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OAR
Agustinos Recoletos
1, 2 y 3 de septiembre
CONSOLACIÓN
A las 18:10 h. comienza el Santo Rosario y a
las 18:40 h. el ejercicio de Triduo.
El día 4 de septiembre a las 10:00 h. procesión.
A las 11:30 h.:
SOLEMNE
EUCARISTÍA
Al término de la eucaristía se realizará una comida como
festejo por el día de nuestra Patrona. Habrá venta de
hamburguesas, empanadas y gaseosas.
Parroquia de la
Consolación
Nuestra Señora de la Consolación, Madre de la
Recolección Agustiniana
Los agustinos recoletos veneran, de un modo especial, a María bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Consolación. Bajo su protección
nacieron, con su intercesión llevan ya más de cuatro siglos de gloriosa
historia y a su amparo dirigen su oración al Padre para que los siga
bendiciendo en su labor evangelizadora por el mundo.
El Beato Vicente Soler, Mártir de Motril, por el año 1926 era general de la
Orden. Tuvo la feliz y santa idea de consagrar la Orden a la Virgen de la
Consolación. Aquello sucedió un 7 de agosto de 1926. Ordenó lo siguiente:
"Habiendo dado cuenta a nuestro Venerable Definitorio General de este
nuestro propósito de consagrar la Orden a la Santísima Virgen María, lo
aprobó por unanimidad en sesión del 7 de agosto y dictó las siguientes
normas que han de observarse para llevarlo a la práctica.
El día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen
Santísima, se cantará una misa solemne en todas las casas de nuestra Orden. Inmediatamente
después de terminada la Misa, el Reverendísimo P. Prior General en la Casa Generalicia; los
VV.PP. Provinciales en las casas en que residan, todos los demás superiores locales en sus
respectivas casas, revestidos de capa, etc. recitarán ante el altar mayor o ante un altar de la
Virgen, la fórmula de consagración".
El año 2002, toda la familia agustino recoleta celebró un año mariano (AMAR) con el que
se conmemoró este insigne hecho. Una vez más toda la Orden se unió al deseo del
beato Vicente Soler y renovó su consagración a María. Ella permanece viva en al
corazón de la Iglesia y de todos los fieles. A Ella le encomendamos todas nuestras
tareas y actividades de cada día.
Oración a Nuestra Señora, Madre de la Consolación
Madre de la Consolación, Madre de Dios y de los hombres, y causa de
nuestra alegría.
Henos aquí en tu presencia para contemplarte, admirarte y manifestarte
nuestro amor y nuestro propósito de ser discípulos aprovechados tuyos en el
seguimiento de Cristo.
Vos, que soportaste en pie, sin desmayarte, la muerte de Jesús, y que en
los primeros días de la Iglesia eras apoyo y consuelo de los cristianos; vos, que
fuiste para santa Mónica el paño de lágrimas en sus preocupaciones por su hijo
Agustín, permanece siempre junto a nosotros como una madre que alegra y
consuela con su sola presencia. Danos la fidelidad y la perseverancia en nuestro
camino hacia la Patria y el saber ser testimonios conscientes de Cristo en el
mundo. Amén.
(Todos juntos)
Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en
nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
V.- Madre de la Consolación
R.- Ruega por nosotros.
Comentario Día primero: 1 de septiembre.
De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 125, 4: BAC XXII, Madrid 1967, 325-327)
Canta quien ha sido consolado
Y fuimos como consolados, es decir, nos alegramos como los que reciben consuelo. El consuelo se ofrece
a los desgraciados, se consuela a los que gimen y lloran. ¿Por qué fuimos consolados? Porque aún
gemimos. Gemimos en realidad, somos consolados en esperanza; cuando pase la realidad, llegará,
procediendo del gemido, el gozo eterno, en donde no se necesitará consuelo, porque no nos afligirá
desgracia alguna.
Luego, como éstos verdaderamente estaban consolados, como consolados se alegraban, es decir, su
gozo era grande, como de consolados, consolando el que murió a los que habían de morir. Todos
gemimos al morir; el que murió consoló para que no temiésemos morir. Él resucitó primero para que
tuviésemos qué esperar. Al resucitar primero él, nos dio esperanza. Como nos hallábamos en la
desgracia, fuimos consolados con la esperanza, y de aquí se originó un gran gozo.
