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año 13, no. 42. Invierno 2011 Premios Demac 2009-2010 Para mujeres que se atreven a contar su historia® de revolución, libertad e independencia personales Directorio Amparo Espinosa Rugarcía Directora Graciela Enríquez Enríquez Coordinadora editorial Amaranta Medina Méndez Araceli Morales Flores María Suárez de Fenollosa Ángeles Suárez del Solar Colaboradoras Blanca Delgado Ocampo Secretaria Retorno Tassier Arte y Diseño Impreso en Nea Diseño Dr. Durán No. 4 Desp. 118, Doctores Cuauhtémoc 06720 México, D.F. DEMAC Para mujeres que se atreven a contar su historia, es el órgano de expresión y difusión de Documentación y Estudios de Mujeres, A.C. Publicación trimestral. Año 13, Núm. 42 Fecha de impresión: enero de 2012 con un tiraje de 2,000 ejemplares. Certificados de licitud de título y contenido: números 12493 y 10064 otorgados por la Secretaría de Gobernación. Certificado de reserva: número 04-2011-092217035900-102 Recibimos la correspondencia en: José de Teresa No. 253, Tlacopac, San Ángel Álvaro Obregón 01040 México, D.F. Tel. 5663 3745 Fax 5662 5208 Correo electrónico: demac@demac.org.mx Internet: www.demac.org.mx Derechos reservados. Se prohíbe la reproducción total o parcial por cualquier sistema o método, incluyendo electrónico o magnético, sin previa autorización del editor. 5 Ceremonia de la entrega de los PREMIOS DEMAC 2009-2010 Para mujeres que se atreven a contar su historia® de revolución, libertad e independencia personales Amparo Espinosa Rugarcía 7 La abuela de los baños Josefina Gutiérrez Martínez 11 Auandarhu anapu (Del cielo) Morelia Peña Belmonte 17 Testimonios de mujeres mexicanas 2011 Tomo uno Jorge Alberto Gudiño Hernández 23 Testimonios de mujeres mexicanas 2011. Tomo dos Elvira Hernández Carballido 29 El Cuadro Mónica Guerra Gutiérrez Editorial L es deseo, fieles lectoras, lo mejor para el 2012. Que todos sus deseos se les cumplan —siempre y cuando sean buenos para ustedes. Mi editorial en esta ocasión es muy breve. No quiero repetir lo que leerán de manera más completa en las páginas siguientes. El primer texto es mío y en él hablo del tema de este boletín, los Premios demac 2009-2010. Los textos que nos enviaron a concurso en esta ocasión me resultaron fascinantes. Fascinantes porque me atraparon. Porque, como siempre ocurre con los textos de los concursos, me divirtieron y me conmovieron. Pero en esta ocasión me di cuenta de que los escritos de los Premios demac me fascinan, sobre todo, porque me abren la puerta a vidas y a estilos de vida que no conocía. Nuestras vidas transcurren dentro de un espacio determinado. Llegamos a creer que la definición de lo que es vida remite necesariamente a ese espacio. Sabemos, aunque no tengamos conciencia de ello, que esto no es verdad. Pero no es sino hasta que nos atrevemos a mirar desde dentro otras vidas y otras maneras de ser, cuando nos vemos obligadas a aceptar que nuestra manera de vivir no es sino una entre decenas de miles de vidas y no es ni la mejor ni la más humana. Entonces podemos empezar a practicar la humildad, que es una de las más grandes virtudes. Amparo Espinosa Rugarcía Fundadora y Directora demac 4 Casa Lamm Jueves 20 de octubre de 2011 Ceremonia de la entrega de los PREMIOS DEMAC 2009-2010 Para mujeres que se atreven a contar su historia® de revolución, libertad e independencia personales Amparo Espinosa Rugarcía B uenas noches a todos y a todas. Gracias por acompañarnos en esta noche a celebrar, a homenajear a nuestras dos ganadoras y a todas nuestras menciones. Hace muchos años que tenemos estos premios, ya más de dos décadas, unos veinticinco años. Yo creo que los textos ganadores de este año son de los mejores que hemos recibido, son trabajos excepcionales. Muchas gracias y felicidades. Ahora presentaré a las personas que estamos en esta mesa: la doctora Elvira Hernández Carballido, que nos hará una reseña de las menciones; Morelia Peña Belmonte y Josefina Gutiérrez Martínez, que son nuestras ganadoras; y Jorge Alberto Gudiño, que también nos va a presentar otros de los libros de menciones, nos han preparado un texto que seguramente será buenísimo. Nosotros tenemos unas premisas. En demac estamos convencidas de que la escritura sana; sana emocionalmente y, a veces, también sana físicamente. Otra de nuestras premisas es que escribir es un derecho. Los gobiernos gastan muchísimo dinero en que los ciudadanos aprendamos a escribir, y realmente usamos muy poco de la escritura y yo creo que es una herramienta, que es sanadora, pero aparte sirve para transmitir ideas, para afirmarlas, para que sepamos lo que realmente somos y pensamos. En demac tenemos este programa para apropiarnos de la escritura a través de contar nuestra propia historia. Esto es lo que estamos ahora manejando, porque debo decir que no empezamos así. demac cuando inició hace alrededor de veintitantos años, comenzó con otras ideas, sí de promocionar y de apoyar a las mujeres mexicanas, pero a través de microcréditos, microfinanciamiento. Curiosamente, ese proyecto, que es el que yo pensé que iba a ser el más taquillero, el más exitoso, fue perdiendo importancia, misma que ganó este proyecto el de los premios, concursos para mujeres que escriben y, más recientemente, el de talleres para mujeres que se atreven a escribir. Fue como una necesidad sentida, aunque no fue esa la idea original, pero está resultando, a mí me parece, realmente muy exitosa. Hemos recibido alrededor de tres mil trabajos en los años que llevamos de trabajar, y publicado cerca de doscientas historias. 