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Resumen: H-028 UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 La superación de la epistemología. El giro comprensivista de la ciencia y la desfundamentación lingüística de la experiencia. Bentolila, Héctor R. Instituto de Filosofía, Facultad de Humanidades, U.N.N.E. Av. Las Heras, 727, -3500- Resistencia, Chaco, Argentina. - 03722 - 479217 / hrodolfo2002@yahoo.com.ar Antecedentes. Con el nombre superación de la epistemología se agrupan actualmente un conjunto de tendencias del pensamiento que, desde la última década del siglo XX, vienen expresando un disgusto y cansancio generalizado respecto del llamado proyecto moderno de fundamentación del conocimiento. Como se sabe dicho proyecto alude, en el caso de la filosofía, al intento de encontrar un punto arquimédico donde fundamentar la ciencia, concebida como único modelo válido de conocimiento objetivo y racional. Por lo tanto, la palabra superación presenta cierta ambigüedad que precisa ser aclarada, puesto que, con ella, no se quiere decir que la epistemología tenga que ser sustituida por otra cosa, aunque a veces se la suela usar en este sentido; sino que, más bien, por el contrario, superación implica tanto una ruptura con la epistemología, como un intento de repensarla desde un lugar diferente al de la lógica de la ciencia o la metodología del conocimiento científico con los que, en general, la identifica el discurso filosófico. Este otro lugar, opuesto al oficial, representado básicamente por la concepción heredada de la ciencia y por cierto cientificismo positivista aún vigente en muchos planteos actuales, es un lugar de convergencia de varios motivos del pensamiento contemporáneo que, sobre el horizonte abierto por las filosofías de L. Wittgenstein y de M. Heidegger, se resumen en lo que puede llamarse -en correspondencia con el giro lingüístico de la filosofía- el giro comprensivista de la ciencia. Entre los motivos que dan lugar al mencionado giro se destacan la preocupación, cada vez más constante, por los aspectos históricos y hermenéuticos que intervienen en el origen y construcción del conocimiento, así como las cuestiones de índole pragmático-lingüísticas vinculadas al establecimiento de los acuerdos intersubjetivos sobre la validez y sentido de los enunciados de la ciencia. En este sentido, la superación de la epistemología es impulsada desde adentro y desde afuera de ella misma. Desde adentro, por perspectivas de análisis que ahondan en el contexto de descubrimiento y en los problemas ligados al cambio histórico de las teorías y paradigmas; desde afuera por el rechazo más o menos radical al proyecto epistemológico inaugurado por la filosofía moderna en tanto crítica del conocimiento. De ahí que el giro comprensivista de la ciencia haya devenido, como dice Taylor (A.F.,1997), en una nueva ortodoxia consistente en considerar toda la epistemología, desde sus orígenes en Descartes, Locke y Kant, hasta las corrientes del sigo XIX y XX, como un error o una ficción de la que es preciso liberarse. Ahora bien, frente al escepticismo dominante en la ortodoxia cabe preguntarse si la superación de la epistemología conlleva necesariamente la cancelación de toda reflexión sobre la ciencia, incluso cuando ella pueda ser interpretada como producción social atravesada por la constitución de su propio campo. La hipótesis que este trabajo intenta probar es que la respuesta a dicha pregunta es no, siempre que se entienda que ese no implica abandonar, al mismo tiempo, las pretensiones metateóricas de la reflexión filosófica sobre la ciencia y el interés escéptico en la lucha contra el fundacionalismo latente “en el corazón de la vieja epistemología”. Por tal motivo, el camino a seguir obliga a desplazar la atención desde los contextos tradicionales de la ciencia –contexto de descubrimiento y contexto de justificación-, hacia el contexto de producción social de la misma y, de manera similar, a reemplazar la crítica al fundacionalismo por la elucidación de las condiciones que lo hicieron posible. Pero el problema que se presenta entonces, en relación con la hipótesis de partida, es el problema de la mediación lingüística de la experiencia. La superación de la epistemología tiene que comenzar por tanto aclarando dicho problema. Materiales y Métodos. Con el objetivo de elucidar las condiciones del fundacionalismo latente en la epistemología y de aclarar el problema de la experiencia que lo sostiene, este trabajo se propone analizar el alcance de la superación de la epistemología indagando la desfundamentación lingüística de la experiencia en el contexto de producción del conocimiento. Para ello se vale de una metodología que combina un procedimiento reconstructivo hermenéutico con el examen crítico de los resultados obtenidos en dicha reconstrucción. En primer lugar, se reconstruye primero la trama de los conceptos y argumentos principales que operan las rupturas en la historia del pensamiento y, luego, se los interpreta desde su propio contexto de producción teniendo en cuenta los cambios que introducen en términos de giros del pensamiento. En segundo lugar, se examina críticamente el alcance y las limitaciones de los conceptos y argumentos reconstruidos, y en función de ello, se evalúa el nivel de permanencia del cambio, ya sea para seguir produciendo nuevas rupturas, ya sea para clausurar la reflexión o la búsqueda mediante un cierre del pensamiento. Discusión de Resultados. 