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Femineidad y orgasmo: Una propuesta creativa para el encuentro sexual. Creemos que funciona una exigencia social que ha convertido el derecho al orgasmo en una obligación Sabemos que durante muchos años las disfunciones sexuales femeninas en sus distintas variedades eran entendidas bajo el término peyorativo de “frigidez”. Uno de los primeros intentos por comenzar a diferenciarlas y al mismo tiempo quitar la carga peyorativa de esta terminología lo constituyeron Masters y Johnson que en los años 60 propusieron hablar de “disfunción orgásmica”. Preferimos, a los fines del presente artículo, el uso del término preorgasmia propuesto por Lonnie Barbach, en lugar del de anorgasmia o disfunción orgásmica, para referirnos a la dificultad de algunas mujeres para alcanzar el orgasmo aún habiendo llegado a un nivel adecuado de excitación sexual. Dado que las mujeres que no alcanzan el orgasmo, por diversas razones, están en condiciones de lograrlo con métodos apropiados. De esta forma, estamos teniendo en cuenta la dimensión situacional y dinámica de esta problemática, en un intento por presentar la realidad de un modo menos traumatogénico para la consultante (o quien presente este padecimiento), de quien esperamos que lejos de sentir esta dificultad como una cualidad de su ser pueda entender el orgasmo como una respuesta deseada que podremos aprender a emitir tal como aprendemos otras tantas conductas, como danzar, usar un instrumento o nadar. Sabemos que aprendiendo más sobre nuestro cuerpo, nuestro placer y nuestros modos relacionales las mujeres preparamos el terreno para que el orgasmo simplemente ocurra. Diversas investigaciones abordan la problemática de la preorgasmia femenina. En “Disfunciones sexuales: asistencia clínica y factores asociados en ginecológia” se describe que la prevalencia de la disfunción sexual en mujeres es de alrededor de un 50 por ciento “Los principales motivos de consulta son el deseo sexual hipoactivo (38 por ciento), vaginismo y dispareunia (16,5 por ciento) y anorgasmia (10 por ciento).” 1 Por otra parte, en “Un Estudio Psicométrico del Hurlbert Index of Sexual Assertiveness en Mujeres Hispanas” se concluye que “El orgasmo femenino ocurre con más frecuencia cuando la mujer toma las riendas y el control sobre su estimulación, para lo cual debe imponer sus propios deseos y abandonar la idea de que debe centrarse únicamente en el orgasmo masculino. Además, se ha puesto de manifiesto que las mujeres sexualmente asertivas informan de una mayor frecuencia en sus actividades sexuales, mayor variedad sexual, mayor deseo, y mayor satisfacción sexual y marital.”2 Se entiende a la asertividad sexual como la capacidad de iniciar la actividad sexual, rechazar la actividad sexual no deseada, así como negociar las conductas 1 Aliaga P., Patricia; Ahumada G., Sandra; Villagrán, Olga; Santamaría, María Rosa; Manzor, Sonia; Rojas, Oscar. “Disfunciones sexuales: asistencia clínica y factores asociados en ginecológia” Revista chilena de obstetricia y ginecología – 2000) 2 Sierra, J., Santos, P., Gutiérrez-Quintanilla, J. R., Gómez, P. & Maeso, M.D. (2008). Un Estudio Psicométrico del Hurlbert Index of Sexual Assertiveness en Mujeres Hispanas. Terapia psicológica. Vol. 26 Nº 1,117-123. sexuales deseadas, el empleo de métodos anticonceptivos y los comportamientos sexuales más saludables. En este sentido en la reciente investigación "Asertividad sexual en mujeres y hombres heterosexuales en pareja” los resultados indican una diferencia de 4,34 puntos en asertividad sexual entre hombres y mujeres, a favor de estas últimas. La diferencia que existe entre la asertividad sexual en hombres y mujeres, siendo mayor la de estas, no resulta estadísticamente significativa.3 Se nos plantea el interrogante: ¿es tan decisiva la influencia de la asertividad sexual en la satisfacción sexual? Policausalidad de factores en la preorgasmia Estos datos nos llevan a plantearnos cuales son las variables que influyen en la preorgasmia, entendiéndola como el resultado de una policausalidad de factores, que traspasan la asertividad sexual como constructo teórico. Otra variable a tener en cuenta es la que se refiere a la anatomía de los genitales femeninos. A las mujeres les resulta más