Download EL ANÁLASIS ESTRUCTURAL EN ARTE Y
Document related concepts
Transcript
EL ANÁLISIS ESTRUCTURAL EN ARTE Y ANTROPOLOGÍA Transcripción: Damián Toro www.damiantoro.com EL ANÁLISIS ESTRUCTURAL EN ARTE Y ANTROPOLOGÍA Fuente: “Estructuralismo y Estética” Autor: Selección de José Sazbón Autor del Artículo: Sheldon Nodelman Edit Nueva Visión, Buenos Aires. 1971 p 49 a 56 Transcripción: Damián Toro Nota: El texto no incluye notas al pie de página. www.damiantoro.com Uno de los fenómenos más notables del pensamiento avanzado del siglo XX ha sido la creciente utilización del concepto de estructura como instrumento para la comprensión de las ciencias Huacana. La Anthropologie Structurale –cuyo representante más importante tanto en la teoría como en la práctica es sin duda alguna Lévi‐Strauss (aunque él niegue modestamente ser su fundador)‐ y la escuela alemana de la Strukturforschung en las artes plásticas –que tuvo en el desaparecido Guido von Kashnitz‐Weinberg a su más distinguido representante‐ desarrollaron sus métodos de manera espontánea e independiente, a partir de fuentes intelectuales que son, al menos manifiestamente, muy diferentes. El concepto de análisis funcional de la sociedad – realizado por Marx‐ como una unidad global, así como en el ejemplo de las modernas lingüísticas estructurales de Troubetzkoy y Jakobson. La Strukturwissenschaft se desarrolló sobre la base de las ideas de Alois Reigl y estuvo profundamente influida por el pensamiento romántico alemán y la filosofía neokantiana, hasta Husserl inclusive. Considerando la disparidad de las fuentes intelectuales manifiestas, cabe preguntarse si lo que ambas escuelas entienden por análisis estructural es en algún sentido la misma cosa y si existe en realidad alguna identidad metodológica sustancial entre estas dos disciplinas, metodológicamente autoconscientes. Tal interrogante debe tener en cuenta los objetos de investigación sumamente diversos de cada una de ellas: por un lado, la estructura de una institución o de un organismo social; por el otro, la de una obra o un grupo de obras pertenecientes a las artes plásticas. Las disquisiciones de Lévi‐ Strauss sobre los problemas artísticos, aunque muy interesantes, no ofrecen un interés especial para nuestro tema, porque en ellas se ocupa de las obras de arte principalmente como instrumentos dentro de un proceso social cuya estructura –más que la estructura intrínseca de la obra‐ trata de elucidar. La escuela de la Struckturforschung –si el término es apropiado para un grupo tan heterogéneo‐ surgió durante la decada de 1920 en Alemania y en América, pero fue siempre poco conocida en los Estados Unidos. Bajo la dirección de Kaschnitz, su representante más sistemático y de orientación teórica más definida, ejerció su mayor influencia en el campo de la arqueología mediterránea antigua, con la adhesión de estudiosos distinguidos como Bernard Schweitzer, Friedrich Matz y otros. Fue aplicada también, de manera muy personal, a los problemas de la historia más reciente de Occidente por Hans Sedlmayr y Theodor Hetzer, brillantemente en el último de los casos. Quizás exista una analogía entre las preferencias de Lévi‐Strauss por aplicar sus técnicas del análisis estructural al estudio de las sociedades “primitivas”, y el interés predominante por el arte antiguo del mediterráneo, desde los tiempos prehistóricos hasta la época clásica, que ha caracterizado hasta nuestros días a la Strukturforscher. Estos objetos de estudio culturalmente remotos parecen requerir, en particular, los métodos de investigación del análisis estructural, requerimiento motivado por esa lejanía en el tiempo y en el espacio que constituye un obstáculo para la obtención de datos y especialmente para su interpretación. No sólo la matriz total de suposiciones, valores y usos en que está arraigada la obra de arte o la institución social objeto de estudio es inicialmente desconocida por el observador, sino que también la reconstrucción de aquélla se complica por el hecho de que las interpretaciones espontáneas se éste se basan – consciente o inconscientemente‐ en pautas de comportamiento y de actitud correspondientes a su propia cultura, y son, así, casi siempre erróneas. Estas dificultades muestran la necesidad de contar con métodos más refinados y precisos que el estudioso de nuestra propia cultura, provisto de un material abundante y accesible y con un modelo preexistente de suposiciones explicativas a su disposición, puede no sentir tan agudamente. Las mismas dificultades que estimulan la aplicación de las técnicas del análisis estructural al estudio de sociedades remotas o de sus obras, ofrecen, simultáneamente, una gran ventaja metodológica. El observador –que por fuerza es un no participante en la convención y en los sistemas de valores presupuestos por la sociedad o por la obra de arte en cuestión‐ ve fortificada su objetividad por la reducción de su tendencia a interpretar –y a menudo a observar‐ en función de reacciones afectivas generadas por un punto EL ANÁLISIS ESTRUCTURAL EN ARTE