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Artículos Originales Mortalidad en niños con epilepsia • M. Davilat-Barros y cols. 20 Años Mortalidad en niños con epilepsia Estudio clínico prospectivo M. Davilat-Barros, G. Rivera-Gómez, V. Gómez-Muñoz, J.P. Sepúlveda-Olmos RESUMEN Introducción. La mortalidad de personas con epilepsia es superior a la de la población general, aunque la información dedicada a los niños es escasa. Objetivo. Determinar el riesgo de muerte de niños con epilepsia, los factores asociados y las causas de muerte, así como destacar el apoyo brindado a la familia. Material y métodos. Desde 1996 a 2002 fallecieron 16 niños con epilepsia controlados en nuestro centro. De ellos, 15 entraron consecutivamente en la investigación, de acuerdo con un protocolo previo. La información se obtuvo de nuestro banco de datos, de la ficha clínica y de entrevistas con los padres. Resultados. La tasa de mortalidad estándar fue de 3,21 (IC 95%: 1,48-4,95). La mayoría inició su enfermedad precozmente. Un total de 13 niños tenía epilepsias remotas sintomáticas; 11 presentaban epilepsias resistentes o catastróficas. El EEG fue específico para epilepsia en 11 enfermos. Nueve niños estaban con politerapia. Ocho pacientes habían recibido tres o más combinaciones terapéuticas. Ocho tenían concentraciones terapéuticas antes del fallecimiento. Diez pacientes fallecieron debido a infecciones y cinco de muerte súbita inexplicable. En uno de ellos, la muerte súbita inesperada fue definitiva, y correspondió a una niña embarazada con epilepsia mioclónica juvenil. Otro niño falleció poco después de un sismo. La asistencia para la elaboración del duelo fue de utilidad para la familia. Conclusiones: estos niños tienen un elevado riesgo de muerte, que se asocia a un inicio precoz de epilepsias graves, activas, resistentes y catastróficas. El completo control de las crisis debería ser el principal objetivo del tratamiento (Acta Neurol Colomb 2004;20: 51-61). Palabras clave: epilepsia, tasa de mortalidad, muerte súbita, riesgo. SUMMARY Introduction. Mortality in patients with epilepsy is higher than the general population but the data about children is not too extends. Objectives. To determine the risk of dying in epileptic children, the associated factors and the cause of death, as well as to target the support given to the family. Material and methods. From 1996 to 2002, sixteen children with epilepsy controlled in our centre died. Fifteen of them were included in our research according to a previous protocol. The data was token from our data bank, the clinical file and parents interview. Results. The standard mortality rate was 3.21 (95% CI: 1.48-4.95). The main group had an early onset on their illness. Thirteen children had remote symptomatic epilepsy. Eleven had resistant or catastrophic epilepsy. The EEG was specific for epilepsy in 11 cases. Nine children were receiving politherapy. Eight patients had received three or more therapeutic schemes. Eight had pre-mortem therapeutic blood levels of antiepileptic drugs. Ten patients die because of infection and five because of a sudden unexpected death. In one of them the sudden unexpected death was definite and was given in a pregnant teenager with a juvenile myoclonic epilepsy. Other boy died soon after an earthquake. The assistance to the mourning elaboration was useful for the family. Conclusions. This children has a high risk of dying, it is associated to on early onset of severe, active, resistant and catastrophic epilepsy. The entire control of crisis should be the main target of treatment (Acta Neurol Colomb 2004;20: 51-61) © 2004, REVISTA DE NEUROLOGÍA Recibido: 16/09/03. Recibido en versión revisada: 16/01/04. Aceptado: 26/01/04. Centro de Epilepsia Infantil. Servicio de Neurología y Psiquiatría. Hospital de Niños Luis Calvo Mackenna. Santiago, Chile. Correspondencia al Dr. Marcelo Devilat Barros. Silvina Hurtado 1713. Dpto. E-mail: E-mail: madevi@ctcreuna.cl 51 Acta Neurol Colomb • Vol. 20 No. 2 Junio 2004 Key words. Epilepsy, mortality rate, sudden death, risk. INTRODUCCIÓN Las personas con epilepsia tienen un riesgo de morir mayor que el de la población general (1). Sin embargo, la información disponible adolece de problemas metodológicos que dificultan la interpretación y la comparación de los resultados. El mayor problema proviene del variado origen de la información (1), la que se puede originar en centros de atención terciaria (2-7), en poblaciones de personas con epilepsia (8-11), en comunidades con epilepsia refractaria y retraso mental (12), con o sin parálisis cerebral (13), en pacientes con epilepsias remotas sintomáticas (14) y en enfermos sometidos a programas de desarrollo de fármacos antiepilépticos (FAE) (15, 16). El origen de las muestras puede ser también de registros oficiales de muerte y de certificados de defunción (17,18). La definición de epilepsia y las causas de muerte (19, 20), así como el tamaño del universo (11, 21), pueden ser factores que entorpezcan la comparación de los resultados. No es menos importante el diseño de los estudios, que pueden ser cruzados por un corte temporal (8, 22, 23) o de seguimiento (4, 5, 10, 24, 25), con controles (7, 14, 22-24) o sin ellos, o sencillamente retrospectivos (6). Es necesario considerar que la edad de los pacientes ingresados en los estudios puede dar lugar también a dificultades en la interpretación de los resultados. En efecto, existen trabajos en los que se incluyen exclusivamente adultos (2-4, 7, 15, 18, 22, 24, 25), en otros participan sólo niños (5, 8, 17, 21, 