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El rol del Adulto Mayor en la comunidad “Solo se envejece cuando se abandonan los ideales.” O.Loudet En principio es útil realizar algunas consideraciones acerca de la vejez y específicamente de los A.M. Sabemos y no podemos negar la existencia de diversos prejuicios sobre esta etapa de la vida llamada envejecimiento. Asimilar vejez a enfermedad es un recurso habitual. O sinónimo de negativo. De esta forma “viejo” estaría asociado a “entregarse”, “vida carente de objetivos”, “imposibilidad”, “discapacidad”, “dependencia”, “locura”, etc. Existen diversos mitos que fundamentalmente relacionan el avance de la edad con la perdida de capacidades. Felizmente existen múltiples ejemplos, que desmitifican esta cuestión (Pablo Picasso 80 años, Marc Chagall 97 años, Fred Astaire 80 años, Charles Chaplin 90 años…). En realidad la vejez puede llegar a ser un camino hacia la sabiduría o bien a la anulación de la persona mayor. Cuando hablamos de ancianidad, lo debemos hacer desde una mirada biopsico-social. En lo biológico, conocemos que el organismo y las funciones vitales envejecen, se deterioran. Hay un desgaste atribuible al tiempo, dependiendo de determinadas variables, como por ejemplo el modo de vida. En lo social, uno mismo o los demás nos consideran viejos para ciertas actividades y ambientes. Alguien dijo que “en la vejez hay marcas biológicas y marcas sociales”. No podemos dejar de reconocer que a través de los signos del cuerpo y de su ubicación social, las personas son concientes de su envejecimiento. No es menos cierto que los sueños, los deseos, las diferentes sensaciones y las ganas de vivir no envejecen. Y estas cuestiones son las que trascienden lo biológico y muchas veces lo social. Desde el punto de vista psíquico, la vivencia de sentirse viejo es propia de cada uno y sus circunstancias. Se puede ser viejo para algunas cuestiones y no para otras. Se puede serlo sin sentirlo y sentirlo sin serlo. Desde esta perspectiva bio-psico-social, mucho podemos hablar, discutir, acordar, disentir, pero es el escenario idóneo para abordar uno de temas prohibidos de nuestra sociedad, junto a la locura y la muerte, como lo es la vejez. Lo que sí es objetivo y comprobable, es el aumento de los adultos mayores en el contexto poblacional de las naciones. El mundo desarrollado y en desarrollo envejece sin prisa ni pausa. En nuestro país se espera para el 2020 una población de más de 5 millones de personas mayores de 65 años. Argentina, Chile y Uruguay son los países de América del Sur con mayor población anciana. ¿ Cuál es la consecuencia de esta situación ? Mayor demanda de recursos en el ámbito socio-sanitario para la atención de nuestros viejos. Y en este contexto sabemos que el recurso humano capacitado para asistir, asesorar, contener, acompañar, etc., a los adultos mayores es insuficiente. En la mayoría de los casos se suple esta carencia con la improvisación. Y no solo nos referimos a capacitar o formar recursos humanos con orientación gerontológica, sino también preparar personas para la atención de los adultos mayores en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana (servicios, comercios, etc.). Esto mismo traspolado a la asistencia del adulto mayor enfermo o portador de alguna discapacidad, transita las mismas vicisitudes. Siempre que enfrentemos la situación de tomar decisiones, como profesionales del equipo gerontológico, sobre el destino de un anciano en cuanto a la modalidad de atención y contención, debemos obrar con una visión bio-psicosocial, o lo que los autores españoles llaman evaluación bio-psico-social. A partir de allí se nos presenta una amplia gama de ofertas relacionadas con cada situación en particular. Cada una de estas modalidades de atención apunta a tres objetivos básicos: PREVENTIVO ASISTENCIAL rehabilitación, limitación. EDUCATIVA Promoción y prevención Cuidado y asistencia de enfermedades, Persona mayor y su Flía. Dichas modalidades de atención del adulto mayor las podemos dividir en: FORMALES: Hogar-Hospital de Día-Centro de Día – Residencias Cuidados Paliativos. INFORMALES: Familiares-Amigos-Vecinos-Voluntarios-Clubes de la 3° Edad- Dentro de los efectores formales se encuentran los recursos capacitados para brindar atención preventiva, asistencial y educativa al adulto mayor y su familia. Ellos conforman el equipo de salud gerontológico (Profesionales de la Salud, Asistentes Geriátricos, Cuidadores de Ancianos y Acompañantes Terapéuticos, cada uno de acuerdo a sus incumbencias). Lo valorable y rescatable es el abordaje preventivo, asistencial y rehabilitante desde una óptica multidisciplinaria. Cualidades pertinentes: a) Flexibilidad en el trato personal (cambios en el anciano y su entorno). b) Adaptación a su rol. c) Acompañar, asistir, cuidar, palabras claves en la tarea cotidiana con el Adulto Mayor. Respetar su autonomía. d) Actitud para el trabajo en equipo. No tornarse en el único protagonista. e) Favorecer la auto estima del anciano. Relación con el Anciano. Situaciones a resolver. a) b) c) d) La angustia y stress de atender enfermos terminales. La muerte de ancianos queridos. Las carencias afectivas que poseen algunas personas mayores. La presión permanente que producen los ancianos con alteraciones en su salud mental. e) La culpa por propias reacciones de agresión hacia los ancianos por la sobrecarga de tareas realizadas (Desear la muerte). f) La presión familiar constante. ¿ COMO SE SOLUCIONAN ESTA CUESTIONES ? Con la formación y capacitación constante. Reunirse con miembros del equipo gerontológico ayuda a despejar dudas y renovar estrategias en la atención del anciano. Cuando uno más aprende y sabe de las conductas y actitudes del Adulto Mayor, mejor será el rendimiento y más satisfactoria