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El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es ¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato! Javier de la Higuera (javierdelahiguera@wanadoo.es) La próxima puesta en marcha de la nueva asignatura de bachillerato “Filosofía y ciudadanía” es la ocasión para reflexionar sobre la presencia de la filosofía en la enseñanza secundaria, sobre su sentido, cometido y posibilidades. En el momento actual, en que su diseño curricular acaba de aparecer de mera definitiva en el Decreto de Bachillerato (B.O.E. de 6 de noviembre de 2007), pero en que aún no se ha empezado a impartir, queda por hacer un trabajo de reflexión con vistas a la construcción crítica de la propia asignatura. Esa tarea parece no sólo oportuna sino necesaria, si es que queremos que la Filosofía afronte adecuadamente los nuevos retos que se le plantean en el sistema educativo actual y que adquiera con ello, si es posible, una mayor vitalidad y vigencia. Aún más necesaria es esa tarea si pensamos que esta asignatura y, en general, la materia de ciudadanía, aún no ha sido aceptada de una manera plena por el colectivo académico y profesional (ámbito académico filosófico universitario y colectivo de profesores de filosofía de secundaria), que aún plantea muchas reticencias. Los efectos de la puesta en marcha de la nueva asignatura deben ser contemplados en varios niveles. Por una parte, implica o debería implicar, a mi juicio, una puesta al día del papel de la filosofía en la enseñanza secundaria en términos de sus responsabilidades o exigencias sociales. Por otra parte, ello encadena lógicamente una reflexión acerca del papel de la universidad en esa nueva situación, en particular en lo que afecta a la definición del perfil profesional del futuro graduado en filosofía y a la puesta en marcha de los estudios que proporcionen la formación inicial y continua del profesorado de filosofía. La construcción crítica y reflexiva de la nueva asignatura debe, entonces, atender tanto a su forma interior (sus contenidos, su enfoque, metodología, etc.), como a la red de relaciones institucionales que representan su inserción en la realidad, y que no dejan de ser también, en cierto sentido, dimensión esencial de la propia filosofía. Una construcción crítica y reflexiva de la asignatura debe evitar, por un lado, que su puesta en marcha se encamine desde el comienzo hacia una práctica ciega en la que no se replantee radicalmente su especificidad y los fines esenciales que persigue. El peligro de naturalización de los nuevos contenidos curriculares es particularmente grave en una materia, como ésta de “Filosofía y ciudadanía”, que sólo tendría sentido si permanece firmemente anclada en el principio de libertad. Pero, por otro lado, la construcción crítica y reflexiva de esta nueva asignatura es también el necesario análisis de cómo el lugar institucional de la filosofía, sus condiciones materiales de ejercicio, así como sus cambios o mutaciones de estatus —por ejemplo, el que supone la introducción de la nueva asignatura “Filosofía y ciudadanía” en lugar de la tradicional “Filosofía”— son dimensiones internas que afectan al propio concepto de filosofía y a la configuración de la cosa misma que constituye el asunto del pensar. Este interés hacia la dimensión Profesor de Filosofía, I.E.S. “Fray Luis de Granada”. Este trabajo ha sido posible gracias a una Licencia por estudios concedida por la Dirección General de Innovación Educativa y Formación del Profesorado de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. Ha contado también con el apoyo del Proyecto I+D “La tarea del pensar ante el reto del nihilismo”, del Departamento de Filosofía II de la Universidad de Granada. Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 51 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es institucional, que han seguido diversos autores,1 es sin embargo aún minoritario en el ámbito académico universitario y, más aún, en el profesional de los docentes de secundaria. La opinión más extendida es que las formas y lugares institucionales son aspectos inesenciales, a lo más objeto de cálculo y negociación, pero no dignos de una problematización propiamente filosófica. Y permítaseme extenderme un poco más sobre este aspecto, en referencia concreta a nuestra peculiaridad española. La interpretación de que los lugares institucionales son inesenciales es el correlato de una conciencia profesional muy conservadora que excluye del análisis y de la reflexión todos aquellos factores cuya revisión pueda suponer un cambio en la práctica docente y que implique por tanto nuevos aprendizajes y nuevos retos profesionales. Puede que esta interpretación sea en especial un rasgo estructural de la filosofía española, como probablemente lo es de la de otros países cercanos como Francia, de tal modo que el no-reconocimiento de las dimensiones institucionales es correlativo de un supuesto derecho de auto-institución o auto-legitimación ante el cual ningún poder exterior, e incluso ninguna responsabilidad hacia otro, tiene efecto.2 La diferencia con el caso francés, por ejemplo, estriba posiblemente en que mientras que en Francia la práctica filosófica institucionalizada e incorporada en el sistema educativo estatal ha coexistido con una filosofía popular y de gran presencia social —visible en los media o en instituciones muy singulares como el Collège International de Philosophie, fundado por J. Derrida, o la Université Populaire, de M. Onfray— en España, sin embargo, ha estado tradicionalmente recluida en los claustros académicos o religiosos.3 Esto ha hecho que aquí la interpretación de la filosofía como saber soberano capaz de autoinstituirse haya sido frecuentemente el instrumento de un conservadurismo social y político, desde el cual la mayor y casi única justificación de la filosofía es precisamente su autonomía absoluta o su exclusivo compromiso con la verdad. Y que haya funcionado en el sistema educativo como una pedagogía de lo universal, del concepto y de los procesos mentales superiores, más una propedéutica de los estudios universitarios, que una materia que tuviera una misión en sí misma educadora y formadora de los alumnos. Si pensamos en la filosofía dentro del contexto universitario, el panorama no es muy diferente y quizás esté aún vigente en parte el diagnóstico general que Ortega hiciera en 1930: la falsedad o régimen ficticio de la universidad a causa de su separación de la cultura vital del tiempo presente. Esta situación es aún más grave en el caso de la filosofía por ser ésta, como vio Hegel, una disciplina que sólo puede vivir ligada al presente. A esta condición estructural del espacio universitario se suma la circunstancia española de los últimos treinta años, en los que se ha producido la recepción apresurada de las tradiciones filosóficas extranjeras sin tiempo quizás para que el resultado fuera algo más que la creación en la universidad de un entramado institucional artificial de áreas de conocimiento que se reparten el espacio académico sin llegar a dar lugar a una 1 Entre ellos puede mencionarse a J. Derrida (Du droit à la philosophie, Paris, Galilée, 1990), M. Foucault (La arqueología del saber, México, S. XXI, 1988), R. Rorty (Consecuencias del pragmatismo, Madrid, Tecnos, 1996) y, entre nosotros, J. L. Pardo, J. M. Navarro Cordón, A. Campillo, E. Moya, F. Vázquez, J. L. Moreno, etc. Me permito citar mi trabajo: “Filosofía e institución”, en Moya, E. y Prior, A., La filosofía y los retos de la complejidad, Universidad de Murcia, 2007. 