Y ANTROPOLOGÍA Transcripción: Damián Toro www.damiantoro.com de vista naturalmente parcial y comprometido y, lo que es más importante, tiene la oportunidad de permanecer fuera del objeto de su investigación y frente a él, y de observarlo, hasta donde alcanza su evidencia, como un todo –en el campo total de sus acciones y en la mutua implicación de sus partes‐ una cultura o una obra de arte en cuyo sistema de valores se está inmerso y del cual se tiene una perspectiva interior, y la mayoría de cuyos aspectos vitales difícilmente pueden aparecer a la conciencia explícita y ser racionalmente examinados, simplemente porque nos impregnan, formando una base táctica de actividades y opiniones conscientes. Tanto la Strukturforscher como la anthropologie structurale postulan un punto de vista integrador y holístico al sostener que la realidad del objeto consiste en la estructuración total de todas sus relaciones con el medio. Una y otra conciben estas relaciones en términos operacionales, más como modos de acción que como estados. Todo lo que obstaculice nuestra concepción del libre desarrollo del objeto en estas diversas relaciones, ya sea como resultado de la ignorancia o –como en el positivismo‐ de prejuicios metodológicos, disminuye, empobrece y necesariamente falsifica nuestra comprensión del objeto. (La falsifica puesto que una visión reducida no es simplemente una porción de un todo más vasto –cuantitativamente disminuida pero cualitativamente inalterada‐, sino una distorsión, ya que el equilibrio entre las partes está arbitrariamente trastocado.) El observador debe evitar escrupulosamente la imposición de categorías artificiales y limitativas sobre el objeto y debe construir su modelo teórico inicial en los términos más inclusivos y relevantes. Como escribe Lévi‐Strauss: “En el nivel de la observación… todos los hechos deben ser descriptivos y observados cuidadosamente, sin permitir que ningún preconcepto teórico decida si algunos son más importantes que otros. Esta regla implica, a su vez, que los hechos deben ser estudiados en relación consigo mismos (¿por qué tipo de proceso llegaron a existir?) y en relación con el todo (apuntando siempre a relacionar cada modificación que se observe en un sector con la estructura global en que apareció por primera vez)” (“Social Structure”, en Structural Anthorpology, Nueva York – Londres, 1963, p.280). De este modo el observador debe limitarse primero a la pura descripción, confiando, como en la fenomenología de Husserl , en que todo el ser del fenómeno es inherente a éste y está dado en su apariencia, si la apariencia pudiera mostrarse en su totalidad y sin distorsiones. Debe “aislar” o “poner entre paréntesis”, para usar la terminología de Husserl, cualquier presupuesto que pueda impedirle la captación de la esencia del fenómeno –incluso, diría Husserl, la suposición de la existencia material del fenómeno‐. Esta ascesis del observador con respecto a cualquier consideración práctica o verdaderamente “existencial” que pueda afectar su observación del fenómeno, esta “epojé”, como la llama Husserl, es fundamental –pero no decisiva‐ para el método de análisis estructural practicado por Lévi‐Strauss y por la escuela de la Strukturforschung. Ambos sostienen que la estructura y el conjunto de implicaciones del fenómeno así clarificados, como también su significación funcional, no deben necesariamente corresponder –y es lo que sucede habitualmente‐ a ningún conocimiento explícitamente formulado y verbalmente expresado, en las mentes de aquellos que las crean y apoyan. Lévi‐Strauss observa: “Un modelo estructural puede ser consciente o inconsciente sin que esta diferencia afecte su naturaleza. Puede decirse únicamente que cuando la estructura de un cierto tipo de fenómeno no se encuentra a gran profundidad, es más probable que exista algún tipo de modelo –cual una pantalla que la oculta‐ en la conciencia pública. Pues los modelos conscientes, generalmente conocidos como “”normas”, son muy pobres por definición, ya que no tienen como fin explicar los fenómenos sino perpetuarlos. Cuanto más obvia es la organización estructural, más difícil resulta alcanzarla a causa de los modelos erróneos que se encuentran en el camino que conduce a ellas” (ibid., p.281). Kaschnitz objeta a la terminología prevalente y a los métodos de historia del arte, en especial a los de Wolfflin, y a la “crítica de estilo” en general, que se refieran únicamente al efecto de la obra de arte sobre el observador, a la “impresión” más que a la estructura interior de la obra en sí; sólo después de la descripción estructural, realizada con el método de “poner entre paréntesis”, puede discutirse provechosamente la interacción de la obra con el espectador. Todas las consideraciones “estéticas” y todos los esquemas categorizadores que evalúan la obra de arte con criterios que la trascienden –por ejemplo, su semejanza o desemejanza con respecto a la “naturaleza”‐ deben ser eliminados en este nivel. El resultado de un análisis de esta índole, radicalmente purificado de