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LA EXCELENCIA ES EL CAMINO Cristóbal de la Coba Ortiz Fernando Carballo Álvarez Carlos Alberto Arenas Reservados todos los derechos No está permitida la reproducción total o parcial ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso por escrito de los autores y del editor. Copyright © Cristóbal de la Coba Copyright © Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD) Edita: CRYRE Email: cryre@cryre.es ISBN10: 84-942121-3-3 ISBN13: 978-84-942121-3-0 Depósito Legal: M-17149-2014 Imprime: CRYRE LA EXCELENCIA ES EL CAMINO Cristóbal de la Coba Ortiz Fernando Carballo Álvarez Carlos Alberto Arenas PRÓLOGO La crisis económica ha puesto al sistema de salud español en una encrucijada. Son muchas las tensiones que ha provocado el hecho de haberse agotado un modelo de crecimiento continuo insostenible. Los clínicos están tensionados por el hecho de tener que seguir atendiendo a los pacientes, en muchas ocasiones, con menos recursos y menos tiempo. El mayor reto es aumentar la calidad y la excelencia en este entorno. Conseguir la máxima calidad posible, ajustada al entorno socio-económico en el que vivimos, es llegar a la excelencia. Excelencia es, por tanto, ser eficientes, usar de la mejor manera los recursos disponibles y dar la máxima calidad de atención tanto en tiempo como en forma con ellos. Para conseguir este concepto de excelencia que necesitamos, en el que se implican los aspectos sociales, económicos y asistenciales, es absolutamente necesaria la implicación del profesional. Durante años los gestores y los profesionales clínicos han vivido en mundos distintos manejando conceptos y valores diferentes. Es necesario que ambas culturas se acerquen; que el gestor entienda cual es la mejor evidencia disponible y el clínico el coste de oportunidad de cada decisión clínica que toma. La gestión clínica aúna ambos mundos y se perfila como la futura gobernanza del sistema sanitario donde el clínico tendrá más autonomía de gestión pero con más responsabilidad gestora. La capacidad de autogestionarse, en el clínico, será fundamental para conseguir que un sistema de salud con vocación social y universal como el nuestro, no se colapse por exceso de coste y demoras asistenciales. La organización excelente es tan fundamental como la excelencia clínica para conseguir los resultados óptimos, y para ello el clínico deberá conseguir ser también un organizador excelente de su propio trabajo y de la demanda de sus servicios. Los servicios de salud y los gestores deberán aprender a gestionar y estimular esa autonomía sin miedo a perder el control, conociendo de primera mano los resultados a través de sistemas de información transparentes en tiempo real, teniendo la suficiente flexibilidad para corregir las desviaciones no deseadas de manera ágil. Ya no vale ni la libertad clínica absoluta no modulada por el coste de oportunidad social, ni un gerencialismo que se comporte como un capataz de los clínicos sin estímulo ni liderazgo, pero desgraciadamente sigue existiendo una alta prevalencia de esas actitudes. Necesitamos hacer una transición hacia un nuevo profesionalismo, tanto en clínicos ganando capacidades organizativas y gestoras, como en gestores, ganando aptitudes de liderazgo, pedagogía en gestión y capacidad de estímulo, que desemboquen en una gestión clínica responsable que autorregule el sistema desde dentro y no con recortes impuestos desde fuera. No hay nada más estimulante para un gestor que descubrir profesionales que saben organizar su trabajo y se encuentran implicados en mejorar el coste efectividad de sus acciones. 5 No hay nada más estimulante para un clínico que tener un gestor que comprende tu trabajo, que más que controlar guía, apoya y estimula, y que entiende el valor de la innovación coste eficiente. La monografía que presentamos es un ejemplo de cómo ambos mundos (la clínica y la gestión) convergen para dar lo mejor a los ciudadanos que tratamos, pero también a la sociedad que es la que nos financia y por ello nos exige el mayor rendimiento y el mejor resultado. Carlos Alberto Arenas Marzo 2014. 6 PREFACIO Como la mayoría de vosotros he asistido a cambios importantes en la forma de entender y vivir la medicina en los últimos años. Hace justo 20 años empezaba mi formación como médico. No es que sea un nostálgico pero los noventa fueron una gran década. Todavía recuerdo cómo en las prácticas de Historia de la Medicina el Dr. José María López Piñero, en el año de su jubilación, nos enseñaba a buscar información utilizando un thesaurus. Al poco tiempo configuraba mi primera cuenta de correo electrónico en la biblioteca de la facultad. Algunos compañeros discutíamos sobre la utilidad y el futuro de internet y no imaginábamos lo que iba a suponer la red y la sociedad digital en nuestro futuro como médicos. La búsqueda de bibliografía, la relación con compañeros y pacientes, la irrupción de los smartphones y sus múltiples aplicaciones, las redes sociales, todo ha cambiado y nos ha brindado una gran oportunidad para mejorar nuestra práctica diaria y nuestra formación. También recuerdo cuando en cuarto de carrera el Dr. Miguel Bixquert nos hablaba de algo tan raro como la Medicina Basada en la Evidencia. Parecía un término redundante, todos pensábamos que la medicina se basaba en la verdad y en el método científico. Pero fue durante la residencia, y gracias al trabajo de grandes compañeros y de las sociedades científicas de nuestra especialidad, cuando entendí el verdadero cambio que había supuesto para el ejercicio de nuestra profesión la Medicina Basada en la Evidencia, la lectura crítica y la gestión del conocimiento. Parecía que pocos cambios tan relevantes podían volver a suceder, pero desde hace unos años se está produciendo una revolución que surge del choque entre dos realidades muy distintas. Por un lado, la del médico que con recursos suficientes se centraba en el acto médico y en la relación médico-paciente para prestar la mejor atención posible basada en la evidencia disponible. Por otro, la del médico del siglo XXI, con exceso de información, evidencia de distinta calidad, cada vez con menos tiempo para la relación con el paciente y en un entorno de crisis y pérdida de recursos que impone la aparición de una nueva relación, la relación gestor-clínico, hasta ahora ignorada en la mayoría de los casos. Podemos olvidarnos de la gestión, volviéndonos con nostalgia hacia aquellos maravillosos años, preocupándonos solo por nuestro paciente y la evidencia científica, pero al final nos daremos cuenta de que el coste de oportunidad y la gestión de recursos, procesos, estructuras y resultados van a influir en los cuidados que podamos prestar al enfermo, en los resultados obtenidos, en la calidad con la que desarrollamos nuestro trabajo, en nuestra situación laboral y en nuestro bienestar personal. En este entorno tenemos dos misiones como médicos comprometidos con la sostenibilidad y la mejor atención al paciente, debemos buscar la excelencia en nuestro día a día y debemos implicarnos e influir en la gestión de la sanidad. Solo con el apoyo de nuestras sociedades científicas podemos conseguirlo. Éstas deben alinear esfuerzos para incluir en los programas de formación cursos sobre gestión y excelencia, deben liderar proyectos para desarrollar, desde el punto de vista de los profesionales, sistemas de información e indicadores de calidad y seguridad, y, sin duda lo más importante, deben influir tanto a nivel local, autonómico y nacional, 7 para que políticos y gestores asuman que aquellos sistemas que motivan, incluyen a los profesionales en la toma de decisiones y reconocen sus logros tienen más posibilidades de ser sostenibles y aportar valor al gasto sanitario. Los profesionales debemos buscar la excelencia clínica, o lo que es lo mismo, una atención de calidad, segura, eficiente y orientada hacia los pacientes basada en el conocimiento y el criterio para juzgar la evidencia disponible, basada en el profesionalismo y en el humanismo, y basada en la información y la autoevaluación. Cuando los gestores se acercan a estos profesionales excelentes, colaboran con ellos, comparten herramientas de gestión de la calidad y de procesos, y les permiten desarrollar su liderazgo con autonomía, hablamos de gestión clínica. Con este texto pretendemos que os familiaricéis con conceptos relacionados con la calidad, la excelencia y la gestión, para que os sirva como formación en estas áreas y sobre todo para que os impliquéis, dentro de vuestras posibilidades, en la gestión de vuestra actividad. Por último, me gustaría agradecer la ayuda a Carlos y Fernando, ejemplos de excelencia y accesibilidad, a Cristina, Vicky y Sara, por su implicación en el proyecto y con la sostenibilidad y la gestión de nuestro sistema sanitario, y por supuesto a mi familia, Nuria, Adriana y Noa por su paciencia y comprensión. Cristóbal de la Coba 8 ÍNDICE 1. INTRODUCCIÓN 2. EXCELENCIA CLÍNICA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PROFESIONAL. - DEFINICIÓN - ¿CÓMO MEDIMOS O CERTIFICAMOS LA EXCELENCIA CLÍNICA? 3. EXCELENCIA CLÍNICA Y SU RELACIÓN CON LA CALIDAD ASISTENCIAL Y LAS ORGANIZACIONES. 3.1 CALIDAD DE LOS SERVICIOS SANITARIOS. SISTEMAS DE CALIDAD Y MODELOS DE EXCELENCIA. - MODELO EFQM - NORMA ISO 9001:2008 3.2 SISTEMAS DE ACREDITACIÓN DE LA CALIDAD - ACREDITACIÓN DE LA CALIDAD - JOINT COMMISSION INTERNATIONAL 3.3 GESTIÓN CLÍNICA EN CENTROS SANITARIOS. - GESTIÓN POR PROCESOS - MEDICIÓN DEL PRODUCTO SANITARIO - UNIDADES DE GESTIÓN CLÍNICA - PROTOCOLOS DE DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO. VÍAS CLÍNICAS COMO ESTRATEGIA PARA LA MEJORA DE LA CALIDAD. VARIABILIDAD EN LA PRÁCTICA CLÍNICA. GUÍAS DE PRÁCTICA CLÍNICA 3.4 SATISFACCIÓN EN LOS SERVICIOS SANITARIOS. 3.5 ECONOMÍA DE LA SALUD: EFICIENCIA COMO REQUISITO DE LA EXCELENCIA. - FARMACOECONOMÍA 3.6 SISTEMAS DE INFORMACIÓN Y TRANSPARENCIA. FACTURACIÓN. - TRANSPARENCIA - FACTURACIÓN 3.7 SEGURIDAD DEL PACIENTE 4. TRANSICIÓN A UN SISTEMA BASADO EN LA EXCELENCIA. 5. LA EXCELENCIA ES EL CAMINO. - MEJORA DE LA GESTIÓN - OPTIMIZAR, ADECUAR Y HUMANIZAR LA ORGANIZACIÓN - BÚSQUEDA Y RECONOCIMIENTO DE LA EXCELENCIA 9 10 1. INTRODUCCIÓN A pesar de los esfuerzos por homogeneizar la práctica médica, existen profesionales que sobresalen por encima de los demás. El concepto de excelencia clínica surge de la necesidad de reconocer a aquellos profesionales sanitarios que aportan un valor añadido a la práctica clínica y a las instituciones a las que pertenecen. Y puede enfocarse desde una doble perspectiva complementaria, la del profesional y la de la institución o sistema que presta servicios sanitarios. Hay una práctica clínica de excelencia que tiene que ver con el perfil clínico de aquel profesional que no se conforma con lo correcto sino que aspira a lo excelente. Esta es una posición de uso del conocimiento, técnica y sobre todo moral, o ética, que tiene que ver con el proyecto vital y profesional de cada uno. Es, por decirlo así, ejercer la clínica con sabiduría y prudencia. Un clínico excelente debe manejar la relación clínica, la información, identificar el bien para el enfermo de acuerdo a las preferencias de éste, exponer los cursos posibles de acción en función del conocimiento actualizado y validado y cooperar en la toma de decisiones del curso óptimo ponderando todos los factores, y entre ellos, la eficacia, la efectividad, la eficiencia, la equidad, la transparencia y la ausencia de conflictos de interés. Si hablamos de excelencia en cuanto a la atención sanitaria nos encontramos con que se ha llevado esta idea a la oferta de servicios basados en la “evidencia” en los que pueda deducirse efectividad y eficiencia, así como seguridad, y en los que se busca la difusión de herramientas de apoyo a esta práctica excelente. Además, estos servicios necesitan unos procedimientos que garanticen que efectivamente funcionan con ese plus que va más allá de lo convencional. Por eso existe ese concepto adicional de que además de basar sus decisiones en la mejor evidencia disponible pueda certificarse o acreditar ese camino hacia la excelencia. Por tanto, la búsqueda de la excelencia clínica debe ser una meta para el profesional y para los sistemas sanitarios, y en este sentido se han dado pasos necesarios de reconocimiento y acreditación de la calidad y la eficiencia. La excelencia clínica debe ser el único camino. 11 2. EXCELENCIA CLÍNICA DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL PROFESIONAL DEFINICIÓN Es relativamente fácil saber cuáles son los profesionales que se aproximan a la excelencia en cualquier servicio clínico u hospital preguntando a sus compañeros, pero resulta complicado definir y medir de forma reproducible esta subjetividad. La actividad médica y los grandes hospitales universitarios tienen tres misiones fundamentales que son la asistencia, la docencia y la investigación. Existen sistemas bien establecidos para reconocer y medir la producción en investigación y para acreditar la calidad en docencia. Además, para promocionar o mejorar las condiciones laborales se tienen en cuenta baremos que puntúan número de publicaciones o asistencia a cursos, pero pocas veces habilidades clínicas. En definitiva, existe un vacío a la hora de reconocer a los profesionales que persiguen la excelencia en su práctica clínica diaria. Estos profesionales son imprescindibles por aportar valor a las instituciones o servicios sanitarios, influir en la formación de nuevas generaciones de médicos, servir de reclamo para nuevos usuarios y perfeccionar la colaboración entre investigadores y clínicos favoreciendo el discurso intelectual, intercambio de información, traslado de la evidencia científica más novedosa a la práctica y captación de participantes para ensayos clínicos. Además, suelen formar parte de foros y sociedades médicas, participando en iniciativas de mejora e investigación, brainstorming y creación de corrientes de opinión. Ignorar y no recompensar a estos profesionales, que suelen ser los que más carga asistencial soportan, aumenta el riesgo de fuga a otras instituciones o a la medicina privada y disminuye la motivación y la implicación para conseguir una mejor atención, afectando seriamente a la asistencia sanitaria, capacidad de formación e investigación1,2. Aquellas organizaciones que pretendan reclutar o retener a profesionales excelentes en la práctica clínica deberán implantar modelos de reconocimiento, promoción e incentivo. En la Academia Miller-Coulson de Excelencia Clínica, creada en 2009 en la Escuela Universitaria de Medicina Johns Hopkins en Baltimore, se es consciente de la relevancia de esta situación y se trabaja para definir, medir y recompensar la excelencia clínica. Han identificado 7 dimensiones relevantes para el concepto de excelencia, como son3,4: 1.Habilidad en la comunicación interpersonal. Es fundamental en la relación médico-paciente. Consiste en la capacidad para simplificar conceptos y favorecer un mejor entendimiento, para escuchar y comunicarte con personas de diferentes niveles culturales y sociales, para empatizar y manejar situaciones estresantes. Incluso, en algunos casos, llevar más allá la relación médico-paciente, pasando a una relación de respeto y confianza mutua próxima a la amistad. Además de comunicarse con los pacientes, el médico debe mantener estas habilidades en la comunicación con sus compañeros y la administración. 12 2.Profesionalismo y humanismo. La relación entre el médico y su paciente debe ser respetuosa y compasiva. Debe primar la búsqueda del bienestar del paciente y los principios de autonomía y justicia social. El médico debe ser sensible a los valores culturales y personales del paciente, además de ser accesible y cercano. 3.Precisión diagnóstica. Son aquellos profesionales con gran capacidad para la integración de datos de la historia clínica y la exploración física y complementaria para llegar a un diagnóstico acertado. 4.Habilidad para la negociación con la administración o el sistema sanitario. Una de las obligaciones del médico es intentar mejorar el sistema en el que trabaja para conseguir la mejor atención posible para el paciente. En este sentido resulta imprescindible tener inquietudes relacionadas con la gestión sanitaria y conocer el canal, técnicas y datos relevantes para comunicarse con la administración. 5.Conocimiento. Para muchos es el fundamento de la excelencia clínica en medicina. Son profesionales con grandes conocimientos en epidemiología, clínica y opciones terapéuticas, que además saben trasladarlos a su práctica clínica diaria para, con los datos disponibles, detectar la mejor opción de diagnóstico o tratamiento. Estos conocimientos no se deben limitar a una especialidad sino que deben extenderse a múltiples campos. En este apartado la experiencia es un valor añadido. 6.Condición de experto en la práctica clínica. El médico debe aplicar de forma juiciosa la evidencia disponible a la hora de tomar decisiones sobre el cuidado del paciente. No es suficiente con conocer y aplicar guías clínicas, se debe conocer hacia dónde progresa el conocimiento en su especialidad. Significa conocer los últimos avances a través de la lectura y contacto con entornos de creación de conocimiento, y saber aplicarlos en su práctica diaria. Implica el buen uso de las tecnologías de la información, y conocer lo que no se sabe y cómo buscar lo que se necesita. Además es fundamental estar familiarizado con normas de lectura crítica, como las normas CASPE, y discernir qué información de la que recibe debe variar su práctica. Su condición de experto debe incluir la colaboración con grupos de investigación biomédica para la generación de nuevo conocimiento y la publicación de este material. Y su actuación debe estar guiada por criterios de eficiencia y seguridad. 7.Pasión por la clínica. Para muchos la medicina no es solo un trabajo, es una forma de vida, un reto intelectual y una forma de servir a los demás. Esta pasión les impulsa a comprender y ayudar, a aprender y escuchar, a mejorar y a superarse. Disfrutan y se entusiasman con el trabajo bien hecho. Estas siete dimensiones surgen de un estudio3 realizado mediante encuestas completadas por 24 profesionales, y aunque es un diseño cuestionable, estos dominios son muy parecidos a las seis áreas de competencia que se utilizan para evaluar a los médicos que finalizan su periodo de formación por el Accreditación Council of Graduate Medical Education (ACGME) norteamericano. 13 ¿CÓMO MEDIMOS O CERTIFICAMOS LA EXCELENCIA CLÍNICA? En la Academia Miller-Coulson se buscaron diferentes formas de transformar la definición de excelencia en una herramienta útil para poder medirla e identificarla. Mediante un proceso de entrevistas con colegas y grupos de expertos se desarrolla un currículo o cartera clínica que evalúa ítems subjetivos y otros cuantitativos, puntuándolos para poder medir la excelencia. Entre los cuantitativos incluyen cuestionarios de evaluación por jefes clínicos, número de publicaciones y presentaciones clínicas, datos obtenidos del sistema de información del hospital, número de pacientes que se trasladan desde una determinada distancia para ver a su médico, etc. Además este currículo es lo suficientemente abierto para adaptarse a las diferentes especialidades médicas. Se realizaron distintos tests de prueba y los resultados fueron satisfactorios para este método de detección de la excelencia, incluyendo las opiniones de aquellos médicos de diferentes especialidades que los habían completado. En la siguiente imagen podemos distinguir los diferentes componentes del currículo4. 14 3. EXCELENCIA CLÍNICA Y SU RELACIÓN CON LA CALIDAD ASISTENCIAL Y LAS ORGANIZACIONES La calidad equivale a cero defectos, calidad es hacerlo bien a la primera, calidad es la conformidad con unos requisitos previos, etc. La literatura especializada muestra la existencia de diferentes definiciones en torno a qué es Calidad5. Reeves y Bednar (1994) sintetizan las diferentes definiciones existentes en cuatro: (1) calidad como satisfacción de las expectativas, (2) calidad como conformidad con las especificaciones, (3) calidad como valor, y (4) calidad como Excelencia. Las diferentes definiciones de calidad condicionan el enfoque adoptado al abordar su gestión. Concretamente, Dale identifica cuatro etapas o niveles en la evolución de la Gestión de la Calidad: inspección, control de calidad, aseguramiento de calidad y Gestión de la Calidad Total6. La Gestión de la Calidad Total conlleva la aplicación de los principios de gestión de la calidad a todos los aspectos de una organización. Se produce un mayor énfasis en las personas, una mayor sofisticación de las herramientas y técnicas empleadas, mayor atención a la gestión del proceso, mayor formación y desarrollo de los empleados, mayores esfuerzos en eliminar actividades que no generen valor, etc. El proceso se extiende a los proveedores y clientes, con los que se busca establecer relaciones, y a todos los grupos de interés de la organización. Todas las actividades finalmente se reorientan para centrarse en el cliente, tanto interno como externo. Finalmente, existe la necesidad de mejora constante hacia la excelencia6. En resumen, el concepto de Gestión de la Calidad Total se puede definir como una estrategia de gestión cuyo objetivo es que la organización satisfaga de una manera equilibrada las necesidades y expectativas de todas las partes implicadas, clientes, empleados, accionistas y sociedad en general, donde se identifica calidad con excelencia7. Por tanto, la excelencia no es una meta sino el camino, supone la implantación de un método o filosofía de mejora continua o calidad total y satisfacción de expectativas. La adopción de esta filosofía de calidad total implica centrar la atención en una serie de dimensiones críticas. Estos aspectos o dimensiones críticas son, entre otros, autoevaluación, plan estratégico, compromiso ejecutivo, adopción de la filosofía, cercanía con los clientes, cercanía con los proveedores, benchmarking, formación, organización abierta, asignación de derechos de decisión a los trabajadores, mentalidad de cero defectos, producción flexible, mejora del proceso y medición. Para llevar a cabo el proceso de adopción de la Gestión de la Calidad Total, y el desarrollo de sus dimensiones críticas, se han diseñado los denominados modelos de excelencia. Entre los modelos que han alcanzado mayor popularidad se encuentran el Modelo Deming en Japón, el Modelo Malcolm Baldrige en Norteamérica, el Modelo EFQM (European Foundation for Quality Management) de Excelencia en Europa, o el Modelo Iberoamericano en América del Sur. Todos ellos se fundamentan en la filosofía, principios y técnicas de la Gestión de Calidad Total. 15 La calidad entendida como excelencia es el término más integrador de los existentes, ya que es aplicable indistintamente a procesos, productos, servicios e incluso a la organización en su conjunto. Así, el concepto de excelencia se define como “una filosofía de trabajo que da lugar a un proceso dinámico de mejora en el que el objetivo es alcanzar la eficiencia y la eficacia […] cumpliendo, al mismo tiempo, con las exigencias de los diversos grupos de personas que se relacionen con la organización […]”8. En el Plan de Excelencia de la Sanidad Valenciana 2005 podemos leer “... se articula alrededor de cuatro grandes objetivos. Estos redundarán en un servicio de máximos en eficiencia y en calidad: unos ciudadanos más y mejor informados, un mayor compromiso social con las personas, una asistencia personalizada y una responsabilidad compartida […] la implantación de medidas orientadas a la promoción de la calidad, la eficacia y la eficiencia de los servicios sanitarios […] Una sanidad moderna solo podrá ser eficiente y exitosa si cuenta con la satisfacción y el compromiso de los usuarios.”. Además, en este plan la Generalitat Valenciana se marca dos grandes retos “... la personalización de sus servicios, mediante su constante adaptación a las preferencias de los ciudadanos, y el compromiso con la calidad percibida y técnica de estos servicios.” y la necesidad de atender varias cuestiones como “... la efectividad de la asistencia prestada, la eficiencia en el manejo de los recursos de la sociedad, la accesibilidad a las prestaciones, la aceptabilidad de éstas por sus destinatarios, su adecuación a las necesidades de la población, el respeto a la capacidad de elección entre alternativas disponibles, la disponibilidad de información y la garantía de la competencia técnica de todos los participantes en el proceso asistencial. [...] y sólidamente fundamentado en la implicación de los profesionales, agentes últimos de la calidad de la asistencia sanitaria.”