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EPISTAXIS Es la hemorragia proveniente del interior de la nariz y se clasifica de acuerdo con su localización en: 1. Epistaxis anterior, si ocurre en el área anterior del tabique (plexo de Kiesselbach), regada en particular por ramas de la arteria etmoidal anterior, rama septal de la arteria labial superior, rama septal de la arteria esfenopalatina y ramas de la arteria palatina mayor. 2. Epistaxis superior, cuando la hemorragia procede de la arteria etmoidal anterior o posterior, o bien de la rama nasal superior de la arteria esfenopalatina. 3. Epistaxis posterior a la que se origina de la arteria esfenopalatina y de ramas terminales de la arteria etmoidal posterior. ETIOLOGÍA Factores locales Traumatismos: son la causa más frecuente de epistaxis anterior. Es común en niños por autolaceración de la mucosa nasal, sea por el desprendimiento de costras, rascado local de la mucosa por prurito, o compulsiva (traumatismos internos). En forma externa, cualquier lesión que desplace el esqueleto óseo o cartilaginoso de la nariz es capaz de provocar laceraciones de la mucosa nasal con la producción subsecuente de epistaxis. En ocasiones, los traumatismos craneales se pueden relacionar con el desarrollo de seudoaneurismas de la arteria carótida interna, sobre todo en su porción intracavernosa, y manifestarse como epistaxis graves durante las primeras tres semanas, o incluso meses o años después; también pueden aparecer luego de radioterapia por carcinoma de nasofaringe y manifestarse como epistaxis refractarias por osteorradionecrosis de la base del cráneo. Rinitis seca anterior: es la resequedad de la mucosa nasal, que a menudo se observa durante el invierno en regiones de clima frío, en donde la humedad relativa en las habitaciones es baja (10 al 15%), debido al empleo de calefacción. Esto predispone al desarrollo de epistaxis. Barotrauma: la epistaxis puede presentarse durante los cambios de presión atmosférica por altitud o sumersión. Las regiones geográficas a grandes altitudes sobre el nivel del mar se vinculan con pérdida de humedad relativa debido a las presiones atmosféricas bajas, situación que también predispone a resequedad de la nariz con formación de costras y epistaxis secundarias. Infecciones: tanto las agudas como las crónicas de la mucosa nasal pueden causar epistaxis, desde un catarro común, furunculosis nasal o cualquier proceso infeccioso con cuadro febril hasta infecciones crónicas, como rinitis atrófica, lepromatosa o tuberculosa. Cuerpos extraños: es más común encontrar cuerpos extraños nasales en niños y personas con deficiencias mentales o trastornos de tipo psiquiátrico. La epistaxis es una manifestación inicial, ya que,en forma crónica el paciente refiere obstrucción nasal acompañada de rinorrea fétida y purulenta. En la experiencia del autor, los materiales que se extraen con mayor frecuencia son algodón, pañuelos desechables, semillas (frijol, maíz) y cuentas (perlas, entre otros). Perforaciones del tabique: a menudo son secundarias a la inhalación de cocaína, exposición crónica al cromo, u operación nasal previa. Iatrogénica: es secundaria a diversas maniobras que el médico realiza en la nariz, como inyección local de medicamentos (esteroides), extracción de taponamientos nasales después de operaciones, toma de biopsias, otros. Capítulo 12 Epistaxis, perforaciones del tabique, cara y colgajos faciales locales ERRNVPHGLFRVRUJ Factores regionales Ocurren con menor frecuencia que los locales y se relacionan con afectación que destruye los tejidos tanto en senos paranasales como nasofaringe. 259 260 Oído, nariz, garganta y cirugía de cabeza y cuello Tumores benignos Consisten en: Capítulo 12 a) Angiofibroma: es el tumor nasal más común en adolescentes; uno de sus primeros síntomas es epistaxis recurrente. b) Tumores de origen epitelial (en general, pocas veces se acompañan de epistaxis). Tumores malignos Los más proclives a provocar hemorragias son melanomas nasales, adenocarcinomas y tumores de origen endodérmico, como sarcomas. El carcinoma epidermoide se acompaña en escasa medida de epistaxis graves; la más común es la rinorrea con estrías de sangre. 