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Para acercarte al texto
El breve evangelio de hoy trae multitud de sugerencias para nuestra
oración. La primera palabra, «llamó», supone el inicio de un
movimiento que se va a ampliando de forma insospechada. Para
empezar, Marcos nos invita a identificarnos con los doce apóstoles
que acompañaban a Jesús. Ya los había llamado antes (ver Mc
3,13ss), pero ahora se insiste en este verbo -«llamar»- para que el
lector no se despiste. Jesús nos ha llamado también a nosotros; a
cada uno de una forma distinta, en un momento diferente, según un
estado de vida u otro, pero no deja de llamarnos constantemente, de
hacerse presente entre nosotros, en nuestro día a día, para que
encontremos en él sentido y cimiento para nuestra vida. Quien no
quiera serguir a Jesús, quien no quiera responder a su llamada, o
simplemente tiene su vida tan llena que no necesita nada más
(recordemos al joven rico, que buscaba, pero no estaba dispuesto a
arriesgarse) no encontrará nada interesante en el resto de la lectura.
El evangelio nos deja las cosas claras desde el principio ¡Y esto lo
ha conseguido Marcos con una sola palabra!
Para los que quieran responder a la llamada de Jesús comienza una
aventura llena de puntos interesantes: Jesús les envía -nos envía-;
tomar conciencia de enviado, de destinado por Jesús a una misión
concreta es tan importante como sentirse llamado. No hay cristiano
que sobre, no hay ningún creyente que no tenga el encargo directo
de Jesús de evangelizar, aunque cada uno y cada una tendrá su
tarea concreta, y alguna podrá pasar incluso desapercibida; todos
tenemos nuestra responsabilidad en la gran Iglesia de Jesús, todos
tenemos nuestra parcelita que construir en la comunidad cristiana.
Los envió «de dos en dos». Los judíos consideraban que para
aceptar un testimonio como válido en un juicio eran necesarias dos
personas. Así que estamos llamados a ser testigos, a afirmar algo
que «hemos visto», que «hemos vivido», incluso a afirmarlo en
contexto hostil. Los testigos hacen un juramento antes de hablar;
nosotros, aunque de otra forma, también implicamos nuestra propia
vida en aquello que anunciamos. Además, con este gesto Jesús
insiste en que su Reino no es de individuos solitarios, sino de
comunidades, de grupos de creyentes que se reúnen y se quieren, y
aunque tienen problemas -claro que sí-, intentan resolverlos
recordando que el mismo Señor está siempre con ellos.
LECTIO DIVINA
Domingo 15º Tiempo Ordinario - B
12 julio 2009
Texto del Evangelio
Marcos 6, 7 - 13
Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en
dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Les encargó que llevaran para el camino un bastón y
nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la
faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de
repuesto. Y añadió:
—Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os
vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os
escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies,
para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban
muchos demonios, ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban.
Ellos salieron
a predicar
la conversión
A continuación el texto nos sorprende, ¿acaso tenemos nosotros
poder sobre los espíritus inmundos? Digámoslo de otro modo: Claro
que podemos hacer mucho contra el mal, contra la injusticia, contra
la pobreza, contra la «inmundicia» del mundo. De hecho surgen de
los cristianos muchas iniciativas en pro de los más desfavorecidos;
tanto iniciativas organizadas como movimientos espontáneos de
ayuda que nunca llamarán la atención, pero que están haciendo de
nuestro mundo un lugar un poquito más habitable para todos.
Erradicar el mal es el primer encargo que Jesús nos hace a todos;
aunque a cada uno nos toque una responsabilidad distinta, más
grande o más pequeña.
Después Jesús nos indica la actitud con la que comenzar este
camino: la confianza en él. Pide que llevemos sólo bastón y
sandalias, los objetos que identifican al caminante, al que está
dispuesto a llegar lejos; pero que dejemos de lado muchas cosas
que nos pueden pesar por el camino -aunque son bien interesantes:
bocadillo, mochila, tarjeta de crédito... Años más tarde, cuando los
primeros misioneros -por ejemplo Pablo de Tarso- recorrían el
Imperio Romano, no hicieron caso literal de estas palabras de Jesús
-sus viajes eran mucho más largos y duros que los que hacía Jesús
por la diminuta Palestina-, pero sí recordaron la actitud que Jesús
les indicaba en estas palabras: confianza en Dios, desprendimiento
de las cosas, apertura de corazón y de mente a la misión...
Podemos quedarnos haciendo planes, detallando las necesidades
de nuestro viaje, revisando una y otra vez nuestro equipaje... y
nunca llegaríamos a ponernos en camino. Sólo quien se fía
realmente de Dios, quien acepta el reto de su llamada y su envío,
quien reconoce la urgencia de extirpar el mal del mundo y de
construir una sociedad mejor para todos será capaz de saborear a
fondo el evangelio de hoy. ¡Pongámonos en camino!