. También podemos encontrar otros ejemplos en el Plan Andaluz de Urgencias y Emergencias en el Documento Marco sobre Estándares de Calidad de la Atención Urgente del año 2012 “... los objetivos del Plan Andaluz de Urgencias y Emergencias son la mejora de la satisfacción de la población atendida por los servicios de urgencias, el aumento de la calidad científico-técnica de la asistencia urgente y la mejora de su eficiencia en términos de costes y resultados.”. Sin duda en estos párrafos encontramos los conceptos que definen una asistencia sanitaria excelente, aunque deberíamos resumirlos en los fundamentales, calidad, satisfacción, eficiencia, seguridad o minimización de los riesgos para el paciente e información y transparencia. Debemos conseguir un sistema que cumpla con los mejores estándares de calidad basados en la evidencia científica y que por cada euro gastado consiga el mejor resultado para el paciente. De este modo, diseñaremos un sistema sostenible y que aumenta el valor de la atención prestada. Este sistema debe satisfacer las expectativas de los usuarios y debe ser transparente en información y gasto. También debe reconocer y premiar a los profesionales que son los responsables últimos de conseguir estos objetivos. 16 3.1 CALIDAD DE LOS SERVICIOS SANITARIOS. SISTEMAS DE CALIDAD Y MODELOS DE EXCELENCIA Los servicios son intangibles y heterogéneos, siendo los resultados de su prestación muy variables. También son indisociables, no podemos separar la prestación del servicio del usuario, por tanto la interacción entre médico y paciente afecta considerablemente a la calidad y a su evaluación. La evaluación de la calidad debe hacer referencia tanto a los resultados como a los procesos de prestación de servicios. Y debemos prestar atención tanto a la calidad percibida o extrínseca (seguridad, fiabilidad y accesibilidad) como a la calidad cientifico-técnica o intrínseca (eficacia y efectividad). La calidad cientifico-técnica, referida a la capacidad de solucionar los problemas de la salud de forma aceptable mediante el uso del conocimiento y de la técnica, incluye todo lo que concierne al soporte físico, los medios materiales, organización interna, y sería la dimensión de lo que el consumidor recibe. La calidad percibida supone la integración de la calidad cientifico-técnica, la calidad funcional y la imagen corporativa. La calidad funcional se corresponde con la forma en que el consumidor es tratado en el desarrollo del proceso de producción del servicio, sería la dimensión del cómo el consumidor lo recibe, el trato y la información recibida. La calidad percibida incluye el concepto de satisfacción de los usuarios. El proceso de evaluación de la satisfacción implica, como mínimo, la intervención de dos estímulos: un resultado y una referencia o estándar de comparación. La satisfacción puede ser analizada desde un punto de vista economicista o psicológico, y está modulada por factores cognitivos y emocionales complejos. La mejora de la calidad significa tanto una búsqueda de la excelencia como la reducción de inequidades en las prestaciones y en la atención sanitaria. Conceptos importantes a tener en cuenta en la evaluación de la calidad de los servicios sanitarios son la accesibilidad, la equidad, la interacción con la organización, la participación del usuario (el usuario influye en el servicio que recibe porque participa en él) y la humanización de la asistencia. A pesar de esta complejidad, la calidad es evaluable y existen varios sistemas para ello; los más extendidos son el modelo EFQM y los Sistemas de gestión de la Calidad o Normas ISO. 17 MODELO EFQM El modelo EFQM de excelencia basa su desarrollo en la autoevaluación de las organizaciones como método de mejora continua. Los conceptos fundamentales de la excelencia para el modelo EFQM, que pueden ser considerados como el compendio de las “mejores prácticas” en el ámbito de la gestión de las organizaciones, son9: 1.Orientación hacia los resultados. La excelencia depende del equilibrio y la satisfacción de las necesidades de todos los grupos de interés relevantes para la organización (las personas que trabajan en ella, los clientes, los proveedores y la sociedad en general, así como todos los que tienen intereses económicos en la organización). 2.Orientación al cliente. El cliente es el árbitro final de la calidad del producto y del servicio, así como de la fidelidad del cliente. El mejor modo de optimizar la fidelidad y retención del cliente y el incremento de la cuota de mercado es mediante una orientación clara hacia las necesidades de las clientes actuales y potenciales. 3.Liderazgo y constancia en los objetivos. El comportamiento de los líderes de una organización suscita en ella claridad y unidad en los objetivos, así como un entorno que permite a la organización y las personas que la integran alcanzar la excelencia. 4.Gestión por procesos y hechos. Las organizaciones actúan de manera más efectiva cuando todas sus actividades interrelacionadas se comprenden y gestionan de manera sistemática, y las decisiones relativas a las operaciones en vigor y la mejoras planificadas se adoptan a partir de información fiable que incluye las percepciones de todos sus grupos de interés. 5.Desarrollo e implicación de las personas. El potencial de cada una de las personas de la organización aflora mejor porque existen valores compartidos y una cultura de confianza y asunción de responsabilidades que fomentan la implicación de todos. 6.Aprendizaje, innovación y mejora continuos. Las organizaciones alcanzan su máximo rendimiento cuando gestionan y comparten su conocimiento dentro de una cultura general de aprendizaje, innovación y mejora continuos. 7.Desarrollo de alianzas. La organización trabaja de un modo más efectivo cuando establece con sus partners unas relaciones mutuamente beneficiosas basadas en la confianza, en compartir el conocimiento y en la integración. 8.Responsabilidad social. El mejor modo de servir a los intereses a largo plazo de la organización y las personas que la integran es adoptar un enfoque ético, superando las expectativas y la normativa de la comunidad en su conjunto. Estos conceptos se reinterpretan en el Modelo EFQM de Excelencia 2013: seis conceptos han sido mejorados y revisados, se introducen dos conceptos nuevos y desaparecen los conceptos “Gestionar por procesos” y “Desarrollar alianzas”: 18 Conceptos Fundamentales de la Excelencia. Juan García del Valle. www.visionceg.com/index.php/modelo-efqm-2013 La aplicación de este modelo a una unidad clínica, servicio, área y en general cualquier organización, consiste en realizar una evaluación de los diferentes elementos que la integran (valores, modelo de gestión, procesos, resultados, etc.) y comparar los resultados con el referente teórico definido por la EFQM. Esta comparación permite, fundamentalmente, identificar los puntos fuertes y las áreas de mejora de la unidad que se evalúa y facilita una visión de su situación respecto a la excelencia sostenida definida por el modelo. Desde esta perspectiva el Modelo EFQM de Excelencia puede ser considerado como una herramienta de identificación de oportunidades de mejora, pero con la ventaja de que al utilizar un referente permite realizar una evaluación global, en profundidad y sistemática, sin descuidar ninguno de los aspectos importantes que pueden determinar la calidad de la organización. Además, la información suministrada por la evaluación resulta de gran ayuda para comprender y analizar los motivos de las deficiencias detectadas, promueve la identificación de soluciones creativas y facilita la puesta en marcha de acciones de mejora. Basándose en esta filosofía de la mejora continua, el modelo orienta a la organización sobre los reajustes que debe acometer en sus recursos, actividades y objetivos para la consecución de una organización más eficiente10,11. En definitiva, el Modelo de Excelencia sostiene que los enfoques tradicionales que basan la mejora en el análisis de aspectos parciales de la organización, tales como los resultados, no son suficientes para conseguir organizaciones competitivas capaces de adaptarse a los cambios del entorno, siendo necesaria la consideración de otros aspectos sintetizados en la siguiente premisa: “La satisfacción de clientes 19 y empleados y la obtención de un impacto positivo en la sociedad se consiguen mediante un adecuado liderazgo de los directivos en el proceso de transformación de la organización mediante el establecimiento de oportunas políticas y estrategias, un adecuado aprovechamiento de los recursos y alianzas de todo tipo y una buena gestión de sus procesos, todo lo cual lleva a conseguir la visión de la organización con excelentes resultados de negocio.” El modelo EFQM nos ayuda a ver hasta que punto una organización es excelente, desarrollando los principios previamente comentados. Por tanto, parte de una determinada idea de excelencia. Según esta idea: • Una organización excelente es la que tiene buenos resultados y no aisladamente: tiene buenas tendencias, cumple sus objetivos (que están establecidos de acuerdo con una lógica) y, si se compara con otras (a ser posible de su sector), siguen siendo buenos. • Los resultados no vienen solos: vienen de cómo está estructurada y cómo funciona la organización. En terminología EFQM, a esto se le llama “Agentes”. • Lo que une a los “Agentes” con los “Resultados” son los procesos; éstos deben estar relacionados con la Política y Estrategia de la organización, deben ser medidos y mejorados, y deben proporcionar, en último término, los resultados deseados. Una organización es un sistema. Todo está relacionado y todo depende de todo, y en último término, de la política de la organización y del liderazgo. Los resultados dependen de una cadena de inductores, que hay que conocer y sobre los que hay que actuar. Este modelo está compuesto por nueve criterios, diferenciándose claramente dos partes: el grupo formado por los llamados “Criterios o Agentes Facilitadores”, que se refieren a lo que la hace organización y cómo lo hace, e incluye el liderazgo, las personas, la política y estrategia, las alianzas y recursos, los procesos, productos y servicios (www.clubexcelencia.org); y el grupo de criterios “Resultados”, que dan cuenta de los logros obtenidos por la organización respecto a todos los grupos de interés (clientes, trabajadores, sociedad) y en relación a los objetivos globales. La premisa establecida por el modelo explica que los Agentes Facilitadores son los determinantes de los Resultados alcanzados y los procesos son los medios por los cuales la organización utiliza el valor de sus empleados para producir estos resultados. Como puede observarse, esta formulación no difiere de la clásica conceptualización de estructura, proceso y resultados propuesta por Donabedian que resulta más familiar en los servicios sanitarios11,12. El planteamiento genérico de cada uno de los criterios se especifica mediante un conjunto de subcriterios, hasta completar un total de 32, que detallan su contenido. De igual forma, en cada subcriterio se recogen las llamadas áreas a abordar o de interés, que aclaran, a modo de ejemplo de las mejores prácticas de gestión, cuál es el significado y alcance de cada criterio. A continuación se describe brevemente el concepto de cada criterio10: 20 • Liderazgo. Se refiere a la responsabilidad ineludible de los equipos directivos de ser los promotores de conducir la organización hacia la excelencia. Los líderes deben mostrar claramente su compromiso con la mejora continua, desarrollando la misión y la visión y actuando como modelo para el resto de la organización, implicándose con los clientes y colaboradores y reconociendo los esfuerzos y logros de los empleados. • Política y estrategia. Revisa en qué medida la misión, visión y valores de la organización están fundamentadas en la información procedente de indicadores relevantes (rendimiento, investigación, creatividad y comparación con las mejores prácticas, etc.), así como en las necesidades y expectativas de clientes y otros grupos de interés. También analiza la estructura de procesos que desarrollan la política y estrategia y cómo se transmite a toda la organización. • Personas. Considera la gestión de los recursos humanos de la organización y los planes que desarrolla para aprovechar el potencial de los profesionales. También estudia los sistemas de comunicación, reconocimiento y distribución de responsabilidades. • Recursos y alianzas. Evalúa cómo gestiona la organización los recursos más importantes (financieros materiales, tecnológicos, información), con excepción de los Recursos Humanos, y las colaboraciones que establece con organizaciones externas. • Procesos, productos y servicios. Se refiere al diseño y gestión de los procesos, productos y servicios implantados en la organización, su análisis y cómo se orientan a las necesidades y expectativas de los clientes. • Resultados relativos a los clientes. Se refiere tanto a la percepción que los clientes tienen de la organización, medida a través de encuestas o contactos directos, como a los indicadores internos que contempla la organización para comprender su rendimiento y adecuarse a las necesidades de los clientes. • Resultados relativos al personal. Se refiere a los mismos aspectos que el criterio anterior, pero en referencia a los profesionales de la organización. De igual manera se contemplan medidas de percepción de la organización por parte de las personas que la integran, e indicadores internos de rendimiento. • Resultados relativos a la sociedad. Analiza los logros que la organización alcanza en la sociedad. Para ello considera la repercusión de la organización sobre el medio ambiente, la economía, educación, bienestar, etc. • Resultados clave. Evalúa los logros de la organización respecto al rendimiento planificado, tanto en lo que se refiere a objetivos financieros como a los relativos a los procesos, recursos, tecnología, conocimiento e información. Este modelo reúne una serie de características que le hacen particularmente robusto y que han favorecido el creciente interés con el que se contempla en nuestro entorno. Es un instrumento genérico y muy flexible de forma que puede ser utilizado en cualquier tipo de organización o empresa, independientemente del tamaño, sector de negocio, o carácter público o privado, y puede referirse tanto a la totalidad de la organización como a diferentes divisiones, unidades o servicios10,11. 21 Tiene un carácter no prescriptivo, en el sentido de que la aplicación del modelo no dicta lo que hay que hacer sino que debe ser cada unidad la que decida las acciones a emprender, reconociendo que las propias características y singularidades de cada organización pueden determinar el camino a seguir para mejorar la eficiencia de una organización. El hecho diferenciador con otros enfoques, como la acreditación o la certificación, con los que el modelo frecuentemente es comparado (y a veces confundido), se debe a que fundamenta su estrategia en la autoevaluación13. Este abordaje indica claramente el compromiso de la propia organización por el aprendizaje y la mejora continua, centrando en estos aspectos los objetivos de la propia evaluación, en lugar del reconocimiento externo11. La ventaja que aporta la utilización del modelo como instrumento de identificación de oportunidades de mejora es que la autoevaluación que propone tiene un carácter sistemático, periódico y altamente estructurado, de forma que se revisan de una forma lógica y ordenada todos los aspectos críticos de una organización que pueden tener influencia en la calidad, representados por los 9 criterios y 32 subcriterios en los que está estructurado el modelo. La atención se dirige a la globalidad de la organización siendo más enriquecedora, realista y eficiente que los abordajes que se dirigen a aspectos concretos o parciales14. La incorporación del aprendizaje adquirido tras la evaluación en desarrollo de planes de mejora, confieren al modelo un carácter dinámico que posibilita adaptarse a las necesidades cambiantes de los clientes y de otros grupos de interés, a la disponibilidad de recursos de cada tiempo y la detección y ajuste de deficiencias potenciales. De esta forma se supera el carácter estático que establece el aseguramiento de un determinado nivel de calidad. Este carácter dinámico se refleja en el esquema del modelo, de forma que la innovación y aprendizaje actúan potenciando los agentes facilitadores, dando lugar a una mejora de los resultados15. Modelo EFQM de excelencia 2013. Juan García del Valle. www.visionceg.com/index.php/modelo-efqm-2013 22 Las características que se acaban de describir hacen que el Modelo EFQM de Excelencia sea considerado como un valioso instrumento de ayuda a la gestión ya que la sistemática que incorpora redunda en una planificación más sólida, fundamentada y acorde con las necesidades de cada momento, facilitando la transformación de las organizaciones que los nuevos retos exigen16-21. El objetivo fundamental de la autoevaluación mediante el Modelo EFQM no es tanto la obtención de una puntuación que, sobre todo en etapas iniciales, puede apartarnos de los objetivos perseguidos, sino la identificación de una serie de puntos fuertes y de áreas de mejora como bases para la revisión de la estrategia que se viene practicando22. No obstante, el modelo permite obtener una puntuación con la finalidad fundamental de conocer el lugar que ocupa la organización en el viaje a la excelencia, de analizar su propia evolución a lo largo del tiempo y de compararse con otras unidades u organizaciones en busca de modelos ejemplarizantes11. Si se decide otorgar una puntuación, se recomienda aplicar la denominada Matriz de Puntuación REDER (en inglés RADAR) que es el procedimiento utilizado por la EFQM para la valoración de las solicitudes al Premio Europeo de la Calidad. La amplia implantación de este sistema hace que se pueda considerar como un estándar, por lo que su utilización posibilita el ejercicio de la comparación con otras organizaciones. El esquema REDER considera cuatro elementos que sintetizan lo que una organización necesita realizar: resultados, enfoque, despliegue y evaluación-revisión. Estos elementos mantienen un claro paralelismo con cada una de las fases del conocido ciclo Plan – Do – Check – Act (PDCA), de forma que el enfoque es el equivalente a la Planificación (P), el Despliegue se refiere a la ejecución (D), y la evaluación y revisión corresponden a las fases de Control (C) y Ajuste (A)23,24. El elemento “Resultados” se refiere al grado en que los resultados obtenidos por la organización obedecen a la planificación de la organización, alcanzan los objetivos planteados, abarcan las áreas más relevantes y cuál es su evolución en el tiempo. El “Enfoque” evalúa en qué medida la planificación realizada por la organización responde a las necesidades de los grupos de interés, tiene una lógica clara, se identifican procesos bien definidos y apoya la política y estrategia. El “Despliegue” considera lo que hace una organización para llevar a cabo lo que ha planificado, valorando en qué medida se ha implantado lo que se ha planificado y la forma en que se ha realizado. La “Evaluación y Revisión” se refiere a las actividades de evaluación contempladas por la organización, a la periodicidad de su aplicación, y la utilización de los resultados obtenidos para emprender acciones de mejora. 23 Esquema REDER. Juan García del Valle. www.visionceg.com/index.php/modelo-efqm-2013 La valoración de los criterios del Modelo EFQM de Excelencia mediante estos elementos se realiza en función del bloque en el que estén incluidos, de forma que cada uno de los subcriterios de los agentes facilitadores se evalúan mediante los elementos Enfoque, Despliegue y Evaluación-Revisión, mientras que a los subcriterios del grupo de resultados deben aplicarse el elemento Resultados. Cada subcriterio se puntúa de 0 a 100 en función del grado de evidencia existente en la información recogida sobre los atributos considerados por los diferentes elementos. La puntuación de cada criterio se obtiene calculando la media aritmética de las puntuaciones de los subcriterios correspondientes. La puntuación final se obtiene ponderando el valor que alcanza cada criterio por el peso específico asignado por la EFQM a cada uno de ellos y sumando posteriormente todas las puntuaciones corregidas de los criterios. Los Agentes Facilitadores determinan el 50% de la puntuación total, mientras que los Resultados dan cuenta del otro 50%. La puntuación que finalmente se obtiene estará dentro de una escala de 0 a 1000, con Reconocimientos de Excelencia17 200+, 300+, 400+ y 500+. Es conveniente señalar que la aplicación del modelo EFQM en el sector sanitario implica dificultades como la comprensión del lenguaje utilizado para la descripción del contenido de los criterios, la gran exigencia de tiempo y dedicación con un esfuerzo continuo que muchas veces resulta incompatible con la carga asistencial, y el hecho de ser un modelo excesivamente teórico diseñado para la industria y el mundo de la empresa. 24 NORMA ISO 9001:2008 Los sistemas calidad nacen con la intención de proponer modelos de gestión que ayuden a las organizaciones a procurar la satisfacción de las expectativas de sus diferentes grupos de interés. Así surgen, por ejemplo, las familias de normas UNE-EN-ISO 9000 (sistemas de gestión de la calidad) y UNE-EN-ISO 14000 (sistemas de gestión medioambiental), además de los estándares OHSAS 18000 (sistemas de la gestión de la seguridad y salud en el trabajo). La implantación de sistemas de gestión, a partir de estos modelos, ha tenido un impacto significativo y es una práctica extendida debido, en cierta medida, a su carácter certificable, aspecto que permite a las organizaciones la demostración de buenas prácticas en la gestión de la función técnica asociada al grupo de interés objeto de atención25. La diferencia fundamental entre el sistema de gestión de la calidad ISO 9000 y el modelo EFQM, es que el primero incluye criterios de actuación, es decir, además de evaluar qué hay que mejorar establece cómo hacerlo. Por ello, estos modelos o sistemas de gestión son el complemento ideal para los modelos de excelencia, siendo ambos de implantación voluntaria. La familia de normas UNE (norma española)-EN (norma europea)-ISO (International Standard Organization) 9000, del año 2008, está constituida por tres normas básicas, complementadas con un número reducido de otros documentos (guías, informes técnicos y especificaciones técnicas). Las tres normas básicas son: • UNE-EN-ISO 9000:2000: Sistemas de gestión de la calidad. Fundamentos y vocabulario. Describe los fundamentos de los sistemas de gestión de la calidad y especifica la terminología para los sistemas de gestión de la calidad. • UNE-EN-ISO 9001:2000: Sistemas de gestión de la calidad. Requisitos. Especifica los requisitos para los sistemas de gestión de la calidad aplicables a toda organización que necesite demostrar su capacidad para proporcionar productos que cumplan los requisitos de sus clientes y los reglamentos que le sean de aplicación, y su objetivo es aumentar la satisfacción del cliente. En base a ella se puede obtener la certificación. • UNE-EN-ISO 9004:2000: Sistemas de gestión de la calidad. Directrices para la mejora del desempeño. Proporciona directrices que consideran tanto la eficacia como la eficiencia del sistema de gestión de la calidad y así acercarse a la excelencia, muy en la línea de lo que son los modelos de excelencia. El objetivo de esta norma es la mejora del desempeño de la organización y la satisfacción de los clientes y de otras partes interesadas. Las ventajas de la implantación de un Sistema de Gestión de la Calidad son lograr una estandarización de las tareas, mejorar la conciencia de la calidad, obtener mejoras organizativas (eficacia interna, claridad en las responsabilidades, implicación de los empleados) y mejoras en la relación con los clientes (confianza 25 de los clientes). Y, por tanto, los beneficios o efectos de la gestión de la calidad son un mayor ahorro, productividad, rentabilidad, mejora de la imagen, adopción de nuevos sistemas de producción y satisfacción de los empleados26. La implantación de sistemas de calidad aporta gran número de beneficios a las organizaciones, no solo reducen sus costes de manera razonable sino que, además, aumentan el grado de satisfacción de sus clientes y mejoran la motivación de sus empleados. Existen ocho principios de gestión de la calidad identificados en la norma UNEEN-ISO 9000:2005 como principios en los que se debe basar una organización cuando decida implantar un sistema de gestión de la calidad. Son en estos principios en los que se fundamenta la familia de normas internacionales, cuya finalidad es la de conducir y operar una organización de forma exitosa a través de una gestión sistemática y transparente. Estos principios son los siguientes: • Organización enfocada al cliente: Las organizaciones deben encaminar sus esfuerzos a comprender las necesidades actuales y futuras de los clientes, en definitiva, a satisfacer los requisitos de los clientes. • Liderazgo: El personal de la organización ha de estar involucrado totalmente en el logro de los objetivos establecidos por la empresa. Esta implicación del personal lo consiguen los líderes, que son quienes establecen unidad de propósito y dirección de la organización. • Participación del personal: La implicación total del personal hace que sus habilidades sean usadas para beneficio de la organización. • Enfoque basado en procesos: El logro de todos los objetivos planteados por la organización se consigue considerando todos los recursos y las actividades de la empresa como procesos, gestionando la calidad a través de los procesos identificados. • Gestión basada en sistemas: Identificar, entender y gestionar un sistema de procesos interrelacionados para un objetivo dado, mejora la eficacia y eficiencia de una organización. • Mejora continua: La mejora continua conseguida mediante la medición y análisis de los procesos. • Toma de decisiones basada en hechos: Las decisiones eficaces se basan en el análisis de los datos y la información. • Relación mutuamente beneficiosa con el proveedor: La organización ha de mantener una estrecha relación con sus proveedores, de esta manera se intensifica la capacidad de ambos para crear valor. 