Download Paulina - San Pablo
Document related concepts
Transcript
MSJ IGLESIA Sociedad de San Pablo: cien años de un carisma El carisma paulino debe su originalidad, lucidez y vigencia a una historia de un siglo, en la que destaca nítidamente la figura de Don Santiago Alberione. Fredy Peña Tobar, spp 26 Desde “Alba” vino una gran misión E sa noche de 1900, cuando nuestro beato, Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, sintió la necesidad de llevar el Evangelio para “hacer algo por los hombres del nuevo siglo”, vio la posibilidad de “comunicar” una experiencia de fe al mundo y a la Iglesia. Consideró que la Iglesia y su anuncio de la Buena Nueva había que presentarla de una forma más audaz y en todos los ámbitos de la vida: cultura, educación, familia, trabajo, etcétera. Fue la mirada de un “precursor”, que nació en un modesto pueblo al norte de Italia, San Lorenzo de Fossano, un 4 de abril de 1884. De una familia campesina y profundamente cristiana. Sus padres fueron don Miguel y Teresa Allocco. Hijo de una tierra y de una raza de santos, como Don Bosco, José Cafasso, Leonardo Murialdo, Don Orione, por nombrar algunos. Desde niño fue fraguando su vocación, tanto que al preguntar su maestra de la escuela primaria ¿qué harían cuando grandes?, él había respondido con decisión: “¡Me haré sacerdote!”. Y así fue cómo en 1907 es ordenado sacerdote y destinado inmeAGOSTO 2014 diatamente a menesteres parroquiales. En 1908 se doctoró en teología y por mandato del obispo se le asignó la dirección espiritual de los seminaristas. En 1913 es nombrado director del periódico diocesano, y entendería que su misión estaría en el campo de la prensa. El 20 de agosto de 1914, junto con los primeros jóvenes, da comienzo a su primera fundación que, más tarde, asumiría el nombre de Sociedad de San Pablo para el apostolado de la buena prensa. Fue esta la mayor satisfacción de su vida, que lo compensaba de tantas fatigas, padecimientos, incomprensiones y obstáculos... Bien sabía él, con el apóstol Pablo, que para los que aman a Dios, todo, aún el mal, sirve al bien; y que la hora de Dios llega, aunque la estaba esperando desde 1921. No obstante, Alberione no se desentendió de su tiempo ni de las instancias importantes de la vida de la Iglesia y pudo, en 1962, tomar parte en el Concilio Ecuménico Vaticano II, un acontecimiento que tanto había propiciado desde sus años jóvenes, y recibió la alegría de ver “canonizado” el carisma que había ya puesto al servicio de la Iglesia: “La evangelización con los medios de comunicación social”. El decreto Inter mirifica afirmaba que el uso de estos medios pertenece al ministerio ordinario de la predicación de la Iglesia. Intervenciones como estas y otras cualidades, como su calidez humana y profunda identidad cristiana, le valieron para ser beatificado el 27 de abril de 2003 por el papa Juan Pablo II. Alberione fue un hombre que vivió en el silencio y en el trabajo. Supo defender, con discreción, su soledad y su intimidad con Cristo. No era de llamar la atención del mundo, pero no por eso fue un aislado. Ese “silencio” le permitió vincularse con los demás, con los acontecimientos y tener una “respuesta” justa para su tiempo. Fue ese mismo AGOSTO 2014 Decía nuestro beato: “La Biblia es el texto que debemos dar… o lo presentamos en películas o en libro, o de viva voz en la radio, o en diapositivas, o de cualquier otra forma”. “silencio” que le ayudó a estar atento a las inspiraciones de lo alto y a descubrir la voz del Espíritu en las “pequeñas” cosas de cada día, y cuyo “espíritu” ilumina a la Sociedad de san Pablo y a la vida de la Iglesia. La difusión de la Palabra de Dios En estos cien años de fundación, la Sociedad de San Pablo ha querido continuar la “predicación” de la Buena Nueva a ejemplo de su guía y paradigma espiritual, como lo fue san Pablo. Esta ha sido una tarea reservada a la propia misión: “Llevar la Palabra de Dios al mayor número de personas con los medios rápidos y eficaces”. Decía nuestro beato: “La Biblia es el texto que debemos dar… o lo presentamos en películas o en libro, o de viva voz en la radio, o en