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LECTURA ORANTE DE LA PALABRA DE DIOS
Todos necesitamos una buena palabra. Una palabra que
nos sirva de ayuda y de orientación; una palabra que
nos ayude a comprendernos mejor; en definitiva, una
palabra de aliento, de amor y de esperanza.
Pues bien, Dios nos da cada día su Palabra por medio
de las Sagradas Escrituras. A través de la Escritura la
Palabra viva de Dios se dirige a nosotros con su fuerza y
con su luz.
Por medio de su Palabra es Dios mismo el que dialoga
con nosotros, nos revela los secretos de su corazón, nos
muestra el sentido de nuestras vivencias más íntimas y
nos ayuda a interpretar los avatares de nuestro mundo.
Por medio de ella es Cristo mismo el que sale a nuestro
encuentro para estar con nosotros, sostenernos,
interpelarnos, convertirnos y moldear nuestra existencia.
Por ello, necesitamos cada día acercarnos a la Sagrada
Escritura, leerla y orar con ella.
La lectura orante de la Palabra de Dios (lectio divina) es
la manera de escuchar a Dios escuchando su Palabra
en la Escritura inspirada. Es leer la Biblia orando,
abriendo el corazón a las sorpresas de Dios que, por su
Palabra, se dirige a nosotros como un amigo.
Es, en definitiva, entrar en la intimidad de un diálogo, de
una amistad, de una relación personal con Dios vivo y
con su Hijo Único, Jesucristo.
“Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven
allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y
hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y
pan al que come, así será mi Palabra, que sale de mi
boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y
cumplirá mi encargo” (Is 55,10-11)
“Busca meditar cada día las palabras de tu Creador.
Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras
de Dios para que tú desees ardientemente los bienes
eternos y con mayor deseo tu alma se llene de amor a
Dios y al prójimo” (San Gregorio Magno).
“Cuando nos alcanza la Palabra, el destierro queda
vencido... la tierra se convierte, de algún modo, en el
jardín de las delicias” (C. M. Martini, En el principio la
Palabra).
LÁMPARA ES TU PALABRA
PARA MIS PASOS,
LUZ EN MI SENDERO (Sal 118,105)
ESPÍRITU SANTO, VEN, VEN,
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.
VEN, ESPÍRITU SANTO,
VEN, VEN, VEN
GUÍA PARA LA LECTURA
PREPARACIÓN
• Busca un lugar adecuado y tranquilo. Mira un icono
o una imagen del Señor Jesús o de la Virgen
María. Toma la Sagrada Escritura en tus manos.
• Crea un momento de recogimiento, de silencio, de
adoración, de escucha (puedes leer alguno de los
textos de la página anterior)
• Invoca la presencia del Espíritu Santo con algún
canto o alguna invocación (“Ven, Espíritu Santo”).
• Lee en voz alta el texto bíblico.
LECTURA ATENTA DEL TEXTO (Lectio)
• Lee y relee atentamente el texto bíblico: despacio,
sin prisas, con calma.
• Fíjate en las palabras, en los personajes, en las
imágenes que aparecen, en las acciones, en las
actitudes.
• Subraya o escribe en una hoja lo que te llame la
atención y lo que brote en tu corazón mientras
lees.
• Lee algún comentario y vuelve a leer y releer el
texto bíblico.
• Recuerda otros textos bíblicos relacionados con el
que estás leyendo y ve a ellos si quieres.
• Leyendo y releyendo estás con el Señor que te
dirige su Palabra a través de las Sagradas
Escrituras.
MEDITAR EL TEXTO (Meditatio)
• Pregúntate: ¿qué me quieres decir, Señor, por
medio de tu Palabra viva, a mí, en este día, en este
momento de mi vida? ¿qué me quieres revelar,
Señor, de tu Misterio y del secreto de mi corazón?
¿a qué me llamas? ¿de qué he de convertirme?
¿cómo iluminas hoy, con tu Palabra, mis
inquietudes, mis preguntas, mi vida?
• Meditando tu Palabra, Señor, ¡muéstrame tu
rostro!.
ORACIÓN (Oratio)
• Da gracias al Señor, pide perdón o ayuda,
intercede.
• Dialoga con el Señor con confianza, abandónate
en sus manos, abre tu corazón a su presencia
viva.
CONTEMPLACIÓN (Contemplatio)
• Permanece en silencio.
• Repite en tu corazón la frase del texto bíblico que
más ha calado en ti.
• Contempla a Aquel que es la Palabra viva.
Si lo haces en tu grupo de fe ahora podéis
compartir
• Comunicar lo que el Espíritu ha suscitado en ti
durante el tiempo personal de escucha de la
Palabra.
• Estar atento a lo que sigue suscitando en ti por
boca de tus hermanos que comunican.
• Hablar usando el singular (“me dice...”)
• Tiempo de compartir, no de discutir o resolver
dudas.
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