26 La estrategia de implantación de un sistema de gestión de calidad basado en normas ISO es compleja y precisa una serie de requisitos iniciales como disponer de una estructura organizativa madura y clara, tener una política de calidad ya en marcha, tener bien definidos los procesos internos, líderes y empleados comprometidos, etc. Una vez se ha decidido implantar un Sistema de Gestión de la Calidad basado en Normas ISO 9000 se dan una serie de pasos establecidos, que a modo de resumen serían27: • Diagnóstico de la situación actual. Para preparar trabajos posteriores, fijar objetivos, informar del inicio del proceso y reunir toda la información y documentación necesaria. • Diseño e implantación del sistema. La organización debe cumplir unos requisitos generales como la identificación de procesos, asegurar la eficacia y control de éstos, medir y analizar los procesos para su mejora continua y conseguir los resultados planificados. Además debe cumplir unos requisitos acerca de la documentación, siendo fundamental el diseño de un manual de calidad y el control y registro de la documentación. Según las Normas ISO 9000, el Sistema de Gestión de la Calidad debe organizarse en cuatro áreas o pilares, que son: --Responsabilidad de la Dirección. Política y Estrategia de la organización, política de calidad, enfoque hacia el cliente, planificación y compromiso, responsabilidad, autoridad y comunicación. --Gestión de los recursos. Recursos humanos, infraestructura y ambiente de trabajo. --Realización del producto o prestación del servicio. Planificación, procesos relacionados con el cliente, diseño y desarrollo, prestación de servicios, control de los dispositivos de seguimiento y medición. 27 --Medición, análisis y mejora. Seguimiento, medición, análisis de datos y mejora, programación de auditorías internas. • Auditorías del sistema de aseguramiento de la calidad. --Auditorías internas. --Auditorías externas. Certificación y Acreditación. En cuanto a los Sistemas de gestión de Calidad en sanidad, los servicios centrales y especialmente los laboratorios clínicos son los que presentan un mayor grado de certificación para Normas ISO. Para estos últimos existe una norma específica, la Norma ISO 15189:2007. Sin embargo, en servicios clínicos complejos donde la estandarización de procedimientos y tareas es muy complicada resulta de difícil aplicación. 3.2 SISTEMAS DE ACREDITACIÓN DE LA CALIDAD ACREDITACIÓN DE LA CALIDAD La acreditación, definida como un “procedimiento reservado, periódico y voluntario que evalúa los recursos institucionales, la forma como éstos se organizan, se articulan y los resultados que con ellos se logran”, tiene como finalidad garantizar a los usuarios que los establecimientos acreditados cuenten con los recursos y la capacidad para optimizar la calidad de atención, minimizando los riesgos atribuibles y de responsabilidad de los servicios. La acreditación lleva implícito un proceso de evaluación de la estructura, proceso y resultados, de cada uno de los servicios que integran el establecimiento de salud. El proceso de acreditación debe estimular la mejora continua, mejorar la atención y la seguridad del paciente, reducir los costes y aumentar la eficacia, aumentar la confianza pública y la posibilidad de incorporación a redes sanitarias, y mejorar la financiación. A nivel local determinadas CCAA tienen sus propios sistemas de acreditación. La Ley de Ordenación Sanitaria de la Comunidad Valenciana encomienda al sistema sanitario valenciano tanto la promoción de la educación sanitaria como la prevención de la enfermedad y la atención sanitaria a los ciudadanos enfermos, y ello como plasmación de unos principios rectores de universalización de la asistencia, de concepción integral de la salud, de descentralización, desconcentración y coordinación en la gestión de los servicios, de participación de la comunidad y de mejora continua de la calidad de los servicios. Y además, determina que, para la adquisición y mantenimiento de la calidad óptima del sistema de salud de la Comunidad Valenciana, se implantarán sistemas de garantía de calidad y acreditación de los centros y servicios sanitarios. Esta preocupación por la calidad en el ámbito sanitario valenciano queda plasmada en el Plan de Calidad Total de la Asistencia Sanitaria en la Comunidad Valenciana publicado en el año 2002. En él se asume la calidad total como estrategia global, cuyos principios de satisfacción de las necesidades de los pacientes, de orientación a los procesos, de motivación del personal y de aplicación de la mejo- 28 ra continua, permite dinamizar una organización sanitaria, haciendo así más asequible el objetivo de lograr una mejor asistencia al ciudadano con el menor coste. Una de las líneas estratégicas más importantes de este plan consiste en definir y promover un sistema de acreditación de centros, servicios y prácticas sanitarias para someterlos, con carácter periódico, a procedimientos de evaluación y acreditación de la calidad. Para ello se crea, por decreto del Gobierno Valenciano, el Instituto para la Acreditación y Evaluación de las Prácticas Sanitarias (INACEPS), dependiente de la Consejería de Sanidad. Este instituto ha desarrollado un sistema de acreditación de la calidad de las organizaciones sanitarias como instrumento fundamental en la búsqueda de la excelencia, y en la promoción, desarrollo y evaluación de la calidad, siendo pieza clave en el desarrollo de un sistema de salud moderno provisto de los rasgos de universalidad, integridad, eficiencia y equidad que promulga la normativa. En el año 2004 la Consejería de Sanidad publica el “Manual de Acreditación de Organizaciones y Prácticas Sanitarias” con el fin de evaluar la calidad de las instituciones donde se efectúen prácticas sanitarias. El manual es elaborado por un comité de expertos y técnicos de la Consejería. La evaluación de la calidad se realiza a través del estudio de diez dimensiones : • Dirección y gestión de la organización. Órganos de gobierno, plan estratégico, liderazgo, organigrama, gestión eficaz y eficiente, comunicación, evaluación y monitorización. • Gestión de los recursos humanos. Planificación de los recursos humanos. Transparencia y adecuación en la incorporación del personal. Formación, evaluación y satisfacción del personal (motivación, reconocimiento, promoción, igualdad de oportunidades, condiciones económicas y condiciones de empleo, implicación en equipos de mejora, huelgas). Responsabilidad y reconocimiento. • Gestión de las funciones logísticas. • Gestión de la información y del conocimiento. Confidencialidad e integridad, información basada en el conocimiento, integración con otros sistemas de información, historia clínica. • Gestión y mejora continua de la calidad. Política y plan de calidad. Evaluación y Gestión de la calidad. • Relación con los pacientes y aspectos éticos. Código ético. Acceso a la asistencia. Información, comunicación y derechos. Consentimiento informado y ensayos clínicos. Atención social y educación al paciente. • Proceso asistencial. Gestión de pacientes. Procedimientos y recursos diagnósticos y terapéuticos. Uso racional del medicamento. • Continuidad de la asistencia. Acceso a la asistencia adecuada e integrada. Continuidad asistencial entre atención especializada y atención primaria. Continuidad de la asistencia domiciliaria. 29 • Gestión y control de los acontecimientos adversos. Prevención de Riesgos. Control de riesgo infeccioso. Vigilancia sanitaria. • Resultados. Satisfacción. Resultados económicos. Resultados asistenciales. Plan asistencial. Estas diez dimensiones incluyen, sin lugar a dudas, los criterios y características que debe perseguir un sistema sanitario de calidad que tiene como objetivo final la excelencia. JOINT COMMISSION INTERNATIONAL La Joint Commission es una organización no gubernamental, independiente y sin ánimo de lucro, que acredita a más de 20 000 organizaciones a nivel mundial, organizaciones que solicitan la acreditación de forma voluntaria, tanto hospitales como servicios de salud, servicios a domicilio, servicios ambulatorios, transporte sanitario, laboratorios, etc. La información y la experiencia obtenidas al evaluar estas organizaciones se utiliza a su vez para actualizar estándares. Su misión es mejorar la seguridad y la calidad de la atención en salud en la comunidad internacional a través de la disponibilidad de educación, publicaciones, consultoría y evaluación de los servicios. La Joint Commission es la agencia americana de acreditación y en 1996 nace la división internacional, Joint Commission International (JCI). Desde 1999 acredita hospitales en Europa, Asia, Pacífico y Oriente Medio. Desarrolla estándares internacionales basados en la literatura científica, resultados de investigaciones y recomendaciones de expertos. Estos estándares internacionales de la JCI incluyen criterios ISO 9000 y criterios EFQM, además de estándares para el control de las infecciones nosocomiales, de seguridad contra el fuego, deseos y derechos del paciente, manejo del dolor, seguridad del paciente e identificación de errores médicos, infraestructura y cuerpo médico, etc. Los estándares deben ser verdaderamente realizables, centrados en el paciente y culturalmente adaptables. Se han desarrollado 368 estándares con 1033 elementos medibles. Recientemente la JCI ha establecido un nuevo programa de certificación de atención a patologías específicas, como diabetes o ictus. Es importante diferenciar la certificación de la acreditación: la primera se ofrece a unidades o servicios individuales y la segunda es una evaluación global de una organización. En España la acreditación de la JCI la lleva a cabo la Fundación para la Acreditación y Desarrollo Asistencial (FADA). Como vemos, la acreditación y/o certificación de la calidad se puede realizar por un instituto autonómico o por una organización internacional (JCI, ISO,...) a través de empresas acreditadas para ello (Aenor, Lloyds, Bureau Veritas, SGS, etc...). Pero en todos los casos, el camino para acreditar la calidad es parecido, iniciar un proceso de autoevaluación y de evaluación externa, disponer de un sistema de información fiable, estimular la mejora continua y la gestión de la calidad, y tener como objetivos la satisfacción, calidad, seguridad, transparencia y eficiencia. 30 3.3 GESTIÓN CLÍNICA EN CENTROS SANITARIOS La gestión clínica debe sustentarse en la Medicina Basada en la Evidencia y las Guías de buena práctica clínica y permitir tomar decisiones básicas en todos los aspectos de la actividad con gran repercusión sobre el gasto y la calidad. Los objetivos de la gestión clínica deben ser asegurar la calidad asistencial, la toma de decisiones seguras, disminuir la variabilidad clínica, utilizar los recursos disponibles de forma eficiente, favorecer la efectividad en la toma de decisiones y promover la continuidad de cuidados como elemento clave para garantizar la calidad asistencial. La base de la Gestión Clínica es una buena gestión de los procesos asistenciales. GESTIÓN POR PROCESOS Una organización dispone de sistemas de gestión con el propósito de asegurar sus objetivos y cumplir con su misión. Los objetivos especifican y orientan el trabajo de la organización hacia aquello que desean lograr. Para alcanzar sus propósitos se deben precisar las responsabilidades (quién), los recursos (con qué), las metodologías (cómo), los cronogramas (cuándo) y cualquier aspecto adicional que el nivel directivo considere que debe integrar el mando general de la organización para asegurar los resultados que esta desea alcanzar. El proceso es la unidad funcional indispensable para poder llevar a cabo los objetivos de la organización y su modificación es clave para poder conseguir una mejora continua y satisfacer las expectativas de los clientes en la consecución de la excelencia. Los procesos cruzan uno o varios límites organizativos funcionales, transitan por la organización horizontal y verticalmente, e interactúan con otros procesos y con los recursos necesarios para su ejecución. Según Ponjuán, un proceso puede definirse como un “… símbolo de actividad. Quiere esto decir que todo proceso implica una actividad, una transferencia, un movimiento, un cambio”28. El modelo EFQM (European Foundation for Quality Management) define un proceso como la “sucesión de actividades en el tiempo con un fin definido; organización lógica de personas, materiales, energía, equipos y procedimientos en actividades de trabajo diseñadas para generar un resultado específico; secuencia de actividades que añaden valor mientras se produce un determinado producto o servicio a partir de determinadas aportaciones. Los procesos pueden ser tangibles, por ejemplo, la introducción de la información en bases de datos, e intangibles, como sucede con los análisis de contenidos. Estos personifican a la organización mediante cada una de las etapas en que se realizan, ofrecen claridad sobre su buen o mal funcionamiento, permiten el perfeccionamiento y mejoramiento de la eficacia general de toda organización en tanto se gestionen debidamente hacia la consecución de una meta”29. 31 El enfoque basado en procesos o gestión por procesos en las organizaciones es la forma más eficaz para desarrollar acciones que satisfagan las necesidades de los usuarios internos y externos. Mediante el enfoque basado en procesos pueden identificarse y gestionarse numerosos procesos interrelacionados, analizar y seguir coherentemente el desarrollo de los procesos en su conjunto, así como obtener la mejora continua de los resultados por medio de la erradicación de errores y procesos redundantes en las diferentes funciones de la organización. Durante mucho tiempo, las organizaciones se acostumbraron a la tradicional división de funciones por departamentos; por eso, la adaptación de los sistemas a la gestión por procesos significa un cambio paradigmático en el que, aún cuando se comprenda su utilidad, es difícil de interiorizar por los miembros de una institución cualquiera. El liderazgo es un factor importante en el logro de los cambios organizativos porque dirige e impulsa las políticas y estrategias, las personas, las alianzas, los recursos y los procesos. Para evaluar la eficacia y la eficiencia de los procesos se emplea frecuentemente el ciclo de Deming o PHVA (planificar, hacer, verificar y actuar) donde, según la Norma ISO 9001:2008, en la fase “P” se establecen los objetivos y los procesos de acuerdo con los requerimientos y políticas de la organización; en la fase “H” se ejecuta aquello que se planificó y en la fase “V” se siguen y evalúan los procesos y resultados; finalmente, en la fase “A” se desarrollan acciones para mejorar el proceso. El concepto de PHVA conduce a mejorar continuamente los procesos de cualquier organización27. La Norma ISO 9000:2005, en su apartado 3.4.1, define un proceso como el “conjunto de actividades mutuamente relacionadas o que interactúan para transformar elementos de entrada en resultados”30. Luego, añade que los elementos de entrada para un proceso son generalmente el resultado de otros procesos. Más explícitamente, cada proceso tiene un punto de inicio (entradas) y un punto final (salidas), en los que puede producirse una relación entre el sistema y el ambiente, con otros procesos, vinculados con determinadas áreas de la organización, sean departamentos, grupos de trabajo, secciones, etc. En este caso, los procesos se denominan internos, porque cada uno suministra insumo a otro o a otros procesos. La gestión por procesos debe abarcar la totalidad, desde los usuarios, sean internos o externos, hasta todos aquellos que intervienen y apoyan los procesos fundamentales de la cadena de valor. Algunas de las diferencias entre organizaciones orientadas a los procesos y aquellas con una organización funcional tradicional serían31: • • • • • 32 Procesos: de complejos a simples. Actividades: de simples a complejas. Indicadores: de desempeño a resultados. Personal: de controlado a facultado. Directivo: de controlador a entrenador/líder. El conocimiento de los tipos de procesos ofrece la claridad necesaria para identificar prioridades y no perder de vista el objetivo-meta del sistema de gestión en el que se aplica la gestión por procesos. Existe una gran variedad de clasificaciones en la agrupación de los procesos, muchos de ellos se clasifican por su alcance o por su repercusión en la calidad aunque, desde distintos enfoques, generalmente se mencionan tres tipos de procesos: estratégicos, operativos y de soporte o apoyo. Los procesos estratégicos se ejecutan en las organizaciones para planificar, organizar y controlar los recursos. Los procesos operativos constituyen las actividades primarias de la cadena de valor y afectan el objetivo central de la organización en relación con la satisfacción del cliente. Finalmente, los procesos de soporte o de apoyo son las actividades secundarias de la cadena de valor que tienen clientes internos o apoyan los procesos operativos32. Porter clasifica las cadenas de valor de una organización en dos tipos: básicas u operativas y de soporte o de apoyo. Las actividades básicas son aquellas que crean valor para los clientes, mientras que las de apoyo ayudan a la coordinación, la infraestructura de la empresa, el desarrollo tecnológico, etc., con el objetivo común de obtener beneficios para los clientes de la empresa32. A partir de la identificación de los procesos que conforman el sistema de gestión, las organizaciones deberán considerar tres etapas principales para implementar la gestión por procesos. Estas son33: • Definir los procesos clave. • Coordinar y controlar su funcionamiento. • Gestionar su mejora por medio de la aplicación del ciclo de Deming. La gestión por procesos genera a cualquier organización múltiples beneficios, como reducir costes innecesarios (actividades sin valor añadido), revelar los procesos estratégicos y los redundantes e improductivos, definir el grado de satisfacción del cliente interno o externo, identificar necesidades, entender las diferencias entre la mejora orientada a los procesos (qué y para quién se hacen las cosas) y aquella dirigida a los departamentos o a las funciones (cómo se hace), anular las divisiones de las funciones por departamentos o unidades organizativas, asignar responsabilidades a cada proceso, etc. Los miembros de las organizaciones reconocen estos beneficios; no obstante, acostumbrados a algunos de los paradigmas dominantes hasta el momento, como el organigrama y la jerarquía, son –en ocasiones– los que frenan el desarrollo de esta nueva forma de gestionar la organización. Es necesario meditar sobre los incuestionables beneficios que la aplicación del enfoque de la gestión por procesos genera a las organizaciones, a partir del aumento de la satisfacción de sus clientes, con la integración de personas y procesos y el incremento de la productividad y la competitividad32. Desde el punto de vista sanitario, un proceso es el conjunto de actividades que iniciamos al solicitar la atención y finaliza cuando el paciente recibe el alta. El valor añadido será la obtención de la salud. La asistencia sanitaria es el resultado de 33 un método operativo que produce prestaciones de salud. La consecuencia lógica de la aplicación de la Gestión por procesos a las organizaciones sanitarias es dejar atrás el modelo caduco de organización en departamentos o servicios y buscar la reconversión a unidades de gestión clínica por procesos o grupos de enfermedades y la creación de unidades de atención multidisciplinar, siendo su principal objetivo prestar una atención sanitaria que aporte valor y orientada a satisfacer las expectativas del paciente. MEDICIÓN DEL PRODUCTO SANITARIO Nuestro producto no es tangible y no tenemos una clara frontera entre productos finales e intermedios por lo que tenemos dificultades para evaluar a la organización a partir de su producción en términos de resultados. La organización produce tantos productos como pacientes atiende. Es por lo tanto necesario reducir el número así infinito de posibles casos a un número menor, más manejable desde el punto de vista de la gestión. Esta situación es la que ha motivado el desarrollo de sistemas de medición del Case-Mix (casuística de pacientes atendidos) basados en la creación de grupos de pacientes homogéneos en relación con los aspectos relevantes desde el punto de vista de la finalidad para la que han sido concebidos7. La elección de los criterios de clasificación depende del objetivo para el que vaya a usarse el sistema, ya que en cada caso se tratará de eliminar factores de confusión que puedan intervenir. De los sistemas de clasificación de pacientes que se han utilizado para medir el Case-Mix: Disease Staging, Apache II, Severity Index, Patient Management categories, Grupos relacionados con el diagnóstico (GRD); éstos últimos son actualmente los más extendidos en la evaluación de la producción hospitalaria. Los GRD son la consecuencia de un largo proceso de investigación desarrollado en la Universidad de Yale, iniciado en los años 60 y finalizado con las características actuales a principios de los 80 con el soporte de la Health Care Administration. Conforman un sistema de clasificación de los episodios de hospitalización en clases de isoconsumo de recursos (unidades de coste) a fin de establecer una tipología basada en la recepción de una cantidad similar de servicios hospitalarios por parte de los pacientes. Entre sus ventajas destacan: • Número limitado. Solo hay 470 GRD frente a los 18 000 códigos de la CIE9-MC. • Sencillez de construcción a expensas de información fácilmente disponible en la historia clínica. • Implicación de los médicos en la gestión del producto final hospitalario. • Facilidad de comprensión por médicos y personal no facultativo. Actualmente los GRD constituyen una norma en cuanto a sistemas de clasificación de medición del Case-Mix. Su generalización ha supuesto en la práctica la cristalización de un consenso acerca del producto final hospitalario y la posibilidad de gestionarlo. Tienen un importante potencial como instrumento de gestión y ya suponen unidades razonablemente homogéneas de costos, dotadas además de significación clínica. Ello les hace especialmente adecuados para el estableci- 34 miento de estrategias de mejora de la efectividad, implicando a los profesionales sanitarios en las funciones gestoras relacionadas con el coste. Una de las grandes ventajas de los GRD es que se basan en información disponible en el Conjunto Mínimo Básico de Datos (CMBD). El CMBD incluye información de diagnósticos y procedimientos junto con variables demográficas y de estancia hospitalaria. Cada GRD se define en términos de una o más de las siguientes variables contenidas en el CMBD: diagnóstico principal, diagnósticos secundarios, procedimientos quirúrgicos, patología acompañante y complicaciones, edad y, en algunos casos, el estado en el momento del alta. A fin de garantizar una interpretación clínica, todos los códigos de diagnósticos principales están condensados en 23 Categorías Diagnósticas Mayores (CDM), mutuamente excluyentes y exhaustivas. La categoría a la que se asigna un determinado diagnóstico está en función del sistema orgánico afectado de manera predominante, o del especialista que normalmente lo trataría. El Sistema Geclif (Gestión Clínico-Financiera) puede ser un instrumento base en el control de la gestión clínica debido a que los GRD no incluyen en su peso el uso de tecnologías de última generación y permite conocer coste por proceso. Puede ser útil para facilitar la creación de unidades clínicas de gestión. UNIDADES DE GESTIÓN CLÍNICA El objetivo de estas unidades consiste en situar la Gestión Clínica en el núcleo de la organización e incorporar al profesional sanitario a la gestión de los recursos utilizados en su propia práctica clínica. Este modelo de gestión se basa en la descentralización de la organización hospitalaria para la creación de unidades asistenciales autónomas que mediante el acuerdo responsable de los profesionales en la consecución de objetivos consigan disminuir los costes en el cuidado de la salud manteniendo la calidad. El modelo se desarrolla alrededor de tres fundamentos básicos: • La orientación hacia el proceso asistencial mediante: – Protocolización de procesos asistenciales. – Atención integral. – Sistemas de información basados en el CMBD. – Mejora continua. • Autoevaluación mediante análisis de: – Calidad de cuidados médicos y enfermeros ofertados. – Procedimientos diagnósticos y terapéuticos utilizados. – Recursos utilizados. – Resultados clínicos obtenidos. • Autonomía de gestión en: – Recursos humanos y materiales. – Presupuesto. 