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1 Reyes 17,17-24; Gálatas 1,11-19 y Lucas 7,11-17 Las dos comitivas El relato del evangelio de hoy presenta plásticamente dos comitivas que salen al encuentro. Una de ellas es una comitiva de muerte: un gentío considerable de la ciudad acompaña al féretro de un joven, hijo único de una viuda…, con lo que significaba para una mujer viuda la pérdida de su hijo único: La muerte de su hijo es, en realidad, su propia muerte; sin su hijo varón no es nadie. A la puerta de la ciudad, otra comitiva que viene en dirección contraria: Jesús acompañado por sus discípulos y mucho gentío. ¡La comitiva de muerte, que acompaña a la viuda y la comitiva de vida, que acompaña a Jesús! Allí se produjo el encuentro entre el dolor y el desamparo de la viuda y la misericordia y el amor del que pasó por la vida haciendo el bien: “¡Muchacho, levántate!”. Y Jesús se lo entregó a su madre. Y en Naín todos dan gloria a Dios sobrecogidos porque “un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios ha visitado a su pueblo”. Nuestras comitivas de la muerte Hoy sigue habiendo comitivas de muerte, aunque se haga lo posible por disimularlas, en un deseo de ocultar y escamotear el hecho de la muerte. La comitiva de la muerte se ha diluido, pero queda en lo profundo de cada corazón humano, que sigue experimentando su tragedia y su desgarrón, aunque no lo pueda manifestar, porque a nadie le gusta hablar de los muertos y nos sentimos incómodos ante su recuerdo. Y ante estas comitivas secretas, sigue hoy saliendo al encuentro la comitiva de vida de Jesús. La mujer del libro de los Reyes se queja a Elías: “¿Has venido a mi casa para avivar el recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?”. Es triste pensar que para muchas personas la muerte del ser querido es un castigo de Dios… La primera vez que Jesús es calificado con el título de Señor es para decirnos que sintió la misma pena que cualquier persona siente ante la muerte del hijo único de una viuda. Encuentro de las comitivas Tarea de nuestra cultura es saber reintroducir la muerte en las coordenadas de la vida, porque forma parte inseparable de ella y no podemos escamotearla. Y también hacen falta comitivas de la vida: comitivas de personas que sean capaces de sentir el dolor ajeno, que sean capaces de sentir, ante el que sufre y está solo, ante los enfermos, ante los que han perdido un ser querido, que se les enternece el corazón… No vamos a poder devolver la vida a quien está muerto. Pero podemos entregar a tanta madre viuda, a tanto ser humano con el corazón destrozado, nuestro propio corazón, capaz de expresar la compasión y ternura que llevamos dentro de nosotros. Atiende, Señor, nuestras súplicas Propuesta.Dios, nuestro Padre, mira al mundo con la preocupación de ver a sus hijos enfrentados, luchando, muriendo unos a manos de otros. Las lágrimas de Dios son también nuestras lágrimas. Por eso, desde el fondo de nuestro corazón, decimos: “Atiende, Señor, nuestras súplicas”. 1. Por el Papa Francisco, por los obispos, por nuestra parroquia… Que seamos capaces, viviendo nuestra vocación de cristianos, de buscar soluciones que contribuyan a la paz, la fraternidad y la reconciliación. Oremos. 2. Por los gobernantes de las naciones. Que, siguiendo el ejemplo de Jesús, al tomar sus decisiones, tengan presentes, por encima de todo, las necesidades de las personas. Oremos. 3. Por los pueblos que sufren los horrores de la guerra, por cuantos mueren a causa de la violencia y de la sinrazón humana. Que los seres humanos recuperemos el sentido, la cordura y el valor de la vida. Oremos. 4. Por los padres y madres que han perdido alguno de sus hijos. Que encuentren fortaleza en Dios y en los que les rodean, para poder superar el dolor y seguir adelante en la vida. Oremos. 5. Por todos nosotros, por nuestras familias, por nuestros difuntos… Que seamos capaces de crear ambientes de afecto y confianza donde la vida sea el valor más apreciado por todos. Oremos. Oración.Escúchanos, Dios nuestro, y haz que, reconociéndote a ti como Padre, aprendamos a vivir como hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.