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CAMBIOS GLOBALES DEL AMBIENTE E INTERACCIONES BIÓTICAS EN ECOSISTEMAS TERRESTRES Alejandro Muñoz Urias1, Cecilia Neri Luna1, Claudia Aurora Uribe Mú1, Francisco Martín Huerta Martínez1, Luz Patricia Castro-Félix2 1Departamento de Ecología, CUCBA, Universidad de Guadalajara, almunoz@cucba.udg.mx, cneri@cucba.udg.mx, albomarginata72@gmail.com, fhuerta@cucba.udg.mx. 2Departamento de Biología Celular y Molecular, CUCBA, Universidad de Guadalajara, patriciacastrofelix@gmail.com. Introducción: Los Cambios Globales del Ambiente (CGA) comprenden una amplitud de transformaciones originadas tanto por procesos naturales como inducidas por el humano en los diversos ambientes que conforman la Tierra (Rillig et al., 2002). El hombre ha modificado el sistema terrestre desde su aparición en el planeta, sin embargo su efecto se ha magnificado a partir del siglo XVIII. Cabe destacar que, los impactos ecológicos de los CGA han adquirido mayor importancia conforme crece la explotación de los ecosistemas por los humanos, en una escala sin precedente en velocidad y tiempo (Brooker et al., 2008). Como producto de diversas investigaciones, se ha logrado identificar a los factores determinantes de los CGA, que son: (1) aumento en la concentración de CO2 atmosférico; (2) incremento en la deposición antropogénica de nitrógeno (N) en suelo y agua; (3) pérdida y fragmentación de hábitats; (4) invasiones bióticas; (5) cambio en el uso de suelo; y (6) modificaciones en el clima (Sala et al., 2000). Entre los efectos más importantes de los CGA se encuentran: (1) reducción en la fuerza de interacción de algunos mutualismos que involucran plantas (polinización, dispersión de semillas, micorrización); (2) efectos multitróficos en las cadenas alimenticias del suelo que pueden afectar tanto a los diferentes taxa y niveles tróficos, como a las tasas de procesos ecosistémicos dependiendo del contexto ambiental; (3) cambios en la dominancia relativa de plantas y de animales que coexisten; (4) pueden incrementar o disminuir el ataque de enemigos naturales en herbívoros y promover el aumento en la frecuencia o intensidad de herbivoría; y (5) acrecentar la frecuencia y severidad del efecto por patógenos en plantas y animales (Tylianakis et al., 2008). En la actualidad se investiga el efecto de los CGA en la pérdida de la biodiversidad y su efecto en el funcionamiento de los ecosistemas, para lo cual se está evaluado la composición de comunidades, la abundancia de las poblaciones o las respuestas fisiológicas de los organismos (Sala et al., 2000). En particular, las complejas redes de interacciones bióticas (depredación, parasitismo, polinización, herbivoría, mutualismo o competencia) juegan un papel muy importante para mantener la biodiversidad, y la mediación de la respuesta del ecosistema a los CGA y la estabilidad (resiliencia y resistencia) de aquellos servicios ecosistémicos de los cuales depende el humano. Por lo que, se ha sugerido que las interacciones bióticas pueden ser más susceptibles a los CGA, ya que son sensibles a la fenología, comportamiento, fisiología y abundancia relativa de múltiples especies (Bascompte et al., 2006; Tylianakis et al., 2008). No obstante, las consecuencias de los CGA sobre las interacciones bióticas han sido poco estudiadas, en específico, existe una enorme preocupación de que el rápido deterioro ambiental amenace las interacciones mutualistas. Debido a que los mutualismos conectan a las especies a una “suerte común”, el detrimento del mutualismo tiene el potencial de expandir y acelerar los efectos de los CGA en la pérdida de biodiversidad y la alteración de los procesos del ecosistema (Kiers et al., 2010). Un ejemplo de ello, es la pérdida de polinizadores originada por el uso de agroquímicos, que puede ocasionar tanto deficiencias en la polinización como en la producción de frutos y semillas; afectando a las especies dispersoras y herbívoros, modificando las cadenas tróficas para una comunidad entera (Jordano, 2000). Sin embargo, ha sido difícil evaluar las consecuencias de los CGA sobre las interacciones mutualistas debido a que las respuestas pueden ser variables, ya que por un lado en la polinización se puede incrementar la abundancia de flores y la producción de néctar a causa del aumento en las concentraciones de CO2 y N favoreciendo la atracción de visitantes florales (Davis, 2003; Muñoz et al., 2005). Por otra parte, los CGA también parecen afectar la fenología de las plantas al adelantar la floración de manera que no coincidan con los periodos de actividad de sus polinizadores, disminuyendo la probabilidad de fecundación en las flores, y la disponibilidad de alimento. En este capítulo, describiremos brevemente el posible efecto de los CGA en las interacciones bióticas con énfasis en lo siguiente: polinización, dispersión, simbiosis micorrícica, nodrizaje y herbivoría. Además, se presentarán y discutirán algunas herramientas de la genética que permiten evaluar el efecto del calentamiento global en las poblaciones de una especie y en las interacciones que se establecen entre las especies que habitan los diferentes ecosistemas que conforman nuestro planeta. La Polinización y los Cambios Globales del Ambiente La polinización biótica es una relación mutualista entre individuos de reinos diferentes, consiste en la visita de algunos animales a plantas para la obtención de polen, néctar, aceites esenciales y resinas; por su parte, las plantas tienen como recompensa el transporte del polen al estigma de la misma flor o al de flores de diferentes individuos (Faegri y van der Pijl, 1979). La polinización mediada por animales, contribuye a la reproducción sexual de más del 90% de las aproximadamente 250,000 especies de angiospermas (Kearns et al., 1998; Ollerton et al., 2011). Paralelamente, el hombre depende de manera directa de esta interacción porque numerosos cultivos agrícolas requieren en cierta medida de los polinizadores para la producción de frutos y semillas destinados tanto para el consumo humano como el de animales domésticos, así como para la obtención de recursos vegetales a partir de los cuales se consiguen materias primas como fibras o medicamentos. Por otro lado, esta interacción afecta indirectamente a la supervivencia humana a través del papel que juega en el mantenimiento de la biodiversidad en la Tierra, y de su contribución a la integridad de la mayoría de ecosistemas terrestres (Nantes-Parra, 2005; Smith-Pardo y González, 2007). El valor anual de los productos derivados de la polinización en el planeta oscila entre 65 a 70 mil millones de dólares (Pimentel et al., 1997). Este servicio se atribuye a insectos, aves y mamíferos, sin embargo, son las aproximadamente 25,000 especies de abejas los principales agentes polinizadores debido a su alta dependencia al polen y néctar durante todo su ciclo de vida (Kearns et al., 1998; Michener, 2000; Losey y Vaughan, 2006). Al mismo tiempo, estudios recientes confirman que existe una relación entre