23, 26, 27), o bien adultos y niños (6, 10, 13, 14, 16). Derivado de lo anterior, el riesgo de morir de las personas con epilepsia, expresado en la tasa de mortalidad estándar (TME), varía entre 1,3 y 3,1 para estudios en comunidades (10, 22, 28, 29), y superior en grupos especiales de pacientes (2, 4, 13, 14, 24, 25). En los niños, la información sobre la TME es escasa. Para ellos, todos menores de 16 años, la TME ha sido muy superior a la mencionada para los adultos. El estudio australiano (8) reveló una TME de 13,2 (IC 95%: 8,5-20,7), el trabajo holandés (5) informó de un riesgo siete veces superior al de la población general (IC 95%: 2,4-11,5) y el de Nueva Escocia (23) proporcionó una TME de 8,8 (IC 95%: 4,16-13,43). Aunque los intervalos son muy amplios, el exceso de mortalidad puede explicarse porque la mayoría de estos niños presentaba epilepsias remotas sintomáticas, secundarias y con grave comorbilidad neurológica. Cifras similares a las citadas se han descrito en antiguas series de personas con epilepsia y retraso mental (1), pero no en las actuales (13, 14). 52 Las causas de muerte en un caso determinado pueden ser difíciles de establecer (30), porque los certificados de defunción no son siempre fiables (8, 13) y debido a que los estudios de autopsias son escasos (7, 12, 15, 16, 24, 31-33) o insuficientes (11). Las causas relacionadas con la epilepsia parecen tener una importancia especial (2, 10, 16, 22, 30, 34). Entre las causas inmediatas de muerte, las neumonías y bronconeumonías, tanto en poblaciones (22) como en hospitalizados (2) y en personas con epilepsia y retraso mental (13), tienen un lugar de relevancia. Con respecto a la muerte súbita inesperada, una reciente revisión (34) reveló que ésta es responsable del 2-17% de las muertes en la epilepsia y pueden llegar, en estudios de población, a constituir un riesgo 24 veces superior en la población epiléptica que en la no epiléptica (35). El estudio inglés (11) reveló que el 60% de las muertes de 595 registros correspondía a muerte súbita inesperada, aunque la información obtenida tenía diversas insuficiencias. Otros (16) han comunicado una cifra similar. La incidencia de muerte súbita inesperada varía ampliamente y está marcada por el tipo de estudio; fluctúa de 1:200 personasaño en epilepsias graves (19) a 15:1.000 personas-año dadas de alta por epilepsia en un estudio controlado (24). En los niños, hasta los 16 años, los trabajos de mortalidad dedicados exclusivamente a ellos, hasta donde sabemos, son escasos (5, 8, 17, 23, 26, 27). Todos ellos, menos uno (27), son de población y suman 259 niños, de los cuales 54 fallecieron de muerte súbita inesperada, con variados grados de certeza. Las causas de muerte son similares a las de los adultos, tanto en lo que se refiere a causas atribuibles directamente a la epilepsia o bien cuando ésta es un síntoma (8, 23, 27). Lo mismo ocurre con las causas inmediatas de muerte, como las que se originan en el tracto respiratorio inferior (5, 8, 23, 27). La participación de la muerte súbita inesperada en la mortalidad sería en los niños inferior a la de los adultos: 12% en la serie australiana (8), 1:26 en la irlandesa (23), y de13,4% en otra comunicación (17). La incidencia comunicada de 2:10.000 es también inferior a la de adultos (26). Se han descrito numerosos factores de riesgo para adultos y niños. Algunos de ellos son controvertidos, como el sexo (3, 4, 6, 13, 14, 26, 27, 36-38), el número y la cantidad de FAE (7, 15, 24-26, 31, 39) y la frecuencia de las crisis (1, 4, 12-14, 24, 27, 40, 41). Otros factores se han asociado consistentemente al riesgo de morir, como la edad de inicio de la epilepsia y el lapso entre el inicio de la enfermedad y la muerte (4, 5, 8, 11, 23, 24, 26, 27), el tipo de crisis y de síndrome (5, 7, 8, 10, 13, 14, 17, 22, 23, 26, 27, 42-44), la comorbilidad neurológica (5, 7, 8, 10, 13, 14, 17, 23, 26, 27), así como la gravedad de la epilepsia Mortalidad en niños con epilepsia • M. Davilat-Barros y cols. (2, 4, 5, 7, 12, 14, 17, 27, 40, 41, 45). Otros factores se han comunicado poco frecuentemente, a saber, el riesgo de síndromes específicos (46-48), las características del EEG (7, 37), los esquemas terapéuticos de FAE en adultos (25), y los FAE y su concentración en niños (5, 26). Hasta donde sabemos, no hay menciones de embarazadas con epilepsia que hayan fallecido, del EEG, de las combinaciones terapéuticas ni de las medidas de apoyo a la familia en los niños que fallecen (5, 7, 10, 14-16, 24, 25, 31, 36, 44), y existe ocasional información de las circunstancias de la muerte (7, 26, 27, 39). El objetivo de esta investigación fue determinar el riesgo de muerte de niños con epilepsia controlados en nuestro centro, examinar las causas de la muerte y sus posibles factores de riesgo, así como destacar algunos casos especiales, las circunstancias de la muerte y el apoyo ofrecido a la familia cuando ocurre el deceso. MATERIAL Y MÉTODOS Desde 1996, el Centro de Epilepsia Infantil tiene un programa destinado al diagnóstico y tratamiento desde el punto de vista biopsicosocial de los niños con epilepsia del distrito oriente de Santiago, uno de los cinco en los que se divide sanitariamente la capital. Desde esa fecha, hasta el año 2002, el número de pacientes en control anual ha aumentado de 402 a 695, y todos se introducen en una base de datos actualizada mensualmente. El 80% de los niños corresponde al distrito mencionado, en tanto que el 20% es referido desde otros puntos de Santiago y del resto del país. Los pacientes fallecidos se ingresaron en el estudio