dificultoso el contacto visual con los genitales, para lo cual la observación y conocimiento de los mismos requiere de una búsqueda explicita para ese fin. Al no ser incentivada esta búsqueda se genera un desconocimiento de los genitales propios. Sumado a esto la información suministrada en el ámbito educacional muchas veces desatiende cuestiones más ligadas al placer y el clítoris (órgano cuya única función conocida hasta ahora es el placer) muchas veces subsiste sin ser explorado. Al mismo tiempo una de las partes de la genitalidad femenina que más se tiene en cuenta es la vagina, con lo cual se genera una técnica inapropiada de estimulación ya que la misma presenta una baja sensibilidad, insuficiente para el orgasmo. También dentro de los factores socio-culturales encontramos que antiguamente el rol femenino fue más asociado a la pasividad y a la reproducción, privado del disfrute sexual, siendo este preservado para el sexo masculino. Esto nos trae a replantearnos la historia de la sexualidad femenina a lo largo de los siglos, viendo como esta fue vista siempre desde una mirada patológica. En el siglo XIX, la mujer era responsable de la crianza de los hijos y portadora de buena moral e inocencia. El sexo estaba asociado directamente con la satisfacción del marido y la procreación. Era común que el placer masculino buscara su satisfacción fuera de su hogar, en prostitutas o en clases más bajas. Tal represión de la sexualidad generaba por la misma época que las mujeres que tenían deseos sexuales se consideraran poseedoras de una enfermedad llamada “fiebre uterina”. Estaba mal visto que la mujer sintiera placer sexual, esto llevaba a la misma a concurrir a consultas médicas para “curar” sus síntomas y por lo tanto reprimir aún más 3 Blanc, De Sosa, Diaz, Pinto y Scolara “Asertividad sexual en mujeres y hombres heterosexuales en pareja” 2012 su sexualidad. Tal es el curioso origen del vibrador, creado por un médico británico, Joseph Mortimer Granville quien diseñó el instrumento con el objetivo de desencadenar lo que en la época victoriana se conocía como “paroxismo histérico” sanando a la paciente. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX Sigmund Freud (fundador del Psicoanálisis) generó una revolución acerca de la sexualidad, planteándola como fundamental a lo largo de todas las etapas de la vida. Pero más allá de los importantes aportes realizados, su visión (la cual perduró por muchas décadas) sobre el orgasmo femenino estaba planteada en función de un pasaje del orgasmo clitorideo (como infantil, inmaduro) hasta llegar en la edad adulta al orgasmo vaginal (considerado el “autentico”). Las mujeres adultas que no habían logrado transitar ese “pasaje” entraban dentro de lo considerado patológico. Desde mediados del siglo XX aparecen importantes exponentes como Kinsey, Master & Johnson y Kaplan, quienes con sus investigaciones van habilitando al género femenino al disfrute de la sexualidad, instaurando el deseo sexual femenino como natural y desterrando el mito de los dos tipos de orgasmos. Consideramos que esta mirada tan importante y con tantos avances científicos, tiene sus falencias ya que continúa amoldando la sexualidad femenina en función de la masculina, anteriormente desde la oposición y en este caso desde la similitud. No es raro que se haya intentado explicar la respuesta sexual en ambos sexos como equivalentes ya que sabemos que en nuestra sociedad la identidad de género masculina está mas valorizada que la femenina, pero esto puede llevar a que muchas mujeres sientan que “algo anda mal”, que “soy frígida”, porque en este modelo el deseo sexual es antecesor de la respuesta de excitación (lo cual es más frecuente en el hombre) y no se tiene en cuenta la singularidad de la respuesta femenina, encontrándose que muchas veces el deseo sexual aparece posterior a la excitación. Este importante aporte realizado por Rosemary Basson indica que la respuesta sexual femenina es circular no lineal como se consideraba anteriormente. Aún así se siguen imponiendo reglas y exigencias, tanto como antes no había que sentir deseo, o como el orgasmo debía localizarse en la vagina o el deseo debía anteceder a la excitación. En la actualidad en muchos casos se vive como una exigencia el tener un orgasmo o múltiples orgasmos