5 6 Y ahora, con el arribo del libro virtual podremos publicar muchos, muchos, libros más. Nuestros libros se venden muchísimo. Recientemente, nos pidieron un título que están usando como libro de texto en escuelas de tanatología. Han sabido encontrar su mercado. Al principio, muchos decían: “No va a funcionar, sólo se venden los libros de autoras consagradas”; pero parece ser que no está resultando así, realmente están encontrando mercado, se están vendiendo, hemos hecho separatas, segundas y terceras ediciones. Tenemos otro proyecto, el de literatura carcelaria, y ese proyecto también ha resultado muy exitoso. Tenemos varios volúmenes escritos por mujeres en reclusión que suscitan la curiosidad y estimulan la reflexión: ojalá y algún día los lean. Amparo Espinosa Rugarcía dirige actualmente Documentación y Estudios de Mujeres, A.C. (demac). Es presidenta de la Fundación Espinosa Rugarcía (Esru), y miembro del Comité Directivo del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (ceey). Entre sus publicaciones se encuentran: La Leyenda de Ameyhale. La princesa que le robó la escritura al dios del viento (demac 2012); Dios Padre, ya no creo en ti (Jus, 2011); Secretos, leyendas y susurros: rituales para mujeres que se atreven a apropiarse de la escritura, conjuntamente con Ethel Kolteniuk Krauze (demac, 2007); Dulce asalto al poder: perfil político de las nuevas primeras damas (Edamex, 2003); Shikoku: peregrinaje de la madurez a la vejez (Porrúa, 2002); Última llamada al heroísmo (Edamex, 2000); Talladoras de Montaña (Diana, 1997); Manual de supervivencia para la mujer (Diana, 1992); Palabras de mujer (Diana, 1989); Había una vez mi familia (Siglo XXI, 1981) y Pensamiento contemporáneo en México (Porrúa, 1974). Es licenciada en Administración de Empresas y maestra y doctora en Desarrollo Humano por la Universidad Iberoamericana (uia). Tiene estudios en teología por la misma universidad y es doctora en Psicoanálisis por el Instituto Mexicano de Psicoanálisis, A.C. (impac). La abuela de los baños Josefina Gutiérrez Martínez M uy buenas tardes a todos y a todas. Ya que me soltaron el micrófono, ahora para que lo suelte va a estar medio cabrón. La verdad es que me siento muy nerviosa, quisiera quitarme la capa y luego volvérmela a poner, y a ver qué más hago, porque no estoy acostumbrada a estos trotes. La verdad es que me siento muy contenta, muy satisfecha con la vida, muy agradecida con Dios, porque después de haberme dado la oportunidad de vivir tantas y tan bonitas experiencias, todavía me da la satisfacción tan grande de ser ganadora, de que se haya publicado un libro con mis vivencias; eso para mí es algo maravilloso, una satisfacción interna, espiritual, muy grande. Al estarlo escribiendo, me sentí menos víctima. No crean que así, totalmente iluminada y qué perdonadora, no. Eso no es cierto. Lo intento día con día, pero sí me siento menos víctima. Ahora sé que en todo lo que he vivido yo he tenido el setenta y cinco por ciento de responsabilidad; no el cincuenta, el setenta y cinco, porque para que haya un abusador, debe de haber un pendejo que se deje. Eso me hace recapacitar y verme como un ser humano con la autoestima muy baja, porque así la tenía y, de vez en cuando, me llega todavía. No vine aquí a decirles mentiras, vengo a decirles verdades. Y todavía, de vez en cuando, me llega, pero, entonces, cuando me llegan esas rachitas, así de “no lo merezco”, digo: “¿Cómo chingaos no? Requete lo merezco si me la he partido bien y bonito, ¿cómo que no lo voy a merecer?”, y entonces me siento mucho mejor, me siento más tranquila, aceptando mi vida de la mejor manera. A lo mejor no hago lo que quiero hacer, pero he aprendido con mucho esfuerzo a querer lo que hago, y eso para mí es lo más maravilloso: hacerlo con amor, también por necesidad, pero entre el amor y la necesidad, ahí se van dando un quién vive. Hoy en la mañana pensaba: ¿qué les voy a decir a estas gentes si ellas sí que saben? Y luego pensé: pues yo también sé, y si no, pues tengo que aprender. ¿Qué chingaos tiene un micrófono?, no se ha comido a nadie ¿verdad? Y, pues, ya quítenmelo porque me sigo. Muchas gracias a todos ustedes, gracias a Dios, gracias a la vida, gracias a mi familia, gracias a mis hijos que me han dado la oportunidad de sentirme útil, porque eso para mí es bien importante; que mis hijos me hayan permitido servirles de la manera que pude. No fui la mejor madre, no fui la madre que ellos necesitaban, pero fui su madre y ni pedo. 7 8 Déjenme les digo por qué mi historia se llama La abuela de los baños: porque yo trabajaba en los baños de un bar gay, cuidaba los baños de los jotos, los de las lesbianas no porque son muy tacañas, ésas no dan propina. Por eso se llama así, porque para ellos sigo siendo su abuela. Aquí está mi hijo, uno de mis amores más grandes. Josefina Gutiérrez Martínez. Fecha de nacimiento: 24 de febrero de 1949. Lugar de nacimiento: Monterrey, N. L. Estudios: carrera comercial. Oficio: florista decoradora. Empleos varios: cocinera, vendedora ambulante de artículos domésticos, sirvienta, vendedora ambulante de flores, mesera y cajera. Aspiraciones a los 20 años: tener casa propia y una familia lo más normal que se pudiera (aquí entre nos, nunca lo logré). Sueños guajiros a los 30: ser propietaria de una florería y tener la pareja ideal (juro no volver a soñarlo). Aspiraciones a los 65: tener casa propia y ya sin el príncipe azul. Pasatiempo favorito desde que tengo uso de razón: escribir versos, calaveras y un diario de mi vida. Lugares donde he vivido: Monterrey, N. L.; Cd. Delicias, Chih.; Cd. Acuña, Coah.; Aguascalientes, Ags.; Los Mochis, Sin.; León, Gto.; Cd. Juárez, Chih.; Jalapa, Ver.; etcétera. Obra inédita: poemas y versos. 