prospectivamente, de acuerdo con un protocolo previo, desde 1996 hasta 2002, y sumaron 16 niños. Para el análisis de la información se excluyó un niño, ya que falleció en otro hospital y no se tuvo acceso a la información clínica. El centro tuvo conocimiento del deceso y de las circunstancias de la muerte por los siguientes medios: notificación personal o telefónica por parte de los padres, indagación a través de llamadas a los inasistentes y seguimiento de aquellos que fallecieron en el hospital, sede del centro. La información se obtuvo de nuestra base de datos, de la ficha médica del paciente y del contacto con los padres después del fallecimiento. En un niño se tuvo acceso a la información del protocolo de autopsia y al funcionario judicial encargado del caso. Todos los pacientes tenían epilepsia, es decir, habían presentado al menos dos crisis epilépticas no provocadas, separadas entre sí por al menos 24 horas. El diagnóstico del tipo de crisis y del síndrome se realizó sobre la base de lo recomendado por la Liga Internacional contra la Epilepsia (49, 50). Se definió como epilepsia remota sintomática aquella en la cual las crisis epilépticas fueron directamente causadas por un ataque identificable ocurrido en un lapso mayor a un mes con respecto al inicio de las crisis (10). Aquellos pacientes con retraso mental o parálisis cerebral sin causa demostrable para su epilepsia, también se consideraron como portadores de epilepsia sintomática (14). El coeficiente intelectual se determinó clínicamente y mediante evaluación psicométrica, en algunos niños. El término de parálisis cerebral se utilizó para designar un control anormal del movimiento o de la postura, de inicio precoz y en ausencia de enfermedad progresiva subyacente (51). En 13 de los pacientes se disponía al menos de una tomografía axial computarizada cerebral (TAC), y en dos no fue posible efectuar dicho examen. Dos niños tenían una resonancia nuclear magnética cerebral, además de la TAC cerebral. Todos los EEG fueron interictales y se efectuaron en un electroencefalógrafo de 12 canales, con derivaciones en el sistema internacional 10-20. Se consideró para este estudio el último examen realizado antes de la muerte. Se designó como actividad específica la presencia de elementos de espiga o espiga-onda en el trazado (52). Cuando el elemento agudo tenía una duración de 70-200 ms y la fase descendente era prolongada, se designó como punta lenta (sharp wave) (52). El cuadro de hipsarritmia fue el correspondiente a ondas agudas de alto voltaje seguidas de aplanamiento del ritmo de base (52). Se designó como politerapia al esquema terapéutico con dos o más FAE. La concentración de FAE se consideró terapéutica cuando estaba dentro del intervalo recomendado por el laboratorio y se consideró la última realizada antes del fallecimiento del niño. En cuatro de ellos no fue posible realizar dicho examen. Se definió como epilepsia activa aquella en la cual los pacientes presentaban todavía crisis en los dos últimos años, e inactiva cuando no las habían presentado en ese período (53). Se consideró como epilepsia resistente aquella en la que las crisis persistían con una frecuencia de al menos cuatro al mes en los últimos seis meses, a pesar de un tratamiento farmacológico adecuado (54). Se designó como epilepsia catastrófica aquella epilepsia resistente a todo tratamiento disponible, de alto costo y que originaba una seria afectación al orden regular de la familia (55). La información sobre las circunstancias de la muerte de los que fallecieron en domicilio la proporcionaron los padres. Todos los que murieron en el hospital, salvo uno, lo hicieron en el establecimiento donde funciona el centro. Un paciente (niño 3) falleció en otro hospital pediátrico y se tuvo acceso a su ficha clínica. La causa de la muerte fue la proporcionada por los padres en los fallecimientos en el domicilio y la obtenida 53 Acta Neurol Colomb • Vol. 20 No. 2 Junio 2004 de la ficha clínica en los que murieron en el hospital. En ningún paciente se tuvo acceso al certificado de defunción. El criterio de diagnóstico de muerte súbita inesperada fue el siguiente: intervalo se calcularon de acuerdo con la distribución normal. 1. La persona cumple con los criterios de epilepsia. Durante los seis años que duró este estudio fallecieron 16 niños controlados en nuestro centro y la TME resultó ser 3,21 (IC 95%: 1,48-4,95). Excluido un paciente, el grupo constaba de nueve hombres y seis mujeres. La edad de inicio de la epilepsia, en promedio, fue de 2,30 años (1 mes-13 años). Diez niños iniciaron su cuadro antes del año de vida. Todos los niños tenían al morir 15 años o menos, salvo dos (niña 1, de 16 años, y niño 6, de 19 años). La edad promedio en el momento de la muerte fue de 7,63 años (10 meses-19 años). Sólo un niño falleció con menos de un año de vida. El lapso promedio entre el inicio de la epilepsia y la muerte fue de 5,33 años (9 meses-12 años). 2. La muerte ocurre repentina e inesperadamente. 3. La muerte acaece en un razonable estado de salud, en circunstancias benignas y dentro del desarrollo de actividades normales. 