la diversidad de abejas y los rendimientos de algunos cultivos, entre las posibles causas se menciona que la alta riqueza de especies, genera redundancia en la función de la polinización y puede amortiguar las fluctuaciones estacionales e interanuales en las poblaciones de polinizadores ocasionadas por los CGA (Kremen et al., 2004; Ricketts et al., 2004; Aizen y Chacoff, 2009). Cabe resaltar que las poblaciones de Apis mellifera L. de diversas partes del mundo han disminuido; también existen reportes donde las comunidades de polinizadores silvestres, están sufriendo extinciones locales y globales (IPI, 1999; Biesmeijer et al., 2006; Aizen y Chacoff, 2009; Potts et al., 2010). A esta disminución se le conoce como “la crisis de los polinizadores” el cual es un fenómeno mundial que se origina por la fragmentación del hábitat, cambios en el uso del suelo (agricultura, pastoreo), uso de pesticidas y herbicidas, así como la introducción de especies no nativas (Buchman y Nabhan, 1996; Kearns et al., 1998; Nantes-Parra y González, 2000; Spira, 2001; Villanueva et al., 2005; Roubick, 2009). En el caso de las áreas agrícolas, se caracterizan por la ausencia de diversidad floral (monocultivos) lo que disminuye la posibilidad de atraer a distintos grupos de visitantes florales que requieren diferentes recompensas. Asimismo, prácticas como el arado y el desmonte, eliminan micrositios potenciales para su anidación (Carvell et al., 2004). En las tierras dedicadas al apacentamiento, las especies herbáceas son sustituidas por pastos, en consecuencia, hay escasez de recursos florales y un cambio en el régimen de incendios ya que los pastos se incendian con mayor frecuencia que las especies nativas. El ganado también modifica la estructura de la comunidad vegetal al eliminar recursos valiosos para las abejas y suele destruir los sitios de anidamiento por pisoteo (Kruess y Tscharntke, 2002). Entre los nuevos enfoques para el estudio de la polinización, se encuentra el uso de redes de interacción, las cuales pueden ser de tipo mutualista o antagonista. Las redes de polinización describen la totalidad de las interacciones que ocurren entre las plantas y sus polinizadores, además muestran que: a) las especies tienen un número variable de interacciones; b) la mayoría de los integrantes de la red son generalistas y existen pocas especies especialistas; c) las especies generalistas interactúan con las especialistas para formar una estructura anidada en la red, d) existe un grupo de especies núcleo (plantas generalistas que interaccionan con animales generalistas); y e) no todas las interacciones planta animal son posibles por diferencias en la fenología, morfología, o tipos de recompensas. Generalmente, las redes de polinización contienen gran número de interacciones redundantes que les proporcionan estabilidad. La extinción de una especie no necesariamente provoca extinciones de otras, porque éstas últimas pueden relacionarse con otras especies distintas. Incluso, si un elemento de la red presenta temporalmente una baja abundancia no afecta al sistema, porque permite incorporar una gran diversidad de especies en la red, además de proporcionar estabilidad, resistencia y resiliencia a algunos tipos de perturbaciones. Sin embargo, si se consideran las modificaciones en la distribución de especies que se espera ocurran en las comunidades debido a la severidad de los CGA, aún se desconocen los patrones y las consecuencias de los efectos ambientales sobre las redes de interacción. La Dispersión y los Cambios Globales del Ambiente La dispersión afecta la especiación, sociabilidad, cooperación e historias de vida de las especies; la llegada de nuevos individuos puede evitar la extinción de poblaciones pequeñas, pero si hay un exceso de individuos que se dispersan, pueden favorecer la extinción de la población de origen. Por lo anterior, comprender los procesos y evolución de la dispersión, es crucial para el manejo de las poblaciones naturales (Begon et al., 1986; Ronce, 2007). Desde una perspectiva microevolutiva, la dispersión reduce la tasa de mutación y los efectos de la deriva génica, afecta la endogamia y puede impedir la adaptación de poblaciones locales o incluso favorecerlas dependiendo de los genes que llegan a la población y su interacción con el ambiente (Ronce, 2007). En las plantas, la dispersión exclusivamente biótica está presente en el 64% de las familias de las gimnospermas. A nivel de especie el 46% tiene dispersión biótica y el 39% utiliza tanto dispersión biótica como abiótica (Tiffney, 2004). En el caso de las familias de angiospermas, 30% son dispersadas bióticamente, mientras que el 22% posee dispersión biótica y abiótica. A nivel de especie en angiospermas, 14% de éstas tienen dispersión biótica en tanto que el 42% posee dispersión tanto biótica como abiótica (Tiffney y Mazer, 1995). La dispersión existente involucra comúnmente endozoocoria (el consumo del propágulo, incluyendo su paso por el tracto digestivo del dispersor). En una variante, el dispersor puede consumir la pulpa externa del fruto sin consumir el propágulo contenido en él, por ejemplo, los monos que consumen frutos con semillas de gran tamaño, o las hormigas que acarrean pequeñas semillas que tienen cuerpos externos atrayentes (oleosomas). La dispersión de semillas interactúa con todas las principales fuerzas directrices de cambio en la biodiversidad en el siglo XXI: fragmentación de hábitats, sobre-explotación, invasiones biológicas y cambio climático (Pereira et al., 2010). En paisajes fragmentados, la dispersión de semillas tiene mayor influencia tanto en la persistencia de especies vegetales (Sansevero et al., 2011), como en el recubrimiento de la vegetación cuando los disturbios son reducidos (Howe y Miriti, 2004). La caza furtiva tiene un efecto obvio en la dispersión de semillas por vertebrados grandes (Vanthomme et al., 2010), y la sobreexplotación de plantas puede también interrumpir los mutualismos de dispersión (Ticktin, 2004). Los patrones de propagación de plantas invasoras están ampliamente determinados por sus vectores de dispersión (Buckley et al., 2006). En particular, el cambio climático antropogénico se suma a la importancia de la dispersión de semillas, debido a que la mayoría de las poblaciones de plantas en la Tierra necesitarán moverse a grandes distancias después de los siguientes 50–100 años si han de seguir el ritmo de los climas en movimiento (Chen et al., 2011). Sin embargo, animales de gran tamaño son capaces de dispersar semillas a las distancias requeridas por las plantas para seguir este ritmo, que con frecuencia están amenazados por la caza furtiva o pérdida de hábitat (Corlett, 2009). La dispersión, es quizás el proceso más importante a través del cual las especies pueden sobrevivir al cambio climático. Numerosos estudios que han modelado la respuesta de diversas especies ante esta condición, pueden ser útiles para identificar la magnitud de los futuros cambios en la distribución de las especies y sugerir qué