9 10 Auandarhu anapu (Del cielo) Morelia Peña Belmonte B uenas tardes. Indudablemente el trabajo que hizo Josefina es una cosa maravillosa. Me gustaron mucho los trabajos de otras personas que tienen mención honorífica, algunos muy bien documentados dentro del contexto, otros con muy buena corrección de estilo, y otros con historias extraordinarias. De hecho, todos con historias maravillosas, así que, por ese lado, soy afortunada, porque soy la que ahora está de este lado. Eso no quiere decir que los demás trabajos no hayan sido buenos, porque todos lo fueron. Me siento más bien privilegiada porque se fijaron en mi locura de treinta y tantas cuartillas nada más. Por otro lado, a mí me dijeron que viniera a decirles algo sobre mi experiencia de escribir, y como en mi casa no me dejan hablar, tengo que encontrar un lugar donde desahogar las frustraciones, así es que se van a tener que aguantar un ratito. Para mí, escribir mi autobiografía fue algo catártico, muy liberador, y me ayudó a darle una dimensión diferente al recuerdo que tenía de mi historia. Me ayudó a valorar las cosas de una manera más realista, pero también a darme cuenta de que las etapas de mi vida y todas las cosas que sucedieron y dejaron de suceder pasaron por algo. Si no hubieran ocurrido no sería hoy la mujer que soy; y eso es algo valiosísimo que rescaté de esta oportunidad que se me dio. Jamás pensé que se publicara mi texto, porque era secreto de Estado y solamente lo hice como terapia. Cuando me dijeron que lo iban a publicar, pensé: “Ahora sí, que todo México se entere”. Después de ser secretos tan guardados en las casas y en las familias pensé que... a lo mejor sería bueno regalarle a mi mamá, a mi papá, a la nana y a toda esa gente el libro con un moñito el día de Navidad, cuando todo mundo se reúne muy sonriente, con los secretos ocultos en el sótano. Pero, para evitar que se enfermaran y después me tocara a mí pagar el hospital, preferí no hacerlo. Mi familia no vino el día de hoy. Yo quería que los vieran para que le pusieran rostro a cada personaje, pero el día de mañana se titula la hija que tuve a los dieciséis años. Es arquitecta, como su papá; así que el papá se tuvo que quedar a ayudarle a terminar las diapositivas. Ha sido muy bueno Dios conmigo. Y para quienes me han preguntado por qué mi texto se llama Auandarhu anapu, les diré que soy de la meseta purépecha, soy huare, de un lugar que se llama Huáncito, de la cañada de los Once Pueblos, en Michoacán. Auandarhu anapu quiere decir “Del cielo” o “Caído del cielo”, dependiendo de las regiones dónde se haga la traducción, porque tenemos diferentes interpretaciones. Le puse así porque en todas las etapas de la historia de mi vida estuve recibiendo ayuda del cielo, de diferentes maneras. Dios siempre envió ángeles al 11 12 lugar donde yo estaba, para levantarme cuando me caía, a sacudirme el polvo y seguir caminando. En todas las etapas de mi vida hubo gente buena que me ayudó, y que influyó para que mis hijos pudieran crecer, para que yo siguiera estudiando y todas las historias que ahí les cuento. Quiero agradecer mucho a demac la oportunidad de que México se enterara y de que mi mamá casi se muriera del susto. Fue un placer saludarlos. Gracias. Amparo Espinosa Rugarcía invita a Morelia que nos cuente algo de su vida, porque muchas personas todavía no han leído el libro. Josefina ya dijo por qué es La abuela de los baños, ahora Morelia platicará algunos fragmentos que ella quiera contarnos. Creo que no soy muy entonada, pero me costaría menos trabajo cantar que platicarles esto. Hay fragmentos de mi vida con los que, seguramente, muchas mujeres se han identificado. El otro día se descompuso la camioneta de una amiga, y mientras esperábamos le regalé mi libro a la esposa del mecánico. Cuando terminó de leerlo, porque estuvimos ahí como dos horas o más, me dijo: “Estaba pensando en divorciarme, creyendo que era la mujer que había tenido la historia más desastrosa, y que mi vida había sido lo peor, pero acabo de leer tu libro y ¿qué crees? Me di cuenta de que no estoy tan mal, que mi vida es bella”. En pocas palabras, mi vida se traduce en bien poquitas etapas, porque de los cero a los doce años, no tuve memoria, se bloqueó la parte que tenía que bloquear para defenderme y para seguir estando. De los doce a los catorce años y cacho, la pasé peleándome con mi mamá, porque el único recuerdo que tenía era: eres una estúpida y no sirves para nada, estúpida, estúpida. Llegó el momento en que yo decía: “¿Para qué me reclamas o para qué me encargas cosas, si al cabo soy estúpida?“ Y, si algo tiraba, pues qué tiene, al cabo tengo más. Me casé a los quince años, fue como pensar en salir de casa, “para que se le quite a mi mamá”, y después, a quien se le andaba quitando fue a mí. Tuve mi primera hija a los dieciséis años; lloraba ella y lloraba yo. No sabía qué hacerle, y seguramente ella tenía muy clara la premonición de que estaba en manos muy inexpertas y por eso era su llanto. Desde luego, cuando la fabriqué, fue con toda inconsciencia, pero con mucho disfrute y mucho amor, en una cama desvencijada. La familia donde nací —hay cosas muy rescatables— es de profesionistas y gente muy sobresaliente. Mi papá fue varias veces secretario de Estado en Michoacán, gente muy ocupada. Y los papás siempre hacemos las cosas… tratando de darles una vida mejor a nuestros hijos. Ellos trabajaban mucho para eso, y la vida mejor fue que yo y mis otros cuatro hermanos fuimos víctimas de abuso sexual, físico y psicológico de una nana que teníamos de planta y por la gente que ella llevaba a casa. Por eso bloqueé gran parte de mi historia, y después salí inmediatamente para buscar una vida mejor. Y mejoró en cuanto me fui a vivir con mi marido. Él y yo éramos, además, compañeros desde la primaria y vecinos de la cuadra; todos los días, por lo menos de lejos, nos veíamos. En prepa nos casamos y seguimos siendo compañeros. Vamos a cumplir, en este diciembre, veinticuatro años de casados. Cada año lo obligo a que me regale algo, porque me lo merezco. Los papás pensamos que para darles una vida mejor a nuestros hijos tenemos que llevarles dinero; y si bien es cierto que el dinero se ocupa para comer, tendríamos que buscar un equilibrio. Nos cuesta trabajo, sobre todo en esta época tan yoica y egoísta, en la que usamos como pretexto a los hijos, cuando en realidad lo que queremos es evadirnos de nuestras responsabilidades. Vivimos corriendo y corriendo, y tan aprisa, tan aprisa, que en realidad ni sabemos hacia dónde vamos. Como dice el libro de El principito, la gente corre y corre, y no sabe adónde va. Cuando tuvimos a nuestra primera hija, no teníamos ni qué comer. Vivíamos en una casa que me prestó mi suegra; y mis papás no quisieron saber nada de mí porque