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Nota introductoria del Padre Nicholas Gruner Este artículo fue publicado recientemente por otra revista. Lo imprimimos aquí de nuevo, con permiso, tal como apareció en agosto/septiembre de 2008. Lo hacemos en el interés de ayudar a Nuestra Señora de Fátima y a todos los hombres de buena voluntad para que podamos lograr la paz mundial en nuestro mundo atormentado por la guerra, tan pronto como nos sea posible. Lo imprimimos aquí de nuevo para darle una circulación mucho más amplia. Nos urgimos a todos a leerlo cuidadosa y piadosamente. Es de lectura fácil, sin embargo escrito en un modo profundo. No ofenderá a nadie que tenga buena voluntad. Es un auxilio y da esperanza. No es agresivo ni perjudica un lado a favor del otro. Instamos a todos los que buscan la verdad que lean este artículo; quien procura amar y servir a Nuestra Señora de Fátima; todos los que quieren la paz mundial; todos los que buscan un entendimiento mayor y genuino entre el Este y el Occidente, entre los ortodoxos y los católicos. Puede ser el catalizador que finalmente ayudará a incentivar a todos los hombres de buena voluntad, tanto católicos como ortodoxos, tanto rusos como americanos, tanto tradicionalistas como partidarios de la Misa Nueva, a unirse para realizar el triunfo del Inmaculado Corazón de María y la paz mundial completa. La hora ha llegado Consagrar a Rusia no perjudicará el diálogo entre Católicos y Ortodoxos, sino lo ayudará por Cathy Pearson Nota: El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el Mensaje de Fátima, fechado el 26 de junio de 2000, dice explícitamente que la Consagración se hizo en 1984, y que Sor Lucía afirmó que había sido hecha. El comentario lacónico sigue: “Por lo tanto, toda discusión, así como cualquier otra petición ulterior, carecen de fundamento.” Es evidente que, a pesar de esta afirmación, los católicos tienen la libertad de discutir este asunto. Y es eso que Cathy hace en el artículo que sigue. Cathy Pearson, una católica americana lega de fe profunda y piedad tradicional, propone que el Papa trate de hacer de nuevo la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María. Damos la bienvenida a los comentarios de lectores sobre este asunto importante y a menudo polémico. En mediados de 2007, el Patriarca ortodoxo ruso Alexei II predijo un efecto positivo en las relaciones entre las Iglesias católica y ortodoxa sobre la publicación del Motu Proprio de Benedicto XVI sobre la liturgia antigua, Summorum Pontificum: “Nosotros seguimos fuertemente a la tradición. La recuperación y el honor dado a una tradición litúrgica antigua es un desarrollo al que podemos dar la bienvenida”. Así se disipó el miedo 1 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf de que la liberalización del acceso a la Misa Latina Tradicional pudiese impedir la reconciliación con otras Iglesias. Ha llegado igualmente el momento de desmentir quien todavía mantiene que un pedido importante de Nuestra Señora de Fátima – la Consagración de Rusia, mencionando su nombre, al Inmaculado Corazón de María por el Papa en unión con todos los obispos de la Iglesia – no puede ser atendido literalmente porque, si lo fuese, podría ofender los ortodoxos rusos. De todos los motivos ofrecidos en los últimos 60 años para explicar por cual razón es que una sucesión de Papas no debía o no quería hacer la Consagración de Rusia como tal, ésta es ciertamente el menos persuasivo. Al contrario, Fátima ofrece tal vez la mejor propuesta de nuestro tiempo para quebrantar el punto muerto en la reconciliación entre católicos y ortodoxos. A pesar de los grandes esfuerzos del Vaticano para declarar que la historia de Fátima ya está terminada, hay cuestiones persistentes y legítimas que todavía se mantienen, una de las cuales es si el pedido de Nuestra Señora por la Consagración de Rusia fue atendido por una serie de Consagraciones papales del mundo, y, si no fue, si debería ahora ser intentada una Consagración con la mención específica de Rusia. 1. Papa Juan Pablo II ante la imagen de Nuestra Señora 2. Papa Juan Pablo II con Sor Lucía en Fátima 3. El informe del periódico portugués en 1917 del “Milagro del Sol”. 2 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf Los lectores seguramente conocen la historia de Fátima, la serie de apariciones marianas en 1917 a tres pastorcitos portugueses – a los hermanos Francisco y Jacinta Marto, que murieron no mucho tiempo después y que fueron beatificados, y a su prima, Sor Lucía, que vivió como religiosa de clausura hasta una edad avanzada y que, en el convento, continuó a recibir apariciones y locuciones en la secuencia de las de Fátima. Ayudada por el espectacular “Milagro del Sol,” testificado por 70.000 personas en la última aparición de Nuestra Señora en Fátima el 13 de octubre de 1917, la Iglesia aprobó hace mucho tiempo la autenticidad de las apariciones, del milagro y de los mensajes ya publicados de Fátima Y suponemos que el lector, pensando con la orientación de la Iglesia, no disputa la autenticidad del milagro de Fátima, la fiabilidad de Sor Lucía como testigo, o el contenido de las palabras ya reveladas, atribuidas a Nuestra Señora, visto que la Iglesia, a través de una ya larga sucesión de Papas, les ha dado su sello de aprobación. Nuestra Señora de Fátima y Rusia Así, para empezar al inicio, ¿qué es lo que dijo Nuestra Señora sobre Rusia? El 13 de julio de 1917, durante una aparición a los tres pastorcitos, Ella les dijo una cosa que ellos no podían revelar entonces, y que vino a ser conocida como la “segunda parte” del Secreto. Después de describir castigos terribles que caerían sobre el mundo si la humanidad no parase de ofender a Dios, Nuestra Señora dijo: “Para impedirla, [el castigo