1:100 000 habitantes; su tratamiento se basa en factor VII recombinado, agentes antifibrinolíticos y transfusiones plaquetarias. c) Secundarias al empleo de anticoagulantes. d) Estados carenciales, relacionados con desnutrición y anemia. e) Leucemias y linfomas. f) Cirrosis hepáticas. g) Insuficiencia renal crónica. h) Otras enfermedades neoplásicas, como granulomatosis de Wegener y reticulosis pleomórfica. i) Alteraciones endocrinas: hipertiroidismo y epistaxis relacionada con la menstruación. j) Enfermedades del colágeno (lupus eritematoso diseminado). Factores sistémicos TRATAMIENTO Hipertensión arterial: es importante considerar en estos pacientes la arteriosclerosis que presentan como factor desencadenante, ya que la contractilidad está disminuida y hay mayor friabilidad vascular. Trastornos hereditarios: cabe señalar la enfermedad de Osler–Weber–Rendu, en la cual hay lesión de los vasos subepiteliales pequeños con tendencia a hemorragias espontáneas y sin relación con coagulopatías; los sitios más vulnerables son las mucosas nasal, gastrointestinal, urinaria, bucal y pulmonar. Este trastorno es más común en la raza judía y se hereda en forma autosómica dominante. En forma reciente se lo ha relacionado con una deficiencia en el cromosoma 9q33–q34, el cual codifica a la proteína endoglina que es el gen causante las anomalías vasculares. La endoglina es una glucoproteína que se une al factor β de transformación de crecimiento, el cual representa un factor primordial en el funcionamiento de las células endoteliales. Por otro lado, existe una forma secundaria de esta enfermedad, ligada a una alteración en el cromosoma 12q que es un gen receptor de activina–cinasa, un receptor de superficie celular para el factor β de transformación de crecimiento. Estos pacientes tienen un 3% de riesgo de desarrollar malformaciones arteriovenosas pulmonares. Epistaxis anteriores Coagulopatías Incluyen las siguientes: a) Deficiencia de los factores de coagulación (VIII, IX y XIII). b) Púrpuras trombocitopénicas y no trombocitopénicas, como la trombastenia de Glanzmann, en la que existe una deficiente agregación plaquetaria, con un tiempo de hemorragia prolongado acompañado de tiempos normales de protrombina y parcial de tromboplastina. Se debe a una deficiencia de dos glucoproteínas (IIb y IIIa) de la membrana de las plaquetas; se relaciona con una herencia autosómica recesiva con mutaciones en el cromosoma 17q21, y con una incidencia de Constituyen el 90% de las epistaxis. Se originan en el área del plexo de Kiesselbach y rara vez son profusas. Casi siempre puede localizarse sin dificultad el sitio de la hemorragia mediante una rinoscopia anterior. Se recomienda que, siempre que se explore la nariz en un paciente con epistaxis, se apliquen previamente algodones humedecidos con un vasoconstrictor (fenilefrina al 2%) y anestésico local (xilocaína en aerosol al 10%). Esta medida reduce el dolor y facilita las maniobras necesarias. Si el vaso con hemorragia es pequeño, se puede cauterizar con sustancias químicas (aplicadores con nitrato de plata al 75% y nitrato de potasio al 25%, o ácido tricloroacético al 50%). También se puede emplear cauterización eléctrica. Cuando no es posible controlar la epistaxis con estas medidas, o existe una hemorragia en capas de la mucosa nasal (habitual en pacientes con problemas de coagulación o leucemias), se recomiendan taponamientos nasales anteriores con algodón o gasa impregnados de vaselina o antibiótico, por tres o cinco días. En ocasiones, la aplicación de Gelfoam® o trombina con fibrinógeno en los vasos con hemorragia en el plexo de Kiesselbach son medidas suficientes para resolver una epistaxis anterior, aunque también pueden emplearse durante la colocación de taponamientos. En epistaxis anteriores recurrentes, la aplicación local en la porción anterior del tabique una vez por semana de crema de triamcinolona al 0.025%, combinada con vaselina, ha demostrado