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SOCIEDAD COLOMBIANA DE ANESTESIOLOGIA Y REANIMACION - SCARE LA IMPORTANCIA DE NO NEGAR LA REALIDAD DE LA MUERTE Isa Fonnegra De Jaramillo Psicólogo Clínica de la Universidad Javeríana. Psicoterapeuta de pacientes adultos y de pacientes terminales y sus familias. Fundadora y Directora de la Fundación OMEGA Este Archivo se suministra para fines informativos y académicos, y se encuentra acogido a leyes de Propiedad Intelectual, NO se autoriza su reproducción total o parcial, salvo Autorización por Escrito de la Sociedad Colombiana de Anestesiología o Reanimación - SCARE LA IMPORTANCIA DE NO INEGAR LA REALIDAD DE LA MUERTE Como psicoterapeuta de pacientes en estado terminal y de familia en duelo, he vivido los últimos nueve años de mi vida en contacto casi a diario con el cáncer como enfermedad y con el paciente afectado por el cáncer como ser humano que sufre, que se angustia y que oscila día por día entre la valentía y lo confianza, la incertidumbre y el temor a morir. La respuesta generalizada de los familiares y amigos cuando a alguien le diagnostican un cáncer es desde luego, la de animarlo mostrándole con estadísticas cuántos casos de cáncer cuando se detectan a tiempo, son reversibles y cuántas personas hemos conocido con historias clínicas que incluyen un cáncer hace 20,30 o más años y viven hoy día libres ya de la amenaza de la metástasis, una vida productiva y plena. Que importante es encontrar una mano amiga en esos momentos de cataclismo interior que siguen a la confirmación del temido diagnóstico; que útil encontrar a alguien cercano y receptivo que nos devuelva la fe perdida, que nos acompañe en la lucha y nos de ánimo en las derrotas!! Ello hace una voluntaria cuyo entrenamiento y capacidad de entrega lo capacitan para dar valor y compañía. Pero... ¿qué nos ocurre cuando ya nuestras frases de aliento suenan huecas, sin respaldo aunque bien intencionadas, ante la innegable inminencia de la muerte? ¿Cómo reaccionamos cuando los tratamientos se suspenden porque ya no tiene sentido continuarlos? ¿Cómo respondemos a la mirada de angustia, de miedo y desesperación del paciente que vive ese momento? ¿Qué tan capacitados estamos los profesionales de la salud (médicos, psicólogos, enfermeras, etc.) y las voluntarias para enfrentar un ser humano en la última etapa de su vida? ¿De qué recursos nos valemos para comunicarnos con él? ¿Del ansioso afán de "distraerlo" a cualquier costo, pretendiendo hacerlo olvidar lo penoso de su momento, o de acompañarlo, tolerar su tristeza, facilitar sus despedidas, complacer sus caprichos y valorar serenamente la comunicación posible al final entre alguien muriente y ese "otro" (nosotros) cercano que vive con respeto y dolor ese acontecimiento de la muerte? La muerte es un evento solitario, doloroso y asustador, independientemente de nuestras creencias religiosas que la conciban como el fin total, como un tránsito a la vida eterna o como un paso más en la evolución del espíritu, Una gran mayoría de los seres humanos sienten miedo a la hora de morir: miedo a la muerte en sí, al proceso que la precede o a lo desconocido que habrá de venir después, Tales miedos son con frecuencia inconfesables puesto que nuestra cultura le asigna un desmedido valor al control y la valentía, además del hecho agravante de que los canales de comunicación se debilitan (o se rompen definitivamente) cuando la vida de una persona se acerca a su final. Ya no hay amigos dispuestos a visitar sin afán, no se dispone de confidentes que sin alarmarse puedan compartir los temores del enfermo; los familiares rehuyen estar a solas con el ser querido en trance de morir, los médicos y las enfermeras abrevian sus visitas y evitan responder a las preguntas. Y... las voluntarias? Es precisamente ese momento, el inevitable de la muerte el que debiéramos conocer mucho más, Necesitamos identificar las particulares necesidades de un ser humano enfrentado a la muerte para poderlas satisfacer; necesitamos fortalecernos y a la vez humanizarnos para podernos acercar más y mejor, para acompañar y no abandonar a los pacientes terminales y para saber encontrar en la calidez del silencio acompañante ese puente necesario entre quien muere y quien continúa viviendo.