o conocer donde se encuentra el punto G. Nuevas exigencias Gran parte del sufrimiento humano se origina en expectativas demasiado elevadas o alejadas de la realidad, lo que nos lleva a sentir una sensación de disgusto que nos impide un verdadero contacto con la realidad. Somos más o menos parecidas a lo que esperamos de nosotras mismas, o más o menos parecidas a lo que suponemos que tendríamos que ser. Esperamos que una relación sexual se lleve a cabo de tal o cual forma, introducimos una exigencia, debemos sentir placer porque ya sabemos que todas las mujeres salvo contadas y hasta cuestionadas excepciones4 pueden alcanzarlo. Entonces se vuelve una máxima. El diagnóstico de Trastorno Orgásmico Femenino es descripto según el DSM IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) como: “Ausencia o retraso persistente o recurrente del orgasmo tras una fase de excitación sexual normal. Las mujeres muestran una amplia variabilidad en el tipo o intensidad de la estimulación que desencadena el orgasmo. El diagnóstico de trastorno orgásmico femenino debe efectuarse cuando la opinión médica considera que la capacidad orgásmica de una mujer es inferior a la que correspondería por edad, experiencia sexual y estimulación sexual recibida.” ¿A que llamamos una fase de excitación sexual “normal”? y ¿de que manera la opinión médica puede considerar la capacidad orgásmica como inferior? Reconocemos la importancia de generar una estandarización para posibilitarnos, como profesionales de la salud sexual, un abordaje de las problemáticas que nos permita entender de que hablamos cuando hablamos de “trastorno orgásmico femenino”. Pero a su vez encontramos que se pierde la singularidad de la consultante, al buscar encuadrar a la persona dentro de una “excitación sexual normal” o “capacidad orgásmica inferior”. Se pierde la singularidad del ser sufriente que lo que viene a buscar es la posibilidad de algo nuevo, que traspase el malestar que vive y no la patologización de sus particularidades. Es así que reviste suma importancia el abordar cuidadosamente este asunto de la opinión médica, ya que cuestiones muy importantes que hacen a la capacidad orgásmica femenina como modalidad vincular de la consultante, calidad del vínculo en cuestión, creencias, valores, así como características del momento presente de la pareja y de sus encuentros sexuales, quedan libradas al criterio del médico. En este sentido, consideramos que algunas conceptualizaciones para tratar el tema del orgasmo femenino con los que trabajamos los sexólogos pueden resultar iatrogénicas cuando hablamos de disminuir el sufrimiento humano. Por ejemplo, retomando la investigación citada más arriba, “Un Estudio Psicométrico del Hurlbert Index of Sexual Assertiveness en Mujeres Hispanas”, que “la mujer debe imponer sus propios deseos y abandonar la idea de que debe centrarse únicamente en el orgasmo masculino”. Pensamos que los debería son justamente los mayores responsables de arrojar el disfrute tan lejos de la relación sexual para muchas mujeres. Y este estudio habla además de “imponer” que es también una adquisición reciente para el género femenino en el terreno sexual. Es importante el tener esto presente a la hora de construir una opinión médica que pueda acompañar genuinamente a la consultante. 4 Hasta hace poco tiempo atrás se consideraba que las mujeres que han sido circuncidadas pierden la capacidad de gozar sexualmente y de alcanzar el orgasmo, esta idea es actualmente cuestionada. Londoño Sulkin, Carlos D. “La circuncisión femenina, la antropología y el liberalismo” Revista colombiana de antropología. Vol. 46. Núm 2. Julio – Diciembre de 2010. Ensayando Nuevas Propuestas A modo de ensayo, proponemos una redefinición de lo cuestionado mas arriba: una de las formas que encuentran las mujeres de llegar al orgasmo es imponer sus deseos. Es sólo una forma teniendo en cuenta que existen otros paradigmas desde los cuales podemos hablar sobre el género femenino. Estamos de acuerdo en que la comunicación de nuestros gustos y deseos en la relación sexual es muy importante, pero además existen otros recursos como tener en cuenta al cuerpo como receptivo y creativo. Tratando de bucear en otras teorizaciones concernientes a la esencia femenina encontramos lo que nos aporta Osho: “Una mente femenina significa receptividad: receptividad total, entrega, amor. Una receptividad femenina significa una receptividad como la del útero en la profundidad interna, de modo que puedas ser receptivo. Y no sólo eso: significa mucho más. Una mujer no sólo está recibiendo algo; en cuanto lo recibe se convierte en parte de su cuerpo, el cuerpo femenino se vuelve creativo, el niño comienza a crecer.” 