me había apestado. ¿Cómo se me ocurrió a los quince años salirme de la casa? Vivíamos en la planta alta de la casa y la baja la rentábamos a estudiantes. Si a ellos no les llegaba lo que los papás les mandaban para sus gastos, pues no comíamos. Cuando nació Judith, mi esposo dijo: “Pues, entonces, alguien tiene que dejar de estudiar para que mantenga la casa y, cuando ése termine su carrera, deja que estudie el otro”. Entonces le contesté: “Pues, si quieres, déjalo tú”. “No, mejor deja tú”, alegó. Entonces decidí: “Pues, entonces, ninguno de los dos lo deja”. Seguimos estudiando. Es arquitecto ahora. Él iba en un turno a la escuela, y yo al otro; el que se quedaba, tenía que cuidar a la niña. Tengo muy clara la imagen de cuando vivíamos en la planta alta, y mi marido, a las doce o una de la tarde, desde una ventana que daba hacia la calle, estaba con la niña en la ventana, esperando el relevo. Después de la más grande, tuve otro hijo, se llama Héctor, igual que su papá. Tiene diecinueve años y está estudiando comercio internacional y relaciones… una cochinada de ésas que no sirven para nada, menos para la gente que no tenemos dinero ni qué exportar, pero eso le gusta. Y tengo una hija más pequeña, Yunuen, que es la que se parece más a mí, a la que he dejado más ser, porque con mi hija mayor fui muy castrante, muy exigente, me preocupaba mucho. Para mí era: no tuve papás y yo tengo que ser mamá, y de tiempo completo y con toda conciencia. Entonces fui muy exigente con mi hija mayor, y a la más chica, más bien tengo que jalarle el cordón. Sé que es mi responsabilidad y que, mientras siga conmigo y siga siendo mi hija, tendré que irle enseñando el caminito amarillo: y no te salgas de ahí para evitarte problemas y evitármelos a mí. No quiero cuidar nietos tan pronto. Económicamente tuvimos una vida difícil, pero algo que quiero compartirles es el recuerdo de una compañera de la preparatoria cuando yo estaba embarazada de mi primera hija. Como 13 14 no teníamos dinero para la bata de maternidad, mi marido empezó a cortarles y meterles un triangulito de tela a los pantalones que yo usaba cuando era delgada, para hacerlos crecer y que así pudiera seguir saliendo a la calle. Entonces mi compañera, con lo de su mesada, me llevó a La Parisina a comprar un metro de tela, y su mamá me hizo un costal, literalmente, y esa fue mi bata de maternidad. Es algo que llevo en el corazón, que no se paga con nada. Como ella, hubo más gente que siempre llegó, que siempre estuvo, para que tuviéramos con qué seguir adelante. Por eso digo que Dios siempre estuvo en todas las etapas, que las cosas hubieran sido peores si no hubiera estado. Estando embarazada, me daba más hambre, porque tenía que comer por dos, y no teníamos. En la casa de los vecinos había un árbol de limón y le cortábamos hojas y nos hacíamos té; y si teníamos más hambre, pues tomábamos más té. Si había para el camión, tomábamos camión, pero si no, había que recorrer los dos kilómetros a los que quedaba la Facultad de Derecho o la preparatoria San Nicolás de Hidalgo, que es donde estudié. Cuando fabriqué a mi segundo hijo, me fui a comprar muchas batas de maternidad porque ya tenía con qué comprármelas, y aunque no se me notaba la panza, yo tenía mis batas. Además, comía como marrana; lo difícil fue a la hora de parirlo. Hemos tratado de ser padres con toda conciencia, de dedicarles todo el tiempo del mundo, tratando de estar verdaderamente con calidad. Actualmente me dedico a dar talleres de equidad de género, soy consultora certificada por el Instituto Nacional de la Mujer, junto con mi hermana. Ella, que también fue abusada sexualmente, igual que nosotros, a los tres o cuatro años, más o menos, se cortó la vagina con un cuchillo. Me acuerdo que la llevamos al hospital y ella no quería salir de él. Seguramente se sentía más protegida con gente desconocida que con la familia o con la gente que vivíamos. Y así como ella, mis otros hermanos… Tuvo varios intentos de suicidio, pero ella es licenciada en Filosofía y tiene una preciosa familia; fundó una asociación civil que se llama Mujeres por la democracia genérica. Las dos somos muy sumisas, abnegadas y sujetas a nuestro marido, aunque únicamente en el rubro de dejarnos mantener. En esa asociación civil trabajan otras mujeres que, al igual que yo, se han enamorado del proyecto. Les compartimos a otras mujeres que podemos estar bien, y equilibrar nuestra vida sin perder el sentido y la responsabilidad que tenemos como madres educadoras. A veces pensamos que la liberación femenina o la equidad de género es: todo contra ellos, subirles el pie y somos iguales, y nos olvidamos de lo que nos toca. Eso es lo que ha deteriorado a la sociedad en la actualidad, porque si no tienes familia, pues tampoco hay sociedad, y por eso tenemos niños sicarios de nueve años. Me dedico a dar talleres de Perspectiva de género, generalmente en zonas marginadas y con más alto índice de violencia. Hago diagnósticos municipales y con perspectivas de género, también allí, en Michoacán, para el Inmujeres directamente o el Indesol. Soy licenciada en Derecho, maestra y doctora en Educación y estoy terminando mi doctorado en Derecho. Soy catedrática de la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana; coordinadora del Sistema a Distancia y de los campus que tenemos de la Facultad de Derecho. Todas esas cosas las he logrado creyendo; creyendo que no soy estúpida, que puedo hacer las cosas y que, además, soy fregonsísima; nada más faltaba que yo me lo creyera. En todas las vidas se abre una bifurcación donde pasan cosas y cada quien determina hacia dónde quiere ir. Regodearse en su dolor y estarse consolando: “¡pobrecita de mí, qué triste vida!”, o decir: “Pues no es cierto, me caigo, me levanto, me sacudo el polvo”. Me he dado cuenta de que soy una mujer muy valiente y muy valiosa. Así ha sido, más o menos, la historia de la vida. Gracias. 