2 Este rasgo lo ve Moulinier como propio de la filosofia francesa. Según este autor, se trata de un “academicismo estructural” que impide a la filosofía ver sus propias condiciones materiales de surgimiento y funcionamiento. Véase: Moulinier, D., “L’academisme structurel de la philosophie française”, en www.philosophie-en-france.net; Pinto, L., Les philosophes entre le lycée et l’avant-garde. Les metamorphoses de la philosophie dans la France d’aujoud’hui, L’Harmattan, 1987. 3 Ver Macherey, P., “La philosophie à la française”, en Revue des sciences philosophiques et théologiques, T. 74, nº1, enero 1990. Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 52 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es auténtica vida filosófica conectada con la realidad, lo cual incluye la necesaria relación con la realidad de la enseñanza de la filosofía en los institutos.4 Pero dejemos los aspectos más alejados de la cuestión principal que nos planteamos, la asignatura “Filosofía y ciudadanía” y su construcción crítica. En el Decreto de Bachillerato es considerada como una asignatura constituida por un “doble planteamiento”, el que tiene que ver con los contenidos propiamente filosóficos, y el que tiene relación con los contenidos de ciudadanía, que se consideran una “segunda parte de la materia” o de la asignatura. Es cierto que esta “segunda parte”, aunque se plantea en continuidad con los contenidos de ciudadanía de la E.S.O., pretende que los alumnos “puedan razonar y profundizar conceptualmente” las bases de la sociedad democrática y, por tanto, está sujeta a una óptica de fundamentación filosófica.5 Sin embargo, a la hora de determinar el enfoque metodológico de la asignatura, el texto legal manifiesta hasta qué punto es entendida como un apartado más de la “Educación para la Ciudadanía” (EpC) que no introduce nada radicalmente nuevo: se dice que su enfoque no debe ser predominantemente teórico sino práctico, en conexión con los aspectos convivenciales, globalizadores y transversales que en la vida del centro educativo son ciertamente el mejor aula de ciudadanía. También al establecer sus objetivos, se desliza esta interpretación que, a mi juicio, es reduccionista: se establece que la asignatura de “Filosofía y ciudadanía” (FyC) tiene el objetivo de “consolidar” la competencia social y ciudadana, de manera que la reflexión filosófica sería el instrumento de esa consolidación al aportar la fundamentación teórica “…de su sentido, valor y necesidad”.6 A mi modo de ver, esta construcción curricular de la asignatura adolece de serios defectos y amenaza con acarrear retroactivamente dificultades para la EpC, si no se establece una clara distinción entre ella y la asignatura de bachillerato que comentamos, la FyC: En primer lugar, en relación con la última de las cuestiones señaladas, la de las competencias, es sabido que éstas son definidas en términos de promoción de formas de actuación, de un saber hacer que, en el caso de la competencia social y ciudadana, sería la actuación por la que participamos activa, respetuosa y comprometidamente en la vida cívica.7 Ciertamente el concepto de competencia encierra una diversidad de elementos. Si analizamos la misma competencia social y ciudadana y nos adentramos en las competencias más específicas que la constituyen, veríamos que en ella hay implicadas competencias cognitivas (entre las que estaría el conocimiento del orden jurídicopolítico, los conocimientos sobre el mundo y la sociedad actual, los procedimientos de argumentación racional, de análisis crítico de la información, de reflexión sobre las razones para actuar, etc.), competencias éticas ligadas a opciones axiológicas (la adhesión racional pero también emocional a ciertos valores) y competencias ligadas propiamente a la acción (como la capacidad de participación en tareas cooperativas, de 4 Véase Bolado, G., “La proyección de la filosofía en el sistema educativo español” (en Revista de Hispanismo Filosófico, nº6, 2001, pp. 17-32). Bolado se basa en el Informe de J. M. Ripalda Die spanische Philosophie. Eine Philosophie ohne Vergagenheit (1992). El diagnóstico de Ortega se halla en su ensayo La misión de la Universidad, en Obras Completas, Vol. IV. 5 El texto dice: “La materia de bachillerato Filosofía y ciudadanía se configura con un doble planteamiento: por un lado, pretende ser una introducción a la filosofía y a la reflexión filosófica; por otro, y continuando con el estudio de la ciudadanía planteado en la etapa obligatoria, pretende retomar lo que es la ciudadanía y reflexionar sobre su fundamentación filosófica.”. Más adelante se dice: “Una vez tratado lo que es el saber filosófico y las distintas concepciones del ser humano, se abre paso a la fundamentación de la ciudadanía, la segunda parte de la materia.” (B.O.E. 266, 6 de noviembre de 2007, p. 45391). 6 El décimo objetivo señalado: “Consolidar la competencia social y ciudadana fundamentando teóricamente su sentido, valor y necesidad para ejercer una ciudadanía democrática” (p. 4532). 7 Ver el documento “Currículo y competencias básicas”, M.E.C., 2006. Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 53 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es resolución de conflictos de modo no-violento, de intervención en el debate público, etc.).8 Las dos primeras competencias o componentes de la competencia social y ciudadana están polarizadas hacia la acción, de manera que la ciudadanía efectiva sólo existe si se ejerce en las acciones concretas de las personas. La polarización hacia la acción hace que el componente cognitivo o teorético sea en ella instrumental o secundario. Ciertamente, promover la competencia social y ciudadana no es simplemente fomentar conductas o —por decirlo con la palabra tan desgastada en el debate ideológico generado por la EpC—, “adoctrinar”. En este sentido se manifiestan los especialistas en la materia, así como autores de todos conocidos como F. Savater, J. A. Marina, A. Cortina o A. Arteta. La asignatura de EpC no debe limitarse a un ejercicio de encauzamiento: no debe quedarse en el qué sino que debe introducir el por qué.9 Y ese “por qué” debe estar presente en todos los niveles educativos en que se enseña ciudadanía, no sólo en bachillerato. Por eso es importante que en el enfoque general de la materia de Ciudadanía en el sistema educativo (entre otras cosas, en la formación Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 54 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es Por último, la “actitud crítica”, presente de modo transversal en todas las competencias básicas, apunta a la disposición de apertura a la reflexión y a la autorreflexión como dimensión necesaria en toda formación que integre mecanismos de autocorrección racional. Pues bien, el conjunto de estas competencias señala precisamente al elemento estructural del ethos filosófico que desde Sócrates hasta Russell, desde Condorcet a Foucault, constituye el núcleo más vivo de la filosofía: la actitud de problematización o cuestionamiento de la realidad presente, movida por el compromiso ineludible con la verdad, entendida como dimensión de apertura hacia lo posible, más allá de lo real y de lo necesario.13 Desde este punto de vista, FyC no es una parte de la educación en valores, ni siquiera en los llamados “valores de la Ilustración”: limitarse a defender y promover ciertos valores (por muy importante que sea en un ámbito determinado de la educación de los jóvenes) como si fueran adquisiciones definitivas y carentes de problematicidad sería, como dice Kant, “un crimen contra la naturaleza humana” al hipotecar las posibilidades futuras de ampliación del saber y de la experiencia.14 Así replanteado, el objetivo de la asignatura de FyC sería tan sencillo y a la vez tan difícil como enseñar a pensar, promover el pensamiento como la única fuerza que es capaz de impedir la naturalización de nuestra convivencia y la conversión de lo real en necesario. La filosofía es necesaria en la educación precisamente porque la educación en valores es compatible con la falta de pensamiento. Cuando esa fuerza del pensamiento se ausenta —de lo cual son un cruel ejemplo los totalitarismos del s. XX, como ha mostrado H. Arendt— la humanidad cae en un mal quizás invisible pero, por eso mismo, implacable. El mayor compromiso de la filosofía con la ciudadanía está en su lucha por “salvar los problemas”, su cuidado para que los problemas y las preguntas que no podemos resolver no desaparezcan.15 La “fundamentación” filosófica que del concepto de Ciudadanía puede y debe hacerse en la asignatura FyC, no debe entenderse como si se tratara de la búsqueda de los axiomas a partir de los cuales pudiera ser sentada o demostrada deductivamente la validez de nuestros conceptos sobre la ciudadanía, como si fueran los teoremas de un sistema formal matemático. Lo que específicamente puede aportar la filosofía a la educación para la ciudadanía es una fundamentación de muy otro orden: su instalación en el ámbito de un pensamiento problematizador de las evidencias más comunes, su construcción en un horizonte abierto a lo que no existe todavía, el ejercicio de lo que Kant ha llamado en la Critica del juicio “amplio modo de pensar” (§ 40). Es esa dimensión, que posee la filosofía, de ser una actitud de resistencia frente al mundo tal como existe, de instituirse en saber irreductible a lo que conocemos positivamente sobre 13 Las referencias podrían ser interminables. Baste citar: Condorcet, Escritos pedagógicos, Madrid, Calpe, 1922, pp. 114-5, 211-2; Russell, B., Los problemas de la filosofía, Barcelona, Lábor, 1980, cap. 15: “El valor de la filosofía”; Arendt, H., La vida del espíritu, Barcelona, Paidós, 2002, Primera parte: “El pensamiento”; Foucault, M, “Qué es la Ilustración?”, en Sobre la Ilustración, Madrid, Tecnos, 22006, pp. 71-97; Derrida, J., Adiós a Emmanuel Lévinas. Palabra de acogida, Madrid, Trotta, 1998, pp. 35 ss. 14 Ver Kant, I., “Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración?”, en VV. AA., ¿Qué es la Ilustración?, Madrid, Tecnos, 1999, p. 22. Podría entenderse, sin que esto signifique un mero jugar con las palabras, que el único valor ilustrado con el que se compromete estructuralmente la filosofía es el del cuestionamiento permanente, el de la apertura constitutiva de la experiencia. De ahí que autores como Foucault hayan hecho una reinterpretación de la vigencia de la Ilustración en términos precisamente del ethos de crítica permanente de nuestro ser histórico (ver de este autor “¿Qué es la crítica? Crítica y Aufklärung” y “¿Qué es la Ilustración?”, ambos ensayos recogidos en Foucault, M., Sobre la Ilustración, op. cit.). Sobre la interpretación de los valores ilustrados, puede verse el artículo de G. Peces-Barba “Volver a la Ilustración” (en El País, 16/04/07, p. 17) y mi carta de respuesta a ese artículo en el mismo periódico (18/04/07, p. 16). 15 Véase el bello artículo de D. Innerarity “Salvemos los problemas” (El País, 7 de junio de 2005). Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 55 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es él, el punto en que debe encontrarse la especificidad de la asignatura de la que nos ocupamos.16 Pero dejemos la cuestión de las competencias y volvamos al problema del enfoque de la asignatura. Antes se comentaba cómo su diseño curricular afirma que “…lejos de tratarse de una materia puramente teórica, debe plantearse en una dimensión globalizadora y práctica” (p. 45392), en coherencia con los planteamientos contextuales y transversales que posee la EpC en la E.S.O. Mi opinión es, por el contrario, que en FyC se rompe la continuidad con aquellos planteamientos. Efectivamente es muy importante que la materia de Ciudadanía se enseñe de modo curricular y, al mismo tiempo, de modo transversal y convivencial, a través de la propia actividad viva del centro, en lo que J. M. Escudero ha denominado “currículo en acción”.17 Pero la asignatura de FyC no puede definirse o enfocarse en términos de lo que constituye una finalidad educativa general que debe animar la vida de los centros (no puede definirse en esos términos más que otras materias curriculares; al contrario, habría de estarlo menos: no cabe pensamiento sin una distancia o retirada con respecto a lo que hay que pensar). La asignatura es un lugar de reflexión sobre lo que ocurre, un espacio de promoción del pensamiento “ampliado” más allá de lo que hay y, por tanto, no puede dejar de tener una orientación teorética. Una filosofía centrada en su teoreticismo constitutivo no tiene por qué ser una disciplina cerrada sobre sí misma a la manera del peor academicismo. Habría que distinguir cuidadosamente entre academicismo y teoreticismo, y tener cuidado de no caer —que el enfoque de nuestra asignatura no caiga— en el prejuicio antiteoreticista que, como señala Savater, inunda nuestra época, y que puede convertirse precisamente en una de las dificultades de la nueva materia de Ciudadanía.18 Es el punto en que se rompe la continuidad entre EpC y FyC. Si, como plantea Savater, la asignatura de EpC no debe rehuir el planteamiento teórico de los problemas de fondo, es decir, no debe asustarse de pensar, la asignatura de FyC menos aún, ya que tiene por objeto la tematización y estudio explícito de esa actividad intelectual de problematización, que es el pensamiento. La filosofía está urgida en la actualidad a llevar a cabo su popularización y a asumir sus compromisos con la sociedad y el mundo actuales pero la manera de hacerlo es precisamente reforzando su compromiso con el pensamiento y con la verdad, enseñando el aprecio por ese compromiso, recuperando esa virtud antigua de la parresía como opción libre e intransitiva por la verdad. 