4. No existe una causa médica obvia o razonable. El diagnóstico de muerte súbita inesperada definitiva incluyó los criterios señalados más una autopsia, que descartó una causa anatómica y toxicológica. Se designó como muerte súbita inesperada probable a aquellos que cumplieron con los cuatro criterios clínicos descritos (19, 30, 41, 56). El cálculo de la TME se realizó sobre la base de la información del banco de datos del centro y del Ministerio de Salud. La tasa de mortalidad para niños de un mes a 19 años se calculó teniendo como base los años centrales de 1999 y 2000. La medición de las muertes esperadas se realizó dividiendo por 1.000 la tasa de mortalidad general, multiplicada por la población de niños con epilepsia en control. La TME se obtuvo de la razón entre la mortalidad observada y la mortalidad esperada. Los coeficientes de RESULTADOS En la tabla 1 se aprecia que la mayoría de los pacientes tenían crisis epilépticas generalizadas y que el universo se divide en 10 niños con síndromes generalizados y cinco con epilepsias parciales. trece enfermos presentaron epilepsias remotas sintomáticas, cinco de las cuales fueron secundarias a encefalopatía hipoxicoisquémica y el resto a causas diversas. Todos tenían retraso mental, salvo dos (niñas 1 y 12), que fueron los únicos pacientes que no presentaron comorbilidad neurológica. La comorbilidad no neurológica se presentó en 11 pacientes, de los cuales cinco tenían cuadros pulmonares a repetición, tres se gastrectomizaron y una paciente (niña 1), con epilepsia Tabla 1. Cuadro clínico de 15 niños con epilepsia fallecidos (1996-2002). Niño/Tipo de crisis Síndrome 1 Antecedentes patológicos Funciones cognitivas Comorbilidad neurológica Comorbilidad no neurológica 1 Mioclónicas+TCG 2 Mioclónicas 3 Mioclónicas 4 Mioclónicas+TCG 5 Clónicas generalizadas 6 TCG 7 Parciales complejas 2. 8 Parciales complejas 2. 9 Parciales complejas 2. 10 Parciales complejas 11 Parciales complejas 12 TCG 13 Mioclónicas 14 Tónicas+TCG 15 TCG EMJ West West West Gen. Gen. Parcial Parcial Parcial Parcial Parcial Gen. West Gen. Gen. No EHI EHI T. migración Genopatía EHI No Crisis anóxicas Meningitis Hidrocefalia (ex West) No No EHI Consanguinidad EHI (ex West) Normal RM RM RM RM RM RM RM RM RM RM Normal RM RM RM No PC PC PC Hipotonía PC PC AVC AVC PC Autismo No PC Hipotonía PC Embarazo de 21-22 semanas Gastrostomía, bronconeumonías Gastrostomía, bronconeumonías Daño pulmonar crónico Gastrostomía No No Tetralogía de Fallot Bronconeumonías Desnutrición Ehlers-Danlos No No Desnutrición, bronconeumonías Desnutrición Los niños 1 y 12 son idiopáticos, el resto es sintomático; 2 Secundariamente generalizadas. Abreviaturas TCG: tonicoclónica generalizada; Gen.: generalizada; EMJ: epilepsia mioclónica juvenil; EHI: encefalopatía hipoxicoisquémica; RM: retraso mental; PC: parálisis cerebral; AVC: accidente vascular cerebral. 1 54 Mortalidad en niños con epilepsia • M. Davilat-Barros y cols. Tabla 2. Exámenes, tratamientos y evolución de 15 niños con epilepsia fallecidos (1996-2002). Último EEG 1 Normal 2 Hipsarritmia 3 Específico 4 Puntas lentas 5 Específico 6 Puntas lentas 7 Específico 8 Específico 9 Específico 10 Específico 11 Específico 12 Normal 13 Específico 14 Específico 15 Específico N.° de esquemas de tratamiento Último tratamiento Último control de FAE Evolución de la epilepsia 2 4 3 2 1 2 5 3 5 6 2 2 2 4 8 VPA VPA-PB VPA-PB-CZP VPA-PB VPA-VGB VPA VPA PB-CBZ VPA-PB-CLB VPA PB-CBZ VPA VPA PB-CBZ-VGB VPA-CZP-TPM-DC Terapéutico Sin Sin Sin Terapéutico Terapéutico Sin Terapéutico Terapéutico Terapéutico Terapéutico Terapéutico Terapéutico Terapéutico Terapéutico Inactiva Catastrófica Resistente Activa Resistente Resistente Resistente Catastrófica Resistente Resistente Resistente Inactiva Activa Catastrófica Catastrófica Abreviaturas FAE: antiepiléptico; VPA: ácido valproico; PB: fenobarbital; CLB: clobazam; VGB: vigabatrina; CBZ: carbamacepina;CZP: clonacepam; TPM: topiramato; DC: dieta cetógena. mioclónica juvenil (EMJ), falleció en el curso de un embarazo normal y bien controlado. aunque la autopsia señaló un paro cardiorrespiratorio como la causa de muerte. De acuerdo con la tabla 2, todos los pacientes, salvo dos (niñas 1 y 12), tenían su último EEG anormal, y de ellos, 11 tenían marcadores definitivamente epilépticos. Ocho niños habían tenido tres o más esquemas de tratamiento, y el resto había recibido dos o menos planificaciones terapéuticas. Al fallecer, nueve enfermos estaban con politerapia y seis con monoterapia. En 11 pacientes, los valores de las concentraciones de los FAE estaban en el intervalo terapéutico, en tanto que en cuatro niños no fue posible realizar dicho examen. La mayoría tenía epilepsias de difícil control, siete resistentes y cuatro catastróficas; el resto tenía epilepsias activas o inactivas. Todos los padres de los pacientes, salvo uno (niño 2), recibieron apoyo por parte del personal del centro, con el objeto de contribuir a elaborar el duelo. El apoyo fue telefónico en dos familias, la del niño 8, cuya muerte se indagó a raíz de una investigación sobre inasistencias a controles médicos, y la del niño 15, cuyos padres vivían fuera de Santiago y llamaron al centro para informar del fallecimiento del hijo. Con 12 familias, generalmente con la madre, se tuvo al menos un contacto a través de una entrevista personal. En todos los contactados, salvo en dos (niñas 1 y 12), la muerte, si bien con dolor, fue aceptada por la familia, en consideración a las comprometidas condiciones de sus hijos, y no se manifestaron sentimientos de rechazo o animadversión hacia el personal del centro. La familia de la niña 1 exigió una autopsia, debido a las circunstancias de su fallecimiento. En el caso 12, los padres manifestaron una enorme perplejidad y confusión, ya que la muerte fue inesperada y asociada a un sismo leve en una niña pediátricamente sana. El lugar del deceso, la circunstancia de la muerte y su causa se reflejan en la tabla 3, que informa de ocho pacientes fallecidos en el hospital por una