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PLIEGO 2.572 30 DE JUNIO DE 2007 Este “subsidio”, como acostumbran a decir en Brasil, presenta lo oído y visto, lo vivido y convivido, y lo trabajado y celebrado en Aparecida. Sirve para hacer memoria y evocar la apuesta de la V Conferencia General (VCG) del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, para los que estuvimos esos días allí y para todos los interesados en vivir un despertar misionero en este momento de la historia del continente. UN DESPERTAR MISIONERO JOSE MARIA ARNAIZ, SM. Foto: Rolando Calle, S.J. Lo que me queda de Aparecida PLIEGO De la conversión al ardor D 30 de junio de 2007 VN e entrada, hay que recordar que ha habido diversos modos de participar en la VCG: algunos han estado dentro de la Asamblea y han sido responsables del evento como organizadores, participantes o invitados. Otros hemos estado fuera, pero cerca y en constante interacción. Hemos seguido el proceso con detalle y en profundidad. Todos teníamos una clara conciencia de que allí se estaban gestando las orientaciones de la Iglesia de América Latina y del Caribe para las próximas décadas. Otros han llegado a Aparecida para informar. Se ha dicho que el evento no ha interesado mayormente a los medios internacionales; no es de extrañar. Pasados los primeros días, no había novedad ni inmediatez; había profundidad y proyección. Muchas personas han peregrinado hasta el Santuario para rezar por la VCG. Ha impactado la presencia popular de los “romeros”. Otros han participado desde lejos. Bien podemos decir que la Iglesia latinoamericana ha estado presente y en vela en Aparecida. Algo se gestaba en su seno y, una vez más, lo daría a luz María. Al escribir este Pliego, he pensado sobre todo en este último grupo, que quiere saber más y conocer mejor este capítulo de la historia de América Latina (AL) y leer por dentro lo que pasó y lo que no pasó, lo que se dijo y lo que no se dijo, y lo que significan los textos y los gestos que se hicieron. Con esta reflexión se busca algo muy fundamental: intuir la vida que brotará y el compromiso al que hay que llegar para la Iglesia de América Latina y del Caribe. Este paso supone arriesgar mucho. El coraje de la renovación es la única garantía de futuro. I. ALGUNAS IMPRESIONES GENERALES Comienzo por compartir algunas impresiones. Ha sido una gracia que hemos tenido unos pocos la de vivir esos días en Aparecida y estar en el corazón de este gran acontecimiento de la Iglesia. Hemos participado en la irrupción del Espíritu en el Pueblo de Dios. Lo que pasó fue más de lo que normalmente se podría esperar. Como si por encima de nosotros hubiera estado el soplo del Espíritu, que hemos tratado de compartir con los habitantes de la pequeña ciudad de Aparecida. Ciudad de apenas 30.000 habitantes y 612 hoteles, que giran en torno al santuario de Nuestra Señora de Aparecida y que tiene cabida para 50.000 personas. El Espíritu aleteó. La celebración de la Eucaristía de Pentecostés con la basílica llena de gente fue como el momento cumbre de los 20 días. La imagen del fuego es la que mejor corresponde para transmitir lo que vivimos en esas jornadas. No hay que olvidar, como recordaba el cardenal Rodríguez Maradiaga, que en el corazón de este acontecimiento ha estado la fiesta de Pentecostés. A nós descei, divina luz A nós descei, divina luz Em nossas almas acendei O amor, o amor de Jesus Dobrai a dureza Aquecei o frio Livrai do desvio No hay duda de que con el movimiento del antes y del durante Aparecida se fue dando forma a una alternativa en la Iglesia del continente. El Espíritu Santo ha removido esta institución y algunas de sus personas. “Estamos de nuevo en Pentecostés”. Algunos nos hemos vuelto a encantar. Lo vivido nos ha permitido encontrar “rosas” que primaverearán los campos del continente. Más de uno ha leído la carta de Pablo a los Gálatas para buscar inspiración a lo vivido en la VCG. Tuvo que luchar para que la fe cristiana no se diluyera en el judaísmo. Pablo creía que otra Iglesia era posible; estaba convencido de que el que busca la solución en la ley muere. A este recomenzar desde Cristo nos invita la VCG desde la introducción del Documento final aprobado y que espera la confirmación del Papa: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu. No resiste a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados…”. En 1978, Pablo VI les decía a los cristianos africanos en Kenia: “Ustedes son sus propios misioneros”. Eso se han dicho a sí mismos los obispos de América Latina. Han tomado El movimiento del antes y el durante Aparecida fue dando forma a una alternativa en la Iglesia continental grupos de “poder”; tratan de imponerse y anular; hay trigo, pero no falta la cizaña. Lo que está claro es que la vida termina imponiéndose. Para algunos fue mucho más el Papa que la Conferencia, mucho más la Conferencia que el Documento. Puede ser verdad. Sin embargo, todo eso es VCG, y todo está interrelacionado. Tanto el Documento final como el Mensaje están enmarcados en la visita del Papa y en