especies, hábitats o regiones se encuentran en mayor riesgo debido al cambio climático. No obstante, la mayoría de ellos, únicamente han considerado variables ambientales sin tomar en cuenta las relaciones con otros organismos (Pearson y Dawson, 2003; Urban et al., 2013). Las interacciones bióticas, constituyen una fuerza que llegará a alterar la respuesta de los ensamblajes de especies ante el cambio climático (Ayres, 1993). Para obtener modelos más apegados a la realidad será necesario comprender las interacciones entre los diversos factores que afectan la distribución de especies; de manera que en un futuro será necesario comprender hacia dónde se mueve la comunidad y no únicamente especies individuales (Urban et al., 2013). Simbiosis Micorrícica y los Cambios Globales del Ambiente Se considera a la micorrizosfera como el ambiente biocomplejo más dinámico del suelo, donde se desarrollan múltiples interacciones entre factores abióticos (agua, aire, material parental y minerales) y bióticos (poblaciones vegetales, microbianas y micro, meso, macro y megafauna), que influyen en el desarrollo de las plantas y como consecuencia en la productividad primaria neta de los ecosistemas donde habitan (Jeffries et al., 2003; Epstein y Bloom, 2005; Barrios, 2007). Dentro de las interacciones que se establecen en la micorrizosfera, la más trascendental es la conocida como simbiosis micorrícica, la cual se define como “la asociación simbiótica mutualista, producto de la cooptación y simbiogénesis del genoma de un hongo especializado del suelo (micobionte) por la raíz u otro órgano de contacto de una planta (fitobionte), en cuya interacción hay transferencia bidireccional de nutrimentos, a través de una interface con desarrollo sincrónico y funcionamiento balanceado del que se obtienen ventajas adaptativas en un ambiente biocomplejo y cambiante” (adaptado de Allen, 1991; Brundrett, 2004; Thompson, 2006; Gontier, 2007; Constantin de Magny y Colwell, 2009). En términos generales, para su estudio Smith y Read (2008) reconocen siete tipos de micorrizas: (1) micorriza arbuscular (MA), (2) ectomicorriza (EcM), (3) micorriza ericoide (Mer), (4) micorriza arbutoide (MAr), (5) micorriza monotropoide (MMo), (6) ectendomicorriza (EnM), y (7) micorriza orquideoide (MOr). La simbiosis micorrícica es un fenómeno ecológico-evolutivo producto de la interacción ancestral entre hongos y plantas con el suelo (factores bióticos y abióticos) y el ambiente atmosférico que les ha brindado, entre otros beneficios: (1) un hábitat favorable y el suministro de carbono al hongo por parte de la planta y (2) una eficiente captación de agua y nutrimentos del suelo por parte de las hifas y el micelio extrarradical de los hongos hacia la planta; lo que ha elevado su tolerancia al estrés biótico y abiótico (Smith y Read, 2008; Bonfante y Selosse, 2010). De acuerdo con Rillig et al. (2002), la alteración en cualquiera de los factores que originan los CGA es importante, ya que puede repercutir en el funcionamiento de los hongos micorrícicos (HM) del suelo y como consecuencia se puede trastornar la respuesta de las plantas ante estos disturbios. Es crucial el estudio de la simbiosis micorrícica desde la perspectiva ecosistémica, ya que responde a perturbaciones como son los CGA (Cuadro 1). Entre los principales factores del CGA que pueden afectar en forma directa o indirecta a los componentes de la simbiosis micorrícica se mencionan: a) el incremento de CO2 atmosférico y otros gases de efecto invernadero; b) liberación de N y P en los ecosistemas terrestres; c) alteraciones en los regímenes de temperatura y precipitación; d) incremento y supresión activa del uso de fuego; e) radiación ultravioleta; f) ozono; y g) la dispersión accidental o deliberada de plantas y microorganismos exóticos (Villarreal-Ruiz, 2010). El enriquecimiento de N y CO2 atmosférico se espera altere el balance de intercambio entre los HM y sus plantas hospederas (Johnson y Gehring, 2007). Estudios de campo a largo plazo, muestran que el enriquecimiento de N afecta lo siguiente: (a) la biomasa de las estructuras reproductivas y el micelio extraradical de los HM se reduce más que la colonización intraradical; (b) se afecta dramáticamente tanto la producción de esporocarpos por HEcM (Wallenda y Kottke, 1998) como la producción de esporas por HMA (Egerton-Warburton y Allen, 2000); (c) en un bosque de abetos en Suecia se redujo en un 50% el crecimiento del micelio de HEcM (Nilsson y Wallander, 2003); (d) en pastizales de Norteamérica con suficiente P en el suelo disminuyó la longitud de hifas de HMA (Johnson et al., 2003). No obstante, la formación de puntas de raíces con HEcM y la colonización intraradical por HMA se ha demostrado que disminuye, aumenta o permanece igual (Wallenda y Kottke, 1998; Johnson et al., 2003), por lo que esta variabilidad de respuesta sugiere que los fenotipos de plantas y hongos así como las condiciones edáficas median las respuestas de las micorrizas al enriquecimiento de N. Cuadro 1. Investigaciones que se han realizado para evaluar las respuestas a diversos factores que causan CGA en tres tipos de micorrizas (modificado de Rillig et al., 2002). Factor Parámetro MA EcM Mer Crecimiento Planta Elevado CO2 % Colonización +/0b +/0c ? +b,e Deposición de Longitud hifa +/0d +/0e ? % Colonización +/0/-f +/0/-g 0/-h +/0/-f,g,h,i nitrógeno Longitud hifa +/0/-i +/0/-j (pocos estudios) Esporomas -k +/0m +/0n ? +/-o +/0p 0/-q -r 0/-s 0/- ? Precipitación alterada Calentamiento Ozono Radiación ultravioleta % Colonización (pocos estudios) Longitud hifa ? % Colonización 0/- (pocos estudios)t -(pocos ? 0 ? estudios)u (pocos estudios)v 0/-s,t,u (pocos estudios)w 0/-v,w Las respuesta se notan como (+) positiva,(-) negativa, (0) no se encontró respuesta y (?) desconocida. Cuando hay pocos estudios se hace la anotación. bDiaz(1996); Hodge (1996); Staddon y Fitter (1998); Cairney y Meharg (1999). Diaz(1996); Hodge (1996); Cairney y Meharg (1999). dStaddon y Fitter (1998); Treseder y Allen (2000). eTreseder y Allen (2000). fCairney y Meharg (1999). gJansen y Dighton (1990); Wallenda y Kottke (1998); Cairney y Meharg (1999). h Disminución: Stribley y Read (1976); Yesmin et al., (1996); No respuesta: Johansson (1992); Lee et al., (1992); Caporn et al., (1995). iTreseder y Allen (2000). j Wallenda y Kottke (1998); Treseder y Allen (2000). kArnolds (1988, 1991) m Edwards (1985); Allen et al., (1987,1995); Miller y Bever (1999). nNilsen et al., (1998). o Read (1983); Thormann et al., (1999). p Allen et al. (1995); Kandeler et al,. (1998); Pattinson et al., (1999). qAllen et al., (1995); Jonasson y Shaver (1999). r Read (1983); Jonasson y Shaver (1999). s Disminución: McCool y Menge (1984); No respuesta: Duckmanton y Widden (1994). tCairney y Meharg (1999). uMcQuattie y Schier (1992). vDisminución: Van de Staaij et al., (2001); No respuesta: Klironomos y Allen (1995). Arnolds (1988, 1991) wNewsham et al., (1999). c Por otra parte, la composición de especies de HEcM en un bosque de abetos en