infección. Todos los enfermos que murieron en el hospital lo hicieron en circunstancias propias de un centro hospitalario, salvo uno, que lo hizo durante una crisis tonicoclónica generalizada (CTCG). Siete niños murieron en su domicilio, de los cuales cinco fallecieron de muerte súbita inesperada. Entre estos últimos, dos se encontraron muertos durante el sueño, dos después de una crisis epiléptica y uno poco después de un sismo leve. Una enferma se catalogó como muerte súbita inesperada definitiva, DISCUSIÓN Hasta el trabajo australiano (8), la información sobre la mortalidad en niños con epilepsia se había publicado en estudios dedicados al pronóstico de la epilepsia en niños, 55 Acta Neurol Colomb • Vol. 20 No. 2 Junio 2004 Tabla 3. Lugar, circunstancia y causa de muerte en 15 niños con epilepsia (1996-2002). Lugar Circunstancia 1 Domicilio 2 Hospital 3 Hospital Bronconeumonía 4 Hospital Bronconeumonía 5 Hospital Bronconeumonía 6 Domicilio 7 Domicilio Neumonía 8 Domicilio Bronconeumonía 9 Hospital 10 Hospital 11 Domicilio Después de CPC, con testigo MSIEP probable 12 Domicilio Después de temblor, con testigo MSIEP probable 13 Hospital Bronconeumonía 14 Hospital Bronconeumonía 15 Domicilio Abreviaturas Encontrada sin vida al amanecer MSIEP definitiva Ventriculitis, shock séptico Después de CTCG, con testigo Durante una CTCG, con testigo MSIEP probable Shock séptico. Escarlatina Bronconeumonía Encontrada sin vida al amanecer MSIEP probable CTCG: crisis tonicoclónica generalizada; CPC: crisis parcial compleja; MSIEP:muerte súbita inesperada algunos de los cuales incluían adultos y niños (8). El trabajo australiano, junto al holandés (5) y al canadiense (23), son las únicas fuentes pediátricas disponibles para comparar nuestros resultados relativos al riesgo de morir, que arrojaron una TME con la cifra más baja con respecto a las de los autores citados. Nuestra cifra de 3,12 revela que la probabilidad de fallecer de nuestros niños con epilepsia es tres veces superior a la esperada, muy similar a la descrita en las series de adultos (1). La presente investigación no es un estudio de población (8, 5, 23) y no es controlada (23). Su base la constituyen niños en control en el centro y los fallecidos se ingresaron a medida que ocurrían las muertes, cuya información dependía del aviso que nos dieran los familiares cuando ocurría el deceso; pero no tenemos la certeza de que todos los fallecidos en el período sean los que se comunicaron. Por ello, la cifra obtenida, si bien es alta, podría ser mayor. En todo caso, la probabilidad de morir de nuestros niños es semejante a la comunicada en trabajos de adultos (2, 22, 34) y de adultos y niños (1, 10). Se observó un leve predominio masculino en esta muestra, que también se ha descrito en otras casuísticas exclusivamente pediátricas (26, 36) y en series que incluyen adultos y niños (6, 37, 38). Este predominio puede alcanzar hasta el 85% (36), pero lo pequeño de las muestras y las poco comparables situaciones 56 Causa de muerte metodológicas, no autorizan conclusiones definitivas. Otras investigaciones en niños (5, 27), así como en poblaciones de adultos (4, 7, 14, 16, 24) y de adultos y niños (13), no han logrado confirmar un riesgo excesivo para los varones. Aunque los estudios de metaanálisis y otros (1, 7) no han logrado determinar la influencia de la edad sobre la mortalidad, la edad de inicio de la epilepsia podría ser un factor predictivo, como lo sugiere el grupo de niños de este estudio. En efecto, dos tercios de ellos iniciaron su enfermedad antes del año de vida. Un trabajo (8) informó que el 42% de 93 niños falleció durante el primer año de vida, y otro más reciente (23) reveló que el inicio de la epilepsia en el primer año de vida se asocia significativamente a un exceso de mortalidad comparado con inicios más tardíos. En un estudio de población y controlado (24) se demostró que, para la muerte súbita inesperada, iniciar la enfermedad antes de los 15 años tenía casi ocho veces más riesgo que si ésta se iniciaba después de los 45 años. Lo anterior tiende a sugerir la existencia de una base neuropatológica temprana que predispondría a un exceso de mortalidad en los primeros años de vida (10, 11, 24, 39, 44), lo que concuerda con el hecho de que la mayoría de nuestros pacientes tenían epilepsias sintomáticas graves (5). A pesar de ello, recientes trabajos en poblaciones, preferentemente Mortalidad en niños con epilepsia • M. Davilat-Barros y cols. de adultos (10, 16), han comunicado un mayor riesgo en edades avanzadas, lo que podría relacionarse con enfermedades cardiovasculares y con cáncer. En todo caso, los estudios limitados a niños son poco comparables con los de adultos, porque los universos son diferentes con relación al tiempo de exposición al riesgo de morir y por el hecho que los niños presentan síndromes propios, como las ausencias típicas y las epilepsias parciales benignas, síndromes que no parecen tener un exceso de mortalidad (17). La inclusión en nuestra casuística de dos pacientes mayores de 15 años, probablemente origina una debilidad en la interpretación de los resultados. La niña 1, de 16 años, se incluyó por sus especiales características de presentar una EMJ y estar embarazada. El niño 6, que falleció a los 19 años de vida, se incluyó porque siempre siguió sus controles con nosotros y había iniciado su epilepsia tempranamente. El análisis de los lapsos entre el inicio de la epilepsia y la edad de la muerte podría permitir manejar un factor predictivo. Sin embargo, ésta es una información infrecuente en las casuísticas