El Señor nos libertó de la cautividad para que, a partir de la liberación, retengamos el camino y vayamos
hacia la patria. Luego redimidos ya, no temamos en el camino a nuestros insidiosos enemigos, pues nos
redimió para que no se atreva el enemigo a ponernos asechanzas, si no nos apartamos del camino, pues
el mismo Cristo se hizo camino. ¿No quieres ser víctima de alguna emboscada de ladrones? El Señor te
dice: «Te allané el camino que conduce a la patria; no te apartes del camino. Fortifiqué este camino para
que el ladrón ni se atreva a acercarse a ti». Camina, pues, en Cristo y canta gozoso, canta como
consolado, porque te precedió el que te mandó que le siguieses.
Responsorio
2CO 1, 3. 5
R/. Bendito sea Dios, *que nos alienta en todas nuestras luchas.
V/. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en
proporción nuestro ánimo.
R/. Que nos alienta en todas nuestras luchas.
(Silencio para la reflexión: 3 minutos)
María, Madre de Dios y Madre de los hombres
La santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida
con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido
de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera,
ansía y espera ser.
Padre Nuestro…
Ave María…
Ave María…
Ave María…
Gloria.
Comentario Día segundo: 2 de septiembre.
Del Tratado de la Corona de Nuestra Señora, de san Alonso de Orozco, presbítero
(10,4, Opera Omnia, III, Madrid 1736, 163-164)
María al pie de la Cruz invita a todos para consolarlos
Venid a mí todos los que trabajáis y lleváis cargas pesadas y yo os consolaré. Nuestro Salvador piadoso
dijo estas palabras llamando a todos los afligidos y que padecen trabajos, porque él es el único remedio
y consuelo nuestro y tiene caudal bastante para remediar a todos. Más, océano es de donde salen todos
los ríos de misericordia, y no se agota ni puede agotarse; el mundo llama para atormentar a los que le
siguen. Sólo Jesucristo, padre de las misericordias, atrae a sí e invita a los que sufren para recrearlos y
perdonarlos.
Nuestra Señora, madre de misericordia, imitando a su precioso Hijo, toma las mismas palabras y dice:
«Así pues, cristianos atribulados, vengan a mí, que yo los recrearé, aquí donde me ven, al pie de la cruz
de mi Hijo. Si vienes, llamándome con fe y amor, seré vuestro amparo. Vengan todos los estados, que
mi sagrado Hijo por todos quiso que yo pasase, para que todos hallasen descanso. Vengan las vírgenes,
que yo perpetua virginal pureza guardé. Vengan los casados, que yo tuve por esposo al santo José. Bien
sabré compadecerme de las madres que perdieron sus hijos con gran dolor, pues delante de mis ojos
veo morir a mi Hijo amado, salvador del mundo. Vengan éstas también».
Si la caridad de san Pablo era tan bastante que, estando aherrojado, confortaba a los cristianos
escribiéndoles cartas, ¡cuánto más la Reina del Cielo, aunque tan afligida al pie de la cruz, tendrá caudal
para dar favor y consuelo a quien se lo demandare! Cosa es maravillosa: no solamente sufrió con
paciencia los trabajos de Cristo, sino con gran contento, que es más alta perfección. La paciencia, dice
Santiago, tiene consigo la obra perfecta. Esta virtud excelente nos enseña Nuestra Señora y nos llama
para que la aprendamos de ella. Ésta es la que dio la corona a los mártires, confesores y vírgenes. Ésta,
finalmente, es la que trae consigo perseverancia en las virtudes cristianas; sin ésta no hay entrada en el
cielo; y si no somos tan acabados y perfectos que, como la Virgen Santa, padezcamos con alegría, a lo
menos tengamos sufrimiento en las aflicciones que Dios nos envía, como lo hizo el santo Job, dando
alabanzas a nuestro Salvador.
Responsorio
SAL 93, 19; 85, 15
R/. Cuando se multiplican mis preocupaciones, *tus consuelos son mi delicia.
V/. Tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal.
R/. Tus consuelos son mi delicia.