diapositivas, o de cualquier otra forma” (Recopilación de meditaciones, Pr A 284). También las palabras del papa Pío XII servirían como un nuevo impulso a la propagación de la Biblia: “Que ninguna familia carezca de la palabra de Dios y de meditarla”. Así se inició la campaña Misiones del evangelio, cuya idea fuerza va haciendo realidad aquel anhelo del padre Alberione, que fue el deseo del Papa y de él: “Una Biblia en todos los hogares”. Este tipo de iniciativas fueron plasmándose en el tiempo, hasta que en 1924 nace la Sociedad Bíblica Católica Internacional, 27 MSJ IGLESIA que después de un bajo crecimiento y desarrollo logró un nuevo envión. En 1988, por decisión del Gobierno General, es relanzado este proyecto, liderado por el padre Francisco Anta, quien gozaba de una gran experiencia latinoamericana. Esto le permitió hacer realidad la conocida Biblia Latinoamericana, con notas pastorales, en diferentes tamaños, de la cual se han difundido millones de ejemplares hasta hoy. De ella se han hecho ediciones especiales promocionadas por las Conferencias Episcopales de Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y México, entre otros países. Universalidad de una misión Hoy es relativamente fácil llegar con un mensaje en tiempo y forma a distintos lugares del mundo. Internet, Facebook o una videollamada nos han facilitado esa tarea. Sin embargo, para el padre Alberione y su Obra, el desafío de anunciar a Cristo tuvo que pasar por largos períodos de sacrificio y espera. Había una imperiosa necesidad de nuestro beato por “estar” en los cincos continentes y, especialmente, en “África”… misteriosamente no se sabe por qué. Pero la mentalidad de san Pablo permanecía en una sola idea: “Llegar a aquellos rincones donde Cristo, no había sido anunciado”; en pocas palabras, ser novedad en “pueblos nuevos”. Esta presencia en Latinoamérica decantó en una tierra que si bien se presentaba joven, no estaba exenta de complicaciones, como su alto nivel de pobreza. Se necesitaría un anuncio tenaz y seguro del Evangelio, realizado por personas con una firme fe cristiana y con una fuerte identidad cristiana y paulina; lógicamente, con un gusto por los medios de comunicación. Escribiría, en el Boletín de los cooperadores (1924): “Son pueblos nuevos, pueblos jóvenes, destinados a ser los semilleros y los jardines de los nuevos santos. Las fuerzas nuevas de la Iglesia y de la religión, destinados a abrir caminos nuevos al mundo ”. Después de diecisiete años de su fundación, la obra paulina verá hecha realidad su presencia en Brasil (20 de agosto de 1931), encabezada por el padre Sebastián Trosso y el padre Javier Boano. Al año siguiente, el padre Sebastián Trosso será trasladado a la Argentina para fundar una nueva obra paulina. En octubre de ese mismo año, en Estados Unidos también se emprendía una campaña fundacional. Así, la obra expansionaria de Alberione continuaba. Con la ayuda de los jesuitas y de los salesianos, en marzo de 1947, se da inicio la obra en Chile y en abril del mismo año los paulinos llegaban a Colombia. En mayo de 1947, se erige la primera casa paulina en México. Estas fundaciones se completarían con el arribo de las ramas femeninas de la Familia Paulina. como las Hijas de san Pablo, las Pías Discípulas del Divino Maestro y las Hermanas de Jesús Buen Pastor a otros países de América. Ser luz en el mundo y para los pobres Desde un inicio existió en el pensamiento de Alberione, el deseo de que los paulinos fueran hombres sin fronteras. Una vez más, el ejemplo de san Pablo era el sustento de motivación para las posibles fundaciones de comunidades insertas en las ciudades, para luego ir hacia las periferias. Decía: “La caracterís28 ¿Quién puede poner en duda que los servicios prestados por la Misión Paulina no han sido un “anticipo y fruto” a la puesta en marcha del propio Concilio Vaticano II? tica del apóstol de la prensa es la búsqueda de los más pobres. No busquen las escaleras de mármol, sino las de maderas que crujen al pisarlas”. Sin duda, era una invitación para que la obra paulina no quedara inmersa en los vaivenes de la comodidad y del