35 Las unidades de gestión clínica deben disponer de Cartera de Servicios, o conjunto de prestaciones que se van a ofertar a la sociedad y a la administración, y Cartera de Clientes, que son los usuarios potenciales que pueden ser atendidos en dicha unidad. PROTOCOLOS DE DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO. VÍAS CLÍNICAS COMO ESTRATEGIA PARA LA MEJORA DE LA CALIDAD. VARIABILIDAD EN LA PRÁCTICA CLÍNICA. GUÍAS DE PRÁCTICA CLÍNICA La correcta práctica clínica y la reducción de la variabilidad clínica exigen la utilización de protocolos y guías clínicas que deberán ser de recomendada aplicación por los propios profesionales y conocidos por todos ellos, debiendo ser actualizados de forma periódica. El centro deberá establecer medidas para conocer el grado de adherencia y seguimiento de los protocolos en las distintas áreas del centro. Es necesario diferenciar entre vía clínica, guía de práctica clínica y protocolo. Estos tres instrumentos comparten como objetivo la estandarización de la práctica clínica y deben cumplir ciertos atributos como validez, aplicabilidad, flexibilidad, claridad, revisión sistemática, documentación explícita, ser desarrollados con o por profesionales clínicos, con métodos integradores de la investigación y las opiniones documentadas, basados en la información disponible y ser detallados, específicos y ampliamente diseminados34. Sin embargo no son equivalentes ya que presentan una utilidad y un ámbito de aplicación claramente diferenciados35. Las vías clínicas son mapas asistenciales que se aplican a enfermos con una determinada patología, y que presentan un curso clínico predecible. Su validez es local ya que solo sirven para un escenario clínico concreto y fuera de la institución donde se diseñaron su contenido puede no ser aplicable36. Contrariamente las guías de práctica clínica son un conjunto de recomendaciones diseñadas para ayudar a profesionales o pacientes en la selección de las mejores opciones diagnósticas y terapéuticas para una condición clínica específica35. En general suelen elaborarlas las sociedades científicas o gubernamentales por lo que su validez y aplicabilidad puede ser nacional e incluso internacional. Estas herramientas no implican la obligatoriedad de cumplir sus recomendaciones sino que presentan la base científica para que el profesional tome las mejores decisiones clínicas en diferentes contextos y situaciones clínicas. Los protocolos son planes precisos y detallados para el estudio de un problema biomédico o para el tratamiento de una determinada enfermedad. Su principal diferencia con las guías de práctica clínica radica en que comportan la obligatoriedad de seguir los principios que rigen una actividad y deben ser aplicados por todos los profesionales a todos los pacientes sin exclusión35. Las vías clínicas o mapas de asistencia son instrumentos para planificar y coordinar la secuencia de procedimientos médicos, de enfermería y administrativos 36 (test diagnósticos, medicación, consultas, educación, planificación del alta...) necesarios para conseguir la máxima eficiencia en el proceso asistencial. Su carácter de instrumento organizativo y multidisciplinario permite la estandarización de los cuidados para un grupo de pacientes con una misma patología y un curso clínico previsible37. Su formato habitual es el de una matriz de tareas-tiempo, tipo diagrama de Gantt38, cuyas columnas contienen las divisiones por días u horas y cuyas filas identifican los principales componentes de los cuidados39,40. Su origen se remonta a los años 50 cuando la industria norteamericana las desarrolló como herramientas para coordinar a todos los participantes en proyectos complejos, identificando la secuencia de acciones clave o “critical paths” (vías críticas) para llevarlos a cabo en el tiempo y con los resultados requeridos41. Las vías clínicas se emplearon por primera vez en sanidad durante los años 80 cuando en EE.UU. se generalizaron los métodos de pago prospectivo que obligaban a mejorar la eficiencia y reducir los costes de la asistencia sanitaria39. Son instrumentos multidisciplinarios que integran el conjunto de actividades de todos los profesionales que intervienen en la asistencia sanitaria42. La rápida diseminación de las vías clínicas en los EE.UU. fue debida a la alta competitividad de su mercado sanitario y a la creciente evidencia de variabilidad no deseable en la práctica clínica. Estos factores justificaron que desde los años 90 más del 60% de los hospitales usen vías clínicas para sus procesos más frecuentes43. En nuestro país el interés por las vías clínicas aparece en los últimos diez años como respuesta a la evolución de nuestro sistema sanitario, cuya sostenibilidad obliga a optimizar su eficiencia. La generalización de sistemas de información que permiten clasificar los episodios de hospitalización mediante GRD y la expectativa de un futuro pago prospectivo por GRD han contribuido a aumentar el interés por las vías clínicas en nuestro medio, justificando el crecimiento de la demanda de formación e investigación en este campo36. La principal dificultad para desarrollar vías clínicas es la ausencia de una metodología rigurosa y reproducible, encontrando en la literatura más consideraciones teóricas que fundamentos prácticos para el diseño e implantación. Los escasos trabajos sobre metodología presentan grandes variaciones entre autores, siendo paradójico que los métodos para diseñar instrumentos que reduzcan la variabilidad clínica estén sujetos también a gran variabilidad. Tradicionalmente las vías clínicas se han aplicado a diagnósticos y procedimientos de elevada frecuencia y coste, especialmente en los que existían variaciones que comprometían la eficiencia del proceso asistencial44. Por estas razones han conseguido su máxima implantación en procedimientos quirúrgicos como la cirugía coronaria, la prótesis total de cadera, el parto vaginal o la cesárea45. En esto radica su primera limitación práctica ya que pueden resultar difíciles de aplicar con éxito a muchos de los diagnósticos médicos habituales: esto se debe a la gran heterogeneidad de estos pacientes y a la dificultad de prever su evolución. En este sentido, algunas organizaciones han observado múltiples problemas al 37 intentar implantarlas en procedimientos o diagnósticos médicos debido a que la diversidad de su curso clínico no pudo planificarse en una simple vía clínica46. A pesar de esto, el perfeccionamiento en su diseño ha facilitado su aplicación con éxito en algunos diagnósticos médicos específicos como el infarto agudo de miocardio, el accidente vascular cerebral o la trombosis venosa profunda42. Se les atribuye la capacidad de reducir la estancia hospitalaria, los costes, las complicaciones, las readmisiones y el número de pruebas diagnósticas, mejorando la actuación terapéutica y la satisfacción de los enfermos y los profesionales. Todas estas ventajas son teóricas ya que se fundamentan más en resultados descriptivos o en opiniones de expertos que en estudios controlados y aleatorios. Esta falta de estudios controlados con un adecuado diseño es el factor que más limita la diseminación de estos instrumentos36. La variabilidad debe ser considerada como una condición intrínseca de la medicina, en ocasiones enriquecedora, siendo únicamente no deseable cuando ocasione resultados que se alejen de la buena práctica clínica. Este tipo de variabilidad no justificada, fruto de la incertidumbre que caracteriza la actividad médica, produce diariamente graves perjuicios para los sistemas sanitarios. Existen innumerables ejemplos como el publicado por Pickering47 referente a la prescripción de ciprofloxacino entre la población geriátrica. Este autor observó que la variabilidad en la prescripción de dicha quinolona producía un 23% de prescripciones no indicadas y un 49% de indicaciones en la que existía una alternativa igual de efectiva y más barata. Estudios recientes sugieren la utilidad de las vías clínicas para disminuir las variaciones en los resultados que se alejan de los estándares aceptados como, por ejemplo, en la estancia media hospitalaria. Las vías clínicas deben diseñarse mediante una racional combinación de la experiencia de los profesionales y la mejor evidencia científica disponible. Esto requiere de un proceso de discusión y consenso del equipo multidisciplinar que debe seguir un riguroso método de validación que necesita, generalmente, varios meses de reuniones y un estudio piloto para corregir errores en su diseño48. Se disponen de cuatro métodos para desarrollar vías clínicas: el método informal de consenso, el método formal de consenso, el basado en la evidencia y los métodos explícitos49. El método ideal es combinar el método formal de consenso, para valorar la experiencia interna, con el basado en la revisión crítica de la evidencia científica, para valorar la experiencia externa, utilizando técnicas de trabajo en grupo como la Delphi, el Program Evaluation and Review Technique (PERT), la nominal de grupos de Delbecq o los diagramas de flujos50. De este modo se disminuyen incertidumbres y se aporta rigor metodológico y solidez a las decisiones clínicas, generando documentos que deben denominarse vías clínicas basadas en la evidencia51. Con esta estrategia es más fácil conseguir tanto validez interna relacionada con la eficacia (obtención de los objetivos en 38 condiciones ideales) de las intervenciones como validez externa a partir del análisis objetivo de los resultados publicados sobre su efectividad (eficacia en la práctica diaria) y su eficiencia o impacto en los costes. Debido al coste de la realización de una vía clínica basada en la evidencia, seleccionaremos procesos con resultados mejorables que comporten un elevado riesgo y coste y que afecten a muchos pacientes36. Cuando existan varios temas que cumplan los citados criterios puede ser útil la escala de selección de Hanlon y Wiliamson modificada para priorizar con mayor objetividad50. Para la producción, implantación y evaluación de vías clínicas basadas en la evidencia se deben cumplir rigurosamente siete etapas36: • Reclutamiento del equipo multidisciplinar. No se puede excluir a ningún estamento implicado en la asistencia. • Combinar la experiencia interna de los profesionales (análisis de pasos intermedios clave mediante PERT, Delbecq, Delphi...) con la revisión crítica de la experiencia externa (consulta de guías clínicas, otras vías clínicas y protocolos). • Responder a las preguntas clínicas restantes mediante técnicas de medicina basada en la evidencia o métodos explícitos. • Diseño de la vía clínica provisional y de indicadores para su evaluación.Como mínimo deben incluirse indicadores relativos a dimensiones esenciales de la calidad como eficacia, seguridad, satisfacción y eficiencia. • Realizar estudio piloto y vía clínica definitiva. • Implantar la vía clínica definitiva. • Medir el impacto y revaluarla. En la actualidad las vías clínicas tienen ventajas teóricas y limitaciones reales. Su verdadero potencial para la mejora de la calidad depende de dos factores clave, la investigación y la imprescindible participación de los profesionales. La colaboración entre gestores y clínicos debe promover el uso de estas herramientas preferentemente para la mejora de la calidad y no como instrumento centrado únicamente en reducir los costes. No podemos olvidar que la participación de los pacientes debe tenerse en cuenta en el diseño de las vías clínicas, para mejorar la calidad percibida y dotar de valor añadido a la asistencia sanitaria52. Por tanto, uno de los objetivos últimos de guías clínicas, protocolos y vías clínicas es reducir la variabilidad de la práctica médica para obtener una asistencia sanitaria más segura y de mayor eficiencia y calidad. En este sentido, es interesante destacar la creación en nuestro país del Grupo Atlas VPM (de Variaciones en la Práctica Médica). El propósito de este grupo es conocer los beneficios o riesgos de la exposición a los servicios sanitarios por el hecho de vivir en un determinado lugar. Se evalúa la asistencia sanitaria recibida por más de 35 millones de españoles en 180 áreas sanitarias de 16 CCAA y dispone de datos clínicos (CMBD) de 3 millones de altas hospitalarias anuales desde el año 2002. 39 Atlas VPM supone, por primera vez en el Sistema Nacional de Salud, considerar la perspectiva poblacional para evaluar los servicios sanitarios e informar de las decisiones en política y gestión. Este proyecto, cuyo antecedente académico es el Darmouth Atlas of Health Care, analiza las variaciones injustificadas de la práctica médica, asumiendo que éstas pueden tener problemas de calidad por infrautilización de cuidados efectivos, sobre utilización de cuidados sensibles a la oferta de servicios (cuidados inefectivos e ineficientes) y acceso desigual a cuidados necesarios53. Tanto las guías clínicas como los protocolos tranquilizan las conciencias de médicos y gestores y se intenta premiar su cumplimiento o seguimiento. Pero las recomendaciones que surgen de las guías clínicas pueden presentar evidencia no actualizada, por ello es fundamental reconocer la labor de médicos excelentes y sociedades científicas que fomentan el intercambio de información y la creación de grupos de expertos para resolver las dudas que se plantean en el día a día y que surgen de la práctica en las unidades más reconocidas y avanzadas, creando corrientes de conocimiento, investigación e innovación. Por tanto, hay que tener en cuenta que construir indicadores a partir de guías clínicas puede retrasar la práctica clínica más avanzada y penalizar la excelencia. Además, no existe evidencia clara acerca de que seguir guías clínicas y protocolos mejore los resultados en salud54,55. Por otro lado, recordar que existe una variabilidad enriquecedora intrínseca a la medicina y relacionada con la excelencia, y querer homogeneizar la práctica clínica hasta las últimas consecuencias y como fin último, puede ser contraproducente. Por ello los algoritmos corporativos de indicación terapéutica no deben imponerse y limitar las opciones del médico. Más que como un sistema de imposición y control deben utilizarse como un sistema de información que nos permita revaluar y mejorar la práctica clínica. Debemos evaluar y gestionar los resultados, objetivos logrados, errores evitados y eficiencia, y no controlar o acotar cada uno de los pasos de la práctica médica. 3.4 SATISFACCIÓN EN LOS SERVICIOS SANITARIOS El estudio de la satisfacción de la sociedad respecto a sus servicios sanitarios se ha convertido en un instrumento de valor creciente para la investigación en servicios sanitarios56. La satisfacción del paciente es un resultado importante del trabajo realizado por los profesionales y un factor asociado a la utilización y a la conducta del paciente; esto justifica que se haya incorporado como una medida de la mejora de la calidad. Existen tres razones por las que se debería considerar la satisfacción como una medida importante de resultado del proceso asistencial. Primero, hay trabajos que demuestran que la satisfacción es un buen predictor del cumplimiento del tratamiento por parte de los pacientes y de la adhesión a la consulta y al proveedor de servicios. En segundo lugar, la satisfacción es un instrumento útil para evaluar las consultas y modelos de comunicación, como, por ejemplo, el éxito en informar o involucrar a los pacientes en la toma de decisiones sobre el tipo de atención. Y, en tercer lugar, la opinión del paciente puede utilizarse sistemáticamente para mejorar la organización de los servicios a proveer. 40 Así, la medida de la satisfacción56 es un instrumento cuyo valor va en aumento en todas las organizaciones, sean públicas o privadas, de producción o de servicios, y la idea de que el éxito de una organización depende de la capacidad de satisfacer las necesidades de sus clientes se ha generalizado hasta tal punto que se ha llegado a modificar la definición de calidad. La satisfacción56 con los servicios sanitarios es un concepto complejo que está relacionado con una gran variedad de factores como son el estilo de vida, las experiencias previas, las expectativas de futuro y los valores del individuo y de la sociedad. La satisfacción con la atención médica está influenciada por el grado en que la actuación del médico se corresponde con la expectativa del paciente. El concepto de satisfacción se basa en la diferencia entre las expectativas del paciente y la percepción de los servicios que ha recibido. Las experiencias negativas influyen en la satisfacción más que las positivas. En general, se identifican tres aspectos que los pacientes valoran de la asistencia sanitaria, el aspecto instrumental (aplicación de los conocimientos técnicos y capacidad para resolver los problemas), el expresivo (comportamiento respecto a los aspectos afectivos de la relación) y la comunicación (dar y recibir información). A grandes rasgos podríamos considerar que los contenidos del proceso asistencial relacionados con la satisfacción deben incluir, al menos, tres dimensiones diferentes de la atención: • La ciencia de la medicina. Aspectos técnicos instrumentales de la asistencia. • El arte de la asistencia. Aspectos comunicativos. • Las comodidades de la asistencia. La medida de la satisfacción56 será la medida de las diferentes dimensiones que la conforman. Estas tres dimensiones son coincidentes en la totalidad de los cuestionarios de medida de la satisfacción, aunque algunos autores incluyan otros aspectos relacionados con el proceso de atención. A la complejidad de la definición de la satisfacción hay que añadir la labilidad del sujeto de análisis, su falta de conocimiento científico-técnico, su estado físico o mental, la rapidez del proceso asistencial, etc. Esto explica la resistencia de algunos autores a incluir la satisfacción entre los criterios de calidad asistencial. La calidad56 es un concepto que depende de las características de los pacientes, varía con la edad, el sexo, el nivel educativo y socioeconómico y los cambios del estado de salud. Además, las características de los pacientes influyen en la actitud de los profesionales que repercute en la satisfacción de la población. Sin embargo, existen una serie de consideraciones éticas, desde el punto de vista del paciente, que justificarían que la satisfacción se incluya en la evaluación de la calidad: • El principio hipocrático, según el cual el bienestar del paciente ha de ser el interés máximo de la atención médica. • El principio democrático, según el cual aquéllos a los que concierne una decisión han de estar implicados en ella. 41 • Los derechos del consumidor, por los que tiene derecho a decidir aquello que él quiere. • El concepto de enfermedad, que debería desplazarse del concepto biológico estricto al concepto experimental de la misma, teniendo en cuenta los sentimientos además de una valoración externa objetiva. Aunque la medicina no siempre puede curar, sí que puede ser útil a los pacientes y satisfacer sus necesidades. Por esta razón el médico debe conocer cuales son las necesidades y experiencias del paciente, y una forma de alcanzar este conocimiento es, en parte, a través del análisis de la satisfacción. El objetivo del análisis de la satisfacción será, pues, facilitar información a los profesionales y a los gestores y administradores del sistema sanitario sobre aquellos aspectos de la organización sanitaria que son percibidos por la población como insatisfactorios y susceptibles de mejora mediante la modificación de circunstancias, comportamientos o actitudes de la organización que intervienen en el proceso asistencial. Los investigadores56 de este ámbito de conocimiento han avanzado en el diseño de instrumentos de medida de la satisfacción para evaluar la calidad de los servicios. Un ejemplo de estos avances son los cuestionarios derivados del “SERVQUAL” para su uso en el ámbito hospitalario que combinan las medidas de las expectativas y las percepciones, o el “Consumer/Provider Survey” que mide las experiencias y las percepciones en la atención y resolución de problemas concretos en la atención primaria, desde una doble perspectiva, la del usuario y la del proveedor. 3.5 ECONOMÍA DE LA SALUD: EFICIENCIA COMO REQUISITO DE LA EXCELENCIA La economía de la salud trata de diferentes aspectos de la distribución de recursos57,58: • En primer lugar, valora la salud y evalúa la relación entre la salud y sus determinantes sociales y económicos, por ejemplo, a través del análisis de la relación entre el estado de salud y la renta. • En segundo lugar, se ocupa de estudiar la oferta y la demanda de cuidados de salud, por ejemplo, mediante el estudio de los mercados de la salud y de las maneras de influir sobre la demanda y sobre sus patrones de uso, a través de la actuación sobre los precios y la creación de incentivos (por ejemplo, para aumentar las tasas de vacunaciones). • En tercer lugar, mide los recursos necesarios para ofrecer determinados servicios y analiza las distintas alternativas para suministrarlos. Así, contribuye a la gestión de los servicios de salud, por ejemplo, mediante la evaluación de necesidades, tanto a través de la estrategia epidemiológica descriptiva tradicional como con la aplicación del análisis marginal; ésta es la llamada evaluación microeconómica, que se ocupa de valorar los costes 42 y los beneficios socialmente relevantes, en comparación con los resultados de salud (eficiencia). • En cuarto lugar, valora los servicios de salud desde una perspectiva macroeconómica, a través del análisis de las funciones de compra, aseguramiento y provisión, así como la planificación, financiación, regulación y supervisión de los servicios sanitarios, por ejemplo mediante la realización de estudios comparativos internacionales. • En quinto lugar, analiza el grado de eficiencia y equidad que alcanza el sistema sanitario a partir de unos recursos que, por definición, son limitados, y analiza su distribución entre los diferentes segmentos sociales. Una de sus principales áreas de interés es la distribución equitativa de los recursos de salud entre los diferentes estratos sociales. La noción de equidad procede de la observación de que los recursos no están igualmente distribuidos entre los diferentes segmentos sociales. La lógica de cualquier análisis económico se basa en la noción de escasez, que significa que las necesidades superan los recursos. Los recursos son el personal, el tiempo, los edificios, el capital, la buena voluntad, los equipamientos, el poder y todo lo necesario para cubrir una necesidad. Para adquirir estos recursos y servicios se usa dinero, y por este motivo, con frecuencia, el término “recursos” se usa como sinónimo de dinero. Dado que los recursos son escasos, es necesario elegir no solo las necesidades que se desea cubrir y las que no, sino también hasta qué punto se van a cubrir. Cada decisión de usar un recurso implicará, pues, un sacrificio, porque cuando se usan los recursos para un fin determinado no se pueden usar para otros fines. El concepto económico de coste y de beneficio deriva de este principio. El beneficio es lo que se gana al cubrir la necesidad que se ha decidido cubrir, y el coste es el beneficio que se habría obtenido si los mismos recursos se hubieran empleado de manera diferente. Por esta razón, en la evaluación económica los costes que se intentan medir se denominan costes de oportunidad, para recordar que el coste de las acciones desplegadas es el de los beneficios no obtenidos por no haber desplegado otras acciones alternativas. Por lo tanto, la lógica de los análisis económicos de la salud se basa en la elección, la manera de hacerla y sus consecuencias. Las presiones económicas sobre los sistemas de atención a la salud59, la innegable visibilidad de la cuantía del consumo de medicamentos60 y, en Estados Unidos, la creciente competencia por el mercado de la atención a la salud61, han contribuido a propiciar el desarrollo de métodos para evaluar los costes y resultados de la atención. La farmacoeconomía es el estudio de los costes y beneficios de los tratamientos y tecnologías médicas. Combina la economía, la epidemiología, el análisis de decisiones y la bioestadística. Y como hemos comentado, la eficiencia se ocupa de valorar los costes y los beneficios socialmente relevantes, en comparación con los resultados de salud. 