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¡ una r¡rta
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Seguridad ciudadana
sl no fuera por las m.uchas ropas que lleva puestas, doña Gertrudis no nrriq
uortr*án el suelo; y
Ios vientos del invierno la volarían poi los áires. peio erra cbmlná
encorvada
como un signo de interrogación, y solita se las arregla para
hacer sus cosas y seguir'viviendo.
un día de estos, cuando fue a cobrar su ¡üoitácion, srrrió;.
dástiempos,
ñi;;JÁtü'Mrnt"rideo,
;,t,=í;ñ.'Tñó;;"
el peligro acecha en cada esquina: dpña Gertrüo¡s no ánoa desarmadá.
gtlá ileva, siempre, una
.tijerá
lba sentada en erómnibus. Miró ra hora: re fartaba er reroj.
sin vacilar, clavÓ la tijera en la barriga oer¡ováñ sinv"igu-en=a que
iba sentado a su ladg:
el reloj- dijo doña Gertrudis.
.
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El muchacho tartamudeó:
¿Cómo dice, señora?
El reloj - exigió ella, y la tijera pinchó.
El muchacho re dejó er reroj y de un satto oa¡o der ómnibus
con el reloj a¡retado en el-puño y el corazón alooioiáJo, doña
Gertrudis ttegó a su casa. sá hundio
en el único sillón, y hablando sola se qüedó un buen
rátá rántroa, qué r" náo'r¿-n creído, que se van
a"
abusar porque una es vieja.
cuando abrió la mano, vio que aquel reloj era un reloj
estaba en la repísa' t - -' de hombre. se levantq buscó. El reloj suyo
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Gareanio, p,ubricado en er
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i,
lavados y tiffiza
de autos, horñ
de presentación a
Constituyente 17g2.
Diario ..El país,,
_ I,78/09/2011)
Tel:
diaio "Et obseruadof