el conjunto de la misma Conferencia. Pero es el Documento final el que va a perdurar y trasmitir lo más valioso del evento. ¿Con qué ánimo se vivió Aparecida? Con bastante buen ánimo, con la preocupación y tensión de no llegar a hacer todo lo que se tenía que realizar y a hacerlo bien. Y con interés y ganas. No todos los presentes, sobre todo en un comienzo, pensaron que era necesaria la celebración de esta Asamblea para mejorar la pastoral del continente. Sin embargo, sí se convencieron, poco a poco, de que llegaba a ser casi indispensable. La pastoral ordinaria pide de vez en cuando una movida, una interpelación y un proponer de nuevo. Pide una “apuesta por la vida”. II. ¿QUÉ TRANSMITIR DE APARECIDA? La memoria del acontecimiento: ¿cómo contarlo? Hemos celebrado la VCG en Aparecida. Ha tenido algo de fiesta, de trabajo, de encuentro, de oración, de búsqueda. Hemos tenido un acontecimiento que se ha vivido en Aparecida y en torno a la Basílica de Nossa Senhora de Aparecida. Más de una vez hemos tenido la impresión de que la que presidía la Asamblea y toda la vida que se desarrollaba esos días en ese lugar era una pequeña mujer negra; a ella se escuchaba y a ella hemos cantado: Senhora negra, sempre Senhora Sem ouro e prata de pé no chão Senhora negra esfacelada Sempre Senhora no coração ¿Quién estaba y cuántos estaban en Aparecida? Miembros con derecho a voto: 162; invitados: 81; observadores de otras Iglesias y de otras religiones: 8; y peritos: 15. Total 266. Algunas conferencias tenían teólogos y teólogas para su asesoramiento. Para este servicio el grupo más numeroso era el de Amerindia, integrado por unos 30 teólogos y teólogas externos que ofrecían su asesoramiento a los obispos y, de un modo especial, a los más en sintonía con la teología de la liberación. No hay duda de que había ausentes de esta Conferencia. El número de mujeres era reducido; ninguna votaba: el derecho a voto estaba reservado a los obispos; lo era también el de los laicos; poca la presencia de indígenas y de afrodescendientes. Esta Conferencia se tenía en Brasil, y la Iglesia de Brasil se preparó con un aporte teológico muy rico. En los días del encuentro se multiplicaron las actividades y las reflexiones que acompañaron el acontecimiento: la tienda de los mártires latinoamericanos, situada a las afueras de la ciudad; la tienda de los religiosos; las actividades de las pastorales –sobre todo la romería en la noche del sábado 20 de mayo– y el seminario latinoamericano Desafíos del cristianismo para el siglo XXI. Durante muchos años la Iglesia de Brasil logró avanzar en la implementación del proyecto de Medellín y Puebla. Tuvieron pastores emblemáticos que acompañaron estos procesos. Ahí estaban los frutos. Esto se respiraba en Aparecida. La Asamblea tuvo sus momentos de crisis. El discurso del Papa a mi personalmente me interpeló mucho y bien, pero en la parte primera, la referida a los indígenas y los afrodescendientes, causó desconcierto. La elaboración del esquema del documento se hizo con dificultad, debido a que no había en ese momento una clara definición sobre el método y los contenidos del documento; el trabajo por comisiones, sobre todo en algunas, también fue dificultoso. El primer día los presidentes de las Conferencias Episcopales tuvieron que exponer en el espacio de unos rigurosos 7 minutos las expectativas con las que llegaban a la Asamblea. Por supuesto que no eran idénticas. La diversidad de las tendencias eclesiológicas, diagnósticos de la realidad y opciones pastorales eran manifiestas. Se advertían esas diferencias en las discusiones entre 30 de junio de 2007 conciencia de que tienen que ser discípulos de discípulos para poder llegar a ser misioneros de misioneros. Como ha escrito un sacerdote de Santo Domingo, presente en la VCG, los obispos de AL se han puesto de pie; se han animado a vivir y a proponer. Han dado un paso importante. Ha resurgido la esperanza de un catolicismo latinoamericano. No hay ninguna duda de que las Iglesias son diversas en AL. Se da en el continente una gran pluralidad de teologías, de pastorales y de espiritualidades; por lo demás, como en Europa o en los otros continentes. Pero en AL se ha ido creando una tradición común, fruto, en buena parte, de las conferencias generales que se han celebrado y de los organismos continentales que han ido amalgamando y entretejiendo la vida cristiana del continente a través de organismos como el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), la CLAR (Conferencia Latinoamericana de Religiosos)… Esa tradición ha sido confirmada y relanzada en la VCG. Aparecida ha podido beber de su propio pozo. No hubo grandes personajes en Aparecida entre los obispos participantes. Pero sí hubo unas presencias que daban confianza y seguridad; un grupo que vive y supo hablar de lo que vive; que no se calló y que viene con una experiencia fuerte de trabajo por la fe y la justicia y desde la que acertó a decir una palabra certera. Su voz fue serena y pastoral. No faltaron palabras proféticas. Hubo gente que llegó hasta conseguir