ser de utilidad. También se puede emplear pegamento de fibrina, sobre todo cuando existen coagulopatías adjuntas. Epistaxis superiores Las hemorragias de la región anterosuperior provienen a menudo de las ramas media o lateral de las arterias etmoidales anterior o posterior, mientras que las de la región posterosuperior se deben a ramas de la arteria esfenopalatina (rama nasal superior). Estas epistaxis suelen presentarse en fracturas de la pirámide nasal, sean de Epixtaxis, perforaciones del tabique, cara y colgajos faciales locales EPISTAXIS POSTERIORES Muchas veces son graves, angustiantes y difíciles de controlar. Los pacientes se presentan con hemorragia abundante por las fosas nasales y la pared posterior de la faringe. Las medidas terapéuticas iniciales son similares a las de otros tipos de epistaxis descritos; durante la colocación nasal del vasoconstrictor con anestésico se busca una vena permeable y se seda al paciente. En estos casos puede ser muy difícil precisar el sitio de la hemorragia por lo que se recomienda el taponamiento nasal anteroposterior. Taponamiento nasal posterior: los dos métodos más comunes para colocar este taponamiento nasal son el empleo de gasa o una sonda de Foley. Es importante mencionar que la hemorragia no se controla por la presión primaria que ejercen, sino por la oclusión de la coana que hace posible que el taponamiento nasal anterior llene por completo la nariz sin caer en la nasofaringe. Cuando se usa gasa, se pasa primero una sonda de Nelaton por la fosa nasal, se toma con una pinza de Kelly en la bucofaringe y se extraea por la boca. A continuación se doblan una o dos gasas de 10 por 8 cm (la cantidad depende del paciente) a las que previamente se aplican un poco de vaselina y unos hilos de seda 2–0 que atraviesan su centro y se anudan en la gasa; uno de sus extremos se lleva a la porción de la sonda de Nelaton extraída por la boca en donde se fija, de tal manera que, al retirar la sonda por la nariz, sustraiga consigo la seda y la gasa previamente doblada. La introducción de esta última en la nasofaringe debe dirigirse con el dedo índice, para evitar una posición inadecuada del tapón o lesionar estructuras, como el paladar blando. Al concluir esta maniobra se introducen los taponamientos nasales anteriores bilaterales, como ya se describió, con el cuidado de fijar los hilos de seda extraídos sin lesionar la columella. Por otro lado, la colocación de una sonda de Foley (14 Fr) es una medida más rápida y menos traumática para el paciente y es la que el autor utiliza con más frecuencia. La sonda se introduce por la fosa con hemorragia y, una vez que su punta alcanza la porción superior de la úvula, se insufla el globo con 7 a 8 mL de aire, se lleva hacia delante hasta aplicarlo sobre la coana, con el cuidado de no ejercer demasiada tracción (figura 12–1). Si el paladar blando se desplaza muy abajo, se disminuye la cantidad de aire del globo en la sonda. Después se aplican los taponamientos nasales anteriores, tras colocar una tela adhesiva alrededor de la sonda para mantener su tracción y fijarla sobre la mejilla del paciente. Se sugiere dejar los taponamientos nasales anteroposteriores cinco a ocho días; con ello se logra controlar la hemorragia en 90% de los casos. Sin embargo, hay algunos inconvenientes, como disfunción tubaria secundaria, con el desarrollo en algunos pacientes de otitis medias serosas, hemotímpano, otitis medias supuradas o laceraciones de la mucosa nasal, con la formación subsecuente de sinequias y sinusitis por alteraciones mucociliares. Becker encontró que la flora nasofaríngea normal puede reemplazarse por bacilos gramnegativos en pacientes con taponamiento nasal que también han recibido antibióticos sistémicos. Existe, además, una disminución significativa de PO2 arterial con elevación de PCO2; la hipercapnia se agrava, en especial en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que pueden desarrollar un síndrome de apnea obstructiva durante el sueño, junto con arritmias cardiacas e incluso infarto del miocardio. El autor