Suecia respondió al incremento de CO2 (Fransson et al., 2001) de igual manera, se demostró que las comunidades de HMA cambian en respuesta al enriquecimiento de CO2 (Wolf et al., 2003). Asimismo, se ha sugerido que los HMA son un eslabón importante en la cadena de respuestas de los ecosistemas a elevadas concentraciones de CO2 atmosférico (Fitter et al., 2000). Con un experimento muy interesante, se mostró que el HMA Glomus mosseae (T.H. Nicholson & Gerd.) Gerd. y Trappe puede alterar el efecto del contenido elevado de CO2 atmosférico en la asimilación neta de Plantago lanceolata L. (Staddon et al., 1999). De igual forma, los HMA pueden mediar cambios en la estructura del suelo bajo condiciones elevadas de CO2 (Rillig et al., 2001). Últimamente, los estudios de las relaciones entre HM y cambios globales se están incrementando y enfocándose en las interacciones entre múltiples factores más que en un solo factor (Rillig, 2004). Simbiosis micorrícica, relaciones hídricas y respuestas a sequía: Como resultado de los innegables CGA por efecto antropogénico, en las próximas 5-10 décadas se espera un incremento en la severidad de las sequías en algunos ecosistemas terrestres, que sobrepasarán las condiciones en las cuales las plantas han evolucionado localmente; alterando con ello su productividad, desarrollo y supervivencia. En este sentido, y después de 42 años de investigación mundial sobre los efectos de la simbiosis micorrícica en las relaciones hídricas y en la fisiología de las plantas bajo condiciones de sequía; se ha sugerido que ésta contribuye a mejorar el desarrollo de las plantas a través, de una combinación de efectos físicos, nutrimentales, fisiológicos y celulares (Augé, 2001; RuizLozano, 2003). Sin embargo, es importante considerar que el 90% de las investigaciones en esta área incluyen a la micorriza arbuscular (MA), el 9% a ectomicorriza (EcM) y únicamente el 1% al resto de los tipos reconocidos hasta ahora (Mer, MAr, MMo, EnM, MOr). Por otro lado, en los últimos 5 años, las evaluaciones se han enfocado en valorar el efecto de un solo factor ambiental (66% sequía, 28% salinidad, 1% heladas) y solamente el 5% de los trabajos combinan varios factores. Asimismo, la mayor parte de las conclusiones están basadas en un pequeño número de HM fácilmente cultivables y que se desarrollan adecuadamente bajo condiciones experimentales, lo cual podría constituir un artefacto experimental. Cabe destacar que, este tópico de investigación en micorrizas sigue siendo uno de los más controvertidos debido a: (1) la predominancia de diseños experimentales poco realistas; (2) la complejidad diferencial en las respuestas de los hospederos a la colonización de los HM; y (3) La falta de estudios para comprender los mecanismos involucrados. Se propone en investigaciones futuras incrementar el número de experimentos donde a partir de una prospección en campo: (a) seleccionar plantas con susceptibilidad contrastante a sequía en diferentes regiones del mundo y especialmente en México; (b) caracterizar e identificar (empleando métodos clásicos y moleculares) los consorcios de HM presentes en las raíces de los hospederos; y (c) desarrollar experimentos que permitan detectar respuestas diferenciales empleando microcosmos y mesocosmos en el laboratorio e invernadero para generar hipótesis de trabajo y su comprobación bajo condiciones ecológicamente realistas en campo. Además, se sugiere combinar los aislamientos de HM con otros microorganismos asociados que pudieran mejorar las relaciones hídricas y/o mitigar los efectos de la sequía en plantas. Lo anterior, permitirá aportar evidencias para clarificar la controversia que existe sobre los efectos directos, indirectos y/o modificaciones de las propiedades del suelo a través de los cuales los HM contribuyen a mejorar el desarrollo de las plantas con las que se asocian bajo condiciones de sequía. Finalmente, este planteamiento debe extenderse a realizar estudios integrales y a largo plazo que involucren, no solamente a la MA y EcM, sino a los otros tipos de micorriza, especialmente si coexisten en ambientes vulnerables ante los futuros escenarios de cambio climático (Neri-Luna, 2010). Nodrizaje y los Cambios Globales del Ambiente Uno de los principales efectos del calentamiento global es la transformación de los patrones climáticos, en términos generales, el planeta experimenta un incremento de 0.6°C con respecto a los últimos 100 años. No obstante, se observa heterogeneidad espacial y temporal en dichos patrones. Por ejemplo, los pronósticos para el cambio en el régimen de precipitación en latitudes medias y altas del hemisferio norte muestran un aumento del 0.5 al 1% durante las estaciones de otoño e invierno, mientras que en los subtrópicos la precipitación generalmente decrece alrededor del 0.3% por década. Los pronósticos de temperatura también muestran un patrón heterogéneo, puesto que oscilan de +1°C dependiendo de la región del planeta. Para México, se han hecho las siguientes predicciones: en regiones del mar Caribe se estipula un decremento de 0.3°C a 0.7°C, mientras que en el resto del país se pronostica un incremento menor de 0.3°C, excepto en el desierto chihuahuense, donde puede incrementarse de 0.3 a 1°C por década (Walther et al., 2002). Los organismos, poblaciones y comunidades no responderán a la misma velocidad en relación con los CGA. Los cambios de temperatura y precipitación pueden ocasionar que las especies se encuentren fuera de sus límites de tolerancia, asimismo este fenómeno generará tanto cambios en la composición de especies que conforman las comunidades, como modificaciones en las interacciones bióticas y por ende, transformaciones en procesos ecosistémicos como son los ciclos de nutrimentos. La Red del Desierto de Sonora (Sonora Desert Network, 2012) ha evaluado la respuesta de las plantas al cambio climático, entre los resultados más relevantes se menciona que debido al incremento de temperatura disminuye la abundancia de ciertas plantas (Prosopis velutina Wooton, Cercidium microphylu (Torr.) Rose & Johnst., y Fouqueria splendens Engelman). Por otra parte, algunas especies responden a la precipitación anual, como Ambrosia deltoides (Torr.) Payne y ciertos pastos perennes; otras como por ejemplo Larrea tridentata (Sessé & Moc. ex DC.) responden a la precipitación en invierno, mientras que los cactus son favorecidos por el aumento de la temperatura, en particular porque se reducen los periodos de heladas. Según las predicciones de cambio climático, las zonas áridas y semiáridas de México experimentarán climas más cálidos y secos, condiciones ambientales que incrementan la evapotranspiración lo que genera situaciones de estrés por sequía en especial para especies de las familias Cactaceae, Poaceae y Asteraceae que requieren de microclimas específicos para su establecimiento y supervivencia (Flores y Jurado, 2003). Por tanto, la germinación de sus semillas y el establecimiento de sus plántulas se lleva a cabo bajo el dosel para aprovechar los recursos