aburguesamiento. Esa preocupación por los más débiles se manifestó de varias formas. Por ejemplo, la “forma popular” de entregar el mensaje y la primacía dada a las grandes masas, o en el criterio pastoral para una edición de la Biblia: de lujo o rústica. Y en esto quiso estar en consonancia con las enseñanzas de Jesús: “He sido enviado a traer la Buena Nueva a los pobres ” (Lc 4, 18). Es decir, Alberione y su Obra siempre estuvieron abiertos a los problemas contingentes de la época, como la pobreza, la educación de las masas, la dignificación de la clase trabajadora, la organización cristiana de la sociedad conyugal y familiar, la instrucción religiosa y la defensa de los valores cristianos, etcétera. Esa preocupación por lo social se vería reflejada después del Concilio (1965), de Medellín (1968) y de Puebla (1979). Aquella “opción por los pobres” por parte de la Iglesia y principalmente de las Conferencias episcopales, se constituyó en una “urgencia” para la pastoral. En este sentido, Alberione recogió y leyó muy bien los signos de los tiempos y en particular esa realidad. De hecho, su obra expansionista en América Latina (1931) fue una señal fidedigna, ya que gran parte de esta cadena fundacional se gestaba en una América, con un real estado de precariedad y bajo las consecuencias de la “depresión económica”, que afectaba a los Estados Unidos y, por ende, a toda la región. Por qué san Pablo y una Familia con distintos ministerios En estos cien años de historia paulina, la consigna de que “La Familia paulina debe ser san Pablo viviente hoy, según la mente del Maestro divino, obrando bajo la mirada y con la gracia de María Reina de los Apóstoles” (Carissimi in San Paolo p. 194), ha permanecido en esa convicción de que la obra paulina es de Dios. ¿Por qué? Porque su principio base, “vivir integralmente el evangelio y vivirlo en el divino Maestro como camino, verdad y vida; pero no vivirlo como cualquier espiritualidad sino al modo y ejemplo de cómo lo entendió san Pablo”, es el que ha imperado y estimulado hasta hoy a la Familia Paulina y su misión. Si bien son varios los motivos por los cuales Alberione se inspiró en la persona de san Pablo. No sin razón, hubo motivaciones que también tuvieron cabida en su pensamiento, como la frase de Monseñor Kettler: “Si san Pablo regresara al mundo, se haría periodista”. O como la iniciativa de Pío X, que había escogido como lema de su pontificado una frase de san Pablo, “Restaurar todas las cosas en Cristo” (Ef 1, 10), que sirvió de inspiración en la decisión del nombre. Sin embargo, lo que AGOSTO 2014 más convenció a nuestro Fundador de asumir a san Pablo como “paradigma” para la obra paulina, sin duda que fue el contacto con sus escritos y con su persona. Descubrió en todo aquello el universalismo de la redención, el amor apasionado a Cristo y al evangelio, como también la plenitud de los valores en Cristo. Pero no solo la persona de Pablo ha contribuido como un incentivo motivacional en estos cien años de fundación al “proyecto paulino”, sino que también se añade la idea de que como “Familia” están llamados a vivir diferentes ministerios. ¿Cómo? Las distintas ramas de la Familia Paulina tienen como objetivo manifestar la persona de san Pablo, es decir, darlo a conocer como misionero y comunicador universal del evangelio, orante; o bien como el fundador y animador de las primeras comunidades cristianas; suscitador de hombres y mujeres insertos en las realidades temporales para animarlas en Cristo. Fueron estas convicciones o principios los que permitieron a Alberione hacer realidad aquel sueño de 1900 y que a la posteridad han sido un aporte significativo para la vida de la Iglesia, sino ¿quién puede poner en duda que los servicios prestados por la Misión Paulina no han sido un “anticipo y fruto” a la puesta en marcha del propio Concilio Vaticano II? Sobre todo en lo que se refiere a la relación Iglesia-Mundo, y viceversa. Las distintas ramas de la familia paulina dan testimonio de esta relación y responden “en el mundo” a las necesidades de la Iglesia y de este, sobre todo con el aporte de sus Institutos