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Publicado en: “La lógica de la guerra. Elementos para el análisis de una expresión”, en: Diario Vanguardia Liberal, Suplemento Dominical, sección “Ensayo”, Septiembre 9 del 2001, No. 1568, pp. 4-5, 2001 LA LÓGICA DE LA GUERRA Elementos para el análisis de una expresión Carlos Eduardo Maldonado Escuela de Filosofía – UIS Colombia vive una guerra despiadada, de ritmos e intensidades crecientes y con claros signos de agudización y degradación. Numerosas son las víctimas de los distintos bandos, y numerosas las víctimas civiles. Pero esto lo saben los actores del conflicto armado y de entrada el balance de pérdidas y ganancias entra dentro sus cálculos y análisis. En la guerra que vive Colombia son diversas las armas, desde los ataques militares planeados, hasta las masacres, pasando por el empleo de sistemas digitales de información, redes de inteligencia urbanas y rurales, publicidad abierta, uso de los medios públicos de comunicación masiva, el desarrollo de sistemas no formales de comunicación, etc. Todo entra en “la lógica de la guerra”. Pero, propiamente hablando, ¿en qué consiste “la lógica de la guerra”? Casi nadie parece saberlo, pero es un lugar común, particularmente desde los frentes militar y de estudio de tácticas y estrategias. La lógica de la guerra parece querer decir dos cosas claramente distintas. De una parte, el supuesto de que la guerra posee una lógica cuya expresión final es económica en el sentido de costos-beneficios: obtener la ganancia máxima con la menor inversión o costos (humanos, económicos, de información, y otros). De otra parte, querría significarse que es preciso ponerle o descubrirle una lógica a la guerra. En cualquier caso, en primera instancia, la clarificación de esa expresión debe ser objeto de 2 aclaración mediante la ayuda de los lógicos. Una expresión no puede ser empleada impunemente, y ciertamente no si se desea tematizar, anticipar o avisorar el fin del conflicto armado, la búsqueda de la paz, la continuación o no interrupción de las conversaciones. La lógica formal clásica opera con distintos principios –identidad, nocontradicción, tercero excluido y de razón suficiente- y tiene como piedra de toque el estudio de los criterios sintácticos, semánticos y de consistencia interna del lenguaje. El campo de trabajo es el lenguaje, con todo y la revelación de que el lenguaje crea mundo, cambia realidades o deforma fenómenos y procesos. Hacemos cosas con las palabras. Sin embargo, para el estudio de un fenómeno complejo, con causalidades múltiples y seriamente entrelazadas, ante agentes adaptables, de acuerdo con la situación política nacional e internacional, por ejemplo, la lógica formal no parece ser de mucha ayuda, y de hecho no lo es. La lógica formal es esencialmente eso: formal, y poco puede ante el estudio de fenómenos y procesos altamente dinámicos. Fenómenos y procesos que emplean lenguajes no solamente claros y distintos, sino, principalmente, ambiguos, ambivalentes, difusos, contradictorios o inconsistentes incluso, en los que se revela la existencia de diversas opciones en paralelo (un plan A y un plan B), equilibrios múltiples y variables (de una región a otra, por ejemplo). Parte de la lógica del conflicto está en la inteligencia para manejar y vehicular información vital sin que sea interceptada por el enemigo, por tantos niveles como sea posible y quepa imaginar. Esta situación exige del manejo de diversos códigos y de canales variados y adaptables. La misma información no se puede repetir y el mismo contenido debe variar. En cualquier caso, la lógica posee un valor al mismo tiempo normativo –en cuanto que establece la forma como debemos pensar y hablar- y explicativo –puesto que expone la forma misma en que están construidos los argumentos y los razonamientos-. 