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TRABAJOS ORIGINALES El paciente oncológico crítico: De la hospitalización a la Unidad de Cuidados Intensivos. ¿Un derecho o un deber? Guillermo Quintero Villarreal, Camilo Nicolás Rodríguez, Manuel González. Resumen Abstract El paciente oncológico, ya sea cursando una enfermedad hematooncológica o una enfermedad oncológica de comportamiento y aspecto sólido, está expuesto a ciertas complicaciones cuando es sometido al tratamiento de la enfermedad ya sea mediante radioterapia o, ya sea, mediante quimioterapia, por lo que los médicos tratantes deben conocer los riesgos, beneficios y utilidad de ciertas conductas terapéuticas sin perder de vista el contexto y evolución de la enfermedad. Estas complicaciones muchas veces en carácter de urgencias pueden terminar con la vida del enfermo. Conociendo esto, las decisiones que rodean este tipo de enfermedad deben consensuarse, entenderse y ejecutarse de forma multidisciplinaria definiendo aspectos claros y concretos basados en una comunicación constantes y fluida entre nosotros, aquellos en que la familia y el paciente confían para que los cuidemos, y el entorno del enfermo. Siempre sentándonos, y “tomados de la mano” con el enfermo y su núcleo íntimo, intentando respondernos la siguiente pregunta; ¿La UCI es el mejor lugar para continuar los días? The cancer patient, whether pursuing a hemato-oncological disease or oncology disease behavior and solid, is exposed to certain complications when subjected to treatment of disease by either radiotherapy or whether through chemotherapy, so that doctors traffickers should know the risks, benefits and usefulness of certain therapeutic approaches without losing sight of the context and evolution of the disease. Complications often in emergency nature that can end the patient’s life. Knowing this, the decisions surrounding this type of disease should be agreed, understood and implemented in a multidisciplinary defining clear and specific aspects based on a constant and fluid communication between us, those in which the family and the patient’s trust to care for, and environment of the patient. Whenever we sat down, and holding hands with the patient and his inner core, trying to answer us the following question; is the ICU the best place to go on? UCI del Instituto Médico de Alta Tecnología (IMAT Oncomédica S.A), Ciudad de Montería, Colombia. Correspondencia a: Dr. Guillermo Agamenón Quintero Villarreal. UCI del Instituto Médico de Alta Tecnología (IMAT Oncomédica S.A). Dirección: Cr6 72-34 Vía Cereté Montería, Colombia. Teléfono: (57) (4) 7854344. E mail: www.imatoncomedica.com. 106 Revista Chilena de Medicina Intensiva 2014; Vol 29(2): 106-111 El paciente oncológico, que va a ingresar a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), con el objeto de una monitorización clínica estricta y soporte vital, debe ser áquel que presenta una enfermedad aguda, grave y potencialmente recuperable a sabiendas que muchas veces no es el escenario con el que nos enfrentamos diariamente. El conocimiento cada vez mayor y el tratamiento cada vez más auspicioso de la patología oncológica, tanto en su manejo ambulatorio o de hospitalización y el mayor conocimiento de las complicaciones agudas, entre ellas las urgencias, sumado esto al avance en la tecnología de El paciente oncológico crítico: De la hospitalización a la Unidad de Cuidados Intensivos. ¿Un derecho o un deber? monitoreo del paciente crítico, debería muchas veces facilitarnos el trabajo y ser más sencillo el discernimiento de quien sí y quien no, se beneficiará con el cuidado crítico durante la evolución de la enfermedad oncológica. Cada día vemos un mayor número de pacientes con patología oncológica que ingresan en la UCI, bien sea por complicaciones agudas y/o urgencias oncológicas derivadas de la misma enfermedad de base o por efectos secundarios del tratamiento quimio o radioterapéutico recibido en respuesta al tipo y estadío de la enfermedad oncológica. La decisión de ingresar a estos