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Arquidiócesis de Guatemala A todos los Presbíteros Asesores o Directores Espirituales de los Movimientos, Agrupaciones, Ministerios, Organizaciones y Asociaciones Laicales de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala Estimados Presbíteros Asesores: Un cordial saludo en el Señor Jesús. Como Padre y Pastor de esta Iglesia Particular, me dirijo a su persona para expresarle mi agradecimiento por el servicio que presta en el Movimiento o Asociación Laical. Lo animo a seguir adelante y le dirijo estas orientaciones para asegurar un efectivo acompañamiento a dichas asociaciones laicales. Un signo claro de la presencia del Espíritu Santo, de manera particular entre los fieles laicos, es hoy, el surgimiento de nuevas formas de asociacionismo laical, que expresan el seguimiento de Cristo y el despertar a la conciencia apostólica. Es un hecho eclesial que, de modo particular, se expresa en los nuevos Movimientos, Organizaciones y Asociaciones laicales, como obra del Espíritu Santo. En nuestra Iglesia arquidiocesana, dichos signos son visibles, expresados en la libre asociación de los fieles que fortalecen su ser y quehacer dentro de la Iglesia, a la que quedaron injertados desde el día de su Bautismo. No puede tratarse, sin embargo, de un nacimiento y desarrollo "anárquico". El discernimiento "autorizado" de las asociaciones laicales toca a la jerarquía que, de ordinario, lo expresa en la aprobación de sus Estatutos. Esta diversidad de formas, vivida en la comunión eclesial, enriquece y embellece a la Iglesia, Esposa de Cristo y la dispone para ser, en medio del mundo, un anuncio gozoso del Reino de Dios. Por ello, el nacimiento de tantas iniciativas ha de realizarse siempre desde una clara conciencia de Iglesia y en el marco de la comunión eclesial. Desde la comunión, la diversidad embellece a la Iglesia; fuera de la comunió~ tristemente, la ''trocea". Tratándose de iniciativas que involucran, sobre todo, a los laicos y laicas, no se podrá olvidar nunca la especial referencia que la vocación laical tiene en la sociedad en la que vivimos. La transformación de las realidades temporales no puede quedar, en efecto, al margen del compromiso laical. ll ?a.Avenida 6·21Zona1, Palacio Arzobispal, Ciudad de Guatemala, 01001,Apartado Postal 723, Guatemala C.A. Telefonos: (502) 2232-9707 • 2232-1071 • 2232-9601, Fax: (502) 2251-5068 • 2238.()004 E· mail: arzobispadodeguatemala@gmail.com • arzob.ispadodeguatemala@hotmail.com • curiaarzobispal@itelgua.com Ar:.obispudo dt Guatemala www.arzobtspadodeguatemala.com @arz.ob~pudogl (EJ Junto a los Movimientos tradicionales de vivencia y con el compromiso cristiano laical, después del Concilio Vaticano II, surgieron nuevos espacios de evangelización, conversión y de madurez cristiana. Pero, estos nuevos Movimientos, Agrupaciones y Asociaciones Laicales han de vencer la tentación de convertirse en ghettos, dentro de la Iglesia, o en vías paralelas y han de participar en la vida de la Iglesia Particular y, más concretamente, en la vida parroquial. A nadie se le oculta que tenemos aquí un tema fundamental: el tema de la pertenencia eclesial. Como Pastor de nuestra Arquidiócesis, pido a todos, Movimientos y Parroquias, la grandeza de ánimo que nos demanda la unidad de nuestra Iglesia arquidiocesana, vivida en la legitima y enriquecedora pluralidad. Lo dijo el Beato Juan Pablo II: «La experiencia bimilenaria del pueblo de Dios, enseña que la Iglesia no puede renunciar a estructurarse en parroquias, comunidades de creyentes arraigadas en la red de comunión diocesana. La parroquia es la “casa de la comunidad cristiana” a la que se pertenece por la gracia del Bautismo» (Juan Pablo II a los laicos que forman la Asamblea Nacional de los Consiliarios de la Acción Católica Italiana. L´Osservatore Romano, 28-2-2003, p. 7). Así pues, las organizaciones laicales, si bien cumplen la misión de formar y ejercer el apostolado propio de los laicos, no deben prescindir de su referencia a la Parroquia. En la Comunidad Parroquial, llamada por Aparecida “comunidad de comunidades”, la