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12 ELPAÍS Viernes 1 de abril de 2016 OPINIÓN E n el 2009, cuando EE UU se acercó a un desempleo de dos dígitos, Tom Donohue, presidente de la US Chamber of Commerce, colgó grandes pasquines con la palabra JOBS (empleo) en las ventanas del enorme edificio neoclásico que alberga la patronal desde 1906 y que está frente a la Casa Blanca. Pasados los años, un sistema económico flexible, una política monetaria laxa y una gran apuesta tecnológica han permitido a EE UU llegar casi al pleno empleo. Sin embargo, Tom mantiene todavía los pasquines: “Quiero que la Casa Blanca recuerde en todo momento que crear empleo es la prioridad nacional”. El año 2016 viene acompañado de sesgos inquietantes: parón brusco en China, desgobierno en Europa, guerra en Siria, crisis de refugiados, nuevas burbujas financieras y agotamiento de instrumentos de política monetaria. Además, la eclosión de tecnologías disruptivas está cambiando radicalmente la forma en que producimos, distribuimos y consumimos bienes y servicios en lo que ya se llama la cuarta Revolución Industrial. En este contexto España crece, aumenta la base exportadora y vuelve a crear empleo, pero sus fundamentos son muy débiles. Tenemos la segunda deuda neta exterior más abultada, superior a todo nuestro PIB, y una deuda pública que también llega casi al 100% del PIB. Este doble endeudamiento obliga a ser riguroso con el gasto público y a reducir costes de producción para exportar. Además, el tejido productivo español necesita defenderse con éxito de la disrupción tecnológica que viene. En este particular escenario, ¿qué prioridades podrían concentrar amplios consensos? La primera es crear empleo masivo de calidad. España, una de las 15 principales economías del mundo, no puede seguir con una tasa de desempleo superior al 20%. Los avances en robótica pronto amenazarán al empleo en muchos sectores. La receta, guste o no, pasa por seguir incentivando la inversión privada mediante Cuatro prioridades nacionales JAIME MALET una mayor eficiencia del mercado laboral. La segunda prioridad es la educación, que es deficiente tanto en la escuela (a la cola de la OCDE en comprensión lectora y matemáticas) como en las universidades (no hay ninguna universidad española entre las 150 principales universidades del mundo según los rankings THES y ARWU). Se precisa mucho pragmatismo para con- España crece y vuelve a crear empleo, pero sus fundamentos son muy débiles seguir una educación de calidad. Uno de los problemas parece la falta de incentivos a la excelencia. Debería intentarse que los profesores sean atraídos, retenidos e incentivados según sus méritos, periódica y objetivamente evaluados, y no por el paso de los años, un sistema caduco de oposiciones o, peor aún, sintonías personales. La tercera prioridad es la corrupción. Lo que pasa en España ROS no tiene que ver solo con la ética, sino con el sistema de financiación de partidos y con la impunidad. Algunos han actuado con la seguridad de que sus fechorías no saldrían a la luz y que, si salían, la justicia sería lenta, leve y garantista. En este sentido, parece obvia la necesidad de modernizar y despolitizar la justicia y reforzar organismos de control. También podrían auditarse periódicamente los partidos, hacerse más nítida su financiación y establecerse rigurosos mecanismos de vigilancia para cada euro comprometido por las Administraciones. Y la última prioridad es la territorial. Está claro que la descentralización diseñada en la Constitución provoca extrañamiento en las periferias. Una cuestión a revisar puede ser el modelo de financiación y allí quizá deban introducirse criterios mesurados de ordinalidad fiscal, con mayor corresponsabilidad en los ingresos. Pero todavía parece más perentorio mejorar el sistema de rendición de cuentas. En la nueva legislatura se podrían establecer mecanismos más transparentes de control y prohibir la utilización de fondos públicos en propaganda, quizás privatizando televisiones y radios que no se dediquen exclusivamente a informar objetivamente a los ciudadanos. En general, podría ponerse empeño en priorizar la inclusión de la periferia en la gobernanza del todo, con un relato ilusionante e