que el Papa precisara parte de su discurso y ratificara lo que dijo sobre los pueblos indígenas. El grupo venido de Roma tuvo su influencia y la intención de marcar el evento. Pero fueron otras las voces que dieron la nota. Aparecida reconfirmó el caminar histórico del continente. En todos estos eventos suele haber vencedores y vencidos. Bien podemos decir que en todo el proceso y en la celebración de la Conferencia venció el CELAM, y lo supo hacerlo sin derrotar a nadie. Supo desempeñar el rol que le correspondía. La autonomía del episcopado de AL se impuso. Los presidentes de las Conferencias Episcopales tuvieron un rol importante y destacado. En estos encuentros hay VN PLIEGO laicos de movimientos eclesiales y laicos que vienen de las pastorales o de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), entre religiosos y nuevas comunidades de vida; entre antifeministas y defensores de una Iglesia ministerial que incluya mujeres; entre los que luchan por guardar la vida en el sentido estricto (vida intra-uterina) y defensores de la vida en su sentido amplio, desde el nacimiento hasta la muerte, incluyendo la pobreza; entre los agentes de una acción evangelizadora calzada desde el ámbito espiritual y religioso y entre los que incluyen también la ecología y la cuestión de la Amazonia; entre los obispos de movimientos y los más sensibles a una Iglesia autóctona. Pero las distintas intervenciones dejaban en claro la existencia de una fuerza al interior de la Iglesia que no se puede parar; los pueblos están buscando el espacio y las condiciones para otra Iglesia posible. A su vez, la Iglesia debe cobijar y potenciar los esfuerzos de otra realidad social posible. Se busca una Iglesia más profética, que apoye a los pueblos emergentes, y más Pueblo de Dios, coherente, plural, compasiva, inspiradora y que contagia fe. La nostalgia de la utopía le hace bien. El texto: Los mensajes de Aparecida Los contenidos de la Asamblea están volcados en el Documento final, el Mensaje a los pueblos de América y el Caribe y el discurso del Papa. Vamos a comentar estos tres textos. 30 de junio de 2007 VN Documento final Tiene 573 números, 3 partes y 10 capítulos. No es corto. No es fácil de leer. Son varios los estilos de su redacción, ya que está hecho desde su comienzo por grupos diversos. Entre otras cosas, falta el enlace de unos capítulos con otros y de unas partes con otras. A pesar de todo esto, es muy valioso. No es fácil, tampoco, encontrar el hilo conductor del mismo. Lo tiene, pero cuesta dar con él. Gira en torno a estas palabras: vida, discípulos misioneros, América Latina y hoy. Para que este continente tenga más vida, tiene que haber hoy en él muchos y buenos discípulos misioneros de Jesús. A partir de este hilo conductor se articula un esquema que se refleja en las tres partes del Documento: I.- La vida de nuestros pueblos hoy; II.- La vida de Jesucristo en los discípulos misioneros; III.- La vida de Jesucristo para nuestros pueblos. La palabra vida es la que enlaza todo. Se fue llenando este esquema con el material que ofrecía el Documento de Síntesis, los aportes de las comisiones, las reflexiones de los peritos y también con los aportes de Amerindia, que acompañó la “caminada” de la Asamblea del comienzo al fin. Amerindia ofrecía una propuesta, un método, una alternativa, un contenido teológico, pastoral y espiritual. Su aporte para nada era confrontativo ni paralelo; era un servicio y un estímulo. El espíritu del Documento de Aparecida pasa principalmente por los sujetos de la historia del continente. En este documento hay unos sujetos de siempre y otros sujetos emergentes: las mujeres, Los pueblos están buscando condiciones y espacio para otra Iglesia posible los indígenas, los afro y los emigrantes. También los movimientos eclesiales han sido otra realidad emergente en relación con Santo Domingo. En ellos se advierte un aspecto positivo, aunque no son los movimientos el sujeto prioritario de Aparecida como algunos hubieran querido. Tuvieron presencia y visibilidad. Entre los sujetos eclesiales hubo una primacía de la comunidad. A su vez, hay que aceptar que a lo popular se le tiene un cierto miedo. Por supuesto que hay temas que se han dejado para la VI Conferencia General del CELAM. Uno sería el de los ministerios: no salieron en público; el de la ordenación de varones probados: el número reducido de presbíteros y las consecuencias que eso trae para la misión. De hecho, la Iglesia católica ha hecho una opción por los ministros, y no por el ministerio; la situación de los divorciados y vueltos a casar; el tema de la sexualidad y la forma de vivirla en los diferentes estados de vida de la Iglesia y de la sociedad; las estructuras eclesiales, que necesitan renovación en algunos casos, y en otros reforma. El Mensaje de la V Conferencia Es más largo de lo previsto. Llega a cuatro páginas y media. Tiene mucha importancia. En parte lo podemos leer como un instrumento de transmisión de lo principal de Aparecida. En él se encuentra una clave para la interpretación del Documento