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ΚΑΛΛΙΜΑΧΟΣ ΚΑΙ ΧΡΥΣΟΡΡΟΗ Calímaco y Crisorroe 1. encuentro Encontró un habitación toda de oro. ¿Quién podría decir su encanto y traducir con palabras sus numerosas bellezas? Era toda gracia la cámara aquélla, era la morada de las Gracias. Tenía aquella habitación –¿pero cómo voy a describirla?- un techado todo de oro y perlas, mas no sólo recubierto de oro y pedrería, no sólo con ese adorno de piedras rutilantes, sino que en el techo estaba figurado el cielo y los cursos de los astros con un artificio muy docto y una técnica maravillosa. En medio de la áurea bóveda de la cámara estaba Cronos, sentado en su alto trono, con su alba cabellera, sosteniendo en sus manos el cielo. … Allí, en el medio -¡ay qué penoso es ahora el relato!- por sus cabellos estaba suspendida una joven, abandonada en aquella soledad. Se me sobresalta el corazón, se turban mis sentidos. Por los cabellos, -¡ay absurda disposición de la fortuna!- por los cabellos estaba colgada tal doncella. Pero me callo, callo pues me faltan las palabras, lo escribo con enlutado corazón lo que sigue … Con sólo verla, el hijo tercero del rey, Calímaco, la flor de los amores, ese corazón valiente y aguerrido y poderoso, al punto se quedó atónito, como una piedra, en el umbral. Tan sólo la miraba, despaciosamente, tan sólo estaba allí de pie y la miraba perplejo, y se preguntaba si tal vez ella también era parte de las pinturas. Tanto es el poder de la belleza para arrebatar las almas, robar la lengua y la voz, para aniquilar los corazones. … Estaba parado mirándola, sin articular palabra, bajo un doble impulso sentimental: su belleza le sobrecogía y compartía su tormento. Y sólo escapó un suspiro de su alma dolorida. Con todo lastimoso y amargo, con una voz doliente y abrasada por la fiebre, fue ella quien le dijo: -“¿Amigo, quién eres? ¿De dónde has venido? Si es que eres un fantasma con humana apariencia, ¿eres valiente, sensato? … A la tortura este cuerpo mío, que tanto miras, fue entregado. Mas si lo ve y te dueles del espectáculo, como dices, si acaso se ha saciado la pérfida Fortuna de los muchos suplicios de tan largo tiempo y hoy te ha enviado a traerme consuelo, a librarme de estos numerosos tormentos míos, estoy agradecida a mi destino. … Esta es la morada de un dragón, la mansión de antropófago… Ahora viene, ¡escapa ya, escóndete!”… Llegó el dragón y puso de manifiesto su inhumana ralea. … Agarrando una fina vara de mimbre que allí había, azotó largo y tendido a la joven colgada, de la cabeza a los pies y en las puntas de sus dedos. … El dragón se echó sobre aquel lecho … comió muchísimo y con esfuerzo consiguió quedar harto y una vez repleto se echó panza arriba y durmióse. 2. reencuentro -“Pero cómo te atreves a acercarte a la mesa real, para hacerme la reverencia, tú, extraño y mendigo, y cómo no has llamado a otra persona para que me traiga las rosas? Él se inclina, besa a la reina con pasión, le roba, le arrebata un beso colmado de delicias, y al darle las rosas besa unos labios más dulces que las rosas y toma otro beso a cambio de las rosas aquellas. … ” De tal manera en la dulzura pasó el día, y otra vez llegó la noche. Vino la gracia de los amores, vino la noche con la luminosidad de los diurnos amores, uniendo la gracia de los cuerpos a los placeres del sentido. Intento, plan y astucia de la joven para librarse de la gente y quedarse sola La sirvienta luego retira la cortina. Entra se prosterna ella sola ante la reina, que dice a los demás: -“En este lugar he encontrado cierto respiro. No quiero más ahogo, no quiero ver gente. …. Voy a tumbarme para dormir, pero te ordeno antes esto: acuéstate fuera de este pabellón mío al otro lado de la cortina… Así sucedió, de acuerdo con esta orden de la reina. Y después de la primera o la segunda hora de la noche, el jornalero entró en el jardín, lo atravesó, aproximándose al pabellón, llegó junto a la cortina, vio allí a la reina y la reina lo ve. Levantóse ella temblorosa de pasión. Él como alado fue hacia ella. Y cómo se abrazaron y con cuánta pasión y con cuánto pacer y con cuánto corazón, no puede expresarlo un relato, por más encanto que tengan sus palabras, sólo un corazón sensible puede decirlo. La dulzura inexpresable de sus besos reavivó, como el agua de un río, sus nobles, moribundos corazones. Pues como un río da a beber a los árboles resecados, así también el beso tonifica a un corazón sin vida. Si hubieras asistido a los besos de aquella noche, si los hubieras visto, habrías pensado que jamás se apartarían un poco uno de otro. Y después de los besos durante la mayor parte de la noche Calímaco se acostó con ella y unieron sus cuerpos con placer. Ella a su vez se abrazó de nuevo a Calímaco y fue un dulce desmayo en aquel momento y conocieron un placer distinto, maravilloso, allí junto a los árboles, y sus muertos corazones recobraron su ritmo conjunto y de nuevo volvieron a la vida entonces en aquel momento de dicha.