15 Nací en la bella ciudad de las canteras rosas, Morelia, en Michoacán de Ocampo. Aquí he vivido siempre y, aunque conozco otras ciudades, sé que éste es mi lugar. Pese a los lamentables actos de inseguridad a que estamos expuestos, sigue siendo bella, sigue siendo mi ciudad. Soy madre de tres hermosos hijos: Judith, Héctor y Yunuen, que son la luz de mi vida. Soy licenciada en Derecho, realicé una maestría en Ciencias de la Educación con especialidad en Administración Educativa y actualmente curso un doctorado. Tengo diversos diplomados en filosofía, sociología de la educación y corrientes pedagógicas. Desde hace nueve años soy catedrática de la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, actividad sumamente gratificante. Soy tallerista en la asociación civil Mujeres por la Democracia Genérica, donde abordamos temas de violencia intrafamiliar, autoestima, derechos humanos, equidad de género, y trabajamos con mujeres de diversas localidades del estado, generalmente en zonas marginadas. Esta actividad es absorbente y requiere de mucha energía, pero da grandes satisfacciones, sobre todo al final de cada taller, cuando escuchas a las mujeres decir lo que se llevan: aprenden a quererse, valorarse y respetarse. 16 Testimonios de mujeres mexicanas 2011 Tomo uno Jorge Alberto Gudiño Hernández B uenas noches. Hay algo de injusto en que yo hable ahora, ya que hablaron ellas, pues es poco lo que se puede decir que llame la atención. Les presentaré el tomo uno de los Testimonios de mujeres mexicanas, que corresponde a las menciones honoríficas. Cuando me preguntan a qué me dedico, mi respuesta es muy extraña y la mayor parte de la gente no me cree, pero mi ejercicio profesional consiste básicamente en leer. Vivo de leer y, si dijera cosas un poco más profundas, diría que vivo para leer, y gran parte de mi tiempo lo dedico sólo a eso. Muchas veces he discutido con otras personas, que también leen y se dedican a lo mismo, por qué nos dedicamos a este extrañísimo oficio que es leer. Y hay muchas posturas, desde los hiperacadémicos que dicen que esperan encontrar en el lenguaje una cosa maravillosa que está ahí adentro, y que luego asocian con planteamientos filosóficos muy complejos, hasta los que son simples, simples, como yo, que leemos porque nos gusta que nos cuenten historias. En verdad, leo porque hasta ahora no he encontrado ningún otro medio que me cuente las historias mejor que la palabra escrita. Cuando fui invitado a participar leyendo los muchos trabajos que se presentaron a este concurso, me puse contento. Pensé: voy a seguir leyendo y dedicándome a lo que me gusta. Luego me empecé a “conflictuar” un poco, porque el premio que entrega demac es muy extraño. Lo primero que me dijeron, y a varios de los lectores, fue: “No se fijen en lo que tradicionalmente se fijan; es decir, en las técnicas, en el uso del lenguaje, en los narradores. Fíjense en lo más importante que hay en estos textos: las historias que cuentan. Dije de inmediato: “De aquí soy; justo a mí me gusta que me cuenten cosas”. 17 18 Al margen de que soy capaz de identificar algunos de esos elementos técnicos, lo importante para mí siempre ha sido que una historia consiga comunicar al grado de que me permita identificarme con lo que sucede ahí adentro. Hablar de la identificación en los libros es un tanto complicado, pero, cuando era niño, alguna vez fui a ver Karate Kid, y recuerdo con mucha precisión que, al salir, todos los niños sentíamos que podíamos ser karatecas de ese nivel. Y eso lo descubrí muchos años después, pero es justamente la identificación. Claro, ésa era una identificación muy sencilla: uno quería ser mejor, hacer cosas más o menos maravillosas. La identificación con los textos que presentan al Premio demac es muchísimo más complicada, y más para alguien como yo, ya que es un premio para mujeres. Soy hombre aún; el aún es importante, me voy a deshacer de él dentro de poco. Identificarse implica, simple y sencillamente, ser capaz de ponerse en los zapatos del otro, así de sencillo, sobre todo después del componente de la empatía. Me toca hablar del tomo uno de los Testimonios de mujeres mexicanas 2011, que está compuesto de cinco trabajos que son sumamente diferentes: en extensión, hay alguno que no llega a las diez cuartillas, y otro que pasa de la centena; en temática, los hay muy esperanzadores y otros sumamente perturbadores; en tratamiento, se nota que unos fueron escritos por alguien acostumbrado a escribir y otros que no, que implican más un ejercicio catártico o de liberación. Y, pese a ello, pese a esas enormes diferencias, puedo decir, con absoluta sinceridad, que logré identificarme con los cinco. De las cinco escritoras de estos textos, sólo hay aquí dos; de cualquier modo hablaré de los cinco. María Antonia Carrillo Couttolenc sí está y escribió “Reflexiones para iniciar una nueva vida”, el primero de ellos y el más largo. Perderse en ese texto es muy sencillo, porque uno se va metiendo poco a poco en un mundo que parece conocido, y eso lo hace muy interesante porque, de pronto, más que María Antonia, parece que uno va ahí, caminando con ella. Y se está a gusto ahí; no porque todo lo que cuenta haya sido grato, sino porque ahora que lo cuenta, ya pasó ese primer impacto, ese periodo 19 en que las cosas, quizá, no fueron tan buenas. María Antonia muestra que siempre queda camino hacia delante, mientras uno esté en la vida, siempre se puede seguir hacia delante, y lo hace narrando una vida completita. Es capaz de reunir la acción y la palabra, y de motivarnos y replantear lo que estamos haciendo y hacia dónde queremos ir. Alejandra Falcón González, que no está, escribió “Niñez”, y como su nombre lo dice, trata de la infancia de la autora, pero desde una perspectiva doble, porque para ella la niñez no fue algo grato, no fue algo bello, aunque tampoco muy violento; simplemente no le caía bien su niñez. Y la perspectiva es doble porque consigue hacer eso que, los que sí saben de literatura y de esas cosas, llaman “distorsión”. Y separó la distorsión de la no distorsión, es decir, recordó su niñez desde el ahora, desde el presente, interponiendo