final, ya que el verdadero título del Mensaje podría ser: Para que en Él nuestros pueblos tengan vida. El corazón del Mensaje está en la oración final. El discurso del Papa Bien podemos considerarlo como telón de fondo de la misma Conferencia. No hay duda de que Benedicto XVI ha dejado su huella en la Conferencia con su presencia y con sus mensajes. Recordó que la tarea de Aparecida, los caminos y los proyectos pastorales más originales sólo surgirán de lo que es la fuente de la vida cristiana: el encuentro renovado y revitalizado con Jesús. Para unos la frase clave sería: “La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza…”. Por lo cual, bien se puede afirmar que la evangelización “ha ido siempre unida a la promoción humana y la auténtica liberación cristiana”. Después de mostrar las vías que no tienen salida (marxismo y capitalismo), el Papa busca y ofrece la alternativa, la propuesta: una sociedad con estructuras justas animada por unas personas con valores evangélicos. En esta propuesta se tienen que juntar los creyentes y los que vienen de una sana laicidad. Benedicto XVI presenta conclusiones basadas en premisas claras; pero él no siempre percibe cómo sus pronunciamientos repercuten en aquellos que comparten sus premisas, y menos en los que no comparten las dimensiones intelectuales, culturales y religiosas de las mismas. El discurso deja un mensaje claro: Hay que evangelizar más. Se tiene que reforzar la evangelización del cristiano, a fin de que asuma con coherencia la fe personal, y de modo consciente y libre. El contexto Ante la realidad latinoamericana no conviene ser reactivos, sino proactivos vivimos. Hubo discusiones serias y, sobre algunos puntos, opiniones contrarias; pero se expresaron con respeto, sin enfrentamientos agresivos, como sucede en otros foros. Se escucharon todas las voces… No hemos sufrido las presiones internas y externas que vivimos durante la IV Conferencia de Santo Domingo… Hemos trabajado, pues, con profundidad y en paz” (Mons. Felipe Arizmendi, San Cristóbal de las Casas). Siguiendo con el mismo pensamiento, la VCG tenía delante de sí un triple camino a seguir. Una opción posible sería la vuelta hacia atrás, dar un paso atrás; se trataría de poner entre paréntesis Medellín y Puebla, la opción clara por los pobres, ya que ha politizado la Iglesia y, consecuentemente, situarse en los días de antes del Vaticano II. Otro camino posible consistiría en continuar el Concilio Vaticano II y Medellín y Puebla, y tomar de ahí las opciones fundamentales radicalizándolas. Para ello habría que darle mucho espacio a la Palabra, a la Biblia, a la Iglesia colegial y Pueblo de Dios, marcada por la participación y la comunión, con mucha presencia y acción de los laicos y de la comunidad, de las CEBs, abierta al ecumenismo, al diálogo interreligioso, al compromiso con el mundo. Se trataba de dar un paso adelante. El tercer camino tenía una cierta ambigüedad. No se veía claro de dónde tomaba inspiración, hacia dónde apuntaba y con quién estaba. Llegaba a decir que Medellín y Puebla ya no responden al momento actual; pero tampoco los negaba; no los remitían. Necesitaban reinterpretación. Han dejado de dar prioridad al aspecto social para dárselo al cultural y espiritual; se vive con mucha sintonía con una cierta opción carismática, pero no se abandona la cercanía a los pobres. Dan un paso hacia atrás y dos hacia adelante. Este grupo fue importante; su acción muy decisiva. Movió hacia una auténtica comunión y servicio humilde al Pueblo de Dios. En América Latina no es solución ni el neopopulismo ni el neoliberalismo. En el contexto sociopolítico, para solucionar el tema de la distribución de la riqueza, pareciera que no contribuye mayormente la fe, ya que el continente más católico del mundo es también el continente de mayores desigualdades sociales y económicas. Ello justifica para algunos que la Iglesia ofreciera la alternativa de lo que sería para los creyentes un proyecto social, político, económico y cultural. A ratos, la Asamblea entró en el contexto de la utopía, de la sociedad y de la Iglesia que se soñaba. Estas grandes esperanzas de Aparecida están expresadas de un modo especial en la conclusión del Mensaje: “CREEMOS Y ESPERAMOS. Ser una Iglesia viva, fiel y creíble que se alimenta en la Palabra de Dios y en la Eucaristía… Vivir nuestro ser cristiano con alegría y convicción como 30 de junio de 2007 ¿De dónde nacen las preocupaciones que los obispos traían a Aparecida? ¿Cuál es el contexto de la VCG? Por supuesto que el contexto de este evento es la vida real de las comunidades cristianas del continente. Al echar una mirada a esa realidad se advierte, como lo dijo el Papa, que la situación de la Iglesia latinoamericana es “paradójica”. Por una parte, está más viva de lo que parece; está presente y activa en la realidad de la sociedad latinoamericana y caribeña. Por otra, como reconoce también el Papa, se da “un real debilitamiento” de la fe cristiana. Se tiene la impresión de que estamos en un continente cristiano, pero no evangelizado. La