y condiciones que éstas proporcionan (Begon et al., 1986; Brooker et al., 2008; Bronstein, 2009). La germinación y establecimiento de especies vegetales bajo el dosel, depende del balance entre las interacciones negativas y positivas que puedan existir, es decir, las negativas pueden ocurrir por competencia de agua, luz, espacio, nutrimentos o la presencia de aleloquímicos que inhiben el establecimiento de plántulas (Valiente-Banuet y Ezcurra, 1991; De Villiers et al., 2001; Padilla y Pugnaire, 2006). Por otro lado, las interacciones positivas resultan por alteraciones en el micro ambiente tanto edáfico como climático; por ejemplo, el micro ambiente debajo del dosel es más fresco durante los días cálidos, porque existe menor radiación solar y mayor disponibilidad de agua, además protege a las plántulas de heladas leves durante las noches frías (McAuliffe, 1984; Franco y Nobel, 1989; Valiente-Banuet y Ezcurra, 1991; Cody, 1993; Mandujano et al., 1998; Flores y Jurado, 2003; Padilla y Pugnaire, 2006). El suelo suele ser más húmedo debido al ascenso de agua de regiones más profundas a zonas superficiales del suelo (“hydraulic lift”), ya sea por medio de las raíces de las plantas nodriza o por el escurrimiento de agua que se deposita durante la lluvia en sus tallos y hojas; también, es menos compacto y la tasa de erosión es más baja (Richards y Caldwell, 1987; Caldwell et al., 1998). De esta manera, puede contener mayor cantidad de nutrimentos debido a la acumulación de materia orgánica, altas tasas de mineralización o presencia de microorganismos. Por lo tanto, el fenómeno de nodrizaje entre dos especies ocurrirá cuando sus efectos positivos sean mayores que sus negativos (García-Moya y McKell, 1970; McAuliffe, 1984; Franco y Nobel, 1989; Valiente-Banuet y Ezcurra, 1991; Cody, 1993; Mandujano et al., 1998; Flores y Jurado, 2003; Padilla y Pugnaire, 2006). Generalmente, se considera al nodrizaje como una interacción que favorece la diversidad biológica en ambientes estresantes, debido a que permite el establecimiento de plantas en ambientes poco favorables (Callaway, 2007). Actualmente, esta condición se aprovecha en las prácticas de restauración ecológica, donde se incluyen especies que pueden ser nodrizas para otras, particularmente en zonas montañosas, bosques tropicales y sitios altamente degradados como son aquellos donde se ha llevado a cabo la explotación minera (Brooker et al., 2008). Al presente, existe evidencia que el proceso del nodrizaje ha ocurrido desde tiempos remotos, las especies que se originaron durante el cuaternario (periodo en el cual se desarrollaron los desiertos), son más tolerantes a los climas secos y sirven de nodrizas a especies que se originaron en el periodo terciario, adaptadas a ambientes mésicos, por lo que este proceso preserva la diversidad global y provee mecanismos para estabilizar la selección y la conservación de rasgos ecológicos a través de periodos evolutivos (ValienteBanuet et al., 2006). Otro factor importante que se debe tomar en cuenta respecto a los CGA es la modificación en la distribución de especies; existen reportes de que especies nativas pueden favorecer el establecimiento de especies exóticas, las que a su vez, pueden facilitar el establecimiento de otras especies exóticas (Simberloff, 2006). Este hecho sugiere que entender las interacciones de facilitación es de gran relevancia para comprender el impacto que tendrán los cambios ambientales sobre la diversidad (Callaway, 2007). Herbivoría y Cambio Climático El consumo de tejidos vegetales por organismos vertebrados e invertebrados —en inglés “herbivory”— tiene un importante papel funcional en los ecosistemas, porque es parte imprescindible en las redes tróficas, acelera la incorporación de biomasa vegetal al suelo, regula las poblaciones de plantas y herbívoros, permiten la diversidad de especies, favorece la diversificación de numerosos grupos vegetales y constituyen una constante presión de selección para la evolución de mecanismos de defensa en las plantas y en los organismos que las consumen (Price et al., 1980; Huntly, 1991; Marquis, 1992; Farrell et al., 1992; Coley y Barone, 1996; Stowe et al., 2000; Schardl y Chen, 2010; Schowalter, 2006). Desde el punto de vista fitocéntrico, el conocimiento ecológico sobre esta interacción se puede dividir en tres grandes vertientes: 1) los patrones y preferencias del daño; 2) las consecuencias del consumo de tejido sobre el crecimiento y supervivencia de las plantas; y 3) los efectos del daño sobre su reproducción. Patrones y preferencias de daño. Todas las especies de plantas exhiben evidencia de daño por herbívoros en alguna etapa de su ciclo de vida; con frecuencia, las marcas sobre las raíces, hojas, tallos, flores, frutos y semillas indican que más de una especie de herbívoro se ha alimentado de ellos. Sin embargo, aunque algunos taxa de insectos prefieren características particulares en las plantas de las cuales se alimentan, la mayoría de los grupos responden a patrones establecidos como lo ha mostrado la generalidad de los estudios al respecto. Los patrones de daño en plantas se pueden apreciar a nivel de organismos, poblaciones y comunidades (Crawley, 1983). A nivel de organismo, la variación depende del tipo de tejido y ubicación del mismo; generalmente los módulos más valiosos como brotes, hojas jóvenes, flores o frutos, son preferidos por los fitófagos principalmente debido a su calidad nutricional (Dirzo, 1984; Coley, 1987; Coley y Aide, 1991; Coley y Barone, 1996). Dentro de la misma especie se han detectado diferencias entre individuos, genotipos, clones o módulos vegetativos en los niveles de daño, rasgos de defensa y propiedades nutritivas (Marquis, 1992; Hwang y Lindroth, 1997; Cronin y Abrahamson, 1999, 2001; Cronin et al., 2001). Algunos estudios han demostrado que la variación dentro y entre poblaciones se ha atribuido a factores genéticos y ambientales que se correlacionan con los niveles de defensa y preferencias por los herbívoros, como por ejemplo el efecto del microhábitat en que se encuentran las plantas. Además, también el sistema sexual de la planta influye en las preferencias de los herbívoros, algunas investigaciones indican que los organismos con flores femeninas invierten más recursos a la reproducción que al crecimiento debido a los costos que implica la producción de flores, frutos y semillas, por tanto, su tejido es más valioso y más defendido comparado con individuos masculinos o hermafroditas quienes sufren finalmente mayores tasas de daño (Ågren, 1987; Ågren et al., 1999; Cornelissen y Stiling, 2005). Entre comunidades, la variación se aprecia claramente a nivel geográfico, por ejemplo, los niveles de defensa y consumo son distintos entre regiones templadas y tropicales; los bosques tropicales presentan mayores tasas anuales de consumo de hojas a pesar que las especies se encuentran mejor defendidas respecto a los organismos de zonas templadas (Coley y Aide, 1991; Coley y Barone, 1996; Barone y Coley, 2002). Por tanto, la