su tarea. En las instituciones deben generarse espacios de reflexión y análisis de los problemas cotidianos. La comprensión, el diálogo, la actividad recreativa y plantearse objetivos son las mejores herramientas con que contamos para hacer frente a las quejas cotidianas. Todas estas cuestiones referentes a la vejez y los viejos requieren revisiones permanentes. En los modos de atención, en los métodos de capacitación, en la mirada de propios y extraños sobre ser un anciano en la actual modernidad. Federico Zaragoza, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y ex Secretario de la UNESCO expresaba que “para infundir vitalidad hasta el final de los días de cada persona, no puede reposar nadie. No pueden reposar, sobre todo, quienes deben hacer frente a los actuales cambios poblacionales y diseñar desde ahora las medidas más oportunas. En la medida en que nadie descanse en lograr una longevidad saludable estaremos forjando un porvenir más digno y luminoso para todos.” La comunidad y el Adulto Mayor En 1982 la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, llevada a cabo en el Palacio Hofburg en Viena, estipuló los 60 años como la edad de inicio de la vejez. No obstante, a lo largo de estas décadas, el individuo pasó los 60, 70, 80 o más años como marca de la adultez mayor. En la actualidad ya se habla de una generación de hombres y mujeres centenarios (los centenarios de Okinawa estudiados por el geriatra japonés Makoto Suzuki). Desde una mirada epidemiológica, la vejez constituye un proceso puntual (el envejecimiento), pero también representa una crónica evolutiva con la veracidad propia de cada grupo social. A estos enfoques se los denomina análisis transversal y longitudinal respectivamente. Los procesos históricos juegan su impronta en las distintas generaciones de envejecientes. Las experiencias de los ancianos del siglo pasado son diferentes a las vividas por los actuales adultos mayores y más aún lo serán las de la población añosa del futuro. Según Miguel Krassoievitch, “pueden ser descritos tres tipos de edades en el ser humano: a) la edad biológica que se refiere a la esperanza de vida; b) la edad psicológica que estudia las capacidades del individuo para una conducta adaptativa, y c) la edad social que se refiere a los roles o papeles sociales de un individuo, en relación a las expectativas que tiene su entorno social, para con los miembros de su grupo etario.” La mayoría de las modificaciones que implica la edad avanzada se les atribuye al envejecimiento social. Esto, como manifiesta A. Comfort, es generado por los mitos y prejuicios que despierta la vejez. Diversos autores han estudiado el impacto de la modernidad sobre las conductas sociales de la población añosa, entre ellos se destaca Cowgill. A tal efecto destaca los factores que contribuyen a pauperización social de los ancianos: 1) los avances de la medicina, los cuales contribuyen al incremento de la longevidad, aumento de la población de envejecientes y competencia intergeneracional inequitativa con predominio de los más jóvenes; 2) mercado laboral plagado de nuevas técnicas con ocupación plena para flamantes profesionales y especialidades, con notorio desplazamiento de los adultos mayores; 3) Disolución de los grupos familiares tradicionales, con migración de las clases jóvenes y separación de los más viejos; 4) mayores niveles de capacitación escolar de los hijos con relación a los de sus padres, lo cual implica asimetrías educativas entre distintas generaciones. Estos son algunas de las variables que motoriza la expulsión de los ancianos del mercado productivo y por ende del contexto social y familiar. Envejecimiento activo La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud (OMS – OPS, 2002) revaloriza el concepto del envejecimiento como una etapa más de la vida y acentúa la terminología envejecimiento activo como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen.” Desde esta mirada el envejecimiento activo rubrica en el escenario social acciones productivas con amplio reconocimiento comunitario. Esto implica una diferencia sustancial entre estar o acompañar a formar parte de las redes sociales, reforzar la pertenencia al contexto social y fundamentalmente tomando parte, influyendo y decidiendo. Por su lado el clamor del envejecimiento con derechos persigue el objetivo de ser, como adultos mayores, actores sociales plenos sin perder sus atributos legales por ser viejos, o pobres, o enfermos. En este plano el anciano más que pedir o solicitar, exige. El significado de estos roles caracteriza a los “de vida larga” (Deepak Chopra) como ciudadanos activos con plenos derechos y con autentico reconocimiento por la sociedad toda. Dr. Oscar A. Ojea ojeaoscar@uol.com.ar Enero de 2006 Bibliografía consultada 1.- Gascón Silvia y colaboradores – Problemas de salud prevalentes (modulo 10 b) – Posgrado de Salud Social y Comunitaria – Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación – Buenos Aires 2006. 2.- Salvador Carulla L. y colaboradores – Longevidad. Tratado integral sobre salud en la segunda mitad de la vida – Editorial Médica Panamericana – Madrid 2003. 3.- Aizen Rosa Liliana y colaboradores – Temas de Gerontología Social – Dirección de Tercera Edad del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires – 2003. 4.- Rodríguez Garcia Rosalía y colaboradores – Geriatría – McGraw-Hill Interamericana – México D.F. 2003. 5.- Bazo María Teresa y colaboradores – Envejecimiento y Sociedad: una perspectiva internacional – Editorial Médica Panamericana – Madrid 1999. 6.- Krassoievitch Miguel – Psicoterapia Geriátrica – Fondo de Cultura Económica – México D.F. 1998. 7.- Chopra Deepak – Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo – Javier Vergara Editor – Buenos Aires 1998.