VCG hace una lectura muy atinada de ese contexto en el Documento. Es una lectura de pastores. La realizan para contextualizar y justificar para su programa pastoral alternativo y para ser fieles a la misión. Ahí se nos presenta, y de una manera realista, el contexto sociopolítico y eclesial que ayudará a definir el proceder del Pueblo de Dios. Frente a esta realidad no conviene ser reactivos, sino proactivos. Es lo que pide el contexto de este continente. Hay un modelo de Iglesia que mira hacia dentro y hacia atrás y, por supuesto, autoreferente; se empeña en dar una pelea a la defensiva; se contenta con los parches; en el fondo, nos evoca los odres viejos. Se precisa de otra lógica, y otra estrategia. Hay que pelear para conseguir un presente que tenga futuro, y que lo impulse a partir de los signos de vitalidad que se presentan en el continente. La pastoral de mantenimiento no lleva lejos; hay que pasar a la pastoral de crecimiento, del salir, de ir lejos, de la propuesta. No podemos contentarnos con esperar a los que vienen. Dios tomó la iniciativa de nuestra salvación y nos amó primero. Esa pastoral es la que quiere encarnar el proyecto de una misión continental. La VCG es la de un continente en el que están presentes el 42% de los católicos del mundo, pero en el que la Iglesia católica ha experimentado una reducción significativa de sus integrantes y de sus participantes. En los últimos 10 años, en algunos países el número de católicos ha disminuido hasta en un 10%. En expresión gráfica de algunos, la Iglesia ha católica ha optado por los pobres y los pobres han optado por los grupos evangélicos. No se podía olvidar la realidad de una Iglesia fragmentada. De ello no hay duda. Se trata de rearticular. La vida se trasmite por contagio y por vasos comunicantes. Sólo así se hace fiel y fecunda. Lo que predominó fue el diálogo. Así escribe uno de los participantes activos: “Antes del inicio, algunos comentaristas decían que nada esperaban de esta reunión, pues, en su opinión, la mayoría de los obispos participantes, elegidos por Juan Pablo II, somos conservadores; por tanto, que su resultado sería muy limitado… Ante todo quiero resaltar el ambiente fraterno y sereno que VN PLIEGO discípulos-misioneros de Jesucristo. Formar comunidades vivas que alimenten la fe e impulsen la acción misionera. Valorar las diversas organizaciones eclesiales en espíritu de comunión. Promover un laicado maduro, corresponsable con la misión de anunciar y hacer visibles el Reino de Dios. Impulsar la participación activa de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. Mantener con renovado esfuerzo nuestra opción preferencial y evangélica por los pobres. Acompañar a los jóvenes en su formación y búsqueda de identidad, vocación y misión, renovando nuestra opción por ellos. Trabajar con todas las personas de buena voluntad en la construcción del Reino. Fortalecer con audacia la pastoral de la familia y de la vida. Valorar y respetar nuestros pueblos indígenas y afrodescendientes. Avanzar en el diálogo ecuménico “para que todos sean uno”, como también en el diálogo interreligioso. Hacer de este continente un modelo de reconciliación, de justicia y de paz. Cuidar la creación, casa de todos, en fidelidad al proyecto de Dios. Colaborar en la integración de los pueblos de América Latina y el Caribe”. III. IMPACTO POSIBLE EN NUESTRAS COMUNIDADES: APLICACIÓN A LA VIDA Y LA PASTORAL 30 de junio de 2007 VN Hemos visto lo que se ha hecho y lo qué se vislumbra si miramos hacia delante. El día 31 de mayo terminaba la Asamblea. Pero, en realidad, lo más importante es la vida que debía generarse a partir de ese momento. Varios nos hicimos la pregunta lógica: ¿Cómo presentarla? ¿Qué criterios tener para transmitir el mensaje que nos deja? Por supuesto, para hacerlo bien, hay que conseguir que hable el texto y quienes lo han hecho. La buena transmisión de la VCG es exigente. En esta transmisión, por supuesto, hay que acertar a contagiar entusiasmo por Aparecida. Se precisa despertar audacia, lucidez y fidelidad creativa. No vendrá mal el sentido crítico ante lo que se vivió y se aprobó; no conviene ser arrogantes. Tenemos que presentar el texto como un documento abierto, como nos sugiere la Introducción. Algo que sirve para un nuevo comienzo que debería estar marcado por la fecundidad. Para ello se tiene que llegar a presentarlo como punto de partida de una etapa nueva. Da para eso. Para tomarlo en serio hay que situarlo en las nuevas circunstancias e invitar a escribir los capítulos que faltan, a subrayar lo que es muy valioso. Se trata de comenzar un proceso en el que, con el Documento, en mano llegar a fijar las etapas y el punto de partida y de llegada y el espíritu con el que hay que hacer la andadura de esta nueva etapa. Al mismo tiempo, y no se contradice con lo anterior, no se puede olvidar que no hay que esperar todo del Documento. Toda la renovación de la Iglesia del continente no va a depender del Documento. Un escrito no va a hacer la revolución espiritual que requiere el momento histórico