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tablas 4/10 tercera época Vol. XCV octubre-diciembre La revista cubana de artes escénicas En portada: Reverso de portada: Convocatoria Premios Caricatos Contraportada: Hecho en Perú, de Yuyachkani Foto: Abel Carmenate Reverso de contraportada: Casa Editorial Tablas-Alarcos Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller de Mario Guerra Foto: Luis Ernesto Doñas Sumario 3 Visiones de un hombre de la danza Karina Pino La selva oscura 5 9 14 José Antonio Ramos: ciudadano y dramaturgo Ileana Mendoza Ferraz Ramos dentro de la crítica teatral de su tiempo Marivel Hernández Suárez Ludwig Schajowicz, precursor del teatro moderno en Cuba Petra Röhler 63 67 Oficio de la crítica 69 Veinte años de Teatro El Público Encrucijadas 17 Un clóset tan amplio como el mundo. Sujetos nómadas en el teatro de Carlos Díaz William Ruiz Morales 22 Veinte años de tango queer AndyArencibia 26 Luces y sombras del teatro cubano en Camagüey 2010 Vivian Martínez Tabares El estado de las cosas y las cosas del Estado Amarilis Pérez Vera Bienal de Danza del Caribe. Un camino abierto Mercedes Borges Bartutis Imagínate cuando se haga oscuro/imagínate cuando haya tormenta. Romper el hielo: Jon Fosse en la escena cubana Yohayna Hernández Reportes 31 35 57 Entretelones: Otra mirada a la danza del Caribe Cristóbal Peláez: pensar al teatro entre la ficción y el documento Lilián Broche Moreno y Laura González Miguel Rubio:«mirar hacia adentro» para inventar un teatro necesario Eugenia Álvarez García y Martha L. Hernández Cadenas Fui a Perú para recordar y terminé recordándome Pedro Enrique Villarreal Sosa Traducir una máscara, atravesar un carnaval Lilián Broche Moreno Kay Punku: memoria histórica y sentido político en el discurso teatral de Yuyachkani Yohayna Hernández Josefina la viajera: otra historia teatral de la nación Yoimel González Hernández Anotaciones sobre el observatorio desde el cual Anna y Martha contemplan el mundo Habey Hechavarría Prado Protection: un espacio seguro para compartir Pedro Enrique Villarreal Sosa Y aunque te cueste la muerte hazlo: mira por primera vez Martha L. Hernández Cadenas Ofelia y Amlet en las calles Oquendo y Desamparados. Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller da para pensar Boris González Arenas 88 En tablilla 94 Desde San Ignacio 166 96 En primera persona Un mito corpóreo Miguel Barnet Libreto 89 La Cebra Salvador Lemis Yo no sé dónde está la magia, dice la cebra, pero igual me mata Rogelio Orizondo a i r o t i d iempre es útil repasar lo hecho, qué significa, qué aporta un año a la escena cubana. Este número se ocupa de revisar el 2010, gracias a la detención en varios eventos fundamentales de estos meses: Festival Nacional de Teatro de Camagüey, Mayo Teatral, Bienal de Danza del Caribe. A pesar de tantos, no lo hacemos puntualmente, pues suman decenas los encuentros programados en el marco insular, y otros fueron ya tratados en entregas pasadas. Incluimos un espacio de reflexión dedicado a Teatro El Público en su veinte aniversario, y abrimos con un homenaje a Tomás Morales, Premio Nacional de Danza del presente año. Revisamos, además, el panorama dominante –algunos premios, actividades, publicaciones, jornadas–, y nichos más pequeños pero no menos importantes, como el signo del espectáculo colocado en la imagen de la cubierta. Sin paradoja alguna, conviven también aquí las búsquedas de la dramaturgia novísima con el «viejo» José Antonio Ramos –cuyo recuerdo debemos al evento organizado por el Instituto de Literatura y Lingüística– o el centenario de Ludwig Schajowicz, forjador en los albores del teatro de arte del siglo XX. En fin, historia y presente que llegan e intervienen en la misma creación actual. e S 2010 l edito-rial Casa Editorial Tablas-Alarcos Director Omar Valiño tablas Jefa de redacción Yohayna Hernández Editores Alejandro Arango y Karina Pino Gallardo Redactora Lilianne Lugo Herrera Corrector Alejandro Arango Diseño gráfico Marietta Fernández Martín Ediciones Alarcos Abel González Melo, Adys González de la Rosa, Ernesto Fundora, Osmida Baltodano de León, Orisel Sierra Santiesteban Sitio web Amarilis Pérez Vera Programación Aldo Tróccoli Diseño Idania del Río Gestión y promoción Dianelis Diéguez La O Economía Maura Hernández Secretaría Michel Sotomayor Mecacopia Yoryana Martínez Toirac Servicios Servilia Pedroso, Juan Carlos Concepción Ruiz Consejo asesor Eduardo Arrocha, Freddy Artiles (†), Raquel Carrió, Carlos Celdrán, Amado del Pino, Abelardo Estorino, Ramiro Guerra, Eugenio Hernández Espinosa, Armando Morales, Fátima Patterson, Carlos Pérez Peña, Graziella Pogolotti, Jesús Ruiz Consejo de colaboradores Norge Espinosa Mendoza, Maité Hernández-Lorenzo, Fernando León Jacomino, Nara Mansur, Reinaldo Montero, Roxana Pineda, Rubén Darío Salazar, Alberto Sarraín tablas, la revista cubana de artes escénicas. Miembro fundador del Espacio Editorial de la Comunidad Iberoamericana de Teatro. tablas aparece cada tres meses. No se devuelven originales no solicitados. Cada trabajo expresa la opinión de su autor. Permitida la reproducción indicando la fuente. San Ignacio 166 entre Obispo y Obrapía, La Habana Vieja, Cuba. Teléfono: 862 8760. Correo electrónico: tablas@cubarte.cult.cu www.tablasalarcos.cult.cu Precio: 5 pesos mn Fotomecánica e impresión: Palcograf, Palacio de Convenciones ISSN 0864-1374 tablas 2 premio Nacional de Danza 2010 Visiones Karina Pino Algo que no se puede aguantar* Es más conocido el descubrimiento que hace de él Luis Trápaga y luego Alberto Alonso. «Mucha gente se creía que yo había estudiado ballet, me decían chiquito qué bien tú bailas» quizás por eso, y por sus continuas presentaciones con Trápaga en la televisión es que se incluye junto a Alonso, sin aún cumplir los veinte años, en el elenco del mítico cabaret Sans Souci. Pero es muy probable que su posterior estancia en el teatro musical sea la que lo solidifica y lo moldea, más que como un bailarín de naturales y excelentes condiciones, un hombre de escenario más completo, que explora cada género escénico casi como un iniciado, siempre buscando, porque hasta entonces su vocación no estaba definitivamente enrumbada. En Cuba el teatro musical es un género que cuenta muchas épocas de gloria. El joven lo vive en plena efervescencia, y le desarrolla un sentido de la disciplina más riguroso y concentrado, al proyectar su inspiración hacia horizontes más abarcadores. Le abrió las puertas, de la mano de Alberto Alonso y del propio Trápaga, al Grupo Experimental de Danza de La Habana, en el cual pudo desplegar sus capacidades para la interpretación vocal y el baile, algo que signaría de manera decisiva el resto de su carrera. La experiencia con el Grupo ilumina un periodo de indagaciones y crecimiento intelectual. El cuerpo, moldeado para la danza, el ritmo y el movimiento, hasta entonces en función de continuas presentaciones televisivas, confronta ahora una serie de exigencias artísticas más complejas, que demandan, si es que así puede decirse, una entrega sensible de mayor envergadura, muy vinculada al entrenamiento y la disciplina. El grupo reunía no solo a bailarines, sino a artistas plásticos de la talla de Mariano Rodríguez y Martínez Pedro para crear los ambientes escenográficos que poblarían los espectáculos, sostenidos sobre múltiples procesos de investigación, y de clases impartidas por reconocidas figuras de la música, el teatro y la danza, entre ellas Vicente Revuelta. De esta experiencia surgiría más tarde el Teatro Musical de La Habana, al que Morales se incorpora como un creador en plena efervescencia, más seguro de un destino que había perfilado ya sus primeros trazos y que lo había confrontado con las múltiples aristas de la escena. Era un bailarín que podía actuar, podía cantar, pues le habían «diagnosticado» una excelente voz de tenor. Su sensibilidad estaba encontrando ahora un canal orgánico de enriquecimiento. Esta vivencia fundacional está, sin embargo, muy ligada a otra, que constituye en la vida de Tomás Morales una suerte de realización, y cierra el ciclo de las búsquedas no intelectuales o creativas, porque esas no terminan, sino de sentido para su intelecto en formación. Un gran estadio en el que lo asimilado encuentra un terreno para expandirse y 3 tablas HACE ALGUNOS MESES, EN UNA ENTREVISta realizada para La Jiribilla, Tomás Morales expresaba, al preguntársele sobre el recién recibido Premio Nacional de Danza: «pensé que no se conocía del todo mi trabajo, ya que el cabaret es menos seguido». En cierta medida tenía razón, la vida profesional de este hombre ha sido para muchos un descubrimiento, en el cual este galardón ha jugado un papel importante. Ahora queda más clara su intensa trayectoria, que se mueve entre la actuación, el canto, el baile y la coreografía, y se nutre de las influencias más contrastantes. Comienza en la ciudad de Matanzas, uno de los asentamientos de población más íntimamente relacionados con la cultura afro, con los orishas, con los bailes populares que brotaron de esa sangre negra, rítmica y caliente. Sobre todo las calles del centro presenciaron durante años la evolución de fiestas tradicionales que fueron uniendo lo africano y lo español, como las celebraciones del Corpus Cristi y las del Día de San Juan. Al mismo tiempo, sus esquinas estaban llenas de bembés donde se tocaba la rumba con cazuelas y cucharas. De esas calles forman parte Manzaneda, Zaragoza, Río y Compostela, que acogieron al niño Tomás Morales allá por la década del cuarenta y lo ligaron a las sonoridades de barrio, al guaguancó, la guaracha, los bailes yorubas, y le dejaron el recuerdo de aquellas festividades que de religiosas pasaron a ser profanas, constituyeron la imaginería popular y tejieron las visiones más influyentes en la memoria del futuro bailarín. Esta savia sincrética fue el impulso de sus visitas escurridizas al Teatro Sauto para ver bailar y cantar a los artistas, y también para decidir dejar la carrera de Comercio, que estudió ya en La Habana con catorce años, luego de la cual se presenta a la televisión como bailarín aficionado. FOTOS: CORTESÍA DE ONDINA MATEO de un hombre de la danza convertirse en motivo de creación. Ese terreno fue indudablemente el cabaret, fue Tropicana, un sitio al que Luis Trápaga lo lleva cuando está aún trabajando en Sans Souci. El cabaret viene a ser, a la vista de hoy, uno de los pilares de sostén en la vida del creador. Allí volcaría las experiencias de aprendizaje, aquellas influencias populares de la infancia y sus múltiples capacidades para el escenario. A su vez, la etapa de ebullición creativa de Tropicana en aquel momento, unida a una fama mundial cada vez más creciente, serían para el joven la revelación de un destino, que logró despertar toda su inspiración creadora. Se nutrió allí de influjos insospechados: coreógrafos de Filipinas, Hawai, Japón, China, Indonesia, intercambiaron allí, desde la danza, elementos diversos de sus culturas. Tomás era uno de los que generaban el trueque y devolvía sus conocimientos «heredados» sobre los bailes populares y la cultura del folclor. Es curioso cómo aquel joven que no llegaba a los veinte años, sin preparación técnica alguna, nadaba ya en aquellas aguas profundas. Sin embargo, como él mismo expresa, aquella «era otra época», y el bailarín se hacía sobre el entrenamiento y la escena, se formaba sobre el baile, sobre el movimiento mismo y entre los trucos de la vida profesional. Tal vez por eso decidió irse del cabaret por un tiempo, y prefirió realizar nuevas búsquedas, encontrar otros referentes, antes de volver a este lugar ya de forma definitiva. Mañana, tarde y noche, no paraba nunca Aunque de nuevo con el grupo de Luis Trápaga, Tomás Morales continuó trabajando en la televisión, en programas del Canal 4 o CMQ como Cabaret Regalías, el Casino de la Alegría o El álbum de Cuba, en los que bailaba con Sonia Calero, Gladys González y sobre todo con Cristy Domínguez, con la que formó una pareja artística muy recordada. Ya a principios de los sesenta hizo una telenovela en México, trabajó en el Riviera, en el Parisien como cantante y bailarín, viajó con Trápaga a Miami, montó espectáculos en el Teatro Musical. Lo llaman nuevamente a Tropicana y regresa, pero esta vez como coreógrafo. Su nombre aparece encabezando los créditos de múltiples espectáculos y shows que no solo incluyen figuras importantes en el medio y en la época, como Maggie Carlés, Mirtha Medina y nuestra diva Omara Portuondo, sino que circunvalaron todo el mundo. Al tiempo que la compañía de bailes y espectáculos de Tropicana se engrandecía y adquiría fama internacional, Tomás Morales entraba en una etapa de profundización, de estabilización profesional, en la cual el antes convulso mundo del cabaret iba tomando la forma de un universo personalizado, una especie de estilo individual de vida que absorbía cada una de sus energías. El cabaret fue un mundo en el cual además descubrió que podía jugar con elementos de lo vernáculo, los cuales, estéticamente, podían adquirir un sentido identitario. No le atrae bailar por bailar, sino otorgar a sus creaciones un carácter de indagación cultural que merezca ser promovido. Los bailes tablas 4 populares, la misma canción cubana, muchas veces interpretada por voces de consagración como las de la Portuondo o Elena Burke, la exploración en el legado afro y en toda la tradición folclórica, cuyo incentivo en el coreógrafo se remonta a aquellas imágenes infantiles de las fiestas y los bembé. Siempre fue «algo muy serio» el cabaret, una experiencia a veces sacrificial, agotadora, al punto de no haberlo abandonado desde entonces hasta hoy, cuando cuenta ya setenta y cinco años. Siente que en él logró otorgar a todas sus capacidades un sentido, un carácter. Las relacionó y las puso en función de múltiples experiencias creativas. De ahí nace verdaderamente el coreógrafo, que trabaja todavía en los escenarios de Tropicana. Es hoy un hombre culto, poblado de referentes, con definidos presupuestos estéticos y sobre todo éticos, algo que confiesa es un arma de poderoso alcance para asentarse en el difícil mundo que alguna vez escogió. Hay gente joven creando Esta época es para Tomás Morales de mayor sosiego, aunque no deja de ir a trabajar. Le ha hecho replantearse, o mejor, cuestionar conceptos como aprendizaje y disciplina, en otro tiempo quizás más ligados al rigor y la humildad ante el trabajo que hoy. Ahora es un maestro situado ante jóvenes con otro sentido de la entrega y con una realidad muy distinta. Él insiste, no obstante, en que la postura ante el talento propio debe ser invariable: nunca se aprende todo lo suficiente. En mi opinión, la mejor clase para exponer esta idea es indagar, confrontar una trayectoria como la suya. Lo que sorprende es la sensación de que siempre le fue la vida en ello. Por eso creo que el Premio Nacional de Danza 2010 que le ha sido otorgado constituye, más que un reconocimiento justísimo a su obra, una ocasión para iluminarla de nuevo, dejarla que se vea orgánicamente como una historia de la voluntad, el talento y el deseo en continua fricción. Esa es la historia que nuestra revista celebra hoy y a la que dedicamos una viva felicitación. * Los títulos de los epígrafes han sido extraídos de una entrevista realizada por Liliam Padrón en septiemre de 2010. La selva oscura José Antonio Ramos: ciudadano y dramaturgo mos que en 1939 y provisto de un peculiar y cada vez más agudo sentido crítico frente a la realidad concebía La recurva como reflexión sobre la existencia y su definición como exponente de la más cruda realidad social. No quiere esto decir que su teatro prevalece sólo por aquellas dos obras. Su producción se había nutrido ya –y lo continuaría haciendo– de piezas de peculiar factura, permeadas de reflejos anarquistas, positivistas, expresionistas o realistas –con huellas de Strindberg y O’Neill, entre otros. En ellas haría hablar a sus personajes con el fallido tono ensayístico que recorriera toda su obra, para entablar un discurso sumamente reflexivo y por momentos nada teatral, emanado de ese verbo que José Antonio Portuondo definiera como «lenguaje generacional» o «prosa que oscila, aun en las novelas y en los dramas del período, entre el panfleto político y el ensayo sociológico».1 Entre sus piezas definitorias, a la par que demostrativas de su conjunción como dramaturgo preocupado por las cuestiones cívicas, ciudadanas y sobre todo cubanas, deben mencionarse sin dudas La recurva y FU-3001 (1944). Enseñar denunciando a la manera de Florencio Sánchez y rastreando la realidad de su época, sería el modo escogido por Ramos para ambas piezas, en las cuales, sin embargo, el 5 tablas EN LA EVALUACIÓN DE LAS DIMENSIONES del quehacer teatral de un individuo de intensa y extensa proyección ciudadana, como lo fue José Antonio Ramos, siempre debe abundar la consideración sobre lo relacionable entre los hechos de carácter histórico, sociológico y de otra índole que signan el vínculo epocal entre dichos factores, así como una especial apreciación de la búsqueda, ya en el campo cultural, dentro de la diversidad de rumbos expresivos posibles, al ser este un elemento definidor del quehacer dramático dentro del cual se insertó la obra del profundo defensor de los valores cívicos, del raigal dibujante de efectos y defectos de la cubanía que fue Ramos. Para el panorama creativo que rodeó a su teatro, el romper –o enriquecer– la tradición en pos de una ascendente modernidad, al tiempo que imbricar la asimilación de moldes ajenos impuestos por la pretendida modernidad con la aproximación a lo cubano, funcionó como disyuntiva fundamental. Quedaba constituido así un heterogéneo discurso artístico en el cual el ingrediente sociosicológico se manifestó a través de enunciados marcados por la resistencia, la idealización, la oposición, la mitificación, la denuncia y la experimentación, entre otras vías expresivas. Las diversas líneas de creación que integran el discurso teatral de las primeras décadas de la república burguesa en Cuba, así como las múltiples maneras de asumir las contradicciones sociales y culturales recogidas en aquellas, hablan del complejo proceso vivido por estos creadores. Del mismo podía ser resultado una creación teatral reconocible como objeto de identidad a establecerse en la confrontación con el mensaje del otro significativo, constituido por la influencia cultural foránea, de lo cual provenía en algún sentido esa diversidad de respuestas que hiciera convivir la postura evasiva con la radicalización de la denuncia y que aunara la metáfora del absurdo, el teatro de tesis, la cursilería y la más directa agitación y propaganda, en un todo tras el cual el teatro y sus creadores confesaban su asimilación de fuentes estéticas bien distintas. El quehacer dramático republicano tuvo a su favor contar no solo con la existencia de una obra temprana como Tembladera (1916), sino además con un José Antonio Ra- ILUSTRACIONES: MARIO CÁRDENAS Ileana Mendoza Ferraz tono empleado para tal denuncia toma en un caso el extremo dramatismo y, en el otro, la ironía y la burla tangenciales con el choteo. Como buena asimilación de la técnica dramatúrgica norteamericana –ese referente que funcionaba como alter significativo para nuestros creadores de manera creciente–, La recurva explota casi a la perfección la densidad que demanda el one act play. Dicha pieza resulta demostrativa de la madurez creativa del autor, capaz de forzar un tanto su largueza declamatoria para ajustarse a los requerimientos del acto único. Cierto sentido paradójico no escapa a la elección, teniendo en cuenta sus ideas de juventud, en las que hacía patente la no aceptación real de las críticas recibidas por su estilo, como manifestara en su Diario el 13 de marzo de 1919: Por ligereza, por superficialidad –¡por lo que sea!– las muchedumbres demandan algo corto, rápido, intenso, interesante, universal, algo que sacuda y no deje escapar la atención. Y así hay que educar, así hay que dirigir, así hay que gobernar, así hay que hacerlo todo [...] y en este momento quisiera aprenderme bien, y para siempre, la lección que me da mi propia personalísima e íntima sensación [...] y sin lanzarme por el ridículo campo de las acusaciones en todo el mundo en defensa de mi incontinencia y mi prolijidad... Siempre quedaría en mí el pensador, el lector de librotes enormes, para escribir estudios presuntuosos en las revistas sesudas.2 No considero a Ramos escribiendo La recurva para muchedumbres, pero sí lo suficientemente motivado con la necesidad de renovación formal, como también urgido de un adecuado público receptor; de ahí el acomodo a la fórmula estética donde aflora la impronta de la cultura extranacional. También paradójica puede resultar la simbiosis donde lo foráneo –visible en la estructura concebida– y lo propio –presente en el tema, en el ambiente, en los personajes– ilustran con claridad la compleja fusión de propósitos que marcan esta creación de Ramos. Intentar la universalidad a través de lo formal, al propio tiempo que reafirmar la esencia nacional en denunciante contenido, muestra la particular influencia del proceso de identificación/diferenciación dentro de la obra de este autor, como eslabón conformativo de un perfil identitario desde su teatro y como evidencia del carácter activo del sujeto de identidad en su capacidad gestora de una respuesta cultural. Sobre el drama y la comedia mencionados pesa todo el andamiaje conceptual de un Ramos que algún tiempo antes había estado escribiendo una novela como Caniquí (1936), en la cual retrocedía hasta las raíces de la cubanidad de mediados del siglo XIX. La necesidad de establecer un basamento para esa personalidad nacional que siente perdida por la intromisión norteamericana parece manifestarse en la búsqueda de autoctonía que de algún modo se anticipa en la novela y luego emerge en el similar apego a la circunstancia insular reflejado en su teatro de esa década. La recurva constituye, para algunos críticos, una vuelta al tema apresado en Tembladera. Es, en todo caso, la expresión de un conflicto que trasciende las fronteras del tablas 6 aparente marco familiar campesino, para abarcar la problemática sociopolítica que sirve de contexto a la pieza, ubicada por Ramos significativamente en el año 1936. De telón de fondo se erige la fracasada Revolución del 30 y la convulsa atmósfera de violencia que se respiraba en el país. Para trasponerlo a la obra, aparte de las anotaciones sico-biográficas de los personajes –donde Ramos describe el clima de «tiranía imperante» que «cierra las aulas» y da pie a «violentas utopías sociales»– y de lo explicitado a través del diálogo, el dramaturgo introdujo una atendible carga simbólica. Ello se evidencia en la fuerza de la naturaleza desencadenada que juega a torcer el derrotero del ciclón; en la casa –refugio impotente frente a la desmesura de la tormenta e imagen de la precariedad del destino de estos personajes–, y en la puerta abierta al final a través de la cual, como también en la Electra Garrigó de Virgilio Piñera, se decide la no solución de un conflicto insoluble. La tragicidad que Ramos confiere a este acto único emana tanto del fustigante intercambio entre el padre y sus hijos, como del elocuente silencio de las mujeres, solamente interrumpido por los rezos. El destino, puesto al desnudo frente a la recurva impetuosa del ciclón, hace fluir el antagonismo familiar y compulsa el despliegue de fuerzas contrapuestas que sostienen el conflicto de esta pieza. Sin abandonar el tono declamatorio, Ramos resume en su personaje fundamental, Eulogio Pradillo de la Maza, el ideal reformador y la rebeldía frente al estatus social en crisis que pretende conformar como paradigma frente a otra juventud –la representada por su hermano Juan–, moldeada en una pasividad aceptadora. Eulogio hijo es la voz de la memoria histórica, capaz de recontar el pasado familiar y de ir insertando poco a poco el presente en el pasado para estructurar ante el espectador los móviles del conflicto. Encarna, asimismo, el devenir azaroso de los jóvenes frustrados por la revolución trunca, y posibilita, con sus vigorosas intervenciones, el despliegue de un discurso defensor de postulados cívicos, culturales, cubanos. Con el lenguaje directo de que se valió Ramos para la trasmisión de las ideas en su teatro, la identidad y la cultura nacionales encuentran un espacio en este drama de un acto. El autor insertó pinceladas que rescatan la heroicidad desplegada por los mambises en la guerra independentista, un referente que toma preponderancia casi mítica entre sus personajes. También utilizó este recurso para oponerlo a la pérdida de valores sufrida por las más jóvenes generaciones republicanas. Siempre sorprendente por su rectitud y definición, Ramos pone en boca de sus personajes toda la carga desnuda de su mensaje: EULOGIO: Eulogio Pradillo fue mártir de una causa noble y justa. Como lo fueron Agramonte, Martí, Maceo... ¡y tantos otros! Yo no olvido que por él llevo el nombre En La recurva el paralelismo entre las dos familias, la rica y la pobre, no solo sirve de sostén a la denuncia del desmoronamiento ético, sino que es utilizado para insistir en el peligro de la invasión cultural portada por la injerencia norteamericana en la Isla. Es por eso que sus personajes aluden con tono quejumbroso a la casa de los ricos, orgulloso símbolo frente al bohío, pero víctima de la penetración cultural: EULOGIO: El portal ese no era el viejo portal de la casavivienda, precioso, por cierto, y del que yo me acuerdo todavía, sino un parche. Un parche a la americana que le pegaron a la casa por capricho picúo de los «pepillos» de sus hijos, ¡pa quitarle a la casa lo que más tenía de cubano!4 Difícilmente se encuentre en otro autor del momento una defensa más aguda de la identidad cultural nacional, si bien no le asiste a su expresión mayor vuelo o a su metáfora mayor elaboración. Es razonable concordar con quienes han reconocido en Ramos a una de las voces más realistas frente a la injerencia norteamericana, preocupación que constituyó uno de los temas capitales de su teatro y que recogió con especial énfasis también en Tembladera. Puede reconocerse en su prosa a uno de los intelectuales que más expresiones «cubanas» utilizara. De ello dan fe sus extensos y enjundiosos artículos publicados en la prensa. 7 tablas [...] Los hijos de los nuevos ricos de La Habana no saben ya quién fue Eulogio Pradillo [...] Del único Pradillo que saben esos «pepillos» es de don Jacinto, el usurero del hermano, que no se fue a la manigua sino a España. Y que se consagró después a adular a los norteamericanos y hacer de sus hijos unos «yanquitos» de relajo: que ni son cubanos, ni americanos, ni nada... 3 En La recurva es identificable, además, y quizás como reafirmación de la cubanidad, un intento de plasmar matices costumbristas –posiblemente externos, no siempre eficaces–, mediante la franca alusión a los modos y hábitos propios del campesino cubano. Insistía el autor en recordar la exacerbada religiosidad –expresada aquí en la débil presencia femenina–, entre otros detalles cotidianos que regodean la sicología guajira, como el temor y el interés por los fenómenos de la naturaleza, por ejemplo. Ramos tuvo en cuenta marcar las diferencias impuestas por la distancia generacional en la caracterización de sus personajes –el autor reúne frente al ciclón social que los envuelve a tres generaciones de cubanos–, observable incluso por el grado de apego a la tierra. En lo externo, la escenografía y el vestuario acentuarían la recreación del ambiente rural apropiado, de la misma manera que lo lingüístico coadyuvaría a tal propósito. No es nada difícil comprobar que Eulogio es el vehículo de las ideas de Ramos, quien utiliza La recurva como tribuna de condena –con estructura dialogada– de la realidad republicana. Es de este modo que la obra recoge, más allá de las contradicciones ideológicas de una familia campesina, la denuncia de la paulatina venta del país a los monopolios norteamericanos, el olvido y la irreverencia hacia los antiguos mambises por parte de la nueva oligarquía, así como la desigualdad clasista, la violenta represión a los revolucionarios y el repliegue de la nacionalidad y la idiosincrasia cubanas ante el empuje imitador del modo de vida americano. De la denuncia hecha por el personaje central se desprende, además, el sentimiento de insatisfacción y fracaso de una parte de la juventud ante la corrupción política y el oportunismo burgués imperante en los años reflejados en la pieza teatral, que constituyeran ejes del pensamiento de Ramos, constantemente preocupado por la juventud y la atmósfera turbulenta de una nación enfrentada a los embates norteños. No puede dejar de tenerse en cuenta todo lo que escribió este furibundo defensor de un verdadero ateneo representativo de nuestra cultura, de asociaciones cívicas honestas, de elecciones limpias y de puros ideales de nacionalidad acerca de los jóvenes y la realidad republicana. Otra de sus piezas de esta época se alzó críticamente contra la realidad, aunque con la eficacia que le brindaba el realismo. La comedia FU-3001 fue el título definitivo de una obra en tres actos que inicialmente se llamó Decencia y en la cual José Antonio Ramos volvió la mirada hacia la dudosa moralidad de los funcionarios de la esfera política de nuestro país. El autor, amparado en la tesis de la inseparabilidad de lo privado y lo social en la ética de estos individuos, estructura una crítica al autenticismo para remarcar los excesos y pretensiones burgueses en una –quizás demasiado larga– comedia dramática, donde abunda el enredo y la pintura caricaturesca de algunos personajes. El instrumento más usado por Ramos en esta incursión hacia la alta sociedad cubana es la ironía; con ella y ciertas dosis de choteo aborda el trasfondo simplista de estos pretendidos políticos. No hay que olvidar que para él, el choteo, bien entendido, es una fuerza expresiva contra los excesos, las extralimitaciones, vanidades y ridículas pretensiones de todo género, es aguafuerte que deja indemne al oro verdadero y descubre al falso, entra en la formación de nuestro carácter pero está lejos de formarlo él solo, y nada tiene que ver con las causas de la desconfianza, el sensualismo y la inmoralidad de una gran parte de nuestro pueblo.5 Al utilizarlo justamente como catalizador cubano de la vanidad y la ridiculez, Ramos deja que el choteo sea el incisivo bisturí que ponga al descubierto los frágiles ideales de su representante a la Cámara, un «doctor en algo, en leyes seguramente», que resulta exacta pintura de lo negativo de ciertos políticos profesionales de la época que lo inspira. Así descubre en él, mediante su inserción dentro del entramado dispuesto alrededor de un número telefónico, al antiguo revolucionario antimachadista, devenido acomodado tenorio que mal disimula la frustración generacional frente a su contraparte, la refugiada política española que centra su interés amoroso. En FU-3001 Ramos insiste en el afán moralista que de algún modo configuró su teatro, y acomoda en la pintura social que pretende con la pieza todo un abanico de personajes que devienen elementos conscientes de un rejuego aparencial e hipócrita. La pretendida «decencia» aparece concebida como concepto en crisis dentro del sector social dibujado por Ramos, y la tabla de valores conformadora del ideal republicano es descarnadamente vapuleada –hay que recordar que esta comedia lleva el apellido de dramática– en sus diálogos claves por su esencia contradictoria. El incesante propósito moralizador hace imbricarse en FU-3001 al tema principal –la crítica al autenticismo desde su vulnerable moralidad– a otros de interés permanente en la creación dramática de Ramos, como fueron la igualdad de la mujer, la necesidad de reformas sociales y la influencia del capital norteamericano en la pérdida de la personalidad nacional. En cuanto al primero de estos temas, contando con recursos menos vanguardistas que La recurva, y sin el tono de pesar que envolvía a aquella pieza, en esta, donde retorna conservadoramente a los tres actos y al ambiente citadino burgués, otorga un lugar preponderante a la figura femenina. Al mismo tiempo, como hiciera en una obra anterior –Flirt–, sondea irónicamente en la vida ociosa de la burguesía media y en el tratamiento de la política como asunto doméstico. Interesó también a Ramos incluir el tema de la guerra civil española, y lo hizo al vincular a un personaje –mujer verdaderamente revolucionaria y de intachable «decencia», distante de la imagen de objeto sexual– cuyo relieve contrasta con el desvalido perfil masculino que protagoniza la obra, valiéndose de un ideal perdido y de una identidad temblorosa. En relación con el segundo tema, diríase que es el infatigable espíritu reformista de José A. Ramos y su preocupación constante por el mejoramiento social lo que lo hace envolver su teatro de tesis –que concebía como «teatro social en acción»– en los vuelos de comedia con que se burla de criados ridículamente serviles, de falsos líderes sindicales, anticomu- tablas 8 nistas ignorantes, y de políticos de batas y pantuflas, de título comprado, que pretendieron conservar la imagen de luchadores antimachadistas a conveniencia de los vaivenes circunstanciales. Ello entronca también con la tercera línea temática, casi omnipresente en su dramaturgia. La protesta de Ramos frente a la presencia estadounidense no reparó en género ni estilo y se impuso con su realismo habitual, de la mano de su preocupación por nuestra imagen ciudadana. Con la ironía con que nutre su enunciado en FU-3001, Ramos la emprendió con fuerza contra la potencial asunción por los cubanos del modo de vida norteamericano. Así es que pone en boca de un personaje conservador y acomodado como Tula argumentos y soluciones propias de dicha cultura, al tiempo que retrata, por desventajoso contraste, al cubano: TULA: El tiempo es oro para los americanos, Remigio. Pero nosotros, que lo hacemos todo al revés, con dinero hasta del tiempo nos reímos. Ricardo se hizo abogado en año y medio. Hace tres años no lo conocía nadie en su provincia... ¡Y salió representante! (Pausa.) Lo que a mí me preocupa es que Ricardo está descuidando sus buenas relaciones con la gente que dispuso, dispone y dispondrá siempre en Cuba, a despecho de elecciones, revoluciones... ¡y de todo! Y sin esas relaciones, Remigio, desengáñese, nadie sale en Cuba de la medianía.6 No escapa a cualquier mirada la impronta en esta comedia del autor del Manual del perfecto fulanista, donde el apasionado denunciante que fue Ramos dibujó algunos de nuestros rasgos idiosincráticos –como el humor– y además los entremezcló con la circunstancia sociopolítica que le sirviera de entorno. En FU-3001 desentrañó, también ridiculizándola, la inutilidad de los politiqueros y fulanistas. Recreó así la realidad cubana desde su perfil más negativo, para compulsar la anagnórisis a través del efecto causado por lo caricaturesco en sus personajes, y corroborar una vez más ese sentido crítico profundo con que trató en su dramaturgia la problemática del país. NOTAS 1 José Antonio Portuondo: «El contenido político y social en las obras de José Antonio Ramos», en Capítulos de Literatura Cubana, La Habana, Ed. Letras Cubanas, p. 408. 2 José Antonio Ramos: Memorias, ejemplar mecanografiado del Archivo de la Biblioteca Fernando Ortiz, Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana, p. 48. 3 José Antonio Ramos: Teatro, La Habana, 1976, p. 265. 4 Idem, p. 264. 5 José Antonio Ramos: Manual del perfecto fulanista, La Habana, 1916, pp. 254-255. 6 José Antonio Ramos: Teatro, La Habana, 1976, p. 294. dentro de la crítica teatral de su tiempo Marivel Hernández Suárez EN LAS PRIMERAS DÉCADAS REPUBLICANAS la prensa cubana contó con numerosos cronistas o reporteros teatrales, algunos de los cuales ya habían alcanzado celebridad desde el siglo anterior como Aniceto Valdivia (Conde Kostia) y Emilio Bobadilla (Fray Candil), quienes con sus peculiares estilos continuaron aportando sus críticas teatrales a las publicaciones más relevantes del país. De igual modo José de Armas y Cárdenas (Justo de Lara), otro pilar de nuestro periodismo, no desdeñó en su quehacer la crítica teatral y continuó en la República ofreciendo sus lúcidas opiniones acerca de eventos y personalidades de la escena generada en el país, como también lo hiciera Alejandro Baralt y Peoli (1849-1933) otro «veterano» del periodismo teatral del siglo XIX, quien se desempeñara como crítico teatral en The World, de Nueva York, y como colaborador en el Heraldo de Cuba. Gran conocedor y reconocido traductor de la obra de Shakespeare en Cuba, su pasión por el teatro lo llevó a fundar en 1910, junto a José Antonio Ramos, la Sociedad de Fomento del Teatro. Su crítica, aunque no dejó de ser impresionista como la de la inmensa mayoría en esa época, tuvo la virtud de estar respaldada por un profundo conocimiento de la historia y las particularidades de esta manifestación artística, expresados a través de una prosa sobria, elegante y fluida. Asimismo, su hijo Alejandro Baralt Zacharie (18921969) heredaría de él ese amor por las tablas, que manifestaba en su destacada labor de dramaturgo, promotor y profesor, así como en su significativo desempeño como colaborador o crítico teatral en las principales publicaciones de su época, entre ellas la Revista de Avance, para la cual tradujo piezas del repertorio universal. Fue, además, fundador y director del grupo teatral La Cueva (1936), para el que dirigió Esta noche se improvisa de Pirandello, Adúltera de Martí, El tiempo es un sueño de Lenormand, La misión del tonto de Housmann, y su obra La luna en el pantano, premiada ese mismo año en el concurso de la Secretaría de Educación. Otro periodista teatral de importancia en los primeros treinta y cinco años republicanos fue Salvador Salazar (Matanzas, 1882-La Habana, 1950), quien fundara la Institución Cubana Pro-Arte Dramático y el Seminario Teatral Universitario, que tantos aportes daría al quehacer teatral cubano. Además de escribir obras teatrales, se destacó en la dirección de puestas en escena tanto del repertorio universal como cubano. También dirigió teatro en el Principal de la Comedia, desde la Institución Cubana Pro-Arte Dramático, y fue miembro de numerosas instituciones culturales cubanas y extranjeras. Además fue redactor jefe de la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, así como de Cuba y América. Colaboró en numerosas publicaciones nacionales y fue director de Alma Cubana y La Novela Cubana, en las cuales publicó dos de sus obras. Desde su cátedra universitaria animó las actividades teatrales y ofreció conferencias en diversas instituciones culturales españolas y en universidades norteamericanas. No menor importancia tuvo la labor desplegada por Gustavo Sánchez Galarraga (La Habana, 1892-1934). Dramaturgo, promotor teatral, poeta, narrador, ha sido considerado el autor teatral más fecundo de su generación. Construyó sus treinta obras, escritas en prosa o verso, a 9 tablas ILUSTRACIONES: MARIO CÁRDENAS Ramos partir de los principios y reglas del realismo español y del drama finisecular francés. Varias de ellas fueron representadas en el extranjero. Concibió el argumento de las zarzuelas María la O, Rosa la china, Flor del sitio y El cafetal, musicalizadas por Ernesto Lecuona. Influido por Benavente, muchas comedias suyas están referidas a la existencia de la aristocracia habanera. Fue partidario del «arte por el arte» y colaboró en publicaciones como El Fígaro, Gráfico, Social y Bohemia. Organizó grupos teatrales, uno de ellos en el Ateneo de La Habana, así como varias compañías, en colaboración con Manuel Bandera y Enriqueta Sierra. Integró la presidencia de la Sociedad Pro-Teatro Cubano y formó parte de la empresa teatral Compañía Hispano-Cubana de Autores Nacionales, fundada en 1927. Otros críticos teatrales significativos en las primeras décadas republicanas fueron Sergio Cuevas Zequeira, Gustavo E. Mustelier, Luis Carbó, Francisco G. Cisneros, Eulogio Horta, Bernardo G. Barros, Ramón A. Catalá, Ramón Gollury (Roger de Lauria), Napoleón Gálvez (DiegoDiego), Mario Sorondo, Ricardo Dolz, Marco Antonio Dolz, Alfredo Cadaval, Francisco Hermida, Miguel González Gómez (Armando Duval), Enrique Fontanills, Manuel Morales Valverde –estos dos últimos «especializados» en el género lírico– y, por supuesto, José Antonio Ramos (La Habana, 1885-1946), en quien nos centraremos no solo por el lugar relevante que tuvo como publicista sino como personalidad política y literaria dentro de la llamada Primera Generación Republicana. Su interés por el desarrollo de nuestro teatro fue una constante en su trayectoria vital, desde los primeros años juveniles hasta su madurez, y estuvo vinculado a todos los esfuerzos realizados por los principales promotores de nuestra cultura en aras de la reanimación del teatro cubano. Así, lo encontramos entre los fundadores de la Sociedad Fomento del Teatro, surgida en 1910, junto a Baralt, Henríquez Ureña y Bernardo G. Barros, entre otros, espacio que se propuso elevar la producción de obras y estimular a los autores llamados «serios» o «cultos», coadyuvando al estreno de sus obras. De igual modo, en 1915 colaboraría con otra agrupación, con similares objetivos a la anterior: la Sociedad Pro-Teatro Cubano, fundada por Salazar, Galarraga, Sergio Cuevas, Lucilo de la Peña y Erasmo Regüeiferos, entre otros. Para Ramos, quien señaló en varias ocasiones que el problema fundamental de nuestro teatro no era tanto de autores sino de «aparato escénico», los dramaturgos debían organizarse en una agrupación o institución, subvencionada por el estado, para no dejar abandonado al arbitrio privado o particular el destino del teatro. De ahí que gran parte de sus esfuerzos los dedicara a abogar desde las páginas de los periódicos y las revistas del país a favor de dichas empresas. No por azar contribuyó con su producción dramática y, sobre todo, con sus seriados artículos en la prensa nacional, al desenvolvimiento de la temporada Teatro Cubano de Selección (1938) y puso todo su empeño en servir al Teatro Popular, tablas 10 creado por Paco Alfonso en 1943. Como crítico publicó sus artículos en La Prensa, La Noche –especialmente sus crónicas teatrales–, Social, Revista de La Habana, Cuba Contemporánea, El Fígaro, Revista de Avance, Noticias de Hoy, Revista Bimestre Cubana, Letras, Gaceta del Caribe, El Mundo. Muchos de sus artículos aparecieron firmados con los seudónimos Pancho Moreira Jr. y El Capitán Araña. Fue también autor del ensayo «Manual del prefecto fulanista. Apuntes para el estudio de nuestra dinámica político-social». Con solo veinticuatro años ya Ramos demostraría su agudeza, su proverbial ironía y a la vez su patriotismo a la hora de enjuiciar las obras de sus coterráneos, por ejemplo, cuando opinó acerca del estreno ocurrido el 23 de abril de 1910 de la ópera Dolorosa, la cual contó con el libreto del poeta Federico Uhrbach y la música del maestro Eduardo Sánchez de Fuentes. De modo general, dicha pieza lírica recibió en su estreno duras críticas en la prensa cubana pero encontraría en este joven reportero a un apasionado defensor, quien alzaría su voz desde las páginas del periódico La Prensa:1 No sé si entre tanto crítico eminente, entre tanta opinión erudita como acudió anoche al estreno de Dolorosa, la ópera de ese odioso y terrible enemigo señor Sánchez de Fuentes, a quien siempre era preciso demostrar que «aquí» comemos mucho de eso, podré yo emitir mi pobre voto de repórter de teatros habaneros. Pláceme al menos consignar ante todo que el estreno de Dolorosa ha sido un éxito espontáneo y hermoso. El público, verdad, aplaudió con calor, a pesar de lo difícil que es romper en aplausos ante una ópera nueva, y llamó a escena a los autores desde el final del prólogo. Confieso que no acertaría aquí de ningún modo a hilvanar un análisis detallado de la obra. Hice desde el primer momento causa común con los autores, escuché toda la ópera nervioso, sacando las frases a los cantantes, apoyando desde mi sitio la batuta del maestro, y he acabado por tomarme para mí algo del triunfo, como si algo de él me tocase de cerca. La labor de los libretistas es frecuentemente oscura: en Dolorosa hay mucho ganado por el poeta, y que perdurará como una joya poética de valor inestimable aun disgregada de la música. De ésta, Sánchez de Fuentes ha hecho un hermoso alarde de originalidad y conocimiento científico.2 Más adelante, volviendo sobre el tema, al aparecer una crítica que denigraba la pieza, sin firma, en el Diario de la Marina, Ramos respondería:3 Yo no acierto a explicarme esa actitud nuestra –al menos de los diarios cubanos– frente a una ópera como Dolorosa, admirable, de originalidad melódica y sólida orquestación neoitaliana, a ratos germana, como en el Su participación en los diarios de la época entre 1913 y 1917 demuestra las inquietudes del joven José Antonio Ramos por diversos aspectos de la vida nacional, fundamentalmente los relacionados con la cultura y la política. De esa etapa son sus trabajos «Paz y concordia», «Arenga en fa sostenido», «Nuestro Ateneo y nuestros cursis», «Por el Ateneo y la dignidad» y «Laboremos» (artículo muy breve pero significativo en la medida en que valora con agudeza la incipiente labor de Fernando Ortiz por sus estudios sobre la cultura afrocubana y el mestizaje). A través de ellos se puede constatar el espíritu crítico, apasionado y beligerante del entonces joven intelectual, quien no temía arremeter contra la corrupción política, las instituciones, el medio social y las costumbres, con una ironía afilada, a veces hasta ácida. Además de los trabajos citados, en el propio lapso publicaría en 1916, en el diario La Discusión de Lisboa, los artículos «Sobre el teatro cubano. La evolución del género bufo y la acción de los autores literarios» (primera parte) y «Los obstáculos y los medios de vencerlos. Los autores y la crítica» (segunda parte). En la primera valoraba el teatro que en esos años se hacía en el país, y se manifestaba contra el teatro vernáculo de entonces, especialmente del Alhambra, aunque sin desconocer las dotes histriónicas de algunos actores como Regino López, de quien fuera amigo, y el talento de algunos de sus libretistas para el arte teatral, como Federico Villoch y los hermanos Robreño. Para él en realidad la culpa de todos los males radicaba en la mercantilización del teatro y en la poca atención que el estado ofrecía al mismo. De ahí que en dicho artículo señalara:5 ¿Quién se atrevería a afirmar que lo que cada día se hace y se repite en la escena de Alhambra es un reflejo, una copia, una observación más o menos artística, o más o menos fiel, de la sociedad cubana, aun de sus más humildes o bajas esferas? La misma actualidad ¿no se lleva casi siempre a esas obras por simbolización, y haciendo caso omiso de los tipos reales, para hacer salir siempre los eternos papeles del gallego, la mulata, el cubanito sabrosón, el negrito, etcétera? […] Pero no es lo mismo escribir y publicar dramas cargados de pensamiento y espiritualidad en el tranquilo disfrute de una renta paterna o de una «botella», que trabajar para Alhambra y tener que contar para vivir con los aplausos y las carcajadas del respetable, y con el dinerito que éste se deja en la taquilla. Y no hay que salirse de aquí. Ni burlas para los «idealistas» fracasados que a fuerza de fracasos no nos saldremos con la nuestra, ni gestos de desdén para la gente de Alhambra, que si no hacen más es porque el nivel espiritual de nuestro gran público no permite otra cosa. Yo no olvido ni disimulo, sino que lo ostento siempre, mi lisonjero éxito obtenido con la pieza A La Habana me voy, escrita dentro de los moldes de Alhambra, representada por la compañía de Regino López en el Teatro Payret, y llevada después a Alhambra, en cuyo cartel se sostuvo después más de treinta noches. Creo sinceramente que los hermanos Robreño son nuestros primeros autores cómicos, y no a la luz de las candilejas de Alhambra, sino a la de la crítica más madura y exigente […] Creo que a Federico Villoch, a Mario Sorondo, a Manolo Más, los tres amigos míos, como a otros autores de la casa cuyos nombres no recuerdo ahora, les sobran talento y aptitudes para producir obras de positivo mérito literario, observadas de la realidad y con experimentada maestría de los resortes escénicos. Pero con todo eso […] creo que la compañía sainetera de Regino no puede darnos, por sí sola, un teatro digno de ser llamado nacional. Y ni la buena voluntad de todos los de la casa bastaría tampoco a conseguirlo.6 Este artículo recuerda por sus planteamientos al trabajo titulado «Del teatro bufo y la necesidad de remplazarlo fomentando la buena comedia», escrito por Aurelio Mitjans en 1887, donde este abogaba por sustituir al género bufo por la «comedia culta» al considerar que aquella modalidad resultaba perniciosa no solo para el propio quehacer teatral nacional sino para las otras manifestaciones artísticas. De igual modo publicó en El Fígaro en 1917 el trabajo «Otra opinión sobre Las honradas», artículo significativo en la medida en que demuestra cómo el análisis literario de una obra le sirve de pretexto para tratar otros aspectos de la vida social del país, en este caso el lugar relegado de la mujer en esa sociedad esencialmente patriarcal. En él atacaba la mojigatería pequeño burguesa que no veía entonces con buenos ojos la publicación de la novela. Su posición ante la circunstancia latinoamericana y sus vínculos con la realidad española los definiría en el artículo titulado «El pasado y la presente», en el cual expresaba sus reflexiones acerca del significado de España en la cultura cubana e hispanoamericana en general. 