pacientes en la UCI presenta, muchas veces, dilemas de tipo éticos, religiosos, administrativos, familiares y hasta de tipo médicos por lo que es preciso conocer muy bien el pronóstico y evolución (incluso tratamientos a los que fue sometido el enfermo y las respuestas a los mismos) de la neoplasia del paciente antes de ingresarlo a una Unidad de Cuidados Intensivos. Podemos asumir, con absoluto profesionalismo de la situación crítica de un enfermo oncológico, que éste es un trabajo que debe realizarse con carátula de manejo “multidisciplinario” a la hora de realizar una mesa redonda y “debatir” médicamente si el enfermo oncológico debe transitar a una Unidad de Cuidados Intensivos como así los beneficios de hacerlo y someterlo a lo que es un territorio invasivo por excelencia. Por este último motivo es que sin excepción debemos, en todas las circunstancias clínicas y que llevan impreso la humanidad en su ejercer como lo es esta profesión, concientizarnos con la bioética como piedra fundamental de los cimientos de las decisiones médicas que involucren enfermos oncológicos y la potencial necesidad de ingresar a una UCI. Considerando la bioética, hay cuatro principios que debemos utilizar al enfrentarnos a un paciente, pero que se deben agudizar cuando debemos decidir en la evolución de un enfermo oncológico cuyo curso no es el esperado ni por la familia, ni por el paciente, ni por los médicos de cabecera tratantes. He aquí que la ética tiene dos caras: la que apunta al bien que anhelamos realizar y la que nos muestra el deber o la norma que debemos cumplir. Esto se funda en cuatro pilares o principios que debemos considerar fuertemente cuando nos sometemos a tomar una decisión de que alguien deba o no, quiera o no, necesite o no del cuidado crítico que le podamos brindar. Lo primero es “desear eficazmente una vida lograda”. La ética es ese deseo antes que una mera normativa. Deseamos ser felices, disfrutar de una vida que valga la pena de ser vivida en un proyecto de autorrealización. La libertad está en la raíz de ese deseo: es el medio para lograr la felicidad. El enfermo, en este caso particular el paciente oncológico, debe explorar sus potencialidades y no renunciar a ese deseo como así tampoco el médico que lo sigue diariamente o lo conoce por vez primera en la plenitud de una urgencia. La autonomía, uno de los principios también llamado “de permiso”, se define como la aceptación del otro como agente moral responsable y libre para tomar decisiones. La expresión más diáfana del pleno ejercicio de la autonomía, por parte de los pacientes, es el consentimiento informado, el cual consta de dos elementos fundamentales: la información y el consentimiento. El paciente, en tránsito de una enfermedad oncológica, debe saber, conocer, entender y reflexionar lo que está viviendo y aquello que le puede tocar experimentar como ser humano individual enfermo. Y nosotros como los profesionales continentes estamos obligados, por el mayor credo que tengamos, a reunir las partes del paciente (familia, amigos, colegas, etc.) y con la verdad hacer digna la autonomía del paciente. Ante este escenario, se debe tener cuidado de caer en un “paternalismo” absolutista o en un “autonomista” rígido y estricto. El equipo multidisciplinario debe comprender que el enfermo puede pedir ciertas ayudas a los profesionales de la salud (ayuda a la toma de decisiones). Así que cuidado, autonomía no se identifica con autosuficiencia en sentido extricto, aunque sí con la gestión de las propias insuficiencias. Después nos enfrentamos con el principio de no maleficencia, sinónimo del “No dañar”. En cualquier caso, se reconoce la obligatoriedad de hacer el bien y no hacer el mal. Pero, ¿cuál es el bien y cuál el mal?, para nosotros es muchas veces una pregunta de fácil respuesta, condición muy diferente cuando nos tropezamos con la “angustia” moral, como una delgada línea roja, de indicar el cuidado crítico a un paciente cuya evolución de la enfermedad no fue la esperada y que ya ha pasado por diferentes escalones