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CURIOSAMENTE, EL MISMO DÍA EN que conocí la noticia de la bomba colocada en los camerinos del teatro Alfil, dedicada al actor Leo Bassi por el elogio al laicismo que plantea en su espectáculo La revelación, fui a ver La torna de la torna, la nueva versión de una ya mítica obra que tuvo serios problemas en la Transición, por la detención de los miembros de Els Joglars y de su director, Albert Boadella, por blasfemias al Ejército. Dos obras que, en su distancia y motivos, pueden significar sendos símbolos de la libertad de expresión. Esto me recuerda los tiempos en que el teatro era símbolo de algo. Y no lo digo porque las obras en la actualidad estén necesitadas de consejos de guerra o de bombas, pero sí que hago un EN BUSCA DEL PRESTIGIO (INTELECTUAL) PERDIDO llamamiento para que el teatro despierte, para que recobre su lugar en la sociedad, su prestigio provocativo (e intelectual) perdido. Esto es, el teatro, como lo ha sido en su mejor tradición, debe volver a entrar, a ser parte de las discusiones sociales de su tiempo. De lo contrario, pasa lo que pasa. La pregunta que con mayor frecuencia suelen hacernos a quienes nos vemos relacionados –por división del trabajo o error generoso, que diría Borges– con este Enrique Herreras viejo género es: ¿Cómo está el teatro? ¿Cuál es su Crítico teatral situación? Uno siente que es algo así como la tía del periódico Levante EMV enferma de la que hay que dar, una y otra vez, el y Cartelera Turia de Valencia parte del equipo médico habitual. Y hete aquí que gana el premio Nobel Harold Pinter, y no surgen debates por doquier sobre las ideas de este autor. Y el caso es que, después de una época en la que se decía que no había autores, hoy aparece uno en cada esquina. El teatro ha explosionado en los últimos años en cantidad de actividad, en calidad técnica y, en ocasiones, en espectadores, pero no en presencia pública, en debate público. Y a ello no ayuda en demasía que en los suplementos de cultura de los periódicos aparezca el teatro como espectáculo y no como literatura, es decir, como ideas. También es una auténtica paradoja que la actividad teatral precise de una gran ayuda del Ministerio de Cultura o de las consejerías de las 13 distintas autonomías y, sin embargo, la palabra lo que hagan. Como lo último: En un lugar de cultura esté cada vez más difuminada en cuanto a su Manhattan. consideración. Es preciso romper con el actual gremialismo, y decir claramente que hay dos tipos de parece pertinente. O que por fin alguien de la nueva teatro, como señala José Monleón: teatro-revelación dramaturgia alcance gran expectación, como la y teatro de lo sabido o de pasatiempo. Por un lado, lograda por Jordi Garcerán en El método Grönholm, para este ensayista, estarían quienes, como montaje que está hoy en cartel al mismo tiempo en Aristófanes (o Els Joglars o Pinter), quieren hurgar en Madrid y Barcelona, y hasta ha llegado a ser cine. la realidad de su tiempo a través de la ficción y Un gran ejemplo de argucia teatral, algo sin duda concretar sobre la escena lo que está escondido en el muy necesario. imaginario de los espectadores. Un teatro con la En fin, es importante que haya, cuanto más mejor, facultad de alumbrar, más allá del contenido de la un teatro verdaderamente comercial, y ojalá hubiera fábula, al espectador con interrogantes más o menos más teatros privados, pues de ese modo evitaríamos vedados por la cotidianidad. todos esos montajes que no son ni de interés público El otro teatro, el de lo sabido, puede poseer ni de interés del público, y que tanto abundan por la gracia o encanto, pero, en ningún caso, el geografía española. Siempre surge la excepción, espectador se siente empujado hacia la revelación como 84 Charing Cross Road (Germinal). de las realidades subyacentes, ni mucho menos en la conciencia de sí mismos y del mundo. En los últimos años, y también el más reciente, Lo que