del mundo por la guerra, hambre y persecución a la Iglesia] vendré a pedir la consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón, y la comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre Me consagrará Rusia que se convertirá y se concederá al mundo algún tiempo de paz”. Así, Nuestra Señora en Fátima describió la Consagración como algo que Ella vendría a pedir en el futuro. Esta promesa se cumplió el 13 de junio de 1929, cuando Sor Lucía, en ese entonces en el noviciado de las Doroteas en Tuy, España, estaba rezando solo en la capilla. Sor Lucía relató una visión de Cristo crucificado, con María Santísima al pie de la cruz de Su Hijo, con el mismo aspecto que había tenido en Fátima. Ella le dijo: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio”. Es interesante notar que, mientras el pedido relativo a los Primeros Sábados ya citado – así como otros pedidos de Fátima, como el rezo del Rosario diario, el uso del Escapulario, rezando y sacrificándose por los pecadores, evitando modas ofensivas a la modestia, y siendo fiel a los deberes que la situación en la vida impone a cada uno – son 3 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf dirigidos a los fieles en general, éste se dirige específicamente al Papa. Y Nuestra Señora lo presenta como viniendo, no de Ella, sino de Dios: “…Dios pide al Santo Padre”. Esto se subrayó dos años más tarde, cuando Nuestro Señor Mismo dijo a Sor Lucía, “'Participa a Mis ministros que, en vista de que siguen el ejemplo del Rey de Francia, en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción… la harán, pero ya será tarde. Rusia habrá ya esparcido sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia. El Santo Padre tendrá que sufrir mucho”. Es fácil ver por qué es que una persona que acepte estas palabras considera de no poca importancia este pedido de la Consagración de Rusia, así como la respuesta del Santo Padre a él. Se prometen bendiciones estupendas para todo el mundo si Sus pedidos serán atendidos; y se vaticinan consecuencias graves si sean rechazados. (Este “segundo Secreto”, revelado al mundo cuando las memorias de Sor Lucía fueron publicadas en 1942, ya había sido comunicado al Santo Padre por carta particular.) En la visión de Tuy, 13 de junio de 1929, Nuestra Señora dijo: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio. Entre las personas que han considerado Fátima como cosa seria, se puede contar una sucesión de Papas, de Benedicto XV a Benedicto XVI, tanto antes como después de cuando la Iglesia aprobó formalmente la aparición en 1930. Lejos de distanciarse de esta “revelación privada”, al contrario, la adoptaron abiertamente con oraciones públicas, concesiones de indulgencias, la institución de la fiesta universal del Inmaculado Corazón, visitas al Santuario de Fátima, y con correspondencia o visitas a Sor Lucía. Y hubo varios que hicieron consagraciones, claramente en respuesta al pedido de Nuestra Señora en Fátima: 4 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf En 1942, Pio XII consagró públicamente el mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo una alusión que podría ser interpretada como siendo una referencia a Rusia, y más tarde, en la encíclica Ad Coeli Reginam, invitó todos los obispos del mundo a unirse a él para renovar esta consagración en 1954. En 1952, respondiendo a una petición de los católicos rusos, Pio XII consagró a Rusia y a su pueblo al Inmaculado Corazón, pero en una ceremonia privada, sin obispos. Durante el Año Mariano de 1954, habiendo invitado los obispos a unirse a él, Pio XII renovó la Consagración de 1942. En 1964, en el momento del enceramiento del tercer año del Concilio Vaticano II (1962- 65), el Papa Pablo VI renovó la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón, hecha por Pio XII, y confió toda la Iglesia a Su cuidado. El Papa Juan Pablo II, que atribuyó públicamente a Nuestra Señora de Fátima habiendo salvado la vida en el atentado de 1981, consagró el mundo a Su Inmaculado Corazón durante su convalecencia en 1981, y otra vez, en forma pública, en 1982. Nuevamente, en marzo de 1984, Juan Pablo II consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, invitando todos los obispos a unirse a él; muchos obispos (pero no todos) participaron en ceremonias simultáneas en varias basílicas por todo el mundo. Finalmente, en octubre del 2000, el Papa Juan Pablo II, nuevamente en una ceremonia pública, con casi 1.500 obispos presentes, “confió” el “mundo” al Inmaculado Corazón de María ¿De qué es que tienen miedo? A pesar de todo esto, o, de cierta manera, por causa de esto, el asunto de la Consagración pedida en Fátima sigue siendo polémico. Lo que nadie disputa es que, excepción hecha la ceremonia privada de Pio XII en los jardines del Vaticano, ninguno de estos actos consagró a Rusia por su nombre. Lo que es disputado – y vociferadoramente por ambos los lados – es si estas consagraciones del mundo, de que Rusia obviamente hace parte, “cuentan” como respuesta adecuada al pedido de Nuestra Señora para la consagración de Rusia. ¿Puede Rusia ser consagrada sin ser mencionada? El Vaticano dice que sí; los críticos dicen que no. Pero esta cuestión no es la más importante. La pregunta que exige 5 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf respuesta, pero a que la Santa Sé nunca respondió públicamente, es simplemente ésta: ¿Por qué Rusia no es mencionada? ¿Por qué esto es tan impensable? ¿Cuál es el problema? El Papa Juan Pablo II inició su pontificado con una exhortación a los fieles que, de cierta manera, quedó como su lema: “No tengáis miedo”. Pero “miedo” es precisamente el término que describe la reacción del Vaticano a la idea de consagrar a Rusia por su nombre, desde los años 30 hasta los días de