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La Muerte del Papa DR. J OE MIZZI D espués de guiar a la Iglesia católica romana por 27 años, el Papa Juan Pablo II murió el 2 de abril del 2005. A pesar de haber sido altamente estimado y elogiado por casi todo mundo, católicos y no católicos por igual, ahora le toca aparecer delante de Dios para ser juzgado de acuerdo a la verdad. Los elogios de los hombres no influenciarán ni impresionarán al Juez divino, a aquél que es la verdadera cabeza de la iglesia: “¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! por que así hacían sus padres con los falsos profetas (Lc. 6.26). Papa significa padre. Y la gente le llama así al obispo de Roma; también le llaman “Santo Padre,” que es un titulo divino. Pero los discípulos de Cristo solo conocen un Padre, que es Dios, por que Cristo dice, “Y no llames padre vuestro a nadie en la tierra; por que uno es vuestro Padre, el que está en los cielos” (Mat. 23.9). Tampoco le atribuyen a nadie el titulo de “santo” con mayúscula, excepto a Dios, por que la Escritura dice: “¿Quien no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre, por que sólo tú eres Santo” (Ap. 15.4). Al Papa también se le conoce como el supremo pontífice, un titulo heredado de la antigua religión misteriosa del paganismo romano. La palabra Pontífice (del latín Pontifex) significa puente; pero los cristianos no tenemos más que un puente hacia el cielo – un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (1 Tim. 2.5). El Papa reclama ser el vicario de Cristo, y trabaja toda su vida para traer paz y unidad religiosa al mundo. Pero Aquel a quien él dice representar tenía un propósito diferente. Jesús dijo: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra, no he venido a traer paz sino espada (Mateo 10.34). Jesús predicó un solo Dios y un solo camino de salvación – el Papa ofrece falsas esperanzas a quienes adoran a otros dioses y buscan la salvación aparte de Jesucristo: a musulmanes, judíos y budistas. Por eso, el mundo entero lo ama, a diferencia de Cristo, a quien el mundo odió hasta crucificarlo. El Papa reclama ser el sucesor del apóstol Pedro, pero a diferencia de él, el Papa Juan Pablo II enseñó a otros a confiar en María y a encomendarse totalmente a ella en la hora de la muerte. El apóstol Pedro enseñó a los hombres a invocar el único nombre dado por Dios para nuestra salvación, el bendito nombre de Jesús, el Mesías, “Y en ningún otro hay salvación, por que no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres en el que podamos ser salvos (Hechos 4.12). El Papa dice ser el maestro infalible de todos los cristianos, pero él distorsiona el significado de las Escrituras para defender el dogma de la tradición católica. Por ejemplo, él defiende la misa (la cual se dice que es una repetición y continuación del sacrificio de Cristo en la cruz). El Papa Juan Pablo segundo escribió: “Jesucristo constantemente ‘entra al santuario de Dios obteniendo así eterna redención’ (Heb. 9.12)” (del libro “Cruzando el Umbral de la Esperanza”). Compare las palabras del Papa con lo que la Biblia dice: “Y no por sangre de machos cabrios ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Heb. 9.12). Note como la palabra ‘entró’ es cambiada por el Papa por ‘entra’ – dando la impresión de que la acción de Cristo es continua en lugar de ser un solo acto completado en el pasado. Además, la expresión ‘una vez’ es omitida y cambiada por la palabra ‘constantemente.’ También, en lugar de decir ‘habiendo obtenido,’ él Papa escribe ‘obteniendo’, ¡cómo si la redención estuviese siendo realizada todavía! Claramente vemos que el significado de este pasaje es torcido. Si Jesús ‘constantemente entra’ en el lugar santísimo, Él no es mejor que los sacerdotes levíticos del antiguo testamento, y si no ha obtenido eterna redención, su sangre es tan impotente como la de los toros y los machos cabrios. Pero gracias a Dios, su Palabra enseña todo lo contrario de lo que el Papa enseña: “por su propia sangre, entró una vez para siempre (no está entrando constantemente) en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido (no obteniendo) eterna redención” (Heb. 9.12). ¿Qué prefieres creer? ¿La Palabra de Dios o a la enseñanza del papado? ¿Prefieres poner la salvación de tu alma en las manos de Jesucristo o confiar en las penitencias, las ceremonias religiosas, la misa, o invocar a Maria con la esperanza de que ella te salvará el día de tu muerte? Si tú confías en Jesucristo y descansas en el sacrificio que Él hizo por el pecado una vez y para siempre en la cruz, ya no podrás seguirte sometiendo a un hombre que usurpa con su posición el titulo de cabeza de la iglesia y que enseña un evangelio diferente al de las Escrituras. Los cristianos reconocemos una cabeza que es el Señor Jesús: “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y Él es su salvador” (Ef. 5.23). La religión del papado no es confiable para enfrentar la eternidad. ¿No ves como se contradijo el arzobispo Leonardo Sandri cuando anunció la muerte del Papa?: “Nuestro santo padre Juan Pablo II ha regresado a la casa del Padre. Oremos por él.” ¿Por qué hay que orar por alguien que supuestamente ya está en la casa del Padre? Los católicos oran por las almas en el purgatorio, no por los santos en gloria. Si el Papa está en el cielo, él no necesita oraciones ni misas por el reposo de su alma. Pero la iglesia católica no puede garantizar la salvación de nadie. ¡Ni aun la de aquél que ellos llaman su santo padre! Gracias a Dios por el Consuelo y la seguridad del evangelio: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23.43). Cuando un creyente en Cristo muere, ese mismo día él o ella va con seguridad a la presencia del Señor para siempre. Gloria sea a Dios. © Dr Joe Mizzi. Permission is given by the author to copy this article without any changes.