(Silencio para la reflexión: 3 minutos)
María, ejemplo y unión de los cristianos
El movimiento ecuménico, sobre la base de una más clara y difusa conciencia de la urgencia de
llegar a la unidad de todos los cristianos, ha hallado en la obra del Concilio Vaticano Segundo su expresión
culminante por parte de la Iglesia Católica; es necesario que los cristianos profundicen en sí mismos y en
cada una de sus comunidades aquella obediencia de la fe, de la que María es el primero y más luminoso
ejemplo.
Padre Nuestro…
Ave María…
Ave María…
Ave María…
Gloria.
Comentario Día tercero: 3 de septiembre.
De los sermones de santo Tomás de Villanueva, obispo
(En la Resurrección del Señor, Sermón 1, 4-6: Opera Omnia II, Manila 1883, 255-256)
La Virgen María llevaba el misterio en su corazón
La Virgen mora con el colegio apostólico en el cenáculo, pues allí se había reunido la familia, presa de la
tristeza, después de la muerte del Señor, para recibir el consuelo y el magisterio de la madre en lugar
del hijo. Como cuando un rápido halcón ataca las palomas y las dispersa por los campos o como cuando
una lluvia repentina y tempestuosa alborota el rebaño reunido, y cuando el firmamento se vuelve sereno
y resplandeciente, todas tornan a reunirse poco a poco, así la pasión del Pastor había agitado al pequeño
rebaño y lo había dispersado por lugares abruptos. La vergüenza cubría su rostro por haber abandonado
a tal y tan gran maestro en su agonía, y la tristeza se había apoderado de sus mentes. Se reúnen junto a
la madre, pero por vergüenza no se atreven ni a levantar su rostro hacia ella.
Feliz aquel huésped que mereció alojar a una tal familia; feliz casa en la que se verificaron misterios tan
grandes. Allí se purifica el colegio apostólico, allí se come el cordero pascual, allí se instituye el misterio
del Cuerpo y de la Sangre del Señor, allí se congrega la Iglesia, la nueva madre, allí desciende desde el
cielo el Espíritu Santo, y también desde ese cenáculo, como desde un granero, se dispersaron las semillas
por el mundo entero, llenándolo con la abundante cosecha recogida por los apóstoles. ¿Qué hay más
divino que este lugar? ¿Qué más santo? Pero entonces apenas pervivía allí la esperanza de la
resurrección del Señor; apenas quedaba entre ellos una chispa de fe; la tristeza y el luto llenaban su
corazón.
¿Quién podrá explicar ahora tu mente, oh Virgen, quién será capaz de desvelar tus sentimientos? ¿Con
qué olas se dilata tu pecho, con qué nubes se cubre tu alma? Tras el amarguísimo dolor y la agudísima
tristeza de la pasión, después de que la espada hubiera atravesado su corazón, surgen nuevos
sentimientos de gozo. Como cuando tras una noche de tormenta, una inesperada luz se alza en el
horizonte y comienza a brillar poco a poco, así la creciente confianza desalojó el miedo, y el luto y la
tristeza desaparecieron de su corazón.
Ella exclama, con el Profeta, arrebatada de amor, y desde lo profundo de su corazón libera largos
rugidos: Levántate, gloria mía, levántate, cítara y arpa. Levántate, no tardes, hijo, en consolar a esta mi
familia; que no se mofen de ti quienes te odiaron sin razón. Que sean avergonzados los que te
despreciaron y al verte menearon la cabeza. Recuerda los reproches que los insensatos te echaban en
cara todo el día. Recuerda que tus amigos no tienen seguridad, ni confianza tus pequeñuelos.
Al decir estas cosas, su rostro se humedece de suaves lágrimas y su interior se derrite de amor. Sus
mejillas purpúreas brillan encendidas con el candor celestial del espíritu.
¿Qué sientes, oh Virgen, cuando llega a tus oídos el canto de los adoradores celestes? ¿Qué gozo te
embarga cuando ves a tu hijo más brillante que los astros, elevado sobre el cielo y la tierra, y te
entretienes con él en dulce conversación y lo aprietas con tiernos abrazos? Yo he llegado a creer, y mi
opinión no me engaña, que has visto con gozo divino al Verbo bendito y has pasado a través de todas
las categorías de los santos ángeles que te proclaman dichosa y te enaltecen sobre todas las estrellas
con maravillosas alabanzas.