de niños y adultos. En la presente serie, dicho período fue de 5,33 años (9 meses-12 años). Otros autores han comunicado cifras levemente superiores (8) o sensiblemente inferiores (5). Sin embargo, en trabajos controlados en mayores de 20 años que fallecen de muerte súbita inesperada, un historial de epilepsia mayor de 30 años sería un factor significativo de muerte súbita inesperada (7). Es probable que las diferencias se deban al diseño metodológico de las investigaciones citadas. No existen evidencias de la influencia de las CTCG en la mortalidad en los niños. Sólo seis casos de 15 de esta investigación las presentaron, cifras semejantes han sido comunicadas por otros (8, 23). Sin embargo, en series en las que participan exclusivamente adultos, o adultos y niños (4, 10, 11, 44), la asociación es relevante. Para la muerte súbita inesperada (7) también lo es, especialmente si las crisis ocurren durante el último año antes de la muerte. Parece que son las CTCG sintomáticas y asociadas a retraso mental con las que se aprecia una fuerte asociación (13, 14). Las epilepsias sintomáticas parecen ser fuertemente predictoras de mortalidad en los niños. En efecto, en nuestra casuística, todas las epilepsias, menos dos, eran remotas sintomáticas, como también han comunicado otros autores en trabajos sólo con niños, tanto para la mortalidad en general (5, 8, 23, 27) como para la muerte súbita inesperada (17, 26). También en las investigaciones con adultos, y con adultos y niños, la asociación se presenta para la mortalidad en general (10, 14, 22) y más débilmente para la muerte súbita inesperada (7, 24). Es una excepción a lo último una casuística con ocho niños y jóvenes en los que predominaban las epilepsias idiopáticas (39). El síndrome de West ocupa un lugar importante en esta muestra. En efecto, seis niños (40%) tuvieron o tenían el síndrome en el momento de la muerte, todos asociados a retraso mental y parálisis cerebral. El síndrome de West, especialmente si es sintomático, como en los pacientes de esta serie, tiene una alta mortalidad (57); la mitad de los enfermos mueren antes de los 10 años de edad, y constituye uno de los síndromes epilépticos más letales. De especial relevancia en esta casuística es la paciente de 16 años con EMJ que, además, cursaba con un embarazo de 22-23 semanas y falleció por muerte súbita inesperada definitiva. Este caso sería el quinto descrito en la literatura (47, 48), y el primero con muerte súbita inesperada definitiva, en el curso de un embarazo normal y bien controlado. A diferencia de los casos publicados que tenían algunos factores que pudieron ser de riesgo, como edema pulmonar previo, alteraciones psiquiátricas graves y epilepsias no controladas, nuestra paciente falleció repentinamente con una epilepsia inactiva, EEG normal, concentración terapéutica de ácido valproico y sin comorbilidad neurológica. A pesar de que esta paciente puede constituir un paradigma de muerte súbita inesperada definitiva, se desconoce el papel que desempeña el embarazo. Una característica clínica muy importante del universo presentado es que sólo dos de los niños estaban libres de patología neurológica; el resto era portador de daño orgánico cerebral documentado por sus antecedentes personales, comorbilidad neurológica o retraso mental. Lo anterior sugiere una fuerte asociación con la mortalidad, que se ha comunicado en otras series pediátricas basadas en estudios de comunidad no controlados (8), controlados con población no enferma (23), de hospitales (5) y con casos aislados (27). Lo mismo acontece para la muerte súbita inesperada en los estudios de comunidad (17, 26). Parece no ser privativo de los niños la asociación comentada, puesto que se ha comunicado en poblaciones de adultos no controladas (13), controladas (6, 10, 14), en poblaciones de adultos y niños controladas para la muerte súbita inesperada, incluso al descontar la frecuencia de las crisis (7). Lo anterior sugiere que es la causa subyacente (22) o la comorbilidad (23, 27, 58), más que la epilepsia misma, un marcador de mortalidad. La comorbilidad no neurológica, frecuente en nuestra casuística, podría desempeñar un papel importante, toda vez que la presencia de daño orgánico cerebral puede predisponer a riesgos de la función respiratoria y deglutoria (7). Sin embargo, no puede desconocerse que las crisis epilépticas pueden causar la muerte por lesión o accidente (27, 34, 59-61). Ninguno de los niños de esta muestra tiene esas características, pero todos, excepto dos, presentaron crisis epilépticas al 57 Acta Neurol Colomb • Vol. 20 No. 2 Junio 2004 menos dos años antes de fallecer, es decir, presentaban epilepsias activas (53). La mayoría falleció con epilepsia resistente a los FAE o bien en su máxima expresión, como son las epilepsias catastróficas (55). Lo anterior sugiere una fuerte asociación entre la gravedad de la epilepsia, en el sentido de crisis frecuentes e incontroladas y la mortalidad, lo que se ha confirmado en diversos trabajos (3-7, 11-17, 24, 27, 39). Sin embargo, parece ser que la frecuencia aumentada de crisis no es suficiente, como lo prueba el hecho de que en las ausencias y las crisis parciales la mortalidad no se presenta en exceso (13). Las epilepsias activas con crisis resistentes al tratamiento con FAE (4, 12, 14, 40, 41) o muy frecuentes en el último año antes de morir (4, 13, 14, 24, 27), serían un importante factor de mortalidad. donde sabemos, salvo lo comentado para la CBZ, que el papel de los FAE se ligaría más a la epilepsia que a un medicamento determinado. Se observa una