3 Sin embargo, no existe una única lógica. Por el contrario, existen diversas lógicas, todas agrupadas en torno a dos grandes grupos: uno, la lógica formal clásica, que es, por definición única y excluyente. La lógica formal es esencialmente dualista, y tan sólo sabe de tablas de validez, si bien su pretensión es la de apuntarle a la verdad. Y además, están las lógicas no clásicas –plurales- siendo las más destacadas, la lógica paraconsistente, las lógicas de múltiples valores (lógicas polivalentes; un capítulo de las cuales, muy importante, es la lógica difusa), la lógica de la relevancia, las lógicas temporales (o del tiempo), la lógica modal (que sabe de matices como posibilidad y contingencia), y la lógica cuántica. A mi modo de ver, las lógicas no clásicas, aplicadas al estudio de la realidad nacional pueden aportar enormes herramientas tanto en la clarificación de conceptos y expresiones, como, lo que es más importante, para el estudio y eventual solución de los problemas del país: notoriamente, para la solución de la guerra. Las causas del conflicto que vive Colombia son múltiples, y muchas de ellas han variado con el tiempo. Si en el comienzo podemos pensar que las causas eran serias, ahora su número ha aumentado. Existen, incluso causas que son posteriores a sus efectos, como es el caso de la corrupción y de la violación de los derechos humanos. Nadie quiere la guerra, pero las causas del malestar general que vive el país persisten desde hace tiempo, y se han multiplicado y mutado, a la manera de las mutaciones genéticas. El mejor ejemplo que pone de manifiesto cómo hay causas que son posteriores al efecto consiste en la conformación de los grupos paramilitares: todos, desde altos funcionarios del gobierno, hasta militares, policías y gente del sector privado, todos coinciden en que el remedio se ha vuelto peor que la enfermedad. “La lógica de la guerra” puede valer como una expresión denotativa para referirse condensadamente a las descripciones, relatos y memorias que viven 4 combatientes, soldados y guerrilleros. Pero, más significativamente, puede emplearse para justificar las acciones necesarias en las que existe riesgo o incluso inminencia de pérdida o de extralimitaciones. Surge, entonces, la referencia al derecho. Lógica y derecho La forma en que la lógica de la guerra es contextualizada en el mundo contemporáneo, y Colombia no es una excepción, es a partir del derecho. Específicamente, se trata de las contribuciones, reales y eficientes, o ideales y bien intencionadas, provenientes de tres esferas distintas, pero fuertemente entrelazadas: el derecho internacional humanitario (DIH), el derecho internacional de los conflictos armados (DICA), y los derechos humanos (DH). A través de los tratados y acuerdos de Ginebra y de la Haya, el DIH básicamente busca limitar los males de la guerra. Esta limitación es otra forma de ponerle una lógica a lo que carece de suyo de lógica: la guerra. Impropiamente se habla de “humanización de la guerra”, pero en realidad, ante el reconocimiento de la inevitabilidad del conflicto armado, se trata de lograr que las partes del conflicto reconozcan la necesidad de ciertos límites. La finalidad y la fuerza del DIH consiste en los fines humanitarios que poseen al mismo tiempo una fuerza moral y jurídica. Por su parte, el DICA es, sin más, el derecho a la guerra, de tal suerte que su finalidad consiste exclusivamente en regular los problemas que surgen en situaciones de guerra: ya sea de guerra abierta y declarada, o de guerra no declarada, nacional o internacional, pero no busca la disminución del conflicto armado. Tan sólo se ocupa de las hostilidades en general, la conducción del combate por parte de las partes en conflicto, el comportamiento de los combatientes y la protección de las personas 5 afectadas por el conflicto, esto es, notablemente, de la población civil y del personal sanitario y religioso, y del personal de protección civil. Los DH, por su parte, valen, a diferencia del DIH y del DICA tanto en situaciones de guerra como de paz, y tienen un grado de validez y extensión bastante más amplio que los dos anteriores. La obligación primera del respeto de los DH es de parte del Estado, pero este reconocimiento se ha prestado y se presta todavía a numerosos equívocos. Digamos de pasada que es fundamental distinguir aquí entre derechos humanos y derechos fundamentales, y la razón más fuerte de esta distinción es el mayor carácter de universalidad de los primeros: los derechos humanos