11 tablas primer diálogo (sí, diálogo, no dúo Guillermo-Berta del segundo acto); yo no acierto a explicarme esa impresión, esa precipitación en una crítica que tiene siempre la ciega autoridad de las letras de molde y que puede dañar mucho, mucho, no sólo a los autores de Dolorosa, sino a la juventud toda que labora y espera yendo a ofrecer pretexto a los eternos negadores para aplastar, bofar, hundir lo que no les adula sus groseros gustos.4 gentina de la actriz Camila Quiroga cuando nos visitó en 1922. El cronista no ocultó su agradable sorpresa al ver la eficacia de las obras y de las actuaciones, y la dejó plasmada en la sección «Ni pan ni circo», del diario La Noche. Allí valoró las puestas de las piezas Las de Barranco, de Gregorio Lafarrere, La fuerza ciega, de Vicente Martínez Cutiño, y Nuestros hijos, de Florencio Sánchez, entre otras. De la primera expresaría: Entre 1918 y 1922 aparecen en la prensa trabajos tales como «Los Estados Unidos y la Perla de las Antillas» (La Tribuna, 1921), «Al volver a la patria» (El Fígaro, 1921) y «Crítica de la hora actual y ensayo de una nueva justificación de la República de Cuba» (El Fígaro, 1921), los cuales versan sobre problemáticas inherentes a la vida político-social del país. Pero es de señalarse que como fiel amante del teatro, dentro de su amplia gama temática la crítica teatral siempre estuvo presente, por lo cual no se conformaría sólo con escribir piezas para la escena sino que se entusiasmaría a la hora de ofrecer sus criterios acerca de los textos dramáticos leídos o vistos por él, entusiasmo que lo convirtió, como se ha dicho, en uno de los críticos más significativos en esa materia de su tiempo. Si bien su mayor preocupación la constituyó el mejoramiento del teatro nacional, al cual dedicó numerosos trabajos, también se interesó por la dramaturgia foránea. Por ejemplo, uno de sus artículos estuvo dirigido a enjuiciar la pieza La vida sigue, del autor peruano Sassone, radicado en España: Folletinesca, dislocada, efectista […] todo lo que ustedes gusten, mis queridos amigos de esto de la crítica entre amigos […] Pero La vida sigue es una hermosísima obra, que no es cierto que no quepa en la escena. Donde no cabe es en el cerebro de algunos […] La vida sigue es como el recuerdo de una hermosa novela leída a los treinta años, cuando aún se coquetea con las primeras canas y las primeras grandes decepciones […] Pero nada tienen que ver libro y drama, absolutamente nada, fuera de mi santísima voluntad de hablar aquí de uno y de otro.7 También dedicó Ramos varios artículos a las puestas en escena realizadas en nuestro país por la compañía ar- tablas 12 Las de Barranco apenas tiene que ver con una de las mil comedias en que se trata el asunto de las niñas casaderas, y que la mentalidad de rebaño de mucha gente se empeña en citar como análoga. […] En Las de Barranco, La Viuda no trata de casar a las hijas, sino de explotarlas, le conviene mantenerlas solteras, al revés que en otras comedias. Y por ello en la comedia de Gregorio Lafarrere hay verdadera penetración psicológica. Su Doña María, viuda de Barranco, está tomada del natural, y vista sin artificios convencionales y clásicos del teatro.8 En su crítica a Nuestros hijos no ocultará su devoción por Ibsen, al cual consideraba un maestro del teatro moderno, así como por su discípulo hispanoamericano Florencio Sánchez. Por ello en una parte de su crónica señalaría: He aquí cómo Nuestros hijos, del más profundo, del más vigoroso y perdurable de los autores argentinos que hemos podido conocer merced a la compañía dramática que nos visita, entronca directamente con toda la fuente de todo el teatro moderno: Ibsen. Hasta en el procedimiento, en la fuerza misma de la obra, Florencio Sánchez muestra su estrecho parentesco espiritual con el coloso autor noruego. Nuestros hijos no ofrece ninguna concesión, ni a la galería […] ni a los palcos. No es el campo de armiño benaventino en que análoga idea se alambica y destila con un arte de período literario decadente. Es la prístina sencillez de Espectros que deja atrás todo el proceso de fermentación y elaboración ideológicas, y sólo presenta hechos aparentemente sencillos, repletos, sin embargo, de la más fecunda savia filosófica.9 Igualmente son significativos los artículos de los años 1923-1939, en los cuales Ramos, con su agudeza crítica habitual pero con mayor madurez, analiza fenómenos relacionados con la creación artístico-literaria de su momento. Al comenzar la década del 40, Ramos ya ha alcanzado la plenitud como crítico teatral, sin perder por ello su proverbial impetuosidad. Un ejemplo lo constituye el artículo publicado en el periódico Hoy en 1943, referido al tra- La primera negativa rotunda, absoluta, del Teatro Popular, es que lo sea el del Gallego y el Negrito, que es llaga purulenta de la colonia, exantesala de las antiguas «zonas de tolerancia» y el último baluarte de aquel pasado vergonzoso y humillante. Si en España hubiese triunfado la República, la Academia Española de hoy estaría en América, acaso en La Habana y escribiendo para Alhambra redivivo. Nada más clásico, hablando en alpargatas, que ese clima moral en que se mantiene a nuestras nuevas generaciones, con ese Negrito y ese Gallego del «arte» colonial en Cuba. En segundo lugar, el Teatro Popular niega que la escena, para mostrar un día alguna obra francesa, inglesa o española –Molière, Calderón o el último hit de Broadway– sin plan ni concierto […] pueda ser de algún modo otra cosa que una parejería provinciana, un pasatiempo de turistas domésticos. Por mi parte yo añado mi felicitación más cordial a los iniciadores y sostenedores del Patronato del Teatro. Esas fiestas me parecen preferibles a otras del «repertorio elegante» de «nuestra buena sociedad». Pero me quedo con Teatro Popular […] El Teatro Popular niega, asimismo, que baste con el cine. El cine temático, desde luego, y americano o americanizado, con el indispensable «cabaret» como símbolo de triunfo, de alegría, de culminación de la vida. El Teatro Popular, en fin, niega que sea por falta de autores, de actores, de crítica o de público, por lo que no acaba de aparecer ese teatro entre nosotros. La verdad es que no hay teatro como no hay bibliotecas, ni museos, ni institución alguna de honda vinculación nacional a la Cultura, a la civilización que venimos imitando año tras año.10 La labor como publicista de José Antonio Ramos fue, sin duda, meritoria. Las valoraciones e interpretaciones realizadas en sus artículos periodísticos reflejaron de una forma u otra su pensamiento dialéctico, en búsqueda constante de soluciones para las problemáticas de su sociedad y de su tiempo, pero además constituyen muestras de su activismo político y su toma de conciencia in crescendo, donde se expresa su inconformidad, su intolerancia ante los males sociales y su denodada lucha por denunciar la seudocultura padecida por la nación cubana. No sin razón se ha expresado que su quehacer en todos los órdenes reflejó «una fuerza generadora única» y «un NOTAS 1 Este comentario aparece citado por el investigador Jorge Antonio González en su libro La composición operística en Cuba, Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1986, p. 384. 2 José Antonio Ramos: en La Prensa, 24 de abril de 1910. 3 Ídem nota 1. Llama la atención cómo Ramos, siendo aún tan joven y sin tener conocimientos profundos del género lírico, se atrevió a opinar sobre una modalidad tan compleja como la ópera. 4 José Antonio Ramos: en Diario de la Marina, 25 de abril de 1910. 5 A partir de esta, todas las citas de Ramos fueron extraídas de los álbumes de recortes que aparecen en el Archivo de José Antonio Ramos del Instituto de Literatura y Lingüística. 6 José Antonio Ramos: «Sobre el teatro cubano. La evolución del género bufo y la acción de los autores literarios» (primera parte), en La Discusión, Lisboa, marzo de 1916. 7 José Antonio Ramos: «La vida sigue», en La Noche, 1921. 8 José Antonio Ramos: «Las de Barranco», en La Noche, 1922. 9 José Antonio Ramos: «Nuestros hijos», en La Noche, 1922. 10 José Antonio Ramos: «Teatro Popular, niega», en Hoy, 1943. 13 tablas bajo desarrollado por Paco Alfonso y su grupo dramático Teatro Popular. Aquí el dramaturgo señalaba todo lo positivo que para el teatro nacional traería consigo la entonces recién constituida agrupación que con su labor en pro de nuestro teatro negaría muchos de los aspectos oprobiosos tanto de la vida pública como del panorama cultural y escénico de esos años, al decir: honesto contrapunteo consigo mismo, pues hay en ellas una indudable aparición y desaparición de contrarios, a medida que la semilla de su terca naturaleza se desplaza y crece, a medida que transcurren los hechos y el tiempo». Es necesario apuntar que, de modo general, en la prensa diaria de las primeras décadas republicanas, los cronistas teatrales con frecuencia realizaban críticas provocativas, casi siempre convocando a la polémica –con un marcado empleo de la ironía y la sátira– la cual podía llegar a veces al insulto personal. Dichos críticos no pocas veces tomaban el hecho teatral sólo como pretexto para abordar temas como la política, y divagaban de tal forma sobre otras materias que al final el lector se daba cuenta de que no se había enterado sobre el hecho teatral en cuestión. Estos publicistas gustaban de exhibir su dominio del léxico, utilizando un lenguaje a veces rebuscado y abusando de símiles y metáforas. La crítica periodística de Ramos no pudo desprenderse de algunos de estos defectos. Por su impresionismo e impulsivo temperamento perdió a veces objetividad a la hora de enjuiciar tal o cual realidad, lo que daría como resultado ciertas contradicciones y criterios apresurados. En honor a la verdad, tampoco puede decirse que su prosa se distinguiera por la elegancia y sobriedad, pero pese a defectos de forma y contenido su labor logra trascender por la honradez, la positiva actitud cívica y el compromiso intelectual que siempre alentaría su obra. Su trabajo periodístico resulta un testimonio vívido de las preocupaciones más acuciantes de su momento, tanto desde el punto de vista cultural como político y sociológico. Por ello la indagación en su desempeño como publicista puede aportar a las investigaciones literarias y culturales actuales significativos elementos para acceder a un conocimiento cabal del contexto histórico-social en el cual se desarrolló este intelectual cubano. Ludwig Schajowicz, Petra Röhler precursor del teatro moderno en Cuba* (Traducción: Olga Sánchez Guevara) AUNQUE CUBA NO ESTUVO ENTRE LOS MÁS importantes destinos de exiliados en América Latina –más bien era considerado como lugar de paso para llegar a los EE.UU–, estos exiliados alemanes y austríacos perfilaron allí organizaciones antifascistas, pequeñas numéricamente, pero activas, que bajo la égida de la organización cubana Frente Nacional Antifascista realizaron su aporte, nada desdeñable, al esclarecimiento acerca del nacional-socialismo, al desenmascaramiento de nazis y agentes activos, así como a la movilización de la opinión pública y el apoyo concreto a la lucha antifascista. En abril de 1942 se fundó la organización Austria Libre, en julio de 1943 el Comité Alemán Antifascista, y en enero de 1946, como organización continuadora de aquel, el Círculo de Amigos Alexander von Humboldt, Liga Cultural de Demócratas Germanoparlantes. No se concentraron en Cuba, como sí ocurrió, por ejemplo, en México, importantes escritores, periodistas y creadores de cultura del ámbito de la lengua alemana. Pero también aquí hubo exiliados que se destacaron como artistas activos, que con su creación enriquecieron la vida cultural de La Habana y dejaron huellas perdurables en la cultura cubana. Uno de ellos, Ludwig Schajowicz, hizo historia en el teatro cubano como fundador y director del Teatro Universitario, y también director y querido profesor del Seminario de Artes Dramáticas. Nacido el 7 de noviembre de 1910 en Czernowitz, Bukowina, Schajowicz pasó desde temprana edad a residir en Viena, donde asistió al Liceo, y en 1929 comenzó estudios de Etnología y Filosofía con Karl Buhler y Moritz Schlick. Además, se graduó como director teatral en el célebre Seminario de Max Reinhardt y después fue profesor en el Dramatisches Büro y director del Teatre Bleu. Llevó a escena piezas de Büchner, Strindberg, Hoffmansthal, Galsworthy y otros en los teatros Wiener Kammerspielen, Die Komödie y Schönbrunner Schlosstheater de Viena. En el Instituto Psicológico de Viena fue alumno de Sigmund Freud y se dedicó al estudio de las relaciones entre palabra hablada, gestualidad y espacio entre otros temas. Especializado en el estudio del psicoanálisis y la psicología de la expresión, se doctoró en 1935 con una tesis sobre la mímica como ciencia del arte. En 1938 escapó a Suiza a través de la «frontera verde», y en 1939 emigró a Cuba, donde su primera actividad fue como profesor en la Academia de Artes Dramáticas de La Habana. La puesta de Antígona de Sófocles bajo la dirección de Schajowicz, el 20 de mayo de 1941, en el patio interior de la Facultad de Ciencias Naturales, señaló el nacimiento del Teatro Universitario, que en los años siguientes no solo ocupó un lugar destacado en la vida cultural de La Habana, sino que, junto al Seminario de Artes Dramáticas, fundado y dirigido por Schajowicz, devino verdadera fragua de talentos de la que surgieron grandes actores que en las décadas posteriores marcaron pauta en la escena teatral cubana y luego en la televisión. Las grandes aspiraciones con que se fundó esta agrupación se expresaron en el Manifiesto del Teatro Universitario, publicado en 1941: «El Teatro Universitario, consciente de sus propias posibilidades y trascendencia, aspira a propiciar de un modo diverso lo que en un futuro ha de ser, sin duda alguna, nuestro Teatro Nacional.» El Teatro Universitario se entendía como escuela del arte y de la vida, como portador de una misión cultural. No debía servir para adornar a la Universidad, sino ser un taller donde encontraran expresión los más caros sueños y anhelos de la juventud. En el Manifiesto se subraya expresamente que el Teatro Universitario no busca un arte puro, ajeno a la realidad, sino un arte consciente de su obligación para y con el entorno social en el que se desarrolla. El alcance de este ambicioso proyecto, cuya eficiencia no había de verse limitada solo al ámbito universitario, también se hace evidente en el apoyo que, según sus posibilidades, le ofrecieron destacados intelectuales y artistas de Cuba. Así, entre los miembros de la junta directiva del Teatro Universitario encontramos nombres como los de Jorge Mañach, Rodolfo Méndez Peñate, Manuel Bisbé y Vicentina Antuña. En las funciones participaron, por ejemplo, Alejo Carpentier como asesor musical, y Manuel Duchesne, director de la Orquesta Filarmónica, con sus músicos. Las versiones de Antígona y Edipo Rey fueron realizadas por Juan Miguel Dihigo, decano de la Facultad de Humanidades; Francisco Ichaso y José Antonio Portuondo escribieron comentarios y críticas de diferentes puestas en escena. En los archivos de la Universidad de La Habana se conservan, felizmente, una serie de cuadernillos con programas de los años 1941 a 1946, que nos permiten hacernos una idea del fructífero trabajo del Teatro y el Seminario. El material existente hace posible, por una parte, conocer qué obras de teatro se representaron en el período mencionado, y por otra, * El presente trabajo sobre Ludwig Schajowicz y su importancia para la historia del teatro cubano es parte del proyecto investigativo «El exilio antifascista germanoparlante en Cuba (1933-1948)», del Departamento de Lengua y Literatura Alemana de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana. Fue publicado en las Actas del IX Congreso Latinoamericano de Estudios Germanísticos (ALEG), Editorial Universidad de Concepción, Concepción, Chile, enero de 1998. tablas 14 de universalidad, no ha comprendido aún que también el teatro ático –por ejemplo, el de Esquilo, Eurípides, Aristófanes– era marcadamente político, y ha sobrevivido al paso de los siglos sin que esas tendencias hayan significado en modo alguno una ruptura de su belleza imperecedera. «El teatro ha sido, en todas sus etapas creadoras, tribuna y cátedra, y lo será hasta que la humana perfección haya sido lograda». Schajowicz parte de la idea de que, tanto como la filosofía griega, el arte de la antigüedad es también uno de los fundamentos que sostienen a nuestra cultura, pero considera necesario que cada época experimente en forma nueva la muerte y el renacimiento del teatro clásico; entiende que cada generación debe actualizar a aquellos creadores en cuanto a la esencia de sus obras, y por ese camino despertarlos nuevamente a la vida. En relación con su época, esto significaba, por ejemplo, llevar a escena la interpretación psicoanalítica de las leyendas y mitos griegos. Como ejemplos cita La máquina infernal y Antígona de Jean Cocteau, y la versión moderna de la Orestíada hecha por Eugene O’Neill: El luto le sienta a Electra. Esas ideas las retoma Schajowicz en su artículo «Nuestro Edipo Rey», donde aborda la cuestión de la actualidad de Sófocles. En opinión de Schajowicz, hoy ya no es posible considerar a Sófocles sólo como teólogo, poeta y moralista, pues en primera línea fue un gran analista del alma humana. Según Freud, el impresionante éxito de Sófocles a través de los siglos se basa en que inconscientemente reconocemos como realidades psíquicas los hechos que él expone. A partir de aquí Schajowicz desarrolla una idea para representar en el escenario, mediante una adecuada construcción escénica, la estructura psíquica del complejo freudiano de Edipo. Varios niveles debían representar los diferentes estratos de la personalidad: más abajo el inconsciente, donde laten los instintos reprimidos –aquí aparecería Tiresias para descubrirlos–; encima el yo consciente, que se defiende del ataque de aquel a través de la censura –caracterizada por un vigilante–, y más arriba el súper-yo, donde progresivamente se desarrolla el sentimiento de culpa que culmina en el autocastigo. A Schajowicz le hubiera gustado realizar esta idea con el Teatro Universitario que, según su carácter, había de ser, como decía, un teatro experimental, pero lamentablemente le faltaban los medios financieros para ello. Sin embargo, la puesta en escena, que se llevó a cabo en 1945, resulta interesante también por las innovaciones que él introduce. En el punto central de la concepción está la idea del destino; para materializarla, Schajowicz utiliza el antiguo símbolo de la fatalidad, las tres Parcas que tejen el hilo de la vida de los hombres, y cuya supervivencia en la literatura moderna fue señalada por Freud en los ejemplos de las tres hijas del rey Lear y los tres cofres de Porcia en El mercader de Venecia. Mediante la aparición de las tres Parcas en el escenario se acentúa, por una parte, el elemento ritual de la tragedia griega, pero esto sirve también para producir una distancia, al tomar como modelo los principios del teatro épico de Brecht, y lograr un enfriamiento de la acción, lo cual debe contribuir a la objetivación de esta y a su mejor comprensión. 15 tablas echar una ojeada al plan de estudios del Seminario y de algunos cursos de verano. Además, en cada programa hay apuntes del propio Ludwig Schajowicz sobre las diversas puestas en escena, en los que se refiere a innovaciones de carácter experimental; asimismo, los aprovecha para tratar aspectos teóricos y prácticos del teatro y particularmente de su concepción moderna. Ejemplos de esto son, entre otros, sus escritos «Niobe o la máscara trágica», «Shakespeare y las razas», «Muerte y renacimiento del teatro clásico», «Nuestra versión de Numancia» y «Nuestro Edipo Rey». Lamentablemente, no podemos abordar aquí todos sus trabajos, y por eso quisiéramos limitarnos a algunas ideas básicas de los tres últimos artículos mencionados, reveladoras porque en ellas se refiere a cuestiones fundamentales de su concepción del teatro y a la importancia de la herencia griega para el arte moderno, además de comentar la puesta en escena de Edipo Rey por Teatro Universitario. La concepción de Schajowicz del teatro moderno se basa en su autonomía, en el sentido del teatro de dirección de Max Reinhardt, que hace de la representación teatral una obra de arte total y autónoma. Esto incluye, por una parte, que el texto dramático ya no sea algo «sagrado», rígido y definitivo, sino que asimile nuevas ideas, visiones y pueda adaptarse a nuevas formas de expresión y técnicas teatrales que entren en acción. Muy relacionado con eso, y de acuerdo con el postulado de Reinhardt que plantea que «el teatro pertenece al actor», Schajowicz otorga a este un papel de primer orden. Ya no es más el fiel intérprete del texto dramático: es el verdadero creador de la representación teatral. Schajowicz proclama: «¡El teatro no es un museo!», y en ese contexto analiza la vigencia del teatro clásico. «Las formas de expresión y reglas de actuación obsoletas de este ya no deben aceptarse en la actualidad», afirma Schajowicz en principio, pero a pesar de eso llega a decir que quien quiera hacer teatro moderno hoy debe regresar a las fuentes del teatro clásico, del teatro griego, porque es allí donde se encuentra, entre otras cosas, la concepción del teatro como una síntesis de las diversas artes que vuelve a ser asumida en nuestra época, e igualmente se hallan importantes elementos de la actual técnica escénica. Así, por ejemplo, compara los experimentos de Esquilo en cuanto a movilización de grandes masas, coro y danza, con las puestas en escena de Max Reinhardt. La cualidad colectiva del teatro moderno, que refleja un cambio en la mentalidad europea de los siglos XIX y XX, es citada por Schajowicz como ejemplo de que regresamos a los orígenes del arte dramático, donde el individuo se diluye en un ser colectivo, que en las tempranas obras de Esquilo constituía aún la más importante figura de la tragedia. La preeminencia del trabajo creativo de grupo por sobre el del individuo, los esfuerzos para crear un adecuado espacio escénico para ese conjunto, los ve como factores sociales del teatro moderno. Lo decisivo para él en ese aspecto es, sin embargo, que las ideas sociales y políticas regresan a la escena. Quien dude hoy aplicar a una parte considerable de la actual producción teatral el concepto de «teatro político» por miedo a disminuir así su valor estético o limitar su aspiración Como Schajowicz busca el esclarecimiento en vez de la emoción, en su opinión es necesaria una cierta distancia respecto al arte de la Antigüedad, con el fin de poder asimilarlo y descubrir en él la realidad del presente. Además, el público maduro no va al teatro para extasiarse ante el sufrimiento ajeno, sino para entender el propio. Esto requiere control y dominio, tanto por parte del público como por los actores. Las tres Parcas interrumpen periódicamente la acción para anunciar sus causas, desarrollo y sentido. El pathos de Edipo se alterna con el ethos del autor. Schajowicz está convencido de que ese ethos existe, porque no es cierto que la presencia del destino determine la responsabilidad moral del ser humano. Quien piense esto confunde la concepción homérica de las Moiras y la del gran poeta trágico con el fatalismo oriental. Las Parcas solo nos muestran los límites intraspasables de la vida humana y se asemejan a los tres cofres de Porcia: ante ellos el hombre tiene la posibilidad de elegir. A la pregunta: ¿cuál es entonces la función de las funestas hilanderas en nuestra versión?, Schajowicz da la siguiente respuesta: no otra que la que Schiller atribuye al coro cuando lo define como testigo que juzga. Ellas son realmente testigos invisibles y estrictos jueces al mismo tiempo, mientras Edipo, quien cree que puede y debe juzgar, se va convirtiendo poco a poco en aquel que es juzgado. A las Parcas corresponde, pues, la función juzgadora del coro primitivo, mientras que en la puesta en escena de Schajowicz quedan para el coro aquellos pasajes que expresan temor y compasión, así como anhelos, esperanzas y dudas. Pero el coro no lo forman los sacerdotes, sino el pueblo, que permanece en el escenario desde el inicio hasta el final de la representación. Sus representantes toman la palabra de uno en uno, para no despertar la impresión de una masa divina, sino la de una comunidad consciente, compasiva y justa. Esta y las tres Moiras se reparten las importantes funciones del coro sofocleano, y en su conjunto constituyen el marco del camino hacia el sacrificio del trágico Edipo. En su artículo «Nuestro Edipo Rey», Schajowicz señala todavía un segundo aspecto respecto al carácter experimental de la representación. En su opinión esta pieza es la prueba más difícil a la que se habían sometido hasta ese momento los alumnos de su Seminario de Artes Dramáticas: Admitámoslo con franqueza: nuestra tarea de hoy está por encima de nuestras fuerzas, tanto en el orden artístico como en el técnico. La interpretación del Edipo… requiere tal madurez emocional, tal preparación y dominio de voz y gesto, que son imposibles de encontrar en unos jóvenes entusiastas, la mayoría de los cuales aparece hoy por primera vez en escena. Pero siendo el principal objetivo de nuestro grupo el dar a conocer las obras cumbres de la literatura dramática universal, ampliando de esta manera la labor docente del Alma Mater, no podía el Edipo Rey dejar de ser representado por los estudiantes universitarios. tablas 16 En este punto era, con seguridad, demasiado modesto, porque los que fueron participantes de su Seminario confirman que las clases de Schajowicz eran vivas, comprensibles y amenas, pero a la vez él era un profesor estricto que planteaba a sus estudiantes altas exigencias y aspiraciones. No por gusto salieron de aquel Seminario, como mencionábamos al inicio, grandes actores cubanos como Vicente Revuelta, Edwin Fernández, Ernesto de Gali, Rafael Ugarte, Antonio Vázquez Gallo, Maritza Rosales, Violeta Casal, María de los Ángeles Santana, Alejandro Lugo, Ana Saínz, por nombrar solo algunos. El Seminario de Artes Dramáticas, fundado por Ludwig Schajowicz en 1941 junto al Teatro Universitario, y ratificado en 1943 por el Consejo de la Universidad como institución cultural autónoma de ese centro de altos estudios, contribuyó en primera línea a la formación de los actores de Teatro Universitario, para que pudieran estar a la altura de las elevadas exigencias de su director y de su concepción de un teatro moderno y experimental. Un alto y merecido homenaje recibió Ludwig Schajowicz cuando, con motivo de los cinco años de existencia del Teatro Universitario, Francisco Ichaso declaró que la obra profesional de Schajowicz como director del grupo teatral y del Seminario de Artes Dramáticas había favorecido decisivamente el auge del teatro en Cuba. Los objetivos de la formación en el Seminario de Artes Dramáticas eran: el estudio de la literatura dramática y el arte teatral teniendo en cuenta aspectos teóricos y prácticos, la formación de actores, directores, dramaturgos, escenógrafos y críticos teatrales, la promoción del arte dramático tanto en la Universidad como en toda Cuba. La formación en el Seminario duraba tres años y se concentraba en tres disciplinas: Psicología y técnica del arte dramático, Historia del teatro y la literatura dramática y cursos prácticos de Actuación. Además, los estudiantes tenían la posibilidad de matricular todas las asignaturas o solo las histórico-críticas. Junto al estudio en el Seminario de Artes Dramáticas se ofrecían, además, diversos cursos de verano, por ejemplo, en 1943, los de Perspectivas del teatro hispanoamericano (Luis Baralt), Introducción a la teatrología (Ludwig Schajowicz), El cine: industria y arte de nuestro tiempo (J. M. Valdés Rodríguez). Además, en 1946: Teatro experimental (Schajowicz), Arraigo y desarrollo del teatro hispanoamericano (José J. Arrom), El teatro romántico español (Salvador Salazar), Dramaturgia comparada (Schajowicz). Por su importancia en la historia del teatro cubano, la obra de Ludwig Schajowicz merece un estudio más amplio y profundo, que haga justicia a todo el alcance de su quehacer. Nuestro trabajo aspira a ofrecer una primera mirada a su incansable y fructífera labor como fundador y director del Teatro Universitario y director del Seminario de Artes Dramáticas. Los fragmentos de programas que grafican este trabajo se obtuvieron gracias a la cortesía de Armando del Rosario. (N. del E.) premio tablas de ensayo ES FRECUENTE OBSERVAR, en acercamientos teóricos más o menos rigurosos a la obra de Carlos Díaz con Teatro El Público, el uso de una serie fija de términos. Travestismo, parodia, fragmento, identidad, política, aparecen como conceptos de esta serie. Sin embargo, casi siempre son entendidos en su funcionamiento dentro de contextos muy particulares que mutilan el alcance de estas características. Si bien en un ámbito estrecho estos conceptos ayudan eventualmente a la descripción teórica, también su dimensión puede ilustrar de manera más amplia las interpretaciones sobre la práctica teatral de un grupo de notable influencia en el teatro cubano. El estudio de estos conceptos hace evidente otras y más intensas radicalizaciones de la tradición teatral, cultural y política que articulan, en un nivel más amplio, la recepción del teatro de Carlos Díaz. Dichos conceptos nos permiten teorizar sobre los sujetos de la obra de Díaz en relación con la idea de «identidad». En este breve estudio, los sujetos a los cuales nos referimos son el resultado de construcciones incluidas en los personajes, son la instancia de identidades (múltiples, según lo que defendemos) que confluyen en él. Travesti La imagen del travesti es, más que frecuente, regular en las puestas en escena de Carlos Díaz. Quizás por esta sola razón a veces se ha definido a su teatro como gay, afirmación que en alguna ocasión, y no sin sorpresas, el mismo director negó. En la creación de Carlos Díaz el travesti puede aparecer en su imagen clásica, casi cotidiana, como una de las posibilidades. Casi siempre ese travesti «clásico» aparece en los «márgenes» de la puesta como un elemento que escapa a la ficción, que no pertenece al plano de la realidad escénica. Parece descubrirse una voluntad de llamar la atención sobre esa imagen, ponerla de relieve, acentuar al travesti como práctica real, insertarlo en el repertorio de posibilidades del individuo cotidiano. Es amplísima la galería de personajes que simulan el sexo contrario en las obras de Díaz, o mejor, que aparecen con los atributos tradicionalmente definidos para su sexo opuesto. Esta aclaración surge a partir del hecho de que en muchas ocasiones el actor no intenta ocultar su género, sino que, más que enmascarado, aparece disfrazado, y conserva sus propios atributos físicos y de comportamiento. El travestismo, en ese caso particular, puede mover una serie de interpretaciones sobre el discurso sexual de la puesta en escena, pero también alude a un mecanismo de inestabilidad del sujeto del discurso1 que afecta al propio sistema del signo teatral. Más que encubrir la falla abierta entre los atributos «externos» (maquillaje y vestuario, por ejemplo), Carlos Díaz se regodea en el uso de esa fractura, la acentúa, no solo a partir de la insistencia en su amplitud, sino por el juego que se conforma en la fluctuación de esa distancia. Díaz pone la falla en movimiento; la distancia entre el macho y la hembra se amplía o se reduce según una muy precisa estructura de efectos de la partitura del actor. El efecto final se construye sobre la variación, sobre el tiempo o el espacio en que ocurra, sobre el encubrimiento o el más evidente mostrar. La distancia básica sobre la que trabaja el travesti, entre la mujer y el hombre, esta vez sí sexualmente, se vuelve un fecundísimo campo de exploración para Díaz, que lo convierte en un juego totalmente teatral. La idea común de que el travesti trata de hacerse pasar por el sexo opuesto es negada de plano y lo que se privilegia es la posibilidad que su práctica implica, esto es, la construcción que hace del género opuesto. En esa construcción se produce su seducción. Cuando el hombre aparece caracterizado como mujer, el receptor no se siente engañado, no cree que está viendo a una mujer, sabe que se trata de una simulación y se admira de esta capacidad. Pero no creemos que ese sea el efecto mayor. Según nos indi- 17 tablas Un clóset tan amplio como el mundo. Sujetos nómadas en el teatro de Carlos Díaz William Ruiz Morales ENCRUCIJADAS can algunos estudios, el travesti no solo imita al género opuesto, sino que busca la creación de un ser que supera, que amplifica, a su referente. En Carlos Díaz es frecuente encontrar la insistencia en el juego entre esos extremos: el género natural del individuo y la construcción hipertélica que hace del género opuesto pasando por diversos estadios de esa construcción que Díaz desarticula; en ese momento en que su práctica no se refiere sólo al discurso sexual, también plantea una imagen variable del sujeto. La posición del sujeto a partir de esa identidad en que se encuentra declara su provisionalidad; es decir, afirma el carácter artificial y arbitrario de su imagen. Parodia Siempre me ha llamado la atención el uso que hace Carlos Díaz de la palabra homenaje. Varias veces, durante los ensayos, lo he escuchado decirla cuando propone la cita. En Las relaciones de Clara una actriz hace su escena detrás de una reja, y Carlos Díaz propone que debe hacerse como un «homenaje» a Humberto Solás por el uso continuo de las celosías; o que Fedra debe morirse muy lentamente, en claro «homenaje» a la Clitemnestra de Electra Garrigó. La lista de estos homenajes puede ser extensísima. Ahora, lo que resulta más interesante es cómo el término responde de manera muy efectiva a su voluntad paródica. Esta parodia seria claramente expone una significación doble: declara la reverencia hecha al texto precedente a la vez que lo utiliza en un sentido distinto al insertarlo en otro espacio definido por el contexto de la representación. Siguiendo a Linda Hutcheon en su artículo «La política de la parodia posmoderna»: el recurso a la vez legitima y subvierte al texto que lo precede. La palabra «homenaje» pudiera –en un ejercicio inútil y puramente clarificador– ser sustituida por parodia. Pero el término «homenaje» en nuestro contexto nos parece enriquecido. Más que un puro concepto técnico la palabra misma nos hace pensar en una práctica, en una escritura sobre el cuerpo de nuestra cultura. En primer lugar, implica semánticamente una situación de respeto a lo tablas 18 que es homenajeado, y así exactamente ocurre en los espectáculos de Teatro El Público. Solo que esa postura respetuosa no le impide a Díaz desarrollar un juego profundamente desacralizador con lo referido. En aquellas citas más o menos escondidas en el entramado discursivo de sus puestas, se producen simultáneamente esas actitudes: el reconocimiento del lugar privilegiado y autoritario del texto citado y el uso desenfadado y paródico en un sentido secular. El uso de esta cita afecta la construcción del sujeto por la referencia de identidades múltiples confluyentes en su espacio. La cita se produce a través del comportamiento del actor, la referencia es menos a una determinada situación, un espacio o una imagen –aunque sean asimismo múltiples estas referencias– que a comportamientos físicos. Retomemos el ejemplo de la cita a Solás. Lo importante para el trabajo de puesta en escena y el resultado buscado no es la re-producción de la situación cinematográfica, sino cómo estas condiciones afectan el comportamiento del actor. El director crea un ámbito reducido de «circunstancias dadas» que contiene referencias a un sistema físico circundante (las celosías, la casa colonial, por ejemplo) y al sistema de referencias culturales circundantes (la película, la obra toda del cineasta, la idea común del cine de Solás, etcétera). El mecanismo, que habla de la particularidad del trabajo de dirección de actores de Díaz, importa para nuestro análisis en tanto ocurra su repetición. El actor se ve forzado a transitar de un comportamiento (articulado o definido por esa serie de «circunstancias dadas») a otro de forma constante y yuxtapuesta. El sujeto que el actor construye descompone constantemente su identidad, su ficción unitaria. Es una imagen en constante revolución, inconstante en su superficie. El vasto conjunto de referencias que maneja Díaz en su teatro es otro de los mecanismos mediante los cuales acusa su apuesta por un sujeto siempre en construcción, y esa construcción se basa o tiene su realización solo en el lugar que ocupa la superficie, los materiales con los que compone la puesta. El efecto de la mutación del sujeto no se verifica por la interpretación, sino por su existencia misma. Cada unidad de sujeto, o mejor, cada ficción de ella, no alude a nada más que a su propia existencia como formalidad. No obstante, estas últimas solo ocurren en el espacio de la recepción y a partir del conjunto de mutaciones, no en su singularidad. Es en ese tercer espacio de ficción resultante donde finalmente se articula una imagen de subjetividad múltiple, inestable. Con el uso de la cita siempre se corre un riesgo continuo de autismo. Si el receptor no reconoce la referencia –en el caso del teatro, por su naturaleza de proceso en presente, a veces debe ocurrir en poco tiempo–, esta puede perder su valor comunicativo. Nuestra idea es que, la mayoría de las veces, el riesgo es paliado por otro recurso frecuente en el teatro de Díaz: la yuxtaposición de diversas texturas de los recursos escénicos. Importan aquí, más que el centro, el corpus de la parodia, sus márgenes que la contienen. En la delimitación clara de estos se construye el efecto. Yuxtaposición/Fractura La aparición de esas diferentes texturas, que conforman la subjetividad artificial, por sí sola no presupone el efecto. El cambio inmediato, el uso del fragmento como base de la composición, son las vías que permiten su visibilidad clara. El tránsito radical de una situación a la otra, de una cita a la otra, es lo que permite observar la inestabilidad de ese inexistente sujeto emisor. El reconocimiento del cambio, la conciencia de materialidad del recurso escénico, es lo que permite escapar de la situación de autismo: aunque el receptor no conozca la fuente, el mero cambio de una textura a otra es efectivo y establece una situación de comunicación que implica el placer. La delimitación de los bordes que mencionábamos antes es la operación que le confiere, sin necesidad de identificar el juego con el texto precedente, una funcionalidad al uso de la parodia. No solo la cita se articula de esa manera en las puestas de involucra a su sistema sensorial e intelectual. Particularmente, y lo que importa a nuestro análisis: este efecto declara, desde el mismo comienzo de la obra, la situación del sujeto emisor. ¿Quién es Marlén? Pregunta innecesaria si asumimos que lo que define es lo que se hace. El sujeto se conforma por su accionar en relación con la situación, y esta es contradictoria y mutante. El sujeto se manifiesta, y este es el concepto de su construcción, a partir de su superficie material, de su composición real con los medios de la escena. Podríamos, desde una perspectiva lateral, calificar el teatro de Carlos Díaz de superficial, pero en este caso lo que se considera superficial es centro, paradoja pragmática de fácil solución si atendemos a que es en esa materia propia del signo teatral donde se inscribe la posibilidad de un discurso. El sujeto, a partir de esos recursos de extrañamiento yuxtapuestos, y la fragmentación de su accionar y sus situaciones, va a perder su definición unitaria y construye su identidad a partir de un principio múltiple. Se rompe con la idea de la instancia unitaria del sujeto en su articulación coherente en el lenguaje como eje de su conformación. Se parte de un sujeto definido por su accionar múltiple, intertextual. Las fronteras de definición del sujeto se encuentran en las circunstancias que lo articulan, en la coherencia del actor en relación con el material que lo circunda, y dichas fronteras son muy amplias. Identidad Una problemática frecuente, buscada con diferente rigor por la crítica, es el establecimiento de una relación efectiva entre la obra de Díaz y posibles planteamientos sobre la identidad cubana. Siendo estos estudios identitarios una constante perspectiva de análisis en nuestro entorno teórico, claramente, el director de Teatro El Público no ha escapado de ellos. En el estudio que nos ocupa intentaremos determinar algunas claves que apuntan a una particular conformación de un discurso de identidad en relación con la nación cubana. En particular, veremos cómo los hasta ahora descritos mecanismos de construcción del sujeto afectan la base misma de un discurso totalitario sobre la idea de una naturaleza propia de lo cubano. Es frecuente encontrar en estas teorizaciones una pulsión por componer en los más diversos niveles un cuerpo que nos defina, una identidad. Ya sea en la disolución de diversos estratos culturales o su convivencia en una imagen de rostro múltiple. Lo que resulta inevitable es notar tendencias a hablar de una particularidad fija, de una naturaleza variada pero localizada. Nuestro punto de vista es que en el caso de la obra de Carlos Díaz el sujeto que se conforma declara una identidad provisional que se va articulando siempre en el presente de la representación, y que es imposible de fijar ya sea en referencia a la tradición o a una voluntad circunstancial y pasajera. La idea de una identidad de la nación cubana, su sistematización, en fin, su teorización, parte de criterios de «verdad» sobre las características de un pueblo. Toma como punto de partida la posibilidad de afirmar que un sistema de verdades articulado describe las líneas que atraviesan la idea de «pueblo cubano». Este es el principio común para conformar una teoría de la identidad: la suposición de la existencia de esta como sistema fijo. Se trata de definir, de descubrir, nuestras características «naturales» y aquellas que conforman definitivamente nuestra cultura. Por otra parte, la creación artística, en este caso la obra de teatro, articula un conjunto de mecanismos que usan imágenes, con un contenido más o menos ontológico, extraídas de ese espacio «real» –que podemos llamar nación, pueblo, país– o de los relatos culturales, de mayor o menor alcance, que sobre aquel se generan; los criterios de patria, en su sentido más extremo, o el discurso sobre la identidad. El cruce de estos ámbitos, el «real», el de los relatos culturales y el artístico, ocurre casi siempre a través de un comentario, ya sea disidente o comulgante. Ahora nos interesa el comentario artístico que sobre los relatos de identidad y el contexto de la realidad se producen en las puestas de Carlos Díaz, cómo se descompone estructuralmente la po- 19 tablas Díaz. También la aparición de elementos «extrañantes» es recurso muchas veces socorrido. Es extenso y casi abusivo el uso que del concepto brechtiano de «extrañamiento» se ha hecho en la teoría y práctica teatrales. No es lugar este para analizar las variadas interpretaciones y usos del concepto; simplemente permítasenos recordar su uso particular como efecto dentro de la estructura del discurso teatral. Este «efecto V» se articula, en primera instancia, desde el punto de vista de la recepción, como un punto neurálgico de lo que Einsenstein llamara el «montaje de las atracciones» (citado en Helga Finter, 2007). El «extrañamiento» se utiliza desde esta perspectiva como un recurso para articular la atención del espectador a partir de incidir sobre la lógica discursiva del material escénico. En la conformación de la imagen de un sujeto emisor, el extrañamiento funciona a partir de la conformación, en el decursar del personaje, de lo que podríamos llamar, a falta de un término más exacto, comportamientos extrañantes. Tomemos un ejemplo de Las amargas lágrimas de Petra von Kant (2008) para un análisis particular. Antes de comenzar el espectáculo se nos presenta una cama que ocupa casi todo el escenario. Una cama lujosa y a su alrededor objetos de un gusto acumulativo y dudoso. Una variante de la imagen del cartel al fondo, botellas, cortinas. Por contraste, este ambiente se completa con las condiciones reales del teatro: un espacio degradado. Marlén se acerca y acciona un catao (cut out), con la brusquedad necesaria para accionar ese tipo de dispositivo, y la luz cae de pronto sobre la cama de su señora. Petra exclama: «¡Marlén…!» En ese momento mínimo sigamos el comportamiento de Marlén: ella solo enciende la luz. El efecto de extrañamiento, o de comportamiento extrañante, ocurre por la contradicción establecida entre el ambiente ficcional propuesto y la acción realizada en él. Esta contradicción tiene como resultado un hecho que puede provocar las más diversas interpretaciones, pero, en primer lugar, funciona como recurso de efecto sobre la percepción del espectador, efecto que sibilidad de una definición única en favor de una constante búsqueda y cómo sucede la articulación de esa definición desde distintas posiciones del sujeto que determina una identidad constantemente reconstruida. El sujeto de la obras de Díaz está en constante muerte y conformación. Y en esas variaciones va comentando su circunstancia. Es de esta manera que la obra de teatro establece su comentario sobre la identidad. Esas posiciones del sujeto de las que hablamos no se articulan descontextualizadas, sino que precisamente deben su posibilidad comunicativa a su inscripción en el espacio nacional. El teatro de Carlos Díaz es un comentario consciente y profundo de Cuba en su realidad y su espacio simbólico, un análisis inteligente de la circunstancia de la nación y su tradición, un teatro que indudablemente nace de ese suelo insular. Lo que queremos aclarar aquí es la confusión entre compromiso con el ámbito nacional y con determinados discursos sobre ese ámbito. Parecería que para hacer un teatro «cubano» hay que partir siempre de una definición de «lo cubano». Por el contrario, creemos que esa naturaleza no responde a una definición atemporal, sino que dialécticamente está siempre en conformación. La dificultad de pensar la nación como rostro continuamente cambiante, y en Cuba ese cambio es por demás, a veces, radical, parece ralentizar otras interpretaciones que no sean la de encontrar una serie de características invariantes de la nación. Se hace necesaria la posibilidad de determinar las variantes como un discurso también arraigado en el análisis de las características de una nación, la posibilidad de una identidad metamórfica, o identidades múltiples, también como efectiva en un discurso sobre «lo cubano». Sería incluso necesario pensar de una vez si tiene algún sentido, más allá de puras estrategias de validación, seguir pensando en términos de «lo nacional». El teatro de Carlos Díaz construye imágenes de esa identidad metamórfica y comenta los estadios de las metamorfosis. No se limita a hacer un comentario que articula una identidad, sino varios, aislables, paródicos, sobre esas tablas 20 identidades. Es muy interesante, por ejemplo, el lugar privilegiado que Díaz otorga a las influencias de las culturas soviética y rusa. En ocasiones soslayadas, no sin malicia, en los discursos tradicionales y tradicionalistas sobre la identidad, estas tienen en el arsenal imaginario de Díaz una recurrencia innegable. El papel de la influencia de esa cultura en la conformación de nuestra realidad está aún por sistematizar. Percibida en el cotidiano y utilizada como material por algunos de nuestros artistas, su reconstrucción teórica es sorprendentemente reducida a pesar de la amplitud, y suponemos, lo fructífero, que un análisis de ese tipo pudiera arrojar. Más allá de una admiración por la literatura chejoviana, o el gusto por la cita al folclor, el interés de Díaz encuentra su raíz en auténticas preocupaciones ontológicas. Preocupaciones surgidas a partir de repensar su biografía, del reconocimiento de las huellas de esa cultura en su conformación como individuo. Su comentario funciona, en primer lugar, como pastiche, como postal del pasado que, lejos de perder su pertinencia, se levanta como recordatorio perverso por su recurrencia, en la voluntad de no obviar ni olvidar la voluntad de un compromiso consigo mismo como individuo del presente, aunque esta utilización choque con el discurso tradicionalizado. Díaz posee una asombrosa capacidad para convertir la experiencia en imagen, para la autotematización. El resultado inevitable de esa capacidad es la construcción de una obra que construye su ilusión subjetiva con la creación de circunstancias muy bien definidas, objetivas. La particularidad está en que esas posiciones del sujeto de la puesta en escena no declaran un carácter discriminatorio o jerarquizante, sino que usan el contenido total de la experiencia cotidiana y lo pone en planos que no siempre coinciden con lo común. Tanto la cola del pan como metáforas extraídas de la imaginería budista tienen en la obra de Carlos Díaz, en la conformación de sus sujetos, una importancia que privilegia de manera normativa a la una sobre la otra: ambas participan en esa jerarquía decidida de la conformación de una identidad nacional. Política El carácter profundamente político de la obra de Carlos Díaz, más que otro rasgo, es el más importante efecto de su creación. No se trata de la política entendida como oposición de dogmas o politiquería, sino de una actitud que cuestiona constantemente el lugar del hombre en la sociedad, el movimiento del zoon politikon. Carlos Díaz, con la creación de «sujetos nómadas» (Braidotti, 1994) construye mitos contemporáneos que en un aspecto no son más que ficciones políticas. Lo que podría hacernos afirmar lo apolítico de Carlos Díaz es, sin embargo, lo que lo hace incidir de forma más radical en el contexto nacional: la falta de centro, la ausencia de un discurso evidente, de una interpretación unidimensional de la realidad. Olvidándose de construir esas mismas subjetividades de las que hemos hablado tanto, Díaz sólo se preocupa por dejar que el teatro hable, y es esa realidad última del lenguaje lo que provoca en el espectador las ficciones. En ese vacío, aparente falta de una voz autoral, argumento definitorio para una defensa del posmodernismo de Díaz, se encuentra sobre todo el placer y el juego de deseos que la búsqueda de una carencia de centro determina. El cuerpo, el erotismo, lo íntimo, son presentados como herramientas más efectivas para hablar de política, para una defensa del ser humano en su dimensión más básica, una dimensión que siempre pone en crisis los discursos del poder. Vaciar los símbolos de su sentido acostumbrado –como la imagen de Lenin en Ícaros– y colocarlos en espacios aparentemente incoherentes –recordemos que la imagen de Vladimir Ilich es souvenir corriente en las calles de Moscú– es la manifestación de una dinámica de mundos posibles, la cruda realidad. Pudiéramos hablar de iconoclastia, pero en el uso de esas imágenes que conforman una biografía hay padecimiento. No se trata de usar por azar los símbolos, sino de que estos adquieran un nuevo sentido en el cruce con una experiencia personal. Como especie de juego de abalorios, vemos desfilar por la escena de Carlos Díaz los más variados estereotipos que en su interrelación determinan la diferencia y el devenir. Y no lo hace como discurso, como otro dogma de lo múltiple, de la diversidad, sino que es en el cuerpo de la puesta donde esas variaciones ocurren, alejándose a la vez del «contenido» de un dogma como de sus estrategias de discurso. El fondo de sus obras, si es posible determinarlo, es el placer, el placer de entrar en contacto con la verdad de la materia de la representación. Ese placer, como sentimiento profundamente biológico, corporal, humano, es el que rescata la posición política de la puesta en escena. Es un reencuentro con la realidad de nuestros propios cuerpos localizados en la sociedad. Yo soy William. Tengo veintiséis años y escribo sobre Carlos Díaz porque me hace reencontrarme con mi alegría, con esas formas que son reales porque me producen placer y esa defensa de uno mismo todavía me parece la mejor manera de pensar mi sociedad, de definirme en ella. ENCRUCIJADAS NOTA 1 Recordemos que una de las formas populares, discriminatorias, de clasificar la homosexualidad es como «indefinido». Esto nos advierte sobre la tendencia en una sociedad machista y moderna a considerar lo «indefinido» como defecto, como falla, desviación de la norma. Quede la aclaración para el resto de este estudio. BIBLIOGRAFÍA Helga Finter: «La cámara-ojo del teatro posmoderno», en El Postmoderno, el postmodernismo y su crítica en Criterios, Editorial Criterios, La Habana, 2007. Jorge Dubatti: Filosofía del teatro I, convivio, experiencia, subjetividad, Atuel, Buenos Aires, 2007. Paul Smith: Discerning the subject, University of Minnesota Press, Minneapolis, 1998. Renate Lachmann: «El sincretismo como provocación al estilo», en Intertextualität 1: La teoría de la intertextualidad en Alemania, Editorial Criterios, La Habana, 2004. Rosi Braidotti: Nomadic Subjects, Columbia University Press, New York, 1994. Severo Sarduy: Obra completa, edición crítica, coordinadores: Gustavo Guerrero y François Wahl, Colección Archivos, Ediciones UNESCO, 1999. 