43 Los costes de la atención se suelen clasificar en costes directos, indirectos e intangibles. Se consideran costes directos a los cambios en la utilización de recursos requeridos o atribuibles a la intervención estudiada, incluye componentes médicos (personal sanitario, gastos hospitalarios, medicación, pruebas diagnósticas o reacciones adversas) y no médicos (transporte o subsidios); costes indirectos son los derivados de la morbimortalidad por la enfermedad o el valor monetario de los cambios en la productividad del paciente (por ejemplo horas laborales perdidas por baja laboral, transporte o espera); y costes intangibles son los correspondientes al dolor y el sufrimiento causados por la enfermedad62. Los resultados de una intervención pueden ser expresados de cuatro formas: eficacia, efectividad, utilidad y beneficio. Eficacia es el efecto producido en la variable a evaluar cuando la intervención es aplicada en condiciones ideales, experimentales, o de laboratorio. Efectividad es el efecto producido cuando el procedimiento es aplicado en condiciones medias habituales. Utilidad es el resultado obtenido medido en términos de calidad de vida y su duración. Beneficio es el resultado expresado en unidades monetarias63. FARMACOECONOMÍA En farmacoeconomía existen cuatro tipos principales de análisis: coste-beneficio, coste-efectividad, coste-utilidad e identificación de costes57,59,60,64. Los cuatro miden los costes de los cuidados de salud, pero difieren entre sí en la medida y la expresión de los beneficios obtenidos con estos cuidados. Con cada uno de estos diseños se pueden producir cuatro tipos de resultados: una mejoría del resultado a coste menor (lo que indicaría que la estrategia debe ser adoptada), un empeoramiento de resultados con incremento del coste (que implicaría que la nueva estrategia debe ser rechazada), una mejoría de resultados a mayor coste, o bien resultados peores a menor coste; las dos últimas posibilidades requieren ulteriores consideraciones, más detalladas, sobre subgrupos de pacientes u otras circunstancias en las que pudiera cambiar la dirección de los resultados. En el análisis coste-beneficio se compara el coste de una intervención médica con el beneficio que produce. Tanto los costes como los beneficios son medidos con las mismas unidades monetarias. Puede usarse, básicamente, para dos fines: para comparar los costes y los beneficios totales de un tratamiento con los de otro, o bien para comparar los costes y beneficios adicionales asociados al uso de uno u otro tratamiento. Cuando se desea comparar los costes y beneficios asociados al uso de un tratamiento que podría sustituir a otro que ya se está aplicando, se valoran el incremento del coste de este tratamiento y el de los beneficios que produce. El incremento de coste de un nuevo tratamiento es el coste de este tratamiento comparado con el del tratamiento convencional. Análogamente, el incremento de beneficio resulta de comparar el beneficio obtenido con el nuevo tratamiento con el del tratamiento convencional. Para las comparaciones de costes y beneficios totales se suele preferir el análisis de incremento de costes, porque permite precisar las diferencias entre dos modalidades de tratamiento57,64. Una de las principales limitaciones del análisis coste-beneficio es que los resultados (el beneficio aportado por el tratamiento) pueden ser difíciles de medir en términos monetarios. Además, plantea numerosos problemas éticos derivados de 44 asignar valores monetarios a los resultados del tratamiento. El análisis coste-efectividad compara los costes de una intervención, expresada en términos monetarios, con su efectividad, medida en términos clínicos (por ejemplo, número de muertes evitadas, o cambio en una variable clínica intermedia). Los resultados del análisis coste-efectividad suelen presentarse como una razón entre costes y efectos clínicos (por ejemplo, en dólares por vida salvada, o dólares por disminución general media de un 10% de la presión diastólica). Al igual que con el análisis coste-beneficio, se pueden comparar los incrementos de los costes totales y de la efectividad clínica de un nuevo tratamiento con los del tratamiento convencional61. En el análisis coste-utilidad los costes de una intervención son medidos y expresados en unidades monetarias, y los resultados son medidos como lo que los pacientes ganan con el tratamiento médico. En este tipo de análisis los resultados no son medidos con variables clínicas objetivas, sino con las valoraciones subjetivas que los pacientes hacen del efecto del tratamiento. Este tipo de análisis requiere, por lo tanto, que se asigne un valor, que los economistas denominan utilidad, a los resultados globales del tratamiento. Un valor de utilidad es una medida de las preferencias de los pacientes en relación con su estado de salud, o con el resultado de una intervención determinada. En investigación los valores de utilidad se usan para crear un criterio o escala de medición de resultados, ajustados por la calidad (por ejemplo, con una escala de 0 a 10 en la que 0 fuera el peor estado de salud imaginable y 10 el correspondiente a una salud perfecta). La unidad de medición en estos análisis, los años de vida ajustados por calidad de vida (QALY, quality-adjusted life years), se calcula a partir de datos de supervivencia y de preferencias del paciente: si un paciente viviera durante 10 años con una enfermedad que se asocia a un estado de salud de 0,8, tendría 8 QALY. Combinan la cantidad de vida con la calidad de vida, reflejan la importancia no solo de la expectativa de vida sino también de su calidad. Se ha seguido desarrollando el análisis coste-utilidad, y se han definido diferentes tipos de “utilidades” genéricamente conocidas como medición de la calidad de vida relacionada con la salud (healthrelated-qualityof-life, HRQOL). El impacto del deterioro del estado de salud en la calidad de vida define la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS). La CVRS es fundamental para la realización del análisis de coste-utilidad y, además, tiene valor predictivo en cuanto al uso de recursos sanitarios65 y es un buen marcador del efecto de las intervenciones terapéuticas sobre la enfermedad66. En cualquier caso, uno de los principales retos del análisis coste-utilidad es el desarrollo y la validación, en cada caso, de sistemas de valoración por el paciente. Para ello se han desarrollado diversos instrumentos que se usan en ensayos clínicos, como escalas de calidad de vida y de bienestar. Algunas de estas escalas evalúan la capacidad funcional en diferentes áreas y, a continuación, combinan estas mediciones para producir una puntuación única de utilidad, basada en las preferencias de los pacientes por cada uno de los componentes de los diferentes estados de salud incluidos en la escala. También se pueden usar otros sistemas de puntuación, basados en pedir a los pacientes que valoren su estado de salud en una escala numérica (de 0 a 10, de 0 a 100, donde 0 es la peor salud imaginable 45 y 10 o 100 corresponden a la mejor60,61,67. Las técnicas más utilizadas para la evaluación de la CVRS son los cuestionarios, que pueden ser genéricos o específicos; como ejemplo de cuestionario genérico podemos nombrar el EuroQol de cinco dimensiones (EuroQol-5D)68. El análisis de identificación de costes enumera, simplemente, los costes necesarios para la atención médica, e ignora los resultados. Sirve para determinar los costes de maneras alternativas de dar un servicio. Los resultados se expresan típicamente en términos de coste por unidad de servicio prestado. Dado que no mide los resultados, el análisis de identificación de costes solo es adecuado cuando se sabe que los resultados del tratamiento o su efecto beneficioso son equivalentes. Al igual que con otras disciplinas, la moda de la farmacoeconomía ha dado lugar a un incremento exponencial del número de publicaciones sobre evaluación económica y, como ha ocurrido antes con otras disciplinas nacientes, la calidad no ha sido uniforme. Así, por ejemplo, se ha comprobado que los estudios financiados por compañías farmacéuticas tenían ocho veces menos probabilidades de alcanzar conclusiones cualitativas desfavorables y 1,4 veces más probabilidades de alcanzar conclusiones favorables, en comparación con los estudios no financiados69. Desde hace años, el sistema de seguridad social australiano solo financia los nuevos fármacos para los que los análisis farmacoeconómicos demuestren una relación coste-efectividad, por lo menos en algunos pacientes. Como se ha visto anteriormente, estos análisis deben relacionar “cualquier mejoría de las consecuencias del tratamiento con los costes asociados a su empleo”. Investigadores australianos, que tuvieron acceso a toda la información presentada para obtener la financiación, observaron que de 326 documentos presentados entre 1994 y 1997, dos terceras partes presentaban “problemas graves de interpretación”; en ocasiones no había ensayos clínicos, o los que había eran de mala calidad o carecían de poder estadístico, los análisis eran defectuosos o llegaban a conclusiones no justificadas por los resultados, los modelos aplicados no eran apropiados, se partía a menudo de supuestos no fundamentados y los cálculos de los costes y los resultados no eran transparentes70,71. Esto ha conducido a la formulación de diversas recomendaciones sobre la publicación de estudios farmacoeconómicos. Hay que tener en cuenta que la evaluación económica está, en principio, sujeta a sesgos, tanto o más que las evaluaciones clínicas, porque si las primeras implican muchos costes intangibles y no cuantificables con las mismas unidades, las segundas tienen, en muchas ocasiones, poco interés por los valores que interesan al paciente, que no siempre coinciden con los medidos por un protocolo de investigación. La evaluación económica requiere una inversión importante de recursos y exige que los ensayos clínicos se realicen bajo normas estrictas de diseño y con la potencia estadística necesaria. Los estudios de eficiencia son fundamentales, sobre todo cuando nos ocupa la evaluación de tratamientos nuevos o tecnologías innovadoras. Tanto desde la administración como desde las sociedades científicas se deben estandarizar y promover este tipo de estudios, con el fin de obtener indicadores y estándares de calidad que incluyan y fomenten como objetivo la eficiencia. 46 3.6 SISTEMAS DE INFORMACIÓN Y TRANSPARENCIA. FACTURACIÓN Sin ninguna duda, la búsqueda de la excelencia tiene su pilar básico en la información. La autoevaluación, la mejora continua, la gestión, el benchmarking, la seguridad y la eficiencia deben sustentarse en una información fiable, actualizada, accesible, pública, extrapolable y comparable. Es la clave del éxito de la gestión, no podemos mejorar si no sabemos qué hacemos, cómo lo hacemos, si lo hacemos mejor que nuestro entorno y qué demanda nuestra sociedad. Un claro ejemplo de éxito basado en la información lo encontramos en la filosofía empresarial de Inditex, compañía española líder mundial en fabricación y venta de moda textil. Cada una de sus tiendas en el mundo dispone de dispositivos informáticos que transmiten en tiempo real información de lo que demandan sus clientes, esta información se analiza dos veces por semana, permitiendo variar la fabricación y el diseño según las necesidades reales de sus clientes. Esto sería fundamental para la consecución de la excelencia en los servicios sanitarios. Debemos disponer de un dispositivo informático para la recogida de indicadores en cada consulta, cada quirófano y cada habitación. De este modo, tendríamos información valiosísima en tiempo real, datos epidemiológicos que nos permitirían conocer, a ciencia cierta, los problemas de salud que más recursos demandan, datos acerca de la satisfacción de los pacientes, criterios de seguridad, compromiso por parte de los profesionales con protocolos, guías y vías clínicas, resultados clínicos de la atención, solicitud de exploraciones complementarias, eficiencia y coste asociado a resultado, continuidad asistencial, morbimortalidad, formación y motivación del personal, docencia e investigación, datos de actividad asistencial (como los recogidos en el CMBD: altas totales y codificadas, estancia media, índice de estancia media ajustada, media de diagnósticos,...), etc. La mayoría de los planes de calidad no salen de las puertas de la consejería o de las múltiples reuniones en diferentes direcciones generales. El verdadero reto es llevar la calidad a toda la organización, no solo a reuniones de gestores o directores implicados en la gestión de la calidad. La dirección es la opuesta, no del pasillo de gerencia a la consulta del médico, sino de cada consulta a gerencia. La información que se genera en cada acto médico es vital. Para afrontar este gran reto es imprescindible la motivación e implicación voluntaria y recompensada de los profesionales sanitarios y, sobre todo, disponer de un sistema de información consistente y eficaz que debe recoger información, monitorizar indicadores, analizar los resultados y buscar la causa de las disfunciones aparecidas, planteando, acto seguido, las correspondientes medidas de mejora y todo ello contando con la participación de todos los profesionales implicados. Además de contar con dispositivos informáticos en cada rincón de la organización que dispongan de programas y aplicaciones rápidas e intuitivas. Un sistema de gestión de la información debe ser integral, debe tener en cuenta las distintas características y requerimientos de tratamiento que presentan los distintos tipos de información generada por la actividad sanitaria, esto es, la pu- 47 ramente clínica, la administrativa y la técnico-científica basada en la evidencia y el conocimiento, procurando la implicación de todas las instancias de la organización en el mismo. El sistema de información debe ser confidencial, utilizar los instrumentos de medición, las herramientas de estadística y los métodos de análisis de los datos para convertirlos en información relevante, evitar los sesgos en la recogida de los datos, ayudar a interpretar los datos y la información y utilizar indicadores en la evaluación y mejora de los sistemas y procesos. Cabe añadir que consideramos indicador de calidad al objeto de estudio y estándar de calidad al resultado admitido. El proceso de gestión de la información coordina la recogida de información, la conectividad con otros sistemas distintos, organiza los datos, los analiza, los interpreta y los clarifica. Ha de permitir el uso de datos y de información específica del paciente para facilitar su asistencia, servir de registro, ayudar en la investigación clínica, apoyar el proceso de decisión, mejorar la actuación profesional y de la organización. Para ello, el sistema debe recuperar los datos históricos del paciente a la vez que suministra datos sobre el proceso actual. Desde que finalizó la descentralización de la gestión de las competencias sanitarias en el año 2002, cada comunidad desarrolla de forma autónoma y en función del nivel de implantación de sus sistemas de gestión de la información, programas específicos para la evaluación de la calidad y crean o eligen sus propios indicadores. Esta falta de homogeneidad y coordinación impide, en muchos casos, poder disponer de una información global y comparable entre comunidades, generando ineficiencias y multiplicando el gasto. Este error lo podemos encontrar, incluso, entre hospitales de una misma comunidad o entre la atención primaria y especializada de un mismo área. Por tanto, la creación de un sistema de información válido debe ser coordinado a nivel nacional e, incluso, europeo, debido al enorme coste que genera la búsqueda y revisión de indicadores útiles y la realización de estudios de coste-efectividad y eficiencia72. Un claro ejemplo de como un sistema de información puede cambiar la dinámica de un hospital es el sistema Florence desarrollado en el Hospital de Torrevieja (www.florencesalud.es). Florence es una historia clínica global que incluye historia hospitalaria y de atención primaria, aplicaciones departamentales, herramientas de gestión, utilidades para la gestión de datos generados por el sistema clínico, telemedicina, sistemas de información radiológica (RIS), sistemas de ayuda a la decisión, facturación, costes y retribución variable. Este sistema permite ahorrar costes, mejorar la información y satisfacción de los pacientes, mejorar indicadores asistenciales y retribuir a los profesionales según su rendimiento. Otros sistemas de información son el Green Cube desarrollado por TICH consulting para ASISA, el programa HORUS en la Comunidad de Madrid, el Proyecto REBECA del Ministerio de Sanidad o el Proyecto ENEIDA del Grupo Español de Trabajo en Enfermedad de Crohn y Colitis Ulcerosa (GETECCU). 48 TRANSPARENCIA El concepto de transparencia se asimila al de rendición de cuentas, imparcialidad o gobernanza73. La transparencia es el mejor antídoto contra la corrupción y permite que tanto ciudadanos como organizaciones independientes puedan evaluar, inspeccionar, intervenir y modificar la acción de gobierno. Según un reciente estudio del Quality of Government (QOG) Institute74, las tres principales dimensiones de la transparencia gubernamental son: • Gobierno abierto/Acceso a la información. • Protección de los informadores (denunciantes). • Publicidad (probabilidad de exposición/difusión). Detrás de todo ello se encuentra la idea clave del Open Data (Gobierno Abierto), es decir, el acceso universal a los datos recopilados por los diferentes gobiernos, instituciones y organizaciones. Se trata de un enfoque muy pertinente para el ámbito público, que debería permitir el acceso de todos los ciudadanos a las bases de datos no confidenciales de Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Universidades, Servicios de Salud, etc73. Según el Open Government Working Group (USA) los ocho principios clave del Open Data son: • Públicos/Completos: Se recomienda abrir todos los datos públicos. • Detallados/Primarios: Publicar los datos originales, con el nivel de desagregación más detallado posible. • Actualizados: Los datos deben ser puestos a disposición de los usuarios con la frecuencia necesaria para que no pierdan valor. • Accesibles: Es necesario hacer accesibles los datos al mayor número de usuarios posible. • Automatizados: Los datos deben ser procesados automáticamente (sin intervención humana manual). • Sin registro: los datos deben estar disponibles para todo el mundo sin necesidad de registro previo. • Abiertos: Se recomienda la utilización de formatos no propietarios. • Libres: Los datos deben ser de uso 100% libres para los usuarios. Siguiendo esta orientación, en nuestro país el mejor ejemplo es el portal Open Data Euskadi, cuyos objetivos son generar valor y riqueza, al permitir el análisis y evaluación de la propia administración pública y hacer accesibles los datos públicos del Gobierno vasco73. En 1993 se funda Transparencia Internacional, con sede en Berlín. Es una organización no gubernamental internacional dedicada a combatir la corrupción política, cuya herramienta fundamental es la divulgación y difusión de información. 49 Transparencia internacional impulsa campañas de concienciación sobre los efectos de la corrupción, promueve la adopción de reformas políticas, el establecimiento de reuniones internacionales sobre la materia; alienta la adhesión a las mismas y luego observa la implementación de dichos acuerdos por parte de los gobiernos, corporaciones y empresas. Además, monitoriza el desempeño de algunas instituciones claves y ejerce presión para la adopción no partidista de las reformas que sean necesarias. Por otro lado, no denuncia casos individuales de corrupción sino que orienta sus esfuerzos a la prevención y reforma de los sistemas. Desde 1995 publica el índice de percepción de la corrupción que mide, en una escala de cero (muy corrupto) a diez (ausencia de corrupción), los niveles de percepción de corrupción, en el sector público, de un país determinado. Transparencia internacional España comenzó a trabajar en el año 2000 y está gestionada por la Fundación Ortega-Marañón. A finales de 2012 presenta el Índice de Transparencia de las Comunidades Autónomas (CCAA) (INCAU 2012). Este índice pretende el doble objetivo de realizar una evaluación del nivel de transparencia de los Gobiernos de las diferentes CCAA y, por otra parte, impulsar y propiciar el aumento de información que estas instituciones ofrecen a los ciudadanos y a la sociedad en su conjunto. De acuerdo con la información que han facilitado las CCAA a la organización, el estudio determina que el País Vasco y la Rioja son las regiones españolas más transparentes, con una puntuación de 97,5 sobre 100 cada una; Canarias (63,8), Valencia (63,8), Castilla-La Mancha (58,8) y Murcia (55) son las peor situadas. Además, seis CCAA empeoran sus resultados con respecto a 2010: Murcia, Madrid, Castilla- La Mancha, Cataluña, Canarias y Asturias. Manuel Villoria, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y miembro del Consejo de Dirección de Transparencia Internacional ha recordado que, “en lo que se refiere a la rendición de cuentas, las administraciones públicas españolas están muy por debajo de otras como las alemanas, insistiendo en que la transparencia es, entre otras cosas, un aspecto clave para salir de la crisis porque es la imagen lo que está en juego”. La transparencia se traduce en credibilidad y confianza73. En el ámbito sanitario la transparencia es doblemente necesaria. Por un lado necesitamos transparencia presupuestaria, para saber a qué se destina cada euro gastado y, por otro, transparencia en datos e indicadores asistenciales, epidemiológicos y demográficos, de calidad y resultados, de eficiencia y satisfacción, para saber si cada euro gastado genera valor añadido. Según la Organización Mundial de la Salud75, la gobernanza en el ámbito sanitario se refiere a «la participación de actores a los cuales les concierne la definición e implementación de políticas, programas y prácticas que promueven sistemas de salud equitativos y sostenibles». Para ello, la información debe ser relevante y fácilmente accesible para los políticos, gestores, profesionales sanitarios y el público general. A todos los niveles, el buen gobierno sanitario requiere transparencia, responsabilidad e incentivos para promover la participación76. La sanidad española es una de las más opacas de Europa. 