terapéuticos con escasa respuesta en contexto de una enfermedad avanzada y de un pronóstico poco auspicioso. Ahora ingresarlo a una UCI ¿es hacer el bien o es hacer el mal?, dilema que debe ser resuelto en “Unidad” entre el paciente, equipo médico y no médico multidisciplinario y familia en busca de hacer un beneficio (lo mejor para el paciente) y no precipitar un daño mayor. Este principio se viola cuando se aplica a un paciente un tratamiento que no está indicado, que causa una complicación evitable, daño o cualquier tipo de lesión. Los Revista Chilena de Medicina Intensiva 2014; Vol 29(2): 106-111 107 G Quintero y cols riesgos de la práctica médica sólo pueden justificarse cuando el beneficio obtenido es superior al daño. No es infrecuente que en cuidados intensivos llegue un momento en que nuestras intervenciones no actúan realmente prolongando una vida aceptable, sino alargando un inevitable proceso de muerte. Así, por ejemplo, administrar antibióticos para tratar una infección en pacientes en coma irreversible o hacer maniobras de resucitación cardiopulmonar en pacientes terminales es evitar una muerte indolora para prolongar una situación agónica que, muchas veces, se acompaña de dolor y falta de dignidad. Existe otro principio, el de justicia, que en nuestro medio de Cuidados Intensivos se encuentra en ejercicio permanente en relación estricta con los otros tres. El principio de justicia exige que la distribución de los recursos sanitarios sea equitativa. Por esto, administrar recursos ilimitados o incontrolados a pacientes irrecuperables puede excluir, y sin duda lo hace, a otros más necesitados, con lo que se viola dicho principio. A pesar de que es responsabilidad de las autoridades sanitarias e institucionales la obligación de justicia, la escasez de recursos no basta para fundamentar las decisiones de la limitación del esfuerzo terapéutico (LET). Después de intentar aplicar someramente los principios éticos en la práctica clínica de la medicina intensiva, vale decir que la prolongación de la vida biológica no constituye un valor absoluto que deba mantenerse a ultranza en todas las situaciones. La prolongación de la vida sin tener en cuenta su calidad puede no servir al mejor interés del paciente (encarnizamiento terapéutico), y la lucha por prolongarla con medios artificiales puede llegar a ser una acción degradante que viole los principios éticos y, por tanto, sea incompatible con el respeto a la dignidad humana. El hecho de que un paciente sufra una enfermedad oncológica debe considerarse un factor más del enfermo, y nunca debe ser motivo de rechazo de ingreso a la Unidad de Cuidados Intensivos1-3. El objetivo del presente estudio fue caracterizar y conocer el pronóstico de los pacientes oncológicos críticos hospitalizados en Cuidados Intensivos, comparados con los pacientes no oncológicos críticos ingresados a esta Unidad. Material y método Se realizó un estudio retrospectivo observacional por un período de 3 años (2010-2013) en una Unidad de 108 Revista Chilena de Medicina Intensiva 2014; Vol 29(2): 106-111 Cuidados Intensivos de 14 camas polivalente en el Instituto Médico de Alta Tecnología (IMAT Oncomédica S.A) en la ciudad de Montería (Colombia). Se registraron las siguientes variables para su análisis: variables demográficas, estadía en la Unidad de Cuidados Intensivos, motivo de internación en la Unidad, necesidad de ventilación mecánica, tipo de enfermedad oncológica de base y el score Apache II al ingreso. Para evaluar la mortalidad en la UCI, se comparó la población sujeta al estudio con un grupo control de pacientes crítico sin patología oncológica. Para el analisis estadístico los resultados son expresados como promedios ± desviación estándar, se utilizó para variables continuas la prueba de t-Student, y para variables categóricas la prueba de Chi-cuadrado o prueba de Fisher según corresponda. El nivel de significación se estableció, arbitrariamente, en 0,05. Resultados Durante el período en estudio fueron admitidos 3.014 pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos, de