21 tablas un espacio transitorio, aparentemente banal, pero que afecta profundamente la manera en que vemos la realidad. La aparición casual de la imagen del Che en Fedra, estampada tranquilamente en un pulóver, parece no ser más que un guiño, un chiste fácil al espectador. Pero, ¿por qué es un chiste? Carlos Díaz no da ninguna pista para entenderlo así. El actor sólo lo saca y lo vuelve a guardar. Es un chiste porque queremos que sea, y eso Carlos Díaz lo sabe. El resultado es mucho más perturbador cuando no hay un mensaje visible desde la obra. Sí, es gracioso que en el medio de una tragedia aparezca, sin ton ni son, un pulóver del Che, pero también es gracioso, y perfectamente válido, que esos pulóveres anden por la calle como puros signos de rebeldía o moda. Quienes se los ponen no necesitan saber quién es el Che, no tienen que haber, y probablemente no han, leído El Socialismo y el hombre en Cuba; lo que llevan como imagen, en el mejor de los casos, es un signo de rebeldía, y más allá de pruritos morales, eso es de alguna manera lo real. La sociedad siempre impone una serie de formas de discurso que se consideran válidas para hablar en el espacio público. Uno de estos dogmas es la necesidad de un mensaje claro y directo, una especie de productivismo del lenguaje. Debemos responder siempre de qué estamos hablando y contra qué, el discurso debe ser interpretable, debe tener las claves de un mensaje teleológico. A esta norma Carlos Díaz contrapone un discurso que tiene su efectividad en la propia materialidad del lenguaje con que trabaja; no hay mensaje, o mejor, no es el mensaje lo que determina, sino la propia dinámica de las formas. Ese movimiento aparentemente caótico de la materia desarticula una posición autoritaria; el director confía en que la experiencia de la realidad de los elementos con que trabaja sea suficiente para provocar. La política de Carlos Díaz es la política de la multiplicidad, de la posibilidad de la diferencia, de una imagen que no necesita lo uniforme. De una identidad que se define como eterna mutación, que expone su carácter dialéctico. A estructuras de pensamiento dogmáticas contrapone una imagen de FOTOS: ABEL CARMENATE Anna y Martha de Dea Loher, dirección de Carlos Díaz, Teatro El Público Veinte años de tango queer nci Andy ncibia ndy Arenci TEATRO EL PÚBLICO CELEBRA SUS VEINTE años. La Sala Covarrubias vuelve a ser el lugar donde tanto actor como director y espectador se reconocen en un espacio único, donde la cercanía está mediada por la complicidad, el rubor compartido y la sonrisa procaz y desfachatada. En esta misma Sala lo cubano vuelve a despojarse de trascendencia Teatro El Público celebra sus veinte años con dos estrenos, el primero de ellos ubicado en el Teatro Nacional: Tango, del dramaturgo polaco Slawomir Mrozek, y el otro: Anna y Martha, de Dea Loher, en la Galería Haydee Santamaría; espectáculos donde prima la ironía, el sarcasmo, la parodia y nuestro tan aclamado choteo criollo. En estas dos décadas Carlos Díaz ha demostrado que lo cubano, más que discurso verbal, es gesto, pose, reacción, no siempre directo y franco, a veces tangencial, oblicuo, clandestino. Lo cubano puede habitar lo mismo en un texto de Piñera (La niñita querida), que en uno de Shakespeare (El rey Lear), Camus (Calígula), Sartre (La puta respetuosa), Norge Espinosa (Ícaros). En los últimos años lo cubano habita también en textos alemanes y polacos. Al igual que otros directores nacionales Carlos Díaz se acerca a obras foráneas a partir de un contexto que pueda hablar de nuestra tan conflictiva realidad. Lo cubano en El Público descansa en una teatralidad buscada, investigada, aprehendida en frases y modos de decir y hacer. El Público articula espectáculos donde el sentido final se deriva de algo más que del discurso de los personajes, de lo que enuncian verbalmente. En su teatro lo esencial se halla en tablas 22 las acciones que ejecutan los personajes; acciones que desvirtúan, niegan, desorientan o parodian lo que dicen estos. De ahí el enmascaramiento, el juego de identidades, la construcción de roles genéricos, la mentira como medio ideal para llegar a verdades temidas, muchas veces ignoradas. Entre el texto de Slawomir Mrozek y la obra toda de Carlos Díaz al frente de Teatro El Público se halla un sinfín de connotaciones intertextuales a nivel temático e ideoestético. El trabajo que Carlos Díaz ha emprendido durante estos veinte años comparte con el texto polaco múltiples similitudes, entre ellos el tango como elemento estructurador. I Ampliamente conocido es el origen del género musical inmortalizado por Gardel. Pese a las divergencias casi todos los investigadores coinciden en señalar que el tango –nacido a finales del siglo XIX y principios del XX– es de origen prostibulario, popular y contestatario, expresión de un país sacudido por la violencia y la represión. Ajeno a un discurso oficial, el tango es género de una connotación marcadamente sexual, que con el paso de los años fue «adecentándose», para terminar siendo una expresión per se de la identidad argentina. El tango tradicional llegó a convertirse en vehículo para formar una moral, valga decir, heterosexual. La propuesta queer1 –inmersa en lo que se ha dado en llamar «tango nuevo»– «rechaza la discriminación propi- II Tango es una comedia amarga que relata la vida de Arturo, un hombre joven, y su familia. Él, metódico, disciplinado, contenido –reprimido–, y ella desordenada, voraz, atrapada en una época pasada, negada a transformar esa realidad que los envuelve y que no parece afectarlos en lo absoluto. Quiero tomar como centro de la segunda parte de mi artículo dos temas que creo constituyen el principal acierto del montaje, y su principal error. El primero guarda relación con lo ideotemático, con el sentido ideológico, entendido como sistema de ideas, con su aterrizaje en un aquí y ahora tristemente constatables. El otro, más formal, con el modo en que los recursos expresivos le juegan una «mala pasada» a una tesis brillante. Creo que pocos montajes en los últimos años se han acercado de modo tan sincero y lúcido a los jóvenes que ahora estamos en los veinte como esta propuesta de Carlos Díaz, la que más cercana tengo, y paradójicamente la que más rechazo. Tango, como ninguna otra puesta en escena cubana, retrata el sentir de una generación que ha realizado poco, o casi nada; que se ha contentado con heredar un sentido social y unos valores que para muchos han dejado de ser importantes o trascendentales. Arturo –interpretado por Yanier Palmero– increpa a su familia sobre el desorden en el que viven, donde no hay regla, ni convención, y en ese reproche habita la decepción, la desesperación por un tiempo y una juventud que se escapan. Arturo los critica porque siente –como muchos– que para poder desordenarnos hay que ordenar, crear, hacer. La réplica de Arturo, descabellada, irracional, es un grito de guerra, como ese afán de trabajo que encierran el Cándido de Voltaire, El tío Vania de Chéjov, o el «hay que hacer algo», de la Sofía de El siglo de las luces de Carpentier. Pero la otra cara de la moneda también merece un análisis y gira alrededor de esa familia, aparentemente funcional, integrada por una madre, un padre, un criado, una novia, un tío, seres a los que la vida parece ofrecerles solamente una perpetua gozadera para alejarlos de las preocupaciones diarias y de la moral trasnochada del hijo. Uno de los aciertos del montaje de El Público está en la analogía entre libertad sexual y otra –u otras– que puede ser moral, existencial o política. La belleza de esa analogía termina salvando al espectáculo, porque la remite a la obra de Reinaldo Arenas, en especial a su conmovedora autobiografía Antes que anochezca, porque me confirma que detrás de esa gozadera, choteo y banalización existe algo más: los anhelos y las decepciones de toda una época, y sus generaciones. Pese a todo confieso que Tango me parece una puesta en escena infeliz. Este montaje constituye un ejemplo idóneo para señalar algunos de los problemas que afectan a El Público: la sobresaturación de acciones físicas innecesarias, la heterogeneidad de estilos y registros de actuación que afectan el sentido final del espectáculo, la sensación de que los actores, más que por una línea interna de acción que los englobe a todos en una partitura escénica coherente, están actuando solo bajo pautas. Siempre he creído que ese afán de El Público de causar risa en los espectadores a partir de situaciones hilarantes, banaliza otras que son brillantes por su agudeza. Todavía me pregunto qué había detrás de esa escena orgiástica, con luces de discoteca, o del desnudo injustificado y gratuito de Yarlo O. Ruiz, o del otro de una bellísima Camila Arteche, que creo aquí muy alejada de sus potencialidades como actriz. Lo que más le reprocho a Tango: el apenas dejarme oír y entender un texto inteligente, la suciedad con que los actores desvirtúan el sentido de la obra. Me atrevo a afirmar que gran parte de los parlamentos enunciados por los personajes apenas eran entendidos por los actores, por tanto eran incapaces de hacerlos entender al público. En este sentido, en ocasiones el texto era sólo un pretexto para hacer simplemente reír. De ahí la marcada diferencia entre los dos momentos del espectáculo. El segundo de ellos, más coherente y ordenado que el primero, más empeñado en evidenciar la tesis global del espectáculo, de mostrar su lucidez. 23 tablas ciada por las normativas de construcción de los géneros»2. Si atendemos a lo último constatamos que es esta una de las directrices de la poética de Teatro El Público: la construcción, tránsito, permutabilidad de géneros y roles sexuales. En la obra de este significativo grupo teatral cubano el género es una construcción que se realiza como acto performativo. Dígase performativo en el sentido de hacer: algo que se hace, que se construye ante la mirada del espectador, consciente de ser mirado. En tango queer, disciplina estudiada y promovida en Argentina por la bailarina Mariana Docampo Falcón junto a los organizadores de la milonga gay, los bailarines quedan eximidos de ocupar un determinado e impuesto rol en la pareja. El individuo puede performar, al decir de la autora del artículo citado, el rol femenino o masculino. Aún más: la pareja puede estar integrada por miembros del mismo sexo, y en el caso de que sea heterosexual, ambos pueden ser conductores o conducidos. Pero la relación entre el tango queer y esta puesta de Carlos Díaz supera el solo campo de la sexualidad y los roles de género. Existe en el primero una constante entre los sujetos: una tensión entre la aceptación y la rebelión, entre la fijación y la violación de la norma. Los personajes de Carlos Díaz padecen del mismo mal: transitan entre el rechazo a las normas y el deseo de acatarlas, adaptarse a ellas. Es esta una relación agónica. El tránsito y permutabilidad de roles y géneros toca la sexualidad para adentrarse luego en conflictos de naturaleza ontológica donde lo que en verdad se discute es el lugar del ser humano dentro de la pareja (Fedra, Las amargas lágrimas de Petra von Kant, Las brujas de Salem), o dentro del país, la política, la cultura, el mundo (Santa Cecilia, Josefina la viajera, La puta respetuosa). Como en el tango queer los personajes de El Público guían o se dejan guiar, en ocasiones aceptan pasivamente el rol otorgado, en otras luchan por cambiar su sino. Vale la pena destacar las interpretaciones de Yanier Palmero, limpio en las acciones, virtuoso en el trabajo vocal, veraz en los movimientos, aunque abusa en demasía de la acrobacia, algo que compete más a la dirección de actores. En este sentido habría que preguntarle al montaje si no es una contradicción que el personaje más mojigato, más reprimido, más exigente de un orden represivo realice tantas acciones físicas, acrobáticas en su mayoría. Pese a esto es uno de los actores a los que la puesta permite decir el texto, por tanto, polemizar con él. Lo mismo sucede a Denis Ramos, con un trabajo coherente a lo largo de toda la puesta, a cuyo personaje le son oídos algunos de los parlamentos más lúcidos del montaje, en los que coexisten la ironía, el oportunismo y la amargura. Mayra Mazorra se muestra intensa. Cuando esta actriz imprescindible, dueña de una encomiable presencia escénica, proyecta su voz, domina el escenario y el espectáculo. Lástima que sus intervenciones estén casi siempre destinadas solo a acentuar la hilaridad de situaciones. Walfrido Serrano encarna a Stomil, el padre de Arturo. Del actor puede señalarse que pese a ser el de mayor limpieza en las acciones físicas, más estable en su papel como antagonista de las ideas de Arturo, el personaje es chato, con pocos matices, y crece poco a lo largo de todo el montaje. Como la mayor parte de ellos, es casi una caricatura de radionovela o melodrama cursi, en la que está ausente por completo cualquier atisbo de idea inteligente. Tango de Slawomir Mrozek, dirección de Carlos Díaz, Teatro El Público Yeye Báez regresa a El Público con un personaje que dista de su calidad como actriz. De su interpretación destaca la belleza de su voz y una presencia escénica contenida frente a la parafernalia y el manierismo gestual de los otros actores. Camila Arteche es la más joven adquisición de El Público. De esta actriz bellísima que, como dije antes, está aquí lejos de sus potencialidades, hay que destacar poco. Camila arma su personaje mediante un tono declamatorio y extremadamente afectado que casi nada aporta a la credibilidad. Todavía me pregunto si mi percepción final del espectáculo hubiera sido igual si, apenas transcurridos cinco minutos, Yarlo O. Ruiz no hubiera lanzado un zapato al suelo. Este actor encarna un personaje poco dibujado por la puesta en escena, cuyo rol en ella es bastante confuso. En Yarlo O. Ruiz están ausentes algunos de los aciertos que en otros casos hacen más tolerables las actuaciones, a saber: la limpieza en la gestualidad, o el fraseo. Su presencia en Tango, que en el texto tiene una connotación más política, está dada a partir de la comicidad que puede otorgarle su físico. Poco más habría que subrayarle a Tango: el diseño de vestuario, la escenografía y luces a cargo de Vladimir Cuenca, Roberto R. Mori y Carlos Repilado, respectivamente. Fastuosa, espectacular, atractiva son algunos de los adjetivos para describir la visualidad de Tango, pero a diferencia de espectáculos anteriores, la visualidad es solo eso, un recurso que apenas logra articular el sentido global entre lo que se dice y lo que se muestra. Tango, el más reciente montaje de Carlos Díaz y su Teatro El Público, demuestra que en ocasiones la máscara de la ironía y el cinismo puede resultar excesiva, que hay temas que deben decirse directamente, que el choteo así como un signo de lo que somos y representamos también puede servir para banalizar, trivializar conflictos. Pienso que, desde el respeto que merece la labor de Carlos Díaz al frente de El Público, Tango fue incapaz de balancear toda una serie de recursos estéticos que en anteriores ocasiones lo han situado en los más altos peldaños del teatro cubano. III Del otro lado de 23, casi llegando al malecón, dentro de la Galería Haydee Santamaría, dos ancianas empleadas discuten sobre su desesperada situación: en cuanto muera la señora de la casa ambas serán expulsadas del hogar. Entre reproches, mezquindades e injurias las mujeres irán dejando entrever a los espectadores lo que ha sido de sus vidas. Martha, hemipléjica, con una cadera destrozada, está seca por dentro y por fuera, es egoísta y sin sentido alguno para la compasión, y martiriza a su hermana y a la otra empleada del hogar con saña brutal. Anna es más sensible, pero, aunque ha tenido familia propia, está tan sola como Martha. Esta se debate entre un amor imposible, lo único puro que alberga dentro de sí, tal vez por ello irreal. Anna vive cultivando el recuerdo de su hijo y de su esposo, ambos muertos e idealizados. tablas 24 el cansancio que respiran. Cuesta reconocer la mano de Carlos Díaz en cada una de ellas, cuando paradójicamente sean estos dos textos –Tango en primera instancia– los más cercanos a sus inquietudes ideoestéticas. Escribo este artículo cuando, a solo seis semanas de estrenados, ambos montajes son retirados de la cartelera teatral cubana. Espero que esto se deba a una revisión de ellos, no a las exigencias de la programación de un espacio –la Sala Covarrubias– cuyas propuestas son mayormente musicales. La segunda vez que fui a ver Tango, el espacio ya había sido ocupado por Santiago Feliú. Aunque disfruté de uno de los mejores conciertos que pueda recordar en años, lamenté que la más reciente propuesta de Carlos Díaz saliera tan pronto de cartelera, algo atípico. Pienso Tango y Anna y Martha más como continuidad de una brillante carrera que como puntos de llegada. Ambos son reflejo de un trabajo intenso y a la vez legítimo, de constante búsqueda, de epifanía y también de descalabro. Ese es el riesgo de todo artista: el vuelo y la caída, aquello que parece acompañar a toda obra y hombre grande. Que sirvan estas dos puestas para valorar los aciertos de un grupo primordial y para, desde sus desaciertos, continuar una obra imprescindible al teatro cubano. NOTAS 1 Queer en español significa extraño, raro, excéntrico. Constituyó todo un movimiento hacia la década del 90, ante la ola de protestas y divergencias que se dan en este conflictivo período de defensa de los derechos de los homosexuales. Queer fue el nombre con el que se identificó a toda una comunidad. 2 Mercedes Liska: «El tango como disciplinador de cuerpos ilegítimos-legitimados», en Revista Transcultural de Música, no. 13. 25 tablas Justo es destacar que Anna y Martha resulta un montaje más coherente en la articulación de sus sistemas significantes. Diseño de escenografía, vestuario, ambiente, conjuntamente con las actuaciones, logran transmitir ese desasosiego que emana de la fábula. El trabajo con el espacio –un espacio no teatral, habitado o invadido– es más concentrado, y esto consigue una relación donde el espectador se hace partícipe de la acción, pero conserva su estatus de espectador, algo importantísimo en un montaje que evita la empatía de este con los personajes. Cuatro actores intervienen en el segundo acercamiento de Carlos Díaz a la obra dramática de Dea Loher. Ysmercys Salomón, ya una actriz fetiche del director, muestra un trabajo de caracterización física impactante, de un sutil naturalismo, donde la deformación física del personaje alude a su pobreza espiritual. Ysmercys encarna al personaje desde una sordidez que deja entrever su vulnerabilidad. Tamara Venereo, de Teatro Pálpito, encarna a Anna. Su tono declamatorio refleja la candidez humana del personaje, pero también su permanencia en un mundo que ella ha dejado de reconocer, por tanto, de entender. Pese a la nobleza, Anna es un personaje ridículo, y esto lo acentúa el latiguillo monocorde de la actriz. Gilda Bello es otra de las adquisiciones de El Público. A diferencia de las anteriores, el trabajo de Gilda sobre el papel acentúa la línea interior por encima de la instancia física. Su trabajo está cargado de emotividad y fuerza expresiva, debido a la tragicidad del medio que la circunda, sin los afeites que le otorgan Anna y Martha: por un lado la idealización y por otro el cinismo. Aun cuando considero que Anna y Martha es una puesta en escena muy superior a Tango, me provoca preguntas similares. ¿Por qué y para qué se monta un texto como este en el actual panorama teatral cubano? ¿Qué tiene que decirle al espectador ajeno a esa realidad que la puesta intenta abordar? ¿Dónde se encuentra esa osadía de El Público que penetra la realidad cubana contemporánea, la disecciona, derriba sus menores atisbos de trascendencia, donde lo culto y lo popular terminan siendo categorías destruidas para ceder lugar a otra, simple y genuinamente llamada «lo cubano»? Anna y Martha sorprende por la asepsia del montaje, donde la «cubanidad» de El Público está ausente no solo desde la temática que aborda la obra sino también desde la teatralidad que subyace en los gestos de los actores, en el tono de sus voces. Si existe una característica que pudiera englobar la obra de Teatro El Público sería su carácter de espectacularidad. Quizás por ello sorprenda la frialdad de un montaje en el que cuesta establecer empatía con sus personajes, meramente discursivo, en el que se extraña el vuelo poético de anteriores obras. Tango y Anna y Martha resultan representaciones polémicas. A diferencia de otras, también escandalosas, en ellas la polémica está dada no por el tratamiento de la sexualidad, la política o nuestro día a día –ojalá así fuera–; más bien estriba en la discreción de ambas propuestas, en reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs Luces y sombras del teatro cubano en Camagüey 2010 Vivian Martínez Tabares EL FESTIVAL DE TEATRO DE CAMAGÜEY ESTÁ llamado a ser, desde su fundación en 1983 y a lo largo de más de una docena de ediciones, un evento esencial en la vida de la escena cubana pues, como única instancia global de confrontación del teatro que se hace en la Isla al que deben acceder los mejores montajes de grupos, compañías y proyectos cubanos, comporta una potencialidad de conocimiento y confrontación, intercambio y crecimiento, inestimables. Camagüey debe concentrar la expresión de lo mejor y poner en evidencia, de manera diáfana, las luces del rumbo del teatro cubano a la vez que permita alumbrar sus sombras. La afirmación anterior es el punto de partida para mi reflexión crítica acerca del Trece Festival Nacional de Teatro Camagüey, celebrado entre el 28 de mayo y el 5 de junio de 2010, con la participación de una veintena de agrupaciones de Ciudad de La Habana, La Habana, Matanzas, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey y Santiago de Cuba. Porque, si bien Camagüey 2010 logró una media aceptable de calidad en sus propuestas, muy efectiva organización y un clima de disfrute de la oportunidad de ver y verificar caminos de la escena cubana y estadios de grupos y figuras, garantizó muy buenas condiciones para artistas, miembros de los varios jurados, críticos, periodistas y otros invitados; como ha solido ocurrir en varias ediciones del evento, no logró que estuvieran allí todos los grupos y experiencias valiosas que animan los escenarios durante los dos años precedentes, ni todos los que llegaron muestran un resultado convincente que justifique su elección como arte de lo mejor que se hace en la Isla. En relación con el primer reclamo, insisto –pues ya lo he expresado y, como yo, algunos otros colegas– en que la cita nacional, por una parte, debe luchar por ganar prioridad en las agendas de los grupos y artistas de primera línea, con calendarios estables –por razones diversas, organizativas y tablas 26 climatológicas, el evento ha cambiado de fecha–, convocatorias suficientemente anticipadas y, sobre todo, con la capacidad de generar un compromiso por parte de aquellos, que deben sentir que su participación, esperada y valorada, prestigia la cita y contribuye a enriquecer el clima general que requiere un intercambio de esta naturaleza, para ser efectivo y también ofrecer referentes de valía a los otros participantes. Pues, sean cuales sean las justificadas razones de las ausencias, prevenibles si se proyecta a más largo plazo, faltaron actantes de vectores imprescindibles en la escena de hoy como Teatro Buendía y El Ciervo Encantado, a pesar de que el propio evento se anuncia dedicado y encaminado, precisamente, a propiciar la confrontación entre los grupos más significativos. Para lo segundo, referido a la calidad de la selección vista, quizás valga la pena repensar el método que permite llegar a la cita, que hoy se cumple a partir de y precedida por el recorrido de un grupo de especialistas, «a veces angustioso», como comenta Julián González, presidente del Consejo Nacional de las Artes Escénicas en las palabras de presentación al catálogo, pero que aún revela fisuras al incluir montajes a los que luego, in situ, ni los propios miembros del equipo selectivo defienden con argumentos artísticos, en enajenada postura de distancia. Tampoco se explica por qué nunca llegan a Camagüey algunos colectivos acerca de cuyas creaciones, al final del año, algunos críticos ponderan logros parciales en los debates con vistas a los Premios Villanueva, o muestran apreciables desempeños en otros eventos. Este año la cita camagüeyana reveló una inquietante medianía en las propuestas del teatro para niños, con las excepciones de rigor: la extraordinaria puesta de Federico de noche, de Teatro de las Estaciones, Un mar para Tatillo, de Teatro Pálpito, y La estación, de Teatro Tuyo; tríada en la que llama la atención que dos de los grupos trabajen fuera de la capital del país, lo que es valioso argumento contra cualquier asomo –que hemos padecido y todavía se percibe– de fatalismo geográfico. Federico de noche confirma a Teatro de las Estaciones como un referente imprescindible de la escena cubana toda. La puesta de Rubén Darío Salazar es la recreación de un sueño, de una atmósfera poética, un estado del alma en el que la dramaturgia escénica –a partir del hermoso texto de Norge Espinosa– se erige como una fábula singular e imaginativa sobre la infancia del poeta, en la que señorea la noche, no insondable sino poblada de imágenes y recuerdos, de sensaciones inefables que despiertan la emoción y engrandecen el espíritu. La belleza y el sentido poético de los diseños de Zenén Calero impactan por la efectiva recreación plástica de la imaginería lorquiana, tan conocida y cercana para el público de la Isla. Asoma en los tonos azules predominantes de la noche, como marco mágico, y siempre habrá lugar para la sorpresa: la luna se puebla de referentes con la proyección de imágenes que hacen volar la imaginación de los niños y de cualquier espectador. El tapiz de la Isla de Cuba, florido y lleno de color en su prodigiosa artesanía, se carga de evocaciones por obra y gracia de la palabra iluminada y, casi al final, aparece sorprendentemente el caudal vertical del río. Muñecos y actores se integran en efectiva manipulación de diversas técnicas titiriteras en fluido tránsito y, cuando es necesario, el manipulador se esfuma para que el muñeco cobre vida orgánica, vibrante en gestos y ademanes que traducen sentimientos y reacciones propios. Del equilibrio actoral resalta, en el Federico Niño, Freddy Maragoto, quien se trasmuta en doble, eco visual del títere, definitivamente primordial en la composición y en el alma de la teatralidad, respaldada por la certera conjunción de la coreografía de Liliam Padrón y la música de Elvira Santiago, con momentos cimeros como cuando se suma la voz de la soprano Bárbara Llanes. E impacta, a pesar de lo sutil del efecto, la aparición de Lorca para cerrar el sueño, como un acto íntimo en el que el propio poeta viene a entregarnos la flor que es su corazón dormido. De Un mar para Tatillo, de Pálpito, se admira la manipulación de Maikel Chávez –también dramaturgo– y de Yudith Marín, así como el brillante trabajo de voces del primero, capaz de alternar personajes en diálogo y su propia narración con riqueza y fidelidad en cada rol, y un agradable tono humorístico. Resalta la calidad de la energía compartida por el joven equipo del colectivo que dirige Ariel Bouza. No obstante, la puesta requiere ajustar una dramaturgia escénica un tanto dispersa, como el juego de cajas chinas que acusan exceso –sobran, a mi juicio, el prólogo y el epílogo del circo, por demás un recurso bastante manido en nuestro teatro para niños que no supone aquí ningún aporte–, y que atenta contra la progresión efectiva en una trama que no demuestra la intención de introducir rupturas compositivas en el discurso; por eso lo que parece faltar es un mejor criterio de selección y ordenamiento de las acciones. En La estación, puesta en escena de Ernesto Parra, actuada por él con ayudantía de Aixa Prowl y Ángel Dovale, este trío tunero, que asume también el resto de las tareas en función de la imagen visual y la sonoridad del espectáculo, consigue revelarnos una mirada fresca a la técnica del payaso, al eludir simplismos, y se propone una filosofía de la risa apuntada a revelar, de manera sencilla, rasgos de conducta y de valores que sostienen la peripecia un tanto arbitraria del personaje, al enfrentar obstáculos y situaciones absurdas. Del resto no alcanzo a subrayar más que la pobrísima y desordenada visualidad –y me refiero a la estética y a la incongruencia estilística, rayana en el caos, expresada en el vestuario y los elementos escenográficos y de atrezo– del montaje de Miau, miau, puesta del Guiñol de Santiago en versión y dirección de José Manuel Labrada Rodríguez, a partir del texto de Fidel Galván. Y la manera de tomar el pelo a los niños en Arroz con maíz, de Jesús del Castillo, llevado a escena por Félix Dardo al frente de Los Cuenteros, al recurrir a chistes ajenos al universo infantil que parecen proponer un coqueteo FOTO: RAMSÉS RUIZ Federico de noche de Norge Espinosa, dirección de Rubén Darío Salazar, Teatro de Las Estaciones tablas 27 tramposo con los padres. Distante en presupuestos artísticos universales de la recordada Romelio y Juliana, esta obra demuestra que la trayectoria de un grupo no es una carrera de ascenso y que las glorias exigen rigor sostenido. Aunque la escena para adultos corrió mejor suerte, faltaron y sobraron algunos. Lo más sobresaliente estuvo en dos espectáculos que exhibieron, también, desde distintas poéticas, actuaciones modélicas: Josefina la viajera, unipersonal de Osvaldo Doimeadiós, con dramaturgia de Abilio Estévez y bajo la dirección de Carlos Díaz (Teatro El Público), y Final de partida, de Samuel Beckett, bajo la dirección de Carlos Celdrán (Argos Teatro), con una cuarteta de actores liderada por Francisco García. Ya Osvaldo Doimeadiós ha demostrado de sobra sus cualidades interpretativas y su amplio registro técnico, que le permite asumir con eficacia y hondura variadas incursiones humorísticas sobresalientes por sobre la media de esa manifestación, que goza de tanta presencia, aceptación y juicios polémicos en nuestros escenarios, no solo tradicionales –y que, en correspondencia, debió quizás también tener un espacio en el Festival–, junto a muy serias tareas actorales en variados géneros del teatro dramático. Josefina… es un buen ejemplo en el que Doimeadiós transita de lo cómico a lo trágico o lo patético con el mismo grado de verdad –pienso en algo más que verosimilitud– y entrega. El actor recorre diversos estadios de la vida de Josefina Beauharnais, retrocede y avanza en el tiempo, rompe el hilo del discurso lógico, en arriesgado paréntesis en el que la improvisación controlada tiene un peso crucial en la ruptura de la cuarta pared, y con capacidad para medir con justeza el estímulo que devuelven los espectadores. El creador poetiza instantes de gloria y ensueño, sufre y trasmite el padecimiento de otros momentos de pesar que no solo son íntimos sino que se evocan como angustia común y compartida. Ofrece una mirada paródica y nos hace víctimas y cómplices desde su actitud de profunda humanidad, vulnerable y sensible. Bajo la dirección precisa de Carlos Díaz, la puesta logra superar cualquier posible monotonía al tratarse de un texto extenso, complejo, que descansa sobre todo en intrínsecos valores literarios. El director potencia su teatralidad, la multiplica con recursos espectaculares –visitaciones de la mujer, que encarnan cuatro actores, y algunos elementos, mínimos pero efectivos, de vestuario y escenografía–, y despierta así una profusa saga imaginal que alimenta sentidos y significados posibles. Final de partida refrenda las también conocidísimas dotes de Francisco García en su larga trayectoria en las puestas de Teatro Estudio, con la Compañía Hubert de Blanck, ahora en Argos Teatro y, además, en los unipersonales que él mismo ha creado. Aquí el actor, en el rol de Hamm, todo el tiempo inmóvil, sentado y con los ojos cubiertos con gafas oscuras, como indica la pauta beckettiana, despliega energía concentrada pero potentísima, capaz de sostener una presencia viva y orgánica que exhibe notables recursos, transmite frialdad y cálculo, dolor y desamparo, crueldad, emociones diversas que matizan un estado personal de manera convincente y que, en otra esfera y de modo igualmente veraz, traducen una visión tablas 28 del mundo y una certidumbre de catástrofe. A su lado, Waldo Franco como Clov lo respalda bien al personificar el miserable temor y la subordinación. Ambos expresan la compleja relación de poder por medio de un juego teatral denso y polisémico, en alternancia de registros que también trabaja a fondo un margen de ambigüedad inteligente y fecunda para expresar la decadencia absoluta. Los viejos de José Luis Hidalgo y Daysi Sánchez, en sus incursiones intermitentes, defienden una pauta en tono un tanto más alto, y el contraste aquí, lejos de desafinar, configura una alternancia cuyo efecto irritante aporta un ingrediente de horror útil para acentuar el desastre. La escenografía de Alain Ortiz es un excelente complemento, cuya factura lúgubre completa la sensación de encierro y aislamiento, no solo físico. La puesta revela una afinada manera de leer y recrear a Beckett y reafirma también un modo de hacer, el de Carlos Celdrán al frente de Argos Teatro, ligado al trabajo de investigación psicológica con base en el legado de Stanislavski, una investigación concebida desde necesidades y posturas propias y en fructífero diálogo con otras fuentes que han alimentado la escena cubana, sin sectarismos y siempre en busca de una verdad escénica. Otro montaje de Teatro El Público, Las amargas lágrimas de Petra von Kant, también puesto por Carlos Díaz, recibió la más estremecedora respuesta de los espectadores, con una de esas memorables ovaciones que suelen ocurrir en cada cita camagüeyana y en las que la euforia parecía revelar, más allá de las cualidades indiscutibles del montaje y del arrastre popular de figuras como Fernando Hechavarría, como resultado de sus incursiones televisivas, apetencias insatisfechas de un público que, fuera del Festival, no encuentra muchas ocasiones de pleno goce en el encuentro con la escena. En Las amargas lágrimas… la extravagante protagonista es asumida por un actor, como sucede con varios de los otros personajes femeninos, quien alterna la representación –mimética y de amaneramientos– con la presentación distanciada del rol desde una masculinidad un tanto estereotipada. El juego dual introduce la ambigüedad, tan cara a Carlos Díaz, en múltiples juegos de espejos: el coqueteo homosexual femenino es evidente mascarada, simulacro carnavalesco del coqueteo homosexual entre hombres travestidos, en escenas y situaciones en los que los caracteres mutan, alternan posiciones frente al personaje o a los otros, y se logra lo que se revela como propósito esencial: relativizar el rol de género, trastocar la perspectiva establecida por las costumbres y cánones sociales y cuestionar comportamientos asumidos como tópicos de una u otra identidad sexual. La primera vez, del polaco Michal Walczak, llevada a escena por Raúl Martín con Teatro de la Luna, revela cualidades inherentes a una línea en la estética de este director, que defiende un teatro total, en el que el actor –como centro indiscutible– debe ser capaz de cantar y de desdoblarse según requerimientos de amplio espectro –y que tiene un notable paradigma en la muy reconocida Delirio habanero. Yordanka Ariosa y Liván Albelo, en diálogo y contrapunto permanente con los músicos Waldo Díaz y Diana Rosa Suárez, representan con despliegue lúdico los vericuetos contradictorios y tragicómicos de una compleja relación de pareja. FOTO: ALINA MORANTE Final de partida de Samuel Beckett, dirección de Carlos Celdrán, Argos Teatro seduce en su armonía y desde el contraste con la trama urbana de ahora mismo. En la Plaza del Carmen, luego del clímax y los saludos, la retirada tras el carro que conduce a Medea con los cadáveres de sus hijos, a lo largo de una calle estrecha y con un muro de ladrillos como fondo, logró momentos deslumbrantes por su fuerza dramática y su humilde y elevada belleza. Razones personales de distancia física me habían impedido ver Huevos, de Ulises Rodríguez Febles, en el montaje de la Compañía Rita Montaner. Tiempo después de estrenado, me impresionó el impacto que puede lograr un texto como ese para revivir complejas circunstancias históricas ligadas a la vida sociopolítica del país. Si bien la puesta de Tony Díaz elige para varias escenas una composición espacial con los personajes alineados en filas enfrentadas como bandos, que esquematizan los matices contradictorios con que están delineados los personajes –precisamente el aporte más rico al eje central de tensiones que mueve la trama–, con lo que cae en una trampa conceptual, el grado de compromiso con que los actores incorporan y desarrollan sus personajes logra trasmitir a los espectadores una apreciable carga de emoción productiva, brechtiana, subrayada por la música, también contextualizada con efectividad. Sobresale Hedy Villegas, una actriz de larga trayectoria en papeles de reparto en este colectivo, quien cumple aquí su mejor tarea. Por primera vez en el Festival de Teatro de Camagüey, en calidad de invitada, la Compañía Infantil de Teatro La Colmenita presentó Y sin embargo, se mueve, versión de Carlos Alberto Cremata sobre el original del ruso Alexander Jmélik, con una importante selección de temas de Silvio Rodríguez, en su mayor parte interpretados por los niños. Es esta banda sonora, por obra y gracia de una muy eficaz preferencia, en función de la dramaturgia escénica, el mejor contrapunto estilístico a la acción y el más efectivo apoyo conceptual para las ideas que defiende la puesta. 29 tablas Si bien el texto en sí no sobrepasa la eficacia como apuesta por un ingenioso divertimento, es la propuesta directriz, empeñada en explotar al máximo la versatilidad del actor, en reeditar el juego físico y visual con los elementos modulares –que aluden a esquematismos pragmáticos de la realidad–, y en acentuar variados registros de humor, la que imprime dinámica, vuelo creativo y una inequívoca perspectiva de cubanía a este espectáculo. Buen intento es el de Freddys Núñez Estenoz y Teatro del Viento por crear un discurso propio, ligado a la problemática rural y provinciana sin ilustración realista, con Mala cosecha. Y es válido su empeño por hurgar en referentes visuales y sonoros de la cultura tradicional cubana. El mundo cerrado de las mujeres atadas a la rutina y a la fatalidad remite a Lorca, a Rolando Ferrer y a caminos de la dramaturgia latinoamericana, pero falta síntesis a este lenguaje poético retórico –el recurso de la repetición se agota antes de su empleo en función del clímax–, y visualmente no se justifica la cartesiana simetría de la composición espacial para un orden que percibimos dislocado en su esencia. Las actuaciones, de calidad apreciable, requieren afinar estilos, en aras de matizar la marcada «actualización» que resulta un tanto disonante con el tono rector. El grupo avileño D’Morón Teatro ocupó dos plazas públicas en memorables funciones con su Medea de barro, sorprendente versión sin palabras dirigida por Orlando Concepción González. Personajes hieráticos articulan la expresividad plástica de las estatuas vivientes y una atmósfera ceremonial que evoca la que suponemos tuvo el teatro griego. Los cuerpos, ataviados con túnicas, tocados y complicados peinados, accesorios y calzados elaborados artesanalmente, cubiertos de barro, mostraban cruda poesía. El ritual de traición, celos y muerte, llevado a su esencia, se impone con un tempo propio, ralentizado, en movimientos y desplazamientos prefijados, como una coreografía coral que Singularmente dirigido al público adulto, el montaje se centra en el debate sobre la verdad, entendida también como el derecho a soñar, a defender espacios de fantasía, alternativos a la realidad, que permiten hacerla más rica y humana. La propuesta estremece por la profundidad de una aproximación polémica y honesta, en la que son niños quienes nos echan a la cara cuánto de formal, falso y oportunista permea acciones y decisiones de alcance colectivo, que podemos reconocer e identificar en nuestro día a día. Y nos enfrentan a preguntas sin respuestas, a problemas concretos de la realidad social, nos obligan a reflexionar sobre nuestro entorno y la responsabilidad de cada uno. El elenco combina actores profesionales con niños y jóvenes aficionados, y son algunos de los más pequeños quienes derrochan organicidad a partir de la inocencia o el goce inefable de jugar al teatro. Descuella, en el rol de Lapatún, Olo Tamayo, cuya presencia es cercana a la verdad misma, articulación perfecta de cuerpo y mente, y modelo para superar el riesgo de poses en ciernes, manierismos y simulacros que resultan de la tentación hacia algo que va más allá que el puro juego. Los mejores momentos colectivos, plenos de fuerza, ocurren cuando el conjunto canta o se involucra en la interpretación, lo cual evidencia la excelente selección de temas de Silvio, y su inigualable posibilidad de calzar, desde la poesía, un debate trascendental y, a la vez, cotidiano. Esta fue mi selección del teatro visto en Camagüey, amén de dos espectáculos de los que una lluvia torrencial o una sala repleta me impidieron disfrutar. Y por las luces y sombras, que hubiera querido analizar in situ, franca y colectivamente, extrañé la ausencia de los recordados coloquios de la crítica, no por fáciles ni siempre felices, pero necesarios en su vocación de deconstruir y problematizar la práctica apreciada, de conocer y compartir apetencias y propósitos, de desbrozar el camino hacia los teatros por venir a que aspiramos. La resistencia a encarar la opinión divergente, la evasión del contrapunto de ideas, democrático, profesional y riguroso, con responsabilidad colectiva, no zanja diferencias, posibles y necesarias, sino que las enquista. En este Festival, el paliativo que fue el evento teórico «Hitos en el mapa del teatro cubano actual» no resolvió la carencia, pues optó por una perspectiva más enfocada a lo expositivo académico y porque, tanto de un lado como del otro de las mesas, ni estaban todos los que son, ni eran todos los que estaban, sobre todo por aproximaciones supuestamente analíticas a fenómenos y procesos no vivenciados ni conocidos a fondo por muchos de los ponentes. Los críticos tuvimos que conformarnos con un panel de reflexión teórica sobre nuestras propias herramientas y funciones, sin canales abiertos al teatro vivo en el Festival, a lo que veíamos y nos movilizaba o no cada día. Siempre soy optimista y pienso cuán útil, como verdadero premio al esfuerzo, puede ser la retroalimentación honesta y múltiple de un movimiento teatral hacia cada colectivo de artistas que se arriesga a compartir con los demás –los espectadores, los críticos especializados y los colegas de profesión– su empeño en el oficio y sus obsesiones humanas. Por eso sigo considerando, como he escrito ya –esto es un incómodo dèjá-vu, pero me resisto a callar– tablas 30 que, en un evento como el Festival, y a estas alturas, sobran y oscurecen el clima de convivencia la competencia y los premios, que siempre terminan siendo desleales para algunos, matizados por subjetividades naturales y no tanto, con jurados a cuyos miembros no es posible –no es posible, insisto– elegir desde la descontaminación o la asepsia, porque dichas cualidades, en una reunión tan cerrada de entes cercanos como esta, no existen. Premios que generan unas pocas alegrías y muchos más disgustos y resquemores, que sectorizan tendencias igualmente valiosas y despiertan suspicacias, y que abren debates enconados fuera del espacio idóneo, no son premios ni para los artistas ni para el espacio del teatro, que ha ocupado y sigue teniendo para nosotros un lugar importante en la discusión de las contradicciones éticas, y en el efectivo examen metafórico y artístico de las tensiones del ser humano con el ejercicio del poder de la sociedad, aquí y ahora. Por eso, para los premios concedidos no tengo comentarios. También creo que Camagüey, a pesar de las bondades de esta cita que saludé al inicio, acusa un desgaste profundo como sede. Primero, porque la provincia hace varios años no tiene una labor propia de vanguardia en la escena que justifique su permanencia histórica como anfitriona año tras año. Hay que recordar que el evento nació, a iniciativa del dramaturgo camagüeyano Rómulo Loredo, como espacio de estímulo a la dramaturgia nacional –recuerdo también un notable encuentro de autores que, con similar espíritu, la provincia acogió allá por los años 80–, y que a lo largo del tiempo ha acusado tensiones entre defenderse como un espacio dedicado a este segmento del teatro nacional, entendido desde una postura de privilegio para el texto, sobre lo que regularmente se sigue reclamando. Pero el carácter suprarregional, el compromiso con la escena de todo el país que tiene la cita, coordinada –y asegurada– centralmente por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, plantea requerimientos más abarcadores, según una noción contemporánea y abierta de la escena. Por otro lado, los anfitriones acusan, al parecer, cierta fatiga o sobrecarga que los limita a asistir a citas de intercambio fundamentales –como el evento teórico–, y están más concentrados en lo organizativo y en los actos formales, quizás –no quisiera ser injusta– presionados por garantizar que todo lo programado sea posible, pero descentrados de la médula artística que sustenta al Festival. Quizás es hora de valorar, también en aras de la optimización de empeños que reclaman las complejísimas circunstancias económicas que vivimos, y para prevenir contra el impacto negativo que puedan tener para los procesos de creación artística en un futuro inmediato, si sería más productivo concebir un festival nacional, de análisis y estímulo a lo mejor, sin sede fija, que se mueva por la Isla como efectiva respuesta a los mejores esfuerzos y en pos de los más sobresalientes resultados artísticos –y potencie así, también, el desarrollo de nuevos públicos–, mientras que Camagüey podría volver a ser un espacio de reconocimiento a la dramaturgia cubana. Dos años, o el tiempo necesario, en una Isla que se mueve, se sacude, se repiensa y se reconfigura, pueden dar luz a las aspiraciones colectivas sobre el Festival que será. reporTEs reporTEs reporTEs El estado de las cosas y las cosas del Estado I Muchos cubanos recuerdan los años 80 como «la danza de los millones». El nivel de vida y los servicios respondían a la aparente estabilidad económica de entonces. Las obras emprendidas por la cultura y el deporte fueron consecuencias de este bienestar social. Surgen en esa década el Festival Nacional de Teatro de Camagüey y el de La reporTEs reporTEs Amarilis Pérez Vera Amarilis Pérez Vera Habana con los objetivos de confrontar al teatro cubano y al foráneo, elevar la referencia del público y los creadores, así como erigir el estandarte de una sociedad más justa y por el mejoramiento humano. En los 90, antes de declararse la crisis del capital cubano, se organizan el Festival Internacional de Cine Latinoamericano y Mayo Teatral por una expresión identitaria, ética y estética de los grupos y regiones implicadas. Estos FOTO: ALINA MORANTE Y sin embargo, se mueve , dirección de Carlos Cremata, Compañía Infantil de Teatro La Colmenita tablas 31 eventos se mantienen a pesar de nuestras dificultades financieras que en el teatro propiciaron, sin embargo, nuevas iniciativas como el Festival del Monólogo de Cienfuegos. Resulta inevitable ver al teatro desligado de la política cultural de la Cuba revolucionaria, de los embates económicos en los que esta se ha visto inmersa, así como de la necesidad de representarnos, proclamarnos e identificarnos como nación independiente y revolucionaria. Eventos como «Teatro y nación», de la Casa Editorial Tablas-Alarcos, y celebraciones tan recientes como las del Trece Festival de Teatro de La Habana: «50 años de Teatro y Revolución», expresan el vital vínculo. Antes del triunfo de la Revolución había un teatro de arte y un público para él. A partir de los 60 ocurre un cambio en el rostro del teatro cubano y una ampliación de su público, en parte propiciados por los enfrentamientos y contradicciones propios del proceso que con urgencia e ímpetu el país promovía, al que fueron convocados todos los intelectuales desde 1961 y al que una parte de los artistas se resistía. El arte juega un rol fundamental en la construcción y emisión del «hombre nuevo» y la «nación emergente» proclamados por la Revolución y puestos en evidencia de facto a través de algunas de las principales medidas: la Nacionalización empresarial, la Reforma Agraria y la Campaña de Alfabetización. Se debe decir que lo principal ha sido «mantener las conquistas de la Revolución». El arte y la cultura son, junto a la salud, la educación y el deporte, algunos de los fundamentales indicadores para una sociedad que, como la nuestra, prioriza el bienestar y el progreso de la humanidad y la civilización. Esta es la razón fundamental por la que, a pesar de las dificultades económicas, se han defendido «conquistas» entre las que, sin dudas, podemos colocar al Festival Nacional de Teatro de Camagüey. Aunque es competitivo, en principio se trataba de una confrontación entre creadores, para beneplácito de ellos y el público. El trasfondo político de la muestra del acontecer teatral del país se caracterizaba por llevar al debate cultural conceptos como identidad y nación. Este modus operandi era respaldado tanto por factores sociales como económicos propios de los años 80, pero dichas condiciones han variado. Actualmente seleccionar lo mejor que se hace en cada provincia o región del país no garantiza que durante el Festival el público pueda apreciar obras de calidad profesional. Esto, y los colosales escozores que produce entre los participantes y, por tanto, la corrosión del supuesto espíritu del Festival –teatristas de todo el país se reúnen para mostrar, compartir y debatir su creación– son algunas de las razones por las cuales muchos deseamos que el encuentro no sea competitivo. En mi opinión, la cita agramontina es resultado de la falta de propósitos y objetivos claros con que se concibe y se selecciona la muestra. A este sinsabor se suma la pena que produce la relación entre los gastos destinados para realizar el evento y finalmente lo que es. tablas 32 Arroz con maíz , dirección de Félix Dardo, Los Cuenteros Por otra parte, por qué anquilosar las concepciones de nación e identidad bajo las que se han realizado las ediciones del Festival, o por qué mantener a contrapelo estos temas si se pueden proponer nuevos tanto estética, ética y políticamente, como lo hacen algunos de los mejores grupos del país. Esto permitiría, por ejemplo, ampliar la muestra y enriquecerla; también el debate hacia aquellos espectáculos hechos por cubanos residentes en países extranjeros. Garantizar el beneficio social de nuestro arte no significa que este deba ser planfetario, conformista y vago. Comentó Vicente Revuelta a propósito del Trece Festival de Teatro de La Habana: No sé si es un hecho cierto que haya un teatro nacional. No sé si es solo una idea que se expande. Se dice que hay un teatro nacional, que no lo hay, o que lo había desde antes. Pero qué cosa es un teatro nacional. Nos preguntamos todavía sobre la nación y estamos llegando a la conclusión de que la componen muchos grupos sociales que tienen diferentes orígenes. De este modo debemos ver el teatro. […] Las naciones no son sino conglomerados, aunque no lo reconozcan, porque es difícil entender la diferencia.1 A estas dificultades se une la conformación del Jurado, pues, como la mayoría de los creadores concursan, los teatristas disponibles, aunque con las mejores intenciones, no siempre ostentan ni el grado de experimenta- II El Festival Nacional de Teatro de Camagüey regresó, después de muchos esfuerzos, y celebró su decimotercera cita. La edición estuvo dedicada a doce de los grupos que, según un número de especialistas, trazan los rasgos del teatro hecho en Cuba en el transcurso de más de cincuenta años de Revolución. Notemos, una vez más, la necesidad de acudir a una relación entre nuestras tablas y la nación cubana, de revisar la herencia, la tradición, las raíces, de asir un vínculo con lo social y con el público. Pero si bien se aprecia el gesto de mirar al pasado, no todos logran apuntar a la actualidad con ojo crítico, y menos pensar y proyectar un futuro. Es así que la relación entre teatro y nación o Revolución, al menos en los dos últimos festivales, me resulta completamente vaciada de sentido. Los grupos fueron Teatro Caribeño, Pequeño Teatro de La Habana, Buendía, El Público, Argos, Estudio Teatral de Santa Clara, Teatro de la Luna, El Ciervo Encantado, Papalote, Los Cuenteros, Teatro de Las Estaciones y Pálpito. En general, estos continúan estrenando y representado. Sin embargo, sus obras no son de la preferencia del público ni de la crítica. En determinados casos poseen un pasado notorio que ya no llega a las nuevas generaciones de teatristas sino a través de la documentación y el testimonio. Los homenajeados se estudiaron durante las conferencias: «Dos experiencias fundadoras en el teatro cubano actual: Teatro Caribeño y Pequeño Teatro de la Habana», por Alberto Curbelo y Esther Suárez Durán; «Espectáculos y problemas de la identidad: Teatro Buendía y Teatro El Público», por José A. Alegría y William Ruiz Morales; «Permanencias: Los Cuenteros, Teatro de las Estaciones y Pálpito», por Blanca Felipe Rivero, Dianelis Diéguez la O y Marilyn Garbey Oquendo; «Pensar la cultura cubana desde las tablas: El Ciervo Encantado y Teatro de la Luna», por Amarilis Pérez Vera y William Ruiz Morales; y «El actor en la escena, el individuo en sociedad: Argos Teatro y Estudio Teatral de Santa Clara», por Eberto García Abreu y Osvaldo Cano Castillo. El análisis de las trayectorias de estos grupos durante las jornadas con los críticos e investigadores, evidenció una parte del estado actual de nuestras tablas –la otra, lo hizo la muestra y los premios otorgados por el jurado–, en mi opinión, un estado moribundo no solo por el bajo grado de profesionalismo de los creadores sino de los críticos, investigadores y demás teatristas. En la mayoría de los casos presenciamos la repetición de