16 Por otra parte, a veces olvidamos que ideas tan sencillas como ésta constituyen el sentido profundo de la propia educación. El importante psicólogo y pedagogo J. Bruner afirmaba recientemente en una entrevista publicada en El País: “Yo creo en una escuela que no sólo enseñe a los niños lo que sabemos sobre el mundo, sino que les enseñe también a pensar en las posibilidades. La educación debe dar una sensibilidad acerca de las distintas maneras de proceder; desarrollar el sentido de pensar en las posibilidades.” (9 de abril de 2007, p. 38). 17 “Educación para la ciudadanía democrática. Currículo, organización de centros y profesorado”, en Revilla, F., op. cit., pp. 19-53. Sobre este aspecto pueden verse, entre otras referencias: Bolívar, A., La ciudadanía a través de la educación, Consejería de Educación, Junta de Andalucía, 2005, pp. 40-45; Delval, J., Hacia una escuela ciudadana, Madrid, Morata, 2006, Epílogo. 18 Ver “Los valores cívicos en la educación para la ciudadanía”, en VV. AA., Educación para la ciudadanía 3. Argumentos para el debate, Madrid, CIVES, 2006, pp. 15-26. Afirma Savater : “Hay un rechazo, hay una especie de rechazo entonces a introducir a los jóvenes en los temas que pueden ser litigiosos, que pueden ser discutibles, y simplemente —sobre todo me refiero al terreno moral, al terreno de los valores— pasar enseguida al tema del ejemplo, al tema de las indicaciones de tipo práctico. Entonces, cuando se habla de ética, de lo que se trata es de decir que los profesores se porten éticamente, que en el instituto reine un clima ético y así se contagiarán los jóvenes. Todo menos empezar a discutir los principios y todo menos empezar a discutir el por qué hay que ser ético frente a quien no lo es”. Y añade más abajo: “…uno de los primeros puntos con que yo creo que puede tropezar la asignatura es el miedo a todos los aspectos teóricos, a todos los aspectos de debate.” (p. 17). Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 56 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es A pesar del nombre que ha recibido, compuesto por dos elementos heterogéneos, la asignatura debe adquirir una especificidad y una unidad que no puede sino ser filosófica. A mi juicio, es un error diseñarla como un mero espacio curricular en que se reúnen “dos planteamientos” o que está compuesto de “dos partes” correspondientes a los dos sustantivos que figuran en su denominación. La asignatura FyC es y debe ser una asignatura de Filosofía (y no sólo por el bien de la filosofía sino sobre todo de la ciudadanía). Aquí son comprensibles las quejas de algunos colectivos académicos y profesionales. No se puede pretender que los especialistas estén dispuestos a admitir como razonable la propuesta de una yuxtaposición o unidad extrínseca de Filosofía y algo supuestamente diferente hacia lo cual, además, se polariza instrumentalmente la propia filosofía. La diferencia entre “filosofía” y “ciudadanía” ha sido planteada acríticamente, como si pudiera hablarse, junto a los contenidos de filosofía, de otros contenidos, exteriores a ella, los de ciudadanía. A nuestro juicio, se trataría, al contrario de abrir la propia filosofía a la exterioridad de los acontecimientos. Dicho de otro modo, se trataría de redefinir la asignatura de filosofía de manera que se haga cargo de sus compromisos con la sociedad actual y con su papel importantísimo en la formación de la ciudadanía. Y para ello no hay que salirse de la filosofía, aunque sí que sea necesario “sacarla de sus casillas” en algún sentido. Esa redefinición debe construirse filosóficamente y no simplemente desde el punto de vista de la aritmética de los diseños curriculares o de las negociaciones políticas. La contribución de la filosofía a la formación ciudadana no está, entonces, en que ayude a tomar conciencia de los derechos y deberes o a que establezca un sólido fundamento normativo de la condición jurídica de ciudadano, sino que esa contribución pasa por la apertura de un espacio de radicalidad ontológica: sólo una actividad de problematización o de cuestionamiento permanente de lo que consideramos real y está presente ante nosotros, es capaz de impedir que el mundo se cierre sobre sí mismo expulsando de él al pensamiento e hipotecando, de manera absolutamente intolerable — como veía el Kant de Was ist Aufklärung?—, las posibilidades de la humanidad futura. El ethos ciudadano sería precisamente aquella actitud o forma de vida que incorpora la exigencia filosófica de un compromiso infinito con la libertad, convirtiéndose en el motor de generación del espacio político como dimensión de apertura de la realidad, una realidad abierta a su transformación. La filosofía señala el lugar de exterioridad (de diferencia, inidentidad, extrañeza o extranjería) que no puede ser eliminado del mundo porque es el resquicio por el que el mundo respira y puede llegar a ser de otra manera.19 19 Ese espacio ontológico, que está en la base de esta reinterpretación del concepto de ciudadanía, podría definirse a partir de la obra de varios autores fundamentales: de Lévinas (y su ética de la alteridad como filosofía primera de alcance ultraontológico), de Derrida (sus reflexiones en torno a la desnaturalización del espacio político, el cosmopolitismo y el compromiso infinito con la justicia), de Arendt (su concepción del espacio de lo político como el constituido en el intersticio de la acción humana, su diagnóstico del presente como época del fin de los derechos humanos), de Foucault (su idea de una “ontología de la actualidad” presidida por el ethos filosófico de crítica permanente de nuestro ser histórico), así como de Agamben (su ontología política y su consideración de las figuras de exclusión y marginalidad actuales que encarnr8(te d)-4(e)qtn sticia), hrn Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 