variación interespecífica que se ha detectado a nivel geográfico y temporal, en las comunidades es el resultado a factores de selección que durante millones de años han modificado el tipo y los niveles de defensa en las plantas (Coley y Aide, 1991). Consecuencias de la herbivoría sobre el crecimiento, reproducción y supervivencia de las plantas. La mayoría de la literatura ha documentado efectos negativos del consumo de tejido vegetal a largo plazo. Algunas de las consecuencias sobre el crecimiento vegetativo son la disminución en el tamaño de las hojas y brotes, en la longitud de la planta, la modificación de la dinámica foliar y la arquitectura de las plantas (Louda, 1984; Marquis, 1992). Por ejemplo, el daño por liebres ocasiona un 40% de mortalidad en brotes jóvenes de mezquite. En consecuencia, la arquitectura en las ramas se modifica para evitar el daño (López–Portillo et al., 1996; Martínez y López-Portillo, 2003). Entre los efectos negativos sobre la reproducción, se encuentra la disminución en el número de flores, frutos y semillas, así como en la cantidad y calidad del polen, el daño por fitófagos también puede reducir el tamaño de las semillas e incrementar su susceptibilidad a enfermedades (Marquis, 1992; Dirzo y Domínguez, 1995; Quesada et al., 1995; Agrawal, 2001). Pueden alterar la expresión sexual y reducir el éxito reproductivo de la planta (Whitham y Mopper, 1985; Strauss et al., 1995). Además, modifica algunos caracteres florales, lo cual disminuye la atracción de los polinizadores (Strauss et al., 1995; Mothershead y Marquis, 2000). La severidad de las consecuencias sobre la reproducción depende de la intensidad y el periodo durante el cual ocurre el daño (por ejemplo en la expansión foliar). Así, en ocasiones un solo evento de ataque por herbívoros es capaz de afectar la reproducción de las plantas por dos temporadas consecutivas (Filip et al., 1995; Dirzo y Dominguez, 2002). Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los estudios han mostrado que los efectos del daño en las plantas son negativos, un estudio con Ipomopsis aggregata (Pursh) V. E. Grant, demostró que el consumo de tallos por herbívoros vertebrados incrementaba la aptitud en esta especie, es decir, que existía una sobrecompensación. Esto ocasionó un controversial debate en torno a las ganancias y costos del daño en plantas (Paige y Whitham, 1987). Algunos trabajos han sugerido que existe un continuo de respuestas al daño desde favorables hasta desfavorables, las cuales están influenciadas por el ambiente (Maschinski y Whitham, 1989; Whitham et al., 1991; Bergelson y Crawley, 1992; Bergelson et al., 1996). Así, bajo determinados ambientes y niveles de daño, algunas plantas pueden mostrar diferentes niveles de tolerancia (no compensación, compensación y sobrecompensación) como resultado de factores evolutivos, particulares de cada especie. Esto es aún más evidente en zonas sometidas a depredación crónica, donde existen especies adaptadas al daño continuo que incluso son favorecidas (“crecientes”), en tanto otras son afectadas negativamente en su crecimiento o reproducción (“decrecientes”) (Van Wieren, 1995; delVal y Crawley, 2005). Por ejemplo, en los pastizales europeos, algunas especies de plantas pueden incrementar su biomasa (y en ocasiones su aptitud) a partir de factores intrínsecos (aquellos que aumentan la tolerancia) y extrínsecos (como la disponibilidad de recursos, tipo y cantidad de tejido removido etc.) (del-Val y Crawley, 2005). En general, las consecuencias de la herbivoría sobre el crecimiento vegetativo y la reproducción de las plantas afectan significativamente su supervivencia y aptitud. Por tanto, esta interacción modifica la distribución y abundancia de especies en las comunidades, mantienen la diversidad y llega a afectar las interacciones entre las plantas con otros organismos, tales como polinizadores y dispersores. Actualmente, el cambio climático es un fenómeno que influye de manera directa e indirecta en las interacciones ecológicas a través de las modificaciones del ambiente (Ayres, 1993). A pesar que se han realizado numerosos estudios para predecir sus efectos sobre plantas y herbívoros, no se han encontrado patrones claros al respecto. Entre los posibles escenarios se encuentra el aumento en la captura de carbono por los organismos vegetales, lo cual trae consigo un incremento en la productividad primaria de los ecosistemas, cambios químicos en las plantas y un desbalance en la proporción C-N; por tanto, la disminución en el nitrógeno disponible para los insectos a partir de los tejidos vegetales acrecentará la necesidad de consumir mayor cantidad de alimento para compensar la baja calidad nutricional (Coley, 1998; Stiling y Cornelissen, 2007; Cornelissen, 2011). Ante el cambio en los rangos de distribución de las especies, también se ha considerado que los herbívoros generalistas podrían obtener alimento más fácilmente que los especialistas, sin embargo se cuestiona su habilidad para lidiar con los cambios químicos que producirán las plantas, y con el incremento en la producción de metabolitos de defensa y sustancias aromáticas que podrían dificultar su búsqueda, consumo y asimilación. Sin embargo, se espera un aumento en las tasas de herbivoría de 2 a 4 veces más de lo que ocurre actualmente, en consecuencia las poblaciones de herbívoros se incrementarán, lo que traerá efectos negativos para las poblaciones vegetales (Cornelissen, 2011). Los cambios en los patrones fenológicos de las plantas y animales quizás son los mayores retos a superar para la adaptación y supervivencia de especies e interacciones ante el cambio climático, porque este fenómeno influye sobre los herbívoros, polinizadores y dispersores. No obstante, a pesar del interés de analizar la herbivoría ante diversos escenarios de cambio climático, aún son escasos los estudios que incluyen diversos grupos de herbívoros como para evidenciar tendencias claras al respecto (Stiling y Cornelissen, 2007; Ward y Masters, 2007). En conclusión, el daño por herbívoros es una interacción básica para el flujo de materia y energía en los ecosistemas, influye en la estructura de las comunidades y ocasiona consecuencias generalmente negativas para las poblaciones de plantas. Ante un escenario de cambio climático, se espera que las respuestas de los organismos en esta interacción sean dependientes de la especie y sus características particulares, sin embargo es claro que afectará notoriamente la estructura de las comunidades y el funcionamiento de los ecosistemas. Marcadores Moleculares y el Efecto del Cambio Climático en la Genética de las Poblaciones Las plantas y los animales pueden responder al cambio climático modificando sus rangos de distribución geográfica o adaptándose a las nuevas condiciones del ambiente. Modificación de la distribución geográfica: Ante los cambios en la temperatura, las especies requieren expandir o contraer rápidamente su distribución geográfica hacia mayores altitudes y latitudes (Jump y Peñuelas, 