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Natalia Castellanos Martínez Prácticas de supervivencia en el conflicto D esde el inicio de mis estudios de maestría en la Universidad de los Andes (2003), hasta la época de mi doctorado que recién finaliza (2013), mi investigación se ha centrado en la población campesina del departamento de Arauca, en Colombia. Con ella, amplío la visión sobre los procesos de aprendizaje de la violencia y la forma en que ellos se actualizan, teniendo en cuenta que en las últimas décadas Arauca se ha convertido en escenario permanente de conflicto. El estudio muestra también cómo se replican nuevas prácticas exitosas de supervivencia, en las que la población no deja de estar adaptándose, creando inéditas representaciones desde el sinsentido que produce tanta violencia sostenida durante años. En Arauca no se detienen las capacidades: se aguzan para generar expresiones culturales que es preciso exaltar como dispositivos de divulgación y advertencia “al alcance de todas las personas”. Ha enmudecido la población y en consecuencia, el hacer antropológico se dota de una caja de herramientas en la que, además de la observación participante, las entrevistas, las anotaciones del diario de campo, también se encuentran nuevos saberes (tecnologías) y saberes multidisciplinarios que se integrarán a los antropológicos mencionados. Antropologia visible Mi caja de herramientas se enriqueció con documentos notariales (declaraciones juramentadas), de las que revisé cerca de 20.000, con fechas entre los años 2008 y 2010. Además del contacto directo y del trabajo de archivo, hice una revisión de prensa en archivos virtuales, rastreando noticias sobre Arauca en los periódicos El Tiempo y El Espectador, entre el año 2008 y abril de 2013. Siempre he tenido presente que tanto los discursos políticos como los generados en los medios de comunicación transforman realidades en instrumentos de poder y que este tipo de comunicación tiene ciertos problemas, pero en este contexto, enriquece el vacío que deja el silencio. Es decir, como antropóloga, tuve que aprender en mi trabajo de campo a pasar desapercibida tratando de percibirlo todo, siguiendo la táctica, por lo menos en apariencia, de algunos de mis entrevistados cuando al preguntarles cómo habían sobrevivido en medio de tanta violencia siempre mencionaban la táctica “sorda, ciega y muda, viera lo que se viera”. En este contexto, el silencio es la mayor arma de supervivencia y fue a través de él como accedí a escuchar mucho más que cuando preguntaba. Sorda, ciega y muda, viera lo que se viera. Descubrí la lucha incansable de esta sociedad contra el silencio, mediante sus ejercicios narrativos. Además de las entrevistas registradas con mi grabadora de voz, la recolección de las declaraciones y los archivos de prensa, consigné en mi diario de campo conversaciones con diversas personas, ante las que me fue imposible utilizar grabadora. Hacerlo, hubiese sido un acto amenazante. Verse de repente diferente, demasiado atento a alguna información, o registrando las voces de la gente es una actitud que genera sospecha. En mi investigación, descubrí la lucha incansable de esta sociedad contra el silencio, mediante sus ejercicios narrativos. Estos son una mezcla de ficción y realidad, inmersa en su tradición oral. En esta mezcla se genera una fuente riquísima de indicios, datos y subjetividades que se relatan de una manera que podía ser expresada a viva voz sin ser una amenaza para nadie, pero que es iluminadora en la medida en que tiene el potencial de ser decodificada y comprendida por los habitantes de la zona. El narrador de historias en la Arauca contemporánea. Relato: 2 de Marzo de 2006 Andrés 33 años y Esposa 35 años, Sabana de Arauca: “Eso fue en la Aguadulce (…) Allá ha habido un muerto toda la vida, ahí mató una niña, ahí hay un baúl grandísimo con un tesoro (...) Yo pasaba en un burro para acortar en medio de la Aguadulce y el caño, entonces la viejita Carmenza me decía: “no hijo usted no pase pa allá, siempre pase con alguien porque lo va a joder el muerto”, y entonces había el cuento que había matado una niñita cuando llegó la Semana Santa. Ese muerto cuando me asustó. Me agarró el tarde jugando naipes, y esa vaina pegó un remolino como a las cuatro y media de la tarde, y eso un ventarrón por esa casa y eso dio un brinco así, y dijo pa un lado, está arrecho el muerto, pero naiden le paró bolas, yo no le paré bolas a eso, y entonces a mi me agarró el tarde. Llegué allá oscureciendito, cuando llegó algo silbando, pi pi pi venía silbando, por ahí viene uno silbando, dije: “no eso no es nadie”, yo tenía un puñalito así blanco y lo agarré y seguí adelante, y nos fuimos, cuando yo iba guelvió y silbó la vaina pa tras, ese burro se puso algo cosquilloso, el burro sentía algo, cuando nos vinimos guelvió la cosa y silbó por ahí, y fuimos y no miramos nada, cuando habíamos caminado