que vivimos. No será nada fácil llegar a convencer a los que en las tres semanas de Aparecida estaban lejos, en el mejor sentido de la palabra, de que esta Conferencia y esta propuesta era necesaria. Ahora se trata de acertar a engancharla con la pastoral ordinaria. Se trata de hacer patente lo que está latente. Se trata de privilegiar lo más importante que, en general, coincide con lo más urgente. No se puede olvidar que la tercera parte del Documento da pie para armar una nueva pastoral movida por el Espíritu para la vida de nuestros pueblos. Hay una nueva vida que ha ido floreciendo en la Iglesia de AL. En fin, en la Iglesia latinoamericana hay temas no negociables. Y esos se deben destacar. Son el fruto o la promesa de una Iglesia muy viva. Y, por supuesto, esos temas en su mayor parte están presentes. Se deben destacar los elementos centrales de la Iglesia latinoamericana: opción por los pobres, lectura orante de la Palabra, Reino, profetismo, la religiosidad popular, las CEBs, el método, los nuevos sujetos sociales (indígenas y afroamericanos), género (mujer y varón en la nueva situación), migrantes; los itinerarios formativos, las identidades culturales, la integración latinoamericana, la ecología, el desarrollo sostenible, el testimonio, el martirio, el vigor misionero, el dialogo interreligioso y ecuménico, la pastoral de la comunicación social y la cultura mediática; condena de lo neoliberal; recuperar todo el peso que tiene la comunión y la participación y la Trinidad; dar mucho peso al tema de la vida y ponerlo en relación con la práctica de Jesús; más autotomía de la Iglesia para la inculturación; no favorecer lo espectacular, sino lo que inicia y consolida procesos; diálogo con la cultura y los hombres de hoy; lenguaje positivo, y no sospechoso; nuevos ministerios laicales; importante dar mucho espacio al discipulado de Jesús. Él se dedicó a hacer discípulos misioneros. IV. ¿QUÉ ESTABA EN JUEGO EN APARECIDA? Bien podemos decir que estaba en juego la vivencia y celebración de una auténtica experiencia pascual y de un revivir el momento kerigmático de la Iglesia primitiva; volver al anuncio de Cristo muerto y resucitado que lleva a la conversión. Lo podemos decir poéticamente, y afirmar que se trataba de convertir el grito en canto, los signos de muerte en signos de vida. Si la fe no transforma nuestra vida, está muerta. La fe viva se encarna en valores, y lleva a la conversión. A eso se tienen que dedicar los discípulos misioneros. A menudo, la primera evangelización no ha tenido lugar (CT 19). Estaba en juego volver a Jesucristo, al centro. Se precisa más Evangelio y menos doctrina, más Jesucristo y menos ley, menos Iglesia y más Reino. La tarea fundamental consiste en transmitir la historia del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo. Se necesita el encuentro personal con él. Para el Papa, estaba en juego armonizar el desarrollo humano, solidario, armónico, sostenible y la fe cristiana: “La fe en Dios ha animado la fe y la cultura de estos pueblos durante más de cinco siglos. En la actualidad, esa misma fe ha de afrontar serios retos, pues están en juego el desarrollo armónico de la sociedad y la identidad católica de los pueblos”. Los brasileños dirían que lo que estaba en juego era el ‘novo geito’ de ser Iglesia. Y ello pide una renovación y reestructuración de la institución eclesial que estará formada de comunidades de tamaño humano, en las que está presente la Iglesia parroquial, diocesana y universal. Así, se hará realidad la renovación institucional eclesial. Está en juego un nuevo ser de la Iglesia que soporte un nuevo hacer. Los misioneros y la misión que dibuja el Documento de Aparecida pide cambios en la estructura y organización de la misma Iglesia. Cualquier expresión de autoritarismo es antagónica al espíritu del Evangelio. Estaba en juego el responder a unos cambios de época. En el aula se recordó que estamos viviendo en el continente un viraje crucial de nuestra historia. Estamos como Jonás en el vientre de la ballena. Nos movemos desde una y tiene el derecho de estarlo. ¡Cuántos comentarios ha levantado la teología de la liberación nacida en este continente latinoamericano! Tan criticada por algunos y tan valorada por otros. Con seguridad, en ella se han dado equivocaciones pero, al mismo tiempo, ha generado vida y ha sido fecunda en este suelo latinoamericano. Este último aspecto fue el que pude constatar en el contexto de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Hizo bien la declaración del cardenal Bertone, secretario de Estado, a 30 Giorni en vísperas del viaje del Papa: “Una cierta teología de la liberación, no contaminada por doctrinas que son extrañas y opuestas a la fe cristiana, como las marxistas, pertenece a la Iglesia en pleno derecho”. Estaba en juego la superación de tensiones. “Estamos cansados de tensiones. No queremos continuar con estos conflictos internos. Queremos dejar Es indispensable una oferta religiosa con peso y espacio, si no surgirán hoy día muchos cristianos sin Iglesia atrás esta