hoy. Entonces, ¿de qué tienen miedo? Vale la pena examinar bien esta cuestión. Durante la era soviética, el miedo de una persecución vengativa parecía ser una explicación plausible y creíble. Hoy se puede especular sobre una variedad de motivos. Pero la explicación más amplia y actualmente expresada es el miedo de ofender los ortodoxos. Es cierto que esa preocupación tenía importancia en la mente del Papa Juan XXIII, que quería asegurar la participación de los ortodoxos rusos en el Concilio Vaticano II, y que llevó a una política de apaciguamiento en relación al Bloco Soviético que su sucesor, el Papa Pablo VI, también apoyó, tanto antes como después de su elevación al trono de Pedro. La misma lógica subyacente a su triste promesa de que el Vaticano II y sus documentos no contendrían una condenación del comunismo tal vez pueda también servir para impedir la Consagración de Rusia. El comunismo puede haber mordido el polvo1, pero dando prioridad a la reconciliación entre católicos y ortodoxos continuó a ser una preocupación importante en los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI. Segundo la noticia de Inside the Vatican, de noviembre de 2000, un eminente Cardenal, que era uno de los asesores más próximos de Juan Pablo II, hasta llegó a decir en privado que el Papa había sido aconsejado a no mencionar a Rusia en cualquier ceremonia de Consagración porque ofendería los ortodoxos rusos. Al parecer, los funcionarios del Vaticano no estaban apenas especulando cuando se refirieron a ese miedo. Recientemente, una fuente de alto nivel del Vaticano dijo que los ortodoxos mismos avisaron el Vaticano de que, si el Papa alguna vez mencionase a Rusia en una consagración, terminaría por completo todo el diálogo entre la Santa Sé y la Iglesia ortodoxa rusa. ¿Pero por qué es que ofendería los ortodoxos? Si esto es verdad, puede resolver un viejo misterio: ¿Por qué es que ningún Papa – por más favorable a Fátima que fuese – osó consagrar a Rusia por su nombre? Pero también toma el misterio a otro nivel. ¿Por qué es que la Consagración de Rusia ofendería los ortodoxos? Viendo las cosas de cerca, la Consagración de un país no es un anatema o un exorcismo. Es una invocación de una bendición y protección especiales. El hecho de María Santísima distinguiendo a una nación en particular para un tal pedido, es una señal de Su afecto maternal especial. Cuando Nuestro Señor dijo a Sta. Margarita María que convenciera el Rey de Francia a consagrar el reino a Su Sagrado Corazón, Francia era un país católico que tenía en alta estima su título de “hija mayor” de la Cristiandad. Fue sólo mucho más tarde que la 6 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf Revolución y el Reinado de Terror manifestaron sus males, contra los cuales la Consagración podría haber protegido Francia, si se hubiera hecho cuando fue pedida. En contraste, cuando Sor Lucía comunicó a los obispos portugueses el pedido especial de Nuestra Señora, de que Le consagrasen Portugal, ellos la cumplieron con alegría, en un acto episcopal que muchos creyeron más tarde que mantuvo al país en paz durante la Guerra Civil de España y la Segunda Guerra Mundial. Se podría esperar que cualquier nación que venere la Madre Santísima considerase como un privilegio especial el haber sido elegida por la Bienaventurada Virgen María para una tal dignidad. Los ortodoxos rusos veneran a María, y aunque no puedan aceptar el milagro y el Mensaje de Fátima, creen, al contrario de algunas denominaciones cristianas, que Ella puede intervenir personalmente, y de hecho interviene, en la historia de la Humanidad. Su propia tradición es rica en milagros marianos y revelaciones particulares oficialmente aceptadas y muchas veces asociadas a íconos específicos. Así, si los problemas teológicos parecen no impedirla, ¿por qué es que la Consagración pedida en Fátima ofende los ortodoxos rusos? Es importante determinar la razón por qué; si los problemas subyacentes son identificados y confrontados abiertamente, tal vez puedan ser resueltos juntamente, con base en la razón, buena voluntad y un diálogo autentico. Y tal vez entonces pueda ser anulado el impedimento, en lugar de ser rechazados los beneficios de la Consagración. Una vez más, la especulación nos lleva a varias explicaciones posibles: 1. Territorialidad canónica. Como hay mucho más ortodoxos que católicos en Rusia, ¿no parecería una presunción cualquier acto papal específicamente dedicando a Rusia, una invasión del “territorio ortodoxo”? Si esto es el problema, debe ser más fácil de resolver, ahora que una presencia diocesana católica es por lo menos aceptada en Rusia, y el acto podría ser considerado como perteneciendo sobre todo a los católicos rusos, aunque los respectivos beneficios (si acontecen como los católicos esperan) fuesen sentidos por todos. Cuando en los años 50, los católicos rusos pidieron a Pio XII la Consagración, no sólo eran un grupo muy pequeño, como también una minoría oprimida y en gran parte en la clandestinidad. 