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SALMO 119:7 “Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios” En el verso anterior, el salmista reconoció que una vida de obediencia a Dios traería paz y tranquilidad a su alma, y no tendría razón alguna por sentir vergüenza – ni ante Dios, ni ante los hombres. Ahora reconoce una segunda ventaja: viviendo de acuerdo a la Palabra de Dios permitiría al salmista desarrollar una vida de alabanza. “Te alabaré”, dice el salmista, “con rectitud de corazón, cuando aprendiere tus justos juicios”. La primera pregunta que debemos hacer es, ¿qué significa alabar a Dios? El verbo, ‘alabar’, en hebreo (‘yada’), se deriva de la palabra, ‘mano’ (‘yad’); y al parecer, significa ‘una mano abierta, extendida hacia Dios’. Esto apunta a la manera en que debemos alabar a Dios – debemos hacerlo con una actitud de ofrecer o dar algo al Señor. Cuando alabamos a Dios, estamos dándole honra y gloria; estamos confesando y reconociendo quien Él es (ver Sal 111, 113, etc.). En su concordancia analítica, Strong comenta que hay otra palabra en hebreo para ‘mano’, y es el término, ‘kaf’. Esta palabra significa una mano cerrada; un ‘puño’. Una mano cerrada indica el deseo de sostener o retener algo para nosotros mismos, y señala una actitud totalmente opuesta a la alabanza. Cuando tenemos una actitud así, descubrimos que no queremos dar nada a Dios, menos nuestra alabanza y adoración. Por ende, sería bueno preguntarnos, honestamente, ¿qué clase de ‘manos’ tenemos? ¿‘Manos’ cerradas, o ‘manos’ abiertas? Nuestras vidas, y nuestros pensamientos, ¿están alabando Dios? Si somos honestos, tenemos que confesar que muchas veces tenemos corazones o mentes ‘cerrados’, llenos de egoísmo. Tenemos nuestras propias ideas acerca de cómo vivir, y no queremos reconocer los propósitos de Dios para nuestras vidas. Cuando vivimos así, es muy difícil alabar a Dios en espíritu y en verdad. Por eso el salmista reconoce que necesita aprender los “justos juicios” de Dios, para poder alabarle “con rectitud de corazón”. Jeff Adams dice algunas cosas muy interesantes acerca de la alabanza: “La alabanza sale naturalmente de un corazón que conoce, ama y obedece la Palabra de Dios…El no alabar a Dios revela secretos oscuros de tu vida. Si no hay alabanza en tu vida, no hay bienaventuranza…La ausencia de alabanza es una confesión de una vida que no está afinada con la Palabra de Dios” Preguntémonos honestamente, ¿es la alabanza a Dios una parte integral, espontánea de nuestras vidas? ¿Alabamos a Dios con alegría de corazón en los cultos, y en nuestros tiempos a solas con Él? Nuestra respuesta a estas interrogantes indicará la verdadera condición de nuestro corazón delante de Dios, y la verdadera calidad de nuestra vida espiritual. Habiendo notado lo que significa alabar a Dios, hagamos una segunda interrogante, ¿cuál es la forma correcta de alabar a Dios? La Biblia indica que debemos alabar a Dios con nuestros labios. Tal como dice el autor de Hebreos, la alabanza es el “fruto de labios que confiesan su nombre” (Heb 13:15). Nuestro Creador nos ha dado labios, no solo para comunicarnos con otros seres humanos, sino para alabar a Dios. 17 Esta alabanza de labios no siempre es fácil. A veces no sentimos el deseo de alabar a Dios. Por eso el autor de Hebreos habla del “sacrificio de alabanza”. Esta expresión viene del Antiguo Testamento. En el Sal 107:22, el salmista exhorta al pueblo de Israel, “Ofrezcan sacrificios de alabanza, y publiquen Sus obras con júbilo”. Al hablar así, el salmista está reconociendo que a veces nos cuesta alabar a Dios con nuestros labios. Para poder hacerlo, tenemos que poner a un lado nuestros sentimientos, y reconocer que Dios siempre es digno de alabar. Sin embargo, la alabanza no se limita a lo que decimos o cantamos, sino que tiene que ver con cómo vivimos (Rom 12:1). Lamentablemente, a veces la alabanza que ofrecemos a Dios con nuestros labios es negada o desmentida por la forma en que vivimos. Las hermosas cosas que decimos a Dios carecen de sentido, si nuestras vidas no reflejan una actitud de recibir de Dios lo que Él dispone para nosotros. Mientras intentamos retener el control de nuestras vidas, y nos enfrascamos en nuestros propios deseos, no podemos alabar a Dios. El salmista entendía eso. Por ende relaciona la alabanza a Dios con la obediencia a Su Palabra. Él no quería “ofrecer el sacrificio de los necios” (Ecle 