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20 DE NOVIEMBRE, 2016 SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO 20 DE NOVIEMBRE, 2016 ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Hoy honramos a Cristo como nuestro Rey. Lo honramos mejor ayudando a extender su reino. Nuestros pecados son una plaga en nuestro servicio a Cristo. Pero Cristo, que perdonó al ladrón arrepentido, también nos perdonará. Dos viajeros pasaban a través del bosque cuando la noche cayó sobre ellos. En cuestión de minutos, la trayectoria estrecha que habían seguido se desapareció. En la oscuridad, el terror acechaba por todas partes. Luego, para hacer las cosas peores, una tempestad de truenos violenta se desplazó sobre el bosque. Los relámpagos aterrorizantes fueron seguidos por el trueno ruidoso que sacudió la tierra bajo sus pies. Torrentes de lluvia caían sobre ellos. Los árboles se mecían peligrosamente. El primer hombre miraba la tormenta como una calamidad. Cada vez que había un destello de relámpago, él miraba hacia arriba al cielo y maldecía. El resultado fue que se alejó del camino y termino perdiéndose en el bosque. Sin embargo, el segundo hombre, veía la tormenta como una bendición en disfraz. Cada destello de relámpago encendida un poco su camino delante de él, y él podía tomar paso adelante. Manteniendo su cabeza bajo, él tuvo éxito en permanecer en su trayectoria. Y por eso, un paso a la vez, él llego a salir del bosque. Ésa es la manera que a veces es en la vida: solo hay bastante luz para poder tomar el siguiente pasó; bastante fuerza para llevar a cabo la tarea actual. La tempestad de truenos fue exactamente igual para ambos viajeros. Pero para uno fue un bloque que tropiezo, mientras que, para el otro, fue una piedra en que pisar. Los viajeros nos recuerdan de los dos ladrones en la historia del Evangelio. Los dos se vieron en una oscuridad terrible. Primero hubo la oscuridad de sus propias vidas de crimen. Luego hubo la oscuridad terrible que descendió en el Calvario en la crucifixión de Jesús. Uno de ellos maldijo la oscuridad. El otro vio un destello de luz a través de ella. Esa luz llego de la presencia de Jesús, Jesús el amigo de los pecadores, que vino a buscar y a salvar a los perdidos. La confesión limpia y humilde del ladrón llego derecho al corazón de Jesús. Ganó para el ladrón, no sólo el perdón, pero el cielo mismo. En el final el único quién nos conoce y nos entiende completamente es Dios. Él es el único del cual podemos confiar absolutamente en su exactitud porque solo Él ve lo que está en el corazón. Él ve nuestras heridas y dolores, nuestras cicatrices y desventajas, nuestras esperanzas y anhelos. Jesús miro al ladrón, y viendo su vida destrozada, tuvo compasión por él. El buen ladrón nos da esperanza a todos, pero especialmente a los que llegan a finales de la vida y no tienen nada que demostrar, solamente los trabajos de la oscuridad. Incluso en la última hora existe la posibilidad de dejar que entre la luz del sol. Con su bondad pura, Jesús cambia nuestra oscuridad a luz. La salvación es siempre un regalo de Dios. Él la da más libremente a todos los que (como el buen ladrón) la piden con las manos vacías y corazones ilusionados.