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Legislatura LVIII Año: III Periodo Gaceta Parlamentaria Fecha Segundo Ordinario 91 Marzo 20, 2003 Del Sen. Armando Chavarría Barrera, del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, la que contiene proyecto de decreto que adiciona el párrafo décimo al artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. LA DIMENSIÓN CONSTITUCIONAL DE LA PENSIÓN UNIVERSAL C.C. SECRETARIOS Y SECRETARIAS DEL SENADO DE LA REPÚBLICA.PRESENTE Con fundamento en los artículos 71, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y 55, fracción II, del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, el suscrito senador Armando Chavarría Barrera de la LVIII Legislatura del Congreso de la Unión, a nombre del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, vengo a presentar a la consideración de esta Soberanía la siguiente: INICIATIVA CON PROYECTO DE DECRETO POR EL QUE SE ADICIONAN EL PÁRRAFO DÉCIMO AL ARTÍCULO 4º DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS, Y QUE CREA LA PENSIÓN UNIVERSAL PARA LOS CIUDADANOS MEXICANOS. Al tenor de la siguiente: EXPOSICIÓN DE MOTIVOS El fenómeno social de las personas de la tercera edad o adultas mayores ha ocupado crecientemente la atención de los principales actores políticos y sociales del país. Ello es así, entre otras razones, dado un cambio en la estructura poblacional, denominada transición demográfica, tal que cada vez son más las personas que alcanzan esa edad, debido a un incremento en la esperanza de vida que en el país alcanza ya los 70 años. Es decir, la población adulta mayor ha crecido constantemente y se espera que a futuro su aumento sea mayor. Pero, por otro lado, la política de derechos sociales responsabilidad del Estado, no se ha desarrollado de modo tal que cubra a la totalidad de las personas adultas mayores que requieren y merecen su cobertura, en particular por cuanto respecta a la seguridad social. No es por tanto extraño que se haya generado un desequilibrio estratégico que ha dado lugar a un creciente descontento y a una justa demanda social. Este binomio conflictivo de crecimiento de la población adulta mayor y de bajo perfil en el cumplimiento del derecho a la seguridad social -si bien insuficiente desde su origen-, adquirió rasgos extremos en las últimas dos décadas. Ello debido, de una parte, a las crisis y recesiones recurrentes de 1981-1982; 19851986, 1995-1996 y 2001-2002 que propiciaron bajos o nulos crecimientos económicos, desempleo, precarización de las condiciones laborales y de ingreso de los mexicanos y debilitamiento de las finanzas del gobierno nacional, acotando marcadamente el gasto público social; y de otra parte, a un cambio estructural que tiene como consecuencia el inició de una sostenida estrategia que mercantiliza los valores sociales, en particular la privatización de los sistemas de seguridad social. El resultado general ha sido hasta ahora una polarizada concentración del ingreso y un severo cuadro de desigualdad e inequidad social, particularmente agudo para ciertos sectores poblacionales, como es el caso de un alto porcentaje de los adultos mayores. En materia de seguridad social, el cambio de estrategia ha implicado sustancialmente el fin del antiguo sistema, para suplirlo por el de capitalización individual, por más que en el tiempo se paguen el costo de la transición y el bono de reconocimiento, y aún se cubra el pago público de un mínimo para quienes ahora están en el sistema privado. Los resultados sociales generales de este cambio de estrategia están a la vista: un debilitamiento estructural de la solidaridad social intra e intergeneracional, en tanto se transmitieron a poderosos grupos financieros cuantiosos recursos públicos. En contraste, los beneficios individuales del cambio del sistema de seguridad social aún están por verse. Entonces, en este contexto, con relación a la población adulta mayor tenemos que está constituida por casi 5 millones de personas que serán el doble en 2020 y casi siete veces más en 2050. Esto quiere decir que el XXI será el siglo del envejecimiento de la población, como el XX fue el del crecimiento demográfico. Tal situación supone el reto de prever y orientar el fenómeno en términos de salud y de bienestar familiar y social. Actualmente, de manera aproximada solo 1.5 millones de mexicanos en edad avanzada tienen la cobertura de la seguridad social debido a su relación laboral formal, mientras el resto está socialmente desprotegido. Así, el cuestionamiento salta a la vista: ¿puede considerarse justa una sociedad que es incapaz de reconocer los derechos más elementales de las personas que hicieron su mejor esfuerzo para construirla? ¿Es justo un país incapaz de formular una iniciativa para dotarlas de un mínimo de calidad de vida? ¿Es acaso improbable una solución al problema? Nosotros sostenemos que, sin duda, existen alternativas. En este sentido vale decir que, cada cual a su manera, países como Argentina, Costa Rica, Chile, Cuba y Uruguay otorgan una pensión asistencial a las personas que no son cubiertas en sus