2. Orgullo. ¿Se sentirían insultados los rusos por la sugerencia de que tienen mayor necesidad de convertirse que los pueblos de otros países? El pedido de Nuestra Señora para la Consagración de Rusia fue hecho en el contexto de discutir no sólo su necesidad de convertirse (lo que debe ser la preocupación constante de todas las 7 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf personas, aun si están en estado de gracia), pero también sus errores futuros, las persecuciones y la responsabilidad por guerras, martirios y la aniquilación de naciones. ¿Haría la Consagración parecer en este contexto una reprensión o un exorcismo, aunque no lo fuese por su propia naturaleza? Sin embargo, visto que estos males son tan ampliamente identificados con el comunismo soviético, y no con el pueblo ruso, da la impresión de que los cristianos ortodoxos tendrían más razón para ver una posible reprimenda como siendo dirigida a sus antiguos opresores, y no a ellos mismos. Debe ser posible tornar claro que uno siendo consagrado a Nuestra Señora – sea por sí mismo u otro haciéndolo – no limita, de forma ninguna, la libertad de un individuo o de una nación, y apenas hace de ellos beneficiarios de la protección y cariño de la Madre de Dios. Este pensamiento sería anatema para un régimen ateo, pero sería la honra más natural para una cultura tan dedicada a la devoción mariana como la Ortodoxia rusa ha sido. En verdad, fue la Iglesia ortodoxa rusa la que siempre ha promovido la idea de que la “Santa Rusia” heredó un papel verdaderamente único en la Cristiandad y en la historia de la salvación. 3. Sectarismo. ¿Serían cualesquier oraciones católicas por la “conversión de Rusia” – especialmente en esta era post-soviética, ya vistas por algunos como una conversión del comunismo – interpretadas como teniendo como fin una conversión de la Ortodoxia al Catolicismo? (Se trata aquí de un deseo y intención de oraciones perfectamente apropiados a los católicos, pero que, como se comprehende, sería un punto delicado para los ortodoxos.) Esto, todavía más que el problema del territorio, es una objeción potencial que verdaderamente afecta a los ortodoxos rusos, no sólo como rusos sino también como ortodoxos, y afecta las relaciones entre las Iglesias católica y ortodoxa como entidades religiosas distintas y por eso rivales en la conquista de los corazones de los fieles. Este problema de la conversión religiosa, que es la base de la oposición a la Consagración pedida en Fátima, es apenas un síntoma de un problema auténtico que el diálogo entre católicos y ortodoxos tendría que confrontar más tarde o más temprano. Sin embargo, como se verá más adelante, las preocupaciones que los rusos ortodoxos – o católicos – tendrían en la pérdida de sus fieles por medio de una conversión a la otra Iglesia serían desvanecidas y no exacerbadas, lo que parece ser una paradoja, por la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María. 4. Presión viniendo de fuentes seglares. Así cómo es posible que los Papas u otros dignitarios del Vaticano habían recelado consagrar a Rusia debido a presiones o amenazas de fuerzas externas a la Iglesia y hostiles a ella, determinadas a impedir los beneficios sobrenaturales que la Consagración traería, también es posible que, mientras el Vaticano apenas tenga recelo de ofender los ortodoxos rusos, estos podrían ser motivados en sus objeciones por presiones o amenazas viniendo de fuerzas no eclesiásticas en Rusia. Es fácil comprender como esto habría acontecido durante el período soviético, por ejemplo, cuando el Papa Juan XXIII estaba negociando la participación de los ortodoxos rusos en el Concilio Vaticano II, en un 8 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf tiempo en que la Iglesia ortodoxa en Rusia – o antes, los pocos que había sobrevivido las persecuciones y martirios atroces, que tantas víctimas hicieron – estaban bajo estricto control del Estado Soviético y, en algunos casos, infiltrada por agentes del KGB. Hubiera sido difícil para los negociadores del Vaticano saber si una exigencia de los ortodoxos sería de ellos, en sentido de eclesiásticos – por ejemplo, cuanto a asuntos teológicos o sectarios – o si provenía de exigencias por parte del Estado, que los eclesiásticos estaban forzados a presentar por causa de presiones sutiles o declaradas. El hecho de que la Unión Soviética ya ha pasado a la historia no significa que la Iglesia ortodoxa rusa esté inmune a presiones potenciales de fuentes seglares hostiles o centradas en sus propios intereses, sean ellos de naturaleza política, militar o económica, así como, por el hecho de tener la ventaja de trabajar en su propio Estado de la Ciudad del Vaticano, la Iglesia Católica no está inmune a presiones semejantes de fuerzas exteriores a ella, con motivaciones no eclesiásticas inapropiadas. Ni el Vaticano ha sido inmune a la infiltración; se conocen hoy casos en que espiones soviéticos, en la era de la Guerra Fría, y hasta, segundo lo que algunos dicen, satanistas con traje de ovejas, consiguieron insinuarse en la burocracia del Vaticano. Como el Cristianismo está en una situación permanente de guerra espiritual, no debe sorprender u ofender a nadie, sea él católico u ortodoxo, el hecho de que satanás es un maestro de la guerra moderna y utiliza operaciones clandestinas para atacar sus enemigos dondequiera que sea posible – especialmente los que tienen Ordenes Sagrados u ocupan posiciones de liderazgo en comunidades cristianas. Colaborando con sus amigos, reconociendo sus enemigos Es interesante estudiar ambos los grupos de impedimentos potenciales contra la Consagración de Rusia pedida en Fátima – las razones impidiendo el Vaticano y las razones que motivan los ortodoxos a objetar – y verificar que, en verdad, los obstáculos son apenas de tres tipos: (1) negando o dudando del poder de la Madre de Dios; (2) presión de quienes reconocen Su poder y se le oponen (si hagan presión sobre la Santa Sé o sobre los responsables ortodoxos rusos, o ambos); y (3) puntos auténticos de desacuerdo potencial entre católicos y ortodoxos, ambos reconociendo la Madre de Dios y considerándose a Su lado, aun si ni siempre concuerden unos con los otros sobre de cual lado Ella está. La primera categoría es un asunto de fe, incluyendo, por ejemplo, problemas potenciales como obispos recalcitrantes, ideólogos eclesiásticos anti-marianos, o Pontífices recelosos del escándalo si Rusia fuese consagrada y después no aconteciese nada. Poco se puede hacer, a no ser rezar para que todos los eclesiásticos con un papel a desempeñar en este proceso, sea lo que sea él, reciban la gracia de ejercer sus tareas con una actitud recta. 