exposiciones, temas, sujetos y objetos del análisis en el tan socorrido tono de homenaje que inunda a la Cuba contemporánea, a lo que se agrega el fallido diálogo entre unos y otros. Faltaron a estas citas –también a las salas de teatro– algunos de los participantes. Los directores no van a ver el trabajo de otros, tampoco son muchos los interesados en dialogar con la crítica que, por lo general, es muy benévola. De estos grupos homenajeados concursaron Teatro de Las Estaciones con Federico de noche, Los Cuenteros con Arroz con maíz, Pálpito con Un mar para Tatillo, Teatro El Público con Josefina la viajera y Las amargas lágrimas de Petra von Kant, Teatro de la Luna con La primera vez y Argos Teatro con Final de partida. Asistieron, en calidad de invitados, Pequeño Teatro de La Habana con Lo que le pasó a la cantante de baladas, Estudio Teatral de Santa Clara con Los Atridas, y la Compañía Infantil de Teatro La Colmenita con Y sin embargo, se mueve. Tanto estos como los concursantes –Teatro Guiñol de Santiago de Cuba, Teatro Tuyo, Sir Clown, Teatro de Títeres Parabajitos, Teatro del Viento, Teatro del Espacio Interior, D’Morón Teatro, El Mirón Cubano, Estro de Montecallado, Mefisto Teatro y Teatro D’Dos– fueron previamente seleccionados por teatristas, expertos y especialistas del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Director Artístico del Festival, quienes hicieron un recorrido exhaustivo por el país. Si bien la gira es, para el Consejo, como un termómetro de los logros, limitaciones, perspectivas y estancamiento de las artes escénicas en el país, el Festival no debe serlo. Ya quedó dicho: quizás deban trazarse nuevas directrices y redefinir sus objetivos. Está claro que en su estado actual no satisface a sus participantes. Y un buen comienzo sería cuestionar los parámetros para la selección de la 33 tablas ción ni de actualización necesarios. Tampoco garantiza su calidad que sea heterogéneo o esté integrado por una cantidad media de jóvenes. Quizás haya que arriesgarse y rejuvenecer un poco al jurado. muestra y también del Jurado, que parecen imprecisos, tradicionalistas e insuficientes; y permitir los extintos premios desiertos. Para sellar la desequilibrada y notoriamente baja calidad de los concursantes y verificar los desaciertos del Jurado basta con leer los artículos publicados a propósito del Festival, algunos de los cuales aparecen en el sitio web de la Casa Editorial Tablas-Alarcos. Estos hacen notar la complacencia con que muchos miran lo que se tiene y lo que pueden hacer; la mirada desenfocada del que no quiere ver a los otros; la poca presencia de representaciones, qué digo notables, sino decorosas, y la abundancia de aquellas completamente exentas de profesionalismo; también visibilizan el aprecio que el Jurado siente por obras que, apropiándose de temas delicados política y económicamente –delicados por ser el nuestro un Estado prolijo en censuras, temas tabú y prejuicios–, pecan de localistas, intrascendentes, comunes, y macarrónicos en su uso del lenguaje; aunque el Jurado no parece tan errado cuando critica a numerosas obras seleccionadas, pero sí desac- FOTO: RAMSÉS RUIZ Mala cosecha, dirección de Freddys Núñez Estenoz, Teatro del Viento tablas 34 tualizado y ajeno a la sensibilidad de sus contemporáneos, lo cual le negó la posibilidad de reconocer una excelente obra como Las amargas lágrimas de Petra von Kant, bajo la dirección de Carlos Díaz. No obstante, el Festival, con sus aciertos y desaciertos, con sus incomodidades y querellas, dejó tras de sí la escena caliente con asuntos que esperamos mejor resueltos para la próxima cita, si así fuera. Este es un evento que todos los teatristas y amantes del teatro en Cuba esperan con celo. Lo primordial es que continúe existiendo, y no desde la apatía, que podría llegar a eliminarlo dentro de los favoritos, sino desde el enriquecimiento de sus características fundamentales: la confrontación y el diálogo por el desarrollo de las artes escénicas en el país. NOTA 1 William Ruiz Morales: «Lo que me interesa ahora es la poesía. Pequeñísima conversación con Vicente Revuelta», en tablas, no. Anuario de 2009, p. 115. reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs Bienal de Danza del Caribe. Un camino abierto Mercedes Borges Bartutis La Bienal generó criterios de todo tipo. Pero lo que no tiene discusión es la tremenda posibilidad de ver danza durante tantos días, algo que ya no es frecuente en este país. Las razones son muchas y diversas: grupos fantasmas que apenas aparecen en cartelera, estrenos de dudosa calidad, compañías que tienen su punto de mira, fundamentalmente, en el extranjero, excelentes bailarines utilizados en insípidos proyectos, y un público cansado que, a pesar de ello, continúa asistiendo a los teatros en busca de los espectáculos que alguna vez disfrutamos. La Bienal de la Danza del Caribe activó resortes aletargados, nos obligó a cuestionar la calidad de sus proposiciones, generó polémica, pero dio posibilidad a varios jóvenes de avanzar en sus carreras. Su ayuda concreta estimuló a una compañía como DanzAbierta, que intenta mantenerse con nivel y dignidad en su discurso. Danza en Construcción Antes de que comenzara la Bienal, del 12 al 22 de marzo en Manzanillo, bien lejos de La Habana, tuvo lugar la segunda edición de Danza en Construcción, un taller de escritura y composición que reunió a bailarines y coreógrafos con el objetivo de buscar instrumentos y claves que ayudaran principalmente a los jóvenes artistas del área a encontrar maneras de enfrentar el hecho creador. Dos profesionales con propuestas bien distintas guiaron el taller: Taoufiq Izeddiou, de Marruecos, y Vanilton Lakka, de Brasil. Desde el vocabulario del break dance, combinándolo con elementos del entrenamiento tradicional de la danza, Vanilton Lakka dicta un grupo de instrucciones enfocadas hacia la formación corporal, y procura organizar 35 tablas NO HABÍA EXISTIDO EN CUBA UN ESPACIO expositivo para la danza moderna y contemporánea como lo viene siendo desde 2008 la Bienal de Danza del Caribe. Es una plataforma para el intercambio con artistas de otros países que apuesta por el descubrimiento de nuevos creadores y la visibilización de lo conquistado en el terreno de la danza. Llevada de la mano por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y Culturesfrance, la cita trajo a la capital cubana artistas del Caribe insular y continental, y persigue convertirse en el encuentro de danza más ambicioso en esta área geográfica, y un poco más allá. La ausencia de un festival que reuniera lo más representativo de las producciones nacionales y la presencia de invitados extranjeros siempre fue añoranza de nuestros artistas danzarios. Relegada, generalmente, a la condición de Cenicienta, la danza cubana se abrió un espacio a fuerza de calidad. Ramiro Guerra se impuso con su compañía en los años 60 del siglo pasado. Luego, una pléyade de coreógrafos y bailarines sacaron a flote un número significativo de espectáculos que ubicaron a la danza cubana en importantes escenarios internacionales. Sin embargo, esta no logra ser un movimiento compacto que mueva líneas estéticas fuertes, si bien hay creadores que definieron un estilo y dejaron una huella con su obra. Tampoco en Cuba se ha podido concretar un festival de danza contemporánea que reúna lo mejor del repertorio activo de las creaciones nacionales, en una confrontación con propuestas de otras latitudes. Justo en este punto tiene su mayor mérito la Bienal de Danza del Caribe. Largas e intensas jornadas caracterizaron al evento, que mostró una panorámica de las producciones más actuales del área, cuya curaduría estuvo a cargo de la consejera francesa de danza Sophie Renaud y del cubano Noel Bonilla-Chongo. FOTOS: CORTESÍA DE NOEL BONILLA-CHONGO Instinto de conservación , de Abel Berenguer, Cuba las herramientas del cuerpo, para brindarle al intérprete una preparación técnica que lo ayude a enfrentar las más diversas propuestas creativas. En el otro extremo, Taoufiq Izeddiou llegó con una serie de acciones rítmicas, realizadas en grupo al unísono, para crear en colectivo un sonido firme. Los ritmos de África entraron con suavidad en los cuerpos de los bailarines. Cada ejercicio de Izeddiou era una suerte de coreografía improvisada, generadora de una música bien particular, producida por los pies y las manos de los bailarines. Los entrenamientos se combinaron con improvisaciones de los participantes. Ellos fueron provocados para que realizaran acciones en solos, dúos y tríos. La práctica estuvo acompañada por la intervención de los observadores, un grupo de teóricos y creadores que opinaron sobres las propuestas, con cuestionamientos y discusiones bien puntuales. Polémicas y laboriosas fueron las jornadas de Danza en Construcción. Diez días de trabajo pusieron sobre el escenario del Teatro Manzanillo un grupo de obras que conformaron un espectáculo singular. tablas 36 También, durante una jornada anterior en el Teatro Rex de la ciudad, se presentaron tres solos con créditos de algunos de los participantes en el taller. Annabel Guérédrat, de Martinica, mostró El solo que no le va a gustar a mi madre, una pieza que se cuestiona cuál es la idea que se tiene sobre el Caribe. ¿Cómo nos ven? ¿Cómo somos? ¿Reproducimos únicamente la imagen de un destino turístico, un lugar de placer y ocio? Annabel pone sobre el tapete problemas bien actuales de su país, y lo hace con una profunda y sentida cuota de entrega. De México, Javier Contreras llegó con la pieza Pues sí, no soy un bailarín, sensible manifiesto de un hombre que ha llegado a los cincuenta años y se hace un desgarrador ajuste de cuentas. Pienso que Javier Contreras fue de lo más revelador y sorprendente de la Bienal. Este singular profesor del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, se presenta en un atípico desnudo, y desde esa posición nos habla de diversidad, tolerancia, respeto por el otro, y también de la soledad humana. Finalmente, aquella noche gratificante en el Teatro Rex de Manzanillo hizo su aparición Vanilton Lakka con el solo Descarga, cuerpo, calle, donde muestra el resultado de años de investigación. Su vocabulario físico, arriesgado y seductor exhibe las potencialidades de este brasileño que cautiva con su propuesta. Danza en Construcción es parte de un proceso de formación que ha generado el Consejo Nacional de las Artes Escénicas desde 2007 en su Programa para el desarrollo de la danza; solo que ahora, con la participación de Culturesfrance, se abrió su convocatoria a los artistas del Caribe. Similares experiencias se han replicado en la zona: en julio de 2007, en Haití, bajo el título de «El cuerpo espejo del tiempo», dirigido por los coreógrafos Jean-Guy Saintus (Haití) y Lena Blou (Guadalupe) y, en Martinica, en julio de 2009, bajo la dirección de Annabel Guérédrat. Danza en Construcción fue una especie de residencia que posibilitó el intercambio de información y experiencias, desde prácticas diferentes. Durante diez días, en el hospitalario Hotel Venus, centro de promoción de las Artes Escénicas, creadores del Caribe sortearon las dificultades de convivir sin apenas conocerse. El taller proporcionó claves para la preparación de proyectos artísticos; en alguna medida ayudó a los jóvenes que apuestan por la búsqueda de una escritura coreográfica propia. Bienal de Danza del Caribe: otra mirada Con la Bienal de Danza del Caribe, La Habana se convirtió en otra del 23 al 28 de marzo de 2010. El martes 23 en la mañana fueron presentados el jurado y los concursantes, a continuación siguió la apertura de la exposición «Bailarines de África» del fotógrafo francés Antoine Tempé, en la Galería Raúl Oliva del Centro Cultural Bertolt Brecht. Una serie compuesta por dieciséis retratos en blanco y negro, figuras con una particular belleza, nos descubrían imágenes hermosas vistas a través del lente de este artista que sigue, desde hace muchos años, el trabajo de las compañías africanas de danza contemporánea. se cuestionan el desnudo en la danza y los «ingredientes» de una coreografía para que sea efectiva. Esta propuesta es de lo más notable de danza cubana que he presenciado en los últimos tiempos. Su manera de hacer, muy cercana a la danza-teatro, me recordó el espíritu de creación que existió en la danza nuestra en los años 80. Un par de horas después comenzó la competencia. En la Sala Tito Junco se presentaron los cinco solos en concurso. Abrió el santiaguero Janoski Suárez con Léa, una extraña figura híbrida, suerte de imagen travestida que se debate en contradicciones, pero no logra una salida para tantos conflictos planteados. Con un escenario abarrotado de objetos, Janoski nos deja muchas preguntas y pocas respuestas. Le siguió Non, inspirada en algunos períodos de la vida de Edith Piaf. Con coreografía de Osnel Delgado y asumida por la magnífica intérprete que es Lisbeth Saad, Non caricaturiza la figura de ese símbolo del canto que marcó el estilo de una época. Con Non estos dos jóvenes corrieron el riesgo de no estar a la altura del mito. Pienso que las ventajas que le proporcionaba una imagen demasiado conocida finalmente se volvieron en su contra. Desde su época de estudiante en la Escuela Nacional de Danza, Osnel perfilaba como un prometedor coreógrafo. También su permanencia en Danza Contemporánea de Cuba, cerca de procesos de creación con coreógrafos cubanos y extranjeros de estilos diversos, le ha dado muchas herramientas para su trabajo. Sin embargo, todavía su propuesta no logra ser estable. Pero tengo confianza, sé que en algún momento Osnel Delgado nos va a sorprender con un buen proyecto. De Guyana se presentó Julie Adami con una idea de íntima reflexión. Oroyo sô (Quizás sea mi hermana) es un repaso sereno sobre la vida de esta creadora, sobre un camino recorrido en la danza. La música en vivo enriquece y resalta la pieza de Julie, una artista madura que tiene una forma peculiar de moverse, y que insiste en mantenerse activa. Oroyo sô es un proyecto ambicioso que se queda a mitad de camino y que seguramente pudo ser más explotado. Con Instinto de conservación llegó el cubano Abel Berenguer, el cuarto concursante de la tarde. En una suerte de disertación sobre las posibilidades del bailarín, de los riesgos y peligros en que pone su cuerpo, Abel demostró sus estupendas condiciones físicas y técnicas para asumir la danza. Reiterativa, angustiosa y demandante para el intérprete, Instinto de conservación es una coreografía que puede aprovechar más resortes de la danza en su proceso de creación. La investigación sobre las posibilidades del cuerpo se queda a medias, cuando Berenguer es un intérprete que puede explorar más en el lado intelectual de la danza. Para cerrar la competencia de solos se presentó JeanAurel Maurice, un creador inquieto y carismático, procedente de San Martín, de padres haitianos. Su obra, Haïti en questions (Haití en preguntas), muestra una investigación en torno a sus raíces. La mirada hacia un país vencido por la pobreza se llena de pesadumbre y abatimiento. Una figura cubierta de barro se agita con movimientos torpes, a través de las imágenes de los basureros de su país, del desecho brutal que se 37 tablas En la tarde del propio martes 23, la Sala Tito Junco mostró Maravillosa, una fantástica propuesta de la ecuatoriana Josíe Cáceres y la uruguaya Federica Folco. Esta pieza surgió del proyecto CoLABratorio-Encuentro Sudamericano Europeo de Coreógrafos, una iniciativa del Festival Panorama de Dança, de Río de Janeiro, con el apoyo del programa Cultural 2000 de varias instancias europeas. Pienso que Maravillosa fue la mejor elección para iniciar las presentaciones de la Bienal de Danza del Caribe. Este singular espectáculo pone en tela de juicio los caminos que recorre la danza hoy por hoy, para lograr su promoción, su comercialización, en un mundo donde todo tiene un precio. Fresca, inteligente, osada, Maravillosa nos alerta y nos pone sobre aviso, con la mayor franqueza que puede exponer un espectáculo hecho con mucha sinceridad. En la noche del 23, en el Teatro Mella se efectuó la inauguración de la Bienal de Danza del Caribe. La gala de apertura mostró al Ballet Nacional de Cuba con Las sílfides, una versión de Alicia Alonso sobre la original Mijaíl Fokín. La compañía expuso su clase y honró al encuentro con su presencia. Le siguió en el programa Acentos, un divertimento de Eduardo Blanco que exhibe las condiciones de cinco magníficos intérpretes masculinos de esta compañía. Cerró la noche Súlkary, de Eduardo Rivero, interpretada por su compañía Teatro de la Danza del Caribe. Esta pieza sigue demostrando que es el gran clásico de la danza cubana. Aquella noche, su magia hizo «saltar» de sus asientos a los participantes en la Bienal con una cerrada ovación. Recordemos que Súlkary se estrenó en 1971 y todavía hoy, cuando la vemos bien ejecutada sobre el escenario, le pone los pelos de punta a cualquiera. A partir de aquella noche inaugural quedaban abiertas las jornadas de la Bienal de la Danza del Caribe. A la mañana siguiente, en el Instituto Superior de Arte, se presentó Tengo permiso de la policía para quedar desnudo aquí, un performance del brasileño Ricardo Marinelli, concebido para realizarse en la calle, y por eso su presentación en uno de los espacios exteriores del ISA se hizo reiterativa para la gente que asistía y que lo observó desde la perspectiva de público. En verdad, ni las calles de La Habana ni de muchos lugares del mundo están listas para esta intervención de Marinelli. Tengo permiso de la policía para quedar desnudo aquí cambia, toma rumbo y pulso, en la medida en que la gente pasa y decide las acciones que el bailarín va a ejecutar, con las ropas que se va a vestir, o si va a permanecer desnudo frente a todos. Ricardo Marinelli ya ha sido detenido en su propio país por presentar este performance en la calle. Luego, en la tarde del 24, la Sala Llauradó enseñó un programa-concierto con algunas compañías cubanas de danza. La muestra trajo piezas de pequeño formato de DanzaTeatro Retazos de La Habana, Emovere de Las Tunas, Endedans de Camagüey, y la obra Esto no es una danza, de Dixán Garrido y Libety Martínez, dos jóvenes bailarines cubanos que vienen incursionando hace ya algún tiempo en la coreografía. Graduados del ISA e insertados actualmente en la Compañía de Rosario Cárdenas, Libety y Dixán amontona en cualquier sitio; Jean-Aurel alerta y denuncia. Danza comprometida que necesita un poco más de hechura artística, pero que se sitúa en una ruta de búsquedas y peligros, un camino tan necesario en estos tiempos. Todavía el martes 24 nos guardaba nuevas tensiones. En la noche, el Teatro Mella presentó las dos primeras obras que concursaban en la categoría de grupo: Malson de Susana Pous y Peso de Sandra Rami. El espectáculo de Susana Pous tiene música y trabajo de imágenes de X Alfonso, uno de los creadores más interesantes que muestra Cuba hoy. Susana Pous es una artista española que vive y trabaja en nuestro país hace bastante tiempo. Su espectáculo Malson, con DanzAbierta, abre con secuencias de movimientos bien atractivas y deja claro que en estos tiempos hay que reinventar la danza. El espectáculo muestra a individuos atrapados entre las desilusiones y la seducción de la vida que, aun difícil, se hace hermosa y encantadora. La obra, concebida para casi una hora de duración, tuvo que reducir su tiempo a treinta minutos para cumplir con los requisitos de la competencia. Contrario a lo que muchos pensaron, Malson no pierde eficacia con esta mutilación, lo que demuestra las cualidades de Susana para editar su propio trabajo, algo que cuesta horrores a muchos coreógrafos. Malson salió airosa de la prueba y se llevó una gran ovación del público. Cerró esa primera noche de concurso Peso, pieza concebida por la coreógrafa cubana Sandra Rami, dentro de su espacio de experimentación en Teatro El Público. Peso es una propuesta seductora que sorprende por el empuje y coraje de su planteo. Con la bailarina Alena León y la actriz Tamara Venereo como intérpretes, Peso juega con ciertas cuerdas que dan significantes varios a la palabra. La pieza se regodea en el espacio y las dos figuras, suertes de clowns, manipulan sus pesos, sus niveles, sus ventajas y desventajas con relación al otro. La música ejecutada en vivo refuerza la propuesta. Pero la ubicación de los músicos contamina el espacio, y mancha las hermosas imágenes que van elaborando las dos intérpretes. Peso es un gran proyecto, aunque todavía tendrá que madurar. Sin embargo, deja por sentado la naturaleza de una creadora como Sandra Rami, seria y consecuente con la calidad mostrada en sus obras anteriores. El final de la noche, en la Sala Tito Junco, estuvo gratificado con la presentación de ¿Es el cuerpo un medio de danza?, un trabajo de Vanilton Lakka y dos de los bailarines que colaboran con este brasileño inquieto y fascinador. Sin los elementos convencionales que acompañan a las coreografías, Lakka atrapa al público en su invitación y lo hace cómplice, para arrastrarlo con él hacia el espacio de representación. A la mañana siguiente, el jueves 25, la Casa del Alba recibió el foro «Danza: entre resistencias y provocaciones». El espacio que pretendía ser un encuentro sobre las preocupaciones que entornan la creación, la investigación y la circulación de la danza en la región Caribe, era moderado por el crítico Ismael Albelo, quien luego de comenzar con un discurso introductorio un tanto ampuloso, fue intervenido por la bailarina Annabel Guérédrat con una tablas 38 verdadera provocación hacia lo teóricos, quienes no pudieron ganar terreno nuevamente. La coreógrafa de Martinica arrastró al público fuera de la sala y, en cada rincón de la Casa del Alba, se sucedieron las obras experimentales y de pequeño formato que habían sido creadas en el taller Danza en Construcción, en Manzanillo. En la tarde, Ricardo Marinelli y Michelle Moura, del Colectivo Coliflor de Brasil, presentaron Una pieza selecta, en la Sala Llauradó. En la Tito Junco los colombianos del Colectivo La Prenda mostraron Ecos. La primera quedó por debajo de las expectativas que había despertado. Teniendo como tema la relación de pareja en la época contemporánea, Una pieza selecta dejó una especie de vacío, porque el desnudo llegaba demasiado impuesto a los ojos del espectador. Ecos se sumaba también al desfile de desnudos que caracterizó a la Bienal de Danza del Caribe, y que no siempre estaban justificados. A pesar de ello, los colombianos crearon un clima interesante, con su Ecos que fue un poco extensa. El Teatro Mella exhibió la segunda y última velada de concurso, ese propio jueves 25, con la presentación de dos espectáculos procedentes de Martinica: Écume (Espuma) de Annabel Guérédrat y Mangeons… all inclusive (¡Comamos… todo incluido!) de Christian Emmanuel. Écume trajo una atmósfera de tristeza en los perfiles de tres mujeres que iban tejiendo partituras físicas bien diferentes. A pesar de la fuerza de los tres iconos, el video que se iba proyectando en un punto privilegiado del espacio tomaba la atención del público. Definitivamente era más interesante lo que trasmitían las imágenes que la propuesta de las bailarinas en el escenario. En un segundo momento Mangeons… all inclusive mostró una pieza grotesca, donde los intérpretes se fusionan en una guerra por la comida, alrededor de la mesa. Un carnaval de alimentos se esparce por el escenario y la escena resulta abrumadora. Para cerrar la noche, ya con el cansancio visible en la mayoría de los participantes de la Bienal, la Sala Llauradó acogió a la Compañía de Rosario Cárdenas con su espectáculo Zona-cuerpo, estrenado recientemente y del cual ya se ha comentando bastante. Terminada la competencia, quedaba todavía un número importante de obras que estaban en la programación de la muestra: Carne de Micheline Torres (Brasil); Sobrenatural de Natalia Tencer (Argentina); ATP (Trisfosfato de Adenosina) de Tamara Cubas (Uruguay); Bull dancing de Marcelo Evelin (Brasil); Project de Kettly Noel, Nelly Xaba y Luis de Abreu (Mali/ Sudáfrica/Brasil); ¿Cómo se dice en Martinica la arena de la playa? de Annabel Guérédrat y Javier Contreras; Good boy del destacado coreógrafo francés Alain Buffard; y Palabrademar del colombiano Álvaro Restrepo y su Colegio del Cuerpo. De todas ellas creo que merecen un espacio Bull dancing, obra que muestra descarnadamente las zonas agrestes del norte de Brasil, con la imagen del toro como protagonista. En otro estilo se destaca ¿Cómo se dice en Martinica la arena de la playa?, un tierno espectáculo que habla de soledades y de cómo respetar el espacio del otro. Pero, definitivamente, Good boy fue el espectáculo que levantó y MalSon , de Susana Pous, DanzAbierta, Cuba apartado de grupo, MalSon de Susana Pous se alzó con el premio, en disputa con Peso, de Sandra Rami. La Segunda Bienal de Danza del Caribe marcó largas e intensas jornadas en los escenarios del Teatro Mella, la Sala Llauradó, y la Tito Junco del Complejo Cultural Bertolt Brecht. La cita también permitió conocernos a algunos y reencontrarse a otros. La muestra que acompañó la competencia provino de coreógrafos y bailarines de más de diez países, y puso sobre el tapete interrogantes, satisfacciones, dudas, acuerdos, y desacuerdos. No obstante, para Noel Bonilla-Chongo, director artístico asociado de la Bienal, y uno de sus principales hacedores, este Caribe nuestro, tan diverso e idéntico a la vez, sigue tendiéndonos mágicas trampas para recuperar los olvidos y erigirnos en otros en la medida en que volvemos a ser los mismos. Tradición e invención se unen en un universo anónimo y lo geográfico, lo histórico, lo social se 39 tablas sostuvo aquellas últimas jornadas de la Bienal de Danza del Caribe. Alain Buffard puso sobre el escenario de la Sala Llauradó toda la intimidad de su discurso, de su historia, de su verdad. Pocos creadores abren puertas personales con este nivel de franqueza. Su Good boy es una demostración de consagración artística. Finalmente, respecto a los resultados de la competencia, el jurado de la Bienal de Danza del Caribe dejó desierto el premio en el apartado de solo, al considerar que las obras presentadas mostraron debilidad en su propósito e intención artística. Sin embargo, indicó realizar acciones que contribuyan al desarrollo de algunos coreógrafos participantes en esta categoría, y les permita dialogar con otras experiencias. Por ello determinó conceder invitación para participar en el Festival de Montpellier Danse 2010, Francia, a Julie Adami de Guyana, así como gestionar residencias para los jóvenes cubanos Abel Berenguer y Janoski Suárez, y para Jean-Aurel Maurice de Haití. Por su parte, en el hacen inclusivos en los imaginarios artísticos y en las heredades de nuestros pueblos de culturas híbridas y mezcladas. Pero la Bienal tuvo también sus detractores a ultranza, como el crítico Ismael Albelo, para quien el evento dio «una oferta primermundista, eurocéntrica, hasta cierto punto colonizada y esnob que en realidad nos apartó de la esperanza de salvación para una danza caribeña…» No es desdeñable que muchas de las propuestas que trajo la Bienal tuvieran un hálito «primermundista», como tampoco miro de forma negativa que una compañía de altísimo nivel como Danza Contemporánea de Cuba invite habitualmente a coreógrafos europeos a montar espectáculos con sus bailarines. Creadores de reconocido pedigrí que viven en el «primer mundo» serán siempre bienveni- ¿Es el cuerpo un medio de danza?, de Vanilton Lakka, Brasil tablas 40 dos aquí sin ningún prejuicio. No creo que porque Mats Ek, uno de los revolucionarios de la danza en el siglo XX, remontó para bailarines cubanos fragmentos de sus obra El apartamento y Fluke, bajo el título de Casi casa, la danza de este país se sienta colonizada. Las jornadas del evento fueron maratónicas, pero nos ofrecieron un panorama de las producciones del área. El Caribe latió y La Habana se llenó de un ambiente de danza que hace mucho tiempo no tenía. Dedicada al noventa cumpleaños de Alicia Alonso en esta ocasión, la Bienal de Danza del Caribe abre sus caminos hacia el desarrollo y la visibilidad de nuestra danza, y funciona como espacio real para el encuentro entre bailarines, coreógrafos, y profesionales de este arte, tanto en el Caribe insular como en el continental, y para el diálogo con otros gestores y artistas del mundo. tablas tab las FOTOS: CORTESÍA DE SALVADOR LEMIS Libreto 89 41 Salvador Lemis (Holguín, 1962) Es Licenciado en Dramaturgia y Teatrología por el Instituto Superior de Arte y Máster en Psicoterapia Colaborativa. Ha impartido clases en universidades de Cuba y México. Fue miembro fundador del grupo Buendía y de Teatro en las Nubes. Se desempeña como director del Área de Teatro del Centro Estatal de Bellas Artes de Yucatán. Cuenta con numerosas publicaciones, y ha merecido premios de dramaturgia teatral, poesía, narrativa y dirección escénica. Entre sus obras, estrenadas en países de América y Europa, se destacan Galápago, Tres Tazas de Trigo, La sordera humana, Asno-Asna, MascaradaCasal, La Cruzada de los niños, La ventana, El extraño caso de los espectadores que asesinaron a los títeres, Antonieta o el suicidio, Doña Gertrudis, Madame Yourcenar y Miss Grace: de Monte Negro al Monte Desierto, Rimbaud, Mozart: función suspendida, Micaela: diva, mambisa y chancletera, Kassandravana, Rompecabezas México, entre otras. Rogelio Orizondo Yo no sé dónde está la magia, dice la cebra, pero igual me mata A Alegnis, por su Uma El cubano Salvador Lemis se encuentra en México y hace teatro. Escribe el texto La cebra y se la entrega a Mario Guerra. Un grupo de actuación del ISA la trabaja, es una prueba accidentada pero aun así conocemos la obra de Salvador. Ahora se publica por primera vez. Irse de la Isla y seguir haciendo teatro es un acto de pujanza dolorosa. Sin embargo, Salvador ha tenido esa suerte y ese empeño. La cebra, ya muy diferente de Mascarada-Casal y Galápago, es una especial ironía sobre nuestra realidad, que sí, sigue siendo la suya. Habla la Cebra Debajo está la angustia, la dependencia, el amor/odio de un país. Está la síntesis y el efectismo de querer hacer teatro sobre la realidad de un país. Están los fantasmas y la contracultura, el contrabando de arte y el contrabando de referentes. Virgilio Piñera y Vincent van Gogh son las sombras que aparecen en una esquina, y que nos pueden salvar o hundir. Son los paradigmas cubanos y yumas. Son los pomos vacíos de Ciego Montero que debemos reciclar. tablas II La posición de los personajes en este texto es súper desconcertante. Ellos están marcados por el hastío, y reaccionan mecánicamente, con un desenfado y desinterés muy sobrecogedor. La muerte resulta natural como tomarse un café. Morir varias veces, en el día a día, y pegarse candela con alcohol de reverbero es tan común como asistir a un desfile del primero de mayo. La relación entre Mino y Uma, breve y sincera, las intensas conversaciones entre Mino y Mono, y la aparición de Blancanieves para esperar y velar el cadáver de su madre achicharrada, producen una emoción extraña, un sentimiento de vínculo, que me parece muy admirable. Hablo yo Amar a un país. Amar más a un país. Recoger los perros callejeros. Liberar a las yeguas. ¿Quién es el culpable de todo esto? Lograr reflexionar sobre los problemas del país sin tener como primera opción el bloqueo, el eterno bloqueo, todos los bloqueos. Mirar el Capitolio sin que me confundan con un turista, comprar artesanía para regalar, pasar por las calles de la Habana Vieja, por las tiendas en moneda nacional, las candongas, el orine y los vagabundos sin querer estar pasando por la cebra del Abbey Road. Escribir teatro por los problemas y para los problemas, pero hacerlo desenfadadamente, con un juego poético, una ironía del lenguaje y la situación que no conviertan esa/esta realidad en un producto patético, porque no somos patéticos, no. Pensar y repensar el teatro, la escritura, la representación. La inutilidad de crear ficciones para la escena. La necesidad de crear palabras, gritos. Ser salvador de los autores cubanos que viven en otra parte. La maldita situación dramática de ser el pasajero que no existe, el que no pisa ni la raya blanca ni la raya negra. Llorar por los que estamos en la sala de espera. De vivienda. Del hospital. Del aeropuerto. Llorar por las madres que dicen adiós a sus hijos. Y por los hijos que lloran porque la madre llora. Llorar por los que mueren y no pueden ser enterrados porque no hay otro espacio más grande que la casa, mejor que la casa, mayor que la casa. Llorar por los que no tienen casa y se acuestan con un yuma. Llorar por el novio que se dejó atrás. Llorar por el lenguaje. Por la vida y la muerte del lenguaje. Por el teatro. Cuba 2011. Se continúa vendiendo la obra folclórica que hemos inventado. Un tráfico de arte de los niños en la Habana Vieja, los almendrones, los negros jugando dominó, las caras del ché. Continuamos inventándonos un país, una política, una poética, un teatro. Las colas para las endoscopias aumentan, necesitamos saber el estado de nuestro estómago, lo que esconden nuestras caras detrás de la alegría y el dolor. Necesitamos lidocaína, anestesia, clordiazepóxidos y dipirona para sobrevivir al dolor. Necesitamos viajar para comprender el dolor. La cebra, la Patria, la nieve negra. ¡Qué bonito! Tenía que ser diferente aquí, ¿no? Stuttgart, 10 de marzo de 2011 III tablas Ellos están construidos con un mundo dramático intenso. Y tal parece que se ven obligados a decir los lugares comunes, a vivir más allá del tiempo y del espacio, a morir y seguir deambulando, a no parar de soñar. La pareja de la madre hastiada que solo hace flores de papel, con su difunto esposo que no encuentra lugar en el cementerio y acaba en la cárcel, sintetiza el rejuego que sabe hacer Salvador con lo dramático, con lo absurdo y con la reflexión seria sobre la realidad. Podemos encontrar aquí las líneas temáticas recurrentes de nuestra dramaturgia en los últimos años: el fracaso de nuestros padres, la extrema vigilancia y la extrema violencia, el caos de una ciudad donde todo el mundo está relacionado de alguna manera, la necesidad del invento para sobrevivir, la falsa moral, el ansia por partir, la prostitución del hombre y la prostitución del arte, los muertos agitando las banderas, el café con chícharos. También está el desgarro familiar, la falta de utopías –porque si pueden caer trocitos de hielo, todavía hay chance–, el dolor y la belleza del ser cubano, formado por el calor de una ciudad, la memoria de una Historia, la penetración de referentes. El resultado de la búsqueda de una identidad, que nos ha hecho únicos en el mundo: cebras nacidas en África y en la jaula de los antílopes. Pero estos temas, tan recurrentes ya, satisfacen en la obra de Salvador por la manera juguetona, irónica, choteadora, de hacerlos lenguaje. Ahí creo que está la verdad de este texto, su sinceridad poética. Salvador usa su dolor de la partida y del pasado que dejó atrás no como una necesidad de confesión ni de denuncia, sino como un juego, como un material para trabajar en la escena. Una estructura fragmentada con momentos de desborde imaginativo, de lo real maravilloso, de la muerte de las palomas, concentrados en la cámara negra; y los momentos de diálogo divididos en rayas negras y rayas blancas. Un orden estructural que forma la apariencia, la piel de la cebra. Ese dolor que fue matar al animal, que fue matar a la utopía de vivir en su país y hacer teatro en su país pero también fue despellejar las rayas de la cárcel, de la sexualidad, lo han convertido en un ahogado y también en un exitoso hombre de teatro. En el texto, Mino está en la lista como uno de los miles de náufragos en el mar pero también logra salvarse y llegar a su destino, México. Y es Mino, quien mata al animal, ese objeto del deseo, el que finalmente logra construir, en la figura de Salvador, el otro animal textual para la escena que es La cebra. Esta es una manera valiente y sabia de hacer teatro, de no caer en el panfleto ni en el patetismo. Salvador, al crear una nueva cebra con la que tuvo que matar en la Isla, asume una postura indestructible: lo importante no es el país, sino la patria que construyas. La cebra Salvador Lemis Raya blanca I SEGURIDAD α. A ver, pásame esa lista. SEGURIDAD Ω. Con cuidado. SEGURIDAD α. ¿Todos están muertos? SEGURIDAD Ω. Eso parece. SEGURIDAD α. ¿Quién la consiguió? SEGURIDAD Ω. El de siempre. SEGURIDAD α. Es bueno el tipo. SEGURIDAD Ω. El mejor. No se le escapa ni una mosca. SEGURIDAD α. Mientras no le dé por irse. SEGURIDAD Ω. ¿Crees? SEGURIDAD α. Mira el caso del coronel; ¿quién lo iba a decir? Todos apostamos por que se iba al infierno y fíjate: llegó al cielo el muy hijo de puta. SEGURIDAD Ω. Es verdad. SEGURIDAD α. Me pesa revisar esto: si están muertos nadie les va a hacer una estatua frente al mar. SEGURIDAD Ω. Es mejor que se mueran todos a que estén dando problemas. SEGURIDAD α. ¿Queda suficiente café? SEGURIDAD Ω. Si se le puede llamar así. Es chícharo ruso. Tostado. SEGURIDAD α. ¿Por cuál empezamos? ¿Tienes los Expedientes? SEGURIDAD Ω. Todo. Pero si quieres lo dejamos para mañana por la mañana. SEGURIDAD α. No quiero dormir con esto pendiente, que si nos piden rendir cuentas... SEGURIDAD Ω. Sí. Yo no quiero una sanción. Después me quedo sin ganarme el televisor. SEGURIDAD α. Entonces, ¡manos a la obra! SEGURIDAD Ω. (Lee actas.) Este es el más problemático. SEGURIDAD α. «Era» el más conflictivo. Allá los tiburones con su condena. SEGURIDAD Ω. ¿Leo? SEGURIDAD α. Tú lees. Hacemos los subrayados y yo archivo. Algo raro, un detalle: lo consignamos y a dar parte arriba. SEGURIDAD Ω. ¿Empezamos con las mujeres o con los hombres? SEGURIDAD α. Sigue con el primero que apareció. ¿Cómo se llama? SEGURIDAD Ω. Le decían Mino. ¡Mira qué facha! Rapado. SEGURIDAD α. Vaya. SEGURIDAD Ω. La cara de traficante no se la quita nadie. SEGURIDAD α. OK. Díctame. Cámara negra: pasa un helicóptero que tira flores: margaritas blancas, naranjas y amarillas. Muy bonitas. Ellos miran a través de una ventana de cemento gris y vidrios sucios. Una paloma tiene su nido allí. Abren el ventanal y lo barren con la mano. Los huevecillos se rompen sobre el pavimento: crash crash. Raya negra II MINO. ¿Qué haces ahí? UMA. Sentada. tablas IV MINO. Llevas tres horas. ¿No te hace daño el sol? UMA. Estoy acostumbrada, ya sabes, por tanta cola. MINO. ¿Esperas a alguien? UMA. Algo. Espero algo, para ser precisa. MINO. No me iré de aquí si no me lo aclaras. No pienso... UMA. La borrasca. MINO. ¿Qué? UMA. Va a caer nieve. MINO. ¡Estás loca, Uma! ¡Esto es el maldito trópico! Solo caería si se produce un puñetero milagro. (Pausa.) ¿Se produce algo? Aquí ya no se produce nada. UMA. ¿Tú no crees en milagros? MINO. (Sonríe.) ¡Vamos! UMA. La otra tarde cayeron granizos, Mino. Ya es algo. MINO. ¡Granizos! ¡Pueden caer granizos, pero jamás copos de nieve! UMA. Si pueden caer trocitos de hielo, entonces hay chance. MINO. Te vas a poner más negra de lo que eres. (Cantimplora.) ¿Quieres té de hojas de naranja? Está frío. UMA. Dame. (Beben.) MINO. Refresca. UMA. Está bueno. MINO. Te vas a deshidratar. Lo digo en serio. UMA. No sé. Ese sol lleva quemando como cincuenta millones de años. Ya se hace odioso. MINO. Deberías irte de aquí. Este parque está muy cerca de la embajada. La policía va a creer que escondes algo. UMA. Es que escondo algo. MINO. ¿Qué? UMA. A ti te lo puedo decir, Mino. Encontré el negocio del siglo. MINO. ¡Estás loca, chica! ¿Qué traes ahí? UMA. Un paisaje. MINO. ¿Cómo? UMA. Viñales. El valle. Palmas reales. Niebla. Ya sabes: escuela holandesa. MINO. Uma. UMA. Todo eso aquí dentro. ¿No es maravilloso? MINO. No entiendo. UMA. Es de un tipo del siglo XIX. Ayer revendí un Watteau. MINO. Estás de atar. Para internarte en Mazorra. ¡Es peligroso! UMA. Más peligroso es vivir. MINO. Si te agarran con un Watteau... UMA. Lo único que hice fue devolverlo. Me lo compró un turista. Francés. Una pájara. Así que volvió a Francia. Watteau era francés, ¿no? Cámara negra: permanecen mirando al cielo, pero no cae nieve. Pasa el mismo helicóptero y caen postales rusas del río Volga y de la vía Baikal-Amur. Bastante feas, por cierto. Cientos de niños recogen postales y las coleccionan. Se las llevan a sus mamás, quienes les pegan en las manos hasta dejárselas moradas. Raya blanca III TRANSEÚNTE. Cruce usted primero. PEATÓN. ¡No faltaba más! Cruce usted. FOTOS: YOANNIS RIGO Como milagros, ¡qué sé yo! PEATÓN. A mí también. TRANSEÚNTE. ¿Dónde trabaja usted? ¿Acaso como yo... en el zoológico? PEATÓN. Casi. Trabajo en el aeropuerto. Soy oficial de puerto aéreo. TRANSEÚNTE. Vaya. PEATÓN. Pero es casi un zoológico. Si viera los animales que llegan y se van. Pingüinos, hienas, rinocerontes, cebras... TRANSEÚNTE. ¿Cruzamos entonces? PEATÓN. Sí, sí, claro. No vamos a estar aquí toda la vida. TRANSEÚNTE. Ojalá que no. (Ríen.) PEATÓN. Su mano... TRANSEÚNTE. Aquí la tiene. PEATÓN. ¡Vamos! Cámara negra: son atropellados por una ambulancia. En la ambulancia viaja Uma, muerta. Lleva las venas cortadas con un diamante de cinco kilates. Gritos. Raya negra IV MINO. ¡No me lo van a creer! ¡Miren! BETICO. ¡Qué asco! ¿Qué son todas esas vendas? FX. Ya sé. Tu ombligo. Tu mamá guardaba el ombligo que te cortaron hace... ¿cuánto? ¿Dos décadas? MINO. Prepárense. BETICO. ¿Pongo música? MINO. No. FX. Acaba de desenredar eso. MINO. Ahí les va. (Muestra.) FX. ¿Qué es? BETICO. Vaya. Se ve espeluznante. ¿Un trozo de feto? FX. Parece una cáscara seca. ¿De mango o de naranja? MINO. Está reseca, sí, pero todavía puede reconocerse. FX. ¿Qué es, loco? MINO. La oreja de Van Gogh. BETICO. What? FX. ¿En serio? BETICO. ¿Y vas a creerle? MINO. Un tesoro. Contémplenla. FX. Genial. MINO. Eso vale millones de millones. BETICO. ¿Millones de qué? MINO. De yenes, de francos suizos, dólares, euros, no sé, depende de en lo que la quieras vender. BETICO. En serio que están pasados. V tablas TRANSEÚNTE. ¡Claro que no! ¿Y si viene un carro, una ambulancia, una patrulla, un taxi...? PEATÓN. Hay que arriesgarse. TRANSEÚNTE. Pero no sería yo el primero en hacerlo. Pase usted. PEATÓN. No, no. Cruce esa calle de inmediato. TRANSEÚNTE. ¿Me está obligando? PEATÓN. Sí. TRANSEÚNTE. En ese caso… PEATÓN. ¿Qué? TRANSEÚNTE. No me queda más remedio que cruzar. PEATÓN. ¿Y por qué? TRANSEÚNTE. Estoy acostumbrado a hacerlo todo por obligación. PEATÓN. ¡Qué curioso! A mí me pasa lo mismo. TRANSEÚNTE. Entonces cruzamos juntos. PEATÓN. Oblígueme. ¡Vamos, hombre! Atrévase. TRANSEÚNTE. ¡Cruce esa puñetera calle! PEATÓN. Claro. A propósito: es muy bella su bufanda. TRANSEÚNTE. Es rusa. PEATÓN. Se nota. Por los dibujitos feos. TRANSEÚNTE. ¿Será cierto que va a caer nieve? PEATÓN. Claro. Son experimentos, creo. De los yanquis. (Transición.) ¿Cruzamos de una vez? TRANSEÚNTE. ¿Vamos juntos? PEATÓN. ¿Nos tomamos de la mano? ¿Como colegiales? TRANSEÚNTE. Bueno, me va a recordar una buena época. No pensaba como ahora. PEATÓN. Ni yo. (Sonríe.) Son demasiadas cosas en común. ¿Le gustan las mollejas de pollo? TRANSEÚNTE. ¡Claro que no! ¡Qué asco! PEATÓN. A mí tampoco. Otra coincidencia. TRANSEÚNTE. ¡Bravo! PEATÓN. Cuando va a cruzar una calle, ¿lo hace con la pata izquierda o con la derecha? TRANSEÚNTE. Siempre con la derecha. PEATÓN. ¡Yo también! TRANSEÚNTE. ¿No me diga? PEATÓN. ¡Sí! (Se abrazan.) TRANSEÚNTE. ¿Tiene hijos? PEATÓN. Uno. Se llama Mino. TRANSEÚNTE. ¡¿No me diga?! ¡Yo también tengo uno sólo! Y también se llama Mino. PEATÓN. ¡Qué bien! Porque no es un nombre común aquí, ¿verdad? TRANSEÚNTE. Es que su abuela materna se llama Mina. PEATÓN. Mi suegra también. ¿No es maravilloso? TRANSEÚNTE. Últimamente me están pasando cosas muy raras. FX. ¿Y cómo llegó hasta acá? MINO. Ya sabes. Aquí aparece todo. Aunque después, paf, desaparezca. La historia es esta: el mejor amigo la recogió. Y pasó a otro y pasó a otro y pasó a otro y pasó a otro y llegó a mí. BETICO. Vaya. FX. Cállate, Betico. ¿Y qué vas a hacer con esta maravilla? MINO. Comercio, bolsa negra. BETICO. ¿Y dónde está el acta? MINO. ¿Qué acta? BETICO. De autenticidad. MINO. Todo está en regla. Tengo la caja de madera, registros, época, ¡hasta la puñetera prueba de ADN! FX. ¿En serio? MINO. I’m professional, boy. LOS TRES. (Saltos y griterío.) BETICO. Conozco a alguien. Un enlace. Dalo por hecho. Se llama Mono. Mi enlace. Todo un hombre: es maricón. Él dirá quién te la compra. Hace poco logró vender el pene de Caruso. Lo compró un argentino. Un coleccionista de tatuajes de judíos. ¡Va a ser un dineral! Estoy seguro. MINO. Y después: nos vamos a México. Podremos comprar una casa en Cancún. En plena zona hotelera. ¡Y listo! BETICO. ¿Conseguiste las galletas saladas? MINO. No pude. FX. No importa. Tenemos panqués. Suficiente. Y cantimploras con agua. MINO. ¿Y la balsa? BETICO. Casi lista. FX. (Coloca la oreja de Van Gogh en su oreja.) ¡Hey, se oye el mar! BETICO. ¿Dentro de la oreja? FX. Sí, oye. BETICO. Es verdad. MINO. ¿Ven? Ahora cuesta más. Cámara negra: el grupo de amigos levanta una tela deshilachada –un antiguo telón de embocadura de algún teatro–, y aparece una nave lista para aventurarse en el mar. Rompen una botella de champán en una de las cuatro esquinas de la gran balsa. Rugen... Raya blanca V FUNERARIO. ¿Este es el apartamento siete? MINO. Sí. FUNERARIO. ¿Aquí vivía este ciudadano? MINO. Sí, creo reconocer su fotografía. Es mi padre. FUNERARIO. Querrá decir: era... MINO. ¿Por qué? FUNERARIO. Vengo de la funeraria de la esquina. Por los trámites. MINO. ¿Qué dice? FUNERARIO. Mera formalidad. MINO. Mi papá está vivo. FUNERARIO. Lamento decirle que acaba de sufrir un accidente del tránsito. Frente al malecón. Una ambulancia... Lo aplastó. MINO. No entiendo. Si estuviera muerto ya nos hubiera llamado, para despedirse. FUNERARIO. Seguramente no le dio tiempo. Eso sucede en caso de accidente. Las almas, fusss, vuelan. tablas VI MINO. A mi mamá le va a dar un infarto. FUNERARIO. Nosotros nunca dejamos de tener clientela. Gracias a Dios. MINO. Y... ¿entonces? FUNERARIO. Firme aquí donde dice «acepto». MINO. ¿Acepto qué? FUNERARIO. Es que debe dar su consentimiento para que maquillen el cadáver. Como una vedette. MINO. ¿Y eso? FUNERARIO. Moda. MINO. Vaya. FUNERARIO. Es que se acerca el primero de mayo. Ya sabe. Hay desfile. Debe firmar si quiere que su padre esté en la tribuna. Sentado. No se preocupe, no se caerá del andamio. Lo sujetan con sogas y armellas metálicas. MINO. El sueño de él siempre fue mirar el desfile desde arriba. FUNERARIO. Ya lo ve, nunca es tarde. MINO. Firmo. Pero conste que no lo hago por mí. FUNERARIO. Bueno. MINO. (Firma.) Ya está. Pero no le diga nada a mi mamá. Le podría dar un infarto. Uno está medio hastiado de la familia, pero no está bien perderlos a todos así, de un viaje. FUNERARIO. Lo felicito. Es un ciudadano muy consciente. MINO. No todos piensan igual que usted. Dicen que soy un desastre. FUNERARIO. ¡Qué triste! ¿Quiere llorar encima de mi hombro izquierdo? MINO. ¿Acaso no da lo mismo llorar sobre el derecho? FUNERARIO. Oh, no, jovencito. Todo es simbólico. MINO. Deje, hoy no estoy particularmente deprimido. FUNERARIO. ¡No importa eso! Es por el rito. Llore. MINO. Bueno... (Llora.) FUNERARIO. (Le acaricia las nalgas.) Niño, niño. Ya pasó. Ya pasó. MINO. Gracias. Me siento mejor. FUNERARIO. Sí. MINO. Más calmado. FUNERARIO. ¡Fuerte! ¡Como un hombre! MINO. Sí. FUNERARIO. ¡Solo los cristales se rajan! MINO. Sí. FUNERARIO. Ahora solo necesitamos la firma de su padre. MINO. ¡Pero si está muerto! FUNERARIO. No importa, llámelo. Es mera formalidad. MINO. ¡Papi! FUNERARIO. Por mí no se preocupe. Los de la funeraria siempre tenemos tiempo. MINO. ¡Papi! ¡Te busca un señor! FUNERARIO. Virgilio, me llamo Virgilio. MINO. ¡Dice que se llama Virgilio! Cámara negra: aparece el padre bailando el Mambo número cinco. Está vendado; trae una maleta, un saco gris y la bandera japonesa. Se le abre la maleta y ruedan naranjas, así como una hoz y un martillo. Firma y se va con el Funerario. Nadie se despide. Regresa y le da una cachetada a Mino, a quien le comienza a sangrar la nariz. MONO. (Posa desnudo.) ¿Por qué soy feo? ¿Por qué nací tan feo? MINO. Te llamas Mono. Es natural. MONO. Voy a cualquier lado, se quedan mirándome. No pueden vivir sin mirarme. Claro, el país de la gente más linda. Soy la excepción, claro. Voy al espejo y la fealdad extrema aparece, como si ese puñetero espejo me hubiese estado esperando, lleno de inquina y resplandor, el espejo. «¡Hey Mono estoy aquí soy tu peor obsesión asquéate de vivir!» MINO. Con esos complejos no vas a llegar a ninguna parte. Y no te muevas, estoy trabajando sobre tu perfil. MONO. Hay una mosca. ¿Me la trago? MINO. Espántala. MONO. Ya se fue. MINO. A lo mejor era el alma de mi papá. MONO. Por feo es que estoy pasando el Niágara en bicicleta. No puedo ligar turistas extranjeros. ¿Crees que pueda ser jinetero algún día? No se fijan en mí. No se fijan. Viran la cara. MINO. Alégrate. MONO. Siento calambres. MINO. ¡Espera! Termino tu oreja y ya. Es de duende. MONO. Algo bonito tenía que tener. ¿No crees, Mino? MINO. Tu pinga es linda. También. Raya blanca VII MINO. ¿Qué haces, mother? MAMÁ. Flores de papel. Eran violetas y me salieron marpacíficos. MINO. ¡Qué feas te quedaron! MAMÁ. Anoche no llegaste a dormir. MINO. Es mi problema. Lo cual hace que, siendo mi problema, no sea tu problema. MAMÁ. Nietzsche... Zaratustra. Individualismo. Desazón. MINO. Nos entendimos. MAMÁ. Espero que no andes en malos pasos. MINO. ¿Qué te pasa, mother? ¿Qué coño tienes? MAMÁ. Estoy harta. MINO. Y la coges contra mí. MAMÁ. Eres parte del sistema. MINO. No tengo la culpa de que ya no estés en la Universidad. MAMÁ. Mino, me salí porque me dio la gana. MINO. ¡Te dio la gana y de pronto no hizo falta que alguien impartiera Historia de Rusia! MAMÁ. Desayuna. MINO. No quiero nada. MAMÁ. Te hice el último huevo sobre la Tierra. No lo desperdicies. MINO. Me siento a la mesa si te comes la mitad. MAMÁ. OK. (Comen.) MINO. Está rico. ¿Hay sal? MAMÁ. No hay; lo siento, mijo. MINO. Me zamparía un bistec de cebra. ¡Uhmmm! MAMÁ. No me la recuerdes. MINO. ¿Hay leche? MAMÁ. ¡Qué ingenuo! Tampoco. Queda un poco de ron añejo. Era de tu papá. ¿Quieres? MINO. ¡¿Con huevo?! MAMÁ. Sabe bien. MINO. Dame, mother. Cámara negra: beben solos y cantan un bolero de oro. Muy serios. Raya negra VIII VAN GOGH. ¿Sabe dónde está la Plaza de la Catedral? MINO. Disculpe, me parece que lo conozco. VAN GOGH. ¿A mí? No creo. MINO. ¡Sí, claro! Yo soy Mino. VAN GOGH. Mucho gusto, Vincent. MINO. ¿Van Gogh? VAN GOGH. ¿Cómo sabe mi apellido? MINO. ¡Hablas mi mismo idioma! ¡Y sin acento! VAN GOGH. ¿Es raro? MINO. Conozco su obra, casi toda. ¡Sus cuadros! El de los pájaros negros y el campo amarillo me vuelve loco. VAN GOGH. La paleta estaba sucia. Lo logré. MINO. Leí tus cartas a Théo. VAN GOGH. Théo. MINO. Sí. VAN GOGH. Théo me quiere. MINO. ¿Vino Théo? VAN GOGH. Le pagué el paquete. Logré vender un cuadro. El boleto se perdió, ya sabes: les femmes. MINO. Oui, les femmes. VAN GOGH. A propósito, ¿me puede indicar cuál es la calle Empedrado? Quiero ir a la Plaza de la Catedral. MINO. Te llevo. VAN GOGH. ¿Estudia? MINO. La Universidad. Artes plásticas. Tercer año. VAN GOGH. ¿Hace pintura? VII tablas Raya negra VI MINO. Sí, maestro. VAN GOGH. ¿Qué pinta? MINO. Mierda. Cámara negra: caminan y a medida que avanzan las casas se ponen de color naranja podrida. Aparece volando una patrulla de policías. Los policías tienen orejas y rabos de burro. Raya blanca IX POLICÍA. Señor, ¿lo está molestando? VAN GOGH. ¿Perdón? POLICÍA. El muchacho, ¿le está pidiendo algo? MINO. Es mi amigo, oficial. POLICÍA. Muéstreme su identificación. (Revisa.) VAN GOGH. Es buena persona. No me molesta. No es un maleante. Es de la Universidad. MINO. Tranquilo. POLICÍA. Todo parece estar en orden. MINO. Ahí no va a decir si soy terrorista. VAN GOGH. Tranquilo. POLICÍA. ¿Cómo dice, ciudadano? MINO. Nada. VAN GOGH. Nada. POLICÍA. Más te vale. VAN GOGH. ¿Podemos continuar? POLICÍA. Siga usted solo, señor. Y mil disculpas. El muchacho se va conmigo. MINO. Esto es un abuso. VAN GOGH. Mire, no debe... POLICÍA. Soy la autoridad. ¿De qué país viene? VAN GOGH. Holanda. POLICÍA. ¿Dónde queda eso? VAN GOGH. En Europa. POLICÍA. Ah. MINO. Sigue tú solo, Van Gogh. POLICÍA. Joven, métase a la patrulla. VAN GOGH. Es mi amigo. Voy con él. POLICÍA. Éste no es su business, compañero turista. VAN GOGH. Igual... Voy. (Mordisquea sus uñas, nervioso.) MINO. Tremendo gesto. POLICÍA. Como quiera el señor. MINO. ¡Coño, cómo extraño Holanda! Cámara negra: las patrullas emprenden vuelo. Prenden la sirena