57 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es La reflexión didáctico-filosófica sobre la especificidad de la asignatura de introducción a la filosofía de 1º de bachillerato ha planteado la cuestión en términos de la opción entre un planteamiento diríamos preferentemente “matemático” (la filosofía como una forma de saber, mathema) y un planteamiento preferentemente “ético” (la filosofía como una actitud, un ethos).20 Desde el punto de vista didáctico, es conocido que la especificidad de una asignatura no tiene por qué derivar de los contenidos curriculares y que éstos, a menudo, son instrumentos de una concepción ensimismada de la educación y un arma de defensa de las prácticas educativas establecidas.21 En el caso de nuestra asignatura sistemática de introducción a la Filosofía, en particular, la definición de su unidad o especificidad en términos de contenidos de carácter conceptual es algo especialmente complicado e incluso peligroso. Es precisamente la falta de un sistema o doctrina de filosofía lo que hace decir a Kant su conocida frase “no se aprende filosofía, sino que se aprende a filosofar” (Crítica de la Razón pura, A838; B866), es decir que, en el caso de la filosofía, no es posible aprender un contenido filosófico, sino sólo un acto o actividad. Es sabida también la salida hegeliana a esta aporía: necesariamente hay que empezar por esos contenidos aunque se trate de contenidos de saber de carácter prefilosófico y su aprendizaje sea mecánico. Sin embargo, hoy día, en el ámbito educativo estamos quizás más lejos de Hegel que de Kant. Los planteamientos didáctico-filosóficos más aceptados en la actualidad son aquellos que defienden el carácter instrumental de los contenidos conceptuales en el aprendizaje, más importante, de actitudes y procedimientos. En esa órbita se encuentran los llamados “métodos activos” (Domínguez Reboiras y Orio de Miguel), la “filosofía para niños” (M. Lipman) y la “teoría de la simulación” (I. Izuzquiza), etc.22 En el caso de nuestra asignatura de FyC, con más razón aún, la apuesta por una especificidad propiamente filosófica de la asignatura habría de hacerse en términos metodológicos, más que en términos de contenidos o, si se quiere, definiendo el contenido fundamental de la asignatura como actividad. Los conceptos estarían puestos en función del aprendizaje de esa actividad. ¿De qué actividad se trata? Ya hemos señalado antes, al hablar de las competencias, qué idea de la filosofía como ethos de la filosofía en la actualidad (y, por supuesto, en el lugar fundamental que constituye su presencia en el sistema educativo) como actitud y potencia de problematización y apertura del espacio ontológico-político. La conexión de la filosofía y la ciudadanía sólo puede, a mi juicio, establecerse sobre bases de tal radicalidad, lo que significa, por otra parte, que —hablando ya de cuestiones muy concretas relacionadas con la asignatura— la mejor forma de contribuir a la formación del ciudadano a través de la filosofía es enseñándole, en primer lugar, no doctrinas filosóficas, sino la pasión de pensar. Véanse de los autores españoles citados: Cerezo, P. (ed.), Democracia y virtudes cívicas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006; Pérez Tapias, J. A., Del bienestar a la justicia, Madrid, Trotta, 2006; Bárcena, F., El oficio de la ciudadanía, Barcelona, Paidós, 1997; Pardo, J. L., La regla del juego, Círculo de Lectores, 2004. 20 Me permito remitir a mis trabajos “El sentido de unos Fundamentos de Filosofía en el bachillerato” (ponencia en el Curso “Situación curricular y didáctica de la Filosofía en al Bachillerato”, organizado por el CEP de Jaén y celebrado en Baeza en junio de 1998, publicado en ALFA. Revista de la Asociación Andaluza de Filosofía, nº 5, 1999, pp. 121-126); “La enseñanza de la Filosofía” (ponencia en el Curso “Las aportaciones de la Filosofía al mundo contemporáneo”, celebrado en la U.I.M.P. de Santander en septiembre de 2000, publicado en ALFA. Revista de la Asociación Andaluza de Filosofía, nº9, 2001, pp. 99-120). 21 Véase al respecto Revenga, A., “Cultura y contenido curricular”, en Cuadernos de pedagogía, nº 366, marzo 2007, pp. 84-87. 22 Véase: Domínguez Reboiras y Orio de Miguel, Método activo: una propuesta filosófica, Madrid, MEC, 1985; Lipman, M., Sharp, A. M. y Oscayan, F. S., La filosofía en el aula, Madrid, Eds. De la Torre, 1992; Izuzquiza, I., La clase de filosofía como simulación de la actividad filosófica, Madrid, Anaya, 1982. Véase la actualización de este debate en la tesis doctoral de A. Sarbach, ¿Qué pasa en clase de filosofía? Hacia una didáctica narrativa y de investigación (dirigida por Begoña Piqué, Departamento de Didáctica y Organización Educativa, Facultad de Pedagogía, Universidad de Barcelona, 2005. Disponible en Internet). Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 58 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es cuestionamiento permanente puede asumir su función educadora de la ciudadanía. Y, como ya se dijo, la actividad propia de esa actitud filosófica es la problematización. Aprender filosofía es aprender a problematizar, es decir, aprender una dinámica de pensamiento capaz de cuestionar los criterios vigentes de realidad, capaz de ver en qué medida lo visible, por estar ahí delante de manera acostumbrada, pasa desapercibido ante nuestros ojos. Definir la asignatura en términos de la actividad de problematización implica algunas decisiones metodológicas concretas: - - - - El planteamiento de los problemas es más importante que el hallazgo de las soluciones porque —como recuerda Deleuze— sólo desde la interrogación surge el pensamiento y se produce la génesis de la verdad.23 No hay problemas filosóficos definidos de antemano y de modo absoluto antes de nuestra actividad filosófica en clase. Un problema filosófico cuyo tratamiento en clase es pertinente será aquella cuestión que somos capaces de problematizar en el aula, es decir, que los alumnos pueden llegar a reconocer como tal. Los problemas planteados por la tradición filosófica sólo serán auténticos problemas si somos capaces de actualizarlos en la comunidad de investigación que es la clase de filosofía. Los llamados habitualmente “problemas filosóficos eternos” son frecuentemente formas de ocultación de lo problemático que traducen la incertidumbre y la alteridad en términos de una ontología sustancialista.24 Si el contenido unitario de la asignatura de FyC es la actividad de problematización, su mismo enfoque teorético radical es la vía por donde la asignatura debe abrirse a los problemas del mundo actual, superando el peligro academicista, tan presente en una materia como la filosófica. La actividad de cuestionamiento no es una actividad espontánea sino una práctica escolar que ha