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SIENDO FIELES CON LAS RIQUEZAS INJUSTAS
P. Steven Scherrer, MM, ThD
www.DailyBiblicalSermons.com
Homilía del 25º domingo del año, 22 de septiembre de 2013
Amós 8, 4-7, Sal. 112, 1 Tim. 2, 1-8, Lucas 16, 1-13
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco
es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16, 10).
Esta es la parábola del mayordomo infiel que fue acusado de haber disipado los
bienes de su amo, que le dijo que no podrá más ser su mayordomo. Entonces,
para hacerse amigos que lo recibirían en sus casas cuando se le quitará la
mayordomía, redujo lo que los deudores de su amo le debían. El punto de esta
parábola es: “Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que
cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (Lucas 16, 9).
Debemos ser sagaces con bienes materiales. Este es el punto de esta parábola.
No es que debemos actuar injustamente, como este mayordomo, sino que
debemos actuar sagaz y decisivamente, como él al usar las riquezas injustas
para ayudar a los demás. Debemos usar nuestras riquezas para ayudar a los
demás, haciéndonos amigos con nuestros bienes. Entonces, estos amigos, a
quienes ayudábamos con nuestro dinero en esta vida, nos recibirán en las
moradas eternas (Lucas 16, 9). No debemos imitar la injusticia de este
mayordomo, sino su sagacidad y su manera de ser decisivo en su uso de las
riquezas injustas, al usarlas para ayudar a los demás.
Los bienes materiales son muy pequeños en comparación con las riquezas
espirituales. Pero Dios nos prueba con ellos, para ver si somos fieles o no en
estas cosas. Nos da cosas materiales para que aprendamos cómo usarlas
conforme a su voluntad y ley. Si las usamos para nuestro propio placer,
entonces estas cosas nos separarán de Dios al dividir nuestro corazón.
Somos probados y tentados por cosas materiales. Nadie vive sin tentaciones de
este tipo. Aun san Antonio de Egipto, que vivía en el desierto, estaba tentado
por el diablo con visiones de cosas y placeres mundanos. Era necesario que
fuera tentado así para que crezca en la virtud al resistir estas tentaciones y
visiones de placeres mundanos. Nosotros también crecemos espiritualmente de
la misma manera al reaccionar propia y correctamente con relación a las
riquezas injustas y los placeres mundanos.
Si no somos fieles con estas cosas, que son pequeñas, tampoco seremos fieles
en cosas espirituales, que son mucho más grandes. “El que es fiel en lo muy
poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto” (Lucas 16, 10). Para ser fieles en lo muy poco, debemos vivir
una vida sencilla, renunciando a los placeres y entretenimientos del mundo, para
vivir para Dios con todo nuestro corazón (Marcos 12, 30), sin dividir nuestro
corazón con estos deleites mundanos. Si no somos fieles con estas cosas
mundanas, que son muy pequeñas, tampoco seremos fieles en lo más, y no
creceremos en la virtud ni en la santidad como debemos.
Esta vida presente es nuestra prueba, es nuestra oportunidad de crecer en la
virtud y santidad al usar todo lo que tenemos para Dios y su reino. Sólo si
somos fieles con cosas materiales, se nos confiará lo verdadero, que son las
riquezas espirituales. “Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién
os confiará lo verdadero?” (Lucas 16, 11).
“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará
al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a
las riquezas” (Lucas 6, 13). Esto es una nueva manera de vivir en este mundo.
Normalmente los hombres se dividen entre Dios y las riquezas injustas. Pero
Jesús nos enseña algo nuevo aquí, es decir, que no debemos venir a ser
divididos así si somos sus seguidores. Debemos más bien perder nuestra vida
en este mundo por amor a él (Marcos 8, 35), renunciando a sus placeres,
viviendo sencillamente, enfocados en Dios y dedicados completamente a él. Si
tenemos riquezas, debemos usarlas no por nuestro propio placer, sino para el
reino de Dios.
Los servidores, a quienes se les dio una mina a cada uno para negociar con ella
hasta el regreso de su amo, no debían usarla para sí mismos, sino por su amo.
Entonces cada uno fue recompensado conforme a cuánto ganó por su amo con
su mina. A nosotros también se nos dio talentos y dinero para usar por el reino
de Dios, no para nuestro propio placer, y seremos recompensados conforme a
cómo hacemos esto. Cuando su amo regresó, cada uno tenía que darle todo lo
que ha ganado con su mina. Él que ganó diez minas más, fue dado autoridad
sobre diez ciudades; y el que ganó cinco más, fue puesto sobre cinco ciudades
(Lucas 19, 16-19). Nosotros también seremos recompensados conforme a
nuestra sagacidad y cómo somos decisivos y emprendedores en usar nuestros
talentos y dinero para el reino de Dios, no para nuestro propio placer, dividiendo
de este modo nuestro corazón y separándonos de Dios.
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Por eso “vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se
envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla
destruye” (Lucas 12, 33). Nos hacemos bolsas celestiales y tesoro en el cielo al
usar las riquezas injustas para el reino de Dios, al vender nuestras posesiones y
dar limosna.
¿Pero cómo hacemos esto? Lo hacemos al vivir una vida sencilla, al vivir
sencillamente en todo aspecto de nuestra vida. Lo hacemos al vivir la pobreza
evangélica, al perder nuestra vida en este mundo, para vivir completamente por
Dios (Marcos 8, 35). Lo hacemos al ser sagaces, emprendedores, y decisivos
en el uso correcto de las riquezas injustas, al ser hacedores de la palabra, y no
tan solamente oidores, engañándonos a nosotros mismos (Santiago 1, 22). Y de
veras, “alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente” (Lucas
16, 8).
Nos hacemos bolsas celestiales al ser decisivos, como este mayordomo malo,
pero decisivos en cosas buenas, ayudando a los demás de maneras buenas, no
en cosas malas ni de modos injustos como él. Debemos imitar su sagacidad y
su ser decisivo, no su injusticia, “porque los hijos de este siglo son más sagaces
en el trato con sus semejantes que los hijos de la luz” (Lucas 16, 8). Debemos
imitar su sagacidad y escoger el camino angosto y estrecho de la vida que sólo
pocos hallan. La mayoría escogen el camino ancho y cómodo de los placeres
de este mundo, que lleva a la perdición (Mat. 7, 13-14).
Si vivimos así, escogiendo el camino angosto de la vida de los pocos, seremos
fieles en lo muy poco, en las cosas mundanas, en las riquezas injustas, no
usándolas para nuestro propio placer, sino por el reino de Dios, y seremos
recompensados con riquezas verdaderas. “Pues si en las riquezas injustas no
fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” (Lucas 16, 11).
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