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P
ara Francisco Palau, María de Nazaret es la madre de Dios y a la
vez la sierva, porque ella interpreta y realiza su misión materna en
la línea de los “siervos de Yahveh”, como servicio para el género
humano, a fin de que se realice en su vida la voluntad salvífica de
Dios: “María, --escribe Palau-- desde su concepción inmaculada,
tomó como propia la causa de todos los hijos de Adán, y movida e
impulsada por esta virtud (la misericordia), negoció eficazmente
con Dios nuestra salvación. Esa Madre de misericordia toma por
suyas las necesidades de sus hijos”. (MMaría 528, 3). Tan grande
es su confianza en María que está convencido de que “cuanto más
pecadores, si acudimos de veras a María, nos creeremos más
acreedores de su compasión y nos miraremos como los primeros
vasallos de su reino de misericordias” (Lucha 141-142). Porque
“María hizo con nosotros una obra de misericordia tan grande, que
no habrá otra igual. Estábamos perdidos por la culpa original, y
nos dio un salvador”. (Mes de María, 531, 2).
Mirando a María, cada uno de nosotros aprenderemos a dejarnos
afectar por las necesidades de los demás y a tener un corazón
compasivo y misericordioso: “Si tienes caridad, la misericordia es
una hija suya, y estará contigo: y si hay en ti misericordia,
padecerás por todas aquellas causas y motivos por los que sufrió y
padeció Jesús y María su santísima Madre. Tendrás pena y
compasión de los males morales gravísimos que afligen a nuestra
santa madre la Iglesia; y tomando por propias las miserias y
necesidades espirituales de las almas, te sacrificarás por ellas”.
(Mes de María, 528-529).
Contemplar a María
Madre
de la
Misericordia
Terminamos con esta oración del Mes de María:
“Señora: Yo me obligo a practicar en bien de mis
prójimos todas las obras de misericordia que pueda y
que están en mis manos. Tendré para todos aquellos con
quienes me familiarizo, un corazón afable, benigno,
dulce, manso, y seré su servidor. Ni con palabras, ni con
obras, ni con gestos, ni directa o indirectamente les
contristaré, les molestaré ni mortificaré. Recibid,
Señora, estos mis propósitos, y haced que tengan un
efecto siempre eficaz”. ”. (Mes de María, 532).
Lola Jara F., cm.