2005). Los patrones geográficos que resultan dependen de las habilidades de dispersión y los requerimientos ecológicos de cada especie. La expansión geográfica de una especie conlleva importantes cambios en la composición de una comunidad, de tal manera que el cambio climático afecta además de su morfología, los patrones de interacciones bióticas entre especies. La fragmentación del hábitat es uno de los factores que limita los cambios en la distribución geográfica de una especie. Esta se define como un proceso dinámico, consecuencia principalmente de la actividad humana, por el cual un hábitat se reduce a unidades de superficie más pequeñas conocidas como parches. La fragmentación supone la pérdida de conectividad y por lo tanto limita la dispersión y migración de las especies (Martínez-Alandi et al., 2009). Adaptación: Si ante el aumento en la temperatura las especies no modifican su rango de distribución, solamente persistirán en la localidad aquellas que se adapten al cambio, ya sea por plasticidad fenotípica (PF) o por modificación de otros rasgos que se encuentren determinados genéticamente. La PF se refiere al conjunto de fenotipos que puede producir un único genotipo que es expuesto a diferentes condiciones ambientales y se centra en la interacción entre el ambiente y la constitución genética en la conformación de un fenotipo dado. De acuerdo al tamaño de las poblaciones las consecuencias genéticas del cambio climático pueden subdividirse en dos principales categorías (Martínez-Alandi et al., 2009): (1) Consecuencias en poblaciones pequeñas. La deriva genética en poblaciones pequeñas (proceso genético determinado por el azar) conducirá a la pérdida de la variabilidad genética. Si además de ser pequeñas, las poblaciones se encuentran aisladas, se producirá una disminución en el flujo genético que favorecerá la pérdida de la variación genética intra-poblacional. Debido a que la selección natural es la causa primaria del cambio evolutivo, una disminución en la variabilidad genética disminuirá a su vez el potencial evolutivo y así la capacidad de la población para responder al cambio ambiental, lo que aumentará el riesgo de extinción (Pertoldi et al., 2006). Las poblaciones solo persistirán si la tasa de evolución adaptativa es similar a la tasa de cambio ambiental, ya que la respuesta evolutiva de caracteres cuantitativos al proceso de selección requiere de variabilidad genética. Además, el índice de endogamia puede ser alto en poblaciones pequeñas y conducir a una depresión por endogamia; (2) Consecuencias en poblaciones grandes. La plasticidad fenotípica (PF) en poblaciones grandes tiene un papel fundamental. La PF es un carácter en sí mismo controlado genéticamente, y por lo tanto puede evolucionar independientemente de otros rasgos fenotípicos. Si las poblaciones son grandes, entonces la presión selectiva tiene el potencial de incrementar la adecuación promedio de la población, en este caso se seleccionan genes implicados en la adaptación al cambio de clima, incluidos aquellos que determinan la expresión de la plasticidad. A través de la amplitud de distribución de una especie, se presentan respuestas diferenciales al clima, la mayor parte de la evidencia empírica de una adaptación rápida al clima proviene de ejemplos de microevolución en los que se observa un aumento en las frecuencias de genotipos tolerantes al calor. Variación en caracteres adaptativos al cambio climático han sido observados en Drosophila y en poblaciones experimentales y naturales de un pequeño número de especies vegetales (Jump y Peñuelas, 2005). La adaptación al cambio climático puede ser muy lenta debido a constricciones genéticas que definan el tiempo de una respuesta evolutiva. En conclusión, la variación y evolución de caracteres adaptativos es lo que determinará cuales especies persistirán en el lugar y cuales modificarán su distribución geográfica. Marcadores de ADN. La variación en el material genético se define como neutra, cuando no origina cambios fenotípicos y por consiguiente no está sometida a ningún proceso de selección, y es funcional, cuando da lugar a cambios en el fenotipo. Los marcadores de ADN consisten en una serie de herramientas que permiten identificar variación en partes (secciones) muy pequeñas del genoma nuclear, mitocondrial o de cloroplastos (Beebee y Rowe, 2008). Cada sección de ADN se trata como un “locus”, el cual puede o no formar parte de un gen funcional. Los marcadores de ADN son útiles para el mapeo de loci de caracteres cuantitativos (QTLs) relacionados con la adaptación al cambio climático, y para estudiar las consecuencias del cambio climático en la variación genética de una especie, generalmente neutra, y en la diferenciación de sus poblaciones. Mapeo de QTLs: Los marcadores genéticos siguen las leyes de segregación y distribución independiente de Mendel. Las secuencias de ADN, ya sea neutras o funcionales, que se encuentran en el mismo cromosoma están físicamente ligadas y tienden a segregar juntas. Durante el proceso de meiosis, la recombinación entre cromosomas homólogos puede separar estas secuencias. La frecuencia de recombinación (FR) es indicativa de su grado de ligamiento: cuanto más baja es la FR, más cerca estarán en el cromosoma. La construcción de mapas genéticos aprovecha esta característica para inferir el orden probable y la distancia entre las secuencias. Los estudios de mapas genéticos se suelen realizar tras la cosegregación de marcadores polimórficos en poblaciones experimentales estructuradas (comúnmente en F2) o en poblaciones ya existentes sometidas a programas de selección (familias de hermanos completos o parciales). Para identificar un QTL para una adaptación a la variación en la temperatura, se analizan familias que segreguen el rasgo con un conjunto de marcadores moleculares regularmente repartidos en el genoma. Con base en los datos, se aplican métodos estadísticos para inferir la presencia de un QTL significativo en un determinado intervalo del marcador, todos se basan en el grado de desequilibrio de ligamiento, es decir, en los segmentos cromosómicos que se transmiten de los padres a la progenie sin recombinación alguna. Los marcadores dominantes como los polimorfismos en secuencias amplificadas al azar (AFLPs, por sus siglas en inglés) y codominantes como los microsatélites o repeticiones de secuencias simples (SSR, por sus siglas en inglés) han sido ampliamente utilizados en la identificación de QTLs relacionados con el cambio climático (Cervera et al., 2011; Duchêne et al., 2012) (Cuadro 2). Cuadro 2. Comparación de algunos marcadores de ADN. Característica Dominio Transferibilidad RFLP SSR RAPD AFLP Codominante Codominante Dominante Dominante A través de Dentro de los Dentro de las Dentro de las géneros géneros o especies especies especies Reproducibilidad Genoma y potencial de mapeo de QTL Potencial para el estudio de la variación genética adaptativa Desarrollo Facilidad del ensayo Alto o muy Medio a alto alto Bajo a medio Medio a alto Bueno Bueno