de ser construida o instituida en la interacción profesor-alumnos. Esa interacción ha de estar dirigida por el profesor, pero ha de respetar una “zona de incertidumbre” y de reversibilidad que hace posible que el aprendizaje del cuestionamiento, más allá de un mero ejercicio artificial de mayéutica, se convierta en un verdadero aprender a pensar.25 Una de las dificultades que presenta el diseño de la nueva asignatura es su articulación con la asignatura de Historia de la Filosofía (HdF) de 2º de bachillerato. En el Decreto de Bachillerato se considera que entre los objetivos de esta asignatura está también la consolidación de la competencia social y ciudadana, y que la asignatura debe hacer un repaso por las ideas más importantes que, acerca de la ciudadanía, se han dado en la historia de la filosofía. Si tenemos en cuenta lo que se ha planteado anteriormente sobre FyC, esta caracterización de la HdF no parece suficiente para articular ambas asignaturas de forma coherente. Sí lo es, sin embargo, el enfoque general que se hace de la filosofía en el diseño legal de HdF, entendiéndola (cosa que no se planteaba en el diseño de FyC) fundamentalmente como actividad reflexiva y de cuestionamiento. Tanto la función de la filosofía (perfeccionar, según dice, la actividad filosófica espontánea de interrogación de los seres humanos) como el objetivo de la asignatura (no transmitir una “doctrina sólida y verdadera” sino “fomentar una actitud 23 Ver Deleuze, G., Différence et répétition, Paris, P.U.F., 1968, pp. 203-217. Ver Timmermans, B., “Kant et l’histoire de la philosophie: la vision problematologique”, en Revue International de Philosophie, vol. 44, nº 174, 3/1990, pp. 297-308. 25 Sobre los factores de dicha institución escolar del cuestionamiento puede verse: Maulini, O., L’institution scolaire du questionement, Esbozo de Tesis presentada en la Universidad de Ginebra, Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación, octubre 2001 (disponible en Internet). Los autores de referencia para esta cuestión son: Legrand, L., Pour une pédagogie de l’étonnement, Paris, Delachaux & Niestlé, 1960; Meyer, M., De la problématologie. Philosophie, science, langage, Bruxelas, Mardaga, 1986. 24 Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 59 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es filosófica o un talante filosófico hacia los complejos problemáticos…”: p. 45396) son planteados en términos que permitirían una perfecta articulación con la construcción del concepto de FyC que hemos intentado más arriba. Tanto la asignatura de Filosofía de 1º como la de 2º de bachillerato compartirían una misma idea acerca de la contribución específica de la Filosofía a la educación, una misma idea acerca del enfoque más necesario que ha de hacerse de ella en las asignaturas de bachillerato y de su papel en relación con la materia de Ciudadanía en la E.S.O. La asignatura de 2º, claro está, introduciría un referente historiográfico que, como tal, no tendría que ser protagonista en la de 1º. Y, entre sus objetivos, el desarrollo de la capacidad de leer comprensivamente textos filosóficos y de la capacidad de exponer una visión personal de los problemas actuales más urgentes de la humanidad con la ayuda de las teorías filosóficas estudiadas y en mediación productiva con ellas. La articulación necesaria entre las dos asignaturas de Filosofía de bachillerato exige, pues, a partir de su diseño curricular pero más allá de él, la redefinición filosófica de la asignatura de FyC. Para terminar, quisiera plantear algunas cuestiones que tienen que ver con los aspectos organizativos que, a mi juicio, son cruciales para el éxito de la nueva materia de “Filosofía y ciudadanía”: En primer lugar, esas medidas organizativas afectan de manera fundamental a los propios centros educativos. Que la puesta en marcha de la materia de Ciudadanía a través de las distintas materias que la canalizan sea exitosa, depende de una adecuada planificación y coordinación en los centros, que su estructura actual no asegura plenamente. Siguiendo las recomendaciones de los expertos, sería muy conveniente que se creara una Coordinación de Ciudadanía en cada centro de manera que las diversas actuaciones relacionadas con ella respondieran a un plan coherente y se pudieran sumar los esfuerzos de todos los actores implicados.26 Serían objeto de esa coordinación tanto las actividades curriculares (a través de las asignaturas específicas de 3º y 4º de E.S.O., y de 1º de Bachillerato, pero también de los contenidos transversales de ciudadanía presentes en las demás asignaturas) como extracurriculares (a través del proyecto educativo del centro, del plan de acción tutorial, del plan de actividades, etc.), e incluso extrainstitucionales (como las prácticas de ciudadanía propuestas por J. M. Puig Rovira siguiendo el modelo del “aprendizaje servicio”).27 La multiplicación sin límite de estructuras administrativas o de gestión no es aconsejable, sobre todo teniendo en cuenta la complejidad actual existente en los centros, donde hay coordinadores de muy diversas actividades: didácticas, de actividades complementarias, de proyectos TIC, de coeducación, de bilingüismo, etc. En coherencia con el análisis realizado más arriba acerca del papel de la Filosofía en relación con la materia de Ciudadanía —y en atención a la conveniencia de economizar recursos y simplificar las estructuras—, mi propuesta es que esa necesaria Coordinación de Ciudadanía la desempeñaran los Departamentos de Filosofía que ya existen en los centros educativos. Ellos, a través de su jefatura de departamento, serían los encargados de elaborar un plan anual o bianual de ciudadanía que incluyera tanto la programación específica de las asignaturas de ciudadanía como la coordinación con los otros proyectos que articulan la vida del centro: actividades, acción tutorial, etc. Estas coordinaciones deberían estar, como por ejemplo lo están las TIC y las bilingües, 26 Véase por ejemplo: Bolívar, A., “El profesorado”, en Cuadernos de pedagogía, nº 366 (Especial sobre Educación para la Ciudadanía coordinado por L. M. Cifuentes y L. Gómez Llorente), marzo 2007, pp. 73-75. Del mismo autor, su reciente Educación para la ciudadanía. Algo más que una asignatura, Barcelona, Grao, 2007, pp. 106 ss. E. Martín subraya la importancia especial del “imperativo de coherencia” en el ámbito de la educación en valores: ver “La enseñanza de valores. Análisis de su papel en las metas educativas y criterios para valorar distintas opciones metodológicas”, en Revilla, F., op. cit., pp. 135-148. 27 Ver “Prácticas de ciudadanía”, en El País, 25 de junio de 2006, p. 19. Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 60 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es trabajando muy cerca de la dirección de los centros. Que los Departamentos de Filosofía ejercieran la Coordinación de Ciudadanía, cumpliría además una doble función: permitiría, en primer lugar, que la institución filosófica reactualizara el sentido de su presencia en la enseñanza secundaria dotando de contenido concreto a su compromiso social; en segundo lugar, haría posible que la materia de Ciudadanía estuviera en cada centro educativo animada por un espíritu de vigilancia crítica que sólo un enfoque filosófico puede asegurar. Sería, por tanto, una garantía contra el adoctrinamiento. El binomio “Filosofía y Ciudadanía”, más allá del nombre de una asignatura, designa, a mi juicio, por todos estos motivos, un elemento fundamental para el éxito en la puesta en marcha de la materia de Ciudadanía en nuestro sistema educativo y un factor clave de la propia mejora de la educación. En segundo lugar, el éxito de la nueva materia de Ciudadanía depende también de manera fundamental de la puesta en marcha de un adecuado sistema de formación inicial del profesorado. Formación del profesorado que impartirá esa materia (incluida la “Filosofía y ciudadanía”) pero también el resto del profesorado. Y aquí encontramos el punto por el que la Filosofía puede reclamar su presencia en la formación de todos los profesores, incluidos aquí los propios directores y equipos de gestión educativa, a través de un Módulo de Ciudadanía. Permítaseme, por último, concretar esta propuesta a la vista del borrador que regula el máster en profesorado: La materia de Ciudadanía habría de ser introducida en el máster en profesorado en varios niveles: dentro de los módulos de formación disciplinar y de enseñanza/aprendizaje para el máster de Ciencias Sociales y Humanidades, que ha de formar, entre otros, a los profesores de la materia de Ciudadanía en secundaria, así como a través de un nuevo módulo específico de Ciudadanía, que figuraría no sólo en ese máster en particular, sino en todas las especialidades de máster en profesorado. La inclusión de esa materia en este máster específico de Ciencias Sociales y Humanidades parece natural, puesto que será la formación inicial de los profesores de “Educación para la Ciudadanía” (EpC), de 3º de E.S.O., “Educación Ético-Cívica” (EEC), de 4º, y “Filosofía y ciudadanía” (FyC), de 1º de Bachillerato. En ese caso, los contenidos de ciudadanía formarían parte, en primer lugar, del Módulo de formación disciplinar en la especialidad (se trataría de formar a los futuros profesores en las materias de EpC, EEC y FyC, en sus contenidos curriculares, en el origen de esas disciplinas, etc., junto con las otras que conforman la especialidad y que actualmente son encomendadas a los profesores de filosofía: Historia de la Filosofía, Sociología, Psicología, etc.).28 Asimismo, en segundo lugar, se trataría de introducir también en el módulo de “El aprendizaje y la enseñanza de las materias de la especialidad” contenidos y actividades formativas relacionadas con las materias de ciudadanía (poniendo en juego estrategias de organización y secuenciación de contenidos, de selección de materiales y de recursos, etc., que hagan posible la adquisición de las competencias correspondientes por parte de los alumnos). Pero, en tercer lugar, y como se decía más arriba, la materia de Ciudadanía habría de introducirse como un módulo específico en todas las especialidades de máster en profesorado. La incorporación de la nueva materia a nuestro sistema educativo no contempla sólo la puesta en marcha de las nuevas materias curriculares, sino la persecución de objetivos globales relacionados con la ciudadanía de manera transversal y a nivel global de centro. De ese modo, los textos legales establecen que la competencia social y ciudadana ha de ser promovida por todas y cada una de las áreas 28 Véase el Borrador de Real Decreto por el que se establece la formación requerida para el ejercicio de la profesión docente de las enseñanzas reguladas en la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, y por el que se aprueban las directrices del Máster en Profesorado. Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 61 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es curriculares así como por las actividades de todo tipo llevadas a cabo en el centro educativo, de manera que esa competencia se encarne de modo ejemplar en las relaciones horizontales y verticales entre los miembros de la comunidad educativa.29 Parece, entonces, natural, que todo futuro profesional de la educación, no sólo el que impartirá EpC, EEC o FyC, sea adecuadamente formado en el sentido e importancia de la competencia ciudadana y que esta formación constituya una parte importante de su conciencia profesional. Así lo aconseja, por ejemplo, el equipo de expertos del Consejo de Europa, coordinado por E. Huddleston, en su informe sobre la formación de enseñantes de Educación para la Ciudadanía (2005).30 Dado el carácter especialmente integrador que posee la competencia social y ciudadana, más un sentido general o una finalidad de las demás, que una competencia particular entre las ocho competencias básicas que contempla la L.O.E., el módulo de Ciudadanía en el máster en profesorado de todas las especialidades podría ser el lugar teórico-práctico en la formación de los 29 Este es el sentido que le da la legislación española reciente. Según se afirma en el texto mismo de la L.O.E. acerca de la introducción de la nueva materia de Ciudadanía, “…la preocupación por la educación para la ciudadanía en un lugar muy destacado del conjunto de las actividades educativas y en la introducción de unos nuevos contenidos referidos a esta educación que, con diferentes denominaciones, de acuerdo con la naturaleza de los contenidos y las edades de los alumnos, se impartirá en algunos cursos de la educación primaria, secundaria obligatoria y bachillerato. Su finalidad consiste en ofrecer a todos los estudiantes un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los tratados y las declaraciones universales de los derechos humanos, así como de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática en un contexto global. Esta educación, cuyos contenidos no pueden considerarse en ningún caso alternativos o sustitutorios de la enseñanza religiosa, no entra en contradicción con la práctica democrática que debe inspirar el conjunto de la vida escolar y que ha de desarrollarse como parte de la educación en valores con carácter transversal a todas las actividades escolares, la nueva materia permitirá profundizar en algunos aspectos relativos a nuestra vida en común, contribuyendo a formar a los nuevos ciudadanos.” (B.O.E. 4 de mayo de 2006, p. 17163. ; subrayado JdlH). En el mismo sentido, también puede verse el Real Decreto por el que se establecen las