escasa atención en la literatura respecto al EEG. Que sepamos, existen dos investigaciones, ambas en adultos, relacionadas con la muerte súbita inesperada, que se ocupan de él. Una concluye que existe una amplia variabilidad en los resultados (37) y revela alrededor de un 30% de pacientes con actividad epileptiforme, y otra (7) que comunicó que el 90% de los que fallecen tenían descargas específicas en el EEG. Salvo la presente comunicación, no existe en niños, ni en estudios sobre mortalidad general, información al respecto. Una alta proporción de casos de esta muestra, el 73%, tenía su último EEG interictal específico o ‘epileptiforme’. Los dos pacientes con epilepsia generalizada inactiva y muerte súbita inesperada presentaron un EEG interictal normal y estaban en tratamiento con ácido valproico, mientras que dos niños exhibían puntas lentas, cuyo significado está muy cerca de lo específico. Está claro que el EEG específico confirma el diagnóstico de epilepsia en estos pacientes, pero también es una aportación que sugiere que dicha anormalidad tendría una asociación con el riesgo de morir en la mayoría de ellos. Los estudios que relacionan la concentración de los FAE con la mortalidad son muy controvertidos (7, 10, 14, 16, 24) y en este momento no es posible una conclusión definitiva. Por otra parte, no tener las concentraciones de FAE, como en cuatro de nuestros pacientes, puede también representar un riesgo, como se ha sugerido (25). El problema, por lo demás, depende de si las concentraciones son ante mortem o post mortem. En esta última situación, son generalmente subterapéuticas, ya que el metabolismo post mortem puede afectar a los resultados (7,31). En todo caso, parece que la vigilancia de las concentraciones podría ser útil para reducir los riesgos, especialmente en las epilepsias graves (25). En el momento de morir nuestros pacientes recibían una amplia gama de medicamentos, que incluían FAE de primera y segunda elección, FAE nuevos, e incluso uno de ellos seguía una dieta cetógena. Sólo tres ingerían carbamacepina (CBZ) en concentraciones terapéuticas, un FAE que si se presenta con una concentración sobreterapéutica se ha asociado fuertemente a muerte súbita inesperada en adultos con epilepsias graves (25). A pesar de que algunos autores (10, 14, 16, 26) no han encontrado asociación entre el riesgo de mortalidad y la politerapia, generalmente asociada a epilepsias graves, como en la mayoría de nuestros pacientes, ésta podría ser un marcador de riesgo (5, 15, 24, 25, 44). Relacionado con lo anterior, los cambios frecuentes de dosis (25) o de esquemas terapéuticos, como ocurrió en una alta proporción de nuestros pacientes, podrían sugerir una asociación con un exceso de mortalidad. Parece ser, hasta 58 Dos de nuestros pacientes estaban en tratamiento con FAE nuevos y otro con uno de ellos y dieta cetógena. Como no disponemos de las concentraciones de esos FAE, ni de series comparables en la literatura en niños, resulta difícil relacionarlos con el deceso. Un caso especial lo presenta el paciente con triterapia y dieta cetógena (niño 15), en el cual no sabemos si la combinación de esta dieta con el topiramato (62) pudo haber sido un factor asociado a su muerte, aunque su último control de cetonuria estaba dentro de los intervalos recomendables para este tratamiento. La determinación de la causa de muerte presenta numerosos sesgos debido a las insuficiencias de los certificados de defunción (2, 8, 11, 13, 17, 30), de los cuales no se dispuso en nuestros enfermos. Sin embargo, en aquellos fallecidos en el hospital, el acceso a la ficha clínica daba una seguridad en el diagnóstico. De los fallecidos en el domicilio, en sólo dos la causa de la muerte fue la informada por un familiar; en el resto, la causa –muerte súbita inesperada– fue determinada por nosotros, sobre la base de los antecedentes a disposición. La mayoría de los niños falleció por una causa inmediata no relacionada con la epilepsia, como lo fueron las infecciones del tracto respiratorio inferior, en una proporción superior a la comunicada en otra serie de niños (8) y similar a la de otros autores (5, 23). Es posible, sin embargo, sugerir que al menos en algunos niños, como los que tenían síndrome de West, que fallecen por infección respiratoria, los tratamientos con corticoides podrían haber dejado secuelas, por una debilidad inmunológica que tuviera como órgano de shock el sistema respiratorio bajo. En los adultos, las infecciones respiratorias como causa inmediata de muerte no están ausentes (2, 13, 22), pero dan paso a los tumores malignos y a causas cardiovasculares (2, 10, 22). También sin relación con Mortalidad en niños con epilepsia • M. Davilat-Barros y cols. la epilepsia fue una muerte debida a una ventriculitis de origen no precisado y shock séptico. Sólo un niño falleció por una causa probablemente relacionada con la epilepsia, durante una CTCG mientras cursaba con un cuadro infeccioso grave; pero no está claro si la infección desempeñó un papel más determinante. Las causas de muerte relacionadas con la epilepsia se presentan con menos frecuencia, tanto en los niños (5, 8, 23, 27) como en los adultos (2, 22), y son secundarias a crisis, lesiones, ahogos, traumatismos, o bien la epilepsia es un síntoma de una enfermedad general (2, 5, 34, 45). La muerte súbita inesperada como causa de muerte relacionada con la epilepsia (25) debe considerarse en los niños separada de la de los adultos. La epilepsia infantil tiene características propias, como también lo tiene el cuidado que se proporciona a los niños (17, 