una distancia que le permitió reflexionar acerca de lo vivido y volver a su niñez, y volver a su niñez implicaba dejar de ser la que es ahora, adulta, para volver a ser esa niña. Eso es algo sumamente complicado, pero probablemente esa complejidad que consiguió al narrar este texto fue la que le permitió llegar a la conclusión de que el perdón es el primer paso para llegar más lejos, y yo espero, sinceramente, que lo haya logrado. Mónica Franco Muñoz, que tampoco está, escribió “Memorias de la médica del pueblo. Desde el exilio”. Ese texto me llamó la atención de inmediato porque son las memorias de una doctora colombiana que vivió la guerrilla, la guerra del narco, el asunto de los paramilitares, algo que nosotros no habíamos escuchado. Ella tuvo que salir de Colombia y vino a México, pero siendo médico en el límite, no en un hospital establecido con todos los aparatos, sino justamente en esas comunidades con guerrilla, 20 con narcotráfico, con grupos paramilitares; y luego llegó a México, y siguió al límite en este estilo de ser médico con la intención de ayudar más que con una intención pragmática, ser médico en la más pura de sus definiciones. Alejandra González Martínez, presente, tituló su texto: “¡Como lagartija!” Y, cuando se lee el título, uno de inmediato piensa: “Este texto debe ser un texto jubiloso, como lagartija, alegre”. Alejandra utilizó el recurso del diario para contar una de las historias más estremecedoras que he leído recientemente, estremecimiento que se vuelve más pronunciado cuando uno se da cuenta de que en realidad está leyendo historias verdaderas. Si uno a veces se puede abandonar a la ficción, siempre hay algo que resuena y que está diciendo: “Es ficción, es ficción”. Y cuando uno lee estos libros, la advertencia de que esta historia está basada en hechos reales, está presente todo el tiempo. Y así pasa con el texto de Alejandra. Hay mucha violencia, casi una estructura de tragedia que, como buena tragedia, tiene hacia el final la anagnórisis, esa toma de conciencia necesaria para que el personaje, nuestra narradora, llegue a un momento tal en el que sólo le queden dos alternativas: hundirse o salir adelante. Evidentemente, fue la segunda, si no, no estaría aquí. Por último, el quinto texto es de Laura Armida López Sánchez, “El amigo que me cambió”. Y, si lo piensan, también suena como un asunto positivo. Sólo que el amigo que cambió a Laura es el cáncer, y en este sentido el texto funciona como una metáfora muy bien planteada. Supongo que nadie piensa en el cáncer como un amigo, salvo que lo haga desde un momento en el que se dio cuenta de que aprendió a revalorar la vida gracias a esa enfermedad. Eso es lo que permite que esta gran diatriba contra el cáncer —porque el texto está escrito como un diálogo con la enfermedad—, funcione a la larga como una oportunidad, y de ahí la amistad. Les dije que era hombre, y que era hombre todavía, aunque en verdad espero seguirlo siendo. El español siempre ha sido un idioma machista, pero en los últimos dos años, en la última revisión de la Gramática de la Lengua Española, la Real Academia permitió, que no impuso —porque a veces así es la Real Academia—, que ahora yo, justo en este momento en que hay más mujeres que hombres, pueda decir: “Nosotras estamos aquí”. Antes tendría que haber dicho nosotros, así fuera yo el único hombre y todas las demás, mujeres. Cuando les digo eso a mis alumnos —porque, además, en mis grupos suele haber más mujeres que hombres en la carrera—, nosotras estamos aquí, se ríen un poco también, y mis alumnos hombres me empiezan a mirar con suspicacia. Y yo les explico que es un asunto del lenguaje, que está autorizado y que, en realidad, así debería ser; es una cuestión democrática. Si hay más mujeres, entonces el femenino es lo correcto. La única conclusión a la que puedo llegar es decir gracias, por supuesto a demac, pero sobre todo a aquellas mujeres que nos compartieron sus historias. Cada vez más nosotros somos nosotras. Gracias. Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Además, se dedica a la docencia universitaria y a la literatura. Es conductor de “La tertulia”, revista literaria que se transmite, desde hace seis años, por Radio Red am (1110 am) todos los viernes de 21 a 22 horas. Conduce la sección de análisis literario: Punto y seguimos dentro del programa “Colección Nocturna” (Radio Red am, 1110 am) y ha escrito textos relacionados con la literatura para La Jornada Semanal y la revista Rolling Stone México. En ese mismo tenor, ha participado como colaborador en “Noticias 22” realizando entrevistas a autores y una cobertura especial de la FIL Guadalajara en 2007, 2008 y 2009, y ha colaborado para “Entre líneas TV” a partir de la temporada 2009 (que tuvo 23 emisiones en ese año). En 2010 publicó “Los trenes nunca van hacia el este”. Recientemente ha publicado su segunda novela: “Con amor, tu hija” bajo el sello de Alfaguara, con el que ganó el Premio Literario Lipp 2011. 21 22 Testimonios de mujeres mexicanas 2011. Tomo dos Elvira Hernández Carballido C uando a un corazón femenino le da por dictar. Un libro late en mis manos porque su portada está ilustrada con un corazón dorado, un corazón que desde la primera página busca refugio en mi propio corazón de mujer que reconoce y se identifica con otras mujeres mexicanas que se han atrevido a contar su historia porque siguieron el dictado de su corazón femenino. Al avanzar en la lectura de cada historia, se puede intuir que más bien hay en su interior un corazón rojo, como la pasión que las inspiró a escribir sobre sí mismas, pero algunas confesiones sugieren que más bien se trata de un corazón lúdicamente provocativo que se viste de un amarillo amanecer, como nuestras esperanzas, que alguna vez se perfuma con aromas de naranja para tolerar el lado agrio de la vida. Pero en varias oraciones se encuentra un tono amarillento que aviva el fuego de nuestros santos secretos, un anaranjado pálido que no refleja la fuerza de nuestra alma, y hasta un dorado intenso que