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“El ISA y los dilemas éticos de investigación y enseñanza: comparaciones entre Brasil y México” Juan Pablo Durand Villalobos duralobos@hotmail.com Del 17 al 19 septiembre del presente año, tuvo lugar el Seminario Internacional “Perspectivas en los estudios sobre trayectorias, producciones y quehaceres internacionales”. El evento, convocado por el Dr. Eduardo Remedi del Departamento de Investigaciones Educativas del CINVESTAV, reunió especialistas procedentes de México, Francia, Argentina, Venezuela y Brasil. Discutieron formas de producción de conocimiento que caracterizan a las comunidades académicas, los mecanismos que emplean para legitimar sus actuaciones en los circuitos científicos, académicos y políticos así como las dinámicas que caracterizan sus procesos de transmisión del quehacer científico. Este escrito presenta la reseña del trabajo de Priscila Faulhaber Barbosa1 sobre las trayectorias de antropólogos estadounidenses, brasileños y mexicanos. Este reconstruye históricamente el proceso de instalación del Instituto de Antropología Social (ISA) dependiente del Instituto Smithsoniano a cargo de los antropólogos Julian Steward y George Foster en Brasil y México durante el periodo 1942-1952. La autora identificó los intereses de los antropólogos norteamericanos y sus incidencias en el campo de la antropología en su paso por los establecimientos de ambos países. Se interesó en las dinámicas institucionales para comprender 1 Priscila Faulhaber Barbosa es investigadora titular de la Coordinación de Historia de la Ciencia del Museo de Astronomía y Ciencias afines. Es profesora de posgrado en museología en la Universidad Federal do Estado do Rio de Janeiro y profesora del posgrado en Antropología en la Universidad Federal del Amazonas Es investigadora asociada del Museo Goeldi, donde trabajó de 1985 a 2009. Es licenciada en Sociología y Política por la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (1978), maestra en Antropología Social por la Universidad de Brasilia (1983) y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Estadual de Campinas (1992). Es becaria 1D en el Sistema de Productividad de Investigación del CNPq desde 1993. Trabaja en el ámbito de la Antropología Política, Antropología Histórica y de la Historia de la Ciencia en Brasil. Además de 2 libros de su autoría y de la organización de seis publicaciones y un buen número de artículos indexados en Brasil, ha publicado artículos traducidos al inglés, francés, español, alemán e italiano. 1 la génesis de esta ciencia social. Indaga cómo el hacer ciencia en estos tres países está determinado por las referencias, las ideologías y las recomendaciones de los organismos financiadores. Para reconstituir la configuración de las comunidades de antropólogos en tres países diferentes, consultó archivos y fuentes especializadas resguardados por el Instituto Smithsoniano de Washington, D.C. Siguiendo un esquema etnográfico, analizó reportes, correspondencias y entrevistas correspondientes al efímero lapso de existencia del ISA, para comprender las respuestas de brasileños y mexicanos ante su implantación. La autora reconstruyó las vicisitudes para establecer el Instituto en espacios cuyas tradiciones y creencias eran contrarias a las que planteaba el grupo de Washington. Explicó las dificultades para embonar las posiciones cosmopolitas de Julian Steward y George Foster con las prácticas nacionalistas o localistas de los investigadores nativos que, en muchos casos, figuraron como subalternos en las relaciones de cooperación científica, y, en otros, como colegas. Demostró que la constitución de prácticas culturales en el ISA estuvo fuertemente condicionada por intereses no siempre académicos, por disputas por el poder y por múltiples campos de fuerzas que incidieron en su instalación y operación en América Latina. En forma precisa, trazó el recorrido y las gestiones de Julian Steward, quien fuera el impulsor y director del Instituto entre 1943 y 1946. Documentó las acciones, relaciones e interacciones de Stewart con diferentes actores nativos y coterráneos que contribuyeron a fortalecer la colaboración entre Estados Unidos, Brasil y México. Reveló que el interés del Instituto no necesariamente se limitó a lo científico, dada la necesidad por parte de Estados Unidos de obtener información precisa sobre los países latinoamericanos: en consecuencia, el ISA resultó estratégico en un contexto de guerra, y recibió, por ende, recursos de diversos organismos gubernamentales y filantrópicos. En su vertiente académica, su propósito consistió en enseñar técnicas de investigación en aulas, laboratorios y campo así como en propiciar publicaciones. Conformó equipos integrados por antropólogos, geógrafos, lingüistas y sociólogos. La fundación del Instituto en México y Brasil dependió 2 en buena medida estadounidenses y de las colaboraciones establecimientos previas entre latinoamericanos: de académicos hecho, una proporción importante de los investigadores estadounidenses que participaron en el Instituto habían consolidado relaciones con colegas del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México o con el Museo Nacional de Brasil y la Escuela de