situación en la que hemos estado tanto tiempo, siempre despertando las sospechas de Roma y entre nosotros. Queremos que no se repitan las animosidades de Santo Domingo” (Dom Demétrio Valentini, obispo de Jales, Brasil, en declaraciones a The Tablet). Para él, el clima y el espíritu de la Asamblea fue reflejo de un paso nuevo en esta comunión. Ese clima incluye la disensión, que supone “la actitud de la religiosa escucha”, como reconoció el Papa en la homilía de la misa de la inauguración de la Conferencia. Así se puede llegar al consenso tan deseado y practicado en la Iglesia de los comienzos. Estaba en juego, también la espiritualidad, la que debe acompañar e los hombres y mujeres de este Continente que lee su vida desde una comprensión teológica que se ha ido afirmando poco a poco y ha hecho tradición. De esa teología nace 30 de junio de 2007 condición ya superada hacia una nueva todavía no definida. Parecemos personas que caminan en el aire sobre el abismo. Somos evocadores de lo posible y creadores del contexto en el que lo posible puede llegar a ser realidad. Toca evangelizar las matrices en las cuales lo humano es plasmado y sostenido y, por tanto, evangelizar de un modo nuevo y basarse en el bien que supera el mal. En medio de las tensiones que vivimos no es posible vislumbrar con claridad a dónde va a desembocar esta crisis. Sin embargo, hay realidades que se consolidan y que tienen importantes repercusiones en la tarea misionera de la Iglesia: la globalización, el surgir de una conciencia planetaria, la exclusión institucionalizada, el subjetivismo… Estaba en juego la opción por los pobres, que es la opción de Jesús y tiene que ser la de todo discípulo y misionero suyo. La teología de la liberación, que la sostiene, sigue viva una espiritualidad. Una espiritualidad nueva que junta la lucha por la justicia con la lucha ecológica, mística y profecía, religiosidad popular, en la que Benedicto XVI ve reflejada el alma de los pueblos latinoamericanos Estaba en juego la relación entre la oferta religiosa y la demanda. En América Latina sigue habiendo demanda religiosa. Contra todo diagnóstico, la religión hoy no deja de crecer; la búsqueda desenfrenada del “tener”, marcada por la productividad y el lucro, ha dejado sin respuesta las preguntas ligadas al “ser” y a la vida. Frente a esos grandes interrogantes, también la oferta de la Iglesia es de poca calidad. Es indispensable un oferta que tenga peso y espacio, si no surgirán muchos cristianos sin Iglesia. Estaba en juego descubrir la tensión entre la Iglesia real y la que queremos. Y la que queremos va más por la línea de Pueblo de Dios, comunidad de comunidades que se transforman en una oportunidad para vivir una experiencia de servicio en línea de la fraternidad. Reposicionar a la Iglesia es conectarse con el pobre. Para ello, hay que crear condiciones. Tengo la impresión de que en Aparecida se ha sembrado; es de esperar que se den las condiciones para germinar; y para crecer; y que, por supuesto, llegue a florecer y a fructificar. Estaba en juego la teología que subyacería a la propuesta pastoral, de espiritualidad, cultural de la VCG. Se había pedido que fuera bíblica, cristológica, inspirada en el Vaticano II y en la tradición teológica del continente. Algunos estaban atentos a que no fuera la teología de la liberación y, para ello y por ello, algún periodista connotado (Marco Politti, de La Repubblica) y algún cardenal (Renato Martino) habían levantado la voz. El cardenal Rodríguez Maradiaga y J. Allen (National Catholic Reporter) se posicionaron a favor. El Papa había dicho una palabra a los periodistas en el avión que le conducía a São Paulo. Para él, ha cambiado profundamente la situación de la teología de la liberación, corren otros aires. Estaba en juego el futuro de la fe católica en el continente. En el subconsciente de bastantes obispos se quería que el catolicismo y VN PLIEGO 30 de junio de 2007 VN los valores cristianos de AL no tuvieran los mismos problemas que tienen que enfrentar Europa o América del Norte. En esos lugares, junto con la mejora económica, llegó el debilitamiento de la fe, la solidaridad, la fraternidad y la justicia. El Papa reconoce que ese debilitamiento está llegando al continente latinoamericano: “Se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia católica debido el secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudo-religiosas”. Esta constatación pide una revitalización de la fe en Cristo. Se trata de parar ese proceso y de ofrecer alternativa. Estaba en juego tomar conciencia de la realidad de nuestro mundo; estaba en juego la vida amenazada. La primera vertiente de la Conferencia fue abrir los ojos y tomar conciencia de que somos parte, como Iglesia, de la realidad de nuestro continente, en constante transformación. Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestros tiempos, son las de los discípulos de Jesucristo (Cf. GSp 1). La Iglesia está inserta en la realidad de nuestros pueblos y es enviada para conseguir un mundo justo, solidario y en paz (Cf. Lc 4, 18-20). Por tanto, estaba en juego decir algo y hacer algo por reducir la pobreza, gritar contra la distribución injusta de los bienes de la tierra, asumir los temas del tercer milenio de las Naciones Unidas. Por eso, con mucha responsabilidad, la Asamblea aprobó el envío de un telegrama dirigido a los Jefes de Estado y de Gobierno que se reunían en Heiligendamm (Alemania) del 6 al 8 de junio: “Nosotros, obispos católicos reunidos en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, Brasil, asumiendo nuestra responsabilidad como pastores de nuestros pueblos, tan sufridos por las injustas relaciones entre países pobres y países ricos, apelamos a los Jefes de Estado y de Gobierno del G-8 reunidos en Heiligendamm para que guíen la economía mundial a un desarrollo humano, ecológico y sostenible, basado en la justicia, la solidaridad y el Bien común global… Junto con el Papa Benedicto XVI en su carta a la canciller alemana Angela Merkel, estamos convencidos de que una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo es eliminar la extrema pobreza antes del 2015 y poner a disposición los recursos necesarios. Eso está vinculado inseparablemente con la paz y la seguridad mundial”. (Aparecida 30 de mayo de 2007) Estaba en juego el ‘tertium datur’; el ir más allá de lo uno y lo otro; el colocarse en una perspectiva nueva, en una alternativa. Yo esperaba una especial iluminación del Papa para esa tarea. Algo de eso nos llegó cuando nos habló de la opción por los pobres como la opción de Jesús; hacia lo mismo apuntó el cardenal Bergoglio cuando en su homilía situó la acción de los discípulos misioneros entre dos trascendencias: el misterio de Dios y las periferias humanas; recordó que la Iglesia no puede ser autoreferencial, sino misionera, no tiene que ser agnóstica sino adoradora y orante. El cardenal Errázuriz, en la eucaristía conclusiva, encuentra en María discípula y misionera la clave para llegar a esa perspectiva de alternativa, que para nada es un medio camino entre el movimiento carismático y la teología de la liberación. Es algo distinto de lo uno y de lo otro, pero también algo; no es ‘o’ ‘o’, ni tampoco es ‘y’ ‘y’. Es otra cosa. No es un término medio. Es algo diferente; algo con lo que nos dividiríamos menos en la Iglesia y lograríamos entrar en contacto con más, y expresión de la gracia pascual. Yo fui a esta Conferencia para recibir pistas y orientaciones para caminar en esta dirección. Me convencí de que esta integración y este tertium datur primero se vive y después se cuenta. Sólo hombres y mujeres que se saben situar por encima de las diferencias, y ven lo distinto no como lo que diferencia sino como lo que complementa, podrán dar este importante paso en sus vidas y hablarán de algo nuevo y convergente. V. ¿‘QUO VADIS’, APARECIDA? En la preparación de Aparecida alguien ya se hizo esta pregunta, y evocó la leyenda de Pedro. El apóstol, lleno de miedo al martirio inminente, está huyendo de Roma. En la vía Appia, ya a algunos kilómetros de la urbe, se le aparece a lo lejos Cristo; se le va acercando cargado con la Cruz. Cuando ya está, próximo Pedro le pregunta: “quo vadis, Domine?”. Y Jesús le responde. “Voy a cargar una vez más la cruz que tú no quieres tomar y por eso estás abandonando a mi pueblo”. ¿A dónde irá Aparecida? ¿Apostará por lo que estaba en juego en el continente y con una cierta urgencia? ¿Conseguirá que los cristianos y las comunidades dejen de “tener” misiones y “sean” misioneros? ¿Habrá en nuestras Iglesias una conversión al Reino? ¿Se superarán las estructuras de exclusión para asumir las de inclusión y las del compartir? ¿Habrá la audacia suficiente para permanecer en el corazón del continente, de las grandes ciudades, de las favelas, de las comunidades de base, de los lugares de decisión, de las familias divididas, y para convocar y enviar, para contagiar y testimoniar evitando la tentación de la huida? La Iglesia en Aparecida ha atisbado una oportunidad; ha recibido un auténtico llamado del Señor para emprender una tarea que, sin ser nueva, en estos momentos se hace urgente. Esta tarea es muy sencilla: volver a encontrarse con el Señor como fundamento clave de la vida. Sin este encuentro kerigmático, el debilitamiento el catolicismo seguirá su curso hasta perder su fuerza y vigor. Los católicos no podemos cruzarnos de brazos. La historia se gana día a día. Si esta historia no entra en el dinamismo del Reino de Dios, involuciona. Hoy, el continente requiere algo inédito para superar la situación en que nos encontramos. Y para ello se necesitan muchos y buenos misioneros. Esto exige conversión misionera y ardor misionero. Es lo que nos permitirá estar cerca de los que están lejos, “salir a la calle” y transformar la ofrenda eucarística en acción de gracias. Así, se conseguirá dispersar a los de corazón orgulloso y exaltar a los humildes. Así, contagiaremos fe cargando la cruz que salva y transmite más vida. Aparecida ha logrado desentumecer nuestras pies para hacer la andadura que nos espera y ha dado la orden de partir. Avancemos.