1. El giro comprensivista de la ciencia en cuanto giro pragmático-hermenéutico. La ciencia ha avanzado en una dirección que, como lo expresa Toulmin, no sólo implica un mayor crecimiento en cuanto a la extensión del conocimientos y a la ampliación de sus potencialidades mediante el desarrollo de tecnologías cada vez más sofisticadas, sino que también, por el mismo camino, la ciencia se ha profundizado, volviéndose más reflexiva y más compleja. En este último sentido, la profundización de la ciencia ha corrido pareja con un proceso de Resumen: H-028 UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 auto comprensión de sí misma, cuya consecuencia más importante ha sido la revisión y crítica de los supuestos ontológicos, lingüísticos e ideológicos a partir de los cuales se legitima como saber racional y objetivo. En ello han jugado un papel decisivo la reafirmación de los aspectos contextuales e históricos que intervienen en la producción del conocimiento científico, como también la introducción de la perspectiva pragmática del uso del lenguaje en la comunicación sobre la validez intersubjetiva de los enunciados científicos. Pero la contribución más significativa ha provenido no tanto del análisis metateórico, orientado a la justificación formal y empírica de los enunciados científicos, sino de la reflexión acerca de los a priori constitutivos de la experiencia como, por ejemplo, el lenguaje, el cuerpo, el trabajo, etc., así como de la interpretación de los efectos de la historia (Wirkungsgeschichtlichkeit) y la tradición en el lenguaje de la ciencia. El cambio más importante en la auto comprensión de la ciencia se produce cuando, conforme van debilitándose los modos tradicionales de hacer ciencia según los esquemas mecanicistas del paradigma moderno, va cambiando, al mismo tiempo, la mirada que la filosofía tiene de la misma en tanto que crítica del conocimiento. Si bajo el influjo del universo mecanicista del siglo XVIII, hacer ciencia suponía practicar una forma de conocimiento entendida como representación de una realidad externa y, la filosofía, en tanto conciencia de ese hacer, se interpretaba como crítica de de tales representaciones en la mente del sujeto; la situación se vuelve otra cuando la ciencia deja de verse como una forma de conocimiento o representación y pasa a considerarse como un juego lingüístico, cuyas reglas se apoyan más en prácticas sociales e históricas de una comunidad de investigadores que en estructuras formales de la mente. Un antecedente en esta dirección estaba ya presente en algunos planteos histórico-filosóficos del siglo XIX como, por ejemplo, el proyecto diltheyano de renovar la crítica kantiana de la razón pura en tanto crítica histórica de la razón. Sin embargo, en tanto que permanecían todavía ligados a la cuestión del método adecuado de las ciencias, sus críticas a la ciencia en general, tal cual lo expone Gadamer, se guiaban más por la necesidad de hallar criterios metodológicos de diferenciación que por superar las limitaciones del modelo epistemológico de comprensión de la ciencia impuesto desde la modernidad. Ahora bien, la idea de la ciencia como un juego de lenguaje entre otros y el giro comprensivista hacia la aclaración de los aspectos interpretativos y pragmáticos de todo conocimiento son temas que se instalan en el debate epistemológico actual a partir del giro pragmático y hermenéutico que tienen lugar en la filosofía con el giro lingüístico; es decir, con el descubrimiento del a priori de los signos y del lenguaje en tanto constitutivos de la experiencia. Al sustituir la conciencia, como objeto de reflexión y de análisis, por el lenguaje, y al suprimir la búsqueda de explicaciones nomológicas de la naturaleza, por el acontecer del sentido que se comprende siempre de manera diferente, la ciencia ha logrado liberarse de las abstracciones de la teoría, proponiendo nuevas interpretaciones del conocimiento y de la experiencia. La epistemología que surge entonces rompe también con la comprensión positivista y cientificista que hace de la ciencia una actividad de dominio y control racionales