Iglesia de Jesucristo se hace presente de una manera singular, que es preciso reconocer y acoger con gozo. A ella, los laicos y laicas deben aportar su testimonio diario de comunión en el mundo, buscando alcanzar la madurez en la fe mediante una formación permanente y con celo apostólico, para llevar a todo ambiente el mensaje del reino de Dios. En vistas a ese enriquecimiento por parte de los laicos, la Parroquia debe abrir sus brazos y su corazón a todos, para que en ella nadie se sienta extraño. Para que, entre todos, puedan hacer de ella la “comunidad de comunidades” que está llamada a ser. El panorama es grande y estimulante. Es por eso, que, como Pastor de esta Arquidiócesis, deseo animarle en su ministerio sacerdotal, para que el acompañamiento que realiza a estos Movimientos y Asociaciones Laicales sea verdaderamente un camino serio que lleve a los laicos a un compromiso de vida y de comunión, así como a guardar fidelidad a la doctrina y tradición de la Iglesia y a su “autorizada actualización” en el Magisterio de los Papas y de los Obispos. Con este positivo deseo, quiero compartir con usted algunos puntos: ¿Quién es el Asesor? El Asesor Espiritual es un sacerdote, diácono o religioso/a o laico/a “cualificado” que el Movimiento o Asociación propone, para ser nombrado oficialmente por el Arzobispo. Es el que ayuda al Movimiento a profundizar y hacer vida su vocación laical y clarificar su carisma. Es quien más de cerca lo acompaña; y lo debe hacer de una manera activa, siendo así una referencia sólida, enriquecedora, dinamizadora y respetuosa. Esa compañía activa no puede, por tanto, reducirse a "estar con" el Movimiento o Asociación. Su “estar con” (amistad, cercanía, conocimiento mutuo…), debe tener siempre en cuenta su “estar para”. Tiene, en efecto, una misión que cumplir. ¿Qué hace el Asesor? La responsabilidad principal del Asesor es guiar y formar a los miembros de los Movimientos y Asociaciones laicales, específicamente a aquellos que forman la Junta Directiva o el Equipo Coordinador. Y hacerlo, según las enseñanzas de la Iglesia Católica. Además, se encargará de preparar, alentar, ilustrar y orientar a los coordinadores para que todo el Movimiento o Asociación, en sus diferentes niveles, trabaje apostólicamente en las líneas de la pastoral de conjunto de la Iglesia arquidiocesana, enriqueciéndolas con los carismas que les son propios. ¿Cómo debe actuar el Asesor? Aconsejando y proponiendo orientaciones sobre aquellos aspectos que atañen a la vida y el desarrollo del Movimiento o Asociación, desde su conocimiento personal de las situaciones y desde sus especiales conocimientos y vivencias. Debe tener plena libertad para aconsejar en todo lo concerniente al Movimiento o Asociación. Sus consejos y orientaciones deben tenerse en cuenta, cuando se trate de decisiones importantes para la vida del Movimiento o Asociación, o para su inserción en la pastoral arquidiocesana o parroquial. Moderando y mediando, cuando se den diferentes opiniones, suscitando un sereno diálogo que ayude a acercar posturas y guardar la compostura. Desde su condición de “asesor” debe ayudar a discernir el mejor camino entre varios posibles. No debe, sin embargo, caer en la tentación de decidir y decir, por su propia cuenta, lo que hay que hacer, intentando que prevalezca su opinión personal. Obrando de este modo, restaría la legítima libertad al Movimiento, cuando éste se rige por los Estatutos, aprobados por el Obispo diocesano, y se extralimitaría de su propia labor y posición. Sin embargo, sí debe advertir claramente sobre aquello que sea contrario a “la fe y las costumbres”. Aclarando dudas, especialmente en aquellos temas en los que, por su específica formación o experiencia de vida, está cualificado. Él mismo debe tomar la iniciativa, si descubre situaciones, actuaciones, decisiones, indecisiones… que puedan desviarse del objetivo primordial, para que, con el debido diálogo, puedan aclararse las cuestiones. Impulsando y motivando la vida del Movimiento o Asociación en todos los aspectos importantes de su ser, apuntando nuevos retos, animando