integrador que parece ser lo mínimo necesario en cualquier país descentralizado que quiera preservar la unidad de todas sus partes. Obviamente hay otras prioridades. Pero si finalmente nuestros líderes, haciendo de la necesidad virtud, consiguen acabar con el paro endémico, mejorar la calidad de la enseñanza, reducir la corrupción e integrar a más ciudadanos en el proyecto común, estos años de zozobra pueden recordarse como los mejores de nuestra atribulada historia. Jaime Malet es presidente de la Cámara de Comercio de EE UU en España (AmChamSpain). CARTAS AL DIRECTOR Decepción con los políticos Una buena historia Los cambios en los gestos y las actitudes se antojan insuficientes si únicamente es la “historia del baloncesto en España” lo que les une, según se desprende de la dedicatoria del libro regalado por Iglesias a Sánchez. A estas alturas huelga hablar del inmovilismo de uno, del “salvar su pellejo” del otro, o de la crisis interna del de más allá. Huelga también escribir que no es España ni los españoles lo que les mueve. Si tienen el apoyo electoral que tienen no es por un quiebro del destino, ni por un calculado “error” de los electores. Es porque no son líderes lo suficientemente íntegros como para representarnos a la mayoría. Ni tan siquiera lo son para conseguir un pacto estable y de futuro. Visto lo visto, parece lógico pensar que la repetición de las elecciones es la solución menos mala. Siempre y cuando no lleve Con o sin terrorismo, con o sin inmigración, la Unión Europea está volviéndose irrelevante en la escena internacional, perdiendo incluso interés geopolítico. A esta situación la están llevando los nacionalismos, xenófobos o no, convirtiendo la Unión en un agregado de nacio- nes intrascendentes. Se dice que el tópico del mal periodismo es: “Que la realidad no te estropee una buena historia”. Los nacionalismos vienen a ser el mal periodismo de la política; obsesionados con su particular historia, están diciendo: “Que la realidad europea no nos estro- anexa la idea de que lo que se precisa es un cambio en nuestro voto. Pues lo necesario es un cambio en ellos. Así de claro, de simple y de breve.— Luis Alberto Rodríguez Arroyo. Santo Tomas de las Ollas (León). ministro ha salido de un consenso entre partidos y no como resultante de las elecciones, así el caso de Renzi. Javier Solana tiene la categoría política y humana que necesita el próximo presidente del Gobierno, además de excelentes relaciones internacionales. Si el Rey le encargase formar Gobierno, en el caso de que exista la posibilidad legal de hacerlo, tendrían ocasión las cabezas de los cuatro partidos en liza de demostrar su voluntad de sacar España España está en horas críticas. Nuestros políticos parece que no son conscientes de ello, pues anteponen sus ambiciones personales a una solución para el país. En Italia más de una vez el primer pee una buena historia”. No son los idiomas ni nuestra “identidad” los responsables de tanta desconexión. Es nuestra torpeza para construir una buena Historia europea. Y aún hay quien habla de la España plurinacional. ¿Cuántos teléfonos creen que necesita Europa cuando tenga que hablar con EE UU? ¿40 tal vez?— Ignacio Rodríguez. A Coruña. adelante prestándole leal apoyo. En caso contrario, sirve una vez más lo que dijo Ortega: “España es la historia de una enfermedad”. Añado: crónica y con absurdos y vergonzantes tratamientos, aplicados por médicos de tres al cuarto.— Miguel Teixidor de Otto. Madrid. Cruda realidad El pasado martes un hecho in- sólito ocurrió en la Casa de Campo de Madrid. Un ciudadano encontró un delfín muerto entre unos matorrales. Puede parecer curioso, pero yo me estremezco de pensar en la cantidad de animales que se encuentran en estas circunstancias. A lo largo de un año son miles las especies que se abandonan, pensemos por un momento en el tráfico ilegal de animales exóticos; hacen “gracia” un par de días y luego, cuando sus amos se dan cuenta de todos los cuidados que necesitan, acaban como el caso de este pobre delfín, descomponiéndose en un parque.— Marta Toledano Pérez. Alcorcón (Madrid). Los textos no deben tener más de 100 palabras (700 caracteres sin espacios). 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