Muy bueno Muy bueno Limitado Limitado Limitado Limitado Moderado Difícil Caro Fácil moderado Barato a Fácil moderado Moderado a Moderado difícil a RFLP- polimorfismo en la longitud de los fragmentos de restricción; SSR- repeticiones de secuencia simple; RAPD amplificación al azar de ADN polimórfico; AFLP- polimorfismo en la longitud de los fragmentos amplificados. Variación y Diferenciación Genética: Se cuenta con una amplia variedad de técnicas moleculares que detectan variación en la secuencia del ADN. Para el estudio de la variación genética intra-poblacional e inter-poblacional son útiles los marcadores moleculares neutros multi-loci como son los AFLPs y los polimorfismos entre repeticiones de secuencias simples (ISSR, por sus siglas en inglés), además de marcadores de un solo locus como los SSRs, y los polimorfismos de un solo nucleótido (SNPs, por sus siglas en inglés) son una de las últimas herramientas moleculares desarrolladas para detectar variaciones en nucleótidos únicos en una secuencia de ADN (Kumar et al., 2009). Entre otras medidas de variación genética, la heterocigocidad esperada (He), que consiste en estimar el número promedio de heterocigotos por locus, puede ser un indicador del potencial evolutivo inmediato de una población, aunque no tiene necesariamente una relación con el potencial evolutivo de la población a largo plazo. Esto es particularmente cierto cuando el ambiente de la población está cambiando. Los marcadores moleculares no pueden identificar la probabilidad de pérdida de variación genética en caracteres de significancia ecológica, debido a que la correlación entre diversidad molecular (la cual por definición es neutral) y caracteres con relevancia ecológica (los cuales por definición no son neutrales) es débil, y es aún más débil en poblaciones que se encuentran en un proceso de expansión o disminución. De esta manera, los estudios poblacionales con marcadores moleculares neutros no son necesariamente relevantes para entender la evolución de genes funcionales que están sujetos a la selección, los cuales señalan el potencial de adaptación de una población a cambios ambientales. Además, en poblaciones naturales es difícil demostrar selección (y es más difícil aún cuantificarla). Sin embargo, los SNPs pueden ser útiles para correlacionar la variación neutra con la variación funcional. Existen SNPs en todo el genoma y aunque la mayoría de éstos se localizan en las regiones no codificantes, algunos introducen mutaciones en las secuencias expresadas o en regiones que influyen en la expresión génica (promotores, potenciadores), y pueden inducir cambios en la estructura o regulación de las proteínas. Dichos SNPs tienen el potencial de detectar la variación genética funcional (Morin et al., 2004). Los marcadores moleculares permiten además estudiar la organización de la diversidad genética de las poblaciones, lo que conduce a inferir las causas de las dinámicas espaciotemporales. En la actualidad, es posible contar con información sobre la composición genética de una población antes de una perturbación ambiental gracias al reciente progreso en bioestadística y matemáticas (teoría de coalescencia, estadística bayesiana, dinámica poblacional con base en individuos, etc.), esto ha permitido el desarrollo de modelos teóricos, que han mejorado la posibilidad de inferir procesos de genética de poblaciones (Stephens y Balding 2009). Definitivamente, como consecuencia de la selección natural, la diferenciación de las poblaciones varía con el clima, tanto en espacio como en tiempo. La mayor evidencia empírica de una rápida adaptación al cambio climático procede de ejemplos de evolución al interior del rango de las especies; se presenta un incremento en las frecuencias de genotipos tolerantes al calor que ya estaban presentes en la especie antes del incremento de la temperatura, de manera que los marcadores moleculares mostrarían una mayor diferenciación de las poblaciones localizadas en los límites del rango de distribución de la especie. Varios estudios señalan que el efecto de constricciones genéticas y diferencias en el flujo genético, se intensifican en los bordes del rango de distribución de la especie (GarcíaRamos y Kirkpatrick, 1997). Se espera que el calentamiento aumente el estrés por clima en el límite ecuatorial de la especie a diferencia de los límites polares. Por lo que las poblaciones en los límites ecuatoriales, frecuentemente se encuentran bajo selección natural para un incremento a la tolerancia a climas extremos, aún en la ausencia de cambio climático, sin embargo pueden no responder debido a la falta de una variación genética necesaria. Además, el flujo de genes de las poblaciones del interior puede impedir la respuesta a la selección en los límites del rango, aun cuando exista suficiente variación genética (Kirkpatrick y Barton, 1997). Las respuestas diferenciales al clima ocurren no solamente entre las poblaciones a través del rango de una especie, sino que también suceden al interior de una población, debido a la segregación significativa de individuos entre micrositios adyacentes, separados por metros que difieren en condiciones climáticas. Esta diferenciación intra-poblacional ha sido detectada utilizando marcadores codominantes como SSRs y marcadores dominantes como amplificación al azar del ADN polimórfico (RAPD, por sus siglas al inglés). Los estudios poblacionales con marcadores moleculares neutros no son necesariamente relevantes para entender la evolución de los genes funcionales que están sujetos a selección, pero son útiles para conocer el potencial evolutivo a corto plazo de una especie a través de los niveles de variación y diferenciación genética poblacional. Podemos concluir que las consecuencias del aumento en la temperatura registrado en los últimos años, seguramente incluyan cambios impredecibles en la riqueza y abundancia de las especies de una comunidad, así como una reducción en su capacidad para resistir y recuperarse ante otras perturbaciones en el ambiente, como plagas y enfermedades. En general, si las tendencias continúan se presentará un aumento en el riesgo de extinción para un gran número de especies, particularmente para aquellas que presentan poca adaptación o rangos de distribución restringida, un incremento en la tasa de extinción modificará las interacciones entre las especies. Literatura citada: Agrawal, A. 2001. Transgenerational consequences of plant responses to herbivory: an adaptive maternal effect? American Naturalist, 157(5): 555-569. Ågren, J. 1987. Intersexual differences in phenology and damage by herbivores and pathogens in dioecious Rubus chamaemorus L. Oecologia, 72: 161-169. Ågren J., T. Danell, K. Elmqvist, L. Ericson y J. Hjältén. 1999. Sexual Dimorphism and Biotic Interactions. En: Geber, M. A., T.E. Dawson y L.F. Delph (Eds.) Gender and Sexual Dimorphism in Flowering Plants. Springer-Verlag Berlin Heidelberg. New York. pp. 217-246. Aizen, A.M. y N. Chacoff. 2009. 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