recomienda emplear antibióticos sistémicos durante el tiempo que se dejen los tapones nasales, para disminuir la frecuencia de complicaciones infecciosas. TNA TNP Figura 12–1. Taponamientos nasales. TNA, taponamiento nasal anterior; se aplica con gasa en forma de acordeón. TNP, taponamiento nasal posterior, con sonda de Foley. El globo debe descansar en la coana. Capítulo 12 origen traumático o como complicación de rinoplastias. Después de colocar un vasoconstrictor con anestésico en la nariz, se identifica la región de donde procede la hemorragia y se coloca un taponamiento nasal anterior, con especial cuidado de presionar la porción superior y posterior del tabique nasal, en relación con los cornetes. Debido a que esta maniobra es dolorosa, se sugiere emplear sedantes (5 a 10 mg de diacepam son suficientes). El taponamiento se aplica en forma bilateral, con gasa vaselinada o impregnada en solución antibiótica, iniciando su introducción en forma de acordeón, de abajo y atrás hacia delante hasta alcanzar la región nasal superior. En seguida se cubre la nariz con Micropore® y tela adhesiva, haciendo compresión entre una y otra fosa nasales. Si a pesar de esta maniobra persiste la hemorragia, se valora la aplicación concomitante de taponamiento nasal posterior con gasa o sonda de Foley (epistaxis posterior), o tratamiento quirúrgico con ligadura de las arterias etmoidales y esfenopalatina. Se sugiere dejar los taponamientos cinco a siete días. 261 261 262 Oído, nariz, garganta y cirugía de cabeza y cuello Tratamiento quirúrgico de epistaxis Capítulo 12 Cuando los sujetos no responden a los métodos terapéuticos usuales, después de haber excluido causas sistémicas y regionales, la epistaxis se considera recurrente y grave. En ellos está indicado tratamiento quirúrgico, con ligadura de las arterias etmoidal anterior y maxilar interna. A menudo, la ligadura de la carótida externa resulta ineficaz, debido a las numerosas anastomosis bilaterales intranasales y a la participación en estas epistaxis de vasos terminales de la arteria carótida interna (arterias etmoidales). Lofgren estableció los siguientes criterios para el tratamiento quirúrgico de epistaxis: 1. Pacientes con mal estado general, hipertensos y con enfermedad pulmonar obstructiva crónica 2. Necesidad previa de taponamientos anteroposteriores repetidos para control de epistaxis 3. Pacientes que, después de retirar los taponamientos, continúan con hemorragia. Cuando es difícil determinar el lado de la nariz con epistaxis, la arteriografía selectiva ayuda a localizar el sitio preciso. Ligadura de las arterias etmoidales: las arterias etmoidales causan hemorragias en la región superior de la nariz; la arteria etmoidal anterior representa 2 a 15% de los casos. Kirchner, en un estudio efectuado en 150 órbitas, estableció las bases anatomo-quirúrgicas para su ligadura. Las arterias etmoidales atraviesan por sus respectivos agujeros entre la lámina orbitaria del hueso frontal y la lámina papirácea (figura 12–2), de tal manera que el etmoidal anterior se localiza 14 a 18 mm detrás de la sutura maxilo-lagrimal, y el etmoidal posterior 4 a 7 mm adelante del agujero óptico. La distancia entre estos dos es de unos 10 mm. El autor concuerda con Pearson en que no es necesario ligar la arteria etmoidal posterior, ya que su calibre es muy pequeño. La técnica quirúrgica consiste en lo siguiente: a) Incisión en la región nasociliar (tipo Lynch) de piel a periostio, previa infiltración local con xilocaína al 2% con adrenalina. b) Búsqueda del saco lagrimal y retracción de éste junto con el periostio orbitario. c) Identificación de la sutura entre la lámina orbitaria del hueso frontal y la lámina papirácea (sutura fronto-etmoidal). d) Levantamiento de la región posterior de esta sutura para identificar la salida de la arteria etmoidal anterior. e) Colocación de una grapa en la arteria antes de su entrada al agujero. Otros métodos efectivos son la cauterización y ligadura con seda 4 a 5–0. f) Hemostasia de la herida y sutura por planos hasta la piel. g) Aplicación de