Responsorio
JN 19, 26-27
R/. Jesús dijo a su madre: * Mujer, ahí tienes a tu hijo.
V/. Y a Juan le dijo: Ahí tienes a tu madre.
R/. Mujer, ahí tienes a tu hijo.
(Silencio para la reflexión: 3 minutos)
María, socorro y fuerza de la Iglesia
Al concluir la liturgia diaria del a Horas, se suele elevar entre otras, esta invocación de la Iglesia a
María: «Madre del Redentor, virgen fecunda, Puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar, ven a libar
al pueblo que tropieza y quiere levantarse. Ante la admiración de cielo y tierra, engendras a tu santo
Creador y permaneces siempre virgen»
Padre Nuestro…
Ave María…
Ave María…
Ave María…
Gloria.
PRECES
La intercesión de María, que estuvo con Cristo al pie de la cruz, nos alcance que imitemos a su Hijo.
Digamos juntos:
R/. Señor, que tu Madre nos ayude.
Clementísimo Jesús, que nos amaste hasta el fin, haz que los que sienten la falta de amor en su vida,
te encuentren y puedan disfrutar de la alegría de tu redención. Oremos:
Salvador nuestro, que padeciste por nosotros, haz que todos los que sufren sepan padecer contigo,
para que también contigo sean glorificados. Oremos:
Señor, que te has compadecido de los hombres, haz que en las tribulaciones de nuestros hermanos
percibamos tu voz, que nos llama a comprenderlas y compartirlas. Oremos:
Salvador nuestro, que nos diste por madre a María, haz que siempre experimentemos en nosotros su
amor maternal. Oremos:
Señor Jesús, que quisiste llevar por nosotros el peso de la cruz, ayuda a cuantos van por la vida con
la carga de alguna enfermedad, para que puedan llevar alegremente su cruz de todos los días. Oremos:
Señor, muchos van por la tierra afligidos por la soledad o la muerte de sus seres queridos, haz que
encuentren consuelo en la esperanza de la vida futura. Oremos:
Cristo, que llamaste bienaventurados a los pobres de espíritu y a los que lloran, concede a cuantos
oprimen el hambre y la pobreza que ganen el reino prometido. Oremos:
Cristo, que sigues llamando a los jóvenes a servirte, ayúdanos a ser buenos promotores de las
vocaciones religiosas, sacerdotales y misioneras. Oremos:
Señor, que moriste y resucitaste por todos los hombres, concede a nuestros difuntos el consuelo de
verte por toda la eternidad. Oremos:
Texto de la Consagración de la Orden de Agustinos Recoletos a Ntra. Sra.
de la Consolación:
En honor y gloria de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amantísima Madre de Dios y Madre nuestra!: Aquí tenés humildemente
postrada a tus pies a esta Hija de tu predilección, nuestra amada Orden de
recoletos de San Agustín, que hoy, nuevamente, se consagra a tu servicio y a tu
santo amor, y por tu mediación, a tu Santísimo Hijo Jesús.
Vos sabés, ¡oh Madre amadísima! que desde los primeros días de nuestra
existencia, desde la cuna misma de la recolección hemos sido siempre tuyos, y
tuyos queremos ser perpetuamente. Animados por el espíritu de nuestros santos
fundadores queremos, en este día, renovar en tu presencia aquellos
sentimientos de amor y gratitud, de devoción ardiente que ellos te profesaron,
haciéndote total entrega de cuanto somos y tenemos, para que de ahora en
adelante dispongas de nosotros como mejor quieras; pues sólo anhelamos
cumplir tu santa voluntad. Vos, Señora nuestra, has dirigido nuestros pasos. Vos
has iluminado nuestras inteligencias para seguir sin vacilar las enseñanzas de la
santa Iglesia, y has inflamado nuestros corazones en tu amor y en el corazón del
divino Jesús para realizar grandes cosas por tu honor. Deseando caminar por
esta senda de luz y amor que nos han trazado nuestros antepasados, venimos
hoy, ¡oh Madre querida! a consagrarnos no sólo nuestras personas y nuestros
actos, sino también esta comunidad Agustiniana Recoleta de la que somos hijos.