están escritos en diferentes acuerdos, tratados, pactos, convenciones y declaraciones, y tienen mecanismos nacionales e internacionales de protección. Pero los derechos humanos no se agotan en la positividad de la letra y no necesitan estar escritos. Como quiera que sea, el DIH, el DICA y los DH son tres maneras distintas de ponerle o encontrarle una lógica a lo que de suyo carece de lógica. Pero se impone aquí una observación puntual. En efecto, la filosofía de la lógica ha puesto recientemente al descubierto que es perfectamente posible ser lógico y sin embargo ser irracional. Lógica y racionalidad no coinciden y no siempre se implican recíprocamente ni se acompañan. La guerra posee una lógica, efectivamente. Esa lógica consiste, puntualmente dicho, en el respeto del DIH y del DICA. Pero ello no significa, en absoluto que la guerra sea racional. No es ni deseable ni ejemplar. La expresión “la lógica de la guerra” consiste, en realidad, en una apología indirecta de la muerte, de la violencia, del desgarramiento, el sufrimiento y el dolor, y esconde, en verdad, una concepción sacrificial de la vida. Pero, al mismo tiempo, la expresión es la base para una mentalidad guerrerista, para el realce de posiciones militaristas y para el desenvolvimiento de toda una psicología que justifica la 6 necesidad de la destrucción, las masacres, las ejecuciones extrasumariales y los desplazamientos forzados. La guerra como dinámica sí posee una lógica: es la de la adaptación, la combinación de una cierta flexibilidad con la firmeza, el repliegue necesario y el ataque planeado. La expresión “la lógica de la guerra” contiene detrás suyo todo un cuerpo de argumentos eminentemente justificatorios, y ello para cada actor del conflicto armado. Parte del trabajo de la lógica y del análisis de los usos del lenguaje coincide en buena parte con la teoría de la argumentación y con el estudio de la retórica. Específicamente, se trata de ver si y cómo los contenidos del discurso de un sector del conflicto coincide o no y por qué con los de su oponente (o enemigo). Pero la principal base para el despliegue tanto de la lógica como de la filosofía de la lógica consiste en recordar siempre que la lógica no es suficiente para los criterios de racionalidad. El problema, pues, no es, como lo pretende bien intencionadamente el derecho, encontrarle o ponerle una lógica al conflicto armado. Antes bien, el problema de fondo radica en racionalizar la guerra, lo cual apunta no a los dispositivos de guerra, sino hacia la paz, y través suyo, a la vida. La vida es parcialmente lógica, ya sea en el sentido de la lógica formal o de las lógicas no clásicas, y ambas cosas no son lo mismo. Pero, ante todo, la vida apela a muchos otros motivos extralógicos para afirmarse a sí misma, y para levantarse, críticamente, contra toda forma de violencia, independientemente de los orígenes y las justificaciones. Se trata, particularmente, del llamado a, y la confluencia con, el arte en general, con la poesía y la literatura, con la música y el teatro, por ejemplo, pero también con las profesiones, los oficios, las ciencias, los saberes y la filosofía para defender la vida y hacerla posible y cada vez más posible. 7 La expresión “la lógica de la guerra” es peligrosa en cuanto que asume una única lógica, olvidando la posibilidad razonable de distintas otras lógicas. Que es, en realidad, el reconocimiento de que existen varias otras posibilidades a la inevitabilidad y la irreversibilidad de la guerra. La guerra es evitable, y siempre puede ser posible disminuir sus intensidades y extensiones. La racionalidad misma consiste en este reconocimiento básico. En ello van, por ejemplo, fenómenos tales como la no suspensión de las conversaciones entre las partes, el diálogo en medio del conflicto armado, la permanencia y ampliación eventual, en el tiempo y en el espacio, de zonas de encuentro, de distensión o de diálogo. Una observación puntual: ante la proximidad de las elecciones presidenciales del próximo año, estos elementos de análisis también pueden contribuir para identificar el tipo de lógica que cada uno de los candidatos tiene con respecto a la paz y la guerra.