5:1). No quería ser como aquellos hipócritas, que honraban a Dios con sus labios, pero sus corazones estaban lejos de Él (Mat 15:8). El salmista quería alabar a Dios “con rectitud de corazón”. La palabra, “rectitud” (‘yosher’), viene de un término en hebreo (‘yashar’) que significa ‘trazar una línea recta’. Los mandamientos de Dios establecen esa ‘línea recta’, a la cual debemos ajustar nuestras vidas. Si desobedecemos la Palabra de Dios, nos estaremos desviando de esa línea recta que Dios ha trazado para nosotros, estorbando y frustrando y nuestra adoración. En 1 Rey 9:4, Dios declara a Salomón que andar en “integridad de corazón y en equidad” (‘yosher’), significa hacer “todas las cosas que Yo te he mandado”. Tristemente, Salomón no hizo caso a lo que Dios le dijo. Quizá por eso, aunque escribió muchos proverbios, y fue el autor de tres libros que están en la Biblia (Proverbios, Cantares y Eclesiastés), no compuso muchos salmos – es decir, cánticos de alabanza. Su misma forma de vivir, casándose con tantas mujeres paganas, no le permitió desarrollar una vida de alabanza a Dios. David, su padre, fue bastante diferente. Aunque no fue un hombre perfecto, procuró vivir en integridad de corazón (ver 1 Crón 29:17), y por eso tenemos muchos de sus cánticos de alabanza, en los Salmos. Estos cánticos fueron aceptados por Dios y por el pueblo de Israel, porque vinieron de un hombre cuyo corazón era conforme al corazón de Dios. En él había un verdadero espíritu de alabanza. ¿Cómo podemos cultivar una vida de ‘rectitud’, para alabar a Dios como Él desea? Para contestar esa pregunta, notemos lo que el salmista dice en la segunda línea del v.7, “Cuando aprendiere tus justos juicios”. En este mundo de pecado, una vida de rectitud no se obtiene por casualidad – requiere todo un aprendizaje. El verbo en hebreo (‘lamad’) es muy interesante. Según Strong, significa ‘hincar’ o ‘golpear’. La figura es tomada de la vida campesina, donde el hombre del campo tenía una vara, que usaba para hincar o golpear a los animales, cuando ellos se estaban desviando del camino. Fue por medio de los golpes de la vara, que los animales aprendían a caminar por la senda correcta. Así es Dios con nosotros. Él quiere enseñarnos a vivir correctamente, para que gocemos una buena vida, y le alabemos de todo corazón, con paz y tranquilidad. Para eso, nos ha dado Sus “justos juicios”. Si no vivimos de acuerdo a los mandamientos de Dios, el Espíritu Santo y nuestra conciencia, nos golpean . Y si no hacemos caso a esos primeros ‘golpes’ internos, Dios 18 usará circunstancias adversas para enderezar nuestras vidas, y así aprenderemos a andar conforme a Sus “justos juicios”. ¿Estamos viviendo en rectitud? ¿O sentimos algo de los ‘golpes’ del Espíritu Santo en nuestras vidas? ¿Habrá circunstancias adversas que Dios está usando para enderezar nuestro andar con Él? Hagamos caso a estas cosas, para que vivamos conforme a los “justos juicios” de Dios. Al redactar este verso, el salmista reconoce, implícitamente, que aun él no ha llegado a la perfección. Indudablemente era un hombre que amaba a Dios, y conocía Su Palabra. Sin embargo, reconoce su necesidad de seguir aprendiendo de la Palabra de Dios. Nos hace pensar en lo que dijo el apóstol Pablo, en Fil 3:12: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo...”. ¡Qué buena actitud! Es una digna de imitar. La marca del creyente maduro, no es el que piensa que ya lo sabe todo, sino que tiene un deseo ferviente de seguir aprendiendo. Si cultivamos esa actitud de un constante aprendizaje, cosecharemos una vida que agrada a Dios, que bendice a otras personas, y que nos satisface a nosotros mismos. Finalmente, notemos la motivación del salmista. ¿Por qué quería seguir aprendiendo de la Palabra de Dios? ¿Era simplemente para llenar su cabeza de conocimiento? ¿Era para que sea conocido como un gran estudioso o maestro de la Palabra? No; era para poder alabar a Dios mejor. Quería más conocimiento, para poder glorificar más a Dios. Esta debe ser la meta de todo estudio espiritual – no llenarnos de títulos (que apunta a nuestra propia gloria), sino llenarnos de conocimiento de Dios, para poder alabarle mejor, y servirle para Su honra y gloria. Como dijera Spurgeon, “Primero debemos aprender a alabar; luego debemos aprender, para alabar; y finalmente, cuando hemos aprendido, debemos alabar”. “Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios” 19