Sociología. P. Faulhaber rastreó asimismo la afluencia y la influencia de antropólogos extranjeros en la formación de investigadores mexicanos y el financiamiento aportado por organismos filantrópicos para la fundación del Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Escuela de Antropología; destacó, en especial, las contribuciones de Robert Redfiel y Sol Tax. Asimismo, evocó cómo los estadounidenses buscaron neutralizar la influencia europea y resaltar una concepción de la nacionalidad anclada en el indigenismo. Dio cuenta del papel del Instituto de Asuntos Americanos de la Rockefeller en cuestiones de desarrollo y salud pública. Finalmente, analizó la fundación del Comité de Estudios Latinoamericanos en 1942, a cargo de Robert Redfiel, para estimular la actividad académica en América Latina, y muestra la preocupación de Estados Unidos por identificar servicios generales que pudieran viabilizar las actividades bélicas. En consecuencia, durante su fase de arranque a partir de 1943, el ISA, a cargo de Steward, propició acuerdos de colaboración con ciertas instituciones de América Latina con las finalidades de entrenar a personal en técnicas de indagación antropológica y de generar información sobre las formas de vida, sistemas agrícolas, economía, industria, hábitos alimentarios, salud, organización social, religión entro otros aspectos, indispensables para cualquier acción o programa de gobierno que atendiera esos ámbitos. En relación a México, la autora se centró en los convenios entre el Instituto, la Escuela Nacional de Antropología y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. P. Faulhaber subrayó que las fuentes de financiamiento incidieron en los procesos de interacción e investigación en el campo antropológico. Advirtió 3 diferencias en las formas y perspectivas de trabajo de los antropólogos estadounidenses y latino-americanos: conductismo científico vs investigación social. En México, identificó tres vertientes de la antropología aplicada, inspiradas en tres antropólogos estadounidenses: Robert Redfield (estudio de comunidades), Sol Tax (antropología de la acción) y Julian Steward (estudio de desarrollo). Recuperó finalmente el debate y las polémicas sobre la antropología aplicada, revisando las contribuciones insertas en la revista “América Indígena”. Los investigadores antes mencionados publicaron en esta una serie de artículos sobre el rol de los antropólogos en los proyectos de investigación, los compromisos con las agencias gubernamentales, la ética y la política. Las trayectorias de los antropólogos estudiados en el artículo reseñado se construyeron en el campo científico internacional. Las de los estadounidenses fueron hibridas. Iniciaron en el campo político aprovechando el expansionismo norteamericano, lo que les permitió acumular prestigio para encabezar centros académicos de excelencia. La instalación del ISA en Brasil fue conflictual, al ser rechazada por la directora del Museo Nacional, aunque el espacio resultaba idóneo pues existían vínculos de colaboración de larga data con académicos y establecimientos estadounidenses. La autora documentó las vicisitudes y desencuentros entre Julian Steward y esa persona, derivados de acuerdos asimétricos y personales. En México, recalcó los avatares y falta de condiciones de trabajo que confrontó George Foster (segundo director del ISA), quién centró su quehacer profesional en la enseñanza y supervisión del trabajo de campo de estudiantes latinoamericanos, europeos y norteamericanos. Además, dió cuenta de la interacción entre Foster y Antonio Caso y de la influencia de este último en la fundación de una antropología de los indios muy diferente a la de los estadounidenses. Señaló que Sol Tax, de la Universidad de Chicago, también participó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en investigaciones de campo en Chiapas. Reveló que Washington vigilaba a los antropólogos 4 mexicanos, a quienes supervisaba mediante los programas de las agencias filantrópicas de donde obtenía información sobre sus acciones. El ISA en Latinoamérica promovió investigaciones que articulaban funciones técnicas, utilitarias y políticas, ensayando esquemas de aplicabilidad de la ciencia. Al cierre de su texto, la autora reflexionó sobre los mecanismos y las estrategias para fabricar ciencia en la antropología. Precisó que la legitimación de los antropólogos norteamericanos ocurrió en la asociación de la investigación de campo y formación teórica. En esa conjunción, granjearon reconocimientos científicos que abonaron a su carrera como profesores. En los casos mexicano y brasileño, las trayectorias de los antropólogos reclutados por el ISA no fueron tan exitosas debido a las presiones políticas e institucionales ejercidas en ambos países así como a las relaciones asimétricas que configuraron los vecinos del norte con los investigadores nativos. Para concluir, P. Faulhaber documentó los cambios en el campo científico de la antropología ocurridos a partir de la década de los ochenta del siglo pasado; enfatizó el entrecruzamiento de la antropología, la historia cultural y la teoría literaria, la incorporación de la hermenéutica en los paradigmas antropológicos y la crítica al concepto de comunidad, entro otros elementos. 5