9 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf La segunda y tercera categorías piden acción, aunque sea una acción muy diferente en cada caso. Ambas, sin embargo, representan impedimentos que pueden y deben llevar los católicos y ortodoxos responsables a trabajar en unión para superarlos. Esta afirmación ciertamente sorprenderá ambas las partes. Pero, viendo bien la situación, se puede verificar que el potencial de Fátima para unir los grandes ramos Oriental y Occidental del Cristianismo es más grande que su potencial de dividirlos todavía más. El Padre Gruner (izquierda), y Su Excelencia Gregorios III Laham (derecho), el Patriarca de la Iglesia católica uniata melquita de Damasco y Antioquía, difundiendo el Mensaje de Nuestra Señora de Fátima cerca del Vaticano La tragedia del Gran Cisma es que las Iglesias católica y ortodoxa están muy próximas cuanto a creencias, oraciones, cultura, devoción y vida litúrgica y sacramental, pero que, a pesar de esto, se han mantenido divididas desde hace siglos. Ambos averiguan su teología a las raíces apostólicas. Sus credos apenas se distinguen en algunos de los muchos artículos de fe. Rezan a los mismos santos que comparten un milenio de historia común. Sus prácticas litúrgicas – especialmente comparando las liturgias ortodoxas con los Ritos Orientales del Catolicismo – serían difíciles de separar para un observador casual. La posición exaltada de la Madre de Dios – no sólo en la teología, en la piedad personal y en el arte, sino hasta en la experiencia práctica de Su intervención en la historia y en la vida de los hombres – es una poderosa dimensión unificadora que las Iglesias católica y ortodoxa comparten. 10 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf El hecho de tener tanto en común en la tierra – y una amiga tan poderosa en el Cielo – requiere que católicos y ortodoxos se vean como amigos, con un programa común de enfrentar con honestidad los puntos que los dividen y oponerse juntamente a las fuerzas que ambos reconocen como sus auténticos enemigos. Distinguiendo las dos situaciones y respondiendo de forma apropiada es de la mayor importancia. Ultrapasando un punto muerto ecuménico Vamos a examinar primero las diferencias entre amigos. Fátima tiene el potencial de quebrantar el impase secular que impide la Iglesia ortodoxa de reconciliarse con Roma. Debemos empezar reconociendo que, a pesar de que ambas las partes profesan el deseo de unidad, a pesar de muchas horas que han sido dedicadas al diálogo y a las discusiones teológicas, a pesar de la máxima prioridad que los últimos Pontífices han dado a esta misión, y a pesar de éxitos importantes, hasta en el pontificado actual, el hecho es que la unidad sigue siendo tan difícil de encontrar como siempre. Durante siglos poco progreso ha sido hecho en relación a las pocas, aunque importantes, diferencias eclesiológicas y doctrinales que separan católicos y ortodoxos. Es irónico observar que no se pueden aproximar más, precisamente porque ya son tan próximos. Si los católicos y los ortodoxos fuesen denominaciones protestantes, grupos cristianos disidentes, movimientos teológicos o asociaciones de pastores autoordenados, podrían sentarse alrededor de una mesa y repensar sus doctrinas o encontrar una solución de compromiso para sus diferencias, porque todos estos son entidades criadas por seres humanos. Pero ni las Iglesias ortodoxas ni la Iglesia católica piensan que tienen el derecho a comprometer su doctrina, culto o jurisdicción. Tanto el Catolicismo como la Ortodoxia profesan haber transmitido fielmente la doctrina cristiana autentica desde los tiempos apostólicos, que su liturgia se desenvolvió orgánicamente desde los primeros tiempos, y que la autoridad invocada y aplicada por su jerarquía es un conjunto de derechos y responsabilidades de derivación apostólica directa. Esta afirmación de la verdad y la autoridad inmutables contrasta de tal manera con el resto del mundo cristiano que debe criar una ligación poderosa entre católicos y ortodoxos, que los aproximen. Y es lo que sucede, pero apenas hasta el punto en que ambas las partes, para ser fieles, empiezan insistiendo en que es imposible llegar a algún compromiso más. Es evidente que un tal punto muerto no puede ser eliminado solamente con medios humanos. Esto deja ambas las Iglesias como rivales, cuyos esfuerzos paralelos para ser fieles al llamamiento de Cristo a evangelizar, las colocan potencialmente en conflicto cuando se encuentran intentando avanzar en el mismo territorio geográfico o en los corazones del mismo pueblo. Rusia y los rusos, en este caso. Por ejemplo, 11 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf ¿hasta qué punto debe la Iglesia católica ceder a la Iglesia ortodoxa rusa el lugar de presumida voz principal del Cristianismo en la sociedad rusa? ¿Hasta qué punto debe la Iglesia ortodoxa rusa dar espacio a las congregaciones católicas, estructuras diocesanas y movimientos de catequesis católicos, ya no limitados a servir comunidades de expatriados o “minorías étnicamente católicas,” pero colocados dentro de la populación rusa? ¿Hasta qué punto debe cada Iglesia aceptar o promover conversiones individuales de los fieles de la otra Iglesia? En los décadas recientes, hubo conversiones de personalidades de destaque en ambas las direcciones – creyentes ortodoxos que encontraron individualmente, a la manera de Newman, su camino a Roma, y un número apreciable de católicos occidentales que huyó de la revolución litúrgica en sus parroquias, encontrando un hogar en la Ortodoxia. No sería impedimento a las relaciones de amistad entre católicos