especial que avisa que portan criminales peligrosísimos. Sacan sus garras y planean como cernícalos o azores. Encuentran a su paso tablas VIII unas palomas bastante bobaliconas y les trozan el pescuezo. Siguen su ruta hasta la estación. Contemplan un bello desfile de gente, abajo, cerca del centro de la Tierra. Raya negra X MOMIA. ¡Mire, cuántos banderines! PAPÁ. Las banderas me dan urticaria. MOMIA. No sabe lo que dice. PAPÁ. ¡Viva el primero de mayo! MOMIA. ¡Que viva! PAPÁ. Siempre quise ver los tanques de guerra desde aquí arriba. Era mi sueño guajiro. MOMIA. Nunca es tarde, ya ve. PAPÁ. ¿Usted también está muerto? MOMIA. Sí. Este es mi duodécimo desfile. Cada año me sacan y me traen aquí. Es bueno, después de todo. Allá en el cementerio Colón hace mucho calor. Mucho mármol, mucho mármol. PAPÁ. Cuando era estudiante me iba a repasar allá, entre los cipreses. MOMIA. ¡Qué tiempos! (Pausa.) Oiga, a usted lo han maquillado muy bien. PAPÁ. Gracias. MOMIA. Quizás le pusieron demasiado colorete por aquí. A ver, le quito un poco con mi venda. PAPÁ. Gracias. ¿No tiene un espejito? MOMIA. No. PAPÁ. Quiero que mi familia se sienta orgullosa cuando me vea por televisión. MOMIA. ¿Tienen televisor en colores? PAPÁ. Sí, me lo gané. También una lavadora. Rusa. A mi mujer le encanta. Así no se echa a perder las manos. MOMIA. ¿No vienen al desfile? PAPÁ. No, ¡qué va! Pertenecen a la generación de haraganes. El primero de mayo no se hizo para ellos. MOMIA. Pues le diré un secreto: en vida no me gustaban las aglomeraciones, los molotes, todo eso. PAPÁ. ¡Qué me cuenta! MOMIA. Era bastante apático. PAPÁ. Sssh, no diga eso aquí. MOMIA. No me importa. Ya qué van a poder hacerme. PAPÁ. Eso sí es verdad. MOMIA. (Mira y agita una banderita.) ¡Qué derechitos van! ¡Cualquiera diría que llevan una bayoneta metida en el culo!, ¿verdad? PAPÁ. Sí, eso es entrenamiento. Cámara negra: pasa una cuadrilla de aviones y otra y otra. Detrás, como si se hubiera puesto de acuerdo, pasa una cuadrilla de auras tiñosas, aves carroñeras. Cagan perlas y claveles rojos y la gente se mata abajo por cogerlos y guardarlos de recuerdo en una cajita. Raya blanca XI MINO. ¡Uma! ¡¿Qué tú haces aquí?! ¿Redada? UMA. Me cogieron saliendo de un hotel. POLICÍA. Esperen aquí. UMA. ¿Y ese quién es? ¿Un gringo? MINO. Vincent Van Gogh en persona. UMA. Mucho gusto. ¿El pintor? VAN GOGH. Enchanté. UMA. Coño, la ciudad se está llenando de gente famosa. Es una plaga. MINO. Es un vacilón. UMA. Está feísimo. ¿Y tiene mucha plata? MINO. Creo que sólo ha vendido un cuadro. UMA. Pero le dio para llegar hasta acá. VAN GOGH. Los paquetes por tres días. Son muy baratos. UMA. Vaya. Ojalá fuera viceversa. MINO. Anoche soñé que te matabas, Uma. UMA. Dios te oiga. VAN GOGH. ¿No están nerviosos? Yo ya no tengo uñas. UMA. Esto es rutina. MINO. Rutina para ellos, rutina para nosotros. UMA. Ajá. MINO. Al principio me deprimía. Hasta lloraba, fíjate. POLICÍA. (Devuelve el pasaporte y el carné.) Ya pueden irse. MINO. Fichados. VAN GOGH. Muchas gracias, señor oficial. POLICÍA. Que disfrute su estancia en la isla más bella del mundo, señor. UMA. Usted también, oficial. POLICÍA. Eh. Se van ellos. Usted se queda. UMA. Mis vacaciones se alargan. MINO. Pásala bien, Uma. UMA. Chao, Mino. Chao, Van. Un día me desnudo para que me pintes. VAN GOGH. Fräulein, sehen. POLICÍA. ¡Hey! Ojo. Se me van por rumbos distintos. Tú, joven, por la izquierda. Y usted, pelirrojo, por la derecha. (Salen.) UMA. ¡Coño! ¡No le pregunté por qué se cortó la oreja! Cámara negra: el policía se le acerca a la mulata por detrás y comienza a restregarse contra sus nalgas, sin hablar. Ella le da un empujón y el policía cae. Se pone de pie, la agarra por el brazo y se la lleva violentamente. Raya negra XII PAPÁ. Mino me dijo que viniera a verte. MAMÁ. No te despediste. PAPÁ. Vieja, no me dio tiempo. ¿Nunca te ha pasado una Mercedes Benz por arriba? MAMÁ. No. Me imagino. PAPÁ. Quería pedirte un favor. MAMÁ. ¿Tenías algo pendiente, aparte de despedirte? PAPÁ. No me trates mal. MAMÁ. No. Si estoy contentísima de que te hayas muerto. PAPÁ. Tampoco te pongas cínica. MAMÁ. Bueno. Perdona. Ya no tienes por qué aguantarme. ¿Qué quieres? ¿Se trata de Mino? PAPÁ. No. No es Mino. MAMÁ. Entonces... PAPÁ. Se trata de mí. Un favor. MAMÁ. Suéltalo. PAPÁ. ¿Puedo venir para acá? MAMÁ. ¿Qué? ¡Pero si acabas de morirte! PAPÁ. Es que... que en el cementerio no hay lugar. MAMÁ. ¿Pretendes venirte a vivir acá? PAPÁ. Eso si tú quieres. MAMÁ. ¡Pero no vas a dormir conmigo! ¡Ni muerta me acuesto con un muerto! PAPÁ. Dormiré en el sofá. MAMÁ. Está roto. El relleno. Los muelles. Se te van a clavar en las costillas. PAPÁ. Aguantaré. MAMÁ. Mejor duerme con Mino. Si quieres hablo con él. PAPÁ. Bueno. MAMÁ. Me siento tan sola. PAPÁ. Pero no quieres dormir conmigo. MAMÁ. ¿Cómo se siente? PAPÁ. ¿Dónde? MAMÁ. Ahí, en la muerte. PAPÁ. Igual. MAMÁ. ¿Igual? PAPÁ. Es la intemperie. MAMÁ. Vaya. PAPÁ. Pero tú no quieres que sigamos durmiendo juntos. MAMÁ. Y dale con lo mismo. Duerme con Mino. Total. Él no viene todas las noches. PAPÁ. ¿Me das un beso? MAMÁ. Sí. A ver si se me quita esta puñetera soledad. IX tablas MOMIA. ¿Quiere una banderita? Tengo muchas. Por si se rompen con el viento. PAPÁ. Bueno. (La toma.) Gracias. ¿De dónde es ésta? MOMIA. No sé. PAPÁ. ¿Egipto? MOMIA. No sé. Creo que es de una provincia rusa. PAPÁ. Ah... Está bonita. MOMIA. Me alegra que le guste. Después la guarda y la usa el año que viene. Solo que fíjese antes y pregunte. PAPÁ. ¿Por qué? MOMIA. No vaya a ser que hayan roto relaciones con ese lugar y sean considerados enemigos. PAPÁ. Ah, qué bueno que me dice. MOMIA. Para eso estamos, camarada. PAPÁ. ¡Mire, ya se acercan las cuadrillas de aviones! MOMIA. ¡Qué orgullo!, ¡pacíficas bandadas de palomas! ¡Agite, agite su banderita, para que lo vean desde el cielo! PAPÁ. Mi amor. (Se abrazan.) MAMÁ. Hacía años que no me decías «mi amor». PAPÁ. Un poco tarde. MAMÁ. Espera, te quito esta sangre seca de aquí. Creo que te maquillaron un poco exageradamente. Pareces un monigote de carnaval. (Lo limpia con saliva y el paño de la cocina. Pausa.) Vaya, ¿y ahora? Te has quedado mudo. PAPÁ. No teníamos que haber tenido a Mino. Yo no sabía de qué se trataba esto. MAMÁ. ¿Qué cosa? PAPÁ. Pues... la vida. MAMÁ. Ya ves. Tú no me dejaste hacerme el aborto. PAPÁ. Perdona, mi amor. MAMÁ. No, no, perdóname tú. Dime qué más puedo hacer por ti. PAPÁ. Allí arriba me pones un vaso de agua fresca. Cámbialo todos los días. ¡Ah!, ¡y flores violetas! Trata de que sean de color violeta. Me reconfortan. Amarillas no. Que significan indiferencia. MAMÁ. Bueno. (Pausa.) Pero, ¿de dónde voy a sacar flores violetas aquí? PAPÁ. (Sonríe.) Es verdad. Qué bruto. MAMÁ. Pero te las hago de papel. Ya ves. Todo tiene solución. PAPÁ. Sí, sí, todo. Menos la muerte. Cámara negra: papá y mamá se besan apasionadamente. Cae un telón de fondo y la gente aplaude. Ellos se sorprenden. Una niña con uniforme les tira un ramo de violetas africanas. Raya blanca XIII UMA. ¡Mino! ¿Tan temprano? ¿Qué quieres? MINO. ¡Estás con alguien! ¿Otro italiano? UMA. No quiso irse para su hotel anoche. No entiendo nada: están en un cinco estrellas y prefieren mi cuchitril apestoso. MINO. Lávate la cara, por lo menos. UMA. ¿Quieres café? MINO. ¿Agua de medias? UMA. Café de verdad. Área dólar. MINO. Si no es molestia. HEMINGWAY. (Sale en calzoncillos y zapatillas.) Hello! Oh, my heart! MINO. ¿Y ese viejo? UMA. Casi no se le para. MINO. ¿Qué hay, viejo? HEMINGWAY. Hi! UMA. Se llama Hemingway. Ernest. HEMINGWAY. Hi! MINO. Está loco. Are you crazy, man? tablas X HEMINGWAY. A little. UMA. Te lo dije. HEMINGWAY. Oh, cuban coffee! (Bebe y se escuchan los sorbos.) MINO. ¿Es maricón? Me mira más raro... UMA. Tremendo machista. ¿No te has leído sus novelas? MINO. He oído. UMA. Te voy a prestar El viejo y el mar. Sucede aquí. MINO. ¿Tiene dibujitos, ilustraciones, fotos, algo? UMA. No. Pero es de tiburones. MINO. Míster Hemingway, ¿qué hace aquí? UMA. No entiende. Es un salao. Se quiere comprar una finca aquí. MINO. Pobrecito. UMA. (Busca un libro.) Ernestico, papá, mi alma. ¿Le dedicas este book a mi amigo? Mino, Mino, se llama. Book for him, darling. HEMINGWAY. The old man and the sea, ok. MINO. No te hubieses molestado. Estos viejos me dan vómito. UMA. Hoy estás insoportable. Sonríele, para que te ponga algo bonito. MINO. Ok. (Toma el libro, se le cae y lo recoge. Sonríe.) Thank you, guy. (Lee.) «With love and hope». Vaya, ¿no te dije que era medio maricón? Con amor y esperanza. Eso suena a invitación de singadera. ¡Y para colmo no usa desodorante! (Uma ríe.) HEMINGWAY. Oh, my heart! What pain, dear! (Sale.) MINO. ¡Bienvenido al club, papá Hemingway! UMA. ¿Ya te ibas, Mino? Me urge aquello. MINO. ¿Dónde está? UMA. Aquí. Es el manuscrito. Se llama Las nieves del Kilimanjaro. Se lo saqué anoche. Sin problemas. ¡Toma! Hay un coleccionista interesado. Una pájara vieja. De Puentes Grandes. MINO. Ok. UMA. Y si quieres le vendes también el que te autografió. MINO. ¡Por supuesto! UMA. Léetelo por arribita, por si un día te pregunta, ¿no? MINO. Chao. UMA. Un beso. MINO. ¿Con lengua incluida? UMA. Sí. (Se besan.) MINO. (Escupe.) Te dejó sabor a cucaracha. Cochina. UMA. Mira, salpicaste tu libro de saliva. Cochino. MINO. A cucaracha Premio Nobel. (Sale.) Raya negra XIV PAPÁ. ¿Cómo está, vecina? VECINA. Ahí. Ya me ve. A hacer cola. Llegaron las papas. Cámara negra: todos los vecinos sacan la cabeza por mil puertas y ventanas claveteadas. Vuelven a meterse y a cerrarlas suavemente, como quien no quiere la cosa. Raya blanca XV MONO. ¿Te gustó? MINO. Me dolió, coño, dijiste que no me iba a doler. MONO. Siento mucho tenerla tan gorda, lo siento. MINO. ¡Ja! Más lo sentí yo. Eché sangre. Me asusté. MONO. Es normal. MINO. Ahora me arde. MONO. Se te quitará, cobarde. Toma, esta crema alivia. MINO. (Se pone.) Arde más. MONO. Te anestesia. Espera un poquitico. Contiene lidocaína. MINO. Ya puedo respirar. MONO. ¿Ves? MINO. Vaya. MONO. Tenías telarañas. ¿Te gustó? MINO. Sí. MONO. ¿Mucho? MINO. Bastante como para no repetirlo en diez años. MONO. En menos de diez años se acaba el mundo. Ya lo oíste en el discurso. MINO. Yo no oigo discursos. MONO. Lo dijo Nostradamus. MINO. Nostradamus era mitómano. MONO. ¿Como tú? MINO. Como todos aquí. MONO. ¿Naciste así? MINO. ¿Así cómo? MONO. Que te guste esto. Mino. No. Lo hago por rebeldía. Tal vez. MONO. Mira, se me está parando de nuevo. ¿Lo hacemos again? MINO. Bueno. Caliéntame. Pásame la revista llena de rubias. MONO. ¿Esa o la de los negros? MINO. Cualquiera. Cualquiera. Cámara negra: un fulgor azulado relampaguea en todo el edificio y la gente que pasa por la calle se persigna. Raya negra XVI MINO. Hola, cebra. CEBRA. Hola, Mino. MINO. Mira, llené la mochila de hierba. CEBRA. Uhm, se ve apetitosa. MINO. No rebuznes. Te van a oír las vecinas. Ya sabes. Traen a sanidad y todo se jodió. CEBRA. No. No. Manifestaré mi emoción de otra manera. MINO. Come, cebra. CEBRA. (Traga.) Está buena. MINO. Está fresca. Es de los alrededores de una embajada. CEBRA. Ah, por eso. MINO. Vaya. CEBRA. ¿Estás deprimido? MINO. Algo. CEBRA. A mí no me engañas. Puedo tener forma de burro, pero no me engañas. MINO. Es por el puñetero calor. XI tablas PAPÁ. ¿Y el reuma? ¿La artritis? VECINA. Mejor. Voy llevándola en hombros, como se dice. PAPÁ. No lo parece. Se ve usted más saludable que antes. VECINA. Ay, me enteré de lo que le pasó. ¡Qué bueno que todavía esté entre nosotros! Aunque sea así. PAPÁ. Sí, eso suena bien. VECINA. ¿Y sabe si uno se descarna? PAPÁ. ¿Cómo dice? VECINA. Sí, si se queda en el puro pellejo. PAPÁ. No dan detalles. Hay que esperar. VECINA. Dicen que el cabello sigue creciendo. PAPÁ. Fíjese que sí. Yo me afeité esta mañana. Una cuchilla vieja; ¿puede creer que me dolió? No se libra uno. VECINA. Yo, por si acaso, estoy pagando –¡desde hace treinta años!– una tumba pequeña cerca del pozo. Nada del otro mundo, ¿me entiende? Me aterra la idea de quedarme así como usted. ¡Una nunca sabe! PAPÁ. No cambia, Cachita, no cambia. Siempre tan sincera. V ECINA. Ay, si yo digo que lo primero en la vida es el sentido de la verdad. P APÁ. El sentido del chisme, querrá decir. V ECINA. (Ríe.) Picarón. P APÁ. Vieja desgraciada, por su culpa me sacaron del trabajo, por su puñetera costumbre de andar diciendo lo que no debía. ¿A quién coño le importaba que yo tuviera una cebra en el apartamento, a ver? V ECINA. ¿Cómo dice? P APÁ . ¡No se haga la mosca muerta! ¡Vieja imbécil! ¡Chivata de mierda! V ECINA. Con permiso. P APÁ. No, no, no. Ahora se queda aquí, en medio de este pasillo y me oye unas cuantas verdades... V ECINA. Voy a pedir auxilio. Voy a pedir auxilio. P APÁ. ¿No fue usted la que se puso a decir por todo el barrio que mi hijo Mino era maricón? V ECINA. ¿Yooo? Jamás. Usted está confundido. P APÁ. ¡Bruja! VECINA. Con per... P APÁ. ¡Váyase, descarada! ¡Váyase a contar cómo regresé de ultratumba para insultarla! V ECINA. Loco. Usted está loco. P APÁ. No más que usted, vieja desgraciada. ¿Y no dijo también que a mi mujer la botaron de la Universidad por las cosas que enseñaba? ¡Lo regó como pólvora! ¡Rompe familias! V ECINA. (Se persigna.) Virgencita de la Caridad del Cobre. P APÁ. ¿No era atea? V ECINA. ¡Auxilio! P APÁ. Y esta noche le voy a halar las patas, así que duerma en cuclillas. VECINA. ¡Ay! CEBRA. No es eso. MINO. Estoy ajeno. CEBRA. ¿Es por Uma o por Mono? MINO. Por todo. Hoy me pidieron identificación siete puñeteras veces. ¡Siete! CEBRA. Es número mágico. MINO. La magia no existe. CEBRA. Claro que sí. La magia eres tú. La magia va contigo. En tu mochila, en tus tenis, en tus orejas, en... MINO. No me vas a convencer. Eso es pura mierda. CEBRA. ¡Uhhh, de verdad estás salao! MINO. Resingao. CEBRA. Aparte. MINO. ¿Ya te echaste toda la hierba? CEBRA. Como rápido. MINO. No dejaste ni una brizna. ¡Qué bestia! CEBRA. Tenía hambre, ¿qué tú quieres? Tu papá no me trajo nada del zoológico. Dice que nada más llevaron cabecitas de conejo. Para los carnívoros. MINO. Vaya. CEBRA. Los herbívoros tienen donde pastar. Se supone. MINO. No te quejes, cebra. Estás mejor aquí en el apartamento, ¿o no? CEBRA. No me puedo quejar. MINO. ¿Qué rebuznas ahí? CEBRA. Sueño despierta. Aquí puedo hacerlo. Sueño despierta. MINO. Como yo. CEBRA. Sueño con África. Una pradera. El sol, naranja. Baobabs. Nunca he visto un baobab. Nací aquí. En la jaula de los antílopes. MINO. Alégrate de no haber nacido en la de las hienas. CEBRA. Es lo mismo. MINO. Coño. CEBRA. Ya me contagiaste la depresión. MINO. Y tú me has pegado tus rayas negras. ¡Salá! CEBRA. Lo siento. MINO. Más lo siento yo. Raya blanca XVII Cámara negra: ducha. Cae el agua. Uma se corta las venas con un diamante de cinco kilates. El diamante rueda y se va por el tragante de agua sanguinolenta. Golpes en la puerta. Mino quiere cagar, pues acaba de tragarse diez bolas de helado de menta chip en Coppelia. MINO. ¡Uma! ¡Uma! ¡Abre la puerta! ¡Llevas como tres horas desde que llegué! ¡Tres horas ahí adentro! ¡Me estoy cagando, puta de mierda! ¡Tengo el puñetero mojón en la punta del culo! ¡Me voy a cagar en tu armario, desgraciada, encima de toda tu ropa de importación, desgraciada! ¡Abre esta puerta o le caigo a patadas y después te caigo a patadas a ti! ¿Con quién estás ahí, jinetera? ¿Con quién? (Derriba la puerta.) Uma, despierta. ¿Qué es todo esto? UMA. Estoy muerta. MINO. ¿Estás muerta, Uma? ¿Qué hiciste, coño, qué hiciste? ¿Qué carajos hiciste? tablas XII UMA. Estaba loca por irme. MINO. No te entendí, vieja. ¿Estaré quedándome sordo o no te entendí? No te ibas a ir de esa forma. UMA. Tengo frío. MINO. Uma, afuera cae nieve. UMA. Afuera está nevando. ¿Sí? Eso ya lo sé. Por primera vez cae nieve, ¿verdad? MINO. Nieve negra. UMA. ¡Qué bonito! Tenía que ser diferente aquí, ¿no? MINO. Te llevo al Hospital Militar. UMA. ¿No entiendes? Ya no tengo sangre. MINO. La hubieras donado, por lo menos. UMA. Tuve hepatitis C. Ya sabes que no puedo donar. Me la pegó el sueco aquel. MINO. (La abraza, se moja.) Uma, loca, Uma, mi hermanita. ¡Coño! ¡Coño! ¡Coño! ¡COÑO! ¡Desgraciá! ¡Voy a llamar a urgencias! ¡Una ambulancia! UMA. Oye, tú. MINO. ¿Qué? UMA. Desmaya la talla. Revisa la mochila. Mi mochila. Hallarás un sobre verde. Ahí está todo. Abrí una cuenta a tu nombre. Ahí está todo. Vas al banco y lo sacas. Cámbialos con quien tú sabes. Vas a ver también otro sobre. Rojo. Ya tienes la carta de invitación. La tarjeta blanca. Visa y pasaje. MINO. ¿Cuándo carajos hiciste todo eso, bruja? UMA. No importa. MINO. Coño, y yo que pensé que me tenías envidia. Y que me odiabas. UMA. Claro que te tengo algo de envidia, genio. ¡Pravda! Pero tanto como odiarte... MINO. ¿Y adónde me voy? UMA. A México. Esta semana. Forever. Raya negra XVIII MAMÁ. No tenemos gasolina. Sabes bien que no hay, no hay, no hay, no hay. PAPÁ. Ya sé. Ya sé. Ya sé. Ya sé. MAMÁ. Y además, el carro está fallando. PAPÁ. Ya sé. MAMÁ. Creo que es la bujía. PAPÁ. ¿Será? MAMÁ. Tendrás que irte a pie hasta el zoológico. PAPÁ. ¿Hasta allá? MAMÁ. No será la primera vez. PAPÁ. Esperaré la guagua. MAMÁ. Optimista. PAPÁ. Bueno... A lo mejor pasa un conocido. MAMÁ. Nadie lleva a nadie. Es ley. PAPÁ. ¡Carajo! MAMÁ. Maldice todo lo que te dé la gana. PAPÁ. ¿Estás borracha? ¿Estuviste bebiendo ron? MAMÁ. Una probadita, nada del otro mundo. Con huevo frito. PAPÁ. Ay, ¿qué nos estamos haciendo? MAMÁ. Querrás decir: ¿qué nos están haciendo? PAPÁ. No empieces. MAMÁ. Bueno. Cámara negra: Papá se va y en una de las calles cercanas, entretenido conversando con un fantasma, es atropellado por una ambulancia que viene disparada. Lo recogen y lo llevan directamente a la morgue del Hospital Militar. Dentro de la ambulancia va el cadáver de una mulata. Raya blanca XIX NEGRITA. ¿Tu mamá se está muriendo? MINO. No. NEGRITA. La mía sí. MINO. ¿De qué? NEGRITA. Se prendió candela. MINO. Vaya. NEGRITA. Con alcohol de reverbero. MINO. Vaya. Eso debe doler más que otras cosas. NEGRITA. Ni te creas. Dicen que es peor el petróleo. Luz brillante. MINO. Sí, seguro. NEGRITA. ¿Y a quién tú estás esperando? MINO. No sé. NEGRITA. ¿Por qué tú te vistes así? MINO. ¿Así cómo? NEGRITA. Como... como mi hermano. MINO. No sé. ¿Y cómo es eso? NEGRITA. Así, no sé. MINO. Es la moda. NEGRITA. Mi hermano está a la moda. Bueno, él cree que anda a la moda. Pero mi mamá, antes de quemarse, le gritaba que parecía un mamarracho. MINO. Simpática tu mamá. ¿Estaba amargada tu mamá? NEGRITA. Sí, claro. MINO. Vaya. NEGRITA. Pero mi hermano no le hace caso. Aunque le pusieron un apodo de lo más feo: Mono. Yo creo que por andar a la moda y vestirse así. MINO. ¿Cómo? NEGRITA. Como un mono. MINO. (Sonríe por primera vez.) Sí. Seguro. Claro. NEGRITA. ¿Cómo tú te llamas? MINO. Mino. ¿Y tú? NEGRITA. Blancanieves. MINO. Ya. NEGRITA. ¿Y a quien tú estás esperando ya se murió? MINO. Sí. NEGRITA. Pobrecita. Ella. Pobrecita. MINO. ¿Y cómo sabes que era mujer? NEGRITA. No sé. MINO. Vaya. NEGRITA. Va y a lo mejor soy brujera, como mi mamá. MINO. Seguro. NEGRITA. ¿Viste la nieve? MINO. Sí. Pensé que era más bonita. NEGRITA. Está feísima. Y para colmo, ¡negra! Yo creo que es una nieve que ya venía sucia. MINO. Sí. NEGRITA. Así viene también el arroz y el azúcar y la harina y... MINO. Cállate. ¡Cómo hablas! Pareces una cotorra. NEGRITA. Bueno. (Silencio.) Tú no te quedas atrás. MINO. Perdona. A veces soy así. NEGRITA. Ya tengo que irme. Mi mamá se acaba de morir. MINO. ¿En serio? NEGRITA. Sí. Le dio un paro. Ahora mismitico. Mira cómo me erizo. MINO. Lo siento. NEGRITA. Mejor. Porque hubiera quedado deforme. Por las quemaduras, tú sabes. Así. (Muecas.) MINO. Vaya. NEGRITA. Aché para tu camino. MINO. Bueno. NEGRITA. Cuando estés allá lejos... te acuerdas de mí. MINO. Bueno. XIII tablas EN ABRIL SE CELEBRÓ EN LA CIUDAD DE MAtanzas el I Encuentro Cuba-España de teatro para niños, niñas y jóvenes y el 9no Taller Internacional de Títeres. Fueron esas dos oportunidades exclusivas para conocer a importantes figuras artísticas, gestoras y promotoras, que trabajan desde el teatro en pos de los niños. De cómo avanza la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA) y de sus laboreos en el mundo de las figuras animadas estuvimos conversando con Jacques Trudeau, Manuel Morán y Miguel Arreche. PAPÁ. Por tu bien. La vecina tiene los micrófonos encendidos. Por La las UNIMA paredes. hacia otros caminos. MAMÁ Diálogo . ¡Oh, sí!con Jacques Trudeau PAPÁ. ¿Y Mino? MAMÁ UNIMA . Deja a tu arribó hijo ya en apaz. sus ochenta años, es la organización teatral PAPÁ. Bueno. mundial Allá más tú. antigua. ¿Usted, desde su puesto de M Secretario AMÁ. ¿Quieres General, quecómo te preste ve ahora sus patines, a la organización? o qué? ¿Cuáles son . No. líneas generales de trabajo? PAPÁlas MAMÁ Estoy . ¿Ya teenvas? este puesto desde hace dos años cuando se celebró PAPÁ. Ya me el congreso voy. en Australia. La UNIMA está en un MAMÁ. ¿Cómo te vas a ir? PAPÁ. Caminando. MAMÁ. Ve por la sombra. PAPÁ. Tampoco hay sombra. MAMÁ. Anunciaron una nevada. Una hermosa nevada. La primera en años. PAPÁ. ¿Desde la glaciación? MAMÁ. Lleva la bufanda que te regalaron los rusos. PAPÁ. Bueno. MAMÁ. (Se la pone.) Un gentleman. Ve con cuidado. La gente anda loca. PAPÁ. Si me arrollan no me incineres. MAMÁ. Bueno. Prometido. Cámara negra: la nieve negra continúa cayendo sobre La Habana y la gente saca sus abrigos con olor a guardado. Tres mulaticos y dos rubios hacen un muñeco de nieve. Negro, por supuesto. Mino camina bajo los copos que caen. Se resguarda debajo de una palmera, luego corre hasta el frontón de un teatro clausurado. Raya negra XX tablas PAPÁ. Andas en malos pasos. Me lo dijo tu mamá. MINO. ¿Qué te dijo? PAPÁ. Te vio con gente rara. Por La Rampa. MINO. Es una chismosa. PAPÁ. Es tu madre. MINO. Préstame dinero. PAPÁ. Descarado. MINO. Dame. PAPÁ. No tengo un kilo partido por la mitad. MINO. Vamos a vender la cebra. PAPÁ. Si se enteran en el zoológico me meten a la cárcel. MINO. Total. Allí tú eres el jefe. Se harán los de la vista gorda. PAPÁ. No sabes. MINO. No te van a denunciar. PAPÁ. ¿Quién va a querer comprar una cebra? Es imposible ocultar por mucho tiempo una cebra. MINO. No me entiendes, papi. PAPÁ. ¿Qué quieres decir? MINO. Matarla. PAPÁ. ¿Qué? MINO. Salar la carne. Venderla en el mercado negro. PAPÁ. Está prohibido sacrificar vacas, matar caballos. MINO. Esta es una cebra. No hay ley que lo prohíba. PAPÁ. No puedo. No puedo. MINO. Conozco gente, papi. Comprarían cada kilo de carne como en cinco de los verdes. ¿Te imaginas? PAPÁ. Bueno. (Silencio.) Es una buena pieza. Una pieza magnífica. MINO. Cebada a pura hierba del río Almendares. Y de Miramar. PAPÁ. Sí. MINO. Me ocupé de que engordara más. PAPÁ. Sí. Ya lo he visto. MINO. ¿Entonces? PAPÁ. Estoy pensando, Mino. MINO. Rápido. PAPÁ. Sí. Voy. MINO. Decídete. PAPÁ. Pero no se lo digas a tu mamá. MINO. Palabra. PAPÁ. Tampoco quiero que vea el reguero de sangre. MINO. Tendremos cuidado. PAPÁ. ¿Cómo puedo alejar a tu madre unos días? MINO. Pégale. PAPÁ. ¿Cómo? MINO. Golpéala. Siempre que lo hacías se iba a la casa de mi abuela Mina, ¿no? PAPÁ. Tienes razón, hijo. Eres un sol. MINO. ¿Entonces? PAPÁ. (Sonríe.) Carne de yegua con rayas. MINO. Carne de yegua con rayas. (Danzan, salvajes. Caen riéndose al viejo sofá. Como niños.) Rayas de carne con yegua. Yegua de rayas con carne. Carne de rayas con yegua. Yegua de carne con rayas. PAPÁ. Hay un problema. MINO. Ahora no te arrepientas. PAPÁ. Es que la cebra está preñada. MINO. ¿Qué? PAPÁ. Por eso la traje del zoológico. Necesita atención especial. MINO. ¿Cuánto tiempo tiene? PAPÁ. A punto de. MINO. Mejor, papi. PAPÁ. ¿Qué? MINO. Mejor. ¡Serán dos! Más carne. PAPÁ. Verdad. Sí. Verdad. Raya blanca XXI MAMÁ. (Canta y prende la lavadora rusa. Su canto no se oye, por supuesto. Mira al público. Está toda magullada. Su rostro presenta síntomas de tumefacción por los golpes. Habla al público, pero casi no se escucha lo que dice, a causa del ruido, por supuesto.) Harta, estoy harta. No puedo decir otra cosa. Estoy harta. Yo... estoy harta. ¿Y todo aquello, dónde quedó? ¿Y ahora? ¿Para dónde? Estoy harta. Nunca quise pensar en el engaño. Claro, ¿y ahora? Estoy harta. ¿Qué me queda? ¿Y él? ¿Y ella? ¿Dónde? ¿Y el otro? Estoy harta. No sé. ¿Por qué nos hizo esto? ¿Soy peor al aguantar todo eso? ¿Y qué hubiera podido hacer? ¿Qué? ¿De qué sirve un granito de arena? Estoy harta. Es cada vez peor. ¿Y qué es decir peor? ¿Esa era la jugada? ¿Esta? ¿Se puede quitar el hartazgo? ¿Y para qué insistir en quitárselo? ¿Y yo? ¿Dónde quedé yo? ¿Quién soy? ¿A qué hemos llegado? ¿A qué llegaste, desgraciado? ¿Estoy loca o harta o loca de estar harta? ¿Y tú? ¿Estás loco o eres tremendo descarado? Sinvergüenza. Eso no se hace. Así no se juega. Porque yo estoy harta. Estoy harta. Harta. Cada vez más harta de estar harta. ¿Y de qué me sirve? ¿De qué me sirve sentirme harta, estar harta, vivir harta, morirme harta?, ¡Ay, este trapo que no se lava!, ¡que no se le quitan esos horribles colores! (Apaga la lavadora. Se recuesta en ella, rueda y queda acuclillada, llorando.) Raya negra XXII MINO. El tráfico de obras va mejor cada día. MONO. Bien. MINO. No sé cómo a la gente le puede interesar ese trozo de trapo viejo, de tanto por tanto, manchado de colorines y todo eso. MONO. Así es la gente, Mino. Así es. MINO. Por eso dejé la Universidad... Las artes plásticas. En fin. MONO. Ibas bien. MINO. Sí. MONO. Tenías buen modelo. MINO. Eso no tanto. MONO. ¿A qué viniste? Cámara negra: Mono queda solo y rasga el paquete envuelto en papel de farmacia. Saca la piel de la Cebra. Raya blanca XXIII SEGURIDAD α. ¿Reconoce a este ciudadano? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. A ver el nombre. SEGURIDAD α. Más o menos de este alto. Ojos aceituna. Cabello corto. Rapado casi. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Sí. Ya sé. Fue amable. SEGURIDAD α. Anda prófugo. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. ¿Qué? SEGURIDAD Ω. Mató una cebra. Vendió la carne. Solo pudimos cazar al padre. Un hombre sin una mancha en su expediente. Se saló. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Mino. Veinte años. SEGURIDAD α. Sí. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Demasiado tarde. SEGURIDAD Ω. ¿Cómo dice? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Voló. Se fue. Tenía todo en regla. SEGURIDAD α. ¡Coño! ¿Adónde se fue? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Yucatán. México. SEGURIDAD α. ¡Que regrese el puñetero avión! Ese pájaro no puede irse así como así. ¿Quién se cree que es? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. ¿De qué más se le acusa? Está grueso. Su expediente. Vaya. SEGURIDAD Ω. Tráfico de obras de arte. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Vaya. Un error. Llevaba muchos lienzos enrollados. Dijo que eran suyos. Que él los había pintado. A lo mejor era verdad. Estaban horrorosos. Mujeres con tres narices. SEGURIDAD α. Picasso. Era un Picasso. SEGURIDAD Ω. Mire usted mismo la lista: Chagall, Dalí, Collazo, Sorolla, Cabrera Moreno, Segundo Planes, Watteau, Armando Gómez, Carlos Enríquez, Ponce, Tomás Sánchez, Esson, y hay más. SEGURIDAD α. Todo eso va a pesar sobre su conciencia, compañero oficial. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. El avión no puede dar la vuelta. No puede virar. SEGURIDAD α. Haga lo imposible. Haga lo que tenga que hacer. SEGURIDAD Ω. También llevaba manuscritos. Importantes. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. ¿Qué? SEGURIDAD α. Federico García Lorca, un español. Maricón. Una obra inédita: Cáncer. De 1929. La tenían los Loynaz: una familia de locos. Por suerte ya todos están muertos. ¿Pero para qué le digo todo esto? SEGURIDAD Ω. Apúrense. Que detengan el avión en el aeropuerto de Mérida. XV tablas MINO. A despedirme, Mono. MONO. ¿Ya están listos? MINO. Ellos, sí. MONO. ¿Y tú? MINO. Claro. MONO. ¿No les tienes miedo a los tiburones? MINO. Me gusta el desafío... Ya sabes. De los tiburones y todo eso. MONO. ¿Te vas a acordar de mí? MINO. Claro. (Lo besa en los labios y le mete la punta de la lengua en los orificios de la nariz.) MONO. ¡Cerdo! (Pausa.) No se te ocurra escribirme. MINO. Te comprometo. MONO. Claro. Después van a andar detrás de mí. Como hienas. MINO. Verdad que sí. MONO. Cuídate. Vete. MINO. Bueno. MONO. Bueno. MINO. Va y llega un extranjero. MONO. ¿Qué? MINO. Que le gusten los feos. MONO. A lo mejor. Cenicienta. Este es el cuento. MINO. O El patico feo. MONO. O El gato con botas. MINO. O La bella y la bestia. Adivina quién es la bestia. MONO. (Ríen.) Vete ya. MINO. Te traje algo. MONO. ¿Qué es? MINO. Un libro. Este libro. MONO. ¡El viejo y el mar! MINO. Adivina quién es el viejo. O adivina mejor quién es el tiburón. MONO. Gracias. (Lo besa secamente y le agarra el bulto.) MINO. Y también te traje esto. (Saca un envoltorio grande.) MONO. ¿Qué es? MINO. Ábrelo cuando me vaya. MONO. Bueno. MINO. Adiós. MONO. Adiós. Aché para tu camino. MINO. Falta poco. MONO. Sí. MINO. ¡Ciao, bello! MONO. Vete. El público... MINO. Verdad. (Sale.) OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Imposible. El avión aterrizó hace una hora. El viaje sólo es de cuarenta y cinco minutos. Su pajarito ya debe haber volado. SEGURIDAD α. ¡Coño! SEGURIDAD Ω. Ahora la van a coger contra nosotros. Estamos salaos. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Hay una esperanza. SEGURIDAD α. ¿Cuál? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. La Interpol. MONO. Cállate, Blancanieves. O te rompo los dientes. NEGRITA. Bueno. Me callo. (Silencio.) Fíjate, ya me callé. ¿Oíste? Cámara negra: el Oficial se acomoda un paño que le aprisiona la mandíbula y el cráneo. Está muy maquillado y tiene vendas por distintas partes del cuerpo. SEGURIDAD α. Llame inmediatamente al aeropuerto de Yucatán. SEGURIDAD Ω. Son órdenes de arriba. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Sí, compañero. A la orden, compañero. SEGURIDAD α. Ordene que sea arrestado sin contemplaciones. Que se confisque toda la obra que lleva. SEGURIDAD Ω. Este es un caso internacional. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. (Llama.) ¿Oigo? ¿Sí? ¿Gerencia? ¿Está el ingeniero Cuauhtémoc? (...) Sí, dígale que es urgente. (Silencio.) SEGURIDAD Ω. ¿Qué pasa? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Ya viene. SEGURIDAD Ω. ¡Rápido, coño! OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Depende de México. Es otro ritmo. Tienen su tiempo. SEGURIDAD α. Pregunte todo. Quizás ya hasta intentó salir del estado. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Sí, ingeniero. ¿Cómo está? De nuevo molestándolo. Otro caso. Sí, claro. No, no es terrorismo, no. Ahora, tráfico. No, no de órganos. Obras de arte del Museo Nacional. Sí. SEGURIDAD α. Apúrese, hombre. SEGURIDAD Ω. Vaya al grano. OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Pasajero número 26-53-7 M-3-620729, vuelo HAV-MER. Número de vuelo 950. 10:35 a.m., hora de La Habana. (Pausa.) Sí. Pasaporte cubano. Pasaporte número 237299. ¿Qué me dice? ¿Qué? No le escucho. ¿Sí? No puede ser posible, ingeniero. Claro, claro. Le copio. Sí. Gracias por su colaboración, ingeniero. ¿Está seguro? ¿Cien por ciento? Adiós, ingeniero. (Cuelga lentamente.) SEGURIDAD Ω. ¿Qué pasa? ¿De qué se trata, oficial? SEGURIDAD α. ¿Lo tienen? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. No está allá. SEGURIDAD α. ¿Cómo dice? OFICIAL DE PUERTO AÉREO. Jamás llegó. Como si se lo hubiera tragado el cielo. Ese pasajero no existe. Raya negra XXIV NEGRITA. Mono, ¿tú estás triste? MONO. Claro. NEGRITA. ¿Por lo que le pasó a mami? ¿Es por la quemazón? ¿Es porque usó una camisa tuya para prenderse? ¿Es por eso? MONO. No, por eso no. No. NEGRITA. Ya sé. MONO. Tú y tus deducciones. NEGRITA. Yo sé que perdiste algo muy grande. MONO. ¿Qué tú sabes, Blancanieves? Cállate. En la funeraria no se habla. NEGRITA. Tú estás así porque se te fue otro amigo. MONO. Cállate. Te dije. NEGRITA. Pero él no se fue en balsa. MONO. ¿Qué? NEGRITA. A los de la balsa los cogieron. MONO. Tú y tus ocurrencias. NEGRITA. Alguien los delató. Una vieja: Cachita. Cachita. Se llama Cachita. MONO. Vaya. NEGRITA. Ella pone micrófonos por las paredes de los apartamentos. MONO. Vaya. NEGRITA. En el de nosotros también hay. MONO. Seguro. NEGRITA. Pero él se va a salvar, ¿oíste? Él sí se va a salvar. MONO. Menos mal. NEGRITA. Mono… MONO. Cállate, Blancanieves. En la funeraria no se habla. NEGRITA. Es que... te iba a decir que aquí en la funeraria también hay micrófonos. tablas XVI 56 Cámara negra: sale el entierro. No hay muchas flores sobre el féretro, solo unas horrendas flores verdes de papel crepé. Sale el cortejo fúnebre de la negra achicharrada con alcohol de reverbero. Toques de tambor. Raya blanca XXV Negro final... reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs Imagínate cuando se haga oscuro/ Imagínate cuando haya tormenta1 Romper el hielo 2: Jon Fosse en la escena cubana «Ella. Es tan solitario y no solitario a la vez Él. Así son las casas viejas» JON FOSSE, Alguien va a venir Yohayna Hernández Pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía que podía ser árabe sin camellos JORGE LUIS BORGES, «El escritor argentino y la tradición» DEL 22 AL 27 DE NOVIEMBRE SE EFECTUÓ la primera Semana de Teatro Noruego. Este evento, coordinado por la Fundación Ludwig (en cuya sede se realizó), el proyecto Tubo de Ensayo y la Embajada Noruega en Cuba, con el apoyo del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y el Instituto Superior de Arte, tuvo como objetivo principal apostar por un diálogo entre la escena noruega y cubana actuales, a partir de un programa variado que incluía conferencias, taller y puestas en espacio3. La dramaturgia noruega contemporánea, en particular la escritura de Jon Fosse, fue el centro de esta Semana, que contó además con la presencia de Hege Randi Tørressen, dramaturgista del Teatro Nacional. Esto no tiene nombre (a partir de El nombre), Variaciones sobre la muerte, Alguien va a venir y La noche canta sus canciones fueron las puestas en espacio de los textos del dramaturgo noruego presentadas en el ciclo Variaciones de Jon Fosse, bajo la dirección de cuatro jóvenes pertenecientes al proyecto Tubo de Ensayo. Durante el Festival Internacional de Ibsen 2010, en Oslo, tuve la oportunidad de entrevistarme con Jon Fosse y ponerlo al tanto de esta Semana, del ciclo de puestas en espacio de sus obras y del estreno de Duerme4. FOTOS: LUIS ERNESTO DOÑAS Alguien va a venir de Jon Fosse, dirección de Amarilis Pérez Vera, Tubo de Ensayo tablas 57 Quedé muy sorprendida al encontrar en Fosse a una persona de una timidez perturbadora en medio de aquel Festival donde se le otorgó el Premio Internacional Ibsen y fue avalado, por los medios, la crítica y muchos creadores, como el dramaturgo noruego más importante y reconocido internacionalmente después de Ibsen, padre del teatro moderno. Yo miraba a Fosse y trataba de descubrir en su expresión los demonios de su escritura, ya que mis primeras lecturas de su obra dramática me habían dejado inquieta y a la vez fascinada ante los ambientes, ideas, estados, objetos y situaciones que aparecen en sus textos, su manera de construir, el magnetismo de la palabra. Fosse esboza estados y personajes profundamente enigmáticos, pero armados desde una intención poética que no le interesa acentuar estos enigmas, sino que sencillamente los coloca. En su escritura la muerte, el suicidio, la frustración, los celos, la terrible soledad humana aparecen colocados como un perchero en el armario: abres la puerta, le haces un espacio, lo cuelgas y cierras. Y ahí queda el perchero colocado, como algo más, naturalmente, junto a lo otro. Esta estrategia de lenguaje, esta gramática de la soledad, se articula con la repetición como elemento formal distintivo. Un ritmo artificial y mecanizado que en la medida en que crece, por acumulación, empieza a fijar un sentido realmente intrusivo que opera en planos muy íntimos, espirituales. Y eso es algo que me trastorna de su dramaturgia: cómo logra el recorrido donde parto de una brutal ajenidad y termino físicamente implicada en su acto de escritura. Los personajes de Fosse dentro de su ficción leen mucho, leen todo el tiempo y en ocasiones se olvidan de la obra, de participar en la ficción, y te abren una puerta, fijan un silencio (cuando leen un libro, cuando miran una foto, cuando salen a caminar y no regresan, cuando miran por esa ventana que también se reitera en sus textos), una dramaturgia de la mirada. Es ahí donde entras a colaborar como lector. Ya no sabes si la obra está aconteciendo en el espacio de cuatro paredes bien delimitadas donde Fosse encierra a sus personajes (casa, sótano, sala) o si la obra es la explanada, el paisaje que se ve desde la ventana, las fotos de familia, la hora que marca el reloj, el viento y el mar que rugen, el llanto del bebé, el disparo, la noche, las olas cuando rompen en el muelle, la lectura en voz alta del libro que ofusca a uno de sus personajes. De dónde vienen esos seres (Bjarne, El Amigo, Un Hombre, Baste)5 que no están en el adentro del espacio familiar o físico (las cuatro paredes) que Fosse construye, y hacia dónde van los otros, los que sí pertenecen a ese espacio (El Chico, La Niña, Ella y Él), cuál es la naturaleza de ese afuera que primero persiguen con el alma, luego con la mirada y finalmente con el cuerpo. En las obras de Fosse no sólo mutan los espacios ficcionales y de lectura; hay además una infancia y una inocencia inicial en el diseño de los personajes, en sus proyectos de vida que también comienzan a desgastarse y aparece entonces una ferocidad desgarradora, atravesada por esa «calma»6 fossiana, que no por serena deja de ser profundamente agresiva, como la última secuencia de Los idiotas o los versos de Tarkovski, experiencias muy conectadas que asocio con esta investigación de lenguaje: «Y hubo pájaros que anduvieron tablas 58 Esto no tiene nombre , versión y dirección de Rogelio Orizondo, Área de atención nuestras rutas/ y peces que nadaron río a río/ y el cielo se abrió ante nuestros ojos…/ cuando el destino siguió nuestros pasos/ como un loco con una navaja en la mano.» Asumir escénicamente la escritura de Jon Fosse es un reto para cualquier actor o director, independientemente de su experiencia. En el caso del ciclo Variaciones de Jon Fosse el reto era doble, por tratarse de jóvenes directores o interesados en la dirección7 que trabajaron en todos los casos con actores jóvenes. La elección del formato de puesta en espacio permitió una experiencia de ejercicio de dirección con propuestas que se asumen y presentan como procesos abiertos. Considero que, más allá de los diferentes caminos explorados por cada director, todos estaban conectados por una necesidad de comunicar y traducir el universo del texto desde una experiencia personal, y por ello también política y cultural. Para mí como espectadora fue muy impactante ver ese silencio, esa calma, esa violencia contenida que aparece en la escritura del dramaturgo noruego convertida en celebración, en imágenes, en ritmos, en obsesiones cercanas, hecho que se produjo gracias a que las voces de los actores y de los directores habitaron estas propuestas. Por ello las cuatro variaciones tuvieron una buena acogida entre el público que asistió a la Semana. Había en todas un compromiso de lectura que funcionó como elemento de credibilidad. ¿Cuántos kilómetros de distancia hay entre Oslo y La Habana y cuántos de experiencia? ¿Qué relación hay entre Voltus 5, Pablo Milanés, las miniesculturas de Irving Vera, Daddy Yankee y el imaginario de Jon Fosse? El Chico. Y la casa está protegida detrás de la roca La Chica. Y cuando había tormenta fuerte Siempre nos trepábamos Ahí el viento soplaba tan fuerte Que casi no te podías mantener sobre las dos piernas JON FOSSE. El nombre Esto no tiene nombre de Rogelio Orizondo fue la primera puesta en espacio que abrió el ciclo. Rogelio Orizondo hizo una reescritura del texto de Fosse El nombre e introdujo fragmentos de Jedda G (versión de Hedda Gabler de Ibsen, también de su autoría). Utilizó dos espacios de la Fundación: una sala pequeña y la grande, conectadas por un pasillo donde los actores y el público se desplazaban constantemente de un lugar a otro. En el primer espacio el director recreó una atmósfera íntima con muy pocos elementos (una mesa, cuatro sillas y dos proyecciones) y la extrema cercanía del público con los actores. Los espectadores, de pie o sentados en el piso, invadían la casa de una familia, y allí estaban los padres (La Madre y El Padre) e hijos (La Chica y La Hermana) incomunicados, incómodos ante la presencia de El Chico, el novio de su hija, que debe aprender todo de esta nueva familia: qué puesto ocupar en la mesa familiar, cómo comer caramelos de un peso, cómo aguantar los golpes de la madre cuando ríe, cómo jugar cartas con La Hermana… cómo nombrar al bebé que está por nacer. Un bebé que tendrá como padres a una pareja disfuncional, un abuelo oso que viste uniforme de camuflaje, una loba-sexy abuela, conejita Playboy, una tía que sólo piensa en el juego, un apartamento con vista al Ditú y mucha, mucha yuca. Cómo nombrar a esta familia que cena caramelos de un peso (MN), qué somos y qué seremos,8 cómo nombrar las cosas, incluso las que no tienen nombres porque lo han perdido en el camino, o aquellas que definitivamente nunca lo tuvieron. En esta sala los personajes están, se miran, hablan, leen, se toleran, se sobrellevan, pero ninguno tiene la palabra. En la sala grande de la Fundación hay un micrófono y una piñata con la forma de Voltus 5. Hay una actividad cultural, con pioneros, cantos y danzas, se pronunciarán discursos. En la sala grande y de cara al público los personajes tienen la palabra y se atreverán a nombrar las cosas. El discurso de los bebés que no eligieron nacer, pero que cargan con los proyectos y las frustraciones de sus padres, y eso NO TIENE NOMBRE. El discurso de la pionera Jedda G que reclama el regreso de Voltus 5 para curar el cáncer de su padre, que reclama la segunda parte de este dibujo animado japonés, serie de cuarenta capítulos tan querida para nuestra generación, de la cual sólo vimos la primera parte, la mitad de la serie, y quedó inconclusa para noso- tros esa historia, y además nos repetían una y otra vez aquella primera parte y nunca supimos cómo acababa, qué sería de Voltus y de Esteban después de la muerte del padre y eso NO TUVO NOMBRE. Hay también en la propuesta de Rogelio otro recorrido bien interesante, asociado a su proceso de escritura, a su trayectoria como dramaturgo. En el texto de Fosse, el pasado está instalado en las paredes de la casa, donde cuelgan las fotos de la historia de esta familia. La foto de La Chica cuando era bebé, la foto de la boda de los padres, la foto de la hermana que partió, de la que no vive en casa. Y el futuro, ese que no tiene nombre y patea por salir, está en el vientre de la joven. Los personajes en el presente discuten todo el tiempo por un nombre, una manera coherente de llamar a ese bebé que nacerá mañana. En la puesta en espacio de Rogelio el bebé es una «vaquita» de cuerda, y no está en el vientre, sino en las manos de la actriz, en las manos de Judith, manos que han sustentado toda la escritura de Rogelio. El libro que obsesiona al joven de Fosse, el cual lee durante toda la obra, en la propuesta de Rogelio es Vacas, pero también carga en su mochila Teatro cubano actual. Novísimos dramaturgos cubanos; Tubo de Ensayo: novísimos teatrólogos y dramaturgos cubanos; Desdramatizándome: cuatro poemas para el teatro y folletos de Noruega. Y en la lista de nombres para el bebé se discute si ponerle Abelardo, Raquel, Nara, Mario o Abel. Ese bebé por venir también pudiera ser la próxima obra de Rogelio. «Los bebés que están por venir sienten tanta curiosidad por nuestro aspecto.» Rogelio contamina el texto de Fosse con materiales provenientes de su biografía y de la de los actores (la relación de Alegnis y el Yuca). Para componer su propuesta parte de las estructuras de determinados rituales patrióticos inscritos ya en nuestro imaginario (las votaciones electorales, las tribunas y marchas políticas) y los mezcla y compacta con elementos y espacios muy presentes en nuestra cotidianidad: el reguetón, el Ditú como paisaje, el Ditú como cultura, los uniformes escolares9, el bate de la pelota. Y la gran piñata, en la que el público termina celebrando, con músicos en vivo, y comiendo caramelos de CUC en una gran fiesta popular por lo que no tiene nombre, por esa sola idea, esa sola voluntad para todos los tiempos. «Querido, Voltus: quiero hablarte de La noche canta sus canciones de Jon Fosse, dirección de Marien Fernández, Tubo de Ensayo tablas 59 los niños de hace veinte años. La misma historia repetida, de cuarenta a dieciocho. Qué pasará con todo esto […] Voltus, tú eres cubano, conéctate conmigo.»10 «Y es tan aterrador Es un Vacío tan inmenso» JON FOSSE, Variaciones sobre la muerte Variaciones sobre la muerte, a cargo de William Ruiz, tuvo un proceso de búsqueda bien diferente. Se concentraba en un solo espacio, y estaba estructurada en dos planos superpuestos. Por un lado, la lectura de los actores, la vocalización de la palabra de Fosse y, por otro, las reflexiones personales, teóricas, los comentarios de William mientras la lectura acontecía, por medio de la escritura en vivo en una computadora, que proyectaba en una pantalla. Así, el espectador podía seguir las evocaciones, asociaciones, pensamientos, música, imágenes de la ciudad que la escritura de Fosse generaba en su lectura como director. La puesta en espacio quedaba como un proceso de documentación de las ideas, objetos y estados primeros de la lectura del texto por el director, materiales que luego en el camino hacia la puesta en escena se transfiguran, se mezclan con las propuestas de los actores, se integran en el discurso de la ficción, y generalmente no son visibles en sus formas primarias para el espectador. Esta propuesta daba la posibilidad de ver las conexiones al desnudo marcadas en el espacio. Pongo como ejemplo la bata azul que vestía la actriz que leía a La Mujer Joven, uno de los personajes de Fosse; en su escritura en vivo William explica: «el vestidito era de mi mamá, cuando yo estaba en su barriga. Esa es una de las cosas de la nostalgia que podría usar en esta puesta […] Ellos vivían en una beca rusa, estos en un sótano.» Mediante el ejercicio de lectura y escritura en voz alta, William expone y se expone al compartir con el público las relaciones que encuentra entre la obra de Fosse y su biografía, su realidad, sus ideas del teatro, sus preocupaciones. Para mí fue muy significativo presenciar estas dos fabulaciones de manera simultánea, aún no fundidas en una sola, escuchar el texto de Fosse, leer los comentarios de William, porque surgía, en la zona de cruce entre una y otra propuesta, un camino de sentido como probabilidad, aún abierto poéticamente, un ejercicio de relleno muy sincero desde la intervención de William. Esa sinceridad propiciaba momentos profundamente conmovedores, sobre todo porque te ponía ante la urgencia de que tú como espectador también tuvieras que rellenar. Ahora recuerdo cuando irrumpe en el texto el tema del divorcio de los padres y la reacción de La Niña: «Ella te extrañaba tanto». William coloca a la actriz que interpreta a La Madre delante de la pantalla, con una cabeza de oso, y apunta: «esto me recuerda algo así como: alguien ha entrado en mi casa, ha comido en mi mesa, ha dormido en mi cama…» En las puestas de William siempre hay un objeto instalado en el espacio, que parece más bien regado, abandonado, con el que tienes al inicio una relación ambigua, y que luego tablas 60 empieza a funcionarte como un resto, un resto incluso que dialoga más con el espectador que con los personajes o la ficción. Pienso en la ropa regada en Electra Garrigó, en las piernas en Protection, en el televisor de Tres hermanas, y hablo ahora de la capa amarilla que aparece tendida en el espacio. «Ella se paseaba por los muelles/ Bajo la lluvia y el viento/ en la oscuridad/ en la oscuridad negra.» «Veo a la niña a la que iba a dar a luz/ que camina/ con su pequeño impermeable/ bajo el aguacero.» «La encontraron al amanecer/ flotando en el mar (Breve silencio)/ Estaba flotando en el mar.» En Variaciones sobre la muerte William explora la nostalgia como estado, la nostalgia por lo que estuvo y no está (una hija, un amigo, un matrimonio, una época),11 y uno quiere alcanzarlo o revivirlo o recordarlo de alguna manera. Hay dos momentos en el montaje donde este estado se acentúa. En la conversación por el chat que idea y reproduce William en pantalla entre La Niña y El Amigo. En la atmósfera final del texto. La Niña describe su suicido. William proyecta una foto de la bahía de La Habana. Se escucha la voz de Pablo Milanés.12 «Qué confusión, qué dicha, qué dolor...» «No debí», dice La Niña. «La Niña ahora está desconectada…» «¿Se puede? ¿No van a estar los otros En todo caso aquí? ¿Puede uno alejarse de todos los otros? ¿No es peligroso?» JON FOSSE, Alguien va a venir Amarilis Pérez Vera trabajó con Alguien va a venir desde la intención de que el público y los actores exploraran el estado contenido en el texto a partir de su relación con el espacio. Esta propuesta se apropiaba de varios locales, públicos e internos, de la Fundación Ludwig, y la convertía en «la casa vieja y hermosa que compran los personajes» de Fosse en un lugar apartado. Pero también en el espacio de exposición de materiales pertenecientes a los actores y a la propia directora. Y además un lugar donde podías interactuar con los actores desde un presente compartido, siguiéndolos durante todo su recorrido por la Fundación o desde una experiencia mediática (a través de los tres televisores, llamados «los monos sabios», instalados en medio de la sala grande). Considero que la paranoia de los personajes de Fosse (ese miedo ante la posibilidad de ser observados, ese celo enfermizo ante la presencia del otro) Vera supo traducirla en planos reales al diseñar un espacio no sólo para la ficción, sino que implicaba a los propios espectadores en el juego de observar y ser observados. El hecho de utilizar cámaras en distintos lugares, por donde se trasladaban los actores, y que esto se transmitiera al mismo tiempo en los televisores, era una forma de exponer a los propios espectadores y al personal de la Fundación. Disfruté mucho todo lo que acontecía en la cocina (donde estaba fija una de las tres cámaras). Ese es uno de los espacios más activos de la Fundación, pues funciona como puesto de mando. Ahí tienen un televisor donde ven quié- Variaciones sobre la muerte de Jon Fosse, dirección de William Ruiz, Tubo de Ensayo critura de Fosse, y atrás quedaba la vieja casa, donde definitivamente Él y Ella no pudieron estar solos. «Sabía que/ alguien iba a venir/ Él se levanta, va hacia la ventana, mira hacia el mar/ Y ahí abajo está el mar/ con todas sus olas/ el mar/ es blanco y negro/ con sus olas/ con sus suaves y negras/ profundidades/ Y nosotros no queríamos más/ que estar juntos.» «Todo es tan triste Todo está mal Me dan ganas de llorar Ese plato de bronce Es lo más triste que he visto» JON FOSSE, La noche canta sus canciones La noche canta sus canciones fue la propuesta que cerró el ciclo, bajo la dirección de Marien Fernández. En ella había una intención de comentar las posibles variantes del suicidio de El Joven, mediante la mezcla de la parodia, el hiperrealismo, la cultura de los medios y las realidades que desde estos se diseñan con una puesta en concepto de determinados motivos recurrentes en la escritura de Fosse. Ejemplo de lo último es el sofá diseñado con libros, elemento que se destaca en la ambientación y que ocupa el centro de la casa de la pareja. A través de la instalación de este objeto, Marien introducía toda una zona conflictiva en el universo de Fosse: la pasión de los personajes por la lectura, la literatura/lectura como adicción y mecanismo que les permite vivir otra realidad. En La noche canta sus canciones el personaje protagónico es un escritor fracasado, cuya frustración con la realidad Marien desarrolla al enfatizar el lado grotesco de las relaciones interpersonales, con sus padres, con su mujer, incluso con el llanto de su hijo (otro de los motivos intervenidos conceptualmente, pues el hijo es una barra de pan, que la mujer atiende y los padres pasean en un coche). Y Baste, el amante, por quien La Joven abandona al escritor, está trabajado desde el estereotipo de la cultura reguetonera. Exploración que también se conecta con la música compuesta para la puesta en espacio, una suerte de variaciones del tema Llamado de emergencia de Daddy Yankee, que irrumpe de diferentes modos (en los entreactos, en el móvil de La Joven, en el suicidio del joven, en el videoclip final). 