de la naturaleza y del hombre. Por tal razón, es una epistemología de la sospecha que desconfía de todo planteo teórico que se mantenga todavía dentro de los estrechos límites de la perspectiva cognitiva-racional, en el sentido de la fe moderna en la existencia de una facultad general que permite acreditar el conocimiento como verdadero. Entre las nuevas interpretaciones de la experiencia y del conocimiento que impulsan el giro comprensivista de la ciencia cabe destacar por su relevancia las que tienen por base el giro pragmático del II Wittgenstein y el giro hermenéutico iniciado por Heidegger y desarrollado ampliamente por Gadamer. El rasgo característico de estos pensadores, en tanto críticos agudos de la epistemología oficial, es que sus teorías sobre el lenguaje presuponen la idea de que la experiencia y, por ende el conocimiento en general, no puede ser explicado bajo ningún punto de vista mediante el modelo fundacionalista de un sujeto o mente que se representa (Vorstellung) un objeto o algo externo. Tanto la concepción heideggeriana de la experiencia en tanto “claro de bosque” (Lichtung) o, según traduce Taylor, en tanto “lo que puede aparecer o venir totalmente a la luz”, así como la concepción que se desprende de Wittgenstein en el sentido de representación (Darstellung) y de “captación articulable de realidades y posibilidades” a partir de la pertenencia a un uso público del lenguaje; ambas concepciones, ponen en evidencia que el conocimiento no puede reducirse a representación. Al contrario, usando las palabras con que Taylor interpreta a Heidegger, puede decirse que las representaciones que nos hacemos de las cosas se fundan en “la forma en que nos relacionamos con ellas” en tanto somos “inmediata y regularmente agentes en el mundo”. Las epistemologías que han introducido en cierto modo el punto de vista histórico-hermenéutico y las reflexiones sobre la ciencia, realizadas desde algunas posiciones filosóficas críticas, han emprendido hace tiempo un camino de autocrítica que ha llevado a revisar y corregir algunos de los supuestos más importantes de la epistemología moderna y de sus actualizaciones en la epistemología oficial, en especial en el racionalismo crítico de Popper y Albert y en posiciones analíticas o neoempiristas radicales como las de Stegmüller o Quiene. Esas revisiones plantean formas de superar la epistemología que se concretan en tres direcciones del llamado giro comprensivista de la ciencia. Tales direcciones pueden resumirse de la siguiente manera: 1. Una primera dirección, concordante con el giro pragmático de la filosofía del II Wittgenstein, en la que la superación de la epistemología asume la forma de una ruptura con la concepción instrumentalista del lenguaje que, tanto desde el semanticismo trascendental como desde el neoempirismo lógico, pretenden fundar el ideal positivista de ciencia unificada mediante la reducción del análisis a la forma lógica de un lenguaje puro y universal -asimilado al lenguaje de la ciencia-, y mediante la explicación verificacionista del significado (sentido) de una oración, en tanto relación lógica posible entre proposiciones elementales o atómicas y hechos o estados de cosas. En los dos casos, la epistemología, en tanto confianza en la posibilidad de justificar la validez intersubjetiva del conocimiento en los juicios de experiencia o en los postulados de “base” que funcionan como hipótesis falsificadoras se ve refutada por la necesidad de reconocer la mediación del lenguaje formal de la teoría por el lenguaje natural desde el Resumen: H-028 UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 2. 3. cual se interpretan los hechos o se decide sobre la hipótesis que la comunidad de investigadores aceptará como enunciado básico o falsificador. La segunda dirección se asocia al giro hermenéutico desarrollado por Gadamer a partir de Heidegger y está representada por la crítica del paradigma cientificista, encarada internamente por la teoría de las revoluciones de Kuhn y por el neopragmatismo de Rorty. En esta dirección, la superación de la epistemología se lleva a cabo como destrucción de la metafísica moderna de la experiencia como conocimiento objetivo y como ruptura con el dualismo metodológico que, al separar la ciencias naturales y las ciencias históricas o del espíritu a través del criterio cientificista de demarcación entre conocimiento y metafísica, delimita como ámbito exclusivo de la epistemología el contexto de justificación o validación del conocimiento, dejando fuera del interés epistemológico el contexto de descubrimiento y de producción de la ciencia. Dentro de la tercera dirección, la superación de la epistemología tiene lugar como elucidación crítica de los límites del giro comprensivista de la ciencia a través de la reflexión filosófica sobre las consecuencias que se siguen de las superaciones anteriores. En este sentido, el vuelco del análisis de la ciencia hacia la pragmática del lenguaje en el que ella se expresa y hacia el contexto de producción del conocimiento que representa se traslada también hacia la aclaración de las mediaciones de la experiencia en general y de su desfundamentación lingüística en tanto que identificable con un poder hacer técnico o experimentar. 