enseñanzas mínimas correspondientes a la Educación Secundaria Obligatoria, artículo 7 (B.O.E. 5 de enero de 2007). En este asunto, en España seguimos las pautas comunes europeas: ver el estudio Outil de formation des enseignants pour l’éducation à la citoyenneté démocratique et aux droits de l’homme (Consejo de Europa, 2005) editado por E. Huddleston, y realizado en el contexto del Año Europeo para la Ciudadanía Democrática, páginas 6 y ss. 30 Todos los docentes deben ser adecuadamente formados en Ciudadanía, incluso los directores de centros educativos (habría que decir especialmente ellos). Es una de las recomendaciones que el estudio citado de Huddleston aporta: “La EpC es a la vez una materia escolar y un enfoque global de la escuela. Cubre a la vez la enseñanza de materias precisas, los trabajos interdisciplinares, las prácticas escolares democráticas y la participación comunitaria. Eso significa que la formación concierne a la vez a todos los enseñantes y a los enseñantes de materias específicas –especialmente los que enseñan ciudadanía o educación cívica o materias conexas como historia, ciencias políticas o ciencias sociales. En la medida en que la EpC concierne a toda la escuela, la formación debe igualmente dirigirse a los directores de escuela y a los equipos de gestión, y debe ser dispuesta en varios niveles…” (op. cit., p. 9). En la p. 13: “La primera etapa de la elaboración de un programa de formación inicial en EpC consiste en introducir un elemento general de EpC en la formación de todos los nuevos enseñantes…”. El cuadro completo que se dibuja en este estudio paneuropeo es: a) formación en Ciudadanía de los directores, altos responsables, etc.; b) formación general en Ciudadanía de todos los enseñantes; c) formación especial en Ciudadanía con objeto de preparar a los enseñantes especialistas en EpC; d) formación en formación en Ciudadanía para preparar a los formadores de profesores (ver p. 16). Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 62 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es profesores, en que se pudiera llevar a cabo una reflexión en profundidad del propio sentido de la profesión del profesor. Por último, tal como señalan algunos expertos, la importancia que a nivel general, no sólo en España, se le concede actualmente a la ciudadanía en la educación, es el correlato de una necesaria democratización de la enseñanza, lo cual implica el des-aprendizaje de ciertas prácticas educativas, en algunos casos de nuestro entorno aún muy arraigadas, basadas en la primacía monolítica del profesor, en el abuso del libro de texto, los aprendizajes no-significativos, etc. El logro de lo que podemos llamar con E. Morin una “democracia cognitiva”, pasa por llevar a término este cambio en el sistema educativo. Pues bien, el módulo de Ciudadanía que comentamos debería ser el lugar en que se abordara de manera crítica el sentido e implicaciones de esta verdadera democratización educativa en aras del avance hacia la recuperación del espacio público o la mayoría de edad colectiva.31 De los 60 créditos ECTS que tiene el máster, el Real Decreto deja 12 a definir por cada Universidad, bien para implementar nuevos módulos, bien para incrementar los siete obligatorios que se hallan ya establecidos. La introducción del Módulo de Ciudadanía aconsejaría disponer de 8 créditos (al igual que poseen los dos módulos mencionados anteriormente, el de formación disciplinar y el de enseñanza/aprendizaje), dada la importancia que esta materia posee de cara a las finalidades fundamentales del propio sistema educativo. Los otros 4 restantes podrían, por ejemplo, repartirse equitativamente para completar la formación disciplinar (que pasaría a tener 10 créditos) y el módulo de innovación docente e investigación educativa (que pasaría a tener 6). El profesorado encargado de la formación inicial de los profesores en lo que concierne a los contenidos de ciudadanía sería, según mi propuesta, el de Filosofía. Los Departamentos Universitarios tienen aquí la palabra. Parece lógico que en el máster en profesorado de Ciencias Sociales y Humanidades sean los Departamentos de Filosofía los que se encarguen de aportar el profesorado que formará a los futuros profesores tanto en el módulo de formación disciplinar de las materias de la especialidad, en el de enseñanza/aprendizaje, así como en el específico de ciudadanía: en los dos primeros módulos se tratará de asignaturas impartidas en secundaria y bachillerato por profesores de filosofía y relacionadas con el grado universitario de Filosofía; en el módulo específico de ciudadanía, debido a su carácter no ya técnico o didáctico sino, como antes se apuntaba, de reflexión radical acerca del compromiso social de la educación, de la función del propio sistema educativo y de la responsabilidad personal del propio profesor en la apertura colectiva hacia lo posible, se ve más que conveniente que sean profesores de filosofía los encargados de ese módulo de formación de los docentes de todas las especialidades, dada la competencia de la disciplina filosófica en ese tipo de reflexión. En la práctica, esta propuesta implica que todos los docentes de secundaria y bachillerato (aunque las mismas consideraciones se podrían extender también a los profesores de primaria), sea cual sea su especialidad académica y el máster en profesorado que cursen, recibirían una formación filosófica a través de este Módulo de Ciudadanía, dando de ese modo respuesta a las recomendaciones de la UNESCO acerca de la promoción general de la filosofía, tal como puede verse en la Declaración de París (1995), donde se afirmaba expresamente que “…aun manteniendo su autonomía, la enseñanza de la filosofía debería vincularse en la medida de lo posible a la formación académica o profesional en todos los campos”.32 31 Sobre esta idea de “democratización de la enseñanza” como sentido específico de la introducción de la ciudadanía en la educación, puede verse de nuevo el estudio de Huddleston citado, p. 10. Acerca de la “democracia cognitiva”, ver Morin, E., La mente bien ordenada, Barcelona, S. XXI, 2000, pp. 21, 134-6, 144. 32 Anexo II del documento del Consejo Ejecutivo Informe del Director General relativo a una estrategia intersectorial sobre la filosofía (UNESCO, documento 171 EX/12, 28 de febrero de 2005). Véase Roger-Pol Droit, Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 63 El Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía. D. L: CA-834/97. - ISSN 1138-3569. Publicado en www.elbuho.aafi.es Filosofía y democracia en el mundo: una encuesta de la UNESCO, Ediciones Unesco, 1995, pp. 15-6. Ver también Vermeren, P., La philosophie saisie par l’UNESCO, Ediciones Unesco, 2006. Javier de la Higuera “¡No despidamos a la filosofía, renovemos su contrato!” 64