61 tablas nes tocan el timbre de la puerta y desde ahí abren. Vera grababa y recogía toda esa dinámica, y a los trabajadores, que también eran observados desde la sala por los espectadores. La realidad entraba en diálogo de forma muy rica y peculiar con los momentos de ficción proyectados por los restantes televisores simultáneamente. Por ejemplo, hubo un instante donde los personajes protagónicos estaban en la cocina confiados y seguros de que «nadie iba a venir» y de pronto tocan el timbre (el tercer personaje) lo que desencadena de nuevo la paranoia ante la presencia del otro. Lo interesante fue que justo en ese momento tocaron el timbre de la Fundación, y los actores comenzaron a discutir si abrirían o no. Ellos deciden no abrir, pero crean una expectativa con esa persona que tocó el timbre y «que va a venir». Aparece en cámara la mujer de la Fundación, abre la puerta, uno de los personajes desde la cocina dice: «yo sabía que él iba a venir». Y entra en la sala un espectador (¡Reinaldo Montero!) y todo el público que estaba ahí, viendo el televisor, comienza a reír. Vera también distribuye otros materiales en el espacio (fotos del actor que interpreta al propietario de la casa, fotos de sus quince, las miniesculturas de Irving Vera, otra pieza de latas de Bucanero y de refrescos, videos personales de su grupo de amigos, de la fiesta en casa de Luis Enrique, del ISA, de Camagüey…, el primer remo que utilizó cuando entrenaba kayak, los carteles de cuatro puestas de la 5ta Semana de Teatro Alemán), los cuales, instalados como objetos «artísticos» en diferentes lugares y paredes de la Fundación, institución que se dedica a la promoción y el desarrollo del arte cubano contemporáneo, abrían otra faceta en la exploración de Vera con las dinámicas de lo público y lo privado, al curar y jerarquizar con materiales provenientes de su biografía una «exposición» con la que los espectadores interactuaban mientras seguían la puesta en espacio. Era muy seductor el diálogo que estos materiales aparentemente desconectados de la escritura de Fosse generaban con la misma. Como en Alguien va a venir, la puesta de Vera abre y cierra con un paisaje, y los personajes y el público mirándolo: la hermosa vista de La Habana que tiene la Fundación Ludwig. Ahí estaba el viento, el mar, elementos reiterados en la es- En la propuesta musical se enfatiza el sonido del disparo, que alude al suicidio, y que Marien elige para iniciar su puesta en espacio. Mientras los espectadores entran a la sala, él grita: «se mató», el actor se lanza al suelo y el director unta puré de tomate en la cabeza del actor, quien queda tendido en la entrada de la sala hasta que los espectadores se acomodan. Marien inicia su puesta donde termina el texto. Luego hay una retrospectiva que explora las causas de esta muerte, hasta que volvemos nuevamente al disparo, al suicidio, que Marien marca con una palmada desde el público y finalmente se recrea en un videoclip que el actor protagoniza con el tema de Daddy Yankee. Este se proyecta en el televisor de la casa ante la presencia de los espectadores. En la puesta los personajes tienen el nombre de los actores. Yoanna (La Joven), Ernesto (El Joven), Raúl (El Padre) y Yordanka (La Madre). Baste es el único personaje que conserva su nombre. Marien logra moverse en dos tonos, uno farsesco que introducen los actores de La Madre, El Padre y Baste, quienes aportan elementos de comicidad desde sus propios vestuarios (Raúl, El Padre, lleva un pulóver que dice: «Bla, bla, bla…») hasta en las acciones y la enunciación del texto (el énfasis en las argentinadas que tiene la traducción). Otro, más sobrio e íntimo, a cargo de la pareja. La manera física en la que los actores se relacionan con el libreto, cómo este aparece o se esconde dentro del diseño del espacio, en un formato que se encuentra a medio camino entre la lectura dramatizada y la puesta en escena, es otro aspecto que el director maneja en su propuesta. Algo que me seduce en dicho texto de Fosse es el bebé, que duerme profundamente durante el día y sólo en la noche llora, no para de llorar o de cantar sus canciones. Los padres tienen que mecerlo en su coche mientras discuten la separación, mientras ella recoge sus pertenencias, cuando llega Baste a buscarla, durante la indecisión de La Joven entre dejar su casa y partir con el amante o quedarse con El Joven, porque al final no ha sido mal esposo ni mal padre, cuando El Joven de pronto se da un tiro y se revienta la cabeza, y ella llora, y Baste sale a buscar ayuda y ella le grita al amante que no la deje sola. Entonces el bebé continúa llorando. Y cuando La Joven queda sola el bebé para de llorar, lentamente, porque ya casi está amaneciendo. La provocación de esta sonoridad, que uno aprecia en el texto de Fosse, Marien la convierte en imagen también provocadora: el bebé es una barra de pan sentado en el coche. En los primeros momentos (I y II) el público no lo verá: la imagen del bebé aparecerá en la noche, para a su modo también cantar otras canciones. Imagínate cuando se haga oscuro Imagínate cuando haya tormenta cuando el viento atraviese las paredes cuando oigas rugir al mar cuando las olas rompan con fuerza cuando el mar sea blanco y negro e imagínate el frío que hará en la casa cuando el viento atraviese tablas 62 las paredes y fíjate lo lejos que está de la gente lo oscuro que está lo silencioso que estará y piensa cómo soplará el viento cómo romperán las olas imagínate cómo será en otoño en la oscuridad con toda la lluvia y la oscuridad Un mar que rompe en blanco y negro y sólo tú y yo aquí en esta casa Y tan lejos de la gente JON FOSSE, Alguien va a venir NOTAS 1 Jon Fosse: Alguien va a venir. 2 Romper el hielo. Teatro noruego a la habanera es el nombre del documental de Luis Ernesto Doñas que recoge las experiencias de trabajo de los cuatros jóvenes directores que protagonizaron el ciclo Variaciones de Jon Fosse. 3 Durante la Semana de Teatro Noruego se desarrolló un taller de diseño de luces, impartido por Bjørn Moe y Marianne Thallaug. También contamos con tres conferencias sobre teatro noruego a cargo de la dramaturgista Hege Randi Tørressen. 4 Inicialmente concebido como cierre de la Semana, su estreno se aplazó para marzo de 2011, por no contar para esta fecha con el teatro Bertolt Brecht, donde estaban programados otros grupos. 5 Bjarne (El nombre), El Amigo (Variaciones sobre la muerte), Un Hombre (Alguien va a venir) y Baste (La noche canta sus canciones). 6 «La Niña: No quiero lo que atormenta/ Quiero todo lo que calma.» Jon Fosse: Variaciones sobre la muerte. 7 Lo digo de esta manera porque entre ellos sólo la labor de William Ruiz es visible como director en nuestro panorama profesional por sus puestas Electra Garrigó (2007), Protection (2010) y Tres hermanas (2010). Marien Fernández y Rogelio Orizondo, de formación dramatúrgica, tienen una experiencia de dirección asociada a café-teatros, performance, puestas en espacio y lecturas dramatizadas de textos de su autoría fundamentalmente y de otros autores, en el marco de eventos del Instituto Superior de Arte y de Tubo de Ensayo. De Amarilis Pérez Vera, de formación teatrológica, pero interesada también en la dirección, es este su segundo trabajo, luego de Una pajita a la playita. Testimonio del joven miliciano, performance presentado en el café Bajo Tierra, en la 5ta Semana de Teatro Alemán. 8 «Qué somos y qué seremos sino una sola idea, una sola voluntad para todos los tiempos», es una frase de Fidel Castro Ruz que aparece en un muro de 5ta Avenida, y es una de las proyecciones que se utiliza en la puesta de Rogelio, donde aparecen los actores, el director y otras personas caminando por delante del muro que contiene la consigna. 9 La pionera Jedda G viste el de la primaria y El chico el de tecnológico o preuniversitario. 10 Rogelio Orizondo: Jedda G, texto inédito. 11 En pantalla William escribe: «Esa nostalgia que tiene la obra también me recuerda la década de los 80». 12 Pablo Milanés: El primer amor. reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs Lilián Broche Moreno y Laura González Cristóbal Peláez: FOTOS: ABEL CARMENATE pensar al teatro entre la ficción y el documento ¿Cómo llega Cristóbal Peláez al proceso de formación del grupo Matacandelas? No soy actor. Mi educación fue absolutamente empírica. En la provincia de Antioquia, mi región, no había ninguna escuela de teatro. Cuando estaba en segundo año de bachillerato los profesores querían hacer una obra, pero con los mejores estudiantes. En Colombia se practi- caba mucho el sainete, y yo había hecho algunos. Claro, pedí participar, pero no me dejaron. Era muy mal alumno, en realidad me dediqué a la literatura, solamente a leer. El cura facilitó un salón a los alumnos que llevaban aquella obra. Yo escapé de clases y fui para allá. Comencé a aconsejar a mis compañeros acerca del montaje: eso no es así, es así. Un día el cura me atrapó, y le expliqué que a mí me gustaba mucho el teatro y que los muchachos estaban haciendo algunas cosas mal, o que eso me parecía. Él me sugirió que dirigiera la obra. Y noté que la idea me encantaba. A los dieciséis años ya tenía tres grupos creados: uno en el colegio, otro por fuera, y otro con una muchacha de una escuela diferente. Por problemas económicos de familia, mi papá me exigió que aportara a la casa, o si no que me marchara. Entonces, un hermano me puso a trabajar en una fábrica durante dos años. Allí incluso me dieron la posibilidad de estudiar en la universidad. Mi vida económica iba bien. Un día salí de la fábrica y pensé: ¿qué voy a hacer? Pasé por una agencia de viajes que decía: «Viaje a España». Justo ese día me habían 63 tablas ANUNCIA MAYO TEATRAL 2010 LA PRESENCIA DEL grupo Matacandelas. Cristóbal Peláez, su director, imparte talleres acerca de la dirección de actores. Su última propuesta, Fernando González, una velada metafísica, forma parte de la provocación que esta vez lanza el grupo colombiano al público asistente. Como jóvenes iniciados en el arte teatral, quisimos acercarnos y dialogar con un director que huye de la ficción y lleva a escena la vida de figuras míticas. Sorprendido al finalizar el taller, en medio de una discusión con el auditorio sobre lo que le interesa hoy al teatro y al público, Cristóbal Peláez decidió dejarnos claras algunas ideas. Fernando González, una velada metafísica, de Cristóbal Peláez, Matacandelas pagado en la fábrica, cogí una moneda y decidí que con cara me quedaba y con cruz me marchaba, pero saqué cara, y dije: «me hago cuenta de que es cruz y me voy». No estaba seguro de porqué me iba. Quería estudiar cine y dio la casualidad de que alguien me pidió que le llevara un mandado a Pedro Bolea. Gracias a él pude asistir a una filmación, y me di cuenta de que eso no era lo mío. Luego me metí a activista político y comencé a tener una conciencia política. Notaba que cada vez que llegaba a un sitio buscaba el teatro, y a veces descuidaba hasta mis labores. A los veinticuatro años me propuse: «seré actor o terrorista». Estaba muy cargado de odio contra toda esa oligarquía de Colombia. Pero no tengo vocación de violento, así que volví a mi país y fundé Matacandelas. Y ya son treinta y un años con el grupo. Dice que regresó de España pensando en ser terrorista o actor, o sea, que usted llega a Colombia con la idea de hacer un teatro de corte político. Sí. Trabajaba en España en un grupo que se llamaba La escalera, que tenía un corte crítico. En Colombia me decían que mi teatro era demasiado amplio. Le tenía que mostrar a mis muchachos la diversidad del teatro. Para ello necesitaba buscar cuáles eran nuestras raíces. Nuestro teatro no es el de Beckett, ni uno de vanguardia, sino un teatro popular. Puse a mis actores a hacer sainetes –con ellos tuvimos una proyección espectacular. A los siete años decidimos buscar una sede, formarnos, investigar sobre el actor, sobre el teatro. Entonces el trabajo cambió, el grupo ya no era andariego, se estableció en un lugar, y hacíamos un teatro abierto, grande, con escenografía, de exploración. No me interesaba mucho la dramaturgia para la escena, sino la literatura en función del teatro. De hecho, me importa más la literatura que el teatro, y creo que esa es una de las fuentes principales de mi trabajo como director. A los dieciocho años me habían envuelto el surrealismo, el dadaísmo, la novela latinoamericana. Esa pasión por la literatura que, tal como nos comenta, es filtro de todo su teatro, se hace evidente también en la forma de estructurar la puesta en escena donde convergen lo narrativo y lo dramático. ¿Cómo trabaja este efecto de extrañamiento con sus actores? tablas 64 Ante todo es un acto de creer en esa unión. Por ejemplo, en Fernando González, una velada metafísica, hay una escena donde Gonzalo Arango sale y dice: «estoy aquí sentado, como ustedes me ven, en el Café, mientras espero al maestro, fumo y bebo café». En el primer ensayo les propongo a los actores que lo repitan veinte veces, según el método de Georges Perec. Todos preparan sus interpretaciones, incluso las mujeres; es entonces cuando el público de Colombia, que ama a Gonzalo Arango, se queda con la boca abierta, pues esperaba a alguien bien parecido a él. Este señor es todo un símbolo en el país, planteó una revolución desde las letras en la literatura; también fue muy amigo de Fernando González. El teatro es un juego y se puede hacer mejor. Los actores salían e improvisaban los cien ejercicios de Raymond Queneau: una mesita, una luz, prendían un cigarrillo y con un café en la mano comenzaban a decir sus líneas. Pero eso está en el texto, y yo voy al teatro a ilusionarme, a ver otras cosas; entonces, para qué vas a fumar. Fernando González consumía muchos cigarrillos, y en la obra en ningún momento fuma. A cada rato saca uno, habla de la acción de fumar, pero no enciende nada, porque la imaginación puede con todo. Con respecto a la escritura de estos textos, ¿cómo funciona el ejercicio de creación en el grupo? Siempre escribo con mis actores. No es tanto como creación colectiva. Mi metodología comienza en el grupo. En la casa no estudio la obra, ni una partícula del texto. Tomo un fragmento, me siento con los actores y leemos y leemos, y luego les pregunto acerca de lo que les llamó la atención, visualmente, potencialmente; así construimos. Son unas sesiones muy ricas, porque no son académicas: sacamos un ponche, un café, traemos unas hamburguesas, y nos sentamos a fumar y a leer, y leemos y leemos. Cogemos papel y lápiz, buscamos quién escriba y comenzamos el trabajo con las escenas que llamaron más la atención. Todos opinan. Hacemos una lista de los veinte asuntos que nos interesaron, y sorteamos el inicio. Somos doce. Nos dividimos en cuatro grupos de tres, donde cada uno hace su propuesta. No es improvisación, sino un boceto. Confrontamos, discutimos, y vamos tallereando con el método de Raymond Bayer. No comenzamos la selección hasta que decimos «por aquí puede ser». No tenemos nunca nada diseñado. Entramos al escenario para divertirnos, todo es una «gozadera». Matacandelas anda ahora en un proceso de creación nuevo. Coméntenos sobre su último texto. Nuestra más reciente investigación es sobre un autor colombiano que se llama Jorge Holguín Uribe, un hombre muy creativo, máster en Matemáticas. Era de una familia acaudalada, y fue enviado a estudiar Estadística a Canadá y allí decide, paralelamente a la escuela de ciencias, tomar clases de danza. Se va para Dinamarca y allí forma el grupo más importante de danza contemporánea. Holguín se convierte en un hombre significativo; incluso, es nombrado agregado cultural de Colombia. Más tarde Ahora que nos comenta sobre su nuevo proceso de creación, vemos en este un interés común presente en gran parte de su producción: trabajar con el teatro documental. ¿Qué hay con la ficción? Cada vez me ha ido interesando más el documento, porque, como decía Paul Eluard: «hay muchos mundos en la vida, pero todos están en este». A mí me parece que la ficción es más pobre que la realidad. Con Fernando González sucedió que me llamaba mucho la atención su librito Remordimiento, donde él cuenta su historia con una institutriz. Lo más natural es que esté con ella, fornique con ella; sin embargo, me parece gracioso cuando le saca el rosario y dice: «me arrepentí y en ese momento me sentí hijo de Dios». La noche en que estrenamos la obra se hizo una apuesta entre un montón de espectadores acerca de cuántos de nosotros seríamos capaces de ser como Fernando González: la mujer ahí desnuda, y él saca el rosario y la aconseja. Creo que eso es profundamente místico. Las de hombres como Fernando González son vidas prodigiosas. Por ejemplo, también encontramos la de Sylvia Plath, que con tan sólo diecisiete años ya escribía igual que las diosas. Su vida fue absolutamente tenaz. Me gusta mucho el género documental porque la ficción a veces no me dice más de lo que ya sé, son cosas hipotéticas. Lo prodigioso es ver una obra que lo desestructure a uno. Porque vamos al teatro a ver qué nos puede sorprender, qué me puede sorprender. Pensando ahora en Fernando González, una velada metafísica, su puesta en escena más reciente, ¿qué hay de ustedes como grupo en esta preferencia por el teatro documental? Se trata de una creación colectiva. A mí el teatro nunca me ha sido tan difícil como en esta obra, empezando porque el autor no es uno teatral, sino meramente testimonial, todo el tiempo dedicado a dar opiniones, a hablar de filosofía. Incluso, cuando fuimos a pedir el derecho de autor, la familia decía que no había teatro en su obra. En nuestro medio ha habido algunos intentos fallidos de hacer teatro con él. No me podía permitir un fracaso, tenía que hacer algo, por respeto a este autor y porque lo quiero mucho; para mí ha sido como un guía. No encontraba lo que quería, a tal punto que los actores en varias ocasiones estuvieron por hacerme un motín a bordo. Fueron dos años de búsqueda. Salíamos a escena y lo que construíamos no nos servía. Propuse centrarnos en lo válido y honesto. Me resulta fundamental el asunto de la honestidad. Tienen que haber actuaciones honestas. Actualmente el actor sale a escena y su principal preocupación es que se sepa que él es un gran histrión, juega mucho con la voz, con las poses prefijadas, pero sólo para que la gente reconozca lo bueno que es. Me interesa mucho que nuestras obras, en Medellín, mucha gente no las entiende. No sé porqué, si son sencillas. Siempre busco lo sencillo. Si hago algo complicado, soy un tipo muy contemporáneo; pero no se trata de eso. Intento trabajar no de una manera nueva, sino honesta y directa. Parto del hecho de que hay espectadores, no de que no hay alguien, ni de que la gente entró a fisgonear, excepto, digamos, en algunas obras que exigen esa independencia. Lo otro es que no estoy pensando en engañar al público, ni parecer muy creativo, sino hacerme preguntas con los actores sobre la vida. Hay 65 tablas adquiere el sida y, debido al desconocimiento de la enfermedad, muere como un nazareno. Él escribió un libro que circuló muy por debajo, en fotocopias –apenas la tirada que hace su madre de la traducción, porque originalmente estaba escrito en inglés, fue como de quinientas copias. Lo leí hace veinte años y dije: «Dios mío, este libro es lo más hermoso que he leído en mi vida». Se trata de un manual de rituales, casi una formación estética. Por ejemplo: Holguín hace ejercicios durante veinte días según rituales determinados. Estos ya los hemos hecho todos en el grupo porque son esencialmente escénicos, teatrales. Lo gracioso de lo anterior es que tenía que hacer los ejercicios en función de algo, pero no sabía de qué, ni cómo. Lo que no quiero es montar a Molière, decir sobre lo ya hecho, trabajar sobre los arquetipos, escandalizar con homosexuales, prostitutas. Si hiciera una obra sobre prostitutas, ellas serían vírgenes; lo demás es lo que uno ya sabe, y, entonces, ¿para qué voy al teatro? Tengo un eslogan cuando voy al teatro: «esta obra como mínimo me tiene que justificar no haberme quedado en casa leyendo cinco páginas de Friedrich Nietzsche». Hace unos días en el grupo nos reunimos y cuestionamos: ¿qué sigue? Yo ahora tengo una crisis muy grave con el teatro. Lo veo, lo admiro, pero siempre está lleno de verdades comunes. Hay asuntos que al público le gustan, pero que en el escenario son muy graves. A veces me pregunto por qué no he visto más obras y es que cuando uno asiste al teatro y ve algo hermoso, como Primer amor de Beckett, por Teatro Fronterizo, de inmediato siente la necesidad de volverlo a ver. Esa fue una obra absolutamente inteligente, me quería morir de la felicidad. Cuando uno participa de esos momentos, se reconcilia con el teatro mil veces. cosas que todavía no me puedo resolver; el teatro para mí es un espacio filosófico. Según la opinión de uno de los filósofos más destacados de Medellín, nuestra obra Fernando González… es una hora y media de cátedra de filosofía, filosofía popular, en la cual se utilizan unos términos muy profundos, que se le entregan al público descaradamente. Nosotros tuvimos asesoría con metafísicos porque el concepto de Fernando González sobre metafísica es distinto al concepto de otros filósofos. El teórico nos aseguraba que el teatro no era capaz de trabajar la metafísica y que la única forma de abordar a este autor era mediante ella. Afirmaba que si la entendíamos podíamos entenderlo a él, porque aparte de lo anecdótico o lo ilustre que era, la esencia de Fernando González era la metafísica. No quedaba otra que estudiar metafísica. Luego un cura, que es el mayor experto en la obra de Fernando González, nos aconsejó que si le quitábamos la parte religiosa lo matábamos, porque Fernando era indisoluble de todas las confusiones religiosas que sufrió al final de su vida. A nivel espectacular nos comunicamos especialmente con la obra, el diseño de luces, la construcción de imágenes, la música, etcétera. Coméntenos al respecto. Pero es súper sencillo. No nos parece que sea tan sencillo… Hace poco en Bogotá, en una entrevista, me decían: «usted que trabaja tan bien lo visual…» y, analizándome, creo que soy un tipo esencialmente sonoro. Soy sordo para la música; sin embargo, he formado el grupo más musical de Colombia, por esa misma razón de no poder distinguir un do de un re. Soy esencialmente sonoro por una razón: vengo de un hogar campesino, con madre de nueve hijos, ama de casa, su esposo proletario. La única forma de recreación que teníamos era un radio donde pasaban novelas, programas musicales, etcétera. Esa vaina desde la cuna a mí se me fue metiendo, se me creó un gran oído para las voces. Comprendí que todos los que definían mi teatro a partir de una visualidad tenían razón, sólo que yo la entiendo de manera diferente, a partir de lo sonoro. También tengo otra razón: casi todas las luces de las obras las hago yo, porque uno de los elementos que más me interesan del teatro son las luces. Casi siempre se pone de luminotécnico a un electricista, porque sabe manejar la electricidad y no le tiene miedo a la corriente. Es decir, generalmente se pone en las luces no al artista sino al que sobra. No existe un plano de las luces, estas más bien constan de tres instancias solamente: la estructura relacionada con el lugar que se ilumina, la arquitectura, que es lo que llaman el plano, y el ritmo, elemento con el cual se puede ayudar al actor, beneficiarlo. Otro factor que me resulta interesante es la intensidad, y para lograrla se necesita un pintor, un artista. Hay un dicho en España que me fascina, para cuando empieza el espectáculo o tablas 66 cuando se apagan las luces si se va iniciar la función, y es que en ese momento comienzan los sueños del luminotécnico. Uno se resiente mucho por la mala utilización de las luces, en eso hay que ser muy cuidadoso; además, yo trabajo los planos desde el punto de vista cinematográfico. A veces me preguntan sobre la fragmentación de las luces, y es que entiendo los ojos del espectador como una cámara. Leonardo da Vinci descubrió que las funciones del ojo son cuatro, no solamente la de mirar, sino también cómo enfocar o desenfocar. Ese es el éxito del cine, como decía John Houston: «el secreto del cine es que llegó y atinó, caso perfecto en la percepción del hombre». El cine tiene esa posibilidad, las luces la tienen, por eso, a veces, utilizo esas tan pequeñitas, y sombras en las que el actor queda en penumbra, porque la función de la luz no es solamente iluminar en términos llanos, sino delimitar y crear planos. El conocimiento del teatro debería comenzar por el estudio del cine. Eisenstein, uno de los grandes teóricos del cine, tiene cuatro libros que son mis biblias. El cine es una creación colectiva, han de saberlo ustedes; no lo inventaron los Lumière solamente; ellos hicieron el aparato, Georges Méliès inventó el espectáculo, Charles Pathé, el negocio, propuso la renta de la película. Su majestad Eisenstein le dio al cine su carta de ciudadanía artística, no solo lo teorizó sino que lo mostró, porque toda su obra es una teoría teatral; él decía: «toda verdadera formación y estudio del teatro tiene necesariamente que empezar por el cine». Ese es parte de mi secreto. La teoría cinematográfica es la teoría del teatro por una razón muy sencilla: con la llegada del cine el teatro se dedicó literalmente a robarle. En esa búsqueda de textualidades, de referentes teóricos, es donde usted define un modo de pensar la escena. ¿Cómo se concreta ese camino de búsqueda metodológica en la formación de una manera propia de crear? Eso de los histriones y de «yo soy un histrión» ya no funciona. A veces me critican en Colombia porque no dejo mover a los actores, los tengo como amarrados. Es que no quiero que se me muevan como micos, esto no es de micos. Los actores preguntan qué hacer, y es cuando me toca detenerlos, pues para qué lo haces. Bota todo lo que tienes ahí. La palabra es performativa, es decir, el teatro es muy claro, la mente del actor es muy clara. El teatro es el lugar donde alguien juega a hacerse pasar por el otro y el público juega a ser ese otro. Usted sale a escena y dice «soy un drogadicto», y le creo porque me lo dice. Un actor no tiene que salir a escena a decir «soy un asmático» y luego toser. Si lo digo no lo hago, y si lo hago no lo digo. El actor tiene cierto grado de pudor al no hacer en público determinadas cosas obvias. Se trata de poner en juego diversas teatralidades. Pensar la escena desde la búsqueda de una verdad, que en mi caso se encuentra en la realidad más que en la ficción. reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs reporTEs Eugenia Álvarez García y Martha L. Hernández Cadenas Miguel Rubio: «mirar hacia adentro» para inventar un teatro necesario A través del performance logran crear un espacio escénico que fluye entre lo real y lo ficcional. ¿En espectáculos como El último ensayo y Hecho en Perú es una premisa o una provocación? Más que una premisa, es una frontera en la que estamos instalados, asumiendo que vivimos en tiempos en que lo representacional está en una suerte de crisis frente a la contundencia de una realidad cada vez más compleja y difícil, donde la «representación» puede significar reduccionismo. No es casual que en las expresiones artísticas contemporáneas lo ficcional y lo real suelen aparecer separados por apenas una línea delgada. En El último ensayo se refleja cuando vemos que los actores parten de sí mismos, con nombre propio; a partir de ahí construyen una presencia y desde ahí proponen un personaje basado en sus características personales para «entrar y salir» de uno y otro estado a la vista de los FOTO: ABEL CARMENATE Una agrupación que propone un teatro nacional dialoga con las problemáticas latinoamericanas. ¿Es una preocupación de Yuyachkani «mirar hacia adentro» para crear un sentido multilateral desde la puesta en escena? Nosotros somos parte de una generación que en América Latina se propuso trabajar hacia una dramaturgia nacional y latinoamericana. Esto era el reflejo de una característica que Manuel Galich denominó «insurgencia del teatro latinoameri- cano», fenómeno que se dio a mediados del siglo pasado, en el que nuestros maestros llamaron a «inventar el teatro que nos fuera necesario». Fue una manera de este «mirar hacia adentro» para reconocernos en nuestras particularidades. 67 tablas MAYO TEATRAL 2010 PROPICIÓ EL ENCUENTRO de los espectadores cubanos con la emblemática agrupación peruana Yuyachkani. Próxima a cumplir cuarenta años, presentó dos espectáculos –El último ensayo y Hecho en Perú– y también una demostración de trabajo donde se evidenció la preocupación de sus integrantes por la búsqueda de una teatralidad inclusiva. Dialogar con su director Miguel Rubio posibilitó acercarnos a una experiencia consolidada en el teatro de vanguardia latinoamericano. Sirvan nuestras interrogantes para dilucidar el lenguaje teatral que ha caracterizado al Grupo Cultural Yuyachkani en su trayectoria. espectadores. Así se juntan la presencia y la representación, la ficción y la realidad, el arte y la vida. Hecho en Perú tiene principios similares, pero el cuerpo en este caso opera más como soporte de información. Esta propuesta, llamada entre nosotros «instalación», une el concepto de instalación plástica y acción que viene de lo escénico. En ambas obras recorremos esa frontera. La música y las máscaras son signos recurrentes en la trayectoria de Yuyachkani. Coméntenos cómo esta necesidad se ha integrado de forma permanente a la estética teatral del grupo. La máscara, la música, la danza, la intervención del espacio público, el uso de accesorios, los personajes de la cultura tradicional, etcétera, han sido incorporados por influencia y vínculos que hemos establecido por los viajes al interior del país. Pienso que es la necesidad de comunicar la que nos ha llevado a investigar esos códigos y a incorporarlos en el registro de nuestra propuesta. ¿«Pensar» y «recordar» son maneras de hablar desde el presente para reconciliarse con el pasado? Yuyachkani es una palabra de origen quechua que, traducida al español, quiere decir «estoy pensando, estoy recordando». Cuando fundamos Yuyachkani hace casi cuarenta años fue el nombre que le dimos; nunca imaginamos que ese apelar a la memoria y al recuerdo iba a tener tanta importancia con el tiempo; posiblemente sea porque vivimos en un país con permanentes ataques de desmemoria, donde el olvido aparece como una trágica recurrencia. Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia, que está condenado a repetirse. Más que reconciliarnos con el pasado nos interesa andar hacia el futuro sabiendo quiénes somos y de dónde venimos, sin que por esto el pasado se convierta en nuestro único presente. ¿La referencia a las ideas del «teatro como una concepción cultural» y la «búsqueda de una teatralidad inclusiva» respondía a una premisa del grupo desde sus inicios o es el resultado de más de treinta años de trabajo? Son ambas cosas. Con el tiempo ha sido muy importante entender que el teatro es una construcción cultural y no un canon definitivo, único y atemporal, como se nos suele presentar; es decir, como única opción de lo que es el «teatro». En el camino recorrido hemos entendido cómo esta manera hegemónica de definir el teatro termina excluyendo otras formas culturales de lo representacional, presentes de manera rica y variada en todas las culturas del mundo. Para Yuyachkani la cultura personal de cada actor influye en el proceso creativo. ¿Esto constituye una pauta imprescindible para el montaje o se enmarca sólo en el entrenamiento del actor? Coméntenos acerca de la necesidad de un actor múltiple. Nos definimos como un teatro de grupo. Esto significa que el grupo genera una cultura teatral que se construye tanto por la experiencia colectiva como por lo que es la cultura personal de cada actor y, cuando hablo de tablas 68 cultura personal, me refiero a los saberes de los actores, a su entrenamiento personal, a las diferentes disciplinas y caminos que recorren en su aprendizaje y que están presentes en todo el proceso creativo, desde el entrenamiento hasta los resultados. La búsqueda de un actor múltiple fue el resultado de entender que para comunicar nuestro trabajo a públicos diversos, especialmente a los que no suelen asistir por diversas razones a salas de teatro, y encontramos en espacios no convencionales, necesitábamos un trabajo distinto de energía, de toma de espacio, de aprendizaje de instrumentos musicales, de danzas, de acrobacias, etcétera. La técnica tiene que ver con la necesidad de comunicar, y las indagaciones que se hacen en ese terreno están vinculadas a contextos muy precisos. Pienso que ahora estamos en otro momento, más cercano a la renuncia a la «espectacularidad», dedicado a entender la relación con el espectador como la convivencia en un espacio compartido, donde se privilegia el intercambio de energía y la presencia en el espacio que compartimos con los espectadores en ese momento efímero en el que sucede el teatro. Yuyachkani ha sido vital afluente en la vanguardia teatral latinoamericana. ¿Cómo se reconocen en este panorama? Es difícil mirar y tener distancia para saber qué lugar ocupamos en el contexto. El término vanguardia me provoca un cierto rechazo, porque lo asocio con una postura que puede ser arrogante y descalificadora; prefiero sentirme parte de una moderna tradición de teatro latinoamericano. Aunque eso suene general y casi siempre necesite definiciones, en el discurso de agradecimiento al Doctorado intento referirme a ese tema de manera amplia. Yuyachkani es un grupo emblemático próximo a cumplir cuarenta años de trayectoria artística. ¿Dónde está la fuente revitalizadora del grupo, cuáles son las acciones que avivan su trabajo? Pienso que la clave para tanto tiempo de vida compartida ha sido el estímulo de espacios personales para que todos y cada uno de quienes integramos Yuyachkani podamos indagar sobre nuestras necesidades particulares de la creación; es decir, no nos hemos tenido que ir del grupo para iniciar otras búsquedas: el grupo las alienta, porque sabemos que eso regresa y enrique la vida colectiva. No imagino a un grupo castrando las iniciativas personales de sus integrantes; pienso que esto ha sido clave por un lado y, por otro, hemos seguido alimentando el deseo de aprender juntos y entender que los resultados son siempre procesos que llegan a un punto, que no están acabados y que siempre nos dejan preguntas que queremos responder casi siempre en el siguiente trabajo. En nuestra reciente visita a Mayo Teatral preestrenamos Con-cierto olvido. Ese trabajo fue antes una demostración pedagógica, que se desprende de las preguntas sobre presencia y representación que nos dejó El último ensayo. Fue en el proceso de confrontación con los espectadores que se convirtió en una obra autónoma y dejó de ser una demostración de trabajo. Actualmente se presenta en Lima, en su primera temporada. Oficio de la crítica Fui a Perú para recordar y terminé recordándome tar desde la diversión el padecer de un pueblo, lo que brinda un tono optimista y de resignación ante lo inevitable. Frente a esta multiplicidad de ideas no quedaba otra opción que vivir la experiencia del instante. La feria de la historia se tornaba angustiosa e inaccesible. Sólo permanecían las visiones que el espectador podía componer para responder a sus espacios de duda, en tanto la obra deseaba «mostrar» y no tanto «estructurar». La dramaturgia se armaba en cada individuo-espectador, según sus niveles de interés. No por gusto la propuesta escénica optó por subtitularse Vitrinas para un museo de la memoria. Y es que este muestrario le hace honor al mismo Yuyachkani –en quechua, «estoy pensando, estoy recordando»– tras evidenciar, desde la pluralidad de la historia, la necesidad de retornar al pasado para repensar el presente a partir de la movilización de un pensamiento: aunque el teatro sea un arte comercializable hay productos que, como este, superan la idea de mercado para hablar de esencias, de principios humanos. 69 tablas uevamente regresa al contexto de Mayo Teatral el Grupo Cultural Yuyachkani. A juzgar por los títulos de sus propuestas –Hecho en el Perú y El último ensayo– no vinieron con la idea de mostrar una obra definitiva, sino experiencias. El viernes 7, día inaugural del evento, luego de que su director Miguel Rubio Zapata realizara una demostración pedagógica de trabajo, en el horario nocturno presenciamos su reciente estreno, de 2008, titulado El último ensayo. Fueron muchos los comentarios felices sobre esta puesta que, aunque local, toca profundamente a toda América Latina, pues se muestra el pesar ante el enclaustramiento de su historia, que generalmente es contada desde el hecho y no tanto desde la experiencia. Por otro lado, la necesidad de proteger patrimonios culturales que corren el riesgo de olvidarse, en pos de preservar la identidad, fue otro de los legados del espectáculo Hecho en el Perú. En ese muestrario escénico creado a propósito de su aniversario treinta, el grupo pretende compartir, desde performances monologados aparentemente inconexos, la experiencia individual, las glorias y desventuras de un grupo social en relación con el poder. Desde su fundación en 1971 el colectivo ha utilizado el teatro como arma para protestar contra la reacción política ante la violencia interna del Perú, su país. También la condición actual del nativo peruano, víctima del consumismo, en ocasiones llega a darle un carácter antropológico a las piezas, al presentarnos cara a cara, abiertamente confluyentes, pasado y presente. En este espectáculo nos descubrimos, a golpe de cumbia, en medio de un verdadero mercado del arte. A ambos lados de la escena encontramos un conjunto de espacios contiguos que exhiben fragmentos de la historia nacional expresados simultáneamente, pero que muestran también una necesidad: con- FOTOS: ABEL CARMENATE N teAtro teAtro teAtro En cada zona de representación el individuo que actúa se mezcla con el carácter elegido, presentado alegóricamente en las pequeñas placas al frente de cada espacio de la escena. El Dorado (Amiel Cayo), La Mano Poderosa (Teresa Ralli), La Madre Patria (Rebeca Ralli), Piel de Mujer (Ana Correa), Desembarque (Augusto Casafranca) y El Asesor (Julián Vargas) nos regalan acciones e imágenes que pretenden convertir la vida cotidiana en poesía. La necesidad de materializar sensorialidades conllevó también a la creación de composiciones físicas que utilizaban el cuerpo como instancia metafórica. Por doquier se descubrían propuestas sugerentes que pretendían transgredir la convención teatral, provocar en el espectador la evocación de una realidad que mediara entre lo que veía y lo que vivía como experiencia dentro de aquel lugar tumultuoso, que de seguro conllevó a una amplia diversidad en la recepción. Como espectadores asumíamos así, en el propio cuerpo, la tradición cual valor que a diario se construye y se padece, que nos vuelve responsables de eso que portamos. El percibir a personas que mediante el acto del teatro componen su propia nación, profundiza en una comprometida magnitud ética que esta pieza igualmente defiende, desde una acción estética que a la vez nos convoca a la creación de nuestra propia teatralidad, esa que está tan ligada a la vida y que nos distingue como seres únicos e irrepetibles. Hecho en el Perú, tanto por los objetos utilizados para la escena como a través del accionar de los actores, descubría cómo, continuamente, se alternan y superponen pasado y presente para hacer de las escenas un acontecimiento intemporal. Recuerdo los momentos en los que un nativo modelaba ostentando la condición dual de colonizador-colonizado, de manera que demostraba cómo la cultura se ha reducido a simple mercancía, y provocaba un replanteamiento del estado de nuestras raíces culturales y el inevitable peligro de su actualización. En ello debo destacar el valor de los silencios dentro de casi todos los tablas 70 teAtro teAtro monólogos, que centraron la atención en la presencia del actor. Solo La Madre Patria utilizó continuamente su voz a través de canciones y una suerte de noticiario, quizás con el objetivo de crear, junto a la cumbia, el ambiente sonoro: suerte de jolgorio cultural. El entorno escenográfico de estos «micromundos escénicos» se presentaba barroco, tal como si viéramos una estantería de tienda. Algunos actores exhibían sus atuendos, mostraban su funcionalidad e, incluso, a veces le brindaban al público la posibilidad de acceder a sus productos. Recuerdo que, mientras Augusto Casafranca se acercaba para ofrecer caramelos peruanos, el público le correspondía regalándole periódicos y monedas cubanas. Los materiales audiovisuales utilizados se ligaron a la escena de un modo indisoluble: fotografías que aludían al sacrificio y al dolor de un pueblo o un ídolo proyectadas en la piel de una actriz que las padecía; documentos reales sobre la agonía de la mujer en el Perú reflejados constantemente en una pantalla de camisas blancas; una intérprete que convertía en acción lo sugerido por la proyección; o un actor que pretendía hacernos cómplices de su ficción al filmarnos en vivo con una cámara. Cada uno de estos recursos vitalizaron los perfomances y anclaron al espectáculo a un visible nivel de inmediatez. De estas maneras, Hecho en el Perú expresaba su voluntad de legitimar el teatro como arte efímero y cíclico, virtudes que la obra empleó como resortes escénicos e, incluso, autorreferenciales: notamos cómo la verdad escénica no se muestra fingida ni representada sino presentada, en tanto presentar corresponde a mostrar la realidad del actor. Y es allí donde esa acción que se comparte deja de ser acto teatral para convertirse en acción vital que opta por insertarse en un contexto escénico. En este marco, aquello que se expone como problema social, aparentemente local, lo asumimos como propio en tanto resulta un dilema humano. Cuando abandoné aquel lugar quise recordarlo todo y fracasé. Debí teAtro teAtro comprender que acontecimientos culturales como este no están diseñados para ser entendidos por el pensamiento, sino vivenciados por el cuerpo. Quizás sean mis palabras una mera reconstrucción del teatro que he querido ver e interpretar. Quizás una reconstrucción de lo que soy. Pedro Enrique Villarreal Sosa Traducir una máscara, atravesar un carnaval L as bombillas alumbran todo el espacio. Entro a la sala de teatro. A la izquierda del escenario está situada la bandera de Perú, a la derecha, el escudo. Una alfombra roja interviene el lugar de los actores, quienes conversan y acomodan las sillas. En el fondo una pantalla proyecta noticias, diversas imágenes. Hacia el centro hay un micrófono. El último ensayo. Cuando en la reciente edición de Mayo Teatral los organizadores anunciaban que entre los invitados al evento estaba Yuyachkani, de Perú, muchos de los espectadores que conocían al grupo de puestas anteriores (Adiós Ayacucho, Antígona) esperaban su visita con no poco entusiasmo. El colectivo, dirigido por Miguel Rubio, cuenta con más de treinta años de trayectoria como teatro independiente y sus búsquedas siempre han propuesto un diálogo con la historia y las problemáticas del entorno políticosocial de la región. El último ensayo, una de las dos propuestas presentadas por Yuyachkani, está organizada a partir de la estructura de un espectáculo en proceso. Todos los actores se encuentran en una sala arreglando un homenaje a una diva de la ópera de Perú. Para ello, mientras la esperan, rememoran su repertorio musical. Las diferencias entre los integrantes se ponen de manifiesto en las diversas visiones que tienen de su país. Los personajes reflexionan acerca de la identidad y la historia desde la memoria. Sin embargo, en mi criterio, el acceder a todos los signos aludidos, con cierta nostalgia por la cultura precolombina, constituye la mayor dificultad que padeció el público cubano, ajeno a estos códigos, en la recepción del espectáculo. II La información proporcionada por el título de la pieza predispone al espectador a ser partícipe de un ensayo, del repaso de un trabajo inconcluso; por lo tanto, somos testigos de algo que, se supone, aún no debemos ver. El título también introduce un modificador al significado: «último», con el cual induce al final de la práctica, que de alguna forma es también el comienzo de un resultado: la puesta en escena. Estamos en presencia de una zona de conflictos con respecto a cómo pensar la puesta en escena como proceso. Mientras el público accede al teatro observa, como parte de la obra, a los actores organizando su set de trabajo. Cuando todos se acomodan la luz no desciende para señalar que la obra ha comenzado, pues Yuyachkani ensaya una gala. Los actores tienen la conciencia de que no hay concurrentes en la sala, practican sus partituras para una futura función en pretendida soledad, pues cuando el espectador entra en la sala ellos continúan su rutina en el escenario. Sin embargo, el público se reconoce como observador, ya que la obra no comienza hasta que todos están acomodados en las lunetas. Se delimita la zona del espectador y de los actores en tanto se reconocen los espacios de cada uno. La escena queda dividida durante todo el espectáculo por una alfombra roja que es colocada indistintamente en vertical, horizontal, hacia la izquierda o derecha, según el lugar con el que se prefiera trabajar el ritmo del espectáculo. Los actores montan y desmontan el área de acciones con todos los objetos en la escena, pues la velada es repasada una y otra vez mientras esperan a la cantante. El desplazamiento de la acción y los personajes hacia zonas sugeridas por la alfombra propicia una agilidad y un desarrollo de la obra por sucesión de imágenes. Siete sillas para los siete actores conforman una utilería movible alrededor de todo el escenario: mientras algunos intervienen mostrando su trabajo como intérpretes, otros observan. O sea, los que representan también hacen función de espectadores, enjuician las acciones de los primeros. Cuando comienza la obra los actores miran la grabación de un congreso del gobierno; cuando termina, en igual posición, observan una imagen del 71 tablas I FOTOS: ABEL CARMENATE «CIEGO VIEJO: No nos hemos visto nunca unos a otros. Nos preguntamos y nos respondemos; vivimos juntos, estamos siempre juntos, pero no sabemos lo que somos […] por mucho que nos toquemos con las dos manos […] los ojos saben más que las manos.» MAURICE MAETERLINCK. Los ciegos teAtro teAtro teAtro Imperio Inca. La distancia creada entre pantalla-actor-público sostiene un hilo conductor en todo el espectáculo. La utilización del video no se integra al acontecimiento en la escena, pues mientras los actores juegan a montar la gala para la estrella, en el fondo y paralelamente se van proyectando fotos, imágenes del país, textos. La referencia a Fujimori, dictador de Perú, rememora todos los gobiernos tiránicos de los que ha sido víctima la región. Este mecanismo independiente sostiene un discurso que narra anecdóticamente la historia de su país, que es también la de América Latina. La utilización de textos dialogados en las proyecciones también denota la intervención de la mano del director en el espectáculo como observador, estructurador de una coherencia. El diálogo dramático es generalmente un intercambio verbal entre personajes; sin embargo, la estructura es expuesta a la vista del espectador, lo que le permite una participación protagónica, pues junto a las acciones de los actores el director sugiere al público un intercambio con el espectáculo. Se produce una bilateralidad en la recepción debido al resultado formulado entre los dos planos: escenario y pantalla. La alfombra roja señala el divismo impostado al que rinden homenaje los artistas –homenaje impostado también. Los actores repiten una y otra vez el discurso, siempre con cambios «accidentales», para cuando llegue la estrella. Juegan con una falsa moralidad. La teAtro teAtro leyenda inca, de la que bebe el espectáculo, narra la historia de una joven que cantaba como un ruiseñor. En la escena todos esperan a esta cantante mítica. La estrella venerada es gloria internacional por su voz, sin embargo, prefiere cantar en quechua. Esta hibridación, al relacionar la manera de cantar de los grandes escenarios de la aristocracia eurocentrista con el habla del pueblo andino, constituye el mayor atractivo de la artista, un motivo que la convierte en mercancía exótica. La gran operista inca es evocada como mito acomodado del estándar occidentalista. La «diva» funciona como una categoría fetichista instalada por mecanismos de la sociedad de consumo. La insistencia en el homenaje, desde la exageración, devela a la adoración como un artificio, simulación, burla final al estereotipo de culto. El proceso de arropar a la cantante con las prendas típicas del pueblo peruano se estructura de una manera ritual. La ceremonia comienza cuando la desvisten cuidadosamente; luego colocan pieza por pieza sobre su cuerpo. De pronto, la ceremonia se distancia de los códigos típicos de la región que evidenciaba el vestuario, pues calzan a la actriz con unos zapatos de tacón rojo. En el espectador se produce una reacción ante la sorpresa por el choque de estos dos elementos, obviamente opuestos; no obstante, los actores operan tranquilamente. Todo es una coreografía, una «gala homenaje». Pensar la memoria del hombre latinoamericano desde la autenticidad identitaria es también determinar cierta falsedad. Convertir a nuestros mo- teAtro delos en occidentales, tanto como presumir únicamente de lo autóctono de nuestra cultura, es vender una idea por nosotros mismos creada. La defensa de la identidad como verdad única es solo una construcción que socialmente se ha prefijado. III Existe una «agonía», como se dice en algún momento en la obra, que necesariamente no es el fin, pues supone una lucha. El baile de los muertos, en el que el grupo utiliza máscaras recogidas del imaginario popular, inserta en el discurso un sentido lúdico a partir de la lucha de opuestos. La idea de burlar el «fin» en tono carnavalesco devuelve a la representación un exorcismo del mal, un atravesar el infierno para encontrar la luz. Este momento de clímax se vuelve persistencia, persistencia de una cultura. La defensa de las leyendas, costumbres y mitos de Perú aprehendidos desde la memoria individual de cada hombre. Persistencia del teatro como enfrentamiento, como fiesta popular. El teatro visto desde el juego de máscaras entre lo real y lo aparente. Persistencia y permanencia por casi cuarenta años de Yuyachkani. En una de las clases ofrecidas por el grupo durante el evento, un actor señalaba: «Para qué actuar en la escena, si en la vida nos la pasamos actuando». Esta tesis comenta el trabajo de puesta en escena de los actores de Miguel Rubio. La sinceridad en la manera de pensar la historia, el pasado desde el desmontaje personal que hace el actor con sus experiencias, podrían ser las principales tentativas ofrecidas por el espectáculo. Sentir la actuación como un mecanismo cotidiano de disfraz es una forma de reflexionar sobre el papel de la cultura en la sociedad moderna. La búsqueda de una identidad como construcción colectiva de significados es el ensayo final de nosotros dentro del juego de simulaciones, recreaciones también, de la vida. Lilián Broche Moreno tablas 72 teAtro Kay Punku: memoria histórica y sentido político en el discurso teatral de Y uyachk ani Yuyachk uyachkani «Más allá del bien y del mal no se encuentra la inocencia del devenir, sino una vergüenza no sólo sin culpa, sino, por así decirlo, sin tiempo.» GIORGIO AGAMBEN «Paula, la guerra no es como tú te la imaginas.» GUILLERMO CALDERÓN, Diciembre. os cuerpos, una puerta y un escenario vacío. Una campana, cual único resto del campanario de la iglesia, da tres toques. Así comienza Kay Punku (Esta puerta, ayer, hoy, mañana), acción-documento de Yuyachkani presentada en el 23 Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. Ana y Débora Correa son las creadoras e intérpretes de esta propuesta, que se destaca por su alto nivel de compromiso político con la actualidad peruana y la recomposición, desde lo artístico, de la memoria simbólica de un país. En Kay Punku confrontamos dos escenarios/unidades, construidos por las actrices, portadores de diferentes relatos, materialidades y finalidad. Uno, que se detiene