corona nuestros pecados. Este corazón dorado que ilustra la portada de este libro representa ese tenue resplandor que ilumina nuestras páginas en blanco para seguirlas llenando de palabras, de nubes, de sueños o pesadillas, de confesiones y miedos, ideas, sentimientos y confidencias de corazones femeninos dispuestos a delatarse con toda la lealtad de nuestro ser femeninamente femenino, feminista, diverso y real. Este libro de corazón dorado es el tomo dos que reconoce la calidad y la belleza de otros testimonios de mujeres que confiaron en demac y escribieron sus historias con el simple propósito de plasmar su corazón femenino y su dictado estricto, latidos que descifran nuestro sentir y sus palabras, estímulos acorazonados que palpitan para describir un sentir auténticamente de mujeres de palabras. Y este libro da asilo a cinco corazones femeninos que inician su desfile vestidos de un aire dorado, como esta bella portada, para luego ataviarse de arco iris, de colores existentes e inexistentes, mezclas y combinaciones alocadas, felices, intranquilas, rebeldes e inspiradas. Las menciones honoríficas en demac aceleran el ritmo de nuestro corazón y permiten que otras mujeres encuentren, busquen, se topen, se enfrenten a estos espejos que todas buscamos, no para 23 24 reconocernos como las más bonitas, sino como mujeres mexicanas que compartimos nuestros testimonios, que nos atrevemos a contar nuestras historias que, desde el momento en que pasan a este papel impreso, ya son de todas nosotras. Y los primeros latidos que escucho de este dorado corazón, dividido en cinco, multiplicado por cinco, duplicado cinco veces, retratan la historia tan maduramente infantil, tan ingenuamente madura, tan ancianamente juvenil que revela un corazón femenino que gracias a sus “Veinte años”, curiosamente título del primer testimonio que forma parte de este libro, tiene ya toda una vida que compartir. Así, Sandra Ximena Mata Zenteno nos ubica en el centro de una vida deportiva, donde el amor, los temores, la confianza y el triunfo laten llenos de vida. Poemas sensibles, una narración auténticamente honesta y un corazón fuerte, permiten bordar la historia de una mujer “llena de ilusiones y sueños” porque su corazón le dicta que “los sueños, junto con la ilusión y la esperanza, es lo que le da sentido a la vida, los que nos mueven a actuar e incluso los que, a pesar de la dificultad, nos mantienen de pie”. Y de pronto, al dar vuelta a la siguiente página, los latidos se defienden feroces para no ser silenciados, ya que se comparte la historia de una mujer que, pese a los infiernos que la amenazan, logrará pisar tierra firme en las nubes de su alma fuerte e indestructible. María Angélica Navarro Mojica comparte su lucha, su pesadilla y su autonomía en su testimonio titulado “De un depredador, otros demonios y un corazón liberado”. No hay consejos ni lecciones de vida, simplemente la convicción de que “hay que aprender a decir NO a tiempo, y buscar, buscar, buscar a alguien o algo que te ayude a mantener tu decisión. Sobre todo cuando tu ser lo grita y te lo exige desde dentro. Agotar las opciones, buscar alternativas, darle tiempo al tiempo y no desistir”. Un corazón dorado que se defiende, que se equivoca y reacciona, que reacciona y decide latir de manera más auténtica. Tomando aire junto con ese corazón liberado, mi mirada se posa en una historia donde los latidos sonaban de manera que ni ellos mismos se reconocían como parte de un corazón único. Entre confusiones e incertidumbres, poco a poco se dieron cuenta de que valía más su ritmo acompasado, así, provocado por una vida honesta y leal, donde el origen, el destino y los secretos dieron pauta a un reencuentro consigo misma. “Con el nombre prestado”, Elsa Rodríguez Osorio se presenta ante nuestra mirada con más autenticidad y honestidad que otras personas que nos pueden recitar y deletrear su nombre y apellido, pero no muestran un corazón tan vivo como el de Elsa, ella misma, tal cual, sin secretos ni humillaciones, simplemente ella y su sentir, y sus sueños, su dignidad y su auténtico corazón que responde a un solo nombre, el de su alma fuerte, entera, bella y segura. Elsa es este corazón que recuperó su historia y ahora nos la comparte. Mireya es ese corazón que late dentro de ella y que, de seguro, también dictó esta historia. Las dos que son una se han prestado el nombre, pero mi impresión final es que hay un solo corazón que 25 ganó muchas batallas y le permitió dar la razón a esta libertad que la hace reconocerse ante el espejo, ante la mirada de la gente que la ama y ante la memoria de la gente que no la olvidará después de haberla leído. ¿Y cuántas de las personas que estamos en esta sala podríamos escribir con certeza y convicción dos palabras tan sencillas, pero al mismo tiempo tan retadoramente provocadoras? Esas dos palabras son: vivir y feliz. Dos palabras que pueden armar una frase admirable y retadora, curiosa y admirable. Dalia Rodríguez Sánchez humildemente nos advierte que es un testimonio sin proezas ni heroísmos, redactado con “absoluta sinceridad y salpicado de una inevitable ironía”. “Ser feliz”, qué frase tan sencilla y al mismo tiempo tan llena de osadía, frase provocadora, título estimulante. Un corazón sonriente que se mece orgulloso en la red de un alma sensible y optimista, que traza un mapa cotidianamente sorprendente, donde los lugares son comunes y próximos, pero la forma de habitarlos le da ese toque humano y esa caricia diaria a la felicidad. El testimonio es una historia feliz sin final, pero sí con la felicidad latente de quererse como se quiere ser. Finalmente, Fabiola Sánchez Palacios lanza un reto intenso, como ese corazón que la hizo escribir esta magnífica historia: “Que baje Dios y diga que no es cierto”. Y su historia me hace preguntar si el pasado y el ayer de las mujeres de nuestra vida marcan, determinan, tuercen o cobran factura a las generaciones que heredan apellidos, pero quizá también destinos, pasados inciertos y futuros trazados. El corazón