Nos consagramos, pues, ahora y nos dedicamos solemnemente, y ponemos en
tus divinas manos, nuestra querida Orden con todos y cada uno de los religiosos
que la forman, y con todas las Provincias, Conventos, Colegios y Casas que lo
integran. Te consagramos la ciencia de nuestros sabios, la virtud de nuestros
santos, el celo de nuestros misioneros y el heroísmo de nuestros apóstoles y
mártires; te hacemos perpetua entrega de los Superiores y súbditos, de los
jóvenes y ancianos, y de todos los hijos de la Recolección Agustiniana. En tus
manos virginales ponemos, oh Madre amadísima nuestras almas con todas sus
aspiraciones, nuestro corazón con sus afectos, nuestras potencias y sentidos,
nuestros proyectos y necesidades, todo nuestro ser, toda nuestra vida, todo
cuanto somos y poseemos, para que todo nos lleve siempre a honrarte,
glorificarte y amarte y en ti a tu divino Hijo Jesús.
Reina, Señora y querida Madre nuestra, reina en nuestra Orden como en cosa y
posesión tuya; reina en todos sus hijos para que todos sean esclavos de tu amor,
y dígnate confirmar ante tu amantísimo Hijo Jesús esta consagración que
acabamos de hacer para que cumpliéndola como tú quieres, vivamos siempre
entregados a tu santo amor y cobijados bajo el manto de tu maternal protección.
HIMNO A NUESTRA SEÑORA
MADRE DE LA CONSOLACIÓN
HIMNO A NUESTRA SEÑORA
MADRE DE LA CONSOLACIÓN
Reina y madre querida de la
Consolación,
fuente de luz y vida, solaz del corazón.
Madre: Reina te llama nuestra
Recolección
y por doquier proclama tu dulce
protección, tu dulce protección.
Reina y madre querida de la
Consolación,
fuente de luz y vida, solaz del corazón.
Madre: Reina te llama nuestra
Recolección
y por doquier proclama tu dulce
protección, tu dulce protección.
Dirige tu mirada del mundo en rededor.
Oye, madre adorada, la plegaria de
amor.
¿No ves, oh madre mía de la
Consolación,
a los que noche y día cantan en tu loor?
Dirige tu mirada del mundo en rededor.
Oye, madre adorada, la plegaria de
amor.
¿No ves, oh madre mía de la
Consolación,
a los que noche y día cantan en tu loor?
Son tus hijos queridos de la Recolección
que, en un amor unidos y un solo
corazón,
portan el estandarte de tu gran devoción.
Madre: servirte, amarte, es su mejor
blasón.
Son tus hijos queridos de la Recolección
que, en un amor unidos y un solo
corazón,
portan el estandarte de tu gran devoción.
Madre: servirte, amarte, es su mejor
blasón.
HIMNO A NUESTRA SEÑORA
MADRE DE LA CONSOLACIÓN
HIMNO A NUESTRA SEÑORA
MADRE DE LA CONSOLACIÓN
Reina y madre querida de la
Consolación,
fuente de luz y vida, solaz del corazón.
Madre: Reina te llama nuestra
Recolección
y por doquier proclama tu dulce
protección, tu dulce protección.
Reina y madre querida de la
Consolación,
fuente de luz y vida, solaz del corazón.
Madre: Reina te llama nuestra
Recolección
y por doquier proclama tu dulce
protección, tu dulce protección.
Dirige tu mirada del mundo en rededor.
Oye, madre adorada, la plegaria de
amor.
¿No ves, oh madre mía de la
Consolación,
a los que noche y día cantan en tu loor?
Dirige tu mirada del mundo en rededor.
Oye, madre adorada, la plegaria de
amor.
¿No ves, oh madre mía de la
Consolación,
a los que noche y día cantan en tu loor?
Son tus hijos queridos de la Recolección
que, en un amor unidos y un solo
corazón,
portan el estandarte de tu gran devoción.
Madre: servirte, amarte, es su mejor
blasón.
Son tus hijos queridos de la Recolección
que, en un amor unidos y un solo
corazón,
portan el estandarte de tu gran devoción.
Madre: servirte, amarte, es su mejor
blasón.