y ortodoxos rusos si los ortodoxos fuesen a admitir que estarían encantados si todos los cristianos del mundo profesasen la Ortodoxia, y si los católicos fuesen a admitir que estarían encantados si todo el mundo profesasen el Catolicismo. Después de todo, el liderazgo tanto católico como ortodoxo han tornado bien claro que preferían, de hecho, una solución que terminará con el cisma sin extinguir la identidad de la antigua Iglesia cismática en lugar de una conversión en masa de los fieles, o aun manteniendo la separación, tal como hoy se encuentra. Sin embargo, ninguna cantidad de progreso a la mesa del diálogo dispensa a un individuo de la obligación de adherir a la Verdad Divina, donde pueda encontrarla en su plenitud, ni tampoco dispensa a quien cree que posea la verdad, de la obligación de compartirla con otros. Cuando hay un conflicto entre dos posiciones detentoras de la verdad, aquella que no está de acuerdo con la Verdad Divina eterna está en el error, y todos los creyentes sinceros sólo pueden rezar para que ellos y otros se conviertan de las creencias que tienen, que son, de hecho, erróneas. La sorprendente solución de Nuestra Señora Entra Nuestra Señora de Fátima y Su promesa de la conversión de Rusia. A la primera vista, parece que Ella está avanzando exactamente en el terreno en que los ortodoxos se retirarían. ¿Presuponen las oraciones de los católicos para la conversión de Rusia que todos los rusos salgan de la Iglesia ortodoxa para tornarse católicos? En verdad, los católicos pueden imaginar esta escenario, pero el punto es que no es importante lo que los católicos piensan que va a acontecer; no son ellos quienes van a decidir, sino María. No hay una María católica y una María ortodoxa; hay sólo una única Madre de Dios, a quien ambas las partes han recorrido a lo largo de la historia cristiana, y en Quien ambas las partes depositan una confianza total. Independientemente de las interpretaciones erróneas de la doctrina o del gobierno de la Iglesia en que los 12 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf católicos o los ortodoxos hayan caído – sea en la realidad, sea a los ojos de la otra parte – María no puede querer hacer nada más que la Voluntad de Dios. Si un católico devoto o un ortodoxo ruso devoto pudiese conocer, de hecho, la Voluntad de Dios y el deseo del Corazón de María, sería eso que ciertamente quisieran, sean lo que sean sus preconcepciones previas. ¿Qué género de conversión quiere Dios de Rusia? Católicos y ortodoxos ciertamente responderían de manera diferente, si les fuese preguntado, pero la belleza de Fátima es que nadie tiene que descubrir lo que está cierto para llevarla a cabo. La llave se encuentra en el modo como Nuestra Señora de Fátima hizo su pedido y su promesa: “vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón… Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz… El Santo Padre Me consagrará Rusia que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz”. Fíjese a quien son atribuidas estas tareas. Nuestra Señora no dice: “Si Ustedes convierten a Rusia, Yo traeré la paz”. Pide sólo al Papa que Le consagre a Rusia, para que él sea el instrumento del Cielo realizando este acto. No le pide que convierta a Rusia, o que decida qué género de conversión es que Rusia necesita. Tampoco les pide a los católicos o a los ortodoxos rusos o a cualquier otro agente humano. En lugar de esto, la conversión hace parte de lo que Ella promete en cambio; “Rusia se convertirá”. Es su misión, y no la nuestra. Esta distinción es profundamente significativa. En primer lugar, quiere decir que nadie tiene que delinear, decidir o asentar al tipo de conversión que Ella tenía en mente para cumplir Sus pedidos y esperar obtener Sus promesas. Supongamos que Rusia sea consagrada por el Papa en unión con todos los obispos católicos, tal como Nuestra Señora pidió. Tanto los católicos como los ortodoxos podrán comprender de qué manera se deben conformar con la Voluntad de Dios en sus relaciones, observando lo que va a acontecer. Si los cambios más visibles fuesen antes en el dominio de todos – un nivel más elevado de funcionalismo público, el fin de todos los géneros de abuso de autoridad, el florecimiento de la justicia social, el aparecimiento de instituciones harmoniosas de gobierno, la reconciliación entre regiones y grupos étnicos, el desaparecimiento de la corrupción política y del crimen organizado, políticas internacionales reflectando un compromiso profundo de civiles y militares por la paz, una cuenta y desactivación de las armas nucleares, honor dado a Dios en la plaza pública – bueno, esto sería el género de conversión que Ella tenía en mente. 13 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf O si el liderazgo ortodoxo y los simples fieles de repente se encontrasen a sí mismos tomados del deseo de reconciliarse con Roma y ya no encontrasen obstáculos a la autoridad papal y a la enseñanza del Magisterio, esto sugería que era el género de conversión que Dios deseaba. O si – poniendo de lado la filiación religiosa – creciese espontáneamente entre el pueblo una gran reforma moral al nivel de cada uno, llevando los rusos a desviarse con repugnancia de los vicios, tales como el aborto, la pornografía y el alcoholismo, inculcándoles un deseo ardiente por la castidad y por el compromiso marital por toda la vida, revolucionando el modo como hacen negocios y como dan la educación, manifestándose en un nivel elevado de altruismo marcado por actos de caridad, por el deseo de hijos, y cimentando todo esto con un florecimiento de fe y del fervor religioso, entonces este tipo de conversión de vida sería obviamente lo que María deseaba. Y si, en el contexto de un tal renacimiento, se siguiese un aumento de vocaciones