un taponamiento nasal anterior con gasa por 48 h. Figura 12–2. Radiografía de una paciente sometida a la aplicación de grapas para ligar la arteria etmoidal anterior y la maxilar interna, esta última a través de un acceso transantral de la fosa pterigopalatina. Ligadura de la arteria maxilar interna: proviene de la arteria carótida externa; surge detrás del cuello de la mandíbula para dividirse en tres ramas: mandibular, pterigoidea y pterigopalatina. Esta última atraviesa la fosa pterigomaxilar y posee siete ramas: 1. Arteria alveolar posterosuperior, que riega molares, premolares, parte del piso del seno maxilar, procesos alveolares y encías. 2. Arterias nasal accesoria y faríngea superior. La primera irriga el piso de la nariz, meato y cornete inferiores y porción inferior del meato medio. La faríngea superior perfunde la nasofaringe, sobre todo a nivel de los orificios tubarios. 3. Arteria infraorbitaria: surge a través del agujero infraorbitario, irriga los músculos recto y oblicuo inferiores, el saco lagrimal, los dientes incisivos y caninos, la mucosa del seno maxilar y los tejidos blandos de la porción media de la cara. 4. Arterias del orificio redondo y los conductos pterigoideos: contribuyen al riego de la región pterigoidea. Epixtaxis, perforaciones del tabique, cara y colgajos faciales locales Las ramas terminales de la arteria esfenopalatina atraviesan la superficie interna del esfenoides y terminan en el tabique nasal, hasta formar las arterias septales posteriores que se anastomosan con las etmoidales anterior y posterior, labial superior y palatina mayor, de tal manera que perfunden la porción posterosuperior del tabique y piso de la nariz. Acceso a la arteria maxilar interna por vía transantral. Seiffert fue el primero en publicar la ligadura de este vaso para controlar la epistaxis posterior. Chandler y Serrins sistematizaron el acceso transantral de la fosa pterigomaxilar y llevaron a cabo la operación bajo anestesia general o local, con xilocaína al 2% con adrenalina. La técnica se describe como sigue: a) Incisión gingivolabial, con legrado de partes blandas y levantamiento del periostio de la pared anterior del antro maxilar hasta identificar la salida del nervio infraorbitario a través de su agujero. b) Escisión de la pared anterior del antro maxilar, mediante cincel y pinzas de Kerrison, o con fresa de nitrógeno o eléctrica. c) Colocación de un algodón humedecido con fenilefrina sobre la pared posterior del seno, dejándolo 5 a 10 min, durante los cuales se incorpora el microscopio quirúrgico con objetivo de 10x y lente de 300 mm. d) Retiro del algodón e incisión en U invertida sobre la mucosa de la pared posterior del antro, de modo tal que se despegue un colgajo de base inferior. Lo anterior se puede realizar con instrumentos otológicos comunes (cuchillo de Rosen, bisturí vertical). e) Fractura, con cincel de 2 mm, del hueso de la pared posterior del antro maxilar, con cuidado de preservar el periostio. f) Eliminación de fragmentos óseos de la pared posterior mediante el empleo de microcucharilla. g) Cauterización de las venas del periostio e incisión de éste. h) Separación parcial de la grasa de la fosa pterigomaxilar; el cirujano debe tener presente que los elementos neurales de la fosa discurren en un plano más profundo que los vasculares, por lo que no hay necesidad de efectuar disecciones extensas de la fosa. A menudo, las pulsaciones de la arteria maxilar interna ayudan a su localización y asimismo de la palatina menor. La salida de la arteria esfenopalatina se encuentra en la región superointerna de la fosa y a ese nivel se coloca una grapa vascular y otra sobre el tronco principal de la arteria maxilar interna. Pearson sugiere, cuando se identifique la arteria palatina, aplicar también una grapa para reducir la posibilidad de riego retrógrado de la cavidad nasal, que pueda influir en el fracaso de la intervención; sin embargo, según la casuística del autor, no parece necesario. i) Reposición del colgajo de mucosa antral y aplicación de Gelfoam® en el seno. j) Hemostasia de la herida y cierre de la incisión gingivolabial con catgut crómico 3–0. k) Taponamiento nasal anterior por 48 h. Acceso de la arteria maxilar interna por vía intrabucal: esta técnica, desarrollada por Maceri, aísla la arteria maxilar interna entre su primera y segunda porción proximal a la alveolar inferior y distal a la meníngea media. La descripción de la técnica es la siguiente: 1. Anestesia general; se induce en el paciente un plano adecuado de relajación muscular. 