los cuales 524 (17%) correspondía a pacientes oncológicos con alguna complicación aguda, urgencia oncológica o para monitoreo posoperatorio. El 52% eran mujeres y 48% varones, con una media de edad de 55±11 y 55±19 años, respectivamente. El 83% del total de pacientes oncológicos ingresados a la Unidad de Cuidados Intensivos padecían un tumor sólido y el 17% restantes, padecían una neoplasia de origen hematológico, Tabla 1. Las causas más frecuentes de ingreso a la UCI de estos pacientes fueron: 1) Insuficiencia respiratoria aguda secundaria a sepsis, 2) Sepsis grave, 3) Deterioro del estado de conciencia, 4) Hemorragia y/o 5) Posoperatorio de cirugía oncológica. Del total de pacientes oncológicos ingresados a UCI 309/524 (59%) procedían de servicios de hospitalización (medicina interna/oncología) y el restante 41% (n =215) de servicios quirúrgicos (cirugía oncológica/neurocirugía). Algo para destacar es el puntaje de Apache II al ingreso a la UCI que fue de 25 ± 5. Un valor de Apache II muy similar se presentó para aquellos ingresados a la UCI y que no padecían enfermedad oncológica. El apoyo vital más requerido fue el ventilatorio, donde 445 (85%) pacientes requirió ventilación mecánica invasiva (VMI) durante más de 24 h. De estos pacientes El paciente oncológico crítico: De la hospitalización a la Unidad de Cuidados Intensivos. ¿Un derecho o un deber? Tabla 1. Población de pacientes oncológicos en la UCI (n =524) Mujeres (Edad, años) 48%(55±11) Varónes (Edad, años) 52%(55±19) APACHE II, puntos 25±5 Tipo de neoplasias Sólidas. 435 (83%) Hematológicas. 89 (17%) Soporte ventilatorio: VMI >24 horas Traqueostomia 445 (85%) 129 (29%) Procedencia del paciente: Hospitalización 309(59%) Cirugía 215 (41%) Estancia en UCI, días 6,9±5,8 Mortalidad de pacientes oncologicos 29% Mortalidad de pacientes no oncologicos 31% VMI: Ventilación mecánica invasiva. en VMI, 129 (29%) requirieron traqueotomía percutánea por cumplir con criterios de ventilación prolongada. Cuando se comparó la población sujeta al estudio con un grupo control de pacientes críticos sin patología oncológica (n =2.490) se observó que la estadía media de hospitalización en la UCI fue similar en ambos grupos de pacientes críticos con un valor de 6,9 ± 5,8 días. Cuando se analiza la mortalidad, ésta fue del 29% en el grupo crítico con enfermedad oncológica mientras que el grupo de pacientes críticos sin enfermedad oncológica obtuvo una mortalidad similar del 31% (p =0,2125). Discusión Esta serie de pacientes oncológicos admitidos en la Unidad de Cuidados Intensivos ingresaron en su mayoría por cuadros de insuficiencia respiratoria y sepsis grave/ shock séptico, que aunque requieren una mayor estancia hospitalaria, la mortalidad es comparable con la de los pacientes no oncológicos. El hecho que la mortalidad de los pacientes oncológicos en la UCI sea comparable a la de pacientes no oncológicos, es relevante y trascendente dado que podría modificar un “paradigma” de conducta y decisión ante un paciente oncológico que requiera su ingreso a la Unidad de Cuidados Intensivos. Así, consideramos que no se debe negar el ingreso a la unidad de cuidado intensivos por el sólo hecho de ser un paciente oncológico, su enfermedad de base (cáncer) debe considerarse como un factor de morbilidad y debe tenerse en cuenta la evolución de la enfermedad y su resolución, pero jamás ser un motivo de rechazo o no aceptación en la unidad de cuidados intensivos. Durante su estadía hospitalaria son pacientes que deben estar bajo monitoreo clínico y de laboratorio de tipo estricto y permanente así como de un equipo multidisciplinario e interdisciplinario con el fin de detectar precozmente signos y síntomas que nos pueden estar prediciendo una complicación en puerta. El lema debe ser: “Detección precoz y tratamiento veloz”. Para admitir el paciente en la UCI, el médico especialista en medicina crítica y cuidado intensivos de turno, en conjunto con el médico internista y oncólogo tratante, deben hacer una evaluación de la