2. La desfundamentación lingüística de la experiencia y la experiencia científica. Desde el punto de vista científico, la experiencia consiste tanto en la observación planificada, controlada y ordenada de regularidades fenoménicas (experimentación), como en la evidencia empírica y subjetiva de la resistencia de la realidad a las conjeturas que nos hacemos sobre ella. En estos dos sentidos de la experiencia científica están contendidas las aporías de la moderna epistemología que reduce toda la experiencia a conocimiento científico e identifica los límites de dicho conocimiento con los límites de experiencia que puede ser hecha por un sujeto racional. El paradigma moderno de esta manera de entender el conocimiento y la experiencia es Kant. Para él la crítica del conocimiento en tanto crítica de la razón pura o teórica tiene que partir analizando las condiciones de la experiencia posible, más allá de la cual no puede ir la razón sin caer en ilusiones. Heredera de esta tradición es la epistemología de Popper. Para este teórico del conocimiento, la experiencia se identifica totalmente con el método de investigación científica y constituye además un criterio de demarcación entre ciencia y metafísica. En cuanto método, la experiencia es asumida por él como lógica de la investigación en tanto lógica de conjeturas y refutaciones, es decir, como el conjunto de condiciones metodológicas por el cual las opiniones que el científico sostiene frente al mundo son examinadas críticamente (lógicamente) y contrastadas empíricamente o testificadas. Sin embargo, en su concepción falibilista y antiverificacionista de la ciencia, la contrastación empírica conduce a una paradoja que revela los límites de su teoría de la experiencia. Como es sabido, dentro del esquema hipotético deductivo de la epistemología de Popper, las explicaciones sobe un problema que presenta la realidad defienden su derecho a ser tenidas en cuenta sólo de dos maneras: lógicamente, mediante la deducción de consecuencias observacionales o enunciados básicos de la hipótesis en cuestión y, empíricamente, testeando dichos enunciados básicos con la observación o experiencia. Pero Popper considera a la vez que la justificación sólo puede darse entre enunciados, es decir, lógicamente, pero no entre enunciados y observaciones perceptivas o evidencias. En su opinión, la evidencia empírica, evidencia sentida subjetivamente, no puede servir de criterio de fundamentación, sino que sólo puede funcionar como motivación causal para decidir, mediante consensos intersubjetivos, sobre qué enunciados aceptar como básicos o falsadores. La aporía del falibilismo de Popper presupone una concepción lógico-semántica la mediación lingüística de la experiencia en la cual la relación entre enunciados y hechos sólo puede ser postulada. De esta manera se hace abstracción de la dimensión pragmática del uso del lenguaje que emplean los científicos; lenguaje que no puede ser comprendido sin presuponer el lenguaje corriente desde el cual se introducen la convenciones que rigen el sistema de la ciencia y se aceptan los enunciados que han de tenerse por básicos. Se quita así a la experiencia de uno de sus fundamentos más importantes y se opera una desfundamentación que no sólo pretende ofrecer una explicación del conocimiento “sin sujeto de conocimiento”, sino que al mismo tiempo reduce el lenguaje a su mínimo funcionamiento, en tanto, que medio de información. Frente a la concepción científica de la experiencia puede ofrecerse otra más amplia que integra a aquella como un momento suyo. Se trata de la concepción hermenéutica de la experiencia como interpretación que se da y acontece en el medio histórico efectual del lenguaje. Esta experiencia es para Gadamer esencialmente apertura al ser que puede ser comprendido, es decir, al lenguaje. Que la experiencia esté abierta en principio al ser del lenguaje quiere decir que el acontecimiento que ella es no puede ser reducido a una sola dimensión, ni al conocimiento, ni al concepto, ni al método, etc. La experiencia es movimiento del pensar hacia el lenguaje, un movimiento en el que cada comprensión se da sobre el trasfondo de comprensiones previas y apunta a una comprensión diferente. Para Gadamer la experiencia tiene lugar “como un acontecer del que nadie es dueño, que no está determinado por el