en el testimonio del abuso y las violaciones a los que fueron sometidas las mujeres de las comunidades campesinas durante los años de guerra interna en Perú; y otro, que deviene ritual de curación, reparación de la memoria colectiva. Bajo esta lógica discursiva funciona Kay Punku, en la superposición por contigüidad de estas dos acciones: la presencia escénica de un cuerpo mutilado, humillado, violentado, que denuncia a los agentes por las atrocidades cometidas, y la purificación, el baño, el lavado de ese cuerpo, como única manera consciente de extirpar el dolor de los ausentes y por los ausentes. Ana y Débora Correa exponen sus cuerpos como mapas, donde inscriben la historia de una comunidad y sus víctimas. La Narradora y la Mujer de la Puerta son las identidades que testimonian, la primera como hablante y la segunda como viviente de los hechos. La acción comienza cuando la Narradora, Ana, da lectura al acta o registro de la presencia militar en La Manta. Estos son documentos reales que las actrices poseen luego de una investigación y trato directo con las mujeres de las comunidades de Ayacucho, Huancavelica, Huanuco y Apurímac. Mediante las declaraciones conocemos los actos de violencia cometidos, los abusos sexuales, abortos, esterilizaciones, encierros, humillaciones que las féminas padecieron, los cuerpos desaparecidos, el terror inducido contra aquellas que se atrevieran a confesar y la discriminación hacia las que lo lograron. Sus voces y fragmentos de vida reales irrumpen en la escena, y las hermanas Correa trabajan con este material de la siguiente manera: crean un marco de enunciación sintético que sugiere y connota, a partir de un campo objetual muy preciso, espacios físicos y experiencias encarnadas en el imaginario de estas comunidades. Una campana en medio del escenario y un toque reconstruyen un espa- cio físico (el campanario de las iglesias de las comunidades) y una vivencia comunes (la constante vigilia desde ese punto alto y el aviso mediante toques codificados cuando se acercaban presencias foráneas). Las piedras desplegadas ante la puerta, y que la Mujer recorre, tienen inscritos los nombres de los masacrados y su materia induce el peso de esos cuerpos, la mayoría insepultos. La puerta como memoria incorporada, conexión entre pasado, presente y futuro: la violencia que generan los gobiernos autoritarios y las guerras civiles como legado de un pasado histórico también penoso y aún presente en el imaginario cultural latinoamericano, donde los rostros y mecanismos de opresión de los victimarios se han modernizado, transformado; en cambio, las víctimas continúan con los mismos miembros, caras y manos. Este primer momento de la intervención de Ana y Débora Correa, en el que se documenta a partir de la acumulación de materiales (actas, nombres de las víctimas, testimonios, declaraciones) la tensión vivida por las comunidades campesinas producto de los enfrentamientos entre el 73 tablas D FOTOS: MANUEL FERNÁNDEZ Mi cuerpo no es un campo de batalla teAtro teAtro teAtro ejército y Sendero Luminoso y el cuerpo de la mujer, se esboza como «un campo de batalla» que registra la violencia de los acontecimientos (mujer violada/humillada/mutilada/abandonada/ discriminada) y contrasta con el segundo instante de Kay Punku, en el que el tono y la materialidad de la escena serán diferentes (agua, flores, naranjas) y se pasará del cuerpo violentado al liberado, tras suceder, en escena y ante el público, el ritual de saneamiento: «mi cuerpo no es un campo de batalla». Las actrices comparten con el público las naranjas, lo invitan a pelarlas y a comerlas en el acto. A la sensorialidad de este segundo momento, se une el olor, el gusto de las frutas, las flores blancas y rojas, cual bandera de Perú, que adornan la puerta, motivo que se reitera en otros espectáculos e intervenciones del grupo. Ellas evocan a su abuela y su maña para sacar la cáscara intacta de las naranjas. Son dos unidades simétricas donde la puerta se convierte también en el elemento que señala el paso de una a otra. Si durante la primera unidad la puerta aparecía con una sombra de muertos (piedras), en la segunda estará adornada con los claveles blancos y rojos (los mismos del ramo de las novias en Cásate con la verdad). Las Correa construyen dos escenarios bien peculiares. Uno hacia la derecha, donde sus cuerpos hablan por las víctimas y sobrevivientes de la catástrofe, con una atmósfera densa desde la visualidad (treinta y cinco piedras y dos bancos), un ritmo en crescendo condicionado por la dureza de los hechos narrados, evocados, puestos en cuerpo y en voz, que provoca en los espectadores, o al menos en mí, un sobrecogimiento, un tipo de vacío muy difícil de racionalizar. Y es válido aclarar que el tono desde el que enuncian no es melodramático, ni efectista; ellas no se aprovechan de lo dramático de estas historias para hacer un buen espectáculo. Se trata simplemente de una reconstrucción de la memoria, desde la metáfora teatral, donde las actrices no ficcionalizan, sólo ordenan el material acumulado y lo canalizan por esa puerta de ayer, hoy y mañana, para informar, denunciar, ajusticiar. Es un acto de violencia poética lo que resta en tablas 74 teAtro teAtro sus cuerpos, su única arma (el teatro) para intervenir en esta lucha y eso lo muestran en el primer momento. La segunda unidad se localiza hacia la izquierda del escenario y allí son Débora y Ana las que limpian sus cuerpos y el de los espectadores, con los que comparten las naranjas. Aquí predomina un tiempo detenido, un ritmo extendido. Se trata de exorcizar los demonios humanos presentes (resentimientos, rencores, indiferencia, venganza) en la historia. Acudimos a un ritual de saneamiento donde también se superpone lo privado (los recuerdos de su abuela). Dentro de la muestra del 23 Festival Iberoamericano de Cádiz, Kay Punku se destaca por ser una propuesta que se mueve en las fronteras entre las artes de archivo y la conducta performática, pensando el teatro como un espacio de resistencia, como una práctica política, social, en diálogo frontal con el presente y el pasado históricos. Las hermanas Correa fueron a estas comunidades campesinas en busca de los testimonios, de las vivencias, de lo acontecido y a partir de ese material, con una absoluta libertad dramatúrgica, construyeron su acción escénica para intercambiar con el público de estos lugares y acompañar, cual texto estético y denuncia artística, las Audiencias Públicas realizadas por la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que se encargó de investigar los hechos de violencia política y violación de Derechos Humanos ocurridos en el Perú entre 1980 y 2000. Lo valedero de entregas como esta no sólo se ubica en la radicalización de la función del teatro y el papel del artista que este grupo asume en un contexto de opresión, donde los límites entre arte y vida se desdibujan, sino también en cómo estas posturas abren nuevos caminos de investigación socioestética y obligan a repensar su práctica en términos de lenguaje escénico y de recepción, donde lo corporal, lo visual y la manera de ordenar un espacio de memoria común estarán signados por la irrupción de lo real, una zona de hibridación entre el cuerpo del actor y las voces de los otros («el cuerpo ausen- teAtro teAtro te» al que alude Miguel Rubio en su última publicación), el testimonio y su teatralización. Hace unos meses, escribiendo una crónica sobre las Temporadas de Teatro Latinoamericano y Caribeño1 que organiza la Casa de las Américas en Cuba durante los meses de mayo, pensaba en ese rostro del teatro latinoamericano (teatro político, popular, ritual, de creación colectiva) que aún se sigue jerarquizando en estos eventos con sus grupos paradigmáticos fundados en los años 60 y 70, y me preguntaba desde la experiencia colectiva de estos grupos cómo operan sus discursos sociales y escénicos en las nuevas coordenadas que impone nuestra realidad en este milenio. Kay Punku (Esta puerta, ayer, hoy, mañana) y el trabajo de las hermanas Correa, protagonistas a la vez del XII Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en las Artes Escénicas,2 exponen el camino de renovación y las variaciones en el comportamiento de la dinámica grupal que Yuyachkani ha logrado en sus casi cuarenta años, hecho que nos sitúa ante un teatro vivo, un lenguaje contemporáneo, una tradición actualizada, una «comunidad creativa».3 Yohayna Hernández NOTAS 1 «Entre la excepción y la regla: Mayo Teatral 2008», en revista tablas, no. 2 de 2008. 2 Dentro de la programación del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz se inserta, de manera simultánea, el Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en las Artes Escénicas, coordinado por Margarita Borja y Diana Raznovich, que en 2008 contó su duodécima edición realizada del 16 al 19 de octubre. «El compromiso a escena» fue el concepto que agrupó una serie de intervenciones de prestigiosas teatristas entre las que se encuentran Ana y Débora Correa, que impartieron un taller de máscara. 3 En el documental de Andrés Cotler Persistencia de la memoria dedicado a la práctica de Yuyachkani en su veinticinco aniversario, Osvaldo Dragún afirma que más que como grupo, le interesa pensar Yuyachkani como una comunidad creativa. Josefina la viajera: otra historia teatral de la nación ce decir Josefina y no Bonifacio Byrne, porque la insignia nacional es, más que un objeto, el símbolo de la nación, de la cultura, de un proyecto social que ha sido construido durante décadas. Detrás de la pregunta por lo propio continúa resonando la constante interpelación a una realidad que debate su destino en medio de conflictos que parecen insalvables. El texto original fue escrito para la actriz Gretel Trujillo. Quienes pudimos ver a la intérprete en El enano en la botella, podemos sospechar por qué Abilio le dedicó su obra. La actriz ya no encanta al público cubano con sus excelentes actuaciones como lo hacía hace una década, por lo tanto, interpretar a Josefina desde la distancia geográfica con la Isla supone nuevas lecturas, otras maneras de relacionarse con la caminante. Más que un repaso a la historia nacional, en un intento por descubrir el camino de la nación junto a la trayectoria de la protagonista (esta sería una de las posibles lecturas si el actor/la actriz viviera en Cuba), la actuación de Gretel Trujillo hubiese favorecido la mirada distanciada, crítica. Ella, como Josefina, 75 tablas n quinquenio ha transcurrido desde que Santa Cecilia, esa hija nostálgica del trío de creadores Abilio Estévez-Carlos Díaz-Osvaldo Doimeadiós, apareció en el escenario del Trianón. Este monólogo dejó en el medio teatral de la Isla la confianza en la excelencia escénica unida a un discurso actualísimo sobre nuestra realidad. Ahora, nuevamente la tríada de artistas invoca uno de esos seres ejemplares por su raíz trágica y cubana, Josefina, la viajera, la eterna caminante de la dramaturgia nacional. Llega a la Sala Llauradó Josefina la viajera, otro de los monólogos que Estévez ha exorcizado de su cuerpo para hacer repensar la nación y a nosotros mismos en ella. Josefina tiene ciento veinte años y lleva ciento tres desandando cuanto camino conduzca a La Habana. Su objetivo es ver izar la bandera cubana en El Morro, acto simbólico que anuncia el nacimiento de la República. El viaje no ha terminado aún y la protagonista continúa en la búsqueda, migrando en la geografía y en el espíritu. Josefina la viajera es, por tal razón, una especie de road theater en el que el viaje es más imaginado que real y la acción es más recuento vivido por el personaje que conjunto de peripecias. Temas tan caros a los cubanos de hoy como el viaje y la nacionalidad se unen en la profundidad de este texto. La disyuntiva de Josefina es siempre andar o morir, ser la emperatriz inmóvil que vuelve al polvo de su terruño oriental o la eterna viajera que pertenece a todas las geografías. La protagonista termina develando que todo es una mentira suya, que nunca se ha ido de Cuba, que todo ha sido apenas una ficción; pero esto no hará menos complejo el discurso acerca de la nacionalidad y lo cubano. «¿Dónde está mi bandera cubana…?», pare- FOTOS: ABEL CARMENATE U teAtro teAtro teAtro también ha recorrido caminos insospechados y no dudo que ha llorado «lágrimas meteorológicas» mientras veía una palma en tierra extranjera. Su actuación hubiese supuesto un acto de nostalgia, no sólo por la tierra que le vio nacer, sino también por la escena que ella protagonizó hace apenas una década atrás. El texto, sin embargo, es confiado a uno de los más completos actores que tiene la escena cubana en estos momentos. Osvaldo Doimeadiós, intérprete por excelencia de grandes personajes femeninos que forman parte de la cultura y la escena nacional (Santa Cecilia, Margot), presta su cuerpo para otra de ellas y se deja «montar» por ese espíritu trágico e inconforme que es Josefina. El contraste entre los sexos del actor y del personaje amplía las posibles lecturas del montaje de Carlos Díaz, para quien ya sabemos que el transformismo, en no pocas oportunidades, deviene provocación al público y complejidad en las maneras de concretar en la escena las historias de otros autores. En esta ocasión Osvaldo Doimeadiós se acerca al personaje desde la sospecha al exuberante texto de Abilio Estévez, parodiándolo a ratos, sufriéndolo, como se sufre un recuerdo im- tablas 76 teAtro teAtro borrable. En este juego entre sátira y tragedia, el actor construye a Josefina con esa sabiduría que tiene para transitar por registros al parecer distantes. Es cierto, como dice la protagonista, que «a los cubanos les fascinan las tragedias», pero cuando estas van unidas a la burla y a la risa, alcanzan una dimensión aún más fascinante, y el actor ha demostrado que sabe hacerlo muy bien, yo diría que como ningún otro intérprete cubano. Carlos Díaz y Osvaldo Doimeadiós optaron en la puesta en escena por parodiar el monólogo del dramaturgo a través de la pauta gestual. Ellos supieron ocultar lo obvio y quisieron hacer del cuerpo del actor el espacio de enunciación por excelencia. El personaje puede decir que nunca ha sentido nostalgia por Cuba y que de sus ojos sólo han corrido «lágrimas meteorológicas» y no por la Patria; pero Doimeadiós ridiculiza el discurso verbal del personaje al hacer explícito un catálogo o recorrido por la memoria cinética y corporal de los cubanos. El cuerpo de Josefina es masculino y femenino, usa bermudas y tenis deportivos, corre y salta las vallas como Dayron Robles, extiende la mano pidiendo limosna, baila conga pretendiendo sostener una botella en teAtro teAtro la mano, corta caña, disimula una masturbación, llora, dice adiós, imita un juego de dominó, aparenta que está donando sangre… En un momento, Josefina se lamenta: «¡Esta Cuba horrible que está aquí y aquí…!»; y cuando Doimeadiós dice estas palabras señala a su propio cuerpo y deja claro que la nación se niega o se reafirma con ellas, pero que inevitablemente se construye en los cuerpos de sus ciudadanos. Es precisamente mediante la ambivalencia entre la palabra, que relativiza lo cubano, y el cuerpo que lo reproduce, que se construye el discurso teatral en Josefina la viajera. El juego con varios espejos viabiliza el diálogo directo con los espectadores. En ellos el personaje se encuentra con su interlocutora, o mejor, con su propio alter ego: la Josefina aburguesada, monárquica e inmóvil que la persigue por todos los caminos. El recurso se convierte en un dardo dirigido a los espectadores: ¿Josefina habla con su alter ego o acaso con el público? ¿A quién van dirigidos los insultos? ¿Será acaso el espectador que se mira en el espejo el espíritu reaccionario y poco comprometido que continuamente es criticado por la protagonista? cena. Hay en Josefina la viajera desde la magnificencia de los grandes y lujosos trajes que abundan en los espectáculos de Carlos Díaz, hasta la sencillez de la indumentaria popular. Resulta reveladora la vulgarización del vestuario del actor en gran parte de la puesta al utilizar una bermuda y un collar de cuentas azules, blancas y rojas que componen la bandera cubana. Esta especie de artesanía tan común se suma a la serie de elementos que relativizan la sacralidad de lo cubano. La bandera que la protagonista busca ver izada en lo alto como símbolo de la nación independiente y libre, es vulgarizada y presentada como una especie de amuleto, cuando más adorno o producto vendible y manoseado de la manufactura popular. ¿Es también esto lo cubano? El diseño de vestuario lo confirma rotundamente. Aunque todo parece indicarlo, Osvaldo Doimeadiós no está solo en el escenario. Lo acompañan durante casi todo el espectáculo otros cuatro actores-comodines, las Visitaciones de Josefina, vestidos de reos y explicitando, a veces en exceso, los personajes referidos por la protagonista. Es ya una característica de los montajes de Carlos Díaz la presencia de esos seres, al parecer innecesarios, soportes de la atmósfera teatral más que de la acción. Sus apariciones en este caso resultan monótonas y poco agraciadas. Doimeadiós ha demostrado en no pocas ocasiones que él solo puede echar sobre sus espaldas espíritus tan difíciles como el de Josefina. La maestría de su interpretación y los propios diseños de vestuario, escenografía y banda sonora hubiesen sido instrumentos suficientes para el actor en su desempeño. El demorado final de la representación resulta el momento menos acertado del montaje. La protagonista ha dicho demasiado, su tragedia ha conmovido al público de una manera rotunda y es inevitable el arribo de la hora final para el personaje. El desenlace anunciado en más de una ocasión –el suicidio– es trocado en asesinato por mano de una de sus Visitaciones. Resulta incoherente que uno de estos personajillos, de debilísima participación en la progresión de la acción dramática, intervenga en el momento sacrificial y definitivo de Josefina. La tragedia, entonces, queda trunca, en espera de la autodeterminación de esta mujer inconforme. Muerte y viaje, palabra y espíritu, cuerpo y nación se imbrican, a pesar de las digresiones, en Josefina la viajera. El soma de toda una nación es puesto al desnudo por Osvaldo Doimeadiós y la rebeldísima mirada de Carlos Díaz. Teatro El Público vuelve a regalarnos, veinte años después de su debut, otra excelente oportunidad para sumergirnos en los cauces de la historia nacional y buscar en ellos nuestras raíces más profundas. Los caminos de Josefina, la eterna viajera de la dramaturgia nacional, se entroncan con los nuestros justamente en el punto donde se encuentran la Historia y todas nuestras historias. Yoimel González Hernández 77 tablas Otro de los mecanismos utilizados por el actor y el director para desmontar la retórica del texto de Abilio Estévez es la inserción de un cuadro independiente en el que humor, sátira y crítica social se mezclan de una manera ejemplar. Doimeadiós hace gala de su excelencia para el gran espectáculo humorístico cuando interrumpe la historia del viaje de Josefina, utiliza como excusa el robo repentino de sus zapatos y arremete contra el público y contra la violenta realidad cotidiana. En una especie de parábasis, al estilo de las insertadas en los espectáculos de la Grecia antigua para presentar chismes y noticias de la actualidad, Osvaldo Doimeadiós ataca con humor ácido y crítica voraz la irresponsabilidad social, la crisis económica, la indolencia humana y todo lo censurable que reconocemos como propio. Durante estos diez minutos que funcionan a modo de intermedio, el diálogo con la platea se hace más directo, podría decirse que incluso cruel, al punto de convertirse en uno de los momentos más sinceros de todo el espectáculo. La situación de esta cubana que busca sus zapatos robados (ya sabemos que «aquicualquier@») es suficiente para convertir el espectáculo en un ejemplo de buen arte teatral. Los diseños de escenografía y de vestuario, firmados por Roberto Ramos Mori, contribuyen creativamente al juego que entabla el actor con el público. Quiero referirme particularmente al vestuario por su especial aporte al discurso de la puesta en es- FOTOS: ABEL CARMENATE Anotaciones sobre el observatorio desde el cual Anna y Martha contemplan el mundo 1. El mundo, según Anna y Martha, se reduce a un conjunto de sensaciones que justifican la estrategia discursiva del acto del habla como forma de reinventarse el propio mundo. Estas dos señoras encontraron un sentido más allá del sin sentido y así evitaron las consecuencias siempre fatales del naufragio existencialista o el ridículo de la crueldad. No son dos ancianas filósofas ni dos viejas chismosas. Lo de ellas no es el análisis político ni la especulación financiera, sino las andanzas del deseo que se despliega como un fantasma con forma de gato, se reprime y regresa otra vez como una contemplación pura de la señora de enfrente o del pasado. Esta es la lógica de su mundo como observatorio desde el cual se construyen imágenes del tiempo. Observar y no ser observadas, volver invisibles las ruinas del pasado, la opacidad del deseo en quien ya no espera nada, los trozos de un reglamento que colapsó el mismo día en que se derrumbaron las utopías totalitarias que asfixiaban y a la vez brindaron una increíble sensación de seguridad ante lo inamovible. El observatorio de Anna y Martha es delicioso. Su delicia tiene un rictus de amargura que podemos confundir con la sonrisa. Se parece al andamio de unos constructores/destructores, a la espalda descascarada del refrigerador del abuelo, a todos los cuadros de todos los parientes y de todos los mártires, a la fetidez de una anciana necesitada de aseo, a la nebulosa que forman la miopía y las pasiones, al olor de la gaveta cerrada hace décadas donde se guardan recuerdos (papelitos, hojas secas, fotos en desuso, objetos perdidos) que ni siquiera la nostalgia han conseguido ventilar, al perro del señor de la otra calle que más bien se parece tablas 78 al señor mismo, a una criada medio invisible que ahora no recuerdo si era negra, árabe o sudaca. Daba asco porque estaba limpia en medio del churre. Y era tan joven que merecía morir para eternizarse a salvo de la vejez incorruptible y legendaria, fosilizada, de Anna y Martha, quienes necesitan el mundo caprichoso, cansado, calcado a la anciana medida de sus trastos viejos. 2. Cuando vi por primera vez la puesta en escena que Teatro El Público hizo de la pieza Arte, de Yazmina Reza, me convencí de que a lo largo de los años había visto correr dos vertientes en el desempeño del grupo: una que explora la escena desde el texto, y otra que explora el texto desde la escena. Los resultados son diferentes pero no siempre opuestos por más que una, la primera variante, produjera grandes espectáculos neobarrocos que, como La niñita querida, El público y La celestina, resumen buena parte de lo que ha sido una consecuencia del atrevimiento formal y de las transgresiones carnavalescas a todo lo largo del espectro creativo, tanto en la trayectoria de la compañía como en esa amplia zona del movimiento teatral cubano que de alguna manera ha caído bajo los influjos del director Carlos Díaz y de su equipo. Mientras tanto, la otra vertiente que se ha desplegado desde Así es si os parece, Arte y El otro cuarto, propicia, en paralelo, espectáculos más mesurados en cuanto al desbordamiento formal, más concisos y quizás narrativos, depurados intelectualmente a la vez que, en ocasiones, parecen menos seductores para el gran público, por lo regular sediento de imágenes insólitas, recursos inesperados, colores, luces, trajes y cuerpos desnudos, según los hábitos del audiovisual contemporáneo. Sin embargo, por una parte ambos derroteros se han sintetizado en no pocos espectáculos (Calígula, Escuadra hacia la muerte y Las brujas de Salem), y por otra las dos rutas estéticas de Teatro El Público no dividen la poética de un grupo caracterizado por la indagación en las posibilidades discursivas de la teatralidad, el espesor ideoestético y polémico de sus montajes y un planteamiento básico e inamovible del teatro como fiesta de los sentidos y aquelarre de pasiones divergentes. Sus producciones, por lo regular espléndidas (incluso en los peores momentos de la crisis de los 90), han podido interpretarse lo mismo como teatro comercial de altísima factura artística que como teatro esteticista que arraigo popular. La poética del encuentro excepcional entre el teatrista y su público, idiolecto que ape- teAtro teAtro teAtro teAtro teAtro teAtro teAtro nas ha fallado en veinte años, convierten a El Público en un suceso histórico de las artes cubanas de las últimas décadas, y a su director en un auténtico maestro y mago de la escena. Y este, de alguna manera, es el observatorio desde el cual se han proyectado las recientes escenificaciones de las obras Tango y Anna y Martha, las cuales, presentadas a la vez en salas diferentes, continúan respectivamente la estrategia de las vertientes paralelas. Pero en este caso la espectacularidad «sobria» de la segunda, a mi juicio, supera la «sobriedad» espectacular de la primera. que los actores están vivos; e incluso tienen algo de esa impecabilidad a la que no estamos desacostumbrados (no son supermarionetas de la voluntad del director), mientras que la integración de lenguajes, pese a su carga de pastiche simbolista, logra transmitir la impronta de cotidianidad que se propone. El performance en este caso asume un realismo chato que se disuelve en la percepción de un espacio preparado para el juego del teatro, escaramuza preconfigurada y ambiente de mundo concreto que nos aleja, afortunadamente, de los lugares comunes de una cierta extravagancia neoexpresionista y de los planteamientos acomodados del naturalismo al uso. El desacato tiene también sabor a fragmentación, poesía, incongruencia y levedad, donde no todo se entiende ni tiene que entenderse. De todas formas, lo que unos vemos como virtud otros pueden verlo como limitación. Depende de qué teatro, cuál experiencia vayamos a buscar a la improvisada sala de teatro. 4. Una palabra recurrente y exacta en la poética de la agrupación es desmesura. Los afanes por atrapar a lo inasible recorren la trayectoria y el repertorio. Hemos visto, en otras ocasiones, la metamorfosis de la desmesura que se ha desplegado en un batallón de personajes travestidos, en representaciones extensas (y, en ocasiones, muy extensas), hemos disfrutado la dignidad de una pasarela, y a veces contemplado, con estupor inconfesable, un desfile de trajes y cuerpos, pero también diversas tipologías narrativas en montajes de escenas simultáneas, entradas y salidas misteriosas, asociaciones, subtextos, intertextos, citas, parodias, guiños y la mar de las referencias culteranas o contextuales. No obstante, no recuerdo haber visto de la mano de El Público la desmesura como simple sinestesia o acople sinfónico de sensaciones, por más que los monólogos de Abilio Estévez hubieran sido perfectos para esas diversiones, y no faltan otros antecedentes en casi todos los títulos de la compañía. Al contrario, el acercamiento a una teatralidad de los sentidos y para los sentidos se verifica en Anna y Martha, ayudado por la proximidad de los espectadores a la zona de representación, gracias a la delicadeza inconfundible del mejor artesano: paredes empapeladas con periódico y paredes rugosas a medio repellar, objetos metálicos, plásticos, de madera y de goma, las baldosas, trocitos de comida lanzados al público, telas de diversos tejidos, papeles, cristal, sonidos naturales y sonidos grabados, en especial el del 79 tablas 3. La función del acto de desacato en la puesta de Anna y Martha, obra escrita por la alemana Dea Loher, que pudimos ver en la Galería Haydee Santamaría de la Casa de las Américas, estrenada durante la pasada Semana de Teatro Alemán, tuvo la eficacia de responder a la pregunta fundamental de la teatralidad: ¿cuál es el valor comunicativo de estas matrices de representación? Y se responde a sí mismo: la urdimbre improductiva, en términos tradicionales, de ese texto, puede encarnar en un corpus escénico de amplia sinestesia. Así se resolvió un par de problemas que a menudo no culmina bien entre nosotros: la traducción cultural de un drama extranjero y el vaciado teatral de una escritura de fuerte impronta literaria. Ambos asuntos se resuelven con maestría tanto por el director como por los actores, lo cual advierte que el proceso de apropiación/interpretación no pareció aquí un parto difícil sino una fiesta innombrable. Esto se percibe a primera vista en la relectura espacial de un salón alargado que hace el diseño, al leer y traducir bajo las normas de una instalación plástica, además del movimiento de los actores y la construcción de los personajes, cuyo acento gráfico es tan fuerte que la integración del vestuario, las luces, la incorporación física y el minucioso diseño de maquillaje no nos permite definir si la imagen nació de la actuación o la actuación se apoya en las imágenes. Pero tampoco se trata de identificar la hegemonía del huevo o la de la gallina. Basta con advertir agua que tanto se agradece, fonética castellana y fonética alemana, las pieles y los cabellos de los actores. Los signos de esa sinestesia se congregan en la presencia auténtica y el desempeño de los actores, porque la articulación que pueden hacer las posturas, el gesto, la mímica, el movimiento y la entonación convocan a una simulación atrayente. Tales sensaciones atrapan desde el primer momento, cuando todavía esperamos que se nos cuente una historia cronológica sin advertir que vamos cayendo en la red de los sentidos, donde la secreta fascinación del espectáculo dejará la transparencia para ser opaca y cruda como el suicidio inquietante de la sirvienta Xana desde lo más alto del andamio. 5. Observo, a estas alturas, que Anna y Martha se aviene a las claves antropológicas del sacrificio ritual: alguien muere para que otros se purifiquen y vivan. Desde este ángulo, la exploración del texto desde la escena no busca acomodar al espectador a una imagen seductora, sino ponerlo en el ámbito de las ancianas, cuya vida dramática depende del reacomodo de sus recuerdos y de la anulación de la sirvienta, la que, por cierto, lleva un pulóver rojo donde se lee: working class. Con tal cercanía al sacrificio, tuvo que haber dolido la construcción tablas 80 del mundo de Anna y Martha pues de alguna manera siempre duele el misterio de lo real que no se somete a la corrección gramatical de los dictados de la cultura. La muerte, por ejemplo, tiene sabor a realidad absoluta, a misterio. La limpieza real del piso y el real lanzamiento del agua suenan, huelen, palpitan, molestan, no se explican, no se nombran. Lo que verdaderamente sucede no puede ser nombrado porque desaparece; y si dos viejas enfermas están listas para morir y no lo hacen, morirá hasta el último de sus recuerdos y, por supuesto, la joven sirvienta. Quizás sea este el procedimiento de lo real e intransferible, de lo actualizado y lo perdido. Ni siquiera se trata del espectáculo en sí, sino de la integración de las sensaciones que forjan su percepción y reviven en cada función cual un rito de risa y mueca. Los actores tienen mucho que ver en este proceso: la precisión de las tareas cotidianas de Xana (Gilda Bello), las peleas y mezquindades rutinarias de Martha (Ysmercy Salomón) y Anna (Tamara Venereo), las apariciones entre veladas y sensuales del Chofer y Meier Ludwig, en contraste con la ferocidad expresionista del Perro (los tres últimos actuados por Carlos E. Riverón). Habría que agregar que la duplicidad de una expresión extracotidiana y de una interpretación realista al- ternan como parte de una misma técnica interpretativa donde destaca la figura de Martha, entre la juventud simpática de la Xana, las monstruosidades perrunas y la vejez enhiesta pero frustrada de Anna. La representación de una postración corporal en silla de ruedas, con movimientos rígidos e inestables al levantarse en previsión de una posible invalidez total, la deformación facial y de la voz que desagradan tanto como convencen, más la alianza de la actuación y el maquillaje de caracterización, ofrecen una figura contrahecha que insinúa retorceduras interiores sin perder el cariño fraterno hacia Anna. Con este trabajo, la joven actriz Ysmercy Salomón logra un momento de madurez en su emergente carrera. El mérito es mayor cuando los actores que le rodean convencen en la construcción y recreación de sus personajes, a mitad de camino entre la ilustración fotográfica y la deformación pictórica, una zona perdida de la que brotan personajes raros y ordinarios, y las siguientes demandas: ¿Qué hay debajo de estos pequeños seres del subsuelo de la felicidad? ¿Hasta dónde el humanismo que refleja la frustración devela la violencia? ¿Quiénes están sanos y quiénes enfermos? ¿Puede alguien sobreponerse a la pérdida y encontrar la salida? ¿Cuándo sabemos si Xana asciende por el andamio para escapar o para morir? ¿Se lanzará o se caerá? ¿Con el ascenso de la sirvienta, estas señoras ganan algo? ¿Algo podrá cambiar? ¿Un observatorio, mirador y laboratorio, implica conocimiento y aceptación personal? ¿Existe una esperanza, una paz verdadera bajo el sinsentido de la observación? Apenas tengo respuestas, excepto para esta última. ¿Qué se ve desde el observatorio de Martha y Anna: silla de ruedas, mesa de costuras, andamio, refrigerador? El mundo estrecho y corto, bajo y seco, triste y frío, y rígido, y estéril, construido de espaldas al mañana, un mundo a la medida de Anna y Martha. ¿Por qué lo sé? Fácil. Basta con mirarles a los ojos. Habey Hechavarría Prado Protection: un espacio seguro para compartir vas al placer. Y, según pienso, es lo que refresca la densidad de la metáfora en la escena que William Ruiz nos quiere mostrar. Vale resaltar entre los temas musicales la canción rusa sobre la felicidad con la que todo cubano bailó cuando existía la confraternidad económica con la Unión Soviética. El paralelo se logra cuando vemos en la escena la sugerida violación a una mujer que, como analogía alegórica, puede a su vez representar una revolución también violentada. No obstante, creo que lo más notable en el aspecto sonoro son los efectos provocados por los actores con los objetos, sólo circunscritos a botellas y vasos, bolsa de nailon, linternas, trozo de lienzo, una flor artificial, protectores de codos y rodillas y las extremidades inferiores de un muñeco. El sonido de las botellas al caer, el acto de rodarlas e introducirlas dentro del nailon con acciones agresivas nos sugiere el mundo interno impulsivo e impotente de estas personas que se muestran aparentemente inalterables. 81 tablas ealmente me resulta incómodo hacer público un juicio crítico convencional sobre puestas escénicas como Protection, texto escrito en 2006 por la dramaturga alemana Anja Hilling y dirigida por William Ruiz. Siento que esto puede constituir el suicidio de cualquier criterio que pretenda imponerse ante un producto que no precisa ser explicado sino tan sólo pensado por el receptor, en ese proceso resguardado del pensamiento donde se forja un teatro individual e irrepetible. En este sentido, comenzaré respondiendo a la primera pregunta que por lo general siempre alguien te hace cuando sales del teatro: ¿la obra te gustó? Pienso que no puede hablarse de gusto sobre un espectáculo que no utiliza el artificio teatral como finalidad sino como medio para manejar ideas. El texto apenas se representa por los actores, ocupados en contener todo atisbo de emotividad. Mejor sería hablar de presentación retórica por actores que, como actuantes tropicales, no padecen la realidad alemana que leen. El director, así como su asistente Amarilis Pérez Vera, jóvenes graduados de Teatrología, optan por utilizar una estructura paralela de significados basada en la manipulación de los elementos escenográficos, entendiéndose al actor como parte de ellos. Suerte de ensayo literario-escénico sobre la búsqueda de sentido es lo que percibí claramente en ese espacio/vacío que demandaba de mí su recomposición. Si tomamos en cuenta los referentes musicales de la obra, podemos pensar en el título como alusión al segundo álbum musical de Massive Attack, homónimo, que en 1994 hizo de este conjunto una de las agrupaciones más influyentes de la década. Dentro del contexto escénico la música se nos muestra básicamente para ambientar locaciones festivas o alusi- FOTOS: LUIS ERNESTO DOÑAS R teAtro teAtro teAtro Los recipientes, que tan transparentes y pulcros se exhiben, nada tienen dentro, y se colocan jerárquicamente a la altura de los hombres para hacer de uno el objeto o la humanización del otro. Es, por tanto, el continente sin contenido la gran metáfora de esta obra enclaustrada en el marco de un universo alucinante. Tan sólo implosiones son las que se muestran, a modo de intenciones físicas que pocas veces se materializan en ese conflicto existente entre el querer decir y el no saber cómo. Sin embargo, piensan que todo lo dicen, quizás al creer inútil el acto de ocultar. Así comparten sus pensamientos en voz alta sin temor al daño en el acto despreocupado del que tiene la convicción de que no va a ser escuchado por su interlocutor. La historia, no tan trascendente al tener como pretexto para el diálogo la propia intrascendencia, nos habla de los encuentros y desencuentros de individuos sin aspiraciones. Hombres que creen oxidados sus mecanismos de encubrimiento y no temen exponerse. Esta temática, lugar común dentro de las obras alemanas de la última década, pienso logra armarse como hecho estético no tanto por su calidad argumental como por su voluntad de convertir en poesía la degradación humana. Como metáfora viva encontramos al muñeco realista inerte e inútil que reposa a un lado de la escena. Con rostro que jamás se ve, lo cual hace del icono un símbolo universal, a primera vista puede leerse como una suerte de cita «maeterlinckiana». Sin embargo, si acaso es mirado con ojo más actualizado, este símbolo puede devenir pieza de arte conceptual que una vez más formula la pregunta en torno a lo que somos: consumidores-consumidos. Tampoco creo errado afirmar que estamos ante una teatralidad diseñada para descubrir conceptos. Esto se explicita cuando nos damos cuenta de que todos sus elementos están en una perpetua búsqueda de sentido. La estructura de montaje así lo indica en tanto principal catalizador de este propósito. Si recordamos, por ejemplo, cuando Yasel tablas 82 teAtro teAtro Rivero, actor que presenta a Ross/ Marc, dibuja con tiza un jardín de flores donde se siente despojado de sus ropas, luego toma un vaso, escupe sobre su mano para depositar su excreción en la vasija, distinguimos cómo esta secuencia, totalmente pragmática, construye un sentido generado por una relectura visual del texto dicho que provoca la dilatación de su significado. Todo cuanto se hace parece nuevo. Los actuantes, a los que se agregan Giselle Lominchar y Leonardo Cuesta, en vez de preocuparse por hacer, se muestran ocupados por tratar de encontrar algo en ese espacio de confluencias al que somos convocados. Por ello los actuantes, al acabar la puesta, se marchan como si nada hubiera pasado. Y es que en el transcurso del tiempo compartido la ficción no se nos mostró como artificio sino como punto de vista sobre una realidad cómplice que nos provoca pensar en nuestro teatro, en ese espacio gnoseológico que elegimos para vivir. Las luces y el vestuario apoyan la conformación pragmática del signo en continua construcción. El uso de linternas de luz verde para los momentos más íntimos o esperanzadores de los personajes alterna con el ambiente blanco de los equipos de luces, quizás como un modo de desacralizar la idea del artificio teatral que busca la manipulación. De esta forma el vestuario, de diseño sutil, sin la intención de convertirse en elemento trascendental, enfatiza en los personajes su natural ambigüedad sexual, el carácter que sugieren los colores, además de acompañar a las acciones sugeridas por los actuantes. De esta manera concluyo mis reflexiones en torno a lo que no debe verse de la misma manera con otros ojos. Cuando la escena no quiere embellecer ni hacer sentir, tan sólo quedan sobre el espacio los principios, esos que se nos otorgan para recrear una escena mutua. Aunque no pueda responder a la pregunta sobre el gusto, quedará al menos en mí la experiencia de un espacio compartido. Pedro Enrique Villarreal Sosa teAtro teAtro FOTOS: LUIS ERNESTO DOÑAS Y aunque te cueste la muerte hazlo: mira por primera vez «Mutilación de miembros y arterias que horas después intentarán ser restituidos.» MARGARITA MATEO. Ella escribía poscrítica I T ermino de leer Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller, entiendo. Gracias, Rogelio. Como si un disparo agónico se activara en mí, comprendo. Dónde está el teatro, sino en el dolor, en el patetismo. Y el teatro está en esas palabras sórdidas, frenéticas, psicóticas, explosivas, vivas. Y el teatro está gritando. Y el teatro está injuriando al teatro. Y el teatro está en la palabra arrancada de la vida para nacer, morir, negarse. Y la palabra es escena. Y el teatro no está porque ahora se trata de mí, de mi teatro, de Ofelia, del mar, de la República. Y el teatro dice como una última súplica otra, otra, otra, porque todo lo demás es silencio. Empiezo a entender. El concierto-homenaje a la República son las vísceras de esta obra. Un homenaje a Shakespeare, Stanislavski, Müller, a Cuba, a las tradiciones reinventadas por necesidad. Abruptas incisiones al teatro para amarlo, abrirlo, llenarlo de todo y vaciarlo como un experimento insaciable. Caóticas empiezan a salir estas palabras, ya no puedo detener esta compulsión, ya no puedo. Dejo de matarme para creer, sombras nada más. Sombras. pectacular, en la dramaturgia subyace la intención de solventar a la República en una descarga. La descarga/homenaje del teatro cubano, el ISA para deconstruirlo, la Isla para justificarlo. Homenaje que reivindica desde la no simulación, desde la aceptación como una cólera desenfrenada. Este es el mejor homenaje, el de la verdadera evolución. La República como un presupuesto voluble. Estado, gobierno, árbol genealógico, antropología inexistente, la República como protagonista. Y quién puede inventarme otra República. Y quién puede cambiar al teatro. «La República echa la explanada la noche os- cura las cercanías las fronteras»1 los jóvenes huérfanos se arriesgan al love is a losing game, al world hold on, al happy together, al back to black, y al I’m your biggest fan. Se arriesgan a preguntarse ¿to be or not to be?, pero la interrogante muta hacia la traducción infinita. Por eso quiero tener un póster de Ofelia en la pared de mi cuarto, Mi bollo vegetal con letras gigantescas justo en el centro, y en la esquina el premio póstumo al demo más descargado en YouTube. Poner las canciones todo el día, una y otra vez, soportarme aprendiéndolas. Ya estoy lista para responder a Amlet, voy a hablar de mi dolor. II Como un relámpago voy reescribiendo impresiones e ideas para este discurso incontrolable. Mi primer hallazgo con la puesta en escena y mi último con el texto. Dramático y es- tablas 83 teAtro teAtro teAtro III Amlet (sin el error molesto de la H) es la piel, Ofelia la asfixia, Laertes la rabia, Braz el mundo. Mario Guerra dirigió a los estudiantes de quinto año de Actuación en su trabajo de tesis. Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller, texto de Rogelio Orizondo, ha sido la sustancia germinal. Y el enriquecimiento mutuo es una ganancia. Cómo ha sido la apropiación y experimentación en el proceso, una pregunta incitante. Cómo se ha creado una puesta que exige desde el inicio la subversión de cánones que se reclaman muertos, una inquietud estallante. «Esto no tiene fin…» Un Hombre con Traje asegura la carrera de LaertesFidel por la escena. La rutina de quince minutos sin detenerse convierte en un espasmo el monólogo del personaje. Con esta sacudida incita las miradas del público extrañado mientras su sudor salpica a dos jóvenes espectadoras. Así, sigue detonando palabras, escupiendo dolor, ni pinga, Laertes tiene miedo, nosotros también. La partitura corporal Amlet-Manuel estalla desde la medialidad entre imágenes violentas, autorreferenciales y precursoras de una diferenciación tablas 84 teAtro teAtro intangible. El cuerpo de Manuel a partir de la fisicalidad encuentra y construye desde la memoria a su personaje, a sí mismo, al espectador. Ofelia-Alegnis está metida en la piscina, ha regresado de su exitosa gira por el Congo y está embarazada. Ofelia tiene a sus fans negros, a su primer amor Amlet. El agua en sus pulmones no impide la sequedad de su voz. El ahogo áspero de su vida está en el río. Un río como legado de la muerte, de su pasado, escogido para sacrificar al hijo negro, a quien llamará Polonio. Ofelia trae adheridas a sí estas esencias, pero mientras está en la piscina disfruta vivir en el mar. A fin de cuentas, ella también es una de esas ballenas muertas en la orilla, un día están ahí, y luego renacen. Necesitan el agua, pero el agua es también un personaje trágico e independiente. Entonces están ahí, Ofelia y el mar confesándose. Amlet toma su cámara y filma a los espectadores. Quien busca encontrarse en la imagen grabada pierde el reconocimiento de su materialidad para hallarse sujeto a la ficción como cocreador de esta. Por lo tanto, sea cual fuese la reacción ante la irrupción, se produce una correlación de sentidos que despuntan en Amlet como portador de un manifiesto capaz de transformarnos. teAtro teAtro Braz-Judith ¿es un producto Pravda? ¿Es la alemana transexual que Amlet conoció en Facebook? ¿Braz? No sé si es un error dramatúrgico, una trampa, un Supreme. Nieta de Fortimbrás, heredera de una tradición a la que prevalece como mujer perfecta. Ella toma el micrófono, cuenta su dulce historia y es Lady Braz, canta Paparazzi, Pokerface, y son sus canciones las que nos dominan tal como ella. Entre todas las figuraciones, el Hombre con Traje mantiene y asegura la coherencia de la puesta. Confluye en él la coordinación de un evento intransferible, por lo que debe regular las emociones y asegurar las consecuencias precisas de estas en la presentación escénica. Logra el distanciamiento de los espectadores ante el hecho artístico y así formula perspectivas concretas en la recepción. Mario Guerra articula el encadenamiento de todos los signos en correspondencia con la puesta en escena, profiere la unitoriedad del espacio. La asimilación de su responsabilidad durante el espectáculo hace que la dirección escénica realmente se involucre con el acontecimiento irrepetible y exclusivo del que se trata. En un documental Heiner Müller cuenta cómo conoció a Brecht. Una dialéctica inevitable se toma como Estos no son los personajes de Shakespeare, ni los de Müller, son los de Rogelio. Y desde valores que funcionan como una ideología transgresora hacia el arte teatral se logra con la puesta en escena la multiplicación de enunciados, la pluralidad de significados, la intermedialidad expresiva. La síntesis del montaje consigue así mismo una reinvención desde la necesidad autorreflexiva de todos los inscritos al proceso. Se acepta la muerte, la paradoja de vivir a media máquina, la autenticidad de gritar con el cuerpo. Amy Winehouse y Lady Gaga son paradigmas para Ofelia, una cubana. ¿Quién es Ofelia para Rogelio? Quizás en esas zonas de indeterminación esté oculta la respuesta. ¿Quién es Amlet? Después de tantos problemas burocráticos, consiguió librarse de la H, tiene el papelón de Dramaturgo y de qué le sirve. Si el teatro es una cárcel por qué entonces sentimos la posibilidad de liberarnos cuando la lectura o presentación escénica finalizan. La vitalidad es una característica intrínseca a cualquier presentación escénica. En esta puesta permite la disolución de situaciones acontecidas a las que no tenemos acceso. Cuando no escuchamos con claridad a los actores o sentimos la intermitencia de reacciones incontrolables, estamos en presencia de un riesgo que han tenido que correr para expresar auténticamente quiénes son. Vladimir I. Lenin sufre el delirio de la convicción. Él necesita ver la filmación de Hamlet antes de morir. Su única esperanza está en Konstantín Serguéievich, la escenografía de Craig Gordon, un montaje de fabulaciones. La obra cuya representación una vez impidió porque quién sabe lo que hubiese provocado. No importa lo que cueste, incluso la muerte, debe hacerlo, debe mirar por primera vez. La escenografía es la más explícita síntesis conseguida en la puesta y transita hasta convertirse en símbolo. Una imagen aplicada a los personajes, al espectador. Se configuran en ella imágenes persuasivas concatenadas a la progresión dramática. Es ágora de vínculos indelebles para homenajear a la República con libertad. Es la piscina sucia y olvidada donde se reencuentran Amlet y Ofelia. Es la piscina en el castillo recuperado por Braz para cumplir el sueño de hacer un centro recreativo: Elsinor. Está llena de la misma agua en los pulmones de Ofelia. Donde se bañan Manuel, Alegnis, Fidel, Judith y Rogelio para salpicar la «ratonera». Una «ratonera» dispuesta, o no, a mojarse. Martha L. Hernández Cadenas NOTA 1 Rogelio Orizondo: Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller (en proceso editorial por Tablas-Alarcos). 85 tablas referente, y de la intertextualidad del texto dramático como heredero de una negación hecha con anterioridad comienza un nuevo nivel de interpretación ante la puesta en escena. El homenaje es el modo de dilucidar estas relaciones. Las claves están en la intención deferencial propia del texto llevada a una concretización perspicaz. Las posibilidades de establecer compromisos se van componiendo con la intensificación de atmósferas sugestivas y la experimentación. Los efectos son disímiles; ante la presentación de Braz en un dibujo animado, la risa será el modo de implicarse en la narración de este. Para que la obra continúe necesitan ayuda del público, algunos espectadores deben estar en el próximo espacio reclamado por la puesta, una discoteca, bailar junto a los actores, escuchar y sentir con intensidad la magnitud de sus gestos, sus voces. Sentir el olor de la tortilla cocinada por Amlet, y en uno de los espectadores, el sabor. El desnudo de Ofelia compone un traje mutilado por el dolor, aunque la analogía vestir-tradición produce la impronta de una ausencia padecida por todos; estamos desnudos, desprovistos de atavíos que se nos han negado. Entonces lo referencial y performativo en interacción simultánea durante la puesta en escena buscan fundar en los espectadores vínculos profundos. Desde la última fila me sentía abatida por la energía, el erotismo, la fuerza expresiva de los actores. En una primera fila el foco de luz penetraba mi piel y, al sentir la invasión física de los cuerpos en la escena, me involucré, provocada por una complicidad real. Estas relaciones demuestran la posición activa del público, son efecto de la voluntad de ser partícipes en esta presentación escénica que nos excita, nos agrede y, por lo tanto, nos compromete. Es importante cómo cada palabra alcanza una connotación corpórea. Los actores se han apropiado de ellas para adherirlas a su experiencia. Reviven desde sus memorias individuales lo acumulado durante sus estudios en la Universidad de las Artes. Hablan desde sus cuerpos, sus repúblicas, sus historias que han dejado de ser las mismas. C rear puede llegar a convertirse en una lúgubre exposición de eventos aterradores y desquiciantes, también atractivos. Qué hay si el autor de la creación se queda sentado plácidamente recibiendo sus honorarios y realizando con esmero la exposición de su carrera creadora. Puede ser entonces que la exposición de gestos obscenos deja de ser arte, no lo es por naturaleza. La conexión entre el acto de mostrar y la actitud del que muestra no es de una incidencia tan directa. Tampoco lo es la del acto de mostrar y la actitud del que observa. El arte padecerá siempre los descompromisos, los del creador y los del espectador. De ahí que los museos no cesen de evocarnos, muchas veces, el derrumbamiento de las obras que contienen. El derrumbamiento del infinito que las compuso, toda obra recluida en un museo recuerda, a menudo sin matices, el derrumbamiento del universo que la propició. La consagración de los museos permite el acceso, a primeros planos de significación, de la reproducción. No está mal, para nosotros, insertados en un universo de imágenes de todo tipo, la reproducción de una obra de arte crea una especie de Oasis en medio de la fatiga. Tampoco está bien, de no existir hoy la Noche estrellada, quizás menos personas pensarían que no queda nada por hacer. Pero los colapsos también forman parte de nosotros. Si la muerte no está a algunos de nuestros costados, ni mi obra, ni aquello que veo, me parece creado o visto con verdadero compromiso. ¿Cómo lo hizo Rogelio Orizondo? El autor de Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller. Texto que sirvió a Mario Guerra para que condujera a los alumnos de quinto año de actuación, del Instituto Superior de Arte, a su graduación en el curso 20092010. ¿Cómo lo hizo Mario Guerra y como lo hicieron sus alumnos? ¿Cómo tablas 86 lo vimos nosotros, reunidos en la Sala Bertolt Brecht en julio de 2010? Ayer dejé de matarme… se desarrolla entre la reproducción y el colapso. En las vísperas de su acto de graduación, Amlet es asediado por sus amigos Ofelia, Laertes y Braz. En ellos los espacios son tantas cosas que parece difícil que puedan ser algo. Son lo que fueron para sus abuelos, son el resultado del amontonamiento de las drogas y la lujuria, de sus anhelos infantiles, casi siempre vividos como un trauma, son la readaptación a espacios de consumo, todo en medio del delirio, de la mutilación del sexo, literal y simbólica, de la violación. Ayer dejé de matarme gracias a ti. Dudo que Heiner Müller hubiera querido aceptar la responsabilidad o el privilegio que el ser que le avisa, le dispensa. Si se leen algunas de las entrevistas que hay de él en Internet, quizás hubiera dicho: «…oh, no, si no eres capaz de matarte no me responsabilices a mi». Al parecer entrevistar a Müller consistía en recibir la negación de cualquier enunciado. Esa parecería ser la virtud de cualquier entrevistador del autor de La colona, Filoctetes, o Máquina Hamlet:, ser negado. Pero ya Heiner Müller no existe y aquello que profiere el título de la obra de Rogelio no se suicida gracias a Müller. Lo que fue animado inspira la acción de lo inanimado. Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller expone el horror de una generación condenada ya antes de ser concebida, pero también después. Responsabilizada por su condena y vuelta a condenar por ser una condenada. En palabras de Ofelia mi personaje inspirador en esta obra: …y yo descalza enamorada inocente fui allá a aquel río y vi a todas mis muñecas masacradas mutiladas desechas en el río negro yo vi cómo todas iban perdiendo sus brazos sus ojos sus lenguas cómo se les FOTOS: LUIS ERNESTO DOÑAS Ofelia y Amlet en las calles Oquendo y Desamparados. Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller da para pensar desprendían la cabeza siendo devoradas por el río negro hambriento de la blancura de mis queridas muñecas el curso del río siguió y mis muñecas seguían allí con la lengua afuera allí estaban los trozos de mis muñecas toda la eternidad en los ríos en este mar negro La exposición de actos aterradores no glorifica la barbarie humana. En un entorno de polaquitos vendidos y de Ladas con motor de Fiat, de Chevrolets de 1959 compitiendo por pasajeros del siglo XXI, la exposición de un auto destrozado por una guagua y con manchas de sangre secas no glorifica, en lo más mínimo, la degradación en que el accidente aconteció. Braz, la alemana amiga de Laertes que promete repartir Supreme para todos; llegada, ida, abandonada desde, hacia y por un universo inmerso en Pravda («Verdad» en ruso y título del diario oficial de la era soviética). Braz tiene una relación hermosa con Cuba, su abuelo vivió en Cuba y no quiere que sus amigos, cubanos, se peleen. Por eso promete Supreme para todos, ha notado una devoción particular de sus amigos en teAtro teAtro Cuba, de los amigos de sus amigos, por las secuelas de Nestlé. Pero también tiene una película preciosa que su abuelo le hiciera a Vladimir Ilich Lenin. En ella se dirige a Konstantin Stanislavski para pedirle (un Lenin que parece extraído de una película de Sokurov), como última posibilidad de salvación para la Unión Soviética, que es también su salvación, que monte Hamlet, la obra que, en otro tiempo, creyó que no debía montarse en favor de la construcción del estado soviético. 1 Ofelia lleva su negrito concebido en el Congo en la barriga. En el Congo se convirtió en un mito. Consiguió allá todo lo que no consigue aquí (el aquí de la obra). La intimidad con Amlet y que su Bollo vegetal, que desea elevar al rango de celebridad, se convierta en el más escuchado de todos los discos, más incluso que el Back to Black de Amy Winehouse. Laertes no habita, rebota en el espacio. No tiene nada especial, no puede contener su lujuria hasta la impertinencia, aunque a Braz, tan seducida que no puede discriminar entre los seres en torno a ella, también le puede gustar. Amlet sin H, porque él se la retiró. Amlet se gradúa, obtiene el título que tanto desea. Trata de salvar a Ofelia, pero no consigue nada mejor que sugerirle que entre a un convento. Amlet no es muy listo, demasiado joven o ingenuo para entender que los grandes cataclismos no se domeñan. Amlet aprende o se quiebra. Su bondad es la del primer niño, la del que no ha tenido que cargar como un camello, ni rugir como un León ¿qué es un comienzo privilegiado? puede ser, pero el reto que tiene frente a sí no han logrado saltarlo muchos recién graduados. Ofelia y Braz asumen con dignidad la pérdida del destino. No buscan aleccionar con los restos de una decencia derrumbada desde la altura de la cual solo se puede recibir el golpe de los escombros. Pero tampoco tienen la pasividad de Laertes. Amlet no, de Amlet no son creíbles ni sus frases rimbombantes ni su pretensión de ser escandaloso. Amlet juega al peligro en un lugar seguro. Los colores vivos de su paleta carecen de alegría, los oscuros se cuidan muy bien de evocar el terror. teAtro teAtro Amlet rememora la lógica de los tiempos degenerados: el dinero no lo compra todo…, a menos que se ofrezca una buena suma. Desde el poder es posible bajar siempre el rigor del costo, de ahí que lo primero que buscarán los Amlet recién graduados serán las magistraturas baratas. Los gastos que puedan reembolsarse con velocidad. De fracasar en el intento Amlet emigrará, y Dinamarca no será el útlimo lugar al que quiera ir. Ofelia en cambio no consigue realizar muchos cálculos. Desea algo y busca tomarlo de inmediato, sigue siendo una niña (no está mucho más allá de Amlet), pero es incapaz de trazarse estrategias tortuosas para obtener el éxito, no tendrá la oportunidad de forzar la estrategia para entrar en los límites de la maniobra. Del edificio Arbos, en la calle Oquendo entre San Miguel y San Rafael, un pedazo de balcón cayó sobre la cabeza de un desdichado que murió. La decisión del gobierno de Centro Habana fue derribar todos los balcones del edificio a golpe de mandarria. Todavía en 2010 los lugares donde antiguamente estaban los balcones exhibían las cabillas jorobadas y expuestas, y unas líneas de concreto mal arrancado, junto al rencor insalvable de los desfavorecidos, resultaban un inmejorable recordatorio del acto irracional. Del mismo edificio un hombre, en un intento de suicidio, se lanzó al vacío pero antes de llegar al suelo chocó con una mujer que tuvo la mala suerte de salir en aquél momento. Ambos murieron pero los vecinos del edificio no fueron arrancados de sus viviendas y nada hay en el lugar que pueda recordar aquél evento aterrador. Así son los eventos humanos, no dejan huella a menos que la impriman en el entorno material. Pero que no dejen huellas físicas o que el aniquilamiento del riesgo no suceda con la misma ligereza con la que se arrancan unos balcones, no supone que las huellas no perduren en otras dimensiones de la realidad donde su ostentación resulte igualmente chocante. Ni que el aniquilamiento deje de producirse por vías menos directas. No mucho tiempo atrás, algo más de medio siglo, Alain Resnais comprobaba algo semejante en los restos de Auschwitz2. Ofelia, Amlet, teAtro teAtro Braz y Laertes habitan una libertad conmocionada. Si la libertad se realiza con mayor facilidad en los organismos complejos, habría que reconocer cierta diferencia en la autonomía que se produce al borde del espanto, y distinguirla de cualquier otra. Lo contrario sería la deificación del exterminio. El Gulag reclamando su cuota de mérito décadas después de haberse convertido en escombros. Ellos/Nosotros, crecidos entre sobrecumplimientos y movilizaciones, son/somos la mejor expresión de los espacios arrancados, de los aniquilamientos subrepticios, traducción sigilosa al espacio caribeño de aquel terrible aserto que afirmaba: Arbeit macht frei. Boris González Arenas NOTAS Alexander Sokurov (1951) Director de cine soviético-ruso. Dirigió la película Taurus, ficción de la última etapa de la vida de Vladimir Ilich Lenin (1870-1924). 2 Noche y niebla (1955) es un documental dirigido por Alain Resnais, prestigioso cineasta francés. 1 87 tablas teAtro en t A b l i l l A a cargo de Lilianne Lugo Herrera Segunda Temporada de las Artes Escénicas en Villa Clara Una Temporada excepcional, a pesar de los pocos recursos con que se suele contar actualmente para estas cosas, discurrió en Santa Clara del 7 al 19 de octubre. Todos los grupos teatrales y danzarios acudieron a la cita, todos los locales disponibles fueron utilizados con pertinencia. La Temporada estuvo dedicada al aniversario quince de las compañías Danza del Alma y Folclórica Oché, las cuales tienen ahora su sede en el recién inaugurado Centro de Desarrollo de la Danza y el Teatro. Aquí se realizaron la apertura del evento, los espectáculos danzarios y funciones de teatro para niños; también la presentación, a cargo del teatrólogo Omar Valiño, de varios números de la revista tablas y la colección de teatro de Ediciones Alarcos. En la UNEAC tuvieron lugar casi todas las sesiones teóricas. Estudio Teatral invitó al proyecto Intersecciones, conducido también por Omar Valiño, que tuvo tres sesiones de trabajo donde se proyectaron videos de obras teatrales contemporáneas: Esparcid mis cenizas en Eurodisney, del español Rodrigo García; 4:48 Psicosis, de Sarah Kane en un montaje de Luciano Cáceres, y una muestra de diferentes puestas de Daniel Veronese, con especial énfasis en su versión de Casa de muñecas. Valiño logró conectar orgánicamente con esto la programación de las tres jornadas y varios de los libros presentados de la editorial Tablas-Alarcos, y comparó, debatió, y comentó sus propias experiencias como espectador. Pienso que Intersecciones fue, como se lo propuso, «una cita para la actualización y tablas 88 el debate sobre los caminos de la creación escénica contemporánea». Por su parte, Joel Sáez, director de Estudio Teatral, proyectó el documental Los maestros locos, del director Jean Rouche; en otra sesión, el video de la obra Marat Sade dirigida por Peter Brook, y dedicó la última al grupo La Candelaria. Como se ve, fue intenso y coherente este espacio en el evento; su público, además de teatristas y coreógrafos, lo integraron estudiantes de la especialidad de Teatro de la Escuela Profesional de Arte, lo cual es una ganancia ya que la mayoría atendía con interés y hasta tomaba nota de las disertaciones. Quizás los materiales vistos y debatidos, sobre todo en Intersecciones, les hayan resultado difíciles de asimilar pero, sin dudas, constituirán un valioso conocimiento en su futuro desarrollo profesional. El programa teórico se complementó con la relevancia que alcanzaron las clases magistrales impartidas por el maestro Ernesto Alejo, director de Danza del Alma, y por Katia González, bailarina de la compañía Oché, realizadas en sus respectivas salas-sedes del Centro de Desarrollo. Ambos locales se llenaron hasta desbordarse, no sólo con artistas o estudiantes de estas especialidades, sino también, y en gran número, con personas que viven en los alrededores, transeúntes ocasionales y adolescentes de la escuela secundaria cercana. Un buen trabajo de promoción en la comunidad, que permitirá captar entre estos espectadores a un público asiduo. Las funciones de teatro y danza invadieron la ciudad. El Teatro La Caridad acogió a Oché, Danza del Alma y a los grupos Talares y Baila Cuba. La danza tomó así protagonismo en nuestro prestigioso coliseo. Sin embargo, lamentablemente, nos quedamos debiéndole a Santa Clara la presentación del Guiñol de Remedios con El gato simple, de Fidel Galbán, programada en La Caridad por su importancia y gran formato, y sustituida a última hora por Variedades. En su sede, Estudio Teatral programó cinco obras de su repertorio. El Guiñol de Santa Clara subió a las tablas dos de sus clásicos y un estreno, y acogió también al grupo Alánimo. En tanto Dripy extendió uno de sus espectáculos para círculos infantiles al denominado Los Sandinitos, y ofreció tres funciones en su salita. Teatro Laboratorio realizó una en su sede y otra en la sala de video del reparto Condado. El parque Vidal fue amenizado por las Variedades de Alánimo. Mientras, Teatro Escambray presentó uno de sus últimos estrenos en el patio de la UNEAC y llevó otro hasta el Pedagógico Félix Varela. Sin embargo, la Sala Margarita Casallas de El Mejunje fue el espacio teatral más utilizado con la presentación de doce obras, más una en el Patio Bar Tacones lejanos de dicha institución. De su propio repertorio fueron tres y acogieron, además, dos puestas para adultos de Dripy, el espectáculo de Magic Show, y otros de Teatro Escambray, Alánimo y Guiñol de Remedios. Todo esto lo realizó El Mejunje sin interrumpir la programación habitual que allí se desarrolla, incrementada ahora por una excelente galería para exposiciones y una cafetería que invita a la tertulia. La Temporada resultó un verdadero regalo para el público santaclareño, que respaldó con su presencia cada función, y también para los propios artistas, trabajadores y funcionarios de la cultura, quienes aprovecharon para ver los estrenos, o lo que querían volver a disfrutar. Se emplearon bien los recursos disponibles: grupos, locales, espacios, repertorios; sin grandes pretensiones, pero con una concepción coherente. Esto permite apreciar lo que hemos alcanzado y, ciertamente, lo que aún nos falta. (Carmen Sotolongo Valiño) La 9na edición del Concurso de Coreografía e Interpretación DANZANDOS, auspiciado por la Compañía Danza Espiral y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, se efectuó del 5 al 10 de octubre de 2010 en el Cine-Teatro Velasco de la ciudad de Matanzas, dedicado a los noventa años de vida de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso y a los Premios Nacionales de Danza Isidro Rolando (2009) y Tomás Morales (2010). El evento también celebró galas homenaje por el veinte aniversario de la Compañía Danza Libre y los treinta y cinco años de vida artística de la bailarina y coreógrafa Lourdes Cajigal. Otras subsedes del evento fueron el Café Galería La Vitrina, del Centro de la Memoria Escénica y el Café Variedades, de CIMEX, donde se inauguraron exposiciones, se exhibieron videos sobre danza y presentaron libros como Encendamos los cirios, del crítico e investigador Vladimir Peraza, mientras se degustaba un delicioso café, en tazas concebidas especialmente para el evento por el artesano artista Pablo Perdomo. El DANZANDOS, inaugurado en la Ermita de Monserrate, desde donde se puede divisar la hermosa ciudad de Matanzas, contó en su espectáculo con las actuaciones del Coro de Cámara de Matanzas, dirigido por el maestro José Antonio Méndez; el grupo de teatro El Mirón Cubano, con fragmentos del Juan Candela, de Onelio Jorge Cardoso, recreado dramatúrgicamente por Albio Paz y Danza Espiral, que se integró a la poética de la dramaturgia y a la arquitectura del lugar, en una sui generis fusión de esti- los y estéticas artísticas, con el arte culinario del chef Fleitas y el trago Espiral, creado por el famoso barman matancero Alfredo Comas. La compañía anfitriona estrenó Se me olvidó que te olvidé, con coreografía de su directora Liliam Padrón Chávez, y El último trago, del joven Yadier Durán, quien obtuvo mención por coreografía y el Premio de la Popularidad. En la gala homenaje a Alicia Alonso estrenó Duendes en el aire, dedicada al coreógrafo ruso, renovador de la danza moderna, Mijaíl Fokin, en la que se destacaba el vínculo de él con la prima ballerina assoluta en el Ballet Theater de Nueva York, especialmente en las obras Las sílfides y Carnaval. La directora del Ballet Nacional de Cuba envió una carta donde agradeció la invitación a Liliam Padrón Chávez, directora general de la Compañía Danza Espiral: Muchas gracias por sus palabras, y por la intención de dedicarme la próxima celebración del Concurso de Coreografía e Interpretación DANZANDOS, con motivo de mi cumpleaños. Me parece formidable que se rinda homenaje al gran maestro Mijaíl Fokin, de quien recibí tantas enseñanzas y guardo gratos recuerdos. Le deseo mucho éxito a su evento. Durante las noches de concurso –repletas de público– se presentaron las agrupaciones DanzAbierta, Danza del Alma, Cuba Baila, Danza Corpus, Danza Libre, Danza Unida, Danza Voluminosa, Ballet de Cámara de Holguín, Compañía Talares, Compañía Endedans, Compañía de Rosario Cárdenas, Danza Combinatoria y Así Somos. El Concurso de Coreografía e Interpretación DANZANDOS, con un jurado integrado por el coreógrafo del Ballet Nacional de Cuba Iván Tenorio, y las bailarinas y profesoras Perla Rodríguez e Isabel Blanco, entregó los premios de interpretación masculina a Esteban Aguilar Domínguez, y femenina a Aliñáis Gómez Prometa, de Danza Fragmentada, por Después de aquel primer beso. El premio a mejor coreografía lo recibió Nicolay Almeida Kan, de Danza del Alma, por Tráfico de lunes para la estupidez cotidiana. Los galardonados recibieron obras especialmente concebidas por la artista artesana Mary Luz Lazo. También entregaron reconocimientos el Teatro Sauto, la UNEAC, la AHS, Teatro Icarón y el Danzonete, boletín oficial del evento, que premió Esto no es una danza, de la Compañía Rosario Cárdenas. El diseño del cartel promocional fue del maestro Rolando Estévez Jordán. (Ulises Rodríguez Febles) 89 tablas DANZANDOS en Matanzas Concurso Internacional de Dramaturgia Femenina La Escritura de la Diferencia Mujeres escriben teatro. Mujeres que tienen hijos y cocinan y trabajan y fuman y leen y escriben. Como Agnieska. Agnieska Hernández Díaz. Ella fue la dramaturga ganadora por Cuba del Concurso Internacional de Dramaturgia Femenina La Escritura de la Diferencia con su obra Striptease, de la cual el jurado integrado por Bárbara Rivero Sánchez, Lilliam Ojeda Hernández y Esther Suárez Durán destacó su excelencia estructural, la complejidad de sus personajes y el notable acercamiento a la realidad contemporánea. El premio, patrocinado por la compañía Le Metec Alegre, de la Ciudad de Nápoles, incluye en esta, su V edición, como países participantes a Italia, Argentina y Cuba. Del 8 al 13 de marzo de 2011 se celebrará en la ciudad de Santiago de Cuba la Jornada Internacional de la Dramaturgia Femenina, durante la cual se realizarán puestas en espacio de los textos ganadores por cada uno de los países participantes y la ceremonia de premiación de sus autoras, así como un foro internacional online sobre la creación literaria femenina, la presentación de la editora digital La Escritura de la Diferencia, la creación de una red internacional de mujeres teatristas y de una asociación internacional de dramaturgas, entre otros acontecimientos. Dirigido exclusivamente a obras teatrales de mujeres profesionalmente presentes en el mundo teatral, el premio tiene como objetivo fundamental incentivar la dramaturgia femenina, facilitando la circulación y el conocimiento de los textos seleccionados y el intercambio profesional. tablas 90 Del arte de contar cuentos La narración oral escénica reclama, y merece, su espacio en la geografía de la Isla. Aunque aún insuficientes, aún imperfectos, eventos como el Festival Palabra Viva, de Las Tunas, y las Jornadas Iberoamericanas de Narración Oral Escénica Contar con La Habana son expresión e incentivo para un colectivo de artistas que pretende hacer perdurar una tradición milenaria de la cultura universal: el arte de narrar cuentos. El Festival Palabra Viva se desarrolló en Las Tunas del 14 al 16 de octubre. Las actividades tuvieron como sedes la Sala Teatro Guiñol, la Fábrica de Tabacos, la Escuela de Instructores de Arte Rita Longa y otros espacios de la ciudad, hacia donde llevaron los narradores su gracia y su oficio. Entre las actividades realizadas se encontró una conferencia acerca de los fundamentos de la Teoría general de la oralidad, instrumento teórico a través del cual se puede explicar la narración oral contemporánea. Entre los participantes se encontraban Osvaldo Manuel Pérez, de Teatro de Palabra y Mayra Navarro, a quienes estuvo dedicada esta séptima edición del evento. Además se presentaron Ury Rodríguez, quien estrenó el espectáculo unipersonal Luna nueva; el Proyecto Palabra Viva con Un tiempo para el amor; los narradores Dayana Deulofeu y Gabriel Castillo; Verónica Hinojosa y Leonor Pérez, madre e hija; Dayana Deulofeu, quien contó la historia de Paquelé; el camagüeyano Gabriel Castillo con Pinceladas otras, para una imagen Cuba; y Javier del Toro y Maikel Machado, con Caballo, de Onelio Jorge Cardoso. No obstante lo loable del empeño, y de las ganancias que siempre resultan de los encuentros entre artistas, y de estos con el público, es necesario que Palabra Viva reformule la programación y la selección de participantes, establezca los límites entre profesionales y aficionados, así como que promueva la relación con la poesía oral y otras manifestaciones de la cultura popular y tradicional. Un mes después, entre el 17 y el 19 de noviembre, en varios espacios de la capital cubana, se desarrollaron las XXIV Jornadas Iberoamericanas de Narración Oral Escénica Contar con La Habana 2010, con la participación de narradores orales y promotores de Cuba, España y México. El treinta y cinco aniversario del Movimiento Iberoamericano de Narración Oral Escénica, fundado y dirigido por el maestro Francisco Garzón Céspedes, y el noventa y cinco aniversario del natalicio de la Señora de los Cuentos Haydée Arteaga fueron motivos suficientes para otra fiesta del cuento en Cuba. El Premio Nacional Cuentería, que concede desde 1989 la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE), fue entregado en esta edición a María del Carmen Mestas, Armando Morales, Rafael Ribot Mendoza y Pedro Valdés Piña por su excepcional contribución al desarrollo de la oralidad, la comunicación y la cultura. La entrega se efectuó el miércoles 17 de noviembre, a las tres de la tarde, durante la gala inaugural de las Jornadas en la Casa de México. Los premios fueron otorgados por un jurado internacional en el que además de Garzón Céspedes y Fernando Rodríguez Sosa, delegado de la CIINOE en Cuba, dictaminaron los especialistas mexicanos y directivos de la Cátedra: María Amada Heras Herrera y José Víctor Martínez Gil. Durante la Gala de Oralidad Escénica Cuentan Cuba y España, presentada sólo para el público adulto, participaron los reconocidos narradores orales Haydée Arteaga, Miriam Broderman, Silvia Tellería y Rafael Ribot Mendoza, de Cuba, y Asunción Martínez y María Jesús Terradillos, de España. Las Jornadas Contar con La Habana 2010 continuaron, el jueves 18, con espectáculos de narración oral en el hogar materno Doña Leonor Pérez y en la escuela primaria Ángela Landa, en La Habana Vieja. La clausura tuvo lugar el viernes 19, a las tres de la tarde, en el Museo Nacional de Artes Decorativas. Allí se presentó en Cuba la edición definitiva del Manifiesto de las significaciones de contar, de Garzón Céspedes y la CIINOE, leído por Magaly Sánchez Ochoa, presidenta de la Sección de Literatura para Niños y Jóvenes de la Asociación de Escritores de la UNEAC, además de una gala donde maestros de la oralidad escénica mostraron su excelencia. Este acto de clausura estuvo signado también por la entrega del Premio Iberoamericano Chamán Extraordinario 2010 a instituciones como la Biblioteca Nacional José Martí, la Sección de Narración Oral de la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC, a la promotora cultural Nisia Agüero y a la narradora Elvia Pérez. Este reconocimiento, entregado desde 1989 por la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Escénica, se dirige a quienes hayan realizado una contribución importante a ese arte. Durante la tarde noche del jueves 4 de noviembre el vuelo 883 de la compañía Aerocaribbean S.A. cayó a tierra y se incendió. Todos los pasajeros murieron. Entre ellos se encontraban dos jóvenes talentos del Circo Nacional de Cuba: Daineris Venero Acosta, de veinte años, y Ricardo Junco Rodríguez, de veintiuno. Ella, graduada de la Escuela Nacional de Circo en 2009, había recibido en la octava edición del Festival Internacional Circuba 2009 el Premio de la Popularidad y el primer lugar con el acto de acrobacia con patines perteneciente al Dúo Constelación. Él, deportista de mérito del Equipo Nacional de Gimnástica, había pasado a integrar las filas de la Compañía Havana del Circo Nacional de Cuba en octubre de 2009. Actualmente ultimaba detalles para iniciar un contrato con el célebre circo francés Pinder-Jean Richard, con el impresionante número del Trapecio volante o Vuelo del pájaro, acto que obtuvo en 2008 el Gran Prix del Festival Circuba. Ante tan sensible pérdida, tablas se une a las muchas personalidades que han hecho público su pesar. Gira nacional de Carlos Acosta y sus invitados El estelar bailarín cubano del Royal Ballet de Londres, Carlos Acosta, regresó a La Habana en noviembre para participar en el Festival Internacional de Ballet que preside Alicia Alonso, y posteriormente se dio a la tarea de consumar una antigua aspiración: bailar para los públicos de otras ciudades de su país. Para lograrlo, consiguió estructurar en breve tiempo, con ayuda de técnicos, músicos, diseñadores y colegas, un espectáculo minimalista pero realmente de una calidad artística impresionante: Carlos Acosta y sus invitados. Esta gira de diez días le permitió ofrecer cinco funciones únicas en los mejores escenarios de las provincias de Santiago de Cuba, Camagüey, Cienfuegos y Pinar del Río, para culminar en una función de gala en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana la última noche de noviembre. Esta figura internacional de la danza, con su modestia y gentileza acostumbradas, convocó a lo más granado de la intelectualidad cubana y foránea, que incluyó al colombiano Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, al Premio Nacional de Literatura Miguel Barnet y al Ministro cubano de Cultura Abel Prieto. Notoria fue la ausencia de la eximia bailarina Alicia Alonso, pero en cambio estaban Fernando Alonso y Ramona De Saá, su principal mentora y salvadora, como directora de la Escuela Nacional de Ballet de La Habana. Fue un programa altamente exigente para todos los participantes, desde puntos de vista artísticos, físicos y técnicos, con características estéticas muy contemporáneas, lejos de las habituales interpretaciones de los grandes clásicos del repertorio. Las cortinas se abrieron y cerraron en medio de un escenario desnudo de decorados, cámara negra y diseño de luces inteligentes, mientras la notable cellista cubana Amparo del Riego ejecutaba con delicadeza lírica las piezas Intimidad y Balada del amor adolescente, ambas del pianista y compositor José María Vitier (nominado al Oscar por la banda sonora del afamado filme cubano Fresa y chocolate). Luego, nos sorprendió con una exquisita interpretación de la Suite no. 6 de J. S. Bach. Carlos Acosta inscribió y bailó, en primer lugar, Suite of Dances de Jerome Robbins (originalmente creado para Baryshnikov), quien utiliza varias partituras de J. S. Bach (con la errática instalación de un micro al piso), y el dúo End of Time del británico Ben Stevenson (sobre el tercer movimiento de la Sonata para violoncello y piano de Rajmáninov, ejecutada por del Riego y la pianista Lysandra Rodríguez (con un instrumento en lamentable estado mecánico), junto a la virtuosa primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba (BNC) Viengsay Valdés. Las dos obras fueron estrenos absolutos en Cuba. Ensordecedoras ovaciones arrancaron de una asombrada audiencia, 91 tablas Obituario que colmaba todas las capacidades del hermoso coliseo habanero, los electrizantes solos del belga Ben Van Cauwenbergh. Primero el de Valdés, Je ne regrette rien (sobre la versión de Edith Piaf de la popular canción de DumontVaucaire), luego Acosta, con su desenfadada e hilarante interpretación de Les bourgeois, al ritmo de la voz del malogrado Jacques Brel. Nuevamente vimos a Acosta en la poderosa composición de Russell Maliphant Two (que vimos antes en el Festival de Ballet), ahora con mejor diseño de luces, con la música electroacústica de Andy Cowton. El bailarín se entregó con fuerza y calidad de movimiento en las texturas corporales, al tiempo que reafirmaba sus condiciones histriónicas, ya valoradas con el Premio Lawrence Olivier por su «musical» Tocororo, en 2007, y por su Espartaco con el Ballet Bolshoi de Moscú. Las intenciones estéticas multiculturales de Acosta se evidenciaron, esta vez, con la intervención de la talentosa bailarina Laura Ríos (miembro de la más joven generación de Danza Contemporánea de Cuba), en una todavía inmadura interpretación de Cara o cruz, lúdica coreografía con ácido humor sobre un tópico de la realidad cubana. La obra, de Jorge Abril, contó con el eficaz apoyo musical grabado de la Camerata de Zenaida Romeu sobre el Guaguancó de Guido López-Gavilán. Sobre su libro autobiográfico No Way Home, observó enfático Carlos Acosta ante los medios locales que le «duele el hecho de que todavía no haya sido publicado en mi país». Sin mirar atrás es el título que tendrá la edición cubana de su obra, de próxima aparición en la Isla. La belleza y cubanía estilística de las obras puestas en escena por Acosta y sus invitados, así como la apasionada respuesta del público que tablas 92 sabe apreciar el buen quehacer artístico, sacó a la superficie la cuestión del repertorio clásico y el futuro del BNC. Afirmó el estelar bailarín: No existe la menor duda: nuestro ballet es el mejor. Es el fruto del trabajo hecho en el siglo XX por Fernando y Alicia Alonso. Debemos sentirnos orgullosos y cuidarlo como un tesoro nacional […] En mi caso, busco obras que, sin olvidar o abandonar mis sólidos cimientos, puedan proyectarse hacia el siglo XXI […] Sueño con tener mi propia compañía y formar bailarines capaces de interpretar los clásicos y lo contemporáneo, empero no sé si podré lograr esto algún día. Igualmente, expresó su aspiración de mostrar al público cubano un repertorio que incluya mucho de lo último que se está componiendo en el mundo de la danza hoy. «Creo que no deberíamos quedarnos retrasados en esto», apuntó. Acosta, antes de concluir la gira, prometió que retornaría pronto (viajó a Londres para cumplir con su cargada agenda en la recién iniciada temporada 2010-2011 del Royal Ballet). «Voy a disfrutar cada minuto, quiero compartir mi arte con mis compatriotas, para que me vean en plenitud de facultades», confesó el notable bailarín, quien con sólo treinta y siete años se prepara para una transición profesional en un futuro cercano: El ballet es mi vehículo [de expresión] actualmente, pero estoy tratando de cultivar otras esferas de la danza. La contemporánea es el futuro, es una forma de seguir creciendo, de cultivar el movimiento cuando aparecen las limitaciones físicas en el clásico», concluyó. (Reny Martínez) Danza brasileña en la Casa El espacio «La escena a través de la pantalla», del Departamento de Teatro de la Casa de las Américas, se despide de 2010 el 15 de diciembre a las cuatro de la tarde con la proyección de una muestra danzaria en la Sala Manuel Galich. Ongotô (¿Dónde estoy?) es el título de este material del año 2005, cuya duración es de sesenta y dos minutos, perteneciente al reconocido Grupo Corpo, de Brasil. La coreografía fue concebida por Rodrigo Pederneiras, y la dirección general por Paulo Pederneiras. El espectáculo conmemora los treinta años del colectivo, y aborda la creación del universo y el asombro con que el hombre lo ve, sintiéndose pequeño ante su grandeza. La propuesta danzaria celebra también la unión de Caetano Veloso y José Miguel Wisnik, autores de la banda sonora. Teatro y medios audiovisuales. Chris Kondek en La Habana Del 13 al 18 de diciembre en la Galería Raúl Oliva se realizó el taller «El audiovisual en las artes escénicas» impartido por el creador estadounidense Chris Kondek, una de las voces más significativas de la escena alemana en la relación de teatro y medios. Este taller, coordinado por la Casa Editorial TablasAlarcos, el Centro de Estudios del Diseño Escénico, el Consejo Nacional de Artes Escénicas, como parte del programa de extensión de la 5ta Semana de Teatro Alemán, contó con dos conferencias introductorias a cargo de Kondek y un encuentro con creadores y estudiantes que trabajan el audiovisual en la escena. En sus intervenciones, Chris Kondek, además de mostrar fragmentos de materiales y espectáculos de su autoría, definió cómo la tecnología y los soportes audiovisuales pueden dialogar con el discurso de la escena de una manera más efectiva si estos se construyen y manipulan en el presente o tiempo real de la obra, en lugar de utilizarlos como materiales ya terminados que se superponen al lenguaje de la escena y terminan compitiendo con el mismo, ya que atraen la atención del espectador. Homenaje a Dora y a Miembros de Mérito del Centro Cubano de la UNIMA Todos los homenajes probablemente sean pocos ante una figura como Dora Alonso, mujer que dejó tan profunda huella en la literatura y el teatro cubanos. En el año de su centenario, una de las personas que mayor empeño ha puesto en recordarla es Rubén Darío Salazar, director de Teatro de las Estaciones. Fue él el director y creador del programa concierto que el 22 de diciembre tuviera lugar en la sala Papalote, de Matanzas, con el triple propósito de festejar el natalicio de Dora, de hacer entrega de la condición de Miembros de Honor del Centro Cubano de la UNIMA a varias personalidades, así como de premiar el Concurso Dora Alonso. El concierto de poemas y canciones Matanzas canta a Dora Alonso fue realizado en el marco del II Encuentro Itinerante El Cochero Azul, auspiciado por la UNEAC matancera, con el apoyo de diversas instituciones. En su primera parte, los diseñadores Gastón Joya y Jesús Ruiz, el músico Héctor Angulo, los titiriteros Miriam Sánchez, Xiomara Palacio, Olga Jiménez, Allán Alfonso, Iván Jiménez, Juan Acosta y Fidel Galbán, destacadas personalidades de los retablos nacionales y con una rica trayectoria al servicio del teatro de muñecos profesional de la Isla, recibieron su diploma como Miembros de Honor del Centro Cubano de la UNIMA. La selección de dichos miembros había ocurrido dos meses antes, durante la primera reunión nacional del nuevo Centro Cubano de la UNIMA, celebrada también en Matanzas entre el 21 y el 23 de octubre. En ella se discutieron asuntos y problemas de urgencia del teatro de figuras nacional y las posibles acciones de sus hacedores para no dejar morir ni estancar este arte milenario en nuestro país, como primeros objetivos concretos desde su refundación el pasado 18 de abril, en presencia del titiritero canadiense Jacques Trudeau, secretario general de UNIMA Internacional. En tanto, el ganador del Premio Extraordinario Dora Alonso fue el na- en tAblillA rrador espirituano Julio Llanes con el texto La princesa Doralina. Los diplomas originales entregados durante la velada, así como la escenografía, vestuario y luces de la ceremonia fueron obra del diseñador Zenén Calero. Luego la música y la poesía se adueñaron de la tarde, gracias a las composiciones de músicos como Raúl Valdés, Ernesto Perdomo, Nelson Maragotto, Elvira Santiago y Reynaldo Montalvo, y a los versos de la propia Dora Alonso. Creaciones de sus libros Palomar, La flauta de chocolate o Los payasos fueron tomando cuerpo desde la voz de actores como Fara Madrigal, Migdalia Seguí, Iván García, Aniel Horta y Luis Torres, de Teatro de las Estaciones. El Quinteto Opus V fue el encargado del acompañamiento, al que se unió también el Coro Infantil Juvenil Astro Rey dirigido por Reynaldo Montalvo y el flautista Daniel Rodríguez. Las imágenes de Dora, la coreografía de Liliam Padrón, directora de Danza Espiral, interpretada por el bailarín Yadier Durán, contribuyeron a crear un ambiente mágico, emotivo, sin duda merecido por la creadora de nuestro Títere Nacional. El Ciervo Encantado en la India El grupo El Ciervo Encantado representó a Cuba en el III Festival Internacional de Teatro, que comenzó el 22 de diciembre en el estado indio de Kerala, y que este año estuvo dedicado a América Latina. El grupo presentó su reconocida Visiones de la cubanosofía. En el festival participaron además cuatro colectivos teatrales procedentes de Chile, uno de Bolivia, uno de México y uno de Colombia, así como de España, Rusia, Japón y el Reino Unido. Este evento es organizado por la Sangeetha Nataka Akademi de Kerala y el Consejo Indio para las Relaciones Culturales, entre otros patrocinadores, y su plato fuerte en esta ocasión fue la puesta en escena de Las Indias, un espectáculo de seis horas de duración que involucró a cuarenta y cinco actores de Chile y Kerala, y que hace un viaje por América Latina desde el período poscolombino hasta nuestros días. 93 tablas Con esta premisa, aspecto fundamental que caracteriza su obra, y luego de seleccionar un equipo de trabajo a partir de los materiales que creadores y estudiantes cubanos le presentaron, comenzó el taller que funcionó como un laboratorio de creación con cuatro equipos de trabajo asesorados por el propio Kondek. Los resultados del taller se mostraron la noche del sábado 18, en la Galería Raúl Oliva, ante un grupo de espectadores. Woyzeck, Internet en tiempo real, Charlotte Corday y Cuerpos que imaginan fueron los ejercicios presentados por los grupos de creación que incluían jóvenes teatrólogos, dramaturgos, diseñadores escénicos, bailarines, coreógrafos, músicos, realizadores de medios audiovisuales, un equipo bien heterogéneo que propició que las premisas de Kondek fueran asimiladas y experimentadas desde diversos enfoques. Como tallerista, siento que el encuentro posibilitó por un lado el conocimiento y el dominio de una serie de técnicas y de programas que los creadores pueden incorporar a su background y, por otro, abrió el registro de posibilidades a la hora de abordar las relaciones tecnología/teatro o medios audiovisuales/teatro, tan vitales a la hora de afrontar el teatro contemporáneo, más en nuestro medio, donde dichas relaciones aparecen pensadas o proyectadas generalmente desde posturas muy epidérmicas. (Yohayna Hernández) d eSan s dIgnacio e 166 El último trimestre del año se iniciaba para nuestra Editorial con un nuevo encuentro entre la cultura alemana y la cubana, gracias a la celebración de la 5ta Semana de Teatro Alemán entre los días 4 y 10 de octubre. En ella nos insertamos para presentar el número especial dedicado a Cuba de la revista Theater der Zeit, coordinada y editada por Mehdi Muradpour (traductor, intérprete y editor) y Yohayna Hernández (jefa de redacción de la revista tablas), el jueves 7 de octubre en la Fundación Ludwig a las 5:30 p.m. Por su parte el proyecto Tubo de Ensayo articuló el Café-teatro Bajo tierra, que cada noche creó en el Estudio Teatral Vivarta un espacio para el diálogo con propuestas alternativas. Cerrando la Semana, el domingo a las cinco, Klara´s Anatomie (archivo escénico de un proyecto) daba continuidad al taller iniciado por la dramaturga alemana Dea Loher durante la pasada edición del Festival de Teatro de La Habana. Pocos días después, el sábado 16, nuestra Casa realizó, en el Oratorio San Felipe Neri, una nueva presentación de La Venus de bronce, de Enrique Río Prado, con la participación de María Eugenia Barrios en ocasión de sus setenta años de vida y cuarenta de su debut en La traviata. Mientras, el «paquete Alarcos 2010» se presentó en el Centro de Desarrollo del Teatro y la Danza de Villa Clara a propósito de la participación de nuestro director con su espacio Intersecciones durante la Segunda Temporada de las Artes Escénicas en dicha provincia. Una buena nueva nos llegó el 28 de octubre, pues ese día el 25 Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz celebró los treinta y cinco años del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) en una ceremonia en la cual Luis Molina, director general de dicha institución, entregó la Medalla de Honor del CELCIT a instituciones, personalidades y eventos que hayan contribuido al trabajo de tantos años. Nuestro director, Omar Valiño, en nombre de la revista tablas, fue uno de los homenajeados, y Abel González Melo recibió la Medalla y diploma. Otros cubanos que también recibieron la distinción fueron el investigador y profesor Eberto García Abreu y Vivian Martínez Tabares, directora de la revista Conjunto. tablas 94 Del 1 al 7 del noviembre se efectuó la Semana Tubo de Ensayo, un encuentro coordinado por la AHS de Matanzas y el proyecto de teatro joven. Con el objetivo de actualizar una plataforma de diálogo en torno a la creación escénica contemporánea, y de desmontar y analizar los procesos artísticos que implican y articulan los jóvenes en sus distintos contextos de producción, esta Semana contó con un taller de escritura escénica impartido por el dramaturgo Rayder García Parajón y un ciclo de proyección y debate de teatro contemporáneo, así como con representaciones, lecturas y performances. Entre los implicados se encontraban William Ruiz Morales, con Tres hermanas y Protection; Yoel Gabriel Reyes Milián e Hilda Elena Vega Rodríguez con Buenas noches; Rogelio Orizondo con Este maletín no es mi maletín; Marien Fernández Castillo con Usb-pc-mp3 mi diaria homosexualidad virtual; y Amarilis Pérez Vera con Una pajita a la playita. Testimonio del joven miliciano. Tubo de Ensayo seguiría activo con la participación de Rogelio Orizondo, William Ruiz Morales, Marien Fernández Castillo y Amarilis Pérez Vera en la Semana de Teatro Noruego, efectuada en la Fundación Ludwig de Cuba del 22 al 26 de noviembre, y durante la cual se realizó el ciclo de puestas en espacio Variaciones de Jon Fosse. El ciclo comenzó con Esto no tiene nombre (a partir de El nombre, de Jon Fosse), bajo la dirección de Rogelio; y siguió con Variaciones sobre la muerte, La noche canta sus canciones y Alguien va a venir dirigidas por William, Marien y Amarilis, respectivamente. El pasado 11 de noviembre en Gaia Teatro y aprovechando el estreno de El ceremonial, de Fernando Arrabal, por el director italiano Luciano Colle, presentamos Teatro escogido, del autor español. La jornada se introdujo con un panel sobre las obras del autor, a cargo de Roberto Gacio, Omar Valiño, Rubén Sicilia y Yohayna Hernández, quienes interrogaron y charlaron con Colle. nes y Memoria Institucional de la Casa Editorial Tablas-Alarcos están recogidas las portadas y características de todas las publicaciones pertenecientes a este período; y recientemente se ha iniciado la digitalización de todas las revistas tablas para ponerlas a disposición de nuestros lectores en un futuro. Para cerrar la lista de novedades, recordamos el surgimiento de una nueva colección: «Oralia», que abrió con Celebración del lenguaje, del importante investigador argentino Adolfo Colombres; la aparición de nuevos autores y títulos entre nuestras colecciones: El trabajo del actor sobre sí mismo de Konstantín Stanislavski, Siete obras de Daniel Veronese, Anodino y la lámpara maravillosa de Nos y Otros, Para-dos en la escena de varios autores, La Venus de bronce de Enrique Río Prado, Textos para el teatro de Heiner Müller, Obras (volumen II) de Thomas Bernhard, Igba Layé de René Fernández, El viaje termina en Elsinor de Arturo Arango (Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera 2008) y Desdramatizándome de Nara Mansur; la fundación del Círculo de Estudios Teatrales y, para cerrar, la concreción de nuestras relaciones con el quehacer teatral alemán contemporáneo mediante la realización de la revista Theater der Zeit. Spezial dedicada a Cuba. Tablas-Alarcos continuó además sus actividades habituales. Este año se entregaron nuestros premios: el tablas de Crítica y Gráfica 2009 a William Ruiz Morales por el ensayo «Un clóset tan amplio como el mundo» (publicado en este número), el de Teatrología Rine Leal 2009 a Ritualidad y artes escénicas. Delimitaciones conceptuales y espacios de interacción, de Pedro Morales López, y Mito, verdad y retablo: el Guiñol de los hermanos Camejo y Pepe Carril, de Rubén Darío Salazar y Norge Espinosa Mendoza, y los de Dramaturgia Virgilio Piñera 2010 a Lilianne Lugo por Museo y a Rogelio Orizondo por Ayer dejé de matarme gracias a ti Heiner Müller, y Dora Alonso 2010 a Un mar de flores, de Norge Espinosa Mendoza. Participamos en eventos nacionales e internacionales en los que presentamos varios de los títulos publicados durante 2010; Tubo de Ensayo promovió el encuentro Novísimos en Matanzas y la Primera Semana de Teatro Noruego en Cuba; y la Casa rindió homenaje al investigador cubano Freddy Artiles y al clásico dramaturgo ruso Antón Chéjov. El año 2011 ya se perfila lleno de planes, de libros, de eventos, de nuevas propuestas en pos de nuestra cultura, de nuestro enriquecimiento como artistas y seres humanos. Ojalá también para nuestros lectores sea un año próspero. 95 tablas Entre el 12 y el 14 de noviembre tuvieron lugar las Jornadas Milanés en la Ciudad de los Puentes, dedicadas en esta ocasión al poeta, narrador y dramaturgo Antón Arrufat. Nuestra Casa, representada por su director, elogió al Premio Nacional de Literatura 2000 con la presentación de sus libros Los siete contra Tebas y La manzana y la flecha, así como con el volumen de ensayos sobre su obra La ciudad sitiada. Teatro y palabra en Antón Arrufat, de Abel González Melo. Continuando las habituales presentaciones del «paquete Alarcos 2010» por los distintos eventos, actividades y festivales celebrados dentro y fuera de Cuba, nuestros libros llegaron del 22 al 26 de noviembre a la VI Bienal de Teatro en la Montaña, celebrada en la serranía de la provincia de Cienfuegos. Diciembre nos reservó dos grandes alegrías. Una, el Premio Anual de Diseño Raúl Martínez, que convoca el Instituto Cubano del Libro desde el Centro Cultural Dulce María Loynaz, otorgado a Marietta Fernández Martín, diseñadora de esta Casa Editorial, en el apartado Mejor Colección, por la Biblioteca de Clásicos, de autores varios. A juicio del jurado, Marietta logró con eficiencia el sentido de colección, además de una visible unidad, tanto interior como exterior, entre los distintos libros del perfil. Dos, nuestro sello editorial alcanzó su cuarto Premio de la Crítica Literaria con Igba Layé, de René Fernández. Es así que concluíamos un intenso 2010 con otra presentación de los más recientes volúmenes humorísticos –Anodino y la lámpara maravillosa, de Nos y Otros, y Para-dos en la escena, de varios autores– a propósito de la entrega del Premio Nacional del Humor en el Cine-Teatro Astral el miércoles 22 de diciembre a las 8:30 p.m., y con el balance institucional de la Casa Editorial al día siguiente en nuestra sede. Como recuento, creemos que 2010 ha sido un año especial. En él celebramos los diez años de la revista tablas con Ediciones Alarcos; supimos de la creación de un nuevo espacio físico, que compartirá en Línea y B la sede con la Sala Raquel Revuelta; desde enero apareció el tándem, nuestro boletín digital, como augurio del nuevo espacio a estrenar y como medio de divulgación y promoción de nuestra programación, la de otras instituciones, así como de noticias, entrevistas, críticas y textos teóricos relacionados con los escenarios de Cuba y el mundo. Asimismo a nuestra web «subieron» todos aquellos libretos que durante estos diez años fueron publicados por la revista tablas; mientras, en Catálogo de Publicacio- en p r i m e r A per sona HABÍA OÍDO HABLAR DE ÉL. LO HABÍA VISto en videos, me llegaban historias dignas de un folletín radial o de Selecciones del Reader’s Digest. Se iba convirtiendo en un mito y cada día mi curiosidad era mayor. Una vez lo escuché en una reunión de amigos. Hablaba de Cuba, del ballet y de lo que aspiraba a hacer en días sucesivos. Sabía que su vínculo con el país que lo vio nacer era indisoluble, se veía en su rostro, en sus expresiones, hasta en el modo en que me saludó cuando nos presentaron. Un modo algo displicente pero no equívoco, más bien con una seña de picardía cómplice, como diciendo «nos conoceremos mejor algún día y seremos amigos». Luego pasó el tiempo, se abrieron las puertas de lo real, nos encontramos en La Habana y se selló nuestra amistad con un signo indeleble y paternal. El mito se hizo corpóreo y heme aquí colocando estas palabras en el pórtico de su carrera profesional. Decir que lo admiro es hacerme eco de la admiración que muchos en este planeta le profesan. Ante todo porque es un artista excepcional surgido de la periferia habanera por impulso paterno y formado en las escuelas de ballet de Cuba. Bueno, un artista excepcional es un modo convencional de definirlo. En Espartaco es un tigre virtuoso que devora los escenarios en posesión absoluta del movimiento, como expresión creadora de la imagen. A veces lo veo en el espacio físico de las tablas como un arco, o un fleje, otras veces como un albatros. Es el príncipe Sigfrido y el Mendigo, cualquier cosa en la escena menos un simple hombre de carne y hueso. Su poder es tal que aún en los papeles más mundanos expresa la vivacidad de la vida como una posibilidad de ascensión y metamorfosis. En Les Bourgeois es desenfadado y terrenal, fuera de sí y pleno como en un permanente salto mortal. Y 96 tablas ILUSTRACIÓN:IDANIADELRÍO Un mito corpóreo Miguel Barnet sólo en este salto es él mismo, y en el peligro alcanza la plenitud de su ser y nos conquista a la vez y nos eleva a esa dimensión donde lo real no se explica sino en lo irreal. Carlos Acosta es la expresión más pura de la tradición danzaria cubana, del pueblo que baila en las fiestas del holgorio familiar, en las saturnalias del barrio y en los carnavales, pero también es el resultado de las escuelas de danza y muy en particular del Ballet Nacional de Cuba creado por Alicia Alonso y Fernando Alonso. Una escuela con un estilo propio que encabeza Ramona de Sáa, maestra y tutora de Carlos, su segunda madre, como él mismo ha dicho siempre. Carlos Acosta escapa de toda posible definición categórica. Su energía trasciende lo erótico para consumarse en una estética de la totalidad. Es antiguo y moderno, cifra de un ser temporal que proyecta una intemporalidad. La danza no es otra cosa que lenguaje en movimiento, poesía del gesto, claves secretas que ha sabido interpretar nuestro artista desde su esencia misma. Compacto, viril, casi ceñido a sí mismo pero a la vez libre, movido por un ritmo interior semejante al que rige el cosmos, Carlos Acosta, en una operación mágica de profesionalismo, se ha situado en el centro del movimiento danzario de compañías como el Bolshoi de Moscú, el Royal Ballet o la Ópera de París. Con el aire de un adolescente díscolo y la gracia natural de un gnomo silvestre, Carlos se ha erguido como pilar de un hecho insólito, solamente posible gracias a la base de formación artística que la Revolución cubana creó desde 1959. Un joven negro de Los Pinos, barriada humilde de la capital de la Isla, que obtiene premios internacionales, destinados en otras épocas a hijos de las clases pudientes con acceso a escuelas elitistas de ballet. Esa es la verdad en mayúsculas. Él es ejemplo del inmenso tesoro de una vida que no se malogró, de un joven que no se descarrió sino, por el contrario, que consumó la realización idílica de un sueño. Su afiebrada y todavía muy joven carrera artística se muestra con destellos que nos harán despertar de un letargo, nos tomarán de sorpresa y nos arrancarán emociones con las que no contábamos ya. La voluntad inmarcesible apoyada en la técnica, el desafío diario frente a cualquier obstáculo, la devoción por su carrera y por su país; todo esto fluye de manera espontánea en Carlos Acosta. Ojalá el público experimente hoy las sensaciones que yo he experimentado viendo bailar a Carlos. Podrá comprobar entonces que los milagros no son sólo atributos de los dioses y que el corazón es algo más que una masa de carne en medio del pecho.