como hasta ese palo, unos cincuenta metros, llegó como un brisote, cuando lo miré con esta mano tenía las riendas, cuando yo le puse la mano aquí ese mismo peso me sacó (…) y del mismo peso me sacó y me mando por allá que me peló el hueso de la cadera cuando caí, y ese burro casi se desbarajusta, y yo caí allí (…) Cuando yo estaba así acostado, yo si volví al conocimiento, y miré un hombre con vestido como esos guerreros, pero el alambrado no le dejaba agarrarme, dos o tres viajes a agarrarme por los pies pa jalarme, y cuando llegó donde estaba la Ceiba, y mirándole solo el perfil de donde estaba la cara, me llamó tres veces, y yo lo mire, cuando yo me di cuenta ya me tenían en la casa, metido entre una hamaca, amarrado, de tanto saltar me hubiera reventado(Juan: ¿por qué lo amarraron?) (Esposa: porque el muerto lo llamaba y se lo llevaba), lo que si le digo yo que esa vaina no pisaba el suelo, la cara no la veía, siempre de perfil, nunca la cara (…) (Esposa: ese muerto llegaba a la casa y se lo llevaba de noche, a veces se acostaba uno y por ahí a las nueve lo escuchaba usted en una gritería, “¡no me lleve, no me lleve, yo no quiero ir, yo no quiero ir!”, y él decía que era el muerto que lo agarraba por aquí, siempre por el lado del corazón), sentía que me agarraba por aquí pa jalarme, estaba dormido cuando me paraba pa coger camino me despertaba, y el perro que estaba allí que no bajaba la guardia empezaba a ladrar (…) Bio Antropóloga de la Universidad de los Andes, PhD en Antropología Social y Cultural de la Universidad Complutense de Madrid, España. Investigadora en el campo de la antropología social/cultural y antropología del miedo. Ha recibido las siguientes distinciones por su tesis: sobresaliente Cum Laude, Mención de Doctorado Europeo en la Universidad Complutense de Madrid y XIII Premio Iberoamericano de Ciencias Sociales Cortes de Cádiz. Actualmente es docente de la Universidad del Rosario. natamaca@hotmail.com Antropologia visible Mediante seres fantasmagóricos se transmiten y se recrean realidades, acontecimientos, temores y advertencias que pueden compartirse libremente, si se quiere, a viva voz y sin miedo, al estar en la categoría de cuentos. Cuando mis entrevistados se referían a fantasmas y a gente que aparece después de muerta, hacen referencia a personas asesinadas de manera cruel. Entonces hablan de gente degollada, ahorcada, que grita de noche, de muertos que matan, secuestran y que vienen vestidos como guerreros, con trajes camuflados, a los que nunca se les ve la cara, sino solo su perfil. Emerge una nueva representación de la maldad, que ya no se puede clasificar con sus antiguas categorías, pues desborda lo que ya ellos representaban como lo “más maligno”. Al estar frente a estas narraciones, sabía que tenía al frente una poderosa forma de conocimiento, que se reinventa frente a una situación social muy conflictiva y problemática. Que además estimula nuevas expresiones, vivas y presentes que demandan la atención de la población y hacen evidente el dolor, el daño causado, las pérdidas, el sufrimiento generado. Los araucanos han concebido mecanismos de manejo de su entorno complejo mediante el miedo. Aunque se ha utilizado como arma de control, de manipulación y como estrategia de poder para silenciar, reprimir y desplazar, en este contexto se ha utilizado el miedo como herramienta, no desde el opresor ni desde del victimario, sino del lado de la víctima, para tomar ventaja a un escenario que los está llevando al desalojo de sus tierras y al abandono de sus formas tradicionales de vida. El miedo no se proyecta, se introyecta, se actualiza subjetivamente con la narración. El miedo, en lugar de exorcizarse, se invoca, se re-significa como expresión sensorial, como respuesta y saber local. Quise amplificar con esta investigación las voces de aquellas personas que hacen extraordinarios ejercicios de revitalización de la memoria en lugares donde recordar es una práctica te- rriblemente dolorosa, pues requiere abrir heridas cerradas a la fuerza y cicatrizadas en el olvido. Esta manera de entender la violencia plantea una perspectiva diferente que dice mucho de la propia sociedad y cultura: es el contexto de Arauca como laboratorio de dispositivos y estrategias para combatir la angustia, ante la impotencia que genera el conflicto armado. El estudio dio como resultado la tesis doctoral titulada Los escenarios del miedo (Arauca, Colombia): perspectivas desde la antropología cultural y presentada en septiembre de 2013. Mereció la calificación Sobresaliente Cum Laude y la Mención de Doctorado Europeo en la Universidad Complutense de Madrid. Esta tesis recibió el Premio Iberoamericano de Ciencias Sociales (Cortes de Cádiz) en Cádiz-España el pasado mes de marzo de 2014, y en consecuencia para el 2015 esta tesis se publicará como un libro. Datos de la experiencia Dónde: Municipio de Arauca, Arauca, Colombia. Cuándo: 2005-2011.