estoy tratando de decir es que hay que clarificar más el paisaje, por el bien del espectador. Igual que cuando uno va a Londres y sabe ha ganado, por goleada, el segundo concepto. Y claramente dónde está el teatro privado y dónde el menos mal que ha aparecido el grupo Animalario y público. volvimos a vivir, con su obra Alejandro y Ana, el Es evidente, pues, que no me olvido del teatro teatro de corte aristofánico, es decir, el que se hace público, pero también que éste perdió su batalla de eco y hueco en el mundo político en que vivimos. prestigio cuando Josep Maria Flotats fue cesado en Ahora el grupo sigue en sus trece, con Hamelín. el Teatro Nacional de Cataluña (y su venganza han Con todo lo dicho, no quiero expresar como 14 También el actual boom de los musicales me sido sus triunfos como empresario privado, desde negativo el actual desarrollo empresarial. Una cosa no Arte hasta lo último, la magnífica La cena). Esta quita la otra. Los dos teatros se complementan. batalla fue, según mi parecer, muy significativa. Además, también es verdad que últimamente el teatro Venció el gestor frente a la personalidad, al español comercial ha ganado en novedad. Es evidente contrario que en la mejor tradición de los teatros que este país precisaba de renovados conceptos del públicos europeos. Y en eso estamos. En los teatros entretenimiento, precisaba una mudanza de los viejos públicos se están haciendo cosas interesantes, conceptos aún muy valorados, como los trabajos de como el regreso de Valle-Inclán en Madrid, el nuevo Arturo Fernández. En este camino se introdujeron aire que está dando Eduardo Vasco en la Compañía sobre todo los grupos catalanes, y son éstos los que Nacional de Teatro Clásico, la siempre bien siguen llamando la atención. Comediants, Tricicle, elaborada temporada del Nacional de Cataluña, o Dagoll Dagom, La Cubana y el incombustible aquí en Valencia, donde este año Teatres de la Rubianes solamente, que lleva ya ocho temporadas en Generalitat han estrenado dos obras de cierto la cartelera barcelonesa. A ellos podemos añadir empaque: Ubú y Las variaciones Goldberg. Pero, grupos que siguen esta línea comercial renovadora, como sello, siguen nuestros teatros públicos sin ser como el valenciano Albena. Sin olvidarnos de Els llamativos de por sí. En cambio persiste la luz Joglars, casi los únicos que se mantienen en el primer fluorescente en experiencias como La Abadía, el apartado y, vaya, siguen rodeados de público, hagan antiguo Lliure o el desaparecido Espai Moma en Valencia, auténticos centros regidos por una fuegos de artificio. Rodrigo García sigue siendo el personalidad, por un modo de entender el teatro. Y número uno. eso es, o debiera ser, teatro público. Hay quien señala que la salvación (otra vez la tía También continuamos hambrientos de teatro extranjero, que sólo llega en ocasiones: Festival de enferma) está en el teatro alternativo. Evidentemente, Otoño de Madrid y Grec de Barcelona. La hay mucho público joven que prefiere estas salas, celebración este año de los centenarios de Ibsen y como ocurre en Madrid con La Cuarta Pared o en Beckett nos debería hacer reflexionar sobre la Valencia con Los Manantiales. Precisamente, en esta necesidad que tenemos de estos clásicos (de estos sala hemos visionado un interesante ciclo. Grupos intelectuales) para que nos hablen de nuestro hoy. como Lengua Blanca, Elena Córdoba, Lucas Crencha, Porque si seguimos así, con mejor nivel técnico, Angélica Liddell, Sergi Faustino, Nico Baixas, Semolina empresarial y de marketing, pero con poco ánimo Tomic, Amaranto o el propio Los Manantiales con dos cultural (y dando la espalda a ese tan necesario estrenos, Makbet y Polar. Y así hemos comprobado espectador conocedor), no tengo más remedio que una incesante renovación formal, pero también que parafrasear el título de un bello filme: nadie hablará no es oro todo lo que reluce y que abundan los de nuestro teatro cuando hayamos muerto. 15