derechos por la seguridad social. Por cuanto respecta a México, carece de un programa de asistencia social formal y, en todo caso, los adultos mayores que no tienen seguridad social o una pensión asistencial, aspiran a cubrir algunas necesidades básicas a través de programas como PRONASOL, PROGRESA y ahora Oportunidades. No obstante esta situación empieza a modificarse, toda vez que el Gobierno del Distrito Federal hace un esfuerzo por dotar a los adultos mayores de 70 años en delante de una protección económica básica y del acceso a la protección gratuita a la salud, hasta alcanzar actualmente una cobertura del 80% del universo de la entidad, equivalente a 250 mil personas. De acuerdo con una encuesta, de ellos el 90% ha mejorado su alimentación, el 79% ha logrado comprar productos que antes no estaban a su alcance, el 71% se siente más seguro, el 68% se siente más independiente y 38% ha mejorado su relación familiar. Estos son a grandes rasgos, los resultados del Programa de Apoyo Alimentario, Atención Médica y Medicamentos gratuitos, acordado el 6 de febrero del 2001 por el gobierno del Distrito federal. Por otra parte, recientemente el gobierno federal, a través del programa Hábitat, se ha propuesto transitar por un camino similar. Además y con la misma tendencia, hace apenas unos días se inició un programa de adultos mayores en el Estado de Guerrero. En este contexto, es pertinente recordar que muy recientemente, el 26 de abril de 2002, el Congreso de la Unión aprobó la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, paso importante para la formulación y ejecución de una política pública transversal y concurrente para este sector de la población. Eso quiere decir que, al fin, el país empieza reconocer que tiene una deuda con ese sector de la población y que la misma no puede ser pagada de manera coyuntural o estar vigente por un periodo finito de tiempo, sino convertirse en un derecho universal progresivo y, por tanto, en una política pública permanente. Con estos antecedentes alentadores, resulta incierto el argumento de que, aún siendo justo ese derecho y pertinente dicha política pública, resulta demasiado onerosa para el gasto público y que, por tanto, el problema debe resolverse por la vía del mercado. Estudios recientes indican que el costo nacional para dotar de una pensión de un salario mínimo a las personas mayores de 65 años equivaldría al 1.16% del producto interno bruto que es aproximadamente el costo de la transición hacia la privatización del sistema de pensiones del Instituto Mexicano del Seguro Social. Pero si se opta por iniciar cubriendo sólo a la población de 70 años en adelante, entonces se requeriría únicamente el 0.73% del PIB. Es decir, nada fuera de lo económicamente posible, sobre todo si consideramos la deuda histórica que el país tiene con sus adultos mayores. Compañeras y compañeros legisladores, a nuestro juicio estamos en el momento preciso para tomar una decisión trascendente a favor de las personas adultas mayores, de modo que frenemos el deterioro de su calidad de vida, determinado por muy bajos niveles de empleo, ingresos salariales insuficientes, condiciones sanitarias y de salud inapropiadas, precaria o nula asistencia social, seguridad social limitada, relaciones sociales y familiares conflictivas con marcados rasgos de maltrato, solo por mencionar las desventajas más evidentes. Estamos convencidos de que no debemos permitir que los efectos negativos de la transición demográfica nos alcancen. Estamos ciertos que no podemos dejar para un futuro incierto la solución de un problema trascendente que será cada día mayor y más complejo. Es hora, compañeras y compañeros legisladores, de que modifiquemos esta realidad, de que le demos la vuelta a la cara de la moneda, de que apostemos por una alternativa distinta tanto para las personas de la tercera edad de las generaciones presentes como futuras. Es hora de que este sector de la población viva dignamente en una patria que los reconoce y en la que se reconocen. Compañeras y compañeros legisladores, los convoco a que con altura de miras y amplia generosidad, apoyen la iniciativa de reforma que ahora presento, enalteciendo así al Congreso de la Unión toda vez que de alguna manera reestablecerá plenamente un derecho social a millones de mexicanos. En razón de los motivos antes expuestos y se propone la adición de un párrafo décimo al artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para quedar como sigue: Artículo 4º............ El Estado garantizará a los mexicanos una pensión universal. La ley que para tal propósito expida el Congreso de la Unión establecerá las características de la misma así como los instrumentos para su ejecución. ARTÍCULOS TRANSITORIOS PRIMERO. Esta disposición tendrá vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación. SEGUNDO. EL Congreso de la Unión tendrá un plazo de tres meses a partir de la entrada en vigor de la presente disposición, para formular y expedir la ley reglamentaria a que haya lugar. ATENTAMENTE.- ARMANDO CHAVARRÍA BARRERA, SENADOR DE LA REPÚBLICA.- LVIII LEGISLATURA