50 El buen gobierno de la Sanidad en España se ve acechado por un conjunto de limitaciones muy variado, de las cuales entre las más nocivas destacan77: • La restricción de la transparencia y el secretismo en el proceso de toma de decisiones, que casi nunca puede justificarse por la relevancia estratégica del asunto sustraído al control público o por la confidencialidad de los datos manejados. • La extensión desmedida de burocracia y paternalismo injustificado por sus resultados, expresado en las limitaciones de la capacidad de elección por los usuarios de centros o profesionales. • Aparición de “nuevas formas de gestión” sin que se evalúe la eficiencia de cada opción ni se rindan cuentas sobre su aplicación, algo especialmente grave. • Entorno de opacidad y falta de rendición de cuentas que favorece intereses partidistas y electoralistas que se autoperpetúan y mantienen actitudes indebidas e ineficiencias. La transformación más relevante en el gobierno sanitario ha sido el proceso de transferencias de la gestión de la asistencia sanitaria a las CCAA. Con la consiguiente centrifugación de las competencias sobre salud pública, la atomización del Sistema Nacional de Salud, configurado como una mera aposición de servicios autonómicos, perdiendo potenciales fortalezas como su carácter de red, coordinación, conocimientos y eficiencia, y la pérdida de equidad para el ciudadano, dependiendo la asistencia recibida de su lugar de residencia. Cabe recordar que el derecho a la protección a la salud pertenece a los ciudadanos y no a los territorios, y esta división en servicios autonómicos puede impedir que ciudadanos que viven en lugares diferentes tengan asegurada una misma atención. La gestión sanitaria es una actividad todavía inusual, siendo dominante la mera “administración sanitaria” basada en criterios políticos, y que desprecia criterios científicos y de eficiencia. La buena gestión es fruto de la necesidad de sobrevivir. Con presupuestos inerciales, poca medición de costes, menos de resultados y ausencia de autonomía y responsabilidad, muchas organizaciones sanitarias se comportan como meros servicios ordinarios de la Administración. Forzando esta deriva, se llega al penoso discurso que sostiene que la mejor administración sanitaria es la que no lleva a cabo la Administración, reconocimiento de ineptitud que tampoco lleva a adoptar las medidas que tales conclusiones aconsejan. Las concesiones administrativas y fundaciones pueden verse como vehículos para la huida del derecho administrativo y para evitar la transparencia y el control externo, aunque esta huida también puede explicarse por la baja flexibilidad, la burocracia y el inmovilismo que genera ineficiencia y comportamientos perversos y oportunistas. Por otro lado, la empresa pública tiene múltiples objetivos, doble relación de agencia (ciudadano, político, gestor), propiedad difusa y una suficiencia financiera que no depende de la competencia sino de decisiones políticas. Aun así, concesiones, fundaciones y empresas públicas pueden beneficiarse de una mayor flexibilidad, herramientas gestoras potentes y estructuras de personal y procesos más eficientes, y someterse a la evaluación de resultados (con el ejem- 51 plo de IASIST). Por tanto, como venimos comentando, lo importante es el control de los resultados, toma de decisiones y la eficiencia. Necesitamos una mejor política para una mejor gestión, y ambas para una mejor clínica. Transparencia, meritocracia, movilidad e incentivos adecuados surgen de nuevo como términos clave en la clínica, en un contexto, eso sí, de un profesionalismo tan cambiante como necesario y cuya esencia organizativa es la de disponer de un ámbito decisorio, diagnóstico y terapéutico, autónomo dentro de la organización sanitaria a la cual pertenezca. Organización que, a su vez, vive influida por la forma en que la sanidad esté estructurada y financiada77. La salida de la crisis requiere eliminar la corrupción de los engranajes sociales de España. Tal corrupción no se refiere únicamente al abuso del poder político o de los recursos gubernamentales para el beneficio ilícito de terceros. Corrupción también significa echar a perder o depravar nuestras instituciones perdiendo capacidad para dar respuesta a las exigencias de eficiencia y productividad que el entorno actual exige. Para aumentar la productividad, como cualquier estudioso de la economía sabe, se requiere: • Mejor capital humano, atraer talento y mejorar la educación. Por tanto, incentivos a aprender y una sociedad más meritocrática y menos “digitalizada” en sus mecanismos de selección y promoción. • Menores costes de los servicios. Por tanto, reguladores independientes no capturados por las empresas ni los partidos políticos. • Inversión pública acertada. Hay que evaluar políticas públicas, generalizar la habitual pregunta de si la producción de salud no será más costosa de lo necesario y si la salud que se produzca no se valora menos que lo que cuesta. • Movilidad de personas y capitales: estimular la competitividad y la meritocracia. • Parece evidente que la política no es el problema, sino la solución. Pero se necesita una mejor política para una mejor gestión y, por tanto, a través del fomento de la transparencia. • Para progresar en el gobierno de la sanidad necesitamos: • Un grado suficiente de competencia entre productos o servicios, aunque se trate de una competencia referencial o competencia por comparación. • Objetivos claros y medidas de eficiencia: central de resultados, central de balances y similares, transparentes, con auditorías a posteriori. • Presión de los usuarios gracias al acceso a la información y la libertad de elección, que pueden conseguir que las organizaciones sufran los costes de la “no calidad” o, como mínimo, de su componente subjetiva. • Que ese buen gobierno tenga importancia “económica” para el país, comparable. • Separar la función del Estado como propietario de la función, del Estado como regulador: la financiación ha de ser competitiva. 52 • Existencia de una agencia que represente la propiedad del Estado, que responda ante el parlamento. • Consejo de administración profesional, independiente, basado en capacidades. • Proceso público y meritocrático de contratación de directivos. Además de la mejora de la gestión y la democratización del sector, una de las razones más importantes para fomentar e incrementar la transparencia del sistema sanitario es, sin duda, la promoción de la autonomía y corresponsabilidad de los pacientes, facilitándoles la información necesaria para poder ejercer una adecuada toma de decisiones. Sin embargo, en el epígrafe “Transparencia” de la página del Ministerio de Sanidad podemos encontrar únicamente acceso a una información agregada de carácter general (e incompleta) de los considerados como indicadores claves del SNS a través del Portal Estadístico del SNS, advirtiendo con una serie de cautelas excesivas acerca de la protección de datos73. En la otra cara de la moneda podemos encontrar la página web de L´Observatori del Sistema de Salut de Catalunya (OSSC) con un servicio de Open Data, central de resultados, indicadores de salud y hospitalarios, objetivos del plan de salud, etc. Aunque se echa en falta mayor comparación de resultados con estándares internacionales y benchmarking. Queda mucho camino por recorrer y, de momento, en lo que se refiere a la transparencia de nuestro sistema sanitario, nos encontramos en una posición de desventaja, poco prestigio, poca credibilidad y pérdida de confianza. Se permite un sistema opaco y compartimentalizado que impide la libre elección, la libre circulación de personas y capitales, castiga la excelencia y el talento, conlleva un retroceso en competitividad, buen gobierno y sostenibilidad, y nos aleja de la oportunidad que supone un sistema de salud integrador, que aúna esfuerzos y energías, de calidad e innovador con capacidad para atraer inversiones, alianzas, profesionales y pacientes. FACTURACIÓN Disponer de un sistema de facturación es un paso más en la implantación de un sistema de información; es necesario para conocer costes reales y para la realización de estudios de eficiencia. Tanto la administración, como el médico, como el paciente, deben conocer el coste real y directo de cada acto médico. Además de permitir el traslado de estos costes a terceros, como aseguradoras, otros servicios de salud, etc. Las unidades administrativas deben tener procedimientos para gestionar adecuadamente los aspectos de tarificación y facturación. Estos procedimientos incluyen la información que los pacientes deben recibir sobre su situación económica y administrativa. Se debe llevar a cabo un comportamiento comercial ético, proporcionando información que refleje de manera segura y completa el nivel de servicios y costes. 53 3.7 SEGURIDAD DEL PACIENTE La seguridad del paciente es un componente esencial del desarrollo de la calidad asistencial. Una práctica clínica segura exige identificar qué procedimientos clínicos diagnósticos y terapéuticos son los más seguros y eficaces, asegurar que se aplican a quien los necesita y realizarlos correctamente y sin errores78. El interés por los riesgos de la asistencia sanitaria se generaliza tras la publicación de distintos estudios que sitúan la tasa de Efectos Adversos (Eas) en pacientes hospitalizados entre un 4 y un 17%, de los que hasta un 20% fallece como consecuencia de estos. Estos sucesos prolongan la estancia hospitalaria una media de 8,5 días y un 50% se consideran evitables79-82. En 1999 se publica el informe del Instituto de Medicina estadounidense To Err is Human: Building a Safer Health System83; extrapola los resultados de dos estudios para enfatizar que de 33,6 millones de pacientes ingresados en hospitales norteamericanos al año, entre 44 000 y 98 000 mueren como resultado de un error médico, siendo superior al número de muertes atribuibles a los accidentes de tráfico, accidentes laborales o al cáncer de mama, por ejemplo. Además, estima el coste total de los Ea entre 17 y 29 billones de dólares. Gracias a este informe se resalta la verdadera magnitud del problema, convirtiendo así la seguridad del paciente en el centro de las políticas sanitarias de los países desarrollados y de diversas organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud o la Comisión Europea. Aún así parece que las estimaciones del informe del Instituto de Medicina de Estados Unidos son muy bajas, y no toman en consideración la totalidad de los errores. Se considera que es solo la punta del iceberg; por ejemplo, en un estudio realizado en unidades de cuidados intensivos neonatales el 97,9% de los errores comunicados, a través de internet, a un sistema voluntario no produjeron ningún daño u ocasionaron solo morbilidad menor84. Los estudios calculan el coste de los errores en torno a los 2,5-4 millones de dólares/100 camas al año. Un simple Ea de medicación puede suponer un coste adicional de 4000 dólares85. En el ámbito español se lleva a cabo en 2005 el Estudio Nacional sobre los efectos adversos ligados a la hospitalización (ENEaS)86 con el apoyo del Ministerio de Sanidad y Consumo. Los resultados de dicho estudio establecieron que la incidencia de pacientes con efectos adversos relacionados con la asistencia sanitaria en hospitales fue del 8.4%. Es de destacar que según el informe ENEaS, el 37.4% de los Ea estaban relacionados con la medicación, las infecciones nosocomiales de todos los tipos representaban el 25.3% del total y el 25% estaban relacionadas con problemas técnicos durante los procedimientos que se le realizan a los pacientes. Además, un 31.4% de los Ea identificados, tuvieron como consecuencia un incremento de las estancias. De los 1063 pacientes que desarrollaron un Ea, el 66.3% precisó procedimientos adicionales y un 69.9% tratamientos adicionales. Por último, el 42,8% de los Ea se consideraron como evitables. El coste de los errores médicos supera el de la prevención de los mismos. Estos 54 costes derivan de procedimientos y tratamientos adicionales, estancias de hospital más prolongadas, reclamaciones por daños y pérdida de la confianza, etc. De hecho, las iniciativas de seguridad del paciente representan una de las mejores oportunidades para obtener un retorno de la inversión positivo para los hospitales. Además del ahorro en costes por prevención, muchos cambios de proceso que se derivan de medidas de seguridad tienen como efecto adicional la mejora de la productividad y ventajas en los costes87. En definitiva, existen buenos argumentos para que las organizaciones implementen iniciativas de seguridad del paciente. La reducción de efectos adversos requiere un abordaje organizativo y multidisciplinar; los profesionales de enfermería, dados los tipos de Ea evitables (errores en la medicación, lesiones por presión, flebitis, falta de información del paciente, infecciones nosocomiales, etc.), desempeñan un papel importante en los resultados de salud que se obtienen de la asistencia sanitaria y, por tanto, están muy implicados en la seguridad del paciente. En este sentido se han publicado estudios que ponen de manifiesto la relación entre la atención prestada por los profesionales de enfermería y la seguridad del paciente88.Estudios llevados a cabo en Estados Unidos89 y Canadá90 sugieren que una provisión adecuada de personal de enfermería y un apoyo organizativo a las enfermeros/as son clave para mejorar la calidad del cuidado del paciente. Entre los resultados más relevantes de estos estudios encontramos que en los hospitales con altos ratios paciente/enfermera, los pacientes quirúrgicos presentaron tasas más altas de mortalidad ajustada por riesgo mensual, y mayores tasas de mortalidad por complicaciones, y que contar con profesionales mejor formados produce mejores resultados en los pacientes, incluido un menor riesgo ajustado de muerte. Es importante lograr reducir los errores y los resultados negativos en salud mediante la inversión en recursos, por parte de los hospitales, para mejorar el entorno laboral, especialmente en la enfermería y en la gestión de servicios de enfermería91. Las áreas de trabajo más habituales para adoptar estrategias de fomento de la seguridad son: el uso de medicamentos; cirugía y anestesia como áreas de alto nivel intervencionista; la identificación inequívoca de los pacientes; la higiene de manos; la comunicación efectiva entre profesionales que actúan sobre un paciente determinado; la infección nosocomial; la comunicación a los pacientes y familiares. La Agency for Healthcare Research and Quality (AHRQ) en Estados Unidos y The National Patient Safety Agency (NPSA) en Inglaterra lideran los esfuerzos por promover una cultura de seguridad del paciente y desarrollan herramientas para identificar, analizar y prevenir los errores médicos. En España un ejemplo es el Instituto Universitario Avedis Donabedian, que colabora con organizaciones públicas y privadas en diferentes proyectos para impulsar la seguridad de los pacientes. Con el Ministerio de Sanidad desarrolla un prototipo de sistema de notificación y aprendizaje para la seguridad del paciente; y con el Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya coordina algunos proyectos de la Aliança per a la seguretat dels pacients desde el año 2009. La cultura de seguridad del paciente debe significarse como objetivo primordial de cualquier sistema sanitario, implicar a todos los niveles de gestión y atención, 55 y ser inherente a la búsqueda de la excelencia, pues pretende el mejor resultado para el paciente, evitar o minimizar los daños y conseguir una atención eficiente al ahorrar los costes derivados de errores evitables. La implementación de un sistema de información y comunicación de errores, fomentando un ambiente de diálogo y colaboración y no de represión o de culpabilidad, es el primer paso para buscar un entorno seguro para el paciente. La anestesia es la especialidad médica en la que mayores avances se han producido en la seguridad del paciente en las últimas décadas92. La utilización de sistemas de comunicación de incidentes ha proporcionado información que ha sido determinante93, entre otras causas94, para que la mortalidad anestésica haya descendido desde 1 por 10 000 a comienzos de la década de los ochenta a 1 por 80 000 en la actualidad95. Otros sistemas complejos como la aviación y la industria química, en los que la utilización de sistemas de comunicación de incidentes está muy extendida, han conseguido alcanzar un objetivo de calidad de 6 sigma (menos de 3,4 errores por millón de oportunidades), algo a lo que, de entre todas las áreas de la medicina, solo se aproxima la anestesia. Todo ello ha llevado a que los sistemas de comunicación de “cosas que van mal”, sean sucesos adversos, errores o incidentes, se hayan convertido en elemento central de la mayor parte de procesos de gestión de riesgo96, y su uso, una de las recomendaciones cardinales de todos los informes que tratan de mejorar la calidad y seguridad de la asistencia sanitaria97. La AHRQ y el Centro de Práctica Basada en la Evidencia de las Universidades de Stanford y California (Stanford-UCSF EPC) desarrollan indicadores de seguridad del paciente (PSIs, Patient Safety Indicators), utilizados cada vez en un mayor número de organizaciones y hospitales. El objetivo de estos indicadores es detectar posibles Eas, y están diseñados para detectar solo aquellos eventos que son realmente evitables: por ejemplo, el PSI del neumotórax yatrogénico excluye aquellos casos en los que por las condiciones del paciente existe un riesgo mucho mayor de neumotórax. Distintos estudios encuentran asociación estadísticamente significativa entre los PSIs y el aumento de mortalidad, estancia media y costes98,99. Cabe diferenciarlos de los eventos centinelas, eventos muy raros o que no deben producirse, que sirven de alarma para indicar que debemos iniciar un proceso de análisis y mejora. Los PSIs permiten la comparación de resultados entre organizaciones o sistemas. Su principal fortaleza reside en su bajo coste y la facilidad para su obtención y análisis. Además, incluyen datos acerca de procesos y estructura, por lo que son importantes para la evaluación y aprendizaje en la organización o en unidades concretas. Son más útiles si forman parte de un sistema de información más amplio. En definitiva, el análisis de datos relacionados con la seguridad, como los PSIs, son solo el inicio de todo el trabajo que hay que desarrollar para conseguir una atención sanitaria más segura. Además, su uso dentro de un ambiente no punitivo y de colaboración entre profesionales y gestores contribuye a generar una cultura de seguridad del paciente, aprendizaje y búsqueda de la excelencia100. 56 4. TRANSICIÓN A UN SISTEMA BASADO EN LA EXCELENCIA El objetivo de cualquier sistema de salud no debe ser minimizar los costes sino aportar valor en la atención sanitaria prestada y fomentar la innovación y la excelencia. Se entiende valor como resultados en salud obtenidos por cada euro gastado101. El valor siempre debería definirse en torno al paciente. Si el valor depende de los resultados y no de las entradas al sistema y el valor de la atención sanitaria se mide por los resultados obtenidos y no por el volumen de los servicios prestados, el principal reto es trasladar el foco de interés del volumen a la creación de valor. La gestión para crear valor añadido es un paso más en la gestión por procesos102. Si al definir valor relacionamos resultados y costes, estamos incluyendo la definición de eficiencia. Por tanto la característica fundamental de un sistema basado en crear valor es la eficiencia. El análisis de la relación entre resultados y costes es la única forma de poder tomar las decisiones adecuadas y mantener o mejorar la calidad reduciendo costes. Existen estudios que demuestran que la atención de alta calidad es habitualmente menos costosa103. Es importante reseñar que reducir costes sin prestar atención a los resultados es peligroso y provoca un falso ahorro. Siempre debemos mantener o mejorar los resultados. En ocasiones para reducir costes es necesario aumentarlos, invertir en ciertos servicios puede reducir gastos en otros102. El incremento del valor en la atención sanitaria solo puede lograrse contando con los profesionales101. Debemos olvidar un sistema hipertrofiado que no premia ni reconoce la excelencia, que evita la libre competencia y la innovación, y cuya gestión se basa en criterios políticos y no científicos. Los facultativos deben liderar el reto de la transición a un modelo basado en la excelencia y en la satisfacción de las necesidades del paciente, deben liderar la reforma del sistema sanitario a un sistema basado en la creación de valor. Éste tipo de sistema debe asimilar tres principios básicos101: 1) El objetivo es aportar valor al paciente. Basar el sistema en aportar valor al paciente consigue alinear los intereses de pacientes, profesionales, servicios de salud y gobernantes. Los pacientes buscan buenos resultados con pocas visitas y pocas exploraciones o procedimientos. Si los profesionales se comprometen a aportar valor, los servicios de salud deben buscar nuevas formas de contratación y retribución. En muchos sistemas de salud el profesional pierde mucho tiempo por falta de coordinación, falta de herramientas de apoyo, duplicidades, trabajo redundante y pérdida de información104. Tiempo que se podría dedicar a la atención del paciente. La mayoría de profesionales han experimentado cómo sus esfuerzos individuales son minados por déficits en la organización. 57 2) Organización en base a condicionantes médicos. Resulta fundamental cambiar la estructura actual de las organizaciones sanitarias divididas en especialidades médicas estancas, fragmentadas e independientes. Debemos buscar una asistencia integral basada en condicionantes médicos, síntomas o grupos de enfermedades, dentro de unidades multidisciplinares de atención o ciclos de cuidados, orientadas hacia el paciente y sus necesidades. Estas unidades precisan facultativos y otros profesionales de la salud para que la atención sea lo más integral posible, y deben incluir áreas de promoción, prevención, diagnóstico y tratamiento, rehabilitación y atención para procesos agudos y enfermos crónicos. Las distinciones o separaciones entre pacientes ingresados y ambulatorios o pacientes agudos y crónicos o en rehabilitación impiden una asistencia integral. El valor lo aporta a los pacientes la secuencia completa de atención y no ningún servicio individual en particular. Además, la reorganización en unidades integrales ha demostrado mejorar los resultados finales y ahorrar costes105. Un ejemplo es la organización de pacientes en centros según el tipo de cáncer que padecen o en unidades multidisciplinares de atención de enfermedades cardíacas u oculares. Sin duda, estos cambios deben llevarse a cabo empezando por entidades prevalentes o que consuman muchos recursos. Esta organización en base a condicionantes médicos es un gran cambio para los facultativos, pero esta reorganización es más efectiva si los profesionales están apoyados por la organización, motivados y orientados para conseguir aportar valor a la atención de los pacientes. Para pacientes con patologías poco frecuentes o con comorbilidades complejas se necesita un segundo nivel de organización en el que existirán profesionales encargados de la atención integral del paciente y de la coordinación entre unidades. 3) Control de resultados. No es posible conseguir una atención que aporte valor al paciente si no evaluamos los resultados. Se deben estudiar resultados tanto asistenciales (mortalidad, morbilidad, complicaciones, tiempo de demora..) como costes. Lo ideal es que se midan a lo largo de todo el ciclo de cuidado y no solo por acto médico o servicios individuales. El desarrollo de indicadores de resultados no es nada sencillo ni barato, pero ha demostrado su utilidad. Tanto facultativos como sociedades médicas deben implicarse en su creación. Aquellas organizaciones que miden sus resultados y estudian por qué se producen y cómo mejorarlos se benefician de un aprendizaje que les conduce a la calidad y la eficiencia106. El estudio de los costes en materia sanitaria tiene que mejorar107. Es importante que se lleven a cabo más estudios para comprobar la eficiencia de tratamientos y tecnología sanitaria, pero también es vital conocer los costes a nivel individual de cada paciente y por cada ciclo de cuidados completo. Los médicos no necesitan gestores ni controladores, solo necesitan información y análisis de resultados para poder tomar las decisiones correctas y mejorar la calidad y la eficiencia del sistema108. La práctica médica debe ser controlada por profesionales médicos. Para determinar qué grupo de resultados debemos medir se tienen que seguir unos principios102. Hay que estudiar las circunstancias más relevantes del paciente, incluir resultados a corto y a largo plazo, y debemos tener en cuenta factores de riesgo o condi- 58 cionantes iniciales para poder ajustar los resultados al riesgo de cada paciente. La complejidad de las medidas a realizar aumenta al relacionar resultados, por ejemplo, seguridad a corto plazo frente a funcionalidad a largo plazo. Porter, como podemos ver en las siguientes figuras102, propone tres escalones jerarquizados para el análisis de resultados, siendo el primer escalón el más importante. Dentro de cada escalón encontramos, además, dos niveles que estudian diferentes dimensiones de resultados. En el primer escalón la supervivencia es un nivel importante, aunque en ocasiones aumentar el tiempo de vida no es el resultado más importante, especialmente en ancianos. En el segundo escalón estudiamos el grado de recuperación y debemos incluir indicadores acerca del estado funcional o la calidad de vida, retraso en el diagnóstico, complicaciones del tratamiento, etc. El tercer escalón estudia resultados a largo plazo, analizando si el tratamiento ha sido el adecuado, si existen recaídas o complicaciones a posteriori. Mejorar los resultados de solo una de las dimensiones puede beneficiar al resto, y los esfuerzos para mejorar deberían respetar también cada una de estas dimensiones. Survival Tier 1 Health status achieved or retained Degree of health or recovery Time to recovery and time to return to normal activities Tier 2 Process of recovery Disutility of care or treatment process treatment-related discomfort, compli- Sustainability of health or recovery and nature of recurrences Recurrences Long-term consequences of therapy (e.g., care-induced illnesses) Care-induced illnesses Tier 3 Sustainability of health Figure 1. The Outcome Measures Hierarchy. 