religiosas, una impulsión de la vida monástica, un gran aumento de la participación en la liturgia y en los sacramentos, y si esto ocurriese no sólo entre los católicos en Rusia sino también, y especialmente, entre los ortodoxos, entonces tanto el liderazgo católico como ortodoxo verían claramente que el Cielo mira con especial favor a la ortodoxia rusa y quiere conservarla de una manera especial dentro de la Iglesia universal. La conversión de Rusia, sea como sea la forma que tomaría, daría a la humanidad grande esperanza en el cumplimiento de la promesa que sigue – un período de paz – y ciertamente también tendría el resultado que Nuestro Señor le dijo a Sor Lucía fue su propósito final: un gran movimiento de agradecimiento y devoción al Inmaculado Corazón de María. La conversión de Rusia, si lleva los rusos a abrazar la Fe católica o a examinar profundamente su fe ortodoxa, o ambas las cosas, puede tener o no tener un impacto directo en el diálogo entre católicos y ortodoxos. Los ortodoxos podrían ser inspirados a aproximarse del punto de vista católico, o la jerarquía y los teólogos católicos podrían ser inspirados a ver ciertas cuestiones bajo un nuevo aspecto que aproximase ambas las partes, o podrían ambas las partes ser permitidas a continuar superando sus diferencias conforme al máximo de su capacidad humana. Pero el nuevo nivel de virtud, bondad y abertura a la verdad del Espíritu Santo haría por lo menos con que esta tarea fuese más dulce y más productiva. Los ortodoxos rusos no tienen ninguna razón para oponerse a una Consagración papal de Rusia con base en la religión. Esto no constituye una desventaja para ellos. Si un tal acto fuese de facto vacio, sin sentido, inapropiado y / o no correspondiendo al cumplimiento de un pedido auténtico del Cielo, o no diese cualesquier resultados visibles, no tendría ningún impacto. 14 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf Pero si, de hecho, Dios quiere que ella se haga, y que tenga uno o todos los impactos enumerados arriba, probaría ser una bendición inestimable para el pueblo ruso, para las relaciones entre ortodoxos y católicos, y para todo el mundo. Enfrentando el enemigo común La pelea – nos dice el Espíritu Santo a través de San Pablo – no es “contra carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos en los aires.” (Ef. 6:12). Por tanto si los creyentes fieles, sean ellos católicos u ortodoxos, no tienen nada a perder y todo a ganar – de hecho, una inmensidad a ganar – con la Consagración de Rusia tal como Nuestra Señora la pidió, conviene que ambas las partes examinen cuidadosamente – una vez superados los obstáculos causados por sus propios miedos – la cuestión de quien, o que, pueda está trabajando fuera de la Iglesia para impedirla de ser realizada. Fuerzas externas – tal vez debamos decir infernales – pueden estar a ejercitar presiones dentro del Vaticano o entre las hileras de los ortodoxos, o en ambos los casos. Pueden estar haciendo amenazas de daño serio, o simplemente a colocarse en lugares de donde puedan manipular los pensamientos y los recelos de los otros, para reforzar la idea de que la Consagración de Rusia es una cosa que sería problemática en muchas maneras, que sería mejor no hacerse o por lo menos no hacerse ahora. Es importante no tardar mucho Es trágico pensar en la inmensidad del sufrimiento humano derivado de los males del siglo pasado – la “guerra peor” (la Segunda Guerra Mundial) que Nuestra Señora profetizó, el flagelo del Nazismo, la subyugación de Europa Oriental, las persecuciones a la Iglesia en Rusia, en España y aún hoy en China, y los incontables millones de asesinos saliendo de la Caja de Pandora del Bolchevismo (Lenín, Estalín, Mao, Pol Pot y numerosos revolucionarios locales, a la medida que los errores de Rusia se difundieron por el mundo) – hasta el holocausto mundial del aborto que empezó en la Rusia Soviética. Todo esto podía haber sido evitado si tuviesen sido atendidos los pedidos de Nuestra Señora, por ejemplo, en el inicio de los años 30. Y el Enemigo de las Almas nunca descansa. ¿Quién puede saber que planes él estará preparando ahora mismo – nuevos tiranos carismáticos siendo preparados para conducir mañana las masas en alguna parte del mundo, nuevos escándalos siendo orquestados para desestabilizar y derribar gobiernos, nuevas visiones del mal siendo alimentadas en las mentes de terroristas, nuevas maneras de socavar el matrimonio y la vida familiar, nuevas guerras entre naciones y civilizaciones enteras, nuevos escándalos y 15 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf persecuciones para lisiar la Iglesia? ¿Quién puede saber donde él pueda estar escondiendo armas nucleares y conspirando para ponerlas en manos errados? ¿Quién puede saber que horrores estará perfeccionando en algún laboratorio desconocido, casi listo para saltar de la sala de proyectos a las noticias de la noche – una nueva enfermedad, un nuevo tipo de desastre natural, una monstruosidad manipulada genéticamente, o una nueva arma de destrucción masiva? Una corrida hasta el fin María y Su enemigo están desde el inicio de la historia en una corrida contra el tiempo. Los católicos y los ortodoxos rusos están en una posición única para formar una vanguardia contra este enemigo mañoso. Los años 90 y ahora el Siglo XXI nos dieron pruebas abundantes de que el Enemigo no duerme. La crisis moral a la escala planetaria se agravó mucho – la guerra contra los que están para nacer se transformó en la clonación y en la exploración del embrión; las exigencias de los homosexuales se transformaron de la tolerancia para con la perversión en la intolerancia para quien tiene ideas contrarias; la cultura popular se hundió todavía más en la violencia y degradación. En la arena geopolítica, hemos