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CLIENTELISMO – ASISTENCIALISMO – POPULISMO PECADOS DE LOS GOBIERNOS POPULARES O ESTIGMAS DE LOS QUE MENOS TIENEN Rafael Eduardo Baraybar Noviembre 2010 1 Clientelismo: m. sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios. (Encarta 2009) Durkheim Vs. Marx Clientelismo, asistencialismo, populismo, son conceptos que para las construcciones ideológicas dominantes, están cargados de una connotación negativa. Se trataría, en todos los casos, de condicionar, a cambio de algún tipo de dádivas materiales, la voluntad de posibles votantes. En tal caso, se usarían fondos públicos para aplicarlos a estas prácticas, hacia sectores materialmente carenciados. Se trataría de actitudes demagógicas por parte de gobiernos con mucho arraigo popular, destinada al sometimiento de las masas. Veremos que, es posible abordar el análisis de la acción de asistencia a sectores vulnerables, desde aspectos mas profundos que la simple repetición mecánica de conceptos que lograrían a la larga los resultados a que apuesta la inspiración goebeliana “miente, miente que algo queda”. Enfocado desde actores del Trabajo Social, o de posiciones sociológicas críticas1, se puede observar la intencionalidad de aquellas definiciones, y la aceptación de que la asistencia a los sectores vulnerables, se torna necesaria, y entonces, no tiene una connotación negativa, sino que se trataría de actitudes inherentes a la naturaleza del Estado. A los efectos de analizar la aplicación de políticas asistenciales por parte del poder, habría que comenzar preguntarse qué es el Estado. Aún más, a riesgo de encontrar como respuesta una definición clásica y aséptica, que mas que alumbrar oculte una aproximación a la verdad, la pregunta sería ¿como funciona en la realidad el Estado? El resultado podría ser una retrospectiva arborescente que nos proyecte al inicio mismo de las sociedades, cuando perdido en el tiempo y los ensayos, empezarían a perfilarse las primeras construcciones políticas. Por una parte, la respuesta habría que plantearla, desde un análisis empírico, fundamentalmente, a partir de la experiencia actual de confrontación entre los postulados de las democracias liberales y fundamentalmente los modelos neoliberales en naciones periféricas, como es el caso de America Latina, y el funcionamiento real, en esas mismas naciones, a partir de la realidad actual donde se manifiesta una clara intención de enfrentarse con los poderes económicos concentrados, por parte de los gobiernos nucleados en la Unasur. 1 Emilio Tenri Fanfani, Norberto Alayón, A. Zaiat, E. Laclau 2 La reciente muerte de Néstor Kichner, reveló, aún para quien no quisiera verlo, la vocación popular de estos gobiernos, y el fuerte apoyo popular que los mismos generan en la sociedad de nuestro país. La única verdad… Lo que no quisieran decir, los que elaboran las definiciones clásicas de los conceptos que nos ocupan, salta a la vista como una verdad. Si alguien acude a la herramienta de asistir clientelarmente a los sectores carenciados de la población, es porque esos sectores existen, y la brecha que los separa de los que mas tienen, es cada vez mas profunda e irreversible por lo menos desde las posibilidades de esos sectores y desde la voluntad de los poderosos. O sea, existen diferencias que solo la acción del Estado podría resolver. Así, con ese ocultamiento se construye la visión de la Caridad. No sería el estado quien con la utilización de fondos públicos, propenda a acortar esa brecha, sino instituciones benéficas como las Iglesias quienes deberían encargarse de ello. Esta construcción, oculta mezquindades y niega costados como responsabilidad, compromiso y solidaridad que constituyen herramientas necesarias desde la sociedad civil y desde la política para la elaboración de políticas de igualdad de oportunidades. Es que no se puede construir política desde ningún lado. La realidad de las políticas generadas desde los gobiernos latinoamericanos actuales, es que se proponen superar las recetas clásicas del liberalismo, que por estas latitudes siempre fue contradictorio y oligárquico, a partir de políticas de redistribución que producen inclusión y lastiman a los intereses de los que mas tienen. Esa visión despectiva del asistencialismo que se construye tradicionalmente desde los sectores oligárquicos y concentrados, tiene su voz amplificada por los medios hegemónicos de comunicación, Ellos fogonean la idea mencionada al principio, cada vez que los gobiernos se encargan de distribuir más equitativamente bienes materiales y posibilidades de acceso. En realidad, prefieren, aunque las denosten a las políticas clientelistas, porque garantizan la reproducción de las fuerzas de producción (Ayalón. 