peso de una u otra observación sino que en ella todo viene a ordenarse de un manera realmente impenetrable.” Por eso mismo la unidad que sale de la experiencia no es todavía la unidad lógica de la teoría. En la experiencia se distinguen según Gadamer dos momentos: un momento positivo, por el cual una experiencia se integra a nuestra expectativa y la confirma (momento inductivo) y, un momento negativo que se da cuando “nuestras expectativas resultan frustradas por una novedad no anticipada”. Pero el segundo momento, tiene para Gadamer, a diferencia de la falsación, un sentido productivo, ya que lo inesperado abre a una nueva experiencia. De la concepción hermenéutica de la experiencia, ha extraído Rorty la conclusión de que es mejor abandonar la epistemología por el diálogo y la conversación de la humanidad. Pero la experiencia entendida como lenguaje y Resumen: H-028 UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDEST E Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2006 conversación en Rorty deriva en un relativismo que termina disolviendo todo en el acontecimiento histórico y contingente de una comprensión siempre diferente. Si en la experiencia científica el riesgo es la reducción de la experiencia a conocimiento objetivo y al procedimiento para alcanzarlo, y si la desfundamentación lingüística de la experiencia en la perspectiva lógico semántica termina convirtiéndola en un mero hacer técnico, el riesgo en la experiencia como lenguaje de la hermenéutica de Gadamer, y sobre todo de Rorty, es que ésta se identifique tan radicalmente con el acontecer y con la historia que terminen borrándose las diferencias entre ambas y, como consecuencia, no se tenga criterio para distinguir entre experiencia como hacer y experiencia como vivir. Pero si no se puede distinguir esto entonces tampoco se puede realizar la crítica a la reducción científica de la experiencia. Conclusiones. No es posible abarcar en profundidad el problema de la superación de la epistemología, -del que aquí se ofrece una primera aproximación-, ni tampoco de sus múltiples implicaciones en el giro pragmático-hermenéutico de la filosofía y el comprensivista de la ciencia. No obstante, ha quedado claro como conclusión el sentido que tiene en este contexto la superación de la epistemología y lo que presupone en relación con los dos conceptos del título contenidos en los términos de giro comprensivista de la ciencia y desfundamentación lingüística de la experiencia. Como pudo verse existen entre uno y otro una tensión y al mismo tiempo una complementación que merece ser pensada de nuevo; ahora desde el par de conceptos de hacer y tener, en los que se evidencia para algunos críticos del pensamiento moderno, como Agamben por ejemplo, un proceso de expropiación de la experiencia en la que ésta termina por efectuarse cada vez más fuera del hombre. La tensión y complementación entre giro comprensivista y desfundamentación de la experiencia reclama también, desde una perspectiva filosófica crítica, asumir las aporías a que conducen una reducción de la experiencia a conocimiento científico por un lado, y la reducción opuesta a historia o acontecimiento, por otro. Si a ello se suma el hecho de la expropiación de la experiencia que, como afirma Agamben, está ya presente en el proyecto moderno de fundamentación del conocimiento y que se consuma en la expulsión de la experiencia como lugar de un padecer que “excluye toda posibilidad de prever” o de conocer “algo con certeza”, entonces estamos ante un problema esencial que reclama no sólo un nuevo tratamiento de la experiencia sino de la filosofía y de la ciencia en general. Los intentos de transformación o de cambio de la filosofía y de la epistemología de los últimos años van en esta dirección. A ellos hay que mirar pues para encontrar las claves de una reconstrucción del pensamiento que pueda alumbrar el nuevo giro que está por descubrir. Bibliografía. AGAMBEN, Giorgio. Infancia e Historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia, trad. S. Mattoni, Bs. As., Adriana Hidalgo, 2004 APEL, Karl-Otto. La transformación de la filosofía, T. I, Análisis del lenguaje, Semiótica y Hermenéutica, trads. A.Cortina, J. Conill y J. Chamorro, Madrid, Taurus, 1985 APEL, Karl-Otto. La transformación de la filosofía, T. II, El a priori de la comunidad de comunicación, trads. A.Cortina, J. Conill y J. Chamorro, Madrid, Taurus, 1985 BENTOLILA, Héctor R. “Conocimiento científico e interpretación. Una indagación de sus relaciones desde la estructura hermenéutica de la experiencia”, en Nordeste, Serie: Investigación y ensayos, 24, Filosofía, Facultad de Humanidades, UNNE, 2004 BOURDIEU, Pierre. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, trad. T. 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