visto las guerras constantes en el Medio Oriente, el ataque de 11 de setiembre y la aparición del Islamismo militante, el genocidio en África, la limpieza étnica en los Balcanes, las provocaciones nucleares en Corea, la aceptación de tortura, y el espectro global del terrorismo. Hay el fenómeno de la globalización – concentrando cada vez más el poder económico y político en menos manos y en entidades más grandes – que tiene potencial para el avanzo humano aunque también hace con que los individuos tengan menos poder y con que el mal sea potencialmente más difícil de combatir. En la sombra, en las áreas grises en que los “actos de Dios” ni siempre se puede separar fácilmente del trabajo de manos humanos – tal vez manos humanos ayudados por interferencia diabólica – hemos visto un torrente de desastres humanitarios y ecológicos: hambre, secas, desertificación, padrones meteorológicos extraños, tsunamis, huracanes, terremotos, fuegos incontrolables, desarrollos en la tecnología de espionaje electrónica y colección de datos, nuevas y terribles enfermedades, niños hechos a la medida, calentamiento global, y avanzos en la tecnología de las armas químicas y biológicas. ¡No tengáis miedo! Parece evidente que, si hay un medio de introducir en este ambiento contemporáneo, peligro y volátil, cualesquier regalos del cielo, como la conversión general de una de las más grandes naciones del mundo y un período de paz para todo el mundo, cuanto más rápidamente se hiciese eso, mejor. Y del punto de vista del demonio, hasta un pequeño atraso puede representar una victoria codiciada si le da una oportunidad para desencadenar 16 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf otra nueva plaga desconocida – en el sentido literal o figurativo – sobre la humanidad. La autora tal vez no había sido la única persona a estar fascinada, en su primer año como estudiante de latín, con la palabra “time-bam” (que significa “yo tengo miedo”.) Si sea pronunciada medio en inglés, medio en latín, hace recordar la palabra inglesa “time-bomb” (bomba-reloj). De cierta manera, es una evocación apropiada para el mandato archivado de la Santa Sé para consagrar a Rusia por su nombre; una bomba-reloj haciendo tictac, pidiendo a ser desactivada, mientras los funcionarios del Vaticano miran hacia ella a la distancia, desconfiados, escondiéndola de la vista, y diciendo, en realidad: “Yo la podía haber desarmado, pero tenía miedo”. Es tiempo de preguntar a la Santa Sé lo mismo que hace poco hicimos a los ortodoxos: ¿De qué tiene miedo? ¿Cuál es el problema? Es evidente que no hay problema en hacer la Consagración de nuevo, no quedando avergonzado porque supuestamente ya habría sido hecha anteriormente. Esto no impidió las siete o más repeticiones previas, ni siquiera la del año 2000, después de que fue proclamado de modo definitivo que el Cielo había aceptado la versión de 1984. Puede siempre ser presentada apenas como una renovación o aun abiertamente como un deseo de hacer todavía más perfectamente la Voluntad de Dios y cumplir con los pedidos de Nuestra Señora. El anuncio podría hasta repetir las palabras de Nuestra Señora de 1929, después del retraso inexplicable de 12 años a partir de su mención original del asunto en 1917: “Ha llegado el momento…” Si efectivamente la Consagración ya se hizo, una repetición desnecesaria sería, en la peor de las hipótesis, superflua. ¿Y si, en verdad, irritó el Gobierno ruso, o los ortodoxos rusos, o quienquiera, por cuanto tiempo y con cuanta energía se esperará que protesten contra un gesto sin significado, aun si fuera un faux-pas? Si un diálogo serio puede ser interrumpido por una razón tan débil, es porque, de cualquier manera, no valía la pena en primer lugar. Como está explicado arriba, hay razones sólidas para creer que las objeciones de los ortodoxos – si serían fundadas en cuestiones religiosas y no resultando de presiones políticas – pueden ser superadas de antemano, si se hace un esfuerzo serio de discutir con ellos sus objeciones. Bajo el punto de vista de la lógica, no hay razón, sea ella sin sentido o sea de hecho, para los ortodoxos rusos oponer la Consagración o sentirse amenazados por ella. En el segundo caso, la respuesta de Nuestra Señora en Rusia ayudaría tanto los católicos como los ortodoxos a comprender mejor la Voluntad de Dios y conformarse más perfectamente con ella, que es lo que ambas las partes ciertamente quieren. Si los ortodoxos rusos efectivamente han combatido hasta ahora la Consagración, esto sólo puede haber sido resultado de un malentendido – lo que es precisamente el género de problema para el cual un diálogo y una discusión auténticos son un remedio apropiado. 17 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf Nota del editor de The Fatima Crusader: “El Comunismo mordió el polvo” son las palabras exactas de la autora. Sabemos que la profecía de Fátima nos dice claramente que, si Rusia se convierte a tiempo, será un instrumento providencial de misericordia para todos los hombres y ayudará a traer la paz a todo el mundo. Por otro lado, si Rusia no es debidamente consagrada a tiempo, será “el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo (por sus pecados)”, como Sor Lucía explicó. El comunismo puede haber sido humillado en 1989-1991, pero hay muchas indicaciones ya de que está haciendo esfuerzos para volver, más fuerte que nunca, en un futuro próximo. 1 Reimprimido con permiso de Inside the Vatican (revista católica de noticias) P.O. Box 57, New Hope, KY 40052-0057 EUA editor@insidethevatican.com; www.insidethevatican.com; teléfono: 1-800-789-9494 (llamada gratuita en los EUA y Canadá); 1-270-325-5499 (para todos los otros países); Fax: 1-270-325-3091 18 http://www.fatima.org/span/crusader/cr91/cr91pg03.pdf