59 Primary Acute Knee Osteoarthritis Requiring Replacement Breast Cancer Dimensions Survival rate (1-yr, 3-yr, 5-yr, longer) Survival Remission Functional status Breast preservation Breast-conservation-surgery outcomes Degree of health or recovery Functional level achieved Pain level achieved Extent of return to physical activities Ability to return to work Time to recovery and time to return to normal activities Time to treatment Time to return to physical activities Time to return to work Time to remission Time to achievement of functional and cosmetic status Nosocomial infection Nausea or vomiting Febrile neutropenia Limitation of motion Breast reconstruction discomfort or complications Depression Cancer recurrence Consequences of recurrence Sustainability of functional status Incidence of second primary cancers Brachial plexopathy Premature osteoporosis Disutility of care or treatment process treatment-related discomfort, compli- Sustainability of health or recovery and nature of recurrences Long-term consequences of therapy (e.g., care-induced illnesses) Mortality rate (inpatient) Pain Length of hospital stay Infection Pulmonary embolism Deep-vein thrombosis Myocardial infarction Immediate revision Delirium Maintained functional level Ability to live independently Need for revision or reoperation Loss of mobility due to inadequate rehabilitation Risk of complex fracture Susceptibility to infection complication Regional pain syndrome Figure 2. Outcome Hierarchies for Breast Cancer and Knee Osteoarthritis. Otra de las características imprescindibles de un sistema basado en la excelencia es la libre competencia. La competitividad dentro de un sistema de salud estimula la innovación, procura valor y es el motor de la adaptación y evolución del sistema101. Para fomentar la competitividad, debemos permitir que el paciente pueda elegir libremente de acuerdo con la calidad y eficiencia de los servicios prestados. Y para que el paciente pueda ejercer su derecho de libre elección dispondremos un sistema de información fiable, accesible, actualizado y comparable. Así premiamos la innovación, la excelencia, los buenos resultados y la satisfacción, mejorando el servicio a la sociedad y beneficiando al paciente con una mejor atención, al profesional con el reconocimiento de la excelencia y al sistema por reducir los costes innecesarios y que no generan valor. Sin embargo la competitividad mal entendida y disfuncional puede ser perjudicial. Encontramos claros ejemplos en hechos recientes, se intenta reducir costes aumentando otros, como trasladando la gestión de servicios públicos a empresas privadas. Se intenta mejorar la productividad de los profesionales culpabilizándoles de las miserias del sistema, reduciendo el tiempo empleado en la asistencia de los pacientes y masificando las consultas, disminuyendo sus salarios, e impi- 60 diéndoles formar parte de la solución, como hemos visto en el conflicto médico asturiano. Estas medidas no suelen añadir valor a la asistencia sino que extraen valor a los profesionales y servicios públicos para aportarlo a otros actores, no a los pacientes. Tampoco sería útil una competencia autodestructiva, debemos coordinar esfuerzos y mejorar resultados manteniendo la equidad del sistema. Un ejemplo lo encontramos en un tipo de hormiga que ha conseguido extenderse por prácticamente todos los entornos. La clave de su éxito adaptativo consiste en que cuando dos hormigueros coinciden no luchan por el territorio destruyéndose, sino que el que está más preparado o es más eficiente acepta a las otras hormigas como parte de su hormiguero y pasa a gestionarlas y a utilizar sus recursos. Del mismo modo, cuando tengamos dos unidades de atención que compiten por pacientes y recursos, si alguna de las dos es claramente más eficiente y obtiene mejores resultados debería pasar a gestionar los recursos y el área de la menos eficiente. Para poder tomar estas decisiones es imprescindible un sistema de indicadores de calidad y resultados y medir el flujo de pacientes. En el Reino Unido encontramos un ejemplo de transición hacia un modelo basado en la excelencia. En 2004 el gobierno británico introduce un sistema basado en la calidad y el análisis de resultados109. Este sistema pone en marcha un programa voluntario de incentivos para los médicos de atención primaria analizando 136 indicadores que estudian el manejo de enfermedades crónicas, aspectos organizativos y experiencia de los pacientes110. De este modo se busca recompensar cómo se cuida a los pacientes y no a cuántos se atiende. La mayoría de los médicos decide participar en este nuevo sistema que obtiene resultados interesantes. En noviembre de 2006 The Commonwealth Fund Survey reconoce al Reino Unido como líder en el mundo en manejo eficiente de enfermedades crónicas111. En 2007 diferentes publicaciones muestran cómo la atención del asma y de la diabetes han mejorado rápidamente desde la introducción del nuevo sistema112. En 2009 se encarga al National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE) la tarea de desarrollar, validar y revisar nuevos indicadores de calidad y resultados en salud, basados en la evidencia científica y en estudios de coste-efectividad, dirigiendo de forma independiente y transparente la creación de un menú nacional de indicadores. También debe decidir en qué áreas se debe priorizar esta tarea, aplicar metodologías que permitan añadir datos de eficiencia o coste-efectividad y tener en cuenta prioridades locales y de los estratos sociales más vulnerables y con más necesidades asistenciales. Otras funciones del NICE son, además113, orientar al servicio de salud británico para la promoción de la buena salud, la prevención y tratamiento de las enfermedades, desarrollar guías de práctica clínica y de evaluación de tecnologías sanitarias, y el desarrollo de informes sobre evidencia científica y de productos orientados a la calidad, como estándares e indicadores de calidad. El Centro de Información para la Salud y Cuidados Sociales se encarga de publicar anualmente los indicadores de calidad y resultados, la prevalencia de los problemas de salud y diferentes estadísticas sobre práctica médica. 61 El sistema de indicadores incluye cuatro dominios: clínicos, organizativos, experiencia del paciente y servicios adicionales. Cada dominio, a su vez, incluye distintos indicadores. La importancia de cada dominio se establece para una puntuación máxima de 1000 puntos, y se divide en indicadores clínicos (650 puntos), organizativos (167.5 puntos), experiencia del paciente (146.5 puntos) y servicios adicionales (36 puntos). La mayoría de los indicadores clínicos se puntúan por el porcentaje de pacientes que lo cumplen, por ejemplo, porcentaje de pacientes con enfermedad coronaria que están recibiendo tratamiento con betabloqueantes. Todo nuevo indicador requiere evidencia sobre coste-efectividad o coste-utilidad. Se consideran coste-efectivos si el beneficio neto es mayor que cero, siendo el beneficio neto el resultado de restarle al beneficio obtenido en QALYs el coste del tratamiento o intervención asociado al indicador. Para el NICE se considera coste-efectivo un coste por QUALY de unas 20 000-30 000 libras. El objetivo último de este sistema es mejorar la atención al paciente, reducir las faltas de equidad del sistema y aumentar los años vividos con calidad de vida por paciente. Además, este sistema de información y análisis de resultados permite disponer de la mayor base de datos de prevalencia del mundo y adecuar los recursos a las necesidades reales. Cuando los indicadores refuerzan conductas que pasan a formar parte de la práctica habitual y generalizada de los médicos suelen dejar de estar incentivados o recompensados. Esta reforma basada en el desarrollo y revisión de indicadores de calidad y pago por resultados es cara pero parece coste-efectiva, con un beneficio entre -165 y 6.48 billones de libras109. El gobierno británico invirtió 1 billón de libras para ponerla en marcha y maximizar el beneficio en salud logrado por cada libra gastada, alineando los esfuerzos para incentivar la calidad y la necesidad de salud. Por otro lado, encontramos aspectos de este sistema criticados y puntos a mejorar, como el que solo un 5% de los indicadores estudien datos sobre prevención primaria. En 2009 se publica un análisis de los resultados obtenidos por este sistema de pago por resultados en el que podemos observar cómo los indicadores clínicos para el manejo de la diabetes, el asma y la enfermedad coronaria mejoran claramente si comparamos periodos previos a la instauración del sistema y periodos posteriores a ella114. Aunque detectan un estancamiento en el ritmo de mejora y un empeoramiento de aquellos indicadores que dejan de estar recompensados. Probablemente sea más útil recompensar la calidad de la atención en todo el proceso asistencial y no por indicadores aislados. Sin embargo, como vemos en la tabla114 no encuentran que hayan mejorado otros indicadores de calidad que dependen de la percepción del paciente como la accesibilidad, la continuidad asistencial y la comunicación médico-paciente. Por tanto, parece evidente que la satisfacción de los pacientes no va a depender, en muchos casos, de criterios clínicos. 62 En el artículo también ven como negativo que la mejoría en el manejo de la enfermedad coronaria incluso disminuya en el último periodo analizado, aunque probablemente tenga que ver con la complejidad de esta entidad y la probable necesidad de un manejo más especializado. Existen otros estudios que sugieren que los incentivos generan una escasa mejoría en la calidad de la atención115,116, aunque sí han demostrado mejorar la equidad117. Como cabría esperar, este sistema no es perfecto y se plantea solo como un primer paso en la búsqueda de la excelencia. Debemos tener en cuenta más aspectos, la asistencia sanitaria es compleja y existen múltiples matices a considerar. Por ejemplo, es importante determinar para qué actividades es más eficiente la atención primaria y para cuáles la especializada. La atención primaria es especialmente útil en el seguimiento y cuidado de enfermos crónicos, en la atención personal y familiar al enfermo terminal, en vigilar la salud de grupos homogéneos, como embarazadas, lactantes, ancianos y grupos expuestos a riesgos ambientales o laborales, en la detección precoz de ciertas patologías, en educar a la comunidad en materia de salud, en proveer de servicios preventivos a la comunidad (planificación familiar, vacunación, salud dental infantil), en prevención de 63 enfermedades cardiovasculares, en la atención a enfermedades crónicas, como hipertensión arterial, diabetes, EPOC, etc. También es útil destacar cómo la experiencia o la curva de aprendizaje mejora el resultado de la atención. Existe evidencia de que el valor de la atención aumenta si el médico o el equipo médico que la presta tiene la experiencia suficiente o ha atendido un volumen de casos suficiente, especialmente en ciertas entidades médicas o en procedimientos quirúrgicos118. El volumen permite mantener equipos especializados, diseñar soluciones a medida, tener menos errores y complicaciones, mejorar la experiencia de los pacientes, mejorar el conocimiento sobre nuevas tecnologías, etc. Esta superespecialización no debe ser excluyente ni estar aislada sino redirigirse y formar parte de unidades de atención integral para aumentar el valor de los cuidados para el paciente y el resultado final119,120. Este punto vital en la calidad de la atención y en la seguridad del paciente se olvida fácilmente por los gestores y políticos españoles que, en general, orgullosos de inaugurar múltiples hospitales y unidades en su región sin ningún criterio científico y múltiples criterios electoralistas, ignoran que accesibilidad y equidad no es sinónimo de tener un hospital en la puerta de casa sino de disponer de unidades de alta especialización y eficiencia donde realmente se necesitan, así como evitar medidas de desigualdad y penalización de la enfermedad. Además, ignoran el riesgo que supone para el paciente ser atendido por médicos sin la formación, tiempo de aprendizaje y volumen de pacientes necesario. Otro ejemplo de transición hacia un sistema eficiente y de pago por resultados lo encontramos en Estados Unidos. En 2010, la Affordable Care Act (ACA) o regulación para la sostenibilidad del sistema americano, se plantea tres retos: mejorar la accesibilidad, mejorar la calidad y contener el gasto121. Sin contener el gasto no se puede mejorar la accesibilidad, y el coste más elevado de un sistema de salud lo representa la atención al paciente hospitalizado122. Por ejemplo, las complicaciones hospitalarias potencialmente prevenibles o evitables aumentan el gasto por paciente hospitalizado alrededor de un 9,5%123. En Florida, el 6,98% de los ingresos en hospitales de agudos se identificaron como readmisiones potencialmente prevenibles ocurridas en los 15 días posteriores al alta124. Estos resultados negativos son difíciles de eliminar porque resultan en un mayor pago a los hospitales que los producen, por ello la ACA pone en marcha un sistema de pago por resultados que penaliza a los hospitales con resultados negativos, como reingresos y Eas evitables. Se decide pagar para evitar resultados negativos y no por resultados positivos o adherencia a protocolos o guías clínicas por varios motivos. Por un lado, como ya hemos comentado, no existe evidencia de que la adherencia a protocolos o vías clínicas consiga mejorar los resultados54,55. Además, medir los resultados por procesos independientes es una tarea inabarcable que supondría una gran cantidad de recursos. Sin embargo, conseguir que resultados negativos como reingresos o complicaciones hospitalarias tengan consecuencias es relativamente fácil. Este sistema de pago por resultados intenta mejorar los resultados a través de la reducción de resultados negativos122. El Inpatient Prospective Payment System (IPPS) basado en GRDs, previo a este sistema, redujo el gasto sanitario más que cualquier otra reforma previa125, consi- 64 guiendo un ahorro de 10 a 18 billones de dólares126. Aunque también produjo un mayor porcentaje de pacientes inestables al alta, los pacientes se daban de alta más rápido y más enfermos127, pero no aumentó la mortalidad ni empeoró los resultados de los pacientes hospitalizados128. De todos modos, este potencial impacto negativo en la calidad de la asistencia hizo necesario replantearse la financiación de la sanidad y diseñar un nuevo sistema de pago por resultados, Payfor-Outcomes en inglés (P4O). Para poner en marcha cualquier sistema de pago por resultados necesitamos contar con unos indicadores y unos estándares de calidad o eficiencia para compararnos; en el caso del IPPS los estándares se basaban en los GRD y en el caso del P4O en el porcentaje de resultados negativos, como complicaciones y reingresos. Esta reforma, más que basada en el paciente, se centra en el hospital como ente del que depende la calidad y la generación de valor añadido. Y aunque podemos pensar que solo obtiene un descenso de reingresos y complicaciones, esta reforma incentiva a los hospitales para que mejoren la calidad, el valor de la asistencia, la seguridad, la reposición del estatus funcional, la inversión en unidades multidisciplinares de atención integral, la reducción del dolor y el tiempo de incapacidad laboral, estimulando las políticas de calidad y excelencia102,122. Al año de implementar la reforma, en el estado de Maryland se redujo la frecuencia de complicaciones potencialmente prevenibles en un 11,9% generando un ahorro de 62,5 millones de dólares129. Uno de los cambios más importantes que plantea esta reforma es medir los resultados por hospital y no por paciente. La individualización del análisis por resultados genera un mayor gasto administrativo, favorece una medicina defensiva por miedo a acusaciones de mala praxis, retrasa la identificación de problemas y la puesta en marcha de soluciones, distrae esfuerzos del objetivo fundamental que es mejorar los resultados y olvida que una atención óptima también puede tener resultados negativos. De todos modos, las metodologías utilizadas para identificar los resultados negativos deben ser transparentes, accesibles y precisas clínicamente y deben permitir conocer los resultados también por cada paciente a nivel individual122. Para que esta reforma sea justa e imparcial, resulta imprescindible añadir métodos que ajusten los resultados, dependiendo del grado de complejidad y gravedad de los pacientes atendidos124. Por otro lado, el incentivar los resultados globales del hospital, y no de profesionales aislados, implica a todo el equipo asistencial en las políticas de calidad122. En resumen, el P4O supone una evolución natural del IPPS, reduce costes, mejora resultados y establece como unidad funcional de la calidad y eficiencia al hospital. Y en España, ¿necesitamos un NICE?¿Y un sistema de pago por resultados? En España disponemos del Plan de Calidad para el Sistema Nacional 2010. Según dice en su presentación “El Plan de Calidad para el Sistema Nacional de Salud (SNS) está 65 dirigido a la ciudadanía e impulsa una atención sanitaria de excelencia centrada en los pacientes y sus necesidades. Apoya al personal sanitario en el fomento de la excelencia clínica y también en la adopción de buenas prácticas basadas en el mejor conocimiento científico disponible. Durante los primeros años del Plan de Calidad los esfuerzos se han concentrado en las áreas de promoción de la salud, equidad, excelencia clínica, historia clínica digital y sistemas de información. El método que se ha seguido ha sido el trabajo conjunto con expertos, comunidades autónomas, sociedades científicas y asociaciones de pacientes y sociales, buscando el acuerdo y la implicación de todas las partes... La seguridad de pacientes y la mejora de la práctica clínica son otras áreas prioritarias del Plan de Calidad.”. El Plan de Calidad se centra en seis áreas o en seis grandes objetivos: • • • • • Protección, promoción de la salud y prevención. Fomento de la equidad. Apoyo a la planificación y el desarrollo de los recursos humanos en salud. Fomento de la excelencia clínica. Utilización de las tecnologías de la información para mejorar la atención a los ciudadanos. • Aumento de la transparencia. En el plan se reconoce que el fomento de la excelencia clínica es uno de los grandes retos de nuestro sistema de salud y establece cinco estrategias para conseguirlo: • Evaluar las tecnologías y procedimientos clínicos como soporte a las decisiones clínicas y de gestión. Estas evaluaciones pueden ser muy útiles tanto a la hora de asegurar la efectividad, la utilidad y la eficiencia de las tecnologías y los procedimientos, como a la hora de aconsejar o no su inclusión en las carteras de servicios que se financian con fondos públicos. • Acreditar y auditar centros y servicios sanitarios. Para de esta forma fomentar la calidad de los mismos, estableciendo los requisitos básicos y las garantías de seguridad y calidad que deben ser cumplidas. • Mejorar la seguridad de los pacientes atendidos en los centros sanitarios del SNS. Realizando el Estudio Nacional de Efectos Adversos, dotando de fondos a la investigación básica y aplicada en seguridad, diseñando herramientas de gestión clínica y seguridad, estableciendo sistemas de notificación de efectos adversos, implantando proyectos que impulsen y evalúen prácticas seguras en áreas específicas y reforzando medidas de seguridad en Centros de Transfusión y Trasplantes. • Mejorar la atención a los pacientes con determinadas patologías. Las patologías más prevalentes y que suponen una mayor carga asistencial, familiar y social están siendo objeto de especial atención. En los países desarrollados las patologías crónicas afectan a porcentajes cada vez mayores de la población y durante más tiempo. Se han puesto en marcha estrategias sobre cáncer, cardiopatía isquémica, diabetes, salud mental, ictus, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y enfermedades raras. 66 • Mejorar la práctica clínica. Documentar la variabilidad de la práctica clínica, analizar sus causas, diferenciar la variabilidad aceptable de la considerada inaceptable, adoptar estrategias orientadas a eliminar esta última, así como medir el impacto final sobre la calidad de vida de una serie de actuaciones y procedimientos, han demostrado ser iniciativas que inducen mejoras sustanciales en la práctica de los profesionales y en el comportamiento de las instituciones sanitarias y que fomentan la calidad. Entre las estrategias que se pueden desarrollar destacan la elaboración de guías para la práctica clínica y el acceso a información de calidad, tanto para profesionales como para pacientes. Ambas contribuyen de manera significativa a que la toma de decisiones se realice basada en el mejor conocimiento científico existente. En España el Proyecto GuíaSalud, apoyado por el Ministerio de Sanidad y Política Social, recopila guías de práctica clínica (GPC), las evalúa y las difunde a través de un portal. También presta apoyo metodológico a las organizaciones que elaboran las GPC y desarrolla un programa formativo. Todas estas medidas son fundamentales y están bien orientadas, pero hay que dar un paso más. Disponemos de Plan de Calidad, de Agencia de Calidad del SNS, de la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias del Instituto de Salud Carlos III, del Proyecto GuíaSalud, del Proyecto REBECA de sistemas de información, del Proyecto Europeo ECHO y el Grupo Atlas de Variaciones en la Práctica Médica, Estándares y Recomendaciones de Calidad para diferentes grupos de enfermedad, Indicadores Clave del SNS basado en el CMBD al alta hospitalaria, etc. Pero necesitamos centrar las políticas de calidad en el profesional y en el hospital de área como unidad funcional e independiente, desarrollar un sistema de reconocimiento y reparto de recursos según resultados y eficiencia, y crear una Agencia o Instituto Nacional que decida y desarrolle junto a profesionales, expertos, sociedades científicas y ciudadanos temas clave como: • Definición de Área de salud. Número de habitantes que debe atender un Hospital de área, teniendo en cuenta edad y dispersión. Decidir la cartera de servicios de un hospital de área y las unidades multidisciplinares de atención integral que debe incluir. • Volumen mínimo de pacientes para creación de unidades especializadas y dotación en tecnologías sanitarias. • Creación de ciudades sanitarias nacionales de referencia, con campus de investigación, innovación y tecnologías asociados. • Desarrollo de menú nacional de indicadores y estándares de calidad, de resultados y de eficiencia tanto para organizaciones públicas como privadas. Normas de colaboración de entidades público-privadas y de contratación de unidades privadas eficientes. • Establecer tiempo mínimo de atención por acto médico, tiempo máximo de demora, clasificación de grados de complejidad de cada acto médico. • Procedimiento de transmisión de recursos y gestión de áreas ineficientes a eficientes. • Procedimiento para pago por resultados y complejidad a los profesionales y reconocimiento del mérito y la excelencia. 