26). La muerte súbita inesperada como causa de muerte de nuestra muestra representó un tercio del grupo total, a diferencia de otros estudios, que tuvieron menor número de pacientes fallecidos por esta causa (8, 23, 27) o bien no tuvieron pacientes con muerte súbita inesperada (5). Aunque no existe unanimidad en las investigaciones disponibles, parece ser que es la gravedad de la epilepsia, con sus frecuentes acompañantes de organicidad neurológica y resistencia a los FAE, un marcador relevante de muerte súbita inesperada (16, 24-26, 40). Otras series, sin embargo, han destacado en sus pacientes la epilepsia idiopática (12, 39). Nuestros niños parecen confirmar lo anterior, ya que tres correspondían a epilepsias sintomáticas de difícil manejo y dos a epilepsias idiopáticas bien controladas. Estos últimos casos son muy especiales, que sepamos, no comunicados en la literatura. En efecto, una de ellas era la niña ya comentada con EMJ y muerte súbita inesperada definitiva. El otro paciente, también una niña de nueve años, aparentemente sana, con epilepsia idiopática bien controlada, que minutos después de un sismo leve, no infrecuentes en nuestro país, le dijo a su madre: ‘Mamá, me siento mal’, dejó de respirar y falleció. No tenemos explicación para esta asociación entre embarazo y muerte súbita inesperada y entre sismo y muerte súbita inesperada. El análisis de las circunstancias en las que ocurre la muerte súbita inesperada, tanto en la vigilia como en el sueño, es relevante con el objeto de favorecer medidas preventivas. Dos de nuestros pacientes se encontraron muertos en su cama y habían fallecido durante el sueño (26, 27, 31, 39), pero no tenemos información acerca de la posición del cuerpo, ni de que hubiesen tenido crisis. Lo anterior es importante, dado que se recomienda enseñar a dormir a los pacientes en posición prona, como una medida preventiva (7, 21). La presencia de testigos es importante en la muerte súbita inesperada que ocurre en vigilia, como aconteció en tres de nuestros pacientes, pero no sabemos si en los niños en los que la muerte se asoció a CTCG hubo asistencia adecuada, en el sentido de permitir una vía aérea permeable y una posición apropiada (7, 21, 27, 39). La prevención de la muerte súbita inesperada es una medida de relevancia, dado que podría evitarse en el 39% de los adultos y 59% de los niños (11). Sólo en un paciente se practicó autopsia, solicitada por los padres de la joven fallecida, que atribuyó la causa de la muerte a un ‘paro cardiorrespiratorio’ y no a muerte súbita inesperada. Por ello, es necesario optimizar la investigación de las autopsias de las personas con epilepsia (11). En el resto de nuestros niños no se practicó estudio post mortem del cuerpo, pero no sabemos si se solicitó autorización para tal efecto. Esta situación no es privativa nuestra, ya que en EE.UU. sólo el 14% de las muertes tienen autopsia (41). Aunque con excepciones (26), las autopsias en las muertes de las personas con epilepsia son infrecuentes en los estudios clínicos (5, 12) y de población (7, 12, 39). Aunque, por definición, la autopsia en la muerte súbita inesperada no revela hechos significativos que la expliquen (19, 30, 33, 39, 41, 56) y es de utilidad para su diagnóstico definitivo, los estudios de neuropatología (31, 37) han atribuido como causa de muerte la presencia de edema pulmonar y cerebral, así como también disfunciones autonómicas cardíacas (39, 56, 63), mecanismos que podrían darse sobre una base neuronal previamente dañada (32), como ya se ha comentado. La muerte, especialmente la de un niño, es un evento dramático, que conmueve profundamente a la familia. Si la probabilidad de morir de los niños con epilepsia aumenta en varias veces con respecto a la población general, como lo demuestran esta investigación y otras (1, 2, 4, 5, 8, 10, 13, 14, 22, 23, 27, 35), si el miedo a lo desconocido es más estresante que conocer la verdad, y si los familiares de los afectados así lo prefieren (64, 65), se aconseja encarecidamente informar a la familia acerca de los riesgos de morir que tienen algunas personas con epilepsia. Lo anterior no es habitual (11, 56), como tampoco lo es acompañar a la familia al inicio de su duelo, cuando ocurre el fallecimiento, lo que se realizó en todos nuestros pacientes, menos uno. A través de ese contacto pudimos disipar las dudas y desconfianzas que surgen frecuentemente (11, 66), lo que, de acuerdo con nuestra vivencia, fue de utilidad para disminuir la ansiedad, la perplejidad y el desconcierto que frecuentemente sufren las familias. En conclusión, los niños de esta serie presentaron un alto riesgo de morir, comparado con el de sus pares, de la misma edad, sin epilepsia. El exceso de mortalidad se asoció a un inicio precoz de la epilepsia, a epilepsias 59 Acta Neurol Colomb • Vol. 20 No. 2 Junio 2004 remotas sintomáticas con comorbilidad neurológica, de curso activo, resistente y catastrófico, con EEG específico, uso de politerapia y frecuentes cambios de esquemas terapéuticos. La causa de la muerte fue, en la mayoría, infección respiratoria, aunque cinco pacientes fallecieron de muerte súbita inesperada. Entre ellos se destaca una niña que falleció poco después de un sismo y otra embarazada con EMJ. Ya que la gravedad de la epilepsia parece ser un marcador relevante del riesgo de morir, el control completo de las crisis debería ser el principal objetivo del tratamiento. REFERENCIAS 1. Schackleton DP, Westendorp RGJ, Kasteleijn-Nolst Trenité DGA, DeCraen AJM, Vanderbrouke JP. 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