severidad, urgencias, pronóstico de la situación clínica y necesidad inmediata de apoyo vital. La admisión en la Unidad de Cuidados Intensivos debe apoyarse en los Revista Chilena de Medicina Intensiva 2014; Vol 29(2): 106-111 109 G Quintero y cols criterios relacionados con la evolución de la enfermedad oncológica de base del enfermo (respuesta a tratamientos y control de enfermedad), utilidad o futilidad del cuidado crítico, consentimiento informado de lo que significa una Unidad de Cuidado Crítico, la autonomía del paciente hasta las creencias y miedos familiares (Figura 1). Una vez el paciente en la Unidad de Cuidados Intensivos, el monitoreo precoz, permanente y enérgico de las medidas de soporte y/o de resucitación, como lo es la VMI, la VNI, el monitoreo hemodinámico mínimamente invasivo, los parámetros de laboratorio, se asocia a una disminución significativa de la mortalidad en relación a paciente oncológico y no oncológico. El criterio para el ingreso en la UCI va a depender de los protocolos de cada institución, del número de camas disponibles en la UCI y la forma de gestionarlas. Estos protocolos deben actualizarse de forma paralela al avance de los tratamientos de los pacientes oncológicos, en los que aumentan cada día más la esperanza y la calidad de vida. El enfermo oncológico durante su estancia en la hospitalización (ya sea recibiendo quimioterapia u otro tratamiento necesario), así como en su manejo ambulatorio debe ser seguido por un equipo multidisciplinario en el que no puede faltar profesionales médicos y no médicos. Un elemento fundamental, muchas veces subestimado, es el seguimiento, monitoreo y soporte nutricional como paso fundamental hacia la buena evolución de los pacientes de acuerdo al momento evolutivo de la enfermedad y a ciertas patologías que por sus características obligan a un tratamiento nutricional específico. En todos los casos resulta indispensable una exhaustiva anamnesis alimentaria. En el tratamiento de pacientes portadores de enfermedad oncológica avanzado o no, se tendrá en cuenta: a) Las modificaciones del sentido del gusto; b) La anorexia que es frecuente; c) El dolor (buen control del mismo), que favorece la anorexia; d) La anormalidad del gusto, produciendo pérdida de apetito y como consecuencia, disminución del peso corporal. Así también, la valoración de la utilidad de uno u otro tipo de alimentación, enteral o parenteral. La malnutrición es una complicación frecuente de los pacientes oncológicos y se asocia de forma significativa con un incremento de la morbilidad y mortalidad por lo que debe contemplarse a la hora de formular y actualizar los protocolos de manejo y seguimiento del enfermo oncológico11. En nuestro estudio el porcentaje de pacientes oncológicos con respecto al total de ingresados a la UCI fue de 17%, lo cual es similar a las unidades de cuidados intensivos europeas que reportan un 15% de ingresos de pacientes oncológicos12. Figura 1. Flujograma del seguimiento del paciente oncológico. Se tiene en cuenta la participación del equipo multidisciplinario, el accionar de la familia, los principios éticos, creencias, temores y hasta folklorismos a la hora de la toma de decisiones dentro y fuera de la Unidad de Cuidados Intensivos. 110 Revista Chilena de Medicina Intensiva 2014; Vol 29(2): 106-111 El paciente oncológico crítico: De la hospitalización a la Unidad de Cuidados Intensivos. ¿Un derecho o un deber? Bibliografía 1. Cabré Pericas L, Solsona Durán JF, y Grupo de Trabajo de Bioética de la SEMICYUC. Limitación del esfuerzo terapéutico en medicina intensiva. Med Intensiva 2002; 26(6): 304-11. León Correa FJ. Fundamentos y principios de bioética clínica, institucional y social. Acta Bioeth 2009; 15 (1): 70-8. Aragonés Manzanares R, De Rojas Román JP, Pérez Caravante M. Urgencias y Cuidados Intensivos en el Paciente Oncológico. Cap 37. 2013 Editorial médica Panamericana. Danai PA, Moss M, Mannino DM, Martin GS. The epidemiology of sepsis in patients with malignancy. 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