elementos distorsionantes y realizado únicamente en función de la estructura interna y de la dinámica de la obra, aspira a una validez objetiva que pueda sostenerse, como dice Lévi‐Strauss, “para cualquier posible espectador”. EL ANÁLISIS ESTRUCTURAL EN ARTE Y ANTROPOLOGÍA Transcripción: Damián Toro www.damiantoro.com La ejecución concreta de un análisis estructural objetivo de esta índole no es simple, por supuesto, pues las actitudes subjetivas eliminadas en un nivel de pensamiento pueden reintroducirse en una demostración en otro nivel. Aun una descripción fenomenológica neutra concierne necesariamente no sólo a los “datos elementales”, sino también a interrelaciones –lo términos en sí no son, en realidad, verdaderamente elementales, dice Lévi Strauss, siguiendo a Troubetzkoy; lo son las relaciones entre ellos‐ y estas interrelaciones se presentan en distintos niveles de generalidad e importancia estructural. Cada elemento, para ser correctamente aprehendido en su totalidad, debe presentarse totalmente impregnado de su rango formal y de su nivel de generalidad, pues son elementos que lo constituyen. La categoría “elemento individual” y la categoría “relación entre elementos individuales” no son funcional o genéticamente independientes entre sí, sino que se implican mutuamente, de modo que la elección inicial de términos establece una serie de relaciones estructurales entre ellas. La decisión de objetivar uno u otro aspecto del fenómeno en un término o atributo manipulable independientemente polariza de inmediato la totalidad y, en realidad, le pre‐impone una estructura particular antes de que haya comenzado el análisis propiamente dicho. Aquí como en todas partes, por lo tanto, el círculo hermético es inevitable. Sin embargo, no debe ser necesariamente un círculo vicioso; y una de las virtudes del absolutismo metodológico de Kashnitz y de Lévi Strauss es que la atención del observador se encuentra centrada sobre el problema de evaluar racionalmente el espectro de posibles estrategias de análisis. Una estrategia analítica debe, por supuesto, satisfacer el criterio de validez interna, es decir: cada uno de sus distintos términos y las relaciones generadas entre sí deben vincularse al resto por necesidad lógica. Esta consideración es, no obstante, puramente formal con respecto al plan de investigación y también demasiado abstracta para captar rápidamente la plena sustancia del fenómeno. El criterio decisivo para la selección de la estrategia analítica es el del significado. No se considera al fenómeno solamente como un existente bruto, sino como un sistema de referencias que lo trasciende hasta el último plano de la realidad humana. “La Antropología –dice Lévi Strauss‐ tiende a ser una ciencia semiológica y tiene como principio rector al significado” (The Place of Anthropology in the Social Sciences”, ibid, p. 364). Kaschnitz concibe la obra de arte como una especie de símbolo total del cosmos: “Si consideramos las obras de arte plástica como imágenes humanas que existen en él, entonces la estructura es el modo de actuar de aquella energía que en el arte representa simbólicamente a esas fuerzas cósmicas o divinas que se reflejan en nuestras concepciones o en nuestra imaginación” (“Bemerkungen zur Strultur der Agyptischen Plastik”, Kunstwissenschaftliche Forschungen, II, 1933, p. 8). No sólo se agrega otras dimensión al fenómeno por el reconocimiento de su naturaleza referencial, sino que la introducción del concepto de significado como el horizonte último en función del cual deben interpretarse productos humanos tales como las obras de arte y las instituciones sociales, impone inmediatamente un orden jerárquico sobre las diferentes estrategias posibles de análisis estructural. El fenómeno puede ser interrogado de muchas maneras, exponiendo cada una de ellas alguno de sus modos de acción, pero cada estrategia de interrogación debe situarse a sí misma en función de la estrategia más elevada, cuyo objetivo es permitir la más completa autorrevelación del fenómeno en su significación como una imagen del mundo y de la situación del hombre en ese mundo. Así es posible equiparar conscientemente niveles de estudio con niveles de significación en el fenómeno mismo y eliminar la confusión de categorías y criterios de evaluación que han obstaculizado la justa valoración no sólo de los grupos más complejos sino también de los fenómenos individuales. (…) Una vez reconocido el carácter de símbolo del mundo que posee la obra de arte, una vez descubiertos los caracteres específicos de los tipos y niveles particulares de referencia simbólica inherente en sus distintos componentes formales, es posible señalar modificaciones de estructura en la obra como índice de modificaciones de conciencia de un modo concreto y rápidamente verificable. La superioridad de este sistema hermenéutico, coherente y racional con respecto al caos instaurado por los juicios impresionistas es obvia; igualmente obvio es el hecho de que la elección de una estrategia analítica es crucial en este punto. (…)