5 Tener la potencialidad creativa en el cuerpo implica también una gran responsabilidad. Quizá el hecho de que las mujeres exhiban mayor tendencia que los hombres a buscar un vínculo afectivo en el que se desarrolle la relación sexual sea un modo de adaptación a esta responsabilidad. Es decir, podría ser un correlato cognitivo del indiscutible hecho biológico de que una relación sexual coital en cualquier momento de la edad fértil de una mujer puede tener un embarazo como consecuencia. Por otro lado, el orgasmo en las mujeres aumenta en frecuencia con la edad, inversamente proporcional a sus posibilidades reproductivas. Es una posibilidad que no estamos en condiciones de afirmar pero tampoco de negar. Observemos que receptivo no es sinónimo de pasivo. Quizás esta potencialidad para el mayor disfrute en la relación sexual está en la posibilidad de reinventar esta última, como si fuese una danza, con gratificación, perdiendo noción de tiempo y espacio, lo que en psicología positiva se describe como experiencia Flow. El concepto de Flow (en castellano podría traducirse como fluir o flujo) ha sido desarrollado por el psicólogo Mihály Csikszentmihalyi, quien lo ha definido como “un estado en el que la persona se encuentra completamente absorta en una actividad para su propio placer y disfrute, durante la cual el tiempo vuela y las acciones, pensamientos y movimientos se suceden unas a otras sin pausa”6. Esta modalidad llevada al encuentro sexual implicaría despojarse de molestos ideales y por tanto dejar de ver la escena sexual desde arriba o desde afuera, no observar la propia conducta desde el rol del espectador, no evaluar si para llegar al orgasmo “debería” pedir a mi compañero/a tal o cual cosa. Es deseable que las mujeres sepan pedir, pero creemos que existe un aspecto lúdico y por ende mágico en el encuentro sexual que corre el riesgo de no ser aprovechado. ¿Que buscamos? No encerrarnos en criterios categóricos. Que nosotros como sexólogos podamos rescatar la particularidad de la persona que viene a buscar nuestra 5 Osho (2007) El libro de los secretos. Vol. 1 Gaia Ediciones. Csikszentmihalyi, M. (1996). Creativity: Flow and the Psychology of Discovery and Invention (Creatividad: El flujo y la psicología del descubrimiento y la invención). New York: Harper Perennial. 6 ayuda. Que posibilitemos que derribe sus mitos, tabúes y exigencias y por medio del juego y lo lúdico pueda reencontrarse con su cuerpo como erógeno y fuente de placer. Entendemos el juego como aquello posibilitador de la creatividad, el aprendizaje y de la asimilación de lo nuevo. En nuestra sociedad el juego queda relegado a la niñez y a lo largo de los años vamos perdiendo la capacidad de jugar y crear. “Juegan los niños, los adultos somos serios” y de esta manera nos olvidamos de lo serio e importante que es lo lúdico en nuestra vida. La experiencia lúdica es justamente lo que se pierde por las exigencias que a lo largo de la historia se le han impuesto a la sexualidad femenina. Exigencias que generaron y generan que el aspecto de ocio, entretenimiento y diversión de la relación sexual se convierta en una carrera de obstáculos en la cual se debe llegar al mayor placer posible. En este sentido proponemos que las personas aborden el encuentro sexual como los niños abordan el juego, es decir, sumamente en serio. El compromiso con el juego requiere una inmersión en la experiencia y un registro pleno de la propia existencia en conexión con la existencia de mi compañero/a. Quizá esta experiencia recupere la magia del encuentro sexual suspendida entre cosmovisiones religiosas que la catalogaron como pecado, concepciones médicas que la etiquetaron como enfermedad y exigencias actuales que convierten el derecho al orgasmo en una obligación. Diaz, Laura Psicóloga- Sexóloga diaz-laura@hotmail.com Pinto, Evelyn Psicóloga-Sexóloga ps.evelynpinto@gmail.com