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Situs inversus José: Debería haber muerto hace doce días pero aún sigo aqui. Al llegar al hospital presentaba tres disparos en el lado izquierdo del pecho y los médicos estaban sorprendidos de que aún siguiera con vida. Después de la intervención un cirujano se acercó hasta dónde me recuperaba - Amigo, ha tenido usted mucha suerte, si fuera alguien normal no lo hubiera contado... En aquel momento, debido a la anestesia, aún no era capaz de entender todo lo que me contaba -...es una malformación poco corriente pero conocida, los órganos internos se colocan de forma inversa a lo acostumbrado. ..esos disparos iban directos a su corazón pero quien va a imaginar que lo tenia en el lado derecho... El doctor me sonrió de forma complice y puso su mano sobre mi hombro antes de alejarse -Amigo, a veces está bien no tener el corazón dónde se debe. Carmen: Yo no vivo. Existo. Existo porque mi corazón late. Eso dice el doctor cuando le pone a mi madre la trompetilla sobre la tripa. Siempre se equivoca y la pone a izquierda y mi madre le dice que tengo el corazón a la derecha, como mi padre, pero cada vez que nos examina vuelve a equivocarse. Todos los órganos los tenemos colocados al revés que los demás mortales. Somos una diezmilésima parte de los seres vivos, así de raros. Pero yo crezco por delante. Un poco ladeada, eso sí, pero por delante. No quiero pensar si mi madre tuviese la matriz en la espalda. Me aplastaría en la silla, en la cama... Siento el corazón de mi madre arriba, a mi derecha latiendo con rítmo monótono y aburrido. Me gusta más cuando mi padre pone música de salsa y nos saca a bailar a las dos. Entonces el corazón de mi madre se acelera y el mío también. Y no veas cuando la besa mi padre. Me hace galopar como un corcel. Y también cuando nos acostamos y siento el cuerpo de mi padre sobre mi madre. ¡Qué demonios estará haciendo ahí arriba! ¡Con lo que pesa! Siento que me ahogo, de verdad. Ya me gustaría poder verlo. Utilizar todos los sentidos que dicen que debo tener. Porque eso sí. Los órganos los tengo invertidos (eso no quiere decir que cuando sea mayor tenga que salir del armario. No) Los órganos se han cambiado de sitio pero los sentidos NO. ¡Digo yo! Por ahora sólo ejerzo el gusto y el oído. Me encantan la leche, las fresas, el licor de cereza y sobre todo, el chocolate. Mis tubos se estremecen de placer cuando mi madre se toma un bombón o un vasito de Pacharán y es sabido que el placer ensancha el espíritu. Si además ha puesto música de Mozart, ya levito en el líquido amniótico como deben levitar las nubes. ¡Es mágico! Cuando salga de aquí, recordaré este placer. Es mi primera memoria. La música y el chocolate. Voluptuosidad pura. Pero lo que de verdad ansío es poder ejercer la mirada. Eso sí es vivir. Elegir lo que quiero contemplar, lo hermoso, y nombrarlo en voz alta para que adquiera el derecho de existencia, como cuando yo nazca y me pongan un nombre. Si no tienes nombre, no existes. La palabra da vida. ¡CHOCOLATE! Cuando vea la palabra escrita se me hará la boca agua. Pero lo que no puedo olvidar es mi situs inversus por si tengo un accidente, como mi padre hace unos días. Tuvo suerte de que el médico que le atendió (un latino que había estudiado con el doctor Friedmann W., del Hospital de McGraw-Hill en Chicago,especialista en situs inversus) estuviese bien informado y le salvara la vida. El problema de que te salven la vida es que luego la tienes hipotecada por el agradecimiento a quien te ha salvado y eso es pesado de llevar. Ahora el doctorcito latino ha terminado su tesis y quiere quedarse en nuestro país. ¿Y quién le va a arreglar los papeles? Enrique: Siempre supe que mi extraña inversión orgánica tenía que tener una explicación racional. Hoy he leído uno de los pocos estudios sobre la materia que he podido encontrar. Un tal doctor Friedman afirma que el fenómeno se da entre gemelos univitelinos formados por desgajamiento de una parte del embrión en un estadio más avanzado de lo normal, cuando ya se han definido qué células van a formar el lado izquierdo y el lado derecho del embrión, de tal forma que entre ambos tienen simetría en espejo, por lo que uno de ellos padece el síndrome de situs inversus. Añade dicho doctor que cuando se produce el fenómeno en un niño único se debe a que el otro embrión, del que se desgajó el superviviente, por el motivo que sea, no se ha desarrollado. Así pues no soy más que el reflejo de alguien. De alguien no nacido. De alguien que si hubiera nacido habría recibido aquella bala en el corazón y habría muerto. Ser solamente su reflejo me ha salvado la vida. Me siento extrañamente en deuda con él. Con ese hermano gemelo al que no conocí. Al que nadie conoció. Del que nadie supo siquiera de su existencia. Él me dio la vida y ahora, al recibir la bala dirigida a su corazón, yo se la he salvado. Miguel Ángel: Ni que decir tiene que tampoco dejo de pensar en esas balas, ni en su propietario. Han pasado varias horas desde el tiroteo y aun me tiemblan las piernas. El colmo de las casualidades, un individuo situs inversus investiga el primer caso de su vida y recibe las primeras balas de su primer sicario que ahora estará jactándose en su sofá, con una copa de brandy, de cómo se ha deshecho de un molesto entrometido con tres certeros disparos. Infeliz. Como decía Séneca ·”Para saber algo, no basta con haberlo aprendido”. Ese tipejo habrá practicado durante años en dianas de tiro con un corazón dibujado en el lado izquierdo sin saber que yo lo tendría en el derecho. Él suponía muchas cosas. Que yo era un principiante, que estaba muerto, que tenía el corazón en su sitio. Jamás. Si tuviera el corazón donde debo jamás habría aceptado escucharla. De sus labios rojos como la sangre de mis gasas salían frases suaves, pegajosas, sexuales hasta la médula. Ella, Virginia, V cuando hablamos por teléfono, quiere nada más y nada menos que deshacerse de su marido. Lo dice como si nada, ligeros golpes de lengua me empujan las palabras hasta mis oídos. Quiero que mates a mi marido. Parecen caricias en sus labios. Sus ojos me miran y sólo pienso en echarla de mi despacho. Con el corazón en el lado izquierdo habría ido a matar a ese cabrón para que me dejara follarla. Por suerte mi corazón está en otro sitio. Soy un hombre situs inversus y no sucumbo a las feromonas y al perfume de quinientos euros. Nadie sabe cual es el motor de mi pasión. No soy un macho adicto al sexo, devorador de porno ni consumidor de prostitutas. Me decanto por algo tan sutil y exquisito como el sabor del chocolate. Lo que enloquece mi corazón de hombre es el amor. También ella se equivocaba de lado, se equivocaba de cebo. Conmigo no valen los vestidos ajustados y los labios jugosos. Por eso quedó tan sorprendida cuando le dije que yo no era un asesino. Sólo un detective, mi primer caso para ser más exactos. Virginia quedó boquiabierta, debió pensar que era gay. De momento mi secreto está a salvo. Le pregunté por qué quería matar a su marido y comenzó a contarme su historia, esta vez sin el arma de sus sensualidad.