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Compasión o Misericordia Es lamentable que en nuestro castellano no haya distinción entre misericordia y compasión, en nuestra lengua estas expresiones son similares en su contenido. Los textos griegos utilizan dos palabras para identificar las acciones de Jesús. Aparece un sustantivo éleos que se traduce como piedad, compasión, un sentimiento que no implica una acción. La segunda palabra corresponde al verbo splagchnizomai, un verbo deponente pasivo que traduce tener misericordia, ejercer compasión, es el acto de la compasión. No solo me duele que el otro sufra sino que me involucro en la acción de ayudarlo. En la literatura greco romana hasta el siglo III era usado el verbo con relación a la salud, en el contexto de la acción medica, de la enfermedad. Cuando el verbo se transforma en sustantivo se refiere a las vísceras, a las entrañas, a los órganos internos que están entre los hombros y las piernas: corazón, pulmones, riñones, hígado. El verbo identifica estas partes cuando enferman, habla de un dolor físico. Compadecerse, para Jesús, no significa meramente apenarse o afligirse por la condición o situación del prójimo. El significado cristiano de ser compasivo, comprende mucho más que sentir pena por el caído, por el desvalido. Cuando los textos bíblicos hablan de las curaciones de Jesús, proclaman que lo que lo movía a hacer el bien a los enfermos, pobres y más necesitados era un dolor físico. Físicamente sentía el dolor del otro, lo ponía mal el dolor ajeno y lo lanzaba a una acción inmediata. Todo ser humano a partir de esta realidad es el lugar donde a Dios le duele el sufrimiento del otro. Por lo tanto la misericordia es un don, es un carisma de Dios, que se tiene o de lo contrario hay que pedirlo. La compasión como sentimiento, ese dolor por el dolor del otro lo llevamos como una huella genética, como preservación de la especie. Pero la misericordia como la praxis de lo que se siente, como esa mano larga de Dios que llega atreves de mí al necesitado; esa postura de agacharse para servir al débil, me lleva a descubrir en mi semejante la propia semejanza de Dios que me pide tener entrañas de misericordia con quien es imagen de mi propia trascendencia. Con la compasión nos sentimos próximos al dolor de los demás y tenemos la voluntad de aliviar sus penas. Con la misericordia ejercemos la compasión involucrándonos en los procesos de sanación de todos los dolores de nuestra comunidad. Debemos tener un corazón compasivo, cultivando sentimientos de empatía o proximidad hacia los demás y reconociendo la gravedad de las desdichas del prójimo. Pero ese sentimiento debe tener el matiz divino de la misericordia que me lleva a actuar frente al otro no simplemente por una filantropía sino porque, en el otro está el rostro de un Dios que me pide a gritos que pase del sustantivo éleos al verbo splagchnon, por que el dolor del otro es mi propio dolor y cuando yo procuro sanarlo, empieza a darse un proceso de sanación en mi propia realidad personal. Quién de nosotros no siente dolor por la dramática situación de pobreza, de violencia, de conflicto armado; quien no siente compasión por nuestros hermanos secuestrados, por los que lo perdieron todo en nuestra comunidad en el incendio de los hermanos de la laguna. Todo esto nos conmueve sí, ¿pero realmente nos mueve a tener entrañas de misericordia, donde el dolor del otro sea mi propio dolor? Padre Pacho elpadrepacho@hotmail.com