de esta historia puede maldecir o bendecir, perdonar o no olvidar, recordar y condenar, sentenciar y exculpar. En esta fascinante y mágica historia hay cielos rojos que derraman sangre, prohibiciones imponentes que congelan lágrimas, cartas firmadas con el aroma de la infidelidad más honesta, el orgullo masculino que mantiene latente la herida de un abandono 26 femenino, olor a luto, misoginia culposamente lastimada que considera que solamente existen dos clases de mujeres: las malas y las peores; hay desgracias que se fraguan mucho antes de que sucedan, se advierte el poder del olvido cuando logra sepultarte en la memoria de los otros, gente que gusta escribir con su puño y letra la historia de los demás, pero equivocarse y escribirla mal, venganzas absurdas que se chingan a otros, y un Dios como protagonista, como villano, como juez, como culpable, como testigo y como palabra que no siempre se cumple, pero que marca destinos, por eso quizá Dios no baja cuando queremos y no siempre desmiente nuestras historias para dejar al rojo vivo un corazón intenso lleno de dudas y algún perdón. Así es como Testimonios de mujeres mexicanas 2011, tomo dos, muestra y reconoce la calidad y la sensibilidad de cinco mujeres, de cinco historias, de cinco atrevimientos y de cinco alianzas con la palabra femenina. Este libro de corazón dorado, de corazones femeninos y latidos honestos, debe estar en sus manos para que disfruten, escuchen y no olviden que en cada latido, cada mujer, cada historia y cada palabra nos delata, nos pone en el centro del escenario cotidiano y nos permite recuperarnos a nosotras mismas para descubrir otros corazones de mil colores, colorido que sin duda acentúa, delata y motiva una organización maravillosa como demac que, como hoy y como siempre, nos vuelve unas atrevidas de corazón dorado. Gracias Ximena, María Angélica, Elsa, Dalia y Fabiola, por contarnos sus historias que ya desde hoy son nuestras. Testimonios que esta noche maravillosa de premio y reconocimiento, permiten escuchar el latir de un corazón dorado que cree en nuestra palabra, que inspira nuestros secretos compartidos, que se transforma en brújula para encontrar los recovecos de nuestra alma y que pone palabras y traduce los latidos de nuestros propios corazones dorados, plateados, vivos, únicos, acompasados, honestos, sensibles, de mujeres. Les invito a conocer este tomo dos de Testimonios de mujeres mexicanas 2011, para que su lectura, su mirada y su corazón latan como lo hicieron conmigo, no solamente en mis manos, sino en mi alma, y busquen inspiradas este ritmo dorado que delata el buen corazón de demac, el corazón desordenado de nuestra vidas y el color con el que queremos trazar nuestro ayer, iluminar este presente y marcar el presagio de nuestro mañana. *Elvira Hernández Carballido nació el 15 de abril de 1962, y ha decidido ser, hasta la fecha, hija, hermana, periodista, profesora, investigadora, amiga, esposa, madre, amante, feminista, nube, cielo, bella y airosa, ese modo de ser humano y libre que Rosario Castellanos invita a ser. Es profesora-investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo desde 2004. Cursó sus estudios en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la unam, hasta doctorarse. Hizo una especialidad en Estudios de la Mujer en El Colegio de México. Ha escrito para la revista Fem y el suplemento DobleJornada. Actualmente colabora en el blog Mujeresinfo. net, en el periódico hidalguense El Independiente; produce el programa Quinto Poder y es comentarista en Radio Universidad de Hidalgo. demac le otorgó dos menciones honoríficas. La primera fue por la biografía de dos periodistas del siglo XIX, y la segunda, por la historia de vida “El castillo del Maternazgo”. Publicó su primer libro, Nuestra memoria impresa, en 2009. Su tema de investigación es la historia de la prensa mexicana y la participación femenina. Este año coordinó el texto Cultura y Género, editado por Conaculta. Y está a punto de parir Bellas y airosas. Mujeres en Hidalgo. 27 28 Menciones Honoríficas: 29 María Antonia Carrillo Couttolenc. Alejandra González Martínez. Sandra Ximena Mata Zenteno. Elsa Rodríguez Osorio. Dalia Rodríguez Sánchez. Fabiola Sánchez Palacios. El Cuadro Mónica Guerra Gutiérrez 30 B uenas noches a todos y a todas. Me toca cantar estos versos que escribió mi madre, dedicados a mi papá, por la dulce vida que le dio. También se los quiero dedicar a mi hermano, pues son sus preferidos. Se llama El cuadro y yo le puse la música. Casarse con un borracho, es más gacho que quedarse, sobre todo cuando el macho traga tequila hasta hartarse. Y cuando llega a su casa, siempre con paso marino, qué pinche olor a resaca, hasta en la cuna del niño. Y qué tristeza tan grande, porque se anula el cariño. Los borrachos tienen suerte, les tocan mujeres buenas que aguantan hambres, maltratos, vejaciones y pobrezas; “discúlpalo, está borracho”, dicen para sus adentros. “Tú lo escogiste”, le dicen, y hieren sus sentimientos, pues la familia no sabe, ¡cómo es él si está contento! Después de tres días de peda, llega bien crudo a su casa con el ceño bien fruncido pa’ que no le digan nada, y la mujer, que ha pasado esas noches sin dormir, mejor se queda callada, no sea que se vuelva a ir. Que ya no te haga sufrir, ya mándalo a la chingada. Se llevan a los amigos a seguirla pa’ su casa, ¡qué les importa la vieja!; ellos no saben qué pasa. Si le duele la cabeza, si se enferma de la panza, si no se pagó la renta, si no pudo dar la tanda, ellos quieren presumir que en su casa él es quien manda. Los hijos ni los menciones, pues él no quiere saber si tienen para comer o si les faltan calzones. A él lo buscan los gorrones por si tiene tanguarniz Con ellos está sonriente, a todo dice que sí. No sabe que su familia es de lo más infeliz. Es una vida arrastrada vivir con un catarrín Es más gacho que quedarse, digo, porque lo viví, y me quedé bien frustrada, porque no supe elegir una vida diferente, no sé quién chingaos me dijo, ¡que casarse es ser decente! 31