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“MEDITABA ESAS COSAS EN SU CORAZÓN” Santa María, Madre de Dios (Solemnidad) CICLO B -2,16 Los pastores fueron rápidamente a donde les había dicho el Ángel del Señor y encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre. -v.17 Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, -v.18 y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. -v.19 Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. -v.20 Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. -v.21 Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción. Lc 2, 16-21 Introducción: La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, en honor de la maternidad virginal de María. Esta fiesta, en principio, se celebraba en los días cercanos a la Navidad, pero por una decisión del Papa Pío XI, se paso para cada 11 de Octubre conmemorando el aniversario del III Concilio Ecuménico realizado en la ciudad griega de Efeso, donde se determino que Jesús, Dios y hombre es una sola persona. Por lo tanto, María podía ser llamada, con todo derecho, “madre de Dios”. Con la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, se restituye esta antigua fiesta al día en que se cierra la semana de Navidad. Para contemplar este misterio, la Iglesia propone cada año el mismo texto evangélico, donde se relatan dos hechos trascendentes: la visita de los pastores al Niño en Belén y la circuncisión e imposición del nombre al Señor. También la Iglesia celebra en este día, la “Jornada Mundial de la Paz”, dedicada a orar por la paz del mundo. Aportes para la Lectura: -v.16 Los pastores que recibieron del Ángel del Señor el anuncio que en Belén había nacido el Salvador, se movilizaron rápidamente hacia ese lugar donde encontraron a María, José y al recién nacido “envuelto” en pañales y acostado en un pesebre, confirmando lo anunciado por el Ángel. Los pastores, que representan a los pobres, a los marginados social y religiosamente, son los primeros destinatarios del anuncio de Salvación. El salvador del mundo no había nacido en una casa rica hermosa de Belén, sino que de acuerdo al Plan de Dios, lo hizo en la humildad de un establo. -v.17 Al llegar al lugar de nacimiento, los pastores constataron conmovidos y llenos de entusiasmo, la novedad salvadora que les había sido confiada por el Ángel del Señor y la dan a conocer. -v.18 Pero no solo los pastores quedaron admirados por lo que habían visto y oído, sino también los “otros” que escucharon su testimonio. Los pastores se convirtieron así en protagonistas de la historia de Salvación. Ellos fueron los primeros en anunciar la “Buena Nueva” del nacimiento del Mesías. -v.19 El texto recalca que María como buena madre y como buena creyente, “conservaba estas cosas en su corazón” María vivía esos acontecimientos, no de una manera superficial o puramente sentimental, sino que los conservaba en lo más íntimo de su persona y se esforzaba por entenderlos cada vez mejor. Lucas presenta a María como modelo de creyente que hace el esfuerzo para entender la voluntad de Dios, ante el misterio de la encarnación de su Hijo. -v.20 Los pastores regresaron a su lugar de origen alabando y glorificando a Dios, tal como ya lo había hecho “una multitud del ejército celestial” (Lc 2, 13-15). La alabanza y glorificación a Dios es uno de los temas que más asiduamente san Lucas incluye en su evangelio: l, 64; 2, 28; 5, 25-26; 7, 16; 13, 13; 17, 15; 18, 43; 19, 37-38; 23, 47; 24, 53. -v.21 El texto evangélico muestra a María y José bien arraigados en las costumbres religiosas del pueblo judío; por eso ocho días después de nacer el niño fue circuncidado. Por orden de Dios, comunicada a Abraham (Gn 17, 12; 21, 4), todo recién nacido debía ser sometido al rito de la circuncisión del prepucio al octavo día de su nacimiento. Esta disposición fue posteriormente formalizada por la Ley de Moisés (Lv 12, 3). Para un israelita de aquella época, la circuncisión era lo que hoy es el bautismo para una familia cristiana. Era y lo es hoy, el signo de pertenencia al pueblo judío, el sello físico de la alianza con Dios. Ser llamado “incircunciso” es para un judío, el más grave y grosero de los insultos. No existía un rito similar para la mujer, ya que ésta no tenía prácticamente figuración social, ni religiosa en la raza hebrea (Gn 3, 16; 1Cor 14, 34-35). La ceremonia de la circuncisión tenía lugar por la mañana del día octavo y podía hacerse en la misma casa de los padres o en la sinagoga del lugar. Los testigos debían ser al menos diez. En la sala se colocaban dos sillas, una para el padre del recién nacido, otra que permanecía vacía, para el profeta Elías que presidía espiritualmente el acto. Era costumbre en la antigüedad que la circuncisión la hiciera el mismo padre del niño, pero en la época de Jesús, esta tarea solía encargarse a un especialista llamado “mohel”, quien no tenía forzosamente que ser rabino o sacerdote. Luego del rito de la circuncisión llegaba el momento de la imposición del nombre del recién nacido. Lucas le da más relieve a la imposición del nombre a Jesús, que a la circuncisión en sí. El nombre era muy importante para los judíos. Para ellos una persona prácticamente no existía sino tenía nombre impuesto. Además, el nombre no era elegido por simple capricho: trataba de significar un destino y de hecho, después influía en el carácter de quien lo llevaba. El padre era quien elegía el nombre para su hijo. Sin embargo, el nombre de Jesús no fue impuesto por José, sino transmitido por el Ángel (Lc 1, 31). Ningún otro nombre, fue tan vivo signo de su destino: “Jesús”, que es la forma griega (lo mismo que “Josué”), de hebreo Yeshúa, que significa: “Dios Salva”. También en este primer día del año calendario, la Iglesia celebra la “Jornada Mundial de la Paz”, creada por el Papa Paulo VI en el año 1968, para invitar a “todos los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, especialmente a los gobernantes de las naciones, a trabajar y orar por la paz del mundo entero”. Aportes para la Meditación: ¿Tenemos la misma disposición de los pastores para acudir “rápidamente” al encuentro con Jesús? ¿Alabamos a Dios por sus maravillas y nos animamos a transmitirlas a los demás como hicieron los pastores? Cómo María, ¿meditamos y conservamos en nuestro corazón la grandeza del nacimiento del Salvador? ¿Imitamos su disponibilidad para cumplir con los planes de Dios? ¿De que manera lo hacemos? ¿Qué hacemos para que la paz y la buena convivencia estén presentes en nuestro hogar y en nuestra vida de cada día? Como creyentes, ¿De que manera somos forjadores de la paz de Cristo? Modelo de Oración: María, Madre de Dios: nos enseñaste con tu ejemplo que para dar vida, hay que entregar la vida… Contágianos tu fuerza, para ser constructores de paz; acércanos el Espíritu, para que ilumine nuestra vida. Ayúdanos a vivir con alegría, guardando lo que no comprendemos en nuestro corazón. María de Nazaret, Madre del Señor y madre nuestra, acompaña nuestro caminar Amen Se sugiere un canto a María. Contemplación/Compromiso: En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos buenos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, qué acción para transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.