a lograrlos, estando presente en los momentos fuertes de la vida del grupo. Siendo puente institucional que sirva de nexo eficaz entre el Movimiento o Asociación y la Arquidiócesis, a la que pertenecen. Involucrándose seriamente en la vida del Movimiento, teniendo siempre en cuenta su condición de Asesor y no de directivo. Abarcará todos los aspectos que conlleva su condición de asesor: humano-afectivo, espiritual, pastoral, académico y económico. Otros aspectos importantes: El asesor no debe ser vitalicio. Su nombramiento debe tener un plazo de tiempo determinado (5 años: renovables). El Asesor no debe ser impuesto por nadie. Desde un diálogo interno al Movimiento o Asociación es propuesto para ser nombrado por el Arzobispo, si lo juzga conveniente. Sería deseable la cercanía geográfica, ya que debería estar disponible cuando se le necesite y conocer el ambiente donde se mueve el grupo. El reconocimiento de la igualdad esencial de la mujer con el hombre. Lo que se traduce en un trato ecuánime y no discriminatorio. La asunción del modelo de Iglesia como Pueblo de Dios en el que los laicos tienen una corresponsabilidad específica e insustituible. Debe estar atento a su propia formación permanente, de modo particular en lo referente a la espiritualidad específica de los laicos y a los documentos doctrinales sobre la vida laical. El Asesor no tiene por qué ser miembro del Movimiento o Asociación para la que es nombrado. Es preciso distinguir bien entre “cultual” y “espiritual”. Reducir la asesoría a la simple prestación de actos de culto, significa no entender lo que es el culto ni lo que es la espiritualidad. Ambos, cuando son auténticos, abarcan la totalidad de la existencia de las personas. Cuando se trata de Movimientos supraparroquiales, la relación entre el Asesor y los párrocos debe basarse sobre el compromiso común del bien pastoral. La presencia del Asesor en una parroquia no debe ser considerada como interferencia; así como el legítimo deseo del párroco de que todo se viva en la comunión eclesial, no puede ser considerado como un afán de acaparamiento personal. ¿Cómo debe ser personalmente? En cuanto a su trato con los demás, debe ser una persona accesible, que no establece barreras ni distancias y a la que se puede recurrir cuando se le necesita, pero sin crear dependencias. Que sepa escuchar, sea sincero, sencillo, directo y, a la vez, afable y cercano. En cuanto a sus valores y vivencia de la Fe, tiene que ser una persona que vive con la alegría y la ilusión que le da el encuentro frecuente y profundo con el Padre y con la coherencia de quien hace presentes los valores evangélicos: austeridad, templanza, responsabilidad, solidaridad, amor... Tiene que tener una conciencia clara de la igual dignidad bautismal que comparte con los laicos. Y, si el asesor es sacerdote, estar consciente de que su sacerdocio ministerial está al servicio del crecimiento del sacerdocio común de los fieles. Con mente abierta para comprender y aceptar la realidad del Movimiento o Asociación; inteligencia, conocimientos e imaginación para hacer propuestas que, en ocasiones, requerirán gran creatividad y gran equilibrio, tolerancia, entre otras cosas, para aceptar los debates y para que, en cuestiones discutibles, no intente hacer prevalecer su propia opinión. ,.. El Asesor y la economía de los Movimientos y Asociaciones: • El asesor no puede quedarse al margen del funcionamiento económico del Movimiento o Asociación. Le corresponde velar para que este funcionamiento económico esté al servicio de la misión del Movimiento o Asociación, al servicio de la misión de la Iglesia y para que sea siempre un cauce de solidadridad y caridad cristina. • Los gastos que el asesor realice para cumplir su función deberían correr siempre a cargo del Movimiento o Asociación, pero sin que eso signifique nunca convertirse en un "asalariado". • En conclusión, el asesor debe ser una persona con buena disposición hacia la vocación cristiana laical, con sólida formación intelectual, buena capacidad para las relaciones interpersonales y de profunda espiritualidad. En el Señor Jesús.