2009). A pesar de esto, en su afán de acumulación tampoco quisieran este tipo de asistencias. La, recuperación del Ansess que permitió retomar por parte del Estado la administración de fondos previsionales que habían sido regalados a concentrados sectores privados y permitió la dignificación de los montos jubilatorios o la Asignación universal por hijo, irrita sobremanera al poder económico, que se sintió feliz cuando esos mismos fondos eran direccionados a mas limitados actores que utilizaron posiciones de poder para lucrar con ellos (verbi gratia, las privatizaciones). Aquella asignación de fondos públicos, nunca fue tachada de clientelista y quizás haya sido una actitud precavida; es que no se llegó a determinar si con esa asignación de fondos públicos se captaba la voluntad política de los (pocos) sectores beneficiados o esos sectores se 3 asignaban (mediante retornos espurios) l obediencia del Estado a sus designios. Revisando la historia Las muestras instantáneas que propone la historia oficial, transformando a los procesos sociales en relatos de episodios estáticos e inconexos, trata de minimizar el hecho de que los sectores postergados tienen una historia heredada de despojo pero de dignidad, presentando a cada lucha como nueva y aislada de todas las luchas anteriores (R. Walsh) Si algo tiene el auténtico derecho a llamarse clientelismo, fue la actitud de los sectores oligárquicos que se garantizaron durante todo el período de la “modernización del país” y hasta la irrupción de los movimientos populares en vida política argentina, la continuidad del manejo de la cosa pública, mediante la construcción de su clientela, a la que mediante favores materiales, tenía cautiva para fuerza de choque en los momentos electorales, única arista que hacía reconocible como democrático aquel momento histórico del país. La historia oficial lo llamó el Régimen o el Fraude Patriótico. Pero se transfirió desde esa misma visión oficial, el mote de clientelar a otro tipo de actitudes ahora por parte del Estado. En otros períodos mas recientes, el Estado no fue inocente de lo que se lo acusaba, la nueva década infame presentada como el fin de las ideologías, recuperó aquella actitud oligárquica ahora desde el Estado. No se reconocen en la práctica del clientelismo hechos como el Corralito, el Megacanje, la tablita de Machinea o la pesificación asimétrica con que se produjeron gigantescas transferencias de fondos privados pero también públicos a manos privadas. La diferencia que inhibe la posibilidad de llamarla clientelismo a esa práctica política reside posiblemente en que los destinatarios de los beneficios no fueron los sectores carenciados de la sociedad. El Estado de Bienestar, El Populismo La Democracia ideal propuesta por la Revolución Francesa, esta lejos de comparecerse con la Democracia real que conocemos en nuestros tiempos de globalización y aún anteriores. Aquella ¿se trata de una utopía o de una construcción permanente? (Baraybar 2010) En el tránsito de una a la otra, las sociedades van generando ciudadanía donde antes no la había. Cada vez mas son los sectores incluidos a través de distintos procesos políticos, contextuados en situaciones históricas diferentes. A la salida de la crisis de 1930 la respuesta keynesiana fue la creación del Estado de Bienestar; en países periféricos nucleados en lo que fue el Tercer mundo, las políticas de inclusión fueron mas profundas. Los poderes centrales, menospreciaron esa participación del estado; con un auto arrogado poder encargado de conducir al hombre (Morisoli 2004). Llamaron populismo a los intentos de políticas de redistribución y encontraron ecos locales en las unidades de negocios descentralizadas en que se transformaron las clases dominantes de esos países periféricos que acusaron a 4 los gobiernos populares emergidos de la voluntad soberana de los pueblos de populistas como si la inclusión del pueblo fuera un pecado de lesa humanidad en lugar de una virtud a sostener y multiplicar hacia sectores aún no incluidos. Cuando la coyuntura no alcanza Esas políticas de distribución y de inclusión que empiezan en un determinada coyuntura, nunca tuvieron en esta América Latina de Venas Abiertas, una continuidad que permitiera modificar definitivamente las estructuras económicas construidas desde los sectores dominantes desde los tiempos coloniales. El Irigoyenismo, la Revolución Mexicana, el peronismo, la experiencias del APRA , Càrdenas, Getulio Vargas, las experiencia chilena liderada por Salvador Allende en los 70 del siglo veinte, son muestras regionales de que cuando se quiere dar continuidad a las políticas de distribución, fuertes intereses las han interrumpido y hay que volver a empezar. Ese volver a empezar siempre se produce desde un paso atrás, entonces las medias de urgencia se tornan imprescindibles. Esto equivale a decir que las políticas sociales son siempre necesarias. Esta necesidad se explicita desde varios sectores. Por un lado las clases dominantes, como decimos mas arriba, necesitan minimizar el riesgo de conflicto social y garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero a su vez, lo sectores dominados, necesitan de esas políticas con carácter de necesidad y urgencia. (Ayalón 1980) A su vez esas políticas son vituperadas desde la derecha y desde la izquierda utópica. Desde la primera por la ya mencionada merma en un capital que consideran propio e inalienable, desde la otra porque consideran que esa asistencia aletarga la toma de conciencia y la transformación de los pueblos asistidos en sujetos revolucionarios. Hay oculta en estos dos razonamientos dicotómicos pero coincidentes, la verdad histórica de que la adopción de medidas sociales con la complementación de políticas que aliente la conformación de un movimiento nacional y popular independiente, no son excluyentes. La realidad latinoamericana de nuestros tiempos actuales, demuestra que esta confluencia de políticas sociales y populares de raiz nacional requiere sólo de la voluntad política de desarrollarlas. A partir de allí, el acompañamiento de los pueblos se torna consecuencia y el manejo discursivo de la obstaculización, menos creíble. El populismo. Otra mirada ¡Cómo tratar despectivamente a una realidad política que, la historia lo demuestra, dio como resultado una enorme masa de población antes excluida, integrada ahora a la actividad política en pleno uso de derechos ciudadanos! Si en el camino fue necesaria la aplicación de medidas asistenciales a veces muy profundas, ni los beneficiarios, porque las necesitaban para la subsistencia 5 sin resignar dignidad, ni los gobiernos populares, porque en su objetivo de democratizar la política y propender a la construcción del movimiento nacional, pueden resignar la aplicación de políticas sociales que satisfagan las mas perentorias necesidades de los excluídos. Populismo llaman los poderes hegemónicos, con desprecio, a estas políticas de Estado en manos de gobiernos democráticos y representativos de la voluntad popular. Populismo lo llaman ahora algunos teóricos como Laclau o Chantal Mouffle , pero con gestos de aprobación. Es la política de Chávez en Venezuela o la de Kichner y Cristina en Argentina, Evo en Bolivia, Lugo y demás gobiernos democráticos latinoamericanos, Si los pueblos se transforman en sujetos históricos a través de su participación en las construcciones nacionales, ¿cómo llamar a estas construcciones sino Populismos? Y ¿por que llamar “clientes” a quienes alcanzan la categoría histórica de pueblo? A modo de conclusión Mientras se mantenga vigente y real la fábula del Tiburón y la Sardina, mientras multipliquen las intenciones imperiales que profundicen las diferencias entre países ricos y pobres, llámese Primer y Tercer mundo, llámese Norte y Sur, o Democracias y Ejes del Mal, y mientras esas diferencias se dupliquen hacia el interior de los países donde los que se salvan reproduzcan el discurso de los tiburones y los humillados no tengan voz, será necesaria la participación del estado para garantizar dignidad y procesos de liberación nacional y popular. En el camino de esas construcciones, no se podrá esperar del gran capital, el aporte desinteresado y voluntario para atender las necesidades de la gente. Si lo quieren llamar clientelismo, habrá que multiplicar el esfuerzo vocal, para poner con voz mas y mas estentórea que eso se llama política y si quieren y no se enojan, se llamará populismo. Bibliografía Ayalón, N. El asistencialismo en la política social y en el trabajo social. En Revista Acción Crítica, # 7. Julio 1980. Lima – Perú Publicación del Centro Latinoamericano de Trabajo Social y de la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social Laclau, E. El populismo garantiza la Democracia. Entrevisa en en diario La Nación. http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=719992 Morisoli, E. Identidad Cultura y Globalización. Ponencia presentada en el Encuentro de Escritores Año 2004. Santa Rosa La Pampa Zaiat, A. Clientelismo. Pagina 12 - 21 de noviembre de 2009 6