67 • Normativa para oferta de plazas según necesidades en unidades específicas. • Desarrollo de guías clínicas, protocolos y vías clínicas. Que permitan homogeneizar la atención en los procesos más frecuentes de las diferentes especialidades y establezcan indicadores a valorar y recursos a utilizar en cada caso. Compromiso claro del sistema de salud para apoyar estas vías e informar a los ciudadanos de estas medidas necesarias para la sostenibilidad del sistema. • Fomentar la continuidad asistencial, la equidad, el humanismo y la accesibilidad. • Normativa para el derecho de libre elección y segunda opinión. • Establecer porcentaje de tiempo dedicado a labores asistenciales, formación, docencia y colaboración con programas de calidad. Hemos visto cómo la transición hacia un modelo basado en la excelencia y en el análisis y pago por resultados puede ser muy complejo y caro, demasiado complejo y caro para una región, una autonomía e incluso un país, por lo que se vuelve imprescindible la toma de conciencia e implicación de todos los países de la Unión Europea, e incluso colaboraciones entre diferentes regiones y grandes consorcios público-privados. Pero este reto tiene múltiples ventajas. Para el médico, mejora el resultado de su labor. Y aunque no todos los médicos pueden ser excelentes, el médico medio mejorará gracias a este ambiente de calidad. Además, la necesidad de mejora continua y de estar preparados para competir hará que los mejores se asocien, que diferentes unidades cooperen y que se creen lazos profesionales que contribuyan a mejorar la atención de los pacientes y las posibilidades de innovación e investigación. Este ejemplo se puede ver hoy en día en la acción de las diferentes sociedades científicas que, tanto a nivel nacional e internacional, promueven la excelencia, la investigación y la formación101,119. Para el paciente, mejora el valor y el resultado de la atención. Ambientes de calidad y atención integral buscan cambiar el rol del paciente de receptores pasivos a pacientes activos y responsables, aumentando la interacción médico-paciente y la adherencia a tratamientos y medidas de prevención y promoción de la salud101. Aspecto vital para mejorar los resultados y más coste-efectivo que algunos de los más innovadores tratamientos o tecnologías. Permite la libre elección basada en los resultados y la eficiencia. Minimiza el riesgo de la atención y los errores médicos. Para los sistemas de salud, permite mejorar la eficiencia. La reorganización de la atención, el análisis de los resultados y la implicación en la gestión de la calidad de los profesionales permite reducir el número de cargos públicos y administradores encargados de gestionar e intervenir la práctica médica. Permite dejar de ser un sistema de mero control de gastos para enfocar sus energías hacia la promoción de la excelencia y la mejora de los resultados. Implica desarrollar sistemas para premiar el mérito y la eficiencia, decidiéndose por opciones más coste-efectivas. Consigue generar ingresos al promover un sistema sanitario excelente que atrae 68 inversiones en servicios de apoyo, aumenta la circulación de pacientes y capitales, define el turismo sanitario como una oportunidad y no como un problema. La creación de unidades de atención integral y la implicación del médico en la gestión del gasto permite reducir costes innecesarios y duplicidades. Gracias a la información y medir el flujo de pacientes puede derivar recursos a las unidades y profesionales que realmente sean eficientes y sostenibles. Permite adecuar los planes de salud a las necesidades existentes al disponer de un sistema de información en tiempo real. Evita los riesgos de un modelo simplista de único pagador solo interesado en recortar gastos, injusto, sin equidad, que subvenciona gastos y necesidades creadas e ineficiencias, con gastos en burocracia y administración no asumibles, con gastos en infraestructuras innecesarias, que restringe el acceso a tratamientos caros, que castiga a las clases más desfavorecidas y vulnerables, sin libre competencia, que no quiere afrontar el reto y traslada la gestión sin saber si esta opción es más eficiente, enemigo de la innovación y la excelencia, paternalista, politizado y partidista. Sin duda la calidad y la excelencia son objetivos que requieren una gran cantidad de recursos, pero la factura de años de mediocridad, opacidad, corrupción y políticas cortoplacistas, que ya estamos pagando, es mucho mayor. 69 5. LA EXCELENCIA ES EL CAMINO La importancia de la excelencia radica en el camino que debemos recorrer para conseguirla, en el proceso de su búsqueda. Todo camino comienza con un primer paso y a cada paso le sigue un nuevo reto. Este camino debería sustentarse en cuatro grandes pasos: • • • • Mejora de la gestión. Optimizar, adecuar y humanizar la organización. Búsqueda y reconocimiento de la excelencia. Implantación de una cultura de seguridad del paciente. MEJORA DE LA GESTIÓN Gestionar es sinónimo de tomar decisiones, y para poder tomarlas de forma adecuada precisamos información, podríamos decir que la gestión sin información no sirve de nada. Por tanto, el primer paso para conseguir mejorar la gestión es crear un sistema de información. Sistema de información que no debe limitarse a una historia clínica digital y una receta electrónica, además tiene que permitirnos medir, analizar y comparar indicadores de calidad, seguridad y resultados, y conocer la prevalencia de las diferentes entidades o problemas de salud. Una de las características fundamentales de este sistema tiene que ser la transparencia, la información que emana de él debe ser accesible y permitir al paciente ejercer su derecho a la libre elección, derecho que fomenta la competencia y la innovación. Por otro lado, el acceso a esta información permite al usuario auditar la gestión. Este sistema debe ser el mismo para todo el Sistema Nacional de Salud, o al menos con indicadores comunes definidos a nivel nacional con la misma metodología, para así poder comparar resultados y poder atender a un mismo paciente en cualquier punto del territorio. Incluiremos un sistema de facturación y tarificación, para poder conocer los costes y la eficiencia de nuestras decisiones. Este apartado es fundamental para permitir el acceso de pacientes de otros sistemas de salud a nuestro sistema sanitario. Constituyendo una oportunidad única para aumentar la competencia de nuestro sistema y captar recursos de otros países. La implantación de un sistema de este tipo no tiene que suponer, necesariamente, un gasto importante en hardware y software, sino ser accesible con aplicaciones rápidas, intuitivas y fiables desde cualquier dispositivo, especialmente teléfonos móviles, tabletas y ordenadores portátiles. Sobre la información que emana del proceso asistencial deben sustentarse la gestión, las políticas de calidad y la planificación de recursos humanos, y no al revés. Así evitaremos que decisiones arbitrarias, y en ocasiones electoralistas, de consejeros, gerentes, directores o jefes de servicio supongan, como actualmente ocurre, un enorme coste de oportunidad. 70 Con este sistema se podrá desarrollar un modelo de redistribución de recursos y de pago por resultados y/o por complejidad. Hay que encontrar y negociar con las partes implicadas una fórmula para incentivar resultados tanto individuales como por unidades y hospitales, premiando a aquellos que trabajen más y mejor. Para los profesionales el cambio a este nuevo modelo de retribución debe ser voluntario y no será necesario que cambie la vinculación laboral del profesional con la organización. Exigir estos cambios no forma parte de un modelo basado en la excelencia, incluso puede ser contraproducente para sus objetivos. Por otra parte, el profesional debe asumir el reto y la responsabilidad de este cambio como compromiso con la sostenibilidad y la eficiencia, aunque antes sería interesante corregir las debilidades que amenazan este compromiso, como la falta de confianza en la clase política, la burocratización y politización de la gestión de la sanidad, las diferencias entre comunidades autónomas, la pérdida de prestigio del profesional y el temor a que los sistemas de información no trasladen el valor real y la complejidad de la atención sanitaria. Necesitamos que se pongan en marcha pruebas piloto con sistemas de información potentes para que el profesional pueda comprobar su eficacia facilitando su implicación con los nuevos modelos, además de exigir un pacto nacional por la sostenibilidad y eficiencia de la sanidad. Aquellas entidades privadas que lo soliciten serán evaluadas y acreditadas y pasarán a formar parte de estos sistemas de información y si demuestran obtener mejores resultados a un mismo precio o el mismo resultado con un menor coste, podrán gestionar recursos públicos o ser contratadas para prestar servicios concretos. Por otra parte, la creación de estos sistemas de información, el desarrollo de las aplicaciones necesarias, su mantenimiento, comprobación y mejora debe permitir inversiones públicas y privadas productivas y la creación de empleo. La complejidad de este tipo de gestión llevará asociada, indefectiblemente, la profesionalización de los candidatos a puestos de alta dirección. Por un lado los profesionales deberán formarse en los métodos y herramientas de la gestión y los gestores deberán profesionalizarse, despolitizarse y dotar de autonomía a los profesionales, manteniendo el control de los resultados y la unidad en los objetivos en un ambiente de colaboración y aprendizaje mutuo. Al analizar el proceso de transferencia de las competencias en sanidad a los gobiernos autonómicos observamos un claro ejemplo de falsa descentralización. Necesitamos una descentralización localista, con el objetivo de que cada hospital de área se transforme en la unidad funcional de la calidad y la excelencia de su área de salud. Para ello debemos cambiar el modelo dotando de autonomía a gestores y profesionales, creando consejos de dirección o administración formados por el gerente del área, el director clínico o director de directores, directores de unidades de gestión clínica y servicios médicos, profesionales seleccionados tras concurso de méritos y profesionales elegidos democráticamente por los profesionales y ciudadanos o asociaciones del área. El gerente del área será el único cargo de libre designación o cargo político, pero deberá demostrar sus méritos. 71 Este podría ser un primer paso para intentar la despolitización de la atención sanitaria, adelgazar la maquinaria administrativa autonómica y conseguir que el liderazgo de los profesionales, tanto médicos como gestores, sea el motor de la reforma. Los profesionales son los principales interesados en que exista un sistema eficiente y sostenible que obtenga buenos resultados y satisfaga a los pacientes. “Los médicos no necesitan gestores ni controladores, solo necesitan información y análisis de resultados para poder tomar las decisiones correctas y mejorar la calidad y la eficiencia del sistema85. La práctica médica debe ser controlada por profesionales médicos”. El médico debe ser el garante de la mejora de la gestión. No deberíamos permitir que los planes de calidad se queden en los despachos y áreas de dirección sin implicar al profesional.Cualquier profesional debe sentir que forma parte del sistema. Cada profesional debe aportar para mejorar los resultados. Sería interesante crear en cada hospital un Foro de Ideas, para fomentar la participación y la calidad. A su vez existirían foros a otros niveles para analizar qué ideas deben estudiarse y concretarse en actuaciones. Además de esta descentralización y de convertir el hospital en la verdadera unidad de calidad debemos llevar a cabo una recentralización de la gestión y toma de decisiones, contando con una estructura de decisión, control, análisis y apoyo presupuestario nacional, y seguramente europea. Una Agencia Nacional con las funciones que comentamos en el apartado anterior y con la capacidad de redireccionar recursos entre unidades y desarrollar políticas vinculantes, de la que dependa cada área de salud y su cartera de servicios. Esta Agencia debe fomentar la competencia entre unidades y hospitales tanto públicos como privados a través del flujo de información, pacientes y recursos. En resumen, las bases de la gestión clínica son liderazgo de los profesionales, autonomía y descentralización, responsabilidad y autoevaluación, accesibilidad y continuidad, orientación hacia el paciente y gobierno clínico. El gobierno clínico incorpora los elementos de la buena gestión de las organizaciones con búsqueda de una mejora continua de la calidad, gestión enfocada a los pacientes, gestión de calidad y costes y gestión por procesos. OPTIMIZAR, ADECUAR Y HUMANIZAR LA ORGANIZACIÓN No solo la capacidad individual de los profesionales influye en los resultados en salud, también es determinante la estructura de la organización. La mayoría de nuestros hospitales mantienen la misma organización y jerarquía desde hace décadas. Es una organización rígida y fragmentada que impide la adaptación a los cambios surgidos en el ámbito asistencial y en el de la investigación y la colaboración entre centros. Una organización que depende, en muchas ocasiones, del esfuerzo individual de profesionales excelentes para obtener sus resultados, esfuerzo para el que en muchas ocasiones la propia organización es una traba y no un apoyo. El Sistema Nacional de Salud no debe concentrar sus esfuerzos en reducir costes, sino en que cada euro gastado aporte el máximo valor posible dentro de unos criterios mínimos de coste-efectividad y humanismo. Resulta imprescindible cam- 72 biar la estructura actual de las organizaciones sanitarias basándonos en el objetivo de aportar valor a la atención sanitaria prestada y en lograr una asistencia integral a través de unidades multidisciplinares o áreas de atención integral orientadas hacia el paciente y sus necesidades. Estas unidades o redes asistenciales atenderán tanto a pacientes agudos, subagudos o crónicos, desde su domicilio hasta el hospital, contando, además, con estructuras de atención sociosanitaria especialmente diseñadas para el tratamiento de pacientes crónicos y ancianos. El gasto en estos pacientes es elevado por el número de consultas, reingresos, riesgo de complicaciones y vulnerabilidad social. Por ello, mejorar su atención contribuye a mejorar la eficiencia del sistema. Las ofertas de empleo público, como se realizan actualmente, no tienen sentido dentro de un sistema descentralizado, basado en la excelencia y organizado en áreas o unidades de atención integral. Cada hospital, de acuerdo con la cartera de servicios y de unidades establecida a nivel central, publicaría qué profesionales necesita, realizándose un proceso de selección y concurso solo para esas vacantes. El profesional seleccionado pasaría a tener contratos de largo plazo o más estables, cuando demuestre la calidad y eficiencia de su labor durante un periodo de tiempo de al menos 3 o 4 años. Por tanto, debemos evaluar y medir la actividad del profesional, y usar toda esa información para lograr una mejora continua y no para sancionar o culpabilizar. Los cargos intermedios son fundamentales para el buen funcionamiento de una organización, y por ello también se debe evaluar su gestión mediante indicadores de resultados y consecución de objetivos y plantear políticas de buen gobierno y asunción de responsabilidades. En este punto debemos recordar que la productividad no es proporcional al número de horas trabajadas. La flexibilidad y capacidad de adaptación es imprescindible para mejorar la calidad de atención y la implicación del profesional en el modelo de gestión. Se deben poner en marcha medidas de optimización, conciliación y flexibilidad. Por ejemplo, cada médico debería disponer de un despacho donde pasar consulta en cualquier momento, con la posibilidad de gestionar citas con escaso tiempo de margen y sin la limitación de un horario y sí de unos objetivos. También sería interesante desarrollar sistemas de priorización por diagnóstico, gravedad, riesgo de reingreso o necesidad de atención hospitalaria. Aunque estos sistemas no han demostrado en todos los casos mejorar el índice de diagnóstico, por ejemplo de cáncer de colon en colonoscopias priorizadas por síntomas, promueven una cultura de mejora continua, seguridad, colaboración y calidad. Por otra parte, pueden evitar la congestión de servicios sobrecargados, como las urgencias hospitalarias, con unidades orientadas a la atención temprana, ya sea domiciliaria o en urgencias, de pacientes crónicos con alto riesgo de reingreso o gravedad al alta. Otros aspectos a potenciar serían la labor de la enfermera dentro de consultas de enfermería y programas de seguridad del paciente; la orientación de la atención primaria a aquellas funciones para las que es más eficiente y obtiene mejores resultados; y la continuidad asistencial. 73 La continuidad asistencial es crucial para la calidad percibida por el paciente, para una atención segura y para la obtención de resultados, además de ser un indicador de calidad por sí misma. El paciente debe tener un profesional asignado que será el responsable de la información y la relación con el resto del equipo y de unidades. La continuidad asistencial, más una información adecuada y la humanización de la atención, son requisitos de un sistema que busca la satisfacción del paciente y la implicación del paciente en su proceso asistencial. Se necesitan grandes centros o ciudades sanitarias; la medicina y la investigación biomédica de más alto nivel no puede llevarse a cabo en cada hospital de área. Estos centros serán accesibles a cualquier ciudadano o profesional y estarán gestionados a nivel central para evitar intereses partidistas o localistas. Se decidirá a qué áreas se destinan estos centros según los problemas de salud y las necesidades de la población. Permitiendo la inversión y la interacción con empresas, universidades y organizaciones sanitarias de cualquier país. Por último, no debemos permitir que la enfermedad suponga un quebranto para la economía de las familias y se constituya como una causa de vulnerabilidad o exclusión social, por lo que se evitarán copagos y existirán medidas de apoyo social, convenios para traslados y alojamiento, siempre en caso de necesidad real y con estudio individualizado. De este modo mejoramos la accesibilidad y aseguramos la equidad. BÚSQUEDA Y RECONOCIMIENTO DE LA EXCELENCIA Es fundamental establecer métodos para reconocer y fomentar la excelencia y el mérito, tanto de profesionales como de unidades de atención u organizaciones; contar con las sociedades científicas y los profesionales más reconocidos que son la base de la creación y gestión del conocimiento; atraer a profesionales excelentes, tanto para tareas asistenciales como de gestión, evitando la selección endogámica y la pérdida de profesionales de calidad; y buscar acreditaciones y certificaciones externas como ISO, Joint Commission, The Commowealth Fund... La búsqueda de la excelencia supone una oportunidad de creación de riqueza a través del desarrollo de servicios de apoyo, centros de investigación, colaboración con entidades privadas, turismo sanitario, etc. Mantener un sistema de información basado en indicadores de calidad, eficiencia y resultados, apoyado y reconocido por institutos nacionales e internacionales y sociedades científicas, y accesible para cualquier ciudadano del mundo, es, sin duda, el mejor reclamo para convertir nuestro sistema sanitario en motor de la economía mediante la captación de pacientes, recursos y profesionales de cualquier región. Las condiciones de equidad, accesibilidad y tiempo de demora serán iguales para todos los pacientes, pudiendo variar la cobertura, forma de pago y el precio final. Sin olvidar que establecer normas de buen gobierno y asunción de responsabilidades permite regenerar el sistema y mejorar su capacidad de adaptación. 74 IMPLANTACIÓN DE UNA CULTURA DE SEGURIDAD DEL PACIENTE La cultura de seguridad del paciente debe ser inherente a la búsqueda de la excelencia, pretende el mejor resultado para el paciente, evitar o minimizar los daños y conseguir una atención eficiente al ahorrar los costes derivados de errores evitables. La salud es una necesidad básica de la población y no puede depender de criterios políticos o electoralistas. Solo una gestión profesional y transparente, basada en la información, que busque la eficiencia y la excelencia, liderada por profesionales y orientada a la generación de valor, a la atención integral y a la minimización del riesgo para el paciente puede justificar la factura sanitaria. Si no es así no deberíamos gastar ni un euro más en un sistema que no lo merece. Al médico le queda un camino difícil, además de su papel de servidor público y su necesidad de formación continuada, se añade el deber de sobresalir en facetas como humanismo, profesionalismo, habilidad para la comunicación y negociación, precisión diagnóstica, conocimiento, liderazgo y gestión clínica. El político debe seguir el mismo camino. Ha de iniciar las reformas que demandan la población y los profesionales. La crisis actual nos brinda la oportunidad de empezar de nuevo y aprender de los errores cometidos, pero no esperemos a que sea demasiado tarde. La excelencia, constituida por calidad, eficiencia, generación de valor, transparencia, información, seguridad, meritocracia, humanismo, profesionalismo, competencia, adaptación, equidad, accesibilidad y satisfacción, es el camino. 75 EPÍLOGO GESTIONANDO LOS INTERESES DE NUESTROS PACIENTES Gestionar algo implica realizar actividades conducentes a alcanzar un determinado objetivo. La gestión sanitaria se ocupa de las organizaciones sanitarias. Su espectro puede por tanto ir desde lo macro a lo meso, y sus herramientas, en general, tenderán a agrupar la información y las decisiones en estos niveles agregados. Un ejemplo paradigmático de este tipo de gestión meso-macro puede ser el extendido uso de los denominados grupos relacionados de diagnóstico (GRDs) frente a la difícil y poco extendida monitorización real de costes y resultados de los múltiples procesos clínicos desagregados que caracterizan las actividades de los servicios clínicos y centros de salud. Hacer gestión sanitaria implica ocuparse de las organizaciones sanitarias y por tanto, típicamente, de los servicios de salud (macro) y de los centros asistenciales (meso). Sin duda, desde una perspectiva racional, los servicios de salud deberían ser gestionados con criterios empresariales y no políticos, si bien asumiendo que el nivel político define el marco de lo que debe ser ejecutado. Y esto no es una realidad efectiva. Todavía peor es la realidad percibida por los propios directivos sanitarios, refiriéndonos en este caso especialmente a los que gestionan los centros sanitarios, típicamente hospitales y áreas de salud, de que carecen de la suficiente independencia técnica para la ejecución de las actividades sanitarias encomendadas. Reclaman, y con razón, que la dirección sanitaria se profesionalice y despolitice. Para ello es imprescindible que los criterios de nombramiento y cese de estos directivos se ajusten a criterios técnicos y no políticos. Las palabras mágicas son selección acorde a proyecto, que incluye obviamente una creíble planificación estratégica, capacidad ejecutiva vinculada a una efectiva dirección estratégica y evaluación basada en objetivos. El problema es que no basta con tener buenos directivos sanitarios profesionales, y esta monografía aborda el corazón de este problema. En paralelo a la gestión sanitaria existe la gestión clínica. Hacer gestión clínica implica ocuparse de las unidades clínicas. Las unidades clínicas las gobiernan los clínicos. Se gestionan de hecho, aunque el conocimiento que subyace en ello permanezca tácito. El pensamiento clínico define el marco de acción, y todo intento centralizado de control del mismo está abocado al fracaso, precisamente porque el simple conocimiento de lo meso, aun aceptando que sea técnico y no político, es incapaz de gestionar eficientemente lo micro. De esta pugna puede en ocasiones derivarse ahorro, pero difícilmente eficiencia vinculada a resultados de calidad. La máxima eficiencia reside en la excelencia. La excelencia es, efectivamente, el camino. Los directivos y políticos ubicados en lo macro deberían promover una gestión sanitaria profesional que a su vez incluyera la efectiva descentralización de la toma de decisiones hacia esas unidades clínicas. Si se entiende la gestión clínica, tal como defienden los profesionales en recientes documentos marco, como la toma de decisiones de gestión en el ámbito clínico dirigida a una eficiencia vinculada a la excelencia, debería disiparse todo recelo y hacer caer todo prejuicio hacia la pérdida de protagonismo del directivo en un entorno de gestión clínica real. Basta con reservarse el nivel de la gestión sanitaria sin necesidad de ahogar por exceso de dirigismo y control las iniciativas de gestión clínica autónomas. 76 El epílogo es que solo desde la agregación de la excelencia individual dentro de unidades clínicas con gestión eficiente, orientada estrictamente a las necesidades de salud, y evaluadas en orden a obtener resultados de calidad, y no a la ejecución de directivas, puede conseguirse la excelencia de la práctica clínica en el terreno donde la interacción del sistema y el ciudadano se consagra. Y solo con la integración profesional y operativa de los directivos sanitarios y los gestores clínicos puede conseguirse la excelencia organizativa que debería por su propia virtud disipar cualquier duda del nivel político. Y todo esto no es más que cumplir con nuestro encargo, el de todos los implicados en la atención sanitaria, que es, nada más y nada menos, gestionar eficientemente los intereses de nuestros pacientes y no los de cualquier otro señor. Fernando Carballo Abril 2014 77 REFERENCIAS 1. Durso SC, Christmas C, Kravet SJ, et al. Implications of academic medicine´s failure to recognize clinical excellence. Clin Med Res 2009;7:127-33. 2. Aronoff DM. And then there were none: The consequences of Academia losing clinically excellent physicians. Clin Med Res 2009;7:125-26. 3. Christmas C, Kravet SJ, Durso SC, Wright SM. Clinical excellence in academia: perspectives from masterful academic clinicians. Mayo Clin Proc 2008;83:989-994. 4. 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