipótesis, y alternativamente sugirieron que lo que hacen las anfetaminas es incrementar el tono basal de la señalización dopaminérgica y, por consiguiente, reducen los cambios de señalización producidos por la cocaína. Por otra parte, varias investigaciones sugieren que, dentro de los efectos generales de las anfetaminas, algunos de ellos (incluyendo los relacionados con los efectos de abuso) están mediados en parte por un aumento en la liberación de opioides endógenos y por la activación de sus receptores. De hecho, se ha demostrado in vitro que los antagonistas opioides, como la naloxona y la naltrexona, generan un efecto de aplanamiento de la liberación de dopamina estimulada por anfetaminas. Asimismo, se ha demostrado que la naltrexona reduce los efectos subjetivos de las anfetaminas tanto en controles como en usuarios, si bien es claro que los antagonistas opioides no bloquean todos los efectos de las anfetaminas y se desconoce si en realidad los mecanismos opioides participan en los efectos anticocaína de las anfetaminas. Estas interrogantes abren un enorme campo de interés científico para dilucidar de manera disociativa los efectos anfetamínicos y opioides. Es claro que tanto los sujetos dependientes como la salud pública en general se beneficiarían si se encontraran mejores tratamientos para la dependencia a la cocaína. Los medicamentos agonistas (como las anfetaminas) son fuertes candidatos para cubrir esas necesidades y, de hecho, algunos están aprobados para tratar otros problemas clínicos, como el trastorno por déficit de atención, la obesidad y la narcolepsia. Para seguir avanzando en la evidencia de estos compuestos para tratar las dependencias, se requieren más estudios que incluyan poblaciones más amplias y que se lleven a cabo con metodologías adecuadas que permitan comprobar de manera fehaciente su utilidad. Es posible que en el curso de los próximos años empiecen a surgir dichos estudios. Referencia NEGUS SS, HENNINGFIELD J: Agonist medications for the treatment of cocaine use disorder. Neuropsychopharmacol, 40:1813-1825, 2015. Vol. 26, Número 7, Julio 2015