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Insomnio En la angustia implacable de su insomnio el mar daba vueltas incesantes sobre su lecho de arena hasta que la luz del alba vino a calmarlo. Cecilia Balcázar (Colombia, 1940-) Poema escrito en enero Es un lugar común establecer comparaciones entre un pájaro y el corazón de ella. Corazón es agudísima palabra. Pájaro lleva acento en cada pluma. Su corazón no tiene alas, pero es verdad que vuela y sabe cómo los nidos [se construyen. Digo entonces que ella tiene un corazón, no que [un pájaro habita ese lugar; digo que hay alas que hacen volar su corazón y que un pájaro late ahí en su pecho. Es difícil comparar un pájaro con su corazón: [pero son la misma cosa. Eduardo Langagne (México, 1952-) Bailarina en motocicleta Inclinándose en las curvas, meciéndose sobre neumáticos, desviándose de las orillas de grava. Oscureciendo entre las sombras de los árboles en las calles, esbozando los minutos, protagonizando su propia función ella lo recoge en su clase de ballet. Él, el pasajero de atrás, piruetea hacia la noche. Ruth Arnison (Nueva Zelanda, 1958-) Tómalo, puedes llevártelo. ¿Qué te parece Poemas en la Sala de Espera? Envíanos tu opinión a amigos@pelsde.org Síguenos en nuestras redes sociales: fb.com/pelsde twitter: pelsde Ayúdanos a llevar poesía especialmente seleccionada y gratuita a más salas de espera. Únete a los Amigos de PelSdE: www.pelsde.org Poemas en la Sala de Espera es una iniciativa de la Fundación Voces Escritas. Usamos el nombre con autorización de Poems in the Waiting Room del Reino Unido. Fundación Voces Escritas Los poemas con derechos vigentes los publicamos con el permiso de los autores. Esta edición es posible gracias a: Asesoría editorial: Piedad Bonnett Asesoría psicoterapéutica: Marta de Gómez Los amigos de PelSdE Los poetas que nos donaron sus versos Número 2, agosto de 2014 Bogotá, Colombia www.pelsde.org La ciudad de los puentes amarillos Tejedora Cuando llegas a tu casa por la noche tienes por costumbre buscar esas monedas que se han ido acumulando al fondo de los [bolsillos para armar con ellas mínimas torres o altas columnas, según el día. Quien desde la ventana de enfrente te vea podría decir que pareces un mendigo o un vulgar avaro que reúne con codicia sus posesiones, aunque este no sea tu caso y aunque a primera vista lo parezca. Tus manos no cesan de invocar signos y seres Playas donde mi espíritu se arroja cuando escucho mi corazón entre una alberca [helada cuando conmigo se aterra el universo Pero esas monedas de distintos tamaños y [variadas denominaciones son restos, gastados testimonios que entregas y recibes diariamente, y sin que tú mismo lo sepas alguien los va [anotando en su enorme libro de contabilidad, para saber exactamente el precio que pagas por cruzar esa ciudad de los puentes amarillos. Redimidoras y largas, caricias iluminadas se abren desnudas como agua urdidoras de alma Lejos del olvido, infinitamente más lejos En la ciudad que tú tejes, de muros de piedra y escaleras interminables, en la mitad del [desierto, la luna y el sol juntos, en todas sus esquinas mi voz te ha llamado por cada avenida mis pasos reanudaron el transitar eterno por la ciudad que tú destejes Tejedora la soñada ciudad donde te sueño y me sueñas Ramón Cote Baraibar (Colombia, 1963-) a Beatriz Helena Del libro Como quien dice adiós a lo perdido Evelio Rosero (Colombia, 1958-) Tus manos Amo tus generosas manos llenas de historias concebidas de entregas, de labores. Las amo porque son tuyas, porque tú me las diste, porque me han sostenido con inmensa dulzura, y porque a ellas cogida puedo dormir los sueños más serenos de mi vida. María Lucía Villegas (Colombia, 1969-) De Las lunas de Chía, poemas, Chía 1988-1994 Vamos a volar cometas Una, dos y tres, con un pliego de papel hagamos una cometa. Para que vuele mejor hazle un cuerpo de dragón con ojos color de fuego. Píntale el cuerpo de verde con alerones dorados y un arco de bambú tierno. Puedes hacerle una cola que compita fácilmente con la cola de un cometa. Para que aprenda a volar y escriba mamá en el cielo, ponle un hilo largo y fuerte y llévala a la montaña a que ensaye sus piruetas allá donde el cielo empieza, y el arco iris se baña en su copa de champaña cuando pasa la tormenta. Una, dos y tres vamos a volar cometas. Para que vuele en la playa con los chicos de la escuela, aprende de las gaviotas y del viento marinero. Tal vez se quede enredada en el mástil de un velero, o regrese un día al parque, cansada de tanto vuelo, con su arco de bambú roto, sin su cola de cometa, a pedirte que la arregles y lleves a la montaña, allá donde el cielo empieza, y el arco iris se baña en su copa de champaña cuando pasa la tormenta. Una, dos y tres, sobre valles y montañas y los jardines en flor vamos a volar cometas. Amparo Jaramillo-Restrepo (Colombia, 1928-)