2. Incisión de la mucosa de la región posterior del maxilar en el segundo y tercer molares sobre la región gingivobucal. 3. Disección con pinza de mosco, hasta localizar el músculo buccinador, con resección del tejido adiposo que se hernie a través de la incisión. Esta grasa se pone en solución fisiológica y se puede reinsertar al final de la operación. 4. Palpación de la rama ascendente de la mandíbula e identificación de la inserción del músculo temporal. 5. Con ayuda de una pequeña gasa montada en una pinza hemostática recta se diseca el músculo temporal de la pared media de la rama mandibular, preservando su inserción inferior; esta maniobra permite exponer la arteria maxilar interna, que se liga con grapas vasculares. 6. Durante el cierre quirúrgico se recomienda infiltrar los músculos de la masticación con bupivacaína u otro anestésico local para disminuir el trismo posoperatorio. 7. La incisión mucosa se cierra con catgut crómico 3. 8. Se coloca taponamiento nasal anterior con gasa por 48 h. Algunas de las ventajas de esta técnica son su rapidez y efectividad y no requiere emplear Capítulo 12 5. Arteria palatina mayor: desciende a través del conducto pterigopalatino, con la rama palatina mayor del nervio esfenopalatino, y se extiende hacia delante sobre la pared medial del paladar duro hasta el conducto incisivo. Sus ramas terminales pasan a través de este conducto para anastomosarse con ramas de la arteria esfenopalatina. Riega la región gingival, mucosa bucal, paladar blando y amígdalas palatinas 6. Arteria palatina menor. Se origina de la porción superior de la arteria pterigomaxilar y desciende paralela con la arteria palatina mayor para irrigar la porción posterosuperior de los alveolos dentarios, la encía y los paladares duro y blando 7. Arteria esfenopalatina. Es la rama terminal de la arteria esfenopalatina; atraviesa el agujero que lleva su nombre para entrar en la nariz, detrás de la punta posterior del cornete medio. En ese plano emite sus ramas nasales posterolaterales que se extienden a través de los meatos y cornetes nasales para anastomosarse con ramas provenientes de las arterias etmoidal y palatina mayor, para contribuir con el riego de los senos maxilar, etmoidal y esfenoidal. 263 263 264 Oído, nariz, garganta y cirugía de cabeza y cuello el microscopio. Es una buena alternativa, como medida anterior a la extirpación de masas muy vascularizadas en la nariz y senos paranasales, como el angiofibroma. Capítulo 12 Complicaciones de la ligadura de la arteria maxilar interna: la morbididad de este procedimiento es baja. El acceso por vía transantral se acompaña de parestesias en la cara e intolerancia al frío o el calor en un 30% de los casos. Sin embargo, en la mayoría de los pacientes estas molestias son transitorias y se deben tan sólo a la compresión del nervio infraorbitario durante la intervención. En casos aislados se han señalado diplopía y paresia de los músculos extraoculares y oftalmoplejía relacionada con un síndrome de la fisura orbitaria superior. El acceso por vía intrabucal puede producir trismo moderado a grave, durante varias semanas, y edema de mejilla. Por último, en pacientes con hipertrofia del músculo temporal, se dificulta localizar la arteria maxilar interna por esta vía. Ligadura y cauterización de la arteria maxilar interna por vía endoscópica. Prades, en 1976, introdujo el abordaje endonasal de las ramas de la arteria maxilar interna, en su descripción del agujero esfenopalatino. Dicho abordaje se puede realizar con el empleo de endoscopios rígidos de 0. 