como “Jesús Sacerdote” o “Gabrielinos” (Gaudium et Spes 2 y 3). Los primeros frutos desde su fundación hasta hoy En 1915, el padre Alberione fundó al primer grupo de mujeres, la rama femenina de las Hijas de San Pablo, con la misma finalidad que la Sociedad de San Pablo: Evangelizar con los medios más rápidos y eficaces. En 1917, el grupo de cooperadores, personas de toda condición social que viven en el mundo los mismos ideales apostólicos y espirituales de las dos ramas paulinas. En 1924, la creación de la congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro, para afianzar la obra paulina con la oración, el servicio sacerdotal y litúrgico. En 1938, dio vida a las Hermanas de Jesús Buen Pastor (Pastorcitas), para la animación de las comunidades parroquiales, colaborando con los párrocos. En 1959 su preocupación por las vocaciones lo llevó a fundar las Hermanas del Instituto Reina de los Apóstoles (Apostolinas), dedicadas al fomento de las vocaciones. Durante los años 1958-1959, dio comienzo a los tres primeros institutos seculares: Jesús Sacerdote, Anunciación de María, San Gabriel, agregados a la Sociedad de San Pablo, cuyo objeto es hacer presente el espíritu paulino en todos los ambientes y clases sociales, mediante la animación cristiana de las realidades temporales. En 1971 se añadirá el instituto Santa Familia para los matrimonios. En todo el mundo los paulinos suman mil miembros, entre sacerdotes y hermanos. La congregación, con su sede General en Roma, está presente en los cinco continentes, en más de cuarenta países. En el Cono Sur, la Provincia Argentina-ChilePerú cuenta con veintisiete miembros y sus principales obras evangelizadoras las constituyen sus editoriales y librerías: dieciséis en Argentina, cinco en Chile y cuatro en Perú, además de los centros de difusión en Paraguay y Uruguay. Cien años de un carisma que viven miles de hombres y mujeres que trabajan día a día con los religiosos y religiosas para hacer realidad la intuición de un visionario llamado Santiago Alberione. MSJ Los inicios en Chile La inquietud por fundar la Sociedad de San Pablo en Chile, la recibió el padre Alberione en Roma, por parte de Álvaro Pedro Alvarado, S.J., viceprovincial de la Compañía de Jesús en Chile, quien había conocido a los paulinos y había apreciado su actividad en el campo de la prensa. La idea era que los paulinos se hicieran cargo de la Editorial y de la Librería Splendor con sede en Santiago y una sucursal en Valparaíso. Era de propiedad de la Sociedad de Cultura Católica, fundada en 1923 por Francisco Correa, S.J.,con un grupo de señoras de la Congregación Mariana del Colegio San Ignacio. Su primer nombre había sido Efemérides Marianas y su finalidad consistía en difundir libros católicos para AGOSTO 2014 elevar el nivel cultural de los lectores y proporcionar instrumentos adecuados para cultivar la fe. Con el tiempo se adhirió a dicha obra la Congregación Mariana de caballeros, siempre del Colegio San Ignacio, ampliando notablemente su campo de acción. A esta iniciativa se sumó la invitación que le hiciera el cardenal José María Caro, mediante una carta que entregara, personalmente, el sacerdote Raúl Pérez Olmedo. El padre Alberione destinó para la fundación de Chile al padre Giuseppe Gabriele Costa (1915-1949) y al discípulo Matteo Giovanni Toffani (1912-2003). Los fundadores de la Casa Paulina de Chile partieron desde Génova, el 3 de diciembre de 1946, en la nave pana- meña Filippa, llegando a Buenos Aires, Argentina, el 27 de diciembre de 1946. Luego de tres meses de hospitalidad en la casa paulina de Florida, partieron en tren el 27 de marzo de 1947 desde Buenos Aires, pasando por la ciudad de Mendoza hacia Santiago, adonde llegaron luego de dos días de viaje. Les recibe en la Estación Mapocho el padre Raúl Pérez Olmedo, rector de la Casa de Ejercicios San José, de propiedad del Arzobispado de Santiago, que era atendida por las Hermanas de la Providencia. Allí se hospedaron durante más de un año. El día después de la llegada fue designado como el día de la fundación de la Sociedad de San Pablo en Chile: 29 de marzo de 1947. 29