25 o 30º. La técnica quirúrgica consiste en lo siguiente: 1. Anestesia general. 2. Colocación de cotonoides impregnados con solución de cocaína al 4% o, en su defecto, fenilefrina, aplicados en el receso esfenoetmoidal. 3. Infiltración de xilocaína con epinefrina en el agujero palatino mayor y la pared lateral nasal. 4. Luxación medial y superior del cornete medio. 5. Incisión vertical de la mucosa en el meato medio, con elevación de un colgajo mucoperióstico. 6. Identificación de la cresta ósea que representa la sutura de unión entre el proceso vertical orbitario del hueso palatino y el ala mayor del esfenoides. 7. Se continúa la disección en forma posterior e inferior hasta localizar un repliegue fibrovascular en el agujero esfenopalatino. En este último se identifican las arterias esfenopalatina y la nasal posterior o nasopalatina. 8. Se cauterizan los vasos y se aplica un clip no metálico. Este abordaje tiene un porcentaje de fracasos del 17 al 33%. Angiografía y embolización de la arteria maxilar interna para epistaxis posteriores La angiografía es capaz de mostrar pérdidas sanguíneas tan pequeñas como de 0.5 mL/min, y una de sus mayores aplicaciones es la localización de epistaxis posteriores a la intervención (ligaduras arteriales) sin resultados satisfactorios debido, por lo general, a la presencia de revascularización, o al desarrollo de circulación colateral posterior. En estos casos, la angiografía transfemoral de la carótida externa con técnica de Seldinger y embolización de la maxilar interna con Gelfoam®, bajo control radios- cópico, ha mostrado buenos resultados. La embolización preoperatoria de tumores de nariz y senos paranasales también ha sido eficaz para reducir la hemorragia transoperatoria y, por lo tanto, la morbididad de estos procedimientos quirúrgicos. La incidencia de complicaciones mayores de este procedimiento es baja y se presenta en 2% de los casos. Entre éstas se encuentran accidentes vasculares cerebrales, ceguera, oftalmoplejía, parálisis del nervio facial y necrosis tisular. También se pueden presentar complicaciones menores, como dolor facial, cefalea, confusión mental, parestesias, dolor en región mandibular e inguinal y edema facial, los cuales aparecen en 10 a 15%. TRATAMIENTO DE LA EPISTAXIS SECUNDARIA A TELANGIECTASIA HEMORRÁGICA HEREDITARIA (SÍNDROME DE OSLER–WEBER–RENDU) El mejor pronóstico a largo plazo para controlar la epistaxis en este padecimiento se basa en tratamientos que modifiquen la textura de la mucosa nasal; a continuación de describen algunos de ellos: Dermoplastia del tabique Se toma un injerto libre de piel de 0.016 a 0.020 de pulgada de la cara anterior del muslo. Mediante una incisión en el surco nasofacial, que rodee el borde libre del ala de la nariz hasta su porción terminal, se expone la región anterior del tabique nasal, cuya mucosa se reseca, con el cuidado de preservar el mucopericondrio para colocarlo después del injerto sin piel, que se sutura con catgut crómico 4–0. Otra porción del injerto puede colocarse en la parte anterior de la pared externa de la nariz y la superficie interna del cornete a nivel del meato nasal inferior. A continuación se coloca Gelfoam® sobre el injerto y se aplica un taponamiento nasal con gasa impregnada en solución antibiótica, y se cierra la herida nasolabial con catgut crómico 4–0 en la región subcutánea y nailon 5–0 en la piel. Si es necesario, se repite el procedimiento del otro lado; los taponamientos se retiran cuatro a cinco días después del procedimiento. Fascioseptoplastia Hernández Valencia propuso esta técnica , que consiste en retirar, en forma selectiva, las zonas de mucosa nasal afectadas por telangiectasias, a través de una hemitransfixión previa con elaboración de los túneles nasales anterior e inferior homolaterales. Con posterioridad se coloca fascia temporal autóloga entre el pericondrio y el cartílago, a fin de cubrir los defectos creados en la mucosa nasal. El injerto puede fijarse con puntos separados de catgut 4–0. Si la anomalía es bilateral, se recomienda efectuar el procedimiento contralateral ocho a 10 sema-